AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
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Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Eran las doce de la mañana y ya para variar llegaba tarde a la cita con su hermana. Si bueno, en realidad no era su hermana de verdad, era hermanastra y no compartían nada de sangre, no eran prácticamente hermanos en sí, pero...el hecho de volver a verla, le hizo ver el comienzo del día de otra manera. Estaba solo, en su cama y la miraba con el anhelo de un millón de suspiros queriendo salir enseguida, pero que no salieron por pura pereza. Estaba solo, de nuevo al igual que las nubes oscuras que se separaban en el cielo y comenzaban a rodear de oscuridad el patio exterior de la mansión. Al final no pudo evitar suspirar y recordar aquellos cabellos rojos que muchas veces besó, aquellos ojos azules que por mucho que intentara olvidar, su aroma aun seguía entre sus ropas. Iría al centro a comprar nuevas ropas y de paso quemar las que ahora poseía. Había carmín en sus recuerdos, por todo su cuerpo había las lágrimas que muchas veces derramó y que el consoló siempre como n imbécil para que luego, le dejara en el olvido, para que nunca lo volviera a recordar, para que jamás volviera a saber de ambos. Decidió que quizás así fuera, que a lo mejor algo mejor vendría, pero... ¿Qué iba a venir? Nada. Soledad y más soledad.
No podría evitarlo si no escogiera tan mal a las personas, pero comenzó a llorar, a sentirse de nuevo solo en aquella gran habitación de grandes ventanales, con adornos traídos especialmente de su tierra natal. Una carta yacía sobre la mesa de noche, de la persona que en realidad era su hermana y prometida, ¿Qué mas podría pasar? La muerte pensó que sería la mejor solución para todo. Cortaría por lo sano, por todo y por todo el oscuro pasado que tuvo que pasar cuando era tan solo un joven y que además de ello estaba sufriendo innecesariamente. Miro el reloj de la pared. Vio que el reloj marcaba las once y media, llegaría a las doce y cuarto. Bueno, en realidad no llegaba tarde a la cita, no llegaba tan tarde, tan solo él y su puntería. Gimió un poco, se sonó los mocos con un pañuelo que descansaba sobre la mesilla y se limpio después las lágrimas con los dedos de la mano derecha. La verdad, estaba desperdiciando algo tan especial para los humanos que lo único que hacia diferenciarlos en público y dar ciertas impresiones a la gente. Las lágrimas era algo intimo que solo debía compartirse con aquellos que solamente tendrían que perdurar para siempre en tu corazón. Iría a prepararse y eso hizo.
Una hora después, entraba en la plaza central, la calesa se paró en frente de la puerta de la estación de ferrocarril el cual en uno de ellos vendría aquella persona desde el canal de la Mancha. Habría una corta distancia de allí a París así que no tendría que esperar mucho. Miró mientras entraba con presencia notoria en aquel lugar al reloj de manecillas doradas que decoraba el interior de la estación, junto con varios carteles entintados a quemarropa y dándole un toque pintoresco. Aun faltaban cinco minutos para verla, pero desde que se fue de su hogar a los quince años, no pudo saber cuánto habría cambiado aquella muchacha rubia que, buenos sería su prometida dios sabe cuándo. Miró la carta que guardaba dentro de su bolsillo, lo abrió lentamente y vio que se estaba equivocando de andén, aunque no se movería de donde estaba y en cuanto vio al frente el gemido de una pequeña de cabellos rubios, no pudo evitar sonreír y acercarse a un banco que andaba vacío para esperar tranquilamente a Arabelle. Ese era su nombre. Volvió a acercar la carta a sus ojos y la miraba una y otra vez con la vista cansada y un poco con los ojos escocidos de haber llorado libremente en la soledad de su cuarto.
La alarma sonó. Ya estaba en la estación.
No podría evitarlo si no escogiera tan mal a las personas, pero comenzó a llorar, a sentirse de nuevo solo en aquella gran habitación de grandes ventanales, con adornos traídos especialmente de su tierra natal. Una carta yacía sobre la mesa de noche, de la persona que en realidad era su hermana y prometida, ¿Qué mas podría pasar? La muerte pensó que sería la mejor solución para todo. Cortaría por lo sano, por todo y por todo el oscuro pasado que tuvo que pasar cuando era tan solo un joven y que además de ello estaba sufriendo innecesariamente. Miro el reloj de la pared. Vio que el reloj marcaba las once y media, llegaría a las doce y cuarto. Bueno, en realidad no llegaba tarde a la cita, no llegaba tan tarde, tan solo él y su puntería. Gimió un poco, se sonó los mocos con un pañuelo que descansaba sobre la mesilla y se limpio después las lágrimas con los dedos de la mano derecha. La verdad, estaba desperdiciando algo tan especial para los humanos que lo único que hacia diferenciarlos en público y dar ciertas impresiones a la gente. Las lágrimas era algo intimo que solo debía compartirse con aquellos que solamente tendrían que perdurar para siempre en tu corazón. Iría a prepararse y eso hizo.
Una hora después, entraba en la plaza central, la calesa se paró en frente de la puerta de la estación de ferrocarril el cual en uno de ellos vendría aquella persona desde el canal de la Mancha. Habría una corta distancia de allí a París así que no tendría que esperar mucho. Miró mientras entraba con presencia notoria en aquel lugar al reloj de manecillas doradas que decoraba el interior de la estación, junto con varios carteles entintados a quemarropa y dándole un toque pintoresco. Aun faltaban cinco minutos para verla, pero desde que se fue de su hogar a los quince años, no pudo saber cuánto habría cambiado aquella muchacha rubia que, buenos sería su prometida dios sabe cuándo. Miró la carta que guardaba dentro de su bolsillo, lo abrió lentamente y vio que se estaba equivocando de andén, aunque no se movería de donde estaba y en cuanto vio al frente el gemido de una pequeña de cabellos rubios, no pudo evitar sonreír y acercarse a un banco que andaba vacío para esperar tranquilamente a Arabelle. Ese era su nombre. Volvió a acercar la carta a sus ojos y la miraba una y otra vez con la vista cansada y un poco con los ojos escocidos de haber llorado libremente en la soledad de su cuarto.
La alarma sonó. Ya estaba en la estación.
Kristof Von Garvel- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/05/2011
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Latido. Suspiro. A eso se reducía el viaje en tren que la llevaría por primera vez a París, junto a su hermano, pero en su rostro se notaba que no se encontraba enteramente feliz por la decisión de su padre de enviarla con Kristof. Miraba con nostalgia por la ventana como las hojas que otrora habían sido de un vivo color verde comenzaban a teñirse del dorado del otoño, para finalmente caer. Por su cabeza rondaban muchas interrogantes, algunas de las cuales le hizo saber a su padre, pero sin obtener respuesta alguna, aunque las principales eran ¿Por qué ahora? Y ¿Para qué?
Desde el día en que su hermano había huido de casa, dejándola completamente sola en Escocia, no había vuelto a saber de él más que por las escasas noticias que su padre le daba de él, pero cada una era menos alentadora que la anterior. Se había casado, había tenido una hija, había sido… No, no debía pensar en eso ahora, no en los errores que ella misma había cometido a causa de los celos y de la ira. Lo que importaba ahora era aclarar su mente, tratar de averiguar qué sentido tenía el volver a ver a su hermano, cuando había sido quien había huido de ella y de su vida en Escocia.
Los días antes que tuviese que tomar rumbo a París, cuando su padre le dijo que debía preparar su equipaje para partir, lloró y replicó hasta que su cuerpo se rindió ante en cansancio, durmiendo entre delirios causados por el despecho y la culpa por lo que había hecho. No sabía cómo iba a reaccionar cuando lo tuviera frente a frente de nuevo, estaba aterrada.
Ya en ella no quedaba casi nada de la niña feliz y risueña que era años atrás, porque con la partida de Kristof, había partido también su único y mejor amigo, haciendo que se volviese aún más extrovertida, razón por la que tuvo dificultades para tratar con las chicas de su escuela, por lo que tuvo que asignársele una institutriz en casa. ¿Era miedo? De que si volvía a confiar en alguien volverían a dejarla sola…
Se abrazaba a ella misma mientras se frotaba los brazos, pero no era frío, o al menos no en la temperatura del ambiente, sino que era ella la que se sentía cada vez más helada a medida que el tren se acercaba a la estación en el sur de Paris. Todo estaba lleno de incertidumbre, no sabía qué iba a pasar, o dónde iba a vivir ahora. Añoraba los días rutinarios y tranquilos que ahora no eran más que recuerdos, porque tenía el presentimiento que jamás volvería a casa.
El sonido del tren deteniéndose la alarmó ligeramente, haciéndola mirar a todos lados como si estuviese desorientada. Ya había llegado. Se levantó para ponerse el abrigo, resignada, pensando en lo que iba a pasar cuando sus miradas se cruzaran nuevamente luego de tantos años, ya podía sentir como su garganta se apretaba y le impedía formular palabras con fluidez. Volvió a dejarse caer sobre el asiento, esperando poder calmarse un poco antes de bajar, porque no quería quedar aun peor a ojos de su hermano. Poco duró esa tranquilidad porque entró un hombre a darle aviso de que sus pertenencias estaban siendo bajadas del tren y debía ir a inspeccionar que estuviesen todos los baúles y maletas, a lo que simplemente asintió con un gesto cansado, para luego caminar tras él hasta bajarse del tren.
Con solo su bolso de mano encima, corroboró que estuviese todo su equipaje y caminó un poco, mirando los alrededores. Pero de pronto se quedó parada sin más en el andén, mirando la nada en todo su esplendor, pues estaba a punto de estallar en lágrimas, no conocía a nadie y tampoco veía a su hermano ¿Podría ser que hubiese olvidado venir por ella? O peor aún ¿No había querido venir por ella? De ser así lo habría entendido, después de todo lo que había hecho, y luego, al no haber tratado de contactarse con él. Se lo merecía, eso y mil cosas peores.
Bajó la vista y sin querer soltó el bolso de mano, seguido de un leve gemido. Quería volver a casa…
Desde el día en que su hermano había huido de casa, dejándola completamente sola en Escocia, no había vuelto a saber de él más que por las escasas noticias que su padre le daba de él, pero cada una era menos alentadora que la anterior. Se había casado, había tenido una hija, había sido… No, no debía pensar en eso ahora, no en los errores que ella misma había cometido a causa de los celos y de la ira. Lo que importaba ahora era aclarar su mente, tratar de averiguar qué sentido tenía el volver a ver a su hermano, cuando había sido quien había huido de ella y de su vida en Escocia.
Los días antes que tuviese que tomar rumbo a París, cuando su padre le dijo que debía preparar su equipaje para partir, lloró y replicó hasta que su cuerpo se rindió ante en cansancio, durmiendo entre delirios causados por el despecho y la culpa por lo que había hecho. No sabía cómo iba a reaccionar cuando lo tuviera frente a frente de nuevo, estaba aterrada.
Ya en ella no quedaba casi nada de la niña feliz y risueña que era años atrás, porque con la partida de Kristof, había partido también su único y mejor amigo, haciendo que se volviese aún más extrovertida, razón por la que tuvo dificultades para tratar con las chicas de su escuela, por lo que tuvo que asignársele una institutriz en casa. ¿Era miedo? De que si volvía a confiar en alguien volverían a dejarla sola…
Se abrazaba a ella misma mientras se frotaba los brazos, pero no era frío, o al menos no en la temperatura del ambiente, sino que era ella la que se sentía cada vez más helada a medida que el tren se acercaba a la estación en el sur de Paris. Todo estaba lleno de incertidumbre, no sabía qué iba a pasar, o dónde iba a vivir ahora. Añoraba los días rutinarios y tranquilos que ahora no eran más que recuerdos, porque tenía el presentimiento que jamás volvería a casa.
El sonido del tren deteniéndose la alarmó ligeramente, haciéndola mirar a todos lados como si estuviese desorientada. Ya había llegado. Se levantó para ponerse el abrigo, resignada, pensando en lo que iba a pasar cuando sus miradas se cruzaran nuevamente luego de tantos años, ya podía sentir como su garganta se apretaba y le impedía formular palabras con fluidez. Volvió a dejarse caer sobre el asiento, esperando poder calmarse un poco antes de bajar, porque no quería quedar aun peor a ojos de su hermano. Poco duró esa tranquilidad porque entró un hombre a darle aviso de que sus pertenencias estaban siendo bajadas del tren y debía ir a inspeccionar que estuviesen todos los baúles y maletas, a lo que simplemente asintió con un gesto cansado, para luego caminar tras él hasta bajarse del tren.
