AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un alma sentenciada. [Lazarus]
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Un alma sentenciada. [Lazarus]
"Toda mi vida se apaga... mi mundo se ciega"
Afueras de París. 01:10
un paso tras de otro como gotas de lluvia sin cesar. Allí en el laboratorio del college de France la profesora Saint-Bonnet sucumbía al aburrimiento. Sus ojos se amoldaban a la oscuridad del lugar, que ocasionalmente era iluminado por aquellos relámpagos tan... ruidosos. Sus labios no podían acostumbrarse al frío por lo que los humedeció pensando en qué podía hacer aquella fría noche.
Sus manos, enguantadas calentaron su cuerpo mientras cambiaba su vestuario, debía de hacer algo pronto antes de....
quedarse dormida
o
hacer explotar el lugar inconscientemente
o
hacer explotar el lugar inconscientemente
Los malos días sucedían, simplemente el mal tiempo hacía su justicia en las calles parisinas, debido a aquella estación melancólica que recorría tanto nuestras calles como nuestras mentes.
Los pasos de la cazadora la habían llevado a un lugar sin retorno, un claro, apartado de la ciudad más bien a las afueras, no muy lejos del camino principal. Allí acudió con un traje parecido a los que usaba en la esgrima. Su cabello, fielmente recogido se escondía en la máscara que la protegería de si misma. No tenía oponente, pero era lo único que la mantenía en su júbilo interno aunque tuviese un hombro dislocado. Días antes había sufrido una fuerte caida, en una lucha con un mero licantropo. No fué tarea fácil pero lo supo arreglar. Tras horas de entrenamiento exhaustivo más bien por el dolor que ya acumulaba de días antes sintió un fuerte aliento a perro y en su hombro goteaba aquella baba... viró con violencia, al conocer de que se trataba. Empuñó el florete hacia el licantropo que la perturbaba aquella noche en su descaso, aunque ella sabía que no tenía nada que hacer. No estaba en sus plenas facultades físicas, en un movimiento bruco consiguió "cegar" por pocos segundos a la bestia cruzando su rostro con el florete, pero lo único que consiguió el animal fué arrojarla contra la pared de una casa abandonada, medio derruida.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
A pesar de que últimamente las noches se habían convertido un poco en rutina, aun no se sentía nuevo en aquel ritmo de vida que había cambiado de típica diurna a la nocturna. Habían sido tantos años de tranquilidad, donde se había dedicado tan solo a formar futuros soldados inquisidores, acompañándolos a misiones, trabajando en grupo que el actuar solo se le hacía extraño, pero... Le sabía tan bien, volver a aquella independencia, a actuar solo, sin preocuparse por los demás, solo ser responsable de su propia vida, actuar por propias ideas... No tener que obedecer más ordenes, ya se hacía cansado acatar ordenes sin rechistar, el actuar como si fuese un autómata sin alma, sin pensamientos propios. Ahora sentía una extraña libertad, tenía sus propios objetivos, continuaba con su misión pero de otro modo, podía cuestionar su labor sin recibir castigo, como ya le había ocurrido en más de una ocasión, podía... Elegir.
La oscuridad de la Iglesia solo se veía iluminada por cada grito emitido por la leve tormenta, y como tenía costumbre Lazarus rezaba en silencio sin dejar de girar aquel anillo en su dedo, señal de su condición de sacerdote; una condición que había quedado muerta cuando sus votos no había sido renovado por algún extraño motivo.
El anillo cambio de lugar, de su dedo a una cadena que portaba en el cuello; debía de desprender de ese tipo de elementos ya que podían dañarle en su misión. Las ropas sencillas, quedaban sustituidas por las habituales negras, las cuales ocultaba más de un secreto entre ellas, y las manos libres, sin guantes, siempre desnudas, hábiles, sin ataduras.
El viento, en la noche, al parecer había decidido apagar sus suspiro calmado, y en cambio, el cielo contenido dejo caer las primeras lágrimas acompañadas por los gritos desgarrados de aquella tormenta que golpeaba la tierra haciéndola crujir en algún lugar lejano, pero perceptible para aquel que estaba allí. Lazarus ya había abandonado su lugar de acogida, había iniciado su búsqueda de cada noche, ahora se había dirigido a las afueras de la ciudad, los rumores de muertes prematuras le había atraído allí sospechado que alguna criatura del submundo era la responsable.
Empapado de pies a cabeza caminaba por las abandonadas calles, sereno, el cazador esperaba su momento, ya que hacía rato que notaba que no estaba tan solo como él creía.
La oscuridad de la Iglesia solo se veía iluminada por cada grito emitido por la leve tormenta, y como tenía costumbre Lazarus rezaba en silencio sin dejar de girar aquel anillo en su dedo, señal de su condición de sacerdote; una condición que había quedado muerta cuando sus votos no había sido renovado por algún extraño motivo.
El anillo cambio de lugar, de su dedo a una cadena que portaba en el cuello; debía de desprender de ese tipo de elementos ya que podían dañarle en su misión. Las ropas sencillas, quedaban sustituidas por las habituales negras, las cuales ocultaba más de un secreto entre ellas, y las manos libres, sin guantes, siempre desnudas, hábiles, sin ataduras.
El viento, en la noche, al parecer había decidido apagar sus suspiro calmado, y en cambio, el cielo contenido dejo caer las primeras lágrimas acompañadas por los gritos desgarrados de aquella tormenta que golpeaba la tierra haciéndola crujir en algún lugar lejano, pero perceptible para aquel que estaba allí. Lazarus ya había abandonado su lugar de acogida, había iniciado su búsqueda de cada noche, ahora se había dirigido a las afueras de la ciudad, los rumores de muertes prematuras le había atraído allí sospechado que alguna criatura del submundo era la responsable.
Empapado de pies a cabeza caminaba por las abandonadas calles, sereno, el cazador esperaba su momento, ya que hacía rato que notaba que no estaba tan solo como él creía.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
No pretendas cambiar algo que en realidad
no sabes con certeza pues si lo piensas
en el fondo desearás arriesgarlo todo a un
cara o cuz.
no sabes con certeza pues si lo piensas
en el fondo desearás arriesgarlo todo a un
cara o cuz.
Aquel estruendoso sonido no se sabría decir a ciencia cierta si se trataba de la madera de aquella arruinada cabaña o fueron los huesos de la cazadora. Ella odiaba aquel estado en el que se enfundaba en aquellos instantes, mas que nada por su dificultad de movimientos bruscos y rápidos. Por su rostro aparecía una sonrisa tan solo al ver como aquella mera marca en el rostro de la bestia parecía perdurar, recordó, entonces, que aquel arma llevaba plata en su composición.
Sus pies se aferraron al suelo.
Sus piernas eran fuertes.
Su cuerpo, flexible.
Pero sus cojones eran lo más valioso que podía tener en aquel preciso instante.
Llegaron a lo que parecía un camino, pero todo marcado con barro, lugar perfecto para hacerle resvalar, pero eso también le impedía a ella moverse con soltura por los lugares.
La bestia la tomó por sorpresa pues era realmente dificil esquivar tan brutales movimientos por parte del adversario, éste, se llevó parte de la vestimenta de la mujer, su pierna, mostraba un fuerte desgarrón, pero su piel parecía intacta. No sabía por donde tomar el asunto, pues si estuviese ataviada con su ballesta al menos podría jugar al tiro al blanco.
Aun así, la adrenalina hacía el resto. Como una droga, ésta emanaba por cada poro de su piel, queriéndose acercar más aún al objetivo, con cada salto, con cada resvalón fortuito conseguía esquivarle. Por último, se paró frente a un arbol con ramas algo bajas, esperando a que la bestia se acercase.
Y esta se acercó.
Un poco más...
un poco... más...
Un poco más...
un poco... más...
La cazadora entonces se apartó, el suelo resvaladizo y embarrado hizo el resto. La bestia se chocó con la ruda madera del árbol, dejando a la altura de su pecho un agujero produciso por una de las ramas. La bestia entonces quedó empalada al árbol...
Por mera suerte.
La muchacha cayó al suelo de rodillas, sin poder más, observando todo aquello, expectante aunque... ahora tocaba deshacerse de las pruebas.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
Y exactamente así era, entre el sonido incesante de la lluvia al caer y chocar contra el suelo, un estruendo diferente al de la tormenta, como si algo se hubiese derrumbado o detrozado, sonó.
Apresurándose a alcanzar el lugar de su procedencia, sus pies se movieron ágiles sin emitir casi sonido a pesar de que iba pisando los charcos que se formaban en el suelo, los pasos eran firmes para evitar resbalar, su cuerpo era veloz, sus movimientos silenciosos, parecía como si éste cortase las lágrimas nacientes del cielo.
Lazarus tomaba de uno de sus costados uno de los cuchillos arrojadizos, no solía tener como norma el “preguntar antes de lanzarlos”, pero ésta vez iba a ser cauto con respecto a ese asunto, ya había tenido algún accidente.
Huellas en el camino embarrado, algunos destrozos por el camino, indicaba que alguna clase de contienda se había producido, y el simple silencio roto por la lluvia al chocar contras la hojas de los árboles, al parecer había finalizado.
Tras la carrera Lazarus se detuvo en seco algo jadeante, ante él una criatura que bien reconocía comenzaba a recuperar su forma humana, dando señal de... muerte.
Un examen rápido, sus dedos tocaron la piel húmeda del cadáver, el filo de su cuchillo de plata rasgo la piel por un instante dejando un leve herida que... No llegó a regenerarse, esa era la señal de que no había nada que hacer por la bestia.
Un suspiró producido por sus labios, ¿qué había ocurrido realmente? La criatura se había hecho aquello o...
“Creo que se me han adelantado...” Pensó, en cuanto descubrió cerca de la escena una chica arrodillada, y herida. Por sus ropas y el arma que portaba, no tenía pinta de ser una dama en apuros, sino todo lo contrario. Lazarus no se guardo el cuchillo por precaución, mientras se acercaba.
-¿Se encuentra bien? -Su voz era serena, no había nerviosismo ni tensión en su porte, actuaba como si todo aquello fuese lo más normal del mundo, como si aquel tipo de situaciones las viviese en su cotidianidad, que de algún modo era así.
Los ojos azules del cazador la examinaron de arriba abajo, si, aquella chica no era la típica victima ignorante y asustadiza, parecía bien preparada para enfrentarse a cualquier tipo de criatura de la noche. Había varias posibilidades para plantearse: o compartía profesión, o era una inmortal que se enfrentaba con su enemigo natural (la menos probable ya que no tenía signos de vampirimos, y sus heridas eran claras de la flaqueza humana), o era una inquisidora como él lo había sido apenas un año.
-Esta herida. -La mano libre de Lazarus fue ofrecida como ayuda, la otra continuaba portando precavida el cuchillo.
Apresurándose a alcanzar el lugar de su procedencia, sus pies se movieron ágiles sin emitir casi sonido a pesar de que iba pisando los charcos que se formaban en el suelo, los pasos eran firmes para evitar resbalar, su cuerpo era veloz, sus movimientos silenciosos, parecía como si éste cortase las lágrimas nacientes del cielo.
Lazarus tomaba de uno de sus costados uno de los cuchillos arrojadizos, no solía tener como norma el “preguntar antes de lanzarlos”, pero ésta vez iba a ser cauto con respecto a ese asunto, ya había tenido algún accidente.
Huellas en el camino embarrado, algunos destrozos por el camino, indicaba que alguna clase de contienda se había producido, y el simple silencio roto por la lluvia al chocar contras la hojas de los árboles, al parecer había finalizado.
Tras la carrera Lazarus se detuvo en seco algo jadeante, ante él una criatura que bien reconocía comenzaba a recuperar su forma humana, dando señal de... muerte.
Un examen rápido, sus dedos tocaron la piel húmeda del cadáver, el filo de su cuchillo de plata rasgo la piel por un instante dejando un leve herida que... No llegó a regenerarse, esa era la señal de que no había nada que hacer por la bestia.
Un suspiró producido por sus labios, ¿qué había ocurrido realmente? La criatura se había hecho aquello o...
“Creo que se me han adelantado...” Pensó, en cuanto descubrió cerca de la escena una chica arrodillada, y herida. Por sus ropas y el arma que portaba, no tenía pinta de ser una dama en apuros, sino todo lo contrario. Lazarus no se guardo el cuchillo por precaución, mientras se acercaba.
-¿Se encuentra bien? -Su voz era serena, no había nerviosismo ni tensión en su porte, actuaba como si todo aquello fuese lo más normal del mundo, como si aquel tipo de situaciones las viviese en su cotidianidad, que de algún modo era así.
Los ojos azules del cazador la examinaron de arriba abajo, si, aquella chica no era la típica victima ignorante y asustadiza, parecía bien preparada para enfrentarse a cualquier tipo de criatura de la noche. Había varias posibilidades para plantearse: o compartía profesión, o era una inmortal que se enfrentaba con su enemigo natural (la menos probable ya que no tenía signos de vampirimos, y sus heridas eran claras de la flaqueza humana), o era una inquisidora como él lo había sido apenas un año.
