AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El devorador de pecados |Reservado|
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El devorador de pecados |Reservado|
Un antiguo brocado del color de la sangre cubría su desnudo cuerpo conforme su mano balanceaba elegantemente una copa notablemente llena, no había duda de que el líquido que manchaba las paredes de cristal era sangre fresca. Francesca, una humana que había sido arrastrada hasta sus dominios debido al atraso de una cuantiosa suma de dinero, se encontraba arrodillada a su lado, su muñeca lacerada estaba sobre el brazo de la monumental silla con intrincados símbolos paganos que el vampiro había exigido construir para sí hacía muchos años. Mikhail nunca escatimaba en lujos, era fiel creyente de que un rey tenía que vestir y vivir como tal. El color borgoña y negro lideraba en cada una de las habitaciones, el piso de mármol era brillante e inmaculado. No dedicó ninguna mirada hacia la pálida humana, uno de los muchos peones sacrificables que habían sido puestos sobre el tablero para entretenerlo antes de dar inicio al juego. El hecho de que vistiese de esa forma no solo significaba que se quedaba dentro de sus inmediaciones, sino que los problemas azotarían como la más furiosa de las tormentas ante su presencia. Mikhail nunca repetía las órdenes. El vampiro no esperaba, exigía que antes de tronar los dedos sus sirvientes se encontraran corriendo para complacerlo. Cada sirviente bajo su protección estaba bien versado en su carácter que, cuando necesitaba alimentar sus miedos destruyéndolos, le resultaba molesto. Una niña de alrededor siete años se encontraba sentada junto a un adolescente que compartía rasgos con la ahora pálida Francesca. La humana no era más que una víctima de sus juegos, Mikhail había hecho quebrar su negocio con el único fin de que acudiera a pedirle un préstamo que ni en una eternidad podría liquidar. Ningún otro habría apoyado a la causa de la joven, todos temían el poder de aquél que pocos conocían. Una sonrisa engreída e inigualable, - una que ni siquiera los reyes de la realeza podrían copiar -, curvó lentamente su boca. Ni siquiera daba su verdadero nombre. Algunas veces era el nombre de Severus con el que se presentaba, pero la mayoría del tiempo, su sentido del humor lo llevaba más lejos. Marcus y el imbécil de Darius no se salvaban de ser perturbados por sus caprichos.
El infante era un regalo para Amber. Un balde de agua fría para mantener frescos sus viejos recuerdos. Ambos, niña y adolescente eran los hermanos pequeños de Francesca, la razón por la que su hermana se había postrado y rogado. Mikhail nunca entendería tal estupidez. Él jamás se humillaría, por nada y jodidamente seguro que por nadie. Incluso su hermano era otro peón que mover, su ejecutor, el que había aprendido a no cuestionar sino a actuar. Un muñeco para jugar a la ventriloquía. La edad de la joven era casi la misma que había tenido Amber cuando había escapado o, mejor dicho, cuando le había permitido escapar para dar vueltas en un círculo vicioso que siempre le redirigiría a un solo camino: estar consigo. El vampiro palmeó solo una vez sobre su muslo y Francesca se sentó inmediatamente. – Llamadla. No necesitaba decir su nombre, el tono exigente en su voz decía a quién solicitaba. Amber y Lucian podrían jugar a hacerle estúpido, pero Mikhail siempre estaba a cien pasos sobre ellos. Su hermano no se escapaba de sus vigilias, un rey no confiaba ni en la espada que portaba, él mismo había decidido acabar con Darius por poder, ¿por qué Lucian debería ser distinto? Por supuesto que su hermano no tenía ni su inteligencia ni su astucia, dejarlo influenciar por su odio había sido tan relativamente fácil. Mikhail había planeado cada una de las emboscadas en las que se había visto luchando, al principio se había dicho que era para mantenerlo en forma pero pronto había descubierto la diversión que sentía al verle la cara de imbécil cuando regresaba, una y otra vez, a cuidar sus espaldas. El rumor que habían empezado antes de que Lucian partiera había cesado cuando el propio Mikhail lo había silenciado. No quedaba ninguno de aquéllos que habían visto a su mujer con una sonrisa dedicada a su hermano. La mirada del vampiro cayó sobre el adolescente que le miraba impotentemente, podría haber forzado su mente pero qué diversión habría sino era consciente de lo que le obligaría a hacerles.
- ¿Sabían que vuestra hermana os ha vendido a mí para recuperar su negocio? Atrajo la muñeca de Francesca hasta su boca, después de haber decidido que era suficiente desperdicio de sangre. Su mirada permaneció deliberadamente sobre la horrorizada del adolescente. Mikhail ya les había dado el tiempo suficiente para asimilar su recién descubierto mundo. – Nicolás, sois lo bastante inteligente como para agradarme. ¡Blasfemias! El juego recién daba comienzo y la invitada principal se acercaba para ¿disfrutar? Tenía que... Con la anunciada llegada de Lucian, Mikhail había tenido que encontrar un modo de matar el tiempo, ¿existía mejor forma de darle la noticia de su pronto arribo a su despampanante consorte? No solo se estaba dando un festín a su nombre, sino estaba compartiéndolo con ella. – Te daré un regalo a cambio de... Consciente de que Amber había entrado a la habitación, el vampiro hizo una pausa apasionadamente, definitivamente habría tenido futuro en el teatro. Hizo un ademán hacia su esposa para que se colocara a su lado mientras continuaba con su perorata. – Recuerdo la primera vez que me acosté con una mujer. Rondaba la edad de Nicolás. Mikhail sostuvo la mano de Amber dentro de la suya, hasta que él no la liberara, estaba obligada por sus arranques a permanecer con ese porte de fría y déspota reina. Tener a Francesca sobre sus piernas solo lo hacía más excitante. - Te he llamado para compartir su transición de niño a hombre. “Enséñale a no objetar y a obedecerme, Amber” Agregó en su mente. No era una petición sino una orden. - Sírvete, Nicolás. “Toma a la niña de las muñecas si resulta necesario”. Hablaba con una tranquilidad bordeada por el filo de su voz. – Rafael, traed a Zacarías, Dimitri y Dominic. Os invito al comedor esta noche.
El infante era un regalo para Amber. Un balde de agua fría para mantener frescos sus viejos recuerdos. Ambos, niña y adolescente eran los hermanos pequeños de Francesca, la razón por la que su hermana se había postrado y rogado. Mikhail nunca entendería tal estupidez. Él jamás se humillaría, por nada y jodidamente seguro que por nadie. Incluso su hermano era otro peón que mover, su ejecutor, el que había aprendido a no cuestionar sino a actuar. Un muñeco para jugar a la ventriloquía. La edad de la joven era casi la misma que había tenido Amber cuando había escapado o, mejor dicho, cuando le había permitido escapar para dar vueltas en un círculo vicioso que siempre le redirigiría a un solo camino: estar consigo. El vampiro palmeó solo una vez sobre su muslo y Francesca se sentó inmediatamente. – Llamadla. No necesitaba decir su nombre, el tono exigente en su voz decía a quién solicitaba. Amber y Lucian podrían jugar a hacerle estúpido, pero Mikhail siempre estaba a cien pasos sobre ellos. Su hermano no se escapaba de sus vigilias, un rey no confiaba ni en la espada que portaba, él mismo había decidido acabar con Darius por poder, ¿por qué Lucian debería ser distinto? Por supuesto que su hermano no tenía ni su inteligencia ni su astucia, dejarlo influenciar por su odio había sido tan relativamente fácil. Mikhail había planeado cada una de las emboscadas en las que se había visto luchando, al principio se había dicho que era para mantenerlo en forma pero pronto había descubierto la diversión que sentía al verle la cara de imbécil cuando regresaba, una y otra vez, a cuidar sus espaldas. El rumor que habían empezado antes de que Lucian partiera había cesado cuando el propio Mikhail lo había silenciado. No quedaba ninguno de aquéllos que habían visto a su mujer con una sonrisa dedicada a su hermano. La mirada del vampiro cayó sobre el adolescente que le miraba impotentemente, podría haber forzado su mente pero qué diversión habría sino era consciente de lo que le obligaría a hacerles.
