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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Lun Oct 17, 2011 10:25 pm

Recuerdo del primer mensaje :

La carne por ser carne, es débil y se hecha a perder. Esperar que mis caminos san diferentes es una pérdida de tiempo. No cambiaré. Esa noche sentí el deseo de satisfacer las necesidades más primitivas que tiene el cuerpo humano y estaba harto de acosar a la servidumbre. Infelices y desgraciadas, todas las mujeres son iguales, les sonríes con el afán de llevártelas a la cama y creen que estás tratando de conquistarlas, lo peor llega cuando se insinúan, quieren matrimonio y si no te casas con ellas se ponen en el papel de la mártir porque no les gusta ser una cualquiera. No lo han entendido, un hombre que primero se revuelca en tu cama y después te corteja, no es un hombre que guste de ti, es sólo un miembro que piensa con frivolidad y egoísmo. Sí, estaba cansado de los reclamos de Lenore y pensé sobre correrla de la casa pero ¿Quién se encargaría de las labores con la vieja ya muerta? Mi queridísima madre o debería decir ¿extraña? Como sea, su fortuna me pertenecía y yo la aprovecharía al máximo… Me encaminé hacia el Burdel.

Los cuchicheos, las miras y todos esos jodidos ademanes que la gente suele hacer cuando te ve en malas compañías o en situaciones un tanto embarazosas, me eran indiferentes. ¡Soy hombre maldita sea! Aunque no pueda amar por que a Dios se le olvidó darme sentimientos, aún tengo mi sexualidad, la cual me proclama atención. Durante mi paseo, disfruté con lascivia el escote en los vestidos de las damas que pasaban a mi lado, esos labios carnosos que retorcieron en sonrisas, sus coquetas manos juguetonas con el abanico tapando la mitad de su rostro y esas insinuaciones silenciosas que hacen con el cuerpo. Reconozco mi potencial y sé cuan atractivo resulto para el sexo opuesto. Doble un par de esquinas con el azote del atardecer en mi espalda y los rayos anaranjados del sol quemando mi gabardina negra. El bastón me delató, se sabía que pertenecía a la clase alta y al llegar al jodido prostíbulo, las putas se abalanzaron contra mí. Pero de entre el millón, sólo una me llamó la atención.

Había estado en esa mierda de lugar infinidad de veces ¿Cómo era posible que no la haya visto antes? Jamás olvidaría esa mirada, pero su rostro ¿Quién era? ¿Por qué se ocultaba? Con gestos, con golpes, con blasfemias, con insultos… me abrí paso para llegar hasta donde ella esperaba con tranquilidad algún idiota que quisiera follar, para su fortuna y para mi desgracia… ese idiota, había sido yo. Pasé el frío bastón por su mejilla. Estaba seguro que no me rechazaría, después de todo para eso están ¡Para correr a mis brazos! Me importaba muy poco si era por el dinero o por mi persona, yo si tenía definido mi rol en ese asunto¡Ma petit! Exclamé extendiendo mis brazos a los lados para que corriese hacia a mí, como una niña que atraviesa el vacío para llegar al encuentro de su padre en medio de un montón de bestias. ¡Maldito pensamiento incestuoso, pero jodidamente delicioso! – No os preguntaré si os acepta mi compañía, simplemente la tomaré como mía ¿Habéis entendido? – La ceja arqueada y los francos en la mano.



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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Dom Mayo 20, 2012 10:03 pm


Colapso nervioso. El calor de su cuerpo doblegaba la frialdad que, con tanto desprecio, se había encargado de germinar ahí, en los recovecos de su corazón. Se convirtió en un arma de doble filo con la cual podría herirle a ella y cortarse los miembros al mismo tiempo, pero que le llamasen loco si no estaba disfrutando la faena tanto como la mujer que se encontraba debajo de él. Sus labios adornaron con cristalina saliva esa parte de la cortesana que ansiaba el allanamiento, ¿Cuántos ladronzuelos se habían pasado por ahí para ofrecerle lo mismo que él? No le importaba y realmente le era indiferente la cantidad de huellas que Génie pudiese tener inscritas en su cuerpo, no solicitaría ninguna justificación por ellas y tampoco se molestaría en intentar descifrarlas; las borra con el paso de su lengua, por encima de la piel. La textura que encuentra es una delicia, era como paladear la suavidad en los pétalos de una rosa, encontrando un único sabor en una mezcla de gloriosa perdición, a mujer. Entretenido, buscando la vulva con su boca, succionando con impúdica lentitud, mordisqueando, lengüeteando… escuchó a lo lejos las súplicas en los jadeos de su acompañante. Las caderas se movieron al borde de la excitación y con frenesí el acudió al llamado.

El hombre puede creer que él quien marca el ritmo del vals, pero no es así, es la pelvis de la hembra quien da cabida a su pasaje, deslizándose sobre él, abriéndose cual flor el solsticio de primavera. Se aferró a ella como quien se sostiene de una roca para salvar su vida en medio de un abismo, pegó sus labios hasta la campanilla de su sexo e inmoló su aliento en un solo suspiro, después de eso la cabeza le había estallado en miles de fragmentos con pensamientos de índole impura y deseosa. Apretujaba sus labios contra ese pequeño montículo y su lengua servía como brocha para pintar, de arriba hacia abajo y viceversa. Las manos de Pierre se quedaron marcadas sobre sus muslos y pronto los jugos de Génie bañaron su barbilla, era imposible tragarlos cuando se había encargado de concentrarse en estimularla a ella, pero lo veía venir, con sus caricias lo supo al instante con ese jalón de cabello, despejó la duda.