-Esta herida. -La mano libre de Lazarus fue ofrecida como ayuda, la otra continuaba portando precavida el cuchillo.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 24/11/2011
Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
- Eso es evidente.
Dijo negandose a prestar su mano a aquel hombre, nisiquiera para ayudarse a ponerse en pie. Más que nada porque su ego se vería dañado.
Sus modales eran envidiables, pero cuando se trataba de actuar cara a cara con un semejante no había reparo en ello. Era invitada a las fiestas mas "clasistas" que había en toda la ciudad, pero su forma de ser, no pasaba regularmente desapercibida. Todo era distinto de puertas para afuera, cuando su nombre se paraba a un segundo plano. Dejando entrever en cada acto o pensamiento a la soldado que siempre estuvo regente en su alma: Ashlotte.
- ¿Tuvo que pensar mucho? Espero que no le duela la cabeza luego, monsieur.
En el pecho de aquel hombre reconoció quizás un simbolo, un anillo, pero sus labios fueron sellados al igual que su pensamiento. No quería saber por ahora nada más de aquello, aunque la curiosidad la mataba. Se retiró la máscara con la mano que le quedaba sana, para que aquel encuentro fuese más directo,
- Sus ojos ni parpadearon, supongo que me podrá ayudar a quitar aquel adorno del arbol...
Su mirada bajó en busca de alguna herida profusa, pero nada, toda rasguñada si que estaba, y su hombro dislocado iba de mal en peor. Necesitaba la ayuda de aquel hombre, pero era que... ella se habría equivocado a la hora de juzgar a aquel hombre? y si era un mero policía... no, imposible, por mucha sangre que hubiese visto en su vida, la templanza de aquel hombre la abrumaba, tanto, que al final accedió a hacer una reverencia.
- Mi nombre es Jessica Saint-Bonnet, pero en estos casos, podría llamarme Ashlotte.
Dijo negandose a prestar su mano a aquel hombre, nisiquiera para ayudarse a ponerse en pie. Más que nada porque su ego se vería dañado.
Sus modales eran envidiables, pero cuando se trataba de actuar cara a cara con un semejante no había reparo en ello. Era invitada a las fiestas mas "clasistas" que había en toda la ciudad, pero su forma de ser, no pasaba regularmente desapercibida. Todo era distinto de puertas para afuera, cuando su nombre se paraba a un segundo plano. Dejando entrever en cada acto o pensamiento a la soldado que siempre estuvo regente en su alma: Ashlotte.
- ¿Tuvo que pensar mucho? Espero que no le duela la cabeza luego, monsieur.
En el pecho de aquel hombre reconoció quizás un simbolo, un anillo, pero sus labios fueron sellados al igual que su pensamiento. No quería saber por ahora nada más de aquello, aunque la curiosidad la mataba. Se retiró la máscara con la mano que le quedaba sana, para que aquel encuentro fuese más directo,
cara a cara
mirada contra mirada
Ya que los mas sabios decían que la mirada era el reflejo del alma, y aquella mujer no vio su vida peligrar, aunque el hombre sostuviese un cuchillo en su mano contraria.mirada contra mirada
- Sus ojos ni parpadearon, supongo que me podrá ayudar a quitar aquel adorno del arbol...
Su mirada bajó en busca de alguna herida profusa, pero nada, toda rasguñada si que estaba, y su hombro dislocado iba de mal en peor. Necesitaba la ayuda de aquel hombre, pero era que... ella se habría equivocado a la hora de juzgar a aquel hombre? y si era un mero policía... no, imposible, por mucha sangre que hubiese visto en su vida, la templanza de aquel hombre la abrumaba, tanto, que al final accedió a hacer una reverencia.
- Mi nombre es Jessica Saint-Bonnet, pero en estos casos, podría llamarme Ashlotte.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
Encogiendo los hombros, Lazarus apretó sus labios al ver como su mano era rechazada, el cuchillo quedo enseguida guardada en su costado. Un suspiro largo cuando hecho un vistazo de nuevo a la “criatura” muerta.
Si, aquella chica debía de ser “cazadora” o en todo caso “inquisidora”, o algo similar, se la veía demasiado preparada para haber parado allí por casualidad, al parecer habían coincidido con respecto a su objetivo, aunque ella se había adelantado aparentemente.
-Demasiado. Ahora siento estallar mi cabeza aunque... -Aquel comentario de la chica le hizo reír, por ello bromeo. -... No debería preocuparse por mí “mademoiselle”, más bien por su lamentable estado.
Mientras decía aquello de nuevo su rostro se volvió a la chica, encontrándose cara a cara con un rostro, que antes quedaba bien oculto. La sonrisa se borró enseguida de sus labios, sabía apreciar las cosas bellas que existía en el mundo, pero la verdad no solía ver de aquel modo a las mujeres desde hacía demasiado tiempo, le pareció hermosa.
Aquel pensamiento de repente lo enervo por dentro, de tal modo que tomo la cadena donde colgaba el anillo y de un tirón lo saco para colocárselo en el dedo anular, lugar bien típico de las personas casadas o comprometidas. Fue un gesto casi instintivo, extraño, era como si al hacer eso le recordaba que de algún modo aun tenía un compromiso con Dios, a pesar de que no hubiese renovado sus votos como sacerdote.
Lazarus carraspeó devolviéndole aquella reverencia con el rostro, sus ojos azules clavados en los de ella se apartaron enseguida. El cazador se dirigió al árbol y a pesar de que le costo lo suyo por el peso de aquel hombre, consiguió tumbarlo en el suelo, tras liberarlo de aquella rama clavada.
-Lazarus... -Tan solo dijo, respondió ante la presentación de aquella chica, una regla fundamental que había aprendido y enseñado en su momento como inquisidor era, revelar lo mínimo sobre tu identidad hasta que no fuese necesario. -¿A qué gremio pertenecéis? ¿Servís a los “inquisidores”, “cazadores”?
Las gotas de lluvia se deslizan por el cabello de aquel hombre y por su rostro en un torrente interminable, al parecer aquello poco le molestaba en su calmada tardea tarea. Lazarus examinó el cadáver mientras murmuraba unas palabras en latín, parecía una clase de rezo o algo similar, su dedo pulgar dibujo una cruz en la frente del hombre muerto, luego su dedo índice rozo los oídos, la nariz, los ojos los cuales quedaron ocultos bajo los parpados cerrados y los labios, era como si de algún modo aquellos sentidos estuviesen siendo dormidos.
-... Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen.-Y así finalizo oración.
Si, aquella chica debía de ser “cazadora” o en todo caso “inquisidora”, o algo similar, se la veía demasiado preparada para haber parado allí por casualidad, al parecer habían coincidido con respecto a su objetivo, aunque ella se había adelantado aparentemente.
-Demasiado. Ahora siento estallar mi cabeza aunque... -Aquel comentario de la chica le hizo reír, por ello bromeo. -... No debería preocuparse por mí “mademoiselle”, más bien por su lamentable estado.
Mientras decía aquello de nuevo su rostro se volvió a la chica, encontrándose cara a cara con un rostro, que antes quedaba bien oculto. La sonrisa se borró enseguida de sus labios, sabía apreciar las cosas bellas que existía en el mundo, pero la verdad no solía ver de aquel modo a las mujeres desde hacía demasiado tiempo, le pareció hermosa.
Aquel pensamiento de repente lo enervo por dentro, de tal modo que tomo la cadena donde colgaba el anillo y de un tirón lo saco para colocárselo en el dedo anular, lugar bien típico de las personas casadas o comprometidas. Fue un gesto casi instintivo, extraño, era como si al hacer eso le recordaba que de algún modo aun tenía un compromiso con Dios, a pesar de que no hubiese renovado sus votos como sacerdote.
Lazarus carraspeó devolviéndole aquella reverencia con el rostro, sus ojos azules clavados en los de ella se apartaron enseguida. El cazador se dirigió al árbol y a pesar de que le costo lo suyo por el peso de aquel hombre, consiguió tumbarlo en el suelo, tras liberarlo de aquella rama clavada.
-Lazarus... -Tan solo dijo, respondió ante la presentación de aquella chica, una regla fundamental que había aprendido y enseñado en su momento como inquisidor era, revelar lo mínimo sobre tu identidad hasta que no fuese necesario. -¿A qué gremio pertenecéis? ¿Servís a los “inquisidores”, “cazadores”?
Las gotas de lluvia se deslizan por el cabello de aquel hombre y por su rostro en un torrente interminable, al parecer aquello poco le molestaba en su calmada tardea tarea. Lazarus examinó el cadáver mientras murmuraba unas palabras en latín, parecía una clase de rezo o algo similar, su dedo pulgar dibujo una cruz en la frente del hombre muerto, luego su dedo índice rozo los oídos, la nariz, los ojos los cuales quedaron ocultos bajo los parpados cerrados y los labios, era como si de algún modo aquellos sentidos estuviesen siendo dormidos.
-... Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti. Amen.-Y así finalizo oración.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu.
Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado.
Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
Friedrich Nietzsche.
Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado.
Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
Friedrich Nietzsche.
Mero era el hecho de que aquello estaba saliendo más desde un principio. Ella misma se abrazó, para así mover lo más minimo aquel hombro dolorido. Acercose a aquel "espectáculo" ella no se preocupaba jamás de aquel ritual por el mero hecho de que no tenía tiempo, el muerto, al hoyo, no se enteraría jamás de si su alma era absuelta o no, directamente, iría al infierno por sus asesinatos.
Ashlotte era... realmente alguien incomprensible. Formaba parte del todo, pero en realidad de nada. Amaba y odiaba, siendo profundos errores éstos a la hora de acatar las órdenes de sus superiores. Su mirada, si era realmente descifrada, podría conceder los secretos más profundos de su alma. Por ello se escondía en las palabras bruscas, en aquel genio que de a ratos sacaba a propósito, un escudo, una máscara.
Una vez el hombre se irguió, se paró de nuevo a su lado haciendo un mero gesto con la cabeza demostrando su gratitud. Pocas veces eran vistos aquellos modales en ella, pero sabía ver y agradecer en cuanto se le prestaba la ocasión pertinente.
Recordó aquel rápido gesto, casi de refilón, aquel anillo que portaba ahora yacía en su dedo...
¿Un mero simbolo de unión
Adoraba las joyas...
O era un ex alto cargo..?
Las cosas sucedían y aquel paisaje que se mostraba frente a ella le hizo esbozar una sonrisa nerviosa, un tic en su labio era lo suficiente como para tener que girar el rostro. Prestando atención a su alrededor, por mera seguridad.O era un ex alto cargo..?
- Si una vela toco se que nada sentire... - Dijo la cazadora, entonando una canción, mientras que sus ojos viraron hacia la alta copa del arbol, con un dedo... colocado en los labios del ajeno, mostrándole silencio. Salvo por un suave gruñido, que poco a poco se escondía entre los sonidos de aquella tormenta.
- Arriba... - dijo tomando aire, pues había pasado por mucho antes y además el agua no le permitía tomar aire como quisiera. - ...hay... otro, y me he quedado sin armas. - Concluyó de forma silenciosa, de modo que aquel hombre pudiese oir sus palabras, tuvo que acercarse lo suficiente a él, tanteando sus cuchillos en su cintura, no de forma pícara sino por mera supervivencia. Esperó tan solo un gesto en sus ojos para saber si colaboraría o tendría que salir corriendo.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
Mientras el realizaba su labor con respecto al “alma” de aquel hombre, la chica había comenzado a canturrear para ella con tranquilidad.
Yacente quedó el ahora hombre que fue antes una bestia, Lazarus se reunió junto con la joven ésta no contesto a su pregunta es más pudo notar cierta tensión en su rostro algo ocurría.
Entre el caer de la lluvia, un sonido próximo le delataba, Lazarus dirigió sus ojos azules se dirigieron a la misma rama que la chica observaba, sus músculos se tensaron, su corazón por un momento pareció detenerse junto con la respiración contenida. No había nervios en su apariencia, ni alteración en su gesto, era extraño, más cautela y un extraño sosiego, era como si aparentemente aquella situación no alterar su ánimo, como si la adrenalina que ahora podía sentir expandirse por su interior, no hubiese comenzado su creación en su organismo.
La tormenta se había disipado, el cielo había dejado de gritar y las lagrimas celestes caían lánguidas, abundantes y con parsimonia.
El cazador pudo sentir como la Ashlotte aproximaba “demasiado” su cuerpo al suyo, eso si que hizo que saliera por un momento de su estado de calma. Era extraño, podía estar delante de cualquier feroz criatura de la noche, cualquier tipo de “demonio” o cosas peores, que conservaba la serenidad sin problemas, pero ya verse tan aproximado a una mujer hacía que algo en su interior se alterase, hacía tanto años que no tocaba a ninguna, además había que añadir lo poco a acostumbrado que estaba a que alguien le tocará.
