AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
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Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
La noche comenzaba a tragarse rápidamente el azul tenue del cielo que estos últimos días estaba pintándose de los típicos tonos grises otoñales. Con ello florecía parte de la ciudad que de día pasaba desapercibida a los ojos de muchos. Las tabernas y burdeles comenzaban recibir a toda aquella gente deseosa de divertirse, y claro, que tuviese el dinero suficiente para pasar una buena noche. Pero había un lugar en especial en que las propiedades de ambos tipos de lugares se fundían en un armonioso y pintoresco caos. El burdel principal de París, donde el alcohol corría a raudales y el sensual perfume de las cortesanas se mezclaba con el sudor de los cuerpos que jugaban en las habitaciones.
Muchas cosas ahí eran trabajo ¿Por qué sino un joven como él estaría en un lugar como ese? Lo habían enviado a entregar unas cuantas cajas llenas de botellas de los más diversos licores, con la explicita orden de volver de inmediato para continuar con la distribución. Ya era tarde, y estaba cansado luego de un día lleno de otros pequeños pero agotadores trabajos, así que no pudo negarse cuando una de las mujeres que trabajaba el en lugar le ofreció un vaso para, en sus propias palabras, refrescarse.
Ingenuamente cogió el vaso y de un largo trago bebió todo su contenido. Por su color, creyó que no era más que agua fría, pero cuando sintió aquel ardor en la garganta comenzó a toser profusamente para calmar esa sensación. Pero ya era demasiado tarde, se sintió mareado y con los hombros demasiado pesados como para continuar caminando, así que se vio forzado por aquellos delicados brazos, a sentarse en uno de los taburetes de la barra del burdel. Nunca antes había bebido nada que contuviese alcohol, con suerte podía darse el lujo de beber leche fresca de vez en cuando. En consecuencia ni su cuerpo ni su estómago estaban preparados para recibir un vaso de vodka, sin mencionar que no había comido nada desde el mediodía, cosa que acrecentó los nefastos efectos del alcohol.
Apenas podía escuchar los sonidos a su alrededor, y mucho menos entornar su vista, lo único a lo que podía prestarle atención era a la mujer que le insistía en que bebiese un vaso con un líquido dorado para sentirse mejor. Pero se negó, por su bien debía salir de aquel lugar, aunque fuese trastabillando y chocando con las mesas.
Como pudo se levantó, con una mano en el estómago, y consiguió avanzar un par de metros hasta que tropezó con la nada. Cerró los ojos, entregándose al golpe que seguramente iba a darse en el suelo, pero alguien se interpuso en aquella trayectoria, sosteniéndolo por los hombros. Trató de enfocarse en aquel rostro, pero tan solo consiguió captar unas borrosas facciones masculinas.
- Lo lamento… - susurró, creyendo que en realidad había chocado con él en forma accidental.
Se irguió lo más que su estado le permitía, y buscó alisarse la camisa, como si con ello consiguiese verse remotamente más presentable, pero no había caso. Su ingenuidad le había jugado una mala pasada, y si no quería meterse en más problemas debía salir a como dé lugar de aquel burdel rebosante de gente.
Muchas cosas ahí eran trabajo ¿Por qué sino un joven como él estaría en un lugar como ese? Lo habían enviado a entregar unas cuantas cajas llenas de botellas de los más diversos licores, con la explicita orden de volver de inmediato para continuar con la distribución. Ya era tarde, y estaba cansado luego de un día lleno de otros pequeños pero agotadores trabajos, así que no pudo negarse cuando una de las mujeres que trabajaba el en lugar le ofreció un vaso para, en sus propias palabras, refrescarse.
Ingenuamente cogió el vaso y de un largo trago bebió todo su contenido. Por su color, creyó que no era más que agua fría, pero cuando sintió aquel ardor en la garganta comenzó a toser profusamente para calmar esa sensación. Pero ya era demasiado tarde, se sintió mareado y con los hombros demasiado pesados como para continuar caminando, así que se vio forzado por aquellos delicados brazos, a sentarse en uno de los taburetes de la barra del burdel. Nunca antes había bebido nada que contuviese alcohol, con suerte podía darse el lujo de beber leche fresca de vez en cuando. En consecuencia ni su cuerpo ni su estómago estaban preparados para recibir un vaso de vodka, sin mencionar que no había comido nada desde el mediodía, cosa que acrecentó los nefastos efectos del alcohol.
Apenas podía escuchar los sonidos a su alrededor, y mucho menos entornar su vista, lo único a lo que podía prestarle atención era a la mujer que le insistía en que bebiese un vaso con un líquido dorado para sentirse mejor. Pero se negó, por su bien debía salir de aquel lugar, aunque fuese trastabillando y chocando con las mesas.
Como pudo se levantó, con una mano en el estómago, y consiguió avanzar un par de metros hasta que tropezó con la nada. Cerró los ojos, entregándose al golpe que seguramente iba a darse en el suelo, pero alguien se interpuso en aquella trayectoria, sosteniéndolo por los hombros. Trató de enfocarse en aquel rostro, pero tan solo consiguió captar unas borrosas facciones masculinas.
- Lo lamento… - susurró, creyendo que en realidad había chocado con él en forma accidental.
Se irguió lo más que su estado le permitía, y buscó alisarse la camisa, como si con ello consiguiese verse remotamente más presentable, pero no había caso. Su ingenuidad le había jugado una mala pasada, y si no quería meterse en más problemas debía salir a como dé lugar de aquel burdel rebosante de gente.
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
Aquella noche, tan potente que se veía para quienes juzgaban de lejos todo su funcionamiento, para Oscar estaba siendo una de las más relajadas. La clientela de ese día resultaba mayoritariamente masculina... y heterosexual, lo cual nada tenía que ver con su disponibilidad, pues le excluía de todas maneras.
Al cabo de dos horas de no estar haciendo otra cosa más que intercambiarse sonrisas de complicidad con sus compañeras y los borrachos que las requerían, se encaminó hacia el centro del griterío para servirse, por lo menos, algo de beber. En mitad de aquel tipo de ambientes tan encendidos y desinhibidos no acostumbraba a fijarse en la cara de las personas sino se dirigían a él antes. Sin embargo, le fue imposible no hacer una excepción cuando en menos de dos milésimas, vio cómo alguien tropezaba frente a él e instintivamente sus brazos lo frenaban a tiempo de la caída decisiva.
Escrutó con detenimiento al joven que había sujetado, porque para tratarse de un borracho común, su mirada andaba más preocupada que ida y su rostro encuadraba un aspecto curiosamente íntegro, casi inocente en contraste con la indecencia y falta de decoro que caracterizaban aquel ámbito. Sin duda, un principiante confuso.
¿Te encuentras bien? -le preguntó en un tono incrédulo, arqueando una ceja mientras no se tomaba reparos en dejar de observarle- Será mejor que te sientes o acabarás lamentándolo de verdad.
Le cogió del hombro de manera contundente, aunque nada amenazadora y le guió por los escuetos espacios que él consideraba seguros hasta encontrar una mesa libre donde acomodarlo.
No pareces estar muy lúcido, ¿sabes? Puedo hacer que nos traigan agua, aunque no te la bebas, te sentará bien refrescarte la frente con un pañuelo.
Al cabo de dos horas de no estar haciendo otra cosa más que intercambiarse sonrisas de complicidad con sus compañeras y los borrachos que las requerían, se encaminó hacia el centro del griterío para servirse, por lo menos, algo de beber. En mitad de aquel tipo de ambientes tan encendidos y desinhibidos no acostumbraba a fijarse en la cara de las personas sino se dirigían a él antes. Sin embargo, le fue imposible no hacer una excepción cuando en menos de dos milésimas, vio cómo alguien tropezaba frente a él e instintivamente sus brazos lo frenaban a tiempo de la caída decisiva.
Escrutó con detenimiento al joven que había sujetado, porque para tratarse de un borracho común, su mirada andaba más preocupada que ida y su rostro encuadraba un aspecto curiosamente íntegro, casi inocente en contraste con la indecencia y falta de decoro que caracterizaban aquel ámbito. Sin duda, un principiante confuso.
¿Te encuentras bien? -le preguntó en un tono incrédulo, arqueando una ceja mientras no se tomaba reparos en dejar de observarle- Será mejor que te sientes o acabarás lamentándolo de verdad.
Le cogió del hombro de manera contundente, aunque nada amenazadora y le guió por los escuetos espacios que él consideraba seguros hasta encontrar una mesa libre donde acomodarlo.
