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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Darius Argeneau Vie Oct 01, 2010 10:22 pm

Recuerdo del primer mensaje :


Lo único divertido de ser un inmortal, es darle caza a los vampiros. Punto. Quien encuentre excepcional no poder salir a la luz del día y estar condenado a tomar sangre humana, sin duda alguna forma parte de mi trabajo. Es media noche y las calles parisinas están vacías. Las mansiones se encuentran sumergidas en la oscuridad. Los ladridos de los perros en algún callejón es la única prueba de vida en esta ciudad. Mis sentidos están en alerta. Siento la adrenalina adueñarse de mi cuerpo. Espero tener una buena pelea antes de ir en busca de una taberna. La necesidad de sangre aumenta. Ha pasado más de una semana desde que probé el elixir de la vida, el líquido carmín como el más exquisito vino… No haberme alimentado de aquél humano se ha vuelto en mi contra.

Una sonrisa aparece lentamente en mis labios. La solución es concentrarse en mi único objetivo… los chupasangres. Sé que esta ciudad está plagada de ellos. He investigado y de todos los lugares, éste parece el más indicado. Todo a mí alrededor lo confirma… El silencio sepulcral y el olor a muerte en el ambiente es el ingrediente perfecto… Camino sin un destino, después de todo, es la primera vez que me encuentro en Paris. Nadie sabe ni sabrá quién soy. No sé quien es quién. Hay mucho por observar y conocer. Secretos… Encuentros… Información que recaudar.

El tiempo transcurre mientras camino, tomo nota para recordar los lugares que visito. Eso puede ser un serio problema si el amanecer me gana la partida. Los sonidos llegan hasta mí, risas, gritos de felicidad, gritos de miedo, murmullos… La curiosidad me hace apresurar el paso. Me adentro al bosque para pasar inadvertido. “Los curiosos nunca suelen faltar.” Correr entre los árboles es tarea sencilla para un vampiro. Los animales se esconden al sentir mi presencia, un hecho al que he tenido tiempo para acostumbrarme. Por mi mente pasa el día de mi transformación… Fue en un bosque donde todo terminó y empezó. No me he permitido olvidar aquélla noche, es lo que me recuerda lo que soy y, sobre todo lo que tengo que hacer… << Exterminarlos >>.

Freno abruptamente ante el olor a sangre… es fresca, mi nariz inhala como un drogadicto… mis caninos se extienden sin proponérmelo, es el escozor en mi garganta el que me gobierna ahora. La decisión de ir a investigar es imposible de resistir. Mis pies me llevan en dirección contraria a los sonidos antes expuestos de la nada. Es el cuerpo de un niño tirado como un saco de basura en medio de la nada. Su joven piel está amoratada… Dos pequeñas incisiones tienen el indicio del asesino. Un vampiro… Busco alrededor siguiendo su rastro, incluso he salido de nuevo a los callejones sin éxito alguno. Finalmente, he dado con el sitio al que iba hasta hacía un momento. Es un circo… ¿Un circo de gitanos? Rara vez me he encontrado con alguno de ellos. Suelen conocer nuestra existencia y temernos. No les culpo. Es solo el instinto de supervivencia.

La diversión es palpable en sus rostros. El odio lo es en el mío. Odio por lo que tienen y yo jamás tendré. La idea de “camuflarme” entre ellos suena morbosamente interesante. Escuchar sus gritos de terror ante la visita inesperada de un vampiro… Sí. Necesitan recordar que los demonios no descansan. Acomodo el cuello de mi abrigo conforme caigo del árbol. La voz de una mujer refrena mis pasos. Está herida… puedo oler la sangre... el demonio dentro de mí aguarda impaciente… “¿Sola?” Mi sonrisa se esconde tras su oreja, aspirándole… enfrascándole… deseándole…


Última edición por Darius Argeneau el Miér Nov 02, 2011 3:26 pm, editado 4 veces
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Mensaje por Darius Argeneau Mar Sep 13, 2011 5:59 pm


Cada palabra ha dejado llagas en su garganta, laceraciones por donde escapa la sangre escarlata. El veneno se inyecta impíamente en su mirada, ocultando tras un velo la mirada del cazador de no-muertos. La sonrisa de Darius El Desterrado no se ha suavizado, la frialdad es su rabia, el pecado que carga. Podría haberse quedado ahí parado como una roca a merced de las corrientes más bravas hasta que ella aceptara la veracidad con la que enmarcaba sus palabras, si no fuese tan peligroso. Se encontraba en un estado inestable, luchando contra las demandas de un cuerpo que ardía en llamas por reclamarle. En su cabeza escuchó el ritual de venganza que la bestia siniestramente preparaba, la canción de la muerte acariciándole la espalda, la promesa de un pacto que se había tatuado cuando el ataúd había sido encontrado. Era un trato. Cada que ella necesitaba librarse de sus cadenas, Darius las cortaba para no desesperarla. Entonces ella podía ver a través de sus ojos, matar a través de sus garras y alimentarse a través de su garganta. El cazador estaba rompiendo ese trato, por lo que la cola de la bestia golpeaba contra los barrotes de mármol. Y Merlina no podía estar más que acariciándola, complaciéndola con su atención. No. Darius no ha mentido, esta vez ha sucumbido... De la voz de una sirena se ha dejado engañar para caer al mar. Le mira con el mismo desafío tallando sus orbes, el duro rostro de Darius no cede, una confrontación por su parte no es lo que quiere. Busca su odio, ¡su miedo! Quiere sentirlo irradiar de cada poro de su cuerpo, reemplazando el calor que desprende y le toca solo para corroerlo; quiere oír su voz temblar para romper su magia compulsiva, quiere que los anillos que se forman en sus ojos se nublen de pavor, de desprecio. Quiere... ¡Maldición! “No lo digas. La quieres cerca aunque tu castigo por poder tenerla sea abrazar a la bestia.” Sus ojos relampaguearon con determinación, se entrecerraron en una sonrisa maldita cuando el eco de su orden prevaleció. “No voy a soltarte” Rugió en su mente, disfrazando su advertencia en una caricia de terciopelo.

