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La pasión es la mitad del camino para una obsesión [+18] (EUGÉNIE) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Lun Oct 17, 2011 10:25 pm

La carne por ser carne, es débil y se hecha a perder. Esperar que mis caminos san diferentes es una pérdida de tiempo. No cambiaré. Esa noche sentí el deseo de satisfacer las necesidades más primitivas que tiene el cuerpo humano y estaba harto de acosar a la servidumbre. Infelices y desgraciadas, todas las mujeres son iguales, les sonríes con el afán de llevártelas a la cama y creen que estás tratando de conquistarlas, lo peor llega cuando se insinúan, quieren matrimonio y si no te casas con ellas se ponen en el papel de la mártir porque no les gusta ser una cualquiera. No lo han entendido, un hombre que primero se revuelca en tu cama y después te corteja, no es un hombre que guste de ti, es sólo un miembro que piensa con frivolidad y egoísmo. Sí, estaba cansado de los reclamos de Lenore y pensé sobre correrla de la casa pero ¿Quién se encargaría de las labores con la vieja ya muerta? Mi queridísima madre o debería decir ¿extraña? Como sea, su fortuna me pertenecía y yo la aprovecharía al máximo… Me encaminé hacia el Burdel.

Los cuchicheos, las miras y todos esos jodidos ademanes que la gente suele hacer cuando te ve en malas compañías o en situaciones un tanto embarazosas, me eran indiferentes. ¡Soy hombre maldita sea! Aunque no pueda amar por que a Dios se le olvidó darme sentimientos, aún tengo mi sexualidad, la cual me proclama atención. Durante mi paseo, disfruté con lascivia el escote en los vestidos de las damas que pasaban a mi lado, esos labios carnosos que retorcieron en sonrisas, sus coquetas manos juguetonas con el abanico tapando la mitad de su rostro y esas insinuaciones silenciosas que hacen con el cuerpo. Reconozco mi potencial y sé cuan atractivo resulto para el sexo opuesto. Doble un par de esquinas con el azote del atardecer en mi espalda y los rayos anaranjados del sol quemando mi gabardina negra. El bastón me delató, se sabía que pertenecía a la clase alta y al llegar al jodido prostíbulo, las putas se abalanzaron contra mí. Pero de entre el millón, sólo una me llamó la atención.

Había estado en esa mierda de lugar infinidad de veces ¿Cómo era posible que no la haya visto antes? Jamás olvidaría esa mirada, pero su rostro ¿Quién era? ¿Por qué se ocultaba? Con gestos, con golpes, con blasfemias, con insultos… me abrí paso para llegar hasta donde ella esperaba con tranquilidad algún idiota que quisiera follar, para su fortuna y para mi desgracia… ese idiota, había sido yo. Pasé el frío bastón por su mejilla. Estaba seguro que no me rechazaría, después de todo para eso están ¡Para correr a mis brazos! Me importaba muy poco si era por el dinero o por mi persona, yo si tenía definido mi rol en ese asunto¡Ma petit! Exclamé extendiendo mis brazos a los lados para que corriese hacia a mí, como una niña que atraviesa el vacío para llegar al encuentro de su padre en medio de un montón de bestias. ¡Maldito pensamiento incestuoso, pero jodidamente delicioso! – No os preguntaré si os acepta mi compañía, simplemente la tomaré como mía ¿Habéis entendido? – La ceja arqueada y los francos en la mano.



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Mensaje por Eugénie Florit Mar Oct 18, 2011 1:16 am

Cada día es mucho más sencillo poder escapar de casa para poder descargar todo el deseo que tenía dentro por sentir la carne de un hombre dentro de mi. En muchas ocasiones como la de ahora había ya salido por la puerta principal sin que nadie me pusiera un pero o una mueca. Había aprendido a utilizar mis encantos para poder sobornar al velador de la mansión y este cuidara mis pasos lejos del lugar. Un carruaje especial esperaba todas las noches unos metros adelante de mi hogar, listo para llevarme a al burdel sin que dijera nada al respecto, este sabía muy bien que tendría su recompensa por guardar silencio. Francos ganados en el día en mi trabajo todos para él o una buena noche llena de sexo. El camino al lugar era corto solo estaba detrás de la mansión por lo que tenía una gran ventaja hablando claro de horarios y de que mis padres no notaran la ausencia. Esa noche había escogido un antifaz bastante hermoso, había llegado una caja de ellos importados desde nueva España. Predominaba el color negro, y dorado, en los lados laterales tenían colores morados, en la parte superior muchas plumas de color negro. Brillantes por los bordes y del lado derecho del antifaz podían notarse claramente notas musicales pintadas a mano. ¿Qué nueva historia encerraría ese antifaz? ¿Qué nuevo cliente pasarían por mis sabanas? Llegué de manera puntual registrando mi "nombre" en las listas de Scarlett.

Al tener el dinero suficiente y solo estar ahí por placer había escogido un cuarto al final del lugar donde pudiera colgar cada antifaz cómplice de cada noche placentera en una pared en especial. Rápidamente entre al cuarto para poder dejar la capucha encima de la cama, saqué el vestido pomposo que traía y comencé a poner los interiores, y con velocidad cogí el vestido adecuado para el momento colocándomelo en el camino pues se escuchaba un estruendo en la parte baja del lugar, seguramente los clientes habían comenzado a llegar. Bajé las escaleras con cuidado. Sonreí a un par de compañeras de trabajo que habían intercambiado palabras conmigo, pero me quede al final de la fila, no me gustaba rogar por una follada, si ellos estaban ahí era por el deseo y la necesidad que sentían de nosotras, aunque claro también porque necesitábamos él dinero en mi caso eso no aplicaba pero debía trabajar como todas las demás. El paso se abrió para él, sin poder si quiera reaccionar ya lo tenía frente a mi con los brazos abiertos. Me tomé mi tiempo para poder examinarlo un poco descansando una mano en mi cadera. - Buenas noches caballero - Incliné ligeramente el rostro hacía adelante como una reverencia educada. Mi sonrisa se amplió al ver aun sus brazos en él aire y me acerque con lentitud hasta él. No un abrazo no era lo conveniente lo correcto era poder ver porque todas se alborotaban con él. Una de mis manos se colocó en su hombro y otra se deslizo hasta la altura de su virilidad donde sostuve su trozo de carne apretándolo con cierta fuerza, me coloqué de puntas para besar su mentón - Ah, ya entiendo porque todas lo solicitan - Me separé dando ligeramente la vuelta, mire sobre mi hombro - Sígame por favor - Volví a girar completamente mi cuerpo y comencé a avanzar por los pasillos del lugar hasta subir las escaleras, lo jalaba suavemente de la camisa esperando a que no se escapara, las miradas de todos estaban puestos en nosotros, yo simplemente sonreía.

Las velas del cuarto iluminaban de manera muy tenue el escenario que pronto se convertiría en nuestro cómplice. - Bienvenido - Solté su camisa y cerré la puerta colocando el seguro detrás de nosotros. - ¿Gusta algo de tomar? - Caminé hasta la parte final del cuarto, donde claramente estaba una mesa con varias botellas, le serví un poco de whisky en uno de los vasos y otro era para mi. Di un trago y me acerqué para dejarle el vaso en sus manos. -Por los francos no se preocupe, después de la noche usted dirá con el pagó lo que de buena la noche - Esperé a que se sentará, y me coloqué detrás de él dejando la copa a un lado. Ambas manos se colocaron en sus hombros poco a poco estás comenzaron a moverse realizando un delicado masaje, incliné mi cuerpo para poder acercarme a su oído - ¿Algún deseo en especial? - Mi lengua salió hasta tocar el lóbulo de su oreja, delineando un poco hasta bajar a su cuello dejando un "casto" beso, dejando el color rojo de mis labios, mi marca con la cual estábamos listos para empezar la noche.


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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Lun Oct 31, 2011 7:51 pm

Se dice que la depravación no tiene límites, perfecto… porque aquel que aseguró esa frase lo había conocido a él y todos esos morbosos pensamientos que transitaban en su mente. Pierre vaciló antes de poder pronunciar palabra alguna, su jodido miembro se encontró atrapado en la mano de esa mujer de rostro desconocido y sus cejas se levantaron a manera de sorpresa no por la acción de la puta si no porque a su amigo pareció no importarle su atrevimiento, tenía que ser un poco más “Zorra” que eso para que al varón se le levantase la libido. Fue arrastrado hasta la habitación que le corresponde. No le prestó atención a las sábanas que cubrían la cama, mucho menos al color de las cortinas que no permitían el paso de la visión al exterior, todo lo que importó fue desnudarla con la mirada, saboreando cada maldita parte de su cuerpo. Relamió sus labios al encontrarse con su cavidad, la delineada figura de la chica era un manjar que cualquiera envidiaría y que sin embargo, él no le mostraría el mínimo de respeto ¿Por qué mierda se tapa el rostro? ¿Acaso está tan fea? ¿Tiene los dientes chuecos? ¿Está bizca? ¿Alguna enfermedad de la cual él debiera enterarse? A través de ese jodido antifaz sus ojos celestes refulgían como el océano más profundo y él no pudo evitar el sonreír ante sus propias dudas. Sacudió su cabeza y despeino sus cabellos de ébano.

Aún no habían iniciado y ella ya le había prometido no olvidarse de su nombre pero ¿Cuál era exactamente? Si no podía arrebatarle el antifaz con una mordida, un golpe o después de muerta… Tenía que poder aferrarse a una identidad de la cual él se obsesionara. Sus carcajadas resonaron en lo más recóndito de sus aposentos. Estaba loco pero sabía ocultarlo a la perfección. Un paso, dos pasos y se encontró frente a ella con una sonrisa llena de pretensiones maléficas, para desgracia de la puta él tampoco se preocupaba por los francos que le pagaría, tiene toda una herencia que desperdiciar, cuando no le quede nada y sea un maldito perro callejero, entonces se preocuparía… al menos que, el trono de Budapest sonaba tentador y matar por obtenerlo es algo que es esencial. Sin miedo a nada.

Rosó la mejilla de la chica con el dorso de su mano a la par en que sus labios se retorcían en esa mueca blasfema -No chèrie, preocúpate por sobrevivir- Atacó irremediablemente esos labios rojos del pecado, los devoró con tanta hambre que la mordida a uno de estos no le fue sólo una advertencia, si le dolió o no, tenía que acostumbrarse al trato que Pierre le daría. Con ambas manos la tomó por los hombros y la azotó contra la cama, su cabellera rebotó sobre su pecho en una atentan invitación para que fueran profanados esos montículos. La saliva de Pierre goteó sobre el cuello de la chica, se lo estaba pasando de lo más lindo con ese augurio de placer que se asomaba en su entrepierna. La virilidad del hombre se deslizó por encima de sus pantalones en los muslos sobre el vestido de su puta. Pero ella tenía la culpa al haber lamido su lóbulo y masajeado su espalda. El cuerpo de Pierre se retorció y cubrió por completo el esa mujer. Quería desgarrar sus prendas, de la misma manera en que sus amantes vampíricas lo dejaban al desnudo a él, pero sólo era un jodido humano que apenas si podía cargar la mitad de su propio peso. De la bota, sacó una navaja que cortaría su vestimenta pero primero… ¿Cuánto tiempo había pasado antes de que Sorha fuera sodomizada? Con el filo del cuchillo marcó una fina línea en el arco de ese cuello pálido, atravesó por el valle en medio de sus pechos y rompió las faldillas sin ninguna dificultad; la mirada de Pierre era famélica, no cabía ese amargo sabor en su boca y chorreaba saliva que tenía que ser tragada inmediatamente. -Sólo déjate hacer de todo-



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Mensaje por Eugénie Florit Jue Nov 03, 2011 1:57 am

Quizás en otro momento de mi vida hubiera tenido demasiado miedo para poder responder a los deseos e impulsos de mi nuevo amante sin embargo toda esa locura que dejaba ver en ese par de ojos me parecía algo nuevo (pues los clientes no están acostumbrados a salir de la rutina) pero sobre todo sumamente excitante. Un quejido suave salió de mis labios cuando la mordida se había hecho presente, sin embargo aquello no fue un impedimento para que mi lengua entrara de manera territorial en su boca, esperé a que la suya luchará contra la mía para poder apresarla y succionar de esta como si de una erección se tratara. Si el dejaba salir todas sus pasiones entonces yo no tenía porque limitar mi deseo, mi necesidad y esa fuerza que tenía. Una sonrisa se asomó en mis labios cuando caí a la cama. Las ansias que el caballero mostraba me daba el deseo de querer separarme, dejarlo con esa calentura un rato en la cama y ver hasta donde era capaz de llegar por entrar en mi cuerpo. - ¿Debo preocuparme por lo que haces? Porque lo estoy disfrutando - Mi mano bajo para poder desabrochar con maestría el botón de su pantalón y al mismo tiempo bajar el cierre de este bajando una parte de la tela y lo demás empujándolo con uno de mis pies, debido a la posición en la que estaba era imposible incorporarme para hacerlo con las manos, así que buscaría cualquier recurso para poder tenerlo a mi disposición tanto como él me tenía.