No pareces estar muy lúcido, ¿sabes? Puedo hacer que nos traigan agua, aunque no te la bebas, te sentará bien refrescarte la frente con un pañuelo.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
No sacó absolutamente nada con negarse al amable ofrecimiento del hombre que había evitado su caída, ¿Negarse? ¿Lo había hecho o solo se lo imaginó? En ese estado no podía tener certeza, aunque de todos modos no importaba demasiado porque ya estaba siendo conducido a una de las mesas que no habían tenido la oportunidad de cruzarse en su camino, mientras trataba de hilar una frase para hacerle saber que estaba bien y que no se molestara, pero su lengua se trababa, no permitiendo ponerle en conocimiento de su estado.
Cayó pesadamente en una de las sillas, cerrando los ojos para que las cosas dejaran de dar vueltas a su alrededor. Había visto borrachos muchas veces, pero apenas tenía consciencia de que en esta ocasión el que estaba haciendo ese papel era él. Respiró profundamente un par de veces para contener parte de los efectos del mareo y volvió a abrir los ojos, entornando la vista en el rostro de aquel que lo había ayudado.
- Sí… creo que bebí algo – dijo cuando por fin las palabras pudieron salir de su garganta, sin mencionar a la mujer que le había dado aquel vaso – Pero si me quedo aquí unos minutos supongo que pasará – dijo ingenuamente para no causarle más molestias.
Molestias porque si consideraba que quien lo había ayudado era un hombre, estaría interrumpiendo la diversión que seguramente había venido a buscar con las mujeres del burdel, cosa que si bien no había probado jamás, de cierto modo respetaba, porque sabía directamente de labios de algunas de muchachas del mercado, que para ellas no era más que una oportunidad de trabajo que ayudaba a sobrevivir el día a día, tal como él hacía con esos pequeños trabajos de fuerza bruta que podía conseguir.
Le había sostenido la mirada lo más que pudo, pero en algún momento se rindió y apoyó la cabeza en sus brazos, más bien escondiéndose ante la vergüenza que representaba para él ser visto de esta forma, aunque cualquier persona hubiese culpado a aquella mujer y no a él, ya que al parecer una práctica que las cortesanas menos recurridas utilizaban para atrapar clientes incautos, y él había caído tontamente, solo por no haber aprendido a negar cuando le pedían algo.
- ¡Debo acabar las entregas! – dijo levantando la cabeza de golpe, en un arranque momentáneo había recordado lo que lo había traído al burdel – Van a regañarme si no vuelvo pronto – habló sin pensar en que probablemente no le entendería.
Pero el haberse levantado de aquella manera acabó siendo contraproducente, ya que los alrededores continuaron girando en torno a él, con sus bordes algo menos desdibujados que antes. De pronto sintió la imperiosa necesidad de respirar aire fresco, o tal vez era la necesidad de bajar su temperatura, el punto es que instintivamente se desabotonó los dos primeros botones de la camisa, aspirando luego una bocanada de aire cargada del humo de tabaco del lugar, lo que le ocasionó una nueva oleada de tos.
Cayó pesadamente en una de las sillas, cerrando los ojos para que las cosas dejaran de dar vueltas a su alrededor. Había visto borrachos muchas veces, pero apenas tenía consciencia de que en esta ocasión el que estaba haciendo ese papel era él. Respiró profundamente un par de veces para contener parte de los efectos del mareo y volvió a abrir los ojos, entornando la vista en el rostro de aquel que lo había ayudado.
- Sí… creo que bebí algo – dijo cuando por fin las palabras pudieron salir de su garganta, sin mencionar a la mujer que le había dado aquel vaso – Pero si me quedo aquí unos minutos supongo que pasará – dijo ingenuamente para no causarle más molestias.
Molestias porque si consideraba que quien lo había ayudado era un hombre, estaría interrumpiendo la diversión que seguramente había venido a buscar con las mujeres del burdel, cosa que si bien no había probado jamás, de cierto modo respetaba, porque sabía directamente de labios de algunas de muchachas del mercado, que para ellas no era más que una oportunidad de trabajo que ayudaba a sobrevivir el día a día, tal como él hacía con esos pequeños trabajos de fuerza bruta que podía conseguir.
Le había sostenido la mirada lo más que pudo, pero en algún momento se rindió y apoyó la cabeza en sus brazos, más bien escondiéndose ante la vergüenza que representaba para él ser visto de esta forma, aunque cualquier persona hubiese culpado a aquella mujer y no a él, ya que al parecer una práctica que las cortesanas menos recurridas utilizaban para atrapar clientes incautos, y él había caído tontamente, solo por no haber aprendido a negar cuando le pedían algo.
- ¡Debo acabar las entregas! – dijo levantando la cabeza de golpe, en un arranque momentáneo había recordado lo que lo había traído al burdel – Van a regañarme si no vuelvo pronto – habló sin pensar en que probablemente no le entendería.
Pero el haberse levantado de aquella manera acabó siendo contraproducente, ya que los alrededores continuaron girando en torno a él, con sus bordes algo menos desdibujados que antes. De pronto sintió la imperiosa necesidad de respirar aire fresco, o tal vez era la necesidad de bajar su temperatura, el punto es que instintivamente se desabotonó los dos primeros botones de la camisa, aspirando luego una bocanada de aire cargada del humo de tabaco del lugar, lo que le ocasionó una nueva oleada de tos.
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
Oscar aprovechó el gesto de los dos botones desabrochados para contemplarle de arriba a abajo antes de posar una mano sobre su hombro con la que obligarle a recuperar su asiento y con la otra, colocarle el trapo mojado de agua sobre la frente.
Si no estás acostumbrado a beber alcohol, no deberías atreverte a ningún trago y si por lo que veo, tampoco has venido al burdel por diversión, tampoco deberías dejarte engatusar por nadie de los que aquí trabajan -repuso, mientras hacía esfuerzos por no esbozar una sonrisa al saber que él se encontraba entre ese último grupo.
Lo cierto es que aquel muchacho podría significar el principio de una noche ocupada que hasta entonces le había palmeado la espalda. Aun así, la franqueza de su rostro continuaba suponiendo un enorme contraste con todo lo que había conocido o dejado de conocer en ese antro que casi era su casa, y si estaba allí por negocios, no iba a tentarle de que lo despidieran por tastar el género en horas de servicio. Peores cosas había hecho Oscar en su vida y aunque la idea no dejaba de rondar por su cabeza, pues el aspecto del otro joven no era precisamente desechable, decidió frenar sus instintos de cortesano. Una noche libre tampoco suponía un drama, ni mucho menos.
Lo primero sería salir de todo esto, el aire claramente está más contaminado que cualquiera de fuera -propuso, al tiempo que le ofrecía la mano para levantarle-. Puedes regresar después a por tus entregas, te aseguro que nadie aquí sería capaz de relevarlas.
Si no estás acostumbrado a beber alcohol, no deberías atreverte a ningún trago y si por lo que veo, tampoco has venido al burdel por diversión, tampoco deberías dejarte engatusar por nadie de los que aquí trabajan -repuso, mientras hacía esfuerzos por no esbozar una sonrisa al saber que él se encontraba entre ese último grupo.
Lo cierto es que aquel muchacho podría significar el principio de una noche ocupada que hasta entonces le había palmeado la espalda. Aun así, la franqueza de su rostro continuaba suponiendo un enorme contraste con todo lo que había conocido o dejado de conocer en ese antro que casi era su casa, y si estaba allí por negocios, no iba a tentarle de que lo despidieran por tastar el género en horas de servicio. Peores cosas había hecho Oscar en su vida y aunque la idea no dejaba de rondar por su cabeza, pues el aspecto del otro joven no era precisamente desechable, decidió frenar sus instintos de cortesano. Una noche libre tampoco suponía un drama, ni mucho menos.
Lo primero sería salir de todo esto, el aire claramente está más contaminado que cualquiera de fuera -propuso, al tiempo que le ofrecía la mano para levantarle-. Puedes regresar después a por tus entregas, te aseguro que nadie aquí sería capaz de relevarlas.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
¡Comenzaba a odiar este lugar! Aunque la paga era relativamente generosa, para alguien tan despistado e ingenuo como él los riesgos eran mucho mayores, así que saliendo de este embrollo tendría que reconsiderar continuar en ello, sin mencionar que el burdel en sí rebosaba de una mayoría eminentemente femenina, lo que le producía aún más incomodidad por el hecho de no estar acostumbrado a tratar con ellas, y mucho menos a que lo tocaran, poniéndosele la piel de gallina al menor de los roces. No, no era un buen lugar para él.
Cerró los ojos con fuerza y se llevó la mano a la boca tratando de contener la tos, razón por la que apenas se dio cuenta de aquella mano extraña que se posaba sobre su hombro. No notó el contacto sino hasta que una agradable sensación de frescura le sacara un suspiro de alivio, haciéndole esbozar una tonta sonrisa que duró hasta que el hombre le volvió a hablar. ¿Lo estaba… regañando?
