AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Más allá de lo dispuesto [Oscar Llobregat]
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Más allá de lo dispuesto [Oscar Llobregat]
Juraría que no era medianoche, pero unos minutos después escuché a los lejos el eco de una campana, algunas de las tantas que sonaban en las Catedrales e Iglesias parisinas. No era tarde, en absoluto, pero aquel día se había transformado con el correr de las horas en algo totalmente inapetente y tedioso. Toda una jornada de trabajo en la librería. Comenzaba a preguntarme donde empezaban los límites de la incompetencia de mis empleados. Pero me gusta llevar las cosas claras, y como alguien muy sabio dijo una vez “si quieres algo bien hecho, hazlo tu mismo”. Nada más cierto.
Suspiré.
Me había dado uno de esos baños memorables, esos que te quitan todo rastro de cansancio, que hacen que te sientas más liviano y energizado. Suelo llenar la bañera de agua caliente y colocar unas gotas de esencia. Esta noche había optado por una de canela, la cual me resultaba totalmente afrodisíaca. Masajeé mis doloridas piernas y cepillé mi cabello, con la mirada distante, mientras decidía mi suerte para esa madrugada.
Finalmente, luego de un ligero aperitivo, tomé mi pequeño bolso, un poco de dinero y me miré al espejo, que me devolvió una sonrisa de satisfacción. Bajé las escaleras que daban hacia la puerta principal, y encargué a mis sirvientes que encendieran la chimenea de mi dormitorio y que no me esperaran despiertos.
Afuera la ciudad resplandecía bajo un cielo oscuro, levemente iluminada por una luna menguante y las pocas estrellas que las nubes no habían podido borrar del firmamento. Respirar ese aire cargado de aromas era maravilloso. Divisé las figuras de varias personas, algunas moviéndose rápido entre los árboles y los edificios, otras, disfrutando del fresco aire otoñal, tomadas de la mano.
Vivir en el centro tiene muchas ventajas, y quizá unos cuantos inconvenientes. Pocos minutos luego de abandonar mí finca, dirigiéndome hacia el norte de la urbe, llegué a destino.
Aquella amplia casa, que acogía desde hacía tiempo los más íntimos deseos de sus visitantes, me llenaba de sensuales ideas. Allí, los aromas eran todavía más abundantes que en el resto de la ciudad. Olía a mil flores y caros perfumes. Olía a carne. Y en ese momento no había fragancia que me apeteciera más.
No soy una clienta habitual, más bien, pocas veces he visitado el sitio antes. La sala central, ostentosamente adornada, combina a la perfección con el entorno, donde los colores cálidos, estrechamente relacionados con el deseo y lo emocional predominan, mezclándose con el rojo de los labios de las hermosas mujeres y sus elegantes vestimentas. El que había diseñado el interior de la casa sabía lo que hacía.
Paseé la vista, distraídamente en todas direcciones, como si buscara a alguien. Y encontré en un sofá, aquello que no estaba buscando. Un hombre, de cabellos oscuros y cortos, vestido en forma discreta. Había algo sensual en sus ojos castaños, que me cautivaron de inmediato. Verifiqué que no estuviese acompañado, pero al parecer, nadie había solicitado sus servicios aún. No quería intentar ver los detalles de su persona desde tan lejos, más bien, me veía ahora interesada en acercarme y contemplar toda su masculinidad a la mínima distancia posible.
Me acerqué a él, que no levantó la mirada y me senté a su lado, crucé las piernas lentamente y me recosté contra el respaldo del mullido sillón. Habría hecho cualquier cosa con él sobre ese esponjoso asiento. De pronto volteó la cabeza y me vio. Sonrió apenas y creo que me sonrojé.
-Disculpa si te interrumpo- Dije mientras sacaba el labial rosa y delineaba suavemente mi boca, sin quitarle los ojos de encima.
Suspiré.
Me había dado uno de esos baños memorables, esos que te quitan todo rastro de cansancio, que hacen que te sientas más liviano y energizado. Suelo llenar la bañera de agua caliente y colocar unas gotas de esencia. Esta noche había optado por una de canela, la cual me resultaba totalmente afrodisíaca. Masajeé mis doloridas piernas y cepillé mi cabello, con la mirada distante, mientras decidía mi suerte para esa madrugada.
