AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Joyas azules son tus ojos...[Nicolas]
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Joyas azules son tus ojos...[Nicolas]
Hoy era una noche en la que todo el mundo dormía sobre unos colchones improvisados de plumas, pero alguien no descansaba esa noche, no, ella seguía mirando las estrellas con cierta concentración, viéndolas fijamente en el firmamento pues últimamente las observaba mucho y se iba tarde a dormir. Aquella noche, sentía que era diferente a muchas otras. No supo decir, no supo explicar porque esa sensación. Dígale a las estrellas el porqué de esta eterna intriga al que su corazón se desvive cada día. Solo pensaba en aquellos tiempos encerrada en la jaula, un escalofrió le recorrió la piel de arriba abajo. No quería, ella por más que pudiera, no podría acercarse a más de medio metro de una cárcel, gracias a Dios. No iría nunca a una, ni lo probaría. Aquella señal de tela roja que rodeaba la fina curva de su muñeca derecha estaba aun presente, marcando algún pasado que apenas recordaba. Con catorce años fue salvada por un hombre de cabellos rubios y ojos azules. Suspiro en el sitio con suma tranquilidad y miro a ambos lados, observando el placer de la naturaleza a su alrededor.
Sintió algo húmedo sobre sus mejillas, rápidamente tapo con su manto de lino su pálida cara. Estaba lloviendo. Rápidamente se fue corriendo a su carpa, cubriéndose con cuidado de la ridícula lluvia que caía, pero poco a poco, la cual fue aumentando poco a poco, progresivamente de intensidad hasta conseguir hacer un ruido sonoro y bastante estrepitoso. Un ruido retumbo en la pineda. Cerca estaría, pues pudo escuchar un par de truenos tronar nuevamente y de mayor nivel de sonido.-¡Buaa!-Un niño atrapo la atención de Elvyne, ella le miro a los ojos y sin más pensárselo, cogió al niño de dos años en brazos-¡Fae!-Dijo el niño entre lloros y mas lloros. Ella se dio prisa para cobijarse con el niño de nuevo bajo su carpa, su madre estaría buscándolo o ni eso, pues no vio a ninguna mujer correr tras el niño.
Vio bajo la carpa como la lluvia cesaba lentamente, dejando en el ambiente un aroma fresco y a la vez daba gusto estar ahí. Ahora eso sí, todo estaba vacío, sin nada que hacer ni ver, tan solo barro reciente y tierra verde húmeda. Vaya por dios, miro a todos lados, el niño aun en sus brazos y ella, estaban empapados, como dos hojas de eucalipto. Bueno, en realidad ahora tenía los pelos empapados, el niño tenía el pelo revuelto y de color azabache. Con una sonrisa, le bajo de sus brazos hasta ponerlo de pie junto a ella, le seco con trozo enorme de sabana y después le rodeó su pequeño cuerpo con delicadeza. Poso un beso sobre la frente del niño y este se acurruco en sus piernas. Que ricura, pero ¿Quién había llegado nuevamente al campamento? Escuche un grito de ayuda, no mire. Alguien presto algo al recién llegado. Tampoco miró. Alguien estornudo, no fue Elvyne, no fue el niño y en ese momento miró.
Miro con cierto anhelo a aquel hombre que era cubierto por mantas secas por su fornido cuerpo. Era rubio, de ojos azules como dos joyas de escaparate. Ladeo el rostro y frunció el ceño, no, sus poderes florecían, sentía dolor, anhelo, dolor, anhelo, cariño, calidez...ternura, alguna pizca de dolor volvió a sentir, pero era en algún recuerdo que estaba difuso. Solo tenía catorce años para entonces, díselo, ¿qué siente ahora Elvyne? Mirando al hombre rubio su corazón... ¿Acaso si recordaba y ella no? ¿Qué estaba pasando? Fuera, ella quería estar lejos de aquella persona, basta... ¿era él? La dejo sin poder decir nada, pero quizás se estuviera equivocando, sin más y como siempre, ella querría que fuera él, pero no era, o al menos cambio durante el tiempo en el que, ella no vio su presencia. Había pasado muchísimo tiempo, dos años, aunque bueno, tampoco eran tantos, pero si los suficientes como para cambiar y dar un giro de 180 grados.