- ¿Sabían que vuestra hermana os ha vendido a mí para recuperar su negocio? Atrajo la muñeca de Francesca hasta su boca, después de haber decidido que era suficiente desperdicio de sangre. Su mirada permaneció deliberadamente sobre la horrorizada del adolescente. Mikhail ya les había dado el tiempo suficiente para asimilar su recién descubierto mundo. – Nicolás, sois lo bastante inteligente como para agradarme. ¡Blasfemias! El juego recién daba comienzo y la invitada principal se acercaba para ¿disfrutar? Tenía que... Con la anunciada llegada de Lucian, Mikhail había tenido que encontrar un modo de matar el tiempo, ¿existía mejor forma de darle la noticia de su pronto arribo a su despampanante consorte? No solo se estaba dando un festín a su nombre, sino estaba compartiéndolo con ella. – Te daré un regalo a cambio de... Consciente de que Amber había entrado a la habitación, el vampiro hizo una pausa apasionadamente, definitivamente habría tenido futuro en el teatro. Hizo un ademán hacia su esposa para que se colocara a su lado mientras continuaba con su perorata. – Recuerdo la primera vez que me acosté con una mujer. Rondaba la edad de Nicolás. Mikhail sostuvo la mano de Amber dentro de la suya, hasta que él no la liberara, estaba obligada por sus arranques a permanecer con ese porte de fría y déspota reina. Tener a Francesca sobre sus piernas solo lo hacía más excitante. - Te he llamado para compartir su transición de niño a hombre. “Enséñale a no objetar y a obedecerme, Amber” Agregó en su mente. No era una petición sino una orden. - Sírvete, Nicolás. “Toma a la niña de las muñecas si resulta necesario”. Hablaba con una tranquilidad bordeada por el filo de su voz. – Rafael, traed a Zacarías, Dimitri y Dominic. Os invito al comedor esta noche.
Mikhail Argeneau- Vampiro Clase Alta
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Re: El devorador de pecados |Reservado|
RETAZO DE MI ALMA
Los pedazos de madera vuelan por todas partes al sentir en su camino el choque brutal de un muro. La silla se ha resumido a la nada, en la pared quedó la huella de esa furia y en el silencio el rugir de una mujer irrumpe la calma. ¡Lo extraña, maldita sea! La uñas de la rubia son grabadas en el papel tapiz que cubre la madera con la cual fueron edificados esos muros que la encierran en una cárcel que aparenta ser un hogar en las calles. La copa que reposa sobre la mesa blanquecina con detalles resaltados en un color dorado, está vacía, no tiene vino, no tiene sangre… No tiene nada, así es como ella se siente cada vez que él desaparece. Su fortuna la arrastró a ser la esposa de uno, pero su corazón decidió enamorarse del otro. ¿Cuánto tiempo más lo soportará? Las sábanas de su cama son solo tirones de lo que alguna vez formuló un mosaico en tonos verdosos y ámbar, el espejo está roto ¿De qué le sirve si no puede observar su rostro? En medio de la habitación el candelabro oscila intentando no caer y que la llama de sus velas no se extinga, demasiado tarde… El viento traspasó las murallas cristalinas del ventanal, consiguiendo la muerte del anaranjado fuego. La puerta se abre trayendo consigo el calor de los pasillos. Un ánima se asoma, maldita sea la hora. Tartamudea su nombre con temor y el otro lo pronuncia con respeto. La servidumbre sabía que Xrisí estaba en uno de esos momentos en los que era mejor no aproximársele. Añora el regreso del hombre al que ama y, aunque está con Mikhail y son idénticos, no es lo mismo. ¡Ella ama a Lucian!
La mirada fulminante de la rubia acabó con los nervios de la chica que sólo recibía las órdenes del rey…. No tiene porque desquitarse con ella, pero es la única forma para erradicar la ira que poco a poco la consume, Mikhail la castigaría después por semejante irreverencia. Con el sonido de huesos rompiéndose, Xrisí se despide de una vida más y sale de su habitación para ir con él. En los pasillos, apesta a niño, un golpe de aromes que traen recuerdos a su memoria, llanto, dolor y el desquebrajo de lo que alguna vez fue su todo. Al intentar abrir la puerta, el rechinido de la madera le da un toque tétrico, los lamentos de una mujer son el acompañante perfecto y, para cuando la vampiresa enfoca la mirada en el par de infantes, es demasiado tarde. Sus labios se entreabren dejando salir el aliento, una imagen que abofetea su rostro. Su mirada cambia, está completamente desarmada ¿Qué demonios ocurría allí? Y La mujer que arrodillada frente a Mikhail está, conoce cual había sido el trato y aún así prefiere salvar su negocio que la vida de los inocentes ¡Maldita perra! Pero aún más maldito era él quien, con una orden confesó a la fémina cuales eran los planes que tenía para los niños. El rostro inmaculado de la vampiresa no podía mostrar dolor porque no lo tenía permitido, pero esa escena… su corazón se ha partido en dos, su alma es desquebrajada por las garras de una bestia infernal, su piel se lacera y la agonía que sufre es indescriptible. Puede sentir las punzadas en su piel, quemando cada parte de lo que ella representa, resumiéndola a tan sólo un susurro tenue en la noche, un ente atormentado… La cólera con la cual se vio ataviada minutos atrás, ahora es nada comparada con la desdicha que está viviendo…
-Por favor Tiberius, no...- Se arrodilla frente a él y levanta la mirada hasta sus orbes. Es una mujer humillada que podría tocar el fondo del abismo con tan sólo una simple orden. Ya no tiene dignidad, la perdió y nunca la recuperará, no mientras él gobierne sus noches. –No me obligues a hacerlo- El rostro de Xrisí se galardona con toda esa frustración que se supone no debe tener al haberle vendido su alma al demonio, pero hasta el mismo Lucifer aún siente envidia de sus hermanos, ella… aún siente por sus hermanos. –Sabes que yo tenía esa edad, sabes lo que significó para mí- Como balde de agua fría, llega a ella el instante en que tratando de escapar de su muerte, gira su rostro para despedirse de ellos y los cristales de la ventana son manchados con su sangre… Se rompe. Por si no fuera poco el hecho de estar hincada frente a él, baja la cabeza hasta la altura del suelo, suplica, implora… Muy en el fondo conoce la respuesta que él le dará y sus plegarias no servirán de nada, pero a pesar de todo, lo intentará… Es ingenua, mantiene la esperanza, la fe en algo que ya está tan podrido como los restos de los cadáveres en el río Aqueronte. "Él cambiará, él cambiará" –Por favor…-
Xrisí D'Argeneau- Vampiro Clase Alta
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Re: El devorador de pecados |Reservado|
La presencia de Mikhail empequeñecía la enorme habitación de la que disponían. Cuando dejaba de moverse se quedaba totalmente quieto. Paciente. Inmóvil. Podría esperar por siempre si tenía que hacerlo. La furia le barría con fuerza ante su atrevimiento, la tensión se acumulaba y crepitaba como el fuego consumiendo la leña en una noche cualquiera. La humana se movió inquieta pero no dijo ni una sola palabra, consciente de la amenaza que se ceñía sobre ellos como la más suave pero letal de las capas. El vampiro hizo tronar su cuello en un movimiento fluido, perezoso, un ondeo de músculos que asemejaba el movimiento de un predador al acecho. Sus ojos se habían tornado tan negros como la obsidiana, el único indicio de su pésimo sentido del humor, la ira que se vertía especialmente en su compañera. La sonrisa de Mikhail fue un simple destello de fuertes dientes blancos. El desprecio se escurría en esa mueca. “La belleza de tu cuerpo es lo único que ha impedido que te lance al abrazo del día.” Plantar sus pensamientos en la mente de ella se había vuelto una costumbre, incluso mientras fornicaba con sus amantes Mikhail encontraba fascinante hacerle consciente del placer que sentían desconocidas ante su toque. “Deforme no me sirves, Amber. Así que piénsalo dos veces antes de hacer una escena” Encontrar el recuerdo donde una vez los rayos dorados le habían acariciado para remarcar su amenaza fue terriblemente sencillo. El leve estremecimiento que bajó por la espina dorsal de su consorte pasó desapercibido para los presentes. Empujó a Francesca con brusquedad, haciéndole bajar de su pierna sin el menor reparo. - ¿Y esperáis que me quede sin diversión solo porque para ti significa algo? Su voz estaba cargada de sarcasmo y burla, la ironía resplandecía en sus orbes como pequeños remolinos. Por supuesto que era más que consciente de lo que la escena implicaba. Amber podía fácilmente verse en el infante vulnerable a punto de ser sacrificado. El dinero que había recibido por la virginidad de su ahora consorte había sido estimulante mas no necesario, la deuda de Francesca daba exactamente lo mismo. El dinero era solo un arma que podía proporcionar las mejores situaciones.