Bufó cuando escuchó aquello, una reacción completamente extraña en él y que seguramente fue provocada por el efecto del alcohol, porque de estar en sus cabales jamás habría replicado ante un regaño, y de hecho nunca lo había hecho por más que fuese ante un reclamo injustificado. ¡Bendito alcohol y su bendita facilidad para volver en patán al más inocente!
- Tiene usted razón en todo – le concedió al hombre que ahora le extendía la mano – Soy un idiota, y hay un aire asqueroso, pero puedo solo – dijo envalentonándose para levantarse ayudado por el borde de la mesa – Además seguro vino aquí para divertirse, no para ayudar a un idiota –
Rechazó aquella mano que buscaba ayudarlo, fuera de toda lógica dada su personalidad, y se volteó para mirarlo de frente, no desafiante, pero si para demostrar que no era tan endeble como para que lo aconsejara de aquella manera. Ojala no hubiese entrado al burdel jamás, porque ya de nuevo iba a hacer otra tontería de borrachos, un acto tan típico como perder el equilibrio y tropezar con el aire, pero con la diferencia de que caía fuertemente sobre el hombre, dejando que el paño frío que le había puesto en la frente cayera sobre el pecho ajeno. Era un mal día…
Cerró los ojos con fuerza y se llevó la mano a la boca tratando de contener la tos, razón por la que apenas se dio cuenta de aquella mano extraña que se posaba sobre su hombro. No notó el contacto sino hasta que una agradable sensación de frescura le sacara un suspiro de alivio, haciéndole esbozar una tonta sonrisa que duró hasta que el hombre le volvió a hablar. ¿Lo estaba… regañando?
Bufó cuando escuchó aquello, una reacción completamente extraña en él y que seguramente fue provocada por el efecto del alcohol, porque de estar en sus cabales jamás habría replicado ante un regaño, y de hecho nunca lo había hecho por más que fuese ante un reclamo injustificado. ¡Bendito alcohol y su bendita facilidad para volver en patán al más inocente!
- Tiene usted razón en todo – le concedió al hombre que ahora le extendía la mano – Soy un idiota, y hay un aire asqueroso, pero puedo solo – dijo envalentonándose para levantarse ayudado por el borde de la mesa – Además seguro vino aquí para divertirse, no para ayudar a un idiota –
Rechazó aquella mano que buscaba ayudarlo, fuera de toda lógica dada su personalidad, y se volteó para mirarlo de frente, no desafiante, pero si para demostrar que no era tan endeble como para que lo aconsejara de aquella manera. Ojala no hubiese entrado al burdel jamás, porque ya de nuevo iba a hacer otra tontería de borrachos, un acto tan típico como perder el equilibrio y tropezar con el aire, pero con la diferencia de que caía fuertemente sobre el hombre, dejando que el paño frío que le había puesto en la frente cayera sobre el pecho ajeno. Era un mal día…
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
Mala o buena, la situación estaba siendo curiosa... Esperando que el contacto contra su mano se completara, dedos con dedos y un ligero apretón que reforzara el transcurso de horas de calor desaprovechado y mirada vacía por puro aburrimiento... Sin embargo, el rechazo al agarre de su mano se vio contradicho por algo que le refrescó por primera vez en toda la noche, y además de manera literal: la frente del muchacho con el paño mojado, que descarriló sobre su torso. Y aunque todavía era demasiado pronto para hablar de humedades, Oscar torció la sonrisa después de abrir mucho los ojos tras al impacto.
Claro, claro, solo -respondió, al tiempo que le sujetaba los hombros y se permitía repasar casualmente una mano por su nuca-. Salgamos fuera, no tiene más. También hay que saber cuándo aceptar ayuda -propinó unas suaves palmaditas sobre sus cabellos, mirando hacia el techo con los ojos apunto de quedar en blanco-. Dios, ¿se puede saber quién eres, que haces que me escuche como un profesor viejo?
Soltó una suave carcajada de circustancias y como pudo, agarró un brazo del otro joven y se lo pasó por encima de los hombros para ayudarle a cargar con su propio peso ebrio, hasta llegar con pequeños tropezones y pasos medio cojos a la salida del establecimiento.
¿Mejor? -preguntó, nada más dejarlo junto a la pared y mantener una mano todavía contra su hombro por si la gravedad continuaba al acecho-. Creo que es la primera vez que veo a un hombre llegar tan pronto a la salida... y sin consumiciones.
Claro, claro, solo -respondió, al tiempo que le sujetaba los hombros y se permitía repasar casualmente una mano por su nuca-. Salgamos fuera, no tiene más. También hay que saber cuándo aceptar ayuda -propinó unas suaves palmaditas sobre sus cabellos, mirando hacia el techo con los ojos apunto de quedar en blanco-. Dios, ¿se puede saber quién eres, que haces que me escuche como un profesor viejo?
Soltó una suave carcajada de circustancias y como pudo, agarró un brazo del otro joven y se lo pasó por encima de los hombros para ayudarle a cargar con su propio peso ebrio, hasta llegar con pequeños tropezones y pasos medio cojos a la salida del establecimiento.
¿Mejor? -preguntó, nada más dejarlo junto a la pared y mantener una mano todavía contra su hombro por si la gravedad continuaba al acecho-. Creo que es la primera vez que veo a un hombre llegar tan pronto a la salida... y sin consumiciones.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
Si no era un idiota tal y como decía él mismo, se estaba comportando como tal al no querer recibir ayuda ¿De dónde salía todo ese orgullo? Es por todos conocido aquel viejo refrán que reza que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, pero la pregunta era si eso también valía para los comportamientos. Aunque muy en el fondo aquello no importaba, ya que si bien podían ser atisbos de quien era antes de perder la memoria, seguramente iba a olvidarlo cuando pasaran los nefastos efectos del alcohol, y solo que quedaría una buena jaqueca y los recuerdos borrosos de unas facciones masculinas.
Dio un notorio respingo al sentir que un escalofrío le recorría desde la nuca hasta el final de la columna, pero en ese estado ni siquiera se molestó en buscar el origen del mismo, lo que importaba ahora era apagar esa sensación de ahogo que iba tomando su pecho. A penas pudo poner atención en lo que decía el señor que ahora lo sacaba del burdel, lo único en que pudo reparar fue en aquella pregunta. Entreabrió los labios, dispuesto a responder con su nombre, pero acabó por caer en cavilaciones en las que pocas veces solía vagar.
- ¿Sabe algo? Creo que no lo sé – dijo con una amarga sonrisa mientras dejaba que el frío de la pared lo reconfortara – Apenas sé mi nombre – murmuró antes de soltar una carcajada ante el nuevo comentario del hombre – Pasa usted mucho tiempo aquí al parecer, aunque supongo que las señoritas se lo agradecen –
Apoyó la cabeza completamente en la pared, mirando el cielo otoñal que afortunadamente hoy no se veía opacado por las nubes, dio un par de fuertes bocanadas de aire, y volvió a reír, pero más que nada para no llorar, ya que lejos de toda broma lo que había dicho era más que cierto aunque el hombre que ahora lo acompañaba no tuviese idea. No sabía quién era realmente, solo sabía en lo que se había convertido el mismo ayudado por el molde que constituían las calles.
Soltó un par de lágrimas que ya no pudo contener más, y puso una mano sobre aquella ajena que se posaba en su hombro, tal vez como signo de cierto grado de complicidad que había salido de la nada. Volteó el rostro para mirarlo y sonrió, aun con aquellos vestigios de las lágrimas en sus mejillas.
- ¿Puedo saber quién es usted? – dijo devolviendo de pronto la mirada al cielo, queriendo no incomodarlo con esa curiosidad que ni siquiera en momentos como este sabía irse de él.
Dio un notorio respingo al sentir que un escalofrío le recorría desde la nuca hasta el final de la columna, pero en ese estado ni siquiera se molestó en buscar el origen del mismo, lo que importaba ahora era apagar esa sensación de ahogo que iba tomando su pecho. A penas pudo poner atención en lo que decía el señor que ahora lo sacaba del burdel, lo único en que pudo reparar fue en aquella pregunta. Entreabrió los labios, dispuesto a responder con su nombre, pero acabó por caer en cavilaciones en las que pocas veces solía vagar.
- ¿Sabe algo? Creo que no lo sé – dijo con una amarga sonrisa mientras dejaba que el frío de la pared lo reconfortara – Apenas sé mi nombre – murmuró antes de soltar una carcajada ante el nuevo comentario del hombre – Pasa usted mucho tiempo aquí al parecer, aunque supongo que las señoritas se lo agradecen –
Apoyó la cabeza completamente en la pared, mirando el cielo otoñal que afortunadamente hoy no se veía opacado por las nubes, dio un par de fuertes bocanadas de aire, y volvió a reír, pero más que nada para no llorar, ya que lejos de toda broma lo que había dicho era más que cierto aunque el hombre que ahora lo acompañaba no tuviese idea. No sabía quién era realmente, solo sabía en lo que se había convertido el mismo ayudado por el molde que constituían las calles.