Sintió algo húmedo sobre sus mejillas, rápidamente tapo con su manto de lino su pálida cara. Estaba lloviendo. Rápidamente se fue corriendo a su carpa, cubriéndose con cuidado de la ridícula lluvia que caía, pero poco a poco, la cual fue aumentando poco a poco, progresivamente de intensidad hasta conseguir hacer un ruido sonoro y bastante estrepitoso. Un ruido retumbo en la pineda. Cerca estaría, pues pudo escuchar un par de truenos tronar nuevamente y de mayor nivel de sonido.-¡Buaa!-Un niño atrapo la atención de Elvyne, ella le miro a los ojos y sin más pensárselo, cogió al niño de dos años en brazos-¡Fae!-Dijo el niño entre lloros y mas lloros. Ella se dio prisa para cobijarse con el niño de nuevo bajo su carpa, su madre estaría buscándolo o ni eso, pues no vio a ninguna mujer correr tras el niño.
Vio bajo la carpa como la lluvia cesaba lentamente, dejando en el ambiente un aroma fresco y a la vez daba gusto estar ahí. Ahora eso sí, todo estaba vacío, sin nada que hacer ni ver, tan solo barro reciente y tierra verde húmeda. Vaya por dios, miro a todos lados, el niño aun en sus brazos y ella, estaban empapados, como dos hojas de eucalipto. Bueno, en realidad ahora tenía los pelos empapados, el niño tenía el pelo revuelto y de color azabache. Con una sonrisa, le bajo de sus brazos hasta ponerlo de pie junto a ella, le seco con trozo enorme de sabana y después le rodeó su pequeño cuerpo con delicadeza. Poso un beso sobre la frente del niño y este se acurruco en sus piernas. Que ricura, pero ¿Quién había llegado nuevamente al campamento? Escuche un grito de ayuda, no mire. Alguien presto algo al recién llegado. Tampoco miró. Alguien estornudo, no fue Elvyne, no fue el niño y en ese momento miró.
Miro con cierto anhelo a aquel hombre que era cubierto por mantas secas por su fornido cuerpo. Era rubio, de ojos azules como dos joyas de escaparate. Ladeo el rostro y frunció el ceño, no, sus poderes florecían, sentía dolor, anhelo, dolor, anhelo, cariño, calidez...ternura, alguna pizca de dolor volvió a sentir, pero era en algún recuerdo que estaba difuso. Solo tenía catorce años para entonces, díselo, ¿qué siente ahora Elvyne? Mirando al hombre rubio su corazón... ¿Acaso si recordaba y ella no? ¿Qué estaba pasando? Fuera, ella quería estar lejos de aquella persona, basta... ¿era él? La dejo sin poder decir nada, pero quizás se estuviera equivocando, sin más y como siempre, ella querría que fuera él, pero no era, o al menos cambio durante el tiempo en el que, ella no vio su presencia. Había pasado muchísimo tiempo, dos años, aunque bueno, tampoco eran tantos, pero si los suficientes como para cambiar y dar un giro de 180 grados.
Invitado- Invitado
Re: Joyas azules son tus ojos...[Nicolas]
Un rostro era cubierto por la amargura, postrado en los arboles de la magia negra, su alma estaba ausente mientras su cuerpo daba aviso de su existencia en ese lugar, su alma era traspasada en un deseo profundamente anhelado. ¡Buscar la muerte! Tocarla de nuevo, tener en ese instante la esperanza de sentir la vida. Aun estaba completamente solo, un vacio por dentro donde se podía sentir el odio, el rencor la muerte deseada. La capucha cubría su rostro, ¡Por que esconde el rostro! Siempre ha sentido una pasión por dejar el manto de la muerte en su cuerpo, posar la negrura que le apasiona mientras se da un momento en pensar que todo es como lo desea. Pero esa noche el estaba muriendo. Estaba muriendo de verdad. Llevaba ya dos días sin alimentarse, sin dejar que su cuerpo pida tal atracción donde delirar al beber de la sangre de niños.