Con solo su bolso de mano encima, corroboró que estuviese todo su equipaje y caminó un poco, mirando los alrededores. Pero de pronto se quedó parada sin más en el andén, mirando la nada en todo su esplendor, pues estaba a punto de estallar en lágrimas, no conocía a nadie y tampoco veía a su hermano ¿Podría ser que hubiese olvidado venir por ella? O peor aún ¿No había querido venir por ella? De ser así lo habría entendido, después de todo lo que había hecho, y luego, al no haber tratado de contactarse con él. Se lo merecía, eso y mil cosas peores.
Bajó la vista y sin querer soltó el bolso de mano, seguido de un leve gemido. Quería volver a casa…
Arabelle Eisenhauer- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2011
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Bueno, la alarma sonó. ¿Y qué? No creyó que pudiera pasar nada, pero en cuanto vio salir a gente de uno de los andenes en los que venía el tren de Arabelle, se extraño bastante al no ver a su hermana. Vio a una joven rubia...otra rubia y bueno dos morenas que estaban de escándalo. Se fijo en una de las jóvenes rubias, que iba con un mayordomo y un montón de maletas, verdes, con adornos dorados en flores de lys y cierres magnéticos. Puso su mirada en una rubia que bajaba del tren y su corazón comenzó a latir apresuradamente, brinco a brinco. Instintivamente se peino el pelo hacia atrás, se puso nervioso y se puso hacia delante, con los codos sobre las rodillas, su mirada lasciva en aquella joven rubia que había atrapado su atención. Aquella joven, parecía perdida en aquel lugar comparada con la tranquilidad de las otras jóvenes que al parecer podrían estar acostumbradas a viajar. Esta joven que le hacía reaccionar de esta manera no estaba tranquila y estaba desorientada. Frenético estaba. Se recostó en el banco, con la mirada fija en aquella joven a la vez que colocaba un brazo extendido sobre el respaldo del banco. La miro, la estudio detenidamente hasta que ¡BINGO! Estaba cerca de la respuesta de su acertijo.
Se lamio los labios en un gesto asquerosamente lascivo, volvió a ponerse el pelo hacia atrás, pero la sonrisa maquiavélica que se coloco en su rostro, hizo ahogar la risa que podría haber alarmado a la gente de la estación. Se puso serio y lentamente, se fue recolocando la ropa, el abrigo, el pelo de nuevo y con paso decidido se fue acercando hasta la joven que parecía perdida en mitad de andenes de ferrocarril y pocas cubiertas de aire. Se acercaba a ella hasta que vio que se desprendía del bolso de mano inconscientemente.
Diantres...creció. Vaya que si creció esa niña desde la última vez que la vio. Alta, delgada, rubia y de ojos azules, pero al parecer estaba triste o cansada. Se acerco hasta ella al verla en trance que aprovecho para recoger el bolso de mano que se había caído al suelo, para después mantenerlo sujeto entre los dedos de Kristof. Frunció los labios y le cogió del mentón para después besarla en la mejilla, lentamente como si no lo hubiera hecho en años y le dedico una sonrisa de oreja a oreja.
-Oye...Bienvenida a París...-Dijo con suma tranquilidad, con una voz aterciopelada que podría calmar hasta el más intranquilo de las bestias. Abrazo a Arabelle contra su pecho, rodeando su cintura y sus hombros pegándola a su pecho para después besarle la cabeza con mucha ternura.-No me llores....-Dijo en un susurro cerca de su oído pues comenzaba a notar su camisa húmeda y no era porque él estuviera sudando o algo, pero era obvio que tuvo que acariciar la espalda de Arabelle para poder calmarla poco a poco. Rodo los ojos a escondidas de Arabelle y cuando la separo de su coraza, la miro a los ojos fijamente-Creo que deberíamos ir a casa, has hecho un camino muy largo-Siguió con su sonrisa puesta en su rostro-Hey...has cambiado...-Dijo para animarla un poco, aunque en eso el era un poco gafe y el 10% de las posibilidades de que se animara eran pocas, aunque estaba cansada y lo veía en sus ojos.
Kristof Von Garvel- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 157
Fecha de inscripción : 27/05/2011
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Miraba a todos lados incesantemente, aterrada ¿Podría haberse equivocado de estación? ¿Dónde rayos estaba? Comenzaba a frustrarse al no ver ningún rostro familiar, así que simplemente se quedó viendo la nada, esperando que fuese el mundo el que diera vueltas mientras ella trataba de calmarse. Nunca había viajado sola, menos una distancia tan larga, y ahora no venía solo de vacaciones o para algún compromiso en particular ¡Sí ni siquiera sabía por qué estaba en París!
De pronto la vista de un joven de una tersa piel blanca y ¿Cabello oscuro? Se extrañó, porque se parecía bastante a su hermano, con la diferencia de que Kristof era rubio al igual que ella. Dudaba, por eso no era capaz de moverse, pensando en lo ridícula que estaría si se equivocaba de persona… Había pasado tanto tiempo…
Lo observó impasible mientras se acercaba a ella. Ni siquiera cuando lo vio recoger su bolso pudo moverse debido al shock. Levantó la mirada obligada por aquella mano que tomaba su mentón de forma un poco brusca para ella. Luego los instantes que transcurrieron desde aquello hasta el beso en la mejilla se le antojaron eternos, y solo en ese momento pudo reaccionar. Sus ojos se pusieron llorosos cuando escuchó aquella seductora voz que mucho tiempo atrás había dejado de susurrarle travesuras.
Entonces ya no pudo contenerse más, ya que mientras se fundía con él en un abrazo las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos como hace mucho tiempo no lo habían hecho. El mundo comenzaba a desdibujarse a su alrededor, solo estaban ellos sin aquel caótico andén de la estación, pero de golpe recordó todo lo que había hecho. Frotaba su rostro en el pecho de su hermano mientras se repetía en su cabeza una y mil veces “Perdóname, perdóname, no quería...”
Solo consiguió despertar de aquel trance cuando el mismo Kristof se separó de ella diciéndole que deberían ir casa ¿Casa? ¿Dónde? No tendía nada, y en cierto punto creyó que sería mejor no entender. ¿Había cambiado? Negó levemente con la cabeza y señaló su cabello. El que había cambiado más había sido él, y no se refería solo a su color de cabello sino que también a que su mirada tenía un brillo diferente… que por algún extraño motivo le daba miedo ¿Acaso él sabía algo que ella desconocía respecto a los motivos del viaje?
- ¿Dónde es eso exactamente? – dijo dando un paso atrás para poner algo de distancia entre ellos – Quiero llegar pronto porque también quiero saber por qué estoy aquí – dijo con un poco de frialdad que había aprendido de su padre.
No es que le guardara rencor, pero él la había abandonado años atrás cuando huyó, sin razones, sin una carta, sin avisarle… Haciendo que se volviera aún más ensimismada e introvertida, aunque claro, no era su culpa que ella fuera así en primer lugar. Trató de arrebatarle su bolso ya que prefería cargarlo ella misma o más bien, ahora que había recuperado la compostura, no quería que él la tocara a ella o nada suyo.
Comenzó a caminar a donde creía que estaba la salida de aquel bullicioso lugar, no podía soportar verlo a los ojos por tanto tiempo, ya que casi parecía que se estaba metiendo en su cabeza para averiguar las cosas que ella no estaba dispuesta a decir.
De pronto la vista de un joven de una tersa piel blanca y ¿Cabello oscuro? Se extrañó, porque se parecía bastante a su hermano, con la diferencia de que Kristof era rubio al igual que ella. Dudaba, por eso no era capaz de moverse, pensando en lo ridícula que estaría si se equivocaba de persona… Había pasado tanto tiempo…
Lo observó impasible mientras se acercaba a ella. Ni siquiera cuando lo vio recoger su bolso pudo moverse debido al shock. Levantó la mirada obligada por aquella mano que tomaba su mentón de forma un poco brusca para ella. Luego los instantes que transcurrieron desde aquello hasta el beso en la mejilla se le antojaron eternos, y solo en ese momento pudo reaccionar. Sus ojos se pusieron llorosos cuando escuchó aquella seductora voz que mucho tiempo atrás había dejado de susurrarle travesuras.
Entonces ya no pudo contenerse más, ya que mientras se fundía con él en un abrazo las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos como hace mucho tiempo no lo habían hecho. El mundo comenzaba a desdibujarse a su alrededor, solo estaban ellos sin aquel caótico andén de la estación, pero de golpe recordó todo lo que había hecho. Frotaba su rostro en el pecho de su hermano mientras se repetía en su cabeza una y mil veces “Perdóname, perdóname, no quería...”
Solo consiguió despertar de aquel trance cuando el mismo Kristof se separó de ella diciéndole que deberían ir casa ¿Casa? ¿Dónde? No tendía nada, y en cierto punto creyó que sería mejor no entender. ¿Había cambiado? Negó levemente con la cabeza y señaló su cabello. El que había cambiado más había sido él, y no se refería solo a su color de cabello sino que también a que su mirada tenía un brillo diferente… que por algún extraño motivo le daba miedo ¿Acaso él sabía algo que ella desconocía respecto a los motivos del viaje?
- ¿Dónde es eso exactamente? – dijo dando un paso atrás para poner algo de distancia entre ellos – Quiero llegar pronto porque también quiero saber por qué estoy aquí – dijo con un poco de frialdad que había aprendido de su padre.
No es que le guardara rencor, pero él la había abandonado años atrás cuando huyó, sin razones, sin una carta, sin avisarle… Haciendo que se volviera aún más ensimismada e introvertida, aunque claro, no era su culpa que ella fuera así en primer lugar. Trató de arrebatarle su bolso ya que prefería cargarlo ella misma o más bien, ahora que había recuperado la compostura, no quería que él la tocara a ella o nada suyo.
Comenzó a caminar a donde creía que estaba la salida de aquel bullicioso lugar, no podía soportar verlo a los ojos por tanto tiempo, ya que casi parecía que se estaba metiendo en su cabeza para averiguar las cosas que ella no estaba dispuesta a decir.
Arabelle Eisenhauer- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2011
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Tendría muchas cosas que explicarle, muchas cosas que decirle a los ojos, pero si se ponía de aquella manera, le iba a ser un poco imposible. En realidad, la pequeña Arabelle no había cambiado o simplemente era porque al que llamaban “PADRE” la había metido un pergamino en la cabeza con palabras escritas diciendo como debía comportase. Diantres, pero debajo de aquel cuerpo de volantes y de encajes, de tela larga y de satén azul celeste, se escondía el cuerpo de una mujercita bastante crecidita. Eso pudo ver en ella, tras haberse movido unos pies hacia atrás. Ladeo el rostro un poco confuso para acercarse con aire enigmático. Un pie hacia adelante y después el otro le seguía para comenzar una caminata hacia donde se encontraba ella.
-Mi mansión...-Sonrió de una manera inocente, casi igual a la de un niño pequeño en busca del caramelo mas delicioso-No sé qué te ocurre...-Coloco su rostro en posición vertical y se paró a pocos centímetros de Arabelle, mirándola fijamente a aquellos orbes verdes que tanto le gustaban. Podría ser que hubiera fallado en alguna letra de sus palabras, que hubiera fallado en su instinto de decirle algo que de verdad le agradara en toda su totalidad, pero era algo torpe en cuanto a adivinar las cosas. Era un brujo y uno de los buenos, pero no era adivino, lástima. Iba a acariciarle el rostro, pero se movió rápidamente hacia lo que parecía el umbral de la puerta da salida de la estación, a paso rápido, sin que él tuviera ocasión de cogerla de la mano. Suspiro profundamente y con paso tajante y decidido, se acerco a Arabelle y le cogió de ambos hombros, agachando su mirada a sus orbes verdes, para poder pedir una explicación.
-Arabelle...-Se encogió de hombros mientras aún mantenía sujeta de los hombros a Arabelle con suavidad mientras le acariciaba los hombros con los pulgares-A ver...tengo una preciosa mansión, en los bosques...-se lamio los labios al notar los labios secos y empezó a hablar de nuevo-¿Crees acaso cielo...-tenso la mandíbula en busca de palabras-crees acaso que se el porqué de tu reacción al verme?-Hizo que la mirase a los ojos cogiéndola del mentón suavemente con el canto de uno de los dedos-¿Podemos ir...salir de la estación para hablar..Por favor?-Dijo con lentitud, con severidad hasta que poco a poco fue soltándola de los hombros para cruzarse de brazos y esperar una sonrisa de ella. Al menos, una...La miraba fijamente a los ojos y cuando sintió algo que la atraía hacia ella, el sonido de la alarma de un tren, hizo que despertara del trance. Su belleza era igual de atrayente que desde la última vez que la vio, desde la última vez que pudo sonreírla y verla en aquella sala en la que estaba él con ella y sus dos hermanos.
