AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sed infernal [Reservado + 18]
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Sed infernal [Reservado + 18]
Lo único divertido de ser un inmortal, es darle caza a los vampiros. Punto. Quien encuentre excepcional no poder salir a la luz del día y estar condenado a tomar sangre humana, sin duda alguna forma parte de mi trabajo. Es media noche y las calles parisinas están vacías. Las mansiones se encuentran sumergidas en la oscuridad. Los ladridos de los perros en algún callejón es la única prueba de vida en esta ciudad. Mis sentidos están en alerta. Siento la adrenalina adueñarse de mi cuerpo. Espero tener una buena pelea antes de ir en busca de una taberna. La necesidad de sangre aumenta. Ha pasado más de una semana desde que probé el elixir de la vida, el líquido carmín como el más exquisito vino… No haberme alimentado de aquél humano se ha vuelto en mi contra.
Una sonrisa aparece lentamente en mis labios. La solución es concentrarse en mi único objetivo… los chupasangres. Sé que esta ciudad está plagada de ellos. He investigado y de todos los lugares, éste parece el más indicado. Todo a mí alrededor lo confirma… El silencio sepulcral y el olor a muerte en el ambiente es el ingrediente perfecto… Camino sin un destino, después de todo, es la primera vez que me encuentro en Paris. Nadie sabe ni sabrá quién soy. No sé quien es quién. Hay mucho por observar y conocer. Secretos… Encuentros… Información que recaudar.
El tiempo transcurre mientras camino, tomo nota para recordar los lugares que visito. Eso puede ser un serio problema si el amanecer me gana la partida. Los sonidos llegan hasta mí, risas, gritos de felicidad, gritos de miedo, murmullos… La curiosidad me hace apresurar el paso. Me adentro al bosque para pasar inadvertido. “Los curiosos nunca suelen faltar.” Correr entre los árboles es tarea sencilla para un vampiro. Los animales se esconden al sentir mi presencia, un hecho al que he tenido tiempo para acostumbrarme. Por mi mente pasa el día de mi transformación… Fue en un bosque donde todo terminó y empezó. No me he permitido olvidar aquélla noche, es lo que me recuerda lo que soy y, sobre todo lo que tengo que hacer… << Exterminarlos >>.
Freno abruptamente ante el olor a sangre… es fresca, mi nariz inhala como un drogadicto… mis caninos se extienden sin proponérmelo, es el escozor en mi garganta el que me gobierna ahora. La decisión de ir a investigar es imposible de resistir. Mis pies me llevan en dirección contraria a los sonidos antes expuestos de la nada. Es el cuerpo de un niño tirado como un saco de basura en medio de la nada. Su joven piel está amoratada… Dos pequeñas incisiones tienen el indicio del asesino. Un vampiro… Busco alrededor siguiendo su rastro, incluso he salido de nuevo a los callejones sin éxito alguno. Finalmente, he dado con el sitio al que iba hasta hacía un momento. Es un circo… ¿Un circo de gitanos? Rara vez me he encontrado con alguno de ellos. Suelen conocer nuestra existencia y temernos. No les culpo. Es solo el instinto de supervivencia.
La diversión es palpable en sus rostros. El odio lo es en el mío. Odio por lo que tienen y yo jamás tendré. La idea de “camuflarme” entre ellos suena morbosamente interesante. Escuchar sus gritos de terror ante la visita inesperada de un vampiro… Sí. Necesitan recordar que los demonios no descansan. Acomodo el cuello de mi abrigo conforme caigo del árbol. La voz de una mujer refrena mis pasos. Está herida… puedo oler la sangre... el demonio dentro de mí aguarda impaciente… “¿Sola?” Mi sonrisa se esconde tras su oreja, aspirándole… enfrascándole… deseándole…
Última edición por Darius Argeneau el Miér Nov 02, 2011 3:26 pm, editado 4 veces
Darius Argeneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/09/2010
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
El día ha muerto una vez más permitiendo el renacer de la maldita noche cada vez más fuerte al igual que el fénix volviendo a nacer de sus cenizas. Esconde con su obscuro manto las verdaderas intenciones de criaturas infames, opaca el bello resplandor de la luz, abriga con su velo negro los cuerpos inocentes, heridos y profanados de humanos desdichados. Pero todo, todo inclusive el más atroz de los paisajes trae consigo, después de una fuerte tempestad, una hermosa paz; para esta noche la luna creciente a punto de encontrarse completamente llena. Sus rayos son envidiados por las damas que pasean en las aceras de las calles preguntándose como ser tan bella y admirada como la madre “Selene” Si tan solo supieran que la Diosa nocturna ignora su propia hermosura, dejarían sus celos para iniciar el ritual de adoración a ese astro que reina en el cielo nocturno.
Un cantico de ninfas celestes es escuchado a fondo, desde la última carpa del gran circo. Una nota musical tan enfermizamente bella, que cautiva por completo a los espectadores, que aún no logran identificar su procedencia. Los niños corren, brincan, juegan… Sus risas dan un toque más ameno a la armonía respirada dentro de una mística atmósfera. La serenata dedicada al cielo calla lentamente hasta que por fin solo queda el silencio. Silencio que se desvanece rápidamente con la advertencia de una pequeña que llora la ausencia de su hermano. Una gitana de cabello rojo, más rojo que las envenenadas llamas del infierno, escucha el llanto de la pequeña, atiende sus lágrimas con una caricia de sus dedos, se acuclilla a su altura para mirar sus hermosos ojos verdes esmeralda. La infante entre sollozos explica lo ocurrido…
Mujer y niña salen en la búsqueda del gitano perdido. El bosque la mejor opción, se extiende frente a ellas tan impotente como el sol en el día. Los árboles susurran secretos escondidos de antiguas brujas y gitanos ya consumidos en el tiempo. La diminuta mano de la nena es delicadamente apretada por la de una mujer a sus conocimientos ajena. El murmullo de unos labios temerosos confiesa un augurio atrevido. El cuerpo de mujer es envuelto en un escalofrío fúnebre. La chiquilla se desprende de su mano tan rápido que no pudo contenerla, corre hacia el bosque para buscar a su hermano y la pelirroja tras ella, más la pierde de vista por su pequeñez y la obscuridad del lugar.
Mordiéndose el labio, frunciendo el ceño, pensando profundamente, regresa con pasos torpes hasta las cercanías del circo. Su pie desnudo ante la tierra y las raíces cortantes, es herido… La sangre emana de allí como un manantial de cuentos ensoñados y perdidos. Al ver su sangre solo una cosa cruza por su pensamiento – Gaia – Susurra al tiempo que el viento pareciese ataviarle con la magia, cubre su nariz con su mano, sus ojos buscan algún objeto con el cual callar el grito desesperante en el olor de su sangre ¿Qué tiene de especial ese líquido rojo en ella? Nada, absolutamente nada, es solo que en el sentido de esa mujer, la sangre es como el olor de azufre instalado en la cima de un volcán que espera pacientemente por hacer erupción. Sí esa es la mejor descripción de Merlina… Su cuerpo un volcán y su sangre la lava que destruye todo a su paso.
Sin poder evitarlo arroja un grito liberando la tensión en su cuerpo justo después que escuchó la voz de un hombre tras su espalda. Sus ojos se abren como platos, da un paso hacia adelante para poder tener espacio y girarse, observa el rostro del extraño que le enseña un par de colmillos lustrosos en filo, peligrosos en su perfección y aberrantes en su poder. - ¡Vos! – Exclama con tono acusador, ese semblante, ese maldito porte solo le recuerda a alguien en su pasado, sacude su cabeza, aclarando su mente para analizar bien el rostro ajeno. Un suspiro tranquilo esboza su cuerpo al caer en la cuenta que no es el mismo hombre pero ahora el terror invade su ser al saber que puede llegar a ser la cena de un predador más fuerte que ella misma, mientras tanto la sangre sigue saliendo lentamente de su pie, permitiendo que su adictivo olor llegue poco a poco y con la ayuda del viento hasta los rincones más desolados del lugar.
Un cantico de ninfas celestes es escuchado a fondo, desde la última carpa del gran circo. Una nota musical tan enfermizamente bella, que cautiva por completo a los espectadores, que aún no logran identificar su procedencia. Los niños corren, brincan, juegan… Sus risas dan un toque más ameno a la armonía respirada dentro de una mística atmósfera. La serenata dedicada al cielo calla lentamente hasta que por fin solo queda el silencio. Silencio que se desvanece rápidamente con la advertencia de una pequeña que llora la ausencia de su hermano. Una gitana de cabello rojo, más rojo que las envenenadas llamas del infierno, escucha el llanto de la pequeña, atiende sus lágrimas con una caricia de sus dedos, se acuclilla a su altura para mirar sus hermosos ojos verdes esmeralda. La infante entre sollozos explica lo ocurrido…
Mujer y niña salen en la búsqueda del gitano perdido. El bosque la mejor opción, se extiende frente a ellas tan impotente como el sol en el día. Los árboles susurran secretos escondidos de antiguas brujas y gitanos ya consumidos en el tiempo. La diminuta mano de la nena es delicadamente apretada por la de una mujer a sus conocimientos ajena. El murmullo de unos labios temerosos confiesa un augurio atrevido. El cuerpo de mujer es envuelto en un escalofrío fúnebre. La chiquilla se desprende de su mano tan rápido que no pudo contenerla, corre hacia el bosque para buscar a su hermano y la pelirroja tras ella, más la pierde de vista por su pequeñez y la obscuridad del lugar.
Mordiéndose el labio, frunciendo el ceño, pensando profundamente, regresa con pasos torpes hasta las cercanías del circo. Su pie desnudo ante la tierra y las raíces cortantes, es herido… La sangre emana de allí como un manantial de cuentos ensoñados y perdidos. Al ver su sangre solo una cosa cruza por su pensamiento – Gaia – Susurra al tiempo que el viento pareciese ataviarle con la magia, cubre su nariz con su mano, sus ojos buscan algún objeto con el cual callar el grito desesperante en el olor de su sangre ¿Qué tiene de especial ese líquido rojo en ella? Nada, absolutamente nada, es solo que en el sentido de esa mujer, la sangre es como el olor de azufre instalado en la cima de un volcán que espera pacientemente por hacer erupción. Sí esa es la mejor descripción de Merlina… Su cuerpo un volcán y su sangre la lava que destruye todo a su paso.
Sin poder evitarlo arroja un grito liberando la tensión en su cuerpo justo después que escuchó la voz de un hombre tras su espalda. Sus ojos se abren como platos, da un paso hacia adelante para poder tener espacio y girarse, observa el rostro del extraño que le enseña un par de colmillos lustrosos en filo, peligrosos en su perfección y aberrantes en su poder. - ¡Vos! – Exclama con tono acusador, ese semblante, ese maldito porte solo le recuerda a alguien en su pasado, sacude su cabeza, aclarando su mente para analizar bien el rostro ajeno. Un suspiro tranquilo esboza su cuerpo al caer en la cuenta que no es el mismo hombre pero ahora el terror invade su ser al saber que puede llegar a ser la cena de un predador más fuerte que ella misma, mientras tanto la sangre sigue saliendo lentamente de su pie, permitiendo que su adictivo olor llegue poco a poco y con la ayuda del viento hasta los rincones más desolados del lugar.
Merlina Draven Bancroft- Gitano
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Fecha de inscripción : 15/07/2010
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
¿Qué demonios ha llevado a Lucern Ralph a presentarse cerca de un circo de gitanos? No es un qué, es un quién y nadie, excepto él, conoce la respuesta. Una historia que debió ser sepultada tiempo atrás. Sepultada y carcomida por gusanos. No La historia en sí, no. Es la protagonista la que él se imagina de ese modo. Es aquél desplante el que se atraviesa por sus pensamientos cada vez que le invoca y le desea. Sí. Un deseo que no puede ignorar y que no se marchita como la flor más vieja en el campo. Merlina. Un nombre que lleva tatuado en su piel sin haber sido tocado. Malditas ironías de la vida, siempre sí existió una mujer con la capacidad de aplacar a la bestia. Su maldito talón de Aquiles. Una mujer que desprecia por la sensualidad que esparce por donde camina. Un odio que ha nacido por mantener aquéllos demonios consigo… un par de guardaespaldas que no le permitieron cumplir con su objetivo. Merlina. “Siempre tan… ella”.
Tap, tap. Sus silenciosos pasos son opacados por el crujir de las hojas de otoño. ¡Un pequeño corazón acelerado se ha perdido en el bosque! Sangre joven que acelera sus sentidos y despierta al predador en él. No duerme, solo observa y ataca. El vampiro se detiene en una de las ramas. El árbol en el que “descansa” es tan alto que le proporciona un gran campo visual. Su nariz se regodea ante la nueva fragancia que ha llegado por sí sola. Ni hablar del escozor en su garganta. El ardor previo que llega ante el olor de la pequeña humana. Padres irresponsables que descuidan a sus hijos. Sí. Sin duda, ahora conocerán el peso de sus fechorías. Lucern no es un ejecutor… Está mal que siquiera se barajee esa opción. ¿Es Dios o el Diablo el que le ha enviado aquél manjar? Sea quien sea, es su deber tomarlo. Sí. Una resolución simple con un final gratificante.
Tap, tap. El sonido de los pequeños pasos se hace más fuerte… se acerca... como la abeja a la flor o, en este caso, la oveja al león. Una sonrisa traviesa es iluminada por los rayos de la Luna. El satélite siempre acobijando a sus criaturas… ¿compite acaso con el Sol? Hoy el vampiro se siente diferente. ¿Es el encuentro al que espera asistir en cuanto termine de degustar a su presa el que así lo mantiene? Merlina Draven. Palabras que no osa pronunciar por el poder que esconden. Su gitana, quien una vez dijo no al roce de su piel. Sin prisa, el vampiro desciende, saltando en rama en rama, cayendo tan ágilmente… La niña desconoce su letal acercamiento… Está concentrada en algo y él lo percibe… ¿Está agobiada? Levanta una ceja y da por sentado que, esa es la mirada de todo niño perdido. Ahí reside el nunca recordar a sus víctimas. Un simple recipiente que alimenta…
Un grito es ahogado. La niña ha encontrado a su hermano y, antes de que ella sea capaz de alertar a los suyos, si es que alguien la está buscando, el vampiro cubre su boca con su mano. “Calla o sufrirás el mismo destino” Las lágrimas brotan de la pequeña como dos malditos ríos. Un hecho que ignora. Como un saco de arena… como un títere de madera… Lucern le obliga a dar unos pasos lejos del muerto. Tras unos metros recorridos, obliga a la niña a mirarle a los ojos. “Calla” Ordena. Sus labios se curvean ante el lento asentir de su víctima. Es un gran alivio poder obligar a los humanos a hacer lo que le plazca con tan solo una mirada. Si tan solo funcionara con ella, con Merlina. Extrañado, observa de nuevo a la pequeña, percibiendo un conocido olor. “¿Será posible que…? Debo estar confundido.” El ropaje de la niña solo afirma lo que él ya sabía, “es una gitana”. Decidido a jugar un poco, el vampiro lleva a la niña hasta el límite que divide al bosque y el circo. Él también busca diversión. Y si que la encontró…
La voz de Merlina llegó hasta sus oídos… No le pasó por alto la reacción de su “pequeña acompañante” - ¿La conoces? Una vez más, la pequeña asintió… temblorosa… con el miedo profundo en sus ojos color esmeralda. Desde su posición, las luces de las carpas creaban una embrutecedora iluminación. Una segunda voz hizo acto de presencia, alertándole de que otro vampiro se encontraba con ella. Un salvaje gruñido resonó de su pecho. – Grita. Exigió a la pequeña, creando la oportunidad perfecta para tener el encuentro que ansía y que promete… Ella le ha visto y él sonríe. Merlina irá tras él. Tiene que hacerlo. El vampiro se adentra de nuevo en el bosque, arrastrando a la niña junto a él… Es una suerte que los gitanos estén tan concentrados en el bullicio que mantienen dentro del circo y sus juegos… Es Merlina a quién esperará impacientemente…
Tap, tap. Sus silenciosos pasos son opacados por el crujir de las hojas de otoño. ¡Un pequeño corazón acelerado se ha perdido en el bosque! Sangre joven que acelera sus sentidos y despierta al predador en él. No duerme, solo observa y ataca. El vampiro se detiene en una de las ramas. El árbol en el que “descansa” es tan alto que le proporciona un gran campo visual. Su nariz se regodea ante la nueva fragancia que ha llegado por sí sola. Ni hablar del escozor en su garganta. El ardor previo que llega ante el olor de la pequeña humana. Padres irresponsables que descuidan a sus hijos. Sí. Sin duda, ahora conocerán el peso de sus fechorías. Lucern no es un ejecutor… Está mal que siquiera se barajee esa opción. ¿Es Dios o el Diablo el que le ha enviado aquél manjar? Sea quien sea, es su deber tomarlo. Sí. Una resolución simple con un final gratificante.
Tap, tap. El sonido de los pequeños pasos se hace más fuerte… se acerca... como la abeja a la flor o, en este caso, la oveja al león. Una sonrisa traviesa es iluminada por los rayos de la Luna. El satélite siempre acobijando a sus criaturas… ¿compite acaso con el Sol? Hoy el vampiro se siente diferente. ¿Es el encuentro al que espera asistir en cuanto termine de degustar a su presa el que así lo mantiene? Merlina Draven. Palabras que no osa pronunciar por el poder que esconden. Su gitana, quien una vez dijo no al roce de su piel. Sin prisa, el vampiro desciende, saltando en rama en rama, cayendo tan ágilmente… La niña desconoce su letal acercamiento… Está concentrada en algo y él lo percibe… ¿Está agobiada? Levanta una ceja y da por sentado que, esa es la mirada de todo niño perdido. Ahí reside el nunca recordar a sus víctimas. Un simple recipiente que alimenta…
Un grito es ahogado. La niña ha encontrado a su hermano y, antes de que ella sea capaz de alertar a los suyos, si es que alguien la está buscando, el vampiro cubre su boca con su mano. “Calla o sufrirás el mismo destino” Las lágrimas brotan de la pequeña como dos malditos ríos. Un hecho que ignora. Como un saco de arena… como un títere de madera… Lucern le obliga a dar unos pasos lejos del muerto. Tras unos metros recorridos, obliga a la niña a mirarle a los ojos. “Calla” Ordena. Sus labios se curvean ante el lento asentir de su víctima. Es un gran alivio poder obligar a los humanos a hacer lo que le plazca con tan solo una mirada. Si tan solo funcionara con ella, con Merlina. Extrañado, observa de nuevo a la pequeña, percibiendo un conocido olor. “¿Será posible que…? Debo estar confundido.” El ropaje de la niña solo afirma lo que él ya sabía, “es una gitana”. Decidido a jugar un poco, el vampiro lleva a la niña hasta el límite que divide al bosque y el circo. Él también busca diversión. Y si que la encontró…
La voz de Merlina llegó hasta sus oídos… No le pasó por alto la reacción de su “pequeña acompañante” - ¿La conoces? Una vez más, la pequeña asintió… temblorosa… con el miedo profundo en sus ojos color esmeralda. Desde su posición, las luces de las carpas creaban una embrutecedora iluminación. Una segunda voz hizo acto de presencia, alertándole de que otro vampiro se encontraba con ella. Un salvaje gruñido resonó de su pecho. – Grita. Exigió a la pequeña, creando la oportunidad perfecta para tener el encuentro que ansía y que promete… Ella le ha visto y él sonríe. Merlina irá tras él. Tiene que hacerlo. El vampiro se adentra de nuevo en el bosque, arrastrando a la niña junto a él… Es una suerte que los gitanos estén tan concentrados en el bullicio que mantienen dentro del circo y sus juegos… Es Merlina a quién esperará impacientemente…
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 19/06/2010
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
Gota tras gota, el escurridizo líquido rojo de una herida cae al suelo. Su hedor se impregna en las hojas secas que yacen inertes en la tierra. Como si del agua que riega los valles se tratase, este viscoso fluido escarlata nutre la locura de una mujer sin nombre, una despreciable gitana que aún no conoce los límites de la locura. Sí, lentamente cambia la forma en la que sus pupilas ven al mundo, el brillo de sus ojos es opacado por algo un poco cruel y despiadado. Su metamorfosis le arrastra hasta las puertas del abismo eterno, su demonio arde en el deseo de salir de allí.