- Un simple humano. Agregó con desdén. Un desdén que sentía solo y directamente hacia él, porque daría su inmortalidad por tan solo un jodido día para saber cómo es, incluso solo para recuperar sus recuerdos. La bestia siseó y escupió fuego. – O un monstruo. Siguió hablando mientras le obligaba a retroceder, siempre pegada a él. - ¿Dónde termina uno y empieza el otro? La mano de Darius tomó posesivamente su cuello, sus dedos creaban un suave masaje sobre la vena, calmándole, haciéndole entrar en un trance. Su boca ya no podía solo abastecerse del roce, su lengua escapó para acariciar la leve hinchazón que se había provocado en su pequeño arranque de ira. Atacó... dejando las respuestas al aire. Sin que ella lo viera venir su boca embistió, reclamándola en un beso que le habló de su desesperación, de su necesidad por ella, del dolor que sentía por tenerla cerca, de la fuerza que mermaba cuando la distancia se incrementaba. El tiempo pareció congelarse en esa pequeña habitación. El cuerpo menudo de Merlina encajaba a la perfección con el suyo. Por primera vez no sintió que algo le faltara, ni siquiera el pedazo de historia que la muerte se había llevado en su capa. Ella le completaba... – ¿Qué haré? Su mano ya descendía tras su espalda, buscando desnudarla. – Seré el monstruo que te quiere para él. La bestia que estás despertando. El demonio se fundía en la mirada famélica de Darius, moviéndose sobre su pecho y descendiendo astutamente hasta su miembro. – Yo no elijo Merlina. No me creas el rey de este jodido ser. Pero tú, ma chérie, tampoco has elegido... Lo ha hecho él. Sus ojos refulgieron antes de que su cuerpo se alzara como un gigante sobre el de ella, haciéndole caer sobre la cama. – Matar no es lo único que te puede confirmar mi naturaleza. Ya es tarde para redimir mis pecados, incluso ante ti. Darius se desconocía... No era la voz de un amante ni de un enamorado, solo la voz que se cargaba del más crudo y letal sentimiento... El Odio.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Miér Oct 26, 2011 10:44 pm

La pregunta que nadie podía responder fue arrogada por Darius en el instante en que devoraba cada parte de Merlina con su vista. La gitana no tiene miedo porque lo dejó atrás, todos los demonios que ella portaba en su cabeza tenían un hombre y ese ser pereció en medio del bosque ante su derrota ¿Sería posible que regresaran con un rostro diferente? Las voces que rigen sus pensamientos hablaron al unísono para negarle algo que ella ya sabía pero que trataba de ignorar a toda costa “No puedes huir de la bestia, porque eres tú” entonces ¿Cómo salvarlo de ella misma? La mirada de la pelirroja se clava en los orbes de s vampiro. Las manos de Darius se posan amenazantes sobre la vena de su cuello, retrocede un par de pasos y su espalda choca contra el muro, no hay para donde correr, no existe salida de emergencia para escapar de ese infierno; el problema radica en que es la misma Merlina quien no desea huir de su tormento. Jodidamente masoquista disfruta de cada palabra que él le dedica y en ese instante es arrogada como un copo de nieve en el viento, a la cama… - No soy yo quien peligra Darius, el monstruo del que huyes no está en ti – Colisión. Los demonios que Merlina acurrucaba debajo de su alma han hablado, son esas voces tan sabias quienes se amoldan al cuerpo de la gitana para aprovechar el fruto prohibido del pecado que él estaba ofreciéndole. Una sonrisa cínica aparece en la boca de la pelirroja, humecta con su saliva la resequedad de sus labios, mutando el veneno de su ser a ese desgraciado néctar adictivo que lo había conducido al pecado. Levita su cuerpo hasta donde le es permitido, sus manos rodean la espalda de Darius, la lengua morbosa de sus fauces acaricia con libido su boca… Entonces susurra – Dime… ¿Quién fue quien liberó a este demonio? ¿Fuiste tú? No… He sido yo. Te equivocaste de víctima, no era Lucern a quién debías eliminar… ¡Era a mí! – Y con esa frase se despidió de su cordura.