Génie se encontraba desnuda bajo el cuerpo de Pierre y, aunque las prendas de su ropa disimulaban el ardor que desprendía el cuerpo de la fémina, él sentía esa humedad llena de sofocante calor a través de sus poros. Subió hasta sus labios y respiró con impaciencia. Era como estar hiperventilando en una habitación que poco a poco se cierra sin la esperanza de escapar, atrapados en una dama de hierro que amenazaba con estacar sus clavos contra ellos. Las piernas de ella quedaron abiertas rodeando la cintura de Pierre, él la miró un instante a los ojos y sonrió a su pregunta. ¿Ahora sí? Pues no sería cuando ella lo pidiese, las cosas no resultan de esa forma y él, aparte de ser un hijo de puta –literalmente- también encontraba un placer bizarro en automutilarse con la intriga de no saber más de ella que el recorrido de su cuerpo. –No- dijo muy cerca de sus labios, impidiendo con sus manos que Génie desprendiera el antifaz de su sitio. –Ese será tu tormento- La amenazó con la mirada y se perdió en un beso. La humedad de Pierra se fusionó con la de ella, creando una mezcla incolora, insabora, pero llena de perfume. Porque él, estando buceando en el océano de ella, se impregnó con su esencia, porque ella al haber probado de su falo se había quedado con el hedor del macho. Sus cuerpos giraron.

La habilidad que Génie poseía era una virtud para él, pero sus movimientos no sólo dependían de la experiencia si no de la excitación a la cual era sometida. La naturaleza nos provee de reflejos a explotar que sin un estímulo, no significan nada. La sonrisa de Pierre se abrió paso entre sus labios cuando se vio siendo montado por la hembra, disfrutaría del acto como un maldito demente y no habría quien pudiese detenerlo. Con sus manos acudió a la curvatura en sus senos, deslizó sus dedos, impugnó caricias y pellizcos. Arqueó la espalda para poder alcanzarlos y besarlos, pasó su lengua por ellos rodeando el círculo de su pezón para colocarlos duros. Se estaba volviendo loco, ella lo tenía a su merced. Costaba trabajo mantener la atención sobre aquella zona cuando fue Génie quien tomó su miembro pensionándolo en la entrada de su cavidad. Se sintió húmedo, cálido y con suavidad. ¡Lo único que deseaba era penetrarla sin más preámbulo! Pero ella lo detenía a la mitad del trayecto, torturándose, torturándolo… Los guturales gemidos de Pierre arrinconaron al silencio de la habitación, su desesperante vacilación por reclamarla lo hizo levantarse en un espasmo involuntario que terminó por clavarse en ella. Rugió. Bajó, al hacerlo se salió y continuó con la misma jugarrera que ella traía en la cabeza, rosó un par de veces su sexo con la punta de su falo y volvió a penetrarla. Mientras tanto los ojos de Pierre observaban su rostro ardiente, muy colorado, labios rojos, respiración agitada y la pelvis apreciaba el sudor de su sexo.



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Mensaje por Eugénie Florit Mar Jun 12, 2012 3:07 pm

Aquello no estaba bien. Lo sabía bien. Lo estaba odiando en ese momento, me estaba odiando, y lo hacía simplemente porque estaba rompiendo la regla, mi regla personal. Podía romper cualquier otra, incluso la de mis principios, esos que me habían enseñado en casa, pero la mía, la de no sentir interés por alguien, no debía y sin embargo ya lo había hecho, en una sola noche. -"Una maldita noche"- Me dije no sólo una vez, sino varias, y sabía que por más que lo repitiera, no entendería como había llegado a eso. Mi rostro se movía de un lado a otro al compás de mis labios, mi lengua se adentraba con fuerza, y de manera territorial hasta lo más profundo de su cavidad bucal, le gruñí en repetidas veces, y también mordí sus labios haciéndolos míos, porque él ya lo era, mío. Soltarlo era más complicado que seguir con esa guerra intensa de besos. Lo observé ahí, abajo de mi, y se veía demasiado inofensivo. Estiré mi mano, y la yema de mis dedos delinearon el contorno de su rostro. Disfruté incluso lo rasposo de esa barba que comenzaba a salir de nuevo. Todo él en este momento me parecía maravilloso. El momento de tranquilidad fue interrumpido cuando se adentro sin previo aviso en mi ser. Cerré los ojos con fuerza y mis dedos se enterraron en la cabecera de la cama, no importo el dolor, o que pequeñas astillas se quedaran enterradas entre los poros de la piel, aquello había superado el momento, y después de varios minutos de estimulación, aquella penetración había sido la gloria. Gemí con fuerza repetidas veces, y mis senos quedaron a la altura de su rostro. Quise que bebiera de ellos, como si no hubiera otra cosa para tomar. Y lo hizo, como si de verdad se lo hubiera pedido. Estaba tan perdida en él, como él de mi, lo sabía, estaba demasiado segura que eso estaba pasando.

¿No había sido ya suficiente? No, para él no había sido suficiente tortura. Lo siguió haciendo, una, dos, tres… Y las siguientes se perdieron en mi mente, no podía ya pensar, y lo estaba haciendo demasiado, era la primera vez que de verdad me venían tantas cosas a la mente, tantos recuerdos, la primera vez que pensaba y al mismo tiempo deseaba disfrutar, y que alguien me dijera que era el momento, el lugar y la persona correcta. Mi mente se puso en blanco, era el momento para disfrutar y nada más. Bajé mis manos a sus hombros, mi pecho ahora se encontraba sobre el suyo, mi cadera se bajo por completo, tanto que sentí como llegaba al fondo de mi ser. Ya nada dolía, todo era tan placentero que nada podría doler - ¿Mi tormento? - Pregunté de manera temblorosa, intentando mirarlo a travez del antifaz y mi cabello - Será el de ambos, pues tus ojos me lo dicen, estás loco por tener siempre, por adentrarte en mi ser, y podrás tener muchas mujeres Pierre, pero ninguna otra volverá a hacerte vibrar como yo, ninguna otra costará lo que yo podría costar, ninguna otra te hará sentir lo que yo… - No tomé sus labios, ya no quería hacerlo, si las cosas iban a ir así, lo mejor que podía hacer era desacostumbrarme a ellos, pues apoderarme de su boca había sido fácil, y volverme adicta a ella, se había vuelvo lo más extremo y rápido que había experimentado. Debía privarme de eso, antes de volverme loca por no volverlo a tener.