Cual fénix elevando el vuelo en la noche mágica de luna llena, el aura de Merlina se expande, se incendia alrededor de su cuerpo, emitiendo una energía que le cubre como un manto de mística procedencia. Siente el dolor en la planta de su pie y lo levanta a una altura prudente para equilibrar su cuerpo con una sola pierna. Una vez que su posición es la correcta procede a observar la gravedad de la herida, toca la comisura de esta con su mano manchándose de carmín. El viento sopla trayendo consigo una la brisa de un rio bastante cercano. El frío le envuelve el cuerpo, la sumerge en su gélido abrazo, un escalofrío eriza los bellos de su piel. Lo aterrador esta por llegar…
Sus ojos se abren como platos al escuchar un terrible alarido, el grito de pavor de una chiquilla extraviada en el bosque, los sentidos de Merlina se alteran, su fuerza baja, el aura de su silueta ya no es el de una fiera, esta débil. La niña, esa pequeña mujercita y su risa juguetona atraviesan sus pensamientos como flechas de un cazador en medio de la penumbra. El eco de aquel estruendoso rito retumba en sus oídos embriagándola de miedo. Levanta la mirada, hasta el personaje que tiene frente a ella, en el reflejo de su semblante puede apreciarse el temor, sus ojos se humedecen, una lágrima se asoma, respira fuertemente su reacción…
- Merley… - Susurra con sus labios semiabiertos, niega con su cabeza mirando fijamente los ojos del vampiro y corre, corre en dirección a la sombra del bosque. Persigue el rastro de un grito, un solo grito que no puede decirle a ciencia cierta si su niña aún se encuentra con vida. Sus pies son lacerados por las espinas que se atraviesan en su camino, deja tras su paso un rastro de sangre jodidamente perfecto, adictivo y deseable. Se detiene en seco frente a un montón de ratas, pese a que esos animales le agradan del todo pues se identifica con ellos, la escena que puede ver es completa y totalmente aterradora. Un cadáver es carcomido por estas criaturas, un cuerpo ya vacío de sangre, un rostro que conoce. Entonces grita desesperadamente – Noooooo… ¡Kavi! – Una cascada de lágrimas se precipita desde sus lagrimales hasta el suelo, humedeciendo la tierra destilando el dolor.
Llena de cólera busca al responsable de todo, ese par de niños no tiene un padre, ni una madre que les cuide, pero la tenían a ella y ahora les ha fallado. Si tan solo pudiese llegar a tiempo, antes que le hagan daño a “Merley”. Esa pequeña gitana representa la vida de la propia Merlina, la pelirroja siente un gran afecto por esa nena y esa es la cruz que carga a cuestas. “Todo lo que toco perece en mis manos” Golpea el tronco de un árbol para dejar escapar un impulso de coraje, los nudillos truenan por el impacto, pero no puede sentir el dolor físico, no ahora que le han arrancado de su lado “Kavi”, no justo ahora cuando la niña depende de ella.
Sus pasos la conducen por un laberinto de ramas sin sentido, de arbustos caóticos y neblina. Un rayo de luz se escapa entre las sombras, la pesadilla inicia con el aullido de los lobos en las lejanías. Y en medio de su alucinación, un rostro que pretendía haber olvidado. Su sonrisa llena de satisfacción rompe la máscara de valentía en la mujer. Es él, es ese maldito hombre que aún en sus temores profundos puede confundirle - ¡Lucern! – grita, alterna su propia mirada de los ojos de varón al pequeño bulto a su lado, es su niña, su humana, su adoración. Las voces martillan su cabeza…
Gaia: ¡Huye! Corre a través de la sábana de este bosque, olvídate de él, que se entretenga con la pequeña, después de todo solo es una huérfana que morirá a causa de nuestra maldición ¿no? ¿Qué importa? ¡Lárgate ya!
Aradia: Enfrenta con honor y valentía al carente de alma, si has de morir con la insignia del valor, así será, y sabrás que diste todo de ti por la vida de alguien más.
Pero Merlina… esta gitana no siempre obedece las órdenes de su cabeza, y en lugar de salir corriendo o luchar con su némesis, la ninfa se rinde a sus pies. Dobla sus rodillas, desploma su cuerpo sobre estas al suelo, en la tierra, sus brazos caen muertos a sus costados y una lágrima que baja de su ojo derecho como serpiente en la arena de su pálida mejilla, cae empicada al abismo – Déjala… me quieres a mí, has de mi cuerpo tu paria per a ella déjala – Implora en su débil susurro.
Cual fénix elevando el vuelo en la noche mágica de luna llena, el aura de Merlina se expande, se incendia alrededor de su cuerpo, emitiendo una energía que le cubre como un manto de mística procedencia. Siente el dolor en la planta de su pie y lo levanta a una altura prudente para equilibrar su cuerpo con una sola pierna. Una vez que su posición es la correcta procede a observar la gravedad de la herida, toca la comisura de esta con su mano manchándose de carmín. El viento sopla trayendo consigo una la brisa de un rio bastante cercano. El frío le envuelve el cuerpo, la sumerge en su gélido abrazo, un escalofrío eriza los bellos de su piel. Lo aterrador esta por llegar…
Sus ojos se abren como platos al escuchar un terrible alarido, el grito de pavor de una chiquilla extraviada en el bosque, los sentidos de Merlina se alteran, su fuerza baja, el aura de su silueta ya no es el de una fiera, esta débil. La niña, esa pequeña mujercita y su risa juguetona atraviesan sus pensamientos como flechas de un cazador en medio de la penumbra. El eco de aquel estruendoso rito retumba en sus oídos embriagándola de miedo. Levanta la mirada, hasta el personaje que tiene frente a ella, en el reflejo de su semblante puede apreciarse el temor, sus ojos se humedecen, una lágrima se asoma, respira fuertemente su reacción…
- Merley… - Susurra con sus labios semiabiertos, niega con su cabeza mirando fijamente los ojos del vampiro y corre, corre en dirección a la sombra del bosque. Persigue el rastro de un grito, un solo grito que no puede decirle a ciencia cierta si su niña aún se encuentra con vida. Sus pies son lacerados por las espinas que se atraviesan en su camino, deja tras su paso un rastro de sangre jodidamente perfecto, adictivo y deseable. Se detiene en seco frente a un montón de ratas, pese a que esos animales le agradan del todo pues se identifica con ellos, la escena que puede ver es completa y totalmente aterradora. Un cadáver es carcomido por estas criaturas, un cuerpo ya vacío de sangre, un rostro que conoce. Entonces grita desesperadamente – Noooooo… ¡Kavi! – Una cascada de lágrimas se precipita desde sus lagrimales hasta el suelo, humedeciendo la tierra destilando el dolor.
Llena de cólera busca al responsable de todo, ese par de niños no tiene un padre, ni una madre que les cuide, pero la tenían a ella y ahora les ha fallado. Si tan solo pudiese llegar a tiempo, antes que le hagan daño a “Merley”. Esa pequeña gitana representa la vida de la propia Merlina, la pelirroja siente un gran afecto por esa nena y esa es la cruz que carga a cuestas. “Todo lo que toco perece en mis manos” Golpea el tronco de un árbol para dejar escapar un impulso de coraje, los nudillos truenan por el impacto, pero no puede sentir el dolor físico, no ahora que le han arrancado de su lado “Kavi”, no justo ahora cuando la niña depende de ella.
Sus pasos la conducen por un laberinto de ramas sin sentido, de arbustos caóticos y neblina. Un rayo de luz se escapa entre las sombras, la pesadilla inicia con el aullido de los lobos en las lejanías. Y en medio de su alucinación, un rostro que pretendía haber olvidado. Su sonrisa llena de satisfacción rompe la máscara de valentía en la mujer. Es él, es ese maldito hombre que aún en sus temores profundos puede confundirle - ¡Lucern! – grita, alterna su propia mirada de los ojos de varón al pequeño bulto a su lado, es su niña, su humana, su adoración. Las voces martillan su cabeza…
Gaia: ¡Huye! Corre a través de la sábana de este bosque, olvídate de él, que se entretenga con la pequeña, después de todo solo es una huérfana que morirá a causa de nuestra maldición ¿no? ¿Qué importa? ¡Lárgate ya!
Aradia: Enfrenta con honor y valentía al carente de alma, si has de morir con la insignia del valor, así será, y sabrás que diste todo de ti por la vida de alguien más.
Pero Merlina… esta gitana no siempre obedece las órdenes de su cabeza, y en lugar de salir corriendo o luchar con su némesis, la ninfa se rinde a sus pies. Dobla sus rodillas, desploma su cuerpo sobre estas al suelo, en la tierra, sus brazos caen muertos a sus costados y una lágrima que baja de su ojo derecho como serpiente en la arena de su pálida mejilla, cae empicada al abismo – Déjala… me quieres a mí, has de mi cuerpo tu paria per a ella déjala – Implora en su débil susurro.
Merlina Draven Bancroft- Gitano
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
“¡Maldito seas!” Una voz en mi mente susurraba, cantaba, me torturaba cansinamente; “no puedes darle la espalda al demonio que eres”. El dolor… una risa malvada que llevaba el matiz de la mía, resonaba, creaba un eco ensordecedor en la cueva de pensamientos e imágenes que se suscitaban en mi mente, una y otra, y otra vez. El olor… una fragancia que subía por mis fosas nasales hasta crear las palpitaciones en mi sien, “sangre”… una palabra que se transforma en un siseo que serpentea y busca, encontrando la debilidad, mi talón de Aquiles, el motivo para desfallecer y caer en los brazos del mismo Lucifer. "¡No!" El grito dentro de mí se ahoga en el Río Estigia. Ha ganado… Ganado como muchas veces lo ha hecho… El escozor en mi garganta aguijonea mis cuerdas vocales, dejándome mudo. “Es tiempo de actuar no de hablar ni razonar”
¿Qué soy? Me pregunto en cuanto caigo sobre mis rodillas como un maldito esclavo. ¿Soy otra cosa acaso? Esclavo de la noche y esclavo del día… ¿Puede a esto llamársele vida? “¡Pelea, maldición!” Mis manos se aferran al suelo, sosteniendo un puñado de tierra. En cuanto el polvo desaparece, soy consciente de que la mirada en mis ojos es del mismo color que he observado en los cabellos de mi hermosa víctima esta noche. - “No dolerá” Una mueca, que si no, curvea mis labios. Mentiroso… Mi vida en sí, es una mentira… ¿Qué diferencia habrá en tomar solo un poco? Una vida por las miles que he salvado al deshacerme de artimañas, de depravados, de asesinos…. Ella debería estar agradecida, será el sacrificio, la cuota que merezco… lo que necesito!
Un vampiro se acerca, puedo escucharle… sentidos del cazador y del vampiro. Un gruñido de amenaza resuena de mi pecho, “la humana es nuestra”, proclama el demonio que habita y ha creado en mí su residencia… Ignorando esa voz, mi mirada vagó hasta donde había hecho su aparición el vampiro y la pequeña. El odio, el único sentimiento que conozco y al que me aferro, recorre mis venas creando un alboroto, expulsando la adrenalina, trabajando a toda costa los movimientos que representa, ¿quién? Vampiro o humana, no hay donde escoger. Mi cuerpo ya lo ha hecho. El milisegundo que me ha tomado ver el rostro y grabarlo para una posterior cacería, me ha costado mi víctima. - “No hay lugar donde puedas esconderte” Su herida a dejado un rastro. ¡Que desperdicio! Rápido como un rayo, me encuentro corriendo… apartando ramas… escuchando sus pasos…
Puedo ver su melena bailar desde lo alto del árbol. Un color tan llamativo, tan erótico, tan… sensual. Entonces ocurre… un grito desgarrador como el que mi garganta dio el día de mi transformación, me saca del trance en el que me he visto envuelto y lo recuerdo, otro vampiro ronda los alrededores y, probablemente... ¡Puf! Un resoplido sale de mi boca. ¿Su asesino o su salvación? ¿A qué estoy jugando? Ella está herida y, difícilmente pueda ignorar esa partida. Pero… ¿en verdad he perdido todo lado humano? Quizás ella sea la redención que estoy buscando. – Tu cuerpo… mi cuerpo. Era el vampiro el que hablaba ahora. – Una difícil decisión, Merlina. “Merlina.” Un nombre perfecto para tan encantadora dama. – Siempre quise ver lo que escondías tan recelosamente. ¿Lo vale esta pequeña? Actuar, no actuar…
Es el amor que profesa la humana hacia esa niña lo que me atrapa. ¿Existe alguien así? ¿Hasta donde está dispuesta a llegar? “Tarde o temprano flaquearás. Está en nuestra Naturaleza sobrevivir por encima de quien se tropieza” Una vez más, deseo ser testigo del egoísmo que nos gobierna… y por el momento, ese interés me hace ser un espía de la situación que se está por llevar…
¿Qué soy? Me pregunto en cuanto caigo sobre mis rodillas como un maldito esclavo. ¿Soy otra cosa acaso? Esclavo de la noche y esclavo del día… ¿Puede a esto llamársele vida? “¡Pelea, maldición!” Mis manos se aferran al suelo, sosteniendo un puñado de tierra. En cuanto el polvo desaparece, soy consciente de que la mirada en mis ojos es del mismo color que he observado en los cabellos de mi hermosa víctima esta noche. - “No dolerá” Una mueca, que si no, curvea mis labios. Mentiroso… Mi vida en sí, es una mentira… ¿Qué diferencia habrá en tomar solo un poco? Una vida por las miles que he salvado al deshacerme de artimañas, de depravados, de asesinos…. Ella debería estar agradecida, será el sacrificio, la cuota que merezco… lo que necesito!
Un vampiro se acerca, puedo escucharle… sentidos del cazador y del vampiro. Un gruñido de amenaza resuena de mi pecho, “la humana es nuestra”, proclama el demonio que habita y ha creado en mí su residencia… Ignorando esa voz, mi mirada vagó hasta donde había hecho su aparición el vampiro y la pequeña. El odio, el único sentimiento que conozco y al que me aferro, recorre mis venas creando un alboroto, expulsando la adrenalina, trabajando a toda costa los movimientos que representa, ¿quién? Vampiro o humana, no hay donde escoger. Mi cuerpo ya lo ha hecho. El milisegundo que me ha tomado ver el rostro y grabarlo para una posterior cacería, me ha costado mi víctima. - “No hay lugar donde puedas esconderte” Su herida a dejado un rastro. ¡Que desperdicio! Rápido como un rayo, me encuentro corriendo… apartando ramas… escuchando sus pasos…
Puedo ver su melena bailar desde lo alto del árbol. Un color tan llamativo, tan erótico, tan… sensual. Entonces ocurre… un grito desgarrador como el que mi garganta dio el día de mi transformación, me saca del trance en el que me he visto envuelto y lo recuerdo, otro vampiro ronda los alrededores y, probablemente... ¡Puf! Un resoplido sale de mi boca. ¿Su asesino o su salvación? ¿A qué estoy jugando? Ella está herida y, difícilmente pueda ignorar esa partida. Pero… ¿en verdad he perdido todo lado humano? Quizás ella sea la redención que estoy buscando. – Tu cuerpo… mi cuerpo. Era el vampiro el que hablaba ahora. – Una difícil decisión, Merlina. “Merlina.” Un nombre perfecto para tan encantadora dama. – Siempre quise ver lo que escondías tan recelosamente. ¿Lo vale esta pequeña? Actuar, no actuar…
Es el amor que profesa la humana hacia esa niña lo que me atrapa. ¿Existe alguien así? ¿Hasta donde está dispuesta a llegar? “Tarde o temprano flaquearás. Está en nuestra Naturaleza sobrevivir por encima de quien se tropieza” Una vez más, deseo ser testigo del egoísmo que nos gobierna… y por el momento, ese interés me hace ser un espía de la situación que se está por llevar…
Darius Argeneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
Desdichas de medianoche, pesadillas de niño y sueños de madrugada que la noche trae consigo, embelesan el bosque que entre sus estimulantes olores… a tierra húmeda, a flores mojadas, a esencias de hierbas, a la brisa fresca; se mezcla y encuentra el de ella… La dama de noche que camina descalza, sin vacilar, al añorado encuentro que el conde ha dispuesto desde que le dejó un par de años atrás. Una sonrisa satisfecha, burlona, sarcástica esconde las sensaciones violentas que Merlina despierta. Por un segundo, mientras Lucern espera agazapado sobre el árbol, drogado por la esencia que despide; los hilos de sus pensamientos se van a la deriva justo como lo hicieron horas atrás, mientras su nombre pasó cual estrella fugaz por sus labios, haciéndole rememorar las facciones de su rostro después de una noche de tormenta. Su cabello rojizo le hace recordar al cuadro que una vez le fue otorgado de manos de la prometida que terminó muerta entre sus brazos. El atardecer que no puede ver… Eso es Merlina para él... Una mujer como el fuego.
Su sonrisa se extendió y, excitado, apretó con fuerza la muñeca de la pequeña que colgaba llorando; lágrimas que avivaban y le acercaban peligrosamente a la demencia. – Merlina. Susurró como un canto. Su dama se acercaba… Finalmente. Lo que tanto había esperado. Un vislumbre a sus ojos y el vampiro fue transportado a aquélla noche donde los rayos resquebrajaban el cielo conforme huía de los humanos que le seguían sin descanso, podía escuchar con claridad los ladridos y gruñidos de los perros que seguían el efluvio de la sangre que cubría su camisa blanca y era lavada por el diluvio que encharcaba por donde pisaba. Sí. La diabólica persuasión le llevó hasta la tienda donde una gitana se cubría, con una mirada que le había atraído, deseoso de tenerle, no, no deseoso, iba a tenerle. Con el ceño fruncido y las comisuras de sus labios estirándose, Lucern fue testigo de una reacción que no esperó encontrar con tan solo tomar posesión de la pequeña.
Merlina, su dulce Merlina, siempre viendo por intereses de terceros menos el suyo. – Cuando supe donde encontrarte, jamás esperé que sería tan fácil. Su voz aterciopelada rompía el hechizo en el que había caído. Sus dedos jugaban con el rostro de la pequeña, deslizándolas hasta su cuello. – Son esas palabras las que estuve esperando oír el tiempo que perdí sin obtener más que un maldito beso de tus labios. No podía ocultarlo, Lucern deseaba bajar y tomar posesión de ella violentamente. Era su nombre el que gritaría hasta que la satisfacción hiciese acto de aparición en su mente. - ¿Tanto significas para ella? Se dirigía ahora a la niña, que temblaba conforme sus uñas arañaban la piel descubierta sobre su cuello, provocando que una gota color escarlata descendiera hasta perderse por su sonrosada piel. – Tu cuerpo, mi cuerpo… Una difícil decisión, Merlina. Sin apartar la mirada de ella, Lucern limpió la gota de sangre con la yema de su dedo, llevándola hasta sus labios, saboreando el exquisito sabor. – Siempre quise ver lo que escondías tan recelosamente. ¿Lo vale esta pequeña? Sangre joven por una mágica noche.
