AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Cambio de vida [Aya Kuran]
2 participantes
Página 1 de 2.
Página 1 de 2. • 1, 2
Cambio de vida [Aya Kuran]
Piso de Oscar Llobregat.
En frente de uno de tantos puentes del Sena.
La noche empezaba a crispar de manera tan hipnótica como el movimiento lúgubre que se esparcía entre las llamas de la chimenea. El habitáculo de Oscar era pequeño, por no hablar de humilde. Las habitaciones muy justas y el comedor donde ahora se encontraban, la sala más grande de todas. Se lo compró cuando su reserva en cuanto al tema económico al final se permitió un poco de descanso para los lujos, pero desde entonces que no la había usado mucho más que su lugar en el burdel. Sencilamente, necesitaba otro sitio donde poder caerse muerto y además, tener el río a mano para salir de buena mañana a lanzar piedras al agua. Claro que eso lo hacía siempre que le era posible, estuviera en el trabajo o no, pero si quedaba más a mano, le bastaba para sonreírse un poco por las mañanas, tras la visión plateada del Sena deslumbrándole la mirada sólo con asomarse a través de la ventana.
Apenas habían muebles, mucho menos ningún lustroso sofá que resultara poco accesible a los recursos de su clase, de manera que para garantizar la comodidad de la japonesa, tuvo que trasladar la única cama al salón y una vez allí, acomodar a la dolorida Aya entre los mullidos cojines que se había llevado sin permiso del burdel en sus primeros días y que nadie reclamaba todavía. Encendió la chimenea nada más llegar al piso y se olvidó de las dos lámparas de mesa, a falta de querer ponerse a buscar manteca de cerdo o aceite como combustibles que las hicieran funcionar. Así pues, la casa pasó del azul gélido que perlaba el inicio de la noche a un negro profundo y contraluces dorados que engullían las paredes y el suelo, propios de una fogata al aire libre para contar historias de miedo con la ambientación apropiada. Sin embargo, los gruñidos del fuego de la chimenea y el incesante sonido de los grillos que se introducían sin permiso, dotaban a aquel entorno de una sensación cómoda y lejos de cualquier otro temor, relajante.
Oscar no llamó a ningún médico aquella vez, ni volvió a llevar a la chica al primer lugar donde habían pasado una noche. Aquellas habían sido unas heridas más superficiales en cuanto a físico se trataba, pero infinita y paradójicamente más profundas en los recovecos sensibles del alma. Por todo eso, había cargado nuevamente con el peso de Aya hasta el piso que era suyo y que tan pocas veces visitaba. Una vez todo preparado, la desnudó delicadamente para que se colocara boca abajo y poder untarle suavemente las heridas con el ungüento que supo que podría encontrar ahí y que fabricaban en el mercado especialmente para el burdel, cuando algún cliente se propasaba más de lo debido. Dado que a pesar del dolor, la reacción de la gran mayoría tras una agresión era regresar rápidamente al trabajo, todos los cortesanos y cortesanas sabían cómo utilizarlo, no tenía más complicación que esparcirlo sobre la herida y masajearlo sin prisas hasta solazarse un poco en el alivio. Por su parte personal, Oscar había aprendido a ocuparse él mismo de sus asuntos médicos desde su estancia en Polonia y en sus continuos viajes al mercado o a los dominios gitanos había conocido a curanderos cuyos resultados no habían dado de qué quejarse hasta el momento. De modo que podía ocuparse debidamente de Aya en esa situación y sin más dilaciones, lo hizo.
Estuvo varias horas, largas y reposadas, ocupándose de los noventa y nueve restos de latigazos en su piel. Algunos dejarían marca y otros se disolverían al cabo de los días, como el ungüento sanador que cabalgaba sobre las yemas humedecidas del hombre. Lo hizo como si tuviera todo el tiempo del mundo a su disposición, como si estuviera leyendo en las caricias a su cuerpo y escribiéndole una respuesta inmediata con los dedos. Como la gente hacía con las nubes, imaginó de qué podrían ser las formas que adquirían las sombras del fuego sobre la espalda de Aya y su mente galopó lejos entre el silencio compartido, la intimidad cuidadora que envolvía la escena, siendo ya gran parte del puzzle que la equilibraba, aunque sólo fuera por un momento. Al cabo de un tiempo, la tensión en los músculos de Aya se esfumó tras las pinceladas de sus manos y los ojos se le cerraron, presas del bálsamo que emanaban los masajes. Él permaneció a su lado, sentado como estaba en una silla de caoba junto al colchón, clavado en la droga absorta que era la chimenea encendida.
Pensó en muchas más cosas de las que se escaparon mientras había estado sanando a la muchacha y necesitó incuso más, muchas más horas que las que se acababan de fundir para llegar a las conclusiones que estaba dispuesto a confesar llegado el momento. Y ese momento llegó cuando Aya volvió a abrir los ojos, ya en unas horas todavía más intempestivas, y a mirarle desde su posición recostada. Oscar separó su vista por primera vez de las brasas asesinas que había reavivado no hacía mucho, y después de comprobar que estaba despierta, volteó a seguir pereciendo los ojos en ellas.
Esta casa es mía, no suelo pasar mucho por aquí, pero es mía -comenzó, y se llevó un poco de aire suspirante por los orificios nasales, mas su expresión seria y cernida no varió un ápice, sin perder nada de su rigidez segura-. Puedes vivir en ella, disponerla a tu gusto, cuidarla. Yo trataría de estar por aquí mucho más que antes. No soy precisamente rico, pero tengo ahorrado algún dinero y hasta que tú decidieras trabajar en algo, podría mantenernos a ambos. Podrías seguir realizando tus servicios de geisha, al fin y al cabo aquí está más visto como un entretenimiento exótico que como un obsequio de esclavitud y así continuarías haciendo lo que sabes hacer, pero sin tener que pasar por situaciones como las de antes... Entonces, cuando reúnas el dinero suficiente puedes buscarte tu propio piso o... seguir conviviendo en... éste... tan enano que promete seguir siéndolo por mucho.
Todo lo que acababa de ocurrir había sido por culpa de él, quería y continuaba queriendo que Aya fuera libre, pero no de aquella manera, no siendo arrojada como un despojo recientemente defectuoso, como si nada de los sacrificios que llevaba realizando desde que era una niña hubieran tenido valor alguno. No iba a confesarle abiertamente que quería que se quedara por él, pues no era lo único que venía negándose a sí mismo desde su encuentro. Oscar nunca se había imaginado conviviendo con otra persona desde que abandonó Wroclaw, implicaba millones de cosas que había dejado de conocer o que nunca había conocido, pero no iba a comportarse como un puto cobarde hipócrita. Si deseaba que Aya fuera libre, si le había alentado a ser libre, ahora no iba a abandonarla a su suerte cuando más posibilidades tenía de llegar a serlo.
Yo cuidaré de ti. Te juro que nadie volverá a hacerte daño mientras yo pueda evitarlo.
En frente de uno de tantos puentes del Sena.
La noche empezaba a crispar de manera tan hipnótica como el movimiento lúgubre que se esparcía entre las llamas de la chimenea. El habitáculo de Oscar era pequeño, por no hablar de humilde. Las habitaciones muy justas y el comedor donde ahora se encontraban, la sala más grande de todas. Se lo compró cuando su reserva en cuanto al tema económico al final se permitió un poco de descanso para los lujos, pero desde entonces que no la había usado mucho más que su lugar en el burdel. Sencilamente, necesitaba otro sitio donde poder caerse muerto y además, tener el río a mano para salir de buena mañana a lanzar piedras al agua. Claro que eso lo hacía siempre que le era posible, estuviera en el trabajo o no, pero si quedaba más a mano, le bastaba para sonreírse un poco por las mañanas, tras la visión plateada del Sena deslumbrándole la mirada sólo con asomarse a través de la ventana.
Apenas habían muebles, mucho menos ningún lustroso sofá que resultara poco accesible a los recursos de su clase, de manera que para garantizar la comodidad de la japonesa, tuvo que trasladar la única cama al salón y una vez allí, acomodar a la dolorida Aya entre los mullidos cojines que se había llevado sin permiso del burdel en sus primeros días y que nadie reclamaba todavía. Encendió la chimenea nada más llegar al piso y se olvidó de las dos lámparas de mesa, a falta de querer ponerse a buscar manteca de cerdo o aceite como combustibles que las hicieran funcionar. Así pues, la casa pasó del azul gélido que perlaba el inicio de la noche a un negro profundo y contraluces dorados que engullían las paredes y el suelo, propios de una fogata al aire libre para contar historias de miedo con la ambientación apropiada. Sin embargo, los gruñidos del fuego de la chimenea y el incesante sonido de los grillos que se introducían sin permiso, dotaban a aquel entorno de una sensación cómoda y lejos de cualquier otro temor, relajante.
Oscar no llamó a ningún médico aquella vez, ni volvió a llevar a la chica al primer lugar donde habían pasado una noche. Aquellas habían sido unas heridas más superficiales en cuanto a físico se trataba, pero infinita y paradójicamente más profundas en los recovecos sensibles del alma. Por todo eso, había cargado nuevamente con el peso de Aya hasta el piso que era suyo y que tan pocas veces visitaba. Una vez todo preparado, la desnudó delicadamente para que se colocara boca abajo y poder untarle suavemente las heridas con el ungüento que supo que podría encontrar ahí y que fabricaban en el mercado especialmente para el burdel, cuando algún cliente se propasaba más de lo debido. Dado que a pesar del dolor, la reacción de la gran mayoría tras una agresión era regresar rápidamente al trabajo, todos los cortesanos y cortesanas sabían cómo utilizarlo, no tenía más complicación que esparcirlo sobre la herida y masajearlo sin prisas hasta solazarse un poco en el alivio. Por su parte personal, Oscar había aprendido a ocuparse él mismo de sus asuntos médicos desde su estancia en Polonia y en sus continuos viajes al mercado o a los dominios gitanos había conocido a curanderos cuyos resultados no habían dado de qué quejarse hasta el momento. De modo que podía ocuparse debidamente de Aya en esa situación y sin más dilaciones, lo hizo.
Estuvo varias horas, largas y reposadas, ocupándose de los noventa y nueve restos de latigazos en su piel. Algunos dejarían marca y otros se disolverían al cabo de los días, como el ungüento sanador que cabalgaba sobre las yemas humedecidas del hombre. Lo hizo como si tuviera todo el tiempo del mundo a su disposición, como si estuviera leyendo en las caricias a su cuerpo y escribiéndole una respuesta inmediata con los dedos. Como la gente hacía con las nubes, imaginó de qué podrían ser las formas que adquirían las sombras del fuego sobre la espalda de Aya y su mente galopó lejos entre el silencio compartido, la intimidad cuidadora que envolvía la escena, siendo ya gran parte del puzzle que la equilibraba, aunque sólo fuera por un momento. Al cabo de un tiempo, la tensión en los músculos de Aya se esfumó tras las pinceladas de sus manos y los ojos se le cerraron, presas del bálsamo que emanaban los masajes. Él permaneció a su lado, sentado como estaba en una silla de caoba junto al colchón, clavado en la droga absorta que era la chimenea encendida.