Aquella noche la recordaba como si fuera ayer, llovía y las luces del salón parpadeaban juguetonamente abriendo y cerrando en tonos oscuros y claros sobre la sala con la chimenea encendida, que se esforzaba por dar calor a los que andaban dentro de aquella espera.
Se había decidido el compromiso tradicional entre la familia, entre Arabelle y Grey, con lo que a oídos de Kristof, le supo como vísceras de rana recién abiertas. No quería que fuera de otro, esa sensación de poder, se despertó en silencio mientras veía alternativamente de lado a lado entre su padre y ella, intentando pensar que planeaba, que tenía entre manos. Grey era horrible, Vil y cruel. Kristof fue testigo una vez cuando eran chicos de parvulario cuanto de cruel podía ser aquel hombre, pero del silencio salió en defensa de Arabelle, para después rodearla con sus brazos y acariciarle el pelo para calmarla los nervios que iba teniendo poco a poco. Ella entre sus brazos y entre nadie más, solo la quería para él, quería a Arabelle.
Miro atentamente a Arabelle y poso una mano sobre su rostro con lentitud, tocando, rozando con su piel la tersa de ella, procurando que ambos estuvieran cerca una vez más.
-Déjame invitarte a Pastel de arándanos... ¿Vale?
-Mi mansión...-Sonrió de una manera inocente, casi igual a la de un niño pequeño en busca del caramelo mas delicioso-No sé qué te ocurre...-Coloco su rostro en posición vertical y se paró a pocos centímetros de Arabelle, mirándola fijamente a aquellos orbes verdes que tanto le gustaban. Podría ser que hubiera fallado en alguna letra de sus palabras, que hubiera fallado en su instinto de decirle algo que de verdad le agradara en toda su totalidad, pero era algo torpe en cuanto a adivinar las cosas. Era un brujo y uno de los buenos, pero no era adivino, lástima. Iba a acariciarle el rostro, pero se movió rápidamente hacia lo que parecía el umbral de la puerta da salida de la estación, a paso rápido, sin que él tuviera ocasión de cogerla de la mano. Suspiro profundamente y con paso tajante y decidido, se acerco a Arabelle y le cogió de ambos hombros, agachando su mirada a sus orbes verdes, para poder pedir una explicación.
-Arabelle...-Se encogió de hombros mientras aún mantenía sujeta de los hombros a Arabelle con suavidad mientras le acariciaba los hombros con los pulgares-A ver...tengo una preciosa mansión, en los bosques...-se lamio los labios al notar los labios secos y empezó a hablar de nuevo-¿Crees acaso cielo...-tenso la mandíbula en busca de palabras-crees acaso que se el porqué de tu reacción al verme?-Hizo que la mirase a los ojos cogiéndola del mentón suavemente con el canto de uno de los dedos-¿Podemos ir...salir de la estación para hablar..Por favor?-Dijo con lentitud, con severidad hasta que poco a poco fue soltándola de los hombros para cruzarse de brazos y esperar una sonrisa de ella. Al menos, una...La miraba fijamente a los ojos y cuando sintió algo que la atraía hacia ella, el sonido de la alarma de un tren, hizo que despertara del trance. Su belleza era igual de atrayente que desde la última vez que la vio, desde la última vez que pudo sonreírla y verla en aquella sala en la que estaba él con ella y sus dos hermanos.
Aquella noche la recordaba como si fuera ayer, llovía y las luces del salón parpadeaban juguetonamente abriendo y cerrando en tonos oscuros y claros sobre la sala con la chimenea encendida, que se esforzaba por dar calor a los que andaban dentro de aquella espera.
Se había decidido el compromiso tradicional entre la familia, entre Arabelle y Grey, con lo que a oídos de Kristof, le supo como vísceras de rana recién abiertas. No quería que fuera de otro, esa sensación de poder, se despertó en silencio mientras veía alternativamente de lado a lado entre su padre y ella, intentando pensar que planeaba, que tenía entre manos. Grey era horrible, Vil y cruel. Kristof fue testigo una vez cuando eran chicos de parvulario cuanto de cruel podía ser aquel hombre, pero del silencio salió en defensa de Arabelle, para después rodearla con sus brazos y acariciarle el pelo para calmarla los nervios que iba teniendo poco a poco. Ella entre sus brazos y entre nadie más, solo la quería para él, quería a Arabelle.
Miro atentamente a Arabelle y poso una mano sobre su rostro con lentitud, tocando, rozando con su piel la tersa de ella, procurando que ambos estuvieran cerca una vez más.
-Déjame invitarte a Pastel de arándanos... ¿Vale?
Kristof Von Garvel- Hechicero Clase Alta
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Trataba de concentrarse en el sonido de tacones pisoteando con algo de fuerza el pavimento de la estación y de vez en cuando miraba de reojo para ver si iba por el lugar correcto, tenía que concentrarse en cualquier otra cosa que no fueran aquellos ojos que buscaban más allá de los suyos, como si trataran de averiguar algo de ella, aunque tal vez no fuese más que un miedo injustificado que sentía hacía él en esos momentos. Eso hasta que de nuevo Kristof se le adelantó y la tomó por los hombros para detenerla, envolviéndola con esa mirada a la que nunca había podido mentirle.
¿En los bosques? Eso era tan típico de él, seguramente no podía vivir tranquilo sin poder dar esos paseos para explorar y encontrar bichos para meter en sus frascos. Por unos instantes aquello le trajo esos recuerdos de los días de travesuras que pasaba con él luego de la escuela, pero cuando él se fue jamás volvió a dar esos paseos ¿Para qué ir sola? Así no valía la pena, sin mencionar que cada lugar por el que pasara le recordaría a Kristof y el hecho de que se había ido de casa. Pero no debía pensar en eso, habían cosas infinitamente más importantes y complejas que le estaban desquebrajando la tranquilidad con la que solía vivir el día a día ¿Era aburrido? Sí, pero al menos su mente no la mareaba con preguntas a las que no podía responder.
“¡Deberías intuirla!” pensó para ella misma como una respuesta, sin atreverse a abrir la boca para responderle, porque esa severidad con la que le hablaba no le gustaba en absoluto, caso parecía que estaba… que estaba regañándola ¡Era eso! Aunque en parte tenía razón, dada la forma en que reaccionó cuando lo vio ¿Pero qué esperaba? ¿Qué lo abrazara y le preguntara “Qué tal el día”? No, no había sabido nada de él en tanto tiempo que ahora no quería preguntarle absolutamente nada, razón por la que no se dignó a responderle ninguna de sus preguntas.
Suspiró levemente cuando quitó sus manos de sus hombros, aunque esa postura de brazos cruzados no era lo esperaba, siguió mirándolo de la misma manera que antes, sin expresar nada de lo que sentía, porque ni ella misma había lo que pasaba en su propia mente. Luego cuando puso aquella mano en su mejilla pensó que podía derrumbarse en cualquier instante, por lo que por su bien tomó esa mano para que la soltara.
- No quiero un pastel… - dijo bajando la mirada, apunto de volver a llorar – Quiero saber por qué me enviaron aquí… contigo… si tú… si tú te fuiste era por qué no querías tenernos cerca, y eso me incluye – dijo prácticamente reprochándole en hecho de que la dejara sola.
Finalmente las lágrimas le ganaron la batalla, surcando sus mejillas hasta desperdiciarse en el pavimento. Su voz se quebraba, al igual que aquella férrea voluntad con la que había llegado, ahora no le importaba saber nada, solo quería estar tranquila en un lugar en donde las cosas fueran bien, simplemente eso, bien, ya que en algún momento de su vida había dejado de aspirar a la felicidad, solo que bastaba aquel mediocre idea de que el mundo no la molestara. ¿Por qué había sido eso? Solo porque se movía por inercia, desde un tiempo que hacía todo porque eran meras órdenes, y no porque lo deseara… de hecho en el fondo ya no deseaba nada.
¿En los bosques? Eso era tan típico de él, seguramente no podía vivir tranquilo sin poder dar esos paseos para explorar y encontrar bichos para meter en sus frascos. Por unos instantes aquello le trajo esos recuerdos de los días de travesuras que pasaba con él luego de la escuela, pero cuando él se fue jamás volvió a dar esos paseos ¿Para qué ir sola? Así no valía la pena, sin mencionar que cada lugar por el que pasara le recordaría a Kristof y el hecho de que se había ido de casa. Pero no debía pensar en eso, habían cosas infinitamente más importantes y complejas que le estaban desquebrajando la tranquilidad con la que solía vivir el día a día ¿Era aburrido? Sí, pero al menos su mente no la mareaba con preguntas a las que no podía responder.
“¡Deberías intuirla!” pensó para ella misma como una respuesta, sin atreverse a abrir la boca para responderle, porque esa severidad con la que le hablaba no le gustaba en absoluto, caso parecía que estaba… que estaba regañándola ¡Era eso! Aunque en parte tenía razón, dada la forma en que reaccionó cuando lo vio ¿Pero qué esperaba? ¿Qué lo abrazara y le preguntara “Qué tal el día”? No, no había sabido nada de él en tanto tiempo que ahora no quería preguntarle absolutamente nada, razón por la que no se dignó a responderle ninguna de sus preguntas.
Suspiró levemente cuando quitó sus manos de sus hombros, aunque esa postura de brazos cruzados no era lo esperaba, siguió mirándolo de la misma manera que antes, sin expresar nada de lo que sentía, porque ni ella misma había lo que pasaba en su propia mente. Luego cuando puso aquella mano en su mejilla pensó que podía derrumbarse en cualquier instante, por lo que por su bien tomó esa mano para que la soltara.
- No quiero un pastel… - dijo bajando la mirada, apunto de volver a llorar – Quiero saber por qué me enviaron aquí… contigo… si tú… si tú te fuiste era por qué no querías tenernos cerca, y eso me incluye – dijo prácticamente reprochándole en hecho de que la dejara sola.
Finalmente las lágrimas le ganaron la batalla, surcando sus mejillas hasta desperdiciarse en el pavimento. Su voz se quebraba, al igual que aquella férrea voluntad con la que había llegado, ahora no le importaba saber nada, solo quería estar tranquila en un lugar en donde las cosas fueran bien, simplemente eso, bien, ya que en algún momento de su vida había dejado de aspirar a la felicidad, solo que bastaba aquel mediocre idea de que el mundo no la molestara. ¿Por qué había sido eso? Solo porque se movía por inercia, desde un tiempo que hacía todo porque eran meras órdenes, y no porque lo deseara… de hecho en el fondo ya no deseaba nada.
Arabelle Eisenhauer- Hechicero Clase Alta
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
En lugar de mostrar un gesto serio y ambiguo, miro a Arabelle con cierta ternura en su rostro. Una sonrisa de lado a lado con la que despues rodeo su cintura con lentitud, la atrajo hacia él para después retirar su cabello de su oreja y susurrarle con delicadeza-Porque aqui estaras a salvo...de Grey y de sus maltratos....-le besó la mejilla para después abrazarla, rodearla con sus brazos poco a poco, apretandole hacia él, hasta que después volvio a fijar su mirada en aquellos ojos verdes-Estamos prometidos, Arabelle....-Sonrio mientras le acariciaba el rostro con ambas manos, con los pulgares sobre sus pómulos acariciandolos inconscientemente-La verdad, creo que es algo maravilloso, una de las mejores ideas que tuvo padre....-Dijo ocultando las ganas que tenía de besarla y hacerla suya en ese mismo instante. En toda su vida, Kristof habia tenido altibajos, para peor o para bien, pero lo único que no podia evitar era que una chica de ojos verdes, la cual recogio desmayada de los bosques, le robara las horas de sueño. No sabía porque paso lo que paso hace unos meses con aquella mujer de cabellos cual fuego al arder sobre la fuerte madera, pero a lo mejor necesitaba alguna experiencia por tener, dado que en un pasado, perdió dos delante de sus ojos, mientras era sujetado por dos fuertes hombres dentro del estudio y le hacían mirar como fusilaban a su mujer junto a su hija pequeña.
Un pasado amargo...¿verdad? La verdad es que ya todo eso le traía sin cuidado. Haría bien en quitar su roce de Arabelle, pero hacía tanto tiempo en que no la sentia entre sus brazos, que ahora el que lloraba era él. Escondió su rostro bajo la curva del cuello de Arabelle, oliendo su aroma a miel...como la echaba de menos ¿como podía haber echo tal insensatez de haberse ido de casa a tan temprana edad? La verdad, que por querer ampliar sus campos del don que se le había otorgado al nacer y por protegerla de lo que podría haber pasado, si se hubiera quedado en aquella mansion con todos y ella dentro, quizas ella ahora no estaria con él, ahora, en la estación y abrazandola poco a poco. Besó de nuevo su mejilla y se fue separando poco a poco para mirarla a esos ojos cansados que llevaba consigo-Si me fui de casa, era por querer ser mas fuerte para el momento en que volviera a casa y asi llevarte conmigo a Viena o adonde fuera lejos de padre y de Grey-Dijo con tranquilidad, aunque no sabia si iba a convencerla, pero a ver si con la sinceridad con lo que dijo sus palabras podría sacar el mal humor que llevaba dentro.