La ira se acrecentaba en su interior. Ira que se mezclaba con la victoria que obtendría. – Muéstrame que no mientes. Muéstrame que tan lejos llegaremos y la vida de… ¿Cuál es tu nombre? La pregunta tomó por sorpresa a la pequeña que gimió ante la sorpresa cuando Lucern se encontró tras su pequeño cuerpo. - ¡Merley! Aplaudió Lucern en su locura. – El ángel de la misericordia ha venido a pedir tu absolución. La burla se oía en su tono, pero por ningún segundo, apartó la mirada de aquéllos ojos que sufrían, buscando una determinación que él esperaba, inclinase la balanza aún más a su favor. – Empieza por borrar ese sufrimiento de tu rostro. Siempre adoré tu sonrisa, mi bella gitana. Le molestaba, odiaba ver que sufría cuando él nunca había sido brusco. Al menos, hasta que descubrió que nunca le dejaría tocar su virginal cuerpo. ¿Seguía siéndolo? ¡Maldición sino! Tomaría el asunto entre sus manos.
Su sonrisa se extendió y, excitado, apretó con fuerza la muñeca de la pequeña que colgaba llorando; lágrimas que avivaban y le acercaban peligrosamente a la demencia. – Merlina. Susurró como un canto. Su dama se acercaba… Finalmente. Lo que tanto había esperado. Un vislumbre a sus ojos y el vampiro fue transportado a aquélla noche donde los rayos resquebrajaban el cielo conforme huía de los humanos que le seguían sin descanso, podía escuchar con claridad los ladridos y gruñidos de los perros que seguían el efluvio de la sangre que cubría su camisa blanca y era lavada por el diluvio que encharcaba por donde pisaba. Sí. La diabólica persuasión le llevó hasta la tienda donde una gitana se cubría, con una mirada que le había atraído, deseoso de tenerle, no, no deseoso, iba a tenerle. Con el ceño fruncido y las comisuras de sus labios estirándose, Lucern fue testigo de una reacción que no esperó encontrar con tan solo tomar posesión de la pequeña.
Merlina, su dulce Merlina, siempre viendo por intereses de terceros menos el suyo. – Cuando supe donde encontrarte, jamás esperé que sería tan fácil. Su voz aterciopelada rompía el hechizo en el que había caído. Sus dedos jugaban con el rostro de la pequeña, deslizándolas hasta su cuello. – Son esas palabras las que estuve esperando oír el tiempo que perdí sin obtener más que un maldito beso de tus labios. No podía ocultarlo, Lucern deseaba bajar y tomar posesión de ella violentamente. Era su nombre el que gritaría hasta que la satisfacción hiciese acto de aparición en su mente. - ¿Tanto significas para ella? Se dirigía ahora a la niña, que temblaba conforme sus uñas arañaban la piel descubierta sobre su cuello, provocando que una gota color escarlata descendiera hasta perderse por su sonrosada piel. – Tu cuerpo, mi cuerpo… Una difícil decisión, Merlina. Sin apartar la mirada de ella, Lucern limpió la gota de sangre con la yema de su dedo, llevándola hasta sus labios, saboreando el exquisito sabor. – Siempre quise ver lo que escondías tan recelosamente. ¿Lo vale esta pequeña? Sangre joven por una mágica noche.
La ira se acrecentaba en su interior. Ira que se mezclaba con la victoria que obtendría. – Muéstrame que no mientes. Muéstrame que tan lejos llegaremos y la vida de… ¿Cuál es tu nombre? La pregunta tomó por sorpresa a la pequeña que gimió ante la sorpresa cuando Lucern se encontró tras su pequeño cuerpo. - ¡Merley! Aplaudió Lucern en su locura. – El ángel de la misericordia ha venido a pedir tu absolución. La burla se oía en su tono, pero por ningún segundo, apartó la mirada de aquéllos ojos que sufrían, buscando una determinación que él esperaba, inclinase la balanza aún más a su favor. – Empieza por borrar ese sufrimiento de tu rostro. Siempre adoré tu sonrisa, mi bella gitana. Le molestaba, odiaba ver que sufría cuando él nunca había sido brusco. Al menos, hasta que descubrió que nunca le dejaría tocar su virginal cuerpo. ¿Seguía siéndolo? ¡Maldición sino! Tomaría el asunto entre sus manos.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
Miedo ¿Qué es el miedo en realidad? Su definición varía según la personalidad del individuo que sucumbe ante esta bestial emoción. Sentir como se desquebrajan los sentidos al encontrarse frente a la pesadilla que noche tras noche se aparece en los sueños atormentando el pensamiento con las atrocidades infernales, siempre sucumbiendo ante ese miedo idiota que congela las rodillas, flagela la voluntad y hierve en aceite todos y cada uno de los recuerdos formados a través de la felicidad. ¿Qué es el miedo si no la incapacidad del alma?
Los poros de Merlina destilan el sudor caliente de su cuerpo, inundando el bosque con su especial aroma, un perfume tan desgraciado que embriaga a las bestias nocturnas sin excepción de ninguna. Ese líquido emanando de si, es el reflejo del miedo abismal que siente en su interior, recorriendo sus venas al igual que esa ardiente sangre. Cada rincón de su sistema se siente amenazado por la fuerza de alguien más, de su némesis. Una lágrima se desprende de sus ojos, recorre el vasto campo de sus mejillas, dejando una estela húmeda de dolor en silencio. La gota parece suicidarse al término de sus andanzas bajo la barbilla de la pelirroja, saltando al vacío, rompiéndose en la tierra que se la traga cual bálsamo para el crudo otoño y sus sequías. Las manos crispadas en puños de Merlina se entierran en las profundidades de la tierra. La mirada de la pelirroja no puede encarar a la de Lucern, no cuando esta representa su perdición.
A lo lejos de su demacrado cuerpecillo la figura imponente del vampiro martiriza a una pequeña, que por el error del destino se convirtió en la carnada. Sus palabras viperinas se clavan en el corazón de la gitana cual dagas incandescentes. Él, únicamente él posee el poder suficiente para sobrevivir a la maldición que le sigue, un maldito vampiro que se ha ganado el repudio de la dama, el único personaje en toda su vida al que en verdad le desea la muerte, pese a que eso signifique su propio suicidio. Lucern que endiabladamente se ha adentrado en los pensamientos de Merlina, disfruta con su sufrimiento, las pupilas de sus ojos arden inapropiadamente en sed de venganza. Su vampirismo se ha tragado cualquier atisbo de humanidad en él y eso Merlina lo sabe perfectamente, pero una miserable humana sin la capacidad suficiente para detenerlo ¿Qué puede hacer?
Las voces en su cabeza desacreditan cualquier acción que a ella se le ocurra, parecen tener de su lado la poca cordura que a la humano le queda y es que la joven ha decidido encarar sus temores, jugar con fuego y pretender no quemarse. Es ese hirviente deseo por salvar la vida de una pequeña niña a la cual le ha dado una parte de su corazón ¡Maldita sea! Una fragilidad en sus huesos, una debilidad en su piel y la inestabilidad de su pensamiento, Merlina es tan… es que ella jamás podría, si no puede defenderse a si misma… ¿Cómo puede salvaguardar la de alguien más?
– No, ya no… - Susurra en respuesta a esas voces – Lucern ya no es parte de nuestra debilidad, pero yo sí soy parte de la suya… – Sus palabras se transportan en el viento cual susurro de ángeles en la cima del firmamento. Los movimientos que su cuerpo sigue no son específicamente dictados por su pensar, por el contrario esta luchando contra ellos, sintiendo fluir a través de sus sentidos ese coraje que le dará valor – Vamos maldito infeliz, soy yo y este cuerpo lo que más anhelas. Déjala ir y lo tendrás, envenénala con la muerte y te mataré… – Él tenía razón la pelirroja desvanecería el rostro de sufrimiento para abrirle paso a una sonrisa sadomasoquista en sus facciones, de soslayo alcanza a ver como su niña esta aterrada y como es que su llanto no hará caer en la condescendencia a un corazón tan pútrido y congelado como el de Lucern.
Un humano no es rápido es cierto, pero cuando los ojos del cazador se ocupan en una visión como la que Merlina mostraba ahora descubriendo un hombro e hiriendolo con una daga de plata guardada en su entrepierna, un humano es jodidamente veloz. Lo rojo escarlata de la herida emana de ella incitando depravadamente a ser succionada, más la mujer se adelanta a cualquier acción que pudiese ejecutar Lucern y lleva el filo de la daga hasta su boca, para lamer su propia herida, desatando así la locura y furia encerada de la fémina. Rompiendo las cadenas que atan su alter ego, es en ese instante, en el momento en que con lujuria rosa su lengua contra la daga y la hiere, que lanza el arma con fuerza hasta un árbol en las lejanías para clavarse en su tronco descubriendo la presencia de alguien más.
– Seas quien seas, ya sal de allí, apestas exactamente igual que él – Señala con un dedo despectivo a Lucern – ¡Hieden a muerte! – Merlina, ¡oh Merlina! No es un mortal común y corriente, tampoco destaca por ser extraordinaria, es una maldita gitana con veneno, pociones y bálsamos correr por sus venas, la morfina para algunos, la agonía de otros, es simplemente eso… Merlina.
Los poros de Merlina destilan el sudor caliente de su cuerpo, inundando el bosque con su especial aroma, un perfume tan desgraciado que embriaga a las bestias nocturnas sin excepción de ninguna. Ese líquido emanando de si, es el reflejo del miedo abismal que siente en su interior, recorriendo sus venas al igual que esa ardiente sangre. Cada rincón de su sistema se siente amenazado por la fuerza de alguien más, de su némesis. Una lágrima se desprende de sus ojos, recorre el vasto campo de sus mejillas, dejando una estela húmeda de dolor en silencio. La gota parece suicidarse al término de sus andanzas bajo la barbilla de la pelirroja, saltando al vacío, rompiéndose en la tierra que se la traga cual bálsamo para el crudo otoño y sus sequías. Las manos crispadas en puños de Merlina se entierran en las profundidades de la tierra. La mirada de la pelirroja no puede encarar a la de Lucern, no cuando esta representa su perdición.
A lo lejos de su demacrado cuerpecillo la figura imponente del vampiro martiriza a una pequeña, que por el error del destino se convirtió en la carnada. Sus palabras viperinas se clavan en el corazón de la gitana cual dagas incandescentes. Él, únicamente él posee el poder suficiente para sobrevivir a la maldición que le sigue, un maldito vampiro que se ha ganado el repudio de la dama, el único personaje en toda su vida al que en verdad le desea la muerte, pese a que eso signifique su propio suicidio. Lucern que endiabladamente se ha adentrado en los pensamientos de Merlina, disfruta con su sufrimiento, las pupilas de sus ojos arden inapropiadamente en sed de venganza. Su vampirismo se ha tragado cualquier atisbo de humanidad en él y eso Merlina lo sabe perfectamente, pero una miserable humana sin la capacidad suficiente para detenerlo ¿Qué puede hacer?
“No podemos Merlina, cualquier esfuerzo es en vano. Nuestra debilidad es…
¡NUESTRA DEBILIDAD ES ÉL!”
¡NUESTRA DEBILIDAD ES ÉL!”
Las voces en su cabeza desacreditan cualquier acción que a ella se le ocurra, parecen tener de su lado la poca cordura que a la humano le queda y es que la joven ha decidido encarar sus temores, jugar con fuego y pretender no quemarse. Es ese hirviente deseo por salvar la vida de una pequeña niña a la cual le ha dado una parte de su corazón ¡Maldita sea! Una fragilidad en sus huesos, una debilidad en su piel y la inestabilidad de su pensamiento, Merlina es tan… es que ella jamás podría, si no puede defenderse a si misma… ¿Cómo puede salvaguardar la de alguien más?
– No, ya no… - Susurra en respuesta a esas voces – Lucern ya no es parte de nuestra debilidad, pero yo sí soy parte de la suya… – Sus palabras se transportan en el viento cual susurro de ángeles en la cima del firmamento. Los movimientos que su cuerpo sigue no son específicamente dictados por su pensar, por el contrario esta luchando contra ellos, sintiendo fluir a través de sus sentidos ese coraje que le dará valor – Vamos maldito infeliz, soy yo y este cuerpo lo que más anhelas. Déjala ir y lo tendrás, envenénala con la muerte y te mataré… – Él tenía razón la pelirroja desvanecería el rostro de sufrimiento para abrirle paso a una sonrisa sadomasoquista en sus facciones, de soslayo alcanza a ver como su niña esta aterrada y como es que su llanto no hará caer en la condescendencia a un corazón tan pútrido y congelado como el de Lucern.
Un humano no es rápido es cierto, pero cuando los ojos del cazador se ocupan en una visión como la que Merlina mostraba ahora descubriendo un hombro e hiriendolo con una daga de plata guardada en su entrepierna, un humano es jodidamente veloz. Lo rojo escarlata de la herida emana de ella incitando depravadamente a ser succionada, más la mujer se adelanta a cualquier acción que pudiese ejecutar Lucern y lleva el filo de la daga hasta su boca, para lamer su propia herida, desatando así la locura y furia encerada de la fémina. Rompiendo las cadenas que atan su alter ego, es en ese instante, en el momento en que con lujuria rosa su lengua contra la daga y la hiere, que lanza el arma con fuerza hasta un árbol en las lejanías para clavarse en su tronco descubriendo la presencia de alguien más.
– Seas quien seas, ya sal de allí, apestas exactamente igual que él – Señala con un dedo despectivo a Lucern – ¡Hieden a muerte! – Merlina, ¡oh Merlina! No es un mortal común y corriente, tampoco destaca por ser extraordinaria, es una maldita gitana con veneno, pociones y bálsamos correr por sus venas, la morfina para algunos, la agonía de otros, es simplemente eso… Merlina.
Merlina Draven Bancroft- Gitano
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
Lucern siempre había creído que la luna resultaba ser su viajero del tiempo. La única que permanecía constante como su cuerpo atrapado en la de un joven veinteañero. ¡Sí! Un joven que buscaba diversión para salir del aburrimiento. Aquél mismo joven que se había visto atrapado en la seducción que había percibido hoy, a diestra y siniestra en la mirada de la dama que se entregaba al desenfreno, al descontrol, al mar de sensaciones que él, ¡o sí! Solo él le arrebataría esta y las noches que lo deseara. Ahora que el vampiro sabía donde encontrarle, sería imposible no atormentarle. – Deberías sentirte honrada. Cientos de mujeres desean estar en mi cama. La mirada de Lucern se transformaba, daba un completo giro al ser partícipe de la sangre que se adhería a la daga, esa sangre que le provocaba una sed infernal; misma que se arrastraba por su piel como una serpiente, esa misma serpiente que en las historias religiosas aseguraban se trataba del mismo Lucifer corrompiendo a la mujer. La niña que se había quedado atrapada en medio del juego, ahora estaba desmayada sobre la gruesa rama, gemía y se quejaba en medio de un sueño que atormentaba sus pensamientos; su cuerpo se estremecía y sudaba. El vampiro se emocionaba ante cada una de esas muestras de debilidad, pero sobre todo, al desembocado latir de su pequeño corazón... La pequeña ya no tenía escapatoria, Lucern la mataría y no dejaría debilidades tan absurdas para Merlina. Si él podía hacerse con ella, cualquier otro podría haber tenido la oportunidad que se había vuelto suya. Lucern recordó entonces a aquél que había estado en presencia de su gitana. Un tsunami arremetió contra él, mezclando los irrefrenables celos y esa maldita posesión que le acompañaba a todas partes. ¿De quién demonios se trataba?
Escuchó entonces como las ramas se agitaban, el sonido de un bestial gruñido. Sonrió. Su locura no conocía límites. La mirada del sediento vampiro le hizo regocijarse. La belleza de haberse alimentado antes, la belleza de mantener consigo a la niña, la belleza de... La belleza de su Merlina. Lucern se carcajeó. Una risa vigorosa que asustaba a cualquiera. La mirada hambrienta del vampiro no se alejaba de la herida que la gitana se había abierto. Esa sangre llena de veneno... Veneno para él... Aquella risa había arrebatado a la pequeña de los brazos de Morfeo, gritaba el nombre de su ángel, el mismo ángel de Lucern. – Mira lo que has traído contigo, Merlina. Su voz cargada de un cegador odio, se hizo escuchar por cada recóndito. – Un vampiro hambriento. Lucern había obtenido la atención del vampiro, su mirada se encontró con la de él, lo que le hizo estallar en risa de nuevo, ... hambriento y absurdo. Era claro que el vampiro no se había alimentado desde quien sabe cuando y estúpidamente, intentaba luchar contra el deseo que aguijoneaba su garganta, mismo deseo que su consciente ganaría sin importar la batalla que implementaba. Lucern mostró sus caninos. La idea de que otro se alimentara de su gitana, le hervía la sangre. – Aléjate. Amenazó y, tan rápido como un rayo, Lucern descendió del árbol, llevando consigo a la pequeña.
Todo pasó en el segundo en que el otro vampiro fue expuesto. Merlina parecía haber sucumbido a la locura y Lucern a los celos. – Tu debilidad por la pequeña nos iba a fundir, pero ahora que hay otro como yo cerca, no lo puedo permitir. Será un sacrificio, Merlina. Un sacrificio para lo que nos depara el futuro. Lucern descubrió el cuello de la pequeña. – Agradéceselo a él, o a ti que lo has descubierto. Sonrió torcidamente, el vampiro pagaría por haber jodido su plan. – No tendrás más debilidades después de esta noche, mi ferviente gitana. Si no era yo, como has expuesto, escupió, no lo será una corriente humana. Tan rápido como lo permitían sus habilidades, el cuello de la pequeña crujió...
Escuchó entonces como las ramas se agitaban, el sonido de un bestial gruñido. Sonrió. Su locura no conocía límites. La mirada del sediento vampiro le hizo regocijarse. La belleza de haberse alimentado antes, la belleza de mantener consigo a la niña, la belleza de... La belleza de su Merlina. Lucern se carcajeó. Una risa vigorosa que asustaba a cualquiera. La mirada hambrienta del vampiro no se alejaba de la herida que la gitana se había abierto. Esa sangre llena de veneno... Veneno para él... Aquella risa había arrebatado a la pequeña de los brazos de Morfeo, gritaba el nombre de su ángel, el mismo ángel de Lucern. – Mira lo que has traído contigo, Merlina. Su voz cargada de un cegador odio, se hizo escuchar por cada recóndito. – Un vampiro hambriento. Lucern había obtenido la atención del vampiro, su mirada se encontró con la de él, lo que le hizo estallar en risa de nuevo, ... hambriento y absurdo. Era claro que el vampiro no se había alimentado desde quien sabe cuando y estúpidamente, intentaba luchar contra el deseo que aguijoneaba su garganta, mismo deseo que su consciente ganaría sin importar la batalla que implementaba. Lucern mostró sus caninos. La idea de que otro se alimentara de su gitana, le hervía la sangre. – Aléjate. Amenazó y, tan rápido como un rayo, Lucern descendió del árbol, llevando consigo a la pequeña.
