Secretos y confesiones a media noche [Gianella Massone]

Una de las actividades favoritas en ese tiempo para los franceses era la monta de caballo, Kate no iba a ser menos, con Gredos su inseparable caballo emprendió un camino suave a través de las zonas parisinas, el sol ya se había escondido, no había problema de salir , en los últimos días había tenido demasiados cambios en su vida, pero eso no era problema para una mujer de 200 años que prácticamente vive su vida en cambios constantes, tenia a sus amigos , tenia su casa…era feliz, pero el problema no estaba ahora en ella, uno de los grandes problemas o virtudes de Kate era la empatia propia que tenia con las personas, desde hacia unos días no veía a Gia por casa, incluso después de invitarla a comer, su comportamiento era triste, lejano algo…normal en la antigua Gia con ella pero no ahora que eran amigas.

Ese pensamiento la hizo fruncir el ceño, y soltar las riendas de Gredos que andaba solo por las inmediaciones del bosque, pasando la mano por su pelo escucha un pensamiento algo lejano, algo extraño, parecía la voz de Gia en su cabeza, la estaba llamando.

Bajando de Gredos rápidamente se encamino hacia donde la voz de Gia no paraba de pronunciar su nombre, parecía llanto pero no podía ser, Gia no lloraba, quizás…solo quizás la contaría que la pasaba, solo trozos de la memoria de Gia llegaron a su cabeza confundiéndola aun mas-Gia?-llamo al bosque, buscándola, olfateando a su alredor ve un cuerpo encorvado sentado en un tronco-Gia…-dice suavemente acercándose a ella, sentándose a su lado, quedándose en silencio e impidiendo que los pensamientos de Gia llegasen a su cabeza, quería que ella la hablase y la contase que estaba pasando, suavemente estira su mano agarrando la suya , entrelazando los dedos, dándole con una acción un apoyo que ahora…Gianella Massone necesitaba.

Dicen que las personas que más daño pueden hacerte son las que te conocen mejor. Son esas personas con las que se ha compartido más que una simple conversación y más que una simple amistad; son esas personas que han llegado a influir en tu vida y en tu corazón de tal forma que te haces dependientes de ellas; son esas personas con las que sueñas dormida y despierta, imaginándolas a tu lado apoyándote en todo momento y, como toda relación recíproca, apoyándole en los momentos malos y felicitándola y animándola en los momentos buenos. Son simplemente esas personas que te marcan para siempre ya sea para bien o para mal.

También dicen que nada dura para siempre, que todo cambia o que tiene que cambiar en algún momento; y para mi desgracia, esa frase se había aplicado conmigo hace no más de dos horas. Dos horas en que todavía no era capaz de dimensionar lo que había sucedido en el bosque; dos horas en que sus palabras seguían retumbando en mi cabeza con la fuerza de un relámpago; dos horas en que mis ojos y mis oídos habían estado paralizados rememorando cada instante, cada último instante de estar a tu lado.

Me cansé de destruir cosas, me cansé de gritarle al atardecer, me cansé de preguntarte “¿por qué a mí?”. Me cansé de buscar respuestas que pienso jamás encontraré, me cansé de intentar buscar una cura rápida a ese músculo que llevo dentro que ahora está zanjado y destrozado en miles de pedazos, pero que aún late, que aún contra mi voluntad busca vivir, y que busca devolverle a mi rostro la alegría que me significaba sentir tu aroma y ver tu rostro, probar tus labios y acariciar tu cuerpo demostrándote todos y cada uno de los sentimientos que sigo teniendo por ti.

Pero todo lo que siento no sirve de nada ahora. Ya no estás conmigo, mi luz de vida comienza a consumirse y a apagarse cual vela, y ante eso no hay vuelta atrás. Sí, estoy deprimida, y creo que nunca antes había estado con tantas ganas de tener más mala suerte y encontrarme con algún cazador que pare mi sufrimiento y mi dolor que se hacen más eternos con cada segundo que pasa.

