AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
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El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
Será así que mi muerte fue anunciada, que aquella fuerza divina llamada Dios, Olorúm, entre otras denominaciones se apiade de mí, de éste viejo capitán que arriesgará su vida en Roma para salvar a la mayoría de brujos que pueda.- Mi voz retumbaba en la catedral de Notre Dame donde el párroco amigo negaba febrilmente su cabeza pensando quizá en lo peor.
No era la primera vez que rezaba, esa acción era la contraparte de mi propio ser por lo que más que rezar estaba compartiendo algunas palabras con el viejo párroco que había salvado mi pellejo en los años primaverales de mi juventud.
-¡ Estás loco Amelhíon!.- gritó al escuchar mi última palabra.
Miré a aquel hombre más viejo que yo y negué con la cabeza.
- Sebastian, porque no me pidas que te llame Padre después de tus hazañas como cubridor de un jefe en brujería, ¿ entiendes que quiero parar las matanzas que se está haciendo a personas inocentes y demostrar que la brujería no es cruel?.- decía mientras usaba mi fuerza para levantarme del asiento. Sebastian me ayudó dándome el bastón y el sombrero.
- Sigo pensando que no estás en tus cabales, un brujo sensato no se arriesgaría...
- Mira Sebastian iré como capitán del Reina del mar, no tanto como jefe brujo. Cuando esté en su presencia, veré si le confiaré mi secreto.- sonreí de forma socarrona, no dejaría que un miembro del cristianismo me quitara la vida, aquellos hombres que por la avaricia y la crueldad movían hilos innimaginables para el ser humano pero cuando se encontraban con un hijo de la noche su única salida era recurrir a que éramos hijos de Lucifer y que nuestra alma se purificaría con el fuego.
- ¡ Qué Dios te proteja Amelhíon Giovannis!.- dijo Sebastian mientras miraba la imagen de la virgen santa.
- Dirás que Oxalâ me proteja, ¿ verdad?... o que las almas me protejan, pero no metas tus creencias en un deseo que va destinado a mi persona.- dije casi con repugnancia hacia su creencia la cual había matado a mi familia por generaciones, salvo a mi padre y a mi madre. Quizá aquella muerte no había sido planeada por el destino. Por otra parte no me pelearía con él diciéndole que el apellido familiar había quedado en el cofre abandonado de los recuerdos y que mi apellido era tan singular como indicador de muchas cosas: Do Crucerois, del cruce de las calles, donde la magia se hace presente con más energía que en un templo.
Con aquellas palabras me retiré del templo y comencé a vagar por las calles parisinas dejando en las calles un colgante, una vela, un rosario, tres rosas y un vaso de whisky para pedir la protección de los espíritus antiguos.
No contaré mi nerviosismo durante la navegación, sólo diré que nunca me puse tan felíz de tocar tierra en toda mi vida.
Hacía mucho que no viajaba a Italia, lamenté no haber pasado por Florencia pero tendría que llegar a corde con nuestra reunión con el Papa Borgia.
La ciudad del Vaticano poseía escudos de lo más diversos, en una de las columnas de la plaza pude notar un ancla como escudo, luego una rosa, y una calavera.¿ Acaso nuestro querido Papa gustaba de usar a las brujos condenados para su propio bienestar?. Me pinché el dedo con una aguja que tenía en mi saco blanco de capitán y usando mi angre neutralicé los escudos. Ningún brujo me pasaría, nadie sería mi verdugo, volvería sano y salvo a París.
Entré con la capa guardada. junto con mi daga y otros elementos como velas, rosas, caracoles, anclas de hierro pequeñas en un compartimiento secreto de los cofres que había llevado para mi estancia en el lugar donde supuestamente Dios reinaba, ¡ Qué pena que no reine en todos los lugares, pues así la humanidad no estaría perdida!.
Un hombre que reconoció mi traje de oficial fue a mi búsqueda, sin palabras algunas me guío hacia una habitación de inmensas dimenciones donde me quedaría por siete días. Desempaqué lo necesario, me vestí de inmaculado blanco para ir a conocer al "santo" pontífice.
La sala de las reuniones era una inmensa sala, enmarmolada, con las insginias del Vaticano dispersas por toda la pared. Al entrar me encontraba solo, pude ver como un colgante con un pentagrama de magia celta se encontraba tirado en el piso, al parecer hoy había sido un día extenuante para aquel hombre que se decía ser respaldado por Dios.
No era la primera vez que rezaba, esa acción era la contraparte de mi propio ser por lo que más que rezar estaba compartiendo algunas palabras con el viejo párroco que había salvado mi pellejo en los años primaverales de mi juventud.
-¡ Estás loco Amelhíon!.- gritó al escuchar mi última palabra.
Miré a aquel hombre más viejo que yo y negué con la cabeza.
- Sebastian, porque no me pidas que te llame Padre después de tus hazañas como cubridor de un jefe en brujería, ¿ entiendes que quiero parar las matanzas que se está haciendo a personas inocentes y demostrar que la brujería no es cruel?.- decía mientras usaba mi fuerza para levantarme del asiento. Sebastian me ayudó dándome el bastón y el sombrero.
- Sigo pensando que no estás en tus cabales, un brujo sensato no se arriesgaría...
- Mira Sebastian iré como capitán del Reina del mar, no tanto como jefe brujo. Cuando esté en su presencia, veré si le confiaré mi secreto.- sonreí de forma socarrona, no dejaría que un miembro del cristianismo me quitara la vida, aquellos hombres que por la avaricia y la crueldad movían hilos innimaginables para el ser humano pero cuando se encontraban con un hijo de la noche su única salida era recurrir a que éramos hijos de Lucifer y que nuestra alma se purificaría con el fuego.
- ¡ Qué Dios te proteja Amelhíon Giovannis!.- dijo Sebastian mientras miraba la imagen de la virgen santa.
- Dirás que Oxalâ me proteja, ¿ verdad?... o que las almas me protejan, pero no metas tus creencias en un deseo que va destinado a mi persona.- dije casi con repugnancia hacia su creencia la cual había matado a mi familia por generaciones, salvo a mi padre y a mi madre. Quizá aquella muerte no había sido planeada por el destino. Por otra parte no me pelearía con él diciéndole que el apellido familiar había quedado en el cofre abandonado de los recuerdos y que mi apellido era tan singular como indicador de muchas cosas: Do Crucerois, del cruce de las calles, donde la magia se hace presente con más energía que en un templo.
Con aquellas palabras me retiré del templo y comencé a vagar por las calles parisinas dejando en las calles un colgante, una vela, un rosario, tres rosas y un vaso de whisky para pedir la protección de los espíritus antiguos.
No contaré mi nerviosismo durante la navegación, sólo diré que nunca me puse tan felíz de tocar tierra en toda mi vida.
Hacía mucho que no viajaba a Italia, lamenté no haber pasado por Florencia pero tendría que llegar a corde con nuestra reunión con el Papa Borgia.
La ciudad del Vaticano poseía escudos de lo más diversos, en una de las columnas de la plaza pude notar un ancla como escudo, luego una rosa, y una calavera.¿ Acaso nuestro querido Papa gustaba de usar a las brujos condenados para su propio bienestar?. Me pinché el dedo con una aguja que tenía en mi saco blanco de capitán y usando mi angre neutralicé los escudos. Ningún brujo me pasaría, nadie sería mi verdugo, volvería sano y salvo a París.
Entré con la capa guardada. junto con mi daga y otros elementos como velas, rosas, caracoles, anclas de hierro pequeñas en un compartimiento secreto de los cofres que había llevado para mi estancia en el lugar donde supuestamente Dios reinaba, ¡ Qué pena que no reine en todos los lugares, pues así la humanidad no estaría perdida!.
Un hombre que reconoció mi traje de oficial fue a mi búsqueda, sin palabras algunas me guío hacia una habitación de inmensas dimenciones donde me quedaría por siete días. Desempaqué lo necesario, me vestí de inmaculado blanco para ir a conocer al "santo" pontífice.
La sala de las reuniones era una inmensa sala, enmarmolada, con las insginias del Vaticano dispersas por toda la pared. Al entrar me encontraba solo, pude ver como un colgante con un pentagrama de magia celta se encontraba tirado en el piso, al parecer hoy había sido un día extenuante para aquel hombre que se decía ser respaldado por Dios.
Invitado- Invitado
Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
El día empieza con un sol hermoso, no lo niega. Un astro que seguramente es producto de mucho tiempo tras bastidores. Durante el desayuno, se mantiene mirándolo y se hace muchas preguntas, algunas sin respuesta y otras con una connotación tan particularmente suya, que le hace sonreír. Pocos son los que lo conocen realmente, que le han visto sin la máscara que utiliza todos los días en misa, entre los suyos... sólo los altos bandos de la Inquisición le conocen sin ella.
Entre tanto, hay personas besándole el anillo con tal devoción, que se siente como el mismísimo Jesús en persona. Quizá lo sea para sus ojos, pero no hay nada más equivocado. Jesús no tendría en las mazmorras a una bella bruja para martirizarla o bien, sodomizarla. Las torturas pasaron de moda, pero tener a una buena hembra bajo su cuerpo, eso no tiene precio. Además, gratis. Hay algunas que incluso, se ofrecen sin dudarlo, en cuanto pone una mirada sobre ellas.
Y él... bueno, se sacrifica... tiene que sacarles del demonio de alguna forma, aunque sea a golpes de... pecho, claro. Un poco de café aromático para despertarle completamente y está listo para un nuevo día. Ese sol le da fuerzas e ímpetus para molestar un poco a Lorenzo con que su reserva de vinos está vacía y tiene que llenarla -claro, todo gratis- y preguntarle también sobre -qué buena ironía- qué tal van los permisos para su boda con su hija -ni loco permitirá que se casen, no aún que tiene que amarrar bien al Lombardi- y que se apure, claro, no quiere bastardos, de esa forma pone en actividad la cabeza del Inquisidor, haciéndole ver la realidad, si ella queda embarazada, sería un escándalo, el Papa no quedaría mal, a finales de cuentas, él sólo la adoptó, pero los Lombardi... su reputación caería en picada.
Tras unas risas después de abandonar al Líder de la Primera Facción, es informado de la presencia de un Capitán de barco que requiere de su presencia en uno de los salones preparados para tal efecto. Alza una ceja y tras informarse del nombre, va a investigarlo en los anales de los Bibliotecarios. No, no encuentra demasiado más que es un Capitán y que es ya tan grande como el mismo Papa. Desgraciadamente de Târsil ni sus luces y de Traian menos. Chasquea la lengua y se acaricia la barba pensativo.
Ir sin armas es igual que entregarse a los lobos, en caso de que busque algo más que una simple charla o lo que es peor, que sea un sobrenatural con ánimos de hacer daño. Entorna los ojos y camina hacia un despacho, abre la puerta y mira sentada cómodamente a su hija adoptiva, la luz hace que el cabello le luzca de forma brillante, es bella realmente, pero lo más importante para Alejandro II es lo que le reditúa al paso del tiempo. Juliet le mira sin comprender y alza una ceja.
- Ven conmigo - dice el Papa cerrando la puerta tras él - cambia a tu forma gatuna, quiero que me acompañes a con una visita, curiosamente nadie sabe nada de él y me preocupa que quiera algo más que charlar - se acerca a donde ella, dominándola con su estatura, sabe que jamás le negará nada y espera tranquilamente a que le obedezca sin rechistar, como siempre. Sonríe ampliamente cuando ella asiente, deja todo para ir tras una puerta y al regresar, es sólo una felina pequeña, que es tomada entre los brazos del Papa, quien diestramente le golpea una pata para sangrarla... la gata bufa, pero él le mira - cállate, es necesario - usa una venda para cubrirle la extremidad y asegurarse que esté bien manchada de sangre - listo, con ésto tengo la excusa perfecta para llevarte conmigo - la abraza mejor y camina con ella por los pasillos de la Inquisición hasta llegar a esa habitación. No es necesario hablar con Juliet, ella sabe bien qué debe hacer.
Entra al lugar y mira al anciano ante él, le sonríe con bondad, con ese cliché que tan bien le sale, donde es todo amor y paz, complacencia y paciencia, haciendo una inclinación de cabeza observa todo el atuendo de su intercomunicador, para ver si hay algo de lo cual preocuparse. Juliet entre sus brazos, maulla bajito, inquieta, como cualquier gato común y corriente. Alejandro II la sostiene y sonríe con beatitud.
- Bienvenido sea a esta, la Santa Sede de la Iglesia - acomoda con dulzura a la gata, abrazándola y dejando visible la marca sanguinolenta, rodeándola con una mano y extiende la otra extremidad para que el Capitán bese su anillo - lamento presentarme con esta creación de Dios, pero se ha colado en la cocina y ha sufrido un accidente - suspira mirando al animal con ternura - pronto estará mejor con los cuidados que le prodigaré - mira al Capitán besarle el anillo y sonríe con beatitud - tome asiento y dígame, ¿En qué puedo ayudarle? - él hizo lo propio, sentándose en un asiento bastante cómodo y acarició el morro de la gata, haciéndola ronronear sin remedio. Así tendría quieta a Juliet y atenta a las palabras de ese hombre. En el momento que hiciera algo en su contra, le aventaría a la gata y mientras ambos se trenzaban en un pleito, él saldría de ahí a dar la voz de alarma.
Sí, todo estaba perfectamente planeado...
Entre tanto, hay personas besándole el anillo con tal devoción, que se siente como el mismísimo Jesús en persona. Quizá lo sea para sus ojos, pero no hay nada más equivocado. Jesús no tendría en las mazmorras a una bella bruja para martirizarla o bien, sodomizarla. Las torturas pasaron de moda, pero tener a una buena hembra bajo su cuerpo, eso no tiene precio. Además, gratis. Hay algunas que incluso, se ofrecen sin dudarlo, en cuanto pone una mirada sobre ellas.
Y él... bueno, se sacrifica... tiene que sacarles del demonio de alguna forma, aunque sea a golpes de... pecho, claro. Un poco de café aromático para despertarle completamente y está listo para un nuevo día. Ese sol le da fuerzas e ímpetus para molestar un poco a Lorenzo con que su reserva de vinos está vacía y tiene que llenarla -claro, todo gratis- y preguntarle también sobre -qué buena ironía- qué tal van los permisos para su boda con su hija -ni loco permitirá que se casen, no aún que tiene que amarrar bien al Lombardi- y que se apure, claro, no quiere bastardos, de esa forma pone en actividad la cabeza del Inquisidor, haciéndole ver la realidad, si ella queda embarazada, sería un escándalo, el Papa no quedaría mal, a finales de cuentas, él sólo la adoptó, pero los Lombardi... su reputación caería en picada.
Tras unas risas después de abandonar al Líder de la Primera Facción, es informado de la presencia de un Capitán de barco que requiere de su presencia en uno de los salones preparados para tal efecto. Alza una ceja y tras informarse del nombre, va a investigarlo en los anales de los Bibliotecarios. No, no encuentra demasiado más que es un Capitán y que es ya tan grande como el mismo Papa. Desgraciadamente de Târsil ni sus luces y de Traian menos. Chasquea la lengua y se acaricia la barba pensativo.
Ir sin armas es igual que entregarse a los lobos, en caso de que busque algo más que una simple charla o lo que es peor, que sea un sobrenatural con ánimos de hacer daño. Entorna los ojos y camina hacia un despacho, abre la puerta y mira sentada cómodamente a su hija adoptiva, la luz hace que el cabello le luzca de forma brillante, es bella realmente, pero lo más importante para Alejandro II es lo que le reditúa al paso del tiempo. Juliet le mira sin comprender y alza una ceja.
- Ven conmigo - dice el Papa cerrando la puerta tras él - cambia a tu forma gatuna, quiero que me acompañes a con una visita, curiosamente nadie sabe nada de él y me preocupa que quiera algo más que charlar - se acerca a donde ella, dominándola con su estatura, sabe que jamás le negará nada y espera tranquilamente a que le obedezca sin rechistar, como siempre. Sonríe ampliamente cuando ella asiente, deja todo para ir tras una puerta y al regresar, es sólo una felina pequeña, que es tomada entre los brazos del Papa, quien diestramente le golpea una pata para sangrarla... la gata bufa, pero él le mira - cállate, es necesario - usa una venda para cubrirle la extremidad y asegurarse que esté bien manchada de sangre - listo, con ésto tengo la excusa perfecta para llevarte conmigo - la abraza mejor y camina con ella por los pasillos de la Inquisición hasta llegar a esa habitación. No es necesario hablar con Juliet, ella sabe bien qué debe hacer.
Entra al lugar y mira al anciano ante él, le sonríe con bondad, con ese cliché que tan bien le sale, donde es todo amor y paz, complacencia y paciencia, haciendo una inclinación de cabeza observa todo el atuendo de su intercomunicador, para ver si hay algo de lo cual preocuparse. Juliet entre sus brazos, maulla bajito, inquieta, como cualquier gato común y corriente. Alejandro II la sostiene y sonríe con beatitud.
- Bienvenido sea a esta, la Santa Sede de la Iglesia - acomoda con dulzura a la gata, abrazándola y dejando visible la marca sanguinolenta, rodeándola con una mano y extiende la otra extremidad para que el Capitán bese su anillo - lamento presentarme con esta creación de Dios, pero se ha colado en la cocina y ha sufrido un accidente - suspira mirando al animal con ternura - pronto estará mejor con los cuidados que le prodigaré - mira al Capitán besarle el anillo y sonríe con beatitud - tome asiento y dígame, ¿En qué puedo ayudarle? - él hizo lo propio, sentándose en un asiento bastante cómodo y acarició el morro de la gata, haciéndola ronronear sin remedio. Así tendría quieta a Juliet y atenta a las palabras de ese hombre. En el momento que hiciera algo en su contra, le aventaría a la gata y mientras ambos se trenzaban en un pleito, él saldría de ahí a dar la voz de alarma.