Todo pasó en el segundo en que el otro vampiro fue expuesto. Merlina parecía haber sucumbido a la locura y Lucern a los celos. – Tu debilidad por la pequeña nos iba a fundir, pero ahora que hay otro como yo cerca, no lo puedo permitir. Será un sacrificio, Merlina. Un sacrificio para lo que nos depara el futuro. Lucern descubrió el cuello de la pequeña. – Agradéceselo a él, o a ti que lo has descubierto. Sonrió torcidamente, el vampiro pagaría por haber jodido su plan. – No tendrás más debilidades después de esta noche, mi ferviente gitana. Si no era yo, como has expuesto, escupió, no lo será una corriente humana. Tan rápido como lo permitían sus habilidades, el cuello de la pequeña crujió...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
¿Aún no lo has entendido? Eres un vampiro. Cazar, atrapar, asesinar; no te hace distinto. El dolor en mi sien aumenta, miles de estacas perforando ese mismo punto... Embriágate con su sangre. ¡Reclámale! Tú le has encontrado primero. Mi garganta quema, amenaza... exige aquél sutil y enriquecedor veneno. Mírala. Es hermosa. Tú serás quien le de el último beso.... El beso de la muerte. El olor a sangre se intensifica, todo lo que puedo oler y ver es ella. Su mirada perdida, su cabello flotando... Bebe y no te detengas. Es mi demonio interno el que me ha llevado a un camino sin salida, es lo que estuvo buscando consciente o inconscientemente, al ir al encuentro de tantos humanos en medio de aquél festín entre gitanos. Lo sabía. Lo supe en cuanto miré a los ojos de la gitana. Esta noche estaba perdido. De nada sirve luchar. Son las cadenas con las que siempre cargarás, Darius. Aprende a vivir con ellas. Esa maldita voz aumenta, su eco me aturde y, cualquier pensamiento, cualquier oportunidad que el laberinto en mi cerebro ha creado, es atormentado... Es la voz de mi creador. Una voz que el tiempo se ha encargado de hundir... Como si se tratara de un túnel sin salida, la voz aumenta con cada segundo de las manecillas, cada tic tac revela algo nuevo. En medio de aquéllas voces, en medio de aquél reencuentro entre la humana y el vampiro, lo he descubierto...
Es la daga con la inicial de mis ancestros la que empuño con un único objetivo. Luchar contra la necesidad de sangre es absurdo, pelear contra el vampiro en este estado es aún más absurdo... Los latidos de la pequeña ya están contados. Están en medio de un juego. Un juego en el que no importan los cómos ni los qué. Yo lo he perdido todo. ¿Por qué habrían de importarme unas desconocidas? Mi mirada se centró en el vampiro que, seguro de sí, no escatimaba en mis habilidades. Un movimiento rápido y me encontraba ante la mujer de cabellos rojizos... Mis ojos se clavaron en los de ella. El segundo que duró, pude ver mi reflejo en sus pupilas, esa mirada hambrienta y firme de tomar de ella lo que quisiera, me sonreía; sonreía como nunca lo hacía, pero mis labios estaban sellados en una fina línea, imposible ceder a ese impulso... Merlina no estaba equivocada, era, al final de cuentas, igual que el vampiro que se encontraba con la pequeña. Siempre habría algo más fuerte que mis ideales, la sangre... no era la primera vez que ganaba y, desde luego, no sería la última vez. Mi maldición...
Sin embargo, no todas las piezas del puzle se habían movido, el corazón de la pequeña se apagó súbitamente y con ello, algo en el rostro sufrible de la gitana, hizo mella en mí. Las imágenes de mi pasado pasaron como estrellas fugaces, dejando una quemazón conforme desaparecían, trayendo las imágenes de la mujer que... ¡Maldición! Alejarme era la mejor opción. Antes de que la humana hiciera algo mas estúpido – el dolor siempre cegaba- mi mano arrebató la daga que contenía su sangre. Un segundo puede marcar la diferencia, un segundo y estaba frente aquél vampiro que se jactaba de haber asesinado a la pequeña. La daga perforó la palma de su mano cuando Lucern intentó defenderse, crucificándolo al tronco del árbol donde había estado hablando. Mi mano giró la empuñadura... una sonrisa sádica apareció en el rostro de aquél hombre. - Lento. Siseó. La sangre comenzó a emanar de mi cuello...
Es la daga con la inicial de mis ancestros la que empuño con un único objetivo. Luchar contra la necesidad de sangre es absurdo, pelear contra el vampiro en este estado es aún más absurdo... Los latidos de la pequeña ya están contados. Están en medio de un juego. Un juego en el que no importan los cómos ni los qué. Yo lo he perdido todo. ¿Por qué habrían de importarme unas desconocidas? Mi mirada se centró en el vampiro que, seguro de sí, no escatimaba en mis habilidades. Un movimiento rápido y me encontraba ante la mujer de cabellos rojizos... Mis ojos se clavaron en los de ella. El segundo que duró, pude ver mi reflejo en sus pupilas, esa mirada hambrienta y firme de tomar de ella lo que quisiera, me sonreía; sonreía como nunca lo hacía, pero mis labios estaban sellados en una fina línea, imposible ceder a ese impulso... Merlina no estaba equivocada, era, al final de cuentas, igual que el vampiro que se encontraba con la pequeña. Siempre habría algo más fuerte que mis ideales, la sangre... no era la primera vez que ganaba y, desde luego, no sería la última vez. Mi maldición...
Sin embargo, no todas las piezas del puzle se habían movido, el corazón de la pequeña se apagó súbitamente y con ello, algo en el rostro sufrible de la gitana, hizo mella en mí. Las imágenes de mi pasado pasaron como estrellas fugaces, dejando una quemazón conforme desaparecían, trayendo las imágenes de la mujer que... ¡Maldición! Alejarme era la mejor opción. Antes de que la humana hiciera algo mas estúpido – el dolor siempre cegaba- mi mano arrebató la daga que contenía su sangre. Un segundo puede marcar la diferencia, un segundo y estaba frente aquél vampiro que se jactaba de haber asesinado a la pequeña. La daga perforó la palma de su mano cuando Lucern intentó defenderse, crucificándolo al tronco del árbol donde había estado hablando. Mi mano giró la empuñadura... una sonrisa sádica apareció en el rostro de aquél hombre. - Lento. Siseó. La sangre comenzó a emanar de mi cuello...
Darius Argeneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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“Y Dios arrojo al demonio sobre la Tierra”
Su corazón late fuertemente, marca en su pecho las palpitaciones que quieren desbordase. Nadie dijo que enfrentar a la sombra del pasado sería fácil, mucho menos cuando es tu pasado el sinónimo de la perfección y un amor muy poco prudente. El aire que respira aún cuando es frío, tan gélido como el hielo o la piel de Lucern, le quema las vías respiratorias, arden… Su desprotegido cuerpo ante la presencia del rocío, se empapa perlando sus pálidos brazos, escarchando sus rojizos cabellos, el miedo se apodera de ella cuando los movimientos invisibles develan su peor y más letal pesadilla.
Sepultada, sepultaba bajo un millón de sensaciones se ha quedado la gitana petrificada ante la visión de su Merley asesinada. ¿Existe algo peor que perder a un hijo? Sí, el hecho de que el hombre queamas amaste lo matara, tan solo por su maldito desenfreno y egoísmo. Solo él, tenía que ser siempre él y en la mirada de la gitana la muerte aulló cual lobo hambriento en luna llena. Sin lágrimas en sus ojos, expresión en sus labios, simplemente el vacío en su pecho y la tortura en su alma, se dejo caer sobre las rodillas, mutilando las espinas bajo su cuerpo, estacando en su piel las ramas, agonizando por dentro al sentir que su corazón es un alfiletero y Lucern quien lentamente clava estos en una tortuosa diversión implícita. Pálida, más que la luna misma, su piel se ha quedado sin color, miles de fragmentos se escuchan en su silencio, es el frágil cristal de su vida desquebrajándose… Baja la mirada al suelo, hasta sus voces han callado, el luto se tiñe de negro, un negro que augura la furia del cielo. – ¡Nooooooooo! – Ahoga un grito agónico y golpea a la tierra, es tan fuerte el arrebato de su cuerpo que los nudillos de sus manos comienzan a sangrar. Su respiración se acelera y hace que sus costillas bailen una danza irresistible, el vaivén de sus pechos es jodidamente adictivo, el escuchar los latidos de su corazón, el ver el pulso en sus venas, oler el perfume de su sangre… Ella es fatal.
Y el firmamento nocturno reclama el sacrificio de un alma inocente, el rugir de las nubes en lo alto estremece la tierra, esta germina un odio insoportable en el interior de la gitana quien se pone de pie, crispando sus manos en puños. En su mirada no exista más nada que la venganza descrita en lo profundo de sus pupilas. El viento azota contra su cuerpo, hojas secas revolotean a su alrededor, los cuervos huyen de allí, las serpientes se retuercen bajo sus pies descalzos, las alimañas beben de la sangre que ha derramado. Camina cual dios sobre la penumbra, se aproxima hasta el cadáver de su pequeña amiga y se acuclilla ante ella, limpia la sangre que aún se encuentra derramada sobre su cuello con su dedo índice para después lamerlo, es un veneno que esta dispuesta a probar si así logra su objetivo. – Perdóname… Prometí no matar a nadie más, pero no puedo cumplirlo – Deposita un cálido beso, en su frente. Un beso que termino con cualquier atisbo de sentimientos en Merlina ¿Quién es ahora?
– Asertivo hasta la muerte ¿Cierto Lucern? Pero te equivocaste… – Comienza a musitar, caminando al encuentro de esos dos vampiros, es inevitable para esta criatura camuflada de gitana, sentir un fuerte resentimiento a ambos, uno termino con la vida de Kavi y el otro… La obscuridad cubría el rostro de la dama que lentamente fue apreciado por los demás, es aterradora la imagen que devela ante el zigzagueo de un relámpago, el rojo no solo tiñe su larga cabellera, hay en su rostro heridas que pintan de carmín su piel albina ¿Qué te paso Merlina? Para opacar su agonía con el dolor físico la dama se araño la cara y seis yagas ensangrentadas han hecho de su belleza algo lejano. – Nunca te detienes a pensar, lo cual es para tu desgracia la razón de todos tus males – Un par de pasos más, llega hasta el lugar de la crucifixión. Sus ojos se detienen en la herida que posee el desconocido, una mueca de satisfacción cubre sus labios solo para perderse después al mirar a quien alguna vez fue su amado – E..res… un… im..bé…cil… - Separa en sílabas la frase encarando a Lucern, no le importa el dolor que puede o no sentir en su cuerpo, total esa fémina ya no es la gitana que el vampiro torturo, Merlina murió en el instante en que Merley perdió la vida.
Sus manos sin previo aviso se colocan sobre los hombros de Lucern, provocando, seduciendo. Lo gélido en su corazón se observa a simple vista cuando ignora todo, es el infierno cuando a esa mujer no se le pueden escrutar los pensamientos o sus acciones, cuerda ya es una tortura intentar descifrar el código de su mente, ahora es simplemente imposible - ¿Alguna vez te tomaste la libertad para pensar por que Merlina te dejo? ¿Si quiera idealizaste una estúpida hipótesis de sus motivos? ¿En verdad la conocías lo suficiente? – Como por arte de magia su cuerpo se interpone entre los Cainitas dando la espalda al desconocido, enfrentando sus temores con Lucern – Siempre fuiste su debilidad más idiota… y no sabes cuanto la odie por ello pero ahora – Un calor desesperante emana de su cuerpo, esa parte de Merlina puede controlar a la perfección el poder de su aura, su energía y la saca al exterior, quemando parte del pétreo pecho del Nosferatu – ya no tiene debilidades, conseguiste que te ODIARA y me ha concedido el permiso para matarte – Se aproxima peligrosamente a sus labios, su aliento choca contra los de él; una carcajada socarrona enloquece al silencio, lo besa – ¡Puagh! Definitivamente Merlina ya NO TE AMA -
Sepultada, sepultaba bajo un millón de sensaciones se ha quedado la gitana petrificada ante la visión de su Merley asesinada. ¿Existe algo peor que perder a un hijo? Sí, el hecho de que el hombre que
Y el firmamento nocturno reclama el sacrificio de un alma inocente, el rugir de las nubes en lo alto estremece la tierra, esta germina un odio insoportable en el interior de la gitana quien se pone de pie, crispando sus manos en puños. En su mirada no exista más nada que la venganza descrita en lo profundo de sus pupilas. El viento azota contra su cuerpo, hojas secas revolotean a su alrededor, los cuervos huyen de allí, las serpientes se retuercen bajo sus pies descalzos, las alimañas beben de la sangre que ha derramado. Camina cual dios sobre la penumbra, se aproxima hasta el cadáver de su pequeña amiga y se acuclilla ante ella, limpia la sangre que aún se encuentra derramada sobre su cuello con su dedo índice para después lamerlo, es un veneno que esta dispuesta a probar si así logra su objetivo. – Perdóname… Prometí no matar a nadie más, pero no puedo cumplirlo – Deposita un cálido beso, en su frente. Un beso que termino con cualquier atisbo de sentimientos en Merlina ¿Quién es ahora?
– Asertivo hasta la muerte ¿Cierto Lucern? Pero te equivocaste… – Comienza a musitar, caminando al encuentro de esos dos vampiros, es inevitable para esta criatura camuflada de gitana, sentir un fuerte resentimiento a ambos, uno termino con la vida de Kavi y el otro… La obscuridad cubría el rostro de la dama que lentamente fue apreciado por los demás, es aterradora la imagen que devela ante el zigzagueo de un relámpago, el rojo no solo tiñe su larga cabellera, hay en su rostro heridas que pintan de carmín su piel albina ¿Qué te paso Merlina? Para opacar su agonía con el dolor físico la dama se araño la cara y seis yagas ensangrentadas han hecho de su belleza algo lejano. – Nunca te detienes a pensar, lo cual es para tu desgracia la razón de todos tus males – Un par de pasos más, llega hasta el lugar de la crucifixión. Sus ojos se detienen en la herida que posee el desconocido, una mueca de satisfacción cubre sus labios solo para perderse después al mirar a quien alguna vez fue su amado – E..res… un… im..bé…cil… - Separa en sílabas la frase encarando a Lucern, no le importa el dolor que puede o no sentir en su cuerpo, total esa fémina ya no es la gitana que el vampiro torturo, Merlina murió en el instante en que Merley perdió la vida.
Sus manos sin previo aviso se colocan sobre los hombros de Lucern, provocando, seduciendo. Lo gélido en su corazón se observa a simple vista cuando ignora todo, es el infierno cuando a esa mujer no se le pueden escrutar los pensamientos o sus acciones, cuerda ya es una tortura intentar descifrar el código de su mente, ahora es simplemente imposible - ¿Alguna vez te tomaste la libertad para pensar por que Merlina te dejo? ¿Si quiera idealizaste una estúpida hipótesis de sus motivos? ¿En verdad la conocías lo suficiente? – Como por arte de magia su cuerpo se interpone entre los Cainitas dando la espalda al desconocido, enfrentando sus temores con Lucern – Siempre fuiste su debilidad más idiota… y no sabes cuanto la odie por ello pero ahora – Un calor desesperante emana de su cuerpo, esa parte de Merlina puede controlar a la perfección el poder de su aura, su energía y la saca al exterior, quemando parte del pétreo pecho del Nosferatu – ya no tiene debilidades, conseguiste que te ODIARA y me ha concedido el permiso para matarte – Se aproxima peligrosamente a sus labios, su aliento choca contra los de él; una carcajada socarrona enloquece al silencio, lo besa – ¡Puagh! Definitivamente Merlina ya NO TE AMA -
Merlina Draven Bancroft- Gitano
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
Los sentimientos de Merlina no pueden arrebatar esa fiebre de ver correr la sangre del imbécil que se inmiscuye en un encuentro donde no pertenece. Lucern ha sucumbido a ese deseo, no piensa con claridad ni le importa hacerlo, su gitana puede esperar, pero no la venganza que se lee en su mirar. Ha estado esperando por esto y nada arruinará ese momento. Nada ha cambiado en ella, nada ha cambiado en él; sus palabras no pueden herir ni apuñalar, esa revitalizadora adrenalina que no puede bombear la sangre que corre por sus venas hasta un corazón que ha dejado de latir centurias atrás. Escucha mas no deja de pensar en lo que hará, su plan fue frustrado y él no se quedará mirando cómo se va su oportunidad. Ciego y preso de lo que mas anhela, se ha deshecho de las ataduras de Merlina hacia cualquier otro ser que no le implique a él. El dolor en su mano le hace gruñir excitado conforme observa cómo la daga que él empuñó un segundo antes de que el vampiro se le acercara, ha cortado una de las venas, haciendo emanar mucha sangre de ella. Un vampiro débil, eso es lo que eres. Regresa cuando puedas jugar y salir ileso. Se burla, se carcajea y regodea; sin dejar de observar de cerca los movimientos de quien se lleva toda su devoción en esos momentos. Intenta zafarse sin hacer uso de su mano libre, pero ese único intento le ha provocado un significativo siseo. El maldito siempre sí sabe hacer su trabajo. Le ha perforado finamente... Eleva su mano con el objetivo de liberarse del tronco de aquél árbol que succiona su sangre, pero la voz de su gitana le detiene. No. Esta vez no es su Merlina quien habla, son esos demonios que se meten en su mente y juegan a gobernar su cuerpo en situaciones donde ella no puede hacerlo. No tengo tiempo para ti. Trae a Merlina de vuelta. Arañazos... Su perfecto y añorado rostro ahora está marcado. Ese es el estímulo suficiente para permitirle a su mano ser liberada, pero es ese contacto, el sentir ese calor que transmite su ser lo que le mantiene ahí, con la mirada perdida en sus labios.
...por que Merlina te dejo... ¿Estaba hablando en serio? Él se había hecho esa pregunta noche tras noche. ¡Maldición! Lucern Ralph jamás se había sentido tan idiota como aquél día en que ella se había marchado. Él le había dado todo lo que poseía. No solo lo que poseía. Él se había transformado para agradarle, él... No. Si recordaba, el odio que apenas podría controlar le desequilibraría por completo, olvidaría con quién se estaba viendo y solo sería él y el maldito coraje que le dejaba su cuerpo lo que se quedaría con ella esta noche. Una media sonrisa irónica se postró en sus labios. La cercanía de su cuerpo le quemaba, le llamaba... Una media sonrisa que murió en cuanto los labios de su gitana sellaron los suyos. Él respondió, no podía negarse a probarle aún a sabiendas de que no era ella quien le besaba... Merlina se había refugiado y él comenzaba a odiarle también por eso. Había hecho todo el viaje para estar de nuevo a su lado y, en cambio, ella solo tenía ojos para él cuando miraba a su víctima entre sus brazos. La ira se llevó también su poca cordura, su paciencia fue aplastada por la aversión que sentía mientras el demonio ponía en los labios de su gitana esas estúpidas palabras. Su debilidad más idiota... cada palabra creaba un eco ensordecedor que obstruía sus pensamientos. Conseguiste que te odiara... Merlina no tenía ese derecho. Ella no podía odiarle. Los papeles no se invertirían como si se tratara de una obra de teatro en la que existen suplentes y conocen los diálogos. El único con ese derecho era ÉL después de lo que había pasado. ¿Qué eres? El maldito mensajero... Gruñó. Empuñando la daga de la que se había liberado. Su herida no se cerraba, lo cual era extraño, pero no le importaba. Sonrió y una idea se plantó en su cabeza. Los ojos de Merlina fundían los suyos. Las delgadas líneas en su rostro no podían opacar la belleza que en ella encontraba. Todo en ella era... Merlina Draven, no unos jodidos demonios. Puedo vivir sin ello, pero no sin ella. Farfulló. Lo cual no era completamente cierto. Si ella le amaba, él necesitaba que siguiera haciéndolo. ¿Por qué? Esa era una pregunta que no respondería ahora y, quizás nunca; pero lo que sí sabía era que Lucern jamás perdía. Las victorias siempre tenían su nombre tatuado.