Esa era ahora un sueño. Hacer otra obra donde él es el personaje principal y solo él será la trama. Perfecto podría ser pero no solo era eso, El violinista malcriado s aferraba a desaparecer por completo donde todo quede en un olvido que nadie buscara ni sabrá que existió. El aire era el consuelo, estaba completamente desquiciada, ya estaba perdiendo toda razón alguna si es que algún día la tuvo. Ambas manos apretaron su cabeza, haciendo el movimiento de negación consecutivamente, un grito silencioso daba, su cuerpo estaba siendo desgarrado en los más profundo, cerrando los ojos, Algo que no debió hacer. Pues la ira le ha invadido recordó cuando le cortaron las manos y ahí pego el grito del dolor ahogado. Acompañado de los truenos del viento, el cielo estaba destrozándose por la melancolía de este demente. El diablo estaba siendo transformado, estaba que hervía, el fuego se sentía en sus ojos guardando todo dolor, ¡Que hizo! Que al abrir sus ojos mostraba toda soledad, todo se invadía de una tristeza sublime.
El mundo se estaba desplomando, empezando a llover y el violinista se levanto comenzando a levitar a su lecho de muerte, pero la lluvia parecía tener un vago secreto de ternura cuando le sentía caer sobre su capa, algo de somnolencia resignada y amable sentía, eso detesto que comenzó una batalla contra la lluvia, contra el agua que rozaba en su presencia, la maldita y hermosa lluvia le brindaba una música humilde que despertaba, que le hacía vibrar el alma dormida del paisaje, y ahí admiro un brezar azul que recibía la tierra, un mito primitivo que vuelve a realizarse siendo ya el contacto ya frio de cielo y tierra, es la horrible aurora del fruto, avanzaba y era llevado alado de los espíritus de los mares.
¿Qué? la lluvia le decía que era hora de derramar vida sobre las sementeras, y esta alma tristeza de que no sabe que está dando el último aliento de la inmortalidad, la nostalgia terrible de una vida perdida se encontraran ¿A quién van a culpar! Al violinista que ha perdido sus melodías, la ilusión inquieta de un mañana imposible, con la inquietud cercana de dolor de la carne, el amor se despierta en el gris de su ritmo, su cielo interior tiene un triunfo de sangre, pero el optimismo se convierte en tristeza, al contemplar las gotas muertas en los ojos de este.
El manjar estaba puesto, aquella mujer. ¡Risas, y risas vulgares! Le habían llevado hacia el área de gitanos, ¿Por qué aquí? Un lugar donde podía perder la cabeza bailando, y ahí al verle el rostro pudo notar como dejaba las heridas de diamante, el poeta del agua que ha visto y que medita ese rostro. El mismo tiempo le ha puesto en sus manos la misma mujer que había visto hace como dos años o más. El destino quería que la matara, que terminara el trabajo que interrumpí por cuestiones de pasión.
Oh lluvia silenciosa sin tormentas ni vientos, dejar que mi muerte prosiga, no interrumpas. ¡Acaso no deseas que muera! Maldita sea la sangre se podía distinguir los lejos ¡Niño! Hermoso niño que me brindaba, el espectro que era seguía su rastro hasta adentrarse a la carpa de la gitana, no presto atención en su mirada en el, solo miraba al niño con los ojos sedientos.
Sus manos se posaron al niño para cargar al niño pero se detuvo, quería morir solo era cuestión de una noche más para quedar al fin muerto realmente, y desvió la mirada hacia la gitana- Sabe que la lluvia me ha traído hasta aquí-decía con la sequedad de sus palabras.- Aun sigue viva-descaradamente le decía mientras seguía cubierto por la capa, no deseaba que reluciera su debilidad ene se instante.