Pensó en muchas más cosas de las que se escaparon mientras había estado sanando a la muchacha y necesitó incuso más, muchas más horas que las que se acababan de fundir para llegar a las conclusiones que estaba dispuesto a confesar llegado el momento. Y ese momento llegó cuando Aya volvió a abrir los ojos, ya en unas horas todavía más intempestivas, y a mirarle desde su posición recostada. Oscar separó su vista por primera vez de las brasas asesinas que había reavivado no hacía mucho, y después de comprobar que estaba despierta, volteó a seguir pereciendo los ojos en ellas.
Esta casa es mía, no suelo pasar mucho por aquí, pero es mía -comenzó, y se llevó un poco de aire suspirante por los orificios nasales, mas su expresión seria y cernida no varió un ápice, sin perder nada de su rigidez segura-. Puedes vivir en ella, disponerla a tu gusto, cuidarla. Yo trataría de estar por aquí mucho más que antes. No soy precisamente rico, pero tengo ahorrado algún dinero y hasta que tú decidieras trabajar en algo, podría mantenernos a ambos. Podrías seguir realizando tus servicios de geisha, al fin y al cabo aquí está más visto como un entretenimiento exótico que como un obsequio de esclavitud y así continuarías haciendo lo que sabes hacer, pero sin tener que pasar por situaciones como las de antes... Entonces, cuando reúnas el dinero suficiente puedes buscarte tu propio piso o... seguir conviviendo en... éste... tan enano que promete seguir siéndolo por mucho.
Todo lo que acababa de ocurrir había sido por culpa de él, quería y continuaba queriendo que Aya fuera libre, pero no de aquella manera, no siendo arrojada como un despojo recientemente defectuoso, como si nada de los sacrificios que llevaba realizando desde que era una niña hubieran tenido valor alguno. No iba a confesarle abiertamente que quería que se quedara por él, pues no era lo único que venía negándose a sí mismo desde su encuentro. Oscar nunca se había imaginado conviviendo con otra persona desde que abandonó Wroclaw, implicaba millones de cosas que había dejado de conocer o que nunca había conocido, pero no iba a comportarse como un puto cobarde hipócrita. Si deseaba que Aya fuera libre, si le había alentado a ser libre, ahora no iba a abandonarla a su suerte cuando más posibilidades tenía de llegar a serlo.
Yo cuidaré de ti. Te juro que nadie volverá a hacerte daño mientras yo pueda evitarlo.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 577
Fecha de inscripción : 06/10/2011
Localización : Depende de cómo quieras conocerme
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Los párpados me pesaban y la vista seguía tan nublada como cuando Osgar me había tumbado sobre un confortable colchón. No sé cuánto tiempo permanecí dormida, pero al despertar aquella neblina seguía vigente en mi mirada. A tientas, busqué el calor de su piel, tropezando con el dorso de su mano cerca de mí. Atisbé en sus ojos el reflejo de una torcida y frágil sonrisa de mis labios. Su voz, como una melodía que rompía siglos de estremecedor silencio en mi interior, habló con firmeza mientras yo luchaba por no gemir, sintiendo la piel de mi espalda arder a fuego lento, propiciando que mordiera mi labio inferior y me retorciera disimuladamente.
Cuando mi mente, poco a poco fue recuperando también el sentido, comprendí el peso de sus palabras. Desvié la mirada de él y con gran esfuerzo, salí del lecho dando tumbos, buscando en la penumbra aquella ventana en la que me recosté jadeante, entelando los cristales con mi ajetreado aliento. La luna, allá en lo alto, parecía sonrojarse ante mi desnudez y aquella idea, me recordó lo sucedido. ¿Qué había hecho? ¿Cómo pude ser capaz de traicionar todo por cuanto había luchado? ¿En qué clase de ser me había convertido? ¿Cómo pretendía seguir con mi vida tras un paso como ese? Tomé aire y ladeé mi sudoroso rostro hacia donde él se hallaba, sintiendo mis pulmones ensancharse y mi voz dulcificarse para entonar una armónica melodía en cuya letra me veía ahora reflejada, esperando que Osgar comprendiese su sentido.
Una lágrima rompió aquella última nota musical. Agaché la mirada y caí sobre mis rodillas, doblando los dedos de mis manos hasta formar fieros puños de impotencia, del querer y no poder. Meneé la cabeza frenéticamente, incapaz de mirarle a los ojos.
- No puedo volver a verte.- concluí en un sollozo amargo, ahora esperanzada de que no hubiese entendido ni una palabra de aquella canción, pues sería más sencillo de este modo.
Cuando mi mente, poco a poco fue recuperando también el sentido, comprendí el peso de sus palabras. Desvié la mirada de él y con gran esfuerzo, salí del lecho dando tumbos, buscando en la penumbra aquella ventana en la que me recosté jadeante, entelando los cristales con mi ajetreado aliento. La luna, allá en lo alto, parecía sonrojarse ante mi desnudez y aquella idea, me recordó lo sucedido. ¿Qué había hecho? ¿Cómo pude ser capaz de traicionar todo por cuanto había luchado? ¿En qué clase de ser me había convertido? ¿Cómo pretendía seguir con mi vida tras un paso como ese? Tomé aire y ladeé mi sudoroso rostro hacia donde él se hallaba, sintiendo mis pulmones ensancharse y mi voz dulcificarse para entonar una armónica melodía en cuya letra me veía ahora reflejada, esperando que Osgar comprendiese su sentido.
Anata wa kitto watashi no yuuki
Anata wa kitto watashi no hikari
Kurayami no naka de mitsuketa akari wa
Watashi o mitsumeru yasashii hitomi
Nakitai hodo no itoshisa ni
Umareta imi o sotto kanjiteta
Hanareteitemo hikisakaretemo
Anata e kokoro habataiteku
Anata wa kitto watashi no tsubasa
Anata no ai wa chijou no seiza
Hitori de arukeba kokoro wa samukute
Meguriau mae ni mou modorenai
Kurushii hodo no kono omoi
Eien tte yondemo ii desu ka?
Nani ga atte mo dare ga tomete mo
Sono hitomi dake shinjite yuku
Anata wa kitto watashi no yuuki
Anata wa kitto hikari dakara
Moshi anata ga kizutsuku sonna toki ni wa ryoute o
Tsubasa no you ni hirogete mamoritai no
Mune ni afureru setsunasa ga
Watashi no hoho o sotto nurasu kedo
Hanareteitemo hikisakaretemo
Anata e kokoro habataiteku
Anata wa kitto watashi no tsubasa
Anata no ai wa chijou no seiza
Anata wa kitto watashi no hikari
Kurayami no naka de mitsuketa akari wa
Watashi o mitsumeru yasashii hitomi
Nakitai hodo no itoshisa ni
Umareta imi o sotto kanjiteta
Hanareteitemo hikisakaretemo
Anata e kokoro habataiteku
Anata wa kitto watashi no tsubasa
Anata no ai wa chijou no seiza
Hitori de arukeba kokoro wa samukute
Meguriau mae ni mou modorenai
Kurushii hodo no kono omoi
Eien tte yondemo ii desu ka?
Nani ga atte mo dare ga tomete mo
Sono hitomi dake shinjite yuku
Anata wa kitto watashi no yuuki
Anata wa kitto hikari dakara
Moshi anata ga kizutsuku sonna toki ni wa ryoute o
Tsubasa no you ni hirogete mamoritai no
Mune ni afureru setsunasa ga
Watashi no hoho o sotto nurasu kedo
Hanareteitemo hikisakaretemo
Anata e kokoro habataiteku
Anata wa kitto watashi no tsubasa
Anata no ai wa chijou no seiza
Una lágrima rompió aquella última nota musical. Agaché la mirada y caí sobre mis rodillas, doblando los dedos de mis manos hasta formar fieros puños de impotencia, del querer y no poder. Meneé la cabeza frenéticamente, incapaz de mirarle a los ojos.
- No puedo volver a verte.- concluí en un sollozo amargo, ahora esperanzada de que no hubiese entendido ni una palabra de aquella canción, pues sería más sencillo de este modo.
Edgar Dagson- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 185
Fecha de inscripción : 07/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Escuchó los cánticos que dulcemente expulsaba Aya desde la ventana sin apartar los ojos del fuego ni dejar de buscar formas entre el crepitar de las brasas y el interminable calor amarillo que le dibujaba todo el rostro. Cerró los ojos a mitad de las últimas estrofas, temeroso de que alguna parte de su ser pudiera comprender algo de lo que se estaba filtrando en aquella canción. Porque sabía, intuía las palabras que iba a pronunciar la japonesa a continuación, dentro del lenguaje que les permitía comunicarse y lejos de la verdad en el aire, real e innegable de las vocablos orientales que acababa de profesarle.
No puedes hacer eso siempre -replicó, aún dándole la espalda y añadiéndolo un tono más cansado a su imperturbable seriedad en la voz-. Apartar mi mano cada vez que te la ofrezco, decirme que tengo que alejarme de ti como si para mí fuera tan fácil enfrentarme a todo lo que siento cuando te tengo cerca. Eso es cruel y algo me dice que lo sabes. Y si no lo sabes, te lo digo yo: es cruel.
Clavó más las pupilas en la chimenea y su expresión se endureció con el paso de las sombras y el contraluz que recortaba su rostro.
¿De verdad no has comprendido todavía que las únicas personas que han hecho algo malo aquí han sido ellos? Resulta muy sencillo para su digno trasero mostrar que has ofendido a toda su estirpe y darte de latigazos como a un perro mongolo, pero la cruda realidad es que no tardarán más de tres días en seguir con su vida y buscarse a otro pajarillo al que enjaular, mientras tú tienes que torturarte lo que queda de la tuya por haber querido ser una puta persona normal, joder, con sus sentimientos y sus decisiones.
Se giró de cara a ella finalmente y con el dorado cálido que crecía a sus espaldas y la debilidad de la noche que crecía a las de Aya, se miraron en la ardiente superficie del espacio que iban a compartir siempre que desearan llegar hasta el otro de aquella manera tan intrínseca.
¿Adónde prefieres ir ahora después de todo? ¿A caer en el dominio de otro y acabar como el pez que se muerde la cola? Yo quiero que seas libre, pero nada de lo que diga o haga valdrá una puta mierda si tú no lo quieres también. Sólo tú, únicamente tú. Ni los Morel, ni los Miyagi, ni yo. Tú eres la única que puede permitirse llegar al otro lado. Tú eres tu peor dueña, Aya. No hagas que la lucha más difícil sea contra ti, porque entonces la haces más difícil para todo el mundo.