Sí, todo estaba perfectamente planeado...
Papa Borgia- Humano Clase Alta/Miembro de la Iglesia
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Fecha de inscripción : 01/10/2011
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
Las paredes blanquecinas, decoradas de amarillo, rojo o violeta ocultaban los verdaderos propósitos del Vaticano. Era un convencido que las creencias de una persona eran de esa persona solamente, que no había que juzgar sin conocer antes su credo, el porque de la elección y si estaba en tu corazón acompañarlo en algunas ocasiones bienvenido eras, pero en un lugar donde la fé se mide por tablones de oro macizo, donde el amor al prójimo se ve destruído por un hombre capaz de hacer aquello penado por su misma religión.
Tuve que tragar mis comentarios repulsivos cuando vi entrar a un hombre anciano, quizá de la misma edad que yo, con su vestimenta eclesíastica, fue allí donde soñé despierto:
Me hubiera gustado aparecerme ante él con mi capa y todo el esplendor de un jefe brujo pero le había hecho caso al Padre Sebastian, sería lo más humano posible, claro que podría haber alguna situación que amerite a ciertos encantamientos...¡ Ya basta Amelhíon!, me dije a mi mismo negando suavemente con la cabeza.
Su voz retumbó. Acompañado por una minina que no parecía tan felina como aparentaba, sus ojos denotaban un brillo casi, humano. Me acerqué para que tomara mi mano, pero tuve que agacharme y besar su anillo, acto que en éstos momentos significaba mi permanencia en la tierra pero bastaba un descuido para que simplemente lo hiciera colocarme la capa o el sombrero. Sonreí para mí, lo haría si me daba la oportunidad.
- No se preocupe Grandeza.- dije haciendo una reverencia. Cuanto más calmo me encontrara más peligroso podría tornarme, sólo quedaba esperar, no permitiría que ese hombre dijera algo cruel sobre nosotros. No tenía ni idea del porque de nuestro nacimiento y el porque de tantas cosas. Pensando en nada más que en mis contestaciones y actos comencé a caminar de un lado a otro, no estaba nervioso sólo estaba cambiando el ambiente.
- Pobre criatura.- dije apenado.- Hay veces que, los animales parecen personas.- Y era cierto, cuantas veces había visto a un gato acariciar la mejilla de un ser humano con más amor que su mujer o su esposo. Tomé asiento, sonreí amablemente.- Vengo para conversar con usted, Gradenza.- Sentía como las almas errantes se lamentaban, largué una pequeña carcajada casi inaudible.
- Verá... soy el capitán del Reina del mar.- Es éste el momento cuando se supone que resaltaría que en el Reina del mar había viajado desde vampiros hasta gitanos, todos con el mismo trato de hermandad.- Y necesitaría que me de una explicación ya que en altamar somos pocos pero nos conocemos mucho.- Crucé mi mirada enfríada con la de él.
- Hay un barco que ha capturado supuestos sobrenaturales y los ha ahogado sin previo juicio...¿ Qué sabe de ésto?.- pregunté poniendo mi brazo izquierdo en jarra.- Le pregunto ésto, porque los viajes se han salido de control, nadie del gobierno pretendió atender a ningún capitán y como soy de romper barreras decidí hablar con usted.- Sin mencionar que vi en las velas una cruz dorada y un cáliz, faltó aclarar.
Tuve que tragar mis comentarios repulsivos cuando vi entrar a un hombre anciano, quizá de la misma edad que yo, con su vestimenta eclesíastica, fue allí donde soñé despierto:
"Era un lugar oscuro con dos luces, una mesa de madera gastada y cortinas rojizas, en un costado de la mesa se encontraba aquel hombre acariciando su barba, vestido con ropajes que podrían ser de la realeza y no de un supuesto hombre de fé. En el otro costado estaba yo, vestido de negro, con mi sombrero blanco y mi capa azul tomando un vaso de whisky mientras dibujaba algunas runas. El Papa negaba con la cabeza, no comprendía ni siquiera el porque de mi apego a aquella bebida. Luego se levanta enfurecido, me quedo mirándolo por debajo del sombrero. Ambos parecíamos enemigos de toda la vida, de hecho la magia y la Iglesia siempre estuvieron enemistadas, sólo éramos sus herramientas terrenales sin ninguna otra particularidad que la elección que habíamos hecho al nacer"
Me hubiera gustado aparecerme ante él con mi capa y todo el esplendor de un jefe brujo pero le había hecho caso al Padre Sebastian, sería lo más humano posible, claro que podría haber alguna situación que amerite a ciertos encantamientos...¡ Ya basta Amelhíon!, me dije a mi mismo negando suavemente con la cabeza.
Su voz retumbó. Acompañado por una minina que no parecía tan felina como aparentaba, sus ojos denotaban un brillo casi, humano. Me acerqué para que tomara mi mano, pero tuve que agacharme y besar su anillo, acto que en éstos momentos significaba mi permanencia en la tierra pero bastaba un descuido para que simplemente lo hiciera colocarme la capa o el sombrero. Sonreí para mí, lo haría si me daba la oportunidad.
- No se preocupe Grandeza.- dije haciendo una reverencia. Cuanto más calmo me encontrara más peligroso podría tornarme, sólo quedaba esperar, no permitiría que ese hombre dijera algo cruel sobre nosotros. No tenía ni idea del porque de nuestro nacimiento y el porque de tantas cosas. Pensando en nada más que en mis contestaciones y actos comencé a caminar de un lado a otro, no estaba nervioso sólo estaba cambiando el ambiente.
- Pobre criatura.- dije apenado.- Hay veces que, los animales parecen personas.- Y era cierto, cuantas veces había visto a un gato acariciar la mejilla de un ser humano con más amor que su mujer o su esposo. Tomé asiento, sonreí amablemente.- Vengo para conversar con usted, Gradenza.- Sentía como las almas errantes se lamentaban, largué una pequeña carcajada casi inaudible.
- Verá... soy el capitán del Reina del mar.- Es éste el momento cuando se supone que resaltaría que en el Reina del mar había viajado desde vampiros hasta gitanos, todos con el mismo trato de hermandad.- Y necesitaría que me de una explicación ya que en altamar somos pocos pero nos conocemos mucho.- Crucé mi mirada enfríada con la de él.
- Hay un barco que ha capturado supuestos sobrenaturales y los ha ahogado sin previo juicio...¿ Qué sabe de ésto?.- pregunté poniendo mi brazo izquierdo en jarra.- Le pregunto ésto, porque los viajes se han salido de control, nadie del gobierno pretendió atender a ningún capitán y como soy de romper barreras decidí hablar con usted.- Sin mencionar que vi en las velas una cruz dorada y un cáliz, faltó aclarar.
Invitado- Invitado
Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
Alejandro II se queda en total silencio, valorando a la persona que tiene ante sí, por sus movimientos, su forma de hablar, incluso su vestimenta. Todo habla de alguien que se sabe seguro y confiado. De alguien cuya presencia no busca en ningún momento perder, si no que tiene todas las de ganar. Bajo esa perspectiva, su mente va hilando con rapidez la estrategia con la que va a embaucar a ese hombre.
- No, no, por favor, Grandeza es un título que ni nuestro señor Jesucristo se permitió - sonríe con serenidad - así que ¿Por qué habría de hacerlo yo? Mejor hábleme por mi nombre, Alejandro - dice tranquilo, humilde, intentando confundir a su interlocutor. Fingir se le da demasiado bien, ni siquiera el diablo puede ver bajo su careta. Así es como se ha ganado a muchos... Su vida es un gran escenario de teatro y muy pocos son los que han visto tras bambalinas: Târsil, Lorenzo, su hermano César, Juliet... y son los únicos. Nadie más ha podido correr el telón a su real proceder.
Por lo que reacomoda a Juliet entre sus brazos, sosteniéndola mejor y continúa la caricia sobre su morro, la siente tensa, lo cual le hace pensar que sus sospechas son ciertas. Éste no es cualquier hombre, debe tener muchísimo cuidado. Y más tras el comentario "inocente" sobre animales que parecen personas. El ronroneo de Juliet se detuvo durante un pequeño momento, imperceptible quizá para el mago, pero no para Alejandro II quien le masajeó la oreja derecha, haciéndole saber que lo ha detectado también.
Así que sabe más de lo que a simple vista parece. Empieza a analizar y a desgajar cada palabra, conforme su instinto le indica... Capitán de un barco, se recordó, bien... pero ¿Qué tiene que hacer un hombre de su oficio aquí? A no ser que quiera comerciar, pero para ello no sería necesario hablar con el mismo Papa en persona. No, hay otra razón. Y mientras tanto, le sigue viendo con esa bondad reflejada en todo el cuerpo, una que ya tiene años y años perfeccionando y que ahora le sale natural, sin tener que fingirlo.
Juliet se revuelve un poco, como intentando escapar cuando oye lo del Reina del Mar. Una señal más de que algo turbio está pasando, por lo que el Papa la toma diestramente y la sostiene, aún mirando al Capitán con completa inocencia, como si no supiera qué o por qué mencionaba al Reina, pero claro que lo sabe. Ese barco no han podido abordarlo, siempre está protegido y se le escapa entre los dedos como arena del mar. Así que las piezas del rompecabezas lentamente van tomando su lugar.
- Ya, ya, pequeña - le sonríe al Capitán - le ha de doler la patita... pero siga, siga, es que no entiendo a qué viene todo ésto - pareció contrariado y preocupado, como si DE VERDAD le interesara lo que el Capitán tuviera que decirle pero sobre todo, como si fuera a hacer algo por evitarlo. Hasta que suelta la sopa, toda ella... si le preocupa que ahoguen sobrenaturales es porque DEFINITIVAMENTE es uno. Interesante. Sus manos dejan de acariciar a la pequeña gata, más porque ya sabe cómo actuar que porque esté contrariado, extrañado, sorprendido... su expresión refleja todos estos sentimientos y mucho más. Como si no supiera absolutamente nada y su rostro comienza a cambiar, de contrariado a asqueado. De extrañado a horrorizado. De sorprendido a indignado - ¿Qué? ¿Quién se ha atrevido a tanto? ¿Sobrenaturales? Si yo mismo estoy en contra de que quemen a las brujas - y es cierto, ante todos, el Papa se oponía a la persecución de las mujeres denominadas como tal, a sus suplicios y torturas.
La verdad, es más profunda, pero él no tiene por qué saber que los Inquisidores trabajan bajo sus órdenes más discretas. Que jamás las pone en papel. No, no tiene por qué saberlo. Que da la rienda suelta a Târsil para que investigue, a Lorenzo para que ejecute. Aunque esos ahogamientos no son propios del Inquisidor, si no de otra persona: Juliet. Es quien ordena esas ejecuciones, cuando está completamente segura de que son brujos. En eso la joven no falla. Por eso ella misma revisa toda la información y se asegura de comprobar que lo son.
- Tengo que... Dios, pobres almas... - suelta a la gata y se sostiene el pecho, sudando copiosamente... el mago no tiene por qué saber que ya tiene tan controlado su cuerpo que esos ataques son el pan de cada día. Juliet se aleja con rapidez y sube a una de las ventanas, para mirar el sol. Dejando que el mago se preocupe por su padre, en su teatro. Algo para lo cual está bien preparado, aunque se sonríe... ese Capitán... tiene que investigarlo, oh sí...
- No, no, por favor, Grandeza es un título que ni nuestro señor Jesucristo se permitió - sonríe con serenidad - así que ¿Por qué habría de hacerlo yo? Mejor hábleme por mi nombre, Alejandro - dice tranquilo, humilde, intentando confundir a su interlocutor. Fingir se le da demasiado bien, ni siquiera el diablo puede ver bajo su careta. Así es como se ha ganado a muchos... Su vida es un gran escenario de teatro y muy pocos son los que han visto tras bambalinas: Târsil, Lorenzo, su hermano César, Juliet... y son los únicos. Nadie más ha podido correr el telón a su real proceder.
Por lo que reacomoda a Juliet entre sus brazos, sosteniéndola mejor y continúa la caricia sobre su morro, la siente tensa, lo cual le hace pensar que sus sospechas son ciertas. Éste no es cualquier hombre, debe tener muchísimo cuidado. Y más tras el comentario "inocente" sobre animales que parecen personas. El ronroneo de Juliet se detuvo durante un pequeño momento, imperceptible quizá para el mago, pero no para Alejandro II quien le masajeó la oreja derecha, haciéndole saber que lo ha detectado también.
Así que sabe más de lo que a simple vista parece. Empieza a analizar y a desgajar cada palabra, conforme su instinto le indica... Capitán de un barco, se recordó, bien... pero ¿Qué tiene que hacer un hombre de su oficio aquí? A no ser que quiera comerciar, pero para ello no sería necesario hablar con el mismo Papa en persona. No, hay otra razón. Y mientras tanto, le sigue viendo con esa bondad reflejada en todo el cuerpo, una que ya tiene años y años perfeccionando y que ahora le sale natural, sin tener que fingirlo.
Juliet se revuelve un poco, como intentando escapar cuando oye lo del Reina del Mar. Una señal más de que algo turbio está pasando, por lo que el Papa la toma diestramente y la sostiene, aún mirando al Capitán con completa inocencia, como si no supiera qué o por qué mencionaba al Reina, pero claro que lo sabe. Ese barco no han podido abordarlo, siempre está protegido y se le escapa entre los dedos como arena del mar. Así que las piezas del rompecabezas lentamente van tomando su lugar.
- Ya, ya, pequeña - le sonríe al Capitán - le ha de doler la patita... pero siga, siga, es que no entiendo a qué viene todo ésto - pareció contrariado y preocupado, como si DE VERDAD le interesara lo que el Capitán tuviera que decirle pero sobre todo, como si fuera a hacer algo por evitarlo. Hasta que suelta la sopa, toda ella... si le preocupa que ahoguen sobrenaturales es porque DEFINITIVAMENTE es uno. Interesante. Sus manos dejan de acariciar a la pequeña gata, más porque ya sabe cómo actuar que porque esté contrariado, extrañado, sorprendido... su expresión refleja todos estos sentimientos y mucho más. Como si no supiera absolutamente nada y su rostro comienza a cambiar, de contrariado a asqueado. De extrañado a horrorizado. De sorprendido a indignado - ¿Qué? ¿Quién se ha atrevido a tanto? ¿Sobrenaturales? Si yo mismo estoy en contra de que quemen a las brujas - y es cierto, ante todos, el Papa se oponía a la persecución de las mujeres denominadas como tal, a sus suplicios y torturas.
La verdad, es más profunda, pero él no tiene por qué saber que los Inquisidores trabajan bajo sus órdenes más discretas. Que jamás las pone en papel. No, no tiene por qué saberlo. Que da la rienda suelta a Târsil para que investigue, a Lorenzo para que ejecute. Aunque esos ahogamientos no son propios del Inquisidor, si no de otra persona: Juliet. Es quien ordena esas ejecuciones, cuando está completamente segura de que son brujos. En eso la joven no falla. Por eso ella misma revisa toda la información y se asegura de comprobar que lo son.
- Tengo que... Dios, pobres almas... - suelta a la gata y se sostiene el pecho, sudando copiosamente... el mago no tiene por qué saber que ya tiene tan controlado su cuerpo que esos ataques son el pan de cada día. Juliet se aleja con rapidez y sube a una de las ventanas, para mirar el sol. Dejando que el mago se preocupe por su padre, en su teatro. Algo para lo cual está bien preparado, aunque se sonríe... ese Capitán... tiene que investigarlo, oh sí...
Papa Borgia- Humano Clase Alta/Miembro de la Iglesia
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Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
" Torturador mal nacido", pensé mientras con un rostro apacible miraba al destinatario de todas las maldiciones que conocía. Borgia era un ser abominable, un espectro de la humanidad, porque para qué una materia si su espíritu ya estaba condenado.
Sin mencionar el sufrimiento que tendría que pasar en tierra pues el Infierno, el verdadero, se encontraba donde justamente los brujos, vampiros, cambiaformas, licántropos, y los humanos, como aquel que tenía enfrente moramos hasta nuestra separación cuerpo y alma que sólo un médium puede conocer pues es una actividad normal dentro de su vida terrenal.
- Oxalâ.- mencioné al escuchar el nombre de Jesuscristo. Lo tenía que mencionar el voz baja si deseaba permanecer con vida. Niego con la cabeza, ni por todo el oro del nuevo mundo inclinaría mi voluntad pronunciando aquel nombre que a partir de ahora resonaría por mi cabeza hasta mi hora final. Entrecerré mis ojos como si la luz del astro rey dificulara mi campo de visión.
" Un campo cubierto de sangre, mi cuerpo frío cerca del mar con sangre en la boca, mis cabellos al viento, las velas, flores, perfumes y mis capas dispersas en la arena blanquecina por la luz de la luna. Mareia canta, se materializa, desea recobrar la vida de quien fue su materia, pero no puede, no debe, no es mi destino.
un espejo enorme aparece de la nada, me veo en él, mis ojos son azules, mi piel como la arena, llevo en mis hombros una capa negra y un bastón de madera reluciente. No me bastó con sentir alguna forma de vida dentro mio para saber que estaba frente a la muerte.
