L'arbre á Cannelle {Asagi Dunkelheit }

Azul, de un azul cobalto es como se pintan los cielos del anochecer, sigo aquí, caminando entre mortales, dejando que el frío viento me golpee, como si una frágil hoja tostada que el invierno apenas dejo fuera, tan solo para ‘terminar’ con su vida y el verdor que le quedaba debajo de ese color oro y naranja que los rayos del sol le otorgaron. El invierno está llegando anuncia que pronto azotara a todos con esa blancura celestial, recordando parís desde entonces casi no ha cambiado, ¿Acaso lo he hecho yo?, quizá, muy probablemente, mis pasos son ahora más débiles que antes en ese sentido figurado del cual nadie hace caso.

Me sumerjo en la humedad de las hojas por estas losetas empedradas y más aún del frescor de la tierra cuando se combinan con la sabana azabache abrazando todo su esplendor, y la luna coquetamente se adorna con unas pequeñas nubes, casi invisibles cual pincel hubiese pasado para robar su color, dejando el coqueteo y la belleza esconderse, así es como el resplandor, la luz y su silueta de esa amada confidente se muestran junto a las pequeñas perlas que se atreven a llamar estrellas.

Puedo escuchar el sonido del mar azotando sus olas con tranquilidad, sus aguas moviéndose al ritmo de este bamboleo lento y una que otra gaviota lanzando su ultimo llanto, pero en medio de este barullo es donde me encuentro, es aquí donde sigo, sigiloso, quieto y tranquilo, arreglo el fino y gran abrigo blanco que contrasta con la palidez de mi rostro, mis cabellos se empeñan en jugar con el viento cada que este los arremolina contra su voluntad como un tira y afloja, como dos pequeños niños empezando la rudeza.

Mi caminar sin embargo es galante, con personalidad gallarda, no me esfuerzo por obtenerla, es natural, mis orbes se deleitan con el magnífico escenario parisino, damas por aquí y por allá caminando entre joyas, modales, telas y pomposos lenguajes, caballeros que insistan al placer de una noche así, otros más osados y discretos también, las luces iluminan su piel de mármol dándoles un tinte rosado, no existe nada en esta noche que la buena música, el ambiente natural y la compañía, sin embargo para una bestia tan sedienta armada con deseos y colmillos no hay más que soledad y vacío la felicidad no existe.

Recordando… con el aroma favorito que lastima mis fosas nasales, así voy por este sendero lleno de elegancia, son los cafés y el aroma de este grano negro lo que describe mil y una sensación al mismo tiempo, me dejo llevar, quiero vislumbrar un buen recuerdo, sin embargo solo baños de sangre habrán en ellos, quizá si tengo uno, es aquel rostro hermoso que deseo ver una vez más, pero no soy más que una criatura sin sentimientos, la oscuridad, la luna y las estrellas lo saben, conocen mis secretos más ocultos y mi verdadera mascara.

Un pequeño rincón en parís podría hacerme olvidar, pero es imposible jugar, solo jugar, porque el aroma contemplaré pero su liquido no beberé, así es de cruel la existencia de un vampiro, sin probar café alguno, aun cuando los granos tostados bajo el sol estén en un punto máximo de amargar o endulzar el paladar, me introduzco sin prisa al establecimiento, ‘peculiar nombre’ musito a mis adentros, sin expresión alguna en el rostro.

Parece hogareño, el calor de la chimenea el cual no siento, el aroma penetrante a café y el sonido del piano, que más pido… Ah, sí una hermosa taza de porcelana con el mejor café, solo para contemplar cuando su vapor deje de existir, cuando quede sin vida y ya no me dance con hermosas figuras, solo eso y nada más. Pero todo parece monótono, eso es lo que más odio, un cuadro perfecto.

Y la campanita del lugar suena anunciando con su tintín mi llegada al lugar, mis pasos no se escuchan, las miradas me prosiguen y mis ojos azules como el cielo primaveral les ignora a cada uno de ellos, tomo asiento, mirando al exterior al cielo, acomodando la gabardina aun lado de mí rebelando solo mi atuendo clásico de un burgués.

Se acerca un amable y gallardo caballero, con sus palabras de servicio, con voz tranquila y serena solo musito – Quiero el mejor café que tenga – no quiero creerme, pero el aroma me embriaga, me remota a viajas experiencias, es el más delicioso… No, alto, el más delicioso aroma es la de sangre, incluso más penetrante y enloquecedor, no vale la pena compararlos, es así como debe de ser la comparación, sin embargo me quedo en este monologo, introduciéndome más y más en mis pensamientos.

Tomando la fina porcelana en mis dedos, observo el humo esparciéndose, todo a mi alrededor, pero mis fríos dedos no sienten la calidez, no sienten nada, solo me queda imaginar, imaginar que se compara como una llama, una ferviente y ardiente llama que podría matarme o quizá con los rayos del sol cuando debo de huir para no ser llevado por completo a la muerte.

Me quedo aquí admirando la taza de café. ¿Qué vendrá después de esto?, solo espero algún suceso, solo miro y observo la hermosa taza, me dejo llevar por la melodía y el susurro de las personas a mi alrededor, estoy solo por ahora.