Y AHORA ME VOY A DORMIR, QUE ME DESPIERTO EN MENOS DE CUATRO HORAS, YUJUUUUUU, :heart:
No puedes hacer eso siempre -replicó, aún dándole la espalda y añadiéndolo un tono más cansado a su imperturbable seriedad en la voz-. Apartar mi mano cada vez que te la ofrezco, decirme que tengo que alejarme de ti como si para mí fuera tan fácil enfrentarme a todo lo que siento cuando te tengo cerca. Eso es cruel y algo me dice que lo sabes. Y si no lo sabes, te lo digo yo: es cruel.
Clavó más las pupilas en la chimenea y su expresión se endureció con el paso de las sombras y el contraluz que recortaba su rostro.
¿De verdad no has comprendido todavía que las únicas personas que han hecho algo malo aquí han sido ellos? Resulta muy sencillo para su digno trasero mostrar que has ofendido a toda su estirpe y darte de latigazos como a un perro mongolo, pero la cruda realidad es que no tardarán más de tres días en seguir con su vida y buscarse a otro pajarillo al que enjaular, mientras tú tienes que torturarte lo que queda de la tuya por haber querido ser una puta persona normal, joder, con sus sentimientos y sus decisiones.
Se giró de cara a ella finalmente y con el dorado cálido que crecía a sus espaldas y la debilidad de la noche que crecía a las de Aya, se miraron en la ardiente superficie del espacio que iban a compartir siempre que desearan llegar hasta el otro de aquella manera tan intrínseca.
¿Adónde prefieres ir ahora después de todo? ¿A caer en el dominio de otro y acabar como el pez que se muerde la cola? Yo quiero que seas libre, pero nada de lo que diga o haga valdrá una puta mierda si tú no lo quieres también. Sólo tú, únicamente tú. Ni los Morel, ni los Miyagi, ni yo. Tú eres la única que puede permitirse llegar al otro lado. Tú eres tu peor dueña, Aya. No hagas que la lucha más difícil sea contra ti, porque entonces la haces más difícil para todo el mundo.
Y AHORA ME VOY A DORMIR, QUE ME DESPIERTO EN MENOS DE CUATRO HORAS, YUJUUUUUU, :heart:
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 577
Fecha de inscripción : 06/10/2011
Localización : Depende de cómo quieras conocerme
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Alcé temerosa la vista hacia él, no viendo más que la espalda de Osgar mientras él miraba fijamente algo en la hoguera. Mordí mi labio inferior con fuerza, odiándome y maldiciéndome por pagar de ese cruel modo la amabilidad y el respeto que él me había brindado, más allá de lo que casi había llegado a hacer con y por él.
- Tú… no lo entiendes.- murmuré algo jadeante por el incesante llanto que cubría mi rostro demacrado. – De cualquier modo, esa es mi vida, es la vida que me ha tocado vivir y no pretendo atarte a ella.- concluí, intentando recuperar la compostura que me había abandonado.- Tú eres libre… alza el vuelo, entonces.- me puse en pie con dificultades, tambaleándome cuando él me miró y yo sentí que el alma había caído a mis pies. ¿Por qué siempre que me desarmaba con una simple mirada?- No te preocupes por mí. Yo… soy feliz siendo ese pajarillo enjaulado.- mentí tras un efímero titubeo, desviando los ojos de su rostro hacia la hoguera que había tras él.
Caminé hacia Osgar, sintiendo mi frente algo sudorosa pese a seguir estando desnuda frente a él. Incomprensiblemente, no me importaba ese detalle, pues al fin y al cabo, él ya lo había visto todo en mí. ¿Qué curiosidad podía mantener en mí? Ninguna, estaba segura de ello.
Me arrodillé frente a él y tomé su rostro entre mis manos, fijando mis ojos en los suyos del modo en el que no me era permitido. ¿Qué importaba ahora? Ya lo había perdido todo, por lo que un pecado más no me supondría mayor tormento… y de cualquier modo, valdría la pena. Así, con los labios tiritantes y los ojos centelleantes aún por las lágrimas, me dispuse a besarle por última vez: el último resquicio de libertad, el último anhelo que deseaba cumplir, el último error, la última locura. Su boca me recibió con calidez pese a la frialdad de su rostro, bañándome en su saliva con verdadera pasión y desenfreno, moviendo mis manos para enredar los dedos en sus cabellos, acercándome a su cuerpo para sentir su aroma y su esencia, con el fuego ardiente como telón de fondo.
- Tú… no lo entiendes.- murmuré algo jadeante por el incesante llanto que cubría mi rostro demacrado. – De cualquier modo, esa es mi vida, es la vida que me ha tocado vivir y no pretendo atarte a ella.- concluí, intentando recuperar la compostura que me había abandonado.- Tú eres libre… alza el vuelo, entonces.- me puse en pie con dificultades, tambaleándome cuando él me miró y yo sentí que el alma había caído a mis pies. ¿Por qué siempre que me desarmaba con una simple mirada?- No te preocupes por mí. Yo… soy feliz siendo ese pajarillo enjaulado.- mentí tras un efímero titubeo, desviando los ojos de su rostro hacia la hoguera que había tras él.
Caminé hacia Osgar, sintiendo mi frente algo sudorosa pese a seguir estando desnuda frente a él. Incomprensiblemente, no me importaba ese detalle, pues al fin y al cabo, él ya lo había visto todo en mí. ¿Qué curiosidad podía mantener en mí? Ninguna, estaba segura de ello.
Me arrodillé frente a él y tomé su rostro entre mis manos, fijando mis ojos en los suyos del modo en el que no me era permitido. ¿Qué importaba ahora? Ya lo había perdido todo, por lo que un pecado más no me supondría mayor tormento… y de cualquier modo, valdría la pena. Así, con los labios tiritantes y los ojos centelleantes aún por las lágrimas, me dispuse a besarle por última vez: el último resquicio de libertad, el último anhelo que deseaba cumplir, el último error, la última locura. Su boca me recibió con calidez pese a la frialdad de su rostro, bañándome en su saliva con verdadera pasión y desenfreno, moviendo mis manos para enredar los dedos en sus cabellos, acercándome a su cuerpo para sentir su aroma y su esencia, con el fuego ardiente como telón de fondo.
Edgar Dagson- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 185
Fecha de inscripción : 07/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Eres... desesperante, joder -suspiró, entonces sí permitiéndose el primer arrojo de aire fresco a su disposición para armarse de todo el oxígeno suficiente.
De algún modo, Aya conseguía hacer que quisiera retener la respiración hasta quedarse muy rojo y conseguir alguna atención física y preocupante, capaz de hacer entrar en razón a la mujer que se empeñaba en seguir atrapada en una desgracia que habían creado otros y ahora retomaba ella misma.
No estábamos hablando de mí, hostia puta, el problema no va conmigo. Sí, todos tenemos problemas en este mundo, pero la libertad es el único resquicio humano que debe pertenecernos por naturaleza para ser iguales, independientemente de las clases sociales. Yo quiero que seas libre, Aya, no me importa que conmigo o con la vida en general porque ante todo es un regalo que te tienes que hacer a ti misma, por primera vez desde que diste un puñetero paso. Llevas toda tu existencia dedicándote a los demás, pero ¿qué hay de ti? ¿Qué hay de Aya Kuran? Ya te lo he dicho, a nadie le ha tocado nada, porque nada está escrito todavía. Cada uno es capaz de empezar a caminar por sí solo, si se lo permite.
Negó con la cabeza cuando Aya dijo aquello del pajarillo enjaulado. Más alegorías de mierda que colgar entre los trofeos de la ponzoña humana.
No sé si a las geishas os enseñan a mentir, pero tú aprendiste de pena.
No, Aya, no pertenecía ni pertenecería jamás a esa pared de relicario que presumía de controlar los valores de la existencia. Lo haría a su manera, porque a la manera que la japonesa empezaba a tirar por los suelos hacía rato que resultaba asfixiante.
Ahora que no tienes dueño oficial, ¿quieres lanzarte en busca de otro sólo porque tu deber es ser un maldito florero? ¿Y qué es lo que dictaminará que pueda mirarte por encima del hombro? ¡¿Lo ves?! Realmente ni siquiera importa quien te pisotee mientras te pisotee. No puede ser cierto que no te des cuenta de lo degradante que es eso.
Al instante de volver a tener la suavidad deslizante de la boca de Aya sobre sus labios, la atrajo hacia sí de la nuca y del modo más conciso y cuidadoso a pesar de todo, le arrebató la respiración momentáneamente de un delicioso mordisco con el que deborarla con un beso que dictaminaba la omnipresencia de Oscar, fuera cual fuera su insistente decisión a la exclavitud.
¿Cuánto dinero necesitaría yo para poder ser otro de tus dueños? -susurró a un milímetro de su barbilla después de besarla-. Para mí sería muy fácil considerar la idea de comprarte, pero entonces me estaría contradiciendo y obligarte a ser libre es una paradoja muy jodida. Pero a mí ya se me han acabado las formas verbales de decírtelo.
Se puso en pie y se dirigió a un escritorio que había contra la pared. Se agachó y de espaldas a Aya pareció rebuscar en algún punto que era suelo y mueble durante un buen rato. Se volvió a poner en pie y caminó hacia ella con una pequeña bolsa de cuero que depositó junto a ella.
Ahí hay suficientes francos como para sobrevivir varios meses en esta ciudad. Más te vale aceptarlos sin rechistar, porque de lo contrario volverás a verme más pronto de lo que te piensas y sabes que no bromeo. Aunque sinceramente, te dije que no te ibas a librar tan fácilmente de mí y por muy lejos que te vayas, aceptando o no mi ayuda, sigues sin poder cambiar eso.
De nuevo la desarmó como sabía con una de sus largas, intensas miradas y murmuró, todavía embelesado en la música de sus irises rasgados:'De todas formas, quédate aquí hasta que lo desees. Ésta es una puerta que siempre vas a encontrar abierta.'
Volteó y caminó lentamente hacia la ventana donde había estado asomada Aya. La abrió sin ningún miramiento e imperturbable frente al frío otoñal de la noche, se sentó sobre el alfeizar a contemplar el cielo con aire lánguido. Y contrario al pensamiento bohemio, deseó que la luna no se apareciera, que el firmamento continuara encapotado sobre su eterna cruz, como cuando tenía cinco años y necesitaba de la oscuridad más absoluta para realizar con mayor facilidad sus trapicheos por Wroclaw.
Quizá, si todavía fuera un niño, habría llorado en silencio. Ya no lo era, sin embargo, pero continuaba sabiendo cómo sollozar sin hacer ruído de todas formas; sintiéndolo acumulado todo en el pecho, mientras su rostro hiératico era bañado por las sombras de ciudad.
De algún modo, Aya conseguía hacer que quisiera retener la respiración hasta quedarse muy rojo y conseguir alguna atención física y preocupante, capaz de hacer entrar en razón a la mujer que se empeñaba en seguir atrapada en una desgracia que habían creado otros y ahora retomaba ella misma.