La joven dama de vestido negro, con su capa violeta y capelina del mismo tono me tendía su mano. No quería, no era mis tiempos todavía. A lo lejos se escuchó una carcajada, perdido en un mar de confusión apareció el Papa Borgia con sangre en sus manos, mujeres agonizantes en sus costados y un sinnúmero de almas que no habían encontrado su luz. "
Abrí mis ojos de golpe, la luz del sol se sentía tan cálida luego de tener aquella premonición. No dejaría que éste fuera mi final, por mi bella amada, por mis hijos de magia y nietos de magia, mis amigos y camaradas, jamás dejaría que la Inquisición me venciera. El orgullo pierde a los hombres pero más los pierde el poder, la falsa sabiduría y las máscaras ridículas que muchos de ellos usaban.
- Grandeza, no creo que su nombre sea digno de su cintura eclesíastica.- dije levantando mi mirada.
Ya estaba comenzando a estallar la poderosa bomba de la coartada, la minina no tan minina, como lo suponía, quería huir quizá para avisar a los compañeros asesinos que un brujo estaba. Pero...¿ acaso ellos sabían que era Amelhíon Do Crucerois?¿ Sabían que era un jefe brujo en lo que a magia africana se trataba, Que podía llamar al espíritu de los siete mares para mi ayuda y así encantarlos?.
- Verá su Grandeza, lo dicho dicho está, ya he tomado la inciativa que me ha pedido el Almirante, le he comentado lo que ocurría.- dije con una sonrisa de medio lado.- Digo las cosas una sola vez pues es así como actúa un hombre de mar.- Y un Jefe que se le están acabando los conjuros espirituales.
- Algún hombre, quizá un pobre anciano que es un hábil actor.- Me levanté de la silla.- Verá el culpable puede estar en ésta ciudad, o en París, o incluso en Rumania, puedo ser yo mismo, o usted. Eso no lo sé, ni quisiera quiero saberlo.- Lo que era una vil mentira pues Sebastían, luego de tratarme de loco decidió contarme lo que él como miembro de la Iglesia sabía.
- Lo que pido Grandeza, es que considere ayudar a los habitantes franceses para poder tener una bella estadía en el puerto y no encontrarse con cadáveres desparramados por las aguas saladas del mar.- mi voz se chocaba como si de una fiera se tratara con las paredes blanquecinas.
- Yo soy guardían de los cruces, trabajo siempre en la calle, yo soy guardían de la magia, yo soy Amelhíon Do Crucerois.- comencé a cantar lentamente, sólo la minina podía oírlo. La miré y sonreí. Vi como al Papa le daba un ataque, no pude evitar preocuparme pero me habían enseñado que cuando uno sufría un ataque en el pecho debía quedarse ajeno a la situación para que el enfermo pudiera tomar la cantidad de oxígeno necesaria.
Para el acto que estaba montando por propia cuenta, me arrodillé mirando la enorme cruz de madera, hice la señal de la cruz con la mano correcta y comencé a orar.
- ¡ Oh Padre!.- dije en voz alta.- Ayuda a éste hombre con sus ataques, que el ¡oh, es tan humilde, honrado, bueno!... Ha sido elegido para servirte querido Padre.- Cerré mis ojos lentamente, poniendo mis manos como en súplica. Abrí de nuevo mis ojos, por dentro dije:" Ten misericordia de mis actos pues es una pantomima, perdóname Dios, Salve Oxalâ."
Sin mencionar el sufrimiento que tendría que pasar en tierra pues el Infierno, el verdadero, se encontraba donde justamente los brujos, vampiros, cambiaformas, licántropos, y los humanos, como aquel que tenía enfrente moramos hasta nuestra separación cuerpo y alma que sólo un médium puede conocer pues es una actividad normal dentro de su vida terrenal.
- Oxalâ.- mencioné al escuchar el nombre de Jesuscristo. Lo tenía que mencionar el voz baja si deseaba permanecer con vida. Niego con la cabeza, ni por todo el oro del nuevo mundo inclinaría mi voluntad pronunciando aquel nombre que a partir de ahora resonaría por mi cabeza hasta mi hora final. Entrecerré mis ojos como si la luz del astro rey dificulara mi campo de visión.
" Un campo cubierto de sangre, mi cuerpo frío cerca del mar con sangre en la boca, mis cabellos al viento, las velas, flores, perfumes y mis capas dispersas en la arena blanquecina por la luz de la luna. Mareia canta, se materializa, desea recobrar la vida de quien fue su materia, pero no puede, no debe, no es mi destino.
un espejo enorme aparece de la nada, me veo en él, mis ojos son azules, mi piel como la arena, llevo en mis hombros una capa negra y un bastón de madera reluciente. No me bastó con sentir alguna forma de vida dentro mio para saber que estaba frente a la muerte.
La joven dama de vestido negro, con su capa violeta y capelina del mismo tono me tendía su mano. No quería, no era mis tiempos todavía. A lo lejos se escuchó una carcajada, perdido en un mar de confusión apareció el Papa Borgia con sangre en sus manos, mujeres agonizantes en sus costados y un sinnúmero de almas que no habían encontrado su luz. "
Abrí mis ojos de golpe, la luz del sol se sentía tan cálida luego de tener aquella premonición. No dejaría que éste fuera mi final, por mi bella amada, por mis hijos de magia y nietos de magia, mis amigos y camaradas, jamás dejaría que la Inquisición me venciera. El orgullo pierde a los hombres pero más los pierde el poder, la falsa sabiduría y las máscaras ridículas que muchos de ellos usaban.
- Grandeza, no creo que su nombre sea digno de su cintura eclesíastica.- dije levantando mi mirada.
Ya estaba comenzando a estallar la poderosa bomba de la coartada, la minina no tan minina, como lo suponía, quería huir quizá para avisar a los compañeros asesinos que un brujo estaba. Pero...¿ acaso ellos sabían que era Amelhíon Do Crucerois?¿ Sabían que era un jefe brujo en lo que a magia africana se trataba, Que podía llamar al espíritu de los siete mares para mi ayuda y así encantarlos?.
- Verá su Grandeza, lo dicho dicho está, ya he tomado la inciativa que me ha pedido el Almirante, le he comentado lo que ocurría.- dije con una sonrisa de medio lado.- Digo las cosas una sola vez pues es así como actúa un hombre de mar.- Y un Jefe que se le están acabando los conjuros espirituales.
- Algún hombre, quizá un pobre anciano que es un hábil actor.- Me levanté de la silla.- Verá el culpable puede estar en ésta ciudad, o en París, o incluso en Rumania, puedo ser yo mismo, o usted. Eso no lo sé, ni quisiera quiero saberlo.- Lo que era una vil mentira pues Sebastían, luego de tratarme de loco decidió contarme lo que él como miembro de la Iglesia sabía.
- Lo que pido Grandeza, es que considere ayudar a los habitantes franceses para poder tener una bella estadía en el puerto y no encontrarse con cadáveres desparramados por las aguas saladas del mar.- mi voz se chocaba como si de una fiera se tratara con las paredes blanquecinas.
- Yo soy guardían de los cruces, trabajo siempre en la calle, yo soy guardían de la magia, yo soy Amelhíon Do Crucerois.- comencé a cantar lentamente, sólo la minina podía oírlo. La miré y sonreí. Vi como al Papa le daba un ataque, no pude evitar preocuparme pero me habían enseñado que cuando uno sufría un ataque en el pecho debía quedarse ajeno a la situación para que el enfermo pudiera tomar la cantidad de oxígeno necesaria.
Para el acto que estaba montando por propia cuenta, me arrodillé mirando la enorme cruz de madera, hice la señal de la cruz con la mano correcta y comencé a orar.
- ¡ Oh Padre!.- dije en voz alta.- Ayuda a éste hombre con sus ataques, que el ¡oh, es tan humilde, honrado, bueno!... Ha sido elegido para servirte querido Padre.- Cerré mis ojos lentamente, poniendo mis manos como en súplica. Abrí de nuevo mis ojos, por dentro dije:" Ten misericordia de mis actos pues es una pantomima, perdóname Dios, Salve Oxalâ."
Invitado- Invitado
Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
No funcionó y algo dentro del Papa se enciende, una flama de sabiduría, de instinto, de sentido común. Ese hombre no es cualquier persona que pueda estar en los pasillos del Vaticano. Está completamente seguro de ello, nadie ve tras su careta si no pasó muchos años en compañía de Alejandro II. Debe tener mucho más cuidado.
Finge estupendamente, calcula el tiempo y mientras el Capitán Do Crucerois (debe aprenderse bien ese nombre, aunque está seguro que Juliet ya está haciendo lo propio en esa mente tan vibrante y vivaz suya) sigue rezando, lentamente el Santo hombre se controla. Se recarga contra la silla mirando al techo, fingiendo recomponerse, pero en realidad sólo está pensando, calculando justamente el tiempo en que Juliet podría ir a por la guardia y apresar al Capitán.
Sí, no puede dejarlo ir tan fácilmente porque luego se esconden como ratas en un barco y sólo salen cuando... se están ahogando... claro, ¿Y si sólo era la advertencia? ¿Que le están poniendo sobre aviso los sobrenaturales de que algo fuerte se acerca? Ladea la cabeza llevándose un dedo pensativo a los labios. Recompone su posición física en la silla, mirando al frente.
- Me pregunto qué tanto sabe sobre eso realmente, Capitán - alza la barba - ¿No será que usted es el causante de esas muertes de esos pobres hijos de Dios y quiere que las investigaciones tengan otro cauce - se está arriesgando, pero no tiene otra opción. Debe retenerlo hasta que Juliet obtenga la suficiente información sobre él ahora que ha aparecido.
Normalmente los sobrenaturales se esconden bajo tierra, imposible encontrarlos y ocultan por todos los medios su condición. Tiene informes sobre muchos que podrían ser un foco rojo para los inquisidores, aunque aún los espías siguen dudando en si lo son o no. Por más que los siguen, son tan meticulosos en sus movimientos, en sus actitudes que quizá pasara el miembro de la cuarta facción años y jamás podrían descubrirlos. Es lo que no le cuadra con este Capitán, no le encaja absolutamente nada. ¿Para qué venir sabiendo que puede darse la opción de que la entrada no es un seguro de que pueda salir?
- Mucho me temo que tendrá que aceptar la hospitalidad del Vaticano en tanto se hacen las investigaciones, Capitán - se pone en pie y lentamente va volteando a verlo, su rostro sereno, su mirada tranquila. No le teme, si el hombre decide hacer una jugarreta, Juliet saltará a defender a Alejandro II, pero sobre todo las alarmas se dispararán y sobrenatural o no, seguramente no tiene las fuerzas para detener a todos los escuadrones de inquisidores que están en el Vaticano.
Aunque pudiera, de todas formas está cercano el edificio de la Inquisición (sí, los dos edificios, el del Vaticano y el de la Inquisición propiamente, están a sólo cincuenta metros de distancia, uno frente al otro, son cuerpos de un mismo inmueble). A una sola campanada con el ritmo adecuado, el Capitán estará rodeado al intentar huir del inmueble y hasta la fecha, Alejandro II no ha escuchado de hombres que puedan desaparecer. De todas formas, están los Condenados, una sola señal de Juliet y magos, cambiaformas y hombres lobo vendrán a defender al Santo Padre. Podrá matar a muchos en su loca carrera a la escapatoria, pero tarde que temprano alguien le arrebatará la vida.
En eso confía el Papa al cruzarse de brazos ante el Capitán ladeando la cabeza, observando su rostro y sus actitudes. Sereno, tranquilo, sin descubrirse realmente. Lo negó todo antes, no es quien hace las cacerías. Le ha volteado la tortilla al anciano al sugerir que él podría estar tras los asesinatos. Ante un juez, la palabra del Santo Padre tendría más peso que la del pobre sobrenatural frente a él, por más testigos que tuviera. No por nada Alejandro II estuvo por años y décadas cuidando la imagen de buen y abnegado hombre, incapaz de una atrocidad como la de acusar a alguien más.
- Si no está dispuesto a aceptar la hospitalidad del Vaticano, le sugiero y propongo que empiece a decirme por qué no habría usted de haber elucubrado esos asesinatos, a finales de cuentas lo tiene todo: un barco, personas que puedan seguir sus órdenes... entienda mi posición, viene a decirme algo así y me pide que sea yo quien detenga mis ejecuciones, cuando ni siquiera sé de qué me habla y dudo que alguien del Vaticano sea capaz de algo así - no está mintiendo,dijo "Vaticano" no "Inquisición" y por si las dudas, pedirá a Juliet que sea más precavida en adelante.
La gata en el alféizar está muy tranquila, lamiéndose la pata herida quitando la sangre al tiempo que sus ojos miran, calculando la distancia entre la puerta y donde el sobrenatural se encuentra. Lista para dar el salto en caso de ser necesario, aunque lamenta no traer las pistolas o algo más productivo para atacar a su rival. Aunque conociendo a su padre, bajo esa sotana siempre trae algo oculto, espera que en el momento exacto se lo dé para que pueda defenderle adecuadamente.
Ojalá y no sea un brujo, porque entonces sí las cosas se pondrán interesantes. Mientras tanto, observa a su padre quien sigue esperando una respuesta del Capitán. No es que a Alejandro II le interese del todo, pero si es necesario infundirle miedo y hacerle ver la realidad de la situación en la que se encuentran, lo haría. Un comentario firme y tajante siempre es un conducto por el cual la inseguridad pasa y los pensamientos se hacen un enredo total. Eso quiere: que no piense, que no razone, que se deje llevar por los instintos. Aunque del Vaticano, ya no sale hasta que hable completamente.
Finge estupendamente, calcula el tiempo y mientras el Capitán Do Crucerois (debe aprenderse bien ese nombre, aunque está seguro que Juliet ya está haciendo lo propio en esa mente tan vibrante y vivaz suya) sigue rezando, lentamente el Santo hombre se controla. Se recarga contra la silla mirando al techo, fingiendo recomponerse, pero en realidad sólo está pensando, calculando justamente el tiempo en que Juliet podría ir a por la guardia y apresar al Capitán.
Sí, no puede dejarlo ir tan fácilmente porque luego se esconden como ratas en un barco y sólo salen cuando... se están ahogando... claro, ¿Y si sólo era la advertencia? ¿Que le están poniendo sobre aviso los sobrenaturales de que algo fuerte se acerca? Ladea la cabeza llevándose un dedo pensativo a los labios. Recompone su posición física en la silla, mirando al frente.
- Me pregunto qué tanto sabe sobre eso realmente, Capitán - alza la barba - ¿No será que usted es el causante de esas muertes de esos pobres hijos de Dios y quiere que las investigaciones tengan otro cauce - se está arriesgando, pero no tiene otra opción. Debe retenerlo hasta que Juliet obtenga la suficiente información sobre él ahora que ha aparecido.
Normalmente los sobrenaturales se esconden bajo tierra, imposible encontrarlos y ocultan por todos los medios su condición. Tiene informes sobre muchos que podrían ser un foco rojo para los inquisidores, aunque aún los espías siguen dudando en si lo son o no. Por más que los siguen, son tan meticulosos en sus movimientos, en sus actitudes que quizá pasara el miembro de la cuarta facción años y jamás podrían descubrirlos. Es lo que no le cuadra con este Capitán, no le encaja absolutamente nada. ¿Para qué venir sabiendo que puede darse la opción de que la entrada no es un seguro de que pueda salir?
- Mucho me temo que tendrá que aceptar la hospitalidad del Vaticano en tanto se hacen las investigaciones, Capitán - se pone en pie y lentamente va volteando a verlo, su rostro sereno, su mirada tranquila. No le teme, si el hombre decide hacer una jugarreta, Juliet saltará a defender a Alejandro II, pero sobre todo las alarmas se dispararán y sobrenatural o no, seguramente no tiene las fuerzas para detener a todos los escuadrones de inquisidores que están en el Vaticano.
Aunque pudiera, de todas formas está cercano el edificio de la Inquisición (sí, los dos edificios, el del Vaticano y el de la Inquisición propiamente, están a sólo cincuenta metros de distancia, uno frente al otro, son cuerpos de un mismo inmueble). A una sola campanada con el ritmo adecuado, el Capitán estará rodeado al intentar huir del inmueble y hasta la fecha, Alejandro II no ha escuchado de hombres que puedan desaparecer. De todas formas, están los Condenados, una sola señal de Juliet y magos, cambiaformas y hombres lobo vendrán a defender al Santo Padre. Podrá matar a muchos en su loca carrera a la escapatoria, pero tarde que temprano alguien le arrebatará la vida.
En eso confía el Papa al cruzarse de brazos ante el Capitán ladeando la cabeza, observando su rostro y sus actitudes. Sereno, tranquilo, sin descubrirse realmente. Lo negó todo antes, no es quien hace las cacerías. Le ha volteado la tortilla al anciano al sugerir que él podría estar tras los asesinatos. Ante un juez, la palabra del Santo Padre tendría más peso que la del pobre sobrenatural frente a él, por más testigos que tuviera. No por nada Alejandro II estuvo por años y décadas cuidando la imagen de buen y abnegado hombre, incapaz de una atrocidad como la de acusar a alguien más.