Finalmente, luego de un ligero aperitivo, tomé mi pequeño bolso, un poco de dinero y me miré al espejo, que me devolvió una sonrisa de satisfacción. Bajé las escaleras que daban hacia la puerta principal, y encargué a mis sirvientes que encendieran la chimenea de mi dormitorio y que no me esperaran despiertos.
Afuera la ciudad resplandecía bajo un cielo oscuro, levemente iluminada por una luna menguante y las pocas estrellas que las nubes no habían podido borrar del firmamento. Respirar ese aire cargado de aromas era maravilloso. Divisé las figuras de varias personas, algunas moviéndose rápido entre los árboles y los edificios, otras, disfrutando del fresco aire otoñal, tomadas de la mano.
Vivir en el centro tiene muchas ventajas, y quizá unos cuantos inconvenientes. Pocos minutos luego de abandonar mí finca, dirigiéndome hacia el norte de la urbe, llegué a destino.
Aquella amplia casa, que acogía desde hacía tiempo los más íntimos deseos de sus visitantes, me llenaba de sensuales ideas. Allí, los aromas eran todavía más abundantes que en el resto de la ciudad. Olía a mil flores y caros perfumes. Olía a carne. Y en ese momento no había fragancia que me apeteciera más.
No soy una clienta habitual, más bien, pocas veces he visitado el sitio antes. La sala central, ostentosamente adornada, combina a la perfección con el entorno, donde los colores cálidos, estrechamente relacionados con el deseo y lo emocional predominan, mezclándose con el rojo de los labios de las hermosas mujeres y sus elegantes vestimentas. El que había diseñado el interior de la casa sabía lo que hacía.
Paseé la vista, distraídamente en todas direcciones, como si buscara a alguien. Y encontré en un sofá, aquello que no estaba buscando. Un hombre, de cabellos oscuros y cortos, vestido en forma discreta. Había algo sensual en sus ojos castaños, que me cautivaron de inmediato. Verifiqué que no estuviese acompañado, pero al parecer, nadie había solicitado sus servicios aún. No quería intentar ver los detalles de su persona desde tan lejos, más bien, me veía ahora interesada en acercarme y contemplar toda su masculinidad a la mínima distancia posible.
Me acerqué a él, que no levantó la mirada y me senté a su lado, crucé las piernas lentamente y me recosté contra el respaldo del mullido sillón. Habría hecho cualquier cosa con él sobre ese esponjoso asiento. De pronto volteó la cabeza y me vio. Sonrió apenas y creo que me sonrojé.
-Disculpa si te interrumpo- Dije mientras sacaba el labial rosa y delineaba suavemente mi boca, sin quitarle los ojos de encima.
Marie Anne Boucher- Hechicero Clase Alta
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Re: Más allá de lo dispuesto [Oscar Llobregat]
No solía dejarse caer por la zona pomposa de la sala principal, no coincidía con su status social y plantarse allí en medio, acomodado entre madera de sangre azul y terciopelo flácido, en su caso era como sentarse desnudo en una iglesia: seguramente le miraría todo el mundo, pero eso no significaba que estuviera en el lugar que le correspondía. La mayoría del tiempo coincidía con un examen lacónico del resto de sus compañeros, fijándose en el porte ostentoso de la gente que los pretendía y en cómo se amoldaba a la esencia que también desprendían ellos. Oscar no era de alta alcurnia y aunque en lo sumamente distinguido de sus mejores galas pudiera ofrecer un aspecto lo suficientemente vistoso, los que tenían acceso a una renta más elevada preferían centrarse en algo vistoso del todo; les gustaba más arrejuntarse con los de su condición. De ahí que no eligiera ese sitio para esperar a que le siguieran dando ocupaciones a no ser que sencillamente, pudiera permitirse algo de descanso y observar a los demás para seguir aprendiendo… Claro que no era como si a esas alturas, a Oscar le hiciera falta. Llevaba cinco años fornicando con la experiencia.