El vampiro se levantó con elegancia, aunque ésta desapareció en el momento en que su mano se cerró como un grillete sobre la muñeca de Amber, levantándola con brusquedad y arrastrándola hacia donde se encontraban los dos hermanos. – Gabrielle, mi esposa te dará instrucciones de lo que tienes que hacer. “La has condenado por tu falta, al final resultaste igual que su hermana” Verter culpa en la mente de Amber cuando le obligaba a revivir su pasado era relativamente fácil cuando se le entregaba al cordero a su cuidado. Mikhail nunca daba segundas oportunidades ni repetía sus órdenes. Soltó a la vampiresa sin importarle contra qué se daba, su mano ya descansaba sobre la cabeza de Nicolás en la farsa para la que se preparaban. – Te enseñaré. Declaró. Su mirada cayó una vez mas sobre Amber, una mirada que le habló de las repercusiones de su atrevimiento. Antes había estado dispuesto a permitir que el adolescente aún en pleno desarrollo tomara el pequeño cuerpo de su hermana, pero Amber había tirado los dados antes de tiempo, orillándole a cambiar la dirección de los engranes ya dispuestos. “¿Tienes idea de lo que le hará mi cuerpo?” Preguntó sin suavizar su sonrisa, los largos y filosos colmillos estaban ya ansiosos por tomar el elixir de su víctima. “Si no lo tienes, aprenderemos en un momento”. Rafael había vuelto con los invitados, dos vampiros y un humano que esperaba pronto ser transformado. Las mentes perversas trabajaron con rapidez, el brillo malicioso tiñó sus orbes ante lo que significaba la niña y la humana. Nicolás era el primer peón que abandonaba la partida. “Sonríe como buena anfitriona”, siseó. Un ondeo de su mano fue suficiente para que los recién llegados dispusiesen del comedor, a la espera de que la cena fuese puesta en sus bandejas.
El vampiro se levantó con elegancia, aunque ésta desapareció en el momento en que su mano se cerró como un grillete sobre la muñeca de Amber, levantándola con brusquedad y arrastrándola hacia donde se encontraban los dos hermanos. – Gabrielle, mi esposa te dará instrucciones de lo que tienes que hacer. “La has condenado por tu falta, al final resultaste igual que su hermana” Verter culpa en la mente de Amber cuando le obligaba a revivir su pasado era relativamente fácil cuando se le entregaba al cordero a su cuidado. Mikhail nunca daba segundas oportunidades ni repetía sus órdenes. Soltó a la vampiresa sin importarle contra qué se daba, su mano ya descansaba sobre la cabeza de Nicolás en la farsa para la que se preparaban. – Te enseñaré. Declaró. Su mirada cayó una vez mas sobre Amber, una mirada que le habló de las repercusiones de su atrevimiento. Antes había estado dispuesto a permitir que el adolescente aún en pleno desarrollo tomara el pequeño cuerpo de su hermana, pero Amber había tirado los dados antes de tiempo, orillándole a cambiar la dirección de los engranes ya dispuestos. “¿Tienes idea de lo que le hará mi cuerpo?” Preguntó sin suavizar su sonrisa, los largos y filosos colmillos estaban ya ansiosos por tomar el elixir de su víctima. “Si no lo tienes, aprenderemos en un momento”. Rafael había vuelto con los invitados, dos vampiros y un humano que esperaba pronto ser transformado. Las mentes perversas trabajaron con rapidez, el brillo malicioso tiñó sus orbes ante lo que significaba la niña y la humana. Nicolás era el primer peón que abandonaba la partida. “Sonríe como buena anfitriona”, siseó. Un ondeo de su mano fue suficiente para que los recién llegados dispusiesen del comedor, a la espera de que la cena fuese puesta en sus bandejas.
Mikhail Argeneau- Vampiro Clase Alta
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Re: El devorador de pecados |Reservado|
FATÍDICO BERRINCHE
La falacia más grande es, pasar toda una eternidad esperando que el tiempo cambie a las personas. Es, en un acto suicida abrazar el sol a sabiendas que la muerte está tras esos dorados colores en el amanecer. Fingir que no se siente nada, cuando se está sufriendo todo. No bastó con la humillación de Amber y su dolor sólo fue el estímulo perfecto para que él saboreara un orgásmico placer. La vampiresa, con el rostro clavado en el suelo, la mirada abatida por el tormento que vive noche tras noche frente a él, su corazón es sólo una piedra negra y hostil que punza cuando los alfileres de su pasado traspasan su putrefacta superficie. Cual dagas en el estómago, lacerando la piel, cual llamas de fuego quemando su cuerpo… Y si pudiese llorar, sus lágrimas ataviarían el resto de la habitación, tintadas con la sangre de un lamento eterno. Se estremece al recordar aquel día en que el sol amenazó con extinguirla, eso fue sólo por desobedecer una orden que fácilmente puede ser manipulable ¿qué haría ahora si llegase a cometer el mismo error? Sí, está consciente que es su belleza quien ha condenado su existencia a las cadenas de Tiberius y, en repetidas ocasiones ha pensado en… pero el recuerdo de Severus se hace cada vez más fuerte, lo que siente por él amerita cada maldito instante que vive al lado del hermano erróneo. Sus pensamientos divagan, su 'amo' azotó el cuerpo de la fémina, Amber la odiaría por el resto de su vida. La fulminante mirada de la rubia acaba con el miedo de Francesca, lo que planea hacerle queda visualizado en el orbe de sus ojos. Desgarradoramente aterrador. Ella podría ser tan perversa como el mismo Mikhail, incluso hasta peor, pero frente a él esa maldad es tan sólo un vestigio de algo que quizá nunca pasó.
Sus planes, el odio que arrastró hasta el frágil e incitante cuerpo de la dama, fue interrumpido por el brusco levantamiento de su amo. Desvía la mirada hasta él, confundida y completamente envenenada con el repudio que sufrió para con la hermana mayor, se pone de pie. Escucha sus órdenes pero sabe que no las acatará, le debe más que la vida a ese hombre, le deberá aún más después de su falta, pero ella no lo hará. Le sonríe a la niña planeando la huida que tendría con un movimiento rápido y certero, pero entonces él… Su rostro cambió por completo. Las noches que ha pasado al lado de Tiberius significan que al día siguiente no podrá levantarse por la cantidad de embestidas y golpes que le propicia, lo morado de su piel, el ardor en su entrepierna por el constante roce de su miembro, las mordidas y… Siente un espasmo recorriendo su feminidad, absorbiendo su altar de Venus y terminando en el de Sodoma. ¿qué le haría a la niña? La violación de su hermano supondría un trauma simplemente y quizá un dolor que disminuiría al crepúsculo, pero si Tiberius la embestía como a ella, Gabrielle… el pequeño cuerpo de la infante se partiría en dos, su pelvis se desquebrajaría, su vientre colapsaría –No, no lo soportará- Pronuncia casi en un susurro. Aunque no necesita del aire, aunque le es indiferente al oxígeno… Siente que se ahoga, hay un nudo en su garganta que amenaza con estrangularle. Una opresión en su pecho, una carga descomunal en sus espaldas, entonces se observa como un estigma en la perfilada mirada de la niña. ¡Desgraciada Amber! ¿Qué harás?