- Si no está dispuesto a aceptar la hospitalidad del Vaticano, le sugiero y propongo que empiece a decirme por qué no habría usted de haber elucubrado esos asesinatos, a finales de cuentas lo tiene todo: un barco, personas que puedan seguir sus órdenes... entienda mi posición, viene a decirme algo así y me pide que sea yo quien detenga mis ejecuciones, cuando ni siquiera sé de qué me habla y dudo que alguien del Vaticano sea capaz de algo así - no está mintiendo,dijo "Vaticano" no "Inquisición" y por si las dudas, pedirá a Juliet que sea más precavida en adelante.
La gata en el alféizar está muy tranquila, lamiéndose la pata herida quitando la sangre al tiempo que sus ojos miran, calculando la distancia entre la puerta y donde el sobrenatural se encuentra. Lista para dar el salto en caso de ser necesario, aunque lamenta no traer las pistolas o algo más productivo para atacar a su rival. Aunque conociendo a su padre, bajo esa sotana siempre trae algo oculto, espera que en el momento exacto se lo dé para que pueda defenderle adecuadamente.
Ojalá y no sea un brujo, porque entonces sí las cosas se pondrán interesantes. Mientras tanto, observa a su padre quien sigue esperando una respuesta del Capitán. No es que a Alejandro II le interese del todo, pero si es necesario infundirle miedo y hacerle ver la realidad de la situación en la que se encuentran, lo haría. Un comentario firme y tajante siempre es un conducto por el cual la inseguridad pasa y los pensamientos se hacen un enredo total. Eso quiere: que no piense, que no razone, que se deje llevar por los instintos. Aunque del Vaticano, ya no sale hasta que hable completamente.
Papa Borgia- Humano Clase Alta/Miembro de la Iglesia
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Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
Los minutos pasan, el tiempo nos alcanza con su mano oscurecida por un guante elegante que toca tu alma hasta tal punto que deja todo como tendría que ser, te elevas, pasas a otro plano, encuentras todo aquello que perdiste, Zhilomé, mi bello amor, mi verdadero y más especial amor algún día volveré a hablar contigo, sentir tu perfume, tus caricias. Algún día, mencioné entre mi revuelo de pensamientos.
Cerré instintivamente mis ojos, todavía rezando, pidiendo clemencia a un Dios cuya existencia creía pero no sentía en lo más profundo de mi ser, el Papa Borgia demostraba ser el mal personificado, un gran actor capaz de demoler toda voluntad, todo sentimiento pero no toda la magia. Sonreí, nadie sabría que estaba frente a un brujo, al no ser que estuviera mi vida en peligro.
- ¡ Amén!.- grité eufóricamente.- Gracias Señor de los Altos cielos, por curar a tu protector, a tu protegido...- me puse de pie y lo miré de reojo. Me senté de nuevo en aquellas sillas que si tuvieran alma podrían ser testigos de las masacres más horrendas de la humanidad cometidas por ciertos hombres y mujeres que obedecían a ese hombre que no se esperaba nunca a quien tenía enfrente.
La gatita, una cambiaformas, ahora no cabía sospecha alguna, si alguna vez la tuve que Shangô me diera con su hacha de justicia y de sabiduría, estaba atenta a todos mis movimientos, tendría que ser cuidadoso, más que nunca.
- Su Grandeza, me temo que no comprende mis intenciones aquí con usted.- dije mientras con voz ausente, y pasos firmes comenzaba a caminar alrededor de la sala, un brujo había muerto recién, lo sentía, su alma estaba detrás de el Santo Hombre, con la cabeza gacha, sus ojos ennegrecidos por el Mundo Espiritual. Apreté mis puños levemente, éste hombre no era el ejecutor sin cerebro alguno más bien era la mente maestra, el cerebro de la Inquisición. Lo miré a los ojos, un joven de aspecto desgarbado nos acercó un vaso de vino al Papa y un vaso de Whisky para mí, en sus ojos la tristeza tomaba diversas formas, maldito fuera Alejandro II y toda su familia.
Le acerqué elegantemente el vino al Papa y protegí en mi mano envejecida el vaso de cristal que contenía el Whisky.
- ¡ Vaya cualquiera diría que aquí hay brujos!.- exclamé haciendo sobre mí la señal de la cruz siete veces, como un perfecto religioso que le molestaban y causaban naúseas los brujos. Me senté, ahora algo más tranquilo.- Verá, si usted es capitán no le gustaría ir navegando por el mar y encontrarse con cientos de cadáveres, vestidos con poca ropa, como si estuvieran apresados. Cuando llegas a tierra te cuentan que se trataban de sobrenaturales.- Tomé un poco de aquella bebida la cual adoraba, miré adentro del vaso y tres gotas de sangre aparecieron frente a mis ojos. ¡ Maldito fuera, quería capturarme, la sangre lo decía!. Respiré profundamente y me tranquilicé un poco.- Además, discúlpeme si lo ofendo, pero Grandeza, no le estoy tirando esas muertes sobre sus costas, no debería ponerse así.- sonreí mientras llevaba a mis labios de nuevo el vaso.
-¿ Alguna vez ha ido a África?.- pregunté mientras nublaba mi mirada y la concentraba en los pasillos, una joven gitana, por sus ropajes, cubierta de sangre se acercaba con mis cofres.¡ Mae Oyâ protégeme, no dejes que lleven!, grité desde mi interior.
_______________________________________________________________________
"La gitana se acercó a nosotros, cerré mis ojos. Ella se puso a los pies del Papa.- Cigana... Zíngara... gitana...- murmuré pero ella no parecía oírme.- Oh, bella gitana no lo hagas.- murmuré para mis adentros. Se acercó a mí y con un giro sacó mi capa blanca, mi bastón y las velas. Le sonreí a la gitana.- Es un bello continente.- continúe, mientras colocaba en mis hombros la capa, tomaba el bastón de madera oscuro, y prendía rápidamente las velas a mi alrededor.- Un bello continente que me ha dado el cargo de Jefe. En sus religiones, el Jefe es el que comanda todo, como usted señor.- dije elegantemente.- Me gustaría que como representantes de dos polos opuestos podamos llegar a una solución...- dejé lentamente el vaso de whisky frente a una de las velas, di unos pasos como si estuviera danzando y canté.- Eu sou exú en los cruzeros, trabalho sempre en la rúa, eu sou en exú en la kimbanda, eu sou exú Tranca rúas...- mi voz resonaba con fuerza haciendo que las almas encarnadas sufrieran un sinnúmeros de sensaciones, pensamientos.- Deseo hablar, como verá... el tiempo es algo que nadie puede detener y yo ya no soy joven.- mencioné tomando una tiza que se encontraba en mis bolsillos. Hice con ella una cruz blanca, tres estrellas, una luna y las letras : A, G, D, C, en otras palabras: Amelhíon Giovannis Do Crucerois.- Sabrá que no me dejé llevar por mis instintos.- sonreí largando una carcajada que hacía llorar hasta al más asesino. Me volví a sentar en la silla y sonreí, puse el bastón enfrente mío, la gitana comenzó a cantar, a danzar, había vuelto a la vida.- Pero sé que podemos hablar como seres civilizados.- mencioné haciendo reverencia, tapé mis ojos con el sombrero negro y le estiré el blanco al Papa. Las almas se arremolinaban tapando, con sus cargas enérgeticas o auras las entradas, nadie podía salir, nadie podría entrar y eso se lo debía a las almas benditas.- ¿ Será gustoso de hablar conmigo, Alejandro?.- pregunté con una sonrisa.- O su miedo, o asco, incluso su sentido de querer más poder a costa de otras personas no lo van a dejar hablar con un anciano que ya pronto partirá...- mencioné y la gitana se cayó al suelo llorando.- Ya zíngara, no partiré en sus manos.- Fijé mi vista en la minina.- Buena forma de atormentar a los sobrenaturales.- largué una carcajada, y la gitana de ojos claros como el agua, se levantó e intentó abrir la puerta, notó a las almas y retrocedió.
Me levanté e hice una reverencia batiendo la capa de izquierda a derecha.- ¿ Hablará conmigo educadamente?.- pregunté sonriendo.
Había algo en mi interior que decía que lo haría, sólo por curiosidad, después me mataría o condenaría, eso si no acababa con mi propia vida antes."
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En un estado de locura, o más bien de expectativa había tenido aquel sueño despierto, que se desarrollaba como un libro abierto en mis pensamientos. Tuve que cerrar los ojos finjiendo un leve mareo para sacar aquellas imágenes, el impulso, y la magia de mi interior. Ahora, más tranquilo, sólo tuve que mirar al Santo Pontífice, le dediqué una sonrisa complaciente y sugerí.- Deberá perdonar mi carácter su Grandeza, un capitán de mar acostumbra a tener un carácter fuerte durante toda su vida.- pronuncié con cuidado cada palabra, mi brujo interior ya no quería salir, la cobardía...o mejor dicho el hecho de ver como el fuego abrasador subía por mi cuerpo, había detenido cualquier intento.
Vi a la joven zíngara que traía aquellos cofres, me levanté pidiendo permiso, como si fuera un niño, tomé una copa de cristal y se la entregué ceremoniosamente al Papa Borgia.- Señor, tome éste caliz, símbolo de mi compromiso con la Iglesia.- No podía evitar sentirme vacío, sin alma en aquellos momentos. Estaba siendo una burla, una persona que contradecía aquello que más quería en el mundo: su vida, su magia, sus creencias. ¡ Malditos fueran mil veces la Inquisición y el fuego de la hoguera!
Cerré instintivamente mis ojos, todavía rezando, pidiendo clemencia a un Dios cuya existencia creía pero no sentía en lo más profundo de mi ser, el Papa Borgia demostraba ser el mal personificado, un gran actor capaz de demoler toda voluntad, todo sentimiento pero no toda la magia. Sonreí, nadie sabría que estaba frente a un brujo, al no ser que estuviera mi vida en peligro.
- ¡ Amén!.- grité eufóricamente.- Gracias Señor de los Altos cielos, por curar a tu protector, a tu protegido...- me puse de pie y lo miré de reojo. Me senté de nuevo en aquellas sillas que si tuvieran alma podrían ser testigos de las masacres más horrendas de la humanidad cometidas por ciertos hombres y mujeres que obedecían a ese hombre que no se esperaba nunca a quien tenía enfrente.
La gatita, una cambiaformas, ahora no cabía sospecha alguna, si alguna vez la tuve que Shangô me diera con su hacha de justicia y de sabiduría, estaba atenta a todos mis movimientos, tendría que ser cuidadoso, más que nunca.
- Su Grandeza, me temo que no comprende mis intenciones aquí con usted.- dije mientras con voz ausente, y pasos firmes comenzaba a caminar alrededor de la sala, un brujo había muerto recién, lo sentía, su alma estaba detrás de el Santo Hombre, con la cabeza gacha, sus ojos ennegrecidos por el Mundo Espiritual. Apreté mis puños levemente, éste hombre no era el ejecutor sin cerebro alguno más bien era la mente maestra, el cerebro de la Inquisición. Lo miré a los ojos, un joven de aspecto desgarbado nos acercó un vaso de vino al Papa y un vaso de Whisky para mí, en sus ojos la tristeza tomaba diversas formas, maldito fuera Alejandro II y toda su familia.
Le acerqué elegantemente el vino al Papa y protegí en mi mano envejecida el vaso de cristal que contenía el Whisky.
- ¡ Vaya cualquiera diría que aquí hay brujos!.- exclamé haciendo sobre mí la señal de la cruz siete veces, como un perfecto religioso que le molestaban y causaban naúseas los brujos. Me senté, ahora algo más tranquilo.- Verá, si usted es capitán no le gustaría ir navegando por el mar y encontrarse con cientos de cadáveres, vestidos con poca ropa, como si estuvieran apresados. Cuando llegas a tierra te cuentan que se trataban de sobrenaturales.- Tomé un poco de aquella bebida la cual adoraba, miré adentro del vaso y tres gotas de sangre aparecieron frente a mis ojos. ¡ Maldito fuera, quería capturarme, la sangre lo decía!. Respiré profundamente y me tranquilicé un poco.- Además, discúlpeme si lo ofendo, pero Grandeza, no le estoy tirando esas muertes sobre sus costas, no debería ponerse así.- sonreí mientras llevaba a mis labios de nuevo el vaso.
-¿ Alguna vez ha ido a África?.- pregunté mientras nublaba mi mirada y la concentraba en los pasillos, una joven gitana, por sus ropajes, cubierta de sangre se acercaba con mis cofres.¡ Mae Oyâ protégeme, no dejes que lleven!, grité desde mi interior.
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"La gitana se acercó a nosotros, cerré mis ojos. Ella se puso a los pies del Papa.- Cigana... Zíngara... gitana...- murmuré pero ella no parecía oírme.- Oh, bella gitana no lo hagas.- murmuré para mis adentros. Se acercó a mí y con un giro sacó mi capa blanca, mi bastón y las velas. Le sonreí a la gitana.- Es un bello continente.- continúe, mientras colocaba en mis hombros la capa, tomaba el bastón de madera oscuro, y prendía rápidamente las velas a mi alrededor.- Un bello continente que me ha dado el cargo de Jefe. En sus religiones, el Jefe es el que comanda todo, como usted señor.- dije elegantemente.- Me gustaría que como representantes de dos polos opuestos podamos llegar a una solución...- dejé lentamente el vaso de whisky frente a una de las velas, di unos pasos como si estuviera danzando y canté.- Eu sou exú en los cruzeros, trabalho sempre en la rúa, eu sou en exú en la kimbanda, eu sou exú Tranca rúas...- mi voz resonaba con fuerza haciendo que las almas encarnadas sufrieran un sinnúmeros de sensaciones, pensamientos.- Deseo hablar, como verá... el tiempo es algo que nadie puede detener y yo ya no soy joven.- mencioné tomando una tiza que se encontraba en mis bolsillos. Hice con ella una cruz blanca, tres estrellas, una luna y las letras : A, G, D, C, en otras palabras: Amelhíon Giovannis Do Crucerois.- Sabrá que no me dejé llevar por mis instintos.- sonreí largando una carcajada que hacía llorar hasta al más asesino. Me volví a sentar en la silla y sonreí, puse el bastón enfrente mío, la gitana comenzó a cantar, a danzar, había vuelto a la vida.- Pero sé que podemos hablar como seres civilizados.- mencioné haciendo reverencia, tapé mis ojos con el sombrero negro y le estiré el blanco al Papa. Las almas se arremolinaban tapando, con sus cargas enérgeticas o auras las entradas, nadie podía salir, nadie podría entrar y eso se lo debía a las almas benditas.- ¿ Será gustoso de hablar conmigo, Alejandro?.- pregunté con una sonrisa.- O su miedo, o asco, incluso su sentido de querer más poder a costa de otras personas no lo van a dejar hablar con un anciano que ya pronto partirá...- mencioné y la gitana se cayó al suelo llorando.- Ya zíngara, no partiré en sus manos.- Fijé mi vista en la minina.- Buena forma de atormentar a los sobrenaturales.- largué una carcajada, y la gitana de ojos claros como el agua, se levantó e intentó abrir la puerta, notó a las almas y retrocedió.
Me levanté e hice una reverencia batiendo la capa de izquierda a derecha.- ¿ Hablará conmigo educadamente?.- pregunté sonriendo.
Había algo en mi interior que decía que lo haría, sólo por curiosidad, después me mataría o condenaría, eso si no acababa con mi propia vida antes."
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En un estado de locura, o más bien de expectativa había tenido aquel sueño despierto, que se desarrollaba como un libro abierto en mis pensamientos. Tuve que cerrar los ojos finjiendo un leve mareo para sacar aquellas imágenes, el impulso, y la magia de mi interior. Ahora, más tranquilo, sólo tuve que mirar al Santo Pontífice, le dediqué una sonrisa complaciente y sugerí.- Deberá perdonar mi carácter su Grandeza, un capitán de mar acostumbra a tener un carácter fuerte durante toda su vida.- pronuncié con cuidado cada palabra, mi brujo interior ya no quería salir, la cobardía...o mejor dicho el hecho de ver como el fuego abrasador subía por mi cuerpo, había detenido cualquier intento.
Vi a la joven zíngara que traía aquellos cofres, me levanté pidiendo permiso, como si fuera un niño, tomé una copa de cristal y se la entregué ceremoniosamente al Papa Borgia.- Señor, tome éste caliz, símbolo de mi compromiso con la Iglesia.- No podía evitar sentirme vacío, sin alma en aquellos momentos. Estaba siendo una burla, una persona que contradecía aquello que más quería en el mundo: su vida, su magia, sus creencias. ¡ Malditos fueran mil veces la Inquisición y el fuego de la hoguera!
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Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
Este hombre es mucho más astuto de lo que a simple vista aparenta no cabe la menor duda. Un hombre que no sabe de miedos, que se siente seguro de sí y de su posición lo cual lo hace muy peligroso. Debe retenerlo ahí hasta que todas las dudas sean disueltas, hasta que... hasta embarcarlo en otro de esos bergantines con dirección desconocida y que el mar sea su última morada en el instante que pierda la vida entre sus inquisidores.
Aún recuerda la vez que ordenó a Juliet hacerse de una embarcación con el fin de deshacerse de todos los que le estorbaban en su loco ascenso al poder para llegar al lugar que hoy en día ostenta. Un cargo vitalicio, lleno de riquezas, de personas que le otorgan todo con tal de que les auxilie. Uno que jamás dejará ni del que será destituido en virtud de su propia actitud bien cuidada de hombre bueno.
Una de sus ideas más brillantes, donde todos los non gratos eran conducidos a su fin, uno en el que nadie sabría lo ocurrido puesto que el mar era benevolente con los que de la maldad hacían su actividad favorita. Ahí, entre las olas, los cuerpos desaparecían entre los colmillos de los tiburones como un manjar más de la cadena alimenticia que producía tanto bien y que no se preguntaba de dónde provenían.