Notó algo de sombras cerca de su asiento, pero no fue hasta que el peso del sofá crujió a su lado que se volteó para comprobar que aquel sería uno de los días que lo sorprenderían un poco. Descubrió que el asombro de la noche llevaba lápiz de labios y olía como debía de oler la llave del paraíso. Por la suavidad de sus facciones y la de su piel blanquecina, supo ver que era algo más joven que él, pero su maquillaje y su satisfecho (para ella y quienes la contemplasen) acto de presencia acicalaban una beldad demasiado serena para su edad. De evidente clase alta, el muchacho supo apreciar las delicias de la mujer desde la zona erizada de su mentón hasta los bordes artísticos que depositaba su vestido en las pantorrillas. Le gustó enormemente el detalle de verla ruborizarse a pesar de toda esa seguridad que desprendía y le respondió con una apacible sonrisa que incluso a él le hizo tastar toda la insinuación con un excitante regusto en el estómago.
Tan sólo vuestra belleza interrumpe y de lo único que se la podría acusar es de endulzar la estancia –Vaya… Al parecer se sentía inspirado, o la inescrutable imagen de la fémina acababa de hacer que se sintiera inspirado. En cualquier caso, no era lo importante-. ¿Puedo ayudaros en algo? –mientras movía el brazo para colocarlo sobre el respaldo del asiento, justo tras los hombros de la dama.
Notó algo de sombras cerca de su asiento, pero no fue hasta que el peso del sofá crujió a su lado que se volteó para comprobar que aquel sería uno de los días que lo sorprenderían un poco. Descubrió que el asombro de la noche llevaba lápiz de labios y olía como debía de oler la llave del paraíso. Por la suavidad de sus facciones y la de su piel blanquecina, supo ver que era algo más joven que él, pero su maquillaje y su satisfecho (para ella y quienes la contemplasen) acto de presencia acicalaban una beldad demasiado serena para su edad. De evidente clase alta, el muchacho supo apreciar las delicias de la mujer desde la zona erizada de su mentón hasta los bordes artísticos que depositaba su vestido en las pantorrillas. Le gustó enormemente el detalle de verla ruborizarse a pesar de toda esa seguridad que desprendía y le respondió con una apacible sonrisa que incluso a él le hizo tastar toda la insinuación con un excitante regusto en el estómago.
Tan sólo vuestra belleza interrumpe y de lo único que se la podría acusar es de endulzar la estancia –Vaya… Al parecer se sentía inspirado, o la inescrutable imagen de la fémina acababa de hacer que se sintiera inspirado. En cualquier caso, no era lo importante-. ¿Puedo ayudaros en algo? –mientras movía el brazo para colocarlo sobre el respaldo del asiento, justo tras los hombros de la dama.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Más allá de lo dispuesto [Oscar Llobregat]
De sus gruesos y seductores labios se desprendieron unas frases muy bellas, impregnadas de cierto aire poético, que además de complacerme, lograron que la sangre de mis mejillas me enrojeciera un poco más. Aunque su vocabulario ponía de manifiesto que se trataba de un hombre culto y que conocía las palabras precisas para el momento preciso, evidentemente no era un joven de noble cuna, aunque, he de decir, eso no era algo que cualquier ojo pudiera notar con facilidad. La diferencias entre personas de tan distinta clase social, como nosotros, muchas veces eran indiscutibles, pero este hombre era la perfecta excepción. Había cierta rudeza innata en ese tipo de gente, y él parecía ser el maravilloso ejemplo de la conjunción de la rudeza con algo de refinamiento.
Apetitoso.
Pasó sus fuertes brazos por detrás de mis hombros, y yo, aprovechando ese pequeño gesto de desfachatez, me acerqué un poco más.
-Por supuesto que puedes ayudarme en algo querido- Pasé mi mano por su torso desvergonzadamente, notando bajo mis dedos la forma de sus músculos, delatados por su ligera ropa, no muy desarrollados, revelando sin timidez que tenía con que satisfacer los caprichos de cualquier dama.
Aunque deseaba dejar de lado todo preámbulo, opté por una mejor manera de aprovechar mi dinero aquella noche.
–Llévame a un lugar más tranquilo, quiero ver con mis ojos que clase de hombre eres- Susurré en su oído, mientras me levantaba del asiento.
Apetitoso.
Pasó sus fuertes brazos por detrás de mis hombros, y yo, aprovechando ese pequeño gesto de desfachatez, me acerqué un poco más.
-Por supuesto que puedes ayudarme en algo querido- Pasé mi mano por su torso desvergonzadamente, notando bajo mis dedos la forma de sus músculos, delatados por su ligera ropa, no muy desarrollados, revelando sin timidez que tenía con que satisfacer los caprichos de cualquier dama.
