AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Foi dans les miracles [Gianella Massone]
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Foi dans les miracles [Gianella Massone]
La lluvia caía con fuerza sobre París, azotando los tejados de los edificios, encharcando las calles, entorpeciendo los caminos. En la Corte de los Milagros una tormenta de tal magnitud no dejaba indiferente a nadie, los mas afortunados contaban con casas de mala muerte, la gran mayoría con gran cantidad de goteras, donde la humedad traspasaba las paredes y afectaba a sus inquilinos sin piedad. Por el otro lado, los menos afortunados, que eran la gran mayoría, se agrupaban como podían en zonas medianamente resguardadas, donde hacían improvisadas hogueras para darse un mínimo de calor. Anette no se encontraba ninguno de los dos grupos, ella permanecía sola, en la esquina de una calle, resguardada de la lluvia, mas no del frío y la humedad, que calaba y dañaba sus huesos, que les dolían como si hubiese recibido una paliza. Lo único que le daba calor era el abrazo de sus inseparables amigos Gastón y Catherine, pero no parecía tener efecto alguno. El único ruido que acompañaba a la incesante lluvia era el castañeo de los dientes de la bruja, que tiritaba violentamente por el frío, frotando sus pies desnudos el uno contra el otro en un vano intento por entrar en calor.
-Hoy tampoco has comido nada, tenias que haberte llevado el mendrugo de pan que se le ha caído al panadero esta mañana, no devolvérselo - Gastón recriminaba a Anette, que miraba fijamente al suelo, como el niño que escucha un sermón. - Ha hecho lo que pensaba correcto...ya comeremos mañana - Catherine contestaba y daba un beso en la mejilla a la bruja, que entre su cara de dolor, cansancio y frío mostraba un leve sonrisa - Y..yo..n..n..no soy...una..lad..ladro..ladrona - contestaba con dificultad antes de que se hiciese el silencio.
Unas pocas horas pasaron con velocidad, la joven, que se había quedado dormida despertó de golpe a causa de una pesadilla, unos hombres trataban de hacerle daño, pero de pronto un gran lobo, atacaba, llenándolo todo de sangre, haciéndola despertar antes de poder ver el desenlace. Miró a sus lados, ni Gastón ni Catherine estaban. "Deben haber ido a buscarme algo de comer...siempre se preocupan mucho por mi" pensó medio sonriendo cuando observó que la lluvia había cesado, y que ya no estaba sola, un par de hombres, de aspecto pobre e intimidatorio la vigilaban desde unos pocos metros de distancia. El miedo empezó a inundar la mente de la joven, que con gran dificultad se incorporó, quejándose del fuerte dolor que el frío había dejado en sus rodillas.
-Mira, que te parece, la niña bonita se ha despertado - comentaba uno de los dos hombres mientras clavaba sus ojos sobre Anette, haciendo que la piel se le pusiese de gallina - Tranquila niña, no mordemos, si tanto te asustamos te dejamos ir - decía el otro, que sostenía una larga vara, apartándose de su compañero, dejando únicamente un camino entre ellos dos como vía de salida. Anette quería irse, pero le daba miedo pasar entre ellos, mas su miedo por quedarse ahí con ellos era mayor.
Empezó a andar tímidamente, con paso difícil, con clara queja al posar sus maltrechos pies sobre la calle encharcada. Cuando estaba cruzando justo en frente de los hombres, el de la vara la interpuso en medio de su camino. - ¿ Sabes Antoine ?, llámame loco, pero antes, mientras las chica dormía, me ha parecido ver algo que brillaba entre sus ropas, ¿ que ha podido robar la pequeña ?. - los hombres se echaron a reír mientras se abalanzaban con rápido movimiento, agarrando con fuerza el brazo de la bruja, mientras el otro metía su mano en el abrigo, sacando un reluciente collar de diamantes. Las lagrimas empezaron a caer por el rostro de Anette mientras con sus escasas fuerzas de su único brazo libre agarraba la mano del hombre que ahora sostenía el collar - ¡Devuélvemelo! - gritaba tratando de dar un tirón con la fuerza necesaria para recuperar lo suyo, pero ante la evidente diferencia de fuerzas y la desesperación que la inundaba no se le ocurrió otra cosa que morder la mano del bandido, consiguiendo el collar saliese despedido y se precipitase contra el suelo. La chica, zafándose del agarre del otro maleante, saltó sobre el colgante, quedándose tirada en el suelo, protegiéndolo con su cuerpo.