Esto sería entretenido, un juego ganar-ganar, el dejaría salir toda esa depravación y yo exploraría hasta donde podía llegar y hasta que punto me era placentero y soportable todo. Siempre había deseado que alguien me dominara por completo en la cama, no porque fuera deseo de un cliente que me hiciera pasar por alguien sumisa, más bien que alguien de verdad me tomará del cuerpo y lo reclamara como suyo aunque eso después del pago y la puerta del cuarto no fuera cierto. Mi lengua había salido relamiendo mis labios, disfrutando de esa saliva que escurría de sus labios. Bastante raro era que alguien aceptara que éramos unos animales por completo en la cama. Había sido cada uno afortunado de llegar a la cama del otro pues muchas cortesanas ahora se negaban a tratos "malos" en la cama sin embargo yo lo deseaba. Ladee el rostro para que este pasara la navaja por todas las partes que quisiera de mi cuerpo. Jadeos suaves que relataban que lo disfrutaban salían de mis labios rojos. Lleve mis manos a mi cabeza para poder ajustar con fuerza el antifaz, si era suya pero no podría sacarme aquel accesorio o pararía el momento y así como el tenía sus armas yo sabía usar las mías. Bajé una de mis manos recorriendo lentamente mi pecho con una de ellas, delineando uno de mis senos y pellizcando uno de mis pezones, estimulándolo para él. -¿De todo? Quisiera saber a donde es capaz de llegar si pronuncia la palabra todo - Mis dos manos se dirigieron a sus hombros para atraerlo y así poder volver a tomar sus labios con exigencia, ambos rostros se ladeaban de un lado a otro buscando quien ganar la guerra dentro de sus bocas, necesitaba respirar para poder seguir en mi tarea, era una simple y delicada humana, y esperaba él entendiera eso aunque sabía que no se reprimiría en nada.

Una de mis manos se poso en aquella erección. Aun no mostraba signos de humedad lo que me dejaba en claro que era un chico que aguantaba muy bien en la cama - ¿Cuál es su nombre? - Susurró antes de llevar la mano libre a sus labios y lamer sus dedos para después pasarlos por la punta de su erección. Se aferró a la punta de este y presionó con cierta fuerza para estimular más aquella zona. La apretujaba a cada segundo y la soltaba al instante para estar estimulándolo. Mis piernas Se abrieron y los talones de los pies se recargaron en las sabanas, las separé un poco más para que él pudiera acomodarse de manera cómoda encima de mi cuerpo. El calor de mi piel a estas alturas ya formaba parte de su cuerpo. Mi mano libre comenzó a acariciar su espalda, algo estaba mal, no debía tener nada encima y por supuesto que la camisa estorbaba. No deseaba soltar su erección pero necesitaba liberarlo de cualquier impedimento de entrega completa. Mis piernas sujetaron su cintura y entonces con impulso lo empuje hacía la cama, mis manos rápidamente recorrieron su abdomen, su pecho y presionaron su cuello - ¿Te gusta portarte mal? - Sonreí mordiendo mi labio inferior, baje ambas manos para poder desabrochar con rapidez cada uno de sus botones. Poco a poco alzó las manos y así al final pude liberarlo de la prenda. Mis caderas se movían para que el calor y la humedad de mi intimidad chocaran contra su erección, a pensar de tener la ropa interior era inevitable que no lo sintiera. Me incliné hacía adelante para retomar de nuevo sus labios y comenzar con la noche.


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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Vie Dic 09, 2011 4:01 pm

Ese maldito antifaz le estorbaba, pero la mirada profundamente celeste de la cortesana lo obligaba a seguir en su afán por devorarla. Para un hombre como él es jodidamente incitante ver el cuerpo desnudo de una mujer antes del coito. Sentir esa sedosa piel mientras deslizas los dedos por cada parte de ella, apreciar la textura y la rugosidad en sus pechos, distinguir cada maldita tonalidad que existe en ella. Relamió sus labios opacando la visión que había tenido. Su cabeza se ladeo para tronar los huesos de su cuello y relajarse. Inspiró. Arqueó su espalda y se separó de ella, las faldas de su vestido eran retiradas. Con atrevimiento, agilidad experiencia, la mano de la cortesana reparó en su miembro, Pierre sonrió al sentir el calor que despide su tacto. Arqueando una ceja mantuvo la mirada fija cuando ella preguntó por su nombre. ¡Vaya infamia! Él tendría que entregar su identidad a una puta para que esta le respondiese con una farsa… No sería de esta manera. Apuntó su rostro con aquella daga mientras se ponía de pie –No te muevas- La advirtió, su pantalón ya estaba siendo amenazado con ser perforado por esa virilidad erigida desde las entrañas de su pelvis. Desbotonó girándose frente a ella para que pudiera apreciar la estaca que apuñalaría sus entrañas. Sonrió. El pantalón se deslizó por las piernas de Pierre, sus músculos quedaron al descubierto. Era un hombre que se mantenía en forma, vaya que lo hacía. Lo necesitaba porque su jefe se lo exigía, además la puta que tenía en casa tampoco se revolcaría con él si este llegase a perder el encanto, aunque conociéndola… Inclinó la cabeza ligeramente mientras su lengua buscaba algún indicio de ese sabor grabado en su boca después de besarla. Pero no encontró más nada, era necesario ir a por más elixir de lujuria que emanaba.

Apreció cada centímetro de su cuerpo. Su mirada se paseaba desde la punta de sus pies hasta el último cabello reposante sobre las sábanas de la perdición. Como un demente, comenzó a lamer el cuchillo que tenía, se cortó. El filo del metal quedo manchado con un color rojizo obscuro, brillante bajo esa tenue luz en la llama de las velas. Su danza era como un vals infernal que deliraba entre un montón de demonios y él sería su rey. Así fue en que su morbo terminó por despertar. Pasó su mano por la mejilla de la chica, acariciando su rostro como un hombre enamorado, pero sus ojos desvelaban otra cosa diferente. No la besó en los labios, su cabeza bajo para que su boca lamiera esa curvatura en el arco de su cuello. Continuó en un camino que está por demás describir, sus hombros, sus pechos, el pezón… Aquí hizo una pausa para atascarse con esa maldita textura y su color. Un niño hambriento, eso es lo que Pierre era, quiso devorar sus montículos con frenesí, pero sólo podía jugar con su lengua y succionar con su boca, jugando a que era un bebe amamantado por su madre. Su mano atacó desenfrenadamente su cavidad, masajeó con sus dedos desde atrás hacia adelante y viceversa; poco a poco la humedad comenzó a bañar su mano. Cálido y viscoso. Era un loco, explorando cada recóndito. Se detuvo, para así poder olfatear su esencia, después la probó. –Soy tu cliente y mañana tu obsesión- Dijo susurrante mientras se acoplaba a su cuerpo.

Un león acechante, buscando como tragar aquel premio que su manada había casado. Así mismo Pierre merodeo entre la silueta de su cintura y esa curva en sus caderas. Ese valle desde su ombligo hasta el comienzo de su altar fue como descubrir el tesoro extraviado de un pirata. Con besos ensangrentados, combinados con esa saliva de su boca, dejó un rastro hasta que con incitante autoridad separó sus piernas, escupió en la punta de la línea y la saliva se deslizó sobre está hasta ser absorbida por su cavidad, pero entonces Pierre, con la lengua la regresó hasta donde él había decidido dejarla. Era su lengua un demonio jugando con las llamas en el infierno, que eran esos labios en medio de sus piernas. Succionó su piel, tragó el líquido que chorreaba, degustando el sabor y apreciando esa feminidad que desgarra la libido. Para poder llenarla de placer, su lengua bastaba, pero aún así y con cada movimiento circular, alterno, pausado, rítmico… Su mano encontró el camino para aferrarse a sus glúteos, levantarle y así tener un mejor acceso a su festín. Pronto dejó de ser necesaria la pose actual y entonces sus dedos, el índice y el de en medio se introdujeron con lentitud en su cavidad. Sentir el calor de sus paredes y como su mano era bañada con su fluido, fue la cuna de su locura. El miembro de Pierre cada vez más se levantaba con ese crecimiento por inercia, quería ser abrigado, pero aún quedaba tiempo….



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Mensaje por Eugénie Florit Vie Dic 16, 2011 10:17 pm

La sociedad se ha encargado de amaestrarnos. Si puede ser una palabra fuerte si te crees demasiado libre de actuar al caminar. Lo cierto es que nos educa para poder ser de una manera aceptable ante los demás, las pasiones se ocultan e incluso olvidamos que tenemos esos deseos dentro. Pocos son aquellos los valientes que los dejan salir aunque sea en el encierro de un cuarto en un burdel. Los ojos de aquel hombre me llenaban de cierta manera de temor pero más que temor intriga, había estado guardando demasiado el poder conocer otros placeres que no sabía como comenzar con uno que ciertamente era doloroso. Por lo pronto aquella noche mi cuerpo se tatuaría su nombre a cada beso o lamida que este daba. Los hombres posesivos y demandantes son los que te llevan a cometer grandes locuras, son hombres que te hacen vivir como si no hubiera mañana y te hacen disfrutar como si nadie más pudiera darte lo que ellos. Sus movimientos podían ser bruscos, su mirada endemoniada pero su locura me incitaba a pedir a Kronos que el tiempo fuera más lento conforme pasaba, así podría disfrutar de el placer único que se me estaba dando. El olor metálico de su sangre pronto inundó aquella habitación, bastante atrayente era el poder aspirar esa esencia, no podía negarlo un deseo enfermo de querer probar aquel liquido carmín se había apoderado de mis sentidos, necesitaba probar más de él, no me conformaría con solo sus labios, su saliva, su liquido pre-seminal e incluso su semen, también probaría su liquido vital, podrán llamarme enferma pero es lo que deseaba.

Una persona que disfruta del placer acompañada con dolor y dominio siempre tiende a tener sueños de grandeza, sueños donde nadie puede interponerse en su camino, donde no importa quien este en medio será puesto a un lado con tal de llegar al placer desmedido del éxito. Puede empezar en un deseo despiadado de destruir a alguien y reflejarse completamente dentro de la cama, donde se vuelve un campo de batalla, un campo único que no destruye solo exige más. De ser honesta deseaba que el profanará cada parte de mi cuerpo y estaba empezando sin pedir permiso alguno. Sentí como sus labios, abrían paso a mi cavidad, como sus dientes mordisqueaban mi clítoris, como su lengua hacía un chequeo de mis adentros y entonces me di cuenta que si estaba húmeda de sobre manera no era por los líquidos que el aportaba sino por que yo había perdido la razón y mi cuerpo estaba dejando salir parte de mi escénica de manera desmedida. Una de mis manos se estiró para poder aferrarse a la cabecera de la cama mientras que la otra en una oleada de placer enredó sus dedos en su cabello hundiendo su rostro para que abarcará más de mi - Toma de mi lo que desees, podría sacrificar mi alma con tal de sentir de nuevo esto - Las palabras habían salido apenas de manera entendible ya que mi cuerpo temblaba, mi respiración estaba demasiado acelerada, apenas podía respirar con claridad. - "Pierde lo poco de cordura que tienes en mi"- Un pensamiento que había salido en voz alta, sentenciando la noche como suya y dejando en claro que en sus manos me había entregado.

Mi cuerpo comenzó a ceder de otro tipo de maneras, buscaba poder sentir otros niveles de placer conforme él hacía su trabajo con su boca. Primero mis piernas se abierto por completo, una de mis manos se situó en una de mis rodillas empujando esta para que pudiera darle mayor comodidad al caballero pero sobre todo para que pudiera abarcar más de mi interior. Después mis pies tocaron su espalda con la punta del talón ejerciendo cierta fuerza para poder levantar mi cadera y al final está que en el aire estaba comenzó a hacer movimientos circulares, eran lentos, tan lentos que podía sentir como este devoraba cada pequeña parte de mi. El ritmo circular subía conforme el placer se iba volviendo más desesperado sin embargo no era rápido, la lentitud del momento formaba parte de una tortura pues cuando pensaba llegar al clímax aquello se detenía dejando una tortura clara de que no tenía permitido llegar al primero orgasmo todavía. Gruñí con fuerza soltando el empuje de su cabeza pero no el de mi pierna. Mi mano hizo fuerza en la sabanas y mis uñas como si de filosas cuchillas se trataran rasgaron estás para sostenerse del colchón, apretando con coraje por tener que sentir el impedimento del placer máximo. Lo cierto era que me consideraba una cortesana en toda la expresión de la palabra, una maestra en la seducción, una mujer que con tal de tener monedas (aunque no las necesitara) era capaz de meterse con el más ruin de los hombres, no discriminaba ni a los negros, ni a los gordos, mucho menos a los gitanos, todas esas personas que eran maltratadas por la sociedad pero a pesar de eso sabíamos diferenciar cuando ganábamos la "lotería" con un cliente como Pierre, con buena atractivo físico, con fuerza, dominante y sobre todo la disposición de llevarte al abismo del placer en el momento menos esperado...