Esa era ahora un sueño. Hacer otra obra donde él es el personaje principal y solo él será la trama. Perfecto podría ser pero no solo era eso, El violinista malcriado s aferraba a desaparecer por completo donde todo quede en un olvido que nadie buscara ni sabrá que existió. El aire era el consuelo, estaba completamente desquiciada, ya estaba perdiendo toda razón alguna si es que algún día la tuvo. Ambas manos apretaron su cabeza, haciendo el movimiento de negación consecutivamente, un grito silencioso daba, su cuerpo estaba siendo desgarrado en los más profundo, cerrando los ojos, Algo que no debió hacer. Pues la ira le ha invadido recordó cuando le cortaron las manos y ahí pego el grito del dolor ahogado. Acompañado de los truenos del viento, el cielo estaba destrozándose por la melancolía de este demente. El diablo estaba siendo transformado, estaba que hervía, el fuego se sentía en sus ojos guardando todo dolor, ¡Que hizo! Que al abrir sus ojos mostraba toda soledad, todo se invadía de una tristeza sublime.
El mundo se estaba desplomando, empezando a llover y el violinista se levanto comenzando a levitar a su lecho de muerte, pero la lluvia parecía tener un vago secreto de ternura cuando le sentía caer sobre su capa, algo de somnolencia resignada y amable sentía, eso detesto que comenzó una batalla contra la lluvia, contra el agua que rozaba en su presencia, la maldita y hermosa lluvia le brindaba una música humilde que despertaba, que le hacía vibrar el alma dormida del paisaje, y ahí admiro un brezar azul que recibía la tierra, un mito primitivo que vuelve a realizarse siendo ya el contacto ya frio de cielo y tierra, es la horrible aurora del fruto, avanzaba y era llevado alado de los espíritus de los mares.
¿Qué? la lluvia le decía que era hora de derramar vida sobre las sementeras, y esta alma tristeza de que no sabe que está dando el último aliento de la inmortalidad, la nostalgia terrible de una vida perdida se encontraran ¿A quién van a culpar! Al violinista que ha perdido sus melodías, la ilusión inquieta de un mañana imposible, con la inquietud cercana de dolor de la carne, el amor se despierta en el gris de su ritmo, su cielo interior tiene un triunfo de sangre, pero el optimismo se convierte en tristeza, al contemplar las gotas muertas en los ojos de este.
El manjar estaba puesto, aquella mujer. ¡Risas, y risas vulgares! Le habían llevado hacia el área de gitanos, ¿Por qué aquí? Un lugar donde podía perder la cabeza bailando, y ahí al verle el rostro pudo notar como dejaba las heridas de diamante, el poeta del agua que ha visto y que medita ese rostro. El mismo tiempo le ha puesto en sus manos la misma mujer que había visto hace como dos años o más. El destino quería que la matara, que terminara el trabajo que interrumpí por cuestiones de pasión.
Oh lluvia silenciosa sin tormentas ni vientos, dejar que mi muerte prosiga, no interrumpas. ¡Acaso no deseas que muera! Maldita sea la sangre se podía distinguir los lejos ¡Niño! Hermoso niño que me brindaba, el espectro que era seguía su rastro hasta adentrarse a la carpa de la gitana, no presto atención en su mirada en el, solo miraba al niño con los ojos sedientos.
Sus manos se posaron al niño para cargar al niño pero se detuvo, quería morir solo era cuestión de una noche más para quedar al fin muerto realmente, y desvió la mirada hacia la gitana- Sabe que la lluvia me ha traído hasta aquí-decía con la sequedad de sus palabras.- Aun sigue viva-descaradamente le decía mientras seguía cubierto por la capa, no deseaba que reluciera su debilidad ene se instante.
