Desvarios [Reservado]

Había logrado caer en la locura. La libido de un demonio se pronunciaba más allá de sus prendas, los espasmos que sentía aclamando a esa mujer eran desgarradoramente tortuosos. Sentirle allí junto a él, poder aspirar su aroma, ese que destilaba por cada poro de su apetecible piel; cada maldito detalle era un mensaje subliminal hasta la mente del pobre condenado. Esas pupilas que derrochan la maldad en su interior se clavaron en las de la pelirroja. Una vez más sus cuerpos se restregaron monstruosos. La su sexo replico en una angustia de la cual él disfrutaba a la perfección, la tortura que aconteció segundos después fue la cúspide perfecta para proclamarse el rey de toda la maldita locura que allí se estaba perpetrando. La visión de la sangre derramada sobre el suelo, las paredes y en todas partes tan sólo alteraba más a su cabeza. Sí, Gilles no debería andar por las calles de París, el debería estar encerrado en una de esas habitaciones blanquecinas, suplicando, añorando con su libertad; el demonio y la maldad tenían preparado para él algo más que una muerte insignificante.

Las carcajadas en su cabeza eran la cantata perfecta para continuar allanando el cuerpo de esa mujer. ¿Nombre? ¿Acaso importa? Para él no, un simple susurro podría hacerle bramar el nombre de una cortesana, una mera puta que le satisfizo en su debido momento y aseguraba que esta noche se trataría de una normal como muchas otras en las que el sexo era la clave para salir adelante. Que equivocado estaba… El movimiento en su lengua le hizo saber que la Diosa frente a él no sería olvidada en mucho tiempo, el sexo pasaría de ser simple y sin más que ofrecer a una cuota inalcanzable para los humanos de un frenético placer, acompañado siempre con ese sadomasoquismo que únicamente los locos pueden apreciar en su totalidad.

“Eres un idiota Gilles” Se reclama a si mismo en su más abstractos pensamientos, estaba perdiendo el tiempo. Ella tenía razón no pretendía, ese miserable engendro ya se convirtió en su presa, su víctima pero ¡Eso fue lo que precisamente quería! Así que no se puede catalogar como un tonto perdido en el mar de sensualidad que Aleeah derrocha. ¿Sensualidad? Esa palabra no puede describir ni capturar todo lo que la lamia representaba para Gilles en ese instante de perdiciones, si él era el demonio ella sería su puta, la tan aclamada y vanagloriada Lilith. Sus manos se posaron sobre las caderas de la fémina para obligarla a posarse en su cintura. Sí la fuerza que él presume es descomunal por lo tanto, y valiéndole un reverendo comino somete a la vampiresa entre sus brazos, retrocede los pasos necesarios para llegar hasta la cama del enfermo asesinado. Arrojo el cuerpo de “su mujer” a la cama, durante una fracción de segundo admira su perfección, misma que profanara sin piedad alguna. La vista es un punto más para autosatisfacer los deseos, una señal de morbo que escurre en el pensamiento y hace aclamar en el cuerpo. Gilles está listo para lo demás.

Su cuerpo busco aprisionarla bajo él, sus piernas abarcaron la delicada figura que ella tenía. Maldijo cada curva de Aleeah al mismo tiempo en que la bendecía con sus besos. El atavío se resumió a tiras de tela completa y totalmente inservibles, la desnudez siempre había sido el mejor elixir para acompañar una noche en donde la cordura nunca fue la invitada de honor. La boca de Gilles divagaba entre la barbilla de la mujer, sus labios, su cuello y sus hombros. Las caricias se inventaban allí, no paraban. Tenía tanta sed, tan hambre, pero necesidades que únicamente esa mujer podría saciar. La suavidad de su piel, el sabor, su sangre… Una perforación errónea muy cerca de sus pechos le entrego al vampiro ese líquido carmín de un inmortal sucumbiendo ante la lujuria. Embistió contra ella al sentir esa gota en sus labios, golpeo la cama, los fragmentos de ella se esparcieron en una nube que termino por ceder ante el tiempo. Su miembro se encontraba por encima de sus caderas y buscaba como con mentalidad propia una cavidad en la cual sumergirse. Los bramidos estaban de sobra pero a él no le importa y jadea aún sin haber hecho nada. Una de sus manos descanso en el pecho de Aleeah, apreciando la desnudez por completo, la piel, el contacto… Un estímulo se apodero de él, subió hasta sus labios y los mordió. La sangre que de allí emano fue tragada al mismo tiempo en que su mano profanaba el sexo de la vampiresa. No iba a ser condescendiente…