Aunque deseaba dejar de lado todo preámbulo, opté por una mejor manera de aprovechar mi dinero aquella noche.
–Llévame a un lugar más tranquilo, quiero ver con mis ojos que clase de hombre eres- Susurré en su oído, mientras me levantaba del asiento.
Marie Anne Boucher- Hechicero Clase Alta
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Re: Más allá de lo dispuesto [Oscar Llobregat]
Oscar se aclaró la garganta, en tanto la mujer seguía transportando todo ese porte y contrastándolo con aquel habitáculo donde abundaba la falsa pretensión. Al menos, la recién llegada ostentaba una honestidad arrolladora, capaz de despertarle los sentidos como no podían llegar a conseguir muy a menudo. Parpadedó lentamente cuando aquellos dedos femeninos pasaron a regodearse por su abdómen y acentuó la sonrisa nada más continuar escuchándola. ¿Habría frecuentado mucho aquel tipo de establecimientos? No parecía especialmente desenvuelta, pero sí que sabía moverse con habilidad y el continuo debate entre el rubor y la desfachatez que transmitían sus expresiones era la guinda que ornamentaba el regalo de su imagen.
Prometedora, sin duda alguna. Prometedora y estimulante. ¿Qué más podía pedirse en un día como aquel?
Acompañadme -le indicó y se levantó lentamente, haciéndose con su mano para alzarla junto a él.
Le acarició poco a poco el dorso de dicha mano con parte del pulgar, a la vez que la conducía entre divanes de oro y a través de paredes de color turquesa. Esquivaron la zona de la taberna, repleta de graznidos y ruídos de cristales rotos, y continuaron caminando hasta atravesar unas pocas escaleras, girar por un par de pasillos con habitaciones taponadas de gemidos y risitas, hasta abrir una puerta un tanto apartada del resto.
La azotea del burdel a aquellas horas tenía la temperatura perfecta. Una ventisca que aunque incidente, no acababa de erizar el vello y ambientaba las distancias de manera más apetecible que cualquier otra zona. O, al menos, eso pensaba Oscar cada vez que subía para templarse y oler a algo más que carne. Ni la visión de la pretenciosa vivienda de Roxanne podía entorpecer aquel espacio, no se veían más que luces conjuntadas y el azul de la oscuridad nocturna. El sitio ideal (despejado, íntimo, seguro) para lo que la clienta le había pedido.
¿Y bien? -dijo, dando unos pocos pasos hasta apoyarse en el borde del muro y contemplarla de espaldas a la altura-. ¿Es de vuestro agrado o quizá buscabais algo más accesible para otros... cometidos?
Prometedora, sin duda alguna. Prometedora y estimulante. ¿Qué más podía pedirse en un día como aquel?
Acompañadme -le indicó y se levantó lentamente, haciéndose con su mano para alzarla junto a él.
Le acarició poco a poco el dorso de dicha mano con parte del pulgar, a la vez que la conducía entre divanes de oro y a través de paredes de color turquesa. Esquivaron la zona de la taberna, repleta de graznidos y ruídos de cristales rotos, y continuaron caminando hasta atravesar unas pocas escaleras, girar por un par de pasillos con habitaciones taponadas de gemidos y risitas, hasta abrir una puerta un tanto apartada del resto.
La azotea del burdel a aquellas horas tenía la temperatura perfecta. Una ventisca que aunque incidente, no acababa de erizar el vello y ambientaba las distancias de manera más apetecible que cualquier otra zona. O, al menos, eso pensaba Oscar cada vez que subía para templarse y oler a algo más que carne. Ni la visión de la pretenciosa vivienda de Roxanne podía entorpecer aquel espacio, no se veían más que luces conjuntadas y el azul de la oscuridad nocturna. El sitio ideal (despejado, íntimo, seguro) para lo que la clienta le había pedido.
¿Y bien? -dijo, dando unos pocos pasos hasta apoyarse en el borde del muro y contemplarla de espaldas a la altura-. ¿Es de vuestro agrado o quizá buscabais algo más accesible para otros... cometidos?