Nicolás D' Lenfent- Vampiro/Realeza [Admin]
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Fecha de inscripción : 23/11/2010
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Re: Joyas azules son tus ojos...[Nicolas]
Ladea el rostro inocentemente para que después aquellas hebras claras de su cabeza, cayeran en cascada, ocultando la mitad de aquella mirada celeste. El niño se había metido dentro de la carpa, lejos del señor que pretendía cargarlo a su pecho y ella seguía parada observando con asombro el físico de un hombre oculto por el misterio de hace unos años. Había sido él quien la libero de su cruz temprana, de que la muerte se convirtiese en su aliada más próxima que a sus recientes amistades dentro del campamento. Era de noche, fría que alimentaba con augurios silenciosos el sabor de cuerpos inquietos. Ella se había preguntado muchas veces el porqué de aquella repentina ida que tuvo hace dos años o tres, había perdido la cuenta, tan solo que jamás había vuelto a saber de él hasta ahora. Algo en su mente podía verse alguna confusión, si ella lo sentía en su cuerpo, en cada poro de su piel, podría sentir cuando la había dejado con la palabra en la boca y él, con uno de sus pálidos y fríos dedos que se posaron sobre sus labios, la callo para que no preguntase o pudiera decir protesta alguna.
Dirigió sus pasos escurridizos de aquel que se ocultaba bajo una capa oscura, negra como la noche y estuvo al lado del niño para seguir calentándole el cuerpo, que anteriormente se había visto amenazado por la gélida lluvia de otoño. De nuevo sus pasos se movieron en círculos, cuidando que su mirada no se cruzase en torno a los azules de aquel ser. ¿Serian azules como los que vio llenos de silencio y agonía? ¿Sería aquella persona que la dejo, pero la salvo de la muerte? Decidió finalmente acercarse y en su cuerpo podía sentir que era él, pero como lo sentía su cuerpo. Pensó una vez que se quedo al lado de la capa negra que le cubría por completo-Oye...escuchad...-Dijo paciente ante el siguiente acto principal del hombre que la conocía y ella a él...no...¿O sí? Su mente parecía no querer pensar en aquella noche en la que fue rescatada, lo recordaba no del todo, pero imágenes difusas aparecían entorno a su paz interior. Escucho las palabras toscas de aquel encapuchado “Aun sigue viva” “La lluvia....” Era cierto que el agua es poderosa, puede traer recuerdos por caminos diferentes, revueltos con mareas de lagrimas, de dolor o felicidad, ¿Qué había sido para Elvyne entonces?
Claro que seguía viva, aun, ni siquiera la muerte la quería consigo misma. Era tan desdichada, que solamente los niños la querían, para que les contase cuentos infantiles y pudiesen imaginarse un mundo diferente a la rebelión que en estos momentos estaba aconteciendo en todo París. Miraba aun con ojos fijos a aquel caballero encapuchado, tan valiente fue, que enseguida le arrastro la capucha fuera de su misterio, quería ver si de verdad era el mismo, podría ser un gallan intentando de engañarla, pero lo que vio en aquellos ojos, fue aquel brillo especial que tanta atención concentro para entonces. El viento, tendría que haber sido el viento para que pudiera traerlo de vuelta a sus pies, a su lado. El mensaje que pudiera haber enviado, él podría haberlo captado a través de los fuertes ventiscas que acariciaban de vez en cuando cada rincón de cada bosque, de Bélgica, de París, de Escocia, da igual de donde mandara el mensaje, el viento era siempre una buena portadora para traer el mensaje a ella y de vuelta a él.
Estaba delante de él, estudiándolo con esmero, era él, ahora estaba segura de ello y la sonrisa que esperaba sacar con cierta debilidad, la saco con entusiasmo-¿Vos sois quien creo que sois?-Había salido temerosa aquel tono de voz, pero nunca había que fijarse. Ella le había conocido tiempo atrás, él la salvo, pero enseguida se fue, sin tiempo para poder mantener una charla amena. No sabía si tenía hermanos gemelos que pudieran haber copiado las frases pensadas del otro, o simplemente era el mismo en persona. Emoción desbordante no aparecía en su entusiasmo. Temía por que fuera alguien a quien no se esperaba-La cautela me ayuda a preguntaros que... ¿Qué ocurría para cuando me visteis por primera vez?-No era desconfianza pudo notar en sí misma, si no la cautela era siempre buena aliada para casos en los que la emoción siempre era el comienzo de una disculpa por el mero error de haberse equivocado de persona.
