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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Darius Argeneau Vie Oct 01, 2010 10:22 pm

Recuerdo del primer mensaje :


Lo único divertido de ser un inmortal, es darle caza a los vampiros. Punto. Quien encuentre excepcional no poder salir a la luz del día y estar condenado a tomar sangre humana, sin duda alguna forma parte de mi trabajo. Es media noche y las calles parisinas están vacías. Las mansiones se encuentran sumergidas en la oscuridad. Los ladridos de los perros en algún callejón es la única prueba de vida en esta ciudad. Mis sentidos están en alerta. Siento la adrenalina adueñarse de mi cuerpo. Espero tener una buena pelea antes de ir en busca de una taberna. La necesidad de sangre aumenta. Ha pasado más de una semana desde que probé el elixir de la vida, el líquido carmín como el más exquisito vino… No haberme alimentado de aquél humano se ha vuelto en mi contra.

Una sonrisa aparece lentamente en mis labios. La solución es concentrarse en mi único objetivo… los chupasangres. Sé que esta ciudad está plagada de ellos. He investigado y de todos los lugares, éste parece el más indicado. Todo a mí alrededor lo confirma… El silencio sepulcral y el olor a muerte en el ambiente es el ingrediente perfecto… Camino sin un destino, después de todo, es la primera vez que me encuentro en Paris. Nadie sabe ni sabrá quién soy. No sé quien es quién. Hay mucho por observar y conocer. Secretos… Encuentros… Información que recaudar.

El tiempo transcurre mientras camino, tomo nota para recordar los lugares que visito. Eso puede ser un serio problema si el amanecer me gana la partida. Los sonidos llegan hasta mí, risas, gritos de felicidad, gritos de miedo, murmullos… La curiosidad me hace apresurar el paso. Me adentro al bosque para pasar inadvertido. “Los curiosos nunca suelen faltar.” Correr entre los árboles es tarea sencilla para un vampiro. Los animales se esconden al sentir mi presencia, un hecho al que he tenido tiempo para acostumbrarme. Por mi mente pasa el día de mi transformación… Fue en un bosque donde todo terminó y empezó. No me he permitido olvidar aquélla noche, es lo que me recuerda lo que soy y, sobre todo lo que tengo que hacer… << Exterminarlos >>.

Freno abruptamente ante el olor a sangre… es fresca, mi nariz inhala como un drogadicto… mis caninos se extienden sin proponérmelo, es el escozor en mi garganta el que me gobierna ahora. La decisión de ir a investigar es imposible de resistir. Mis pies me llevan en dirección contraria a los sonidos antes expuestos de la nada. Es el cuerpo de un niño tirado como un saco de basura en medio de la nada. Su joven piel está amoratada… Dos pequeñas incisiones tienen el indicio del asesino. Un vampiro… Busco alrededor siguiendo su rastro, incluso he salido de nuevo a los callejones sin éxito alguno. Finalmente, he dado con el sitio al que iba hasta hacía un momento. Es un circo… ¿Un circo de gitanos? Rara vez me he encontrado con alguno de ellos. Suelen conocer nuestra existencia y temernos. No les culpo. Es solo el instinto de supervivencia.

La diversión es palpable en sus rostros. El odio lo es en el mío. Odio por lo que tienen y yo jamás tendré. La idea de “camuflarme” entre ellos suena morbosamente interesante. Escuchar sus gritos de terror ante la visita inesperada de un vampiro… Sí. Necesitan recordar que los demonios no descansan. Acomodo el cuello de mi abrigo conforme caigo del árbol. La voz de una mujer refrena mis pasos. Está herida… puedo oler la sangre... el demonio dentro de mí aguarda impaciente… “¿Sola?” Mi sonrisa se esconde tras su oreja, aspirándole… enfrascándole… deseándole…


Última edición por Darius Argeneau el Miér Nov 02, 2011 3:26 pm, editado 4 veces
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Mensaje por Darius Argeneau Lun Ene 24, 2011 9:03 pm

Argeneau se había detenido por tercera vez a mitad del camino. No estaba perdido ni necesitaba descansar, nadie le perseguía y ningún sonido estaba fuera de lugar. Su única preocupación era la mujer que yacía entre sus brazos. Mantenerle así, junto a él, le hacía sentirse poderoso, único en su mundo. El sonido que escapaba de sus labios entreabiertos, el roce de sus cabellos sobre su piel desnuda, la encantadora forma en que su pecho se elevaba y el calor corporal que le transmitía, era su tranquilizante. ¿Cuántas veces recurrió a sentarse en una roca, escuchando como el agua corría libremente, formando una cascada? Pensó que aquello era tranquilizador. No podía culparse por aceptar que eso era lo más cercano que estaría a sentirse confortable porque a través de los años, siempre terminaba naufragando hasta el río o la laguna mas cercana, perdiéndose en sus aguas tranquilizadoras, nadando contra la corriente, ahogándose en el silencio que reinaba alrededor de todo ello. Unas cuantas horas – ya no decir sobre una noche entera – y una humana le había demostrado cuan equivocados eran sus pensamientos. La paz que sentía mientras le sostenía se reproducía en su pecho, siendo accionado por un mecanismo de autodefensa, estallando, tomando direcciones opuestas. El cazador aún podía sentir el sabor de su sangre en su paladar, ella le había devuelto la vida esta noche y se mintió sobre la razón por la cual le protegía. Aunque era cierto que él no mataba a sus víctimas e incluso había salvado un par de mujeres de las garras de la muerte, su trabajo solo había consistido en asesinar a su atacante, no en llevarlas hasta su guarida ni brindarles la atención que le estaba dando a Merlina. No confíes, esa era la única regla que jamás, jamás rompía. Pero ella me ha dado de su sangre, se lo debo... Sus memorias eran una gigantesca rueda, giraban y giraban, sacando a relucir una verdad que encubría, una razón que ignoraba, una atracción que le consumía.

"Tus labios parecen como los pétalos de una rosa, ¿se sentirán de la misma forma?" El vampiro inclinó su cabeza, acercó su rostro hasta el de ella, convencido de que no se detendría... Un beso, eso era todo lo que pedía de Merlina. Pero en el momento en que sus labios acecharon los suyos, el nombre de aquél vampiro fue despedido. ¿Cómo podía importarle? ¿Cómo podía dolerle? Apenas le conocía... Como una estaca, el dolor perforó su pecho y la tranquilidad que le invadió hasta hacía un momento se esfumó por completo. No. No iba a caer en ese juego. Le dejaría en su habitación y marcharía, lo último que necesitaban los dos sería quedar atrapados bajo la amenaza del sol. Se obligó a continuar, reforzó su mente para no inmiscuirse en sus sueños, pero ¡Dios! ¡Que difícil le resultaba! ¿Saber con quien soñaba no era suficiente tortura? Sus ojos se enfocaron en el camino que se abría ante él. Los árboles que se unían en sus copas eran sus vigías, el viento rozaba las hojas, embistiendo escandalosamente, cantando secretos de otro encuentro desafortunado que se daba bajo su escrutinio. La Luna no caminaba con él, se escondía de su vista o fue solo que Argeneau no se molestó en confirmarlo. Una estatua... el vampiro se congeló ante lo que escuchó. Fuera del bosque, todo parecía irreal, ¿quién lo diría? Él jamás daba su nombre, lo odiaba porque ese nombre que había portado como humano, él con sus manías lo había deshonrado. Darius... ¿Hacía cuanto que alguien le dirigía la palabra? Hacía mucho... ¿Hacía cuanto que alguien le llamaba por su nombre? Nunca. ¿Cómo podía saberlo? Había muchas cosas que no entendía, pero cada una podía esperar, Merlina era su prioridad. Y como si su nombre hubiese sido pronunciado con fuerza, el eco se quedó en su cabeza. Cuando ella despertara no sería en sus brazos sino en la comodidad de una cama... Así tenían que ser las cosas... Después de todo, no podías perder lo que nunca fue tuyo.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Jue Ene 27, 2011 11:20 pm

El viento sopla a sus alrededores, embistiéndolos con furia al igual que choca contra una montaña, espera que con su bramido se doblegue el vampiro para dejar a la joven allí, en medio del bosque en donde se puede presumir más a salvo que los brazos de una bestia. Las ramas se atoran en la hechura de un atavío varonil, desgarran la tela en su intento desesperarlo por retenerlo un par de segundos más. A sus pies la tierra grita con cada paso que Darius ejecuta, es un alarido de dolor representado en los “crack” que se esparcen a través del silencio… Los animales temen a la sombra espectral que atraviesa ese inmenso bosque, siente una mortífera pena por la joven sujeta a su figura. Pero, ella no le teme, esa muchacha dormilona tiene en sus labios una sonrisa traviesa, pacífica, diminuta. Esas tontas heridas en su rostro no pueden hacer fallecer la belleza que posee, es una muy extraña, algo muy con su propio sabor; la picardía de la gitana. ¿Por qué está feliz? La respuesta se encuentra sumergida en sus pensamientos, en sus sueños…

La sangre que destila esa herida en su corazón, hace ríos de de un color púrpura, el olor es igual al de las flores, es una explosión extraña de dulzura y ferocidad, no se le puede describir exactamente, es ambiguo, es indescifrable, es… es Merlina. Se deja caer sobre el suelo, ya no puede sostenerse más de pie pues el mareo se hace presente y la debilidad también. Se esfuerza por mantener los ojos abiertos y así verlos una vez más “¿Cuál es tu objetivo? ¿Crees que ellos harían lo mismo por ti?” Esos demonios lentamente comienzan a acecharla, su única fantasía antes de cerrar los ojos eternamente era divisar sus rostros a lo lejos, ahora la penumbra se ha ceñido sobre su cuerpo impidiendo su última voluntad. Los susurros son cada vez más fuertes y atroces, golpean sus oídos con blasfemias que fácilmente le lastiman, duele su alma y se rinde su cuerpo. Esas lágrimas en sus ojos aparecen de repente y aún tiene ganas de luchar; son sus creencias las que le mantienen con esa furia en su mirada. Patalea, grita, se enfurece.. Nada puede sacarle de esa pesadilla en la que se ha sumergido letárgicamente. Las palabras que escucha son severos escupitajos a todas esas sensaciones que alguna vez albergo en su pecho, es un laberinto, es un caos. ¡Es el infierno!

Pasan los segundos, segundos que se han sumado a eternidades, su ser aún sigue bañando el sitio de carmín, con cada gota una nueva espina emerge en su pecho, una herida que le quema la piel, que corrompe sus entrañas donde nacen todos y cada uno de sus demonios. Sus respiraciones resuenan en medio de la nada y trata inútilmente de sostenerse. Hay presión en su vientre, en su cuello, las manos de esas sombras se han encargado de mantenerla allí, a los pies de la muerte. “¡Déjate caer! Bien sabes que no existe nada aquí que rompa con tu maldición. Eres débil y todos los que amas morirán por que tú… ¡Por que tú estás viva!” La última frase termina por hacerla perecer ante la endemoniada obscuridad, sus temores han consumido cada parte de su cuerpo que ahora solo quedan las cenizas de su desprecio, ese odio que se tiene a si misma ¿Cómo poder huir de un monstruo que habita en ti? ¿Cómo huir cuando el ese monstruo eres tú? No hay salida, no existe escapatoria más que aprender a vivir con él, dominarle y ganar cada batalla en la que pretenda aparecer para no perder las ilusiones que con tanto esfuerzo se han logrado erguir sobre las tinieblas.