Sin embargo, ahora su plan se viene abajo por un capitán curioso y que no sólo es un simple curioso, si no que es un sobrenatural. La raza no importa, el pecado no depende de lo que pueda o no hacer la persona en cuestión si no del nacimiento, de la maldición que le corroe las entrañas y le hace por ende, diferente de los demás. Un ente al cual destruir por ese simple hecho: ser distinto de los que le rodean, personas normales que jamás harán el mal a sus congéneres.
Ceguera total, es lo que los "normales" tienen en la cabeza y en sus "correctas" ideologías que les llevan a toda clase de elucubraciones y justificaciones por igual con la finalidad de destruir a todos los que temen, sean una carga para la sociedad. Ignorando u olvidando que alguna vez los sobrenaturales ayudaron a los "normales" en el inicio de los tiempos. Memorias del pasado que jamás volverán al presente y que el mismo Borgia toma para sí, almas torturadas por el terror que el Papa utiliza para sus propósitos creando una fuerte Inquisición como jamás se ha visto, para destruirlos a todos y cada uno.
Toma el vaso que le ofrecen, para beber un poco de su contenido al parecer agotado tras el ataque que le ocasionó la presencia del Brujo ante él. Quizá él sepa más de lo que a simple vista aparenta, quizá él tenga conocimiento del Libro de los Atlantes. Los ojos brillan con mayor intensidad al pensar en eso, observando al hombre con otra perspectiva. Alza la barba con determinación, decidiendo que no puede dejarlo escapar. El simple pensamiento de tener semejante libro lo hace decidir sin temores ni titubeos.
El cáliz es recibido por manos que tiemblan no por el ataque recibido, si no por la idea, el simple pensamiento de por fin tener en sus manos ese valioso cofre de tesoros, cuya única gema es la que desea en su poder. Una que nadie conoce el por qué y jamás permitirá que lo sepan. Se pone en pie dejando el objeto en la mesa al tiempo que sus fosas se expanden una y otra vez.
- Palabras disfrazadas son simplemente eso, no permitiré que abandone el Vaticano en tanto no pueda comprobar sus referencias, por lo que le ofrezco un alojamiento entre nuestras paredes en uno de los complejos de la Inquisición que permitirá que su estancia sea agradable. Llamaré a uno de los míos para que le conduzca y no se preocupe, el que le retengamos no significa que será para siempre, sólo hasta comprobar que sus palabras son auténticas y su preocupación tiene bases sin que nadie tenga que verlo con sospecha.
Decidido lo tiene, no se irá, no hasta que le diga a sus expertos en tortura que no tiene nada que ver con el Libro de los Atlantes. Realizaría incluso las ordalías más horribles con tal de saberlo. De averigüarlo. Costara lo que costara.
Aún recuerda la vez que ordenó a Juliet hacerse de una embarcación con el fin de deshacerse de todos los que le estorbaban en su loco ascenso al poder para llegar al lugar que hoy en día ostenta. Un cargo vitalicio, lleno de riquezas, de personas que le otorgan todo con tal de que les auxilie. Uno que jamás dejará ni del que será destituido en virtud de su propia actitud bien cuidada de hombre bueno.
Una de sus ideas más brillantes, donde todos los non gratos eran conducidos a su fin, uno en el que nadie sabría lo ocurrido puesto que el mar era benevolente con los que de la maldad hacían su actividad favorita. Ahí, entre las olas, los cuerpos desaparecían entre los colmillos de los tiburones como un manjar más de la cadena alimenticia que producía tanto bien y que no se preguntaba de dónde provenían.
Sin embargo, ahora su plan se viene abajo por un capitán curioso y que no sólo es un simple curioso, si no que es un sobrenatural. La raza no importa, el pecado no depende de lo que pueda o no hacer la persona en cuestión si no del nacimiento, de la maldición que le corroe las entrañas y le hace por ende, diferente de los demás. Un ente al cual destruir por ese simple hecho: ser distinto de los que le rodean, personas normales que jamás harán el mal a sus congéneres.
Ceguera total, es lo que los "normales" tienen en la cabeza y en sus "correctas" ideologías que les llevan a toda clase de elucubraciones y justificaciones por igual con la finalidad de destruir a todos los que temen, sean una carga para la sociedad. Ignorando u olvidando que alguna vez los sobrenaturales ayudaron a los "normales" en el inicio de los tiempos. Memorias del pasado que jamás volverán al presente y que el mismo Borgia toma para sí, almas torturadas por el terror que el Papa utiliza para sus propósitos creando una fuerte Inquisición como jamás se ha visto, para destruirlos a todos y cada uno.
Toma el vaso que le ofrecen, para beber un poco de su contenido al parecer agotado tras el ataque que le ocasionó la presencia del Brujo ante él. Quizá él sepa más de lo que a simple vista aparenta, quizá él tenga conocimiento del Libro de los Atlantes. Los ojos brillan con mayor intensidad al pensar en eso, observando al hombre con otra perspectiva. Alza la barba con determinación, decidiendo que no puede dejarlo escapar. El simple pensamiento de tener semejante libro lo hace decidir sin temores ni titubeos.
El cáliz es recibido por manos que tiemblan no por el ataque recibido, si no por la idea, el simple pensamiento de por fin tener en sus manos ese valioso cofre de tesoros, cuya única gema es la que desea en su poder. Una que nadie conoce el por qué y jamás permitirá que lo sepan. Se pone en pie dejando el objeto en la mesa al tiempo que sus fosas se expanden una y otra vez.
- Palabras disfrazadas son simplemente eso, no permitiré que abandone el Vaticano en tanto no pueda comprobar sus referencias, por lo que le ofrezco un alojamiento entre nuestras paredes en uno de los complejos de la Inquisición que permitirá que su estancia sea agradable. Llamaré a uno de los míos para que le conduzca y no se preocupe, el que le retengamos no significa que será para siempre, sólo hasta comprobar que sus palabras son auténticas y su preocupación tiene bases sin que nadie tenga que verlo con sospecha.
Decidido lo tiene, no se irá, no hasta que le diga a sus expertos en tortura que no tiene nada que ver con el Libro de los Atlantes. Realizaría incluso las ordalías más horribles con tal de saberlo. De averigüarlo. Costara lo que costara.
Papa Borgia- Humano Clase Alta/Miembro de la Iglesia
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Fecha de inscripción : 01/10/2011
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Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
El salón Papal se convertía rápidamente en una prisión sin salida. Recuerdos de niñez, juventud y adultez vagaban sin sentido en mi mente, desde estar jugando con espadas de madera lustada hasta tener en mis arrugadas manos el timón del barco con el que había vivido casi toda mi vida.
Mis labios estaban sellados, no porque tenía un secreto que proteger, ya de nada valía que hablara, mi voz no se escucharía por un largo tiempo, a menos que cantara alguna canción propia de mis guardianes o creencias. Mis manos se entrelazaban, la zíngara había dejado el establecimiento y como en las peores pesadillas del ser humano, estábamos dos expertos de los engaños, en una misma sala.
Tomé mi bastón y di tres golpecitos, como si mi cuerpo estuviera tenso, nervioso sin sentido de la orientación perdido en un mar de confusión irreal para la mente, real para el cuerpo físico. Estaba perdido, eso lo sabía con sólo mirar los ojos sin vida del hombre anciano que tenía frente. Tomé del cofre mi capa.
- Comienza a hacer frío en la estancia, Su Grandeza.- mencioné con la voz quebrada mientras llamaba a Mareia, pero ella no podía llegar por los símbolos colocados discretamente entre los muros de la Santa Sede. Había alguien que podía atravesarlo, y aparecer como si nada, no era una ilusión, los espíritus también se manifestaban corporéamente, una salida o una solución para que me apresaran.
Visualicé en mi sencilla mente de brujo un cruce de calles, como el que había sido la causa de mi apellido, Do Crucerois, de los cruces. La noche se alzaba a pleno, la luna iluminaba todo y aquel caballero de ojos rojos, bastón, de pies de cabra y manos garroñeras caminaba llegando hasta la versión mental de mí mismo.
" Señor de la noche, disculpe que lo haya molestado. Pero me matarán, no le temo a la muerte pero siento que tengo mucho más que dar todavía, como diría Zaire, todavía no me quieren allá", dije en aquella versión, desesperado.
La lamia, mi guía en la oscuridad sonreía. Tomó su bastón y lo puso en mi hombro.
"Hijo, Mareia no puede hacerse presente pero yo, no conozco de lugares sagrados, soy gitano, fui vampiro y para mí no hay cosa más sagrada que el Mundo Espiritual, el terrenal es sólo una estadía"
En el mundo Terrenal, ante dos espectadores, un brujo, un sacerdote; la lamia se hizo corpóreo.
- Buenos días.- dijo con su tono formal.- Hay muchos muertos allí abajo queridos amigos.
Enfaticé el terror en mi mirada, un buen brujo también aprende a actuar.
-¿ Quíen es usted?.- pregunté entrando en cólera, miedoso era mi aspecto. Miré horrorizado al Santo Pontífice.
- Señor de la noche, para ambos..- nos señaló con su dedo filoso. Se sentó en un trono ficticio y de allí comenzó a contemplar la escena.
" Amelhíon, Hijo, te encerrarán, te torturarás y luego serás premiado. Mas, acuérdate que pronto existirá el Plano Espiritual donde morarás en las calles, protegiendo..."
" ¿ A qué se refiere?", pregunté en mi mente. La lamia sonó siete veces su bastón y desapareció de mi vista, pero no así fue con el Papa Borgia. Ante la acusación indirecta del Papa entoné en voz baja.
- Siete panderos sonaron en Luna llena, espíritu del fuego y la noche. Señor de los misterios, protégeme. Reina de la playa, doncella del mar, mujer morena que canta como sirena, protégeme..- A lo lejos las carcajadas de mis dos guardianes resonaron mostrando que no me abandonarían.
- Haga lo que Olorúm desee.- dije al fin, con la capa sobre mis hombros, mis ojos tapados con el sombrero y mi bastón frente a mis dos pies.
Mis labios estaban sellados, no porque tenía un secreto que proteger, ya de nada valía que hablara, mi voz no se escucharía por un largo tiempo, a menos que cantara alguna canción propia de mis guardianes o creencias. Mis manos se entrelazaban, la zíngara había dejado el establecimiento y como en las peores pesadillas del ser humano, estábamos dos expertos de los engaños, en una misma sala.
Tomé mi bastón y di tres golpecitos, como si mi cuerpo estuviera tenso, nervioso sin sentido de la orientación perdido en un mar de confusión irreal para la mente, real para el cuerpo físico. Estaba perdido, eso lo sabía con sólo mirar los ojos sin vida del hombre anciano que tenía frente. Tomé del cofre mi capa.
- Comienza a hacer frío en la estancia, Su Grandeza.- mencioné con la voz quebrada mientras llamaba a Mareia, pero ella no podía llegar por los símbolos colocados discretamente entre los muros de la Santa Sede. Había alguien que podía atravesarlo, y aparecer como si nada, no era una ilusión, los espíritus también se manifestaban corporéamente, una salida o una solución para que me apresaran.
Visualicé en mi sencilla mente de brujo un cruce de calles, como el que había sido la causa de mi apellido, Do Crucerois, de los cruces. La noche se alzaba a pleno, la luna iluminaba todo y aquel caballero de ojos rojos, bastón, de pies de cabra y manos garroñeras caminaba llegando hasta la versión mental de mí mismo.
" Señor de la noche, disculpe que lo haya molestado. Pero me matarán, no le temo a la muerte pero siento que tengo mucho más que dar todavía, como diría Zaire, todavía no me quieren allá", dije en aquella versión, desesperado.
La lamia, mi guía en la oscuridad sonreía. Tomó su bastón y lo puso en mi hombro.
"Hijo, Mareia no puede hacerse presente pero yo, no conozco de lugares sagrados, soy gitano, fui vampiro y para mí no hay cosa más sagrada que el Mundo Espiritual, el terrenal es sólo una estadía"
En el mundo Terrenal, ante dos espectadores, un brujo, un sacerdote; la lamia se hizo corpóreo.
- Buenos días.- dijo con su tono formal.- Hay muchos muertos allí abajo queridos amigos.
Enfaticé el terror en mi mirada, un buen brujo también aprende a actuar.
-¿ Quíen es usted?.- pregunté entrando en cólera, miedoso era mi aspecto. Miré horrorizado al Santo Pontífice.
- Señor de la noche, para ambos..- nos señaló con su dedo filoso. Se sentó en un trono ficticio y de allí comenzó a contemplar la escena.
" Amelhíon, Hijo, te encerrarán, te torturarás y luego serás premiado. Mas, acuérdate que pronto existirá el Plano Espiritual donde morarás en las calles, protegiendo..."
" ¿ A qué se refiere?", pregunté en mi mente. La lamia sonó siete veces su bastón y desapareció de mi vista, pero no así fue con el Papa Borgia. Ante la acusación indirecta del Papa entoné en voz baja.
- Siete panderos sonaron en Luna llena, espíritu del fuego y la noche. Señor de los misterios, protégeme. Reina de la playa, doncella del mar, mujer morena que canta como sirena, protégeme..- A lo lejos las carcajadas de mis dos guardianes resonaron mostrando que no me abandonarían.
- Haga lo que Olorúm desee.- dije al fin, con la capa sobre mis hombros, mis ojos tapados con el sombrero y mi bastón frente a mis dos pies.
Invitado- Invitado
Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
Sus pies se dirigen hacia la mesita donde una campanilla descansa sin ser utilizada, especial para llamar a quien necesita dependiendo del sonido en particular, una clave inventada por Borgia y algunos de los Inquisidores que hacen las funciones de sus guardaespaldas ocultos en las fuerzas armadas del Vaticano, pero lo suficientemente cerca como para no fallar. Los eligió con ayuda de Juliet, de Paulette y Lorenzo con esa finalidad, pero sobre todo a los sobrenaturales que le ayudarían en caso de que se encontrara en un momento como el que ahora mismo acontece.
Este hombre no es un ser humano, así que no pueden llevárselo cualquier tipo de guardias. Necesita a aquéllos que puedan contenerlo, neutralizarlo o inclusive (ojalá no se dé el caso), matarlo. Su ansiedad y nerviosismo lo acusan como un posible culpable, pero muchos están así en el instante que se les habla de que serán apresados, por lo que aún tiene dudas sobre su verdadera cara. Sean peras o sean manzanas, se quedará con él, no permitirá que se le deslice entre las manos hasta que sus torturadores no saquen la verdad de sus labios.
Juliet en cambio está actuando el acomodarse para dormir, pero sus ojos no dejan de observar al anciano que ahora finge tener frío. La estancia es caldeada, por lo que sus ojos se fijan en la capa buscando algún indicio de una posible habilidad o bien, un poder mágico. De momento no logra vislumbrar nada, pero eso no significa que Borgia no esté en peligro. Hablando del Papa, éste asiente tras lanzarle una mirada de reojo a la gata observando su lomo levemente erizado. Nadie que no la conozca captaría ese detalle tan insignificante, pero que para Alejandro II es fundamental porque le indica que algo está mal, así que se prepara para cualquier eventualidad.
La aparición de la Lamia provoca dos reacciones, la primera en el Papa que al verla da un paso atrás, tomando de inmediato lo que parece ser una caja de tinta que sin embargo, no es otra cosa que un contenedor de talismanes contra esta clase de engendros y más. Este es un mundo de sobrenaturales y no estar preparado es una locura, más si es el Sumo Pontífice y alguien como Alejandro II por lo que se aleja un tanto de la aparición que seguro invocó este brujo, conoce de casos parecidos y son los que manejan la magia capaces de atraer entes como éste que en el Vaticano se tacharía perfectamente de un engendro del diablo. Una pésima elección si le piden opinión al Papa porque ahora no sólo le retendrá contra su voluntad, si no que le acusará de satanista y demás cargos que le impedirán escapar de la Inquisición.
Juliet en cambio, salta directa hacia el brujo para apresarlo sin la menor de las dudas, en tanto el Papa suena la campanilla llamando a todos los Inquisidores cercanos, no importando si son humanos o sobrenaturales al tiempo que encara a la bestia con palabras de poder y que buscan evitar cualquier tipo de daño hacia su persona. Juliet puede defenderse sola y en caso de no hacerlo, no importa. Ya encontrará a quien la supla. Sin embargo, él no puede morir de ninguna forma, por lo que continúa recitando los versos en arameo que servirán para exorcizar a este engendro fuera del Vaticano. Ya hablará en su oportunidad con los brujos para que hagan algo y eviten que regrese.
El capitán mientras tanto, tiene ante sí a una hermosa mujer de ojos azules y cabellos castaños con reflejos rojizos que le mira con intensidad, al tiempo que aprieta más los brazos tras las espalda, colocándole boca abajo con firmeza no exenta de violencia, es bastante fuerte a pesar de su condición física y al mismo tiempo experimentada. ¿Cuántos de sus congéneres no habrán sufrido la misma suerte que ahora corre el brujo con ella? No parece tener piedad y de verdad que no la siente, semejante estupidez ha cometido este hombre que en su intento de ser bondadoso se ha echado la soga al cuello, si no es que el mismo Papa ordena su ejecución en el fuego.