La ternura con la cual lo atrajo hasta ella en momentos de desesperanza, se disipó instantáneamente, ahora es la maldad quien refugia los sentimientos de la dama. Mientras ese par de voces adoquinen sus noches con pesadillas, la gitana nunca llorará por una pérdida más, el arrepentimiento no se describe en sus emociones y aunque siente que algo le hace falta su memoria no regresará ¿Es eso lo que quiere? ¡NO! Pero sí es la forma más egoísta de no salir dañada, él cambió lenguaje… ella se acoplaría a las fantasías que gritaban en su mente. El calor de su aliento choca contra el lóbulo de Darius en un intento por estimular hasta el último rincón de sus entrañas –Sé lo que quieres, tómame ya… - Se entrega sin ningún impedimento al hombre tras la máscara de bestia que le atavía esta noche. Lo muerde y se deja caer con fuerza sobre el viejo colchón de aquella cama. Afuera las carcajadas de los niños corriendo vestía con nostalgia las esquinas en las calles de Paris, un ave le cantaba al olvido mientras que los caballos relinchaban al ser golpeados por el látigo de sus jinetes. El sol se esconde tras las frágiles nubes que flotan a disposición del viento, al chocar contra otra sus enemigos, ruge cual Cerbero enjaulado en lo más profundo del inframundo. Se aproxima una tormenta. Restriega su cuerpo contra él, eleva su pelvis para acariciar su virilidad. Reclama por sentir y asegurarse ser su mujer en medio de las sombras, en una habitación desconocida y las cucarachas serían testigo del pacto que ahí se establecía con sangre. Sus uñas arañan la piel marmórea que cubre su cuerpo, rebusca en sus pupilas un atisbo de ese hombre que pereció ante el deseo… No lo encontró y lo agradeció porque así no lo lastimaría. –Sólo una cosa más… No me busques después de esto, no te enamores de mí- "Porque para mí ya es demasiado tarde" Añade en sus pensamientos y cella la frase con un beso y una caricia impúdica a la altura de su miembro, jadea al sentir el tamaño y un espasmo agónico emanado de él.
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Mensaje por Darius Argeneau Vie Oct 28, 2011 11:59 pm

El Diablo había enviado a la única guerrera contra la que el vampiro no puede negar su verdadera naturaleza. – Estoy cansado, Merlina. Su voz contaba más de lo que sus palabras alguna vez iban a expresar. Fatiga, soledad, dolor. Las yemas de sus dedos acariciaban su rostro como un pintor grabando sobre el lienzo, como un músico tratando a su instrumento, como el poeta sintiendo las palabras atravesar lo más profundo de su alma. La había levantado en cuanto ella había descendido, ¿quién sabía lo que la bestia era capaz de hacer cuando la excitación le sobrepasara? Se había tendido sobre ella, consciente de que había perdido, Darius iba a tomar lo que le era ofrecido. Su hambre bullía en su mirada, en la forma en que sus músculos se ondeaban. Su dedo le silenció cuando sus labios se humedecieron, en un intento de refutar aquello que estaba diciendo. Contra toda lógica, quería que ella le comprendiera. No importaba que su entrega durase poco tiempo, así fuese un segundo o un minuto, él atesoraría cada momento. – Cansado de una vida yerma y vacía. Su boca acariciaba la comisura de sus labios, sus manos se habían lanzado a seguir el sendero de su cuerpo, el valle entre sus pechos. – ¿Cómo puedes decir con seguridad que sabes lo que quiero? Su mano se detuvo sobre su plano estómago. Su pregunta sonaba bastante mordaz para su gusto. – Para ser un vampiro tengo unos retorcidos deseos. ¿Qué supones que quiero? ¿Una parte de ti? ¿Por qué no ser egoísta y quererlo todo? Sus manos habían abandonado el cuerpo de Merlina. Ahí frente a ella, se llevó las manos hasta su propia ropa, despojándose de las pesadas prendas, dejando al descubierto su piel marmórea. La última prenda salió de su camino y en menos de un segundo, había vuelto al calor de su cuerpo.

– No me conoces. No quieres hacerlo y por eso solo supones. No juegues a la cobarde. No juegues a hacerme vulnerable si no estás dispuesta a subirte a la balanza para equilibrarlo. Sus garras encontraron la tela que aún cubría su cuerpo, las rasgó y mutiló hasta que no hubo nada que se interpusiera entre ellos. Él ya no podía esperar. Tenía que tocarla, tenía que tomarla. Ella era su ancla. - No te preocupes por lo que puedo llegar a sentir, ya estoy sintiendo lo suficiente como para saber que estaré perdido sin ti. Hasta ahora creía que el infierno era verse entre una multitud y sentirse solo. Su cabeza bajó para tomar entre en su boca uno de sus pechos, su lengua jugueteó creando círculos, chupando, mordisqueando, embotándose en su esencia, en la suavidad que contrarrestaba contra su dureza. – Pero estaba equivocado... Como un perezoso leopardo, se estiró sobre ella para capturar su boca famélica. Darius estaba sediento. Por primera vez quería pertenecer a alguien, creer que existía confort para esas noches interminables. Su boca bajó en un sendero, regando besos sobre su cuello. – Soy incapaz de ceder a esta cruda demanda que me exige tomarte sin miramientos. Me das un regalo sin precedentes, Merlina. Déjame mostrarte cómo un hombre debe adorar a su mujer. Mañana podrás fingir que jamás ocurrió. Su boca le llevó hasta su vientre, la mirada de Darius se desvió por un momento de la de ella. ¿Cuántas veces se había mentido diciendo que, en algún lugar del mundo, una familia esperaba su encuentro? Ese pasado turbio, le había hecho crearse cientos de posibilidades. – Te necesito, más de lo que alguna vez necesite algo, más de lo que alguna vez tú podrías necesitarme. Podría emborracharme y nunca saciarme. Su mano vagó hasta su pelvis, acariciando, bajando... su boca no tardó en embotarse en ese delicioso viaje.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Sáb Oct 29, 2011 1:23 am