Soltó un par de lágrimas que ya no pudo contener más, y puso una mano sobre aquella ajena que se posaba en su hombro, tal vez como signo de cierto grado de complicidad que había salido de la nada. Volteó el rostro para mirarlo y sonrió, aun con aquellos vestigios de las lágrimas en sus mejillas.
- ¿Puedo saber quién es usted? – dijo devolviendo de pronto la mirada al cielo, queriendo no incomodarlo con esa curiosidad que ni siquiera en momentos como este sabía irse de él.
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
Se sorprendió al ver la reacción del muchacho en los escuetos segundos que transcurrieron con el ánimo de que el aire fresco les reavivara y cuando éste entrelazó su mano a la que él continuaba reposando en su hombro, Oscar parpadeó, de repente completamente seguro de las lágrimas en el rostro del chico.
Insisto, ¿de verdad estás bien?
¿Había dicho algo que no debiera? Joder, a lo mejor estaba perdiendo la práctica con los borrachos, eso suponía un contratiempo teniendo en cuenta que casi los trabajaba a diario. De todas formas, ya estaba visto, éste era un principiante, alguien que posiblemente no volvería a probar otro trago en su vida y que ni siquiera había ido hasta el burdel para consumir compañía. Al instante, dejó de intentar analizarlo todo como si el tipo fuera un espécimen no identificado y el acopio sincero de calor que le transmitió el gesto de sus dedos sobre los de Oscar le permitió darse cuenta de que si estaba llorando, sin duda se debía a algún recuerdo consciente e instantáneo; respetable.
Supongo que las señoritas me lo agradecen, al menos deciden pagarme por algo, aunque eso no sólo las mujeres -respondió finalmente, sin dejar de mirarle con atención-. Trabajo aquí como cortesano desde hace cinco años. Tranquilo, que no estoy intentando ganarme un cliente ni mucho menos, me parece que esta noche no está siendo para mí.
Le sonrió durante una milésima de segundo sin darse cuenta y enseguida desvió la mirada para atrapar el cielo con la insistencia de sus ojos.
Me llamo Oscar ¿Seguro que tú no puedes decirme al menos tu nombre?
¡Siento mucho el retraso, este fin de semana estuve de viaje!
Insisto, ¿de verdad estás bien?
¿Había dicho algo que no debiera? Joder, a lo mejor estaba perdiendo la práctica con los borrachos, eso suponía un contratiempo teniendo en cuenta que casi los trabajaba a diario. De todas formas, ya estaba visto, éste era un principiante, alguien que posiblemente no volvería a probar otro trago en su vida y que ni siquiera había ido hasta el burdel para consumir compañía. Al instante, dejó de intentar analizarlo todo como si el tipo fuera un espécimen no identificado y el acopio sincero de calor que le transmitió el gesto de sus dedos sobre los de Oscar le permitió darse cuenta de que si estaba llorando, sin duda se debía a algún recuerdo consciente e instantáneo; respetable.
Supongo que las señoritas me lo agradecen, al menos deciden pagarme por algo, aunque eso no sólo las mujeres -respondió finalmente, sin dejar de mirarle con atención-. Trabajo aquí como cortesano desde hace cinco años. Tranquilo, que no estoy intentando ganarme un cliente ni mucho menos, me parece que esta noche no está siendo para mí.
Le sonrió durante una milésima de segundo sin darse cuenta y enseguida desvió la mirada para atrapar el cielo con la insistencia de sus ojos.
Me llamo Oscar ¿Seguro que tú no puedes decirme al menos tu nombre?
¡Siento mucho el retraso, este fin de semana estuve de viaje!
Última edición por Oscar Llobregat el Sáb Ene 07, 2012 8:21 am, editado 1 vez
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
¿De dónde había salido aquella desmedida nostalgia? ¿Era simplemente causa del alcohol o del hecho de reprimir el dolor de la memoria? Siempre iba de un lado para otro, sonriendo y entusiasmado por moverse, correr, trabajar y hacer cosas en general, y jamás se detenía a pensar sobre quién era en realidad, o al menos quien era antes del orfanato, de los abusos y de la soledad. Debía intentar controlar aquello, dejarlo para cuando estuviese solo en casa ¿A quién le iba a interesar lo que pasara por la cabeza de alguien como él?
Se limitó a asentir cuando de nuevo el hombre le preguntó por su estado, y seguramente, aunque estuviera a punto de llegar a la inconsciencia habría hecho lo mismo, no por orgullo sino que por no causar molestias a extraños, lo que tristemente se reducía a todo el mismísimo París. Y es que en todo el tiempo que llevaba acá había sido incapaz de establecer una relación más allá de la amabilidad y la cortesía que sus trabajos requerían. ¿No había nada más? ¿Tan vacía era su vida?
Con la mano libre se limpió un poco las profusas lágrimas para demostrar valor, como el de un niño pequeño que aún le teme a lo que pueda vivir bajo su cama pero que no se atreve a reconocerlo. Estaba dispuesto a volver a insistirle en que estaba bien, y en parte así era porque el aire libre de humo de tabaco y perfume barato le había sentado de maravilla, o al menos lo suficiente como para poder escuchar perfectamente aquello que lo paralizó y hasta lo hizo caer sentado en el lugar, no por asco o algo similar, ya que de hecho entendía ese tipo de trabajo y la necesidad de tener que llevarse algo a la boca, pero… ¿Un hombre?
El iris castaño de sus ojos comenzó a temblar por la sorpresa, de hecho no podría explicarse cómo ese trabajo podría ser llevado por un hombre… ¿Con hombres? Sí, dijo que no solo las mujeres, era cosa de lógica, pero en la mente ingenua de quien aún no ha probado esos placeres aquello le parecía físicamente imposible.
- Eh… - balbuceó unos instantes tratando de recuperar la compostura y la sorpresa, pensando que el desconocido que ahora atendía al nombre de Oscar Llobregat lo podía tomar como una especie de ofensa – Kharalian – dijo sacudiendo la cabeza e intentando levantarse, lo que solo consiguió a tropezones.
Por autoreflejo se limpió la mano frotándosela en el pantalón, para luego tendérsela en señal de saludo, y tal vez como una muestra de que no juzgaba su trabajo, que de hecho lo entendía y no le incomodaba, incluso por unos instantes se imaginó en lo mismo, pero el hecho de tener que estar cerca de mujeres le hizo volver a la realidad. No, definitivamente jamás podría hacer un trabajo como ese.
Se limitó a asentir cuando de nuevo el hombre le preguntó por su estado, y seguramente, aunque estuviera a punto de llegar a la inconsciencia habría hecho lo mismo, no por orgullo sino que por no causar molestias a extraños, lo que tristemente se reducía a todo el mismísimo París. Y es que en todo el tiempo que llevaba acá había sido incapaz de establecer una relación más allá de la amabilidad y la cortesía que sus trabajos requerían. ¿No había nada más? ¿Tan vacía era su vida?
Con la mano libre se limpió un poco las profusas lágrimas para demostrar valor, como el de un niño pequeño que aún le teme a lo que pueda vivir bajo su cama pero que no se atreve a reconocerlo. Estaba dispuesto a volver a insistirle en que estaba bien, y en parte así era porque el aire libre de humo de tabaco y perfume barato le había sentado de maravilla, o al menos lo suficiente como para poder escuchar perfectamente aquello que lo paralizó y hasta lo hizo caer sentado en el lugar, no por asco o algo similar, ya que de hecho entendía ese tipo de trabajo y la necesidad de tener que llevarse algo a la boca, pero… ¿Un hombre?
El iris castaño de sus ojos comenzó a temblar por la sorpresa, de hecho no podría explicarse cómo ese trabajo podría ser llevado por un hombre… ¿Con hombres? Sí, dijo que no solo las mujeres, era cosa de lógica, pero en la mente ingenua de quien aún no ha probado esos placeres aquello le parecía físicamente imposible.
- Eh… - balbuceó unos instantes tratando de recuperar la compostura y la sorpresa, pensando que el desconocido que ahora atendía al nombre de Oscar Llobregat lo podía tomar como una especie de ofensa – Kharalian – dijo sacudiendo la cabeza e intentando levantarse, lo que solo consiguió a tropezones.
Por autoreflejo se limpió la mano frotándosela en el pantalón, para luego tendérsela en señal de saludo, y tal vez como una muestra de que no juzgaba su trabajo, que de hecho lo entendía y no le incomodaba, incluso por unos instantes se imaginó en lo mismo, pero el hecho de tener que estar cerca de mujeres le hizo volver a la realidad. No, definitivamente jamás podría hacer un trabajo como ese.