- Vete de aquí engendro - brama Alejandro cuando termina de recitar los versos - te lo ordeno - y al tiempo que termina de decir esas palabras, dos inquisidores más entran por la puerta para auxiliar al Sumo Pontífice y a la cambiaformas, uno de ellos apoya al Papa en su exorcismo y el otro a la cambiaformas sujetando a Amelhión, desprendiéndolo de su bastón y su capa para evitar cualquier otra sorpresa, enunciando palabras que le detendrán y mantendrán cautivo. La jugada le sale cara al brujo, sobre todo porque ahora será enviado a los calabozos de los cuales pocos han salido.
Este hombre no es un ser humano, así que no pueden llevárselo cualquier tipo de guardias. Necesita a aquéllos que puedan contenerlo, neutralizarlo o inclusive (ojalá no se dé el caso), matarlo. Su ansiedad y nerviosismo lo acusan como un posible culpable, pero muchos están así en el instante que se les habla de que serán apresados, por lo que aún tiene dudas sobre su verdadera cara. Sean peras o sean manzanas, se quedará con él, no permitirá que se le deslice entre las manos hasta que sus torturadores no saquen la verdad de sus labios.
Juliet en cambio está actuando el acomodarse para dormir, pero sus ojos no dejan de observar al anciano que ahora finge tener frío. La estancia es caldeada, por lo que sus ojos se fijan en la capa buscando algún indicio de una posible habilidad o bien, un poder mágico. De momento no logra vislumbrar nada, pero eso no significa que Borgia no esté en peligro. Hablando del Papa, éste asiente tras lanzarle una mirada de reojo a la gata observando su lomo levemente erizado. Nadie que no la conozca captaría ese detalle tan insignificante, pero que para Alejandro II es fundamental porque le indica que algo está mal, así que se prepara para cualquier eventualidad.
La aparición de la Lamia provoca dos reacciones, la primera en el Papa que al verla da un paso atrás, tomando de inmediato lo que parece ser una caja de tinta que sin embargo, no es otra cosa que un contenedor de talismanes contra esta clase de engendros y más. Este es un mundo de sobrenaturales y no estar preparado es una locura, más si es el Sumo Pontífice y alguien como Alejandro II por lo que se aleja un tanto de la aparición que seguro invocó este brujo, conoce de casos parecidos y son los que manejan la magia capaces de atraer entes como éste que en el Vaticano se tacharía perfectamente de un engendro del diablo. Una pésima elección si le piden opinión al Papa porque ahora no sólo le retendrá contra su voluntad, si no que le acusará de satanista y demás cargos que le impedirán escapar de la Inquisición.
Juliet en cambio, salta directa hacia el brujo para apresarlo sin la menor de las dudas, en tanto el Papa suena la campanilla llamando a todos los Inquisidores cercanos, no importando si son humanos o sobrenaturales al tiempo que encara a la bestia con palabras de poder y que buscan evitar cualquier tipo de daño hacia su persona. Juliet puede defenderse sola y en caso de no hacerlo, no importa. Ya encontrará a quien la supla. Sin embargo, él no puede morir de ninguna forma, por lo que continúa recitando los versos en arameo que servirán para exorcizar a este engendro fuera del Vaticano. Ya hablará en su oportunidad con los brujos para que hagan algo y eviten que regrese.
El capitán mientras tanto, tiene ante sí a una hermosa mujer de ojos azules y cabellos castaños con reflejos rojizos que le mira con intensidad, al tiempo que aprieta más los brazos tras las espalda, colocándole boca abajo con firmeza no exenta de violencia, es bastante fuerte a pesar de su condición física y al mismo tiempo experimentada. ¿Cuántos de sus congéneres no habrán sufrido la misma suerte que ahora corre el brujo con ella? No parece tener piedad y de verdad que no la siente, semejante estupidez ha cometido este hombre que en su intento de ser bondadoso se ha echado la soga al cuello, si no es que el mismo Papa ordena su ejecución en el fuego.
- Vete de aquí engendro - brama Alejandro cuando termina de recitar los versos - te lo ordeno - y al tiempo que termina de decir esas palabras, dos inquisidores más entran por la puerta para auxiliar al Sumo Pontífice y a la cambiaformas, uno de ellos apoya al Papa en su exorcismo y el otro a la cambiaformas sujetando a Amelhión, desprendiéndolo de su bastón y su capa para evitar cualquier otra sorpresa, enunciando palabras que le detendrán y mantendrán cautivo. La jugada le sale cara al brujo, sobre todo porque ahora será enviado a los calabozos de los cuales pocos han salido.
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Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
Venía aquella noche,
por el centro de la calle,
y encontré azolado a un guardían,
que apareció,
Era el guardían que bloquea los cruces de la calle,
Yo pregunté ¿ De quíen se trataba?
El me dijo:
Soy ,dueño de la calle,de la magia y de las almas
Yo pregunté¿ De quíen se trataba?
El me dijo:
Soy, Amelhíon Do Crucerois.
Si usted es hijo de la magia,
comprenderá mi carcajada
pues soy yo, Amelhíon Do Crucerois.
por el centro de la calle,
y encontré azolado a un guardían,
que apareció,
Era el guardían que bloquea los cruces de la calle,
Yo pregunté ¿ De quíen se trataba?
El me dijo:
Soy ,dueño de la calle,de la magia y de las almas
Yo pregunté¿ De quíen se trataba?
El me dijo:
Soy, Amelhíon Do Crucerois.
Si usted es hijo de la magia,
comprenderá mi carcajada
pues soy yo, Amelhíon Do Crucerois.
El tiempo había llegado y por mucho que mi corazón doliera, sabría como ésto terminaría, no es que sea un gran brujo, era simple, vendrían por mí, todo se acabaría y lo que era peor, al pisar Roma más precisamente la Ciudad del Vaticano, sabía, sentía y juraba que no saldría con vida. Las palabras de la morena resonaban en mi cabeza, y con mis actos me había ejecutado.
Con lágrimas en mis ojos, noté la expresión del Santo Pontífice. Sentía que todo se alejaba de mi cuerpo, las emociones, los conocimientos, no podía hacer nada.
Hombres que más tarde conocería mejor y no en una reunión precisamente, me tomaron del brazo, impidiendo algún movimiento, fui despojado de mi capa, de mi sombrero y de mi bastón. No era justo, sólo eran trapos pero para mí tenían un valor inmensurable, incluso para alguien ajeno a la magia una vestimenta podía ser una salvación. Apareciendo a mi vista la Lamia me guiñó el ojo,y comenzó a girar dando vueltas por encima de todos, las almas se despegaban del suelo como en una pesadilla infantil y él largaba aullidos como de lobo.
- Cuando toquen la medianoche de siete veces siete, Amelhíon Giovannis Do Crucerois serás un guardían...- dijo la Lamia con su voz perfectamente señorial.
Aún estando al borde de la muerte, tenía en mi rostro una sonrisa, no me iban a ver llorar, no me iban a ver quebrarme, antes, muerto. En el piso, vencido murmuré.- Cuando muera, porque lo haré no soy ingenuo.- dije con mi voz algo ahogada por el peso de los sujetos.- Antes de ir a la hoguera, devuélvame mi capa y mi bastón. Quiero morir con dignidad y usted será considerado un héroe.- largué una carcajada tan fuerte que la mujer que tenía arriba mío aprisionando mis pulmones dio un pequeño salto. Nadie comprendía el porque de mis carcajadas, no era nada gracioso era parte de mi alma que se extendía por todos los lugares y volvía a mi cuerpo.
A lo lejos Mareia lloraba una canción de cuna, la podía ver con claridad. Vlamerth luchaba con su porte de gran señor, pero sus aullidos eran desesperantes. Ersébeth, comenzó a aparecer más visible que otras veces, vestía de blanco, su capelina sólo dejaba entrever sus labios de princesa.
- Eu sou guardían de los cruzeiros, trabalho sempre na rúa, eu sou guardían de la magia, eu sou guardían Do Crucerois.- pude decir antes de que un fuerte golpe en la cabeza me dejara inconsciente.
Con lágrimas en mis ojos, noté la expresión del Santo Pontífice. Sentía que todo se alejaba de mi cuerpo, las emociones, los conocimientos, no podía hacer nada.
Hombres que más tarde conocería mejor y no en una reunión precisamente, me tomaron del brazo, impidiendo algún movimiento, fui despojado de mi capa, de mi sombrero y de mi bastón. No era justo, sólo eran trapos pero para mí tenían un valor inmensurable, incluso para alguien ajeno a la magia una vestimenta podía ser una salvación. Apareciendo a mi vista la Lamia me guiñó el ojo,y comenzó a girar dando vueltas por encima de todos, las almas se despegaban del suelo como en una pesadilla infantil y él largaba aullidos como de lobo.
- Cuando toquen la medianoche de siete veces siete, Amelhíon Giovannis Do Crucerois serás un guardían...- dijo la Lamia con su voz perfectamente señorial.
Aún estando al borde de la muerte, tenía en mi rostro una sonrisa, no me iban a ver llorar, no me iban a ver quebrarme, antes, muerto. En el piso, vencido murmuré.- Cuando muera, porque lo haré no soy ingenuo.- dije con mi voz algo ahogada por el peso de los sujetos.- Antes de ir a la hoguera, devuélvame mi capa y mi bastón. Quiero morir con dignidad y usted será considerado un héroe.- largué una carcajada tan fuerte que la mujer que tenía arriba mío aprisionando mis pulmones dio un pequeño salto. Nadie comprendía el porque de mis carcajadas, no era nada gracioso era parte de mi alma que se extendía por todos los lugares y volvía a mi cuerpo.
A lo lejos Mareia lloraba una canción de cuna, la podía ver con claridad. Vlamerth luchaba con su porte de gran señor, pero sus aullidos eran desesperantes. Ersébeth, comenzó a aparecer más visible que otras veces, vestía de blanco, su capelina sólo dejaba entrever sus labios de princesa.
- Eu sou guardían de los cruzeiros, trabalho sempre na rúa, eu sou guardían de la magia, eu sou guardían Do Crucerois.- pude decir antes de que un fuerte golpe en la cabeza me dejara inconsciente.
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Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
La situación estaba siendo controlada, ese monstruo daba muestras de ser vencido o bien, en el peor de los casos ahuyentado por los rezos del Papa y del Inquisidor que ahora mismo ejecutaban el exorcismo. Lento, pero seguro, esa bestia infernal va desapareciendo tras dar una muestra de su poder de precognición. ¿Moriría el brujo? Seguro si no le da la información que el Sumo Pontífice requiere para su investigación. Mientras tanto, entre giros de esa aparición, donde el frio de los espíritus cercanos se hace sentir obligando a Alejandro y el otro hombre a entonar con más fuerza los rezos, imponiendo su fuerza espiritual y de voluntad para no salir corriendo en tanto los aullidos se entremezclan con los gritos de Juliet y el otro soldado que evitan que el brujo escape.
La cambiaformas se hace atrás en tanto las risas del Brujo la sacan de balance por un breve lapso de tiempo, gruñe y regresa a su posición al escuchar los rezos de aquél que provoca semejante espectáculo. Una mirada a su compañero y el golpe recae sobre la cabeza del anciano sin que Juliet se haya perdido una sola de sus palabras, para grabarlas en su mente a sabiendas que serán importantes en caso de que sea un hechizo o bien, una advertencia velada. Lo hablará con algún condenado para obtener respuestas en tanto lento, pero seguro la bestia infernal va alejándose de ahí llevándose esos alaridos que causan que la piel se erize y los corazones se detengan de miedo.
Aunado el viento con los espíritus que se encuentran en el Vaticano, todos ven cómo el vaho emana de sus bocas en un claro testimonio de la maldad derramada en la Santa Sede. El Papa da una indicación al Inquisidor que le apoyaba para que salga a buscar a un brujo y domine la situación, se asegure de que esa presencia no vuelva a introducirse con tanta facilidad en lo que deja su cofre en el lugar designado para ello y toma asiento, cerrando los ojos llevándose la mano a la frente. Ya está viejo para estas tonterías, pero quedó constatado con su actuar que sigue siendo fuerte para algunos menesteres.
No sabe cuáles serán las consecuencias de los actos de este brujo, pero seguro muchos pedirán su quema en la hoguera en cuanto sepan la magnitud de lo que ha acontecido. Pocos logran invocar a semejante esperpento en el interior de la Santa Sede inclusive, dejarlo vivo sería una incompetencia porque el nivel de su magia puede aumentar y convertirse en un ente mucho más peligroso de lo que ya es. Tienen que matarlo, pero antes de ello ordena a los Inquisidores llevárselo.
Toma con manos temblorosas un vaso y lo llena a la mitad de agua para beber con labios resecos, no es suficiente para saciar su sed, así que con dificultad, débil por el esfuerzo que ha sido el desterrar esa amenaza del recinto, con piernas adoloridas, toma un contenedor y vacía su contenido en la copa. Vino tinto, una reserva sólo para el Santo Padre para casos como éste. Da un pequeño trago regresando a la silla y cierra los ojos, echando atrás del respaldo la espalda, con la cara orientada al techo. Aspira profundo y suelta el aire en tanto escucha a Juliet dar la indicación de no sacar al brujo si no es con la escolta más adecuada.
Permanece ahí por espacio de diez minutos, en esa posición sin que nadie le moleste sabiendo que el Santo Padre ha realizado una de sus acciones denominadas milagrosas: solo contuvo a un demonio hasta que un inquisidor le ayudó a desterrarlo, eso no lo hace cualquier persona. Sólo el Papa tiene tanto poder, tiene la fe suficiente y está tocado por la divinidad para lograr semejante proeza. Ahora tiene que descansar. Tras ese tiempo, Alejandro II se endereza, bebe el resto de su copa y se pone en pie lo justo para ver cómo una comitiva de varios sobrenaturales se lleva consigo al capitán. No es necesario que les indique lo peligroso que es, los aliados que puede tener, por lo que le lanza una última mirada antes de que Juliet salga tras ellos, llevando la capa, el bastón y sombrero del hereje consigo. Seguro va a tirarlos, por lo que no le indica nada. Sólo pide que le avisen en qué celda estará pues le hará una visita.
Cuando despierte ese sobrenatural se encontrará con la "hospitalidad de la casa" entre ratas, humedad, trapos sucios y llenos de piojos que hacen las funciones de mantas para dormir, una celda oscura y lúgubre, un orinal y nada más. La comida es gourmet consistente en pan rancio y agua. No le dará ninguna concesión si no se atreve a abrir la boca y aunque lo haga, su destino es la muerte. Ahí Alejandro II no tiene ninguna oportunidad de computarle la pena tras su espectáculo de engendros del mal. Eso le pasa por jugar a ser el invencible y el iluso. Pobre idiota. Que en los infiernos se refunda en medio del fuego que lo castigará por y para siempre. Amén.
La cambiaformas se hace atrás en tanto las risas del Brujo la sacan de balance por un breve lapso de tiempo, gruñe y regresa a su posición al escuchar los rezos de aquél que provoca semejante espectáculo. Una mirada a su compañero y el golpe recae sobre la cabeza del anciano sin que Juliet se haya perdido una sola de sus palabras, para grabarlas en su mente a sabiendas que serán importantes en caso de que sea un hechizo o bien, una advertencia velada. Lo hablará con algún condenado para obtener respuestas en tanto lento, pero seguro la bestia infernal va alejándose de ahí llevándose esos alaridos que causan que la piel se erize y los corazones se detengan de miedo.
Aunado el viento con los espíritus que se encuentran en el Vaticano, todos ven cómo el vaho emana de sus bocas en un claro testimonio de la maldad derramada en la Santa Sede. El Papa da una indicación al Inquisidor que le apoyaba para que salga a buscar a un brujo y domine la situación, se asegure de que esa presencia no vuelva a introducirse con tanta facilidad en lo que deja su cofre en el lugar designado para ello y toma asiento, cerrando los ojos llevándose la mano a la frente. Ya está viejo para estas tonterías, pero quedó constatado con su actuar que sigue siendo fuerte para algunos menesteres.
No sabe cuáles serán las consecuencias de los actos de este brujo, pero seguro muchos pedirán su quema en la hoguera en cuanto sepan la magnitud de lo que ha acontecido. Pocos logran invocar a semejante esperpento en el interior de la Santa Sede inclusive, dejarlo vivo sería una incompetencia porque el nivel de su magia puede aumentar y convertirse en un ente mucho más peligroso de lo que ya es. Tienen que matarlo, pero antes de ello ordena a los Inquisidores llevárselo.
Toma con manos temblorosas un vaso y lo llena a la mitad de agua para beber con labios resecos, no es suficiente para saciar su sed, así que con dificultad, débil por el esfuerzo que ha sido el desterrar esa amenaza del recinto, con piernas adoloridas, toma un contenedor y vacía su contenido en la copa. Vino tinto, una reserva sólo para el Santo Padre para casos como éste. Da un pequeño trago regresando a la silla y cierra los ojos, echando atrás del respaldo la espalda, con la cara orientada al techo. Aspira profundo y suelta el aire en tanto escucha a Juliet dar la indicación de no sacar al brujo si no es con la escolta más adecuada.
Permanece ahí por espacio de diez minutos, en esa posición sin que nadie le moleste sabiendo que el Santo Padre ha realizado una de sus acciones denominadas milagrosas: solo contuvo a un demonio hasta que un inquisidor le ayudó a desterrarlo, eso no lo hace cualquier persona. Sólo el Papa tiene tanto poder, tiene la fe suficiente y está tocado por la divinidad para lograr semejante proeza. Ahora tiene que descansar. Tras ese tiempo, Alejandro II se endereza, bebe el resto de su copa y se pone en pie lo justo para ver cómo una comitiva de varios sobrenaturales se lleva consigo al capitán. No es necesario que les indique lo peligroso que es, los aliados que puede tener, por lo que le lanza una última mirada antes de que Juliet salga tras ellos, llevando la capa, el bastón y sombrero del hereje consigo. Seguro va a tirarlos, por lo que no le indica nada. Sólo pide que le avisen en qué celda estará pues le hará una visita.