Lazarus detuvo la mano de ella que estaba a punto de coger uno de los cuchillos, con leve gesto de su manga se vio asomada la culata de una pequeña pistola.
-Toma lo que necesites. -Sus ojos claros se clavaron en los de ella con seriedad. -Pero aun no hagas nada.
La respiración fuerte y ronca del licántropo era destacable sobre el silencio que parecía haberse hecho, el suelo levemente tembló, dando señal de su gran peso, cuando éste salto desde la rama olfateando. Aun no se había dado cuenta de la presencia de ambos, pero pronto se daría.
-Esperalo. -Le indico solamente tomando uno de los cuchillos de su costado.
El hocico de la criatura de repente se arrugo emitiendo un rugido, su espalda de arqueó y sus orejas se echaron hacia atrás, suficiente señal para ver que estaba a punto de atacar y así lo hizo. De un empujón Lazarus tiro a la chica a un lado y se dejo caer al contrario, así ambos esquivando el primer ataque. Uno de sus cuchillos cortó el aire húmedo de la noche, para terminar clavándose el cuello del animal, éste se quejo y se dispuso a dirigir sus fauces a la procedencia de aquel arma.
Yacente quedó el ahora hombre que fue antes una bestia, Lazarus se reunió junto con la joven ésta no contesto a su pregunta es más pudo notar cierta tensión en su rostro algo ocurría.
Entre el caer de la lluvia, un sonido próximo le delataba, Lazarus dirigió sus ojos azules se dirigieron a la misma rama que la chica observaba, sus músculos se tensaron, su corazón por un momento pareció detenerse junto con la respiración contenida. No había nervios en su apariencia, ni alteración en su gesto, era extraño, más cautela y un extraño sosiego, era como si aparentemente aquella situación no alterar su ánimo, como si la adrenalina que ahora podía sentir expandirse por su interior, no hubiese comenzado su creación en su organismo.
La tormenta se había disipado, el cielo había dejado de gritar y las lagrimas celestes caían lánguidas, abundantes y con parsimonia.
El cazador pudo sentir como la Ashlotte aproximaba “demasiado” su cuerpo al suyo, eso si que hizo que saliera por un momento de su estado de calma. Era extraño, podía estar delante de cualquier feroz criatura de la noche, cualquier tipo de “demonio” o cosas peores, que conservaba la serenidad sin problemas, pero ya verse tan aproximado a una mujer hacía que algo en su interior se alterase, hacía tanto años que no tocaba a ninguna, además había que añadir lo poco a acostumbrado que estaba a que alguien le tocará.
Lazarus detuvo la mano de ella que estaba a punto de coger uno de los cuchillos, con leve gesto de su manga se vio asomada la culata de una pequeña pistola.
-Toma lo que necesites. -Sus ojos claros se clavaron en los de ella con seriedad. -Pero aun no hagas nada.
La respiración fuerte y ronca del licántropo era destacable sobre el silencio que parecía haberse hecho, el suelo levemente tembló, dando señal de su gran peso, cuando éste salto desde la rama olfateando. Aun no se había dado cuenta de la presencia de ambos, pero pronto se daría.
-Esperalo. -Le indico solamente tomando uno de los cuchillos de su costado.
El hocico de la criatura de repente se arrugo emitiendo un rugido, su espalda de arqueó y sus orejas se echaron hacia atrás, suficiente señal para ver que estaba a punto de atacar y así lo hizo. De un empujón Lazarus tiro a la chica a un lado y se dejo caer al contrario, así ambos esquivando el primer ataque. Uno de sus cuchillos cortó el aire húmedo de la noche, para terminar clavándose el cuello del animal, éste se quejo y se dispuso a dirigir sus fauces a la procedencia de aquel arma.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
El colgante de Lucretzia.
Muchos sabían las historias sobre aquel artefacto, mas que artefacto era un mero colgante pero con un secreto guardado en su interior: veneno. Pocos sabían que aquello realmente existía, y ella, en su cuello lo llevaba oculto entre sus ropas, nada vistoso, nada lujoso lo escondía entre los pliegues que formaban su escote.
Veneno... aquel líquido que acabaría fácilmente con la vida de un mortal. Pero ¿Para qué serviría? Nada. Ella, cuando necesitaba de ayuda o cuando meramente salía de sus ocupaciones, llevaba bajo el vestido, atado a su pierna un preparado de argento e inyectable, ilógico, pero para ella era ser todo lo precavida que podía.
Necesitaba la sangre de licántropo aún vivo.
Y ya que Giàccomo le había frustrado su anterior obra...
ahora debía de enmendar aquel error.
Su cuerpo se vió bruscamente empujado de nuevo. sus pasos eran lentos, pues necesitaba el mayor descanso posible, sino, acabaría muerta antes de empezar a abordar ningún plan.Y ya que Giàccomo le había frustrado su anterior obra...
ahora debía de enmendar aquel error.
Para ella las armas de fuego eran eficaces, pero en ocasiones realmente inútiles... cuando el cargador se mojaba, no había remedio y no puedes permitirte el lujo de perder un solo segundo...
En sus manos, yacía uno de los cuchillos de aquel cazador, sustraido pese a su negación a ello. Esperó... apartada de aquella linea recta que la brutal bestia tomaba hacia el cazador que la acompañaba, con un esfuerzo casi imposible, Jessica estuvo agarrada a su chepa, afianzandose con sus fuertes piernas para no caer prematuramente. Con fuerza, clavó el inyectable y le sustrajo aquello que ella quería. Su sangre. La aguja se partió, obviamente, pero aquello no le hizo perder la sonrisa por su adquisición.
De un brusco movimiento, la bestia la lanzó, dejándose caer el pequeño frasco con argento en el suelo embarrado, y el cuerpo de la cazadora dejando un surco en el suelo a unos metros. Ya no podía hacer nada, todo estaba en las manos del otro cazador.
Sangre
Aquello era lo que buscaba... ¿El por qué? Sencillo. Estaba haciendo sus pinos propios para descifrar la fórmula de la inmortalidad, era imposible, ella lo sabía pero al menos podría descubrir algo mediante una muestra de aquellas bestias... ¿Por qué no vampiros? Mas sencillo aún. Ellos se alimentan de sangre, así, que ni modo esa sangre jamás puede pertenecer a ellos, sino a cualquier mortal que se precie, por ello usaba en sus recientes pruebas a los licántropos.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
Tras sentir como su cuerpo chocaba contra el suelo rodó por éste mismo, la tierra húmeda mancho sus oscuras ropas. Fue alzarse y ver como aquella chica se había lanzado contra la criatura, la cual se deshizo de ella al instante.
¿Por qué había hecho aquello? Había visto su gesto, lo cual le llevaba a pensar en que necesitaba algo de aquella criatura, una muestra pero... ¿Para qué? Había muchas posibilidades, se le ocurrían miles y muchas no acertadas, sabía que existían hombres y mujeres que buscaban alguna fórmula que les proporcionase la fuerza y sentidos de aquellas criaturas, personas que pensaban que beber la sangre de esas criaturas le darían longevidad o inmortalidad, incluso había quienes pensaban que era la clave de su origen.
Bien sabía Lazarus la fórmula perfecta para obtener aquello, transformase en aquellos monstruos, entregar su alma a la maldición. El cazador había investigado y estudiado sobre los orígenes e historia sobre las criaturas del “submundo”, sabía sus puntos fuertes y debilidades, además de como eran capaz de crear a otras criaturas. Esa parte se la enseño la experiencia y las palabras de cierto aprendiz...
Aquel no era el momento de empezar a crear hipótesis y fundamentos, sen aquel presente debía de terminar con aquello que había venido a hacer, debía de dar fin a la peligrosidad del monstruo.
Otra carrera por el resbaladizo suelo, y las hojas plateadas de los finos cuchillos volaban uno tras otro acertando en la criatura que con cada herida recibida más se enfurecía. El costado, el cuello, el lomo, la mejilla... Sangraban a través del espeso pelaje, pero a pesar de las heridas el bestia no dejaba atrás su empeño de atacarle, ahora se desplazaba a cuatro patas dispuesto a cargar contra el cazador, el cual lanzo sus últimos cuchillo y se agacho tras el salto del lobo. Pasando sobre él cayó pesadamente al otro extremo resbalando con el barro, no volvió a levantarse, ya que yacía jadeaoso y confuso, claro efecto del “Estramonio”, veneno impregnando en los finos cuchillos, y que en pequeñas servía para aliviar el dolor de las heridas y tenía otras proporciones curativas, en media dosis creaban alucinaciones y podían dejar inconsciente a cualquier tipo de persona, en altas en cambio producían la muerte.
En aquel caso más bien le había dejado inconsciente, ya que algunos cuchillo no había acertado o simplemente penetrado en la piel con la suficiente profundidad.
Con cuidado Lazarus se levanto, sintiendo un pequeño dolor en la pierna. Pensó por un momento si se estaba haciendo mayor para ello, su cuerpo parecía estar perdido cualidades.
-Aun esta vivo. -Solo dijo mientras, tomaba una gruesa daga que llevaba atada en el brazo. -Ahorremos el dolor. -Algo susurro en latín, y de un solo estoque clavo la daga en el lugar adecuado de su cabeza, el lobo cobró forma humana dándo señal de la muerte.
Si, a pesar de que aquel trabajo exigía frialdad, Lazarus no podía evitar se piadoso.
Caminado hacía la joven para asegurarse que estaba bien, ya que sus heridas desde le principio le había parecido feas, aunque se había hecho el desentendido.
Notable se hizó su leve cojera, una cojera que intento disimular a toda costa, sabía que era un simple tiron de músculo, pero no deseaba mostrar ningún tipo de debilidad, a pesar de que comenzaba a notar los años.
¿Por qué había hecho aquello? Había visto su gesto, lo cual le llevaba a pensar en que necesitaba algo de aquella criatura, una muestra pero... ¿Para qué? Había muchas posibilidades, se le ocurrían miles y muchas no acertadas, sabía que existían hombres y mujeres que buscaban alguna fórmula que les proporcionase la fuerza y sentidos de aquellas criaturas, personas que pensaban que beber la sangre de esas criaturas le darían longevidad o inmortalidad, incluso había quienes pensaban que era la clave de su origen.
Bien sabía Lazarus la fórmula perfecta para obtener aquello, transformase en aquellos monstruos, entregar su alma a la maldición. El cazador había investigado y estudiado sobre los orígenes e historia sobre las criaturas del “submundo”, sabía sus puntos fuertes y debilidades, además de como eran capaz de crear a otras criaturas. Esa parte se la enseño la experiencia y las palabras de cierto aprendiz...
Aquel no era el momento de empezar a crear hipótesis y fundamentos, sen aquel presente debía de terminar con aquello que había venido a hacer, debía de dar fin a la peligrosidad del monstruo.
Otra carrera por el resbaladizo suelo, y las hojas plateadas de los finos cuchillos volaban uno tras otro acertando en la criatura que con cada herida recibida más se enfurecía. El costado, el cuello, el lomo, la mejilla... Sangraban a través del espeso pelaje, pero a pesar de las heridas el bestia no dejaba atrás su empeño de atacarle, ahora se desplazaba a cuatro patas dispuesto a cargar contra el cazador, el cual lanzo sus últimos cuchillo y se agacho tras el salto del lobo. Pasando sobre él cayó pesadamente al otro extremo resbalando con el barro, no volvió a levantarse, ya que yacía jadeaoso y confuso, claro efecto del “Estramonio”, veneno impregnando en los finos cuchillos, y que en pequeñas servía para aliviar el dolor de las heridas y tenía otras proporciones curativas, en media dosis creaban alucinaciones y podían dejar inconsciente a cualquier tipo de persona, en altas en cambio producían la muerte.
En aquel caso más bien le había dejado inconsciente, ya que algunos cuchillo no había acertado o simplemente penetrado en la piel con la suficiente profundidad.
Con cuidado Lazarus se levanto, sintiendo un pequeño dolor en la pierna. Pensó por un momento si se estaba haciendo mayor para ello, su cuerpo parecía estar perdido cualidades.
-Aun esta vivo. -Solo dijo mientras, tomaba una gruesa daga que llevaba atada en el brazo. -Ahorremos el dolor. -Algo susurro en latín, y de un solo estoque clavo la daga en el lugar adecuado de su cabeza, el lobo cobró forma humana dándo señal de la muerte.
Si, a pesar de que aquel trabajo exigía frialdad, Lazarus no podía evitar se piadoso.
Caminado hacía la joven para asegurarse que estaba bien, ya que sus heridas desde le principio le había parecido feas, aunque se había hecho el desentendido.
Notable se hizó su leve cojera, una cojera que intento disimular a toda costa, sabía que era un simple tiron de músculo, pero no deseaba mostrar ningún tipo de debilidad, a pesar de que comenzaba a notar los años.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
Muchas eran las veces en las que un plan se iba al carajo, plan que de hecho no estaba planeado desde un principio. Sus actos fueron impredecibles, como la mayoría de las veces, pero ésta vez se quedó perpleja, sin ser capaz de emitir sonido alguno tras su garganta. Fué fascinante.