No estábamos hablando de mí, hostia puta, el problema no va conmigo. Sí, todos tenemos problemas en este mundo, pero la libertad es el único resquicio humano que debe pertenecernos por naturaleza para ser iguales, independientemente de las clases sociales. Yo quiero que seas libre, Aya, no me importa que conmigo o con la vida en general porque ante todo es un regalo que te tienes que hacer a ti misma, por primera vez desde que diste un puñetero paso. Llevas toda tu existencia dedicándote a los demás, pero ¿qué hay de ti? ¿Qué hay de Aya Kuran? Ya te lo he dicho, a nadie le ha tocado nada, porque nada está escrito todavía. Cada uno es capaz de empezar a caminar por sí solo, si se lo permite.
Negó con la cabeza cuando Aya dijo aquello del pajarillo enjaulado. Más alegorías de mierda que colgar entre los trofeos de la ponzoña humana.
No sé si a las geishas os enseñan a mentir, pero tú aprendiste de pena.
No, Aya, no pertenecía ni pertenecería jamás a esa pared de relicario que presumía de controlar los valores de la existencia. Lo haría a su manera, porque a la manera que la japonesa empezaba a tirar por los suelos hacía rato que resultaba asfixiante.
Ahora que no tienes dueño oficial, ¿quieres lanzarte en busca de otro sólo porque tu deber es ser un maldito florero? ¿Y qué es lo que dictaminará que pueda mirarte por encima del hombro? ¡¿Lo ves?! Realmente ni siquiera importa quien te pisotee mientras te pisotee. No puede ser cierto que no te des cuenta de lo degradante que es eso.
Al instante de volver a tener la suavidad deslizante de la boca de Aya sobre sus labios, la atrajo hacia sí de la nuca y del modo más conciso y cuidadoso a pesar de todo, le arrebató la respiración momentáneamente de un delicioso mordisco con el que deborarla con un beso que dictaminaba la omnipresencia de Oscar, fuera cual fuera su insistente decisión a la exclavitud.
¿Cuánto dinero necesitaría yo para poder ser otro de tus dueños? -susurró a un milímetro de su barbilla después de besarla-. Para mí sería muy fácil considerar la idea de comprarte, pero entonces me estaría contradiciendo y obligarte a ser libre es una paradoja muy jodida. Pero a mí ya se me han acabado las formas verbales de decírtelo.
Se puso en pie y se dirigió a un escritorio que había contra la pared. Se agachó y de espaldas a Aya pareció rebuscar en algún punto que era suelo y mueble durante un buen rato. Se volvió a poner en pie y caminó hacia ella con una pequeña bolsa de cuero que depositó junto a ella.
Ahí hay suficientes francos como para sobrevivir varios meses en esta ciudad. Más te vale aceptarlos sin rechistar, porque de lo contrario volverás a verme más pronto de lo que te piensas y sabes que no bromeo. Aunque sinceramente, te dije que no te ibas a librar tan fácilmente de mí y por muy lejos que te vayas, aceptando o no mi ayuda, sigues sin poder cambiar eso.
De nuevo la desarmó como sabía con una de sus largas, intensas miradas y murmuró, todavía embelesado en la música de sus irises rasgados:'De todas formas, quédate aquí hasta que lo desees. Ésta es una puerta que siempre vas a encontrar abierta.'
Volteó y caminó lentamente hacia la ventana donde había estado asomada Aya. La abrió sin ningún miramiento e imperturbable frente al frío otoñal de la noche, se sentó sobre el alfeizar a contemplar el cielo con aire lánguido. Y contrario al pensamiento bohemio, deseó que la luna no se apareciera, que el firmamento continuara encapotado sobre su eterna cruz, como cuando tenía cinco años y necesitaba de la oscuridad más absoluta para realizar con mayor facilidad sus trapicheos por Wroclaw.
Quizá, si todavía fuera un niño, habría llorado en silencio. Ya no lo era, sin embargo, pero continuaba sabiendo cómo sollozar sin hacer ruído de todas formas; sintiéndolo acumulado todo en el pecho, mientras su rostro hiératico era bañado por las sombras de ciudad.
Última edición por Oscar Llobregat el Miér Nov 09, 2011 10:44 pm, editado 2 veces
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 577
Fecha de inscripción : 06/10/2011
Localización : Depende de cómo quieras conocerme
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Las palabras envenenadas por la voz de Osgar se clavaban en mi pecho como viles puñales sedientos se agonía. Agaché la mirada y escuché impotente todo lo que él pensaba de mí y de lo que representaba mi vida. No obstante, el sonido de una bolsa llena de monedas caer al suelo junto a mí, me desarmó. ¿Qué pretendía con eso? ¿Realmente quería comprarme? ¿O quizás me daba dinero para que desapareciera de su vida? Lo último quedó descartado cuando Osgar aseguró que no me libraría de él, algo que me hizo sonreír tras el episodio con los Miyagi.
Miré con corazón compungido cómo Osgar, dolido, caminaba hasta sentarse en la ventana, dándome la espalda. Titubeando, me puse en pie y tomé aquella bolsa que contenía monedas, dejándola sobre un mueble del salón, justo sobre la chimenea de la que seguía emanando humo y calor procedente de la hoguera que poco a poco iba consumiéndose. Caminé hacia él y extendí la mano hacia su hombro, obligándole a que me mirase. ¿Por qué me resultaba tan fácil quebrar las normas que distaban mi vida… cuando estaba junto a él? Definitivamente, era una mala influencia para mí, pero… era el único con el que podía ser yo misma y saborear, aunque fuese levemente, lo que era la felicidad y la libertad, aquella libertad de la que él siempre me hablaba.
- Odio hacerte daño.- musité con la voz trémula, sin agachar la mirada para mostrarle la veracidad de mis palabras.- Pero estoy cansada de intentar hacer lo correcto… y fracasar estrepitosamente.- suspiré, acariciando la mejilla del joven para dedicarle una tímida sonrisa.- Mírame… nunca seré una novia ideal ni sabré qué papel realizar… y aunque sé que mostrando quién realmente soy gran dolor causaré. Pero estoy cansada de no reconocerme cuando miro mi reflejo. No puedo continuar esta gran falsedad, Osgar… sólo… ayúdame a no caer… se mis alas y… juntos quizás…
No encontré las fuerzas para seguir y decidí dejar caer mi cabeza contra su pecho, abrazándole con fuerza, suplicando que no me abandonara, que no desapareciera de mi vida. Había cometido muchos errores a lo largo de mi vida, pero sabía que Osgar podía ser mi salvación, mi última oportunidad. La cuestión era: ¿sería tan egoísta como para arrastrarle a mi mundo de mentiras y esclavitud? En el fondo… sabía que no.
Miré con corazón compungido cómo Osgar, dolido, caminaba hasta sentarse en la ventana, dándome la espalda. Titubeando, me puse en pie y tomé aquella bolsa que contenía monedas, dejándola sobre un mueble del salón, justo sobre la chimenea de la que seguía emanando humo y calor procedente de la hoguera que poco a poco iba consumiéndose. Caminé hacia él y extendí la mano hacia su hombro, obligándole a que me mirase. ¿Por qué me resultaba tan fácil quebrar las normas que distaban mi vida… cuando estaba junto a él? Definitivamente, era una mala influencia para mí, pero… era el único con el que podía ser yo misma y saborear, aunque fuese levemente, lo que era la felicidad y la libertad, aquella libertad de la que él siempre me hablaba.
- Odio hacerte daño.- musité con la voz trémula, sin agachar la mirada para mostrarle la veracidad de mis palabras.- Pero estoy cansada de intentar hacer lo correcto… y fracasar estrepitosamente.- suspiré, acariciando la mejilla del joven para dedicarle una tímida sonrisa.- Mírame… nunca seré una novia ideal ni sabré qué papel realizar… y aunque sé que mostrando quién realmente soy gran dolor causaré. Pero estoy cansada de no reconocerme cuando miro mi reflejo. No puedo continuar esta gran falsedad, Osgar… sólo… ayúdame a no caer… se mis alas y… juntos quizás…
No encontré las fuerzas para seguir y decidí dejar caer mi cabeza contra su pecho, abrazándole con fuerza, suplicando que no me abandonara, que no desapareciera de mi vida. Había cometido muchos errores a lo largo de mi vida, pero sabía que Osgar podía ser mi salvación, mi última oportunidad. La cuestión era: ¿sería tan egoísta como para arrastrarle a mi mundo de mentiras y esclavitud? En el fondo… sabía que no.
Edgar Dagson- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 185
Fecha de inscripción : 07/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Las súplicas de Aya ahogadas contra su camisa holgada terminaron de hacer la visión de la luna encapotada una ventisca algo menos fría que la que le había invadido tras atrapar el gélido alfeizar de la ventana con las manos.
La libertad no es correcta ni defectuosa, la libertad tiene que estar ahí, para lo bueno y para lo malo. No importa que acabes de desenamorarte o te hayan despedido del trabajo, ser libre es superior a todo eso. Todos estamos preparados para ser capaces, al menos, de escoger.
Rodeó los hombros de la japonesa con un brazo y sin dejar de observar hacia el cielo con el rostro entregado, sintió que acababa de imponérsele un reto. Y aunque no sabía muy bien a qué atenerse, lo que sí sabía seguro era que ya no había vuelta atrás.
Aquí no se trata de novias ni de papeles, yo ni siquiera he considerado nunca lo que diablos es eso, incluso me niego a aceptar todavía que hay personas que pueden importarme y a las que yo les importo también... He pasado demasiado tiempo en la carcel mental que era mi desengaño -comenzó a confesar, a la vez que le acariciaba con distracción los mechones, de repente viajando a través de la mente-. Simplemente, acógete a lo que sientes, no únicamente a lo que estás preparada a sentir. Eso sería más fácil antes que tenías dueños, pero ahora, te aseguro que aunque a veces duela, la libertad va a ser más real, más fiel que todo lo que te han hecho pasar esos hijos de puta...
Las adversidades iban a tener que besarle el trasero.
Te lo he dicho -haciendo más presión en sus brazos para retenerla contra el calor de su cuerpo-, nadie volverá a hacerte daño mientras yo este aquí para protegerte.
La libertad no es correcta ni defectuosa, la libertad tiene que estar ahí, para lo bueno y para lo malo. No importa que acabes de desenamorarte o te hayan despedido del trabajo, ser libre es superior a todo eso. Todos estamos preparados para ser capaces, al menos, de escoger.
Rodeó los hombros de la japonesa con un brazo y sin dejar de observar hacia el cielo con el rostro entregado, sintió que acababa de imponérsele un reto. Y aunque no sabía muy bien a qué atenerse, lo que sí sabía seguro era que ya no había vuelta atrás.
Aquí no se trata de novias ni de papeles, yo ni siquiera he considerado nunca lo que diablos es eso, incluso me niego a aceptar todavía que hay personas que pueden importarme y a las que yo les importo también... He pasado demasiado tiempo en la carcel mental que era mi desengaño -comenzó a confesar, a la vez que le acariciaba con distracción los mechones, de repente viajando a través de la mente-. Simplemente, acógete a lo que sientes, no únicamente a lo que estás preparada a sentir. Eso sería más fácil antes que tenías dueños, pero ahora, te aseguro que aunque a veces duela, la libertad va a ser más real, más fiel que todo lo que te han hecho pasar esos hijos de puta...