Empuñó la daga y deslizó la hoja por la mejilla de Merlina. Tráele... de... vuelta... Tráele y deja que el honor sea de ella. El sabor de su aliento aún estaba impreso en su boca. Odio no es todo lo que por mí sientes, Merlina. Su boca se acercó a su oído, susurrando las palabras que llegarían hasta ella de cualquier modo. Mírame. No ves que te aborrezco tanto como te amo. Finge todo lo que quieras, ódiame por ser una bestia, pero recuerda que no siempre lo fui a tu lado. No tuvo tiempo para continuar con las palabras, el vampiro estaba de nuevo empuñando una de sus dagas, ¿es que nunca se rendía? Rendirse sería más inteligente... Habló para el desconocido que sobraba en esa diatriba... Su boca se torció y supo entonces lo que le haría, el cazador llevaría por siempre una marca como recordatorio del insulto que significaba su presencia, de lo que nunca debió haber hecho, meterse entre ellos... En esto me has convertido. En un monstruo que solo buscaba tu compañía... Dio un paso atrás, con su mirada fija en el vampiro. Esto es entre tú y yo, Merlina. Harías bien en aceptarlo. Terceros salen sobrando...
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
No podía sentir dolor cuando todo lo que cargaba conmigo era el odio que había acumulado año tras año. Dolor, ira, rencor... Era todo cuanto conocía y una herida más no marcaría ningún daño. Mis dedos palparon la arteria que había sido afectada. La sangre mojaba la camisa que vestía, no podía diferenciarse, el color negro no lo permitía... pero era ese denigrante olor el que lo delataba. Ahí estaba. No existía sutileza en la belleza de ese aroma. Mi vista bailaba ante lo que mi mano mostraba y mi lengua pronto gozó incontrolable y desenfrenadamente de cada infernal gota. Levántate. No me avergüences. Esa maldita voz no se callaba. Siempre constante, acechando y atacando, saboreando y avivando la locura que me brindaba en cada momento intenso. Mátalos. Susurraba. Mátalos. Ordenaba. Mátalos. Se carcajeaba. Tenía que ser él, ese malnacido que había terminado con toda mi vida, dejándome sumido en la miseria, en ese laberinto donde cazar había sido la única salida. Mi vía de escape... ¿No me estás escuchando? Destrúyelo. Haz que se trague cada una de sus palabras. - Lo haré, pero no porque me lo pides. La respuesta fue automática e instante después, comprendí la estupidez que estaba haciendo. No era la primera vez que le respondía a esa voz. Pero como las veces anteriores, hacerle caso era aseverar su existencia, era... convertirme en un demente. Peor, era esclarecer y darle una victoria que no estaba destinada. No. No tenía porqué ceder. Ser un vampiro no había sido mi elección pero, no más, las demás decisiones siempre serían mías no las de alguien más; mucho menos la de una estúpida voz que hurgaba en mi mente.
Escucha, Darius. Ella es para él lo que tú nunca tendrás. Quieres lastimarlo, juega con ella. Me gustaba. Algo en la mujer de cabellos rojizos y su mirada me había tocado. Extraño... Así me había hecho sentir cuando había negado con su cabeza. Su mirada desesperada y el reflejo que en su iris encontraba... Pero si algo había aprendido era a no desear todo lo que me había sido arrebatado. El amor, en cualquiera de sus fases, destruía. Yo mejor que nadie lo sabía. El pasado regresaba y me lo recordaba. “Amigo de la soledad, enemigo del tiempo... Todos te apuñalan en su momento.” ¿Por qué te martirizas? Después de esta noche no volverás a verla. Mi mente y yo, por fin estábamos de acuerdo. Ignoré cada hilo de pensamiento que nadaba en ese mar de locura. Sentir el frío de la empuñadura me devolvía la cordura. Si me había extrañado la voz de Merlina, eso no fue nada en comparación a lo que escuchaba... Una humana y un vampiro, eso era lo mas absurdo que había oído. Ella lo había amado. Fue un golpe que no entendí. Sentí envidia... De él, de ellos... Los pensamientos que cruzaban por sus mentes era inevitable no leerlos. Los de él gritaban su nombre, los de ella... Me fue imposible continuar en cuanto él se dirigió a mí. La herida en mi cuello comenzaba a ceder, pero la debilidad, la sed que sentía fastidiaba cualquier plan que mi mente trazaba. Pelear es destreza. Avancé, aunque no necesité dar más de dos pasos, en un segundo, él se encontraba ante mí, con esa sonrisa cínica que desaparecería a golpes.
Luché con todo lo que poseía en esos momentos. Los movimientos apenas serían visibles para el ojo humano. El aire entre nosotros quemaba. Su risa me fastidiaba... Un paso en falso, eso era todo cuanto necesitaba. ¿Quién iba a decir que sería ella la que le haría perder el control? Esa era la distracción que esperaba. Tiré a Lucern contra el suelo, golpeando su cabeza contra la dura tierra. Una, dos veces... El sonido que producía invitaba al loco... A ella. A ella. Mi mirada buscó la de la humana. Esos ojos que penetraban y que no me decían nada. Pero no podía solo dejar al vampiro, la maldita daga que perforaría su corazón se encontraba cerca de la gitana. Se me había caído en cuanto habíamos estado forcejeando y ahora... – No cabe duda, eres mi perdición Merlina. La voz de Lucern me hizo girar el rostro hacia él, pero aquél movimiento era el que, obviamente, había estado esperando. No había visto lo que empuñaba, no fue necesario, un dolor intenso se abrió paso desde la sien hasta mi ojo izquierdo. Esta vez, fue imposible ocultar el dolor... Las posiciones se invirtieron, ahora era él el que se encontraba sobre mí, la sangre emanaba de la herida. – Tienes que atacar donde no se pueda regenerar. No obstante, la hoja de su daga – mi daga – fue deslizaba sobre mi rostro, terminando en... Sí. El punto exacto para terminar con los vampiros. Mi corazón muerto... – Sin él estorbando, podremos jugar tranquilamente, mi gitana.
Escucha, Darius. Ella es para él lo que tú nunca tendrás. Quieres lastimarlo, juega con ella. Me gustaba. Algo en la mujer de cabellos rojizos y su mirada me había tocado. Extraño... Así me había hecho sentir cuando había negado con su cabeza. Su mirada desesperada y el reflejo que en su iris encontraba... Pero si algo había aprendido era a no desear todo lo que me había sido arrebatado. El amor, en cualquiera de sus fases, destruía. Yo mejor que nadie lo sabía. El pasado regresaba y me lo recordaba. “Amigo de la soledad, enemigo del tiempo... Todos te apuñalan en su momento.” ¿Por qué te martirizas? Después de esta noche no volverás a verla. Mi mente y yo, por fin estábamos de acuerdo. Ignoré cada hilo de pensamiento que nadaba en ese mar de locura. Sentir el frío de la empuñadura me devolvía la cordura. Si me había extrañado la voz de Merlina, eso no fue nada en comparación a lo que escuchaba... Una humana y un vampiro, eso era lo mas absurdo que había oído. Ella lo había amado. Fue un golpe que no entendí. Sentí envidia... De él, de ellos... Los pensamientos que cruzaban por sus mentes era inevitable no leerlos. Los de él gritaban su nombre, los de ella... Me fue imposible continuar en cuanto él se dirigió a mí. La herida en mi cuello comenzaba a ceder, pero la debilidad, la sed que sentía fastidiaba cualquier plan que mi mente trazaba. Pelear es destreza. Avancé, aunque no necesité dar más de dos pasos, en un segundo, él se encontraba ante mí, con esa sonrisa cínica que desaparecería a golpes.
Luché con todo lo que poseía en esos momentos. Los movimientos apenas serían visibles para el ojo humano. El aire entre nosotros quemaba. Su risa me fastidiaba... Un paso en falso, eso era todo cuanto necesitaba. ¿Quién iba a decir que sería ella la que le haría perder el control? Esa era la distracción que esperaba. Tiré a Lucern contra el suelo, golpeando su cabeza contra la dura tierra. Una, dos veces... El sonido que producía invitaba al loco... A ella. A ella. Mi mirada buscó la de la humana. Esos ojos que penetraban y que no me decían nada. Pero no podía solo dejar al vampiro, la maldita daga que perforaría su corazón se encontraba cerca de la gitana. Se me había caído en cuanto habíamos estado forcejeando y ahora... – No cabe duda, eres mi perdición Merlina. La voz de Lucern me hizo girar el rostro hacia él, pero aquél movimiento era el que, obviamente, había estado esperando. No había visto lo que empuñaba, no fue necesario, un dolor intenso se abrió paso desde la sien hasta mi ojo izquierdo. Esta vez, fue imposible ocultar el dolor... Las posiciones se invirtieron, ahora era él el que se encontraba sobre mí, la sangre emanaba de la herida. – Tienes que atacar donde no se pueda regenerar. No obstante, la hoja de su daga – mi daga – fue deslizaba sobre mi rostro, terminando en... Sí. El punto exacto para terminar con los vampiros. Mi corazón muerto... – Sin él estorbando, podremos jugar tranquilamente, mi gitana.
Darius Argeneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
"Entre la vida y la muerte."
Se dice que cuando una persona esta a punto de morir, observa con lujo de detalle todo lo que aconteció en su vida. Es congelar el último suspiro, el último segundo en el que nuestro corazón latirá y nuestros pulmones se ahogarán en el aire; resumir años de trabajo, días de felicidad y horas de tristeza en un renglón. Recapacitar… Dicen que al final del túnel siempre se verá una luz, llena de esperanza, tan pacifica que no existe el dolor, la pena, solo una enorme tranquilidad y paz. Lástima que únicamente sea alcanzable para el alma que nunca fue corrompida en la tierra, para los de más se espera algo increíblemente aterrador.
Merlina no estaba muerta, su corazón aún galopaba fuertemente con el terror inundado sus pupilas, inhalando y exhalando el frío aire que hacía arder su garganta. Congelada, sin poder observar, sin poder realizar un movimiento. Inerte esta a punto de estallar, esas imágenes arremolinadas dentro de su cabeza, le están enloqueciendo. Mutan en odio, en amor, en deseo, en lujuria, en resentimiento, en desprecio… Rápido, constantemente cambian de rumbo, no puede detenerlas, son como explosiones que quieren atormentarla en el momento menos indicado, en el lugar menos preciso. Sus manos en la cabeza, halando de su colorido cabello, desesperante y fiera así se muestra ante quien le mira. Grita, ruge, brama, golpea el tronco más cercano, se deja caer de rodillas al suelo, sepulta sus manos entre la tierra. Carraspea y llora. Una vorágine se desliza a través de sus sentidos violenta. Es el recuerdo de lo que más anhelaba, la nostalgia que mudo al rincón más sombrío tras su partida, el sueño que perdido murió ahogado por la indiferencia. ¡Maldita sea! Él tenía razón, no siempre fue una bestia y a su lado Merlina jamás sufrió pena alguna, no puede ganarle la guerra a algo que es inevitable ¡Aún lo ama! La cólera se instala nuevamente en su ser, grita… Grita con todas sus fuerzas tratando de silenciar esa maldita voz que vive dentro de ella, que envenena sus sentidos ¡No puede huir de lo que ama! Alterada busca refugio bajo las sombras, en medio de la penumbra. Ignora la batalla que en su nombre, quizá se ha generado, solo puede ver lo que su atormentada cabeza le muestra en la terrible visión. ¡Esta ciega!
Su antifaz se quiebra. Esta desnuda ante las ideas que han emergido en su mente, en su conciencia. Había llegado el momento en que por vez primera escuchará lo que sus demonios le advertían, lo que ella en verdad quería. Calla al mundo con un solo dedo y se enfrasca en su ser, ensimismándose en sus pensamientos, débil, cegada, enferma, demente… Se pone de pie, dirigiendo su cuerpo hasta un punto vacío en aquel bosque. Justo en el momento en que ella se detiene caen a un costado los cuerpos vampíricos. Les mira con desdén, no emite ni una sola señal de emoción, una piedra demostraría más sentimientos que Merlina en este momento. Observa la escena como quien viera una función de circo, una obra de teatro, algún arlequín en medio de la plaza, un burdo espectáculo. La gitana sabía que para el desconocido era la muerte jugar de esa manera con Lucern. Aspiro la sangre que emanaba del inmortal, perfume tortuoso, ligeramente añejo, en ese efluvio aún quedaban vestigios de una humanidad cercana; su dulce olor choco contra sus fosas nasales, envolviéndola en nuevas imágenes. Analizando cada detalle, cada figurilla que en las sombras tomaba forma, al fin sonríe. Se recuesta a su lado, clava sus ambarinos ojos en la mirada que su vampiro le regalaba al extraño. Las manos de la fémina cubrieron las heladas muñecas de él, sosteniendo juntos la daga. – Déjalo… - Susurra. Se aferra más esas gélidas manos, sin evitar que su cuerpo se aproxime cada vez más a ambos cuerpos, es un estúpido humano en medio de una batalla entre dos seres de fuerza extraordinaria. Puede morir y lo sabe. Es su segundo de vida, justamente el reglón en que se ha reducido toda su existencia. – Él tiene derecho de reclamarme Lucern, por que fue mi sangre quien le arrastro hasta las cercanías del circo – La mano de la gitana más cercana a Darius se coloca frente a sus labios – Esta sediento, déjalo beber… - Sin miramientos hace que los caninos del vampiro rasguen la piel de su muñeca. Brota su carmín joya, envenena la comisura de sus labios y Merlina solo sonríe – ¡No te muevas! – Le ordena a Lucern – Si lo haces esta daga se clavará en tu corazón – Sí, ese vampiro había acertado, ella era su perdición, tanto así que nunca se dio cuenta que la gitana había girado el arma con el filo apuntando contra su pecho. Ella estaba decidida a terminar la historia de una buena vez. Herir los sueños de Lucern, enjaular sus propios sentimientos, arrancarse del alma todos sus recuerdos, sacrificar su corazón…
Merlina no estaba muerta, su corazón aún galopaba fuertemente con el terror inundado sus pupilas, inhalando y exhalando el frío aire que hacía arder su garganta. Congelada, sin poder observar, sin poder realizar un movimiento. Inerte esta a punto de estallar, esas imágenes arremolinadas dentro de su cabeza, le están enloqueciendo. Mutan en odio, en amor, en deseo, en lujuria, en resentimiento, en desprecio… Rápido, constantemente cambian de rumbo, no puede detenerlas, son como explosiones que quieren atormentarla en el momento menos indicado, en el lugar menos preciso. Sus manos en la cabeza, halando de su colorido cabello, desesperante y fiera así se muestra ante quien le mira. Grita, ruge, brama, golpea el tronco más cercano, se deja caer de rodillas al suelo, sepulta sus manos entre la tierra. Carraspea y llora. Una vorágine se desliza a través de sus sentidos violenta. Es el recuerdo de lo que más anhelaba, la nostalgia que mudo al rincón más sombrío tras su partida, el sueño que perdido murió ahogado por la indiferencia. ¡Maldita sea! Él tenía razón, no siempre fue una bestia y a su lado Merlina jamás sufrió pena alguna, no puede ganarle la guerra a algo que es inevitable ¡Aún lo ama! La cólera se instala nuevamente en su ser, grita… Grita con todas sus fuerzas tratando de silenciar esa maldita voz que vive dentro de ella, que envenena sus sentidos ¡No puede huir de lo que ama! Alterada busca refugio bajo las sombras, en medio de la penumbra. Ignora la batalla que en su nombre, quizá se ha generado, solo puede ver lo que su atormentada cabeza le muestra en la terrible visión. ¡Esta ciega!
Su antifaz se quiebra. Esta desnuda ante las ideas que han emergido en su mente, en su conciencia. Había llegado el momento en que por vez primera escuchará lo que sus demonios le advertían, lo que ella en verdad quería. Calla al mundo con un solo dedo y se enfrasca en su ser, ensimismándose en sus pensamientos, débil, cegada, enferma, demente… Se pone de pie, dirigiendo su cuerpo hasta un punto vacío en aquel bosque. Justo en el momento en que ella se detiene caen a un costado los cuerpos vampíricos. Les mira con desdén, no emite ni una sola señal de emoción, una piedra demostraría más sentimientos que Merlina en este momento. Observa la escena como quien viera una función de circo, una obra de teatro, algún arlequín en medio de la plaza, un burdo espectáculo. La gitana sabía que para el desconocido era la muerte jugar de esa manera con Lucern. Aspiro la sangre que emanaba del inmortal, perfume tortuoso, ligeramente añejo, en ese efluvio aún quedaban vestigios de una humanidad cercana; su dulce olor choco contra sus fosas nasales, envolviéndola en nuevas imágenes. Analizando cada detalle, cada figurilla que en las sombras tomaba forma, al fin sonríe. Se recuesta a su lado, clava sus ambarinos ojos en la mirada que su vampiro le regalaba al extraño. Las manos de la fémina cubrieron las heladas muñecas de él, sosteniendo juntos la daga. – Déjalo… - Susurra. Se aferra más esas gélidas manos, sin evitar que su cuerpo se aproxime cada vez más a ambos cuerpos, es un estúpido humano en medio de una batalla entre dos seres de fuerza extraordinaria. Puede morir y lo sabe. Es su segundo de vida, justamente el reglón en que se ha reducido toda su existencia. – Él tiene derecho de reclamarme Lucern, por que fue mi sangre quien le arrastro hasta las cercanías del circo – La mano de la gitana más cercana a Darius se coloca frente a sus labios – Esta sediento, déjalo beber… - Sin miramientos hace que los caninos del vampiro rasguen la piel de su muñeca. Brota su carmín joya, envenena la comisura de sus labios y Merlina solo sonríe – ¡No te muevas! – Le ordena a Lucern – Si lo haces esta daga se clavará en tu corazón – Sí, ese vampiro había acertado, ella era su perdición, tanto así que nunca se dio cuenta que la gitana había girado el arma con el filo apuntando contra su pecho. Ella estaba decidida a terminar la historia de una buena vez. Herir los sueños de Lucern, enjaular sus propios sentimientos, arrancarse del alma todos sus recuerdos, sacrificar su corazón…
Rojo=Merlina
Blanco=Gaia
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Merlina Draven Bancroft- Gitano
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
Cuando te encuentras por primera vez con una persona... ¿Qué es lo que ves? ¿Su belleza? ¿La mirada profunda que te otorga? ¿Los labios que se curvan en una mueca o una sonrisa sincera? O... ¿la forma en que su frente se arruga buscando una frase trillada? Si le cuestionas a Lucern lo que vio cuando se encontró con Merlina Draven, te diría que no a todas esas preguntas. La belleza que cautiva, la mirada que atrapa, los labios que seducen, el contorneo que embrutece... Merlina englobaba dentro de sí, eso y mucho más... Era como la mina que pisabas en un campo de batalla y te hacía explotar... A diferencia de ésta, era una vorágine de deseo mezclado con un profundo anhelo de saberse aceptado por la humana que parecía encontrarse a su merced y no se preocupaba por ello. ¿Qué había dicho ella? La maldición que cargaba le hacía mantenerse alejada del mundo y de los demás, nadie entraba en su círculo y Lucern, intrigado, tontamente atrapado, se dejó llevar. Aquél encuentro no podía solo catalogarse como uno inusual... porque en cuanto él se había alejado, supo que tendría que volver a verle para quitarse esa maldita ansiedad... El vampiro podía recordar cada conversación que había llevado a cabo bajo el manto estelar, incluso aquél beso que le había robado con intención de continuar. Ella le aceptaba, sabía que era un inmortal que bebía sangre para subsistir, pero que jamás conoció esa faceta con la cual nunca se mostraba ante ella, el asesino que era por naturaleza...