- Spoiler:
- Me avergüenza mucho haber tardado tanto, pero la verdad han sido unos meses horribles que no acabaran sino hasta enero del próximo año. Espero que me disculpe, de hecho tengo ausencia, pero me sabe muy mal deber post de esta manera. Saludos u.u
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
Oscar miró hacia la mano que le tendía después de mirarle a los ojos. ¿Quizás le había sorprendido su confesión? No es que no estuviera precisamente acostumbrado, reacciones de todo tipo había visto ya a esas alturas, para coleccionarlas, curarse de espanto e, incluso, hacer apuestas. Con la esencia de extrema pureza que manaba de aquel muchacho, raro habría sido que su rostro no hubiera experimentado cambio alguno ante la afirmación de su trabajo. Sí que percibía en él confusión más que ningún otro sentimiento y aunque no era una emoción agresiva ni acusadora, el gesto de ofrecerle la mano no le agradó de buenas a primeras.
Sé que no lo haces con mala intención, pero lo que llevo tolerando desde que mi cabeza se asomó entre las piernas de mi madre, me ha dado el derecho a sentirme mínimamente ofendido.
Oscar le respondió con una media sonrisa incrédula y un suspiro que, a pesar de todo, no podía salir tan contrariado como le gustaría. A fin de cuentas, aquel muchacho parecía buena gente. Sólo había cometido el error que cometían casi todos los que no le condenaban (primer paso por el que no podía mirarle con malos ojos): creer que había algo que apoyar, como si también hubiera algo que lamentar. Y eso, a fin de cuentas, era una manera pasiva, quizá inconsciente, de juzgar lo que hacía.
¿Por qué me ofreces la mano exactamente? ¿Una especie de pésame, quizás? Lamentablemente para ti, estaría fuera de lugar.
Aun así, aceptó dicha mano, al cabo de unos segundos de regodearse en las expresiones que el otro chico había ido adquiriendo, y se la estrechó con fuerza, escasa pero firme, la suficiente para conseguir acomodarlo contra su tórax y hablarle directamente por encima del oído sin ningún pudor ni inconveniente.
Kharalian… –repitió con tranquilidad, en torno al caracol de su oreja-. Los parajes de un burdel están a disposición de hombres y mujeres, y por descontado, este mundo no lo habitan sólo hombres atraídos por mujeres. A eso se resume la lección de biología de hoy.
Sé que no lo haces con mala intención, pero lo que llevo tolerando desde que mi cabeza se asomó entre las piernas de mi madre, me ha dado el derecho a sentirme mínimamente ofendido.
Oscar le respondió con una media sonrisa incrédula y un suspiro que, a pesar de todo, no podía salir tan contrariado como le gustaría. A fin de cuentas, aquel muchacho parecía buena gente. Sólo había cometido el error que cometían casi todos los que no le condenaban (primer paso por el que no podía mirarle con malos ojos): creer que había algo que apoyar, como si también hubiera algo que lamentar. Y eso, a fin de cuentas, era una manera pasiva, quizá inconsciente, de juzgar lo que hacía.
¿Por qué me ofreces la mano exactamente? ¿Una especie de pésame, quizás? Lamentablemente para ti, estaría fuera de lugar.
Aun así, aceptó dicha mano, al cabo de unos segundos de regodearse en las expresiones que el otro chico había ido adquiriendo, y se la estrechó con fuerza, escasa pero firme, la suficiente para conseguir acomodarlo contra su tórax y hablarle directamente por encima del oído sin ningún pudor ni inconveniente.
Kharalian… –repitió con tranquilidad, en torno al caracol de su oreja-. Los parajes de un burdel están a disposición de hombres y mujeres, y por descontado, este mundo no lo habitan sólo hombres atraídos por mujeres. A eso se resume la lección de biología de hoy.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
¿Ofendido? Repitió para si mismo al tiempo en que sus ojos se abrieron de sobremanera, y del solo impacto de aquella palabra el estupor que le había producido el alcohol se fue de su cuerpo instantáneamente. Y acabó por sucumbir ante el silencio y la protección de una cabeza baja, parte disculpa, parte vergüenza. ¿Pero qué había dicho? Pensó, y acto seguido comenzó a revisar cada una de las palabras, encontrándose con que solo había dicho su nombre.
No, no había sido nada que hubiese salido de sus labios ¡Seguramente fue algo que hizo! ¿Pero… qué? Respondió a aquel amago de sonrisa con un perplejo parpadeo, ya que en su interior seguía tratando de responderse esa pregunta, aunque para su fortuna le fue respondida por las nuevas preguntas que el señor Llobregat le hizo. Provocando en él exactamente la misma reacción que antes, abrió los ojos de sobremanera, pero esta vez solo unos instantes porque comenzó a negar enérgicamente con la cabeza, tal como si le hubiese caído insecto potencialmente venenoso.
Pero ya era tarde, le había correspondido aquel gesto que no entendía que podía llegar a ser de mala educación. Estaba apenado, aunque no conseguía comprender del todo el por qué, o al menos en esto estaba cuando sintió que su cuerpo era estrechado por el de él. Aunque al final no fue lo que más le impresionó, sino que lo fueron aquellas palabras que no hacían más que confirmarle de forma poética algo que creía le venía persiguiendo desde siempre.
No obstante ello, su corazón comenzó a latir de forma acelerada y tan fuerte que seguramente el mismo señor Llobregat podría sentirlo. En el fondo sabía que era un hecho cierto, que no todos tenían las tendencias que la iglesia les exigía a sus feligreses. Él lo sabía, había vivido bajo ese régimen gran parte de su infancia, pero al final fue esa misma férrea barrera que interponían entre orfanatos de niñas y niños, la que terminó por crear esa incomodidad que sentía cada vez que estaba cerca de alguien del sexo opuesto.
Suspiró y en un gesto impropio apoyó la frente en el hombro ajeno, era de cierto modo consolador que alguien más le hiciera saber que no era una aberración aquella comodidad que sentía cuando estaba con personas de su género.
- Lo siento… - susurró en tono casi inaudible, disculpándose por el anterior impase – Y entiendo la lección, sé cómo eso se siente… - dijo antes de tomar consciencia de que habría acabado por hacer desaparecer toda distancia entre ellos, por lo que asustado se apartó dando unos pasos atrás – O eso creo. Y entiendo que deba… que quiera… que trabaje en lo que hace – dijo trastabillando al no encontrar las palabras apropiadas – Aunque mi opinión no importe en absoluto – comentó bajando la cabeza avergonzado por su atrevimiento.
No, no había sido nada que hubiese salido de sus labios ¡Seguramente fue algo que hizo! ¿Pero… qué? Respondió a aquel amago de sonrisa con un perplejo parpadeo, ya que en su interior seguía tratando de responderse esa pregunta, aunque para su fortuna le fue respondida por las nuevas preguntas que el señor Llobregat le hizo. Provocando en él exactamente la misma reacción que antes, abrió los ojos de sobremanera, pero esta vez solo unos instantes porque comenzó a negar enérgicamente con la cabeza, tal como si le hubiese caído insecto potencialmente venenoso.
Pero ya era tarde, le había correspondido aquel gesto que no entendía que podía llegar a ser de mala educación. Estaba apenado, aunque no conseguía comprender del todo el por qué, o al menos en esto estaba cuando sintió que su cuerpo era estrechado por el de él. Aunque al final no fue lo que más le impresionó, sino que lo fueron aquellas palabras que no hacían más que confirmarle de forma poética algo que creía le venía persiguiendo desde siempre.
No obstante ello, su corazón comenzó a latir de forma acelerada y tan fuerte que seguramente el mismo señor Llobregat podría sentirlo. En el fondo sabía que era un hecho cierto, que no todos tenían las tendencias que la iglesia les exigía a sus feligreses. Él lo sabía, había vivido bajo ese régimen gran parte de su infancia, pero al final fue esa misma férrea barrera que interponían entre orfanatos de niñas y niños, la que terminó por crear esa incomodidad que sentía cada vez que estaba cerca de alguien del sexo opuesto.
Suspiró y en un gesto impropio apoyó la frente en el hombro ajeno, era de cierto modo consolador que alguien más le hiciera saber que no era una aberración aquella comodidad que sentía cuando estaba con personas de su género.
- Lo siento… - susurró en tono casi inaudible, disculpándose por el anterior impase – Y entiendo la lección, sé cómo eso se siente… - dijo antes de tomar consciencia de que habría acabado por hacer desaparecer toda distancia entre ellos, por lo que asustado se apartó dando unos pasos atrás – O eso creo. Y entiendo que deba… que quiera… que trabaje en lo que hace – dijo trastabillando al no encontrar las palabras apropiadas – Aunque mi opinión no importe en absoluto – comentó bajando la cabeza avergonzado por su atrevimiento.