Las adversidades iban a tener que besarle el trasero.
Te lo he dicho -haciendo más presión en sus brazos para retenerla contra el calor de su cuerpo-, nadie volverá a hacerte daño mientras yo este aquí para protegerte.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 577
Fecha de inscripción : 06/10/2011
Localización : Depende de cómo quieras conocerme
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Y así, sin más, le creí. Creí cada palabra con la que Osgar acarició mis oídos, cada caricia que suavizó mis músculos tensados, cada mirada sincera que iluminó mis pupilas tristes y faltas de luminosidad. Mordí mi labio inferior y alcé la cabeza para buscar sus ojos, sonriéndole tenuemente cuando los alcancé. Sí, desde aquél momento había tomado una decisión, una decisión de la que me arrepentiría toda la vida, una decisión que me perforaría el alma en cuando la llevase a cabo, una decisión que ni tan siquiera Osgar se imaginaría.
Pero mientras tanto, quise seguir aquello que habíamos empezado aquella noche. Quise que sus besos fuesen suplantando el dolor que me devoraba por dentro y me asfixiaba con crudeza. Necesitaba sus caricias, sus promesas, su voz, su aroma envolviendo mi todavía cuerpo desnudo. Le necesitaba como el aire que respiraba. Necesitaba a Osgar como la sangre que corría por mis venas, ahora a gran velocidad.
- Ámame.- fue todo lo que dije antes de pasar mi mano por su nuca y acercar su rostro al mío, tomando por primera vez, una iniciativa como aquella, siendo yo y sólo yo la culpable de la quebración del tabú. Pero no me importaba. Ya no.
Mordí su labio inferior y tiré levemente de él, sonriendo en la oscuridad mientras usaba mis manos para enroscarlas en su cuello, guiándole hacia el lecho que se situaba frente a una hoguera que apenas tenía ya brasas que consumir. Así, me senté sobre el borde mientras seguía besando con alevosía aquellos carnosos labio del hombro, sintiendo mi piel erizarse y mis pulsaciones acelerarse.
Pero mientras tanto, quise seguir aquello que habíamos empezado aquella noche. Quise que sus besos fuesen suplantando el dolor que me devoraba por dentro y me asfixiaba con crudeza. Necesitaba sus caricias, sus promesas, su voz, su aroma envolviendo mi todavía cuerpo desnudo. Le necesitaba como el aire que respiraba. Necesitaba a Osgar como la sangre que corría por mis venas, ahora a gran velocidad.
- Ámame.- fue todo lo que dije antes de pasar mi mano por su nuca y acercar su rostro al mío, tomando por primera vez, una iniciativa como aquella, siendo yo y sólo yo la culpable de la quebración del tabú. Pero no me importaba. Ya no.
Mordí su labio inferior y tiré levemente de él, sonriendo en la oscuridad mientras usaba mis manos para enroscarlas en su cuello, guiándole hacia el lecho que se situaba frente a una hoguera que apenas tenía ya brasas que consumir. Así, me senté sobre el borde mientras seguía besando con alevosía aquellos carnosos labio del hombro, sintiendo mi piel erizarse y mis pulsaciones acelerarse.
Edgar Dagson- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 185
Fecha de inscripción : 07/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Se dejó engullir por el suave agujero negro en el que Aya acababa de convertirse. Aún quedaban demasiadas cosas que responder, que comprobar, que saber que habían llegado hasta ella... Lo más fácil de suponer era que por fin lo había comprendido todo, que por eso se enrollaba a su cuerpo como un pulpo en su último aliento entre burbujas y murmuraba palabras de pasión enjaulada tan características de la asiática... Mas a esas alturas, cortas todavía para lo que necesitaba su rutina, había aprendido algunas cosas de la geisha y ya no sabía qué ver con claridad o con reclusión en las acciones de la muchacha. Quizá únicamente quería disfrutar de la libertad que trataba de hacerle ver, pero sólo por un instante, más como si fuera un suceso celestial que ocurre una vez cada siglo. Justamente como lo que él intentaba que no fuera.
Aya...
A veces, se sentía un idiota cuando pronunciaba su nombre. Igual que si estuviera arrojando gritos de llamada a un túnel muy profundo que lo único que hacía era tragárselos para seguir caminando hacia el vacío... Y aun así, allí estaba, devolviendo los mordiscos con una potencia volcánica y amarrándose al peso que le apresaba sobre el colchón con una urgencia desvivida. Luchando contra el deseo de lo que cuerpo y alma de Aya, Ayaysupuñeteronombre, conformaban ahora para Oscar.
Escucha... -frenó con palabras, pero no con movimientos, pues sus manos continuaban persistentes en la espalda desnuda de ella- No deberíamos... Todavía no hace ni un día que tienes esos latigazos en el cuerpo y a pesar de todo has salido bastante bien parada, no me perdonaría que por culpa de esto se te acabaran abriendo las heridas...
Aya...
A veces, se sentía un idiota cuando pronunciaba su nombre. Igual que si estuviera arrojando gritos de llamada a un túnel muy profundo que lo único que hacía era tragárselos para seguir caminando hacia el vacío... Y aun así, allí estaba, devolviendo los mordiscos con una potencia volcánica y amarrándose al peso que le apresaba sobre el colchón con una urgencia desvivida. Luchando contra el deseo de lo que cuerpo y alma de Aya, Ayaysupuñeteronombre, conformaban ahora para Oscar.
Escucha... -frenó con palabras, pero no con movimientos, pues sus manos continuaban persistentes en la espalda desnuda de ella- No deberíamos... Todavía no hace ni un día que tienes esos latigazos en el cuerpo y a pesar de todo has salido bastante bien parada, no me perdonaría que por culpa de esto se te acabaran abriendo las heridas...
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 577
Fecha de inscripción : 06/10/2011
Localización : Depende de cómo quieras conocerme
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Mentiría si dijese que nunca me había sentido deseada por ningún hombre. Mentiría y ese no es mi estilo. ¿Cómo olvidar aquella anécdota del ciclista que, quedando prendado de mi mirada, chocó torpemente contra una tienda de verduras y quedó sepultado bajo un alud de lechugas y tomates? Aquella fue la primera vez que me sentí admirada y desde luego, no era una sensación incómoda, ni mucho menos. Al contrario, era casi tan agradable como cuando el sol acariciaba mi pálida piel, una tez diseñada para ser de color marfil sin opción alguna a tomar cierto matiz, pues eso era siempre desagradable ante la vista de un varón.
Pero ahora, tras aquella tórrida escena en el jardín de los Miyagi, algo había cambiado en Osgar, o por lo menos, eso intuía yo. ¿Por qué me rechazaba ahora que estaba dispuesta a liberarme de aquellas ataduras? ¿Por qué ahora, después de haber luchado tanto por mí? ¿Simplemente... por qué?
Aparté mi rostro del suyo y agaché la mirada mientras mordía mi labio inferior, realmente avergonzada. ¿Se lo habría pensado mejor? ¿Se habría dado cuenta del error? ¿O a caso la facilidad con la que permitía que ahora tomara mi cuerpo había borrado esa pizca morbosa de la situación? Fuese cuuál fuese el motivo, no creí que mis heridas fueran lo único que nos separase ahora. Así que me rendí, así de fácil.
Asentí una sola vez a sus palabras y suspiré disimuladamente, moviendo mi cuerpo hacia el lecho y dedicarle una tímida sonrisa de agradecimiento por su hospitalidad, antes de darle la espalda y acurrucarme entre las sábanas, de cara a la pared e incapaz de cerrar los ojos para dormirme, demasiado nerviosa y avergonzada, pero incapaz de alzar la voz y decirle que lamentaba mi actitud, sabiendo que eso... sería mentirle. Y no era mi estilo.
Es un post capicúa! xD Termina igual que ha empezado.. xDDD
Pero ahora, tras aquella tórrida escena en el jardín de los Miyagi, algo había cambiado en Osgar, o por lo menos, eso intuía yo. ¿Por qué me rechazaba ahora que estaba dispuesta a liberarme de aquellas ataduras? ¿Por qué ahora, después de haber luchado tanto por mí? ¿Simplemente... por qué?
Aparté mi rostro del suyo y agaché la mirada mientras mordía mi labio inferior, realmente avergonzada. ¿Se lo habría pensado mejor? ¿Se habría dado cuenta del error? ¿O a caso la facilidad con la que permitía que ahora tomara mi cuerpo había borrado esa pizca morbosa de la situación? Fuese cuuál fuese el motivo, no creí que mis heridas fueran lo único que nos separase ahora. Así que me rendí, así de fácil.
Asentí una sola vez a sus palabras y suspiré disimuladamente, moviendo mi cuerpo hacia el lecho y dedicarle una tímida sonrisa de agradecimiento por su hospitalidad, antes de darle la espalda y acurrucarme entre las sábanas, de cara a la pared e incapaz de cerrar los ojos para dormirme, demasiado nerviosa y avergonzada, pero incapaz de alzar la voz y decirle que lamentaba mi actitud, sabiendo que eso... sería mentirle. Y no era mi estilo.
Es un post capicúa! xD Termina igual que ha empezado.. xDDD
Edgar Dagson- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 185
Fecha de inscripción : 07/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Cuando se quedó mirando la espalda que aceptaba su sentencia, empezó a pensar más rápido, igual de rápido que lo que le dictaba el pecho desde la noche en el burdel, desde la primera vez que Aya terminó encima de él por accidente. Entonces, allí en su piso, no había sido un accidente, entonces... entonces todavía no sabía nada. Nada de nada. ¿Qué estaría pensando Aya? ¿De verdad estaba dispuesta a creer en lo que decía? ¿De verdad iba a quedarse junto a él? ¿De verdad iba a intentar... empezar otra vida?
Por favor, no te hagas más desesperante todavía. Te he ofrecido mi casa, te he asegurado mi protección, mi... insistencia en tu vida, acabe como acabe siendo. Si ahora pongo inconvenientes, es únicamente porque quiero que estés segura. No soportaría presenciar una escena como la del jardín... Yo tampoco quiero hacerte daño, en ningún sentido.
Mientras hablaba, se empezó a dar cuenta de algo. De que sí, él ansiaba millones de respuestas a todo lo que le había dicho, le urgía un seguro liberado de boca de la japonesa que garantizase que no iba a volver a verla agachada, desnuda y llena de latigazos en la carne. Pero no había considerado que aquello no podía ser cosa de un solo día; lo que para Oscar resultaba una obviedad, un derecho humano por naturaleza, para ella era toda una vida de jaulas y leyes imaginarias que la habían convencido de que la felicidad sólo era para que los novelistas describireran utopías.
Si nunca la había conocido, quizá lo único que le hacía falta era paladear una muestra real.
Aya...-murmuró con los ojos cerrados, volviendo a degustar el sabor ampuloso de su pronunciación.