El miedo se apodera de Merlina cuando sus últimas esperanzas son arrancadas de su pecho, alguien le ha arrebatado el corazón. Después de todas esas palabras aún pretendía levantarse pero ahora la sombra de un fantasma se ha visto galardonada con sus deseos. Le duele, agoniza como jamás lo había hecho pues el hombre que alguna vez admiro con ciega devoción fue el mismo quien despojo su alma de su cuerpo. Ya no hay colores brillantes en sus sueños, solo una inmensa penumbra, infinita, solitaria, fría, deprimente… Literal, las alas de un ángel sostuvieron su caída, la mano de esa criatura sostuvo la suya cuando se creyó completamente perdida. Se aferra a ella como el esclavo a sus grilletes, como el bufón a la sonrisa, como las nubes al viento y un niño a la vida. Una de sus manos se posa en el pecho de Darius aclamando un calor que no puede ofrecerle con el tacto… Abre sus ojos en un suspiro desgarrador, un respingo a la par y un beso que nunca fue dado – Imposible...- Musita al verle a los ojos, sacude su cabeza y busca a sus al redores algo que le indique la ubicación en la que se encuentra - ¿Has estado cuidándome? – Intenta levantarse pero no lo logra - ¡Te dije que te fueras! Corres… peli… - Su respirar es agitado, aún no consigue establecer un equilibrio entre su voz y la presión en su ser – Corres peligro si te quedas aquí, si te quedas conmigo ¡¿Darius?! Por favor vete – El simple hecho de pronunciar su nombre en la conciencia le eriza la piel, se pierde en sus emociones, en sus sensaciones.

Sin pretender nada le sonríe, se pierde en sus pupilas, escruta cada detalle en él y lo memoriza en sus recuerdos. Levanta una de sus manos y toca sus mejillas, al hacer esto una develación llega hasta su cabeza, la arruga en su frente se marca, pareciera que la han esculpido en su rostro, perpetua… - No, no, no…. – Se altera por completo, no puede decir lo que vio, no pensar en lo que pasará, es tan solo un adelanto a los hechos, algo que se puede evitar pero al mirarlo a los ojos… - Dime que no, dime que no morirás – Rodea su cuello con ambos brazos para sostenerlo frente a ella, su barbilla se clava en el arco de su cuello. Su cálido respirar choca contra su oído para humedecer con su vaho esta zona, deposita un pequeño beso en ese sitio – Será más fácil para mí si te marchas ahora – Se pierde su voz en un susurro…
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Mensaje por Darius Argeneau Miér Feb 16, 2011 9:06 pm

El bosque que se extiende tras ellos da la apariencia de una isla deshabitada, solo siendo vigilada por la enorme Luna que se mece en un triste afán por perderse entre las constelaciones que se forman y brillan intermitentemente. El silencio es un mar que se alza como su manto, atrapando a todos los árboles bajo su cobijo, brindándoles el confort más no el calor que obtendrán en cuanto el Sol desplace a la vigilante de la noche. Es tan desafortunado que él no pueda hacer lo mismo con la oscuridad que carga consigo. Existen un sinfín de luces que siempre le acompañan por donde transita, las estrellas y la Luna en el firmamento son solo una de ellas, pero ninguna de esas es suficiente para mantenerlo en esa dimensión. ¿La realidad? Argeneau desconoce lo que es real y en ese momento, mientras sostiene contra su pecho el cuerpo de la mujer y su innecesaria respiración aumenta para retener y llenar sus pulmones con su fragancia, se cuestiona si no es solo una ilusión que su mente crea para jugar con la central de imágenes que atisba en medio de la terrible agonía en que sumerge a su cuerpo. No sería la primera vez que el pasado buscara un sitio en su presente, ni tampoco la última vez que el presente se distorsionaba inventando lo que muy profundamente deseaba. Por que sí, aunque hacía mucho que no se molestaba en desear, aquél encuentro con Merlina y aquél vampiro le hicieron comprender cuán idiota había sido al alzar el ancla que le mantenía cuerdo.

Era cuando el Sol se asomaba que él se sentía indefenso. Los agujeros de un pasado confuso solo le atormentaban. Podía recordar con suma claridad aquélla vez en que había flaqueado, aseverando que vería la luz del día por última vez y partiría a encontrarse con su familia. Todos muertos. Sangre. Argeneau dejó el cuerpo de Merlina sobre la cama, la suavidad con la que su mano acariciaba su mejilla era una que creía había desaparecido junto con su humanidad. Pero así tenía que ser su toque. La belleza y la inocencia que encontraba en sus facciones mientras dormitaba, era tan descomunal, tan magnífico que Argeneau no pudo evitar sentirse lleno de una insana alegría. La opresión en su pecho le hizo fruncir el ceño, las arrugas en su frente parecían permanentes y se sintió viejo. El peso de todos esos años recorriendo el mundo, cazando, siendo un anónimo, llegaron por sí solos. Mantuvo su mano sobre su mejilla, su rostro descansando justo sobre el de ella, sus rodillas a cada lado de sus piernas, alzándose amenazante, intimidante... pero era imposible llegar a sentirlo cuando en sus ojos se mantenía ese brillo que solo denotaba el deseo que recorría cada músculo de su cuerpo.

¡Maldición! Moriría por un beso correspondido, por una mirada llena de... "Desear no te está permitido." Su mente le gruñó las palabras y él, tan limpiamente, las ignoró. Merlina era todo lo que se encontraba a su vista, Merlina era todo lo que olía, Merlina era todo lo que pensaba, Merlina era todo lo que quería. Y mientras Argeneau pintaba su rostro en su mente, la voz de ella le sacó de aquél trance en el que había sido inducido, para encontrarse en otro donde ella era la guía, la luz de ésta... su noche. Se sintió ofendido, ¿cómo podría aseverarle que no tenía porqué preocuparse tras haber perdido contra aquél vampiro? Él iba a cuidar de ella. Su sangre, la que ahora también corría por sus venas, le tendía la mano, le pedía... Cuando ella se sentó sobre la cama y abrazó su cuello, sus manos respondieron automáticamente, envolviendo su cintura, aspirándole. Y ese beso, ese beso fue el primer corte que se disparó a través de su pétreo pecho. – No podré resistir por más tiempo. Susurró y gruñó, aunque era a su mente a quien le hablaba. Pero las palabras que Merlina soltaba solo lograron que su ceño se profundizara más. - ¿Quieres que me marche? Eso podía comprenderlo, pero la parte que le extrañaba era aquélla donde decía que sería más fácil. Para él dejarle, era como abandonar la resolución con la que vivía su “no vida”. Argeneau movió su rostro, y alzó con delicadeza su barbilla, ¡Dios! Se ahogó en sus ojos, se quedó perdido en su boca. Un beso robado, una bofetada, necesitaba ese contacto. Condenado. Sus labios se acercaron e hizo lo que había estado deseando. Fue suave, malditamente suave... ¿era miedo al rechazo? ¿O solo miedo a dejarle entrar mas de lo que ya había entrado?


FDR: {Finalmente! Disculpa la tardanza, espero responder mas rápido
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Lun Feb 21, 2011 11:53 pm

¿Por qué Merlina, por qué? Los despojos de esas lágrimas no derramadas, se ven cristalizados en sus pupilas. Es el terror el que invade su alma, desprenderse de esas gotas enmudecidas le duele, le desquebraja. Un dolor insoportable que por el bien de los demás tiene que cargar a cuestas, ya se había resignado a huir de toda la amargura en su existencia, de perderse en el éter de la nada, pero el regreso de Lucern no solo lastimo sus recuerdos, también abrió nuevas heridas que la gitana cerro con cada uno de sus llantos. Es laberinto del que no puede escapar, es la entrada al Tártaro, es el final… La furia que crispan sus puños, solo puede ser callada por lo que quiere gritar en su corazón. Y la pregunta que surge en su cabeza no tiene respuesta, ni siquiera sus demonios saben como defenderla de todo lo que esta experimentando esta noche. Le es inevitable sumergirse en la mirada de Darius, tampoco puede ocultar esa sutil sonrisa en sus labios. Su cuerpo agradece la cercanía, su mente se despide de la vida. Es una luna confusa, cansada del hastío que le provoca la huida, esta harta de luchar una batalla que ya perdió. ¿Se rendirá? Es una idiota, sí… no lo hará jamás. Sus rodillas pueden flagelar delante de sus temores, pero nada le hará sucumbir, dejarse caer no es una opción.

Suspira fuertemente al sentir las cercanías de Darius, sus labios tienen esa curva perfecta, ese delirante perfume que solo los de su clase pueden destilar “¡Apestan a Muerte!” Recuerda sus propias palabras un par de horas antes de ese encuentro. Tiene toda la razón, ese aroma no es otro que el de la sangre en sus fauces, encuentra entre los colmillos los vestigios de su líquido escarlata, ese que le enloquece, que libera a sus demonios tomando el control de su cuerpo. Escucha sus palabras ¿Resistir? ¿A qué se refería exactamente? Frunce el ceño tratando de pensar algo coherente, algo que sea más parecido a la realidad que a esa tonta imagen que percibió en su precognición “Te quiere muerta Merlina”“No, no es así” Las vocecillas se disputan la verdad entre ellas, una alega el derrame de sangre, la otra pretende ilusionar a la humana. Sacude su cabeza y niega a la pregunta del vampiro. No, no quiere que se aleje de ella, se siente a salvo entre sus brazos, en su compañía. Irónico, pero es en su pétreo y frío pecho en donde la gitana siente el calor que añora, extraña, suplica e implora. Es entre su abrigo que ella puede presumirse tranquila. “Ni siquiera lo conoces, no sabes nada de él”“Sabes que puede ser real” Sus labios se entreabren, el cuerpo responde según sus instintos. Merlina está hechizada por lo que puede ser, esta embelesada, creando sus fantasías en su cabeza, no nota el frío del delirio.

“¡Piensa, piensa, piensa!” Esta vez es ella misma quien habla dentro de sí, pero se ignora al igual que a todo lo demás. ¿Qué si muere en el intento? ¿Qué si ya no hay salida? ¿Qué si otro ángel cae por su culpa? ¿Qué si el demonio elige su desventura? ¡Al diablo todo! Pasa su mano por la curvatura en su oído, la otra se posa en el pecho de él, justamente en donde se encuentra su corazón. – Una despedida nunca es fácil de asimilar – Susurra mirándolo directamente a los ojos, sus pupilas son tan hermosas, son el oasis en el desierto de sus lágrimas. Acaricia su lóbulo, se sumerge más en su universo – pero es posible cuando no se conoce a la persona – Aparca su mano de él, desvía la mirada a una esquina de la habitación – Es estúpido, lo sé… pero cada que te toco… - Dirige su vista hasta su rostro, el de ella es serio, inescrutable a excepción claro, de la ventana a su alma – te conozco más y eso no es prudente – Endereza su espalda y reacomoda su silueta para estar frente a él, eso no lo vio venir… Darius estaba a escasos centímetros de sus labios. Merlina trato de resistirse alejando su rostro de él, pero se encontró arrinconada en la cabeza de la cama, ya no hubo más remedio. Cedió ante sus besos.