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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Lun Dic 19, 2011 8:43 pm

Bendita seas mil veces sea Eva, quien con su desobediencia despertó el libido de los humanos al morder ese fruto prohibido. Bendito seas también Lucifer, porque fue él quien tentó a la mujer con la lujuria y entonces, en una colisión de sensaciones, explotaron esos orgasmos que ahora se disfrutan en el placer de una depravación. Las venas de su frente se resaltaron, las de sus manos también. La piel del enclenque muchacho se empapó con el sudor de su cuerpo, pero no lograba identificar si era el de ella o el de si mismo el que estaba dejándolos completamente pegajosos. Sus dedos jugaron a introducirse y salir aumentando el ritmo de cada embestida conforme él lo ordenaba. Le gustó la visión que tenía de ella desde el ángulo en el que la había colocado, ver sus montículos y apreciar su flor femenina en completo esplendor. Estaba enloqueciéndose, lo volvía loco, Pierre era un jodido adicto a las mujeres, al sexo a cualquier cosa que selle ese vacío estúpido que sentía gracias a la falta de afecto, sabía engañarse muy bien y el alcohol acompañado con el placer en las tentaciones lo cubría muy bien. Las punzadas de su corazón comenzaron a aumentar desmedidamente, bombeaba más sangre a su cuerpo… a su miembro, este se levantó de su lugar esperando encontrar un lugar en donde ser absorbido, exprimido y resumido a la mínima expresión del titán que había sido.

Las curvas de su cuerpo eran una carretera completamente peligrosa que él, siendo un idiota fanático del vértigo y la adrenalina, estaría dispuesto a recorrer con sus labios. Aspira el aire que le rodea con frenesí; está a punto de colapsar porque sus pensamientos lo llevan a desbordar toda esa perversión que reprime delante del qué dirán y la sociedad ¿Le importaba realmente? ¡NO! El mundo estaba consciente que Pierre se desvivía las noches cerca del burdel levantando a cualquier prostituta que se le ofreciera, pero si algo no le gustaba jamás volvía al mismo lugar, si “La metida de verga” no era de su agrado, siempre encontraba otro lugar en donde ponerla. El poco rato que llevaba estimulando a la puta, encontró que le gustaba la forma en la cual lo miraba desde su posición. Una sonrisa se extendió por su rostro, le encantaba escuchar los jadeos de sus labios, saboreaba el placer que estaba depositando sin mucho esfuerzo en el cuerpo de la chica y ella no fingía. Con la experiencia de Pierre, era fácil saber cuando una mujer es una maldita frígida y no siente nada a cuando esos berridos son verdaderos, sintiendo de a poco como su intimidad era desgarrada por la potencia de sus embestidas. Sacó los dedos de la cavidad, húmedos y con un sabor nuevo, como un maldito maniático los introdujo en su boca para probar una vez más de ella. Fue su lengua quien los lamio con obscenidad, pero fue su garganta quien apreció de sus fluidos. Pierre sentía que el corazón estaba a punto de salirse de su pecho por la rapidez con la cual latía.

Desesperado, como un niño hambriento al que le dan una probada de pan, así era como se veía desde otro ángulo, como si su espíritu se hubiera desprendido de su cuerpo para observarse desde lo alto como un jodido fetiche en el que participa un espejo. –Gírate- Le ordenó al terminar de tragarse lo que quedó de ella en su mano. Le cedió el espacio perfecto para que ella pudiese acoplarse a sus exigencias, mientras tanto él aprovechó para masturbarse y así su miembro estuviera perfectamente erecto. Comenzaba a asomarse una gota de su esencia y se detuvo. Como el maldito infierno, así sentía el ardor de su cuerpo y la temperatura de su piel era la prueba del calor que lo consumía. Relamió sus labios, al no ver una respuesta rápida, la tomó por las caderas y la hizo girar con fuerza. Sus glúteos quedaron expuestos y era precisamente eso lo que quería observar. No lo pensó dos veces antes de atacarlos y morderlos, los lamió, los beso y abrió con lentitud… Era un maldito depravado, le dio un vistazo fugaz a Sodoma antes de introducir su lengua en ella –Uhmmmm- Gimió, fue la primera vez que lo hacía, le gustó y no paró. Sus manos golpeaban y apretaban sus músculos, en algunas ocasiones viajaban hasta su clítoris para acariciarlo con estimulantes movimientos… Notando que sus pulmones se cerraban, había llegado la hora. Sin más miramientos, se arrodillo frente a ella, levantó sus caderas con ambas manos y la acomodó para sodomizarla sin piedad alguna. Un justo movimiento con una penetración desgarradora, le importó muy poco si estaba dilatada o no, su miembro resbaló por el recto deleitándose con la textura, una a una las arremetidas destrozaron su cavidad y su virilidad fue bañada de sangre… Deliciosamente encantador.



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Mensaje por Eugénie Florit Dom Dic 25, 2011 6:26 am

Más de una ocasión podía sentir mi cuerpo estar a punto de llegar al máximo nivel de excitación, sin embargo, algo hacía él para detener aquel placer que me dejaba sin la claridad de mi vista. No puedo negarlo, es completamente molesto, una sensación de total frustración que empieza a ponerme de mal humor. Su lengua, sus manos, sus dedos, su cuerpo. Todo él era una invitación a querer perder el ultimo aliento de vida en aquellos momentos de placer, entre sus brazos. Seguramente Lucifer estaba sintiendo envidia del arrebato de placer, y locura que mi compañero de sabanas podía darme y podía darse. Era demasiado doloroso poder respirar, pero sobre todo, para mi cuerpo sería demasiado doloroso quedarse con aquellas sensaciones a la mitad, no le permitiría salir del cuarto sin haberme arrancado un par de orgasmos. Aunque la vida me costara. Temblaba con mayor intensidad a cada minuto que pasaba. La escénica del ambiente era una mezcla atrayente de sangre, sexo y sudor. Podía sentir la tela del antifaz comenzar a apoderarse de las gotas que se deslizaban por mi rostro. Así era como cada noche, aquel objeto guardaba los vestigios de la noche anterior, así era como cada mascara que me protegía de la sociedad encerraba una historia, y solo aquellos que lo vivíamos podíamos recordarla y adorarla, como esta noche. Necesitaba una especie de tiempo para poder acceder a sus siguientes ordenes, sin embargo hice el esfuerzo de girarme, al parecer de manera torpe pues el se encargo de hacerlo a su manera.

La humedad de mi intimidad apenas había comenzado a escurrir lo suficiente a esa zona al estar en la anterior posición, de la manera en que ahora me encontraba era un poco difícil sentir aquel liquido chorrean, pero debo ser sincera, sentía un fuerte palpitar de mi corazón en aquella zona. Lleve mi rostro hacía enfrente, gemí con suavidad y de pronto, todo se volvió negro. Un grito desgarrador salió de mi garganta. Deje caer mi torso por completo en aquella cama. Mis piernas comenzaron a temblar, estaba completamente empinada. No podía pensar con claridad, quería desplomarme en la cama, tranquilizarme pero él me sujetaba de tal manera que no podía quitar aquella posición. Lo había subestimado por completo, me había dado cuenta de sus deseos carnales tan fuertes, de su fuerza, de su demonio, pero para nada me había imaginado que podía llegar a tomarme sin reparos de aquella manera. Primero lleve las manos a la cabecera de la cama, las aferré con fuerza, con desesperación tomé impulso intentando mover mi cuerpo hacía arriba, deseando con desesperación poder escapar de aquella tortura, pero sus manos me tenían completamente sujeta, sus manos se habían aferrado de tal manera a mi cuerpo que parecían sumergidas en mi piel. Lagrimas comenzaron a escurrir de mi rostro, había estado disfrutando, incluso había llegado casi al orgasmo, pero solo soy una simple humana, que a pesar del deseo desenfrenado que tengo dentro, lamentablemente soy frágil, en ocasiones delicada. Al sentir la imposibilidad del escape, mi rostro se giró implorando con la mirada que me soltase, pero su expresión era de total agrado. Mis manos temblorosas soltaron la cabecera, se doblaron suavemente y las llevé a mis glúteos. Con fuerza los separé pidiendo que aquella zona de mi cuerpo se abriera más, se acostumbrará a sus reclamos. Mis berridos eran de suplica, mis lagrimas no cesaban y a pesar de todo el dolor, de la sangre que escurría caliente, comenzaba a sentir placer, deseo de más.

Siempre me había dedicado a esconder mi rostro detrás de aquel antifaz, quizás no cubría todo, pero era lo suficiente para que no pudieran hacerse una idea de mi rostro completamente. Por primera vez tenerlo puesto me quemaba el rostro, me daba ansias de arrancarlo, de dejarlo caer para que dejará de enterrarse a mi piel pues la forma de este, había sido elaborado de ciertos metales que sostenían la tela y estos se comenzaban a clavar en la cara. Otra zona de mi cuerpo que comenzaba a sangrar por los filos que se clavaban sin piedad. - Duele- Exclamé con fuerza. Sus palabras se estaban volviendo realidad, quizás esta noche sería la ultima que tendría con vida, ya lo estaba sintiendo venir. Siempre súper que estaba enferma de deseo, de placer, de sentir a un hombre dentro de mi, nunca imaginé lo que alcanzaría con eso, hasta este día. El dolor se había extinguido de un momento a otro. Solté mis gluteos dejando que estos apretaran de nuevo su trozo de carne en mi interior. Mis manos se colocaron sobre el colchón. Ya volviendo a tener control de mi cuerpo, jalé un poco las rodillas y levante el trasero un poco más. Con las manos en aquella zona comencé a moverme con suavidad, poco a poco subiendo el ritmo y entonces cuando mi amante embestía con fuerza yo me impulsaba para ser enterrada con mayor reclamo. Gemidos constantes salieron de mis labios - No pares - La suplica de abandono, ahora era una suplica de pertenencia. ¿Lucifer sentiría envidia? No lo creía, empezaba a pensar que el mismísimo diablo me había escogido y me estaba sacrificando a su benéfico, llevándome a uno de los pecados más grandes: La lujuria. Una de mis manos se escurrió por mi cuerpo, llegó a mi intimidad y comenzó a pellizcar mi clítoris con el dedo pulgar e indice, mientras los otros dedos se adentraban simulando ahora una doble penetración, deseaba también tener dentro sus dedos. Mi mano yacía empapada de sangre y mis propios jugos, mi cuerpo se tenso y entonces el primer orgasmo del la noche había llegado, y no, no estaba dispuesta a parar tan rápido.


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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Mar Ene 03, 2012 9:50 pm

La fuerza emergía desde la profunda pureza de su miembro con el susurro disfrazado de su piel, húmeda y cálida cavidad que albergaba la excitante delicia de su erección. La lucha se extendió sobre la cama mientras ella suplicante rugía su dolor con los labios y fruncía el ceño. Las sombras de los dos en el acto se divertían sobre lo llano de la pared. El sudor escurría desde su cuero cabelludo hasta su mentón, las gotas caían sobre la espalda de Genie mezclándose con el suyo. Ese rocío en su piel le cobijaba a la perfección destellando en contraste con la danzarina luz de las velas. Las manos de Pierre se deslizan sobre ella, su cintura es prisionera de él y él lo es de ella. El roce de su carne con la propia altera los sentidos, el estallido de luces ante sus ojos, lo ensordecido de sus oídos, lo mudo de su boca… La concentración que requerían se vio indispuesta y se sacrificó en la parte de Pierre que más lo necesitaba, su miembro. Las embestidas aumentaron, cada vez más rápido, cada vez más letales, no podía detenerse porque sentía que si lo hacía sería como acabar con su vida, sus pupilas se dilataron… el frenético latido de su corazón se escuchó romper con los gemidos que ella emitía de sus labios, pero él estaba concentrado únicamente en Genie, en como se movía de atrás hacia delante disfrutando de él, empalándose ella sola con los simples movimientos de su cuerpo.