La precisión con la que aquel hombre había acabado lo que una vez yo empecé me pareció abrumadora, excitante y no por ello... ¿inteligente? Bien, ahora quedaban dos cuerpos por enterrar y bien no podíamos decir que había sido un animal salvaje aunque... recordando el "resvalón" de la bestia, fué divertido, aunque en lugar de una bestia peluda quedase el cuerpo inerte de un hombre, ahora, yacente en el suelo.
Solo quedaba una duda, bastante idiota por parte de la cazadora pero era fiel y leal a sus creencias propias, extrañas para alguien que servía a la iglesia, pero con fuertes creencias sobre "trabajar para sí sola".
La más importante de todas era:
Ashlotte se levantó no sin antes barrer el suelo con la pierna en equilibrio y tirar así el hombre al suelo que de por si tenía una cojera bastante evidente. Tomó el florete que ahora sí había acabado en sus manos y le apuntó en el cuello, alzando su mandíbula (No podía hacer mucho daño, pero el peligro estaba ahí.) y con el pié en un lugar... digamos "estratégico" por si se le ocurría moverse más de un centímetro de donde ella estaba: sus huevos.
- ¿Para que facción trabajas, soldado?
Se limitó a pronunciar, bajo el repiqueteo de la lluvia que cedía ante la madre naturaleza. Ella, si, era una soldado, pero en sí, todos aquellos que servían a la inquisición podrían denominarse igual, porque todos pese a su cometido conllevan el mismo fin. Sus palabras, agudas, su mente, dispersa por el dolor que aguantaba, pero eran muchos los casos en los que había tenido que estar en situaciones peores.
La precisión con la que aquel hombre había acabado lo que una vez yo empecé me pareció abrumadora, excitante y no por ello... ¿inteligente? Bien, ahora quedaban dos cuerpos por enterrar y bien no podíamos decir que había sido un animal salvaje aunque... recordando el "resvalón" de la bestia, fué divertido, aunque en lugar de una bestia peluda quedase el cuerpo inerte de un hombre, ahora, yacente en el suelo.
Solo quedaba una duda, bastante idiota por parte de la cazadora pero era fiel y leal a sus creencias propias, extrañas para alguien que servía a la iglesia, pero con fuertes creencias sobre "trabajar para sí sola".
La más importante de todas era:
"Con la bestia ahora muerta, tan solo quedaba deshacerse del elemento sorpresa"
Ashlotte se levantó no sin antes barrer el suelo con la pierna en equilibrio y tirar así el hombre al suelo que de por si tenía una cojera bastante evidente. Tomó el florete que ahora sí había acabado en sus manos y le apuntó en el cuello, alzando su mandíbula (No podía hacer mucho daño, pero el peligro estaba ahí.) y con el pié en un lugar... digamos "estratégico" por si se le ocurría moverse más de un centímetro de donde ella estaba: sus huevos.
- ¿Para que facción trabajas, soldado?
Se limitó a pronunciar, bajo el repiqueteo de la lluvia que cedía ante la madre naturaleza. Ella, si, era una soldado, pero en sí, todos aquellos que servían a la inquisición podrían denominarse igual, porque todos pese a su cometido conllevan el mismo fin. Sus palabras, agudas, su mente, dispersa por el dolor que aguantaba, pero eran muchos los casos en los que había tenido que estar en situaciones peores.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
Cuando ya la había alcanzado, sintiendo aquella punzada dolorosa en la pierna, el cazador no se esperaba lo que iba a venir después.
Todo sucedió demasiado deprisa, en una abrir y cerrar de ojos había cedido ante los movimientos veloces de aquella chica.
Pudo notar como si espalda chocaba contra su espalda, el suelo era duro y frío, la verdad poco le importaba aquello, estaba ya sucio de por sí por el barro y empapado hasta los huesos por la lluvia.
Sus ojos azules la miraron de arriba abajo, la postura en la que ella se situaba, la posición de sus brazos, sus piernas, en particular más aquel pie que se situaba en un lugar bastante “sensible”, la mano que tomaba la empuñadura, el filo de aquella arma, que como mucho podría atravesarle con la punta, ya que el filo poco tenía que hacer ante la piel.
-¿Soldado? -Lazarus, no pudo evitar reír. Sus mano tomo el filo del largo florete, así cerrándose en torno a éste con fuerza. Sus ojos se fijaron en los de ella con una extraña dureza repentina, Lazarus apretó los dientes, había visto los puntos que quería ver en toda su postura, los suficientes...
“Esto me va a doler, si no es por una parte es por otra...”
Lo mismo que ella había sido veloz en derribarlo, él también había aprendido a serlo en su día y tal vez algo más... ¿Quién sabía? Él era más viejo, había enseñado a muchos inquisidores a “cómo” actuar, les había enseñado a pensar, a combatir..., y sabía que muchos de sus métodos llevaban años aplicándose por donde sus pupilos habían ido, éstos iban y venían de unos países a otros.
Una de sus piernas se flexionó, tanto que su rodilla tocó el pecho, la otra la siguió juntándose con la hermana, y su cadera se giro de tal modo que al hacerlo dejo fuera del alcance sus “partes nobles” de aquel pie. De cintura a abajo su cuerpo se situaba de lado en una compleja postura, sus rodilla aun pegadas a su pecho se dirigieron a las de la chica, dándole una patada. Solamente le quedó una acción hacer mientras realizaba la anterior a al vez.
La mano apretada en el florete tiro de éste apartándolo de su cuello, pero no sin sentir el leve corte en la garganta y el roce del filo en sus manos.
Lazarus no era un hombre que podía presumir por su gran fuerza, muy habitual en sus congéneres, tampoco era un hombre grande, ancho, al contrario era esbelto, fino en su composición. Si no tenía fuerza que era lo que le había hecho destacar allí en Irlanda: su flexibilidad y agilidad. Había algunos que había bromeado con respecto a ello, ya que era una habilidad más habitual en mujeres que en hombre, muchos se había reído diciéndole que si el camino como sacerdote no le iba bien tal vez pudiese ser “contorsionista” en algún circo o algo similar.
Un quejido de dolor pronunciaron sus labios, al sentir el fuerte calambre de la pierna. Blasfemó en su idioma natal, mientras se levantaba tocando su pierna.
Ahora las tornas habían cambiado, él estaba sentado en el barro masajeandose el muslo dolorido y ella a unos metros en suelo, seguro manchada del barro. No era justo que solamente se ensuciase... Ese pensamiento le hizo sonreír para sí, aunque su gesto continuaba siendo de dolor.
Sintiendo como las gotas de la imparable lluvia se deslizaban por sus rasgos, dificultosamente se levantó del suelo y como pudo se acerco a la chica. No debía de quejarse de aquel dolor, había estado en peores.
-Soy un “Maestro Inquisidor”, en mi país formaba y seguiré formando, a “sacerdotes” y “soldados”, etc, ahora estoy aquí porque me necesitaban al parecer. Casi todos los componente sirlandeses los he formado yo, y mandando a aquí cuando lo han solicitado. -Dijo como si nada, la verdad aquello tenía parte de verdad y mentira, no sabía si se podía considerar “inquisidor”, a éstas alturas de la vida, llevaba un año con la mentira de que aun continuaba siendo sacerdote, es más, no había llegado a mentir tan solo omitía la verdad que era, el que no había renovado sus votos. Así que al no hacerlo negaba por su parte a los inquisidores, pero ¿cómo ellos no sabían eso? Hay estaba el vació legal, en Irlanda creían que había renovado los votos en París, y en París lo opuesto. Solo unos pocos de confianza sabían la verdad y de algún modo por fidelidad y respeto, no habían hablado, sabían que aquel “amigo”, aquel “maestro” para algunos, que se comportaba de un modo extraños, unos decían que eran dudas, otros decían que había descubierto algo que no le había gustado de los inquisidores... ¿Quién sabía lo que por la cabeza de Lazarus rondaba? ¿Y por qué se había negado a renovar su fidelidad a la Iglesia? A nadie le perjudicaba, él continua comportándose como un sacerdote cualquier, rezaba, impartía misas si hacía falta, era fiel a sus creencias religiosas, cazaba igualmente a “criaturas de la noche”, aunque ahora solo, y continuaba dando consejos a los futuros inquisidores...
-Os he respondido. -Mientras decía aquello Lazarus le mostró aquel anillo de oro, era el típico que se le daba a los Inquisidores que había jurado fidelidad a la Iglesia y llevaban demasiados años bajo su tutela. -Ahora os hago yo la misma pregunta... ¿A quién le debéis lealtad? ¿A qué facción pertenecéis? -
Todo sucedió demasiado deprisa, en una abrir y cerrar de ojos había cedido ante los movimientos veloces de aquella chica.
Pudo notar como si espalda chocaba contra su espalda, el suelo era duro y frío, la verdad poco le importaba aquello, estaba ya sucio de por sí por el barro y empapado hasta los huesos por la lluvia.
Sus ojos azules la miraron de arriba abajo, la postura en la que ella se situaba, la posición de sus brazos, sus piernas, en particular más aquel pie que se situaba en un lugar bastante “sensible”, la mano que tomaba la empuñadura, el filo de aquella arma, que como mucho podría atravesarle con la punta, ya que el filo poco tenía que hacer ante la piel.
-¿Soldado? -Lazarus, no pudo evitar reír. Sus mano tomo el filo del largo florete, así cerrándose en torno a éste con fuerza. Sus ojos se fijaron en los de ella con una extraña dureza repentina, Lazarus apretó los dientes, había visto los puntos que quería ver en toda su postura, los suficientes...
“Esto me va a doler, si no es por una parte es por otra...”
Lo mismo que ella había sido veloz en derribarlo, él también había aprendido a serlo en su día y tal vez algo más... ¿Quién sabía? Él era más viejo, había enseñado a muchos inquisidores a “cómo” actuar, les había enseñado a pensar, a combatir..., y sabía que muchos de sus métodos llevaban años aplicándose por donde sus pupilos habían ido, éstos iban y venían de unos países a otros.
Una de sus piernas se flexionó, tanto que su rodilla tocó el pecho, la otra la siguió juntándose con la hermana, y su cadera se giro de tal modo que al hacerlo dejo fuera del alcance sus “partes nobles” de aquel pie. De cintura a abajo su cuerpo se situaba de lado en una compleja postura, sus rodilla aun pegadas a su pecho se dirigieron a las de la chica, dándole una patada. Solamente le quedó una acción hacer mientras realizaba la anterior a al vez.
La mano apretada en el florete tiro de éste apartándolo de su cuello, pero no sin sentir el leve corte en la garganta y el roce del filo en sus manos.
Lazarus no era un hombre que podía presumir por su gran fuerza, muy habitual en sus congéneres, tampoco era un hombre grande, ancho, al contrario era esbelto, fino en su composición. Si no tenía fuerza que era lo que le había hecho destacar allí en Irlanda: su flexibilidad y agilidad. Había algunos que había bromeado con respecto a ello, ya que era una habilidad más habitual en mujeres que en hombre, muchos se había reído diciéndole que si el camino como sacerdote no le iba bien tal vez pudiese ser “contorsionista” en algún circo o algo similar.
Un quejido de dolor pronunciaron sus labios, al sentir el fuerte calambre de la pierna. Blasfemó en su idioma natal, mientras se levantaba tocando su pierna.
Ahora las tornas habían cambiado, él estaba sentado en el barro masajeandose el muslo dolorido y ella a unos metros en suelo, seguro manchada del barro. No era justo que solamente se ensuciase... Ese pensamiento le hizo sonreír para sí, aunque su gesto continuaba siendo de dolor.
Sintiendo como las gotas de la imparable lluvia se deslizaban por sus rasgos, dificultosamente se levantó del suelo y como pudo se acerco a la chica. No debía de quejarse de aquel dolor, había estado en peores.
-Soy un “Maestro Inquisidor”, en mi país formaba y seguiré formando, a “sacerdotes” y “soldados”, etc, ahora estoy aquí porque me necesitaban al parecer. Casi todos los componente sirlandeses los he formado yo, y mandando a aquí cuando lo han solicitado. -Dijo como si nada, la verdad aquello tenía parte de verdad y mentira, no sabía si se podía considerar “inquisidor”, a éstas alturas de la vida, llevaba un año con la mentira de que aun continuaba siendo sacerdote, es más, no había llegado a mentir tan solo omitía la verdad que era, el que no había renovado sus votos. Así que al no hacerlo negaba por su parte a los inquisidores, pero ¿cómo ellos no sabían eso? Hay estaba el vació legal, en Irlanda creían que había renovado los votos en París, y en París lo opuesto. Solo unos pocos de confianza sabían la verdad y de algún modo por fidelidad y respeto, no habían hablado, sabían que aquel “amigo”, aquel “maestro” para algunos, que se comportaba de un modo extraños, unos decían que eran dudas, otros decían que había descubierto algo que no le había gustado de los inquisidores... ¿Quién sabía lo que por la cabeza de Lazarus rondaba? ¿Y por qué se había negado a renovar su fidelidad a la Iglesia? A nadie le perjudicaba, él continua comportándose como un sacerdote cualquier, rezaba, impartía misas si hacía falta, era fiel a sus creencias religiosas, cazaba igualmente a “criaturas de la noche”, aunque ahora solo, y continuaba dando consejos a los futuros inquisidores...