-Arabelle....-Miro a Arabelle con una sonrisa ladina con la que acompaño con unos pies hacia atras, para dejarla un poco de espacio-La calesa nos espera....Vamos a casa y alli hablamos tranquilamente, te sientas sobre un comodo sofa y te espera una sorpresa si me sonries un poco....por favor...-Dijo ya en un modo de suplica, queriendo que de alguna forma la tensión que hubiera entre ambos durante tanto tiempo, desapareciera poco a poco, pero ella también tendría que poner de su parte. Esos cabellos rubios, le daban un toque "especial", algo que le atraía, pero no sabia si era como lo llevaba o simplemente porque su olor a miel, le gustaba tanto que por ello pudiera ser algo prohibido para él siendo alguien con diabetes.
Un pasado amargo...¿verdad? La verdad es que ya todo eso le traía sin cuidado. Haría bien en quitar su roce de Arabelle, pero hacía tanto tiempo en que no la sentia entre sus brazos, que ahora el que lloraba era él. Escondió su rostro bajo la curva del cuello de Arabelle, oliendo su aroma a miel...como la echaba de menos ¿como podía haber echo tal insensatez de haberse ido de casa a tan temprana edad? La verdad, que por querer ampliar sus campos del don que se le había otorgado al nacer y por protegerla de lo que podría haber pasado, si se hubiera quedado en aquella mansion con todos y ella dentro, quizas ella ahora no estaria con él, ahora, en la estación y abrazandola poco a poco. Besó de nuevo su mejilla y se fue separando poco a poco para mirarla a esos ojos cansados que llevaba consigo-Si me fui de casa, era por querer ser mas fuerte para el momento en que volviera a casa y asi llevarte conmigo a Viena o adonde fuera lejos de padre y de Grey-Dijo con tranquilidad, aunque no sabia si iba a convencerla, pero a ver si con la sinceridad con lo que dijo sus palabras podría sacar el mal humor que llevaba dentro.
-Arabelle....-Miro a Arabelle con una sonrisa ladina con la que acompaño con unos pies hacia atras, para dejarla un poco de espacio-La calesa nos espera....Vamos a casa y alli hablamos tranquilamente, te sientas sobre un comodo sofa y te espera una sorpresa si me sonries un poco....por favor...-Dijo ya en un modo de suplica, queriendo que de alguna forma la tensión que hubiera entre ambos durante tanto tiempo, desapareciera poco a poco, pero ella también tendría que poner de su parte. Esos cabellos rubios, le daban un toque "especial", algo que le atraía, pero no sabia si era como lo llevaba o simplemente porque su olor a miel, le gustaba tanto que por ello pudiera ser algo prohibido para él siendo alguien con diabetes.
Kristof Von Garvel- Hechicero Clase Alta
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Su labio inferior comenzó a temblar levemente como consecuencia del llanto, se odiaba, no tenía moral para reprocharle el hecho de que se fuera de casa, cuando mil veces ella había pensado en hacer lo mismo ¿Por qué no la llevó entonces? Se lo había preguntado mil veces, y aunque la respuesta más obvia era que para él siendo tan joven sería muy difícil cargar con ambos, tendía a pensar que Kristof quería ser libre de todo, incluyendo de aquel borroso compromiso que guardaba en la memoria. Apenas y podía recordar aquel día en que si padre le dijo que algún día sería la esposa de Kris, ¿Entonces por qué todo ese lío con Grey? No entendía nada, y a veces no quería entender, solo cumplir sus órdenes para poder seguir viviendo en paz, aunque eso involucrara la imposición de la persona con que tendría que pasar el resto de su vida.
No puedo reaccionar cuando él la abrazó, y así era mejor porque probablemente habría intentado escaparse de él para ir a parar quien sabe dónde. Pero no, se acurrucó en sus brazos y cerró los ojos, dándole la razón en sus palabras aunque no se lo dijera, ya que todos sabían perfectamente que clase de persona era Grey, ni siquiera cuando era más pequeña se escapaba de lo que él consideraba juegos de niños. Suspiró profundamente, no queriendo separarse de Kris, pero él mismo se encargó de eso, tomando su rostro delicadamente.
¿¡Prometidos!? Mil preguntas más se le vinieron a la cabeza, pero chocaban unas con otras por la fuerte impresión que le daba conocer finalmente el motivo de su viaje a París, no permitiéndole así poder formar una frase coherente. ¿Qué pasaría con lo de Grey? ¿Desde cuándo Kris sabía eso? ¿Por qué… por qué nadie le dijo nada hasta ahora? Ella misma trató de responderse todo aquello, pero se vio incapaz, ya que aún no salía de la impresión, cosa que solo sucedió cuando sintió unas cuantas gotitas cálidas cayendo en su cuello.
Lo observaba, lo escuchaba, lo sentía, pero aun así no podía reaccionar. Por fin creía entender el motivo que lo había llevado a irse de casa, la causante era ella, lo que venía ahora era la culpa de haber pensado todos esos años que simplemente no quería estar cerca suyo. Si solo se lo hubiese dicho antes, si le hubiera enviado una carta contándole todo, tal vez aquellos años que pasó prácticamente sola no habrían sido la agonía que fueron. Y habría esperado pacientemente a que él estuviese listo para volver por ella… si solo se lo hubiese dicho…
Apenas le prestó atención a aquello de la calesa y del regalo, no podía esperar tanto. Se alzó sobre la punta de los pies y se abalanzó sobre él, pasando los brazos detrás de su cuello para poder sostenerse ahí el mayor tiempo posible. Lo miró fugazmente a los ojos, y cerró los suyos para tomar sus labios por primera vez en su vida. Lo besó de una manera intensa, pero al mismo tiempo inexperta, ya que jamás había besado a alguien antes, pero no importaba, solo el hecho de que solo eran ellos dos, e iba a ser así siempre.
- Lo siento… - susurró en sus labios, con las mejillas sonrojadas como nunca antes. Esperando no haberlo molestado con aquello del beso, ni con el hecho de que había pensado que no la quería. En realidad, se disculpaba por todas las tonterías que había pensado y hecho a causa de su inmadurez.
No puedo reaccionar cuando él la abrazó, y así era mejor porque probablemente habría intentado escaparse de él para ir a parar quien sabe dónde. Pero no, se acurrucó en sus brazos y cerró los ojos, dándole la razón en sus palabras aunque no se lo dijera, ya que todos sabían perfectamente que clase de persona era Grey, ni siquiera cuando era más pequeña se escapaba de lo que él consideraba juegos de niños. Suspiró profundamente, no queriendo separarse de Kris, pero él mismo se encargó de eso, tomando su rostro delicadamente.
¿¡Prometidos!? Mil preguntas más se le vinieron a la cabeza, pero chocaban unas con otras por la fuerte impresión que le daba conocer finalmente el motivo de su viaje a París, no permitiéndole así poder formar una frase coherente. ¿Qué pasaría con lo de Grey? ¿Desde cuándo Kris sabía eso? ¿Por qué… por qué nadie le dijo nada hasta ahora? Ella misma trató de responderse todo aquello, pero se vio incapaz, ya que aún no salía de la impresión, cosa que solo sucedió cuando sintió unas cuantas gotitas cálidas cayendo en su cuello.
Lo observaba, lo escuchaba, lo sentía, pero aun así no podía reaccionar. Por fin creía entender el motivo que lo había llevado a irse de casa, la causante era ella, lo que venía ahora era la culpa de haber pensado todos esos años que simplemente no quería estar cerca suyo. Si solo se lo hubiese dicho antes, si le hubiera enviado una carta contándole todo, tal vez aquellos años que pasó prácticamente sola no habrían sido la agonía que fueron. Y habría esperado pacientemente a que él estuviese listo para volver por ella… si solo se lo hubiese dicho…
Apenas le prestó atención a aquello de la calesa y del regalo, no podía esperar tanto. Se alzó sobre la punta de los pies y se abalanzó sobre él, pasando los brazos detrás de su cuello para poder sostenerse ahí el mayor tiempo posible. Lo miró fugazmente a los ojos, y cerró los suyos para tomar sus labios por primera vez en su vida. Lo besó de una manera intensa, pero al mismo tiempo inexperta, ya que jamás había besado a alguien antes, pero no importaba, solo el hecho de que solo eran ellos dos, e iba a ser así siempre.
- Lo siento… - susurró en sus labios, con las mejillas sonrojadas como nunca antes. Esperando no haberlo molestado con aquello del beso, ni con el hecho de que había pensado que no la quería. En realidad, se disculpaba por todas las tonterías que había pensado y hecho a causa de su inmadurez.
Arabelle Eisenhauer- Hechicero Clase Alta
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
¿Qué podía hacer él? Simplemente no tuvo más remedio de irse de aquella casa encantada con aquellos brujos, su padre y Grey quienes poseían el mismo carácter a pesar de todo. Grey, que nació sin ninguna dote mágica, había adquirido la brutalidad de la fuerza, en cambio Freil, había adquirido dulzura, magia y una familia con una bella hija y esposa. Pero tuvo que dejar momentáneamente a la mujer que el amaba por protegerla, simplemente. Ahora, le devolvió aquel beso que con timidez ella le dio, posaba sus labios sobre los de Arabelle para ir poco a poco alargando el beso, sus manos se deslizaban por su cuerpo hasta convertirse en un abrazo protector que le cubría parte de su espalda. Dejo de importarle el lugar en donde se encontraban, solamente se concentraba en la magia que envolvía aquel momento tan especial para él, el beso que tanto tiempo anhelo tanto darle a su querida Arabelle de ojos verdes.
El reloj de la estación sonó alto y claro, avisando de que pronto más pasajeros de otras tierras volvían o venían por primera vez a Paris. Se mantuvo cerca de Arabelle, con lo que aun la abrazaba contra su pecho, sin dejar ningún espacio libre entre ambos, pero la calesa, estaba esperando, los lacayos listos para coger las maletas de Arabelle que cuando quiso darse cuenta, tras levantar la mirada al frente, vio como en efecto, tres lacayos vestidos en sedas de verde y plata, se acercaban hasta las mercancías de Arabelle para cogerlas en peso y llevarlas hacia la calesa que esperaba afuera de la estación de tren. Miro a Arabelle con cierta ternura, acariciando su pelo poco a poco para después cogerla suavemente de la nuca y darle un corto y rápido beso, terminando por cruzar ambas miradas de ambos.
-Arabelle...Vamos, debes de haberte pegado un palizón con tanto transporte...-Dijo acariciando sus brazos poco a poco-pero el ultimo transporte que cogerás será el de esta calesa...-Dijo con una sonrisa a la vez que la rodeaba con un brazo por encima de los hombros-pero ahora no estás sola, sino que me tienes de almohada-Le guiño un ojo con bastante gracia y la achucho contra él, para acercarla y poder besar su sien. Ahora, en cuanto estuvieran cerca de su hogar, en su hogar, rodeado de bosques, belleza y de la sencillez que consta un campo que crece por sí solo, le enseñaría un montón de cosas, cada día estaría con ella a su lado, para pasar todo el tiempo perdido que perdió al haberse ido de su lado
-Y si quieres, te muestro tu habitación...para después bajar las escaleras e ir a pasear por los bosque mientras nos contamos todo lo que nos hemos perdido, para recuperar el tiempo perdido...-Dijo poco a poco mientras se iba animando a la vez que se acercaban a la salida y enfrente ya esperaba la calesa con las maletas de Arabelle y una puerta invitándoles a entrar dentro-¿Eh que te parece?-Dijo por terminar en alguna pregunta para poder conocer la opinión de Arabelle, oh quizás ella estaba cansada o querría explicaciones. Bien, si eso es lo que quería, pues las tendría, pero estando en mitad de desconocidos, para hablar de cosas privadas era mejor hablarlo en un entorno intimo para ambos y lejos de miradas curiosas en las que se podrían difundir rumores falsos o hirientes para ambos.
Kristof Von Garvel- Hechicero Clase Alta
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Estaba tan embelesada por todo en esos instantes que ni siquiera se le ocurrió pensar que tal vez Kris no estaría de acuerdo con ese orquestado compromiso del que ahora eran parte, en algún momento tendría que comenzar a hacerle preguntas para con sus respuestas ordenar las ideas que por años permanecieron enmarañadas en su memoria. “Pero no ahora”, se repetía a sí misma para no arruinar la atmosfera tan perfecta que se estaba formando a su alrededor ¡Era como un cuento! Sí, pero todos los cuentos tenían un final, y este vino de la mano del mismo sonido que la había recibido en París.