Un tronco caído y los árboles que de milagro siguen en pie son mis únicos acompañantes, pero ellos no hablan. No entienden lo que les digo, no pueden hablar ni tampoco abrazarme; pero en esos instantes un aroma salta a mis sentidos cegados por la infinita pena y el sabor de las lágrimas que no han parado de caer desde ese fatídico instante. Logro reconocerte, y empiezo a llamarte en mi mente. Sé que vas a venir, sé que te importo, aunque en un principio yo no te creyera (menuda estúpida que fui), y fiel a ese pensamiento tu aroma se hace más fuerte y tus pasos más notorios. Llegas con preocupación evidente y te sientas a mi lado, cogiendo mi mano que está muerta igual que mis ojos azules que no paran de derramar lágrimas, igual que mi rostro que no deja de llorar y que se aferra a tu hombro buscando apoyo entre tu piel fría pero igualmente cálida por dentro.

En eso, mi llanto se incrementa y por mi mente trato de explicarte lo que sucede, ya que mi boca está bloqueada, está sellada y maldita con lo sucedido. Te abrazo con las pocas fuerzas que me quedan y allí me quedo con la imagen más paradójica de mi vida: Yo, llorando como hace décadas no lo hacía, en los brazos de mi enemigo natural.

Sin embargo, ese enemigo era el único amigo real que había hecho en Paris.

La imagen que me ofrece el bosque al localizarte no es algo que cualquiera pudiera aguantar, cada persona es fuerte en algún sentido, tiene sus puntos débiles y sus creencias respecto a lo que es el mal y el bien. En mi caso después de 200 años en los que el tiempo realmente no es algo pasajero sino circunstancial dado a que tus acciones son las que te hacen tener el poder de parar el tiempo, de que pase rápido o incluso que desaparezca en tu cabeza.

Una risa te hace querer parar ese instante, un abrazo te hace olvidarte de tu alrededor, pero en este caso yo quería que todo desapareciera, realmente no todo, solo lo que te estaba causando ese inmenso dolor.

Sentir tus lagrimas contra mi hombro, tu vulnerabilidad en ese momento hicieron que alguna parte de mi latiese de tristeza, en mi vida había muchas personas pero no eran todas importantes, en este caso estaba ante una de las personas mas importante para mi.

Imágenes llegaron de repente a mi cabeza, tuve que cerrar los ojos y concentrarme para entender que había pasado, desde el principio, parecía que la tristeza y la desesperación de Gianella se me estaban transmitiendo a mi ya que sentía como mi cuerpo aguantaba mis propios sollozos, sin dejar de observar todo lo que la loba quería contarme, pase mi brazo por su espalda y de una forma lenta y acompasada empecé a acariciar su nuca y pelo, intentando que su llanto y su tristeza no aplacaran su tranquilidad, era observadora y Gianella era alguien quien se derrumbaba después de muchos asaltos duros, este había sido el definitivo, Sybelle , el amor de su vida había roto con ella, mis pensamientos haciendo sus propias conjeturas empezaron a mezclarse con las imágenes, dando forma a la historia, notaba como mi voz iba a salir en forma de suplica, el saber que Gianella se aferraba a mi como su amiga, que necesitaba esto solo hacia que varios sentimientos de alegría y tristeza se mezclaran, conmigo siempre había sido todo hasta el ultimo momento, aunque ella no lo supiera mi presencia siempre había estado a su lado, incluso cuando intento matarme, me atrevería a decir que soy de las pocas personas que la conocen, que sabe como puede reaccionar.

-Para por favor…-mi voz salio muy baja y con matices tristes-Ya entendí todo-observándola llorar sigo acariciando su pelo mientras mis labios se posan en su sien dándola un consuelo físico, ya que ella no necesitaba palabras , estaba segura de que había dado mil vueltas a todo y ahora solo necesitaba relajarse, mi mano entrelazada con la suya, mis dedos enredándose en su pelo intentando calmarla y mis labios en su sien casi en un intento de que dejara de pensar me hicieron pronunciar las únicas palabras que la ayudarían.

-Estoy aquí-Simples y básicas palabras pero un mundo para una loba de pocas palabras como era Gianella.