Última edición por Oscar Llobregat el Jue Dic 15, 2011 7:34 am, editado 1 vez
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Más allá de lo dispuesto [Oscar Llobregat]
Había algo en aquel hombre, algo tan atractivo como su hermoso rostro y su perfilado cuerpo, y Marie supuso, era su forma de hablar, todas sus palabras le sonaban dulces… ¡Y sus gestos!, encantadores. Se preguntaba si sería así con todas sus clientas, y sintió un poco de celos, mientras él la tomaba de la mano y pasaba su pulgar sobre su dorso, y esa fricción, ese roce suave y tan oportuno, hacía que se se le erizara la piel.
La guió por varios pasillos, que al parecer conocía a la perfección, hasta dar con una puerta bastante separada del resto de las habitaciones repletas de amantes. A través de ella accedieron a una enorme azotea. No había ruidos, ni mucha luz, ni personas gritando. El cielo se alzaba sobre sus cabezas, oscuro y sereno, casi sin estrellas.
El joven se apoyó contra el muro, adquiriendo en instantes una pose muy sensual. Marie se dedicó a verlo durante unos segundos, fantaseando como serían sus besos, sus caricias más osadas, e imaginando que secretos escondería tras su ropa.
“ ¿Es de vuestro agrado o quizá buscabais algo más accesible para otros... cometidos?” dijo arrancándola de sus pensamientos.
La joven sonrió acercándose un poco más. Casi sentía como el aire llenaba sus pulmones con cada inspiración.
-Este lugar es hermoso, has elegido muy bien. Y creo, que podemos hacer cualquier lugar accesible para lo que tengo en mente, a menos que recostarte sobre tu propia ropa te incomode- Pasó sus dedos sobre los labios del joven, moviéndose lentamente, como si los dibujara, y bajó con desenvoltura hasta su cuello, posando sus manos sobre el primer botón de su camisa, mientras sonreía satisfecha por atreverse a decir aquello.
-¿Cuál es tu nombre, encanto?- Susurró en su oído mietras apoyaba los brazos sobre los hombros de su acompañante.
La guió por varios pasillos, que al parecer conocía a la perfección, hasta dar con una puerta bastante separada del resto de las habitaciones repletas de amantes. A través de ella accedieron a una enorme azotea. No había ruidos, ni mucha luz, ni personas gritando. El cielo se alzaba sobre sus cabezas, oscuro y sereno, casi sin estrellas.
El joven se apoyó contra el muro, adquiriendo en instantes una pose muy sensual. Marie se dedicó a verlo durante unos segundos, fantaseando como serían sus besos, sus caricias más osadas, e imaginando que secretos escondería tras su ropa.
“ ¿Es de vuestro agrado o quizá buscabais algo más accesible para otros... cometidos?” dijo arrancándola de sus pensamientos.
La joven sonrió acercándose un poco más. Casi sentía como el aire llenaba sus pulmones con cada inspiración.
-Este lugar es hermoso, has elegido muy bien. Y creo, que podemos hacer cualquier lugar accesible para lo que tengo en mente, a menos que recostarte sobre tu propia ropa te incomode- Pasó sus dedos sobre los labios del joven, moviéndose lentamente, como si los dibujara, y bajó con desenvoltura hasta su cuello, posando sus manos sobre el primer botón de su camisa, mientras sonreía satisfecha por atreverse a decir aquello.
-¿Cuál es tu nombre, encanto?- Susurró en su oído mietras apoyaba los brazos sobre los hombros de su acompañante.
Marie Anne Boucher- Hechicero Clase Alta
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Re: Más allá de lo dispuesto [Oscar Llobregat]
Oscar expulsó una ligera risa que fue únicamente transmitida por el sonido de su respiración a través de los orificios nasales. No había nada novedoso en saber que alguien podía pensar bien de su físico… Y usando esas mismas insípidas palabras, además, porque para beneficio del rencor y desgracia de la distinción, curiosamente el polaco era una persona que no se consideraba de especial atractivo. De todas formas, ¿qué más daba lo que pensara o lo que realmente fuese verdad? No había llegado a parar al burdel por amor a la lívido ni porque pensara que valía para agradar a la vista. Sólo hacía lo que podía (eso, y acordarse todos los días de la primera vez que perdió la virginidad, lo cual resultaba más tedioso que todo el trabajo del establecimiento junto).