El sabor en su boca es descomunal, parece tener el toque sofisticado de un vino tinto, con la dulzura de la miel. Un camaleón de sabores, un néctar sin igual. Los labios de la pelirroja danzaron al compás de los de él. Es el vals de medianoche, es la unión de dos almas perdidas encontradas en el silencio del abismo. La lengua de Merlina se abre paso hasta su boca, aprecia el elixir de su sabia y la forma de sus fauces. Algo ocurre, esta es desgarrada por los colmillos del vampiro, la sangre de la fémina se derrama en ese beso, traga saliva junto con su propio fluido carmín. Se pone de pie en un movimiento sordo, rápido, impredecible… “¡Eres una idiota!” “No Merlina ¿Por qué?” – yo solo… - “¡No te pongas a llorar!” “¿Por qué lo besaste? Nos desarmo” - ¡Basta! ¡Cállense! – Lleva sus manos hasta su cabeza, retrocede hasta la esquina que diviso minutos antes, se acuclilla allí y mece su cuerpo como un demente en el manicomio – Yo no puedo, yo no puedo… No quiero, ya no quiero… - Susurra desesperada “¡Admítelo!” – ¡No! – “Ya no puedes ocultarlo Merlina, las tres sabemos lo que es y lo que no” – ¡NO! - Su mirada ambarina se clava fría en los ojos ajenos - ¡¿qué estás esperando para irte?!- “¡No lo dejes ir, solo a tu lado estará a salvo!” - ¿Qué he hecho? – Comienza a llorar.
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Mensaje por Darius Argeneau Dom Feb 27, 2011 3:07 am

Argeneau conocía distintas formas de odiar, se odiaba de mil maneras distintas y si las enumeraba, la lista siempre crecía. Odiaba quien era y lo que era, no poder recordar, tener que reunir retazos y que las imágenes sobrevinieran a su ya atormentaba mente si se encontraba haciendo algo que antes – en su vida humana - había tenido presente. Odiaba la lastimosa debilidad que sentía cuando el sol atravesaba las montañas e iluminaba los campos, bosques y jardines que había pisado, demostrándole que la sed que intentaba mitigar con el placer de cazar, se hacía más y más fuerte con el paso del día. Odiaba que le gustara en magnánimas proporciones, alimentarse del cuello de humanos, ese descontrol que surgía fluir cuando el nexo se establecía. Caninos y carne. Nada mas importaba, excepto drenarles. ¿Tenía que odiar ese manjar que saboreaba? ¿El alimento que el gran demonio le dio para sostener su vida inmortal? Odiaba estar solo y ser consciente de que la eternidad siempre sería de ese modo. Sí. Argeneau odiaba un sinfín de cosas. Existir y no existir realmente, era la mas fuerte, la vital, la interesante, la subliminal... la única que despedía su cuerpo, su mente y las voces que le acompañaban independientemente... También odió el torrente de emociones que se disparó en su pecho. Haber caído cientos de veces en el mismo abismo para ser arrastrado por aguas turbias que le mostraban diferentes caminos y el mismo resultado, aquél que profetizaba que acostumbrarse a la fría y horrible soledad era el destino que su alma arrebatada, el corazón roto y la mente desvencijada, tenían guardado para él en un cofre sellado; se evaporaron. Hicieron ¡pum! cuando sus labios le tocaron. Merlina sostenía su cofre y le enseñaba que estaba hecho de cristal, un material que si no se tocaba con el debido cuidado, demostraba todas las grietas que se camuflaban con el brillo de la Luna. Esa caricia fue más suave que los pétalos de la flor más hermosa en la tierra, más alucinante que el astro en su punto, más demoledora que cualquier golpe. El beso le recordó a un día en el campo. Realmente lo había olvidado. ¿Alguien podía culparlo? Con cada movimiento de su boca sobre la de ella, todo se volvía mas claro. Su olor era el rocío de la mañana, el calor que irradiaba el toque de los primeros rayos sobre el pasto, su sabor una fruta jugosa.

La caricia se extendió por su cavidad bucal, bajando sorpresivamente por su garganta, tocando una parte de su pecho que no latía pero sí dolía, haciendo crecer el deseo por sentir sus tiernas y maravillosas caricias deslizándose por todo su cuerpo. Un gruñido que pudo haberse confundido con un gemido brotó dentro de su boca conforme arremetía con su lengua, tocando con delicadeza, tanteando, reconociendo... para después dejarse arrastrar por la pasión y devorarle con adoración. Mía. La palabra resonó con convicción en su mente. ¿¡Una luz al final del túnel!? No, no parecía incorrecto, al menos no en ese momento. Su mano acarició la parte de atrás de su cuello, atrayéndola mas hacia él, un sentido de posesividad que creía no tener, fue removida dentro de su ser. Pero el león no puede convivir con los humanos, ni mofarse de su debilidad por la carne... Argeneau se deja mecer por su lengua, arremete junto a ella, seduciendo, adormeciendo... El sonido de su voz es... es... ¡Demonios! Es todo lo que quiere escuchar. El roce de su mejilla sobre la herida que ha obtenido esa noche provoca un gruñido de dolor mezclado con... ¡Argh! ¿Qué demonios es lo que siente? ¡Maldición! En ese arrebato, sus colmillos le atravesaron. Una gota de sangre se desprende y se mezcla entre sus lenguas. La mano de Argeneau, la que sostenía su cuello, se sostuvo de la cabecera de la cama, la madera crujió, cedió... No podía detenerse y aunque el miedo a herirle estaba presente, los movimientos de ella, su cercanía, la realidad de que no estarían así por más tiempo, no negociarían... no se apartaría.

Fue ella quien detuvo el beso y a regañadientes, su boca se quedó sobre la de ella, alimentándose de la esencia que se había formado dentro de su boca, de su fragancia. El cazador vio su reflejo en su mirada y lo que vio le impactó... No era diferente del vampiro con el que le encontró... Y ella lo sabía, el hechizo se había deshecho, igual que una piedra hundiéndose en la laguna, igual que una estrella cayendo... – Me iré. ¿Era un extraño el que hablaba? – Si eso te mantendrá estable, será mejor que parta. Argeneau se alejó de la cama, dándole su espacio... ¡Oh diablos! ¿A quién le mentía? Si se acercaba le tocaría y ella, estaba claro que no quería su compañía. La noche llegaba a su fin, podía sentir cómo su piel picaba, advirtiéndole lo cerca que estaba de que el día empezara. – No puedo decir que lo siento. El olor a océano le hizo consciente de que ella estaba llorando. Algo más que agregar a su lista, odiaba ser solo otro bastardo que no le ayudaría. Él mismo estaba en una encrucijada, las palabras solo volaban, se escapaban... – No has hecho nada, he sido yo el que... Daría uno de sus miembros por consolarla... No sabía cómo, pero había algo que sí podía hacer. El dolor oprimió su pecho... – Ésta será mi forma de agradecer lo que me has dado, Merlina. Su frente se arrugó. Caminó hasta ella, acarició su mejilla, limpió las lágrimas que caían, levantó su barbilla. El dolor le atravesó de nuevo. ¿Qué estaba mal en su pecho? – Me olvidarás, pero yo tengo suficiente de ti para recordarte por la eternidad. Naufragó en sus ojos... Se dijo así mismo que cualquier cosa era mejor que verle llorar. Él era causante de ello, si borraba su rostro, ella no tendría porqué hacerlo. Su piel picó, urgiéndole a hacer lo que intentaba aplazar tontamente. – Duerme ahora princesa. Besó su frente y ella se escabulló entre sus brazos. Su tiempo juntos, se había terminado...
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Dom Mar 13, 2011 7:32 pm

El réquiem de un violín se escucha en su cabeza, le acompaña en la medida en que lentamente se deja llevar por el sueño. Escucho las palabras que Darius le dedico, pero no les había prestado la suficiente atención como para pedirle que se quedara. Merlina no supo lo que dijo, simplemente actuó de la forma mas prudente que se imaginó, rendida en sus brazos quizá pueda olvidar lo que vivió al regreso de Lucern, de su tormento persona, ese que hundió muy en lo profundo del olvido. ¡Mentiras! No se pueden borrar tan fácil los hechos que dejan huella en la vida, no existe poder sobrehumano que le haga perder la memoria de una atrocidad que el destino ya se ha encargado de escribir. Su respirar se encuentra pacífico, como en todo el maldito rato no se había encontrado. La tenue sonrisa de sus labios, despide algo muy parecido a la paz, demasiado bueno para ser verdad…

-Despierta, despierta… ¡No seas idiota!-
-Tengo miedo, cuando lo haga el ya no va a estar porque yo se lo pedí-
-ese es tu maldito problema Merlina, tienes miedo de lo que aún no ocurre-
-Si me quedo a su lado, pasara... ¡no más muertes por favor!-
-basta, basta… La única que morirá eres tu pequeña imbécil-
-¡No! Déjame, ya déjalo así…-
-Si tu no lo aprovechas, yo sí-

Había tenido conflictos en sus sueños, donde las voces demoniacas siempre mutilan su razón, pero esta vez, en esta ocasión, esa maldita voz de su cabeza pronunciaba las palabras que ella quería gritar. En un intento desesperado por huir de su propio cuerpo, abrió los ojos, pero no fue Merlina quien emergió desde el interior de la figura, sus pupilas altivas, calculadoras, llameantes de maldad; se trataba de la otra chica. Una maldita mujer que puede hacer lo que se le de su regalada gana sin sentir ningún ápice de culpa, la maldad encarnada en un cuerpo tan frágil como el cristal, y aún se pregunta como es que tanta crueldad puede estar encerrada en su propio cuerpo. Si Merlina se escuchara, si se viera desde otro ángulo, se daría cuenta que esa personalidad en su interior, es tan solo su verdadera esencia y no un demonio que desea apoderarse del mundo, es ella misma, solo libre de ataduras y miedos idiotas.

El vampiro pierde tiempo, ella lo gana. Cada segundo es importante, para una bestia que se ha cansado de estar encadenada, cualquier oportunidad de ataque es la muerte – No quiero dormir – Dice tras recobrar el sentido común, este demonio sabe que Merlina no la encerrará de nuevo hasta un par de horas más tarde, hasta que tenga la fuerza suficiente como para mantenerla sumergida en su cabeza. – Quería que te fueras, pero para tu desgracia las primeras advertencias me ignoraste y ahora estoy aquí – Sonríe de medio lado, solo ella puede saber que es lo que tiene planeado para con él y si en verdad hará lo que piensa. Ese hombre intento borrar lo que Merlina había vivido las últimas horas, que el recuerdo solo fuese un esbirro diabólico del pasado, lo que él ignoraba es que el cerebro de la gitana procesa la información de una forma completamente diferente al resto de los humanos. Quizá la gitana lo olvido y solo tendrá pesadillas por las noches, una sensación extraña en el pecho y nada más. Pero el demonio que ahora hablaba y manipulaba el cuerpo, es diferente.

Observa todo lo que se encuentra dentro de la pequeña habitación. Deduce por el espacio y los muebles que se encuentran en un maldito hotel. Suspira y se lamenta en el interior, como quien reprime la estupidez que no se ha cometido aún –oh, Merlina fuiste una idiota- Susurra con la intención que fuese solo para ella. Se muerde el labio inferior, chasquea los dientes. Si existe algo predecible en la cosa en la que se convirtió es que la imprudencia se lee en su rostro – Hay algo que no comprendo Darius – Clava el ámbar de sus ojos en él, no es la misma mirada de ternura que regala cuando es Merlina, esta es un mirar más despectivo, frío, opaco… - ¿Por qué te quedaste? Sabes que no debes estar aquí, al menos no en mi presencia. No eres tan fuerte, eso lo supe desde que te vi, justo en el momento en el que mi mano roso la tuya, pero esta chiquilla idiota tenía que… - Ruge, los sentimientos que desprecia de Merlina son los mismos que la atan a ella – Me presentaré formalmente, yo soy Gaia. Sí, sí te has encontrado con una humana chiflada, pero te aseguro que mi demencia es de lo menos por lo que te tienes que preocupar. Solo trata de ser fuerte – La maldita muñeca que tenía los incisivos de Darius marcados, es arrastrada a través del espacio hasta la boca de la gitana, esta como la sádica que es, sonríe al ver la carne fresca frente a ella, lame la herida y espera que la visión sea apetecible para él, si no es así siempre tiene un as bajo la mano. Se muerde y la sangre brota, es una cascada de sabor que embriaga, es el sendero al infierno - ¿Puedes contenerte? -
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Mensaje por Darius Argeneau Mar Mar 22, 2011 8:09 pm

Si el interior del vampiro pudiese compararse con algo, definitivamente sería un vaso tan vacío como lleno de mierda en su interior. Una emoción asesinaba a cualquier otra que se presentara con un arma filosa en la puerta, desarmándole antes de que la palabra “Vengo por ti” fuese pronunciada o escupida en su rostro. La noche en que murió había sido despojado de todo recuerdo, ya no cabía hablar de los ligamentos de sangre que se rompieron. Lo que tenía era un nombre y un apellido que con el tiempo había dejado de cumplir con su función. Era un completo y total extraño, incluso para sí mismo. La palabra siempre adjudicada era una mancha - como el título que alguna vez había portado -, que le hacía sobresalir entre el montón de invitados en esa reunión. Una reunión que solo le incluía a ella y a él por el tiempo que durara aquél innegable adiós. Las palabras habían sido arrastradas para ser pronunciadas, las esposas que cortaban la circulación hacían un excelente trabajo enviándole y reteniéndole ahí frente a ella, con la mirada siendo nublada por su belleza y su mente devorándose los últimos acontecimientos desarrollados en medio de árboles. O al menos ese era el plan que se limitaba a seguir esta noche, lo cual, estudiándolo bien, no se diferenciaba de cualquier otro acontecimiento. Era una noche común como lo sería la siguiente. La Luna saldría junto con él a cazar criaturas malditas, el aire golpearía sus fosas nasales con el olor de la sangre fresca que bombeada el interior de un humano siendo utilizado y las estrellas aguardarían quietas y terriblemente silenciosas a que la justicia tomara la forma de la muerte. Y tanto como aseguraba que era una noche cualquiera, la mentira que se decía crecía como un gigante, aplastándole en el aire.