Los invitados llegan, sólo son un estorbo más. Los mira con recelo, con desaprobación, con envidia, con enojo… Quiere sacarles el corazón y alimentar el coraje de los hermanos, necesita desquitar toda esa frustración reprimida con alguien, desvanecer la injusticia que le ha tocado vivir y en la cual será participante con ellos. Toma el pomposo vestido entre sus manos para caminar hasta donde la pequeña la espera, se arrodilla quedando a la altura de su rostro. Sonríe con melancolía, amargura y pena. Rosa sus mejillas en un acto de condescendencia, si él no tiene piedad, ella lo haría. Un gélido beso es depositado en la frente de Gabrielle, le estira la mano a Nicolás y este va con ella siguiendo los consejos de Mikhail. También está triste y las lágrimas tatuadas en su rostro lo hacen evidente. Los abraza a ambos como una madre despidiéndose de sus hijos, sí…. eso es precisamente lo que hace. Les otorga consuelo, refugio… ¡Engaños! Cuando están seguros bajo su protección, hunde el rostro en medio de ambos y susurra con indignación y culpa –Perdónenme- El sonido de sus pechos siendo atravesados por las manos de Amber dilapida el silencio. Los mató. Clava sus ojos azules en Tiberius –¡Mátame si quieres! ¡Ofréceme como banquete y que profanen mi cuerpo! ¡Hazme abrazar al sol una vez más o arrójame a la hoguera! Sabías que no lo haría...- Arquea una ceja. Él apreciaba la maldad en su esplendor y también concebía la devoción de Amber como ninguna otra. Pero debería saber que los seres necrófagos, se alimentan incluso de la carroña de sus amos.
Los corazones de ambos niños se quedan en sus manos. Se pone de pie, Francesca grita, Amber le patea en el rostro –Maldita perra, esto es lo que significa para él tu vida y la de cualquiera ¿ahora es que te arrepientes?- Escupe su rostro, le importa un reverendo comino si está dejando en ridículo a Tiberius. Se encamina hasta el comedor y delante de cada individuo coloca los corazones que tiene en sus manos, uno para cada quien. ¡Que considerada! –Comed, bebed, haced lo que os de la gana. Violad si es necesario a esa puta- Señala el cuerpo de Francesca. –Asesinadme… Pero si os decís algo de esto a cualquiera allá afuera yo misma me encargaré de que sean vuestros corazones quienes me alimenten a mí- Su mirada se desvía hasta Tiberius, conoce la respuesta de la misma manera en que ya conocía la anterior. Su cuerpo quedará marcado por el resto de la eternidad, quizá sea la última vez que él la perdona. Se dirige hasta él, arquea una ceja, con uno de sus brazos lo atrae hasta ella, devora sus labios con frenesí… pero es coraje lo que guarda esa caricia. –O bien los puedo matar ahora- Pronuncia aquella frase deliberadamente a escasos centímetros de su boca. Sabe que él no se dejaría humillar delante de nadie, pero al menos ese par de infantes ya no sufrirían. Sí, ella se sacrificó por ellos aunque eso implicara el tener que asesinarlos, era la única salida… Y la culpa la corroerá al igual que la memoria de esa terrible noche.
Xrisí D'Argeneau- Vampiro Clase Alta
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Re: El devorador de pecados |Reservado|
Descubrir los límites de su furia bajo esa impasible paciencia era imposible para cualquiera. El vampiro podía pasar de la diversión a la ira sin que su objetivo tuviese oportunidad de percatarse. Era un demonio disfrazado de aristócrata. Sus rasgos severos junto con esa mirada refulgiendo no daban señales de los torbellinos que destruían su calma, abriendo brechas para depositar el veneno de la locura, añadiéndose a la excitación y al dulzor de la violencia. Su boca se había movido con obscena pasión. En el momento en que Amber finalizó el beso, Mikhail, habiendo atrapado un puñado de su cabello, dobló su cabeza hacia atrás, dejando expuesto su cuello. Su boca se desnudó por completo, revelando la serie de dientes blancos y perfectos, los largos colmillos se clavaron sobre su invitador arco, arrancando parte de su garganta. La sangre emanó a raudales, manchando su mentón, goteando sobre la alfombra conforme alzaba su rostro amenazante. Sus ojos se clavaron en los de ella un segundo. – Desobediencia... Arrancó su mano con desprecio, tirándola al suelo. Sus incisivos habían retrocedido. Su piel blanca, teñida de escarlata, le daba una apariencia maldita. – Es una cosa que no puedo tolerar de ninguna de mis mascotas. Sanaría, pero cada segundo que su cuerpo tardaba en recomponerse era un segundo donde la sangre se perdía. – Escuchen bien porque solo os diré una vez. Prohíbo que cualquiera dentro de éste recinto, ya sea humano o vampiro, proporcione sangre a mi esposa. Alargó una mano para agarrar a Francesca, quien en algún momento se había acercado, la levantó del brazo con la misma brusquedad que mostraba para su consorte. – Para cuando termine con ella, si sobrevive, estará famélica. Sin apartar la mirada de Amber, el vampiro hizo a un lado el cuello de la humana y bebió hasta hartarse. Aquéllos que se habían sentado sobre la mesa ya se encontraban en guardia, esperando cualquier indicación que su amo diera. Fue Rafael quien desapareció, volviendo de inmediato con tres de sus más agresivos “amigos”. Los rottweiler habían sido entrenados por él desde cachorros. Mikhail estaba seguro que llevaban días sin alimento y agua, soportando el calor abrasador del sol. En cuanto atravesaron la puerta, el olor a sangre les desquició. La saliva goteaba de sus bocas. Era solo la fuerza de Rafael el que los mantenía a raya.
“¡Levántate!” Rugió en su cabeza. “Prometí un banquete y eso es lo que ofreceremos.” La tomó del cabello una vez más antes de que pudiese dar un paso lejos. El vampiro golpeó su pelvis contra su trasero, pero su atención estaba sobre el escote, los hilos de sangre habían bajado para perderse entre su valle. La herida en su cuello estaba sanando, pero no lo suficientemente rápido. “Si tengo que cortarte la garganta para silenciarte, no dudéis en que lo haré, una y otra vez” – Quítate la ropa. Desgarró la parte trasera del vestido para facilitarte los movimientos. – No podéis comportarte como mi esposa, entonces prescindiréis de cada uno de los lujos que te he ofrecido. Vestidos, joyas, servidumbre. "Ir al Infierno es un regalo, Amber” Daría órdenes a las sirvientas para que desalojaran su habitación. Cada joya que Mikhail le había regalado para presumir en las fiestas sería guardada por él. Los vestidos serían quemados. Amenazaría a muerte a cualquiera que siguiese una orden de ella. La tela se amontonó entre sus pies. Su belleza fue expuesta ante cada uno de los presentes. La lascivia tiñó cada par de ojos. – Afuera. Ordenó a la vampiresa. Su contorneo era una provocación, pero ese maldito acto heroico le costaría todo. Donde antes su elegancia era venerada por sus guardias, incluso su hermano... Su hermano. Ese simple pensamiento lo volvió tan desquiciado como los perros que miraban hacia los cuerpos de los pequeños. El corazón de Francesca aún funcionaba, el latido era muy suave pero para cada vampiro dentro de la habitación, era suficiente para hacerles conscientes de que sus pulmones buscaban introducir aire desesperadamente. Severus llegaría en un par de horas. Una sonrisa sardónica curvó lentamente sus labios. ¿Existía una mejor forma de darle la bienvenida que aquélla donde los vampiros se hartarían de su esposa? Zacarías y sus invitados les siguieron. La Luna mezquina les dio la bienvenida mientras que los sonidos de los perros arrancando trozos de carne ahogaron el silencio.