Los ojos de Lucern no se apartaban de la mirada del cazador, la herida que la hoja había dejado en su ojo izquierdo era la primera pieza del rompecabezas que armaba en su mente con todo ese odio que crecía por saber que él, ese maldito, había irrumpido en el encuentro con su gitana, desquebrajado esa oportunidad que había encontrado con la pequeña que ahora yacía muerta. Sí. Su corazón era todo cuanto iba a perforar. La cara de un maniático no podía ser igualaba con la locura que abrazaba a Lucern en ese instante. Locura... ¿era eso lo que le abrazaba realmente? Entonces... ¿qué demonios es lo que le abrazó en cuanto observó a Merlina ofreciendo sangre a su enemigo? ¿Realmente había odiado a Merlina antes de eso? Eres un maldito Lucern. No puedes solo fingir que la odias, pero ahora... ahora no necesitas recurrir a esa jodida actuación. Cada palabra de Merlina era tan letal como la daga que ahora ella empuñaba. La traición era la única cosa que jamás, jamás perdonaba. Y ella... ella ya había hecho su elección. Gruñó enojado, la bestia de la que ella había huido, consciente o inconscientemente, había, finalmente; aparecido. Se carcajeó. Ira y rencor, ¿incredulidad? Quizás... – Darle tu sangre no hará ninguna diferencia. Lo único que conseguirás es que pueda defenderse solo un poco mas. Pero Lucern no podía solo obedecer, no cuando estaba cegado por la cólera de saber que ella le estaba desafiando. – Un muerto de hambre, eso es lo que es. El cazador se encontraba aferrado a su muñeca, aplacando su sed. – Lo mataré Merlina. Juro que lo mataré. Si no esta noche, la próxima.
Lucern acercó la daga aún más a su pecho, saboreando como la punta filosa hundía su camisa, creando una pequeña incisión sobre su piel. – Y no será ninguna muerte piadosa, así que, mátame ahora si eso es lo que pretendes evitar. ¡Mírame maldición! Quiero ver cómo disfrutas perforando mi pecho. Lucern no era la clase de persona que se quedaría a esperar, carecía de paciencia y el cazador parecía haber recuperado sus fuerzas... – Me dejaste por nada. Sus ojos se clavaron en los de la gitana. – Somos iguales, yo jamás podría lastimarte. Lucern tiró la daga a un lado, el sonido del metal ni siquiera pudo escucharse sobre el latir del corazón de su humana. - Ahora sé donde encontrarte. El vampiro limpió su mano sobre el pantalón, la pútrida sangre del cazador se había adherido a su piel. – Amor, obsesión, cariño... No me importa lo que sea, Merlina. Eres mía. Lo que conmigo empieza nunca termina. La risa de Lucern se escuchó en todo el bosque, pero aunque tratase de ocultarlo, no era ira todo lo que sentía... Se fundió entre las sombras, dejándoles contra todo pronóstico. El cazador no le lastimaría pero él, no podía solo camuflar esa irrefrenable ansia de matar. Si se quedaba, no pensaría y... No. No le había buscado para matarle. No al menos. Podía odiarla, podía amarla; pero no la quería herida. Necesitaba encontrar una humana, una que se pareciera a su Merlina y disfrutar con la tortura a la que le sometería. ¿Cuántas veces lo había hecho? La gitana jamás lo comprendería, pero desde aquél día en que ella había desaparecido, Lucern había buscado en el burdel, en tabernas y en callejones... mujeres a las que llamaba con su nombre, que tuviesen el color de sus ojos o el tono de su cabello; pero ninguna, ninguna sola había salvado su vida.
Los ojos de Lucern no se apartaban de la mirada del cazador, la herida que la hoja había dejado en su ojo izquierdo era la primera pieza del rompecabezas que armaba en su mente con todo ese odio que crecía por saber que él, ese maldito, había irrumpido en el encuentro con su gitana, desquebrajado esa oportunidad que había encontrado con la pequeña que ahora yacía muerta. Sí. Su corazón era todo cuanto iba a perforar. La cara de un maniático no podía ser igualaba con la locura que abrazaba a Lucern en ese instante. Locura... ¿era eso lo que le abrazaba realmente? Entonces... ¿qué demonios es lo que le abrazó en cuanto observó a Merlina ofreciendo sangre a su enemigo? ¿Realmente había odiado a Merlina antes de eso? Eres un maldito Lucern. No puedes solo fingir que la odias, pero ahora... ahora no necesitas recurrir a esa jodida actuación. Cada palabra de Merlina era tan letal como la daga que ahora ella empuñaba. La traición era la única cosa que jamás, jamás perdonaba. Y ella... ella ya había hecho su elección. Gruñó enojado, la bestia de la que ella había huido, consciente o inconscientemente, había, finalmente; aparecido. Se carcajeó. Ira y rencor, ¿incredulidad? Quizás... – Darle tu sangre no hará ninguna diferencia. Lo único que conseguirás es que pueda defenderse solo un poco mas. Pero Lucern no podía solo obedecer, no cuando estaba cegado por la cólera de saber que ella le estaba desafiando. – Un muerto de hambre, eso es lo que es. El cazador se encontraba aferrado a su muñeca, aplacando su sed. – Lo mataré Merlina. Juro que lo mataré. Si no esta noche, la próxima.
Lucern acercó la daga aún más a su pecho, saboreando como la punta filosa hundía su camisa, creando una pequeña incisión sobre su piel. – Y no será ninguna muerte piadosa, así que, mátame ahora si eso es lo que pretendes evitar. ¡Mírame maldición! Quiero ver cómo disfrutas perforando mi pecho. Lucern no era la clase de persona que se quedaría a esperar, carecía de paciencia y el cazador parecía haber recuperado sus fuerzas... – Me dejaste por nada. Sus ojos se clavaron en los de la gitana. – Somos iguales, yo jamás podría lastimarte. Lucern tiró la daga a un lado, el sonido del metal ni siquiera pudo escucharse sobre el latir del corazón de su humana. - Ahora sé donde encontrarte. El vampiro limpió su mano sobre el pantalón, la pútrida sangre del cazador se había adherido a su piel. – Amor, obsesión, cariño... No me importa lo que sea, Merlina. Eres mía. Lo que conmigo empieza nunca termina. La risa de Lucern se escuchó en todo el bosque, pero aunque tratase de ocultarlo, no era ira todo lo que sentía... Se fundió entre las sombras, dejándoles contra todo pronóstico. El cazador no le lastimaría pero él, no podía solo camuflar esa irrefrenable ansia de matar. Si se quedaba, no pensaría y... No. No le había buscado para matarle. No al menos. Podía odiarla, podía amarla; pero no la quería herida. Necesitaba encontrar una humana, una que se pareciera a su Merlina y disfrutar con la tortura a la que le sometería. ¿Cuántas veces lo había hecho? La gitana jamás lo comprendería, pero desde aquél día en que ella había desaparecido, Lucern había buscado en el burdel, en tabernas y en callejones... mujeres a las que llamaba con su nombre, que tuviesen el color de sus ojos o el tono de su cabello; pero ninguna, ninguna sola había salvado su vida.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
La transición solo había tenido sentido cuando había matado aquél primer vampiro. Ese dolor que me hacía trizas poco a poco, cobraba un significado enriquecedor cuando la sangre inmortal era derramada. ¿Por qué peleaba? No era para librar a los humanos de un futuro como el mío. Eso ni siquiera se le acercaba a la razón que se escondía tras esa maldita adrenalina que me conducía en batalla. Ni siquiera era por instinto. Pelear era una manera de contrarrestar ese odio que me cegaba, esas voces que amenazaban con hacerme enloquecer... Absurdo. ¡Malditamente absurdo! La sed de la que era preso ganó terreno en cuanto le negué lo que exigía... la sangre de Merlina... No era su sangre por la que batallábamos. No. Curvé mis labios esperando a que terminara conmigo. Era lo justo, yo no le habría perdonado la vida y él no lo haría conmigo. Un atisbo de su rostro era todo cuanto veía. La sangre que emanaba de la herida me hizo gruñir por lo bajo, el dolor que suministraba no era posible ser camuflado. Mostrar debilidad, incluso en ese momento, era patético. Termina ya. Rugí. Solo. Una vez más estaba solo! Las malditas voces en mi cabeza se esfumaron. Bastardo. No sabía a quien me refería exactamente, si al vampiro que decía una sarta de palabras que poco me importaban o al maldito vampiro que me había transformado, dejándome esas miserables voces que se escapaban a la primera oportunidad. Debilidad... Sed... Venganza... Aún así, mis sentidos se agudizaban, el dolor ayudaba. Lo jugaría todo en cuanto el vampiro dirigiera la daga, la agilidad y rapidez... No había pasado todos estos años jugando al cazador. Por supuesto que no. No tenía nada que perder, pero mucho que ganar. Y Lucern, Lucern cantaba victoria.
Pero el olor de la humana fue un impacto para mis pulmones, por no mencionar, mi garganta. Una maldita lija que parecía rasgar las cuerdas vocales sin pulcritud. Gruñí enfurecido por la tortura sometida y en cuanto ella acercó su muñeca... Ese retumbante latir que se escuchaba desde su corazón fue suficiente para desistir... Sangre fresca... Fue imposible no reaccionar a ésta. Un maldito imán. Ese elixir no era más que eso... Mis caninos ya se encontraban listos para perforar. Un maldito perro hambriento, eso era para ella. Su lástima rayaba en la miseria. Pero era un vampiro al final de cuentas. La necesidad de sangre era... Desquiciante y su sabor!, ese delicioso sabor se impregnaba en mí, me intuía a seguir... El sonido al succionar se sobreponía a cualquier otro. ¿Cómo iba a detenerme? La sangre humana era una droga, cuando me alimentaba era difícil ignorar que quería seguir; pero la sangre de Merlina, simplemente no había tomado algo tan embrutecedoramente placentero! Un quejido, una réplica, cualquier cosa no podía solo hacer que me alejase de ahí. La voz del vampiro, la voz de la humana, el sonido de la daga al caer y su hiperventilación, me hizo regresar a la "realidad".
Solté su muñeca con brusquedad, arrepintiéndome de inmediato de haber hecho tal cosa, lástima o no, me había ayudado. ¿Ayudado? ¿Cuándo alguien me había ayudado? Jah. Me habría carcajeado si el dolor en mi ojo no hubiese aumentado con tan solo esa mueca de fastidio. Gruñí de nuevo. El dolor no iba a cesar pronto. No necesitaba de tu ayuda. Siseé molesto. Todo lo que exigía mi cuerpo era ir tras el vampiro. Mi cuerpo, mi mente, necesidad de venganza... Ni de tu lástima. Lo que tenía que hacer era alejarme de ella y perderme entre los árboles pero, ¿por qué no lo hacía? Ella me había mostrado que podía ser diferente, recordar que había apostado su vida por la pequeña que yacía cerca. No, no caigas... ¿Estaba tan necesitado de compañía que alargaba la despedida? Noches largas y llenas de recuerdos, ¿cualquier cosa era mejor que eso? Mentiroso. ¡Maldición! Comprendí que había blasfemado en voz alta. ¿Podía odiarme más? Mi llegada a Paris apestaba. - ¿Estás bien? Brusquedad y arrogancia era todo contra lo que podía lidiar. Si ella se alejaba, era lo mas sensato que haría esta noche. Pero tras ver el entendimiento con el vampiro, sensatez estaba lejos de ser una de sus prioridades. ¿En qué demonios estaba pensando? Lárgate de ahí, Darius. Pon distancia. ¿Desde cuándo obedecía a mi mente? Haciendo uso de la manga limpié la sangre de mi ojo, solo para notar que... ¡Cabrón! Mi vista en ese ojo se había perdido, ¿por completo?
Pero el olor de la humana fue un impacto para mis pulmones, por no mencionar, mi garganta. Una maldita lija que parecía rasgar las cuerdas vocales sin pulcritud. Gruñí enfurecido por la tortura sometida y en cuanto ella acercó su muñeca... Ese retumbante latir que se escuchaba desde su corazón fue suficiente para desistir... Sangre fresca... Fue imposible no reaccionar a ésta. Un maldito imán. Ese elixir no era más que eso... Mis caninos ya se encontraban listos para perforar. Un maldito perro hambriento, eso era para ella. Su lástima rayaba en la miseria. Pero era un vampiro al final de cuentas. La necesidad de sangre era... Desquiciante y su sabor!, ese delicioso sabor se impregnaba en mí, me intuía a seguir... El sonido al succionar se sobreponía a cualquier otro. ¿Cómo iba a detenerme? La sangre humana era una droga, cuando me alimentaba era difícil ignorar que quería seguir; pero la sangre de Merlina, simplemente no había tomado algo tan embrutecedoramente placentero! Un quejido, una réplica, cualquier cosa no podía solo hacer que me alejase de ahí. La voz del vampiro, la voz de la humana, el sonido de la daga al caer y su hiperventilación, me hizo regresar a la "realidad".
Solté su muñeca con brusquedad, arrepintiéndome de inmediato de haber hecho tal cosa, lástima o no, me había ayudado. ¿Ayudado? ¿Cuándo alguien me había ayudado? Jah. Me habría carcajeado si el dolor en mi ojo no hubiese aumentado con tan solo esa mueca de fastidio. Gruñí de nuevo. El dolor no iba a cesar pronto. No necesitaba de tu ayuda. Siseé molesto. Todo lo que exigía mi cuerpo era ir tras el vampiro. Mi cuerpo, mi mente, necesidad de venganza... Ni de tu lástima. Lo que tenía que hacer era alejarme de ella y perderme entre los árboles pero, ¿por qué no lo hacía? Ella me había mostrado que podía ser diferente, recordar que había apostado su vida por la pequeña que yacía cerca. No, no caigas... ¿Estaba tan necesitado de compañía que alargaba la despedida? Noches largas y llenas de recuerdos, ¿cualquier cosa era mejor que eso? Mentiroso. ¡Maldición! Comprendí que había blasfemado en voz alta. ¿Podía odiarme más? Mi llegada a Paris apestaba. - ¿Estás bien? Brusquedad y arrogancia era todo contra lo que podía lidiar. Si ella se alejaba, era lo mas sensato que haría esta noche. Pero tras ver el entendimiento con el vampiro, sensatez estaba lejos de ser una de sus prioridades. ¿En qué demonios estaba pensando? Lárgate de ahí, Darius. Pon distancia. ¿Desde cuándo obedecía a mi mente? Haciendo uso de la manga limpié la sangre de mi ojo, solo para notar que... ¡Cabrón! Mi vista en ese ojo se había perdido, ¿por completo?
Darius Argeneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
Su piel, se rasga como la hoja de un pergamino olvidado, anciano y con las letanías de un conjuro para la salvación del infierno. La sangre se escapa de su herida al igual que un manantial que llora al dejar sus aguas correr más allá del bosque, más allá del silencio. La gitana no puede ver, no puede sentir, el dolor que siente en su muñeca es incomparable con ese que ahora le retuerce en el pecho. Alimenta al sediento vampiro, su mirada es cristalina, sus pensamientos están llenos de aguas turbias; ella es una tormenta que arrasará con todo a su paso. Lejos, muy lejos de sus pensamientos se escucha la estruendosa carcajada socarrona del hombre al que una vez llamo dueño. Su reaccionar es lento, sus ambarinos ojos se quedan estáticos, observando la penumbra, un punto fijo en la nada, perdida, incomprendida, muerta… Las manos de Lucern opacaron el calor que sentía en sus palmas, lo cual le hizo mirar de lleno el pecho que amenazaba. La sangre broto, mancho esa camisa, tiño la daga, embriago sus entrañas.
Encerradas en una pequeña caja de cristal, sus lágrimas gritan fuertemente por salir de allí. Es un deseo irrefutable por soltar el arma, besarlo, llorar en su regazo y fingir que nada paso, que nunca lo dejo, que siempre ha estado allí, a su lado. Se muerde la lengua evitando arrojar un vomito verbal que le condene, se lastima a si misma, cierra los ojos y él grita. ¡Maldita sea! Tiene razón, no puede matarlo y aunque su mano lucho con todas sus fuerzas empuñando esa endemoniada daga, no se movió de su lugar. El reflejo le develo a la gitana que el único demonio que tenía era ella misma ¿Pero como huir de su propia visión? Así se dio cuenta que por más que Merlina quisiese asesinar a Lucern, ella jamás lo permitiría. El dolor incrementa en su corazón, sus palpitaciones se aceleran y su respirar parece que la ahogará. Olvida que su otra mano es prisionera de los caninos enfebrecidos del extraño, ignora que tal vez puede morir por falta de sangre, solo esta consciente de lo que perderá ¡otra vez! Grita en silencio, su mundo se viene abajo, las torres con las cuales sujeta su vida son desmoronadas, el color de su mundo pasa a ser sombrío sin él. El llanto de su alma le eriza la piel, arde en llamas su cuerpo pero en su exterior, muda… calla. Si ese vampiro centenario es una piedra ocultando sus sentimientos, Merlina es el epitafio que escribió el final de su historia.
Levanta la vista del púrpura color hasta la mirada traicionada de su vampiro. Los ojos de la pelirroja no destellan, no se mueven, no brillan… Ya no. “Se donde encontrarte” Palabras que terminaron arremolinándose en sus tímpanos, adhiriéndose a sus trastornados pensamientos. Matando, mutilando, torturando toda maldita esperanza que durante ese tiempo había albergado. Ella no fue capaz de decir una palabra, tenía que beberse esa sangre derramada en su templo, tragar esa carroña que le había quedado de alma. ¿Para qué? ¿Con qué fin? ¡Nada! Recostada en la fría tierra observa la inmensa noche, ahora más vacía que nunca, más solitaria. Lucern se llevo un pedazo de su alma. El frío raspo su piel y como el muerto en el sepulcro su cuerpo se congelo, gélido. El vaho de sus labios se podía observar desde otro ángulo. El tiritar de sus dientes se escuchaba no más que el latido de su muerto corazón “Solo nos hace falta una lágrima Merlina...” Un débil susurro, una voz a dúo que comparte, asiente una sola vez y se pone de pie. Mira con desprecio la daga que tanta polémica causo, rompe parte de sus faldas para enredar la tela rasgada en su muñeca, evitando más derrame de sangre. Levanta la mirada al cielo como quien implora a Dios, como quien arroja una plegaria para que termine su sufrimiento. Gira su cabeza para ver al vampiro, suelta el aire que había estado guardando durante todo ese tiempo en un largo y cansado suspiro.
