Pedazos del alma || Reservado

Y como el viento que sigue mis pasos me encontraba al acecho de un vampiro muerto de sed, si, lo venía siguiendo desde Roma, esa noche ambos habíamos emprendido un viaje, mis razones eran otras pero quien se atravesaba por mi camino era el quien, sediento y mal herido por alguna lucha de sangre ahora estaba casi en la agonía sobre aquel árbol. Mi corazón me delataba, la sangre que corría por mis venas eran el perfume que lo haría llegar hasta mí, aun cuando el pudiera leerme los pensamientos me desearía, porque a un maldito sediento no le importaba su presa, más cuando ya comenzaba a perder el control yo era lo único que le quedaba. Con una sonrisa inocente y con mi cabellera suelta comencé a caminar por el lugar en una mano tenía una estaca, bajo mis ropajes el arma perfecta, una pistola tan pequeña que solo cabía en mi mano, para esa noche no necesitaba nada más.

Lo tenía localizado, arriba de un árbol al acecho de un ave nocturna, patético pensé al tiempo que con tan solo un movimiento me cruce por su línea visual y al hacer aquello vi como una sonrisa se le posaba en aquel rostro manchado de gracia y tan blanco como la nieve, mi corazón emocionado quizás por el juego perfecto brinco con fuerzas en mi interior y yo siendo como una dama perdida mire por todos lados en busca de auxilio, como si lo necesitara, claro estaba que presa y cazador juntos en una noche como esta era algo más que tentador. Un movimiento del vampiro que llego a volar se detuvo frente a mí, sus ojos oscuros miraban ansioso mi cuello, mis labios y yo aparentando miedo lo mire a los ojos – Estoy perdida – moví mi cabellera para que mi aroma se apoderara del lugar y para que el instinto asesino de aquel monstruo enloqueciera, touché, tenía su atención ahora solo había que esperar, esperar un solo movimiento de el para que llegara a mí, más cerca, casi con timidez di un paso entrando en su círculo, el circulo que nadie debería cruzar la frontera de la vida y la muerte. – Yo te puedo acompañar – exclamo con una sonrisa macabra, mis ojos se abrieron en sorpresa y como una dulce niña e inocente le deje creer que yo sería su cena, asentí moviendo la cabeza, mientras mis ojos no dejaban de observarle. Lo estudie, era torpe quizás llevaba varias semanas sin beber gota alguna de sangre, quizás lo dejaría jugar, pero solo en quizás podría quedar.

Avanzo junto a mí, en un rumbo que desconocía, aparentando ser una joven ingenua le seguí confiada de que el me llevaría a un lugar donde poder estar a salvo, gracias Dios por enseñarme que no todo es lo que parece y que la maldad existe, vestida de oveja era la imagen que cualquiera podría decir pero el lobo que aguardaba en mi interior estaba a punto de actuar. No hubieron palabras, ni roce, absolutamente nada, mi cuerpo estaba relajado esperando el impacto que prontamente llegara.

Y cuando el silencio y la lejanía nos acoplo sentí como mi cuerpo era tomado con cierta brusquedad, emocionada por lo ocurrido mi corazón latió con fuerzas, la adrenalina se hacía presente, ahora era el manjar que aquel deseaba con una sonrisa pícara deje que mi cuerpo fuera esclavo de sus brazos, de esas caricias que me asqueaban, intento besarme pero dulcemente me avergoncé y dejando al descubierto mi cuello sentí ese respirar por parte del ya era la hora que ambos estábamos esperando y sus dientes incoaron en mi piel blanca al tiempo que mi mano retorcía en su pecho la estaca de madera, su último aliento una gota de mi sangre – ¡Maldito! – Le grite a su oído al tiempo que me lanzaba sobre él, loca por la adrenalina mis manos seguían empujando aquel pedazo de madera, mientras mi amigo el vampiro se retorcía de dolor – Débil... – le dije con una sonrisa en mi rostro mientras sentía como un pequeño hilo de sangre corría por mi cuello, llegando a mis hombros a un me faltaba algo saque mi arma y le dispare, mientras me ponis en su cabeza para torcer y dislocar el cuello – Ya nada te une a este mundo – musite mientras un poco de pólvora esparcía por el lugar para prenderle fuego, un disparo y las llamas comenzaron a florecer, iluminando la oscuridad que nos gobernaba a esas horas de la noche – En nombre de Dios… vete al infierno – le dije a los rastros de él. Mi trabajo ya había acabado esa noche, mi mano se fue hasta la herida, palpando la pequeña incisión que había coagulado para dar paso a una costra que seguramente cicatrizaría en días, caminando en dirección poniente, guiada por una brújula que me habían regalado para uno de mis cumpleaños, seguí en dirección a Paris.

