New Day, New Life [Gianella Massone]

Había caído la noche en París, y eso acabó con la incesante alegría que abordaba sus paredes, ya que aquellas almas jóvenes ahora luchaban por su felicidad y sus sueños en el mundo de Morfeo. La sonrisa de aquellos rostros inocentes se le contagió a quien los observaba y arropaba aunque la temperatura no daba para demasiadas cobijas, pero no podían arriesgar un resfrío tan fácilmente. El financiamiento aún no les daba para darse el “lujo” de comprar medicamentos efectivos; era mejor confiar ciegamente en las hojas y aceites de los remedios caseros, los cuales tenían también un grado importante de sucesos. Ahora, si ni eso resultaba, era mejor sentarse a esperar la muerte como quien espera un tren en la estación ferroviaria.

La joven de cabellos negros acarició sutilmente la otra cabellera negra de quien murmuraba querer salvar a una chica mientras roncaba con el dorso de su mano, y se incorporó de su posición de cuclillas inicial para continuar con la vigilancia de que todo estuviera bien. Pasó rápidamente por las habitaciones de los inquilinos y luego por la de sus camaradas, las cuales dormían también profundamente. Suspiró un momento gustosa del acompañamiento al parecer permanente del silencio por esta noche –aunque no le desagradaba el hecho de que los más pequeños revolotearan y arrasaran con todo cual huracanes, jugando a las persecuciones y discutiendo el por qué a algunos les tocaba ser los policías, cuando lo que todos añoraban eran ser el bueno de la historia, el que escapaba y ayudaba a los pobres como la leyenda de Robin Hood, o también como la leyenda que ellos mismos habían inventado, “La leyenda de Gianella Massone”, lo que produjo en ésta una emoción muy bien oculta por su personalidad, pero que en otra circunstancia hubiera valido llanto y cursilerías por montones.

En eso último pensaba mientras se dirigía al salón principal a dormir con ojos cerrados y oídos alerta aunque no tuviera sueño, pero un aroma le hizo detener sus ganas de sentarse. – *Debe ser quien mencionó Jeanne…* - Recordó lo que le había contado la anciana antes de dormirse con uno de los críos más pequeños entre sus brazos y por eso se dirigió a abrir la puerta más prontamente, dejándole a la vista un joven de no muy buen aspecto por sus ropas, pero que al menos era cortés. Sin embargo, su rostro de sorpresa precedió al de ella, que le escuchó hablando en plural pero había una sola persona en singular.¿Qué significaba eso? Fue entonces cuando lo recordó: Jeanne se lo había recordado. Sonrió ladina y abrió la puerta hasta atrás, invitándole(s) a pasar – Buenos días, pasen. Jeanne ahora está descansando, pero me dijo que yo me encargara de atenderles. Sonará obvia la pregunta, pero vienen para ser parte de La Casa de la Esperanza, ¿no? – Preguntó con esa amabilidad tan entrañable de antes, de su natal Milán, antes de que comenzara todo el infierno que se convirtió en paraíso.

La obviedad generalmente es señal de algo evidente o notorio, que no necesita explicación alguna precisamente por estar a la vista. Pero para Gianella nada era obvio; siempre tenía que comprobar por sí misma cada situación y palabra para no encontrarse con sorpresas desagradables más adelante. ¿Tan desconfiada era? Sí, seguía siendo desconfiada a pesar de todo el tiempo transcurrido y las lecciones aprendidas, porque ya cuesta mucho enseñarle trucos nuevos a un perro viejo…

Asintió un par de veces recordando con frescura lo que le había contado Jeanne unas horas antes, sin hacerse problema por eso porque supuso que el joven se lo iba a recordar tal y como estaba sucediendo ahora. Luego le vio trastabillar, y un escalofrío la dejó inmóvil mas no indefensa, suponiendo que aquella voz era quien hacía que la conversación del joven tuviera un cargado tinte plural. Pronto le vio de reojo, y se preguntó mentalmente cómo hacía eso, aunque no le interesase saberlo de verdad, ya que los fantasmas le eran indiferentes…eso hasta que alguno le hiciera daño a sus protegidos.

Volvió la vista al más visible – y tangible – de los varones despiertos presentes tras observar cómo el “joven” paseaba y revoloteaba por lo que sería su nuevo hogar entusiasmado cual niño con juguete nuevo y cerró la puerta con un semblante tranquilo, el mismo que le demostró cuando la mano ajena se estiró y fue estrechada con suavidad por parte de ella, pero que el que se había identificado como William pudo sentir un tirón lleno de seguridad, y que no revestía dolor por el autocontrol de la licántropa – Yo soy Gianella, y bienvenidos a la Casa de la Esperanza. Y en cuanto a lo que pides no hay problema, tenemos un par de habitaciones disponibles. Discutiremos lo que quieran cuando estén asignados. – Dijo con naturalidad e hizo un ademán hacia el pasillo principal para que le siguieran: él y el fantasma. – Síganme. – Ordenó sin tono directivo cogiéndole el par de maletas a sus invitados y cargándolas con la facilidad de un cuaderno empezó a caminar, sirviendo como el literal puente a la esperanza de esos dos jóvenes.