Allí frente al desconocido, cuando reconoce que Lucern ya no puede verla, escucharla, sentirla; se entrega al despiadado llanto. Sus lamentos irrumpen el silencio que les cobija, dejándose caer como mártir en el suelo, abrazando sus rodillas, hundiendo su rostro en la almohadilla que estas forman y solo levanta la cabeza para macar una expresión llena de confusiones dedicada al desconocido - ¿Lástima? – Pregunta con las lagrimas bañando su mirada – No fue… - Calla a la mitad de la frase para tragar saliva y la rabia que estaba emergiendo de su interior, sentimientos encontrados que hacen de Merlina una presa fácil, la más débil de todas, pero al mismo tiempo le convierten en la mujer más peligrosa que puede existir - ¡¿Ya no importa cierto?! ¡NADA! – Explota, se siente completamente destrozada y lo último que necesita es que le miren como él lo hace. Sin pensar, sin reaccionar –como siempre- se pone de pie rápidamente, odiando el mundo en el que nació, blasfemando entre dientes, escupiendo su propia suerte. Ruge, grita hasta sentirse mareada, golpea sus manos contra su rostro, jala sus cabellos con fiereza, no puede soportar lo que ese vampiro le hizo. Amor-odio, odio-amor la diferencie es imperceptible.
Esta destruida y solo necesita de alguien que la comprenda, de alguien que le apoye. Su sendero se cruza con las andanzas de Darius. Frente a frente lo mira, espera paciente esa última lágrima que le liberará de su sufrimiento. No lo delibera, se arroja a los brazos del vampiro, lo rodea con los suyos, hunde su cara en el pecho del extraño. Solo necesita de… una mirada, una palabra; tan solo requiere de…
Encerradas en una pequeña caja de cristal, sus lágrimas gritan fuertemente por salir de allí. Es un deseo irrefutable por soltar el arma, besarlo, llorar en su regazo y fingir que nada paso, que nunca lo dejo, que siempre ha estado allí, a su lado. Se muerde la lengua evitando arrojar un vomito verbal que le condene, se lastima a si misma, cierra los ojos y él grita. ¡Maldita sea! Tiene razón, no puede matarlo y aunque su mano lucho con todas sus fuerzas empuñando esa endemoniada daga, no se movió de su lugar. El reflejo le develo a la gitana que el único demonio que tenía era ella misma ¿Pero como huir de su propia visión? Así se dio cuenta que por más que Merlina quisiese asesinar a Lucern, ella jamás lo permitiría. El dolor incrementa en su corazón, sus palpitaciones se aceleran y su respirar parece que la ahogará. Olvida que su otra mano es prisionera de los caninos enfebrecidos del extraño, ignora que tal vez puede morir por falta de sangre, solo esta consciente de lo que perderá ¡otra vez! Grita en silencio, su mundo se viene abajo, las torres con las cuales sujeta su vida son desmoronadas, el color de su mundo pasa a ser sombrío sin él. El llanto de su alma le eriza la piel, arde en llamas su cuerpo pero en su exterior, muda… calla. Si ese vampiro centenario es una piedra ocultando sus sentimientos, Merlina es el epitafio que escribió el final de su historia.
Levanta la vista del púrpura color hasta la mirada traicionada de su vampiro. Los ojos de la pelirroja no destellan, no se mueven, no brillan… Ya no. “Se donde encontrarte” Palabras que terminaron arremolinándose en sus tímpanos, adhiriéndose a sus trastornados pensamientos. Matando, mutilando, torturando toda maldita esperanza que durante ese tiempo había albergado. Ella no fue capaz de decir una palabra, tenía que beberse esa sangre derramada en su templo, tragar esa carroña que le había quedado de alma. ¿Para qué? ¿Con qué fin? ¡Nada! Recostada en la fría tierra observa la inmensa noche, ahora más vacía que nunca, más solitaria. Lucern se llevo un pedazo de su alma. El frío raspo su piel y como el muerto en el sepulcro su cuerpo se congelo, gélido. El vaho de sus labios se podía observar desde otro ángulo. El tiritar de sus dientes se escuchaba no más que el latido de su muerto corazón “Solo nos hace falta una lágrima Merlina...” Un débil susurro, una voz a dúo que comparte, asiente una sola vez y se pone de pie. Mira con desprecio la daga que tanta polémica causo, rompe parte de sus faldas para enredar la tela rasgada en su muñeca, evitando más derrame de sangre. Levanta la mirada al cielo como quien implora a Dios, como quien arroja una plegaria para que termine su sufrimiento. Gira su cabeza para ver al vampiro, suelta el aire que había estado guardando durante todo ese tiempo en un largo y cansado suspiro.
Allí frente al desconocido, cuando reconoce que Lucern ya no puede verla, escucharla, sentirla; se entrega al despiadado llanto. Sus lamentos irrumpen el silencio que les cobija, dejándose caer como mártir en el suelo, abrazando sus rodillas, hundiendo su rostro en la almohadilla que estas forman y solo levanta la cabeza para macar una expresión llena de confusiones dedicada al desconocido - ¿Lástima? – Pregunta con las lagrimas bañando su mirada – No fue… - Calla a la mitad de la frase para tragar saliva y la rabia que estaba emergiendo de su interior, sentimientos encontrados que hacen de Merlina una presa fácil, la más débil de todas, pero al mismo tiempo le convierten en la mujer más peligrosa que puede existir - ¡¿Ya no importa cierto?! ¡NADA! – Explota, se siente completamente destrozada y lo último que necesita es que le miren como él lo hace. Sin pensar, sin reaccionar –como siempre- se pone de pie rápidamente, odiando el mundo en el que nació, blasfemando entre dientes, escupiendo su propia suerte. Ruge, grita hasta sentirse mareada, golpea sus manos contra su rostro, jala sus cabellos con fiereza, no puede soportar lo que ese vampiro le hizo. Amor-odio, odio-amor la diferencie es imperceptible.
Esta destruida y solo necesita de alguien que la comprenda, de alguien que le apoye. Su sendero se cruza con las andanzas de Darius. Frente a frente lo mira, espera paciente esa última lágrima que le liberará de su sufrimiento. No lo delibera, se arroja a los brazos del vampiro, lo rodea con los suyos, hunde su cara en el pecho del extraño. Solo necesita de… una mirada, una palabra; tan solo requiere de…
Merlina Draven Bancroft- Gitano
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
Lentamente, poco a poco, los pensamientos que deambulaban en la mente de Merlina hablaron en mi cabeza. Gritaron y se abrieron paso a arañazos. Siniestro. Deseé que las voces que aparecían en momentos intensos, acallaran las de ella. El dolor que ella sentía, había pasado a ser mi dolor. Un desequilibrio que no me estaba permitido. El vampiro que se había desmaterializado entre la arboleda se había llevado la fuerza que ella había mostrado, su equilibrio había sido barrido con una fuerza invisible, ajena. Contuve la respiración, valiéndome suerte que ese sentido se viese afectado. Si uno de mis enemigos se encontraba alrededor, no sería descubierto hasta que entrara en la zona. Pero olerle estaba acabando con mis terminaciones nerviosas. Mi instinto exigía alejarle de mi cuerpo. ¿Instinto o costumbre? Nadie jamás me había tocado como ella. No desde la maldición. Era tan suave, tan pequeña que mi mano viajó hasta su espalda. Le detuve en cuanto la palma hizo contacto sobre la tela. Me obligué a no mover ni siquiera el pulgar por, ¿miedo o confusión? Conocidos, no amigos. Mi vida estaba llena de ellos. Personas que veía entre los callejones, familias que observaba a través de las ventanas, parejas que se abrazaban... Todos eran conocidos, pero para ellos, yo era un desconocido. No había nombre, no había apellido, no había identidad a la pudiesen ligarme y... y a mi me gustaba de ese modo o eso había creído. La soledad era mi amante. La única que no me abandonaba incluso de día. – Lo quieres. Mis ojos ardieron, pude sentir el calor que los abrasaba, el brillo que los transformaba, incluso en el ojo cicatrizado. Mi voz parecía ajena, era la mía, pero ésta parecía tan lejana. No era una pregunta, solo una afirmación. Su cercanía me... ¡Dios! Tenía que alejarle. Tranquilidad era solo una palabra. Deseo solo un pensamiento fuera de contexto. Odio una filosofía. Dolor una muestra de vida.
Un rostro inescrutable, pensamientos que me llevaban a un mismo punto... un punto muerto. En blanco. Mi mente tenía que estar en blanco. No podía imaginar cómo... Gruñí y dejé caer mi respiración lentamente, su olor profanando mi interior, su perfume consumiéndome. Indefenso. Así estaba y no pensaba reconocerlo. El roce de Merlina me lastimaba. La idea de que una humana pudiese concebir un tipo de cariño, por débil o simple que resultase hacia un vampiro, era... - Imposible. Pero yo lo había visto, la forma en que ella se había dejado caer en cuanto él había partido, como si la fuente de vida.... Mis manos fueron a sus hombros y alejé su torso del mío. El aire pareció elegir ese momento especial para hacerme sentir vacío al alejarme de su contacto. ¿En qué demonios estaba pensando? Que un vampiro tuviese la suerte de dar con una mujer como ella era... nula. ¿Cómo podría alguien amar a un demonio? ¿Cómo podría alguien amar a un asesino? ¿Cómo podría...? – Déjame llevarte a casa. Me levanté con rapidez, ayudándole a levantarse. Era hermosa. Las lágrimas que se habían secado en sus mejillas hicieron que mis manos se cerraran, queriendo limpiarlas. Mi mano no abandonó la suya, observé el vendaje improvisado. - ¿Te duele? Me recriminé por la preocupación que sentía. Le dije a mi mente que se trataba de solo una muestra de agradecimiento. Giré mi rostro, observando hacia el horizonte, mi vista no parecía estar tan... ¿jodida? Veía borroso, pero ¿no era eso algo bueno? – Necesitas descansar. Desde luego que lo necesitaba, la serie de acontecimientos... los niños asesinados, las palabras del vampiro, haberme dado de su sangre... Y entonces recordé las palabras que le había dicho en cuanto él había estado a punto de clavarme la daga. Débil. ¿Una humana defendiéndome? – El infeliz es afortunado, ¿sabes? Hice un gesto con la cabeza, motivándole a que avanzara, ya comenzaba a hablar estupideces. Era hora de mantener la boca cerrada.
Un rostro inescrutable, pensamientos que me llevaban a un mismo punto... un punto muerto. En blanco. Mi mente tenía que estar en blanco. No podía imaginar cómo... Gruñí y dejé caer mi respiración lentamente, su olor profanando mi interior, su perfume consumiéndome. Indefenso. Así estaba y no pensaba reconocerlo. El roce de Merlina me lastimaba. La idea de que una humana pudiese concebir un tipo de cariño, por débil o simple que resultase hacia un vampiro, era... - Imposible. Pero yo lo había visto, la forma en que ella se había dejado caer en cuanto él había partido, como si la fuente de vida.... Mis manos fueron a sus hombros y alejé su torso del mío. El aire pareció elegir ese momento especial para hacerme sentir vacío al alejarme de su contacto. ¿En qué demonios estaba pensando? Que un vampiro tuviese la suerte de dar con una mujer como ella era... nula. ¿Cómo podría alguien amar a un demonio? ¿Cómo podría alguien amar a un asesino? ¿Cómo podría...? – Déjame llevarte a casa. Me levanté con rapidez, ayudándole a levantarse. Era hermosa. Las lágrimas que se habían secado en sus mejillas hicieron que mis manos se cerraran, queriendo limpiarlas. Mi mano no abandonó la suya, observé el vendaje improvisado. - ¿Te duele? Me recriminé por la preocupación que sentía. Le dije a mi mente que se trataba de solo una muestra de agradecimiento. Giré mi rostro, observando hacia el horizonte, mi vista no parecía estar tan... ¿jodida? Veía borroso, pero ¿no era eso algo bueno? – Necesitas descansar. Desde luego que lo necesitaba, la serie de acontecimientos... los niños asesinados, las palabras del vampiro, haberme dado de su sangre... Y entonces recordé las palabras que le había dicho en cuanto él había estado a punto de clavarme la daga. Débil. ¿Una humana defendiéndome? – El infeliz es afortunado, ¿sabes? Hice un gesto con la cabeza, motivándole a que avanzara, ya comenzaba a hablar estupideces. Era hora de mantener la boca cerrada.
Darius Argeneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
Consumida en su tristeza, se sumerge cada vez más en el pecho de ese hombre ¿Por qué? No lo comprende, pero está segura que allí, en su regazo no peligra su vida, sabe que él no podría dañarla al igual que tampoco Lucern lo hizo. Lucern… ese maldito nombre aún esta colisionando sus sentidos, martillando en su cabeza y mutilando la poca cordura que le queda. Solo una lágrima le hace falta para terminar su sufrimiento, una gota salada emitida desde los más profundos sentimientos que guarda, allí en su silencio. Le es inevitable no sentir la frialdad a la que él se sujeta, ese sutil aroma de muerte que despide con cada movimiento. Sus ojos se secan sobre la camisa de Darius que sin conocerla le arropa en su pecho, acaricia su espalda para erizar su piel. Merlina está tan rota que la muerte no le importaría esta noche, para su persona esta vez las estrellas no tiritan en su vals de magia y seducción. Su sonrisa se ha borrado, el brillo en sus pupilas se suicido al igual que su llanto al correr sobre su rostro. Sus manos rodean su espalda, buscan una fuente de calor, no física, algo más emocional. Necesita descargar su nostalgia, esa maldita melancolía que él trajo consigo en cuento pronuncio su nombre, por que ¡Diablos! aún recordaba cada beso, cada caricia que ese hombre depósito en sus labios. Desea despojarse de sus miedos y abrazar a la vida como nunca lo ha hecho “Despídete de él” Susurran las voces en su cabeza en un ruego por que ya lo deje ir. ¿No se suponía que ya lo había olvidado? ¡Mentiras!
Un espasmo agónico cruzo por todo su cuerpo cuando el vampiro confirmo sus demonios. Sí, todavía lo quería. Aproxima más el cuerpo del inmortal al suyo en un esfuerzo por matar en ese férreo abrazo su dolor, intenta ahogarse en cada respirar que da, en cada nuevo suspiro que del alma se arranca. Su débil fuerza solo parece ser una caricia a comparación del que él tiene, sin embargo, para Merlina lo es todo. Grita, aúlla tan fuerte como le es permitido, un alarido sofocado por el refugio de Darius. Solo han pasado escasos segundos en los cuales trato de deshacerse de sus pesadillas y sus fuerzas ya se ven interrumpidas por el cansancio. La cabeza le da vueltas, simple resultado por haber perdido gran cantidad de sangre, se le comienza a nublar la vista y casi no escucha, pero en sus patéticas alucinaciones pretende seguir de pie. Él se separa, la pelirroja lo mira fijamente a los ojos sonriendo, hacerse pasar por alguien más fuerte, creerse que está bien y que no perderá la conciencia allí en sus brazos. – Hace tanto tiempo que no estoy en casa que ahora… - Susurra arrugando su frente con la confusión marcada en sus pupilas. No miente, esa mujer no ha estado en un hogar duradero, ya que aparentemente el destino se empeña en destruir su felicidad, por ende ella no puede estar en casa nunca más – Ya no sé en donde encontrarla – Niega tres veces con su cabeza, difuminando lentamente esa sonrisa que se había asomado en sus labios ¿Cómo puede sonreír cuando…? Ruge su pecho al sentir nuevamente ese vacío infernal. – No – Responde débil a su pregunta, mirando su muñeca que, pese a la herida punzante, no puede dolerle más que su ¿Corazón? ¿Todavía posee uno?
Esta segura de que en alguna parte de su cuerpo se guardan los vestigios, pero desorientada, perdida, confundida y mareada no puede encontrarlo sola. Se muerde el labio inferior acunando pesadillas en su tórrida cabeza, las voces le reclaman hechos que aún no ocurren, para salir del laberinto mental al que fue arrastrada inconscientemente desvía su mirada al rostro del vampiro. Sí, logro evadir la vorágine de la que era víctima, solo para encontrarse con un temor en el cual no era la dueña, él esta herido y por su culpa. - ¡No! – Exclama golpeando sus palmas con sus caderas, es un berrinche, un mohín para expresar su disgusto - ¿A ti? – Pregunta preocupada, sin importar lo que pudiese pasar, sin pensar las consecuencias de sus actos, atrapa las mejillas de Darius entre sus palmas – ¡Es mi culpa! – En lugar de continuar el camino que se supone le regresaría hasta a la comodidad de su mundo, ese sitio en donde que conoce a la perfección y donde esta segura; se queda allí mirándole a los ojos, lastimando su labio inferior al saberse culpable por aquella atrocidad. – GRRR – Desvía sus ojos a la nada tras escuchar lo que ese hombre le dijo, Lucern ¿Afortunado? ¿Por qué? ¿Por qué ella lo hizo trizas como todo a lo que pretende querer? ¿Por qué aún no puede olvidarle? ¿Por qué esta esclavizada a su recuerdo? – Es un maldito, eso es lo que es – Sentencia con una nota diferente en su voz, más fuerte, más definida, más mortal que unos instantes atrás – Y tú, deberías irte antes de que pretenda asesi…nar…te – Termina la frase con las palmas acariciando su rostro, cierra sus ojos de improvisto y desfallece frente a él. Pobre ingrata, retraso este momento lo más que pudo, no obstante, y pese a sus esfuerzos al fin cayo.
Un espasmo agónico cruzo por todo su cuerpo cuando el vampiro confirmo sus demonios. Sí, todavía lo quería. Aproxima más el cuerpo del inmortal al suyo en un esfuerzo por matar en ese férreo abrazo su dolor, intenta ahogarse en cada respirar que da, en cada nuevo suspiro que del alma se arranca. Su débil fuerza solo parece ser una caricia a comparación del que él tiene, sin embargo, para Merlina lo es todo. Grita, aúlla tan fuerte como le es permitido, un alarido sofocado por el refugio de Darius. Solo han pasado escasos segundos en los cuales trato de deshacerse de sus pesadillas y sus fuerzas ya se ven interrumpidas por el cansancio. La cabeza le da vueltas, simple resultado por haber perdido gran cantidad de sangre, se le comienza a nublar la vista y casi no escucha, pero en sus patéticas alucinaciones pretende seguir de pie. Él se separa, la pelirroja lo mira fijamente a los ojos sonriendo, hacerse pasar por alguien más fuerte, creerse que está bien y que no perderá la conciencia allí en sus brazos. – Hace tanto tiempo que no estoy en casa que ahora… - Susurra arrugando su frente con la confusión marcada en sus pupilas. No miente, esa mujer no ha estado en un hogar duradero, ya que aparentemente el destino se empeña en destruir su felicidad, por ende ella no puede estar en casa nunca más – Ya no sé en donde encontrarla – Niega tres veces con su cabeza, difuminando lentamente esa sonrisa que se había asomado en sus labios ¿Cómo puede sonreír cuando…? Ruge su pecho al sentir nuevamente ese vacío infernal. – No – Responde débil a su pregunta, mirando su muñeca que, pese a la herida punzante, no puede dolerle más que su ¿Corazón? ¿Todavía posee uno?