"No conocerte y sentir que te conozco de toda la vida. Es algo tan extraño, es algo que no quiero sentir, ni pensar. Quiero que te vayas, pero no sólo que se vaya tú figura, quiero que arranques de mi tú olor, tú esencia, tú sabor y así, nunca más volver a pensar en ti, quiero creer que eres un cliente más, que no alteraste cada pequeño bello de mi cuerpo, quiero saber que no existirás jamás, que así como no eres mío, no eres de nadie, porque soy demasiado egoísta para entregarle a alguien algo que deseo no sólo de manera carnal. Y nunca antes había deseado a alguien de esta manera." Aquello punzaba, de verdad que lo hacía, y mi respiración se agitaba, pero no era algo normal, esto de verdad dolía. Lo supe, supe que una lagrima maldita salía de entre uno de mis ojos, lo supe porque sentí el liquido frío caer por mi mejilla. ¿Frío? Si, así era la lagrima que caía y me recordaba que mi corazón debía permanecer de esa manera. Que nada de esto era real, y que al final de la noche seguía siendo una cualquiera por la que habían pagado. No importaba lo que sintiera, y él no podría ver la ridiculez que acababa de hacer. ¿Sentir pesar por alguien que no volveré a ver? ¡Jamás! Y él nunca se daría cuenta. Mis caderas se movieron con más fuerza, con más precisión, lo único que me quedaba era hacerlo disfrutar - ¿Así de convencional? ¿Deseas alguna posición… diferente? - La voz había salido de manera sugerente, como el canto embriagante de una sirena, para poder embelesar a mi marinero, ese que nunca volvería a tocar las aguas profundas de los océanos.


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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Miér Jun 20, 2012 10:36 pm


De las estupideces del hombre, nacen las mejores obras de arte.
Y entonces pasó… eso que creyó jamás ocurriría, estaba siendo proliferado por la burla de sus sentidos. Escuchaba lejanamente esas voces socarronas que se mofaban ante la debilidad del hombre, como siempre, una mujer era la que se encontraba detrás del juego, moviendo los hilos de su poca cordura y avivando el fuego que a ambos exterminaría. Si creyera en el amor entonces estaría siendo influenciado por él, pero eso era sólo un mito, razón por la cual Pierre se encontraba en ese estado taciturno, en donde no quería pensar, en donde observar desde un ángulo diferente toda la faena era la única solución para no adentrarse en ella, no física, sino metafóricamente. Un segundo le bastó para recordar los consejos de sus amigos, “Jamás beses a una puta con los ojos cerrados” y eso fue precisamente lo que había hecho en primera instancia, un error imperdonable que pagaría con creces, lo sentía… pero ¿Cuántas veces lo había hecho antes y nada de eso había ocurrido? Se confesó víctima de la jugada, se creyó todo el maldito cuento de la invulnerabilidad, cosa que hasta ahora parecía verdadera ¡Maldición! ¿Qué tenía Génie que nadie más poseía? ¿Acaso eran sus ojos? ¿Lo bélico de sus labios? ¿La forma en la que sus piernas se embonaron en la cadera de Pierre? ¿Esas mejillas rosadas? ¿Las curvas de su cuerpo? ¿Qué?... Los sentidos del estúpido muchacho, callaron.

Los balbuceos de Génie provocaron reacciones que desconocía. Era su boca una fuente de embelesamiento natural, cualquier gesto por muy imperceptible que fuese, él lo captaba a la perfección y lo memorizaba dentro de sus pensamientos. No podía estar más fascinado que en ese instante. Sus palabras tenían toda la razón pero eso era precisamente lo que deseaba averiguar. Si lo que sentía por ella era cierto, entonces movería cielo mar y tierra por encontrarla. Sin importan que tan lejos viajase o cuánto tiempo se le llevara la vida, él iría más allá de la inmensidad y a través del diluvio. Podría decírselo pero o era necesario estropear la partida con palabras bobas, además no estaba seguro si ella consentía lo mismo que él. Se encontraba contra la espada y la pared ¿Qué puede hacer un hombre para complacer a la mujer? Haga lo que haga, en las complicadas telarañas de sus fantasías, ellas piden a gritos al hombre perfecto, pero lo que desconocen es que no se enamoran de las virtudes del individuo, si no de todo aquello que los hace humanos… Pierre tenía tantas cosas que esconder de la vista que ni siquiera sabía que si le hablaba a la cortesana de “amor” ella lo vería con los mismos ojos ¿cuántos han sido los imbéciles que declaran su amor a una mujerzuela? Él no estaría dentro de esas estadísticas. No, no, no… el sólo hecho de haber pensado siquiera en esa palabra en un momento pasional como ese, era simplemente una locura.