Y ahí estaba el trabajo hecho el aroma fuerte invadía aquellas zonas y me hacía sentir un tanto poderosa, matar era deshacerse a sangre fría sin medir nada ¿Disfrutarlo? Claro que si no había nada mejor que matar, a un ser maldito por la noche, verle ahí yacer entre las manos de una típica humana que no mataría ni a un conejo, ingenuo, quien subestimaba a una mujer a simple vista teníamos un arma, un sentido, un presentimiento extra que nos permitía hacer delirar a cualquiera que estuviera a nuestro alrededor. Hombres al final vampiro o no eran iguales. La media sonrisa se dibujó en mi rostro mientras mis pasos se volvían más seguros, matar me daba un placer que no podría describirlo y aunque fuera contra toda mi creencia era uno de mis tantos secretos, ya que no había mejor secreto que el que guarda uno mismo. A lo lejos escuche un disparo, vaya no era la única que andaba de caza, el sonido hizo que varios animales nocturnos emprendieran su camino lejos de mis pasos y era mejor así.

Cazadores, nada más que cazadores que al igual que yo andaban en busca de almas… ¿Almas? Claro que no, que andaban en busca de seres que se creían superiores pero en realidad como todos tenían su talón de Aquiles. En silencio y con bastante sigilo me encarame a un árbol, todo de un momento a otro se había vuelto demasiado silencioso y podría decir que un vampiro andaba rondando de seguro pronto un cazador pasaría por acá, ¿Cómo distinguirlo? Fácil, el humano tiene más reacciones que un maldito de la noche. Ya en una rama me quite los el faldón largo ya que era bastante incomodo trepar arboles con aquello, lo deje caer y comencé a con algo de dificultar pasar de rama en rama, hasta llegar metros más allá y sin más que hacer baje del árbol, un señuelo para cualquier mal pensado que viera mi faldón. De noche todos los gatos eran negros así que a la simple vista y sin tanta parafernalia en mi cuerpo pasaras desapercibida, más una cosa había olvidado, la herida en mi cuello con el esfuerzo había comenzado a sangrar. Lleve mi mano para tapar aquella pequeña incisión, no quería ser yo el señuelo pero ya era tarde, mis gotas de sangre habían caído dejando un rastro o eso era lo que temía.

Algo tenía que hacer, así que mientras mi espalda estaba apoyada en un tronco seco con algo de ayuda de mi daga, corte el elástico de mi interior que afirmara a una de mis piernas era de un grosor considerable, lo enrolle en mi cuello y lo deje como torniquete para que la sangre drenara y no causar estragos a quien a esa hora andaba rondando por los mismos lugares que yo. Tome la brújula escondida en mi escote e intentando ver a donde tenía que ir, me llego la frustración, mala idea encaramarme a los arboles ahora tenía que devolverme, pero nunca por el mismo lugar. Mis pasos resonaban en el suelo como grandes pisadas, camine ideando un plan siempre cabían las posibilidades y aunque escasamente alguien pensaría que yo pudiera hacer mal, era mejor mirar dos veces el objetivo. A medida que me acercaba escuchaba en una cercanía varios ruidos, extraños podría decir que había más de uno, pero no estaba segura, así que deteniéndome en medio de la nada mire en dirección poniente, aquella la misma donde había matado a ese maldito… ahí estaba, quizás una manada sedienta o tal vez los cazadores… ya ni siquiera pensaba las opciones se debilitaban, no me quedaba más que asechar entre las sombras.