-¿Qué más esperas de mí?- Sacude su cabeza confundida. En el interior de un templo llora un niño que ha sido abandonado a su suerte, el frío lo arropa como única túnica y nadie lo escucha, sólo aquellas cortinas que bajan desde el umbral de las ventanas se retuercen para ofrecerle un poco de compañía, ni siquiera las sombras se han asomado esa noche a adorar a los muertos que entre sus penumbras se refugian. La tristeza, el llanto, el dolor, el sufrimiento… Los sinónimos vuelan sobre las cuatro paredes y la pesadez se hace presente ¿Cómo poder ignorar lo que está escrito? Se puede fingir, pero nunca será lo absoluto, evadir el camino hoy no nos asegura la resolución del problema mañana, Merlina lo sabe… Sus manos atrapan el rostro de Darius mientras esas pupilas ambarinas son sepultadas en el océano de una mirada ajena. Necesita que él le explique lo que ese destello pastoso trata de decirle. Por un segundo, sin entender el porque, se sintió rechazada. –No puedo jugar a la ambigüedad por ti Darius- Susurra desviando la mirada hacia un punto fijo en el techo. Lo suelta y deja caer con cruel decepción sus manos sobre los costados. Por su cabeza transitan ideas perecederas, tratos amargos y sacrificios inútiles. Arruga su frente como si ese gesto le diera la respuesta que espera a esa pregunta que no dirá. Se ve envuelta de él por segunda ocasión y aún cuando su cuerpo agradeció que la frialdad del vampiro le haya dejado, la gitana rogó por que estuviese cobijándola nuevamente. Su deseo se cumplió.

“No me conoces” En esa frase una sonrisa apareció en sus labios. -¿Cómo?- Cuestiona, niega con su cabeza y suspira con lentitud –Me acerqué a ti y tú te alejaste- Hace un recuento de cada uno de los acontecimientos que los había rodeado desde el instante en que sus miradas se cruzaron, para dicha de ella y desgracia de él o… ¿Sería al revés? –No puedo descifrar el código de tu mente cuando el acertijo mismo está codificado con otra más. Todas tus máscaras me enloquecen y no sé que hacer ¡Dime ¿cómo?!- Exclama con un golpe en el colchón la última parte de su diálogo. Es interrumpida por sus caricias y la concentración que llevaba por encima de la discusión. La gitana se dedica a absorber por medio de su piel esa sensación de bienestar que él le ofrece con cada rose inventado. Arquea su espalda, se amolda a él… Ha mutado su propio cuerpo para embone con el que tiene encima ¿Y aún así Darius se atreve a cuestionarla? Pasmada, atónita, confundida y con esa extraña excitación despertándose en sus entrañas, es vencida con una única caricia. En el instante en que él la alcanzó, la gitana pudo leer esa aura miserable y gris. Como estaca en el corazón, el dolor se instaló en las profundidades de su pecho. No puede evitar sentirse como una madre que sobreprotege a su hijo, en este caso ella era amazona que resguardaría a su amante de todo daño incluso si era de ella misma –No queremos hacernos daño- Suelta la frase con un jadeo, la mueca de sus labios es una sonrisa amarga –Pero prefiero vivir un tormento junto a ti que estar en paraíso sin ti- No dice más.

Irgue su cuerpo hasta el grado en que logra alcanzar sus labios y reclamarlos como suyos, sentir esa curvatura en su boca, dejarse envolver por el licor de su saliva, asumir la idea de consagrarse en sus manos… El deseo. Muerde su cuello, besa su lóbulo y él desaparece de su vista. Las manos de Merlina se cierran en puños apretujando las sábanas de aquella cama. En su boca los dientes libran una batalla por no rasgar esos labios que servirían como embudo para devorarlo con besos, pero el estímulo que manda su entrepierna hasta su cerebro, enloquece cada una de sus terminales nerviosas y todas se alborotan embistiendo con furia. Dicen que el instinto es el guía, pero la pobre no tiene ninguna forma de comprenderlo, mucho menos imaginarlo. Se deja llevar por lo que él le ofrece, no cree en el pecado porque honestamente ya está condenada. ¿Qué sigue? No se mueve por temor a cometer un error y se queda ahí sin hacer nada, más que observar con las sensaciones de su cuerpo todo lo que esos esbirros diabólicos disfrutan en un aquelarre. Entonces recae en la cuenta de una frase que pasó por alto, sus piernas se cierran inconscientemente -¡¿Tu mujer?!- Cuestiona. -Creí que no...- Deja inconclusa la frase pero en su cabeza el torbellino de dudas arremete en su contra y todas han escrito el nombre de Darius al final. -No juegues conmigo- Suplica.
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Mensaje por Darius Argeneau Lun Oct 31, 2011 8:53 pm