-Os he respondido. -Mientras decía aquello Lazarus le mostró aquel anillo de oro, era el típico que se le daba a los Inquisidores que había jurado fidelidad a la Iglesia y llevaban demasiados años bajo su tutela. -Ahora os hago yo la misma pregunta... ¿A quién le debéis lealtad? ¿A qué facción pertenecéis? -
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
El cuerpo de la cazadora se recomponía, un nuevo golpe en su hombro... no lo soportaba más. Quedó en el suelo, en la más pura reverencia hacia un superior, aquella que en el medievo se utilizaba cuando el rey nombraba a un soldado con su espada. Pero no tenía en sí un significado, simplemente se estaba levantando..!! Cuando oyó aquello de "maestro inquisidor" no pudo reprimir el gesto de sorpresa bajo sus cabellos húmedos.
Estaba irritada, enfadada, ella a pesar de haber jurado lealtad era la viva imágen de la rebeldía. En muchas de las ocasiones aquello casi le jugaba su puesto dentro de la facción. Pero no por ello, dejaba de ser quien era.
- Soldado. - Dijo irguiéndose, alzando la mandíbula con orgullo. En sus ojos se podía ver perfectamente del fuego del cual estaba hecha su alma. Había encontrado a aquel hombre, que decía ser uno de los "mayores" pero lo justo y seguro era que jamás había oido hablar de él. Se recriminó a sí misma, pero no por ello dejó que se le escapase una sonrisa de sus labios. Aquel encuentro había sido muy divertido y peligroso dentro de lo que cabía.. claro estaba.
- Déjeme compensarle, señor. Hizo un leve gesto con la cabeza a modo de reverencia, pero ésta no significaba sublevación, sino cortesía, obviamente.
La cazadora tenía agallas cuando se presentaba el momento, el factor sorpresa siempre encauzaba su vida, por lo que sus actos a veces imprevisibles le daban aquel toque aguerrido que tanto la gustaba, la extasiaba una buena lucha, aunque ésta hubiese sido algo.. "resvaladiza".
- Le ruego que me acompañe. Le debo compensar mi descuido.- Dijo al hombre, sin más explicaciones pues cuanto menos dijese, mejor sería. Su misión, era meramente luchar contra las bestias, y conseguir aquello para con lo que trabajaba el resto de los nuestros. Pero... y si, siempre hay un pero en toda historia, era su vida privada. Muchos de los inquisidores no tenían, carecían expresamente de aquel toque que les devolvía a la vida real, fuera de toda guerra contra las bestias. Ella, Ashlotte, vivía sola no necesitaba más que su propia compañía, así pues no tendría que estar pendiente de quien la ve o de quien la oye. Ella por su parte hacía doble trabajo, estudiaba casos, hacía sus experimentos en química los cuales la fascinaban hasta límites insospechados, pero lo mejor de todo era: ir por su cuenta. Ashlotte, silbó y un caballo sin montura apareció por el camino, mientras sus herraduras chocaban contra el asfalto. La mujer, se subió al mas puro estilo amazona, pues a aquellas horas nadie la podría ver de aquella guisa, aun más lloviendo y en compañía de un hombreatractivo.
Aquel hombre no parecía el típico cazador, chulesco, que se creía mejor ni más que nadie. Parecía conocer su lugar, su experiencia y su edad le decía en cada gesto que hacía, y eso a ella le fascinó, aquel toque de "sabiduría" o "conocimiento" o mas vulgarmente dicho, su edad, le decía mucho de aquella persona, atrayente tanto por su labia, como por sus actos a la hora de luchar. Tenía huevos, y eso a ella le fascinaba.
- Suba, llegaremos en unos minutos al refugio. - Así llamaba a su propio hogar.
Tomó fuerte con la mano que le quedaba libre las crines del caballo, había montado así varias veces, pero con una mano... era... un reto. Invitó a subir al que se hacía llamar Lazarus, aquel hombre esbel.... ya dejo de describirle, antes de morir por un sincope.
Estaba irritada, enfadada, ella a pesar de haber jurado lealtad era la viva imágen de la rebeldía. En muchas de las ocasiones aquello casi le jugaba su puesto dentro de la facción. Pero no por ello, dejaba de ser quien era.
- Soldado. - Dijo irguiéndose, alzando la mandíbula con orgullo. En sus ojos se podía ver perfectamente del fuego del cual estaba hecha su alma. Había encontrado a aquel hombre, que decía ser uno de los "mayores" pero lo justo y seguro era que jamás había oido hablar de él. Se recriminó a sí misma, pero no por ello dejó que se le escapase una sonrisa de sus labios. Aquel encuentro había sido muy divertido y peligroso dentro de lo que cabía.. claro estaba.
- Déjeme compensarle, señor. Hizo un leve gesto con la cabeza a modo de reverencia, pero ésta no significaba sublevación, sino cortesía, obviamente.
"Tenía los pantalones bien puestos y jamás se los dejaría bajar por nadie."
La cazadora tenía agallas cuando se presentaba el momento, el factor sorpresa siempre encauzaba su vida, por lo que sus actos a veces imprevisibles le daban aquel toque aguerrido que tanto la gustaba, la extasiaba una buena lucha, aunque ésta hubiese sido algo.. "resvaladiza".
- Le ruego que me acompañe. Le debo compensar mi descuido.- Dijo al hombre, sin más explicaciones pues cuanto menos dijese, mejor sería. Su misión, era meramente luchar contra las bestias, y conseguir aquello para con lo que trabajaba el resto de los nuestros. Pero... y si, siempre hay un pero en toda historia, era su vida privada. Muchos de los inquisidores no tenían, carecían expresamente de aquel toque que les devolvía a la vida real, fuera de toda guerra contra las bestias. Ella, Ashlotte, vivía sola no necesitaba más que su propia compañía, así pues no tendría que estar pendiente de quien la ve o de quien la oye. Ella por su parte hacía doble trabajo, estudiaba casos, hacía sus experimentos en química los cuales la fascinaban hasta límites insospechados, pero lo mejor de todo era: ir por su cuenta. Ashlotte, silbó y un caballo sin montura apareció por el camino, mientras sus herraduras chocaban contra el asfalto. La mujer, se subió al mas puro estilo amazona, pues a aquellas horas nadie la podría ver de aquella guisa, aun más lloviendo y en compañía de un hombre
Aquel hombre no parecía el típico cazador, chulesco, que se creía mejor ni más que nadie. Parecía conocer su lugar, su experiencia y su edad le decía en cada gesto que hacía, y eso a ella le fascinó, aquel toque de "sabiduría" o "conocimiento" o mas vulgarmente dicho, su edad, le decía mucho de aquella persona, atrayente tanto por su labia, como por sus actos a la hora de luchar. Tenía huevos, y eso a ella le fascinaba.
- Suba, llegaremos en unos minutos al refugio. - Así llamaba a su propio hogar.
Tomó fuerte con la mano que le quedaba libre las crines del caballo, había montado así varias veces, pero con una mano... era... un reto. Invitó a subir al que se hacía llamar Lazarus, aquel hombre esbel.... ya dejo de describirle, antes de morir por un sincope.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
El silencio se había extendido, ella se levantaba del suelo sin perder ni ápice de seguridad, sin mostrar la debilidad que seguro que su cuerpo enfrentaba, dolorido, por las heridas. Pocos aguantaban unas de ese modo.
Aquello le hizo pensar que aquella chica merecía su respeto, ya que tenía pinta de ser una de esas personas que son difíciles de hacerlas rendirse, que aguantaban hasta el final. Un perfil muy bueno que pocos de sus pupilos poseían pero que en todo momento había buscado en ellos, llevándoles a situaciones límites, donde buscaba quebrar su voluntad. Los jóvenes aprendices poseían cierta prepotencia cuando se le daba la oportunidad de aprender las artes para combatir al mal, su orgullo se inflaba, y cualquier felicitación les hacía creer los mejores, creer que conocían todo lo que había ahí fuera, cuando en realidad no sabía nada... De lo que era la verdad... No sabían que tu mano de debe de temblar ante cualquier rostro con el que se presente el diablo: anciano, mujer, niños... Familiar... No podías dudar, las manos ejecutoras deben de carecer del sentir en el momento, deben de tener frialdad, el que tu decisión tambalee, puede costarte la vida. Debían de acercarse a la realidad, donde la carne cedía ante sus filos de muerte, los huesos se resquebrajaban, la sangre te salpicaba en su férreo aroma, el hedor, el miedo... Aquello actos “heroicos”, si se podía llamar así, no estaba impregnado por flores ni por trofeos...
Aquel tipo de situaciones eran a las que sometía a sus alumnos, y muchos de ellos terminaban abandonando, pocos eran los que pasaban su examen.
Lazarus esperaba su respuesta con aquella actitud seria, con un gesto hierático, con sus ojos azules clavados en los de ella que a diferencia de los de ésta, eran hielo.
Notaba los calambre de su pierna, y como esta temblaba indirectamente, el ex-sacerdote intento contener aquel temblor apretándola.
-Soldado... -Repitió, una de los suyos. Rápidamente notó que la actitud desconfiada ante él había cambiado en cuanto había nombrado su rango y había mostrado el anillo, era como si aquella chica de repente le respetase por lo que significaba, pudo ver sus respetos mostrados, respetos que él consideraba innecesarios. Una mirada sorprendida, y el hielo de su mirada se suavizo con una sonrisa amable rompiendo el esquema anterior de hieratismo, Lazarus siempre había parecido poseer las dos caras de una moneda, la frialdad y endereza del cazador, y la honestidad y templanza de un sacerdote. -¿Compensar? ¿Qué debe de compensar, mademoiselle?
El sonido de cascos anunció la proximidad de una montura, aquella chica de un modo elegante se subió sobre ella. Por un momento Lazarus pensó que debería haberle enseñado a su montura trucos como aquellos, sería muy útil. Había conseguido educar a su perra “Tosca”, la cual era bastante útil para detectar a vampiros oculto bajo maravillosas máscaras humanas, si lo había conseguido con un cánido porque con un caballo.
Ella se aproximo a él con el caballo.
-El desconocimiento justifica los descuidos, no debe de compensarme nada, es más, antes de preocuparse por ello, debería estar más atenta a sus propias heridas, desde el principio me parecieron feas. -Éste con gesto dolorido y junto con un quejido tomó su mano, y con la pierna que estaba dolorida tomó impulso y monto detrás de ella en el caballo, por un momento se vio en el dilema de donde agarrarse, su aguantar el equilibrio o como era típico agarrarse a las caderas de la chica. -Solo le pido un lugar techado para el descanso, un fuego para secar mis ropas... hasta que amaine la lluvia. Con eso me conformo.
Aquello le hizo pensar que aquella chica merecía su respeto, ya que tenía pinta de ser una de esas personas que son difíciles de hacerlas rendirse, que aguantaban hasta el final. Un perfil muy bueno que pocos de sus pupilos poseían pero que en todo momento había buscado en ellos, llevándoles a situaciones límites, donde buscaba quebrar su voluntad. Los jóvenes aprendices poseían cierta prepotencia cuando se le daba la oportunidad de aprender las artes para combatir al mal, su orgullo se inflaba, y cualquier felicitación les hacía creer los mejores, creer que conocían todo lo que había ahí fuera, cuando en realidad no sabía nada... De lo que era la verdad... No sabían que tu mano de debe de temblar ante cualquier rostro con el que se presente el diablo: anciano, mujer, niños... Familiar... No podías dudar, las manos ejecutoras deben de carecer del sentir en el momento, deben de tener frialdad, el que tu decisión tambalee, puede costarte la vida. Debían de acercarse a la realidad, donde la carne cedía ante sus filos de muerte, los huesos se resquebrajaban, la sangre te salpicaba en su férreo aroma, el hedor, el miedo... Aquello actos “heroicos”, si se podía llamar así, no estaba impregnado por flores ni por trofeos...
Aquel tipo de situaciones eran a las que sometía a sus alumnos, y muchos de ellos terminaban abandonando, pocos eran los que pasaban su examen.
Lazarus esperaba su respuesta con aquella actitud seria, con un gesto hierático, con sus ojos azules clavados en los de ella que a diferencia de los de ésta, eran hielo.
Notaba los calambre de su pierna, y como esta temblaba indirectamente, el ex-sacerdote intento contener aquel temblor apretándola.