-¡ Esa puta me ha mordido ! - gritaba molesto - Ahhgg...esta sangrando, me lo vas a pagar - el hombre furioso propinaba una patada a la indefensa muchacha, que solo podía gritar de dolor y llorar - Ahora no solo te vamos a quitar lo que has robado, si no que después nos vamos a divertir contigo - el hombre comentaba con tono de ira mientras su amigo empezaba a reír - Quien roba a un ladrón cien años de perdón - volvieron a golpearla con insistencia, los gritos de Anette retumbaban en el silencio nocturno a través de los callejones. - Podemos estar así durante horas encanto, en la Corte de los Milagros, nadie ayuda a nadie.
La bruja, desesperada, empezaba a murmurar algo, de forma interrumpida entre llantos y gritos de dolor - Espíritus de los mártires...vosotros comprendéis mi dolor.. libradme de los atracadores.... cumplid mi sueño.. ¡ por favor ! - terminó la oración gritando, siendo lo único que se llegó a escuchar, ya que sus murmullos habían sido demasiado bajos.
Anette Sebille- Hechicero Clase Baja
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Re: Foi dans les miracles [Gianella Massone]
Aquellos días habían sido particularmente intensos, coincidentes con el temporal de lluvia que azotaba el país desde hace cuatro días. En la Casa de la Esperanza se habían asegurado de no encontrarse con sorpresas cuando el agua cayera revisando y arreglando los techos, reparando las pocas goteras que había. Además, habían conseguido más alimento y frazadas para reforzar el cobijo de los inquilinos gracias a una donación, siendo los niños los más favorecidos y agradecidos con el reparto. Muchos inquilinos se integraron durante esos días principalmente para resguardarse de las bajísimas temperaturas que empeoraban con la lluvia, incluso adaptando las habitaciones para recibir a más personas, compartiendo camas o improvisándolas en el piso. Gianella fue una de las primeras que cedió su habitación para que una familia pudiera hospedarse con comodidad debido a lo espaciosa que era, y también era una de las que apenas pasaba en la residencia, ya que junto con Fei, Leonor y Summer se encargaban de hacer que la Casa de la Esperanza fuera realmente eso para los desvalidos ante la despiadada lluvia que azotaba sus hombros.
Aterrizaron en la azotea de un edificio abandonado y Gianella se quitó la capucha que cubría su cabello negro, buscando mirar a su alrededor sin que la copiosa furia de la naturaleza fuera impedimento para identificar lo que quería. – Esta es la última zona que nos falta. Este, oeste y norte – les dijo mirándoles respectivamente, dando las órdenes sin necesidad de apuntar.- Nos vemos en la Casa – Y con una sonrisa ladina que desapareció nuevamente bajo la capucha, se dividieron como cuatro sombras en la noche parisina.
Mientras la loba revisaba callejón por callejón, la lluvia cesó, dándole a la italiana un respiro que de todas maneras no necesitaba gracias a su licantropía, la cual le brindaba la fortaleza necesaria para sobrevivir un temporal así sin arriesgar su sistema respiratorio de manera mortal. Resopló exprimiéndose los mechones negros al volar por los aires, pero quiso exprimir otra cosa cuando vio lo que menos le gustaba a lo lejos: problemas. Y problemas con niños. Dos hombres forcejeaban con una joven, quitándole lo que parecía ser un collar del bolsillo. La chica había logrado recuperarlo, pero eso le estaba costando una paliza que Gianella no toleró un segundo más. - ¡¡Déjenla, sabandijas!! –Gritó escuchándose claramente gracias al silencio que reinaba, aterrizando para quedar en frente de aquellos hombres que le miraron con desdén, molestos por tener a alguien que fuera testigo de sus fechorías- Pensaba que este temporal se iba a llevar toda la basura de las calles…pero creo que tendré que ayudarle un poco. – Les provocó sonriendo con arrogancia, poniéndose rápidamente en posición de pelea cuando uno de ellos cargó hacia ella, bastando un movimiento al costado y un golpe preciso en la nuca para hacer que el cuerpo cayera antes que la vara, la cual se encargó de romper con un pisotón. - ¿Cómo quieres que te castigue? ¿Rápido como tu amigo? ¿O prefieres que te rompa los huesos uno por uno? – Dijo acercándose mientras tronaba sus nudillos, pero el ver a su amigo tirado bastó para que saliera tras Gianella, haciéndole ésta una zancadilla para que éste cayera de bruces al lado de su compañero de andanzas.- Lárguense. Si los vuelvo a ver cerca de ella no seré tan piadosa. – Les amenazó pisoteándole el tobillo al que seguía consciente, acercándose a la víctima poniendo una rodilla en el piso y extendiéndole una mano para que se levantase.- ¿Te encuentras bien?