Pierre era un idiota y no precisamente se trataba de un idiota común, pues él estaba consciente de su estado, conocía a la perfección sus límites, las posibilidades y todo aquello que normalmente los humanos ignoran o deciden ignorar por miedo. Con la mirada fija en los orbes de Génie y la sonrisa más sincera de toda la noche y, quizá, de toda su vida entera, atrapó las manos de la cortesana entre las suyas. ¿Qué importaba el acto si lo que tenía que decir marcaría una nueva etapa en su vida? Realmente no estaba seguro si el juego le saldría bien o terminaría lamentándose por lo que diría, pero al menos no se flagelará con el “Y si hubiera”… -Yo no vine hasta aquí para encapricharme con una mujer, de ser así creo que buscaría alguien a quien tomarle ventaja, sin embargo, el destino tenía otros planes- Hizo una mueca con el ceño fruncido. Se veía tan hermosa. Los segundos pasaron, su voz sugerente aún permanecía resonando dentro de su cabeza –Hagamos esto más interesante, ¿Crees en las casualidades? Porque honestamente yo no y, si tú y yo nos encontramos aquí fue por mi necesidad de…- Paseó la vista por el cuerpo de Génie con lujuria y deseo. No hacía falta pronunciar palabras. –Dejemos que el tiempo nos encuentre de nuevo. Tú decides, quizá me veas por la calle algún día, si no me hablas párate frente a mí, que ese par de ojos jamás los voy a olvidar. Rétame sólo así sabremos si estoy vale la pena o no- Irguió por completo su cuerpo hasta acorralarla debajo de él con los brazos extendidos por encima de su cabeza. La miró fijamente durante varios segundos, entrelazó los dedos de sus manos con los suyos. Aún se encontraba dentro. -¿Alguna sugerencia? Yo sólo soy un hombre, tú eres la experta- Movió sus cejas con picardía y extendió su sonrisa de oreja a oreja con indecentes intenciones.



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Mensaje por Eugénie Florit Jue Jun 28, 2012 9:28 pm

No lo sé con exactitud, no sé en que momento las barreras de ambos explotaron, quizás sólo estaban esperando el momento correcto, o quizás a la persona adecuada. No puedo creer tales cosas, o no lo creía. Había luchado en esconder mi corazón en una caja de metal, había escondido la llave en alguna parte de mi ser, ni siquiera había trazado un mapa para que la encontraran, simplemente estaba ahí, escondida entre la blancura de mi piel. Pierre había llegado sin pedir permiso, se había adentrado en lo prohibido de mi cuerpo, mi corazón que fingía ser un tesoro perdido fue encontrado por el mejor de los marineros, uno que ni siquiera tenía intensiones de encontrarlo. Aquello era extraño, nuestro acto carnal había dejado de ser simplemente pasional, ahora éramos dos amantes que jugaban a hacer el amor como sino hubiera un mañana. Por más que me aferrará en negarlo, estaba completamente segura de que esto era lo que buscaba, sin buscar. Estaba sintiendo algo que nunca antes había experimentado, y ahora no lo quiero soltar. Sonreí por cada una de sus palabras, también por la manera en que me miraba, por la forma en que me tocaba. La unión de nuestras manos pudiera ser algo bastante trillado pero sin duda era completamente intimo. Nos estábamos entregando en cuerpo, alma, y corazón. No puedo negarme a él, soy suya como él es mío, lo sé, lo siento, mi cuerpo lo indica vibrando, mi corazón lo susurra latiendo con precipitación. Lo necesito conmigo, que no se vaya, que no termine esta noche… No, no por favor.

Simplemente imaginar que la noche terminaría, que él se iría de mi lado me causo un gran pesar. ¿No se supone que así debe ser todo el tiempo? ¿A quién quiero engañar? Así debe ser, soy su cortesana, a la puta que vio desde el inicio, a la que deseo tomar como un pedazo de carne. - ¿Sacar provecho? - Mis labios formaron una especie de mueca. ¿Qué querría decir al respecto? Supongo que tiene que ver con todo el protocolo de la sociedad, alguien de clase alta tiene que buscar a su igual, o incluso a alguien más arriba para poder incrementar el poder y las riquezas de las familia. Si el supiera… - Poco conoces de mi, sin embargo podría decirte que de verme por la calle sabrías que soy una mujer a la cual sacar provecho - Ahí estaba, dándole pistas claves sobre mi vida cotidiana, dejando en claro que era una mujer que valía la pena fuera de aquí. Lo malo de encontrarnos en un burdel, y si de verdad le interesaba conocer mi historia, es que descubriría mi gran debilidad y por que estaba aquí. No podía decir más cosas o saldría perdiendo, o verdaderamente sacaría provecho de mi, de mi apellido. Me tendría en sus manos, y yo… No quería estar en las manos de alguien, aunque inconscientemente lo estuviera. Solté un gemido muy suave al verlo erguirse, su cuerpo tan perfectamente trabajado se imponía haciendo que me sintiera poco digna de tocarlo, ¿A quién engaño? Soy más digna que cualquier prostituta de ese lugar, por algo me había visto, por algo estábamos sintiendo… Amor…