-Soldado... -Repitió, una de los suyos. Rápidamente notó que la actitud desconfiada ante él había cambiado en cuanto había nombrado su rango y había mostrado el anillo, era como si aquella chica de repente le respetase por lo que significaba, pudo ver sus respetos mostrados, respetos que él consideraba innecesarios. Una mirada sorprendida, y el hielo de su mirada se suavizo con una sonrisa amable rompiendo el esquema anterior de hieratismo, Lazarus siempre había parecido poseer las dos caras de una moneda, la frialdad y endereza del cazador, y la honestidad y templanza de un sacerdote. -¿Compensar? ¿Qué debe de compensar, mademoiselle?
El sonido de cascos anunció la proximidad de una montura, aquella chica de un modo elegante se subió sobre ella. Por un momento Lazarus pensó que debería haberle enseñado a su montura trucos como aquellos, sería muy útil. Había conseguido educar a su perra “Tosca”, la cual era bastante útil para detectar a vampiros oculto bajo maravillosas máscaras humanas, si lo había conseguido con un cánido porque con un caballo.
Ella se aproximo a él con el caballo.
-El desconocimiento justifica los descuidos, no debe de compensarme nada, es más, antes de preocuparse por ello, debería estar más atenta a sus propias heridas, desde el principio me parecieron feas. -Éste con gesto dolorido y junto con un quejido tomó su mano, y con la pierna que estaba dolorida tomó impulso y monto detrás de ella en el caballo, por un momento se vio en el dilema de donde agarrarse, su aguantar el equilibrio o como era típico agarrarse a las caderas de la chica. -Solo le pido un lugar techado para el descanso, un fuego para secar mis ropas... hasta que amaine la lluvia. Con eso me conformo.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 24/11/2011
Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
U: Me encantan tus roles.
Sin pensarlo un par de veces, echó la mano hacia atrás y jaló la mano de su acompañante pasandolo por su cintura hacia las crines del caballo,para que se aferrase a ellas obligándole a acercarse más. No eran momentos como para tener debilidades, salir de aquel lugar era preciso, necesario por el bien de ambos. La lluvia, haría el resto, ocultando las huellas y el olor para futuros rastros.
- Hasta el más experimentado puede cometer errores.
Musitó echando una mirada hacia el anillo que el hombre portaba en su mano. La cazadora mantenía su mandíbula en tensión, jamás dejaba entrever ningún momento de debilidad, a menos que algo la causase verdadera expectación, como el haber tenido riña con un igual, o al menos alguien que sabía lo que era, sin remordimientos ni paradoja alguna. El caballo hacía su tarea, el cual en aquel instante era tomar la habitual ruta, marcada y bien definida hacia la parte posterior del refugio. Una mansión, la cual lindaba perfectamente con el bosque. Unas luces, dispuestas en el suelo que se componían meramente por lámparas de aceite.
El caballo cesó su caminata y una sombra lo jaló hacia las caballerizas. Un trabajador de la casa, cuyo propósito era el no ser visto, así estaba dispuesto por la cazadora, y así debería de haber sido siempre.
- Siéntase como en su hogar.
El lugar podría significar muchas cosas. Un buen arreglo floral, un lugar cálido y frío a la vez, perfecto para reuniones de élite tanto como para estar sola y meditar.
Aquello era lo que siempre hacía. La sala más a la derecha, estaba compuesta de toda la comodidez posible. Chimenea, sillones, terciopelo rojo en las cortinas, así le daba aquel toque sofiticado y cálido, aunque aquel color significase para la mente humana estress, o para los que conocían la propia vida, muerte y sangre. Aquella habitación bien podría ser perfectamente una sala de estar, pero lo cómoda y suficientemente confortable como para albergar una de las enormes camas allí dispuestas.
- Meredith, Earnest, consigan ropa de hombre, y preparen algo caliente.
- ¿Pero señora que le ha...? - Él bien supo como acabar aquella frase en su cabeza, y supo parar a tiempo antes de pronunciarla. Todos se organizaron, dejando a aquel hombre en aquella habitación. Jessica abrió una de las puertas. - Baño. - Abrió otra contigua. - - Armario. - Señaló una puerta al fondo una vez abierto el baño, baño compartido. - Ahí dormiré. - Se volvió y señaló una de las puertas, con un cerrojo que obviamente para abrirse se necesitaba de una llave. - Creo que no necesita explicación. - Dijo por mera obviedad. Aquella puerta contenía una sala, perfectamente adecuada a ella. Sus estudios residían allí, sus mapas y bitácoras. Libros y demases. Una escalera que bajaba un nivel más que... bien dependía de aquel hombre no entrar jamás. No necesitaba explicación, aquel ultimo peldaño contenía más de lo que ella podía soportar en vida.
Dejó al hombre su espacio, bien para acicalarse, o bien para prepararse mentalmente para lo que ocurriese en aquella casa aquella noche.
- Usaré otro baño, cuando termine de ducharse le esperará ropas nuevas.
Jessica viró la cabeza hacia la derecha, como solía hacer por mera manía, señal de su humanidad. Se volteó saliendo de aquella habitación. Notando el frío de otras secciones de la casa... el vivir sola era extremadamente frío.
Sin pensarlo un par de veces, echó la mano hacia atrás y jaló la mano de su acompañante pasandolo por su cintura hacia las crines del caballo,para que se aferrase a ellas obligándole a acercarse más. No eran momentos como para tener debilidades, salir de aquel lugar era preciso, necesario por el bien de ambos. La lluvia, haría el resto, ocultando las huellas y el olor para futuros rastros.
- Hasta el más experimentado puede cometer errores.
Musitó echando una mirada hacia el anillo que el hombre portaba en su mano. La cazadora mantenía su mandíbula en tensión, jamás dejaba entrever ningún momento de debilidad, a menos que algo la causase verdadera expectación, como el haber tenido riña con un igual, o al menos alguien que sabía lo que era, sin remordimientos ni paradoja alguna. El caballo hacía su tarea, el cual en aquel instante era tomar la habitual ruta, marcada y bien definida hacia la parte posterior del refugio. Una mansión, la cual lindaba perfectamente con el bosque. Unas luces, dispuestas en el suelo que se componían meramente por lámparas de aceite.
El caballo cesó su caminata y una sombra lo jaló hacia las caballerizas. Un trabajador de la casa, cuyo propósito era el no ser visto, así estaba dispuesto por la cazadora, y así debería de haber sido siempre.
- Siéntase como en su hogar.
El lugar podría significar muchas cosas. Un buen arreglo floral, un lugar cálido y frío a la vez, perfecto para reuniones de élite tanto como para estar sola y meditar.
Aquello era lo que siempre hacía. La sala más a la derecha, estaba compuesta de toda la comodidez posible. Chimenea, sillones, terciopelo rojo en las cortinas, así le daba aquel toque sofiticado y cálido, aunque aquel color significase para la mente humana estress, o para los que conocían la propia vida, muerte y sangre. Aquella habitación bien podría ser perfectamente una sala de estar, pero lo cómoda y suficientemente confortable como para albergar una de las enormes camas allí dispuestas.
- Meredith, Earnest, consigan ropa de hombre, y preparen algo caliente.
- ¿Pero señora que le ha...? - Él bien supo como acabar aquella frase en su cabeza, y supo parar a tiempo antes de pronunciarla. Todos se organizaron, dejando a aquel hombre en aquella habitación. Jessica abrió una de las puertas. - Baño. - Abrió otra contigua. - - Armario. - Señaló una puerta al fondo una vez abierto el baño, baño compartido. - Ahí dormiré. - Se volvió y señaló una de las puertas, con un cerrojo que obviamente para abrirse se necesitaba de una llave. - Creo que no necesita explicación. - Dijo por mera obviedad. Aquella puerta contenía una sala, perfectamente adecuada a ella. Sus estudios residían allí, sus mapas y bitácoras. Libros y demases. Una escalera que bajaba un nivel más que... bien dependía de aquel hombre no entrar jamás. No necesitaba explicación, aquel ultimo peldaño contenía más de lo que ella podía soportar en vida.
Dejó al hombre su espacio, bien para acicalarse, o bien para prepararse mentalmente para lo que ocurriese en aquella casa aquella noche.
- Usaré otro baño, cuando termine de ducharse le esperará ropas nuevas.
Jessica viró la cabeza hacia la derecha, como solía hacer por mera manía, señal de su humanidad. Se volteó saliendo de aquella habitación. Notando el frío de otras secciones de la casa... el vivir sola era extremadamente frío.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
Prácticamente todo el camino en caballo se lo pasó en tensión. Ella había conducido sus manos a la sujeción sobre la montura, una sujeción que poco necesitaba ya que sabía que con dejar las piernas muertas y encontrar el equilibrio era la clave para cabalgar a pelo; aquel tipo de sujeción le llevó a aproximarse demasiado a la chica, y eso le enervaba, ya que no estaba acostumbrado a que apenas nadie le tocase o a estar tan cerca de una mujer. Si, hacía demasiado tiempo que no pensaba en las mujeres como esas bellas criaturas atrayentes como “objeto sexuales”. Solo las había visto como personas que había buscado su consejo para seguir el buen camino que Dios marcaba, y eso si las veía, ya que en aquel triste y solitario monasterio irlandés, apenas había mujeres, incluso donde se había establecido en París, solo tenía relación con unas pocas monjas que casi no le dirigían la palabra, si no era para dirigirse con respeto a él, como si fuese un superior, él las comparaba con aquellas sirvientas que en su juventud servían en la casa de su padre, éste mismo le prohibía hablar con ella ya que según él eran el “servicio”, y no debía de establecer lazos con ella, pero en aquella época Cahir Lazarus tenía una actitud más rebelde y había establecido más que lazos con aquellas chicas de la villa de su padre.
Si lo pensaba bien, a las únicas mujeres a las que le había dedicado más tiempo en todos aquellos años eran a las que había condenado o simplemente rebanado el cuello, vampiresas, mujeres-lobo, brujas... Aquellas criaturas de sexo femenino que poseían el mal en su interior y que debían de ser eliminadas por sus horribles actos, ¿todas? Esa era la duda que Lazarus le había hecho cuestionarse si debía seguir con su misión del mismo modo...
En cuanto el caballo se detuvo, éste enseguida bajo de él pronunciando un quejido, de repente había recordado el dolor de su pierna.
Desde fuera le hizo hacerse apenas unas ideas de aquel “refugió”, el cual se había imaginado como una simple cabaña abandonada o algo así. Si, mientras más veía su interior más le recordaba al la casita de caza que su familia tenía en la villa irlandesa. Allí había pasado algunas estaciones con su padre, su hermano mayor y unos cuantos sirvientes buscando trofeos con los que luego impresionaría a su madre y hermanas. Era otra clase de vida, más fácil, más cómoda...
En el silencio siguió a “Ashlotte” hacía una de las habitaciones, apenas cruzaron palabras ya que la chica fue directa en sus pocas explicaciones de la estancia.
Un ademán de que lo había entendido todo.
-”Un lugar techado para el descanso, un fuego para secar mis ropas... “ -Repitió las mismas palabras que antes le había dicho. Luego le sonrió con amabilidad, la otra cara del ex-inquisidor. -Se lo agradezco.
Nada más y se quedo en la soledad de la habitación, apenas había tardado en prepararlo todo el servició, ya que en cuanto el agua caliente estaba disponible Lazarus se deshizo de sus mojadas y sucias ropas y tras estirar sus músculos doloridos se introdujo en el agua caliente.
Era de agradecer aquel tipo de comodidad que apenas podía disponer en su estancia en París, en las que un baño de agua caliente era lo menos habitual.
En un momento de tranquilidad, sus pensamientos se dejaron de llevar por las cavilaciones. Lazarus ojeaba la hoja de uno de sus cuchillos en esos momentos, señal de desconfianza por aquel lugar.
Había notado en aquel “refugió” la extraña sensación de abandono o soledad, había visto suficientes sirviente para que aquel tuviese un toco de calor, pero éste carecía de el, más parecía que aquella chica también lo era, como un espíritu libre que no se ataba a nada ni nadie. O al menos eso había notado con respecto al trato con su servicio. ¿A lo mejor había aprendido mejor que el la lección de su padre de no “crear lazos” Cahir sonrió ante aquel pensamiento.
Al menos sabía varias cosas de aquella chica, pocas, pero era algo... Tenía el perfil perfecto para el que caza criaturas nocturnas, era desconfiada y tenía orgullo, y seguro que había recibido tratos como él de una clase alta, ¿sino como se explicaba aquel “refugio”? En año como maestro inquisidor no le había concebido o se había visto acogido en una casa como aquella, así que debía ser pertenencia suya. Ella era solitaria y supuestamente “soldado” inquisidor, o al menos eso afirmaba, él debía de asegurar más pruebas de ello, aun no confiaba totalmente, aunque había dado un pequeño voto.
En cuanto terminó el baño, sobre el lecho de la habitación le esperaban ropas secas y bien limpias, no le quedaban perfecta, un poco grandes pero no exagerado, él era más fino y delgado que el dueño de éstas.
Tras ya estar perfectamente vestido, Lazarus examinó sus pertenecías y del estuche escondido de sus cuchillos sacó un pequeño cuaderno, apenas se había empapado, menos mal, pensó aliviado. Solo la tapa de cuero estaba algo mojada, las páginas intactas.