Se estiró sobre ella con pereza y sigilo procurando no disminuir el ritmo de sus embestidas, sus labios lamieron las gotas de sudor que se encontraron desfilando por toda su columna vertebral, besos e intentos de mordidas fueron sustituidos por el recorrido de su lengua cuando ya no quedaba más sabia que probar. Berreó, sintió las manos de Genie rosar la base de su miembro mientras se estimulaba para aumentar el placer que lentamente se cernía sobre ellos, sobre ella. Sintió la desesperación en sus manos y, sin ningún pensamiento en concreto, simplemente la nalgueó. La marca de su mano quedó en los glúteos de la cortesana, esa jodida piel enrojecida sólo logró ponerlo aún más frenético que segundos antes. Pierre podía escuchar el sonido provocado por el choque de ambas pelvis, un ritmo que aumentaba, que enloquecía, que deleitaba… simple música para la lujuria enfebrecida de su fuero interno. Deslizó su mano por todo su cuerpo, empapándose de ella, viajó por sus senos y se aventuró en su cáliz. Pierre sobre ella, sobre su mano, acarició el dorso de esta y después se introdujo en ella como se lo había mostrado, al menos esa fue la petición que él captó de su silencioso jadeo. No tardó mucho tiempo antes de que su mano escurriera también. Obsceno, promiscuo, indecente y depravado. El calor de sus jugos quemó la palma de Pierre, la única forma que encontró para apagar el fuego fue llevarla hasta su boca y lamerla. El sabor fue agridulce, su viscosidad no representó un desagrado, por el contrario era el motivo por el cual probarlo. Se tomó su tiempo para no dejar huella de ella sobre su palma, apenas y lo disfrutaba con elocuencia cuando se aferró más a su cintura, pegando sus caderas a él con más fuerza. Los latidos de su corazón despertaron de un momento a otro, sus ojos se abrieron de par en par, más de esas gotas de sudor aparecieron sobre su cuerpo, la respiración se le escapaba de la boca, de la nariz de donde pudiera obtener oxígeno… Ahí lo sintió.

El cuerpo de Pierre se arqueó hacia atrás, su cabeza quedó de frente con el techo pero sus ojos estaban cerrados, sus manos continuaban en la cintura de Genie. Redujo el movimiento de su pelvis pero no la fuerza. Cada que se introducía en ella lo hacía sin prudencia, pero se quedaba ahí durante un par de segundos más y así sucesivamente hasta que robó de ella el berrido de un orgasmo. El primero de tantos que le harían exclamar su nombre, en ese instante la tomó del cabello atrayéndola a él sin salirse, metió su lengua en su oído y susurró –Pierre- Quería que lo dijera, estaba ganoso por escucharlo de sus carnosos y rosados labios. La suelta saliéndose, respirando cansadamente, con el miembro aún erguido, con el ansia de devorarla ahora en otra posición –Ven- Le indicó, tomó posesión de sus pechos, los lamió con la punta de la lengua… Le indicó con su maestría como tenía que ponerse para lo siguiente, la arrodillo en la cama con las piernas delicadamente abiertas, él paso su brazo por el arco de ambas y pegó su barbilla a su cáliz y pasó la otra mano por en medio de sus glúteos. Comenzó a lamerle, despacio, apretujando su clítoris con los labios, tragándose sus fluidos. Con su fuerza la recostó luego sobre la cama, delicado, con suavidad… no quería lastimarla después del ultrajo que ya le había hecho. Se acostó al lado de ella, con las piernas estiradas y su miembro saludando el techo –¡Domíname!- Le dijo con una ceja arqueada, quería ver lo que ella podía hacer. Se relamió los labios y pasó su mano por la frente para quitarse ese jodido sudor de ahí, tragó saliva mientras la mirada con posesividad, locura y desenfreno.



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Mensaje por Eugénie Florit Lun Ene 09, 2012 10:07 pm

Su voz retumbaba en mi cabeza a la misma velocidad que mi respiración había tomado. En realidad no había pensado que podría decirme su nombre, se veía tan decidido a tomarme solo como un trozo de carne, que pasar a ese nivel había hecho que me sorprendiera un poco. Giré a verlo con delicadeza, mi cuerpo se sentía demasiado adolorado como para hacer movimientos tan bruscos rápidamente, lo cierto es que puedo hacer todo lo que me pidan, pero soy una simple humana, y eso, no puedo cambiarlo lamentablemente. A penas habíamos empezado con la noche, hace tiempo no había experimentado una sensación de placer tan grande como esa, y eso que varios clientes son los que pasan por mi cama, pocos son aquellos que en realidad dan la batalla, y esta noche podía darle el trofeo del mejor a mi acompañante, su sed de más, sus ganas de destrozar la cama, de hacerme pensar solo en él bajo las sabanas daba frutos, ni siquiera podía tener un punto de comparación, ni lo quería hacer, simplemente, necesitaba sentir más. Su delicadeza al recostarme en la cama volvió a darme otro sobresalto, lo miré de reojo por un momento, mi cuerpo comenzaba a sentir el clima frío de Paris, me gritaba que volviera a sentir su roce. Sonreí al escuchar sus ultimas palabras, pero no, no iríamos directo al punto de montar su miembro como si de un semental se trataba, quizás un poco de pre-calentamiento, un poco de tortura para que su ansia creciera no estaba demás, me costaba mover un poco la cadera por la manera en que había roto parte de mi cuerpo sin piedad, pero claro, eso no impedía que fuera una profesional en lo que hiciera, y los francos me estaban esperando por eso, no importaba el dolor o el temblor de mi cuerpo, era momento de seguir la noche.

GIré suavemente mi cuerpo, recargando mi cabeza en la mano, mi mano libre se acercó a mis labios dejando una marca de saliva en cada una de las yemas de mis dedos, esta ahora viajo hasta dejar esa humedad en la punta del miembro de mi amante. Sonreí cuando el contacto se presentó, su expresión fue gratificante. Mi mano tomó con suavidad lo largo de este, con el dedo indice y el pulgar, presioné la punta varias veces como si estuviera apretando una pelotilla de esponja. En mi rostro apareció una sonrisa burlesca al repetir esta acción, lo solté por unos momentos para ponerme a gatas a un lado de él, pero esta vez mis codos me ayudaban para sostenerme en esa posición, aun no estaba ni frente a él, ni con las piernas alrededor de su cabeza, estaba a un lado, como formando una "L". Mi mano volvió a él y poco a poco comencé a deslizar la piel de su miembro hasta llegar a la punta, mi otra mano, ahora se deslizaba para acariciar sus testículos, de igual manera con la yema de los dedos, para darle una sensación de suavidad y para que exigiera un poco más, aquella zona de su cuerpo comenzó a desprender demasiado calor, me incliné hacía enfrente para dar una lamida a la punta, y después para darle lamidas cortas intercaladas con caricias a la zona baja de sus testículos, la estimulación buena hace que el cierre sea perfecto, y abundante.

Sus jadeos comenzaron a ser tan constantes que decidí frenarme, gateé ahora hasta ponerme de rodillas frente a él, para eso, le abrí un poco las piernas, y me puse en medio, me agache y esta vez mis dientes tomaron la punta de su miembro, no quería lastimarlo, ¿para que bajarle el libido? Me era mejor hacer que suplicará por más - Estás tardando en darme de tu esencia Pierre - Su nombre había retumbado con fuerza en el cuarto, incluso había enfatizado en este. Mis labios tragaron todo el palo de este hasta tocar el fondo, tome mis cabellos para no quitarle la vista de lo que hacía, sonreía deseosa, una linea de saliva escurría de entre mis labios, estrujaba sus testículos, todo aumentaba de ritmo, su sabor, no puedo negarlo, me gustaba. Y entonces me frente, de golpe, relamiendo mis labios como si estos estuvieran embarrados de dulce. - Pídeme más - Ordene con descaro, mis labios comenzaron a hacer un camino hasta llegar a su mentón, no podía separarme mucho tiempo de su cuerpo. Mis labios ahora mordisqueaban con fuerza los suyos, mi lengua se adentraba a la suya, un beso lleno de necesidad necesidad fue lo que calló los gemidos de ambos. Mis rodillas ahora estaban contra la cama, cargando el peso de mi cuerpo, mi intimidad dejaba escurrir los fluidos, por mis piernas incluso algunas gotas por su miembro. Ambas partes se rozaban de manera pronunciada. - Hazme tuya Pierre - Imploré, antes de dejar caer con fuerza mi cuerpo, clavándome todo su esplendor en mi intimidad, gimiendo con fuerza, cerrando los ojos, clavando los dedos en sus hombros, sintiendo como volvíamos a ser uno solo.


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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Jue Feb 02, 2012 8:10 pm

¿Cómo es posible que una mujer cuyo nombre no conoce lo haya torturado de esa manera? Fueron sus hábiles manos quienes comenzaron con el ritual, las caricias y los masajes a su falo y testículos pronto tuvieron una respuesta, había tenido una erección más que grata con deseos de poder escurrirse sobre el cuerpo de su amante ¿Cómo demonios podía pronunciar su nombre si ni siquiera lo sabía? Oh, pero Pierre no era ningún idiota y, aunque esa noche sólo se albergara al caos en el coito, descubriría la forma de averiguar la identidad de esa joven que le ha robado hasta el último de sus alientos. Es jodidamente imposible que algo tan banal le cueste tragarse la saliva en repetidas ocasiones y sus jadeos eran simplemente el cántico de un demonio agonizando por una dama… ¡Maldita sea! Desde el nacimiento de los tiempos fue así, el hombre pereció en el vientre de una mujer, siendo envenenado por su cáliz, ese que se consagra en la perdición, sin importar que los espíritus inmortales del todo aullaran a la luna su dolor, siempre recorrerían el tiempo y el espacio para estar con ella una vez más… Así era como el dócil muchacho se sentía. Un niño que recorre el basto mundo para conocer lo que los placeres le han estado ocultando durante más de una década, un infante arrodillado ante la brutal epifanía que la morena le muestra y esque bastaba más… El instante en que sus labios rosaron su falo fue la cereza del pastel. Toquetea la punta con su lengua, lo moja suavemente. Estaba sintiendo como este crecía dentro de su boca. Comenzó a chuparlo ayudándose con la mano. Pierre tenía su miembro cubierto con su saliva, suavemente acariciado por sus labios y su boca caliente que lo envolvía. Su capucho se hinchó sobre sus labios.

Retorciéndose entre las sábanas de una vieja cama, con las huellas del pasado en ellas, con ese enfebrecido aroma a perfume barato, con el tatuaje la lujuria adoquinando su blanquecina estructura, Pierre se resume a la nada cuando Genie lo mira fijamente a los ojos con ese aire majestuoso de felina, con la posición de ser una mujer indomable y experta en el noble arte de la hechicería sexual… Su placer aumentó, empapándose en el abrazo cálido de su lengua sobre su miembro. También se incrementó la velocidad con que su boca se desliza, las embestidas y la presión con que lo pajea con su mano. Le costó trabajo concentrarse para expandir el placer. Debajo, la sábana se llenó de las babas de Genie. Su mano también se mojó, e incluso le salpicó el vientre. La mano de Pierre se cerró sobre su cabeza, acariciando sus cabellos y ayudando a que esta se concentrara más en el ritmo que seguían ambos en un vals obsceno. Era una delicia encontrar lo suave de esa cabellera entre sus dedos, pero aún más el hecho de saberse dentro de ella tanto como esa mujer lo estaría en sus pensamientos. A estas alturas, no sabía si deseaba chorrearse dentro de su boca, sobre su cuerpo o en su cáliz. La satisfacción cegaba sus sentidos y lo encloquecía por completo. Sus ojos se cerraban, buscando encontrar un completo orgasmo, pero si se permitía terminar allí, todo acabaría así de simple, con esa jodida rapidez y sin aprovecharla al máximo. Necesitaba durar más de lo que se requería porque la deseaba a ella, porque la necesitaba a ella… Descargar toda su ira y el hastío de su vida en una explosión, en un estornudo…

Posa su cuerpo sobre él, incitando, abrazando… Las gotas de sudor habían humedecido su espalda que ahora parecía destellar por lo mojado, pegosteoso pero deliciosamente adictivo. Sus cabellos también se empaparon con las gotas de su cuero cabelludo, las putas empapadas le recordaron a las hojas de los árboles bajo el rocío dela mañana. ¿Cómo carajo era posible que pudiera comparar simplezas de la vida con el cuerpo de una mujer? Pierre estaba enloqueciendo por completo, pero no le importó cuando ella pronunció su nombre, el rugir de su pecho se intensificó y dejó que el delirio del pecado abrumara sus sentidos. Sus labios eran una droga que estaba gustoso de probar miles de veces más. Posándose sobre su falo en erección y escurriéndose sobre él, Pierre le exclama al cielo un orgasmo que se avecina. Las venas de su miembro se llenan de sangre, el capullo rojizo se adentra hasta lo más profundo de su cavidad, siente como es rasgado por las paredes internas de Genie, la forma en la que su piel abraza con un ardiente calor su extremidad. Observó sus pechos colgando mientras subía y bajaba. Sostuvo uno con la mano, descubriéndola suave y blanda entre sus dedos. Ella intensifica el ritmo. Se come su libido con esmero en su entrepierna. Cuando siente que el orgasmo está a punto de aparecer, se aferró con ambas manos las caderas de la chica para ayudarle a levantarse, bajar y clavarse con más intensidad y así los dos obtener lo que deseaban. Levantó su pelvis con brutalidad un par de veces más, entre jadeos y blasfemias que no lograban concretarse en su rugir. Ella estaba exprimiéndolo sin que él se lo impidiera. Ocurrió como con un estornudo, no pudo mantener los ojos abiertos, porque quería capturar todo el momento, con todo su cuerpo, con toda la intensidad. Los espasmos se sucedieron y su fluido empieza a manar de su falo en varios chorros que se dispersan en los morros de Genie. Ella seguía sacudiendo su cuerpo de arriba hacia abajo, mientras él sólo sentía la desesperación de penetrarla hasta lo más recóndito de su ser y terminar en ella.