Puedo escuchar tus palabras, tus ruegos, tus súplicas diciéndome que pare, que me detenga; que trate de frenar las lágrimas que parecían reprimidas desde ese momento en que vi a mis padres muertos a mis pies y sólo pensé en escapar de Italia…pero simplemente no puedo hacerlo. Mi voluntad ya no existe, mi mente está bloqueada y mi alma está muerta por la sobrecarga de emociones que estoy viviendo por causa de esa mujer que seguro desconocía el tremendo daño que me había hecho y que todavía estaba haciendo con su accionar, y que seguramente seguiría haciendo hasta quizás quién sabe cuándo

Pero la protagonista no es ella, somos ambas. Somos tú y yo: tú intentando darle consuelo a esta ave que perdió el rumbo, a este guerrero noqueado por un puñetazo en el mentón, a esta presa que se está desangrando en el suelo a la espera de que el cazador le remate y le coja; y yo simplemente llorando, porque eso es todo lo que mi cuerpo es capaz de hacer ahora. Apenas puedo pronunciar tu nombre, y acurrucarme más en tu hombro, frotándome contra esos labios y esas manos que negué tantas veces y que ahora incluso llegaba a desear con desesperación, pero que sabía que no iba a poder alcanzar de la forma que yo quería. Yo había desaprovechado mi oportunidad, y este había sido el resultado de esa pérdida.

Kate…oh Kate…-susurré con un esfuerzo tan grande como mi dolor, tratando de hacerle caso y poner mi mente en blanco, o al menos en mantenerla centrada en aquella vampira que casi había robado mi corazón, robo que mi orgullo ahora inexistente se había encargado de evitar hasta el hartazgo incluso llegando a enfrentarte, casi quitándote la inmortalidad de la que gozas hace tanto tiempo. Pero ahora me arrepiento, ya que ahora no tengo nada más que tus palabras y gestos de apoyo y eso es todo lo que voy a tener de ti, pero me es más que suficiente porque eso es lo único que voy a obtener de alguien. El resto será un eterno llanto por las noches, eternos aullidos que sólo iban a servir para causar temor entre los mortales, entre aquellos que desconocían la presencia de las personas como yo, de los hijos de la luna como yo.

Pasé un buen rato en los brazos de aquella mujer que me contenía, aunque no pude medir el tiempo exacto. ¿Pero de qué me servía eso? Era sólo para sufrir más, así que lo desterré completamente de mi mente que ahora estaba en blanco, bloqueada por todo lo sentido y lo sufrido. Ahora no era un llanto desgarrador el que decoraba aquel lugar, sino que ahora eran meros temblores esporádicos, meros estremecimientos y tambaleos que acompañarían a mi alma, espíritu y orgullos rotos de no ser porque no era posible que mi cuerpo pudiera partirse. Suspiré y me apegué más al cuerpo frío de Kate y tragué saliva, dejando escapar un resoplido de alivio y paz momentánea. – Gracias, Kate… no sabes…cuánto te lo agradezco…-dije con esfuerzo, respirando con fuerza el aire que aquella inmortal no necesitaba, que mi amiga no necesitaba.

Minutos?, quizás horas? Seguramente el tiempo era efímero en ese momento, estaba centrada en Gianella y eso no quería ni podía evitarlo, necesitaba que esa loba testaruda y fuerte se diera cuenta de que ella podría levantarse sola, Yo siempre había estado ahí para ella, en las buenas y en las malas, aunque casi siempre eran... malas todavía tengo una pequeña cicatriz en la mejilla por uno de nuestros encuentros.

Gianella massone licantropa antigua prácticamente, era un ser fuerte, estoico e incluso la consideraba una figura en la cual fijarse cualquier ser en este mundo pero no podía evitar tener esos sentimientos que todo humano o que todo ser tenia, Gianella aguantaba , Gianella necesitaba demostrar su poder pero cuando la loba cedía la mujer caía con ella y por eso ella me necesitaba y como siempre...estaría para ella.

Mi mano seguía entrelazada con la de ella jugando levemente con las yemas de sus dedos calientes. Mi otra mano esta vez dejo su corto pelo para elevar el mentón de ella para que fijara sus ojos claros en los míos-Deja de llorar loba...-acaricio su mentón con cariño el poco que ella me dejo mostrarla en su momento-Deja de pensar todo eso, deja de dañarte y deja de pensar en el pasado y en lo que hicimos y no hicimos-ambas habíamos tenido nuestros momentos, amas sabíamos lo que nos sucedía juntas pero sabia que ella necesitaba consuelo , necesitaba estar protegida por mi en estos momentos y eso es lo que hacia meterla en mi burbuja , abrirla los ojos mientras la protegía con mis palabras.-Gianella massone cada persona tiene su camino, cada persona actúa bien o actúa mal pero siempre se puede tirar hacia delante, y espero –sonrio suavemente casi dejando ver el hoyuelo de mi mejilla-que sigas siendo tan gruñona como fuiste cuando te conocí-intento bromear, intento que esa sonrisa lobuna que en su momento me encandilo saliera a la luz-Siempre la amaras y de momento no hay persona que pueda remplazarla...pero-suelto su mano entrelazada para ponerla sobre su corazón.

–Sanara y dejaras que alguien lo haga pero no te fuerces a ello-acerco mi cara a la suya para rozar mis labios en su caliente mejilla, notando el calor chocar como siempre contra el frío dejando que nuestros cuerpos conecten como siempre había sucedido-Siempre estaré para ti...-susurro contra su piel bajando la mano desde su corazón a su cintura, empujándola para darla un abrazo que pocas veces se había dejado dar.-Vamonos a casa...-subo mi mano hasta el pelo de su nuca tirando de el suavemente

-Necesitas descansar loba...-mis rizos color oro se mueven ante los movimientos de mi cuerpo al moverse enmarcando una sonrisa que siempre estaría para ella.

A pesar de que el cuerpo de Kate era frío como el hielo por ser lo que era, al estar tan pegada a ella en ese abrazo pude sentir calor. Y no, no era el calor propio que siempre emanaba de mi cuerpo. Era el calor humano que Kate aún poseía, aquel calor que sólo se podía sentir en una relación tan cercana como la nuestra, a pesar de todos los altibajos que habíamos tenido. Ese mismo calor fue el que poco a poco secó mis lágrimas, cuyos rastros quedaron plasmados en mis mejillas y que la vampira pudo ver perfectamente cuando me tomó el mentón. - ... - Permanecí callada mientras me hablaba, siendo mi corazón el que se manifestaba con latidos aún muy acelerados producto de lo que estaba viviendo. Ese silencio se tradujo en una leve sonrisa graciosa al escuchar aquel deseo que se veía tan distante y complicado en ese instante: volver a ser lo que era antes.

Volví a cerrar los ojos, y sentí mi corazón apretarse una vez más, pero al mismo tiempo sentí una mano llena de comprensión tocar mi pecho, percibiendo inmediatamente un leve cosquilleo en mi espina dorsal, el que se incrementó con ese roce en la mejilla, convirtiéndose en un escalofrío propiamente tal. Me dejo abrazar y yo nada más correspondo porque no puedo reaccionar de otra forma estando tan débil tanto física como mentalmente. Y precisamente fue es lo que no me permitió rechazar su ofrecimiento como casi siempre lo hacía. Asentí y apegué mi cabeza a su cuello por unos instantes más, como si estuviera prendida de ella, siendo ella mi salvavidas en aquel tortuoso momento; y luego me separé, incorporándome para darle la espalda a unos metros y así secarme las lágrimas en una privacidad que a esas alturas ya no existía.- Está bien...-murmuré entre cada vez menos suspiros, tomando ahora aire para dejarlo escapar en un largo resoplido .- Vamos a casa.

Finalmente me volteé a verla, siendo mi rostro algo bastante más decente que cuando nos encontramos. Volvi a botar un poco de aire y simplemente la esperé para iniciar el camino de regreso. Por mucho que me doliera, tenía que reconstruir los cimientos de mi confianza, y por sobretodo, juntar los fragmentos de mi corazón partido, y seguir viviendo. Sybelle lo hubiera querido así.