“¡Levántate!” Rugió en su cabeza. “Prometí un banquete y eso es lo que ofreceremos.” La tomó del cabello una vez más antes de que pudiese dar un paso lejos. El vampiro golpeó su pelvis contra su trasero, pero su atención estaba sobre el escote, los hilos de sangre habían bajado para perderse entre su valle. La herida en su cuello estaba sanando, pero no lo suficientemente rápido. “Si tengo que cortarte la garganta para silenciarte, no dudéis en que lo haré, una y otra vez” – Quítate la ropa. Desgarró la parte trasera del vestido para facilitarte los movimientos. – No podéis comportarte como mi esposa, entonces prescindiréis de cada uno de los lujos que te he ofrecido. Vestidos, joyas, servidumbre. "Ir al Infierno es un regalo, Amber” Daría órdenes a las sirvientas para que desalojaran su habitación. Cada joya que Mikhail le había regalado para presumir en las fiestas sería guardada por él. Los vestidos serían quemados. Amenazaría a muerte a cualquiera que siguiese una orden de ella. La tela se amontonó entre sus pies. Su belleza fue expuesta ante cada uno de los presentes. La lascivia tiñó cada par de ojos. – Afuera. Ordenó a la vampiresa. Su contorneo era una provocación, pero ese maldito acto heroico le costaría todo. Donde antes su elegancia era venerada por sus guardias, incluso su hermano... Su hermano. Ese simple pensamiento lo volvió tan desquiciado como los perros que miraban hacia los cuerpos de los pequeños. El corazón de Francesca aún funcionaba, el latido era muy suave pero para cada vampiro dentro de la habitación, era suficiente para hacerles conscientes de que sus pulmones buscaban introducir aire desesperadamente. Severus llegaría en un par de horas. Una sonrisa sardónica curvó lentamente sus labios. ¿Existía una mejor forma de darle la bienvenida que aquélla donde los vampiros se hartarían de su esposa? Zacarías y sus invitados les siguieron. La Luna mezquina les dio la bienvenida mientras que los sonidos de los perros arrancando trozos de carne ahogaron el silencio.
Mikhail Argeneau- Vampiro Clase Alta
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Re: El devorador de pecados |Reservado|
SÁDICA DEPRAVACIÓN.
La garganta de Xrisí es destrozada salvajemente por una mordida, son los colmillos de su marido quienes se tragan el pedazo de carne. Las pupilas de la vampiresa se ennegrecen. El dolor que siente en su cuello es realmente insoportable y la sangre se derrapa por su cuerpo, por en medio de ese valle existente en sus pechos, su vestido es resumido a la nada… es mutilada ¡Por Lucifer que se lo merece! Ha desobedecido a su amo ¿Qué fue lo que castigó Dios con la pena eterna? Sí, la desobediencia. Pero Xrisí no puede llorar para vaciar la tristeza que llena su interior, no puede dejarse ahogar en un mal de culpas, no puede dilapidar sus sentimientos… ¡Maldición es tan frustrante! Es prisionera de un monstruo, una criatura tan letal que la leyenda de Lucifer es un cuento de niños comparado con el infierno que él arrastra a su paso, ¡Pero es su puta! Es la mujer que eligió de entre el millón, la zorra maldita que berrea en su cama y la única con la capacidad suficiente para soportar cada una de sus laceraciones. ¡Estúpida! El muñón que le queda como brazo duele, si pudiese morir desangrada entonces lo habría hecho hace un minuto atrás. Sus orbes se tiñen de súplica, pero rápidamente se desvanece al observar que Francesca es tratada de la misma manera que ella. “Perra infeliz lo pagaras” Una sonrisa efímera se cruza en sus labios tras ese pensamiento y es la idea de la humana alimentándole quien hace ‘amena’ su tortura.
Se pone de pie a sus órdenes, le ha quedado bastante claro quien es el que manda allí y, a partir de ese segundo lo complacería en cualquier cosa que le pidiese, lástima Amber es demasiado tarde y todo lo que fuiste se resume a un renglón de porquería, de nada. Es un enferma, ¿Quién osaría en continuar abrazando el fuego cuando sabes que este te destruirá? Deliciosamente incitante, así describe la embestida que Mikhail le propicia brutal a sus caderas, pero su garganta aún no sana y sus cuerdas bucales son un asco, está muda. Para cando el reprime su intento por hablar ella lo mira con una ceja en lo alto expresando su cinismo “¡¿Cómo demonios queréis que hable si me habéis dejado muda, imbécil?!” Xrisí… No aprendes, tu existencia, todo lo que eres y tanto jactas ante los demás está a punto de perderse y aún así eres tan idiota como para retarle. Es el precio de su arrogancia, el costo del carácter que él consiguió forjar con el paso de los años. “Cría cuervos y te sacarán los ojos” Puede decirse que es Amber el mejor ejemplo de ese dicho. Podría dejar ciego a Mikhail si se lo propusiese, pero jamás lo mataría… podría herirlo hasta el punto en que se harte y crea haber expiado todo su dolor en el cuerpo de su amo, pero regresaría a él mil veces ¿Por qué? ¿Por qué eres tan estúpida? El amor no justifica nada, tampoco es una excusa barata cuando todos se han dado cuenta que no lo ama… ¿Entonces cuál es su razón para seguir luchando a su lado? Él la recogió de las calles, él veló por ella, lo ve como a un padre y entregó su lealtad, más aún su devoción a él y nadie más… ¿Moriría por Mikhail? Sí.
Se desnuda ante ellos, aún cuando su brazo está destruido y su garganta no es más que un despojo dejando a la vista sus órganos internos, los movimientos que ejecuta al desvestirse son increíblemente sensuales. No hay prisa o ¿si? Rosa su piel con la tela de su vestido, incitando a quienes la miran con lujuria, sabe lo que hace y la desgracia lo disfruta ¿Qué más puede hacer? ¿Retorcerse en el suelo y suplicar, implorar porque la perdone cuando sabe que no lo hará jamás? Los años son sabios, ¡Hasta un necio se cansa! No lo hará. Ha comenzado a olvidar el dolor de su cuerpo sustituyéndolo por placer. ¿Lujos? Su mayor presunción era pontificarse como su esposa, mirar a todas esas zorras por encima del hombro y saber que ninguna de ellas sería un festín orgásmico como ella. Antes de salir, hecha un vistazo a los cadáveres devorados por los perros y su hambruna. La carne es desgarrada en mordidas famélicas, se puede escuchar como se hala hasta el punto que rompe con su elasticidad partiéndose. Los huesos son ruñidos con furia, marcas de esos caninos se quedan en los restos, hubiese sido una muerte increíblemente dolorosa, insoportable, excitante, depravada y lasciva… No puede esconderlo, también es una bestia. Su libido despierta.
La luna se alza en lo alto de la bóveda celeste, burlándose de la desdicha que viviría Xrisí. Los árboles susurran su muerte, la tierra tiene sed de ella y, entonces se escucha como el demonio a lo lejos danza sobre una jauría de lobos, invocando quizá a su amante o quizá esperando a que ella abandonase la existencia de una bendita vez para ir con él y ser poseída… Completamente predecible, Mikhail ha hecho justamente lo que Xrisí supo que haría. Lo conoce más de lo que él cree. No puede engañarla como ha de hacerlo con cualquier otro imbécil, fingiendo que es Lucian... No, él jamás podría igual a Lucian aunque él mismo creyese que es su sombra quien no puede hacerle frente, para Xrisí lo que Severus representa es mucho más grande que la maldad titánica de Tiberius. A propósito… ¿Dónde quedará él en esa orgía? ¿Sólo será un espectador? ¿Acaso importa? El cuerpo mutilado de Xrisí se mueve con su movimiento de caderas, sexual y apetitoso, no es difícil adivinar que los invitados ya se encuentran con la lujuria tiñendo sus pensamientos. No fue necesario acudir a su habilidad de encandilamiento para que los ‘vasallos’ de su esposo quedaran impresionados con la belleza de la mujer. Sus labios, su mirada, la sangre que se derrapa sobre su cuerpo desnudo… Todo en ella es una atenta invitación a devorarla viva, a empalarla hasta que sus miembros se vean desprendidos por el cáliz de la fémina. La mirada que Amber le obsequia a Mikhail es de complicidad, incluso podría asegurar que le agradece el hecho de haberle ofrecido a ella una noche inolvidable entre jadeos, blasfemias y orgasmos que NO le pertenecen a él. "¡Mírate en ella Mikhail, es tu reflejo, es tu creación!"