FDR: Espero que esté el post a la altura de Genie y una enorme disculpa por la demora. Lo siento.



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La pasión es la mitad del camino para una obsesión [+18] (EUGÉNIE) Empty Re: La pasión es la mitad del camino para una obsesión [+18] (EUGÉNIE)

Mensaje por Eugénie Florit Lun Feb 06, 2012 1:06 am

Aparte de utilizar el antifaz, siempre he tenido otro pequeño detalle que son pocos los que se dan cuenta de ello. No me gusta ver por mucho tiempo a los ojos, no me gusta que me los vean, que capturen mi mirada. Los ojos son las puertas hacía lo más puro del ser, las puertas al alma. Ellos pueden permitir a alguien entrar por completo a tu ser o dejarlos fuera en un solo instante, ya había clavado en varias ocasiones los ojos en los ajenos, era extraño, completamente, incluso su mirada posesiva y demandante me hacía sentir intimidada, desnuda, y no precisamente del cuerpo, me sentía desnuda del alma, y también era como descubrir que me tenía en sus manos, que era suya de cierta manera fuera de los francos. Era extremadamente raro todo, nunca antes había creído en que el destino nos tenía preparado algo, más bien, creía que nosotros hacíamos a nuestro antojo, pero pensándolo bien, quizás mi destino tenía parte de él. Una oleada de placer me hizo poder dejar de pensar en eso. Sin embargo, no abrí los ojos, al contrario, los apreté con desespero para no cometer el error de buscar su mirada. ¿Placeres? Había tenido demasiados, pero ninguno como este, era tan distinto, sabía bien lo que hacía, parecía no venir por despecho, o al menos eso creía, quizás solo necesitaba el placer tanto como yo. Mis manos recorrieron con cuidado su torso, subieron lentamente hasta que mis dedos alcanzaron su hombro, ahí con fuerza aferré mis manos, incluso las uñas se fueron encajando en su piel aperlada. Incliné mi cuerpo poco a poco hasta que mis pechos no dejaban espacio entre mi piel húmeda, y la suya. Escondí mi rostro en la curvatura de su cuello, mi respiración que estaba completamente agitada, chocaba contra su cuerpo. Gemidos constantes salían de entre mis labios, estos que añoraban estar cerrados para evitar ser descubierta, no me gustaba que mis clientes supieran lo mucho que lo disfrutaba, lo mucho que lo estaba necesitando, y ahora no deseaba que supiera que no quería dejar que se fuera, que tenía muchas preguntas en la mente, que necesitaba poder saciar mi curiosidad.

Y entonces todo estaba claro, mi cuerpo empezó a sentir oleadas grandes de calor, poco a poco el escalofrío que empezaba en mi abdomen se expandió a todo el cuerpo, incluso a la punta de mis pies, empecé a temblar de manera constante, ya no podía disimularlo. ¿Respirar? Ya me costaba, ya me dolía. Mis caderas empezaron a moverse como si de las olas del mar se tratará, empujé mi cuerpo para estar perfectamente sentada, dolía incluso el endurecimiento de mis pezones, busqué sus manos, las tomé enredando los dedos entre los ajenos, mi espalda se arqueó un poco, los movimientos ahora eran más rudos, más rápidos, más desesperados, y entonces sin pedir permiso, el orgasmo había llegado. Eché la cabeza hacía atrás, mi espalda ahora se había arqueado completamente, gemí con fuerza, incluso había gritado, el eco del grito permaneció unos segundos. Sentía mi intimidad dejar escurrir sin reparos aquel liquido transparente, podía sentir como mojaban su tronco, como incluso empezaba a escurrir hasta que las gotas llegaran a la cama. Hace demasiado no había disfrutado un orgasmo, mi sed de placer ahora buscaba más que un simple encuentro, y esto, no era un simple encuentro.

Tomé valor ya recuperando mi respiración para poder verlo a los ojos, ya no importaba nada a esas alturas. Solté el agarré firme de su mano, para mover un poco el antifaz pues a causa del sudor estaba molestando demasiado, pero no deje ver nada. Absolutamente nada, ya tenía mañas para no hacer que cayera de mi rostro. Por instinto, mis caderas se seguían moviendo de manera lenta, suave, el orgasmo de ambos al mismo tiempo también había sido tan raro. - Pocos son los amantes que aguantan el ritmo, y se ven deseosos demás - Quizás estaba pecando al suponer, pero podía ver aun energía en sus ojos. Su mismo cuerpo aun seguía firme. "No pases la línea entre cliente-cortesana Eugénie" Me dije para mis adentros, me reproché, quería saber más de él, no solo su nombre, y su necesidad de placer, no tenía permitido eso, no con alguien que conocía en un burdel y no en los pasillos de una fiesta pomposa.

Solté su otra mano, incliné mi cuerpo, hacía la cama para poder sostenerme, mis piernas temblorosas apenas me habían permitido desmontarme. Estaba ahora fuera de su roce, fuera de su alcance - Ah… - Fue lo único que pude pronunciar al sentir como nuestra unión había terminado. Escurrí un poco más en la cama, a pesar de querer seguir a su lado me moví de manera torpe hasta que mis pies tocaron el suelo frío de la alcoba. Caminé de manera graciosa por el temblor de las piernas gracias al acto hasta acercarme a la mesa de licores. El vaso que me había servido seguía lleno pero de un trago se había vaciado. Cerré los ojos de manera quejumbrosa por el sabor tan amargo. Seguí caminando hasta el fondo, donde los antifaces estaban colgados, y un perchero destacaba a un lado con una bata de seda de color rojo. Mis manos se escurrieron en este hasta cubrir con la fina tela mi cuerpo. - Le agradezco la visita - Susurré con tono frío. Estaba segura que debía hacer eso antes de querer de verdad dejarlo encerrado conmigo, de no dejarle ir hasta sacarle toda la información necesaria para un próximo encuentro, y por supuesto que no estaba dispuesta a ponerlo yo, podría ser una cortesana pero mis obligaciones con la sociedad me impedían darme los lujos de perder la línea por un cliente. - Deje los francos en la mesa, si desea más quizás encuentre a alguna otra cortesana, o puede pagar para un próximo encuentro, un cliente me está esperando después de usted, no puedo darme el lujo de perder tiempo, necesito el dinero - Mentí con lo último, simplemente necesitaba despejar mi mente. Quizás al verlo marchar me traería de vuelta a la realidad. Los clientes no desean saber más de las cortesanas, los clientes no desean más que revolcarse con nosotras, los clientes no hacen preguntas para querer saber más de nosotras, no las hacen, no hacen las que yo tengo en mente y quisiera hacerlas a él. Yo era una cortesana más, y eso no se movería. Aferré mis dedos a los brazos ahora con la posición que tenía. (Había cruzado los brazos de manera altanera y retadora), volví a buscar su mirada para dejar en claro que no mentía, que hablaba en serio, que necesitaba con desespero que se fuera para estar tranquila, aunque mi esencia se fuera con él, pero eso, nunca lo sabría.


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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Lun Feb 06, 2012 6:11 pm

¿Qué? Alto, alto… un segundo. Necesitaba poder respirar. Ella había dejado en él un vació desgarrador en cuanto su cuerpo abandonó la unión. La liberación de su falo fue, sin quererlo, un extra a todo el maldito placer que había sentido. Pudo comparar como es que se deslizó de adentro hacia a afuera de ella con mayor facilidad de que la se introdujo por primera vez. Sólo un delicado “Uhmmm” se hizo presente en el rugir de su pecho. Observó con sumo detalle como su piel aún conservaba su esencia tatuada, sería muy difícil sacarla de ahí. Sus glúteos temblaron gloriosos mientras ella caminaba impaciente y con el rostro cubierto hasta esa estúpida bata. No estaba listo para irse, honestamente no quería largarse de ese lugar, porque aún tenía la necesidad de estar cerca de esa mujer que con un solo rose de sus labios había logrado conseguir lo que ninguna otra, añorarla aún cuando la tenía tan cerca. Era una reverenda tontería el hecho de estar perdiéndose por una puta ¡Era una ramera! Mujeres como ella había en cada maldita esquina de Paris, unas mejores que otras y no cabía la menor duda que allá afuera había una mucho más experta que esa… pero un hombre bajo sus caprichos no puede ver más allá de lo que obsesiona con infinita locura. Desgraciadamente para ella, el sexo le gustó tanto que largarse sin pedir ser partícipe de otro encuentro, no era una opción.

Colocó ambas manos detrás de su nuca con la vista en el techo pensando en lo que debería hacer. Su miembro descansaba de lado, sus piernas estiradas, su cuerpo desnudo. Una atenta invitación a continuar con él, sin embargo, al verla por segunda ocasión ahora con esa bata roja cubriéndole, supo que no bromeaba al respecto. Estaba acostumbrado a ese tipo de tratos, pues sólo descargaba su ira sexual con las cortesanas, dado que las “Damas” con el mismo estatus que él eran unas malditas frígidas sin sentido común, pues no le apetecía en lo absoluto meterse con ellas. Dejó salir un fuerte y pesado jadeo de cansancio, decepción y aburrimiento de entre sus labios. Si Genie no lo quería realmente ahí, tendría que decírselo en su cara y no de espaldas como lo había hecho. Chasqueó la lengua y se puso de pie. Buscó con la mirada sus pantalones, los cuales encontró al lado de la cama esperando a por él. Metió ambas piernas en este y lo subió cerrando la cremallera. Su mirada no expresaba más nada, esa cortesana lo había exprimido en su totalidad y ¿Ahora simplemente lo desecharía como pañuelo usado? No, no, no… algo andaba mal en esa ecuación pero igual obedecería a la dama. Él era su cliente y sólo eso ¿Qué más esperaba? Rugió, la idea de que se metiera con alguien más, no le pareció en lo absoluto. Tomó la camisa del suelo, la sacudió por encima de su cabeza en un movimiento brusco y declaró con la mirada su molestia. Se la colocó, abotonó lentamente la camisa y al final se acercó hasta ella con una sonrisa sarnosa.