No tardó en abrir los ojos de golpe. No se dio tiempo alguno, paró de recurrir a los análisis, se quitó la cabeza que llevaba veintisiete años acumulando los desperfectos de la existencia y sólo vio lo que había, sólo hizo lo que sentía. Se aproximó hacia Aya a gatas para voltearla hacia sus ojos y mientras empezaba a deshacerse el cuello de la camisa, le encajó otro beso para retomar el de antes, esta vez sin ninguna intención de detenerse.
Ya lo había dicho: las adversidades iban a tener que besarle el trasero.
Por favor, no te hagas más desesperante todavía. Te he ofrecido mi casa, te he asegurado mi protección, mi... insistencia en tu vida, acabe como acabe siendo. Si ahora pongo inconvenientes, es únicamente porque quiero que estés segura. No soportaría presenciar una escena como la del jardín... Yo tampoco quiero hacerte daño, en ningún sentido.
Mientras hablaba, se empezó a dar cuenta de algo. De que sí, él ansiaba millones de respuestas a todo lo que le había dicho, le urgía un seguro liberado de boca de la japonesa que garantizase que no iba a volver a verla agachada, desnuda y llena de latigazos en la carne. Pero no había considerado que aquello no podía ser cosa de un solo día; lo que para Oscar resultaba una obviedad, un derecho humano por naturaleza, para ella era toda una vida de jaulas y leyes imaginarias que la habían convencido de que la felicidad sólo era para que los novelistas describireran utopías.
Si nunca la había conocido, quizá lo único que le hacía falta era paladear una muestra real.
Aya...-murmuró con los ojos cerrados, volviendo a degustar el sabor ampuloso de su pronunciación.
No tardó en abrir los ojos de golpe. No se dio tiempo alguno, paró de recurrir a los análisis, se quitó la cabeza que llevaba veintisiete años acumulando los desperfectos de la existencia y sólo vio lo que había, sólo hizo lo que sentía. Se aproximó hacia Aya a gatas para voltearla hacia sus ojos y mientras empezaba a deshacerse el cuello de la camisa, le encajó otro beso para retomar el de antes, esta vez sin ninguna intención de detenerse.
Ya lo había dicho: las adversidades iban a tener que besarle el trasero.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 577
Fecha de inscripción : 06/10/2011
Localización : Depende de cómo quieras conocerme
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Cuando creí que Osgar me estaba reclamando el que me aprovechara de su hospitalidad y a punto estaba de alzarme del lecho y desaparecer de allí como hoja elevada ante un soplo de brisa, su monólogo tomó otra dirección, señalando que de algún modo, le importaba, que de algún modo, quería protegerme incluso de él mismo si fuese necesario. Sonreí en la penumbra de la sala, ocultando mi rostro tras la sábana para que no atisbara ese gesto en mi rostro. De pronto, ante el silencio ensordecedor que quedó tras suspirar mi nombre de un modo estremecedoramente delirante –de placer-, sentí el colchón ceder y el cuerpo varonil de Osgar se aposentó junto al mío, tomándome de los hombros para que me girase y me perdiera entre el centello de su mirada y el bálsamo reparador de almas que era para mí su provocativa boca.
Sin pensar en lo que hacía, mi cuerpo reaccionó a sus gestos y movimientos, desplazándome bajo las sábanas hasta quedar sobre Osgar, sabiendo aun así, que mi cuerpo permanecía aun desnudo y lleno de cicatrices, aunque ya ni daño me hacía, no cuando tenía al antídoto entre mis brazos, entre mis labios, succionando cada resquicio de su sabor y su esencia, patentándola bajo mi propiedad.
Suspiré sobre su boca y me despegué apenas unos milímetros, tan sólo para poder contemplar la luna bañando su piel. Mis dedos se perdieron entre la espesura de sus cabellos, jugando con algunos de sus mechones mientras sonreía al joven, sintiendo que poco a poco el rubor iba desapareciendo de mis pómulos y sólo quedaba un leve pálpito algo más acelerado de lo normal. Así, las yemas de mis dedos deambularon por sus mandíbulas, su mentón, por la nuez de su garganta, hasta descansar sobre su pecho, dibujando un corazón sobre la piel de dicho músculo. Solté una suave carcajada, visiblemente tímida, y alcé de nuevo la vista para mirarle, percatándome de hasta qué punto yo…
… ¿le quería?
Sin pensar en lo que hacía, mi cuerpo reaccionó a sus gestos y movimientos, desplazándome bajo las sábanas hasta quedar sobre Osgar, sabiendo aun así, que mi cuerpo permanecía aun desnudo y lleno de cicatrices, aunque ya ni daño me hacía, no cuando tenía al antídoto entre mis brazos, entre mis labios, succionando cada resquicio de su sabor y su esencia, patentándola bajo mi propiedad.
Suspiré sobre su boca y me despegué apenas unos milímetros, tan sólo para poder contemplar la luna bañando su piel. Mis dedos se perdieron entre la espesura de sus cabellos, jugando con algunos de sus mechones mientras sonreía al joven, sintiendo que poco a poco el rubor iba desapareciendo de mis pómulos y sólo quedaba un leve pálpito algo más acelerado de lo normal. Así, las yemas de mis dedos deambularon por sus mandíbulas, su mentón, por la nuez de su garganta, hasta descansar sobre su pecho, dibujando un corazón sobre la piel de dicho músculo. Solté una suave carcajada, visiblemente tímida, y alcé de nuevo la vista para mirarle, percatándome de hasta qué punto yo…
… ¿le quería?
Edgar Dagson- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 185
Fecha de inscripción : 07/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Sonrió ligeramente con mofa, mas no de un modo agresivo, cuando el tacto de sus poros delató el dibujo que habían depositado los dedos de Aya sobre el áspero lienzo de su piel. Oscar ladeó la cabeza y deambuló sus yemas por todos los costados de la geisha, a la vez que sentía el paso de sus huellas dejar color y una firma de carne capaz de superar en realidad y valía a las marcas físicas de latigazos de quienes jamás llegarían a traspasar el alma del mismo modo en que Oscar lo hacía.
Si hace unos años (o ni siquiera años, días) le hubieran hablado de llegar a sentir algo por alguien tan aparentemente indefenso, que hablaba como los relatos de una escritoria desesperada con pseudónimo de hombre y dibujaba corazones sobre sus pectorales... habría batido su propio récord en elevamiento de cejas. Ahora, con la urgencia de poseer a aquella muchacha de arriba a abajo y la inercia de regresar a su boca una y otra vez, como el mecanismo agrietado de una caja de música, de lo único de lo que podía reírse era de sí mismo.
Le arañó cada recoveco de su silueta de nuevo al descubierto, con movimientos expertos que atenazaban la unión de ambos cuerpos y le obligaban a retener los suspiros de una necesidad a cada instante más alimentada por su saliva. Nuevamente volvía a encontrarse con demasiada ropa encima para la ocasión y sin darse más tiempo al agobio de un sudor que Aya tan fácilmente era capaz de extraerle, la agarró con cuidado de la cintura y rápidamente hizo rodar sus cuerpos para cambiar posiciones y recuperar él la de arriba. Disfrutando de la mayor libertad que ésta ofrecía, se desembarazó totalmente de su camisa y permitiendo a la japonesa degustar el tacto de una igualdad desnuda, volvió a invitarla a colocar sus manos en el borde de su pantalón y así completar la íntima tarea de quedar a mano (a deseosa, candente, ansiosa mano).
Si hace unos años (o ni siquiera años, días) le hubieran hablado de llegar a sentir algo por alguien tan aparentemente indefenso, que hablaba como los relatos de una escritoria desesperada con pseudónimo de hombre y dibujaba corazones sobre sus pectorales... habría batido su propio récord en elevamiento de cejas. Ahora, con la urgencia de poseer a aquella muchacha de arriba a abajo y la inercia de regresar a su boca una y otra vez, como el mecanismo agrietado de una caja de música, de lo único de lo que podía reírse era de sí mismo.
Le arañó cada recoveco de su silueta de nuevo al descubierto, con movimientos expertos que atenazaban la unión de ambos cuerpos y le obligaban a retener los suspiros de una necesidad a cada instante más alimentada por su saliva. Nuevamente volvía a encontrarse con demasiada ropa encima para la ocasión y sin darse más tiempo al agobio de un sudor que Aya tan fácilmente era capaz de extraerle, la agarró con cuidado de la cintura y rápidamente hizo rodar sus cuerpos para cambiar posiciones y recuperar él la de arriba. Disfrutando de la mayor libertad que ésta ofrecía, se desembarazó totalmente de su camisa y permitiendo a la japonesa degustar el tacto de una igualdad desnuda, volvió a invitarla a colocar sus manos en el borde de su pantalón y así completar la íntima tarea de quedar a mano (a deseosa, candente, ansiosa mano).
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 577
Fecha de inscripción : 06/10/2011
Localización : Depende de cómo quieras conocerme
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
La mujer sólo existe para amamantar a los hijos de su hombre, ésa, es la máxima aspiración femenina. La mujer debe aceptar y obedecer los deseos del varón, nunca tomar la iniciativa, propiciando una pasividad erótica que despertará el interés de él. Pero sobre todas las cosas, cuida el momento y la persona que desflorecerá tu entrepierna.
Las palabras de mi mentora resonaban ahora con un ímpetu arrollador, haciendo que mis manos, posadas ya en el botón de su pantalón, se resistieran a desabrocharlo y tiritaran. Mordí mi labio inferior y desvié la mirada. ¿Qué estaba haciendo? ¿Otra vez? ¿Otro error? ¿Jamás aprendería? Alcé la vista y clavé mis ojos en Osgar, naufragando en su mirada cálida y ardiente, viendo en ellos el reflejo que creí perdido. Esbocé una tímida sonrisa y comprendí algunas cosas.
Tuve que admitir que cada noche esperaba a Osgar en el mundo de los Sueños, lugar en el que ya no conocía dónde empezaban mis manos y terminaban su cuerpo, sintiendo que no quería despertar. Y en ese momento, perdida enteramente entre sus brazos... ¡deseaba decirle tantas cosas! Anhelaba gritarle que mi perfume era el aroma del último beso que me brindó. Que él era mi primer pensamiento al despertar y el último antes de buscarle entre mis sábanas frías. Que conservaba un millón de cartas que nunca nadie leería. Que mi corazón palpitaba por conservar las huellas que lo impregnaron las yemas de sus dedos...
Entonces, escuché el sonido de su botón ceder y le sonreí, apegándolo a mi cuerpo sediento de él.
Las palabras de mi mentora resonaban ahora con un ímpetu arrollador, haciendo que mis manos, posadas ya en el botón de su pantalón, se resistieran a desabrocharlo y tiritaran. Mordí mi labio inferior y desvié la mirada. ¿Qué estaba haciendo? ¿Otra vez? ¿Otro error? ¿Jamás aprendería? Alcé la vista y clavé mis ojos en Osgar, naufragando en su mirada cálida y ardiente, viendo en ellos el reflejo que creí perdido. Esbocé una tímida sonrisa y comprendí algunas cosas.