Se pone de pie a sus órdenes, le ha quedado bastante claro quien es el que manda allí y, a partir de ese segundo lo complacería en cualquier cosa que le pidiese, lástima Amber es demasiado tarde y todo lo que fuiste se resume a un renglón de porquería, de nada. Es un enferma, ¿Quién osaría en continuar abrazando el fuego cuando sabes que este te destruirá? Deliciosamente incitante, así describe la embestida que Mikhail le propicia brutal a sus caderas, pero su garganta aún no sana y sus cuerdas bucales son un asco, está muda. Para cando el reprime su intento por hablar ella lo mira con una ceja en lo alto expresando su cinismo “¡¿Cómo demonios queréis que hable si me habéis dejado muda, imbécil?!” Xrisí… No aprendes, tu existencia, todo lo que eres y tanto jactas ante los demás está a punto de perderse y aún así eres tan idiota como para retarle. Es el precio de su arrogancia, el costo del carácter que él consiguió forjar con el paso de los años. “Cría cuervos y te sacarán los ojos” Puede decirse que es Amber el mejor ejemplo de ese dicho. Podría dejar ciego a Mikhail si se lo propusiese, pero jamás lo mataría… podría herirlo hasta el punto en que se harte y crea haber expiado todo su dolor en el cuerpo de su amo, pero regresaría a él mil veces ¿Por qué? ¿Por qué eres tan estúpida? El amor no justifica nada, tampoco es una excusa barata cuando todos se han dado cuenta que no lo ama… ¿Entonces cuál es su razón para seguir luchando a su lado? Él la recogió de las calles, él veló por ella, lo ve como a un padre y entregó su lealtad, más aún su devoción a él y nadie más… ¿Moriría por Mikhail? Sí.
Se desnuda ante ellos, aún cuando su brazo está destruido y su garganta no es más que un despojo dejando a la vista sus órganos internos, los movimientos que ejecuta al desvestirse son increíblemente sensuales. No hay prisa o ¿si? Rosa su piel con la tela de su vestido, incitando a quienes la miran con lujuria, sabe lo que hace y la desgracia lo disfruta ¿Qué más puede hacer? ¿Retorcerse en el suelo y suplicar, implorar porque la perdone cuando sabe que no lo hará jamás? Los años son sabios, ¡Hasta un necio se cansa! No lo hará. Ha comenzado a olvidar el dolor de su cuerpo sustituyéndolo por placer. ¿Lujos? Su mayor presunción era pontificarse como su esposa, mirar a todas esas zorras por encima del hombro y saber que ninguna de ellas sería un festín orgásmico como ella. Antes de salir, hecha un vistazo a los cadáveres devorados por los perros y su hambruna. La carne es desgarrada en mordidas famélicas, se puede escuchar como se hala hasta el punto que rompe con su elasticidad partiéndose. Los huesos son ruñidos con furia, marcas de esos caninos se quedan en los restos, hubiese sido una muerte increíblemente dolorosa, insoportable, excitante, depravada y lasciva… No puede esconderlo, también es una bestia. Su libido despierta.
La luna se alza en lo alto de la bóveda celeste, burlándose de la desdicha que viviría Xrisí. Los árboles susurran su muerte, la tierra tiene sed de ella y, entonces se escucha como el demonio a lo lejos danza sobre una jauría de lobos, invocando quizá a su amante o quizá esperando a que ella abandonase la existencia de una bendita vez para ir con él y ser poseída… Completamente predecible, Mikhail ha hecho justamente lo que Xrisí supo que haría. Lo conoce más de lo que él cree. No puede engañarla como ha de hacerlo con cualquier otro imbécil, fingiendo que es Lucian... No, él jamás podría igual a Lucian aunque él mismo creyese que es su sombra quien no puede hacerle frente, para Xrisí lo que Severus representa es mucho más grande que la maldad titánica de Tiberius. A propósito… ¿Dónde quedará él en esa orgía? ¿Sólo será un espectador? ¿Acaso importa? El cuerpo mutilado de Xrisí se mueve con su movimiento de caderas, sexual y apetitoso, no es difícil adivinar que los invitados ya se encuentran con la lujuria tiñendo sus pensamientos. No fue necesario acudir a su habilidad de encandilamiento para que los ‘vasallos’ de su esposo quedaran impresionados con la belleza de la mujer. Sus labios, su mirada, la sangre que se derrapa sobre su cuerpo desnudo… Todo en ella es una atenta invitación a devorarla viva, a empalarla hasta que sus miembros se vean desprendidos por el cáliz de la fémina. La mirada que Amber le obsequia a Mikhail es de complicidad, incluso podría asegurar que le agradece el hecho de haberle ofrecido a ella una noche inolvidable entre jadeos, blasfemias y orgasmos que NO le pertenecen a él. "¡Mírate en ella Mikhail, es tu reflejo, es tu creación!"
Xrisí D'Argeneau- Vampiro Clase Alta
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Re: El devorador de pecados |Reservado|
El vampiro curvó sus labios en un rictus sensual y cruel. Algo oscuro y peligroso se movió en las profundidades de sus ojos ante la descarada lascivia que Amber exhibía. El fulgor de sus orbes, la boca fruncida... - Olvidas que, El tono acerado susurró sobre el lóbulo de su esposa. Sus movimientos habían sido tan rápidos que ninguno de sus aliados y, Mikhail estaba seguro que ni siquiera ella, había previsto lo que sucedería una vez estuvieran fuera, soy permisivo con mis juguetes, su brazo había aprisionado sus caderas para aplastarla contra su pecho, hasta cierto punto. Los labios de la vampiresa se abrieron en lo que habría sido un jadeo si su lengua no hubiese arremetido para reclamar cada recoveco. En ese simple pero brusco movimiento, Mikhail había golpeado su pecho, atravesando el esternón para llegar hasta ese órgano inservible que los cazadores conocían como la “principal debilidad” en los hijos de la oscuridad. – ¿Creéis que soy un imbécil? El ambiente estaba cargado con la promesa de una amenaza. Plaf. Plaf. Plaf. Las gotas carmesís fluían, alimentando a la tierra con la sangre de los cientos de inocentes que Mikhail le había obsequiado o,- mejor dicho, obligado a tomar para hacerla partícipe de sus juegos sádicos. – ¿Te habéis mordido la lengua? La discreción nunca ha sido uno de tus puntos fuertes, Xrisí. Había escupido su nombre con tanto desprecio, que bien podría estar refiriéndose a un perro callejero. La burla silenciosa que aparecía en su rostro solo era el compañero perfecto para el vals que se llevaba a cabo sobre la superficie de un salón tétrico. “Siempre te las arreglas para sorprenderme. Cuando creo que no puedes ser mas imbécil...” – Una puta nunca da placer si no recibe un pago por sus honorarios. ¿O lo habéis olvidado? Zacarías... El vampiro en cuestión se irguió por completo ante el tono de su voz. “¿Por qué coño te elogiaría proporcionándote placer cuando has fastidiado mi juego?” Su fuerza mermaba. La sed por sangre le golpearía en cuanto la liberase. “Tendré que sustituirlos, Amber y bien sabéis que solo habéis pospuesto tu tedio. No me obligues a romperte todos los huesos...” La desobediencia siempre hacía estragos en el vampiro, pero la última vez que había cruzado la línea – como ahora – fue en un lapsus de extrema locura. Había descubierto que su consorte no solo se sentía atraída por su hermano. No es que le importase en absoluto si se acostaba de espaldas para abrir las piernas al primer cabrón que se encontrara, de haber sido así, la habría decapitado en el primer momento que su piel llegó oliendo a esencia de otro. No. A Mikhail no le importaba en lo más mínimo. Era solo el hecho de se creyeran más listos que él, lo que le había jodido – realmente jodido -. “De nuevo”, finalizó el pensamiento conforme retiraba – lentamente - la mano de su pecho.