Solté la unión de ambas manos, las mías se dirigieron a su pecho, y lo empujaron hacía atrás, me moví con brusquedad hacía arriba, sentándome, interrumpiendo la penetración que teníamos. Gemí, y mis piernas temblaron cuando me liberé de nuestra unión - Juguemos un poco, te daré más visiones de mi - Susurré divertida. - Recuéstate Pierre, vas a sentir como llegas al fondo de mi ser cuando te monto - No tenía ganas de hablar con palabras pomposas, era su puta, y como tal, debía comportarme. Me esperé a que se recostara, cuando lo hizo me acerqué a besar sus labios con suavidad, un beso cargado de amor que duró apenas unos segundos. Le di la espalda, de rodillas me encontraba sobre la cama. Me atreví a atravesar sus piernas, me senté sobre él pero dándole la espalda, mi cabello caía en ondas hasta la mitad de la misma. Levanté mi trasero mostrándole la perfección de mis glúteos, está vez no deje que mis rodillas me impulsaran, serían las plantas de mis pies hundidas en el colchón a causa de mi peso. Con una mano acomodé su miembro en mi entrada, y de un sólo sentó me deje caer, sintiendo como las paredes vaginales se iban abriendo, iban apresando ese miembro erecto, grueso y duro. Me incliné hacía adelante, y me sostuve ahora de sus piernas, le estaba dando la mejor de las vistas en la penetración, pero sobre todo de mi figura. Giré mi rostro sonrosado a causa de la pasión que sentía - ¿Le complazco? - Pregunté de manera burlona, en un estado de excitación incrementando a cada momento. Deseaba que nunca más olvidara está noche, que nadie pudiera borrar lo que yo estaba logrando en un par de horas.


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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Dom Jul 22, 2012 12:26 am


¿Era un sueño? A menudo dudaba sobre la realidad, no siempre se obtiene lo que quiere y cuando más te esfuerzas por obtener lo que deseas, tal pareciera que se vuelve inalcanzable. Conocer la identidad de esa cortesana suponía un reto para él, un laberinto que añoraba explorar hasta el fin de los tiempos sin importar cuántas veces quedase atrapado en medio de sus múltiples cavas llenas de viperinas serpientes. Él estaba extasiado, limitado con el supuesto y la fantasía de nombrarla la ninfa de sus sueños. Nunca olvidaría las curvas de su cuerpo, la tonalidad de su voz, el berrido de sus labios, lo profundo de sus ojos… Había en esa mujer tantos datos que guardar en su memoria que poco podía desdeñar en el afán de perderla de vista o sacarla de su memoria. Lo enloqueció y lo condujo hasta los límites de la realidad. La acusaba de hechicería, la acusaba de ser un maldito súcubo engatusando a los hombres a cambio de su alma. Un amante perfecta, de esas que llegan cuando no son requeridas, de esas infames mujeres que se visten con la tela de los deseos, de esas damas que te venden su lealtad a cambio de… ¡Maldición! El cayó en el más obscuro de los abismos y el problema no radicaba en lo alto que estuviese la salida, el problema estaba en que Pierre no quería salir de ahí, porque entre sus brazos se sentía cómodo, más cómodo que nunca…

El ronroneo de Génie le provocó una necesidad inaudita de ella, aún no se marchaba y ya comenzaba a extrañarla ¿Irónico, no? Su sudor se impregnaba en él, la humedad le vestía como una segunda piel y sus manos recorrían cada rincón en sus curvas. El morbo aumentó con el ritmo de sus punzadas. Los espasmos cubrían su cuerpo hasta la más aledaña terminal nerviosa, sentía como su corazón se esforzaba por mantener el compás de la exigencia. Su miembro erecto no tenía intenciones de ceder tan fácilmente y es que esa mujer le prendía fuego a sus instintos banales, el calor ardía dentro de su cuerpo y lo elevaba hasta el paroxismo de su pasión ¿Pasión? Ese era el primer paso para caer irrefutablemente en la obsesión que una mujer representa en la vida de un hombre pero ¿Una cortesana? ¿De verdad era ella? La situación no lucía apetecible para el joven quien desprecia a las mujeres sin importar el título con el que cuenten, pero la confusión se arremolinaba en sus pensamientos cual telaraña perversa de viuda negra. La única solución a todo eso era simple pero difícil de ejecutar…. largarse de ahí inmediatamente. No lo hizo.

La cabeza de Pierre golpeó contra el colchón rebotando un par de veces hasta que quedó recostaba en la conformidad de las sábanas. Telas que se atrevían a acariciar su espalda en una patética imitación a las manos de Génie. Las fibras pretendían cubrir su desnudez pero no existía mejor bálsamo para eso que la carne de una mujer, en ese caso, la de ella. Sonrió sin que Génie tuviese la oportunidad de verlo. Sí… seguramente si le veía en la calle con sus vestidos de seda, joyas y el colorete en sus labios, no dudaría en cortejarla con la finta de mujer adinerada que se carga, pues para eso era lo único que las quería y nada más, sin embargo, estar ahí esa noche como el puto esclavo de Gomory, implicó una catarsis que desconocía y al mismo tiempo rechazaba toda adicción a la cual se refiriese su nombre. Así, no sabía si el hecho de ser una extraña le hacía bien o por el contrario lo hundía más hasta el punto de la locura con tal de tener una única referencia a ella. ¡Ese es un hombre completamente desarmado bajo los pies de una mujer!

Nuevamente las palabras habían cesado. Fueron remplazadas por silenciosas miradas, no había nada más que decir o añadir a la lista de buenos cumplidos. En la faena, a Pierre le gustaba sólo escuchar la dulce melodía de los berridos de su hembra sin llegar a ser una burla fingida al borde de los gritos como si fuese un niño acribillado por la jauría de lobos. Génie mostro su espalda, la dulce perfección hecha mujer. A los hombres les fascina esa vista en las mujeres, ver como sus caderas en forma de corazón se adhieren a ellos. El cabello largo, es otro fetiche que la mayoría de los varones tienen. Ver como cae desde su cabeza hasta la delicada curva de su cintura mientras las ondas se revuelcan sobre la piel respondiendo al vals de las embestidas, era un plus de éxtasis que debía gozarse en el acto. Arqueó su espalda para alcanzar la ajena con sus labios, depositó ahí un beso, un mordisco un lengüetazo. Recorrió su columna vertebral con la punta de su lengua, masajeó sus hombros y cuando Génie descendió por su falo, el calor se sintió jodidamente bien. Se deslizó dentro de ella, notando como sus paredes vaginales se dilataban, el calor era ensordecedor y pronto se escucharon los golpeteos de su pelvis a su entrepierna. El chapoteo de sus jugos era fluido, constante… no pasó mucho tiempo antes que comenzara a respirar fuertemente, se aferró a sus caderas y la atrajo hasta él con fiereza.