Lazarus poseía pocas pertenecías, no tenían mucho valor pero aquel cuaderno lo tenía más que otra cosa, ya que era una clase de diario de campo el cual luego transcribía en un código secreto a libros.
Experiencias, conocimientos y bocetos en sucio era lo que llevaba en aquellos momentos, luego todo aquello quedaría registrado de un modo limpio y ordenado, su experiencia en palabras escritas. Enseguida y como era habitual para no olvidar los detalles, comenzó a pasar los sucesos de aquella noche y tras ello hizo enseguida un boceto del rostro de aquella chica basándose en su memoria, era un retrato bastante acertado, nunca se había planteado lo de ser artista pero había destacado en su familia por aquel talento.
Si lo pensaba bien, a las únicas mujeres a las que le había dedicado más tiempo en todos aquellos años eran a las que había condenado o simplemente rebanado el cuello, vampiresas, mujeres-lobo, brujas... Aquellas criaturas de sexo femenino que poseían el mal en su interior y que debían de ser eliminadas por sus horribles actos, ¿todas? Esa era la duda que Lazarus le había hecho cuestionarse si debía seguir con su misión del mismo modo...
En cuanto el caballo se detuvo, éste enseguida bajo de él pronunciando un quejido, de repente había recordado el dolor de su pierna.
Desde fuera le hizo hacerse apenas unas ideas de aquel “refugió”, el cual se había imaginado como una simple cabaña abandonada o algo así. Si, mientras más veía su interior más le recordaba al la casita de caza que su familia tenía en la villa irlandesa. Allí había pasado algunas estaciones con su padre, su hermano mayor y unos cuantos sirvientes buscando trofeos con los que luego impresionaría a su madre y hermanas. Era otra clase de vida, más fácil, más cómoda...
En el silencio siguió a “Ashlotte” hacía una de las habitaciones, apenas cruzaron palabras ya que la chica fue directa en sus pocas explicaciones de la estancia.
Un ademán de que lo había entendido todo.
-”Un lugar techado para el descanso, un fuego para secar mis ropas... “ -Repitió las mismas palabras que antes le había dicho. Luego le sonrió con amabilidad, la otra cara del ex-inquisidor. -Se lo agradezco.
Nada más y se quedo en la soledad de la habitación, apenas había tardado en prepararlo todo el servició, ya que en cuanto el agua caliente estaba disponible Lazarus se deshizo de sus mojadas y sucias ropas y tras estirar sus músculos doloridos se introdujo en el agua caliente.
Era de agradecer aquel tipo de comodidad que apenas podía disponer en su estancia en París, en las que un baño de agua caliente era lo menos habitual.
En un momento de tranquilidad, sus pensamientos se dejaron de llevar por las cavilaciones. Lazarus ojeaba la hoja de uno de sus cuchillos en esos momentos, señal de desconfianza por aquel lugar.
Había notado en aquel “refugió” la extraña sensación de abandono o soledad, había visto suficientes sirviente para que aquel tuviese un toco de calor, pero éste carecía de el, más parecía que aquella chica también lo era, como un espíritu libre que no se ataba a nada ni nadie. O al menos eso había notado con respecto al trato con su servicio. ¿A lo mejor había aprendido mejor que el la lección de su padre de no “crear lazos” Cahir sonrió ante aquel pensamiento.
Al menos sabía varias cosas de aquella chica, pocas, pero era algo... Tenía el perfil perfecto para el que caza criaturas nocturnas, era desconfiada y tenía orgullo, y seguro que había recibido tratos como él de una clase alta, ¿sino como se explicaba aquel “refugio”? En año como maestro inquisidor no le había concebido o se había visto acogido en una casa como aquella, así que debía ser pertenencia suya. Ella era solitaria y supuestamente “soldado” inquisidor, o al menos eso afirmaba, él debía de asegurar más pruebas de ello, aun no confiaba totalmente, aunque había dado un pequeño voto.
En cuanto terminó el baño, sobre el lecho de la habitación le esperaban ropas secas y bien limpias, no le quedaban perfecta, un poco grandes pero no exagerado, él era más fino y delgado que el dueño de éstas.
Tras ya estar perfectamente vestido, Lazarus examinó sus pertenecías y del estuche escondido de sus cuchillos sacó un pequeño cuaderno, apenas se había empapado, menos mal, pensó aliviado. Solo la tapa de cuero estaba algo mojada, las páginas intactas.
Lazarus poseía pocas pertenecías, no tenían mucho valor pero aquel cuaderno lo tenía más que otra cosa, ya que era una clase de diario de campo el cual luego transcribía en un código secreto a libros.
Experiencias, conocimientos y bocetos en sucio era lo que llevaba en aquellos momentos, luego todo aquello quedaría registrado de un modo limpio y ordenado, su experiencia en palabras escritas. Enseguida y como era habitual para no olvidar los detalles, comenzó a pasar los sucesos de aquella noche y tras ello hizo enseguida un boceto del rostro de aquella chica basándose en su memoria, era un retrato bastante acertado, nunca se había planteado lo de ser artista pero había destacado en su familia por aquel talento.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 24/11/2011
Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
Un grito silencioso, si, había tenido que morder una toalla para no gritar demasiado al tener aquel mayordomo jalandole del brazo, para colocarlo en su sitio. Refunfuñó mentalmente pues no dejaba jamás salir aquella debilidad como era la de sentir dolor frente a alguien desconocido. Por mucho que éste se pareciese a tí. La cazadora fué en ausencia del cazador a colocar la muestra sobre la mesa, sobre un libro abierto de hojas en blanco, amarillentas, una antigüedad como a ella le fascinaba. Su cuerpo ya despojado de la ropa yacía en su habitación y tras haber salido el cazador de éste se dispuso a tomar su baño. El dolor entonces recorrió su entumecido e insensible cuerpo. Insensible, por el helor que había afuera y por toda la lluvia y el barro que le cayeron.
Un suave gemido brotó de sus labios, aquel baño lo necesitaba. Tomó sus jabones con olor a jazmines que ella misma había confeccionado y en unos escasos minutos salió de éste.
Tomó una mera camisa, ancha, de hombre y se la colocó sobre su cuerpo, con una escasa lencería. Así era su forma de estar cómoda en su hogar, y no le importaba quien estuviese allí.
Carraspeó.
Simplemente carraspeó para hacerse saber que estaba tras él, o al menos en el resquicio de la puerta.
- Espero no interrumpirle.
Cruzó la habitación hasta el lugar donde él se encontraba con un par de copas vacías. Golpeó la pared, y ésta se abrió en un trozo la cual albergaba un estante oculto con un par de cosas y una botella de vino. La intentó abrir, pero la fuerza en sus manos para aquellos casos era reducida, he ahí una de sus numerosas debilidades.
- Si necesita algún dato más mío no dude en preguntármelo, le será más fiable la información.
Dijo con total ironía. Señaló con un ademán los dos sillones frente a la chimenea. Fuera del campo de combate ella era un poco más cercana, quizás si ambos torciesen un poco el brazo pudiesen entablar alguna interesante conversación. Se sentó en uno de ellos, con las piernas sobre él, le gustaba hacer eso desde niña, una costumbre que no perdía nunca. En la mesilla, acababan de poner dos tazas de sopa, con hierbabuena y un toque de limón. Ashlotte dijo entonces que aquel mayordomo que quedaba se retirase a su hogar, con mera simpatía. Ellos eran su única familia... ~ Dave ~ pronunció mirando directamente al fuego, tras haber pensado aquello de que era la unica familia que tenía, y no era cierto.
Un suave gemido brotó de sus labios, aquel baño lo necesitaba. Tomó sus jabones con olor a jazmines que ella misma había confeccionado y en unos escasos minutos salió de éste.
Tomó una mera camisa, ancha, de hombre y se la colocó sobre su cuerpo, con una escasa lencería. Así era su forma de estar cómoda en su hogar, y no le importaba quien estuviese allí.
Carraspeó.
Simplemente carraspeó para hacerse saber que estaba tras él, o al menos en el resquicio de la puerta.
- Espero no interrumpirle.
Cruzó la habitación hasta el lugar donde él se encontraba con un par de copas vacías. Golpeó la pared, y ésta se abrió en un trozo la cual albergaba un estante oculto con un par de cosas y una botella de vino. La intentó abrir, pero la fuerza en sus manos para aquellos casos era reducida, he ahí una de sus numerosas debilidades.
- Si necesita algún dato más mío no dude en preguntármelo, le será más fiable la información.
Dijo con total ironía. Señaló con un ademán los dos sillones frente a la chimenea. Fuera del campo de combate ella era un poco más cercana, quizás si ambos torciesen un poco el brazo pudiesen entablar alguna interesante conversación. Se sentó en uno de ellos, con las piernas sobre él, le gustaba hacer eso desde niña, una costumbre que no perdía nunca. En la mesilla, acababan de poner dos tazas de sopa, con hierbabuena y un toque de limón. Ashlotte dijo entonces que aquel mayordomo que quedaba se retirase a su hogar, con mera simpatía. Ellos eran su única familia... ~ Dave ~ pronunció mirando directamente al fuego, tras haber pensado aquello de que era la unica familia que tenía, y no era cierto.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
Su voz a su espalda hizo que enseguida se detuviese en su boceto y rápidamente cerrase aquel cuaderno de campo de un modo algo sonoro. Lazarus se levantó para recibirla como signo de cortesía.
¿Cómo lo había hecho? No había sentido el movimiento ni un ápice de sonido cuando ella entró, aquello le daba más puntos, el sigilo... Otro punto fundamental para su modo de vida.
Lazarus no llegó a responderle, al menos enseguida, ya que tras echarle un vistazo de arriba a abajo a aquella joven se había dado cuenta de “escasez” de ropa que llevaba encima, es más, mostraba partes de su cuerpo que era poco habitual que una mujer en aquella época mostrase por pudor. Una camisa masculina, al menos demasiado ancha para taparle lo suficiente, pero de poco servía ya que en su caminar podía ver notablemente sus curvas femeninas transparentarse lo suficiente para hacer enervar al cazador.
-Tengo lo justo y suficiente. -Carraspeó tras salir de sus pensamientos. De algún modo aquel “refugio” era una caja de sorpresas, ya que tenía algún secreto oculto tras sus parecer y al parecer oídos. Tal vez se hubiese confiado demasiado, debía de ser mucho más cauto. -No desearía ser indiscreto con mis preguntas, ya que podría ser de ese tipo.
Unos pasos silenciosos hacía ella tras dejar el cuaderno sobre sus pertenencias, en particular sobre sus cuchillos. Aquel cuaderno aunque estaba casi transcrito en limpio tenía cierto valor sentimental para él, ya que tenía ciertos “bocetos” y escritos sobre su propio pasado. Lazarus le tendió la mano para ofrecerle ayuda con la botella, y en cuanto ella se la entrego la abrió con destreza, luego se la devolvió y siguiendo su señal se sentó sobre uno de los sillones.
Sin poder evitarlo, se sentía tenso ante la situación y más cuando el mayordomo los dejó a ambos solos. El no poder ver a aquella mujer con la perspectiva con la que llevaba mirando a las monjas del convento y a las pocas que podía ver, le hacía sentirse necio y débil.
El anillo en el dedo anular giraba suavemente, mostrando su nerviosismo de modo indirecto, era como si al hacerlo se recordaba su compromiso con Dios, ya que aquel símbolo era el habitual que se le entregaba a un sacerdote como juramente ante sus votos, aunque en el caso de Lazarus poco valor tenía ya que no los había renovado, pero pocos sabía de aquellos, si lo hubiesen sabido los altos mando ese anillo hubiese sido destruido.
-Esperaba un “refugio” menos... -Sus ojos azules, sin querer, viajaron por las piernas de la joven que en aquella postura mostraban bastante piel. -”... lustroso”. Estoy acostumbrado a que mis “hermanos” ofrezcan lugares menos cómodos.
Cahir L., pudo notar un cierto cambio en la actitud de aquella chica, ahora parecía más relajada, en su ambiente y más amable, en cambio para él era todo lo contrario, se sentía más nervioso el estar en esa situación a solas con una mujer como aquella, que llevaba menos ropa de lo habitual, que el estar en la anterior situación donde ambas vidas peligraban ante las bestias nocturnas, la verdad ante el peligro había mostrado mucho más calma que en aquel momento, que se sentía como el estúpido joven que fue en el pasado.
¿Cómo lo había hecho? No había sentido el movimiento ni un ápice de sonido cuando ella entró, aquello le daba más puntos, el sigilo... Otro punto fundamental para su modo de vida.
Lazarus no llegó a responderle, al menos enseguida, ya que tras echarle un vistazo de arriba a abajo a aquella joven se había dado cuenta de “escasez” de ropa que llevaba encima, es más, mostraba partes de su cuerpo que era poco habitual que una mujer en aquella época mostrase por pudor. Una camisa masculina, al menos demasiado ancha para taparle lo suficiente, pero de poco servía ya que en su caminar podía ver notablemente sus curvas femeninas transparentarse lo suficiente para hacer enervar al cazador.