- Encadénala. No te dará problemas. Enarcó una ceja, invitándola a un desafío. Sin apartar los ojos de ella, el vampiro deslizó el dedo por su mandíbula hasta la garganta, dejando una fina línea que contrastaba con la belleza de su inmaculada piel. – ¿Cierto? Regresó por el sendero que había dibujado para alzar su cuello, revelando que su desgarre había sanado por completo. - Un juguete roto es inservible. El sonido de las cadenas cayendo sobre la tierra acompañó al silencio mortuorio que la noche tejía sobre ellos. Las ráfagas, como cuchillas afiladas, acribillaron su desnudez. El brocado, tan oscuro como la sangre que dejaba huellas sobre la blanquecina piel de su amante, se había abierto por completo. La arrogancia – titánica -, adquirida por sus largos años entre vivos y no-muertos, era evidente en cada uno de sus rasgos. Mikhail estaba orgulloso de su cuerpo. Casi le daba lástima tener que ver esa perfección en Darius y Severus. Casi, porque cuando sobrepasara aquello, él sería el único Argeneau... El eco de su nombre, ya aclamado por la eternidad, sería aquél que retumbaría en un ciclo que jamás terminaría. Mientras tanto, la muerte susurraba sus amoríos entre los amantes que aún no se habían separado. El brazo que la rodeaba de las caderas no había aflojado su agarre. Nada parecía suficiente. Tiberius necesitaba descargar toda su furia. La caída de sus peones por culpa de ella lo había llevado al límite. Jamás perdonaba. No había llegado a tener una legión de vampiros a su mando por mostrar compasión. Jah. ¿Alguna vez la había tenido? Lo dudaba. Desde que era pequeño, todo en lo que podía pensar era en lastimar el trofeo favorito del hombre que había aportado su esperma para crearlo. – Así que, ¿os ganaréis el indulto? Dicho esto, la soltó con la misma rapidez que la había atrapado entre sus brazos – o sus garras – ya que estamos.
- Encadénala. No te dará problemas. Enarcó una ceja, invitándola a un desafío. Sin apartar los ojos de ella, el vampiro deslizó el dedo por su mandíbula hasta la garganta, dejando una fina línea que contrastaba con la belleza de su inmaculada piel. – ¿Cierto? Regresó por el sendero que había dibujado para alzar su cuello, revelando que su desgarre había sanado por completo. - Un juguete roto es inservible. El sonido de las cadenas cayendo sobre la tierra acompañó al silencio mortuorio que la noche tejía sobre ellos. Las ráfagas, como cuchillas afiladas, acribillaron su desnudez. El brocado, tan oscuro como la sangre que dejaba huellas sobre la blanquecina piel de su amante, se había abierto por completo. La arrogancia – titánica -, adquirida por sus largos años entre vivos y no-muertos, era evidente en cada uno de sus rasgos. Mikhail estaba orgulloso de su cuerpo. Casi le daba lástima tener que ver esa perfección en Darius y Severus. Casi, porque cuando sobrepasara aquello, él sería el único Argeneau... El eco de su nombre, ya aclamado por la eternidad, sería aquél que retumbaría en un ciclo que jamás terminaría. Mientras tanto, la muerte susurraba sus amoríos entre los amantes que aún no se habían separado. El brazo que la rodeaba de las caderas no había aflojado su agarre. Nada parecía suficiente. Tiberius necesitaba descargar toda su furia. La caída de sus peones por culpa de ella lo había llevado al límite. Jamás perdonaba. No había llegado a tener una legión de vampiros a su mando por mostrar compasión. Jah. ¿Alguna vez la había tenido? Lo dudaba. Desde que era pequeño, todo en lo que podía pensar era en lastimar el trofeo favorito del hombre que había aportado su esperma para crearlo. – Así que, ¿os ganaréis el indulto? Dicho esto, la soltó con la misma rapidez que la había atrapado entre sus brazos – o sus garras – ya que estamos.
Mikhail Argeneau- Vampiro Clase Alta
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Re: El devorador de pecados |Reservado|
-¡Amber! ¿Por qué haces eso?-
-Me gusta ver como se retuerce-
-¡¿Estas demente?!-
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FLASHBACK
… Las carcajadas de la pequeña rubia se escuchan por cada rincón de la mansión y, sus hermanos aterrados la miran fijamente, observan cada movimiento de Amber, desearían poder entender el porque hace aquello con la mascota de los hermanos, sin embargo, por más explicaciones que esta les obsequia, el pavor en sus orbes azules no disminuye. Su padre ya le ha castigado en repetidas ocasiones por hacer ese tipo de cosas, no ha aprendido a detenerse, quizá la próxima vez experimente con uno de ellos o tal vez con su propio padre. Aún no lo descubre. Las patas del cachorro cuelgan desde lo alto de una rama, en la cual el cuerpo del animal cae atado con una soga sujetada a su cuello. La lengua de fuera, los ojos desorbitándose y, por si fuese poco, la damita se ha subido a un banco con el afán de alcanzar a su mascota, trae entre sus manos un afilado cuchillo y lo utiliza para -¿Quieren ver como enloquece cuando corto… - No termina la frase cuando atraviesa con el arma la piel del pobre animalejo. La sangre brota bajo la presión de estar colgado ¡Todavía no ha muerto! Ella y sus hermanos son una obra sangrienta de arte -… aquí?- Se carcajea sosteniéndose el estómago con una de sus manos –¡Que simpático te vez, Attis!- En ese momento una mano la hala del banquillo y la hace caer hiriéndose en el brazo -¡Basta ya, Amber! Estás asustándolo y a mí, detente, nada de esto es gracioso- Su hermano mayor se atrevió a ponerle un alto. La mirada de este atravesó la coraza casi impenetrable que ceñía en la extraña mujercita de la casa. A diferencia de sus padres, a Homero lo respeta por mucho. Siente una gran admiración por él ya que es precisamente su hermano quien cuida de ella y el más pequeño de los tres. –Nada es gracioso cuando llegas tú y lo arruinas todo ¡Homer!- Le saca la lengua, le entrega el cuchillo y con fuertes pataletas se dirige hasta la mansión. –Algún día te acordarás de esto y sabrás que tuve la razón-
Inexplicablemente, levanta su rostro para mirar a Mikhail con esas facciones del hombre al que ama pero que extrañamente es tan diferente a él. Frunce el ceño. No lo entiende, se supone acabaría con ella, hizo lo que hizo para que este de una bendita vez la asesinara como a la puta que es, como a todas esas malditas rameras que le habían faltado al respeto ¿Por qué demonios no lo hizo? “¿Qué mierda estás esperando Tiberius?” Es el pensamiento que cruza por su cabeza, los jadeos y la falta de sangre para reponer fuerzas y regenerase en las partes que él ha ido mutilando lentamente, le impiden la pregunta por la garganta. Hasta cierto punto, es una ventaja, si él no escuchó sus pensamientos no le recriminaría nada. Las cadenas asfixiaron su cuerpo semi-mutilado, los grilletes laceraron sus heridas y un bramido apenas audible surgió desde su pecho. Aún se mantenía prisionera de él. ¡Jáh! Siempre lo había sido, incluso muchísimo antes de que toda su familia pereciera en las garras de aquel extraño. ¿Indulto? ¡Tiene que ser una maldita broma! En sus tres siglos y medio que lleva a su lado, jamás reconoció semejante oportunidad por parte de él. Amber, por más que se esfuerce no logra entender la mente de su amo, ¿Por qué la quiere a ella? Niega con su cabeza, tratando de hacer desaparecer las dudas que se apoderan de la pobre fémina. Sus ojos se perfilan para observar a su alrededor, los sirvientes de Mikhail los están rodeando, la miran con burla, otros con compasión y pena. Están en la misma situación, pero hay una diferencia. Por extraño y estúpido que se escuche, a ella le gusta. Adora verlo molesto, le fascina de una forma tan retorcida el hecho de cabrear a su consorte. Sí, su hermano tenía razón ¡Está demente!