Tuve que admitir que cada noche esperaba a Osgar en el mundo de los Sueños, lugar en el que ya no conocía dónde empezaban mis manos y terminaban su cuerpo, sintiendo que no quería despertar. Y en ese momento, perdida enteramente entre sus brazos... ¡deseaba decirle tantas cosas! Anhelaba gritarle que mi perfume era el aroma del último beso que me brindó. Que él era mi primer pensamiento al despertar y el último antes de buscarle entre mis sábanas frías. Que conservaba un millón de cartas que nunca nadie leería. Que mi corazón palpitaba por conservar las huellas que lo impregnaron las yemas de sus dedos...
Entonces, escuché el sonido de su botón ceder y le sonreí, apegándolo a mi cuerpo sediento de él.
Edgar Dagson- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 185
Fecha de inscripción : 07/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
La sonrisa de Aya que precedió al regreso completo de aquella unión desnuda contagió en Oscar el acto reflejo de ensanchar la comisura de los labios hasta inclinarse sobre la de la japonesa y lamerla como un perro cura las ideas y se regodea al mismo tiempo en el sabor a gloria de su protegido. Llenó su lengua de escalofrios y calcitrantes jadeos que comenzaron a disparar embestidas de calor que recorrían su cuerpo propio y el de Aya, y cuando se decidió a empezar a soltar la fuerza de impulsos contradictorios y deseados respecto a la figura de la oriental, las ansias se hicieron un traje de gala con el ardor de sus pieles.
Alguna que otra vez, personas vírgenes habían acudido en busca de sus servicios, de modo que sabía la delicadeza que debía usar en ese tipo de situaciones. Mas en el caso de la geisha, sencillamente la delicadeza iba implícita en cada roce o beso, ya fuera desmedido por la reacción ardiente que producía en él o más relajado para no hacerla sentir abrumada, sobre todo si a su cuerpo todavía lo perlaban noventa y nueve heridas. El problema era que con ella imperaba el sentimiento de querer poseerla, ni por dinero ni por mera necesidad masculina y la nueva pasión acumulada que podía conllevar eso amenazaba con volverse ardientemente peligrosa.
Se deslizó por toda Aya, primero por sus pechos, después por su estómago hasta finalmente terminar con el rostro a un costado de una de sus piernas. Detuvo allí la mejilla para contemplar la belleza de un paraíso carnal que ahora tenía para sí solo. Sin dejar de embelesarse en la zona íntima de Aya, le hizo flexionar la rodilla de la pierna contraria para elevársela ligeramente y así tener mucha más libertad para abrir la boca y pasear la lengua por todo el largo de su ingle, liberando descargas de adrenalítica satisfacción tras ella...
AL FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN, SEÑOR MÍO
Alguna que otra vez, personas vírgenes habían acudido en busca de sus servicios, de modo que sabía la delicadeza que debía usar en ese tipo de situaciones. Mas en el caso de la geisha, sencillamente la delicadeza iba implícita en cada roce o beso, ya fuera desmedido por la reacción ardiente que producía en él o más relajado para no hacerla sentir abrumada, sobre todo si a su cuerpo todavía lo perlaban noventa y nueve heridas. El problema era que con ella imperaba el sentimiento de querer poseerla, ni por dinero ni por mera necesidad masculina y la nueva pasión acumulada que podía conllevar eso amenazaba con volverse ardientemente peligrosa.
Se deslizó por toda Aya, primero por sus pechos, después por su estómago hasta finalmente terminar con el rostro a un costado de una de sus piernas. Detuvo allí la mejilla para contemplar la belleza de un paraíso carnal que ahora tenía para sí solo. Sin dejar de embelesarse en la zona íntima de Aya, le hizo flexionar la rodilla de la pierna contraria para elevársela ligeramente y así tener mucha más libertad para abrir la boca y pasear la lengua por todo el largo de su ingle, liberando descargas de adrenalítica satisfacción tras ella...
AL FIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIN, SEÑOR MÍO
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 577
Fecha de inscripción : 06/10/2011
Localización : Depende de cómo quieras conocerme
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Osgar me sonrió antes de robarme un beso y sus ojos recorrieron mi anatomía desnuda, deteniéndose en cada rincón erógeno del que estaba formada y que le luna dejaba entrever bajo su tenue claridad.
Mis manos acariciaban su espalda a medida que él se deslizaba bajando por mi cuerpo, haciendome estremecer y... humedecer debido al contacto de sus labios cerca de mi entrepierna, hasta que su húmeda lengua me hizo soltar un sonoro jadeo cuando acarició mi vagina.
Aqueé mi espalda sintiendo cómo la sangre fluía por mis venas de formas acelerada, sintiendo cómo el aire no llegaba a mis pulmones, cómo el frenesí del deseo empezaba a ser insostenible.
Agaché la mirada para buscar el rostro de Osgar, perdido entre el vaivén de mis piernas. Acaricié su cabello y me estremecí de nuevo, contemplando cómo mi cuerpo reaccionaba a cada gesto del cortesano, endureciéndose mis pezones rosados, tensándose los músculos de mis piernas y musculos... y humedeciendo mi vagina que empezaba a prepararse para la primera penetración que arrancaría de cuajo la flor que había regado toda mi vida.
Suspiré de placer y me derretí sobre las sábanas, cerrando los ojos y mordiendo mi labio inferior, acomodada en aquél lecho en el que el calor de las sábanas se había visto intercambiado por el de Osgar.
Y así, abrazada por el anhelo contenido, sintiendo la calidez del hombre, la fría noche acechandonos fuera y un pequeño humillo subiendo por la chimenea antes de que las brasas se consumieran... me dormí.
Hahahahaha me matarás, sé que ahora solo quieres mi cabeza en una bandeja.. hahahaha xD pero sí, Aya se durmió!!! hahahahha xD Por cierto.. deja de usar ya el nombre de mi user en tus posts... y más si son pornosos! xDDDDD Te loveo... :heart:
Mis manos acariciaban su espalda a medida que él se deslizaba bajando por mi cuerpo, haciendome estremecer y... humedecer debido al contacto de sus labios cerca de mi entrepierna, hasta que su húmeda lengua me hizo soltar un sonoro jadeo cuando acarició mi vagina.
Aqueé mi espalda sintiendo cómo la sangre fluía por mis venas de formas acelerada, sintiendo cómo el aire no llegaba a mis pulmones, cómo el frenesí del deseo empezaba a ser insostenible.
Agaché la mirada para buscar el rostro de Osgar, perdido entre el vaivén de mis piernas. Acaricié su cabello y me estremecí de nuevo, contemplando cómo mi cuerpo reaccionaba a cada gesto del cortesano, endureciéndose mis pezones rosados, tensándose los músculos de mis piernas y musculos... y humedeciendo mi vagina que empezaba a prepararse para la primera penetración que arrancaría de cuajo la flor que había regado toda mi vida.
Suspiré de placer y me derretí sobre las sábanas, cerrando los ojos y mordiendo mi labio inferior, acomodada en aquél lecho en el que el calor de las sábanas se había visto intercambiado por el de Osgar.
Y así, abrazada por el anhelo contenido, sintiendo la calidez del hombre, la fría noche acechandonos fuera y un pequeño humillo subiendo por la chimenea antes de que las brasas se consumieran... me dormí.
Hahahahaha me matarás, sé que ahora solo quieres mi cabeza en una bandeja.. hahahaha xD pero sí, Aya se durmió!!! hahahahha xD Por cierto.. deja de usar ya el nombre de mi user en tus posts... y más si son pornosos! xDDDDD Te loveo... :heart:
Edgar Dagson- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 185
Fecha de inscripción : 07/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Sí, cuando de repente sintió una ligera presión caída en la pierna que sostenía, sospechó que Aya le había dejado por el placer de una cama (y para más inri, de la suya). Eso, o se había muerto en un momento o de repente hasta las fuerzas más zopencas de Oscar se habían ido a la taberna a pedir algo lejos de ningún esfuerzo... pero lo dudaba mucho.
Soltó la pierna dormida de Aya y seguidamente se incorporó para comprobar que, efectivamente, Morfeo se la había llevado para él solito. Suspiró y se dispuso a actuar en consecuencia, mientras un millar de ideas consumían su cabeza: ¿Estaba perdiendo facultades? ¿O directamente a Aya le podía llegar a significar tan poco que incluso el sueño era más fuerte que su complaciente manejo en el catre? Ahora sí, ahora no, ahora aparecen mis dueños, ahora nadie nos interrumpe pero me duermo...
Meneó la cabeza para sí mismo mientras le colocaba algo de ropa para que no cogiera frío en aquella época del año tan poco recomendable para dormir desnuda y se consoló con la idea de que había sido un día de emociones cargadas y demasiado trascendentales, por no hablar de que todavía tenía el cuerpo magullado de latigazos. Resultaba irónico que para una sola vez que su corazón bombeaba de deseos personales de poseer a otra persona interfiriera algo tan sencillo y rutinario como el sueño... Claro que cuando ya hubo arropado y acostado a la muchacha, casi se descubrió apreciando el suceso con mayor agrado del que su dignidad esperase, pues que alguien se durmiera en pleno acto sexual no era algo que le pasara todos los días e incluso otorgaba de una candidez graciosa a su carcomida rutina laboral.
Al contrario que Aya, él no durmió en toda la noche y se pasó lo que quedaba de ella sentado sobre el alfeizar de la ventana, como había decidido hacer antes de haber regresado al colchón. Cuando empezó a amanecer, preparó un poco de té que sobraba en su cocina y cuidadosamente depositó una bandeja sobre un taburete, muy cerca del cojín donde Aya reposaba su mejilla.
Cuando despertó, el muchacho tenía todo un costado del cuerpo apoyado en la pared próxima a la ventana, contemplando el exterior con ausencia en los ojos y una cerilla en sus dedos. Volteó únicamente el rostro para mirar hacia ella, viéndola despertar por tercera vez desde que la conocía.
Buenos días -saludó tranquilamente y la miró con receló burlón cuando, como en el burdel, la muchacha se asustó de la situación con la que despertaba-. No, tranquila, no hicimos nada. Te he preparado el desayuno, bébetelo antes de que la ventisca de la mañana lo estropee.
Soltó la pierna dormida de Aya y seguidamente se incorporó para comprobar que, efectivamente, Morfeo se la había llevado para él solito. Suspiró y se dispuso a actuar en consecuencia, mientras un millar de ideas consumían su cabeza: ¿Estaba perdiendo facultades? ¿O directamente a Aya le podía llegar a significar tan poco que incluso el sueño era más fuerte que su complaciente manejo en el catre? Ahora sí, ahora no, ahora aparecen mis dueños, ahora nadie nos interrumpe pero me duermo...