Volviendo a la mujer que había comenzado a profanar otras zonas de su cuerpo con ese deje sensual que requería una atención menos pudorosa de la acotada por los modales, el cortesano pasó a corresponderle la sonrisa y cerró unos instantes los ojos, debatiendo los inicios de su satisfacción. Llevaba meses sin terminar junto a clientes interesantes, no podía sino sentirse algo reanimado. Ni tan sólo había averiguado todavía porqué la dama en cuestión le estaba agradando tanto, solía necesitar más detalles que una cara bonita o una actitud firme para querer situarse más allá del ámbito únicamente laboral, mas sí creía en la capacidad innata de algunas personas para transmitir cuantiosa información de sí mismas independientemente del tiempo real que tardaban en guiñar un ojo o arrugar la nariz. Ni siquiera tenían porqué darse cuenta de ese don y no siempre implicaba que los demás pudieran descifrar qué sensaciones causaban, pero lo inescrutable era que no pasaban desapercibidas. Y Oscar comenzaba a pensar que aquella clienta pertenecía a ese grupo tan sensitivo y único.
Oscar, mademoiselle -contestó y paseó sutilmente la mano, apenas rozando la guirnalda visual que era su vestido, desde su costilla izquierda hasta reposar las yemas sobre los primeros indicios de su esbelta cintura-. Llobregat de apellido, pero no creo que os interese...
Dejaba siempre un margen de tiempo para percatarse de lo que precisaban sus consumidores, de la forma en que les gustaba que les abordasen. En el caso de ella, todavía estaba tanteando el terreno, siendo cauteloso para operar del modo más satisfactorio posible y, ¿por qué negarlo?, embriagándose de los exquisitos sentidos que todavía no derramaban el candor integral de la piel.
Al tiempo que permitía desplegar algunos placenteros escalofríos a causa de la lentitud de su contacto, el muchacho se inclinó para hablarle entre la zona que se acercaba a la oreja y parte de la nuca.
¿Puedo referirme a vos de alguna manera también? ¿O preferís usar un nombre falso? -preguntó, aunque sabía que ambas cuestiones podían llevar exactamente a lo mismo. Le gustaba juguetear un poco con el protoclo asociado a la gente de mayor reconocimiento social. Aunque si todo continuaba siguiendo el mismo patrón, aquella vez iba a ser diferente.
Volviendo a la mujer que había comenzado a profanar otras zonas de su cuerpo con ese deje sensual que requería una atención menos pudorosa de la acotada por los modales, el cortesano pasó a corresponderle la sonrisa y cerró unos instantes los ojos, debatiendo los inicios de su satisfacción. Llevaba meses sin terminar junto a clientes interesantes, no podía sino sentirse algo reanimado. Ni tan sólo había averiguado todavía porqué la dama en cuestión le estaba agradando tanto, solía necesitar más detalles que una cara bonita o una actitud firme para querer situarse más allá del ámbito únicamente laboral, mas sí creía en la capacidad innata de algunas personas para transmitir cuantiosa información de sí mismas independientemente del tiempo real que tardaban en guiñar un ojo o arrugar la nariz. Ni siquiera tenían porqué darse cuenta de ese don y no siempre implicaba que los demás pudieran descifrar qué sensaciones causaban, pero lo inescrutable era que no pasaban desapercibidas. Y Oscar comenzaba a pensar que aquella clienta pertenecía a ese grupo tan sensitivo y único.
Oscar, mademoiselle -contestó y paseó sutilmente la mano, apenas rozando la guirnalda visual que era su vestido, desde su costilla izquierda hasta reposar las yemas sobre los primeros indicios de su esbelta cintura-. Llobregat de apellido, pero no creo que os interese...
Dejaba siempre un margen de tiempo para percatarse de lo que precisaban sus consumidores, de la forma en que les gustaba que les abordasen. En el caso de ella, todavía estaba tanteando el terreno, siendo cauteloso para operar del modo más satisfactorio posible y, ¿por qué negarlo?, embriagándose de los exquisitos sentidos que todavía no derramaban el candor integral de la piel.
Al tiempo que permitía desplegar algunos placenteros escalofríos a causa de la lentitud de su contacto, el muchacho se inclinó para hablarle entre la zona que se acercaba a la oreja y parte de la nuca.