Parecía estar temiendo, lo peor esa chica de ojos azules que se llamaba Elvyne. Ella no solía tener miedo, pero ya tiempo en días atrás, una nueva persona conoció la cual también sabía su nombre. Quizás alguien que la abrazo así, podía ser alguien que no conocía y no la conocía.
Dirigió sus pasos escurridizos de aquel que se ocultaba bajo una capa oscura, negra como la noche y estuvo al lado del niño para seguir calentándole el cuerpo, que anteriormente se había visto amenazado por la gélida lluvia de otoño. De nuevo sus pasos se movieron en círculos, cuidando que su mirada no se cruzase en torno a los azules de aquel ser. ¿Serian azules como los que vio llenos de silencio y agonía? ¿Sería aquella persona que la dejo, pero la salvo de la muerte? Decidió finalmente acercarse y en su cuerpo podía sentir que era él, pero como lo sentía su cuerpo. Pensó una vez que se quedo al lado de la capa negra que le cubría por completo-Oye...escuchad...-Dijo paciente ante el siguiente acto principal del hombre que la conocía y ella a él...no...¿O sí? Su mente parecía no querer pensar en aquella noche en la que fue rescatada, lo recordaba no del todo, pero imágenes difusas aparecían entorno a su paz interior. Escucho las palabras toscas de aquel encapuchado “Aun sigue viva” “La lluvia....” Era cierto que el agua es poderosa, puede traer recuerdos por caminos diferentes, revueltos con mareas de lagrimas, de dolor o felicidad, ¿Qué había sido para Elvyne entonces?
Claro que seguía viva, aun, ni siquiera la muerte la quería consigo misma. Era tan desdichada, que solamente los niños la querían, para que les contase cuentos infantiles y pudiesen imaginarse un mundo diferente a la rebelión que en estos momentos estaba aconteciendo en todo París. Miraba aun con ojos fijos a aquel caballero encapuchado, tan valiente fue, que enseguida le arrastro la capucha fuera de su misterio, quería ver si de verdad era el mismo, podría ser un gallan intentando de engañarla, pero lo que vio en aquellos ojos, fue aquel brillo especial que tanta atención concentro para entonces. El viento, tendría que haber sido el viento para que pudiera traerlo de vuelta a sus pies, a su lado. El mensaje que pudiera haber enviado, él podría haberlo captado a través de los fuertes ventiscas que acariciaban de vez en cuando cada rincón de cada bosque, de Bélgica, de París, de Escocia, da igual de donde mandara el mensaje, el viento era siempre una buena portadora para traer el mensaje a ella y de vuelta a él.
Estaba delante de él, estudiándolo con esmero, era él, ahora estaba segura de ello y la sonrisa que esperaba sacar con cierta debilidad, la saco con entusiasmo-¿Vos sois quien creo que sois?-Había salido temerosa aquel tono de voz, pero nunca había que fijarse. Ella le había conocido tiempo atrás, él la salvo, pero enseguida se fue, sin tiempo para poder mantener una charla amena. No sabía si tenía hermanos gemelos que pudieran haber copiado las frases pensadas del otro, o simplemente era el mismo en persona. Emoción desbordante no aparecía en su entusiasmo. Temía por que fuera alguien a quien no se esperaba-La cautela me ayuda a preguntaros que... ¿Qué ocurría para cuando me visteis por primera vez?-No era desconfianza pudo notar en sí misma, si no la cautela era siempre buena aliada para casos en los que la emoción siempre era el comienzo de una disculpa por el mero error de haberse equivocado de persona.
Parecía estar temiendo, lo peor esa chica de ojos azules que se llamaba Elvyne. Ella no solía tener miedo, pero ya tiempo en días atrás, una nueva persona conoció la cual también sabía su nombre. Quizás alguien que la abrazo así, podía ser alguien que no conocía y no la conocía.
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