Cuando despierte ese sobrenatural se encontrará con la "hospitalidad de la casa" entre ratas, humedad, trapos sucios y llenos de piojos que hacen las funciones de mantas para dormir, una celda oscura y lúgubre, un orinal y nada más. La comida es gourmet consistente en pan rancio y agua. No le dará ninguna concesión si no se atreve a abrir la boca y aunque lo haga, su destino es la muerte. Ahí Alejandro II no tiene ninguna oportunidad de computarle la pena tras su espectáculo de engendros del mal. Eso le pasa por jugar a ser el invencible y el iluso. Pobre idiota. Que en los infiernos se refunda en medio del fuego que lo castigará por y para siempre. Amén.
Papa Borgia- Humano Clase Alta/Miembro de la Iglesia
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Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
No hay peor cosa que pretender ser alguien que no eres. La planta no
pretende ser pez ni el pez pretender ser lavanda y así como aquellas
creaciones de Olorum son sagradas y no pretenden ser de otra forma, los
brujos somos brujos, con nuestros defectos y virtudes, con la magia como
madre y el misterio como padre. Somos nosotros quíenes abrimos las
puertas de lo desconocido, los que no somos completamente humanos pero
tampoco somos inmortales, somos los incrompendidos. Era normal aquella
actitud del Santo Pontífice, no esperaba otra y así se debía hacer. Si
partía, lo haría como el Jefe Brujo que soy, no le temo, ni a él, ni a
sus demonios, ni al fuego.
pretende ser pez ni el pez pretender ser lavanda y así como aquellas
creaciones de Olorum son sagradas y no pretenden ser de otra forma, los
brujos somos brujos, con nuestros defectos y virtudes, con la magia como
madre y el misterio como padre. Somos nosotros quíenes abrimos las
puertas de lo desconocido, los que no somos completamente humanos pero
tampoco somos inmortales, somos los incrompendidos. Era normal aquella
actitud del Santo Pontífice, no esperaba otra y así se debía hacer. Si
partía, lo haría como el Jefe Brujo que soy, no le temo, ni a él, ni a
sus demonios, ni al fuego.
La oscuridad gobernaba todo a su paso, todo era oscuro y desierto. Un hombre vestido de rojo y negro, con sombrero negro y bastón se presentó ante mí. Estábamos en medio del cruce de las calles, cuatro direcciones se abrían ante nosotros y sin temor hice una reverencia. Mi cuerpo estaba libre de ataduras, me sentía renovado, tenía la extraña confianza que uno tiene en su juventud.
Me acerqué a él. Apretó mi mano congelada, sonrió mostrando sus incisivos dientes felinos.- Cuando toque la medianoche de siete ferias, usted será guardían.- completó aquel espíritu.
- No comprendo, antes me habían dicho que era siete veces siete...- dije algo aturdido y
comencé a pensar que era un sueño por la niebla que se levantaba a nuestro alrededor.
- Verás, Vlamerth se refirió a que al partir, mi querido hijo, serás un oscurecido durante siete noches, vagarás por los lugares de tu infancia y no podrás relacionarte con nadie más que no sea un espíritu, especialmente con el que te ayudará en ésta línea. Luego
de ese tiempo, serás guardían, lo que en África, se lo conoce con el nombre de...- se llevó la mano enguantada a la barbilla. Pensativo.
- Se lo conoce con el nombre de eshú.- proncuncié cada palabra con lentitud. Él sonrió, demostrando que me encontraba en lo cierto.
- Así es, cuando partas... en ese momento, sabrás tu nombre espiritual. ¿ O tú crees que Mareia cuando vivía se llamaba así, o Vlamerth, cuando vivía se llamaba así?.- Largó una carcajada, tomó el bastón y lo elevó hacia donde las estrellas parecían ser pequeños destellos de la madera de aquel objeto. Y así, como si se tratara de un espejismo desapareció, hundiéndome en la oscuridad.
Abrí mis ojos. Mis párpados temblaban por el golpe que había recibido, si bien no tenía sangre en mi cabeza, sabía que tenía un fuerte golpe y lo que era peor no podía hacer un hechizo para curarme, ya no podía.
Cerré mis ojos, concentrándome en la luz y en mi cabeza herida, el dolorparecía eliminarse, era cierto que todavía podía realizar hechizos con ese, pero eso no podría ser siempre así. No había nadie que pudiera neutralizar mis habilidades, pero si mi cuerpo estaba totalmente herido, o con una dolencia superior, me sería muy díficil mantener el hechizo.
El olor putrefacto a sangre seca, a todo los desechos productos del ser humano golpeaba con firmeza mis sentidos. Abrí mis ojos lentamente y con un gran esfuerzo logré ponerme de pie. Una rata negra, producto de la naturaleza aunque por su tamaño parecía un monstruo de aquellos que asustan a los infantes. Acaricié su lomo áspero y ésta me miró.
- ¡ Vaya Vaya!.- gritó una asquerosa voz conocida.
- Vladimyro.- Mi voz resonó entre aquellas angostas paredes. El gitano estaba al otro lado de mi celda, podía ver su colgante de oro con una escrutura antigua.
- Pero miren lo que trajo la marea, Amelhíon Giovannis Do Crucerois. Tan brujo que eras hermano... ¿ Dónde está Mareia y esa Lamia tuya?..¿ Dónde están esos Orishás que tanto proteges?... Te informo...que no están aquí Amel.
Enfurecido golpe al hombre que no tenía ni orgullo gitanesco, no era más que una sucia rata portuaria. Mi mano resonó entre las celdas. Sus risas bufonescas me ponían mis ya viejos nervios de punta.
- Cállate Vladimyro. Ellos siguen estando, fui yo quien se forjó éste destino. No seré un cobarde, soy brujo, y no tengo miedo de decirlo a los cuatros vientos, ni de día, ni al cielo... ni mucho menos al mar.- El gitano reculó hacia atrás y solitario apoyó su espalda en una esquina paralela a mi celda. Desde allí sus ojos no apartaban su atención de mis acciones. Encima de todo, tendría que soportar a aquel engendro.
Lentamente, comencé a girar en esa oscura habitación, sentía como el viento agitaba mi espíritu, que ahora se elevaba. Largué un aullido, pero era yo no Vlamerth, luego una carcajada de ultratumba que hizo que los soldados se acercaran a mi celda, pero ninguna de ellos podía pararme.
Detrás de ellos, un brujo joven, vestido de negro, se acercó a la pared y con tiza dibujó un pentagrama.¡ Desde cuando un brujo celta le falta el respeto a un Jefe Brujo!, claro desde que el pánico gobierna su cuerpo y alma. Tomó una bonita daga con una perla roja en la empuñadura, me sujetó del brazo parando los giros.
- Sé lo que hacés. No te elevarás ni llamarás a ningún espíritu.- dijo mientras cortaba mi mano derecha con aquella daga. Mi sangre roja, brotaba desde el interior de mi cuerpo, haciendo mi brazo y en el suelo un pequeño río de sangre. Mientras tanto, los soldados completamente humanos se llevaban a Vladimyro, quien soltaba maldiciones a todo quien lo tocara.
A lo lejos, la monarquí insólita de una Fé se aproximaba junto a un séquito. ¡Vaya día, noche y madrugada!.
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Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
Soy el verdugo de los sobrenaturales,
pero cuando uno de ellos se porta de forma irracional
es cuando me pregunto si estoy haciendo bien o mal.
pero cuando uno de ellos se porta de forma irracional
es cuando me pregunto si estoy haciendo bien o mal.
*Acontecimientos sucedidos un día antes de que Juliet parta a París, donde se encuentra a Lorenzo Lombardi y se compromete con él*
En casa, Juliet mira las ropas que le quitaron al brujo. Ella misma se encargó de que nadie se las llevara tras las palabras del viejo. Es en ocasiones como ésta, cuando no entiende por qué los sobrenaturales se entregan, que en su corazón una sombra se planta sin que pueda hacer nada para evitarlo. Se dirige para darse un baño pensativa, al otro día tendrá que ir a París, estará alejada de todo el proceso, pero vamos que cuál tendría este pobre anciano.
Un brujo, estaban casi seguros de ello por el tipo de vestimenta y, ahora Juliet sabe su verdadera personalidad. Era nada más y nada menos que el brujo que tantas veces se le escapara en su embarcación, pero fue a pelear y pedir por todos aquéllos personajes que la propia Juliet ajusticiara. En momentos como éste, su voluntad de ser una Inquisidora flaquea. Ella no manda a la muerte a cualquier sobrenatural, si no a todos aquéllos a los que se les comprueba una muerte con alevosía y ventaja. En venganza. Aunque la Líder de la Quinta Facción mira al techo preguntándose cuándo la organización se volteará en su contra. Quizá en el instante que el Papa muera o quizá antes, cuando éste note que ya no le sirve de nada.
Se pasa las manos por la frente echándose agua tibia en tanto lava todo su cuerpo. En estos momentos está sola, no tiene a absolutamente nadie en su vida. Se pone en pie y con rapidez viste su cuerpo con un vestido azul oscuro con aplicaciones en color gris claro, buscaba siempre que sus prendas resaltaran. Se arregla el cabello con cuidado y cuando está lista, ordena que preparen su carruaje para, tras comer, ir a la Inquisición llevando entre sus manos un cofre.. Ahí se dirige a su despacho, manda a un Inquisidor a por su jarra de leche y decide hacer una visita a los calabozos.
Es tan lúgubre que no puede evitar un estremecimiento, uno de sus miedos es justamente un día ser metida en un lugar así del cual jamás salir a menos que sea para ser llevada la hoguera. Siempre se dice que antes de eso, morirá, pero sus miedos siguen ahí. No hay nada que los mueva, hasta que escucha los exabruptos que el brujo ha hecho. Ordena les dejen solos y baja con cuidado a la celda, para mirarle fijamente. Los orbes de Juliet reflejan frialdad, pero en lo profundo, un sentimiento de pena y tristeza.
- Debería no hacer más grande su condena ¿Acaso lo que quiere es morir? - trae una silla colocándola frente a la celda para tomar asiento y sobre su regazo, el cofre es puesto - No entiendo, ¿Para qué arriesgarse tanto?
Un brujo, estaban casi seguros de ello por el tipo de vestimenta y, ahora Juliet sabe su verdadera personalidad. Era nada más y nada menos que el brujo que tantas veces se le escapara en su embarcación, pero fue a pelear y pedir por todos aquéllos personajes que la propia Juliet ajusticiara. En momentos como éste, su voluntad de ser una Inquisidora flaquea. Ella no manda a la muerte a cualquier sobrenatural, si no a todos aquéllos a los que se les comprueba una muerte con alevosía y ventaja. En venganza. Aunque la Líder de la Quinta Facción mira al techo preguntándose cuándo la organización se volteará en su contra. Quizá en el instante que el Papa muera o quizá antes, cuando éste note que ya no le sirve de nada.
Se pasa las manos por la frente echándose agua tibia en tanto lava todo su cuerpo. En estos momentos está sola, no tiene a absolutamente nadie en su vida. Se pone en pie y con rapidez viste su cuerpo con un vestido azul oscuro con aplicaciones en color gris claro, buscaba siempre que sus prendas resaltaran. Se arregla el cabello con cuidado y cuando está lista, ordena que preparen su carruaje para, tras comer, ir a la Inquisición llevando entre sus manos un cofre.. Ahí se dirige a su despacho, manda a un Inquisidor a por su jarra de leche y decide hacer una visita a los calabozos.
Es tan lúgubre que no puede evitar un estremecimiento, uno de sus miedos es justamente un día ser metida en un lugar así del cual jamás salir a menos que sea para ser llevada la hoguera. Siempre se dice que antes de eso, morirá, pero sus miedos siguen ahí. No hay nada que los mueva, hasta que escucha los exabruptos que el brujo ha hecho. Ordena les dejen solos y baja con cuidado a la celda, para mirarle fijamente. Los orbes de Juliet reflejan frialdad, pero en lo profundo, un sentimiento de pena y tristeza.
- Debería no hacer más grande su condena ¿Acaso lo que quiere es morir? - trae una silla colocándola frente a la celda para tomar asiento y sobre su regazo, el cofre es puesto - No entiendo, ¿Para qué arriesgarse tanto?
Tamina Juliet Borgia- Condenado/Cambiante/Clase Alta
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Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
Eu no sabia,
que éste guardían es meu amigo leal,
eu no sabia,
que éste guardían es meu amigo leal,
eu no sabia,
Estaba mágicamente hablando muerto. Y lo que era peor, Vladimyro ya había dejado éste mundo, lo sentía, su espíritu vinculado al mío, había dejado de aparecerme como en recuerdos, ya no era más que una ilusión, era ya un ser del otro plano, ajeno todavía a mí.
El brujo se quedó sentado a mi lado, mientras terminaba el conjuro.
-Nombre completo.- dijo el brujo joven y celta. Se notaba aquellos reflejos blanquecinos en su cabello, sus ojos de verde esmeralda pasaban a negros, encima me encontraba frente a un brujo de magia negra. Cerré mis ojos, y fruncí mis labios.- Habla, os ordeno.- murmuró apuntando mi cuello con la daga. Sentía su acero en mi piel ya arrugada por los años, por el mar, y por todo lo que llevaba a que mi historia de vida me condenara hoy, en ésta celda, bajo éste hechicero de calaña dudosa.- ¿No vas a hablar, viejo?.- dijo el verdugo de mi magia, quien podría dormir mis habilidades.- Nombre completo.- apresuró el hombre. Sonreí y comencé a cantar, aquel punto que me identificaría tiempo más tarde, cuando, según mi padre sería el guardían de los cruces, abriría y cerraría los caminos de cualquier ser.
- Alaroyè eshu, amojibá e aquí a Fecha rúas.
Soltó un alarido.
- Así que, posees la magia africana, viejo brujo.- dijo para sí mismo. Tomó dos velas negras y las puso a mis costados. Las prendío y me puso a su voluntad, lo sabía, mi cuerpo estaba anesteciado, fuera de sí.- Nombre completo.- ordenó.
- Amelhíon Giovannis Do Crucerois.- respondí con mi voz hecha un fino hilo de comunicación. El brujo pareció sorprenderse.
- ¿ Qué hace señor Do Crucerois aquí?.- preguntó reculando hacia atrás.- Usted salvó a mi madre, hace tiempo atrás, recuerda...¿ La bruja albina?.- Apagó las velas, desarmó el pentagrama como pudo, e hizo dos tajos con su daga sobre mi mano.- Tendrá que perdonarme por derramar su sangre, mas es preciso que lo haga.
- Estoy por defender mi naturaleza.- respondí tajante.- La vida es así, no queda otra bonita opción somos de esa forma, somos brujos y cada uno escoje su camino, yo hace cuarenta años lo elegí y aqui estoy, no te creas que tendrás un mejor fin que el mío puesto que los hombres no reconocen el por qué de nuestra existencia.
El joven brujo comenzó a llorisquear, puse mi mano ensangretanda sobre su capa, dándole consuelo.
- Salve Do Crucerois.- dijo mientras un guardia le abría la puerta enrrejada.
Me senté mirando mis nudillos, sin darme cuenta, una mujer se había sentado frente a mí.
Sonreí de medio lado, era una chiquilla y la mujer que asesinaba a los sobrenaturales arrojándolos donde la diosa Iemanjá lloraba por sus hijos caídos a sus aguas ensangrentadas con el dolor de madre.
- Los tiempos son los tiempos jovencita... Veo que ya no es una felina.- repuse reconociendo los ojos de la doncella.- La cobardía paraliza a los hombres, los hace débiles y al fin y al cabo pierden lo que significa la vida: Vivir.
El brujo se quedó sentado a mi lado, mientras terminaba el conjuro.
-Nombre completo.- dijo el brujo joven y celta. Se notaba aquellos reflejos blanquecinos en su cabello, sus ojos de verde esmeralda pasaban a negros, encima me encontraba frente a un brujo de magia negra. Cerré mis ojos, y fruncí mis labios.- Habla, os ordeno.- murmuró apuntando mi cuello con la daga. Sentía su acero en mi piel ya arrugada por los años, por el mar, y por todo lo que llevaba a que mi historia de vida me condenara hoy, en ésta celda, bajo éste hechicero de calaña dudosa.- ¿No vas a hablar, viejo?.- dijo el verdugo de mi magia, quien podría dormir mis habilidades.- Nombre completo.- apresuró el hombre. Sonreí y comencé a cantar, aquel punto que me identificaría tiempo más tarde, cuando, según mi padre sería el guardían de los cruces, abriría y cerraría los caminos de cualquier ser.
- Alaroyè eshu, amojibá e aquí a Fecha rúas.
Soltó un alarido.
- Así que, posees la magia africana, viejo brujo.- dijo para sí mismo. Tomó dos velas negras y las puso a mis costados. Las prendío y me puso a su voluntad, lo sabía, mi cuerpo estaba anesteciado, fuera de sí.- Nombre completo.- ordenó.
- Amelhíon Giovannis Do Crucerois.- respondí con mi voz hecha un fino hilo de comunicación. El brujo pareció sorprenderse.