Una risa maniaca estalló en su cerebro. Su muerte venía representada por esa voz que deseaba se evaporara como la lluvia después de... << Muerte. Buen chico, me gusta mi nuevo nombre. Ahora arrastra tu culo hasta la puerta y has lo único que sabes hacer para lamentarte de la miserable vida que te toco vivir >> Ignorarlo algunas veces se volvía difícil y Argeneau estaba comenzando a creer que éstas serían una de esas noches en que ganaría. Eso, sacando a relucir que los rayos solares llegarían en cualquier momento y la única compañía que tendría sería esa maldita voz en su cabeza. << No te hagas el tonto, Merlina no te pedirá que te quedes >> ¡Maldición! Ser consciente de que no lo haría ya hacía mucho trabajo pero que una voz te lo recordara, era... << Ya sé lo que es, ahora continúa andando >> Argeneau se detuvo abruptamente ante el sonido de esa melodiosa... << Ahora te dará una galleta por responder a tu nombre. Buen perro. >> Escuchar a Merlina lograba lo imposible, aquélla voz perdió fuerza, estaba ahí, a la deriva, esperando que cruzara la puerta para atacar, pero no mientras ella le atravesaba con la mirada. << Miéntete. La verdad es desagradable. ¿Quizás quieras reconocer que es su sangre la que te llama? >> Su mirada se detuvo en esos cristalinos ojos concienzudamente. Una mirada de ella era tan letal como vigorizante. La sangre de la gitana se abría paso por su piel y con un morbo que el vampiro desconocía, - el hecho de que fueron sus colmillos lo que ayudaron a crear esa marca sobre su muñeca-, miró con avaricia lo que se le ofrecía.

-¿Gaia? Su mente ya trabajaba en la de ella, pero a pesar de que se había alimentado más de lo que normalmente tomaba para recuperar sus fuerzas, la sangre era tan tentadora, tan voraz, tan maldita que por un segundo en todo lo que pudo pensar fue en él clavando sus colmillos para obtener mas de esa suculenta delicia. El manjar de los dioses malditos, de demonios como él. Había poco que preguntar y aunque las preguntas existían, éstas perecían cuando, quien quiera que fuera le daba lo que Merlina probablemente le negaría. ¿Era tan infeliz que lo haría sin su consentimiento? - ¿Qué demonios eres? <<No encontrarás la respuesta a quién soy yo, así>> Argeneau raras veces utilizaba ese tipo de vocabulario, pero ahora, ¿qué mas daba? Nada excepto lo que tenía en frente. Se sentía tonto preguntando, pero dado que la voz en su cabeza le recordaba que tan poco estaba solo, ¿realmente no estaría imaginándoselo todo? Ignoró la pregunta. El vampiro habría jurado que sí podría contenerse, pero tras haber probado la sangre de su gitana, no podría arriesgarse. <<Darius jamás apuesta sin saber si ganará el juego>> Escrutó en la mirada de Merlina algún indicio de que se encontraba ahí, expectante... Un gesto, un movimiento, un... algo. – No querrás jugar conmigo. Ahora trae a la dueña de ese cuerpo. ¡Maldición! El vampiro movió la cortina que cubría la ventana y... Los primeros rayos solares lograron chamuscar su mano. Dejarle sola ya no era ninguna opción viable, ¿realmente fue su intención alguna vez? <<Como dije, eres un mentiroso>>
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Lun Abr 11, 2011 8:34 pm

Los rayos del sol tratan de filtrarse por ese tonto ventanal que reposa pacientemente en el muro de la habitación. Los pensamientos de una gitana divagan entre la realidad y sus fantasías; mientras la cordura le baila a los sueños muy dentro de su cabeza, la peste de su maldad se ciñe sobre su piel, probando, jugando, tentando al demonio para que se divierta con ella. La palabras de Darius hieren su ego y se pregunta del ¿Por qué? Todos suplicaban por la compañía de la pobre gitana ¿Por qué a ella no le llaman? ¿Por qué detestan a Gaia? Mirarle allí con la inestabilidad asomándose en cada poro de su pétrea piel, le incitaba a cometer miles de locuras. Ella no estuvo en el instante en que sus labios probaron la sabia del vampiro, pero su sabor aún se mantenía impregnado en su boca; lo saborea, lo siente y se regocija al encontrar la hiel en su paladar, sonríe, se envenena lentamente y desde el fondo de un laberinto sin retorno la verdadera gitana implora la quietud de su demonio…

- ¡Maldito infeliz! ¿Así es como me lo agradeces? – Pronuncia esas palabras con altanería y hostilidad. Sus pasos le consiguen llevar hasta sus brazos. Sus delicados, pero flameantes orbes ambarinos, se clavan en su mirada celeste – Salvé tu vida, fui yo quien mutiló al otro desgraciado, fue mi hazaña la que te permitió seguir aquí o será que… JAJAJAJAJAJAJAJA – Sus carcajadas resuenan por todas partes, su cuerpo se retuerce y esa maldita mirada cambia a un sentimiento de pena para con él - ¿Creíste que Merlina lo había hecho? – Pregunta de forma despectiva. Es una cruda realidad, la verdadera Merlina jamás hubiese realizado tal proeza – No te sientas tan especial, bebiste de ella solamente, lo mismo que realizaría cualquier otro condenado, al igual que centenares de veces lo hizo él – Hace referencia a Lucern – Exactamente de la misma forma en que tú te alimentas de otro miserable humano, hasta saciarte… hasta drenar por completo su sangre, hasta el instante en que les arrancas la vida o ¿también me dirás que te encontrabas en el bosque acechando al circo porque te gusta en demasía el ritmo de nuestros canticos? – Pasa su dedo índice por los labios del vampiro, levanta el superior y busca sus caninos despiadadamente. La punta de este logra rasgar su piel, la pelirroja sonríe – tú y él son iguales – hace una comparación con el vampiro que había desaparecido en l profundidad del bosque – su naturaleza no puede ser negada – retira su mano de la comisura de su boca y una gota carmín destila de la herida para terminar desplomándose en el suelo - ¿La quieres de regreso? ¿Por qué? – Frunce su ceño y espera una respuesta. Sacude su cabeza varias veces, diga lo que diga, haga lo que haga, sabe perfectamente como es que reaccionará Merlina ante él. Siempre es lo mismo, la misma melodía infernal que tiene que escuchar cada vez que su lado más “noble” se encuentra despierto. – Si ella regresa no saldrá de lo mismo, te pedirá una y otra vez que te alejes para no “lastímate” – hace un puchero que más bien es una burla despiadada para ambos – si me quedo yo… podríamos aprovechar el tiempo mucho mejor –

Las sombrías intenciones que tras sus pensamientos se escriben, conducirán a Darius a un círculo vicioso del que muy pocos han conseguido salir. Es una humana, una simple y patética humana que no sabe nada acerca de la vida, no hay que juzgar el libro por su portada o quedarse nada más con el prologo y la segunda página, para saber realmente su valor, es necesario leerlo por completo pero ¿Cómo lees a un mortal con trastornos de personalidad? Es algo difícil pero sí es posible. Lucern por algo la quería, él por algo la adoraba más que a su vida en el pasado… No podía ser una mentira todo lo que le prometió, pero ella tenía que ser tan estúpida como para dejarlo partir. Merlina aún se pregunta si Lucern podía identificar cada una de sus etapas.


FDR: Perdón por la demora, tu sabes como son mis pjs... ¡Culpa tuya! ¬¬
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Mensaje por Darius Argeneau Sáb Abr 16, 2011 1:11 am


Darius era terriblemente paciente pero, ¿qué podía esperarse habiendo vivido tantos años? Era una marioneta del destino, los hilos que ataban su cuerpo le movían en la dirección que quisiera. La rosa de los vientos no afectaba ni favorecía las decisiones de una brújula dorada. Pero ese era el problema, no habiendo alguien controlándole, como el Sol reteniéndole y la Luna rogando que se mantuviera escondido, era vulnerable a las colisiones que se suscitaban en su pecho. Era un león desgarrándole la entraña, abriéndole la puerta al demonio que se descarriaba cuando el encierro llegaba. Estar a solas con Merlina no había supuesto ningún problema, excepto que no contaba con la presencia de ella, de quien se hacía llamar Gaia. Era esa voz la que acertaba con sus palabras, invitando inconscientemente a la bestia que aguardaba en la profunda oscuridad de una cueva. Sus ojos se retorcían en medio de la penumbra, ladeaba el rostro, figurándose su entrada o su salida. Ella o él, ¿Quién cedería? Con un movimiento fluido y veloz, atrapó el cuerpo de Gaia entre la pared y su pelvis. El corazón que se desbocaba en su pecho, era el réquiem de la muerte, la avaricia de Caronte por hundir más almas en el río que gobernaba. Si las miradas devoraran, los labios de Merlina ya habrían desaparecido. En sus ojos puede ver su reflejo y esta vez no le provocó dar marcha atrás a sus deseos. Era un animal hambriento, cazando, satisfecho por tener aprensada a su presa, saboreándose los labios ante la mordida que llegaría. – Estás pisando terreno peligroso. Con el reverso de sus dedos, acarició con morbo la mejilla de la gitana. - ¿Por qué me ayudaste? Nunca te lo pedí. Su voz ronca era irreconocible. Darius había desaparecido. Ser comparado con aquél vampiro era una de las estacas que le habían orillado a mostrar ese lado. La sangre que corrió por su labio inferior le maravilló, el veneno de una serpiente no pudo ser mejor.