¿Puedo referirme a vos de alguna manera también? ¿O preferís usar un nombre falso? -preguntó, aunque sabía que ambas cuestiones podían llevar exactamente a lo mismo. Le gustaba juguetear un poco con el protoclo asociado a la gente de mayor reconocimiento social. Aunque si todo continuaba siguiendo el mismo patrón, aquella vez iba a ser diferente.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Más allá de lo dispuesto [Oscar Llobregat]
El ligero contacto que había comenzado con el delicioso roce de su pulgar sobre la mano de la joven, y que pronto se había transformado en una mano fuerte que tomaba por la cintura, mientras pronunciaba su nombre -el nombre con el que quería cometer el más sensual de todos los pecados- hizo que Marie perdiera por completo -si es que aún le quedaban- todos sus pudores y la prudencia. Esos momentos en que uno anhela dejar a un lado los rodeos y precipitarse para saciar los más voluptuosos deseos sin pesarlo ni por un segundo, pueden volverse instantáneamente los momentos más únicos y perfectos sin que nos volvamos presas luego del fatídico arrepentimiento.
Su boca era tan preciosa bajo la oscuridad azul de la noche que a Marie le parecía incensato no arrebatarle un beso. Él se acercó con cautela, pero sin dejar ni por un segundo de ser exquisitamente provocativo. Era un profesional en lo que hacía. ¿Puedo referirme a vos de alguna manera también? ¿O preferís usar un nombre falso?-preguntó Oscar, en un tono que sonaba juguetón y algo acaramelado.
A pesar de que la idea de usar un nombre falso sonaba bastante cautivadora, Marie quería decirle la verdad. ¿Por qué? No lo sabía exactamente. Quizá porque aunque la idea del seudónimo sonara a alguien que quería satisfacer algún tipo de fantasía sexual, lo cual le parecía en extremo excitante, prefería imaginárselo susurrándole al oído su verdadero nombre mientras el cuerpo sudoroso de él yacía sobre el de ella, presos de una excitación casi irracional.
-Me llamo Marie, y así deseo que te dirijas a mi esta noche.- Lo miraba de costado, mientras el todavía se encontraba irresistiblemente cerca de su palpitante cuello. La dama percibió como en una oleada súbita el calor del cuerpo de Oscar. Aún tenía sus brazos sobre los hombros del cortesano cuando se acercó un poco más, apretando con suavidad sus pechos sobre el tórax de él. Sus labios se apoyaron sobre la oreja del muchacho, con tal suavidad que casi no se percibía lo que le costaba contener la ansiedad que la consumía. Cerró los ojos. Un beso, lento, sostenido. Su lengua se paseó sin vergüenza sobre su lóbulo, recorriendo sin rumbo las vueltas serpenteantes de su pabellón.
En ese momento comprendió que el paraíso no estaba muy lejos de allí.
Su boca era tan preciosa bajo la oscuridad azul de la noche que a Marie le parecía incensato no arrebatarle un beso. Él se acercó con cautela, pero sin dejar ni por un segundo de ser exquisitamente provocativo. Era un profesional en lo que hacía. ¿Puedo referirme a vos de alguna manera también? ¿O preferís usar un nombre falso?-preguntó Oscar, en un tono que sonaba juguetón y algo acaramelado.
A pesar de que la idea de usar un nombre falso sonaba bastante cautivadora, Marie quería decirle la verdad. ¿Por qué? No lo sabía exactamente. Quizá porque aunque la idea del seudónimo sonara a alguien que quería satisfacer algún tipo de fantasía sexual, lo cual le parecía en extremo excitante, prefería imaginárselo susurrándole al oído su verdadero nombre mientras el cuerpo sudoroso de él yacía sobre el de ella, presos de una excitación casi irracional.
-Me llamo Marie, y así deseo que te dirijas a mi esta noche.- Lo miraba de costado, mientras el todavía se encontraba irresistiblemente cerca de su palpitante cuello. La dama percibió como en una oleada súbita el calor del cuerpo de Oscar. Aún tenía sus brazos sobre los hombros del cortesano cuando se acercó un poco más, apretando con suavidad sus pechos sobre el tórax de él. Sus labios se apoyaron sobre la oreja del muchacho, con tal suavidad que casi no se percibía lo que le costaba contener la ansiedad que la consumía. Cerró los ojos. Un beso, lento, sostenido. Su lengua se paseó sin vergüenza sobre su lóbulo, recorriendo sin rumbo las vueltas serpenteantes de su pabellón.
