Quien la sigue la consigue {Privado}

por **Elhena / Serena** Jue Nov 03, 2011 7:52 pm

Las siete tocaban en las campanas de la iglesia cuando Serena caminaba por la calle, acompañada de un par de niños a los que había sacado del orfanato. Como siempre, en algunos de sus ratos libres, utilizaba su tiempo para poder ayudar a aquellos que de verdad lo necesitaban. Por otra parte su hermana debería estar, como siempre, "zanganeando" con alguna que otra persona de cierta importancia. Ella nunca se dignaría a bajar por los barrios bajos de París y menos acompañando a niños, niños como los que alguna vez ellas habían sido. En parte era por eso que ella no podía resistirse, por el recuerdo de la niñez. Las ganas que había sentido de encontrarse con una mano amiga y adulta que las guiara o, como mínimo, que las hiciese compañía. Pero no, ahí no había nada, porque nadie les brindó ese apoyo hasta que ya fue demasiado tarde. Sin embargo, no todo había salido tan malo. Y la muestra estaba en cómo habían acabado al final, unas niñas acomodadas de una buena familia Inglesa residente en París. Después de todo, Elhena había conseguido lo que tanto anhelaba. Dinero. Lujos. Comodidad. Serena, por otra parte, continuaba buscando algo más de lo que ya tenía. Y con tener no se refería precisamente a el dinero o las comodidades, no, había conseguido un principio de la familia con la que siempre soñó.

No tardó más de una hora en oscurecer del todo. No pasaban de las ocho cuando las farolas ya se encendieron y cada vez las noches se hacían más pesadas a medida que el invierno iba llegando. Ya había devuelto a los niños al orfanato y ahora volvía de camino a casa. No podía evitar sentirse ligeramente extraña por aquellos barrios a esas horas de la noche, se había acostumbrado demasiado a las largas tardes de verano y todavía no había cambiado el "chip" del horario. Cosa que tenía que hacer. De noche en según que barrios era poco aconsejable. Por no decir absolutamente nada. Su olfato -bien agudizado.- la alarmó cuando un olor extraño le llegó con fuerza. Un olor humano pero ligeramente extraño. Llevaba el pelo suelto y la capa le caía sobre el vestido que llevaba. No demasiado ostentoso pues por barrios pobres llevar ropa que te hiciese destacar ya fuese a la luz del sol o de la luna era igualmente peligroso. Lo había aprendido con el tiempo. Ni siquiera intentó mirar hacia detrás. Empezó a correr por la calle que enfilaba cuesta arriba. A correr con todas las fuerzas de las que disponía en ese momento. Tenía un mal presentimiento. Demasiado malo como para pararse para averiguar de dónde venía.

por **Gianella Massone** Dom Nov 13, 2011 11:02 am

- “Al fin un poco de acción…”

Esa noche parecía una más en la nueva rutina de la loba italiana, aunque realmente no fuera una más. Se cumplía una semana desde que había sido contratada para ser cantinera del burdel más famoso de Francia, y las cosas parecían ir bastante bien a pesar de todo. Se estaba acostumbrando más a socializar, y la herida latente de su corazón parecía no molestarle al menos de momento, ya que todavía era demasiado reciente; aunque francamente, esa herida era tan profunda que seguramente nada lo curaría. Eso creía ella, al menos.

Terminado su turno de trabajo, salió por la puerta lateral directo a un callejón con nada más que su camisa, sus pantalones, zapatos y un bolso de cuero hecho a mano, regalado por una de sus protegidas en ese peligroso y oscuro y a la vez humilde y esforzado mundo de los callejones. Caminaba en dirección a su hogar entre aquellas dos calles cuando algo le llamó la atención. Se escondió en una esquina y notó a un hombre encapuchado ajustar unas armas. La mujer de ojos azules utilizó sus sentidos para averiguar más de aquella actitud sospechosa y entrecerró los ojos al notar sus verdaderas intenciones y salir corriendo hacia alguien o algo que había visto. Gianella aprovechó las paredes y los techos para ganar altura y espacio e inició la persecución del hombre, logrando ver a lo lejos el objetivo que tenía: una mujer de cabellos rubios que por aroma y vestimenta reconoció como una de las suyas. – Hijo de puta…-gruñió por lo bajo y dio un salto enorme entre dos construcciones para acortar distancias, cayendo en un techo y rodando para luego dar otro salto y continuar con su arremetida, pero lo cierto era que la mujer se estaba quedando sin alternativas de movimiento. Si no hacía algo, se quedaría en un callejón sin salida; sin embargo debía considerarse afortunada, ya que tenía a una aliada secreta desde los cielos, una aliada que no tardaría en aparecer.

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