- Si tu cuerpo actúa igual de sabio que tu boca con tan prodigiosas palabras, el Sol arrastrándose no marcará el final de la jornada. Los labios de Darius se movían, pero en su retorcida mente, no podía evitar pensar en el secreto desvelado por Gaia. ¿Por qué le daba importancia? Conocía a Merlina apenas unas horas atrás y en realidad, no había sido ella todo ese tiempo; así que era justo devorar lo que le ofrecían y no mirar atrás por lo que no existía. Los atributos de la gitana eran una apremiante obra de arte. Una que solo se hubiese tomado el atrevimiento de codiciar sin tomar, pero hacía mucho que no tenía a una hembra de tal valía entre sus brazos que tomarla de manera déspota no era lo que deseaba. Al menos de esa forma no le restregaría en su cara la debilidad que en el bosque y ante aquél vampiro había mostrado. La mano de Darius bajó hasta su cuello desnudo, su pulgar yacía sobre la vena que latía. ¿Puede la muerte ser tan atractiva como la vida misma? Humanos lo han puesto a prueba, han renunciado a ella por menos, belleza, dinero e inmortalidad. Es por eso que no puede soportar tales comparaciones. Él es el cazador, el devorador de pecados, la bestia que se alimenta de las almas que han sido dejadas, mancipadas. – Tienes razón. ¿Cómo debe llamar a la mujer con la que pretende yacer? “Merlina.” Dicta su cerebro. “Gaia” Denuncia la locura que se disipa como la niebla sobre el pantano que atraviesa. – Es imposible negar mi Naturaleza. Cazar, beber y afrontar a la lujuria son tres de las capacidades que firmé cuando acepté lo que me tocó ser. Su cabeza desciende hasta el lóbulo de ella, sus labios acariciando los perfilados bordes de su oreja. – Aliméntame, Gaia. No me obligues a ir por ti. No querrás competir. Se sentía como un completo y total extraño. Lo único factible, lo único que resaltaba, era que al final del día tendría recuerdos de ella, el olor desprendiéndose por su piel y la marca ineludible de que había sido suya por el tiempo que portara sus cadenas. Por una sola vez, los sentimientos se presentaban y tenía que pisotearlos. Su boca encontró el camino hasta la de ella, pero el beso que anteriormente se habían dado se había olvidado. Esta vez el tiempo no se detuvo, siguió su curso...
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Jue Abr 28, 2011 12:20 am

¿Quién dijo que el infierno se encontraba plagado de fuego? ¿Quién asegura que en ese recóndito lugar, maldecido y escupido por Dios sólo se encuentran demonios blasfemos que danzan entre los ríos de lava hirviendo? No, todo eso es una estúpida fantasía, el agónico infierno se encuentra en el interior de cada ser, independientemente de sea quien sea, el castigo por sus pecados no es redimido en el purgatorio o en un infierno inexistente después que cuerpo y alma se han logrado desprender absolutamente; el maldito Tártaro está presente aquí, en el ahora… Luchar día con día, noche tras noche, contra los obscuros deseos que esconde la piel, contra los tétricos sueños que esconde el alma; es sobrevivir a una condena dictaminada por el demonio que habita en el reflejo del la esencia misma. ¿Quién puede resistirse a un laberinto de tentaciones? ¿Un valiente? ¿Un sabio? ¿Un loco? ¿Un mártir? ¿Dios? La respuesta es cualquiera… todo depende de ese fuego férvido llamado voluntad. Aquellos que creen en el demonio pueden estar seguros que este adopta formas inimaginables para hacer caer a la humanidad en sus garras, en su perdición, pero también apostarían su alma que no existe, demonio tan mortífero como la silueta de una mujer, es aquí donde la voluntad puede ser víctima de la locura, perdiendo todo el valor que había ganado durante años siendo edificada con cada resistencia y/o batalla ganada.

“Un simple beso puede derrumbar al más pétreo de los corazones”


Siendo dueña de su propio abismo, perece ante fuerza descomunal del varón. En sus labios la curvatura está llena de ese deseo idiota y la arrogancia de un ser estúpido que no encuentra un mejor placer que el quedarse atrapada en las enredaderas de la pasión, germinadas en su propio cuerpo y alimentadas por la silenciosa depravación en su pecho. El camino frente a ella se tapiza de espinas, sus pies descalzos quieren probar el calor de su sangre derramarse sobre cada punta filosa, necesita sentir el dolor en esas yagas que parecen cicatrizarse sin haber reconocido el tiempo suficiente para terminar con la última lágrima. Ver como corre la sangre sobre su barbilla, un sendero carmesí que destella con el mínimo soplo de luz; es la adicción perfecta para morir en los brazos de la demencia. El vino más fino siendo derramado justo debajo de esa fiera mirada que mutila sus labios, mientras habla… Escuchar esa afirmación era lo único que necesitaba para acceder hasta sus entrañas. Su dedo perfila, sigue el camino que ha dejado enrojecida la piel del vampiro, absorbe la gota púrpura que pende de su barbilla amenazando con suicidarse, cayendo al vacío sin retorno, sin oportunidad de volver a la vida al igual que el fénix de sus cenizas; la bebe… Cierto es que Merlina no es ningún “hijo de la noche”, pero tiene una gran aflicción por la sangre, la trague o no, esta siempre influenciará el comportamiento de la gitana. Suculento veneno.

–oh, pero si tú has perdido la batalla incluso antes de iniciarla…- Comenta un segundo antes que él besara esos labios carnosos, impregnados con sangre inmortal, custodiados por una razón perecedera y negados por la única dueña… “No más, ella no está y al despertar simplemente le olvidará” Un juego que involucra a dos seres con el mismo deseo irracional, vertido en sus cabezas, manchando sus cuerpos. Su lengua, se mueve al ritmo de las olas en la caverna de su boca. Las manos que, ocupadas sin hacer nada, ahora se entretienen rodeándolo por la espalda, despeinándole la nuca, acariciando cara vertebra cervical a la que pudiese o no tener acceso ¿Qué importa la cordialidad? No está allí para complacerlo a él, sino a ella misma. En un repentino brinco, sus piernas encarcelan la pelvis de Darius ¿Era eso lo que había pedido, no? Las uñas buscan la forma de engancharse a él sin vacilar ni un segundo, se desprende despacio de ese beso infernal que ha logrado rasgar la punta de su lengua con el colmillo excitado en las fauces de esa bestia, susurra –Eres el cazador presa de una humana, de su cuerpo, de su aroma, de su esencia… Ten cuidado, no querrás ser también prisionero de su corazón, ni el esclavo de su alma- Sabias advertencias que le ha hecho. Su sonrisa se ha convertido en una estatua inerte, en una gárgola que lleva por nombre “Deseo”. Desabotona el primer botón de su camisa, muerde su labio, juguetea, espera paciente el pasar de cuatro segundos, continúa con su tarea… el segundo botón cae presa de sus hábiles dedos. El pecho de Darius queda al descubierto y Merlina lo besa, vacila otro par de segundos más antes de ceder ante el instinto primitivo de su lascivia, el tercer botón revienta…
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Sed infernal  [Reservado + 18] - Página 2 Empty Re: Sed infernal [Reservado + 18]

Mensaje por Darius Argeneau Sáb Mayo 07, 2011 12:19 am


No. La locura no es tener en tu cabeza una voz que martillea. Es solo una maldita voz pero la elección de hasta dónde ha de clavarse es tuya, puede maldecir, amenazarte, reírse de ti ¿y qué? Cuando su eco se retuerce porque no puede seguir propulsándose cae en la desesperación y comete errores. La humanidad no comprende el libre albedrío, pero Darius lo sabe y ha dejado de importarle. Ir en contra del viento es una lucha inútil y se ha cansado de hacer lo correcto. Pero... ¿ha estado en el camino correcto? ¿No es está la forma del Diablo de decirle que acepte que forma parte de su ejército? Es un vampiro como cualquier otro, moriría a la luz del día, mataría por instinto. ¿Por qué jugar a destruirse? “Así que esto es el egoísmo.” Es poder, es convicción, es... ¡Maldición! Es no importarte el camino que tienes que recorrer. No hay cómos sino porqués. El porqué es la hélice, el cómo, la manera en que has de obtenerlo; combatir contra la hiedra o dejarla que te envuelva, ¿no es todo tan lógico? Ahí, mientras sostenía su cuello contra su palma se podía sentir toda la fuerza que le embargaba. Cada palabra le llevaba a sostenerle con una fuerza bruta mientras su mejilla se restregaba contra la de ella, su nueva cicatriz golpeando la piel que trasmitía todo el calor que él definitivamente no transmitiría. ¿Es esa su forma de darle el adiós a la remisión? Los botones que caían lo arrastraron a olvidarse de todo. – He cargado con mil prisiones, puedo soportar una más. Sus labios no terminaban de formar una de aquéllas palabras cuando uno de sus dedos tomó el borde de su escote, estirándolo, forzándolo lo suficiente mientras se burlaba con la mirada e incluso con esa mueca torcida que era lo más parecido a una sonrisa que le conocerías, de la forma en que... Su cabeza bajó al tiempo que el último botón de su camisa salió volando. Vestido y piel se encontraron con sus largos y filosos caninos. La tela cediendo con una infinita facilidad, invitándole a tomar lo que era descubierto.

A sus colmillos parecían no importarle que ya se hubiese alimentado, los desgraciados palpitaban como quien sabe que tendrán la oportunidad de ser utilizados no solo porque es necesario, sino porque también disfrutarán de la misma jodida atención que se le presta a la música que producen los besos, las caricias y los roces de sus cuerpos para crear esa erótica danza. Su gruñido se elevó al ver el corsé que impedía que su boca se amamantara, mismo que ahogó cuando subió hasta la boca de Merlina y emprendía esa batalla entre sus lenguas, cediendo terreno para después contraatacar, moviendo sus labios, sus colmillos siendo envueltos, arremetiendo. Él ya trabaja en el cordón con la destreza de un ciego que ha aprendido a moverse en su habitación, desatando sin dejar que venciera en ese beso. Los latidos de su corazón tocaban sobre su oído, su pecho se elevaba en una plegaria y se sentía como un jodido Dios, atendiendo a los que les hablaban. No se necesitaban de palabras. El cuarto era la combustión, ellos el fuego. La pasión ardía con cada contacto. El olor de Merlina era inyectado en su cuerpo y no podía esperar por hacerle lo mismo. "Marcarla." Sus bocas se encontraron abiertas, su aliento caliente le vertía de lleno, bajaba por su garganta y llenaba sus pulmones con una fuerza que bien pudieron estallar y ni así se hubiese refrenado. No había forma de que Darius se detuviera, ya no. Merlina era su Sol, calentaba su cuerpo, le mostraba la luz del día, la forma en que su mano se movía sobre sus antebrazos, su cuello, su espalda era como cada rayo que el tiempo le había arrebatado. No le gustó aquél hecho. Cada noche que pasaba olvidaba lo que era sentir el calor del día. ¿Y ahora? Merlina le seguiría. No pensaría en el Sol cuando éste llegara sino en la pelirroja que le había robado el alma. Jah. Gaia estaba en lo cierto, ya era un maldito prisionero.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Jue Mayo 26, 2011 8:57 pm

Y el calor que se propaga en la habitación no es otro más que el de su lascivia descubriéndose. Tiene que preguntarse ¿Por qué él? Pero sus demonios callan, continúan aprovechando la sabia de sus labios, el gélido aliento de su boca y el frío invernal de sus brazos rodeándola. “Mírate… mírate bien Merlina, no nos arrojes la culpa al despertar. Te escudas con nosotras, juegas a ser la víctima, pero eres tú, eres tú…” Las voces que, alguna vez se mostraron independientes ante las plegarias de la pelirroja; le hablaron, le mostraron la realidad que en repetidas ocasiones ella se había encargado de negar. Ignorando toda maldita conexión con estas, continúa su camino, ya no es Gaia, ya no es Aradia… es simplemente Merlina, la psicótica. Sus terminales nerviosas acaparan toda su atención, es que sentir sus caricias infernales sobre su cuerpo desata cosas inexplicables, es una vorágine en su interior, millones de movimientos en su piel que el sudor que despiden sus poros es tan sólo la proyección del mar ardiente que la consume ante su mirada.

Insospechada ya es víctima del deseo, en su mente se crean imágenes caóticas en donde él la reclama como su amante nocturna, donde es Darius quien la observa desde las penumbras. ¿De quién es el fuego que se ha despertado sin ser llamado? ¿Quién osará a interrumpir su unión efímera ante el capricho del destino? – Miles de prisiones sí, pero ninguna como yo – Responde altanera, concede en su razón a la última de las tentaciones de los hombres, la más perfecta y por la cual, la mayoría le ha vendido su alma al demonio. Una mujer. Se acostumbra a su tacto, ya no tiene frío ante él, pero sus labios reclaman un beso de los suyos, han sentido esa jodida necesidad desde el primer instante en que estos fueron rosados con su veneno.