-¿Estás completamente segura de que quieres que me vaya?- Acarició su barbilla. Es evidente que no se trataba de un caballero y no comenzaría a actuar como tal así que obliga a la cortesana a verle a los ojos, si no accede a sus demandas entonces le robaría algo más que un orgasmo, su identidad. Suspiró bajando su mano hasta la curvatura de sus pechos. Se aproximó peligrosamente hasta sus labios para robar un beso y una mordida. Lamió la comisura con su lengua separándose lentamente de ella. Sus orbes azules se clavaron en los suyos, nunca olvidaría esa mirada. Acorraló su cuerpo contra el suyo y la pared, su pelvis rosó la suya delicadamente aún sintiendo el eco de lo que habían experimentado minutos atrás. Aún podía olfatear su excitación al contacto de su piel. Se carcajeó en su cara y buscó en su pantalón el dinero. Sacó un fajo de billetes y lo arrojó hacia la cama. –Podrás pretender que he sido sólo un cliente y fingir que no valgo tu tiempo, pero ambos sabemos la verdad. Me lo dice tu mirada Chérie- La soltó. Giró sobre sus talones y le dio la espalda. Estaba frustrado, tenía tanta ira dentro de él que sólo pensaba una cosa… -Pero descuida, no volverás a verme en cuanto salga por esa puerta y espero que tu próximo cliente pueda arrancar mi recuerdo de tu piel-



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Mensaje por Eugénie Florit Lun Feb 06, 2012 7:33 pm

¿Era acaso evidente? Él nunca antes me había visto. ¿Cómo se atrevía a decir que percibía algo de mi mirada? Sus labios volvieron a despertar ese deseo desenfrenado de tenerlo conmigo, su cuerpo me incitaba a volver a ser uno con él. Cerré los ojos volviendo a concentrarme. Observé la cantidad de billetes que había dejado, arqueé una ceja, era una cantidad bastante grande para el tiempo, y lo poco que habíamos hecho. Mordí mi labio inferior antes de suspirar de manera profunda. Me estaba dando el poder de decir si tenerlo a mi lado, o no. Eso era bastante extraño. Mis pies descalzos comenzaron a caminar por el cuarto hasta alcanzar la puerta, nunca antes había olvidado mis movimientos recatados para hacer algo tan acelerado como impedir que alguien saliera. - Por unos 3 billetes más puedo ser tuya toda la noche e incluso la mañana que sigue… - "Y la que sigue, y la que sigue si vuelves aquí". Estaba completamente segura de no querer abrirme a otros niveles con él, pero tampoco podía dejarlo ir tan fácil. Que frustración, que confusión, que extraño era todo. Y ahora, lo más extraño de la noche, quizás no caería el antifaz, pero podría ver mi alma, podría ver mi interior, le permitiría ver mis ojos tanto como él quisiera estar sumergido en ellos.

Uno de mis brazos se alargó, con movimientos suaves, y sensuales coloqué una mano sobre su pecho - ¿Qué ve exactamente? Quisiera saber que percibe de mi… - La otra de mis manos se colocó de la misma manera sobre el pecho de mi cliente, se deslizaron acomodando su cuello de manera correcta, limpié el polvo del hombro que tenía, no era mucho, pero me encantaba lo impecable, me encantaba él. - Los hombres solo ven lo que quieren ver… ¿Será que este encuentro no fue uno cualquiera también para ti, Pierre? - Sonreí de manera burlona, de manera mordaz. Si quería jugar, entonces podíamos hacerlo los dos sin problema, me gustaban ese tipo de cosas, los retos, aunque este fuera nuevo y sabía que al jugar con fuego estaba por salir quemada por completo.

Mis manos ahora tomaban con firmeza el cuello que recién había arreglado, lo atraje con fuerza haciendo que su alta figura se inclinara para así, yo con la punta de los pies, poder alcanzar su cuello sudoroso, mi nariz rozaba su piel, aspiraba el aroma de la complicidad, del sexo pasional que habíamos tenido, del sexo único - Hueles a mi… Tu piel grita mi nombre, y lo más gracioso es que no sabes cual es… - Mordí con suavidad jalando un poco de piel de aquella zona - ¿Podemos calcular? ¿Cuántas estás dispuesto a probar para reafirmar que volverás a mi? - Mi voz sonaba altamente altanera, así como él podía estar seguro de lo que despertaba en mi, sus movimientos, su voz, sus palabras también me dejaban en claro tanto… Tanto que podía usar en su contra. Mi lengua que era cómplice de todo, que disfrutaba del sabor salado que emanaba su cuerpo por el sudor que tenía impregnado, se había unido a las mordidas dando lamidas en los lugares que quedaba rojizo.

Mi cuerpo comenzaba a pedirme a gritos que me quedará ahí… Que lo tomará entre mis brazos, que lo llevará a la cama, y que no saliéramos jamás. Llevé una de mis manos hasta la altura de su miembro, aun tenía un buen tamaño - ¿Por qué no lo dices? No deseas que te deje ir, Pierre - Su nombre, su bendito nombre, no puedo evitar dejar de decirlo, me encanta pronunciar, lo encanta implorarlo, quiero gritarlo, que todas en el burdel sepan que era mío… Solo mío. No podía rogarle más, esto era de dos. - Si sales por esa puerta… Ten por seguro una cosa, aunque me busques, aunque me implores, no me volverás a ver aquí, ni en ninguno de los burdeles, al salir de esta casucha me quitaré el antifaz, y entonces, volveré a donde pertenezco, donde las mejores mascaras son las que ponemos ante la sociedad - Me separé de él, caminé por aquella habitación apestosa a sexo, me senté en el borde de la cama, cruce mis piernas, dejando que la tela fina se corriera un poco para volver a dejarle ver mi piel blanca. Si era listo, comprendería que no era una cortesana cualquiera, que no pertenecía a aquel lugar, que mi vida era completamente diferente, y si el quería arriesgarse a perderme, (aunque yo lo perdiera a él) entonces no habría más que hablar. Solo un encuentro, un encuentro vano, que podía ser algo tan insignificante, y que de extraña manera, hoy estaba significando demasiado.


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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Vie Feb 17, 2012 2:38 pm

Todo estaba mal. No es el cliente quien tiene que satisfacer las necesidades de la puta, es ella quien tiene que esmerarse para que él no la deje sin paga alguna. Hasta allí, las cosas habían fluido de manera natural, pero todo se derrumbó cuando el tuvo que marcharse. Si partía dejaría parte de su ser en medio de esas cuatro paredes y no se refería en lo absoluto al fajo de dinero que arrojó a la cama, hablaba de ella, siempre se trató de ella. Como un balde de agua helada sobre su espalda, aquellas palabras de la cortesana lo trajeron de regreso a la realidad. Ni siquiera sabía lo que pretendía con sarta de estupideces que le dedicó segundos atrás ¿realmente eran tonterías? Pierre no quería quedarse a averiguarlo, perdió mucho más de lo que ganó esa noche y es que se le robó el libre albedrio de pensar en todo menos en una única mujer. Maldijo a la ramera con sus labios de seda y mirada infinita. El control de sus emociones era total, tenía un excelente profesor y fingir delante de él que no se ha tirado a sus hermanas es la mejor actuación que ha tenido en toda su vida, así que la indiferencia con esa mujer no debía resultar nada fuera de este mundo. Las cosas se tornan difíciles cuando se siente un interés extraño con esa persona a la que se pretende engañar. A nadie más le estaba mintiendo, sólo a si mismo.

Lo que más deseaba en ese jodido momento, era tener un muy buen trago en la palma de su mano. Abstenta. La maldita puerta se cerró frente a él y desvió su mirada para no tener que encontrarse con el misterio de su puta. No es un hombre con paciencia, a decir verdad, ni siquiera comprende la palabra, así que verla actuar de esa forma le pareció algo un tanto desesperante ¿Primero lo humilla escupiendo su retirada y después va y lo busca sin freno alguno? Fue extraño. Lo notó, ella no tenía a otro cliente en la espera, sólo trató de provocar en él una reacción que todo hombre posee ante cualquier hembra con la que haya tenido algo más que un encuentro fortuito, en este caso era Génie. Él no tenía porque responder a sus preguntas, pero siendo un hombre de clase alta, con una educación envidiable ¿cómo demonios dejaría a una dama con la palabra en la boca? Eso no es cortés. Su sonrisa sarnosa se dejó caer de lado –Y las mujeres presumen ver lo invisible aunque ni siquiera sepan lo que es- Arqueó una ceja permitiendo que ella moviera sus manos por su cuerpo a su pleno antojo. Pierre no es de esos hombres que van detrás de la mujer rogándole a dios que ellas se apiaden de ellos y les regalen una mirada aunque sea de indiferencia. Ella tenia toda la razón el cuerpo de Pierre gritaba el nombre de la puta, pero él nunca lo aceptaría. –Sólo mírate- Dijo frunciendo el ceño, si ella podía ser frívola con él y una dulzura con los demás, era su trabajo… si él podía verla a los ojos y negar cualquier sensación estúpida, el de él. –Tú reclamas mi dinero y lo curioso es que no es eso lo que quieres-

Su derroche de caricias complicaba más la situación. Lo tenía atrapado entre la espada y la pared, y la muy maldita sabía a la perfección que era así por lo tanto lo utilizaba y manipulaba a su antojo. No todos los hombres son iguales, lo que funciona con unos a los demás les causa gracia. Sus labios se encontraban húmedos, el calor de su lengua era un infierno, sentir esos mordiscos que se apoderaban de su cuello, fueron la cereza del pastel. La discordia se hizo presente, su mente gritaba el fin del encuentro pero su cuerpo aún se contraía ante su presencia. No pudo ocultarlo, su corazón bombeó con mayor rapidez y la sangre se le subió hasta la cabeza. Hundió su rostro en el cuello de la chica y aspiró profundamente su aroma, era una mezcla de él, una variación de ella. Pasarían días enteros antes de que pudiera quitarse ese olor de su cuerpo, lo mismo ocurriría con él. Sintió la necesidad de gruñir al sentir su mano en el miembro, pero lo pudo encarcelar antes de cometer semejante idiotez y revelare a la mujer que lo había engatusado con su forma de entregarse a él. Las manos de Pierre se deslizaron sobre los brazos de Génie, la textura aún le resultaba deliciosa, pero todo había terminado, excepto su libido por supuesto. Pasó de largo hasta los bolsillos de su pantalón y sacó más de 10 billetes con diferente denominación, sobrepasaba bastante la cantidad de dinero que ella le pidió por la noche completa.

-¿Con cuántas? No lo sé; ¿Volver a ti? Imposible. Acabas de asegurar que no te volveré a tener- Hizo un mohín y después recuperó la posición inescrutable de su rostro. Su mirada era fría, sus labios se movían cuando era preciso, su cuerpo no se muto en lo absoluto. Respirar profundamente hasta que tus pulmones sientan que no pueden soportarlo más, ayuda a tranquilizar el cuerpo y programar la mente, él lo había hecho en cuanto sintió su presencia. No le gustaba sentirse un títere, no le agradaba ser influenciado por un par de estilizadas piernas y un cálido cáliz. Pero el infeliz cayó como si de un novato se tratara. -¿Qué veo en ti?- Acarició su mejilla con los billetes –sólo un culo donde meter mi verga- Finalizó. Se apartó de ella sin mirarla a los ojos, la hizo a un lado uno de sus brazos y con el otro dejó sujeto entre su piel y la tela de la bata el dinero que pagaría sus servicios. Puede que Pierre haya mostrado ser un humano con la capacidad de sentir un algo por alguien, en cualquier noche, en cualquier momento… pero eso no le quita el hecho de ser un malnacido. Se detuvo al escuchar sus últimas palabras. ¿A dónde pertenece? Se giró sobre sus talones para encararla. –Y si son aquellas las mejores máscaras, ¿Para qué te ocultas detrás de esa?- Arqueó nuevamente la ceja. Con la mano en la perilla de la puerta dramatizó el que quizá sería el último comentario de la noche, claro todo dependía de ella –Sólo alguien que se avergüenza de ser lo que es, porta antifaces. Ahora bien la cuestión aquí no es esa, querida, si no más bien ¿De quién te escondes, de tu mundo real o de las fantasías? ¿Quién te avergüenza más, la que dices ser o la que eres en este momento?- La puerta se abrió despacio, no quería irse y arriesgaba demasiado si se marchaba, pero tenía que aceptarlo, ella era una puta y él su cliente.




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Mensaje por Eugénie Florit Lun Feb 20, 2012 7:50 am

¿Acaso nadie podía entenderlo? Los antifaces no eran un simple adorno erótico que acompañaba la noche, no se trataba de querer cubrir el rostro para poder así, levantar más deseos a aquellos que estuvieran a mi lado. Nadie lo entendía, ¿en que mundo vivían? ¿Acaso no se sabían las reglas de esta sociedad? Despierta temprano, vístete, báñate, desayuna, asiste a clases de etiqueta, de moral, religión, come con tus padres, pasea por los jardines, borda, cocina, limpia, porta el mejor de tus vestidos y sonríe aunque no lo desees frente a los demás, quizás alguien te vea, quizás alguien esté interesado en ti, quizás alguien te compre, y cuando lo haga debes aguantarte a sus deseos sexuales ya sean pocos, ya sean muchos, ¿y si no me llena? ¿Qué haré sino me llena? ¿Aguantar? Nadie entendía que una mujer de sociedad no podía llegar a hacer ni la milésima de cosas que una cortesana para mi, tiene el privilegio de hacer, y si se enteran que por las noches uso este antifaz para saciar mis deseos, no solo me desheredan, me humillarían, me quitarían todo privilegio, y no, no estaba dispuesta a perderlo.