-Tengo lo justo y suficiente. -Carraspeó tras salir de sus pensamientos. De algún modo aquel “refugio” era una caja de sorpresas, ya que tenía algún secreto oculto tras sus parecer y al parecer oídos. Tal vez se hubiese confiado demasiado, debía de ser mucho más cauto. -No desearía ser indiscreto con mis preguntas, ya que podría ser de ese tipo.
Unos pasos silenciosos hacía ella tras dejar el cuaderno sobre sus pertenencias, en particular sobre sus cuchillos. Aquel cuaderno aunque estaba casi transcrito en limpio tenía cierto valor sentimental para él, ya que tenía ciertos “bocetos” y escritos sobre su propio pasado. Lazarus le tendió la mano para ofrecerle ayuda con la botella, y en cuanto ella se la entrego la abrió con destreza, luego se la devolvió y siguiendo su señal se sentó sobre uno de los sillones.
Sin poder evitarlo, se sentía tenso ante la situación y más cuando el mayordomo los dejó a ambos solos. El no poder ver a aquella mujer con la perspectiva con la que llevaba mirando a las monjas del convento y a las pocas que podía ver, le hacía sentirse necio y débil.
El anillo en el dedo anular giraba suavemente, mostrando su nerviosismo de modo indirecto, era como si al hacerlo se recordaba su compromiso con Dios, ya que aquel símbolo era el habitual que se le entregaba a un sacerdote como juramente ante sus votos, aunque en el caso de Lazarus poco valor tenía ya que no los había renovado, pero pocos sabía de aquellos, si lo hubiesen sabido los altos mando ese anillo hubiese sido destruido.
-Esperaba un “refugio” menos... -Sus ojos azules, sin querer, viajaron por las piernas de la joven que en aquella postura mostraban bastante piel. -”... lustroso”. Estoy acostumbrado a que mis “hermanos” ofrezcan lugares menos cómodos.
Cahir L., pudo notar un cierto cambio en la actitud de aquella chica, ahora parecía más relajada, en su ambiente y más amable, en cambio para él era todo lo contrario, se sentía más nervioso el estar en esa situación a solas con una mujer como aquella, que llevaba menos ropa de lo habitual, que el estar en la anterior situación donde ambas vidas peligraban ante las bestias nocturnas, la verdad ante el peligro había mostrado mucho más calma que en aquel momento, que se sentía como el estúpido joven que fue en el pasado.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
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Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
- La honradez y la sinceridad deben de ser uno de sus puntos débiles por lo que veo.
A Jessica poco le importaba aquello. Pero era algún modo de decirle que había captado su palabrería. Se reclinó para poder ver bien sus reacciones ante todo. El estar en casa de un extraño con cosas "escondidas" podría resultar bastante incómodo, pero no, ella no tenía aquella intenciones... por el momento. Ella sabía que ante cualquier persona aquel modo de comportarse sería quizás ordinario, como el llevar escasez de ropa para las épocas que corrían, pero era SU casa y aquello no la molestaba en lo absoluto. 1 punto más, al tener aquella frialdad para aquella cosas terrenales.
Vió la reacción en el hombre al mirarla, frunció el ceño y de forma disimulada se olió el cabello. "Si, quizás podría ser eso."
- Aún no se nada de usted. ¿Podría darme alguna ligera idea? - Musitó, no antes de tomar otra botella, la cual al estar ya abierta le era facil verter en su vaso, su adorado Chardonay. Su curiosidad podía llegar hasta límites insospechados, sus ansias por saber de lo ajeno le traían más de un quebradero de cabeza. Se giró aún más, quedando frente a él, como en un cara a cara, sin perder ojo alguno a sus reacciones, movimientos, dudas al pronunciar o meramente su... si, cosas terrenales como su belleza, que a pesar de ser mayor que Ashlotte, no perdía aquel... "sex appeal" que a ella tanto le atraía en silencio, armas de doble filo, más peligrosas que las propias manos.
Dejó sus pies descalzos caer en el suelo, de puntillas para poder alcanzar el tazón de sopa caliente. Lo sopló con levedad y dirigió su mirada de nuevo hacia el cazador.
- ¿Qué o quién le apartó de sus devociones?
Su mirada viró en busca de alguna respuesta física, nerviosismo o algo parecido, pero la templanza de aquel caballero era digna de admiración por cualquiera que lo apreciase. La tormenta, azotaba fuerte contra las paredes de la casa, que a pesar de su buena construcción, temblaba bajo la tormenta enfurecida.
A Jessica poco le importaba aquello. Pero era algún modo de decirle que había captado su palabrería. Se reclinó para poder ver bien sus reacciones ante todo. El estar en casa de un extraño con cosas "escondidas" podría resultar bastante incómodo, pero no, ella no tenía aquella intenciones... por el momento. Ella sabía que ante cualquier persona aquel modo de comportarse sería quizás ordinario, como el llevar escasez de ropa para las épocas que corrían, pero era SU casa y aquello no la molestaba en lo absoluto. 1 punto más, al tener aquella frialdad para aquella cosas terrenales.
Vió la reacción en el hombre al mirarla, frunció el ceño y de forma disimulada se olió el cabello. "Si, quizás podría ser eso."
- Aún no se nada de usted. ¿Podría darme alguna ligera idea? - Musitó, no antes de tomar otra botella, la cual al estar ya abierta le era facil verter en su vaso, su adorado Chardonay. Su curiosidad podía llegar hasta límites insospechados, sus ansias por saber de lo ajeno le traían más de un quebradero de cabeza. Se giró aún más, quedando frente a él, como en un cara a cara, sin perder ojo alguno a sus reacciones, movimientos, dudas al pronunciar o meramente su... si, cosas terrenales como su belleza, que a pesar de ser mayor que Ashlotte, no perdía aquel... "sex appeal" que a ella tanto le atraía en silencio, armas de doble filo, más peligrosas que las propias manos.
Dejó sus pies descalzos caer en el suelo, de puntillas para poder alcanzar el tazón de sopa caliente. Lo sopló con levedad y dirigió su mirada de nuevo hacia el cazador.
- ¿Qué o quién le apartó de sus devociones?
Su mirada viró en busca de alguna respuesta física, nerviosismo o algo parecido, pero la templanza de aquel caballero era digna de admiración por cualquiera que lo apreciase. La tormenta, azotaba fuerte contra las paredes de la casa, que a pesar de su buena construcción, temblaba bajo la tormenta enfurecida.
Jessica Saint-Bonnet- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 186
Fecha de inscripción : 20/08/2011
Edad : 39
Localización : Nantes, Francia.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Un alma sentenciada. [Lazarus]
-No lo crea... -Le contesto sin poder evitar esbozar una suave sonrisa, su espalda se acomodo sobre el asiento así apoyando la mano del anillo sobre el brazo de éste mismo. Lazarus con el tiempo se había convertido en una persona “sencilla”, al menos aparentemente y en su actitud ante la vida. Había padecido mucho, demasiadas faltas eran las que tenía el que ejercía como sacerdote, al menos en su tierra. En París había observado una visión muy diferente del clero, poseían más medios y menos carencias, y a pesar de que se las ofrecieran continuaba siendo moderado en todos los ámbitos, más en unos que en otros, ya que continuaba con esa mentalidad de... Por así decirlo, el no saber lo que iba a depararle el futuro, de ser precavido en todo momento.
De repente se sintió “observado”, aquella chica había cambiado su postura, era como si ella le estuviese haciendo un examen en todo momento, seguro que el mismo que él le hacía a ella, pero a diferencia de ella, no mostraba esa actitud, ya que las emociones siempre quedaban reservadas.
-Prácticamente lo que ve de mí, es la idea que puedo darle. -Sus ojos claros se dirigieron directamente a los de ella con calma, era una manía que tal vez muchos interpretaran por maleducada, pero el solía hablar mirando directamente a los ojos, a no ser que tuviese que ocultar algún detalle o algo le preocupase. -Entre en éste mundo cuando, seguro que usted tenía poco tiempo de vida... Demasiado tiempo llevo en él... -”Casi 20 años, prácticamente”, específico en su mente, el hacer comparativas y darse cuenta que eran demasiados años, eso le hizo sentirse viejo al lado de aquella joven, que seguro que tendría más o menos la edad que “su hijo/a”, si éste había llegado a nacer; seguro que su hermano se había alegrado mucho al ver el temprano embarazo de su joven esposa. “Incrédulo”. -No he conocido otra vida, y poco me he movido de mi tierra, Irlanda, aunque algún viaje excepcional he podido realizar cuando han solicitado mis servicios como “instructor”, como es el caso de ahora.
Podía contarle mucho más de él, podía hablarle de su origen nada humilde, podía contarle que él no deseaba ser sacerdote pero que se vio obligado a tomar ese camino porque estaba “neciamente enamorado”, podía hablarle de sus gustos, de sus métodos... Muchas historias había quedado en el pasado, pero él estaba acostumbrado a recibir no más trato que el silencio y el hablar de él mismo era algo que le costaba. No todos los días alguien se interesaba por el hombre que había más allá del maestro.
Ashlotte le escuchaba atentamente mientras bebía de la sopa con tranquilidad, él no tenía apetito. Pudo notar su curiosidad, y sabía que aquellas pocas palabras no iba a saciarla.
En cuanto escucho la pregunta sus ojos azules se dirigieron al fuego, en ellos había un muro. El silencio se hizo, su gesto se hizo serio, parecía como si hubiese olvidado el nerviosismo al que había estado sometido por sentirse abrumado por aquella mujer.
-¿Qué ha visto en mí para llegar a pensar en ello? -Tan solo le dijo sin dirigirle una mirada, tanto se le veía en la cara las dudas sobre todo el sistema en el que había creído. Ciertamente, no había tenido nunca vocación, nunca se había sentido llamado por Dios, era creyente, si, pero no un fanático como muchos, solamente había depositado sus esperanzas en el Alto para que todo cambias, además de que sentía la necesidad de agradecerle todo aquello que le había ofrecido en su vida, al menos no había salido tan mal parado como había creído cuando decidió internarse en aquella vida.
De repente se sintió “observado”, aquella chica había cambiado su postura, era como si ella le estuviese haciendo un examen en todo momento, seguro que el mismo que él le hacía a ella, pero a diferencia de ella, no mostraba esa actitud, ya que las emociones siempre quedaban reservadas.
-Prácticamente lo que ve de mí, es la idea que puedo darle. -Sus ojos claros se dirigieron directamente a los de ella con calma, era una manía que tal vez muchos interpretaran por maleducada, pero el solía hablar mirando directamente a los ojos, a no ser que tuviese que ocultar algún detalle o algo le preocupase. -Entre en éste mundo cuando, seguro que usted tenía poco tiempo de vida... Demasiado tiempo llevo en él... -”Casi 20 años, prácticamente”, específico en su mente, el hacer comparativas y darse cuenta que eran demasiados años, eso le hizo sentirse viejo al lado de aquella joven, que seguro que tendría más o menos la edad que “su hijo/a”, si éste había llegado a nacer; seguro que su hermano se había alegrado mucho al ver el temprano embarazo de su joven esposa. “Incrédulo”. -No he conocido otra vida, y poco me he movido de mi tierra, Irlanda, aunque algún viaje excepcional he podido realizar cuando han solicitado mis servicios como “instructor”, como es el caso de ahora.
Podía contarle mucho más de él, podía hablarle de su origen nada humilde, podía contarle que él no deseaba ser sacerdote pero que se vio obligado a tomar ese camino porque estaba “neciamente enamorado”, podía hablarle de sus gustos, de sus métodos... Muchas historias había quedado en el pasado, pero él estaba acostumbrado a recibir no más trato que el silencio y el hablar de él mismo era algo que le costaba. No todos los días alguien se interesaba por el hombre que había más allá del maestro.
Ashlotte le escuchaba atentamente mientras bebía de la sopa con tranquilidad, él no tenía apetito. Pudo notar su curiosidad, y sabía que aquellas pocas palabras no iba a saciarla.
En cuanto escucho la pregunta sus ojos azules se dirigieron al fuego, en ellos había un muro. El silencio se hizo, su gesto se hizo serio, parecía como si hubiese olvidado el nerviosismo al que había estado sometido por sentirse abrumado por aquella mujer.
-¿Qué ha visto en mí para llegar a pensar en ello? -Tan solo le dijo sin dirigirle una mirada, tanto se le veía en la cara las dudas sobre todo el sistema en el que había creído. Ciertamente, no había tenido nunca vocación, nunca se había sentido llamado por Dios, era creyente, si, pero no un fanático como muchos, solamente había depositado sus esperanzas en el Alto para que todo cambias, además de que sentía la necesidad de agradecerle todo aquello que le había ofrecido en su vida, al menos no había salido tan mal parado como había creído cuando decidió internarse en aquella vida.
C. Lazarus Morrigan- Cazador Clase Media
- Mensajes : 140
Fecha de inscripción : 24/11/2011
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