No pretendía responder la pregunta con un “sí” o “Que bien lo haces”, la sonrisa complaciente de Pierre fue lo único que ella necesitó para saber lo increíble que la estaba pasando. Se echó para atrás estirando sus manos hasta el cuerpo de Génie, pasó sus brazos por debajo de sus axilas y redondeó sus pechos. La curvatura fue explorada por la yema de sus dedos hasta que sus palmas lograron identificar su pezón. Maestras en el arte del masaje, sus manos se movieron por esos montículos. Los apretó al punto en que sitió como la carne se desbordaba a través de la separación en sus dedos, las marcas se quedaban efímeramente enrojecidas sobre la piel de la cortesana y él sólo podía admirar la carretera de su espalda con los poros erizados a causa de la excitación y el placer que le provocaba. Abajo, las sensaciones no le eran indiferentes. Su corazón enviaba punzadas hasta su falo para que este ejerciera las convulsiones que enloquecerían a su mujer. Las venas del tronco comenzaron a marcarse. En el cuello de Pierre podían apreciarse de igual manera el enrojecimiento por el esfuerzo que le imponía. Sus caderas de contraían proporcionales a su ritmo. Comenzó a jadear con su voz tosca y varonil. Rugía cual león en plena cacería, pues ella era su presa y no había predador más grande que él. Los jugos de Génie bañaron el miembro de Pierre, mientras él sólo podía concentrarse en retener su explosión y así fue…

Una, dos, tres, cuatro veces. Feroz, desesperado, excitado y famélico. Se elevó con brusquedad para penetrarla sin compasión. Si se tratase de una mujer virgen seguramente le habría partido el alma, pero para Génie representaría el placer que lleguen hasta el fondo de su cavidad. Irguió su cuerpo y la obligó a mantener pegada a él. La hizo girar sin salirse dentro de ella, ambos quedaron frente a frente, pero esta vez, los pies de Pierre se encontraban flexionados sobre la cama y ella fue sentada en cuclillas sobre él. Aprisionó su cuerpo con sus marcados brazos y los pechos de Génie quedaron expuestos al rostro de Pierre. Los devoró con impaciencia, rosando su lengua contra sus pezones duros y excitados. Succionó en un par de ocasiones y en las demás mordisqueó sólo con la puta de sus colmillos. Gozó de sus atributos hasta que se ahogó en el valle entre sus pechos. Las patillas de Pierre comenzaban a gotear, su espalda era un cauce para el sudor que se derrochaba de su piel, pero era el de ella el que lo ponía al borde de sus sentidos. El olor de Génie alteraba sus emociones y enardecía a su locura. Las patas de la cama comenzaron a rechinar sobre el suelo de madera, el colchón se sacudía de adelante hacia atrás y las sábanas fueron olvidadas en una de las esquinas.



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Mensaje por Eugénie Florit Jue Ago 02, 2012 2:33 am

El silencio cerró nuestros labios, como si hubiese colocado un dedo en las comisuras. Nadie estaba dispuesto a romper la burbuja que tranquilidad que nos invadía, aquello era extraño, nuevo, totalmente diferente. Sus ojos mostraban confusión, frustración, deseo y seguridad, y los míos… No lo sé con exactitud pero dentro de mi puedo sentirme igual que él. A estás alturas no se trata de complacer por la necesidad de sentir placer, siento que debo complacerlo porqué es mi deber. Y entonces el coraje me invade el cuerpo. Nunca he complacido a nadie, sólo a mis padres y por supuesto a mis dos hermanos, y eso por protocolo, y por el amor que les tengo, nunca a un desconocido, bueno con los clientes se tiene que hacer, pero no de esta manera, no como si su sonrisa me llenara de felicidad. ¡Por Dios es un desconocido! Suena un tanto ilógico lo sé, pero el antifaz me hace sentir protegida, me hace no querer pedirle que se quede al amanecer, me impide pedirle que me haga el amor con desenfreno, ¡Estoy tan confundida! ¿Cómo puedo pedir que me hagan el amor, si ni siquiera yo lo sé hacer? No soy buena actriz, nunca se lo he hecho a algún cliente necesitado, no puedo, pero a él se lo quiero hacer. Quizás me venga bien tomarme un tiempo, una distancia del burdel, poder ordenar ideas y reafirmar mis reglas al trabajar en éste lugar, si, es lo mejor, darme un tiempo, el suficiente, pues mi deseo por el placer, mi maldita enfermedad no me alejaría mucho tiempo de esto, no me conformaré con masturbaciones nocturnas, necesitaré sentir el falo de un varón en mi interior. Necesitaba el de él, pero de algo estaba segura, un hombre como Pierre no podría perderse sólo para mi, seguramente muchas mujeres lo estarían esperando. ¡Quizás estaba casado!