Atrevida, pasa su dedo índice por la curvatura del propio cuello, seduce con la vena por la cual transita el elixir de los inmortales. Sonríe. Sus ojos ambarinos se posan en los azules de Darius, piden, imploran piedad… una piedad que muy difícilmente se les concederá. Está ansiosa de él, quiere verter sobre su pecho esa ola de males que le conducen al abismo eterno ¿Por qué? ¿Por qué? La adrenalina que experimentó ha incitado su locura y le llama como al demonio que fue invocado en una noche de luna llena. El sendero que trabaja con su dedo puede abrir el apetito del vampiro, entonces una prueba… una maldita prueba, eso le bastará para saber si él… ¡Maldición! ¿Y si no? ¿Qué pasará? ¿El fin de todo? ¿La perdición en los brazos de un extraño? ¿Al menos alguien la extrañará? La decisión no puede ser impedida por nadie, ¡No hay nadie más allí! Únicamente ellas y él. – Sí, es mi culpa… pero a nadie le dan pan y llora – Susurra respondiendo con retraso aquel comentario de sus demonios, a estas alturas, por más que había tratado de ignorarlas, ya no pudo. Las tres, encerradas en un mismo cuerpo, siendo una misma persona con diferentes ideales… al fin se pusieron de acuerdo - ¡Muérdenos! – exclaman, la tonalidad denota ansiedad y desesperación. Darius había probado ya de su sangre, pero estaban seguras que su sed aumentó tras esto. La última prueba consistía en eso básicamente, algo que Lucern logró y esperaba que él lo hiciera de la misma manera… Soportar el líquido de sus venas lo suficiente como para no permitir que su bestialidad les devore.
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Mensaje por Darius Argeneau Dom Mayo 29, 2011 11:54 pm

El Sol estaba derramándose en el interior de la habitación. ¿Qué sino explicaría el calor infernal que consumía a Darius y a la mujer que aprisionaba contra su cuerpo? Su mirada se ahogaba ante la piel bronceada que brillaba. Las apenas visibles gotas cristalinas se derrapaban libremente entre sus senos. El dedo de Darius se deslizó desde su vientre hasta el sendero que se abría, interceptando una, desviándola de su transcurso, convirtiéndola en nada mas que una imperceptible línea húmeda. Sus fauces sedientas se abrían y bajaban para rozar el manantial. Era demasiado pronto para atacar como un vagabundo que no ha tocado agua. Solo rozando, siguió avanzando... Sus labios acariciando la piel hasta llegar a su cuello, depositando un beso sobre la vena que tiraba la carnada que no tardaría en morder. Tardó más de lo que debería, su lengua envolviendo esa parte de su garganta, el sabor salado pigmentando, haciéndole retroceder en incontables ocasiones. Las manos de Darius viajaron hasta su cadera, bajando hasta encontrar y apretar sus muslos con fuerza. Una última lamida y se encontró alzando una de sus piernas para obligarle a abrazar sus caderas. Maldijo ante la sensación que recorrió a su miembro ante el roce de su entrepierna, pero eso no detuvo a su mano que viajaba para hacer lo mismo del otro lado. Las palabras que construían los labios de Merlina eran las notas a las que Darius se sostenía. – No voy a contradecirte. La palma de su mano golpeó contra la pared que sostenía la espalda de ella conforme su boca se movía hacia su mejilla. El camino hasta su lóbulo fue todo un reto a pesar de que era excesivamente corto. El vampiro encontraba distracciones por todo. La comisura de su boca, la punta de su nariz, sus párpados. ¡Maldición! El Sol podía colgar en el Cielo por la eternidad y él no se quejaría jamás. – Eres la única prisión de la que no me molestaría en intentar escapar. ¿Quién diría que su lengua podía ser su mejor arma? Cada lametazo era una suave caricia y sus pies impulsándose creaba esa desquiciante fricción entre su unión. – Tengo que deshacerme de esta jodida ropa. Su frase entrechocó con la de ella y no había más que pudiera hacer, en respuesta a lo que ella acababa de pedirle, su boca se abrió por completo, mostrando todos sus dientes.

Nadie jamás estaría bajo un animal y le ofrecería su cuello. No a propósito al menos y Darius sabía que era exactamente por eso. Merlina no estaba más que bajo el control del demonio que se veía como ella. ¿Entonces porqué estaba ardiendo de deseo? “Porque sabes que no tendrás otra oportunidad como esta” ¿Soy una bestia? “Mírale y encuentra tu respuesta. A mí jamás me escuchas” Pero su boca no estaba interesada en verle debatir entre sus pensamientos. Con un golpe limpio y duro, sin juegos previos y con una desesperación que arañaba su garganta, bajó impíamente, clavando sus colmillos en la vena que antes había besado. El primer trago fue un golpe en su estómago. ¡Demonios! Parecía que había pasado una eternidad desde que ella se había abierto la muñeca para alimentarlo en lugar de un par de horas. El segundo trago solo incentivó a sus colmillos a ahondar mas en su cuello, la sangre era electrizante, golpeaba sus venas, hacía retorcer a sus músculos. El tercer trago... En ese punto, su mirada recayó en los ojos ambarinos. La bestia le dio la bienvenida con una sonrisa que destilaba burla, una que Darius devolvió de la peor manera. Su puño se enterró contra la pared tras ellos mientras que su boca seguía succionando. ¿Iba a detenerse? Era adictivo. No solo porque era ella, esa mujer que se le había enterrado en el pecho como la más filosa de las estacas; pero esa sangre... el sabor, lo que le hacía a su cuerpo... Incomparable era solo una palabra... Olerle no ayudaba, esos movimientos de sus caderas no hacían menos por relajar su agarre. Salido de la nada, su mente pareció aclararse... La forma en que tragaba disminuyó notablemente, su lengua le acariciaba y pronto no estuvo más que respirando agitado contra ella...
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Dom Jun 12, 2011 5:12 pm

La melodía de un piano bajo la persecución de un violín, dieron serenata a los pensamientos más sombríos de la gitana, cada nota musical envenena a su cuerpo, marchitándole las memorias de su pasado. Los colmillos de Darius se clavan en su cuello, un berrido se escapa de sus labios, su espalda se contrae buscando de esta manera escapar a sus garras, su piel se abre para entregarle el fruto prohibido de sus venas. Sangre, corre la desgraciada por su cuello, es una cascada de carmesí color, despiadada y apetecible, embriaga al vampiro con su sabor, Merlina se retuerce entre la pared y su cuerpo. Las manos de la gitana atrapan la cabeza del varón, lo atraen hacia ella, para que trague todo lo que pueda soportar, todo el líquido para que su sed sea saciada. Lo que ella no sabía es que él también posee demonios a los cuales debe pagarles una cuota por compartir cuerpo. El ceño de Merlina se frunce cuando se da cuenta que él no la dejará libre con tan solo un sorbo de su sangre, baja sus manos hasta el pecho del vampiro, trata de zafarse de su cárcel, le es imposible. Intenta pedirle que se aparte, no puede hablar, la mordida le ha destrozado la garganta. La herida parece ser literalmente una fuente de vida que, le entrega la juventud eterna al vampiro, pero envejece la de ella.

Trago a trago se siente más débil, sus fuerzas comienzan por desvanecerse una vez más, las paredes de la habitación parecen venírsele encima, está mareada y no puede respirar. Los brazos que segundos antes se encontraban luchando por su vida, ahora se han rendido ante el abatimiento, caen sobre sus costados, desvaneciéndose con ellos la última esperanza. Las pupilas de la gitana observan el cabello de Darius, desde el ángulo en el que se encuentra es lo único que puede admirar de él. Recuerda su azulada mirada, sonríe con escasa simpatía “Al menos le salvé la vida”, quiere convencerse de haber hecho algo bueno aunque sea una maldita vez, pero la realidad es que aún desea vivir. Lentamente sus parpados comienzan por ocultar sus ambarinos orbes. Su piel, su blanca y delicada piel luce más pálida que nunca, el color rosa de sus labios se ha desvanecido, las mejillas rojizas han perdido por completo su color, luce demacrada… como si alguien le hubiese succionado el alma, como si alguien le hubiese bebido la vida.

La presión en su cuello se incrementa, las embestidas contra su cadera también. Siente como la bestia se apodera de él, el último de sus suspiros se lo dedicaría a todos aquellos que perecieron en su nombre… Al fin se había llegado el turno de la pelirroja y que mejor que en las manos de alguien que imploraba por un como de esa chispa para continuar arrastrando los siglos a su paso. La mueca en el rostro de Merlina disminuye al igual que el sonido de los latidos de su corazón. El vaivén de su pecho cesa, se entrega al gélido beso de la muerte… en ese instante Darius se detiene. La gitana levanta su mirada para reparar hasta sus pupilas, con una mirada vacía se despide él. Sí, ha terminado pero lo hizo demasiado tarde o ¿No? Merlina cae.
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Mensaje por Darius Argeneau Dom Jul 17, 2011 12:00 am

El demonio inquebrantable se jactaba de su victoria, cada músculo de su cuerpo se retorcía entre las llamas del poder que ganaba. “Odio decirlo, pero te lo dije. Eres un vampiro común y corriente”. Pero Darius no estaba escuchando, el letargo en el que le había inducido la sangre de la gitana lo estaba consumiendo, sus puños se abrían y se cerraban, las venas se marcaban, el calor que seguramente solo se podría sentir estando en un Infierno se estaba difundiendo por todo su cuerpo. Su ceño estaba profusamente marcado y las pocas líneas que adornaban su frente, dejaba en claro lo mal y bien que la estaba pasando. Era una jodida y maldita lucha, aquélla que había empezado esa noche en que su muerte había llegado. ¿Cuántas vidas había arrancado? Era un asesino. Era un malnacido. Era... lo que tanto odiaba. ¿Por qué no empuñaba su propia estaca? Era un demonio, era un vampiro. “Ahora lo entiendes. No tienes nada de especial, nunca lo tuviste.” - ¡Calla maldición! Su rugido fue animal. “No puedes fingir ser un humano Darius, mírala, ya no eres como ella.” Esas últimas palabras eran la frecuencia para que el poco raciocinio se extinguiera. Recordó aquélla noche, tan vívida y tan irreal. El primer día de su nacimiento como un inmortal. Había abierto los ojos y visto... nada. La oscuridad y un mortal silencio lo estaba abrazando. Intentó moverse, solo para ser consciente de que el lugar era muy estrecho. Intentó levantarse, solo para golpearse. Lo supo entonces, se encontraba encerrado en un ataúd. ¿Qué era lo que le había pasado? ¿Por qué no podía recordarlo? Había estado cazando, había... luchado para salvar su vida y luego... El dolor lo atravesó por completo, pensó por un momento que su cerebro iba a explotar. No importaba cuando golpeara, la tapa no cedía, estaba clavada y... Cuando finalmente comprendió que era inútil, se convenció de que su final iba a llegar. Una sed animal había aparecido, su garganta dolía, raspaba, anhelaba algo que él no sabía qué era. “¿No lo sabías? ¿O no quisiste pensar en ello, Darius?” La voz en su cabeza lo volvió al presente con un gruñido.

