~ ROMEO Y JULIETA ……o eso parece [Kristof y Arabelle]{Actual}~ [posible 18]

por **Kristof Von Garvel** Vie Sep 02, 2011 4:38 am

La mañana que se levantó el sábado a principios de Septiembre, apareció envuelto en una densa capa de nubes blancas y negras que poco a poco se colocaban sobre la ciudad de Verona. El tiempo era fresco y ya se acercaba el otoño. Las hojas de los árboles, comenzaban a morir para desnudar las ramas que durante tanto tiempo les dieron la vida....La gran capital de Verona, yacía bajo una capa gris de enredadas nubes que presagiaban peligro. Toda Verona se preparaba para una vuelta inesperada< que iba a cambiar el destino de una joven, la de dos jóvenes que se enamoraron y cuando vieron que ese amor no le era correspondido, todo había acabado para ellos, pero supieron conllevar esta pena y finalmente, ambos consiguieron vivir en paz el uno junto al otro lo cual era el desenlace de un pasado atroz.

El joven Von Garvel, alto, de gran belleza y solicitado por muchas de las doncellas casaderas del reino que se cernía sobre el reino de Verona, este se dejaba pavonear a costa de los halagos continuos que recibía. Era alguien conocido entre las calles de la ciudad de Verona, pero él junto con sus amigos, Merfius Benny y demás presentes, se pasaban el día y la noche yendo de un lado para otro ejerciendo una de las profesiones más secreta del gobierno. El joven se llamaba Kristof. Poseía la belleza de su madre, ojos verdes con varias pintas de azul cielo, cabellos oscuros con algún reflejo caoba le adornaba el pelo, tez pálida y una mirada penetrante junto con la jugosidad de unos labios carnosos y deseosos de ser besados.

Pero Kristof apenas tenía tiempo para entretenerse con afanes de amoríos y conquistas. Su madre había caído enferma, le habían otorgado una misión en la que le había tocado por venganza de un compañero envidioso que le hacia la vida imposible ¿Qué quería que hiciera él? Si tenía talento, y ese anormal que por su culpa ahora tenía que ir a una de las peores misiones del mundo, no era su problema.
Su madre le decía que no se preocupara, que todo lo malo podría llevarte a una muerte segura, pero que solamente habría 20% de probabilidades de que eso ocurriera, concretando que en todos los casos, siempre se encontraba el bien en lo malo.

Frustrado, resoplando con un aire arrogante, no queriendo ir a hacer la misión que le tocaba por obligación, juro sobre todos los diablos de inframundo y sobre los seres celestiales del Edén, que aquel hijo de puta se las pagaría con sangre o con la pólvora de sus balas. Salía de la ducha con aire altivo sobre lo que podrías ser una mañana bastante movidita, se vistió por la parte de abajo y en cuanto se vio en el espejo, soltó un suspiro lo bastante profundo para derrumbarse en el sofá y sentarse para rascarse la cabeza aún mojada de la ducha.

-Cabronazo…me las…pa..ga..rás…-Dijo lentamente con sumo odio en la voz que había heredado de su padre. No pudo evitar soltar una risa maquiavélica y que retumbara en el vacío de la moderna habitación de hotel que por lo menos, la empresa había tenido la honradez de pagarle una suite de lujo para él solo. De un manotazo aparto tirando al suelo el mando de la televisión, el móvil, todo por un simple cabreo que poco a poco iba ascendiendo. Tendría que calmarse pues podría estropearlo todo por un idiota con calva y que envidiaba la belleza y el talento natural del joven Kristof.

Esa mañana pasó rápido entre los puestos del mercadillo de Verona que festejaba en regocijo la llegada de la famosa fiesta del señor de estas temporadas que recogía el vino más exquisito de los viñedos más reconocidos. Kristof iba caminando desinteresadamente, haciendo tiempo hasta que el sol se escondiera detrás de las nubes, entonces empezaría la gran fiesta de máscaras, que por cierto, él no tenía ninguna máscara. Ahora iba buscando una entre los puestos del mercadillo de Verona y se detuvo en uno de los puestos los cuales vendían joyas preciosas, collares, pulseras, anillos de muchos tipos y formas de colores. Miró hacia el frente pero no había dependienta alguna, así que se tomó la libertad de tomar en sus manos uno de los anillos de estilo celta y no pudo evitar acordarse de su tierra celta que le vio nacer entre nobleza y de primera clase.

Miro hacia delante, buscando a alguien para que pudiera atenderle y no vio a nadie. Miró al anillo y lo miraba con deseo, como un capricho y ahora no quería irse sin el anillo, no se movería pues lo obtenía ahora o se lo quitarían. Volvió a buscar a alguien quien pudiera atenderle y en cuanto se giró hacia el pasillo que había entre puesto y puesto, una mirada angelical, de ojos verdes y cabellos dorados como un precioso ángel, había aterrizado delante de él, pero llevaba una riñonera a la cintura, con varias monedas de un cambio en una mano y en la otra una bolsa con más mercancía. La miro por un instante sostenido, no podía despegar su mirada de ella pues lo había atrapado insitu y para siempre con aquella mirada tan…frágil que le hacían flaquear las rodillas.

-H…Hola…-Dijo en un tartamudeo leve pero con unos nervios notorios en la voz.-….Yo…-Miró a los ojos de aquella chica e intento tragar saliva, le costaba y en cuanto despertó de su trance, no pudo evitar mostrar una sonrisa encantadora a la vez que seductora, mostrando parte de su dentadura. Carraspeo para recuperarse y miró a la chica con el anillo en alto-
Disculpe… ¿Cu…cuanto...cuesta este anillo? No…No vi el precio…-Dijo terminando en un tono afable mientras se encogía de hombros.