Aquel último pensamiento se había repetido constantemente, se repetía como si se tratara de un eco, la simple idea me hizo aguardar la respiración, alguien más podría darle amor, y yo simplemente ser su juguete sexual. Mientras no me viera podría mordisquear mi labio inferior con fuerza, desviando la tensión de mis pensamientos, centrándome en el dolor del mordisco. No podía perderme en el buen sexo de un hombre, eso estaba mal, era una confusión absurda, además que ni siquiera conoce mi nombre, ni ha visto, ni verá mi rostro. Debía calmarme, y me calmaría disfrutando del placer del sexo. Me dejé llevar por las embestidas bruscas que me daba. - Uhmm - Me encantaba que me pusieran en cuatro, y que me dominaran, me encanta que me trataran como una verdadera zorra, porqué no puedo negar las cosas, lo soy, una zorra que está experimentando el deseo de sentir y dejar que sientan por ella. Seguramente me estoy volviendo loca ¿Qué más puede ser? Si, me estoy volviendo loca, la más loca de todas las putas que aspiran a ser rescatadas de pobres para ser mujeres de sociedad, lo peor de todo es que no lo necesito, ya era una mujer de sociedad. Gruñí al sentir una embestida más profunda y ruda, pero no me quejaba, le indicaba que era demasiado bueno, ¿Para qué fungir? Además era mi cliente, debía complacerlo, y mi placer se volvería el suyo. Mi intimidad está escurriendo puedo sentirlo, los jugos escurren por mis piernas, y entonces lo veo, sus ojos, mis ojos, nos volvemos a encontrar y desearía poder besarlo con amor, no con pasión.

Admiro la manera en que me sostiene con habilidad, también la forma tan fácil en la que me sube y baja, mis caderas se mueve, giran, avanzan con fuerza, ejerciendo un baile erótico sólo para él. Mis manos se colocan en sus hombros, me sostuve enterrando mis dedos en su piel sudorosa. No pude cerrar los ojos, deseaba ver su cara placentera. Le sonreí de manera cómplice, y después de minutos de estar así, dejó mi cuero caer en la cama, mis manos se colocaron por encima de mi cabeza, sostenida de la cabecera de la cama, y me impulse ahora de manera brusca, me enterraba yo solita, y gemía sin poder sostener los alaridos en mi garganta. Por unos breves momentos cerré los ojos, me arqueé por completo y me deje ir por completo alrededor de su miembro, fue un orgasmo largo, intenso, incluso mi cuerpo comenzó a temblar de manera repetida, se contraía mi vientre, y mi piel se comenzó a erizar. Estaba a punto de desfallecer, por Dios, nadie me había hecho correrme de una manera tan intensa, nadie había hecho que quedara de manera exhausta después de un polvo, me relamí los labios, dejé que él siguiera moviéndose hasta que encontrara su punto de placer, estaba repleta, satisfecha, como nunca antes, por lo regular siempre buscaba una ronda de auto-satisfacción para calmar mi enfermedad. Pierre cambió las cosas, deseaba clientes como él todo el tiempo. No, no, no, no deseaba clientes como él, lo deseaba a él todo el tiempo, todos los días en mi cama, en mis paredes, pero sin éste molestoso antifaz, de no tenerlo ¿Me habría escogido? ¡Maldito seas Pierre! Me haces sentir dudosa de mi.

Sentí como su cuerpo comenzó a temblar dentro de mi, su venida ahí estaba. Sonreí de manera amplia al observar su rostro complacido. Estiré mis manos para atraerlo, no importaba el peso de ese hombre tan grande y hermoso, deseaba que estuviera sobre mi, y que no se apartara. Su cabeza ahora se encontraba en mi pecho, mi mano derecha se movió, hundí mis dedos en su cabello, comencé a acariciarlo, las respiraciones agitadas de ambos estaban siendo evidentes, pero poco a poco comenzamos a recuperar la compostura - Eres un buen amante - Susurré, pero él no tenía que saber las cosas, cliente era cualquiera a la que le habría las piernas por dinero, y ahora amante, su único y amante, le hacía mezclar una oleada de sentimientos que no podía descifrar. Cerró los ojos pero su mano derecha seguía acariciando su cabello, y la izquierda se movió haciendo círculos y diferentes figuras en su espalda. - ¿Algo de tomar, o desea otra ronda señor? - Yo estaba para lo que deseara, lo cumpliría todo con tal de sentirlo unos minutos más a mi lado, no me quise mover, se sentía bien aún tenerlo enterrado en mi ser, era delicioso aun con el miembro flácido, incluso podía sentir las pulsaciones de su falo entre mi carne húmeda, esto era nuevo, hermoso y único y deseaba repetirlo cada que estuviera permitido.


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Mensaje por Pierre A. Van Kröst Lun Sep 17, 2012 8:50 pm


El cielo, siempre tan inalcanzable, tan insoportablemente hermoso. Por las noches las estrellas podían parecer miles de diamantes a la espera del más osado de los caballeros; durante el día, las nubes flotan perezosas, dejando que el arrastre del viento las lleve a donde él así lo diga ¿Cómo era posible que algo tan sencillo se volviese tan desgarradoramente incomprensible? Para los sabios, sólo era una capa más hacia el universo desconocido, para los demás, el lugar en donde se desea estar una vez finalizada esta vida, pero para Pierre… ese pedazo de manto celeste había dejado de tener importancia una vez que la mirada de Génie reflejo su rostro. No había, no existiría nada más hermoso que ese par de orbes destellando frente a él. Sus manos, esas tontas y ásperas palmas, se movían a través de la espalda ajena, intentando entregar las más placenteras de las caricias mientras que abajo, las caderas se movían a su propio ritmo, ajenas a los besos que él depositaba sobre la comisura de sus labios o esos estúpidos jadeos que se escapaban de su garganta. Pierre era como un niño explorando cada maldito centímetro de su cuerpo, quería devorarlo por completo, deseaba que hasta el más diminuto de sus rincones estuviese marcado por él. No dejaría zona en la que su lengua no hubiese pasado antes ¿A quién le importa si los demás ya la habían besado de esa manera? Van Kröst no era celoso, posesivo quizá pero resulta que ella no era de él y jamás lo sería, sólo una noche, un simple juego por el cual pagó y que al día siguiente ni siquiera ella su jodido nombre recordaría. Pero era un estúpido, necesitaba creer de esa mujer que algún día la encontraría por las calles y sería Génie quien lo buscase.