Como si el tiempo hubiera pasado, como si su mente se hubiese mudado, los ojos del vampiro se clavaron con extrañeza en la hermosa mujer de cabellos rojizos. La herida en su cuello lo tachaba como el demonio que era, el casi inaudible sonido de su corazón lo declaraba como una amenaza. – No tú. Ladró enfurecido, porque siempre era más fácil enojarse con las consecuencias de sus acciones. Esa era la razón por la que no se involucraba con humanos, eran tan frágiles. “¿Lo son? ¿O tú eres tan bestia?” La depositó en la cama con extremada rapidez. – Estarás bien. Ordenó. – Tienes que estarlo. Esto era diferente y él lo sabía, no era una vida que podía perderse, no era menos importante que las que habían perecido bajo sus garras, pero Merlina, esa mujer no podía pagar por haberle deseado. “Puedes salvarla” La voz en su cabeza se reía a carcajadas. - ¿De qué demonios estás hablando? “Lo sabes, no seas tan testarudo” – Merlina, despierta. “Ignórame ahora Darius. No soy yo quien la arrastró a las puertas del Infierno” No, no podía haber bebido tanto. Por regla general, él sabía cuánta debía tomar; pero el sabor de su sangre lo había enloquecido... – Solo necesitas descansar. Declaró, ahogando la ola de... ¿Qué era lo que sentía? Era un animal atrapado. ¿Con quién estaba hablando? No podía maldecirle como a él, ciertamente no lo haría y además, ella iba a volver... – Lo harás, sé que lo harás. Y en cuanto el Sol cayera y la Luna se alzara, él la dejaría atrás.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Sáb Jul 30, 2011 5:21 pm

Débil es el sonido de su corazón golpeando contra su pecho. Sus ojos están cansados pero desean abrirse para mirar al vampiro que cesó su ataque, es la gitana que sobrevivió, es la maldita Merlina quien ha dejado su legado en las fauces de Darius por el resto de la eternidad. Quiere tocarlo, susurrarle esas palabras al oído, decirle que todo va a estar bien, es inútil. Su fría piel poco a poco toma la tonalidad de una persona que está viva, el calor la cobija pretendiendo salvarle la vida ¿No lo sabe? Se la debe a él. Recostada sobre esa cama, sus parpados comienzan a levantarse, la sombra de Darius está allí, no se ha ido ¿No se irá? Intenta ponerse de pie pero es en vano, su cuerpo aún reclama el cansancio por la falta de sangre y la disminución de energía. ¡Estuvo a punto de morir! Sus labios están resecos, necesitan un bálsamo que los hidrate, su garganta arde, sus sentidos están distorsionados, pero su razón “Merlina… Merlina…” escucha las voces en su cabeza, son tan débiles como lo está ella. Enfoca su atención a lo que tengan que decirle, pero tras pronunciar su nombre, callan al igual que lo hace él en medio de la habitación.

El ruido de la ciudad ejecutado como sinfonía de vida con la participación de las carretas, los caballos, las carcajadas, los niños, las voces, el mercado; adormece al polvo que flota a sus alrededores. – Da… Darius – Susurra débilmente, su mano se extiende más allá de lo que alcanza apercibir, necesita tocar su piel, saber que aún está allí que no la ha abandonado. - ¿Dónde estás? – Cuestiona y al no escuchar palabra alguna del varón teme por estar sola en medio de esta obscuridad artificial. Ha perdido la noción del tiempo ¿Cuánto ha pasado desde cayó víctima de su desmayo? Se relame los labios creyendo que así los salvará de la resequedad, su estómago ruge, implora por un bocado, hace horas que no come absolutamente nada, nada que no sea la intriga, la desesperación o ese dolor que nunca se desvanecerá ¿Será posible que algún día sea feliz? Al menos lo intentará. Quiere levantarse y entre quejidos utiliza sus pocas fuerzas para sentarse en la cama. El reflejo de su cuerpo provoca que su mano viaje hasta la marca de esos incisivos en su cuello, siente la sangre seca sobre la comisura de la herida, le quema pero no le duele ¿Por qué? Una sonrisa se aparece en sus labios, satisfecha, complacida, soñadora.

Una sensación escalofriante recorre por todo su cuerpo en el instante en que lo ve. Su presencia diabólica se ha esfumado y sólo puede ver frente a ella a un hombre como cualquier otro que se preocupa por ella, que se ha involucrado inevitablemente en su vida. ¿Por qué? ¿Por qué está irremediablemente contenta de que él esté allí? Su mirada se queda clavada en la silueta de Darius, en sus ojos… Se sumerge en el abismo que estos representan y se deja llevar por la sensación extraordinaria que siente en sus terminales nerviosas. Hay tanto que decir y tan pocas palabras para describirlo, Merlina está perdida, perpleja ante lo que aconteció y más aún hechizada por él. ¿Quién demonios es? Y es que un nombre con 6 letras encierra todo un misterio que ella busca descubrir “No seas tonta Merlina, el que te haya salvado no significa que le importas” El ceño de la pelirroja se frunce de tristeza al saberse un mortal más en la existencia del vampiro. No, no lo acepta, él siente algo por ella, no importa que sea lástima, al menos así sabrá que la toma en cuenta, que sabe quien es esa desdichada mujer. Sólo existe una forma de averiguar. Toma entre sus manos las sábanas de la cama y se refugia en ellas con temor de preguntar y que la respuesta sea más dolorosa que la muerte - ¿Por qué suplicaste mi regreso? – “Dime que no lo sabes pero te quedarás aquí para entenderlo” Añade en sus pensamientos, rogando que sus palabras no fuesen tan amargas, implorando que no la rechace como lo han hecho antes.
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Mensaje por Darius Argeneau Vie Ago 12, 2011 9:45 pm

Con la espalda rígida contra la pared, los músculos marcados y la voz en su cabeza aullando, su boca mostraba una serenidad que disfrazaba la furia que se retorcía en sus entrañas. Un disfraz perfeccionado. Una furia que se había convertido en su mundo desde que había despertado en un ataúd enterrado. La posición en la que se encontraba era la misma que había adoptado cuando su resignación se había presentado. No había muerte, solo una soledad que era más pesada que las esposas que la Luna clavaba en sus muñecas cuando le llamaban. Un monstruo se había formado en su interior y esa noche junto a Merlina le había demostrado lo que siempre había sabido, su control no era tan poderoso como el ser que buscaba entretener de algún modo. ¿Qué pasaría cuando se descontrolara y escapara? No habría quien pudiese detenerle, después de todo no tenía escapatoria para lo que corría por sus venas. La sangre inmortal que tomaba de sus víctimas era el sustento para el demonio en su cabeza, el único compañero que la eternidad le brindaría. ¿Cuánto tiempo llevaba cazando a los suyos con la excusa de evitarle a otro un destino como el suyo? Darius había comprendido que la sangre no era lo único que le alimentaba, matar y ponerse en peligro complacía a su ira descomunal desde que había pisado la tierra como la bestia que era. Tenía que hacerlo, de lo contrario habría perdido lo único por lo que luchaba y tendría... nada. Su mirada descansaba sobre el rostro de la gitana, sus facciones y labios habían sido tatuados en sus pensamientos, un lugar donde estaría a salvo y bien guardado. Solo ahí se permitiría tenerla, fuera del peligro y de la amenaza que él suponía y supondría. No podía ponerle en peligro. No sabía porqué le importaba tanto pero la verdad se clavaba en su corazón con gran fuerza que, ignorarle no era la respuesta. Los años sedientos, los años cautivos, los años tras su destructor se perdían; todo lo importante era el presente y las horas en que se había quedado junto a la gitana. La paciencia que había desarrollado ante su sed de venganza era reducida a ceniza con cada hora que el Sol brillaba, el guardián para los mortales que huían de la oscuridad y esas criaturas míticas que habían aprendido a temer e ignorar.

Los sonidos que se mezclaban afuera se habían detenido para él, todo lo que se limitaba a escuchar era el cantar del órgano que por egoísmo casi acallaba. Se había estabilizado pero su mente no sabía de razones, necesitaba oír una palabra, tan solo una y podría continuar con la cacería, fingiendo que estaba bien alejado de la humanidad y de cualquier conversación que pudiese ser fatal. El Sol se ocultó, dándole la espalda a la Luna. ¿Por qué le molestaba? ¿No era lo que había estado esperando? Su ceño se endureció, su boca jamás titubeó. No había escuchado su nombre desde... ni siquiera podía recordar cuándo había sido la última vez que alguien se había dirigido a él. ¿Por qué de pronto su estómago se sentía vacío, mortal y peligroso? Crecía y se alimentaba de su dolor, con una fuerza imparable, con una gracia innegable. No respondió. Ella estaba bien y él tenía, no, debía marcharse. ¿No era lo que había prometido? Su pregunta le cogió por sorpresa. No podía decir cuál de las dos fue más crucial. ¿Por qué le importaba si estaba aún cerca? Merlina no podía saber más de él que él sobre ella. La máscara de su rostro era intachable. Nada jamás había cogido por sorpresa a Darius, nada desde que le había atravesado la mirada, consciente de que iba a usar su sangre para sobrevivir. Sobrevivir. Esa era la maldita cuestión, nunca había tenido opción. El pensamiento de Merlina llegó tan fuerte a su mente. No quería espiar, pero en algún resquicio, sabía la respuesta. Quería que no le temiera. Era importante para él. ¡Maldición! Lo era. La boca de Darius formó una media sonrisa. – Me salvaste. No era lo que quería decir, pero no había forma de que le dijera lo que su garganta escrupulosamente guardaba. – Tenía... Quería que... Necesitaba que estuvieras bien. Su mirada abandonó su rostro. Afuera un lobo aulló, el viento azotó, una rama crujió. El bosque lo llamaba. No podía seguir ahí, su lugar estaba afuera. "Y aún así, todo lo que quieres es quedarte junto a ella," le reprendió la voz en su cabeza.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Jue Sep 01, 2011 11:38 pm

Se rompe el vació que los separa por el atrevimiento de esa ninfa de fuego, sus orbes ambarinos denotan la falta de entendimiento, quisiera poder comprender la mente de un inmortal. Lucern formó parte de su vida, pero nunca logró trascender con ese hombre más allá de lo que pudo haber deseado, lo amó con el alma, lo suficiente como para ser desgarrada por los demonios que habitan su cabeza en repetidas ocasiones; visiones en las cuales su corazón era desprendido por una mujer de siniestra mirada y al otro lado del espejo ella era la culpable de semejante sufrimiento. No pudo soportar tener esas pesadillas, lo dejó. Aprieta sus labios y alcanza las mejillas de Darius con las palmas de sus manos, escuchó suficiente y, aunque él le dio su motivo, la gitana sabía que había algo detrás de ese antifaz que no deseaba desprender. La curiosidad ha teñido sus pensamientos con la intriga, el silencio que se dejó observar durante un efímero segundo, parece difuminarse tras la sonrisa de Merlina, sus labios se separan dejando el paso a su aliento, ese maldito susurro que se consagro en una voz tan tenue que sólo el demonio podría escuchar –Gracias- En las afueras el tiempo se congeló, nadie observa más allá de las cortinas que cubren la habitación, la penumbra se ciñe sobre ambas siluetas. Siempre había estado allí, acompañándola, es sólo que nunca se había dado cuenta de sus beneficios, hasta ahora que podía palpar con sus propias manos la tosca barbilla de Darius ¿Darius? ¿Quién es él? ¿Por qué tanta insistencia? Muerde su labio inferior al observar la maldita cicatriz que Lucern dejó en ese perfecto rostro, hace una mueca –Lo… lo lamento- Musita tocando con la punta de su dedo índice la comisura de la misma.