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
No podía creerlo. Aquel muchacho era capaz de llegar a sorprenderlo de verdad, aunque la noche hubiera estado entretenida antes de toparse casualmente con su retraída presencia. Bien era cierto que con el deplorable resultado de aquel día tan monótono y aburrido, Oscar habría llegado a entretenerse con cualquier cosa, pero ese tal Kharalian no sólo lo estaba entreteniendo, no, lo estaba sorprendiendo, como ya decía.... De repente, el cortesano sentía que estaba frente a algo inaudito, no importaba si fuera debido a su persona en sí o sencillamente a su comportamiento. Claro que ambas cosas estaban conectadas, y todas pertenecientes al joven que desprendía aquella franqueza súbita dentro de su tímida agonía. ¿De verdad no era un crío, de verdad no era un bebé, como únicos posibles recipientes de tanta pureza? A muchas personas había conocido a lo largo de su vida, aunque ni siquiera fuera muy larga, y señalaba a muy pocas que parecieran tan plenamente exentas de maldad sólo con lo que transmitían a través de los gestos, las palabras y la mirada.
No, definitivamente no se trataba ni de un crío ni de un bebé, pues de no ser así, la atracción hacia él en todos los sentidos no iría en aumento y a niveles tan vertiginosos para lo poco que se conocían. La diferencia de edad era evidente, quizá nueve o diez años... pero el polaco nunca había hecho distinciones en su oficio, mucho menos en su existencia. Quizá debiera achacársele un caracter más pervertido de lo habitual, pues cuando Oscar no tendría ni un palmo de altura y traficaba alcohol por las calles de su ciudad, Kharalian no haría ni dos segundos que habría abierto sus ojos por primera vez al mundo. Sí, a lo mejor podría llegar a sentirse un asalta-cunas, con otra mentalidad más cerrada, más insulsa... y, aun así, allí estaría el contraataque de la inocencia del muchacho con el que ahora hablaba, tan dispersa y sincera y temblorosamente implacable que seguiría sin lograr que nada pudiera verse sucio al relacionarlo con ella.
Para entender porqué quiero y trabajo en lo que hago... -repitió, de repente adquiriendo una expresión más apagada y lúgrube, contrastando con la luz que había experimentado a manos de las reacciones de Kharalian- ... tendrías que conocer muchas más cosas lejanas a todo esto.
Tener que remontarse al catre del burdel de Ewa y el peso sudoroso del cuerpo y la mirada que le arrancaron la virginidad nunca abría una puerta risueña... Sin embargo, no permitió que aquella memoria gris perdurara por mucho tiempo, pues no merecía la pena que algo que (ahora sin ningún atisbo de duda) sabía que el otro chico había dicho sin malas intenciones lo alejara de todo ese interés limpio que acababa de empezar a sentir completamente por Kharalian.
No le permitió muchas milésimas de tiempo para que volviera a disculparse o a preguntar y tranquilamente, dio unos cuantos pasos, sin ninguna agresividad, y acorraló al chico suavemente contra la pared más cercana, tomándose allí unos embriagados segundos para centrarse más en su rostro... En aquellas partículas de piel y huesos que cubrían el enigma de su pureza, galardonado por la cambiante naturaleza del color de sus ojos, no supo si marrones o verdes... pero cayó tarde en la cuenta de que eran dos tonalidades que compartía con los suyos propios. Sonrió de lado con insinuación, pero entonces de un modo muy diferente al de antes, sin aires sarcásticos ni ácidos, sino en su plena esencia natural, como lo que le había inspirado Kharalian... ¿Eran ciertas, entonces, las leyendas de que existía gente con alma bondadosa en la tierra?
Si tú también 'entiendes', no deberías reprimirte... -continuó hablando, y apoyó una mano cerca de la oreja del chico para poder inclinarse sobre él con más comodidad y mezclar suavemente el inicio del aliento de ambos que escapaba directamente de sus labios, pero que todavía separaba un escaso espacio- ... porque tu opinión sí que importa.
No, definitivamente no se trataba ni de un crío ni de un bebé, pues de no ser así, la atracción hacia él en todos los sentidos no iría en aumento y a niveles tan vertiginosos para lo poco que se conocían. La diferencia de edad era evidente, quizá nueve o diez años... pero el polaco nunca había hecho distinciones en su oficio, mucho menos en su existencia. Quizá debiera achacársele un caracter más pervertido de lo habitual, pues cuando Oscar no tendría ni un palmo de altura y traficaba alcohol por las calles de su ciudad, Kharalian no haría ni dos segundos que habría abierto sus ojos por primera vez al mundo. Sí, a lo mejor podría llegar a sentirse un asalta-cunas, con otra mentalidad más cerrada, más insulsa... y, aun así, allí estaría el contraataque de la inocencia del muchacho con el que ahora hablaba, tan dispersa y sincera y temblorosamente implacable que seguiría sin lograr que nada pudiera verse sucio al relacionarlo con ella.
Para entender porqué quiero y trabajo en lo que hago... -repitió, de repente adquiriendo una expresión más apagada y lúgrube, contrastando con la luz que había experimentado a manos de las reacciones de Kharalian- ... tendrías que conocer muchas más cosas lejanas a todo esto.
Tener que remontarse al catre del burdel de Ewa y el peso sudoroso del cuerpo y la mirada que le arrancaron la virginidad nunca abría una puerta risueña... Sin embargo, no permitió que aquella memoria gris perdurara por mucho tiempo, pues no merecía la pena que algo que (ahora sin ningún atisbo de duda) sabía que el otro chico había dicho sin malas intenciones lo alejara de todo ese interés limpio que acababa de empezar a sentir completamente por Kharalian.
No le permitió muchas milésimas de tiempo para que volviera a disculparse o a preguntar y tranquilamente, dio unos cuantos pasos, sin ninguna agresividad, y acorraló al chico suavemente contra la pared más cercana, tomándose allí unos embriagados segundos para centrarse más en su rostro... En aquellas partículas de piel y huesos que cubrían el enigma de su pureza, galardonado por la cambiante naturaleza del color de sus ojos, no supo si marrones o verdes... pero cayó tarde en la cuenta de que eran dos tonalidades que compartía con los suyos propios. Sonrió de lado con insinuación, pero entonces de un modo muy diferente al de antes, sin aires sarcásticos ni ácidos, sino en su plena esencia natural, como lo que le había inspirado Kharalian... ¿Eran ciertas, entonces, las leyendas de que existía gente con alma bondadosa en la tierra?
Si tú también 'entiendes', no deberías reprimirte... -continuó hablando, y apoyó una mano cerca de la oreja del chico para poder inclinarse sobre él con más comodidad y mezclar suavemente el inicio del aliento de ambos que escapaba directamente de sus labios, pero que todavía separaba un escaso espacio- ... porque tu opinión sí que importa.
- Spoiler:
- Aprovecho para decirte DE UNA VEZ lo muchísimo que me gusta Kharalian. Manejas al personaje de una forma envidiable, realmente conmueve y transmites sus emociones de tal modo que parece que las estamos experimentando nosotros, los expectadores xDDDD Además, he visto que llevas a otros personajes que son totalmente diferentes a éste, de manera que tienes un don polifacético que todavía te otorga más mérito. ¡MIS FELICITACIONES!
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
Quiso desviar la mirada en cuanto le dijo que tenía que conocer más cosas para entenderlo, fue como una pequeña puñalada que desgarraba el velo de la complicidad que había sentido con él hasta el momento. Pero tenía razón, no lo conocía. Solo su nombre, su oficio… y la curva de sus facciones que se había quedado grabada en los instantes en que se le acercaba peligrosamente, tanto que incluso cuando cerraba los ojos para evitarlo, seguía viéndolo en su cabeza. Nada de aquello era suficiente, y por un segundo quiso saber más, quiso leer su pasado y comprenderlo, pero eso duró hasta que se dio cuenta que no tenía derecho alguno, él no era nada más que un chico extraviado en un mundo de adultos.
¿Qué pasaba si alguna vez le preguntaba por su pasado? ¿Por sus cosas lejanas? No tenía nada que contestar, nada que fuese más allá de todas las marcas que tenía en su cuerpo como un recordatorio de cosas que no debía olvidar, aunque al final solo recordara el signo pero perdiese el conocimiento del significado, volviéndose algo completamente inútil como el tatuaje de la cruz que dolorosamente le habían grabado en el antebrazo para que no olvidase sus pecados. ¿Pero qué pecados? ¿Habría sido hijo de una mujer que tuviese el mismo trabajo que el señor Llobregat? ¿Habría sido culpable de la muerte de su madre en el parto? ¿Qué pecado tan grande puede haber cometido un infante como para recibir ese castigo?