Asiente una sola vez con su cabeza respondiendo la última cuestión de Mikhail. Hay un destello indescriptible en las pupilas de la mujer, es como si hubiese sufrido de una epifanía. Una segunda oportunidad de asoma por la ventana y es obvio que no la desaprovecharía. Sin embargo, el vampiro que tiene como dueño no tiene ni la más mínima idea de lo que implica regalarle una nueva vida a esa despreciable vampiresa. No, no, no… Si él no quiere deshacerse de ella, entonces tendrá que cargar con esa ingrata a donde quiera que vaya y se convertirá en su sombra. Será Xrisí quien este presente en cada uno de los recuerdos que Mikhail tenga a partir de ahora. Su mejor soldado, la mano derecha del sádico rey. La ramera del diablo. Obedecería cada una de las instrucciones que él le dicte, sin ningún reproche y por muy estrafalarias o hirientes que estas resultasen. Sí, el podría gritarle sácate un ojo con la mano y ella lo hará sin pensarlo ¿Es lo que quiere no? Un robot que esté a sus órdenes, que lo complazca, que no sea capaz de pensar por si mismo, que sea tan jodidamente aburrido… como un pedazo de madera y sólo habría una instrucción que ella no podría cumplir, pero claro esta no puede ser dada por Mikhail, porque ¿Sería capaz el vampiro de obsequiarle la muerte de sus hermanos a una mujerzuela? Obvio que no, eso es tarea del más grande, Mikhail. La devoción de la rubia se vería de tal forma que todos quedarían asombrados por el amor que ella le profesa. ¡Falacias! Una vez que el rey esté postrado en su trono… “Mi cuerpo, mi alma, mi mente… Todo lo que soy, es tuyo Mikhail. Haz conmigo lo que quieras, que no opondré resistencia. Me has jodido la vida. No tengo más nada que perder.” No puede hablar con destreza, así que lo piensa. Baja la mirada y se rinde a sus pies por completo. Si él supiera que lo hace por su hermano y no por él, no por ella...
… Las carcajadas de la pequeña rubia se escuchan por cada rincón de la mansión y, sus hermanos aterrados la miran fijamente, observan cada movimiento de Amber, desearían poder entender el porque hace aquello con la mascota de los hermanos, sin embargo, por más explicaciones que esta les obsequia, el pavor en sus orbes azules no disminuye. Su padre ya le ha castigado en repetidas ocasiones por hacer ese tipo de cosas, no ha aprendido a detenerse, quizá la próxima vez experimente con uno de ellos o tal vez con su propio padre. Aún no lo descubre. Las patas del cachorro cuelgan desde lo alto de una rama, en la cual el cuerpo del animal cae atado con una soga sujetada a su cuello. La lengua de fuera, los ojos desorbitándose y, por si fuese poco, la damita se ha subido a un banco con el afán de alcanzar a su mascota, trae entre sus manos un afilado cuchillo y lo utiliza para -¿Quieren ver como enloquece cuando corto… - No termina la frase cuando atraviesa con el arma la piel del pobre animalejo. La sangre brota bajo la presión de estar colgado ¡Todavía no ha muerto! Ella y sus hermanos son una obra sangrienta de arte -… aquí?- Se carcajea sosteniéndose el estómago con una de sus manos –¡Que simpático te vez, Attis!- En ese momento una mano la hala del banquillo y la hace caer hiriéndose en el brazo -¡Basta ya, Amber! Estás asustándolo y a mí, detente, nada de esto es gracioso- Su hermano mayor se atrevió a ponerle un alto. La mirada de este atravesó la coraza casi impenetrable que ceñía en la extraña mujercita de la casa. A diferencia de sus padres, a Homero lo respeta por mucho. Siente una gran admiración por él ya que es precisamente su hermano quien cuida de ella y el más pequeño de los tres. –Nada es gracioso cuando llegas tú y lo arruinas todo ¡Homer!- Le saca la lengua, le entrega el cuchillo y con fuertes pataletas se dirige hasta la mansión. –Algún día te acordarás de esto y sabrás que tuve la razón-
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La mano de Mikhail ha atravesado su pecho, el dolor que se apodera de ella es completamente indescriptible, no sabe si arde su piel o es el hecho de saberse desgarrada en el pecho. Las tiras de carne que le cubrían se rompieron cual papel en manos de su amo, por primera vez desde que está con él, sus ojos derraman frías lágrimas de sal. Tiene miedo, el mismo miedo que pudo ver en sus hermanos aquella tarde. Jadea tratando de hablar mientras sus rodillas flaquean para hacerla caer a los pies de su consorte –Si… siempre… tu..viste la razón- Sonríe con amargura mientras su mirada se filtra en la obscuridad de esos ojos llenos de furia –Homero- Con esas palabras en los ojos y un profundo agujero en el pecho se desprende de sus últimos recuerdos. No escucha las palabras que su señor le dedica ¿Para qué prestar atención, si vas a morir? La agonía no repara en lo percibido por su flagelado cuerpo, la verdad es que por más que haya deseado la verdadera muerte, jamás… nunca podrá estar de nuevo con sus hermanos, por mucho los ame, por más que los extrañe. Ella no tiene un alma que salvar y enviar a las verdes praderas del paraíso. ¿Qué importaba si corría a su lado nuevamente? ¡Al fin moriría! ¡Sería libre!... Inexplicablemente, levanta su rostro para mirar a Mikhail con esas facciones del hombre al que ama pero que extrañamente es tan diferente a él. Frunce el ceño. No lo entiende, se supone acabaría con ella, hizo lo que hizo para que este de una bendita vez la asesinara como a la puta que es, como a todas esas malditas rameras que le habían faltado al respeto ¿Por qué demonios no lo hizo? “¿Qué mierda estás esperando Tiberius?” Es el pensamiento que cruza por su cabeza, los jadeos y la falta de sangre para reponer fuerzas y regenerase en las partes que él ha ido mutilando lentamente, le impiden la pregunta por la garganta. Hasta cierto punto, es una ventaja, si él no escuchó sus pensamientos no le recriminaría nada. Las cadenas asfixiaron su cuerpo semi-mutilado, los grilletes laceraron sus heridas y un bramido apenas audible surgió desde su pecho. Aún se mantenía prisionera de él. ¡Jáh! Siempre lo había sido, incluso muchísimo antes de que toda su familia pereciera en las garras de aquel extraño. ¿Indulto? ¡Tiene que ser una maldita broma! En sus tres siglos y medio que lleva a su lado, jamás reconoció semejante oportunidad por parte de él. Amber, por más que se esfuerce no logra entender la mente de su amo, ¿Por qué la quiere a ella? Niega con su cabeza, tratando de hacer desaparecer las dudas que se apoderan de la pobre fémina. Sus ojos se perfilan para observar a su alrededor, los sirvientes de Mikhail los están rodeando, la miran con burla, otros con compasión y pena. Están en la misma situación, pero hay una diferencia. Por extraño y estúpido que se escuche, a ella le gusta. Adora verlo molesto, le fascina de una forma tan retorcida el hecho de cabrear a su consorte. Sí, su hermano tenía razón ¡Está demente!
Asiente una sola vez con su cabeza respondiendo la última cuestión de Mikhail. Hay un destello indescriptible en las pupilas de la mujer, es como si hubiese sufrido de una epifanía. Una segunda oportunidad de asoma por la ventana y es obvio que no la desaprovecharía. Sin embargo, el vampiro que tiene como dueño no tiene ni la más mínima idea de lo que implica regalarle una nueva vida a esa despreciable vampiresa. No, no, no… Si él no quiere deshacerse de ella, entonces tendrá que cargar con esa ingrata a donde quiera que vaya y se convertirá en su sombra. Será Xrisí quien este presente en cada uno de los recuerdos que Mikhail tenga a partir de ahora. Su mejor soldado, la mano derecha del sádico rey. La ramera del diablo. Obedecería cada una de las instrucciones que él le dicte, sin ningún reproche y por muy estrafalarias o hirientes que estas resultasen. Sí, el podría gritarle sácate un ojo con la mano y ella lo hará sin pensarlo ¿Es lo que quiere no? Un robot que esté a sus órdenes, que lo complazca, que no sea capaz de pensar por si mismo, que sea tan jodidamente aburrido… como un pedazo de madera y sólo habría una instrucción que ella no podría cumplir, pero claro esta no puede ser dada por Mikhail, porque ¿Sería capaz el vampiro de obsequiarle la muerte de sus hermanos a una mujerzuela? Obvio que no, eso es tarea del más grande, Mikhail. La devoción de la rubia se vería de tal forma que todos quedarían asombrados por el amor que ella le profesa. ¡Falacias! Una vez que el rey esté postrado en su trono… “Mi cuerpo, mi alma, mi mente… Todo lo que soy, es tuyo Mikhail. Haz conmigo lo que quieras, que no opondré resistencia. Me has jodido la vida. No tengo más nada que perder.” No puede hablar con destreza, así que lo piensa. Baja la mirada y se rinde a sus pies por completo. Si él supiera que lo hace por su hermano y no por él, no por ella...
Xrisí D'Argeneau- Vampiro Clase Alta
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