Esta segura de que en alguna parte de su cuerpo se guardan los vestigios, pero desorientada, perdida, confundida y mareada no puede encontrarlo sola. Se muerde el labio inferior acunando pesadillas en su tórrida cabeza, las voces le reclaman hechos que aún no ocurren, para salir del laberinto mental al que fue arrastrada inconscientemente desvía su mirada al rostro del vampiro. Sí, logro evadir la vorágine de la que era víctima, solo para encontrarse con un temor en el cual no era la dueña, él esta herido y por su culpa. - ¡No! – Exclama golpeando sus palmas con sus caderas, es un berrinche, un mohín para expresar su disgusto - ¿A ti? – Pregunta preocupada, sin importar lo que pudiese pasar, sin pensar las consecuencias de sus actos, atrapa las mejillas de Darius entre sus palmas – ¡Es mi culpa! – En lugar de continuar el camino que se supone le regresaría hasta a la comodidad de su mundo, ese sitio en donde que conoce a la perfección y donde esta segura; se queda allí mirándole a los ojos, lastimando su labio inferior al saberse culpable por aquella atrocidad. – GRRR – Desvía sus ojos a la nada tras escuchar lo que ese hombre le dijo, Lucern ¿Afortunado? ¿Por qué? ¿Por qué ella lo hizo trizas como todo a lo que pretende querer? ¿Por qué aún no puede olvidarle? ¿Por qué esta esclavizada a su recuerdo? – Es un maldito, eso es lo que es – Sentencia con una nota diferente en su voz, más fuerte, más definida, más mortal que unos instantes atrás – Y tú, deberías irte antes de que pretenda asesi…nar…te – Termina la frase con las palmas acariciando su rostro, cierra sus ojos de improvisto y desfallece frente a él. Pobre ingrata, retraso este momento lo más que pudo, no obstante, y pese a sus esfuerzos al fin cayo.
Merlina Draven Bancroft- Gitano
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
Eso que sube lentamente a través de su pecho y se instala en su mente es, ¡¿qué?! ¡¿Qué demonios es?! ¿Cómo puede alguien diferenciar las sensaciones cuando todas están muertas? Simple. No puede. Confundirlas es predecible porque no sabe que aún existen en un baúl, esperando la oportunidad para salir y explotar en una vorágine incapaz de contrarrestar. Argeneau es precisamente eso. Solo una dinamita esperando esa chispa que pondrá todo en acción. No lo sabe, pero ya ha encontrado a la causante. El final, ese es el único que debatirán. Por sus venas corre la sangre de ella y eso no hará fácil ninguna proeza. La mujer de cabellos rojizos es una imagen que le perseguirá, ¿por cuánto? Es su elixir el que le ha proveído de vida y él se siente estúpidamente endeudado. Estúpido lo que piensas. Su vida es una mentira, la mentira más grande y éste es solo otro parche que añade. Lo que busca, lo que quiere realmente es seguir viéndose a través de ella. No le importa la historia que ha escrito ni la que se escribirá, sabe perfectamente que no hay una sola línea que incluya su nombre. Sin presentaciones no hay menciones. Conocer el nombre de la mujer es suficiente para él. Tiene un nombre, tiene un rostro y una voz, lo idóneo para invocarla cuando el tiempo juegue en su contra y la batalla no sea la salida adecuada. ¿Qué tiene ella de él? Nada. Es solo el vampiro que luchó y perdió contra quien amaba. Las esperanzas, deseos, sueños y anhelos, cada uno fue arrebatado dolorosamente de su cuerpo, han sido grabadas en su espalda, cicatrices que no solo se forjaron en su alma sino en la piel que cubre ese recipiente vacío... lleno de mie###... lleno de nada. Aparta el maldito pasado. Solo... ¡apártalo! A diferencia de la voz que se formaba a través de sus cuerdas vocales, eran gritos los que se encerraban junto a sus pensamientos. Cualquiera creería que tales atribuciones serían difíciles para el cazador que siempre se mantenía aislado; pero Argeneau era muy capaz de hablar sin demostrar cualquier cambio en su rostro. Su boca jamás formaba sonrisas, su frente no se arrugaba, su voz siempre era la misma... Excepto esta noche. Tras el dolor, la atenuada visión y la debilidad que ella había arrebatado, Argeneau no se sentía precisamente él mismo.
¿Han visto a un niño jugar a atrapar mariposas? Argeneau intenta eso con cada palabra que Merlina le dedica. Aunque lo intentara, sería capaz de rememorar a una mujer como ella. Ni siquiera buscar en los vestigios de un pasado lo harían porque jamás existió y, probablemente tampoco exista. A mitad de la frase, el vampiro encuentra otra conexión con la gitana. ¿A qué juegan los Destinos? No cortaron su hilo de vida y encima... – Hace tanto tiempo que no estoy en casa que... ¿Casa? ¿Qué es para él? ¿Una estructura con muebles? ¿Cuatro paredes predispuestas? Casa, hogar. ¿Existía una diferencia? De cualquier modo él no tenía acceso a ninguna. Siempre lo esperaba un techo en algún hotel de paso para resguardarlo de los rayos dorados pero, incluso así, él no hacía mucho por ocultarse. ¿Por qué hacerlo? Ya era un muerto. El piso era su almohada, el frío del suelo su sábana... Argeneau regresó su rostro a ella. Olvidándose de caminar hacia el punto de partida, ahí donde se habían encontrado. Un azote. ¿No era eso lo que parecía su preocupación? Nuevamente lo ignoró. ¡No seas un imbécil! Cualquier auto reproche se desvaneció ante la palma de su mano acariciándole su rostro. Su mandíbula se endureció. Incluso su amante, él se había asegurado de que ella comprendiera su lugar, ningún contacto físico, solo... sexo y, hacía mucho que no le veía a decir verdad. Argeneau acudía a ella solo cuando su cuerpo exigía un escape. Pero Merlina... Márchate antes de que sea tarde, Darius. Y ya lo era. ¡Lo sabía! Solo... lo sabía. Llevó su mano hasta la que ella mantenía en su rostro con el objetivo de separarle porque su mirada estaba penetrando sus labios, con el deseo de besarla clavándose profusamente en su pecho. Al diablo el dolor en su ojo, al diablo si ella no le correspondía, quería ese sabor impregnado en los suyos, mas que su sangre... – Estoy perfectamente. O al menos lo estaba hasta que ella dijo las últimas palabras. ¿Asesinarte? Sí. Esa era la imagen que ella tendría de él. El cazador... Antes de contradecir o siquiera mofarse, Argeneau tuvo que aceptar que, estaba sintonizando sus latidos y sus pensamientos que, notó como la debilidad hacía de las suyas finalmente.
La atrapó entre sus brazos, sintiendo su delicado peso entre éstos. Si antes le había parecido hermosa, ahora resultaba mortalmente perfecta. Sus labios entreabiertos le llamaban, le pedían... "Maldito enfermo. Ella indefensa y tú..." Las voces regresaban o, solo era su ¿subconsciente? ¿Y a dónde le llevaría? Aunque podía regresar hasta el circo, no conocía su tienda y él, él era solo un recién llegado a tierras parisinas y aunque no lo fuera, solo le esperaba una habitación en alguna posada del pueblo. Llevarle ahí parecía una mala idea. Lejos de preocuparse por lo que ella diría, era su comodidad lo que asaltaba su mente. ¿Pero qué otra opción habría? No lo había. – Merlina. Su nombre fue todo lo que sus labios dibujaron sobre las ráfagas de viento. Ella era su prioridad y así lo sería hasta... hasta... Argeneau se estaba atando a la gitana más de lo que debería. Más de lo que debería pero así lo quería. Y llevarle hasta su habitación, jah, esa era otra mentira. Tiempo con ella... eso era lo que gritaba su mente. Por primera vez, se encontró haciendo lo que ésta dictaba. Estar con ella, congelar el tiempo, atrapar y retener, atrapar y... ¿retener?
¿Han visto a un niño jugar a atrapar mariposas? Argeneau intenta eso con cada palabra que Merlina le dedica. Aunque lo intentara, sería capaz de rememorar a una mujer como ella. Ni siquiera buscar en los vestigios de un pasado lo harían porque jamás existió y, probablemente tampoco exista. A mitad de la frase, el vampiro encuentra otra conexión con la gitana. ¿A qué juegan los Destinos? No cortaron su hilo de vida y encima... – Hace tanto tiempo que no estoy en casa que... ¿Casa? ¿Qué es para él? ¿Una estructura con muebles? ¿Cuatro paredes predispuestas? Casa, hogar. ¿Existía una diferencia? De cualquier modo él no tenía acceso a ninguna. Siempre lo esperaba un techo en algún hotel de paso para resguardarlo de los rayos dorados pero, incluso así, él no hacía mucho por ocultarse. ¿Por qué hacerlo? Ya era un muerto. El piso era su almohada, el frío del suelo su sábana... Argeneau regresó su rostro a ella. Olvidándose de caminar hacia el punto de partida, ahí donde se habían encontrado. Un azote. ¿No era eso lo que parecía su preocupación? Nuevamente lo ignoró. ¡No seas un imbécil! Cualquier auto reproche se desvaneció ante la palma de su mano acariciándole su rostro. Su mandíbula se endureció. Incluso su amante, él se había asegurado de que ella comprendiera su lugar, ningún contacto físico, solo... sexo y, hacía mucho que no le veía a decir verdad. Argeneau acudía a ella solo cuando su cuerpo exigía un escape. Pero Merlina... Márchate antes de que sea tarde, Darius. Y ya lo era. ¡Lo sabía! Solo... lo sabía. Llevó su mano hasta la que ella mantenía en su rostro con el objetivo de separarle porque su mirada estaba penetrando sus labios, con el deseo de besarla clavándose profusamente en su pecho. Al diablo el dolor en su ojo, al diablo si ella no le correspondía, quería ese sabor impregnado en los suyos, mas que su sangre... – Estoy perfectamente. O al menos lo estaba hasta que ella dijo las últimas palabras. ¿Asesinarte? Sí. Esa era la imagen que ella tendría de él. El cazador... Antes de contradecir o siquiera mofarse, Argeneau tuvo que aceptar que, estaba sintonizando sus latidos y sus pensamientos que, notó como la debilidad hacía de las suyas finalmente.
La atrapó entre sus brazos, sintiendo su delicado peso entre éstos. Si antes le había parecido hermosa, ahora resultaba mortalmente perfecta. Sus labios entreabiertos le llamaban, le pedían... "Maldito enfermo. Ella indefensa y tú..." Las voces regresaban o, solo era su ¿subconsciente? ¿Y a dónde le llevaría? Aunque podía regresar hasta el circo, no conocía su tienda y él, él era solo un recién llegado a tierras parisinas y aunque no lo fuera, solo le esperaba una habitación en alguna posada del pueblo. Llevarle ahí parecía una mala idea. Lejos de preocuparse por lo que ella diría, era su comodidad lo que asaltaba su mente. ¿Pero qué otra opción habría? No lo había. – Merlina. Su nombre fue todo lo que sus labios dibujaron sobre las ráfagas de viento. Ella era su prioridad y así lo sería hasta... hasta... Argeneau se estaba atando a la gitana más de lo que debería. Más de lo que debería pero así lo quería. Y llevarle hasta su habitación, jah, esa era otra mentira. Tiempo con ella... eso era lo que gritaba su mente. Por primera vez, se encontró haciendo lo que ésta dictaba. Estar con ella, congelar el tiempo, atrapar y retener, atrapar y... ¿retener?
Darius Argeneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Sed infernal [Reservado + 18]
En un profuso sueño se mira atada a las cadenas de sus recuerdos. Necesita romperlas de una buena vez por todas, salir de esa cárcel imaginaria, gritar, volver a sonreír como lo hacía antes de conocerlo. El amor puede destruir una vida al igual que también la puede engendrar, una razón para seguir luchando, un motivo para continuar el camino pero… ¿qué pasa cuando ese sendero que se abrió frente a ti ahora esta cubierto de espinas? ¿Lo atravesarías? Merlina sí. Su cuerpo yace inerte en los brazos de ese hombre, aún desconoce su nombre, ni si quiera estaba segura de salir con vida de allí pero nada le importo cuando se rindió al cansancio. Es tan solo una pobre mujer que ha sucumbido ante sus temores, todos los demonios que a ella le persiguen se basan básicamente si misma. Es ella, es su reflejo, es su mirada… El infierno no era Lucern, tampoco la vida que le ha tocado perseguir desde niña, todas las lágrimas que sus ojos han derramado están bien sustentadas en sus creencias, en su paganismo, en su maldición. Sus manos caen libremente al vacío al igual que su cabello, sus ropas, su vida.
Duerme y sueña con dos siluetas frente a su cuerpo, ambas están de espaldas, las mira, las escruta, busca alguna señal que le devele la identidad de esos espectros, pero no hay nada. Las sombras cubren sus rostros, Merlina tiene miedo. Es una sensación descomunalmente abrazadora, algo que no había sentidos desde que se alejo de Lucern, la soledad le golpea la cara, el frío le hace caer arrodillada, la nostalgia se baña con su sangre. Sí, esta sangrando, una de sus muñecas no para de despilfarrar ese líquido carmín de su cuerpo. Arrodillada frente a ese par de figuras comienza a escribir nombres en la tierra, uno por cada persona a la que ha amado y una tacha por cada muerte a la que les ha arrastrado. Al final solo queda un nombre escrito en el suelo, la vara con la cual comenzó su caligrafía se rompe, su crujir despierta a las estatuas frente a ella. La abrazan, la sujetan, la miran y su tacto le quema. – Lucern – Pronuncian sus labios, no solo en sus pesadillas también en la realidad, es un tenue susurro con el último nombre que sobrevivió a las tachaduras. Allí, en su mente la disputa aún no termina. Un portentoso espejo se abre paso justo en medio de esos dos hombres. Su mayor temor, la gitana tiene que mirarle. Con la vista perdida en un punto fijo en el horizonte, se pone de pie y se aproxima hasta él. Las yemas de sus dedos palpan el cristal de ese portal, pero no es Merlina quien se refleja. Por un lado aparece él, el vampiro a quien menciono y por el otro… - Darius – Dice tenuemente, el maldito espejo le ha revelado la identidad del extraño. Un estallido, un estruendo y una lluvia hiriente.
La visión ha terminado para sumergirla nuevamente en una penumbra inminente, continúa sin estar sola, aún le persiguen ese par de sombras. Es un laberinto que necesita superar, esta vez se encuentran en el cementerio y una lápida descansa frente a los tres. Las letras están desgastadas, no se pueden leer, la mentira de su subconsciente le hace emitir en silencio el grito de sus padres, pero no son ellos los que muertos están. “¡Anda mátalos ya!” Juegan las voces en su cabeza, una daga aparece en sus manos, es la misma daga que sostuvo contra el pecho de Lucern “¿Qué esperas? Si no los matas ellos te acabarán” Carcajadas socarronas, ojos rojos que le acechan “Elije, solo uno puede vivir” Su corazón se acelera, su respiración se agita “Lucern o Darius” – Darius – vuelve a pronunciar el nombre de quien le sostiene en sus brazos haciendo eco a sus voces. “Merlina, Merlina… ¡Que débil eres! ¡ELIGE MALDITA SEA!” La presión aumenta en sus pensamientos, en sus pesadillas. La daga apunta a ambos, pero el juego que su demonio le ha puesto es que uno de ellos tiene que morir, la pelirroja debe tomar una decisión “¡HAZLO YA! ¡MÁTALO!” Arranca un grito desesperado y el arma se clava en un corazón. Sus ojos ambarinos se cristalizan, su respiración descansa, su sonría es pacífica, su pesadilla termino. Brota sangre de esa herida como si de una cascada se tratara, su olor es tan dulce que empalaga, su sabor… ¡oh su sabor!, es quizá el más enigmático de todos… ¿A quién eligió sobre el otro? La respuesta es simple pero controversial, no pudo decidir y hasta en sus sueños se sacrifico. Merlina, Merlina, Merlina… ha clavado la estaca en su propio corazón.
Duerme y sueña con dos siluetas frente a su cuerpo, ambas están de espaldas, las mira, las escruta, busca alguna señal que le devele la identidad de esos espectros, pero no hay nada. Las sombras cubren sus rostros, Merlina tiene miedo. Es una sensación descomunalmente abrazadora, algo que no había sentidos desde que se alejo de Lucern, la soledad le golpea la cara, el frío le hace caer arrodillada, la nostalgia se baña con su sangre. Sí, esta sangrando, una de sus muñecas no para de despilfarrar ese líquido carmín de su cuerpo. Arrodillada frente a ese par de figuras comienza a escribir nombres en la tierra, uno por cada persona a la que ha amado y una tacha por cada muerte a la que les ha arrastrado. Al final solo queda un nombre escrito en el suelo, la vara con la cual comenzó su caligrafía se rompe, su crujir despierta a las estatuas frente a ella. La abrazan, la sujetan, la miran y su tacto le quema. – Lucern – Pronuncian sus labios, no solo en sus pesadillas también en la realidad, es un tenue susurro con el último nombre que sobrevivió a las tachaduras. Allí, en su mente la disputa aún no termina. Un portentoso espejo se abre paso justo en medio de esos dos hombres. Su mayor temor, la gitana tiene que mirarle. Con la vista perdida en un punto fijo en el horizonte, se pone de pie y se aproxima hasta él. Las yemas de sus dedos palpan el cristal de ese portal, pero no es Merlina quien se refleja. Por un lado aparece él, el vampiro a quien menciono y por el otro… - Darius – Dice tenuemente, el maldito espejo le ha revelado la identidad del extraño. Un estallido, un estruendo y una lluvia hiriente.
La visión ha terminado para sumergirla nuevamente en una penumbra inminente, continúa sin estar sola, aún le persiguen ese par de sombras. Es un laberinto que necesita superar, esta vez se encuentran en el cementerio y una lápida descansa frente a los tres. Las letras están desgastadas, no se pueden leer, la mentira de su subconsciente le hace emitir en silencio el grito de sus padres, pero no son ellos los que muertos están. “¡Anda mátalos ya!” Juegan las voces en su cabeza, una daga aparece en sus manos, es la misma daga que sostuvo contra el pecho de Lucern “¿Qué esperas? Si no los matas ellos te acabarán” Carcajadas socarronas, ojos rojos que le acechan “Elije, solo uno puede vivir” Su corazón se acelera, su respiración se agita “Lucern o Darius” – Darius – vuelve a pronunciar el nombre de quien le sostiene en sus brazos haciendo eco a sus voces. “Merlina, Merlina… ¡Que débil eres! ¡ELIGE MALDITA SEA!” La presión aumenta en sus pensamientos, en sus pesadillas. La daga apunta a ambos, pero el juego que su demonio le ha puesto es que uno de ellos tiene que morir, la pelirroja debe tomar una decisión “¡HAZLO YA! ¡MÁTALO!” Arranca un grito desesperado y el arma se clava en un corazón. Sus ojos ambarinos se cristalizan, su respiración descansa, su sonría es pacífica, su pesadilla termino. Brota sangre de esa herida como si de una cascada se tratara, su olor es tan dulce que empalaga, su sabor… ¡oh su sabor!, es quizá el más enigmático de todos… ¿A quién eligió sobre el otro? La respuesta es simple pero controversial, no pudo decidir y hasta en sus sueños se sacrifico. Merlina, Merlina, Merlina… ha clavado la estaca en su propio corazón.
Merlina Draven Bancroft- Gitano
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Fecha de inscripción : 15/07/2010
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