Por primera vez unas palabras me lastimaron, por primera vez quise ver compasión fingida, no, lastima no, por primera vez sentí que toda calidez en el cuarto no se trataba de sexo sino de dos personas dispuestas a todo por ganarse a la compañía ahora tenida. O al menos yo era la única quizás con ese deseo. Pero entonces ¿por qué me desvía la mirada? No lo entiendo. - ¿No lo ve, verdad? Si pudiera no traer puesto esto - Llevé mi mano con delicadeza al objeto que cubría mi rostro - Si pudiera, lo haría. Pero no puedo permitirme perder lo que tengo, a fin de cuentas esta vida es para el más listo, es para aquel que sabe sacar provecho de las situaciones que tiene, en el día puedo ser una mujer de completa sociedad - "Oh Genie, estás delatando tu procedencia" Me reproche, pero el desespero que estaba teniendo al saber que se iría era más grande. Me sentía tan débil, tan insignificante a su lado, me sentía en sus manos - Y en la noche puedo satisfacer todos mis deseos, sino fuera así no sería tu cortesana esta noche, si me lo llego a quitar aquí, no haría esto por placer sino por necesidad - Era la ley de cada una de las que estaba aquí, trabajar por necesidad, por falta de una hogaza de pan, por falta de agua, de techo, yo era la excepción a la regla.

Me juré jamás pasar la línea entre los clientes. Quizás si el sabía quien era podría sacar provecho, y si todo había marchado con bien hasta el momento, porque debía cambiar, ¿por qué por él? Hice una mueca, más que enojo denotaba tristeza - No… No te vayas… - Me puse de pie de nuevo para poder alcanzar su cuerpo. Con una mano empuje la suya, la que tenía la perilla para que pudiera en vez de jalar más la puerta para salir, cerrarla. - No quieres irte… dime la verdad, no me mientas… No me hagas rogarte algo que ambos deseamos - Estaba arriesgando demasiado, pero quizás ganaría más. Mis manos se deslizaron por sus brazos, sin despegar estás mismas de su cuerpo, acariciando su abdomen, mis manos se aferraron con fuerza a su cuerpo, mis senos ahora chocaban contra su espalda, no importo si se erizaban de nuevo por aquella cercanía, que supiera lo que causaba en mi, que supiera mi entrega hacía él, y su entrega… Su entrega también era mía, pero aquel hombre no lo aceptaría, no aún. Mis labios comenzaron a hacer un sendero de besos húmedos por aquella camisa. Ya no había color carmín en ellos por que todo el color se lo había llevado él entre besos, y otras cosas intimas. - No me dejes aquí… - Susurré cerrando los ojos. Mis manos ahora comenzaron a acariciar aquella parte delantera de mi cliente. ¿Por qué estaba tan entregada? ¿Por qué le pedía que permaneciera? En la sala de espera estarían más encantados por el servicio que podría darles, ¿Por qué él? Aquella pregunta ya empezaba a fastidiarme, daba gracias a que nadie más podía ver mi reprochable comportamiento, no importaba. Deseaba que se quedará, que hiciera nuestra la noche. Mis manos se subieron lentamente, llegando de nuevo al primer botón de su camisa, que como si se tratara de un cómplice, se zafó de manera fácil, como queriendo volver a caer por el suelo, y dejarnos, de nuevo la noche. - Quizás yo pueda reconocerte en algún baile, quizás siempre pueda observarte, sin que tu tengas la mínima idea que estaré aun deseándote - Y así los siguiente botones siguieron sediento a mis caricias y nuestras necesidades.


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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Miér Mar 14, 2012 10:49 pm



Sensación y razón; senderos diferentes con un mismo destino. Locura.


¿En qué demonios está pensando? ¿Quién es esa mujer con el derecho de quitarle la libertad de elección? Se muerde la lengua, crispa las palmas en puños. Pierre se encuentra atrapado en medio de un placer junto a ella o la sensación baladí de sentirse desencadenado a una hembra. Pero él fue encadenado en el instante donde sus miradas se rosaron por primera vez. Darse cuenta de lo enferma que es la situación, le hace esbozar una sonrisa tajante, triunfante… Los movimientos de ella son justamente como él los espera. Está acostumbrado a que le rueguen, no obstante, daría toda su plata por ser quien estuviese humillándose. ¿Qué se sentirá? Se pregunta una y otra vez en lo más recóndito de sus pensamientos. Perdió la batalla. Siente como las manos de la chica se enredan lentamente sobre su pecho, deseando explorar nuevos senderos idílicos en su piel. La suavidad de sus palmas provoca un ronroneo silencioso ¡Maldición, Génie! Pierre, por inercia rodea el cuerpo de la fémina, delineando la curvatura de su espina dorsal. La tela de su bata rojiza es sólo un incentivo más para imaginarla en la cama con la prenda desmoronándose a su alrededor, vistiendo de belleza esa silueta llena de perfección que posee. Y, el desgraciado olisquea en sus cabellos como aquel loco que no pretende desprenderse de la flor marchita que dejó su amada sobre aquella lápida. Ella sabe a él, su esencia se ha quedado impregnada sobre la fina piel de Génie. Saberse dueño de esa mujer efímeramente, poder percibir con todos sus sentidos que alguien lo ha estado esperando… Se observa miserable en el reflejo de sus ojos.

-No lo entiendes- No es una pregunta, es una afirmación. El ceño de Pierre se llena de arrugas, marcando firmemente el descontento. Los bellos de sus brazos se erizan al ver con sus terminales nerviosas el recorrido que ella hace. Conociendo el origen del varón y, a sabiendas de su carácter excéntrico, se aseguraría que no importase lo que pasase, él escaparía con la frente en alto ante una jugada como aquella. El problema no es ese, este radica en que no desea largarse tan pronto de allí. Se ha quedado mudo. La fémina lo tiene rodeado con su cuerpo. Los orbes de Pierre se dilatan, sus pulmones no pueden respirar ¿Qué es lo que está ocurriéndole? Ese no es él, no puede serlo, porque de ser aquel joven estúpido, arrogante y fantoche del que todos hablan, entonces le importaría muy poco los sentimientos de la cortesana o si le ha pagado lo suficiente o no. Su mente le deja un estruendo fatal, grita con insana desesperación “Apártale de tu camino, Pierre, es sólo una puta más”. -¿Qué tiene de malo trabajar en algo que disfrutas?- Sumergiéndose en una batalla infernal entre su razón y un mar de sensaciones, escupe las palabras llenas de frialdad. Su sonrisa cambia a esa que siempre le acompaña, tan seguro de si mismo que da lástima. –Inteligencia no significa esconderse tras máscaras- “Muérdete la lengua, muchacho” Agrega en sus pensamientos, es hipócrita y lo sabe, más aún es jodidamente un bastardo al reconocerlo y no hacer nada por cambiarlo, pero ¿No es así como se mueven las masas? Ser diferente no haría diferencia, jugar a que se sigue el rebaño y después manipular el sistema a tu antojo, eso sí podría llegar a tener resultados positivos. –Es para aquellos que rompen, el engaño de los demás- Para cuando ella está desabotonando su camisa, él toma sus brazos con fuerza y la aparta como quien rechaza algo desagradable.

Todo está mal, si va a quedarse allí, sería una buena razón de ser y no sólo el amargo deseo de calcinar sus ganas en un cuerpo que desaparecerá al alba. No tener el control sobre las cosas, lo saca de sus casillas, quizá esta noche no tuviese todas las cartas sobre la mesa, pero al menos poseía varios comodines que bien podría arrojar en cuanto él así lo viese oportuno. Este, era uno de ellos. –No juegues conmigo- Niega con su cabeza y hace un movimiento con su dedo índice señalando lo mismo –No tienes el derecho de aparecerte por aquí como una ninfa diabólica y apoderarte de mis sueños para después convertirlos en pesadillas. Suficiente tengo con encontrar que mi realidad es una mierda. Mírame, vine en busca de sexo, lo tuve y es hora de largarme… - Da un paso hacia adelante. Aunque no lo parezca, está siendo cortés, está midiendo sus palabras delicadamente antes de permitirles salir de su boca –pero no puedo- Acorrala a Génie contra el muro. La puerta se encuentra cerrada, nadie saldría de allí hasta llegar a un común acuerdo ¿No? –No sin antes poder robarme tu esencia por completo, pero no de la forma en la que lo hicimos. Si quieres desearme mientras me observas desde el velo de tu antifaz, lo harás de tal forma que serás tú quien me busque sin ninguna máscara, porque este que vez aquí, es el mismo hijo de puta que verás allá- Sus labios se tuercen de medio lado, esbozando algo muy parecido a una sonrisa. Se aproxima hasta ella con la agilidad de una gacela. Toma su barbilla con la mano, clava su mirada en sus ojos, su rostro se acerca peligrosamente al de ella, está a punto de besarla pero en lugar de eso solo suspira… La toma entre sus brazos, pasando el derecho por debajo de sus rodillas y el izquierdo por su espalda, la levanta y la lleva hasta la cama donde la deposita con sumo cuidado. -¿Alguna vez te han hecho el amor?- Pregunta con una ceja en lo alto. Planea tocarla como nunca nadie lo ha hecho, tatuar su cuerpo con caricias y besos que no se borren con el deseo o el placer de revolcarse con alguien, la hará sentir la necesidad de él, la necesidad de Pierre…



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Mensaje por Eugénie Florit Mar Mar 20, 2012 3:17 pm

Es como una voz interna gritándote con todas sus fuerzas, impidiendo que caigas en ese juego, luchando contra toda locura, aferrándose a una vida común, anclándote por completo a tus creencias. Todo se rompe de un momento a otro. Es algo que no quieres pero que sin duda viene para ti, es algo que aborreces pero que no puedes detener, es como esas grandes mareas a las orillas del mar, cuando se acrecientan destruyen todo, no tienen miramientos, no dicen nada, simplemente llegan, se apoderan de ti, te destrozan y te deja, como si nada hubiera pasado pero todo ha pasado, las orillas de la playa se destruyeron, nada volverá a ser lo mismo, todo el tiempo se vivirá con miedo, el miedo de ser arrastrado por esa ola de nuevo, porque es su naturaleza, porque ya lo había dicho, porque es dueño de ti, así es cuando depositas no solo tus deseos en alguien más, sino también un sentimiento, que no estoy dispuesta a aceptar, es una locura, solo lo he visto un par de horas. ¿Qué tiene de diferente? Nada, nada es diferente, todo se trata de placer, de dinero, y de una mañana sin nadie alado que te atormente. En esta profesión, en esta cama, en este juego, quien sede a los sentimientos engañosos de un buen sexo termina perdiendo, así de fácil.

No sólo sentí un dolor invadir mi cuerpo, también sentí como parte de mi cuerpo se despedazaba, así como cuando estrellas un objeto firme contra un espejo. Su rechazo momentáneo había hecho que mi sangre comenzará a hervir, como si la hubieran puesto sobre una vela. Estaba segura que mi rostro ahora estaba completamente rojo, rojo de la rabia que me tenía que tragar, que no podía escupirle por el simple hecho de ser el cliente y haber pagado una fuerte cantidad de dinero por estar en esta perfumada habitación. ¿Pero acaso me quería volver loca? ¿Qué se creía? ¡Maldito bastardo! Primero esa indiferencia y ahora me toma entre sus brazos con suavidad, con fragilidad, no entiendo, no entenderé y ni me esforzaré por entender a los caballeros.

Arqueé una de mis cejas al escucharlo hacer esa pregunta. Ahora el vuelco en mis adentros era como lava derritiendo todo. Si, el quería volverme loca. ¿Acaso también sentía lo que yo? Negué varias veces más para mi qué para él - ¿Alguna vez te lo hicieron a ti? - Sonreí estirando mi mano, llegando a su mejilla, no sabía como tocarlo en realidad, me sentía una verdadera novata en medio de un campo de batalla, pero no lo era, y no estaba dispuesta a enseñarle mi ahora debilidad: Él. - ¿Le has hecho el amor a alguien? - Mi voz ahora salida de manera aterciopelada, seductora pero sin perder ese toque de frialdad que debía ser utilizado, porque todo debía pasar como si nada hubiera de por medio.