No, definitivamente no tenía derecho a preguntarle nada, ni de su pasado ni de aquellas cosas que tanto deseaba entender sobre si mismo. Él no era nadie para hacerlo. Cerró los ojos por un par de segundos, porque sabía que de no hacerlo tendrían un reflejo suplicante que claramente le pedía que le contase más cosas sobre él, sobre el mundo. Cuando los abrió nuevamente ya era demasiado tarde, lo vio acercarse desde el primer paso, pero fue incapaz de moverse, de huir, más que para estrellarse suavemente contra la pared, sin perder la vista de aquellos ojos de una tonalidad extrañamente familiar pero que no podía relacionar.
La sonrisa que se forjó en los labios del señor Llobregat acabó por asustarlo por completo, pero al mismo tiempo eso pugnaba con una sensación sin forma que comenzaba a llenar su pecho, haciendo que los sus latidos fueran cada vez más rápido.
¿Entender? ¿Reprimir? Deseó abrir los labios y dejar un “No” marcado, porque ahora no entendía a qué se refería ni tampoco estaba reprimiendo nada, pero éstos no hicieron más que temblar entreabiertos, sintiendo la calidez de la respiración ajena rozarlo. Estaba consciente de la comodidad que sentía al lado de otros hombres, y aquello no lo reprimía aunque no se manifestara porque no tenía consciencia de su cuerpo ni de su propia sexualidad. ¿Acaso no era solo una comodidad psicológica? El hecho de poder ir tranquilo por la calle o por el mercado sin alarmarse cuando alguien del mismo sexo chocaba con el por accidente. ¿Podría haber más que eso?
- Yo… - consiguió decir antes de darse que cada movimiento de sus labios al hablar podría acercarlo unos tortuosos milímetros a los de señor Llobregat, por lo que pegó la cabeza completamente a la pared para poder acabar al menos una frase qué tenía rondando – Yo no entiendo… ¿Reprimir qué? – dijo hasta que una pequeña lucecita comenzó a hacer alarma en su cabeza – ¡Yo me siento cómodo con usted! – dijo de forma atolondrada al tiempo que avergonzado volteaba el rostro hacia el lado en que aquel brazo le impedía escaparse, mostrando la tensión del musculo del cuello que formaba un surco en el tatuaje que llevaba con su fecha de nacimiento.
¿Cómo pudo decir semejante cosa? Se reprochó a si mismo mientras deslizaba su cuerpo por la pared, apenas unos cinco centímetros, tal vez un poco más. Estaba a punto de comenzar a jadear a causa de un nerviosismo injustificado, debía calmarse y respirar más pausadamente para no ser presa de un pánico que podría llevarlo a cometer otra ofensa.
¿Qué pasaba si alguna vez le preguntaba por su pasado? ¿Por sus cosas lejanas? No tenía nada que contestar, nada que fuese más allá de todas las marcas que tenía en su cuerpo como un recordatorio de cosas que no debía olvidar, aunque al final solo recordara el signo pero perdiese el conocimiento del significado, volviéndose algo completamente inútil como el tatuaje de la cruz que dolorosamente le habían grabado en el antebrazo para que no olvidase sus pecados. ¿Pero qué pecados? ¿Habría sido hijo de una mujer que tuviese el mismo trabajo que el señor Llobregat? ¿Habría sido culpable de la muerte de su madre en el parto? ¿Qué pecado tan grande puede haber cometido un infante como para recibir ese castigo?
No, definitivamente no tenía derecho a preguntarle nada, ni de su pasado ni de aquellas cosas que tanto deseaba entender sobre si mismo. Él no era nadie para hacerlo. Cerró los ojos por un par de segundos, porque sabía que de no hacerlo tendrían un reflejo suplicante que claramente le pedía que le contase más cosas sobre él, sobre el mundo. Cuando los abrió nuevamente ya era demasiado tarde, lo vio acercarse desde el primer paso, pero fue incapaz de moverse, de huir, más que para estrellarse suavemente contra la pared, sin perder la vista de aquellos ojos de una tonalidad extrañamente familiar pero que no podía relacionar.
La sonrisa que se forjó en los labios del señor Llobregat acabó por asustarlo por completo, pero al mismo tiempo eso pugnaba con una sensación sin forma que comenzaba a llenar su pecho, haciendo que los sus latidos fueran cada vez más rápido.
¿Entender? ¿Reprimir? Deseó abrir los labios y dejar un “No” marcado, porque ahora no entendía a qué se refería ni tampoco estaba reprimiendo nada, pero éstos no hicieron más que temblar entreabiertos, sintiendo la calidez de la respiración ajena rozarlo. Estaba consciente de la comodidad que sentía al lado de otros hombres, y aquello no lo reprimía aunque no se manifestara porque no tenía consciencia de su cuerpo ni de su propia sexualidad. ¿Acaso no era solo una comodidad psicológica? El hecho de poder ir tranquilo por la calle o por el mercado sin alarmarse cuando alguien del mismo sexo chocaba con el por accidente. ¿Podría haber más que eso?
- Yo… - consiguió decir antes de darse que cada movimiento de sus labios al hablar podría acercarlo unos tortuosos milímetros a los de señor Llobregat, por lo que pegó la cabeza completamente a la pared para poder acabar al menos una frase qué tenía rondando – Yo no entiendo… ¿Reprimir qué? – dijo hasta que una pequeña lucecita comenzó a hacer alarma en su cabeza – ¡Yo me siento cómodo con usted! – dijo de forma atolondrada al tiempo que avergonzado volteaba el rostro hacia el lado en que aquel brazo le impedía escaparse, mostrando la tensión del musculo del cuello que formaba un surco en el tatuaje que llevaba con su fecha de nacimiento.
¿Cómo pudo decir semejante cosa? Se reprochó a si mismo mientras deslizaba su cuerpo por la pared, apenas unos cinco centímetros, tal vez un poco más. Estaba a punto de comenzar a jadear a causa de un nerviosismo injustificado, debía calmarse y respirar más pausadamente para no ser presa de un pánico que podría llevarlo a cometer otra ofensa.
- Spoiler:
- Nope, este no, el de abajo xD
- Spoiler:
- Me dijo que no lo spoileara pero lo hago de todos modos ¬3¬ Gracias por todo lo que dice u.u pero no podría rolear así si no me estimulara el post del compañero de rol(?) y usted es muy bueno >.< (y se lo dije e.e yo y los que votaron en los awards lo piensan!!) Así que debo agradecerle a usted >.< y FELICIDADES por el premio!!
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
Oscar, de nuevo, se vio doblegado por aquella acción inmediata de tener que abrir tanto los ojos y que ya parecía empezar a portar encima la firma de aquel muchacho que se la provocaba. Contempló cada uno de sus movimientos y cada sensación que producían en él los pequeños gestos propios de la timidez o la más impoluta confusión. El cortesano suspiró con lentitud, apenas sin darse cuenta de que empezaba a medir sus respiraciones, a cuidar sus impulsos... como si fuera una colegiala muriendo porque el amor de su vida reparase en las horas que había empleado en arreglarse los cabellos aquella tarde. Cuidadoso, como pocas veces había estado acostumbrado a ser. Expectante porque la escena le trajera de un vuelco a la realidad en la que el polaco era el malo, el acosador, el que quizá se estuviera precipitando.
Por fin se decidió a recoger aire, cual implacable pez que a pesar del amarre de la red que lo extrae del hábitat que lo mantiene vivo, apenas denota movimiento en sus branquias. Por supuesto que se estaba precipitando. Aquel muchacho le gustaba, le había llamado la atención desde el primer momento que algo en él había contrastado con todo ese ambiente y de la manera menos pretenciosa posible. Como aquel, acudían a su mente muchos otros adjetivos que le harían de antítesis y que Oscar tanto anhelaría incluso dejar de conocer, lejos y desengañado como se encontraba ya de pertenecer al grupo de los redimidos (no importaba por qué ni por quién).
'Yo no entiendo… ¿Reprimir qué?'
Él mismo que promovía un estilo de cortesanía lejano a lo convencional, a lo pudoroso, a lo condenable... Él mismo, que si había llegado a tener tanto dominio en las perversiones capaces de acumularse sobre una cama, se debía únicamente a que era por lo que se ganaba la vida... Él mismo, que buscaba la atracción vertida del cuerpo, la cúspide de llegar a perderse en el otro, más allá de lo que éste sugiriese a primera vista... ¿Qué diablos hacía ahora queriendo manchar con sus manos tan directamente lo que por primera vez aparecía ante él de forma nítida e ingenua? ¿Se estaba volviendo un reflejo de las aguas turbulentas que tanto le asqueaban? ¿Estaba confundiendo el entorno deplorable con lo que siempre habían sido sus principios?
'¡Yo me siento cómodo con usted!'