Ya no importaba absolutamente nada, ni la eternidad amenazando con mantenerlo siempre prisionero ni las batallas esperando bajo la Luna con una víctima meciéndose entre sus brazos. Nada. La había encontrado. Finalmente. Después de cien años sin esperanza, con solo la pena apuñalándole por la espalda, afianzándose de cualquier recuerdo de mortales disfrutando de parejas y amantes. Él no tuvo elección. Nunca lo había tenido. Una vez que sus párpados se habían abierto solo había encontrado un vacío que había llenado de rabia, venganza y odio para vampiros y para sí mismo. Ella lo aplacaba, calmaba esa sed que desde nunca había podido complacer. Tres días. Ese era el tiempo que podía jugar a no necesitar pero sí a oír el canto de la sangre, ese era el tiempo que su cuerpo podía aguantar antes de reclamar su primera víctima. Lo había intentado todo. Dios lo sabía, si es que alguna vez lo había escuchado. Cada víctima que había sentenciado a muerte le había arrancado una parte del alma que ya no podía ser salvada. Le hablaban durante las noches, grababan en su mente que era un demonio, tan malo como los que ejecutaba. Una maldición. Darius había leído la mente de Merlina, de la muerte que siempre parecía rodearle, pero él lo sabía, todo su ser lo advertía. Ella era todo lo bueno que nunca podría tener, que nunca podría aventurarse a manchar. La luz de su oscuridad. Mientras la tuviese en sus brazos, podría encontrar su descanso. El cazador nunca había podido yacer tranquilo, le tenía aberración a los espacios cerrados, oscuros, silenciosos. Jah. ¿En qué clase de patético ser le convertía ese secreto? Era de la noche, pertenecía la noche. Pero había despertado en un maldito ataúd bajo la tierra, si no fuera por que había escarbado durante noches, incluso días - era fácil saber cuando el sol se ponía en su nueva “vida” – para poder abrir esa maldita grieta en la madera, con sus dedos destrozados por la desesperación de abrirse paso y la sangre bañando las paredes de la cárcel en la que le habían esclavizado. Ratas. De eso había sobrevivido hasta que quien quiera el que fuera el que lo había metido lo había sacado. ¿Qué importaba que la hubiese conocido apenas unas cuántas horas atrás? Rememoraría esa noche, su desinteresada entrega, solo ella abrazado la oscuridad que siempre iba a arrastrar. ¿Podría ella disfrazar a sus demonios? ¿Querría disfrazarlos? “No tienes derecho a nada, Darius. Ni siquiera a soñar”

Bebió. Con desesperación. Por un momento pareció que el tiempo había regresado a ese lugar donde nadie podía escucharlo, donde nadie podía ayudarlo. Y aún así, cuando no parecía tener suficiente de ella y su lengua la envolvía en prolongadas y suaves caricias, la trató con una delicadeza que contrarrestaba con lo salvaje de su mirada. Ella no se merecía a un demonio poseyéndola, merecía un hombre... Un hombre que no era. Merlina lo envolvió con su calidez, su sabor se volvió su aliento, su excitación se vertió en él, despertándolo como nada antes podría haberlo hecho. – Espero que me des la espalda como todos han hecho. Su voz era ronca, el deseo lo embriagaba. – Espero que corras lejos. Sus frases tardaban en completarse porque no tenía suficiente de ella. Entonces lo comprendió. Nunca tendría suficiente de Merlina, de su gitana. Así pasasen mil años, el recuerdo de su cuerpo, el sabor de su esencia le perseguiría a donde sea, a donde fuera. La recordaría así, como una diosa con sus hebras de fuego, con su inmaculada piel recibiéndolo. – No juego, Merlina. Se alzó sobre ella. Por primera vez, la sonrisa de su rostro llegó hasta su mirada. - ¿No puedes ver cuánta tristeza alejas? ¿Cuánta esperanza me envuelve por ti? Su miembro golpeaba contra su entrepierna, su cobijo. – Por ti. No por otra. Solo tú. Merlina. Empujó pero se detuvo de inmediato al sentir la barrera. Su mirada ardió sobre ella. Su mente hizo la pregunta que sus labios nunca se hubiese atrevido a expresar. “¿Por qué? ¿Porqué él?" – Nunca he merecido nada. Desde luego, no a ti, pero lo pido, lo exijo... Con sus consecuencias, por una oportunidad para estar contigo. Sé que no tiene sentido. Nada de esto lo tiene. La miró, la grabó a fuego en su mente. Esperando cualquier gesto que le dijera que continuara o se detuviese. Se veía tan solo, tan orgulloso. No intentó persuadirla ni convencerla, simplemente esperó. Ella era su condena y solo ella tenía el derecho de ejercerla.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Mar Nov 01, 2011 2:10 pm

El fuego lo consumió todo sin dejar una esperanza para el corazón, pero aún en lo estéril del suelo carbonizado la fe puede reparar todo el daño. Y como fénix resurgió de sus cenizas, más fuerte que nunca. Mística ave de fuego que jamás se marchita. Rosa invernal que germina pese a la adversidad… Así es ella. Sus pupilas destellaron acuosas, sus sentimientos emanaron desde ese corazón que prometió no volverse a engañar ilusionándose con algo que se llama amor, pero llegó Darius con esa mirada penetrante y el hambre un hambre de soledad que debía ser saciado. La melancolía de su existencia capturó la esencia de la gitana y la embriagó para que lo acompañase, una mezcla que se complementaría al final de todos los tiempos. Su descubrimiento los arrastró a sentir una pasión poco común en sus cuerpos y almas, ella entendería que su maldición sólo es un sueño que se ha encargado en alimentar desde que tiene consciencia y a él le tocaría enfrentarse contra la humanidad que pensó vencer tras su muerte. Ninguno de los dos se había sentido tan vivo como hasta ahora, Merlina la galaxia y él ese universo en el que coexiste. Sus manos quieren adueñarse de cada poro en su marmórea piel ¿Cómo describir la sensación que perciben las yemas de sus dedos si las palabras se le han ahogado en un mar de pensamientos y emociones distintas a las que había concebido? ¿Alejarse? ¿Huir? ¡No puede! Porque lo ama, porque fue encadenada a él desde que se atrevió a ofrecerle su sangre, desde el momento en que probó bocado de su elixir vital. De sus lagrimales brotaron serpientes de agua, ella no podía alejarse de él, ella quería que él lo hiciera. –Yo no tengo la fuerza necesaria- Surra pero Darius no se queda en silencio y continua con esa cátedra. Su cuerpo se prepara para ser profanado, cada una de sus terminales nerviosas cobra vida depositando un delirio agónico en su ser. No bastaría con absorberlo en estas horas, si al despertar por la madrugara se encontraría con la almohada vacía y un hueco en el colchón en donde había posado su cuerpo para acompañarla. No bastaría con fundirse en sobre y por debajo de su cuerpo si la olvidaría en el crepúsculo. No, no bastaría…