Meneó la cabeza para sí mismo mientras le colocaba algo de ropa para que no cogiera frío en aquella época del año tan poco recomendable para dormir desnuda y se consoló con la idea de que había sido un día de emociones cargadas y demasiado trascendentales, por no hablar de que todavía tenía el cuerpo magullado de latigazos. Resultaba irónico que para una sola vez que su corazón bombeaba de deseos personales de poseer a otra persona interfiriera algo tan sencillo y rutinario como el sueño... Claro que cuando ya hubo arropado y acostado a la muchacha, casi se descubrió apreciando el suceso con mayor agrado del que su dignidad esperase, pues que alguien se durmiera en pleno acto sexual no era algo que le pasara todos los días e incluso otorgaba de una candidez graciosa a su carcomida rutina laboral.
Al contrario que Aya, él no durmió en toda la noche y se pasó lo que quedaba de ella sentado sobre el alfeizar de la ventana, como había decidido hacer antes de haber regresado al colchón. Cuando empezó a amanecer, preparó un poco de té que sobraba en su cocina y cuidadosamente depositó una bandeja sobre un taburete, muy cerca del cojín donde Aya reposaba su mejilla.
Cuando despertó, el muchacho tenía todo un costado del cuerpo apoyado en la pared próxima a la ventana, contemplando el exterior con ausencia en los ojos y una cerilla en sus dedos. Volteó únicamente el rostro para mirar hacia ella, viéndola despertar por tercera vez desde que la conocía.
Buenos días -saludó tranquilamente y la miró con receló burlón cuando, como en el burdel, la muchacha se asustó de la situación con la que despertaba-. No, tranquila, no hicimos nada. Te he preparado el desayuno, bébetelo antes de que la ventisca de la mañana lo estropee.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 577
Fecha de inscripción : 06/10/2011
Localización : Depende de cómo quieras conocerme
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Me relamía los labios muy sensualmente, sintiendo en mi cuerpo unos torbellinos de pasión desmedida, de anhelo casi asfixiante en mi piel. Bajaba mis manos por mis senos desnudos, deteniéndome unos momentos en mis pezones sonrojados, retorciéndolos levemente hasta que de mi boca escapaba un gemido. Mientras una de mis manos seguía firme masajeando mi pecho, la otra siguió bajando por mi vientre, haciéndome cosquillas y estremeciéndome, hasta dar con aquello que buscaba, una majestuosa verga que no dudé en acariciar con los dedos antes de abrazarla con la mano y empezar a deslizarla por ella a un ritmo cada vez más frenético, propiciando que me mordiera el labio inferior con fuerza y cerrara los ojos, sintiendo cómo algo se humedecía en mi entrepierna y… ¿gritaba?
Abrí los ojos de par en par y me ví enderezada en un lecho que no era el mío. Busqué con ansiedad algo que me identificara la sala, hallando a Osgar mirándome fijamente, no muy lejos de mí. Parpadeé y alcé las sábanas para mirar mi cuerpo, percatándome de la humedad en mi vagina más no había rastro de sangre, por lo que… mantenía mi virginidad intacta.
Ahora, algo avergonzada por mi comportamiento y por aquél extraño sueño en el que me había visto como a un ser hermafrodita, osé alzar la vista hacia él, asintiendo a sus palabras sobre el desayuno. Cubriéndome los pechos con la manta, tomé el vaso dispuesto junto a mí y tras olisquearlo, di un pequeño sorbo, relamiéndome los labios como... como en mi sueño. Aquello me incomodaba pero sabía que no debía preocuparme, que sólo había sido un sueño producido por la excitación de la noche anterior. De reojo, contemplaba a Osgar. ¿Qué pensaría él de mí ahora? Le había fallado por segunda vez.
- Debes odiarme.- murmuré, más para mí misma que para él, segura de que así era por lo que no convertí mi sospecha en una pregunta.
Suspiré y terminé el contenido del recipiente, dejándome una calidez en el estómago que agradecí sinceramente con una sonrisa. Dejé cuidadosamente el vaso sobre la mesa y con la manta envolviendo mi cuerpo desnudo, caminé hacia él, algo temblorosa por los temores que me albergaban. Frente a él, me limité a abrazarle, cerrando los ojos y suspirando.
Él no merecía esto. Osgar no me merecía.
Abrí los ojos de par en par y me ví enderezada en un lecho que no era el mío. Busqué con ansiedad algo que me identificara la sala, hallando a Osgar mirándome fijamente, no muy lejos de mí. Parpadeé y alcé las sábanas para mirar mi cuerpo, percatándome de la humedad en mi vagina más no había rastro de sangre, por lo que… mantenía mi virginidad intacta.
Ahora, algo avergonzada por mi comportamiento y por aquél extraño sueño en el que me había visto como a un ser hermafrodita, osé alzar la vista hacia él, asintiendo a sus palabras sobre el desayuno. Cubriéndome los pechos con la manta, tomé el vaso dispuesto junto a mí y tras olisquearlo, di un pequeño sorbo, relamiéndome los labios como... como en mi sueño. Aquello me incomodaba pero sabía que no debía preocuparme, que sólo había sido un sueño producido por la excitación de la noche anterior. De reojo, contemplaba a Osgar. ¿Qué pensaría él de mí ahora? Le había fallado por segunda vez.
- Debes odiarme.- murmuré, más para mí misma que para él, segura de que así era por lo que no convertí mi sospecha en una pregunta.
Suspiré y terminé el contenido del recipiente, dejándome una calidez en el estómago que agradecí sinceramente con una sonrisa. Dejé cuidadosamente el vaso sobre la mesa y con la manta envolviendo mi cuerpo desnudo, caminé hacia él, algo temblorosa por los temores que me albergaban. Frente a él, me limité a abrazarle, cerrando los ojos y suspirando.
Él no merecía esto. Osgar no me merecía.
Edgar Dagson- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 185
Fecha de inscripción : 07/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Puso los ojos en blanco al instante en que los cabellos de Aya le rozaron la mandíbula y volvió a suspirar cuando el abrazo le erizó dentro de la calidez que solía acompañarla. Aunque a aquellas alturas ya no sabía muy bien si era él mismo quién le asociaba esa sensación o si su cuerpo cambiaba tan fácilmente de temperatura al tenerla cerca a ella.
No te odio -aseguró, en un tono ligeramente gruñón que a pesar de todo no podía identificarse como recriminador-. ¿Crees que soy tan superficial? Si te entraron ganas de dormirte, pues qué se le va a hacer.
Sonrió con repentina levedad a los pocos segundos, resignándose definitivamente a disfrutar del auténtico meollo que dejaba lo ocurrido a la altura de unas chiquilladas frívolas: tenía a Aya a su lado, pero (y entonces, el incidente de la narcolepsia en mitad del sexo sí que era una conversación para el jardín de infancia): ¿Por cuánto tiempo? El tema todavía no había sido zanjado aún o si lo había sido, la última frase al respecto de la japonesa continuaba interponiendo esa separación que Oscar evitaba con todo su empeño.
¿Puedo ir al trabajo un momento para avisar de que no he muerto sin preocuparme de si te voy a encontrar o no a la vuelta? -preguntó de manera casi ausente, regresando su mirar a través de la ventana, al mismo tiempo que le devolvía el abrazo con más fuerza y le frotaba suavemente la cintura.
No te odio -aseguró, en un tono ligeramente gruñón que a pesar de todo no podía identificarse como recriminador-. ¿Crees que soy tan superficial? Si te entraron ganas de dormirte, pues qué se le va a hacer.
Sonrió con repentina levedad a los pocos segundos, resignándose definitivamente a disfrutar del auténtico meollo que dejaba lo ocurrido a la altura de unas chiquilladas frívolas: tenía a Aya a su lado, pero (y entonces, el incidente de la narcolepsia en mitad del sexo sí que era una conversación para el jardín de infancia): ¿Por cuánto tiempo? El tema todavía no había sido zanjado aún o si lo había sido, la última frase al respecto de la japonesa continuaba interponiendo esa separación que Oscar evitaba con todo su empeño.
¿Puedo ir al trabajo un momento para avisar de que no he muerto sin preocuparme de si te voy a encontrar o no a la vuelta? -preguntó de manera casi ausente, regresando su mirar a través de la ventana, al mismo tiempo que le devolvía el abrazo con más fuerza y le frotaba suavemente la cintura.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
- Mensajes : 577
Fecha de inscripción : 06/10/2011
Localización : Depende de cómo quieras conocerme
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cambio de vida [Aya Kuran]
Su abrazo sosegaba mi alma tiritante y casi había recuperado la compostura y la naturalidad que me caracterizaba cuando Osgar me pidió que no desapareciera en el lapsus temporal en el que me dejara a solas para avisar al burdel de que no iría a trabajar, algo que quise discutir puesto que no deseaba que cambiara su rutina por mi presencia. No obstante, me detuve un momento, mirándole fijamente a los ojos mientras recordaba cada momento que había enmarcado nuestros encuentros. Pensé en la vez que me atacaron y la forma en la que me defendió. Rememoré cada momento de tensión sexual en la que habíamos intentado contenernos, tanto en su habitación del prostíbulo como en el jardín de los Miyagi como... aquella noche a la que acababa de despertar.
Torcí las comusuras de mis labios y sostuve su rostro entre mis manos, obligándole a mirar dentro de mis profundos y enigmáticos ojos rasgados, sonriéndole con seguridad, luchando para que creyera en mis palabras.
- Te esperaré.- le prometí con un susurro claro y conciso.
Dejé que el silencio se posara sobre mis labios, hasta que me di cuenta que al realizar aquél gesto de tomar su rostro entre mis manos, la manta que sujetaba para ocultar mi rostro desnudo había caído a mis pies. Parpadeé un par de veces y ante un intenso rubor, solté su cara y me arrodillé para retomar la tela, riendo algo nerviosa por la mentira que había escapado de mi boca y que podía ser entendida como fruto de mi descuido.
Definitivamente... Osgar no me merecía.
Torcí las comusuras de mis labios y sostuve su rostro entre mis manos, obligándole a mirar dentro de mis profundos y enigmáticos ojos rasgados, sonriéndole con seguridad, luchando para que creyera en mis palabras.
- Te esperaré.- le prometí con un susurro claro y conciso.
Dejé que el silencio se posara sobre mis labios, hasta que me di cuenta que al realizar aquél gesto de tomar su rostro entre mis manos, la manta que sujetaba para ocultar mi rostro desnudo había caído a mis pies. Parpadeé un par de veces y ante un intenso rubor, solté su cara y me arrodillé para retomar la tela, riendo algo nerviosa por la mentira que había escapado de mi boca y que podía ser entendida como fruto de mi descuido.
Definitivamente... Osgar no me merecía.
Edgar Dagson- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 185
Fecha de inscripción : 07/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» Cambio de vida inesperado. [Privado]
» Después del primer encuentro... [Aya Kuran]
» Yuuki Kuran
» Correspondencia de Aya Kuran
» Wo Qui Non Coin [Aya Kuran]
» Después del primer encuentro... [Aya Kuran]
» Yuuki Kuran
» Correspondencia de Aya Kuran
» Wo Qui Non Coin [Aya Kuran]
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour