Cambio de vida inesperado. [Privado]

por **Tyler Fausten** Mar Dic 06, 2011 6:35 am

Cuando crees que todo es demasiado..."normal", prepárate para el cambio más radical de tu vida.

Los dias sucedían, y el trabajo escaseaba en la gran ciudad de París. El otoño arrecía, y el trabajo pronto estaba por llegar, mientras, se esperaba el invierno donde como osezno tendría que hibernar en mi morada hasta la primavera.
Eran las 1 de la mañana, en aquella fría y lluviosa noche de diciembre, mi mirada, se separaba del ventanal para acudir a la chimenea y tomar un poco de calor... así podría sobrevivir, pero no sabría por cuanto. La compañía de una mujer me era vital, perdon, digo que me es vital para la vida misma, pero he cometido muchos errores a lo largo de la vida: una pérdida, un desencuentro, un amor frustrado y una noche pasional, en esos órdenes.

Mi camisa bajo mi jersey, comenzaba a templarse, poco a poco con aquel calor que provenía de la chimenea. Tomé entonces una copa vaía y la llené de vino. No bebía desde hacía siglos, la bebida siempre me había traido malos presagios y momentos rotos en aquello cual era mi memoria. Unos ruidos extraños en la puerta, y con el rostro contrariado fuí a abrirla.

Un cesto.
Vacío.
Algo se mueve...
una nota lleva.

Mis piernas se acuclillaron ante aquella visión, había ordenado a mis trabajadores que dejasen la casa temprano, para que terminases sus quehaceres en sus respectivos hogares. Me encontraba solo, con aquella cesta... La tomé, miré por si veía quién la había dejado y cerré la puerta a cal y canto.
La abrí apresuradamente. Muchas eran las cosas que ocurrían en mi cabeza, pensé pero deseché velozmente aquella imagen. Muchas eran las historias que narraban casos parecidos a éste, las cuales... me hicieron que pensar.
Un bebé.

~~mecagoendiosyenlarecontraputamadre~~

Eso no lo lean...

Saqué el bebé cuya manta que lo envolvía estaba empapada y helada por la lluvia y el frío que arrecía en aquel tiempo. La cosa no acababa ahí sino en los laterales de la cesta, habían un cuaderno, un diario y una carta.

No puede ser...

Velozmente me atrevía ver si estaba con vida o no. Por suerte o fortuna estaba vivo, sollozaba, pero aún dormía. Me senté con el en el frente de la chimenea, para que tomase el calor con cierta velocidad. Al fin de cuentas era tan solo una pequeña criatura.

Leí la carta, con parsimonia, entonando en mi cabeza cada una de las palabras temblorosas que allí habían escritas. Necesitaba a alguien. Pero era muy tarde como para llamar a casa de nadie. Cuando la acabé, hasta mis manos temblaban y no por la ausencia de la calidez, sino por miedo.

"Aquel bebé... era... mío..."