Levantó su mirada y sus orbes centellaron una vez más, pero esta vez se debía al hecho de que él sació con la tonalidad de su voz y las caricias de su cuerpo, los demonios que habitaban en la cabeza de Merlina. Sus palabras son convincentes, lo que ella desea escuchar ¿Realidad o ficción? ¿Quién ha muerto por soñar? Sabe que si despierta el dolor será insoportable, pero prefiere haber probado un segundo del paraíso que no haberlo conocido nunca. Las manos de Merlina se enredan por detrás de su espalda, lo atrae hasta ella en un abrazo infinito, se aferra a él, no quiere soltarlo, no pretende dejarlo escapar, se encadenaría a Darius y sin importar lo que hiciera, ella estaría a su lado. Es su turno. Sonríe soltándolo con su mano derecha para así permitir que su pulgar delineara la comisura de sus labios. Atrapa sus mejillas con sus palmas, lo obliga a mirarla a los ojos, esas lágrimas de sal corren por el rostro de la gitana, quien no la conoce las confundiría con llanto pero no es así. Toma una fotografía mental de él, porque quiere capturarlo de esa manera para el día en que llegue a faltarle… Frunce el ceño y saca esa amarga idea de su cabeza, se sacude gritándose internamente “No quiero perderte” Aleja su mirada durante un efímero segundo y la recupera de inmediato –En la fantasía de la vida, no hay cabida para la razón de las cosas, nada tiene sentido… Mucho menos lo que…- Se queda en silencio temiendo a sus propias palabras. No es posible que en tan corto tiempo sienta que ya le pertenece, que ya es de ella. Pero al sentir su piel sobre su cuerpo ¡Maldición, es tan indescriptible! El frío de Darius apacigua el candor de Merlina, el equilibrio universal que siempre se espera encontrar en la pareja. Sus voces la abofetean porque también lo quieren, también lo desean. –siento por ti- culmina su comentario y cella el crimen con un beso a sus labios. No es ansioso, nada hambriento, no tiene furia… Es sencillamente, pausado, suave, dulce. Con ese acto devora la sensibilidad que mantiene escondida –Soy yo quien no te merece pero aún así me atreveré a jugar en la ruleta por ti- Vuelve a entrelazarse en su cuerpo, sus piernas se abren deliberadamente acogiendo las caderas de Darius, se enroscan a la altura de su pelvis y aprietan pausadamente. No hay más salida, el cuerpo del vampiro y del de la humana han embonado a la perfección, la cárcel de su virilidad es la feminidad de su amante. Jadea débilmente ejerciendo un vaivén de caderas –Mío- Lo reclama de su propiedad con el primero de sus últimos besos.
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Mensaje por Darius Argeneau Miér Nov 02, 2011 3:21 pm

“Te arrepentirás. Nada es para siempre” “Tu y yo, Darius, solos tu y yo hasta el fin de los tiempos” “Bendícela ahora, maldícela luego” La retahíla amenazaba con hacerle estallar las sienes, pero ya no necesitaba de esa voz que en su desasosiego había llegado para anclarlo a la tierra. Una voz a cambio de algo de cordura había sido el mejor de los pactos. “No trates de ignorarme, después de esto seré yo el que dicte tus pasos” No importaba cuánto gritara, Darius había bajado el volumen para centrarse en los latidos de su gitana. Sus dedos robaban la magia de su piel para embriagarse del placer que le golpeaba con tan solo tocarla. Ella no lo sabía, pero hacía mucho tiempo que había dejado de buscar el calor de un cuerpo, no habían pasado muchos años y ya se había aburrido de ver pasar el tiempo, los rostros... De recordar su época y ver cómo las sociedades se transformaban, dejando solo a un testigo de la historia que se escribía para darle la bienvenida a los nuevos más nunca a los viejos. La idea de que así sería siempre le había embestido, pero nada como el conocimiento que llegó al seguir ese hilo en sus pensamientos. Merlina no sobreviviría. El tiempo nunca perdonaba. La bestia rugió en medio de su desesperación, un gruñido amenazador se abrió paso hasta sus fauces, traicionando la tranquilidad que había estado demostrando. “NO” No era la voz la que marcaba su mente como un hierro puesto al fuego, esa era suya, no había dudas. ¿Qué cuando ella se fuera? ¿Qué quedaría para ofrecerle al mundo? “Un depredador como nunca antes se habrá visto, Darius” El monosílabo de Merlina atrajo su atención pero no hubo nada que decir. La acarició, como si aquélla fuera la última noche en que le encontraba. Sus yemas seguían el paisaje que le era entregado, iniciaban desde el pulso que latía en su garganta hasta el par de montañas que invitaban a su boca a escalarlas, pero fueron esos labios los que finalmente le tentaron. La besó. Queriendo tomarla dentro de sí para guardarla incluso cuando solo los recuerdos quedaran. “¿Por qué te has puesto melancólico, cazador? ¿Qué es lo que ella ha dicho? Mejor vivir un tormento que estar en el paraíso” La devoró, siendo consciente de cada palabra que era puesta en su mente. Esa vez no le ignoró, ya no había esa intención, era solo la verdad que él no estaba preparado para aceptar.