El dolor que él siente, ella lo percibe… Dicen que los muertos ya no tienen un alma que proteger ¡Mentira! Está en su corazón la esencia que realmente importa, no por ser un monstruo significa que no se tenga ese órgano dentro del pecho, porque hasta ellos necesitan de uno para sobrevivir en la tierra, el demonio podría jactarse de no sentir absolutamente nada, pero ha olvidado que lo hizo, lo hace y lo hará por el resto de su eternidad. Merlina desea poder decir lo mucho que está percibiendo de él en ese instante, pero no lo cree prudente, ¿Apenas si lo conoce y ya pretende soltar lo que esconde bajo su rojizo cabello? Si ella no desprende la máscara que porta, él tampoco permitiría que ella llegase a la profundidad de su alma. – Todo ha sido mi culpa ¡Desde luego! ¡¿Cómo no lo vi venir?! – Se molesta consigo misma, se cuestiona, trata de responderse pero sus pensamientos calla al igual que las estrellas muertas del firmamento. Se aparca de él dándole la espalda por un momento, sus puños golpean sus caderas, levanta la cabeza y sus ojos se posan en el candelabro de la habitación, al final termina en donde inició. Frente a él. -¿Qué hacías en el circo? ¿Por qué me defendiste? Debiste haberme asesinado, es lo que supone que deben hacer… Los mortales no debemos conocer sus secretos, ni siquiera sus nombres y yo lo sé, yo lo sé – Sus ojos se entrometen en la mirada azul de Darius, buscan la forma de liberar la frustración reprimida del varón, si tan sólo supiera… -No me respondas, porque yo lo sé, yo lo sé – Las brujas arremolinadas en sus pensamientos le susurran en imágenes fantasiosas los deseos que su cuerpo desea consumar, las ideas que en su subconsciente son una realidad latente, son miles de voces, pero sólo un latido, el de Merlina y nadie más, porque la maldad y la bondad que residen en ella, son parte de su esencia, lo que la conforma, eso que la hace ser especial, no hay bipolaridad… es simplemente la gitana un mundo más profundo que el silencio del mar.

“Aléjate ahora que mis estacas no te han herido, vete antes de que…” Confiesa no sólo con su mirar, también con ese grito desesperado en su cabeza, sin embargo, es demasiado tarde. Sus labios devoran con impaciencia los ajenos, impregnándose de su sabia, no es lujuria ¿Pasión? Quizá fue provocada por la adrenalina y la sensación de calma tras la tempestad, ¿Deseo? Por supuesto que lo deseaba, lo hizo en el instante en que sus miradas se cruzaron ¡Maldita devoción por lo maligno! Sus brazos se cierran tras su cuello, su cuerpo se restriega contra el de él ¡Basta de tonterías! Despierta la parte obscura que habita en ella y su poca humanidad se adormece con el sonido de sus labios desgastándose en un fragmento de eternidad. Esquiva el hambre que siente por él y se desprende de la fusión con una sonrisa tajante – No sabes mentir y tu verdad a medias necesita pulirse - Toma sus manos y las coloca en su cintura para que la sostenga. – Te quiero a mi lado, Darius. Él regresará, tarde o temprano se vengará de mi insolencia, pero esta noche, déjame estar contigo. Si mañana muero…. – Hunde su cabeza en su pecho – ¿Por qué siento que te conozco de toda la vida? – Ella no puede escuchar los pensamientos del vampiro, pero sí puede atender el aura grisácea que despide. ¿Un cuerpo sin alma no tiene futuro más que morir? ¿Qué pasa cuando su destino es no tener fin? – Abrázame – tenía que sentir que estaba a su lado, porque… Merlina comprende que las mentiras de la inmortalidad son idénticas a las del edén de los sueños. - ¿Crees en el amor improvisado en una noche? -
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Mensaje por Darius Argeneau Lun Sep 12, 2011 8:36 pm


En más de una ocasión, el lento amanecer con sus hebras de fuego escapando de las altas montañas para tragarse a la Luna y mantenerle presa en sus entrañas, había amenazado con atraparlo. ¿Cuántas veces peleó con la urgencia de abrazar el descanso eterno y terminar lo que un desconocido había iniciado? Cualquiera que desconociera las profundidades, tinieblas y escaramuzas que le arañaban en una tortura eterna, le escupirían al rostro lo cobarde de esa vía de escape. La voz en su cabeza reinaba en el desierto, gobernando a diestra y siniestra la sinfonía de una orquesta. Estaba atado a ella de la misma cruel forma en que se veía obligado a vagar entre vivos y muertos. Odiado por los monstruos en los que se reflejaba cada que la estaca atravesaba los huesos en torcidas muecas de desprecio, temido por los humanos que veían al verdugo acechando. La sangre de cada vampiro que había servido para redimir su alma latía furiosamente en sus venas. El inmortal le daba su fuerza, ayudaba a mantener a la bestia aplacada. Nada tan lejos de un perro con su hueso. Estaba atado. Por una extraña, jodida y retorcida razón; la tranquilidad que podría encontrar bajo los primeros rayos del amanecer solo le dejaban un vacío casi tan grande como su nulo conocimiento sobre quién había sido en el pasado. Hasta la llegada de Merlina, solo podía ignorar sentimientos que pudiesen ser catalogados como buenos. Ni siquiera estaba seguro de su capacidad para sentir... aquello era desconocido, fuerte, adictivo. Su sabor, su olor, quería quedar prendado, absorberla dentro de su ser para mantenerla egoístamente junto a él. Las llamas invisibles en las yemas de sus dedos hacían doler su cuerpo. Eran las primeras caricias que ha sentido desde... ¡Maldición! ¿Realmente estaba tan solo? Hasta ese momento no había comprendido la magnitud de su soledad. Alzarse cuando la noche le llamaba y aguardar en una oscura cueva cuando el astro rey lo exigía era todo lo que conocía. En una noche, el tacto de una mujer destruía sus escudos uno a uno.

La suavidad de sus manos sobre su rostro le tocaba en lugares que creía haber olvidado, la gentileza que lee en su mirada le ata a ese pedazo de tierra en el que se encuentra parado. ¿Cómo soportar su cercanía sin sentir ese vacío en carne viva? Su mano se cierra sobre la estrecha cintura, incapaz de permitirle dar marcha atrás, ella parece pensar igual; su mirada siempre inexpresiva no puede escapar de las profundidades del deseo en el que se ve preso. Merlina es la mujer más hermosa que ha visto en toda su jodida existencia. – Estás provocando a una bestia, ma petite. Si no huyes ahora, ni siquiera podré mantenerla atada por ti. Su voz estaba cargada de necesidad. Sus labios rozaban los de la gitana. La humedad en sus labios carmín solo eran el resultado de su ataque, del beso que solo hacía de su lucha la peor tortura. Durante sus primeros años como cazador de vampiros, se había encontrado con poderosos enemigos, sirviendo de peón para sus torturas. ¿Y creía que esa era la peor tortura? Ella le mostraba su equivocación. Tenía que ser irreal, una ilusión de su mente que pedía ayuda, consciente de que su final estaba cerca. Darius no era estúpido, ¿cuánto tiempo más podría seguir con esa ardua batalla? Su bestia rugía de triunfo cuando un vampiro caía en sus garras, pero al mismo tiempo se resentía por no ser el monstruo que era. – No creas todo lo que ves. Quizá solo espero que creas esto, agregó con desprecio, para que no te resistas a mí. Sus brazos la envolvieron, el demonio negándole cualquier posible partida. La mirada del cazador estaba hacia el horizonte, en un punto lejano, al igual que su voz. - Soy como ellos. Un asesino. Fui al Circo Gitano siguiendo tu rastro. ¿Crees que te defendía? ¡Te quería para mí! Ese fue el motivo por el que te seguí. Obligó a sus brazos a moverse, su mano atrapó la barbilla de su gitana. Sus orbes le hipnotizaban. – No estás a salvo conmigo, Merlina. Solo estarás huyendo de los brazos de un demonio para ir a otro. ¿Quieres eso? No te mientas, porque si lo haces, esta vez no voy a ayudarte. Su boca se torció en una sonrisa de odio, mostrándole al vampiro que por naturaleza era, sus colmillos se extendieron, su rostro se deformó por completo. – No sé de amor, compasión o alegría. No busques dentro de mí algo que no existe. Solo te decepcionará, cariño. Pero en el fondo, la simple idea de ser capaz de sentir lo estaba consumiendo.
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Mensaje por Merlina Draven Bancroft Mar Sep 13, 2011 12:21 am

He encontrado el calor del iceberg en tu pecho…


La muerte seduce y envenena a los ángeles para que se vayan al infierno junto a ella, los demonios danzan bajo la luz de la pálida luna en su aquelarre para despertar la depravación escondida entre lápidas de tortuosas negaciones sobre lo que la humanidad siempre ha sido. La definición de bestia no existe en el limbo, la frontera entre redención y condena es tan sólo un susurro esparcido por el soplo del viento, acompañado por el rocío de las flores al amanecer. Una falacia colosal es aquella en la que se justifican los actos bestiales por la naturaleza de nuestra alma. Darius ha marcado el cuerpo de Merlina sin siquiera imaginarlo, su sangre corre por sus venas y viceversa, pero él ni si quiera lo sospecha. Esa desdichada mujer llora en silencio al encontrar esas palabras hirientes con la intensidad de flechas ponzoñosas adueñándose de su felicidad; como un tajo inservible de carne… le arrancó el corazón y lo pisoteó al decir semejante tontería. La fortaleza de Merlina se derrumba, su seguridad es tragada por las fauces de la madre tierra y, desde su interior la carcajada apocalíptica del demonio se escucha surgir como un devorador de almas que sólo se ha abierto cual flor para tomar la de ella… “¡NO!” Grita su interior. ¿Satanás no lo ha entendido? Ya tiene dueño. Esta frente a ella. Muerde su labio mientras su ceño se frunce en ira, trata de escapar de su atadura, su fuerza es mayor que la de ella… Apretando sus labios, desvía la mirada al suelo… Fue rechazada, se abrió a una nueva esperanza y el devorador de pecados le cerró las puertas en la cara, su ilusión… “¡Merlina no le creas!”

El edén de sus sueños se marchito, las rosas cayeron en ese fatídico sueño perpetuo; voces que cantaban al unísono el nuevo amanecer impertérrito… callan. Sus manos decaen por sus costados, asimila las palabras, trata de ser más fuerte y soportar la ruptura. Imposible, si no la estuviese sosteniendo justo ahora, sus rodillas habrían permitido que su cuerpo cayera al suelo al igual que su alma saltó al vacío cuando el mintió… pero, ¿Si Merlina sabía que era un engaño, por qué le creyó? Sus ojos, en sus pupilas observa la distracción de las sombras vacilantes, en medio de ellas su rostro… lágrimas derramadas que no cesan, sacrificio de sangre “Elige bien” Le aconsejan desde las profundidades ¿Qué saben ellas de su dolor? Se enfada. Golpea a Darius en la mejilla, esconde su barbilla de esa gélida mano. - ¡Deja de mentirte tú! – Grita, sus manos se elevan hasta los oídos, quieren callar lo que escucha allí dentro - ¡YA ME HABRÍAS ASESINADO! – su respiración se agita, la desesperación aumenta, su voz estalla cual lava de un volcán. Si tan sólo pudiese, si ella… Busca su mirada, lo obliga a que la mire de frente. Si es verdad, se lo dirá sin esquivarla – No quiero tu maldita piedad – Le dice con rabia, traga saliva, sus pensamientos son torbellinos de pasiones, unos desean confesión, otros sólo lastimar, pero los que ella no puede sacar a flote son los que en verdad interesan. – ¡Suéltame! – Le ordena. Cierra sus ojos, respira profundamente… ¿Qué un vampiro no tiene aura? Una sonrisa perfila sus labios – Si eres uno de ellos entonces mátame – Clava sus ojos ambarinos en su mirada celeste. No tiene miedo, lo prometió… Mientras estuviera con ella esta noche no habría porque temer – porque si lo haces confirmarás tu naturaleza – Esa sonrisa se extiende, ahora es un gesto burlesco – pero si no lo haces me habrás tenido compasión – Pega sus labios a los de él sin besarlos - ¿Qué harás Darius, serás el monstruo que dices ser o el humano que yo sigo viendo en ti? – Citando a sus voces termina – Elige bien -
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