Los cuartos se acercaban y volvían a alejarse, para volver a acercarse a medida que avanzaban hasta el objetivo protagónico de aquel acuerdo adoptado anteriormente, siendo respaldados con toda tranquilidad por el silencio que constataban los sentidos humanos y no humanos. Las puertas estaban en su mayoría cerradas o entreabiertas dando cuenta de la ocupación de éstas a excepción de unas cuantas que revelaban la ausencia de un residente. Sin embargo, aquellas que pasaban ante sus ojos no eran lo que estaba buscando ella y pidiendo él; encontrándose casi al final del tercer piso de la edificación, en el límite con la construcción vecina.

Mientras la distancia a ese lugar se hacía cada vez menor, el nivel y profundidad de la conversación aumentó con una interrogante que a otros les hubiera costado responder presos de la timidez y de la preocupación de que la información dada pudiera motivar un ataque en contra. Todos sabían eso – y Gianella obviamente también-, pero no era parte de sus preocupaciones. Su actuación en la Toma de la Bastilla le era suficiente para mantener la confianza aunque asumía la posibilidad de que les atacaran como una completamente normal. Después de todo, las circunstancias de la consecución de ese lugar no eran muy positivas.

- Nos lo tomamos. – Aquella sinceridad era temible, tanto que un poco más de frío se sintió dentro de la residencia – De tanto vivir aquí en la Corte descubrimos que este lugar estaba deshabitado, y resultó ser ideal para nuestros planes. – Explicó mientras llegaba a la habitación e ingresaba primero. Las cortinas estaban corridas, pero aún así se veía oscuro debido al manto azulado casi negro de afuera. – Y lo mantenemos gracias a aportes de algunas personas – Esa era la parte que más odiaba, incluso por eso suspiró al tiempo que dejó las maletas justo al lado de la cama por si quería tirarse a ésta a descansar de inmediato. Se cruzó de brazos y miró hacia el vidrio, notando algunas leves luces – Es cierto, las cosas aún no se calman aunque así lo parezca. Pero haremos y hacemos todo lo que podamos para ayudar a los más necesitados.

Se apoyó en una de las paredes de la habitación, la que daba de frente a la cama, y se cruzó de brazos con intenciones de quedarse al menos un rato más – Bien, ahora puedes contarme lo que sucede.

- Con que era eso. – Replicó con aquel habitual semblante de aparente indiferencia, que le daba un aire de descuidada a quien le viera por primera vez, pero no consideraba necesario ni prudente expresar su preocupación en una mueca que lo único que hacía era expandir los sentimientos negativos a sus convivientes y compañeros. ¿De qué servía? De nada, en absoluto. – No es que pensare que era algo más grave, pero me suponía que tenía que ver con…Gabriel. – Se había dado una pausa para decir aquel nombre sin saber por qué, y tampoco lo supo cuando regaló una de sus esquivas sonrisas sinónimo de “no te preocupes” – Aquí tienes a gente que puede ser más problemática que un centenar de Gabrieles – Agregó apuntándose el pecho con el pulgar dejando ver uno de sus colmillos por la ampliación de su sonrisa, dejando ver que aquellos tipos eran de su agrado, lo que no era demasiado común, considerando además el hecho de que no eran mujeres. – Si te hace sentir mejor, tienes tus disculpas aceptadas antes de que siquiera suceda algo. – Se cruzó de brazos dejando la mano izquierda relativamente libre para sostener la fotografía que seguía contemplando con atención, ya que apenas le había sostenido la mirada un par de veces durante el tiempo en que había estado expresando sus inquietudes.

Suspiró en un lapso breve de tiempo, y ahora sí regresó a verle, agregando a su oído la visión de lo que estaba haciendo con una de sus maletas – No es que estés sembrando desconfianza con la información que me has dado, y que agradezco desde ya – Era valioso en verdad, ya que el riesgo de que de la nada ocurrieran ciertos “sucesos” vinculados a la recuperación de la mansión era constantemente muy alto, y por ello la vigilancia era lo más estricto, quedándose incluso sólo ella despierta por noches enteras por el bien de todas las vidas que intercambiaban el peligro de vagar en soledad por las noches por el peligro de que de un día para otro llegara la policía o la milicia dispuestos a todo para recuperar un terreno cuyo valor sentimental y útil desconocían. Pero bueno, a los ricos no les importa eso – pero la desconfianza siempre ha estado de mi parte. De ser por mí, no me gustaría tener que depender de otros, pero la situación lo amerita. Tendría que robar miles, o quizás millones de francos a la semana para sostener todo esto, pero hasta para mí es insostenible – Explicó mirando al techo unos instantes, viendo que seguía del mismo color gris aburrido y regresó al joven huésped – Si llegan a hacer algo en contra de esta Casa y de mis protegidos, empezaré una colección de sus cabezas en el sótano…o mejor se las daré a los ratones de los callejones como un regalo de Navidad anticipado. – Rió por esa hermosa idea que pasó de repente por su cabeza y que era perfectamente capaz de cumplir, pero recobró la calma de inmediato, ya que ese no era la ocasión precisa para planificar cruentas venganzas. Primero tenía que haber un hecho que lo motivase.

- ¿Necesitas algo más? – Dijo separándose de la pared, mirándole con intenciones de dejarle espacio y silencio suficientes para que comenzase con el acomodo de sus pertenencias – Aunque creo que debería darte un pequeño tour por la mansión…- Se encogió de hombros – Tú decides.