Su cuerpo completó el suyo. No importaba que todo su ser gritara por entrar y guarecer en el calor de su interior, Darius obligó a su cuerpo a esperar que el de su gitana se acostumbrara a la sensación de su invasión. Su lengua bebía de las gotas de sudor que aparecían en su piel, capturando las gemas que le vestían. No necesitaba de tales accesorios porque todo en ella eran gemas, piedras preciosas que ni el tiempo podría maltratar, apagar. Y aún así, él se encontraba queriendo ofrecérselas. Justo entonces, el dinero que había acumulado tenía finalmente un propósito. Su palma se detuvo justo sobre el órgano que palpitaba con la fuerza de mil demonios, mientras que todo su cuerpo se inclinaba cubriéndole protectoramente, su cabeza descansando sobre el hueco de su cuello en el momento exacto en que había, finalmente, penetrado. Embistió. Sus estocadas habían empezado acompañando los latidos de su corazón, pero pronto se volvió una sonata imposible de seguir. Golpeó una y otra vez, aumentando la velocidad. Sus colmillos se desnudaron, rozaron el cuello, como si con ese gesto le estuviese pidiendo que detuviese lo que a él ya le resultaba inevitable. Darius quería su sangre recorriendo, dándole la vida a su cuerpo. La mordió, enterró sus colmillos y con el primer trago de su esencia, dejó que su cuerpo los coreografiara. El sonido de sus cuerpos al encontrarse a mitad de la pista era el único que reinaba en esa habitación que les encerraba.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Mar Nov 08, 2011 12:07 am

La desesperación envuelve su cuerpo esporádicamente y toda su concentración recae en la zona que ha sido despertada por caricias infames, llenas de indecorosa delicia. Las estrellas nunca hubiesen imaginado que se sentiría caer del cielo, pero la gitana, en ese momento, juraría lo que siente un astro al estar en la cima del firmamento. Los latidos de ese corazón galopan incasables, bombean ese líquido carmesí por todo su torrente sanguíneo. Con cada marca que él va depositando sobre su cuerpo, ella se empapa con su olor, se impregna de su esencia y su nombre es tatuado en sus pensamientos más allá de lo que un sueño o una pesadilla podrían significar. Sus dedos se entrelazan con las sábanas de la cama, su mano se cierra en un puño, se contrae, lo blanquecino de la tela comienza a sucumbir ante el restriego de sus palmas contra ellas. Sus arrugas serán el vestigio de que ahí ocurrió algo más que un encuentro apasionadamente carnal, cada rugosidad hablará junto con el eco gritando que el amor siempre doblega al demonio… Las partículas de polvo se elevan por la habitación, las embestidas de Darius… Oh, magno delirio que alcanza lo sublime en las lejanías de un desierto en medio del edén. La cama rechina, el colchón parece someterse a la furia que él arremete en su contra… En su entre pierna, la gitana siente una punzada, puede ser quizá el desgarre de sus paredes por el atrevimiento de su virilidad, jadea… Sierra sus ojos y con cada espasmo de un tenue dolor, se retuerce bajo su cuerpo y esas manos que parecen los tentáculos de un pulpo, quieren abarcar hasta la última parte de su cuerpo. Muerde sus labios, escucha la sonata de sus sexos al golpearse, presta atención a los sonidos que él despide como acompañante a la orquesta y el polvo de las paredes desquebrajándose comienza a caer sobre su frente… Su sangre forma un río púrpura que repara al lado de la curvatura en su seno.

Concentrarse en una idea, es inútil cuando todo su ser está enfocado en el descubrimiento de esa sensación en su altar de Venus, el ritmo acelera y el movimiento que ejecuta a la par con sus caderas también, está a punto de llegar al clímax de la acción, no puede contener el aliento, se le escapan pequeños alaridos ahogados. Sus uñas se desprenden de las sábanas y rápidamente se inmolan en la espalda de Darius, desgarrando… Levanta su cabeza para alcanzar su oreja con esos labios y la muerde. Cuando su vista se ha nublado, cuando la sangre sólo puede fluir en una sola corriente, cuando no puede hacer otra cosa más que relajar su cuerpo, cuando sus pensamientos son ofuscados por la fantasía de sentirlo tan dentro de ella, cuando la efímera letanía de una maldición se disipa con su presencia… Es en ese instante en que Merlina desahoga todos sus pesares en un gemido silenciosamente placentero. Su aliento choca contra el cuello de Darius, sus manos son cadenas que lo rodean por la espalda, entonces lo encuentra… La primera contracción de placer en su cavidad, sus piernas se cierran con fuerza esperando absorber hasta la última parte de él. Ahoga su pasión y se deja caer en la cama, el rebote de su cuerpo y el chillido de la madera que sostiene el colchón, son sólo el lenguaje de la única batalla en la que ambos partes ganan. Rendida deja que sus piernas se separen ligeramente de él, aflojando la cadena que se había creado en la pelvis de su vampiro. Sonríe, su desnudez aterciopelada le dicta un continuar pero está agotada. Reposa sobre el colchón mientras trata que su respiración se normalice, pero su cuerpo ruge… En un instante se abalanza en su contra y devora con impaciencia sus labios, su cuello, su pecho… Lo abraza y atrae hasta ella para concederle el espacio en la cama, la posición se invierte, las sábanas se enredan en el cuerpo de la gitana. Su pelvis sobre sus caderas, sus senos perforando su pecho, sus dientes tratando de marcarlo como él a ella, sus colmillos quieren devorarlo pero es inútil y sólo puede tragar el sabor de su piel… Se queda agazapada sobre su cuerpo y se visualiza como una diosa de pálido color sobre la bestia mutada en millones de murciélagos hambrientos, ella los sacaría a cada uno sin importar que se le fuese la vida.
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Mensaje por Darius Argeneau Sáb Nov 26, 2011 11:10 pm