Su razón conspiraba contra el sentir, pero al final de cuentas, ambos perecieron al verse extracororeamente en la más erótica de las escenas. Fue como estar y no estar ahí. Bizarro e indescriptible pero malditamente placentero. La suave piel de la mujer se frotaba sin ton ni son, sobre la de Pierre, ambos acoplados y jugando a ser una pieza más del rompecabezas. El sudor resbalaba por la columna vertebral de Génie, unas gotas se dedicaban a deslizarse por el valle entre sus pechos que rápidamente eran absorbidas por los labios del varón. La humedad hacía eco y cada uno de sus jugos acompañaban el sonoro palpitar de sus sexos. Con los ojos cerrados, aspirando el ambiente; dejó que el rastro de su perfume lo bañara como el pasto al rocío. Porque sí, el olor de la mujer se queda impregnado en el cuerpo de un hombre y viceversa. Él aprovecharía la ausencia y el recuerdo para evocarla en la noche entre las sábanas de una vieja cama, soñando, anhelando que fuese realidad aquel jodido sueño o esa tonta ilusión que justo ahora le dedica con el recelo de sus labios y la mirada de sus ojos. La velocidad aumentó, sus fuerzas temblaron, se convulsionaron. Estando en esa posición no lograría sacudir su cuerpo de tal manera en la que la hiciese palidecer. Bajó con suavidad a la dama hasta conseguir que su espalda se recostase en el colchón de la cama. Ella, se sujetó de la cabecera mientras él la dominaba por las caderas, sus glúteos con fuerza, con verdaderas ganas de mancillarla. Apretó sus músculos, tensó las piernas y continuó con las embestidas cada vez más salvajes, cada vez más rápidas, cada vez más profundas… Admiró el rostro de la chica, con esas arrugas por encima de la frente que se asomaban a duras penas por el borde del antifaz, miró como sus uñas se encajaban en la madera de esa cabecera y el arco formado en su espalda para levitar y embonarse sobre su miembro. Él por su parte, jadeaba incitado por el movimiento de sus pechos, quería alcanzarlos pero si soltaba las caderas de Génie no podría sostenerse y continuar con el idílico vals de sus sexos.

La cama crujió quejosa, del peso que ambos provocaban. Las patas estaban a punto de ceder, las sábanas blancas se ensuciaron y la mancha poco más obscura apestaba a ambos. La noche se hizo eterna, larga como un minuto parece volverse inmortal. Pierre apretó la mandíbula. Sacudió la cabeza. Sujetó a Génie con más fuerza. Toda su sangre, bombeada a través de su corazón se dirigió hasta su falo, todas sus fuerzas viajaron a través de sus músculos hasta sus piernas. Retrocedió centímetros pero inmediatamente los recuperó en la siguiente embestida. Estaba perforando su cuerpo hasta los límites de lo verosímil. Jadeó. El clímax estaba por llegar, podía sentirlo palpitar en su miembro. Se le acalambró el cuerpo, tensando cada maldita articulación del mismo, se paralizó, se convulsionó, se enardeció. Cuando ya no pudo ir más rápido, su cuerpo le sugirió disminuir la velocidad. Una a una, las penetraciones fueron cesando, pero no en profundidad pues con cada entrada y salida, buscaba adentrarse más y más en ella; en el último de sus arrebatos, escupió dentro de ella. La sensación de liberación fue más que placentera, la satisfacción de un orgasmo le quedaba corta al significado que él buscaba para darle a lo ocurrido. Soltó un grito ahogado en apenas un suspiro, extendió una mano hasta la cabecera para sostenerse, bajó la cabeza con los ojos cerrados y varias gotas del sudor escondido entre sus cabellos cayó en picada hasta el vientre de Génie. Sonrió. Sus otra mano se deslizó por el torso de la mujer hasta buscar sus labios y acariciarlos con pericia. Pierre se rindió sobre ella, encontrando como almohada sus perfectos, redondos y abultados senos. Levantó la mirada hasta ella al escuchar su declaración. «Es mejor la palabra ‘amante’ que cliente» Pensó para si mismo, evocando la idea que surgió minutos atrás. Ella lo recordaría por ser el primero en ‘hacerle el amor’.

Pudo haberse quedado dormido sobre su cuerpo, esperando al alba como cualquier hombre lo haría sobre el regazo de su mujer, pero la realidad tendría que golpearlo en el rostro una vez más para no hundirse en ese absurdo sentimiento del cual huía desesperadamente. Sin embargo, algo dentro de él, le advertía ser demasiado tarde para querer esconderse. -Eso es lo bueno de ser joven, sólo tienes que esperar un poco para la siguiente ronda- Dijo con descaro para besarla en los labios con esa maldita sonrisa coqueta que le caracteriza. No tenía prisa por irse, después de todo, sabía que al día siguiente a buscarla volvería, porque no sólo era química, atracción o misterio, había algo en esa mujer que lo enloqueció, no se trataba de su sabor, de su forma o su sexo. Ni siquiera estaba seguro de lo que era, pero lo sabría si cada noche, ella le regalaba un destello de esa mirada celeste, la misma que hizo que el infinito fuese sólo un chiste comparado con sus bellísimos ojos…



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