Aterrizaron en la azotea de un edificio abandonado y Gianella se quitó la capucha que cubría su cabello negro, buscando mirar a su alrededor sin que la copiosa furia de la naturaleza fuera impedimento para identificar lo que quería. – Esta es la última zona que nos falta. Este, oeste y norte – les dijo mirándoles respectivamente, dando las órdenes sin necesidad de apuntar.- Nos vemos en la Casa – Y con una sonrisa ladina que desapareció nuevamente bajo la capucha, se dividieron como cuatro sombras en la noche parisina.
Mientras la loba revisaba callejón por callejón, la lluvia cesó, dándole a la italiana un respiro que de todas maneras no necesitaba gracias a su licantropía, la cual le brindaba la fortaleza necesaria para sobrevivir un temporal así sin arriesgar su sistema respiratorio de manera mortal. Resopló exprimiéndose los mechones negros al volar por los aires, pero quiso exprimir otra cosa cuando vio lo que menos le gustaba a lo lejos: problemas. Y problemas con niños. Dos hombres forcejeaban con una joven, quitándole lo que parecía ser un collar del bolsillo. La chica había logrado recuperarlo, pero eso le estaba costando una paliza que Gianella no toleró un segundo más. - ¡¡Déjenla, sabandijas!! –Gritó escuchándose claramente gracias al silencio que reinaba, aterrizando para quedar en frente de aquellos hombres que le miraron con desdén, molestos por tener a alguien que fuera testigo de sus fechorías- Pensaba que este temporal se iba a llevar toda la basura de las calles…pero creo que tendré que ayudarle un poco. – Les provocó sonriendo con arrogancia, poniéndose rápidamente en posición de pelea cuando uno de ellos cargó hacia ella, bastando un movimiento al costado y un golpe preciso en la nuca para hacer que el cuerpo cayera antes que la vara, la cual se encargó de romper con un pisotón. - ¿Cómo quieres que te castigue? ¿Rápido como tu amigo? ¿O prefieres que te rompa los huesos uno por uno? – Dijo acercándose mientras tronaba sus nudillos, pero el ver a su amigo tirado bastó para que saliera tras Gianella, haciéndole ésta una zancadilla para que éste cayera de bruces al lado de su compañero de andanzas.- Lárguense. Si los vuelvo a ver cerca de ella no seré tan piadosa. – Les amenazó pisoteándole el tobillo al que seguía consciente, acercándose a la víctima poniendo una rodilla en el piso y extendiéndole una mano para que se levantase.- ¿Te encuentras bien?
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
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Re: Foi dans les miracles [Gianella Massone]
Las plegarias de la joven se vieron interrumpidas en cuanto la voz de una tercera persona irrumpió en el callejón, si bien debido al miedo y al llanto no podía enterarse bien de lo que ocurría a su alrededor de una cosa si pudo percatarse, una mujer estaba interviniendo en su ayuda. Superados ampliamente por la extraña, el asaltante que aún permanecía consciente tomó en hombros a su amigo y se fue del lugar tan rápido como pudo, maldiciendo por lo bajo la inoportuna llegada de aquella mujer, que acababa de privarlos de un suculento botín a nivel económico y de un rato en el que se habrían desfogado con la pobre chiquilla.
"¿Te encuentras bien?" Las palabras de la forastera retumbaban por la mente de Anette, que se encontraba en estado de shock, clavando sus ojos en los de ella. La respiración agitada de la chica solo se veía entrecortada cada vez que pasaba por su cara la manga de su brazo izquierdo para secar sus lágrimas, mientras con el derecho sujetaba con fuerza y pulso tembloroso el collar, aferrandolo contra su pecho. Con temor la bruja se echó hacia atrás, alejándose de la mano extraña, para con gran dificultad y una leve queja de dolor levantarse por si misma, sin dejar en ningún momento el cruce de miradas. Podía ver a través de sus ojos, un aura noble, con alma de justiciera pero...no humana, tenía el alma de las bestias. Anette le había pedido a las ánimas que su sueño se hiciese realidad y por ello ahora tenía frente a ella el lobo. Con cierta desconfianza pero ya algo mas tranquila separó su vista de la de la desconocida, observando el cielo en busca de la luna, no había ningún peligro en ese sentido.