En ese momento comprendió que el paraíso no estaba muy lejos de allí.
Marie Anne Boucher- Hechicero Clase Alta
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Re: Más allá de lo dispuesto [Oscar Llobregat]
Oscar entrecerró las pupilas y, de repente, se dio cuenta de que se estaba dejando embargar... Por la situación, el lugar, la compañía; todo a secas, sencillamente porque sí, porque le salía solo, sin la rigidez profesional que continuaba atándolo a un trabajo que ostentaba de un modo muy poco convencional al juicio de ojos ajenos.
A pesar de que el oficio no le inspirase el mismo pudor que se le asociaba por excelencia, Oscar no era una puta ameba (nunca lo había sido, a pesar de lo mucho que lo hubiera deseado en tantas de sus reflexiones en la vida), pero sabía seleccionar muy bien entre sus instintos naturales y su sensibilidad real... Y, por descontado, entregar su cuerpo a cambio de dinero no entraba dentro de lo último. Tampoco tenía problemas a la hora de hacer ver que todo era natural, por lo que el hecho de que aquella muchacha estuviera haciéndole sentir tan cómodo no únicamente le ahorraba esfuerzo, sino que lo alejaba cada vez más de estar sencillamente laburando... Inaudito, ¿para qué esquivarlo?
Marie... -repitió y se humedeció los labios con la punta de la lengua a la vez que sus dedos se apretaban más en torno a su talle y las uñas comenzaban a deslizarse más de la cuenta, frenéticas por atravesar el relieve de la ropa que estaba empezando a molestar antes de lo previsto- ¿Qué os sugiere la vista, pues, Marie? -inquirió y descendió unos milímetros la barbilla para traspasarle la humedad de sus labios con unos cuantos roces por la mejilla- ¿Qué os ordena que se haga? -y sin dejar de hablar, se echó más hacia atrás contra la especie de barandilla de piedra y atrajo a la mujer lentamente para recostarla sobre su cuerpo y otorgarle un excitante palco entre el calor de la piel y la sugestión vertiginosa del horizonte-. No todos los que acuden aquí prefieren este tipo de lugares a la mullidez perfumada de las camas.
¡Siento el retraso! Iré un poco lento este mes y en enero supongo que postearé mi ausencia por los exámenes, pero no te preocupes que no me olvido de nuestro post
A pesar de que el oficio no le inspirase el mismo pudor que se le asociaba por excelencia, Oscar no era una puta ameba (nunca lo había sido, a pesar de lo mucho que lo hubiera deseado en tantas de sus reflexiones en la vida), pero sabía seleccionar muy bien entre sus instintos naturales y su sensibilidad real... Y, por descontado, entregar su cuerpo a cambio de dinero no entraba dentro de lo último. Tampoco tenía problemas a la hora de hacer ver que todo era natural, por lo que el hecho de que aquella muchacha estuviera haciéndole sentir tan cómodo no únicamente le ahorraba esfuerzo, sino que lo alejaba cada vez más de estar sencillamente laburando... Inaudito, ¿para qué esquivarlo?
Marie... -repitió y se humedeció los labios con la punta de la lengua a la vez que sus dedos se apretaban más en torno a su talle y las uñas comenzaban a deslizarse más de la cuenta, frenéticas por atravesar el relieve de la ropa que estaba empezando a molestar antes de lo previsto- ¿Qué os sugiere la vista, pues, Marie? -inquirió y descendió unos milímetros la barbilla para traspasarle la humedad de sus labios con unos cuantos roces por la mejilla- ¿Qué os ordena que se haga? -y sin dejar de hablar, se echó más hacia atrás contra la especie de barandilla de piedra y atrajo a la mujer lentamente para recostarla sobre su cuerpo y otorgarle un excitante palco entre el calor de la piel y la sugestión vertiginosa del horizonte-. No todos los que acuden aquí prefieren este tipo de lugares a la mullidez perfumada de las camas.
¡Siento el retraso! Iré un poco lento este mes y en enero supongo que postearé mi ausencia por los exámenes, pero no te preocupes que no me olvido de nuestro post
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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