No Hay Cambio Sin Sacrificio [Privado Adanna]

Recordaba la primera vez que había visto aquel cazador, no había sido el mejor encuentro, ni había sido planeado y sin embargo no había podido olvidarlo, Adanna era una persona que se despreocupaba de la vida y encontraba las cosas buenas de la vida, así había catalogado ese encuentro, como un infortunio que había tenido un final feliz.

Aquella mañana como todos los días desde que había sido llevada hasta París fue al mercado a comprar cosas para la merienda de su amo, un par de patatas y un poco de carne de segunda mano que bien lavada y cocinada no causaría en su amo ninguna enfermedad, así era como todos los días negociando con los comerciantes podía hacer una cena pasable para su amo con la mísera cantidad que le daba.

Además entregaría su primer trabajo extra sin que su amo se enterara, unos vestidos que estuvo arreglado a altas horas de la noche y con la única luz que la luna le regalaba por su ventana; por ese trabajo le dieron la magnífica cantidad de siete de francos, para Adanna aquello era una fortuna para la muchacha, abrazó a la panadera de un modo tan cálido y tan lleno de emoción que parecería que se había sacado la lotería.

Pero así era Adanna, corrió calles arriba en dirección a su casa después de haber escondido un pequeño morral alrededor de su cintura, uno de sus grandes errores fue haberlo hecho a plena luz de día y en un callejón donde hombres la habían observado, realmente no querían el dinero que portaba sino el cuerpo de la joven tan pequeño y menudo.

Al verse acorralada no hizo más que cerrar los ojos esperando el suplicio pero al abrirlos se encontró con quien sería su héroe sobre un caballo como en los cuentos de hadas, en agradecimiento lo llevó hasta su casa ofreciéndole un poco de agua al bello corsel y al cazador, con la esperanza de volverlo a ver se despidió… la vida se encargo en que volviera a hacerlo.

Al otro día sus acompañantes del día anterior robaron las pertenencias de su amo como venganza a la humillación pasada; el cazador fue el encargado de traer de nuevo todo lo hurtado y como era de esperarse fue así, Adanna se quedó cerca del caballo sonriéndole al dueño en silencio, no interrumpiría su camino hasta la oficina principal y aunque en silencio miró como cojeaba a causa del enfrentamiento.

– Hola pequeño… esperaremos a tu amo para curar sus heridas – susurró acariciando parte del lomo del animal, oyó los gritos como si hubiera estado parada a un lado suyo y suspiró, sabía como era de tacaño aquel hombre y que no importaba que tan agradecido estaba, su dinero era intocable.

Cuando volvió a verle aparecer, sonrió ampliamente dando un beso al caballo a su lado. – espero que se encuentre bien – ladeo la cabeza en busca de una mirada que no parecía quererse cruzar con la suya – Debo agradecerle lo que hizo por mí el otro día – colocó el cepillo en el suelo sacando de su escote el viejo saco de monedas que había iniciado todo ese embrollo y se lo extendió. – Es poco como verá pero es de todo corazón para demostrar mi gratitud – espero alguna respuesta de su parte, balanceándose de un lado a otro como lo haría una niña pequeña y es que en lo más hondo de su interior aun lo era.