Anette no sabía que hacer ni que decir, miraba en todo momento hacía las entradas al callejón esperando que Gastón o Catherine volviesen de donde fuese que hubiesen ido, pero se encontraba sola, tendría que afrontar este encuentro por si misma. Cada intento de hablar se ahogaba entre sus labios por el pánico que la envolvía, hasta que tras unos largos instantes de silencio tomó el valor suficiente como para hablarle a aquella mujer de pelo negro que estaba frente a ella.
-M..mer..merci beaucoup... - asustada, con cabeza baja, pero sin perder contacto visual la joven guardaba el collar de brillantes de nuevo en el interior de su abrigo. La loba le inspiraba cierta seguridad, a pesar de todo lo que su madre le había enseñado de su raza, historias de muerte, casi siempre tornadas en tragedia con la primera luna llena, sangre, lágrimas y un arrepentimiento que acompañaría a la bestia durante el resto de su extensa vida. Pero si ella estaba ahí por sus plegarias a los espíritus mártires no debería, en teoría, temer el ser atacada nuevamente, el tema la llenaba de confusión, era una situación bastante incomoda e intimidante para ella, si al menos sus amigos estuviesen ahí para decirle que hacer...
- Es..es mio..yo.. - hablaba con dificultad y en un tono bajo - yo...no soy una...ladrona... - Anette decidió hacer caso a lo que Catherine aconsejaría en este tipo de situaciones, ser agradecida ante la ayuda, sería una desconocida si, pero había luchado por ayudarla, eso debía bastar por ahora. La bruja dio un par de pasos al frente, colocándose a escasa distancía de la loba. Sus manos, sus piernas, sus labios temblaban en un vano intento por tomar valor frente a aquella mujer, pero debía saber más sobre ella. - ¿ Qui...quien es...usted..?.
Anette Sebille- Hechicero Clase Baja
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Re: Foi dans les miracles [Gianella Massone]
Su reacción no le extrañó para nada. No todos accedían tan fácil a su ayuda ya fuera por miedo a ella, por orgullo de no querer ser ayudado o porque aún se encontraban en shock por los estresantes momentos anteriores. Por cómo actuaba la chica, la primera y tercera alternativas eran las correctas, así que simplemente le observó para poder dilucidar en algo su comportamiento y así saber cómo tratar con ella. Le había costado muchísimo conseguirlo, pero había aprendido a ser paciente con los jóvenes. Jeanne había sido paciente con ella, y si había logrado canalizar la rabia instintiva de la italiana contra su realidad, ella misma podía con esto.
La joven terminó alejándose de la licántropa para incorporarse por su cuenta, señal inequívoca de la falta de confianza. Pero eso no cambió la expresión serena de su salvadora, quien sí se fijó en aquel collar que parecía tan importante para ella. Prestó atención a cada gesto, a sus dudas y a sus supersticiones –si supiera que podía controlarse en Luna Llena-, y esperó a que las palabras salieran solas, aunque fueran nerviosos balbuceos producto del miedo que significaba estar sola con un desconocido, aún aunque éste le hubiera salvado la vida. Le entendía mejor de lo que pensaba, aunque ella había expresado su miedo por años por medio de reacciones agresivas y orgullosas.
Su voz baja y temblorosa no fue problema debido a su finísimo oído, y su excusa tampoco. De hecho sonrió por ello y por el atrevimiento, apreciando el valor que costaba sacar en momentos así; después de todo el ser valiente no es no tener temores, sino ser capaz de enfrentarlos. Negó con la cabeza restándole importancia a lo que asumía creía la chica, y sonrió quedándose en cuclillas – Tranquila, no te juzgaré por algo de lo que no sé. Y no creo que seas una ladrona.– dijo refiriéndose a si en verdad el collar era suyo, o si lo había “tomado prestado sin permiso”. Le daba igual a menos que se lo hubiera quitado a un pobre, lo que era muy poco probable aunque posible - ¿Yo? Me llamo Gianella, y vivo aquí en la Corte. Vi que estabas en problemas así que me uní a la fiesta – bromeó tratando de aligerar el ambiente, y continué desconociendo si había conseguido mi objetivo.- ¿Tú cómo te llamas? – le preguntó con la tranquilidad que había tenido durante todo el rato anterior, y con la paciencia de quien ha vivido mucho tiempo en esa realidad.
La joven terminó alejándose de la licántropa para incorporarse por su cuenta, señal inequívoca de la falta de confianza. Pero eso no cambió la expresión serena de su salvadora, quien sí se fijó en aquel collar que parecía tan importante para ella. Prestó atención a cada gesto, a sus dudas y a sus supersticiones –si supiera que podía controlarse en Luna Llena-, y esperó a que las palabras salieran solas, aunque fueran nerviosos balbuceos producto del miedo que significaba estar sola con un desconocido, aún aunque éste le hubiera salvado la vida. Le entendía mejor de lo que pensaba, aunque ella había expresado su miedo por años por medio de reacciones agresivas y orgullosas.
Su voz baja y temblorosa no fue problema debido a su finísimo oído, y su excusa tampoco. De hecho sonrió por ello y por el atrevimiento, apreciando el valor que costaba sacar en momentos así; después de todo el ser valiente no es no tener temores, sino ser capaz de enfrentarlos. Negó con la cabeza restándole importancia a lo que asumía creía la chica, y sonrió quedándose en cuclillas – Tranquila, no te juzgaré por algo de lo que no sé. Y no creo que seas una ladrona.– dijo refiriéndose a si en verdad el collar era suyo, o si lo había “tomado prestado sin permiso”. Le daba igual a menos que se lo hubiera quitado a un pobre, lo que era muy poco probable aunque posible - ¿Yo? Me llamo Gianella, y vivo aquí en la Corte. Vi que estabas en problemas así que me uní a la fiesta – bromeó tratando de aligerar el ambiente, y continué desconociendo si había conseguido mi objetivo.- ¿Tú cómo te llamas? – le preguntó con la tranquilidad que había tenido durante todo el rato anterior, y con la paciencia de quien ha vivido mucho tiempo en esa realidad.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
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Re: Foi dans les miracles [Gianella Massone]
"Gianella", se repetía una y otra vez en su mente, a la par que su rostro mostraba una leve sonrisa agotada y una expresión cargada de sarcasmo, era cuanto menos curioso ver como de momento todo lo que había arruinado o tratado de arruinar su vida era francés y lo extranjero se presentaba como un ángel salvador en busca de rescatarla..."Gianella", se repetía una vez más sin dejar de observarla, un nombre italiano, un país del que desconocía demasiado, tan solo había escuchado un par de cosas sobre sus habitantes, como que los hombres eran unos seductores, que sus ciudadanos eran muy ruidosos y por lo general gesticulaban mucho, o que las madres mantenían una relación posesiva y de cuidado continuo hacia sus hijos tuviesen la edad que tuviesen, esos y sin duda, una larga lista de lo que serían tópicos, por lo que en realidad había que hacerle el menor caso posible.
Dio un paso al frente, tras un largo suspiro que aprovechó para tomar las fuerzas necesarias, lentamente, con la cabeza cargada de dudas, y repasando de forma casi maniática todo lo que había pasado, todo lo que había oído, llegó hasta una distancia corta, de haberlo querido la licántropa hubiese podido coger a la bruja en cualquier momento, y aunque la distancia entre ambas hubiese sido mayor, de nada hubiese servido, la cazadora hubiese terminado con la presa en sus manos. - A..Anette - contestaba con los ojos puestos sobres los de Gianella, si bien lo hacía porque desde chica le habían enseñado que era la forma mas educada de dirigirse a las personas en una conversación, los modales no servían en la calle, había aprendido que los ojos son el espejo del alma, y estos podían conversar y decir mucho acerca del locutor frente a ella.
-En la Corte de los Milagros...nadie ayuda a nadie - comentó repitiendo las palabras que el asaltante le había dicho, y además añadió - No gratis - la bruja, influenciada por la seguridad que le brindaba la compañía de la licantropa y seguramente envalentonada por el hecho de empatizar con aquella mujer y sentir su convicción y calma, se atrevía a tratar con ella con mucha mas seguridad de la que tendría con cualquier otro extraño - ¿Que quiere de mi ?...no...no tengo nada que fuese capaz de darle antes que mi vida - dijo haciendo referencia al collar que ocupaba nuevamente el bolsillo interno de su abrigo - solo soy un poco de basura...que aún no ha sido arrastrada por el temporal - parafraseó la expresión que la propia extraña había utilizado momentos antes para definirse a si misma, a su concepto de si misma, sonrió levemente de forma triste y suspiró, no recordaba la ultima vez en la que había hablado tanto con alguien que no fuese Gastón o Catherine, bueno...si, pero eso había pasado hace años, y en lugar de tratase de un callejón infernal en la zona mas deplorable de París fue en Versailles. Aquella seguridad que le inspiraba la extraña le hacía sentir en cierta medida incomoda, esa confianza, esa tranquilidad de que no podía pasar nada malo, aquella no era Anette, ¿ o si ?, no, no era la Anette actual, la que llevaba años sobreviviendo. Una parte de la bruja estaba encantada con sentir las emociones que únicamente hasta ahora le había transmitido aquella salvadora, pero la otra parte, deseaba huir de aquello que representaba algo nuevo, extraño, algo que no iba con ella.
Anette Sebille- Hechicero Clase Baja
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Re: Foi dans les miracles [Gianella Massone]
Al ver que la joven buscó su mirada al presentarse no dudó en complacerla correspondiendo con sus ojos azules, teniendo una idea de lo que quería lograr con ese contacto lejano pero a la vez intenso: buscaba la verdad en sus propias palabras y acciones, además de “vigilarla” en caso de que intentase algo más; pero ese tipo de planes estaban completamente descartados por cómo era la italiana. Recordó a Emerick y cómo él se ganó su confianza y amistad en un callejón hace largo tiempo atrás, sonriendo un tanto nostálgica por el no verlo por tanto tiempo. Había bastado una mirada fija e introspectiva para descubrir su nobleza y justicia interior, y para considerarlo uno de sus más grandes aliados con una amistad construida entre charlas nocturnas con cerveza en mano.
Annette se mostraba progresivamente más segura de sí misma al conversar con ella, pero sus palabras reflejaban lo contrario todavía, y no le culpaba de ello en absoluto. Ladeó la cabeza sutilmente por el poco valor que la chica mostraba sentir por sí misma, controlando las ganas de abrazarle contra su pecho y consolarle a su manera. Debía ser cautelosa si quería “salvarla”, ya que el obligarle era el peor método. Todos terminaban cediendo de forma natural, y en sus intenciones estaba el que aquel caso no fuera la excepción a la regla. Pensó un poco en qué decir, y cuando tuvo todo en su cabeza posó una mano en la ajena, haciendo una suave caricia que no buscaba incomodarla, sino todo lo contrario: acercarle un poco más.
- ¿No crees que lo que te dijeron esos tipos no debería tener valor? Después de lo que intentaron hacerte. – Comentó sin tono alguno de regaño, sino de conciliación. Su sonrisa desapareció un momento para decir un par de verdades como era su costumbre – La sociedad, los ricos nos consideran como la peor de las basuras, como escoria que no debería estar viva porque somos un estorbo, a excepción de cuando les conviene tenernos como mano de obra barata. – Era doloroso, pero no era una mentira. Había escuchado discursos discriminatorios hasta el cansancio a lo largo de su labor a favor de los desvalidos – Sin embargo, ¿Sabes qué? Ellos son la verdadera basura. Y te contaré el por qué. – Dijo apoyando ambas manos en sus hombros, buscando inspirarle cercanía – Porque ellos no tienen el coraje que tenemos nosotros. No tienen el espíritu de perseverancia que nosotros sí tenemos. Dicen ser nobles, pero el verdadero noble es el que es generoso y honrado. Es la calidad que tú, yo y todos tenemos en nuestros corazones. – Se apuntó el pecho con el pulgar, hablando con un orgullo tal que sus ojos azules parecieron brillar un poco.- Ellos no tienen la fortaleza para luchar en la adversidad como nosotros sí hacemos. – Se pausó un poco esperando que asimilara sus palabras, y luego continuó.- No busco nada material a cambio. Lo único que quiero es tu felicidad, y la de los pobres y desamparados. – Dijo incorporándose, haciendo girar un poco su cabeza tronando su cuello.- Dirijo una posada al norte de aquí. ¿Te gustaría venir? Podrás darte un baño, te daremos ropa nueva y comida, y una habitación para que descanses. – Le extendió su mano derecha, inclinándose por la diferencia de alturas – Y si te niegas me quedaré aquí contigo hasta que aceptes. – Bromeó con una sonrisa radiante, esa que hacía que todos percibieran a Gianella como alguien especial. - No pido nada más que tu felicidad a cambio.