Sabía que debían irse, ya llevaban mucho tiempo ahí parados irrumpiendo el paso, pero no quería moverse, no quería volver a sentir que estaba desprovista de esos brazos que tanto había añorado y que ahora prácticamente formaban una barrera entre ellos y el resto del mundo. Pero el mismo Kristof fue quien rompió ese pequeño encanto, aunque fue para volver a tomar sus labios de improviso en un beso tan breve que ni siquiera alcanzó a corresponderle.
Solo se encogió de hombros como respuesta a lo que había dicho, era obvio que no podían quedarse ahí todo el día, y de no ser porque él lo mencionaba, no habría recordado lo cansada que venía luego de aquel largo viaje. Pero había valido la pena, todo el llanto y el tiempo que casi parecía perdido ahora valía la pena. Se dejó abrazar y conducir a donde debería estar la calesa con todo su equipaje estivado, pero en el fondo buscaba que aquel breve trecho se le hiciera lo más largo posible, porque no sabía exactamente que iba a pasar cuando estuviesen solos.
- ¿Pasear? – preguntó con una sonrisa, y por más que le agradara la idea de caminar por un bosque, para coronar el reencuentro de la misma forma en que se encontraron por primera vez, él lo había dicho, estaba demasiado cansada para eso ahora así que negó suavemente con la cabeza – Me apetece descansar, con las ventanas abiertas, el ruido del bosque… y tú a mi lado – dijo con una sonrisa mientras apoyaba la cabeza en el pecho de Kris – Y tal vez un pastel de arándanos – corrigió divertida mientras llegaban frente a la calesa.
La pequeña puerta estaba abierta, lista y dispuesta para que ambos entraran, así que se apresuró a soltarse de su brazo y corrió para subir ignorando la ayuda que tanto el cochero como Kris podrían brindarle para aquello. Luego simplemente se dejó caer pesadamente sobre uno de los asientos, y más que sentarse, quedó recostada y prácticamente hecha un ovillo mientras esperaba que Kris subiera.
De pronto tuve que llevar una mano a su abdomen, pues un fuerte calambre la hizo temblar levemente, y no, el asunto no era tan grave como parecía, pero era por todos conocido el hecho de que si no ingería su dosis normal de azúcar andaba de muy mal humor. La diferencia, era que esta vez hace mucho que no había comido nada, por miedo a marearse en el camino no quiso arriesgarse. ¿Hace cuánto que no había comido realmente? Ya ni se molestaba en pensarlo, prefirió tratar de aguantar un pequeño gemido que salió de sus labios. No podía decir nada, sería avergonzarse frente a Kris, así que hizo acopio de las fuerzas que le quedaban y volvió a sentarse de la forma más erguida posible antes de que su hermano finalmente entrara en la calesa.
Sabía que debían irse, ya llevaban mucho tiempo ahí parados irrumpiendo el paso, pero no quería moverse, no quería volver a sentir que estaba desprovista de esos brazos que tanto había añorado y que ahora prácticamente formaban una barrera entre ellos y el resto del mundo. Pero el mismo Kristof fue quien rompió ese pequeño encanto, aunque fue para volver a tomar sus labios de improviso en un beso tan breve que ni siquiera alcanzó a corresponderle.
Solo se encogió de hombros como respuesta a lo que había dicho, era obvio que no podían quedarse ahí todo el día, y de no ser porque él lo mencionaba, no habría recordado lo cansada que venía luego de aquel largo viaje. Pero había valido la pena, todo el llanto y el tiempo que casi parecía perdido ahora valía la pena. Se dejó abrazar y conducir a donde debería estar la calesa con todo su equipaje estivado, pero en el fondo buscaba que aquel breve trecho se le hiciera lo más largo posible, porque no sabía exactamente que iba a pasar cuando estuviesen solos.
- ¿Pasear? – preguntó con una sonrisa, y por más que le agradara la idea de caminar por un bosque, para coronar el reencuentro de la misma forma en que se encontraron por primera vez, él lo había dicho, estaba demasiado cansada para eso ahora así que negó suavemente con la cabeza – Me apetece descansar, con las ventanas abiertas, el ruido del bosque… y tú a mi lado – dijo con una sonrisa mientras apoyaba la cabeza en el pecho de Kris – Y tal vez un pastel de arándanos – corrigió divertida mientras llegaban frente a la calesa.
La pequeña puerta estaba abierta, lista y dispuesta para que ambos entraran, así que se apresuró a soltarse de su brazo y corrió para subir ignorando la ayuda que tanto el cochero como Kris podrían brindarle para aquello. Luego simplemente se dejó caer pesadamente sobre uno de los asientos, y más que sentarse, quedó recostada y prácticamente hecha un ovillo mientras esperaba que Kris subiera.
De pronto tuve que llevar una mano a su abdomen, pues un fuerte calambre la hizo temblar levemente, y no, el asunto no era tan grave como parecía, pero era por todos conocido el hecho de que si no ingería su dosis normal de azúcar andaba de muy mal humor. La diferencia, era que esta vez hace mucho que no había comido nada, por miedo a marearse en el camino no quiso arriesgarse. ¿Hace cuánto que no había comido realmente? Ya ni se molestaba en pensarlo, prefirió tratar de aguantar un pequeño gemido que salió de sus labios. No podía decir nada, sería avergonzarse frente a Kris, así que hizo acopio de las fuerzas que le quedaban y volvió a sentarse de la forma más erguida posible antes de que su hermano finalmente entrara en la calesa.
Arabelle Eisenhauer- Hechicero Clase Alta
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Estaba al lado de la princesa de todas las princesas, pero había una diferencia. Esta era suya y no la dejaría desatendida ni un solo momento. En un instante, tuvo que hacer un esfuerzo por no fruncir el ceño, omitiendo su gesto ceñudo al ver que Arabelle respondía de una manera lenta al volver a incorporarse sobre el asiento aunque cuando se sentó a su lado, le rodeo con un brazo por encima de sus hombros y la atrajo de nuevo contra su pecho, sintiéndola cerca de él nuevamente desde que se habían separado en el suelo pétreo de la estación de tren-Marie, la ama de llaves, habrá preparado una buena habitación para ambos...-¿Acaso creía que iba a dormir sola? ¿Después de tanto tiempo sin oler su pelo, de tanto tiempo sin estar ojo por ojo, uno enfrente del otro? ¿La iba a dejar sola? ¿Pero a que loco se le ocurriría? Kristof en sí, estaba loco, pero de amor hacia quien acunaba en su pecho en aquellos instantes. Dijo unas palabras, cortas pero directas al cochero que enseguida puso la calesa en marcha, dando un pequeño bache en el principio pero que al final, consiguió mantener un ritmo lento y equilibrado. Los campos verdes de Paris, se alzaban con vivos colores sobre el malhumorado tiempo que hacia contraste con varias nubes negras. Maldita sea, esas nubes podrían demorar la vuelta a su hogar, pero él era brujo, podría hechizar a las nubes y hacer que llovieran muchos arcoíris de colores o simplemente dejarlos estar dado que el no manejaba dicho encantamientos sobre la naturaleza.
Una lástima. Miro a aquella linda chica que era su prometida, le sonrió abiertamente para posar un tierno beso sobre su frente, pero ¿Qué noto? Algo hizo estremecer en los pensamientos de Kristof, con una preocupación mayor, con algo que no sabía a lo que someterse. No podría ser malo, andaba cansada y ella no había comido nada desde que poso los pies en el andén-¡ALTO!-dijo alzando una mano tras el hueco invisible de la ventana, separándose, no mucho de la que le acompañaba, se acerco para mirar desde atrás al cochero, a los lacayos los cuales habían captado la señal de su amo-Antes de llegar, pasaremos por la pastelería, compraremos algo dado que la Srta. Von Garvel-Finalizo con una sonrisa amable al cochero, este le respondió con otra sonrisa junto con algo de preocupación, atizando a los caballos para cambiar el rumbo e ir en busca de alguna pastelería.
A pesar de ello, la estación era grande, demasiado grande y en cuanto menos se lo esperaban, llegaron a una pastelería, en la que había mil y un pasteles de todas las formas y colores para ser degustados por los mas golosos-Primero haremos una parada...tomaras algo con lo que reponer tus fuerzas...-Sonrió con algo de ánimo en el cuerpo a Arabelle, cogiéndole la mano y besarle los nudillos con ganas, para después darle otro beso en sus rosados labios mientras la calesa paraba a pocos pies de la tienda, que en parte tenía una cafetería en donde posiblemente, fuese allí donde la gente se decantaba sus paladar gustativo con un montón de pasteles de crema, chocolate, bizcochos de naranja, hasta podría haber un montón de tarta de arándanos, el favorito de Arabelle y bueno, ella para él ya era su delicatesen de arándanos personal y, lo mejor de todo es que ahora podría tenerla de nuevo a la vista, de nuevo podría hablar o intercambiar algún que otro berrinche, quien sabia que te podía pasar en este mundo, lleno de casualidades misteriosas que nunca sabias de donde salían cada cosa, como si fuera por arte de magia.
Con suavidad, acaricio el rostro de Arabelle, la volvió a besar en los labios y en cuanto salió del carruaje para poder tender una mano a Arabelle, este la espero con una sonrisa, esperando que la encantadora sonrisa que vio momentos atrás no desapareciera, quería seguir viendo eso de ella. Era mucho tiempo y solo tenía pesadillas, pesadillas que necesitaban el equilibrio de alguien con una luz pura y blanca como la que tenia ella-Una vez disfrutábamos de los arándanos a escondidas en el bosque, linda lote se mancho de cierto jugo en sus ropas de seda de color rosa pastel...pero...-se acerco un poco mas alcanzando la mano de Arabelle-¿Y si ahora...me regalas de nuevo aquellos maravillosos días? –Habían sido maravillosos ese tiempo y ahora en adelante, las memorias manchadas de soledad que Kristof veía en los orbes verdes de Arabelle, se irían para siempre.
Una lástima. Miro a aquella linda chica que era su prometida, le sonrió abiertamente para posar un tierno beso sobre su frente, pero ¿Qué noto? Algo hizo estremecer en los pensamientos de Kristof, con una preocupación mayor, con algo que no sabía a lo que someterse. No podría ser malo, andaba cansada y ella no había comido nada desde que poso los pies en el andén-¡ALTO!-dijo alzando una mano tras el hueco invisible de la ventana, separándose, no mucho de la que le acompañaba, se acerco para mirar desde atrás al cochero, a los lacayos los cuales habían captado la señal de su amo-Antes de llegar, pasaremos por la pastelería, compraremos algo dado que la Srta. Von Garvel-Finalizo con una sonrisa amable al cochero, este le respondió con otra sonrisa junto con algo de preocupación, atizando a los caballos para cambiar el rumbo e ir en busca de alguna pastelería.
A pesar de ello, la estación era grande, demasiado grande y en cuanto menos se lo esperaban, llegaron a una pastelería, en la que había mil y un pasteles de todas las formas y colores para ser degustados por los mas golosos-Primero haremos una parada...tomaras algo con lo que reponer tus fuerzas...-Sonrió con algo de ánimo en el cuerpo a Arabelle, cogiéndole la mano y besarle los nudillos con ganas, para después darle otro beso en sus rosados labios mientras la calesa paraba a pocos pies de la tienda, que en parte tenía una cafetería en donde posiblemente, fuese allí donde la gente se decantaba sus paladar gustativo con un montón de pasteles de crema, chocolate, bizcochos de naranja, hasta podría haber un montón de tarta de arándanos, el favorito de Arabelle y bueno, ella para él ya era su delicatesen de arándanos personal y, lo mejor de todo es que ahora podría tenerla de nuevo a la vista, de nuevo podría hablar o intercambiar algún que otro berrinche, quien sabia que te podía pasar en este mundo, lleno de casualidades misteriosas que nunca sabias de donde salían cada cosa, como si fuera por arte de magia.
Con suavidad, acaricio el rostro de Arabelle, la volvió a besar en los labios y en cuanto salió del carruaje para poder tender una mano a Arabelle, este la espero con una sonrisa, esperando que la encantadora sonrisa que vio momentos atrás no desapareciera, quería seguir viendo eso de ella. Era mucho tiempo y solo tenía pesadillas, pesadillas que necesitaban el equilibrio de alguien con una luz pura y blanca como la que tenia ella-Una vez disfrutábamos de los arándanos a escondidas en el bosque, linda lote se mancho de cierto jugo en sus ropas de seda de color rosa pastel...pero...-se acerco un poco mas alcanzando la mano de Arabelle-¿Y si ahora...me regalas de nuevo aquellos maravillosos días? –Habían sido maravillosos ese tiempo y ahora en adelante, las memorias manchadas de soledad que Kristof veía en los orbes verdes de Arabelle, se irían para siempre.
Kristof Von Garvel- Hechicero Clase Alta
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Se sentó con la perfecta postura de siempre, pero dio un par de suspiros para recuperar también la compostura antes de abrir los ojos y encontrarse con que Kris se había sentado a su lado y no frente a ella como esperaba. Es que su mente aun no conseguía procesar todos los cambios que llegarían a su vida a causa de unas cuantas palabras escritas en un simple papel. ¿Cómo sería su vida de ahora en adelante? Sí, estar con Kristof era lo que siempre había querido, pero teniendo las cosas de forma tan fácil la cruel incertidumbre de lo que podría pasar comenzaba a robarle un poco de seguridad.
¿Habitación? ¿Ambos? ¿¡Dormirían juntos!? Aquello la alarmó, pero trató de que en su rostro no se notase. ¿La habría malinterpretado? Ella se refería a descansar, tal vez leer juntos, mirar el techo o platicas, ¿Pero dormir? En su interior, por más que lo quisiera, no podía concebir la idea de ambos durmiendo juntos en la misma cama, ni siquiera aunque sabía que estaban comprometidos, porque no sabía cómo debería actuar siendo su… siendo su… prometida. Eran miles de interrogantes nuevas, pero sin duda más agradables que aquellas con las que llegó a París.
Se acurrucó en él aprovechando aquel brazo que la cobijaba, haciendo que sus cuerpos chocaran ligeramente a causa de un bache que se interpuso en el recorrido de las ruedas de la calesa. Suspiró, ya había tomado el valor suficiente como para aclarar aquel asunto de la habitación, pero cuando entreabrió los labios, dispuesta a hablar, se sobresaltó con el tono de voz fuerte y seguro que Kris había adquirido. Se asustó ¿Había hecho algo mal?
Recuperó la calma con un nuevo suspiro al ver que no era nada malo, solo un pequeño capricho para la… ¿Señorita Von Garvel? Quedó perpleja al oír que la llamaba con aquel apellido, y es que si bien sabía que eran hermanos, aunque tuviesen diferente apellido, seguramente no estaría usándolo como tal ¿O sí? ¡Dios! Estaba echa un mar de confusiones en esos momentos. Ella solo sabía cómo ser su hermana, lo de ser su prometida era algo nuevo, y no sabía qué debía hacer.
- No es necesario… – dijo despertando cuando sintió sus labios besándole los nudillos de una mano, y luego correspondiéndole aquel beso que la tomó por sorpresa – No tengo apetito – mintió descaradamente para mantener el tonto orgullo que parecía no dejar de apartarse de ella.
Un nuevo beso le hizo olvidarse incluso de a dónde iban, y a luz de lo que pasó luego hubiese prefiero no bajarse de la calesa sino hasta llegar a casa. Pero en fin, no podía evitar perderse en los brillantes ojos de Kris, que entusiasmado le tendía una mano, la que tomó con suavidad mientras se le iluminaba el rostro con sus palabras. Sí, habían sido los tiempos más felices de su vida, tal vez algo efímeros, pero felices al fin y al cabo. Solo sonrió y bajó de la calesa, pero sin dejar de mirarlo a los ojos, embelesada.
- No puedo devolverte aquellos días, ni tampoco el tiempo perdido – dijo de forma calmada y con cierta melodía en la voz – Pero puedo entregarte todos los que me queden para intentar hacerte feliz – dijo luego bajando la mirada, para evitar que viera aquel rubor que comenzaba a llenar el color de la pálida piel de sus mejillas.
Se acercó un poco para alzarse y darle un suave beso en la mejilla, pero cuando abrió los ojos, con ello vio algo que la descolocó. Posó la vista en la extraña expresión que el cochero tenía en el rostro, haciéndole perder la sonrisa por unos instantes, pero ¿Qué es lo que veía? ¿Asco? ¿Hastío? No entendía absolutamente nada, hasta que una palabra se le vino a la cabeza. Hermanos. Eso eran ella y Kris, aunque fuese solo por la mitad de su sangre. Volvió a cerrar los ojos, pensando que no era más que una ilusión óptica que le jugó una mala pasada, y se abrazó a él con fuerza, hasta que el recuerdo de esa extraña mirada del cochero se le vino en la cabeza de nuevo, así que se separó totalmente de él y corrió hasta la vitrina de la pastelería, tratando de olvidar aquello con los colores de los pasteles que se encontraban en exhibición.
¿Habitación? ¿Ambos? ¿¡Dormirían juntos!? Aquello la alarmó, pero trató de que en su rostro no se notase. ¿La habría malinterpretado? Ella se refería a descansar, tal vez leer juntos, mirar el techo o platicas, ¿Pero dormir? En su interior, por más que lo quisiera, no podía concebir la idea de ambos durmiendo juntos en la misma cama, ni siquiera aunque sabía que estaban comprometidos, porque no sabía cómo debería actuar siendo su… siendo su… prometida. Eran miles de interrogantes nuevas, pero sin duda más agradables que aquellas con las que llegó a París.
Se acurrucó en él aprovechando aquel brazo que la cobijaba, haciendo que sus cuerpos chocaran ligeramente a causa de un bache que se interpuso en el recorrido de las ruedas de la calesa. Suspiró, ya había tomado el valor suficiente como para aclarar aquel asunto de la habitación, pero cuando entreabrió los labios, dispuesta a hablar, se sobresaltó con el tono de voz fuerte y seguro que Kris había adquirido. Se asustó ¿Había hecho algo mal?
Recuperó la calma con un nuevo suspiro al ver que no era nada malo, solo un pequeño capricho para la… ¿Señorita Von Garvel? Quedó perpleja al oír que la llamaba con aquel apellido, y es que si bien sabía que eran hermanos, aunque tuviesen diferente apellido, seguramente no estaría usándolo como tal ¿O sí? ¡Dios! Estaba echa un mar de confusiones en esos momentos. Ella solo sabía cómo ser su hermana, lo de ser su prometida era algo nuevo, y no sabía qué debía hacer.
- No es necesario… – dijo despertando cuando sintió sus labios besándole los nudillos de una mano, y luego correspondiéndole aquel beso que la tomó por sorpresa – No tengo apetito – mintió descaradamente para mantener el tonto orgullo que parecía no dejar de apartarse de ella.
Un nuevo beso le hizo olvidarse incluso de a dónde iban, y a luz de lo que pasó luego hubiese prefiero no bajarse de la calesa sino hasta llegar a casa. Pero en fin, no podía evitar perderse en los brillantes ojos de Kris, que entusiasmado le tendía una mano, la que tomó con suavidad mientras se le iluminaba el rostro con sus palabras. Sí, habían sido los tiempos más felices de su vida, tal vez algo efímeros, pero felices al fin y al cabo. Solo sonrió y bajó de la calesa, pero sin dejar de mirarlo a los ojos, embelesada.
- No puedo devolverte aquellos días, ni tampoco el tiempo perdido – dijo de forma calmada y con cierta melodía en la voz – Pero puedo entregarte todos los que me queden para intentar hacerte feliz – dijo luego bajando la mirada, para evitar que viera aquel rubor que comenzaba a llenar el color de la pálida piel de sus mejillas.
Se acercó un poco para alzarse y darle un suave beso en la mejilla, pero cuando abrió los ojos, con ello vio algo que la descolocó. Posó la vista en la extraña expresión que el cochero tenía en el rostro, haciéndole perder la sonrisa por unos instantes, pero ¿Qué es lo que veía? ¿Asco? ¿Hastío? No entendía absolutamente nada, hasta que una palabra se le vino a la cabeza. Hermanos. Eso eran ella y Kris, aunque fuese solo por la mitad de su sangre. Volvió a cerrar los ojos, pensando que no era más que una ilusión óptica que le jugó una mala pasada, y se abrazó a él con fuerza, hasta que el recuerdo de esa extraña mirada del cochero se le vino en la cabeza de nuevo, así que se separó totalmente de él y corrió hasta la vitrina de la pastelería, tratando de olvidar aquello con los colores de los pasteles que se encontraban en exhibición.
Arabelle Eisenhauer- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2011
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Dio un codazo amistoso a Arabelle para después entrelazar sus dedos con los de ella. Miró al cochero y este con un humor de perros vio que miraba a su hermana, que esta se cobijaba en si misma de nuevo con aquel semblante de la culpa que había conseguido quitar. Ahora no quería a una Arabelle seria por culpa de un don nadie, su Arabelle, siempre sonreía o al menos desde que el tenia memoria-Geoffrey, en el ayuntamiento buscan a gente como vos, con el semblante serio y con ganas de derrumbar a la gente con tu cara de perro abandonado-frunció el ceño, estaba cabreado por haberle hecho sentir. No hacía falta ser adivino para saber que el ánimo de Arabelle había vuelto a bajar y en pocos minutos, el cochero se bajo del diván de adelante y se inclino a modo de disculpa ante Kristof-Disculpadme, mi señor....es solo que temo por vos y por la buena estancia de nuestra recién llegada-Si hablaba de rumores, al cuerno con ellos, no le importaba en absoluto que se burlasen de él, ya sufrió demasiado y en cuanto a Arabelle, lo único que faltaba era que se burlasen o la recriminasen por solamente ser como era.
-No tolerare ningún reproche ni nada acerca vuestra futura propietaria...-miro a Arabelle encogiendo los hombros diciéndola “a ver si cuela la advertencia” en una manera divertida, pero cuando miro a los lacayos y al cochero, volvió a ponerse serio, entrelazo los dedos con la mano de Arabelle nuevamente y con una mano abrió la puerta de la cafetería de aquella estación aunque dejo a Arabelle pasar antes que él hacia el interior donde había gente en parejas comiendo aquellos maravillosos dulces, montados de nata o chocolate, adornados con frutas de melocotón, fresas, hasta había algunos con jugo de arándanos.
-¿Qué tal si nos lo pedimos para llevar y me cuentas que planes tienes para esos días que espero con ansias que pases conmigo?-Dijo acercando a Arabelle al darle un suave tirón con la mano. Buscaba su mirada, le cogió del mentón con la mano libre que tenia e hizo que la mirase, ojiverde contra ojiverde, rubio contra rubio, si le gustaba cambiar algunas veces de apariencia en lo que se refería a su zona capilar. Poso un beso en la frente de Arabelle y se dirigió hacia el mostrador, en el cual pudo ver varios pasteles de diversas formas y tamaños, colores y sabores que serian algún pecado para el paladar gustativo.
Se quedo mirando en uno de arándanos, acerco a su hermana a su lado y le incito a que escogiera alguno que fuese de su agrado, aunque él quería el de melocotón-Pónganos...-miro a la dependienta con ojos de corderito, con la cara de un niño al que pedía una piruleta-Uno de arándanos y el de melocotón con chocolate...-Asintió cuando la dependienta señalo a los pasteles que había pedido y en menos de poco, ya los tenía a pocos centímetros de él-Arabelle....coge el tuyo...y come...-pero no antes de volver a besarla en la mejilla. En realidad, ella sabía mejor que cualquier otro pastel de alguna pastelería de gran categoría. Era dulce y tenía carácter. Eso le gustaba.
-No tolerare ningún reproche ni nada acerca vuestra futura propietaria...-miro a Arabelle encogiendo los hombros diciéndola “a ver si cuela la advertencia” en una manera divertida, pero cuando miro a los lacayos y al cochero, volvió a ponerse serio, entrelazo los dedos con la mano de Arabelle nuevamente y con una mano abrió la puerta de la cafetería de aquella estación aunque dejo a Arabelle pasar antes que él hacia el interior donde había gente en parejas comiendo aquellos maravillosos dulces, montados de nata o chocolate, adornados con frutas de melocotón, fresas, hasta había algunos con jugo de arándanos.
-¿Qué tal si nos lo pedimos para llevar y me cuentas que planes tienes para esos días que espero con ansias que pases conmigo?-Dijo acercando a Arabelle al darle un suave tirón con la mano. Buscaba su mirada, le cogió del mentón con la mano libre que tenia e hizo que la mirase, ojiverde contra ojiverde, rubio contra rubio, si le gustaba cambiar algunas veces de apariencia en lo que se refería a su zona capilar. Poso un beso en la frente de Arabelle y se dirigió hacia el mostrador, en el cual pudo ver varios pasteles de diversas formas y tamaños, colores y sabores que serian algún pecado para el paladar gustativo.
Se quedo mirando en uno de arándanos, acerco a su hermana a su lado y le incito a que escogiera alguno que fuese de su agrado, aunque él quería el de melocotón-Pónganos...-miro a la dependienta con ojos de corderito, con la cara de un niño al que pedía una piruleta-Uno de arándanos y el de melocotón con chocolate...-Asintió cuando la dependienta señalo a los pasteles que había pedido y en menos de poco, ya los tenía a pocos centímetros de él-Arabelle....coge el tuyo...y come...-pero no antes de volver a besarla en la mejilla. En realidad, ella sabía mejor que cualquier otro pastel de alguna pastelería de gran categoría. Era dulce y tenía carácter. Eso le gustaba.
Kristof Von Garvel- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/05/2011
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Cerró los ojos con fuerza cuando escuchó a Kris regañar al cochero ¡Estupendo! Seguramente ahora la miraría aun peor cada vez que se encontraran. Tal vez lo mejor sería llegar a casa y no volver a salir de ahí nunca más, con tal de no tener miradas similares a esa acusándola por lo que sentía por él. ¿Era algo tan malo? ¿Tan aberrante? No quería comenzar a cuestionarse lo que sentía, de verdad no quería, pero no podía evitar pensar en si aquello podría afectar a Kris de algún modo, tal vez con sus amistades, con su trabajo… Habían mil formas en las que podrían reprocharle aquello…
Escuchó al cochero disculparse de inmediato, pero era extraño, o más bien, las palabras que Kris volvió a decir fueron lo que la hundieron aún más en una vergüenza injustificada e irracional ¡Futura propietaria! ¿¡Cómo podía decirle aquello!? Eso era dejar en evidencia el compromiso que ni ella aun podía asimilar, que le costaba creer al extremo de que le parecía más un sueño sin sentido.
Volver a sentir el tacto de su mano con la suya, lejos de reconfortarla, acabó por ponerla aún más nerviosa, al punto de tensar su cuerpo para evitar que Kris sintiera sus temblores. Se quedó paralizada unos instantes cuando abrió la puerta, razón por que tardó unos segundos en entrar seguida de su hermano. Estaba como ausente, cohibida, y cerraba los ojos constantemente como si no quisiera ver miradas de asco en la gente alrededor, y aunque sabía que prácticamente nadie la conocía en la ciudad aparte del joven que la llevaba de la mano, no podía evitar sentirse como si fuera lo peor.
Ni siquiera la pregunta que le hizo luego la pudo hacer reaccionar, los bordes de las cosas comenzaban a desdibujarse en su ojos a causa de las lágrimas que amenazaban con surgir. Sintió un tirón en su mano, y ya no supo nada hasta que tuvo los ojos de su hermano sobre los suyos, haciéndola despabilar ligeramente, pero solo le dio un beso en la frente y siguió en la búsqueda de los pasteles. Aquello era lo mejor, que se entusiasmara con nimiedades para que no notara la tristeza que la ahogaba en estos momentos.
¿Tenía miedo? Miedo de lo que dijese la gente, que era una mera paranoia, pero también miedo de que Kris la tocara en público, por lo que en el momento en que la acercó aún más acabó por hundirse en sus brazos, más que nada para que no pudiese ver su rostro que comenzaba a dejar caer las primeras lágrimas.
- Kris… - susurró de forma apenas perceptible – Quiero irme a casa… - fue lo único que su garganta pudo dejar salir en ese estando, la sentía cerrada, el aire le faltaba y comenzaba a sentir sueño. Y sabía perfectamente a qué se debía aquello.
El sueño era su defensa, dormir la llevaba a un lugar donde nadie podía encontrarla, donde nadie podía juzgarla o dañarla ¿Iba a desmayarse? Ya perdía la consciencia del lugar, del momento, y de quien estaba a su lado.
Escuchó al cochero disculparse de inmediato, pero era extraño, o más bien, las palabras que Kris volvió a decir fueron lo que la hundieron aún más en una vergüenza injustificada e irracional ¡Futura propietaria! ¿¡Cómo podía decirle aquello!? Eso era dejar en evidencia el compromiso que ni ella aun podía asimilar, que le costaba creer al extremo de que le parecía más un sueño sin sentido.
Volver a sentir el tacto de su mano con la suya, lejos de reconfortarla, acabó por ponerla aún más nerviosa, al punto de tensar su cuerpo para evitar que Kris sintiera sus temblores. Se quedó paralizada unos instantes cuando abrió la puerta, razón por que tardó unos segundos en entrar seguida de su hermano. Estaba como ausente, cohibida, y cerraba los ojos constantemente como si no quisiera ver miradas de asco en la gente alrededor, y aunque sabía que prácticamente nadie la conocía en la ciudad aparte del joven que la llevaba de la mano, no podía evitar sentirse como si fuera lo peor.
Ni siquiera la pregunta que le hizo luego la pudo hacer reaccionar, los bordes de las cosas comenzaban a desdibujarse en su ojos a causa de las lágrimas que amenazaban con surgir. Sintió un tirón en su mano, y ya no supo nada hasta que tuvo los ojos de su hermano sobre los suyos, haciéndola despabilar ligeramente, pero solo le dio un beso en la frente y siguió en la búsqueda de los pasteles. Aquello era lo mejor, que se entusiasmara con nimiedades para que no notara la tristeza que la ahogaba en estos momentos.
¿Tenía miedo? Miedo de lo que dijese la gente, que era una mera paranoia, pero también miedo de que Kris la tocara en público, por lo que en el momento en que la acercó aún más acabó por hundirse en sus brazos, más que nada para que no pudiese ver su rostro que comenzaba a dejar caer las primeras lágrimas.
- Kris… - susurró de forma apenas perceptible – Quiero irme a casa… - fue lo único que su garganta pudo dejar salir en ese estando, la sentía cerrada, el aire le faltaba y comenzaba a sentir sueño. Y sabía perfectamente a qué se debía aquello.
El sueño era su defensa, dormir la llevaba a un lugar donde nadie podía encontrarla, donde nadie podía juzgarla o dañarla ¿Iba a desmayarse? Ya perdía la consciencia del lugar, del momento, y de quien estaba a su lado.
Arabelle Eisenhauer- Hechicero Clase Alta
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Cual hábil príncipe de alma negra vestido de ropajes de la nobleza, atrapó en un abrazo, pasando su brazo por debajo de las piernas de Arabelle para rápidamente sacarla de aquel lugar a escondidas, lejos de curiosas miradas las cuales estaban en esa cafetería. Ya daba igual los pastelillos de chocolate y arándanos, al parecer había otros planes los cuales tenía que llevar a cabo. Dejo su pequeño cuerpo en el mullido asiento de plumas de la calesa, un lacayo llevaba los pasteles a cabo en un paquete bastante adornado de rayas grises oscuras. La mañana se estaba volviendo como un tiovivo para sus emociones.
No tendría que estar sintiendo que una ira le estuviera creciendo por dentro, pero ya de por sí, algo en su interior, le estaba costando su paciencia. Algo, al parecer, no sabía que le pasaba a su hermana. La dejo tumbada, la calesa estaba parada y sus dedos fríos fueron a parar al centro de la base de la mano de Arabelle, la tomo el pulso, pero estaba por debajo de lo normal, se sentía, era perceptible, pero lenta como una marcha fúnebre. Poso su otra mano en el pomo de la puerta y cerro la calesa, echo las cortinas para ocultar lo que haría enseguida.
Meramente una oscuridad ceñuda reinaba en el interior de la calesa, podría jugar con la lujuria, pero ahora no era momento para eso. Aquella mano que cerró todo filtro de luz, la postro sobre el rostro de Arabelle, pronuncio las palabras adecuadas para que después pusiera dedo índice y dedo pulgar sobre la frente de Arabelle. Pensó que la ilusión que crearía dentro de ella, pudiera hacer que esa pulsación se estableciese. Proyecto solamente los momentos que recordaba con seguridad, aquellos recuerdos que no había cerrado bajo llave, aquellos buenos momentos que le ayudaban para no seguir apenado en los caminos de la quiebra y el olvido. Proyecto, a lo que el sintió empatía, una imagen en la que se colaron en casa de los Mclahren; ambos confidentes, se colaron en la casa, llegando hasta la lujosa cocina y en cuanto vio la tarta de arándanos que recién salida del horno, descansaba sobre la encimera, con un humo blanquecino saliendo de él.
El calor emanaba de aquel delicioso bizcocho, Kristof, que aun estando advertido del temor de Arabelle para entonces, él cogió un trozo de tarta, le tendió uno a Arabelle pero lo rechazo y, en cuanto les pillaron con las manos en la masa, no se dieron cuenta de que habían añadido colorante a la tarta, un colorante para encontrar a aquel pillo que deshiciera parte de la forma de la tarta, pero en cambio, cuando orgullosamente, Kristof mostro las manos de color verde, estos huyeron, él se reía por ser tan necios aquel clan, pero veía a Arabelle con temor, con algo que fue progresivamente cambiando a libertad. La sonrisa abierta de ella mientras escapaban de aquellas fronteras, se le quedo grabado en su mente. ¿Cuándo fue la última vez que la vio sonreír?
Él al abrir sus ojos, sintió enseguida lágrimas por la que se les escapaba por la cuenca de sus ojos. El recuerdo de aquella ilusión, se contagio a él y sonrió tranquilo. Su mano que tomaba el pulso, volvió a tomársela otra vez y parecía haberse normalizado. Cierto, Arabelle tenía cierta tendencia a tener bajones de azúcar si no se tomaba su dosis, pero esta vez, en parte había sido y eso y algo más que él podría intuir. La reciente llegada que tuvo a París, quizás hubiera sido por obligación, estaba cansada de hacer de carga, pero ella no lo era, al menos para él no.
Un beso cálido poso en los labios de Arabelle, lento y pausado estuvo para después quedarse al lado de ella, agarrando su mano con dulzura mientras le daba calor con su aliento a menta, pero el quejido o gemido agudo, hizo que alzara la vista hacia Arabelle. Al parecer se encontraba en buen estado y ¿era una sonrisa aquello? Como bella durmiente que despertaba de su sueño espero a que le dijera algo.
No tendría que estar sintiendo que una ira le estuviera creciendo por dentro, pero ya de por sí, algo en su interior, le estaba costando su paciencia. Algo, al parecer, no sabía que le pasaba a su hermana. La dejo tumbada, la calesa estaba parada y sus dedos fríos fueron a parar al centro de la base de la mano de Arabelle, la tomo el pulso, pero estaba por debajo de lo normal, se sentía, era perceptible, pero lenta como una marcha fúnebre. Poso su otra mano en el pomo de la puerta y cerro la calesa, echo las cortinas para ocultar lo que haría enseguida.
Meramente una oscuridad ceñuda reinaba en el interior de la calesa, podría jugar con la lujuria, pero ahora no era momento para eso. Aquella mano que cerró todo filtro de luz, la postro sobre el rostro de Arabelle, pronuncio las palabras adecuadas para que después pusiera dedo índice y dedo pulgar sobre la frente de Arabelle. Pensó que la ilusión que crearía dentro de ella, pudiera hacer que esa pulsación se estableciese. Proyecto solamente los momentos que recordaba con seguridad, aquellos recuerdos que no había cerrado bajo llave, aquellos buenos momentos que le ayudaban para no seguir apenado en los caminos de la quiebra y el olvido. Proyecto, a lo que el sintió empatía, una imagen en la que se colaron en casa de los Mclahren; ambos confidentes, se colaron en la casa, llegando hasta la lujosa cocina y en cuanto vio la tarta de arándanos que recién salida del horno, descansaba sobre la encimera, con un humo blanquecino saliendo de él.
El calor emanaba de aquel delicioso bizcocho, Kristof, que aun estando advertido del temor de Arabelle para entonces, él cogió un trozo de tarta, le tendió uno a Arabelle pero lo rechazo y, en cuanto les pillaron con las manos en la masa, no se dieron cuenta de que habían añadido colorante a la tarta, un colorante para encontrar a aquel pillo que deshiciera parte de la forma de la tarta, pero en cambio, cuando orgullosamente, Kristof mostro las manos de color verde, estos huyeron, él se reía por ser tan necios aquel clan, pero veía a Arabelle con temor, con algo que fue progresivamente cambiando a libertad. La sonrisa abierta de ella mientras escapaban de aquellas fronteras, se le quedo grabado en su mente. ¿Cuándo fue la última vez que la vio sonreír?
Él al abrir sus ojos, sintió enseguida lágrimas por la que se les escapaba por la cuenca de sus ojos. El recuerdo de aquella ilusión, se contagio a él y sonrió tranquilo. Su mano que tomaba el pulso, volvió a tomársela otra vez y parecía haberse normalizado. Cierto, Arabelle tenía cierta tendencia a tener bajones de azúcar si no se tomaba su dosis, pero esta vez, en parte había sido y eso y algo más que él podría intuir. La reciente llegada que tuvo a París, quizás hubiera sido por obligación, estaba cansada de hacer de carga, pero ella no lo era, al menos para él no.