- ¿ Qué hace señor Do Crucerois aquí?.- preguntó reculando hacia atrás.- Usted salvó a mi madre, hace tiempo atrás, recuerda...¿ La bruja albina?.- Apagó las velas, desarmó el pentagrama como pudo, e hizo dos tajos con su daga sobre mi mano.- Tendrá que perdonarme por derramar su sangre, mas es preciso que lo haga.
- Estoy por defender mi naturaleza.- respondí tajante.- La vida es así, no queda otra bonita opción somos de esa forma, somos brujos y cada uno escoje su camino, yo hace cuarenta años lo elegí y aqui estoy, no te creas que tendrás un mejor fin que el mío puesto que los hombres no reconocen el por qué de nuestra existencia.
El joven brujo comenzó a llorisquear, puse mi mano ensangretanda sobre su capa, dándole consuelo.
- Salve Do Crucerois.- dijo mientras un guardia le abría la puerta enrrejada.
Me senté mirando mis nudillos, sin darme cuenta, una mujer se había sentado frente a mí.
Sonreí de medio lado, era una chiquilla y la mujer que asesinaba a los sobrenaturales arrojándolos donde la diosa Iemanjá lloraba por sus hijos caídos a sus aguas ensangrentadas con el dolor de madre.
- Los tiempos son los tiempos jovencita... Veo que ya no es una felina.- repuse reconociendo los ojos de la doncella.- La cobardía paraliza a los hombres, los hace débiles y al fin y al cabo pierden lo que significa la vida: Vivir.
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Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
Todos ven la realidad desde aristas del cristal diferentes.
Se encuentra pues en las mazmorras mirando al brujo que se opusiera a su padre con esa vehemencia carente de sentido común que él ahora justifica. Niega con la cabeza, pero le reconoce el mérito de recordarla. Aunque quizá olvida que fue ella quien le detuvo cuando lo de la lamia. Tan rápidos fueron sus reflejos que el anciano olvidó ese momento. Observa las ropas que trae con ella, que son justamente las que él pidiera se le entregaran para morir dignamente. No tardan en venirlo a torturar sabe bien eso.Acaricia las prendas antes de suspirar y ponerse en pie, entregándoselas sin hacer caso de las indicaciones de no darle nada. Mirándole a los ojos le ofrece el paquete. Es una muda indicación de lo que la apena que esté ahí, no sabe por qué lo hace, pero sí entiende que es su obligación hacerlo. Dentro de las ropas se encuentra un frasco que le ayudaría a sedar su mente, a fugarse de ahí y bajito se lo hace entender. Entiende que su padre busca algo, le oyó decirlo en voz muy baja cuando pensaba que estaba solo. Algo que Alejandro II busque con tanto ahínco no puede ser bueno. Así que traicionaba a la organización, pero si es por su propio bienestar que así sea.
Si para ello tiene que entregarle al brujo algo para evitar que le diga nada, eso hace ahora mismo. Ninguna tortura podría hacerle daño, absolutamente nada. Los ojos de la felina se posan en los de Amelhión al tiempo que se pone en pie con tranquilidad, acomodándose las faldas y sacudiéndose el vestido de motas de polvo inexistentes, guardando la compostura. Alza la cabeza y traga saliva mirando a su alrededor, temiendo estar alguna vez aquí, sintiéndose apresada. Poco es el tiempo que puede soportar en un lugar así, por lo que su ansiedad de huir le es cada vez más grande. Agudiza el oído y cuando está segura de que no hay ningún curioso, continúa con su plan.
- Sé que no tiene por qué confiar en mí - susurra muy bajito para que nadie le escuche y pueda terminar su labor con perfección - pero muchos de los sobrenaturales que murieron eran culpables de múltiples muertes que no deberían seguir con vida. El resto, pidieron su propia muerte tras asesinar a familiares o amigos. Unos pocos querían guardar un gran secreto. No soy tan mala como aparento, pero si quiere usted darle el poder a mi padre, no beba lo que le doy... si por el contrario, algo le incita a confiar en mí, ninguna tortura vertirá de sus labios palabra alguna que quiera ocultar. La aguantará estoico hasta que le ayuden a salir o... bueno ya sabe su destino.
Se dirige hacia la salida sin esperar que el hombre le hable o diga nada. Ella cumplió con lo que consideraba su deber, ahora es cuestión de él verterle toda la información a Alejandro II o no. Le preocupa un tanto que encuentren el frasquito, pero espera que el mago sea lo suficientemente inteligente como para no comprometerla. Si no, bueno... tendrá que pagar con su propia vida. Sale de las mazmorras y aspira aire para conducirse hacia su despacho, es cuando recibe la misiva de su padre que la ordena esperarlo en esa banca fuera de la Inquisición. Ve la hora y sabe que aún falta tiempo, por lo que se dedica a hacer algunos pendientes. Al otro día partiría a París, así que mucho tiempo ya no tiene.
Tamina Juliet Borgia- Condenado/Cambiante/Clase Alta
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Re: El diablo usa sotana ( Privado- Papa Borgia)
De capa e cartola caminha na madrugada,
Andarilho da estrada sempre combatiendo o mal,
Amelhíon Do Crucerois meu amigo, e camarada
Dando forte Gargalhada me libra de todo mal.
La joven inquisidora, de corazón noble pero utilizado para própositos no tan buenos entregó un paquete a unos de los guardias y éste a mí. Proferí una exhalación al sentir mi capa en aquel paquete.
Sonreí aniñado a la señorita. Puse mi mano arriba del paquete y sentí un objeto debajo de mi capa, mi sombrero y mi bastón. Mis oídos escucharon con atención las palabras de la joven e hice una pequeña mueca de aceptación.
Manteniendo mi sinceridad desde pequeño, he de afirmar que las palabras siguientes de la joven fueron casi incrompensibles, pero sabía que tenía que tomarme aquel frasquito que las yemas de mis dedos acariciaban en aquellos momentos.
Los soldados, firmes opositores ante la magia, se retiraron a paso formal por el pequeño pasillo. Descubrí mi capa, mi sombrero y puse en una esquina mi bastón. Suspiré como novia ante el altar y tomé el contenido líquido del frasquito de vidrio.
Mi mente se relajó al punto de no diferenciar el sueño con lo que veía mis ojos, a tientas dejé aquel paquete en la misma esquina donde estaba el bastón, la oscuridad reinaba en aquel pequeño lugar, así nadie notaría de su presencia.
Un ruido espantoso como de garras se fue acercando, las garras abrieron una jaula, una ola de manos fuertes sujetaron mis muñecas arrastrándome hacia una sala que se movía como un barco.
Veía dagas, aparatos de tortura, sentía como el agua atravesaba cada parte de mi cuerpo, pero aquella sensación de dolor, no la sentía, sólo veía mi sangre rojiza por el piso que era escenario de una tortura más de la Inquisición. A mis cansados oídos llegaba una voz metálica, casi siniestra que cuestionaba cosas de mi vida que no podía entender, mucho menos responder. Todo se volvía oscuro, con destellos de luz que todavía marcaban mi permanencia en la tierra, en el mundo Terrenal.
Pasaron las horas, y los días que había dicho la Lamia cuando había aparecido, el efecto del líquido violáceo del recipiente ya había perdido su habilidad, justo cuando en la mente de los torturadores, maníacos verdugos de sobrenaturales, se cruzó la idea de ésta noche, darme muerte. Bien sabía yo, que aquellos pensantes no habían tenido esa idea, más bien, era la cabeza de la Santa Inquisición, quien los había mandado, o por lo menos eso era lo que creía.
- Viejo, pronto morirás.- se mofó un guardia.
Yo sólo reí.
- Cuando tu esposa tenga un niño que no fue engendrado por tí, vas a pedir ayuda a los que torturas y te hundirás en las profundidades de tu inconsciencia.- murmuré yo mientras me despedía mentalmente de aquellos que amaba: "Estaré bien", decía a cada uno mentalmente, convenciéndome a mí mismo de que todo estaría bien.
Un hombre, vestido con sotana blanca con tonos violetas, de rostro duro y amargado se acercó a aquella celda que había sido mi último hogar en la vida. Hizo la señal de la cruz, con un gesto rápido tomé su muñeca, veía como mi mano estaba cubierta de sangre coagulada a contraste con la del párroco.
- Moriré, lo sé. Soy Jefe de las creencias africanas, por lo menos, como hombres de Fé déjeme morir con mis creencias.- musité. El Párroco, asintió preso de miedo y de confusión.
- Entonces, entre hombres de Fé.- repuso el párroco.- Vístase, que faltan siete minutos para la medianoche, Amelhíon Giovannis Do Crucerois de Eshú.
Sorprendido que conociera mi nombre de Jefe, completo y sin trabas, tomé como pude, mi capa blanca, mientras la abrochaba una lágrima cruzaba por mi mejilla, sostuve entre mis manos mi sombrero blanco y mi bastón. Un guardia quiso esposarme pero, el hombre que conocía mi nombre y mi procedencia astral lo frenó.
- El hombre va a morir.- sentenció.- Que camine custodiado.
Mientras caminaba hacia mi funesto destino, mi vida, los recuerdos inborrables iban pasando frente a mí, sonreía, lloraba, recordaba, vida de brujo y capitán de mar, vida silenciosa y misteriosa, vida que ahora se escapa en mi último aliento, pero una vida que, en mi alma viví hasta el último minuto.
La plaza, estaba rodeada de gente que desconocía, un palo de madera estaba en el medio y a su alrededor hombres y mujeres de negro: Los inquisidores. Una mujer vestida de rojo y negro, con monedas de oro en su cintura, un pañuelo sobre su cabeza y aquellos ojos que jamás olvidaría hizo sonar su pandereta.
Corrió hacia mí, poniendo su mano en mi pecho.
- Amelhíon...- susurró ella.
-Zíngara, hermosa amada.- repuse acariciando su mejilla como podía. Lentamente se acercó a mí y me besó, como en nuestra juventud.- Zhilomé, recuperaré tu amor, gitana mía, lo haré...
A lo lejos, vestido de rojo, con su porte de gran señor se acercaba, mi maestro. Sonrío e hizo un gesto con su cabeza. Ambos comenzaron a girar, quisieron frenarlos, pero el párroco estaba endulzado, todos estaba maravillados, como el príncipe de los gitanos y su hija danzaban a compás de la pandereta.
- Amelhíon...llegó la hora.- pronunció el Párroco.
Agaché mi cabeza, seguí caminando por aquel sendero de hombres curiosos, sedientos de sangre, armados de pies a cabeza.
Mi espalda sintió el frío mordaz del palo de madera, las sogas me aprisionaban ante una muerte segura.
- ¿Última palabra?.- preguntó el hombre de negro que llevaba una antorcha en la mano para prender fuego a las hojas secas y demás hijos muertos de la naturaleza.
- Volveré, tomaré cuenta de todo lo que hicieron, protegeré y cuidaré a todos los que pronuncien mi nombre, estaré en la vida de los humanos, de los licántropos, de los cambiaformas, de los inmortales... de todos.
Dicho ésto, el fuego comenzó a hacerse presente, el calor comenzaba a indicarme el final de mi vida. Con los ojos abiertos, mirando aquella danza ancestral gitana, largué mi última carcajada de vida, mis labios no pronunciarían lamentos, no lo harían. El fuego fue subiendo por mi cuerpo, arrasando con todo, muerto de dolor, antes de que cortaran mi hilo de vida, largué mi última carcajada.
Luego, todo se volvió oscuro.
Sonreí aniñado a la señorita. Puse mi mano arriba del paquete y sentí un objeto debajo de mi capa, mi sombrero y mi bastón. Mis oídos escucharon con atención las palabras de la joven e hice una pequeña mueca de aceptación.
Manteniendo mi sinceridad desde pequeño, he de afirmar que las palabras siguientes de la joven fueron casi incrompensibles, pero sabía que tenía que tomarme aquel frasquito que las yemas de mis dedos acariciaban en aquellos momentos.
Los soldados, firmes opositores ante la magia, se retiraron a paso formal por el pequeño pasillo. Descubrí mi capa, mi sombrero y puse en una esquina mi bastón. Suspiré como novia ante el altar y tomé el contenido líquido del frasquito de vidrio.
Mi mente se relajó al punto de no diferenciar el sueño con lo que veía mis ojos, a tientas dejé aquel paquete en la misma esquina donde estaba el bastón, la oscuridad reinaba en aquel pequeño lugar, así nadie notaría de su presencia.
Un ruido espantoso como de garras se fue acercando, las garras abrieron una jaula, una ola de manos fuertes sujetaron mis muñecas arrastrándome hacia una sala que se movía como un barco.
Veía dagas, aparatos de tortura, sentía como el agua atravesaba cada parte de mi cuerpo, pero aquella sensación de dolor, no la sentía, sólo veía mi sangre rojiza por el piso que era escenario de una tortura más de la Inquisición. A mis cansados oídos llegaba una voz metálica, casi siniestra que cuestionaba cosas de mi vida que no podía entender, mucho menos responder. Todo se volvía oscuro, con destellos de luz que todavía marcaban mi permanencia en la tierra, en el mundo Terrenal.
Pasaron las horas, y los días que había dicho la Lamia cuando había aparecido, el efecto del líquido violáceo del recipiente ya había perdido su habilidad, justo cuando en la mente de los torturadores, maníacos verdugos de sobrenaturales, se cruzó la idea de ésta noche, darme muerte. Bien sabía yo, que aquellos pensantes no habían tenido esa idea, más bien, era la cabeza de la Santa Inquisición, quien los había mandado, o por lo menos eso era lo que creía.
- Viejo, pronto morirás.- se mofó un guardia.
Yo sólo reí.
- Cuando tu esposa tenga un niño que no fue engendrado por tí, vas a pedir ayuda a los que torturas y te hundirás en las profundidades de tu inconsciencia.- murmuré yo mientras me despedía mentalmente de aquellos que amaba: "Estaré bien", decía a cada uno mentalmente, convenciéndome a mí mismo de que todo estaría bien.
Un hombre, vestido con sotana blanca con tonos violetas, de rostro duro y amargado se acercó a aquella celda que había sido mi último hogar en la vida. Hizo la señal de la cruz, con un gesto rápido tomé su muñeca, veía como mi mano estaba cubierta de sangre coagulada a contraste con la del párroco.
- Moriré, lo sé. Soy Jefe de las creencias africanas, por lo menos, como hombres de Fé déjeme morir con mis creencias.- musité. El Párroco, asintió preso de miedo y de confusión.
- Entonces, entre hombres de Fé.- repuso el párroco.- Vístase, que faltan siete minutos para la medianoche, Amelhíon Giovannis Do Crucerois de Eshú.
Sorprendido que conociera mi nombre de Jefe, completo y sin trabas, tomé como pude, mi capa blanca, mientras la abrochaba una lágrima cruzaba por mi mejilla, sostuve entre mis manos mi sombrero blanco y mi bastón. Un guardia quiso esposarme pero, el hombre que conocía mi nombre y mi procedencia astral lo frenó.
- El hombre va a morir.- sentenció.- Que camine custodiado.
Mientras caminaba hacia mi funesto destino, mi vida, los recuerdos inborrables iban pasando frente a mí, sonreía, lloraba, recordaba, vida de brujo y capitán de mar, vida silenciosa y misteriosa, vida que ahora se escapa en mi último aliento, pero una vida que, en mi alma viví hasta el último minuto.
La plaza, estaba rodeada de gente que desconocía, un palo de madera estaba en el medio y a su alrededor hombres y mujeres de negro: Los inquisidores. Una mujer vestida de rojo y negro, con monedas de oro en su cintura, un pañuelo sobre su cabeza y aquellos ojos que jamás olvidaría hizo sonar su pandereta.
Corrió hacia mí, poniendo su mano en mi pecho.
- Amelhíon...- susurró ella.
-Zíngara, hermosa amada.- repuse acariciando su mejilla como podía. Lentamente se acercó a mí y me besó, como en nuestra juventud.- Zhilomé, recuperaré tu amor, gitana mía, lo haré...
A lo lejos, vestido de rojo, con su porte de gran señor se acercaba, mi maestro. Sonrío e hizo un gesto con su cabeza. Ambos comenzaron a girar, quisieron frenarlos, pero el párroco estaba endulzado, todos estaba maravillados, como el príncipe de los gitanos y su hija danzaban a compás de la pandereta.
- Amelhíon...llegó la hora.- pronunció el Párroco.
Agaché mi cabeza, seguí caminando por aquel sendero de hombres curiosos, sedientos de sangre, armados de pies a cabeza.
Mi espalda sintió el frío mordaz del palo de madera, las sogas me aprisionaban ante una muerte segura.
- ¿Última palabra?.- preguntó el hombre de negro que llevaba una antorcha en la mano para prender fuego a las hojas secas y demás hijos muertos de la naturaleza.
- Volveré, tomaré cuenta de todo lo que hicieron, protegeré y cuidaré a todos los que pronuncien mi nombre, estaré en la vida de los humanos, de los licántropos, de los cambiaformas, de los inmortales... de todos.
Dicho ésto, el fuego comenzó a hacerse presente, el calor comenzaba a indicarme el final de mi vida. Con los ojos abiertos, mirando aquella danza ancestral gitana, largué mi última carcajada de vida, mis labios no pronunciarían lamentos, no lo harían. El fuego fue subiendo por mi cuerpo, arrasando con todo, muerto de dolor, antes de que cortaran mi hilo de vida, largué mi última carcajada.
Luego, todo se volvió oscuro.
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