Annette se mostraba progresivamente más segura de sí misma al conversar con ella, pero sus palabras reflejaban lo contrario todavía, y no le culpaba de ello en absoluto. Ladeó la cabeza sutilmente por el poco valor que la chica mostraba sentir por sí misma, controlando las ganas de abrazarle contra su pecho y consolarle a su manera. Debía ser cautelosa si quería “salvarla”, ya que el obligarle era el peor método. Todos terminaban cediendo de forma natural, y en sus intenciones estaba el que aquel caso no fuera la excepción a la regla. Pensó un poco en qué decir, y cuando tuvo todo en su cabeza posó una mano en la ajena, haciendo una suave caricia que no buscaba incomodarla, sino todo lo contrario: acercarle un poco más.
- ¿No crees que lo que te dijeron esos tipos no debería tener valor? Después de lo que intentaron hacerte. – Comentó sin tono alguno de regaño, sino de conciliación. Su sonrisa desapareció un momento para decir un par de verdades como era su costumbre – La sociedad, los ricos nos consideran como la peor de las basuras, como escoria que no debería estar viva porque somos un estorbo, a excepción de cuando les conviene tenernos como mano de obra barata. – Era doloroso, pero no era una mentira. Había escuchado discursos discriminatorios hasta el cansancio a lo largo de su labor a favor de los desvalidos – Sin embargo, ¿Sabes qué? Ellos son la verdadera basura. Y te contaré el por qué. – Dijo apoyando ambas manos en sus hombros, buscando inspirarle cercanía – Porque ellos no tienen el coraje que tenemos nosotros. No tienen el espíritu de perseverancia que nosotros sí tenemos. Dicen ser nobles, pero el verdadero noble es el que es generoso y honrado. Es la calidad que tú, yo y todos tenemos en nuestros corazones. – Se apuntó el pecho con el pulgar, hablando con un orgullo tal que sus ojos azules parecieron brillar un poco.- Ellos no tienen la fortaleza para luchar en la adversidad como nosotros sí hacemos. – Se pausó un poco esperando que asimilara sus palabras, y luego continuó.- No busco nada material a cambio. Lo único que quiero es tu felicidad, y la de los pobres y desamparados. – Dijo incorporándose, haciendo girar un poco su cabeza tronando su cuello.- Dirijo una posada al norte de aquí. ¿Te gustaría venir? Podrás darte un baño, te daremos ropa nueva y comida, y una habitación para que descanses. – Le extendió su mano derecha, inclinándose por la diferencia de alturas – Y si te niegas me quedaré aquí contigo hasta que aceptes. – Bromeó con una sonrisa radiante, esa que hacía que todos percibieran a Gianella como alguien especial. - No pido nada más que tu felicidad a cambio.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
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Re: Foi dans les miracles [Gianella Massone]
Anette cambiaba progresivamente su expresión conforme continuaban las palabras de Gianella, tornándose poco a poco en una clara muestra de enfado, no podía estar mas en contra de lo que acababa de decir la licántropa. Agachó la mirada contra el suelo, dando un paso hacía atrás, agitando su respiración y mascullando algo incomprensible incluso para ella misma. Tenía ganas de gritar, explotar, expresarse a pleno pulmón, pero no se atrevía, aunque tranquila a su lado, la presencia de aquella mujer la intimidaba demasiado, como cualquier otro extraño hacía.