Un beso cálido poso en los labios de Arabelle, lento y pausado estuvo para después quedarse al lado de ella, agarrando su mano con dulzura mientras le daba calor con su aliento a menta, pero el quejido o gemido agudo, hizo que alzara la vista hacia Arabelle. Al parecer se encontraba en buen estado y ¿era una sonrisa aquello? Como bella durmiente que despertaba de su sueño espero a que le dijera algo.
Kristof Von Garvel- Hechicero Clase Alta
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Era complicado. ¿Podían haber sentimientos tan dispares en referencia a la misma persona? ¿Cómo podía quererlo tanto y al mismo tiempo tener miedo de estar cerca? Definitivamente el mundo exterior era un lugar aterrador, uno que mucho tiempo trató de evitar enclaustrándose entre las grandes murallas de la casa paterna en Escocia, pero que ahora en un país diferente tendría que enfrentar, tal vez no por ella misma, pero sí por Kris. Tendría que aprender muchas cosas, perder la ingenuidad y el miedo a la que su corta edad insistía en aferrarse.
Sintió el abrazo de Kris y supo que podía abandonarse, cerró los ojos y su consciencia para caer en ese estado insomne en que su cuerpo se detenía. ¿Cuándo fue la última vez que había pasado? La verdad es que no podía recordarlo, en un momento como este no era más que un cascarón vacío, no era Arabelle, no era más que un cuerpo desprovisto de alma, pero esta vez era diferente. Parecía más un estado de parálisis, podía sentir que la sacaban de un lugar para meterla en una cajita más pequeña, podía sentir la suavidad de los asientos en que fue dejada.
No dejaba de repetirse la misma palabra una y otra vez, estaba causando tantas molestias e incluso tal vez haciendo el ridículo al no ser más que una niña débil. No quería ser eso para Kris, quería ser la mujer con la que podía compartir los días venideros, pero en esas condiciones no podría…
Sintió el consolador tacto de su mano en la suya, y luego en su frente, ¿Estaría buscando algún retazo de fiebre? Eso sería en vano, sentía el cuerpo frío, por eso cada roce con la calidez de su piel era perfectamente distinguible, al tiempo que aterrador, como si sus diferencias hicieran un vaticinio de que no podrían conciliar lo perdido.
Era un dejo de tristeza, plagado por una oscuridad en que un pequeño atisbo de luz comenzó a iluminar las telarañas de la memoria, sacando de aquel roído baúl un recuerdo de aquellos anhelados tiempos mejores, donde la vida era más simple, donde el desconocimiento de la sangre y planes urdidos por su padre les permitían vivir en un indescriptible dejo de felicidad. ”El pastel… ni siquiera pude probarlo…”, pensó mientras un pequeño hormigueo en la mejilla le hacía saber que una sonrisa quería exteriorizarse.
Pero era imposible, su cuerpo seguía impasible, sin poder ver más que lo oscuro del interior de sus párpados, aunque tampoco sintiera unas irrefrenables ganas de moverse, no, estaba tranquila, incluso cuando sintió los labios de Kris sobre los suyos. ¿Por qué todo tenía que parecerse a un cuento? Era una extraña mezcla entre la historia de esa princesa en el ataúd de cristal que había comido una manzana envenenada y la princesa que dormía profundamente al pinchar su dedo en una aguja, ¿Por qué las princesas siempre dormían? Era una ironía para una persona que desesperadamente buscaba dejar atrás la época en que los cuentos de hadas eran casi hechos verídicos, no quería seguir siendo una niña…
La sonrisa que antes no pudo manifestarse acabó por mostrarse al tiempo que abría los ojos lentamente para encontrarse con una expresión que rayaba entre la expectación y la preocupación. De nuevo esa palabra en la garganta. Trató en vano de intentar incorporarse en los codos para recuperar un poco de la dignidad perdida, pero su cuerpo aun no respondía con celeridad a las órdenes impartidas por su voluntad.
- Lo siento… - susurró mientras volteaba el rostro hacía el lado contrario de donde se encontraba él, momento en que sintió una ardiente lágrima casi quemarle la mejilla.
Era esa la palabra que venía rondándole la cabeza, de verdad sentía haber venido a arruinarle los planes, de haberse desmayado en un lugar público, de no haber sido tan valiente y haber probado también aquel pastel.
Sintió el abrazo de Kris y supo que podía abandonarse, cerró los ojos y su consciencia para caer en ese estado insomne en que su cuerpo se detenía. ¿Cuándo fue la última vez que había pasado? La verdad es que no podía recordarlo, en un momento como este no era más que un cascarón vacío, no era Arabelle, no era más que un cuerpo desprovisto de alma, pero esta vez era diferente. Parecía más un estado de parálisis, podía sentir que la sacaban de un lugar para meterla en una cajita más pequeña, podía sentir la suavidad de los asientos en que fue dejada.
No dejaba de repetirse la misma palabra una y otra vez, estaba causando tantas molestias e incluso tal vez haciendo el ridículo al no ser más que una niña débil. No quería ser eso para Kris, quería ser la mujer con la que podía compartir los días venideros, pero en esas condiciones no podría…
Sintió el consolador tacto de su mano en la suya, y luego en su frente, ¿Estaría buscando algún retazo de fiebre? Eso sería en vano, sentía el cuerpo frío, por eso cada roce con la calidez de su piel era perfectamente distinguible, al tiempo que aterrador, como si sus diferencias hicieran un vaticinio de que no podrían conciliar lo perdido.
Era un dejo de tristeza, plagado por una oscuridad en que un pequeño atisbo de luz comenzó a iluminar las telarañas de la memoria, sacando de aquel roído baúl un recuerdo de aquellos anhelados tiempos mejores, donde la vida era más simple, donde el desconocimiento de la sangre y planes urdidos por su padre les permitían vivir en un indescriptible dejo de felicidad. ”El pastel… ni siquiera pude probarlo…”, pensó mientras un pequeño hormigueo en la mejilla le hacía saber que una sonrisa quería exteriorizarse.
Pero era imposible, su cuerpo seguía impasible, sin poder ver más que lo oscuro del interior de sus párpados, aunque tampoco sintiera unas irrefrenables ganas de moverse, no, estaba tranquila, incluso cuando sintió los labios de Kris sobre los suyos. ¿Por qué todo tenía que parecerse a un cuento? Era una extraña mezcla entre la historia de esa princesa en el ataúd de cristal que había comido una manzana envenenada y la princesa que dormía profundamente al pinchar su dedo en una aguja, ¿Por qué las princesas siempre dormían? Era una ironía para una persona que desesperadamente buscaba dejar atrás la época en que los cuentos de hadas eran casi hechos verídicos, no quería seguir siendo una niña…
La sonrisa que antes no pudo manifestarse acabó por mostrarse al tiempo que abría los ojos lentamente para encontrarse con una expresión que rayaba entre la expectación y la preocupación. De nuevo esa palabra en la garganta. Trató en vano de intentar incorporarse en los codos para recuperar un poco de la dignidad perdida, pero su cuerpo aun no respondía con celeridad a las órdenes impartidas por su voluntad.
- Lo siento… - susurró mientras volteaba el rostro hacía el lado contrario de donde se encontraba él, momento en que sintió una ardiente lágrima casi quemarle la mejilla.
Era esa la palabra que venía rondándole la cabeza, de verdad sentía haber venido a arruinarle los planes, de haberse desmayado en un lugar público, de no haber sido tan valiente y haber probado también aquel pastel.
Arabelle Eisenhauer- Hechicero Clase Alta
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Re: Llego desde tan lejos para encontrarse con su príncipe negro. [Arabelle]
Miró con ternura el rostro de Arabelle. No le dejaba escapar por mucho tiempo que estuviera viéndola. La quería y la cuidaría, ese era su destino, desde siempre lo fue. Quiso comprenderla de que todo esto era nuevo para ella, de que su estancia lejos de él había sido más que larga, pero eso podría cambiar de sobremanera. Aquí sería feliz, podría ir adonde quisiera y cuando deseara-No,...-negó-Perdóname tu a mi por no entenderte, por....-resoplo en ese instante, había pasado tanto tiempo en que habían estado separados que se sentía extraño pero a la vez familiar a su lado. Quería tocarla, besarla...pero era alguien de su familia, a pesar de no tener la misma sangre, él la deseaba, aunque lo ocultase siempre con una escueta sonrisa en su pálido rostro. Se dirigió al cochero y este al recibir la señal de Kristof, se subió al carruaje para ponerlo en marcha, rumbo a su mansión de una vez por todas.
Se coloco al lado de Arabelle, acunándola en sus brazos y haciendo que esta se desahogara en su pecho, le acariciaba los cabellos dorados que bellamente habían sido peinados con anterioridad, el apoyo su mejilla en su frente, con una mano le acariciaba aun sus cabellos mientras la otra le rodeaba el brazo derecho, atrayéndola hacia el cada vez más, quería sentirla contra su cuerpo, hacia muchísimo tiempo el cual no la acariciaba. Ahora no. Ahora esperaba que aquel momento de ternura el cual él le estaba ofreciendo, no terminase nunca, él estaba bien, la mano que acariciaba su brazo derecho llego hasta cogerla de la mano, comenzó a rozarla con sus dedos, poco a poco hasta entrelazarlos con los de su hermana.
Deseaba besarla, las cortinas andaban cerradas y él seguía calmándola de su penuria que en algún momento tenía que acabarse, sería una enfermedad que estuviera así, o no sería normal, quizás estaría maldecida, no lo sabía, su mente comenzaba a desvariar preocupado por la salud y el bienestar de su querida rubia. Sonrió al pensar así de ella, pero omitió enseguida aquel microsegundo de alegría.
Después, Morfeo les hizo una visita a ambos dentro del carruaje. Ambos se quedaron dormidos el uno junto al otro. Había pasado muy rápido el tiempo, ya andaban bastante lejos del ferrocarril pero aun andaban lejos de su casa, de la mansión que tenia Kristof. Echo un vistazo hacia fuera del carruaje por la ventana tras despertarse de su larga siesta y al parecer el cochero estaba, este le devolvió la mirada-Iremos por otro camino....-señalo con sus palabras y señalo al horizonte-...Allá señor, esta la mansión....-No sabía como lo hizo, pero por la parte trasera del jardín, parecía que iban a entrar. Esto le olió bastante mal ¿Por qué narices no entraban por delante? Antes de preguntar quiso saber, quiso reflexionar el porqué de esta nueva ruta.
Se coloco al lado de Arabelle, acunándola en sus brazos y haciendo que esta se desahogara en su pecho, le acariciaba los cabellos dorados que bellamente habían sido peinados con anterioridad, el apoyo su mejilla en su frente, con una mano le acariciaba aun sus cabellos mientras la otra le rodeaba el brazo derecho, atrayéndola hacia el cada vez más, quería sentirla contra su cuerpo, hacia muchísimo tiempo el cual no la acariciaba. Ahora no. Ahora esperaba que aquel momento de ternura el cual él le estaba ofreciendo, no terminase nunca, él estaba bien, la mano que acariciaba su brazo derecho llego hasta cogerla de la mano, comenzó a rozarla con sus dedos, poco a poco hasta entrelazarlos con los de su hermana.
Deseaba besarla, las cortinas andaban cerradas y él seguía calmándola de su penuria que en algún momento tenía que acabarse, sería una enfermedad que estuviera así, o no sería normal, quizás estaría maldecida, no lo sabía, su mente comenzaba a desvariar preocupado por la salud y el bienestar de su querida rubia. Sonrió al pensar así de ella, pero omitió enseguida aquel microsegundo de alegría.
Después, Morfeo les hizo una visita a ambos dentro del carruaje. Ambos se quedaron dormidos el uno junto al otro. Había pasado muy rápido el tiempo, ya andaban bastante lejos del ferrocarril pero aun andaban lejos de su casa, de la mansión que tenia Kristof. Echo un vistazo hacia fuera del carruaje por la ventana tras despertarse de su larga siesta y al parecer el cochero estaba, este le devolvió la mirada-Iremos por otro camino....-señalo con sus palabras y señalo al horizonte-...Allá señor, esta la mansión....-No sabía como lo hizo, pero por la parte trasera del jardín, parecía que iban a entrar. Esto le olió bastante mal ¿Por qué narices no entraban por delante? Antes de preguntar quiso saber, quiso reflexionar el porqué de esta nueva ruta.
Kristof Von Garvel- Hechicero Clase Alta
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