No se puede poner en palabras las sensaciones que le abordaban, tan extrañas que hacían imposible catalogarlas, tan intensas que cegaban, tan sublimes que deliciosamente lo torturaban. Siglos donde el deseo había sido sustituido por el aburrimiento, donde la atracción había sido reducida al desinterés personal que encontraba en cualquiera de las jóvenes con quienes raramente se embaucaba, donde el odio había alimentado la pasión de una venganza contra sus semejantes con el único fin de arrastrarlo a otra noche de aislamiento en su soledad amarga. Dos mitades de un todo que finalmente se habían encontrado tras vagar por el cosmos. No fue hasta ese momento en las profundidades del bosque cuando la mirada ambarina que revelaba las cicatrices de un alma maltratada lo que había traspasado cada una de sus defensas, tomándolo desprevenido con la misma rapidez en que cae una estrella. ¿Qué era? ¿Un monstruo conquistado por el misterio tras sus orbes? ¿Un animal atraído por la suavidad de su piel? ¿Un demonio envenenado por su dulzor? ¿Un adicto condenado al vacío sin ella? O... ¿Un esclavo siempre a su servicio? Ni lo uno ni lo otro porque Darius estaba jodidamente seguro que sería lo que ella quisiese, pidiese o exigiese. Merlina lo tenía en sus manos, el cazador había pasado a ser el cazado. La gitana esgrimía un arma tan poderosa como cualquier estaca que hubiese alzado contra el pecho de su adversario, pero su golpe mortal sería el mejor, el más eficaz, el más eficiente, la diferencia entre lo que Darius llamaba vida y muerte. Cada hora esperando la llegada del crepúsculo para seguir el rastro del vampiro o cada hora destinada a entrenarse para conocer cada movimiento del enemigo había estado sujeta a su honor, era lo único que tenía y lo único a lo que se aferraba, hasta ella...

Sus embestidas solo aumentaban con cada gota que tomaba, la sangre humana que se había negado desde parecía mucho tiempo, le sumía en una neblina roja donde el demonio arañaba para tomar el control, no solo físico sino mental, como si aquello no hubiese sucedido desde su conversión a vampiro. La sangre animal no le permitía sobrevivir adecuadamente pero al menos lograba postergar la salvaje sed que tocaba a las puertas del infierno en cada alzamiento. Jah. No importaba cuan fuerte fuese, al final, siempre al final, exigía la sumisión de una, cualquier presa por el precio que fuera. La fuerza de sus estocadas era bestiales, imprimiendo la sensación de su cuerpo sobre el de ella, deleitándose en sentirla bajo sus músculos, asegurándose de que le sintiera en cada recóndito. Nadie la necesitaría o saciaría como él. Bebió hasta hartarse, su lengua lamiendo una y otra vez los pinchazos, luchando contra el deseo de marcarle. Siguió la curva de su cuello, descendiendo sobre el costado de su seno, todo mientras saboreaba la forma en que le cobijaba. Su calor bañaba su miembro, una empuñadura que le forzaba a gruñir ante la fricción, aumentando el placer con cada contracción. Merlina estaba deliciosamente apretada, le absorbía, le acariciaba con cada gemido que golpeaba sobre su oído.

Su cabeza se alzó para beber del placer de su rostro mientras llegaba. Memorizó cada línea, no importaba donde estuviese, Darius estaba seguro que podría invocar cada punto a la perfección, mas no la vida que siempre le daría paz, al menos hasta que tuviese que sobornar a Caronte por otra de sus noches. El cazador de vampiros no se molestaba en ocultar su naturaleza, sus colmillos se encontraban alargados ante ella, su única exigencia en ese momento era que Merlina fuese consciente de con quien estaba compartiendo su cuerpo. Un vampiro, un cazador del no-muerto... Darius Argeneau el renegado, el desterrado, el ignorado por su pasado. Justo cuando su boca descendía para mordisquear su barbilla fue tomado por sorpresa y por primera vez se permitió bajar la guardia, el atisbo de una sonrisa que ni siquiera sabía que poseía apareció. – Eres increíblemente hermosa, Merlina. El vampiro pronto descubrió la ventaja de esa posición. Su piel era la mas suave de las sedas pero no fue eso lo que le hipnotizó sino esa sonrisa curvando las comisuras de la pelirroja, una sonrisa que escondía satisfacción por estar dominando la situación. – Ni en un millón de años... agregó en voz alta, poniendo fin al pensamiento que cruzó como una bala antes de tomarla del cuello y atraerla para un concienzudo beso.
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