-Házlo - escuchó en su mente la voz de Gastón - cantale las cuarenta a ese monstruo, di lo que piensas - la bruja pensaba, bloqueada, era cierto, ese sería un consejo habitual de su fiel amigo, pero no era capaz de pensar lo que le diría Catherine y en parte no le importaba ahora mismo, quería dar su opinión. Dio un paso al frente, recuperando así el perdido instantes atrás, y tomó aliento, para a continuación señalar durante un breve instante a Gianella, para rápidamente cerrar el puño, no había sido educada formalmente para señalar de forma vulgar, sería de mala educación. Con una postura erguida, luchando contra el dolor del cuerpo y el cansancio, desafió con la mirada a la loba, y aprovechó el enfado y el valor que sentía frente a esa extraña para plantarle cara, aunque eso sí, sin ser capaz de alzar demasiado la voz ni parecer agresiva, pues en el fondo, le aterraba lo que estaba a punto de hacer.
-Se equivoca...en todo...- apretó sus puños con fuerza - sus palabras solo muestran lo que han vivido...lo que he vivido, si estaban dispuestos a hacerme eso sería porque su vida fue mas dura que la mía...así que no les juzgo... - dejó de hablar tras eso unos segundos, no le gustaba estar hablando tan seguido, era algo a lo que no acostumbraba, tras una leve pausa continuó - Madre decía...que cuando juzgas a otro, no le estas definiendo, te defines a ti misma - comentó en voz baja, pero capaz de ser escuchada por Gianella. Los ojos de la bruja empezaron a empañarse por las lágrimas y un hilo de las mismas comenzó a caer por una de sus mejillas sonrojadas por el frió y el frenesí reciente del asalto. Basura, basura, basura...los ricos son basura, repetía en su mente mientras que lo único que salia por sus labios no eran mas que sollozos. Vinieron a su cabeza imágenes del pasado, tiempos de alegría en los que disfrutaba corriendo por los infinitos jardines del Palacio de Versailles, conversaciones con la gente a la que amaba, con los amigos con los que jugaba, llorar, llorar de la risa entre pasteles de fresas, ¿ aquello era basura ?, ¿ ellos no tenían coraje ?, permanecieron hasta el final junto a Su Majestad, que se enfrentó sin resistencia a la muerte, convencido de su inocencia. Su esposa, su crimen fue estar a su lado, amarle, darle hijos, darles cariño, afecto, protección. Madre...era honrada, buscaba lo mejor para el Rey, para que este diese lo mejor al pueblo, tuvo un inigualable espíritu de perseverancía, quedándose hasta el ultimo instante con la realeza, buscando poder arreglar las cosas, acabando de igual forma que ellos. Aquello no era basura, esa vida, esa gente, le daba la calidez de la que presumía Gianella que los ricos carecían, una calidez que en teoría solo se encontraba en los pobres, los mismos que durante años, habían ignorado, perseguido, golpeado e insultado a la bruja. No, la basura se encontraba en los corazones de cualquier persona, rico, pobre, daba igual, solo un alma podrida, llena de prejuicios y de odio merecía llamarse basura, y catalogar a la gente sin saber nada de ella, decía mucho de su salvadora.
-¡No tiene derecho a hablar así de ellos! - alzó esta vez si, la voz, entre un gran llanto - muchos han tratado de hacer lo mejor para la gente...y se les ha castigado por ello - con profundo pesar tapó su rostro con la manga del abrigo, buscando secarse las lágrimas - Dice que quiere la felicidad de pobres y desamparados, pero seguro que nunca ha tratado de ayudar a quienes me atacaron, y en lugar de pararlos, hablar con ellos, y tratar de comprenderles, les atacó y se los quitó de encima como a animales salvajes, luego insulta y duda del valor de personas que ni conoce...usted es basura. - concluyó con gran dificultad, sintiendo el mas absoluto de los alivios, era posiblemente la primera vez en años que era capaz de hacerle frente a alguien y hablarle con completa seguridad, no estaba segura de cual era el motivo, pero aquella extraña le transmitía la confianza suficiente para hacerlo. Se sentó en el suelo, con sus fuerzas flaqueando, respirando ahora con mayor tranquilidad, dejando que su agitamiento se volviese serenidad, dejando su cara seca de lágrimas, mas sus ojos, aun enrojecidos y encharcados, miraban con cierta pena hacía el infinito - No le tendría que haber llamado - dijo en voz baja, arrepentida, por desear a los espíritus aquel encuentro, causa del miedo que había sentido en el momento, ella no quería usar su magia en contra de nadie, solo quería usarla para poder vivir en paz, no quería dañar a nadie. Para colmo, la mas dañada había sido ella, física y emocionalmente - No le tendría que haber llamado...
Anette Sebille- Hechicero Clase Baja
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