Las yemas de mis dedos comenzaron a recorrer aquel rostro de perfil griego, son ejercer presión, solo dejando la delicadeza del roce. Era como tocar una verdadera obra de arte, delicada y valiosa como ninguna. Su mentón, sus mejillas, sus labios, todo era una pieza perfecta de la mejor obra de arte que había descubierto. Me mordí mi labio inferir con fuerza, con fuerza desmedida para evitar esos malditos pensamientos que me estaban poniendo de malas, de seguir así le devolvería cada uno de sus billetes y lo haría marchar de verdad. La otra mano subió con lentitud tocando la otra de sus mejillas. Sostuve con cierta fuerza su rostro. Lo hice mirarme a los ojos. - Hacer el amor es delicado… Es sentenciar sin palabras algo que no se puede romper, pues la esencia del amante queda clavada en la piel... - Decir aquella palabra me era extraño, era como saborear algo amargo, algo que no dejaba una sensación muy agradable. Y es completamente normal, las personas siempre temen a las cosas desconocidas, pero a pesar del miedo no era alguien tímido, me sentía una aventurera, alguien que corría riesgos. Sino lo fuera seguramente no estaría aquí, haciendo esto por placer, no por necesidad. Mis brazos se acomodaron de nueva cuenta en aquella cama, me recargué con los codos para poder levantar mi tronco, mis labios vacilaron primero con tomar con rapidez los ajenos, esta vez decidieron succionar el inferior con total tranquilidad, disfrutando de nuevo del sabor a Pierre. Sonreí cerrando los ojos, volviéndome cómplice del momento, ladeé el rostro para separar con mayor comodidad mis labios y así adentrar la lengua con firmeza, mezclada con esa suavidad que supongo exige hacer el amor. - Hazme el amor, Pierre - Susurré soltando sus labios por escasos momentos, y a regañadientes pues, al tomarlos ya era imposible querer desprenderme de ellos.


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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Sáb Abr 14, 2012 1:16 am


Eres profunda y misteriosa, en las sentimentales cosas.
Eres de razonamientos hondos y una vida secreta de todas las sentimentales cosas.
Tu surco de amor, tiene sed de mí y yo tengo sed de surcarte amorosamente.

En su habitación, esa que con sus muros tapizados del más corriente de los papeles, ha sido testigo como ninguna otra de un berrido agónico que se exclama en lugar de ese nombre en los labios de un amante. Le duele tener que admitir lo cegado que está ante la belleza de una única mujer, ella llegó para quedarse impregnada en su piel con cada uno de sus recuerdos, de la misma forma en la que su néctar embriagó la virilidad que justo ahora proclama su nombre y, lo irónico es que ni siquiera lo conoce. El misterio que encerraba esa cortesana es más atrayente que sus orbes cual zafiros o sus largas y estilizadas piernas custodias de su Altar. La observa como el artista que ama la obra al término de los últimos detalles, como un niñato enamorado que vacila débil e idiota ante la mujer de sus sueños ¿Esto iba a ser todo el tiempo? No, Pierre ha estado con más mujeres y con cada una de ellas sólo fue el amante perfecto mientras sus Francos pagaban, ninguna se enamoró, de ninguna se había obsesionado. Pero ella… Génie es diferente, perderse en la profundidad de sus ojos, acariciar la superficie de su piel, olfatear el olor de su cuerpo, quedarse dormido en el valle de sus senos… Poesía erótica al verla completamente desnuda. Y los labios del varón se mutilaron entre sí tratando de imaginar como sería si ella nuevamente los besase, igualar el sabor que Génie posee es una reverenda falta contra su trabajo. Entonces vino a su cabeza. ¿Con cuántos ha estado ella? Admitir sentir una rabia enardecida es una mofa a lo que ella hace y el lugar en el que él se encuentra, por contradictorio que suene, Pierre en lugar de aferrarse a una idea moribunda con la cortesana como suya, como vil objeto de su posesión, agradece a toda esa sarta de imbéciles con los que se revolcó –por gusto o por dinero- por haberla dejado tan amaestrada, tan ágil, tan irrevocablemente exquisita para él…

No dijo nada cuando ella musitó esas palabras sobre la propuesta dada, simplemente fue capaz de bajar la mirada y sonreír. No hubo necesidad cuando su piel lo delató. Al roce de sus manos, cada uno de los bellos de Pierre se erizó por completo, sintiendo de este modo algo que está muy fuera de su alcance, más aún de su comprensión, pero sin importar ¿Qué? él la desea, lo hizo cuando pagó y entró en esa habitación que se tiñe de sudor –entre otras cosas-, lo hace ahora que la ve semidesnuda sobre la cama con esa ansiedad por devorar sus labios. Responde al beso con la misma pasión en la que ella lo cubre, añadiendo su vaivén y la lujuria propia que lo viste. Desliza su mano derecha por lo largo de sus cabellos, acariciando con suavidad, dejando que la textura de estos sea memorizada por la sensibilidad de sus dedos. Su otra mano descansa sobre la curva en su cintura, ascendiendo por un costado, percibiendo las costillas de la cortesana y llegando a la altura de su hombro. Sin rapidez, con pesadez pero no una que cale en cansancio, sino aquella que pretende quedarse más del tiempo necesario, se posiciona por encima de su cuerpo. Su pelvis queda poco más debajo de la de ella, sus piernas caen al lado de las de Génie y la sonrisa con la que Pierre la observa desde ahí es de complicidad. Quisiera, desearía poder ver quien se esconde debajo del antifaz, pero como el caballero que finge ser ante la sociedad, respetará su decisión. Su boca es prisionera de sus labios, no pretende dejarla libre y sus ojos a diferencia de las últimas horas, están cerrados para que sus sentidos se concentren por completo en la sensación húmeda de aquel beso.

Con el dolor de la separación, prediciendo la alteración de sus nervios en su boca… se separa de ella. Él no lo lamenta pues sabe que abordará otro espacio de SU mujer. Con su barba acaricia el arco de su cuello y es en su hombro donde deja aquel mordisco. Utiliza su peso corporal para dejarla completamente recostada sobre la cama. Arquea su espalda, sonríe y la observa debajo de él –Sencillamente hermosa- Dice en un susurro que calla después de someter sus montículos ante su boca. Crea figuras geométricas sobre las curvas internas, usa su lengua para marcar la circunferencia de sus pezones y con la cubierta de su saliva, es Génie el lienzo y sus pechos la obra que resplandece ante él. Las manos que habían estado jugando sobre los brazos de la chica y en sus cabellos, se posicionan sobre su vientre. Pierre desciende hasta el ombligo y besa un costado de este para continuar bajando. A la altura de su pelvis, levanta la mirada castigándola… Gira su rostro y posiciona una de sus piernas sobre su hombro con la ayuda de sus brazos. El varón como si se tratase de un vampiro, mordisquea la ingle recorriendo todo el contorno de su pierna hasta inmolarse en el dorso de su rodilla. Acaricia con la yema de sus dedos la pantorrilla y somete con el mismo ataque la otra de sus piernas. Mientras absorbe cada centímetro de su piel, la locura por poseerla se instala en las profundidades de su ser y esque la textura que ella tiene es como distinguir a la más perfecta de las sedas por encima de tu cuerpo, olfatear la mejor rosa cultivada y probar el más dulce de los postres… Pierre está convirtiéndose en prisionero de ella, lo peor es que no la conocía ¿Cómo reconocerla al alba o invocar su nombre en las noches de soledad si no tiene una referencia de la mujer que está a punto de embriagarlo en una lujuria total? "Y serás Misterio..." Dice en su pensamiento.



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Mensaje por Eugénie Florit Lun Abr 23, 2012 10:54 pm

¿Amor o pasión? Esa interrogante debería ser tan fácil, o dejarlo al juego del azar. Debería ser tan sencillo como lanzar una moneda, apostar con un amigo si saldrá águila o sol, la verdad es que no es tan fácil. La pasión son sensaciones extremas que nos hacen perder la cabeza, tanto que cometemos tonterías para obtenerlas, el amor es el sueño deseado de cualquier persona, es un contraste entre la búsqueda del amor y el terror a permanecer en soledad. Si se pudiera escoger una por medio del azar sin que cueste desprenderte de la otra todo sería tan fácil, y si las mezclamos se vuelve más peligrosa de lo que debería valer. La pasión había pasado a otro plano, podía darme cuenta por las sensaciones que estaba sintiendo en ese momento. Sus ojos al igual que los míos mostraban cierta confusión, un temor que con otros clientes no lo había experimentado. Carraspeé varias veces intentando aclararme mi garganta y poder decirle algo coherente, al no poder sacar un par de palabras preferí callar, quizás era mucho mejor disfrutar el momento, las acciones que estábamos haciendo para con él otro. Por un momento llegué a pensar que mis palabras hace unos momentos frenarían el encuentro, el notar que eso solo había hecho más intima la velada, me causo un gran escalofrío que recorría casi toda mi columna vertebral. Pronto sus besos habían cambiado, ya no eran aquellos que de no ser correspondidos podrían sentenciarme a muerte. Ahora aquella figura endemoniada había sido empujada completamente hacía atrás, la delicadeza de sus labios, sus manos tocando mi piel como si me fuera a romper hicieron que varios temblores llegaran a mi cuerpo. Bajé una de mis manos hasta su cabello, enredé mis dedos en las hebras azabaches que cubrían su cabeza. Alcé su rostro con fuerza, le gruñí, no sé si por estar molesta al notar la situación en la que me ponía, o por reclamarle que me tomará como suya, mi cuerpo era suyo en ese momento pero la cuestión llega cuando no sabes que pasa con lo demás.

Sabía que después de aquella noche tendría una nueva fantasía, que para nada se trataría de una relacionada con la cama y la desnudez de dos personas, esa partiría del deseo de poder volver a encontrarlo, de perderme en sus ojos. ¿Acaso era un pecado? Me había jurado más de una vez no enamorarme, no puedo dejar de pensar en eso, me llega a calar los huesos, incluso frena un poco mi cuerpo para no volver a correrse por aquellas delicadas caricias. Abrí mis labios dejando escapar un gemido más fuerte mientras mis caderas se impulsaban hacía adelante. Si estaba queriendo que me volviera loca y le implorará, lo estaba consiguiendo, estaba por hacerlo, yo… - ¡Monsieur por favor, entre! - Y como sino supiera que deseaba escuchar su nombre entre mis suplicas y gemidos era mejor actuar - Pierre, entierra sus labios, tú lengua en mi - ¿Morbosa? No, no lo estaba siendo, simplemente debía seguir las reglas. ¡A quien engaño! Temo demostrarle que estoy cayendo, estoy cruzando la línea que no debería. Mientras él se entretenía haciéndome sufrir, mi espalda era la única que podía retorcerse, mi fuerza estaba completamente centrada en mis piernas para no moverlas, no estaba dispuesta a romper aquella burbuja que habíamos formado pero él había pagado por un servicio, yo debía cumplir al pie de la letra, quizás después de esta noche, en otra vida, quizás en el infierno podría él responder todas mis preguntas, por ahora era mejor disfrutar…

Como si estuviéramos empezando la noche mi intimidad se volvió a humedecer de la misma manera. Podía incluso sentir como el palpitar de mi corazón se movía a aquella zona. Estaba haciendo su labor con maestría pero no podía permitir que las cosas continuaran así. Jalé su cabello con fuerza para sentirlo a mi lado. - Ven aquí - Susurré de manera ronca y como si fuera una tartamuda. Solté con rapidez su cabello, mis manos se deslizaron hasta su rostro, tomando con firmeza pero sin fuerza el mismo. Mi mano izquierda subía y bajaba por su mejilla, no pude evitar sonreír, y entonces una idea descabellada se cruzó por mi cabeza - ¿Le interesaría ver detrás del antifaz? - Si de verdad existía tal conexión como imaginaba, aquel caballero que ahora era mi amante sería capaz de dar cualquier cosa por eso. Mis piernas envolvían su cintura, la mano que se movía por su rostro bajó hasta aquella parte donde nuestros sexos palpitaban y gritaban por la unión. Mi mano sostuvo su virilidad para posarla en la entrada, no lo metí simplemente lo subía y bajaba por mi entrada húmeda, provocando una buena estimulación de ambas partes. Gemí repetidas veces, con fuerza, con deseo y necesidad. - Gírame - Le pedí, mi cuerpo se movió con suavidad quedando ahora arriba de él, sintiendo como aquella punta entrada en mi ser. Cerré los ojos con fuerza, gracias al giro había dejado aquel juego estimulante para sostenerme de sus hombros - ¿Volverás? - Me atreví a preguntar con un tono de voz sugerente, pero lleno de necesidad y casi pidiéndole que lo hiciera - Vuelve aquí… - Susurré pegando mis labios a los suyos, besándolo con suavidad, con necesidad, con devoción y anhelo, con el deseo salido de mi alma, de mi corazón, algo que incluso con la mejor de las actuaciones no había podido demostrar, y que en este momento salía como si lo hubiera hecho otras veces.


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