Oscar cerró los ojos con hastío y trató de sostenerse en pie. ¿Qué iba a hacer? ¿Besarlo? ¿Así? ¿Sin más? No era modo adecuado de abordar a alguien de su talante, y además... ¿Aquellos labios habrían siquiera llegado a rozarse con otros antes de acercar los suyos? ¿Qué derecho tenía a perturbar un horizonte sólo por llevar el equipamiento suficiente? Puede que Kharalian no lo entendiera, ni porqué le hubiera besado ni porqué no hubiera llegado a hacerlo, pero a pesar de todo, Oscar decidió aferrarse a lo último, a lo que más probabilidades tenía de no quebrar nada. Sencillamente, aquella no era forma. No todavía. Y si quería continuar abordándole sin fisuras ni impedimientos, al menos debía empezar mostrando algo de respeto. Tanto para el otro hombre como para sus propios valores.
Hagamos una cosa -propuso de repente, alejándose los centímetros suficientes para volver a quedar a una distancia próxima, pero prudencial, lejos de la invasión íntima de hacía unos instantes-. Volvamos al burdel y acaba tus entregas, no te quedaban muchas. Yo esta noche no trabajaré, no hay clientela para mí. Cuando los dos estemos libres, te llevaré a un lugar donde suelo ir, mucho más natural que todo esto -recuperó la compostura que interiormente había perdido y su boca curvó el inicio de una pequeña sonrisa de calidez, totalmente fuera de lugar en su rutina-. Es la primera vez que voy a decirle esto alguien, pero por favor: confía en mí.
Por fin se decidió a recoger aire, cual implacable pez que a pesar del amarre de la red que lo extrae del hábitat que lo mantiene vivo, apenas denota movimiento en sus branquias. Por supuesto que se estaba precipitando. Aquel muchacho le gustaba, le había llamado la atención desde el primer momento que algo en él había contrastado con todo ese ambiente y de la manera menos pretenciosa posible. Como aquel, acudían a su mente muchos otros adjetivos que le harían de antítesis y que Oscar tanto anhelaría incluso dejar de conocer, lejos y desengañado como se encontraba ya de pertenecer al grupo de los redimidos (no importaba por qué ni por quién).
'Yo no entiendo… ¿Reprimir qué?'
Él mismo que promovía un estilo de cortesanía lejano a lo convencional, a lo pudoroso, a lo condenable... Él mismo, que si había llegado a tener tanto dominio en las perversiones capaces de acumularse sobre una cama, se debía únicamente a que era por lo que se ganaba la vida... Él mismo, que buscaba la atracción vertida del cuerpo, la cúspide de llegar a perderse en el otro, más allá de lo que éste sugiriese a primera vista... ¿Qué diablos hacía ahora queriendo manchar con sus manos tan directamente lo que por primera vez aparecía ante él de forma nítida e ingenua? ¿Se estaba volviendo un reflejo de las aguas turbulentas que tanto le asqueaban? ¿Estaba confundiendo el entorno deplorable con lo que siempre habían sido sus principios?
'¡Yo me siento cómodo con usted!'
Oscar cerró los ojos con hastío y trató de sostenerse en pie. ¿Qué iba a hacer? ¿Besarlo? ¿Así? ¿Sin más? No era modo adecuado de abordar a alguien de su talante, y además... ¿Aquellos labios habrían siquiera llegado a rozarse con otros antes de acercar los suyos? ¿Qué derecho tenía a perturbar un horizonte sólo por llevar el equipamiento suficiente? Puede que Kharalian no lo entendiera, ni porqué le hubiera besado ni porqué no hubiera llegado a hacerlo, pero a pesar de todo, Oscar decidió aferrarse a lo último, a lo que más probabilidades tenía de no quebrar nada. Sencillamente, aquella no era forma. No todavía. Y si quería continuar abordándole sin fisuras ni impedimientos, al menos debía empezar mostrando algo de respeto. Tanto para el otro hombre como para sus propios valores.
Hagamos una cosa -propuso de repente, alejándose los centímetros suficientes para volver a quedar a una distancia próxima, pero prudencial, lejos de la invasión íntima de hacía unos instantes-. Volvamos al burdel y acaba tus entregas, no te quedaban muchas. Yo esta noche no trabajaré, no hay clientela para mí. Cuando los dos estemos libres, te llevaré a un lugar donde suelo ir, mucho más natural que todo esto -recuperó la compostura que interiormente había perdido y su boca curvó el inicio de una pequeña sonrisa de calidez, totalmente fuera de lugar en su rutina-. Es la primera vez que voy a decirle esto alguien, pero por favor: confía en mí.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una Valiosa Lección [Oscar Llobregat]
Solo había una palabra que podía describir todo. Una palabra cuyas letras tan pesadas como la piedra caían sobre el pobre chico, aplastando todo intento suyo por mantener una actitud mínimamente tranquila. Se le revolvía el estomago, casi tanto como si le hubiesen dado un fuerte gancho que llegaba al punto de provocarle nauseas, pero debía resistir… solo un poco más… para estirar los hilos y hacer desaparecer esa palabra de su cabeza.
Los segundos se habían transformado en una eternidad, y cada uno de los músculos de su cuerpo se habían detenido como si estuviesen congelados a una temperatura aun peor que al de la nieve que pronto comenzaría a asediar la ciudad. Pero no, no todos sus músculos. Había uno que concentraba toda la actividad. Su corazón latía desbocado dentro de su pecho, como si quisiera salir de él y estallar, ¿¡Entonces por qué no lo hacía de una vez!? ¿Por qué no dejaba de latir y dejaba de hacerle sentir aquella confusión? Esa era la palabra. Confusión. Pero había otra aun más peligrosa que comenzaba a mostrar sus narices en su consciencia.
Sus ojos permanecían cerrados ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué estaba esperando? Solo dejó que entrara en él ese aroma ajeno pero al mismo tiempo más cercano, pero con cada inhalación y exhalación agitada no hacía más que dejarse en evidencia, en vergüenza… habían varias letras coincidentes entre ambas, y una llevaba a la otra.
Sabía que jamás podría llegar a ser osado como las personas que trabajaban en el burdel, jamás podría llegar siquiera a ser como aquellos jóvenes que aparecían en las novelas y que algunas veces veía ir tomados de la mano por la calle. Era como si su cuerpo hubiese carecido todo este tiempo de un componente que le permitiese proyectar ese tipo de seguridad y deseos. ¿Acaso no tenía alguna expectativa de esta cercanía que tenía ahora con ese hombre de ojos similares a los suyos?
Tal vez sería mejor autoengañarse, y pronto corroboró que era lo mejor. Porque cuando abrió los ojos vio que él se había alejado, haciéndole sentir aun más pesada aquella nueva palabra que se le clavaba con frialdad en el pecho, provocando que aquellos latidos, otrora vertiginosos y enérgicos, se volvieran pesados y muertos.
Apenas escuchó un par de palabras, “Entregas”… “Trabajo”… “Libre”… “Lugar”, le bastó con ello para hilar con algo de coherencia lo que creyó escuchar, pero estaba tan descolocado que no podía estar seguro de nada. Así que solo asintió. En un movimiento lento y prácticamente mecánico, hasta que el pequeño atisbo de sonrisa que se forjó en los labios ajenos le hizo espabilar levemente, provocándole una sensación similar como a la quien ha estado muerto por varios minutos. Pero esa palabra seguía enterrándose en él, aun más profundamente.
- Solo debo entregar… unas cuantas más… y avisar… al tabernero – dijo de forma entrecortada, porque había un montón de otras palabras que querían salir de su garganta y que luchaba firmemente por contener – Entonces podré ir con usted… - remató finalmente, con una voz tan impropia de él que podría hacer dudar de que fuesen sus propias cuerdas vocales.
Se incorporó por completo, separando la espalda de la pared y estirándose las arrugas de la camisa por mero instinto. Ya había concordado verse en él luego, debía acabar su trabajo, que tal vez también le sirviera para despejar su mente, pero no, la palabra la tenía ensartada como uno de esos anzuelos que solo te puedes quitar haciéndolos atravesar por completo.
- Nos… vemos luego – dijo mientras le hacía una pequeña reverencia, obviando completamente las últimas palabras que le habían sido dichas, como si jamás hubiesen formado fonemas con la frecuencia que sus oídos podían escuchar – Señor Llobregat – susurró antes de salir corriendo de vuelta al burdel, como si… no, en realidad si estaba huyendo.
Huía del dolor. Esa era la palabra peligrosa. Cada vez que respiraba le dolía el pecho, era una punzada tras otra que le hacía desesperar. No podía entender nada, y sus ojos llorosos casi le impedían ver el callejón por el que estaba la puerta trasera, así que se vio obligado a apegarse a una pared agarrándose el pecho y rogando porque el dolor se detuviera, también escondiéndose de él mismo, pero sobre todo escondiéndose de la angustia del momento en que sus labios de alejaron definitivamente de los de él.
Los segundos se habían transformado en una eternidad, y cada uno de los músculos de su cuerpo se habían detenido como si estuviesen congelados a una temperatura aun peor que al de la nieve que pronto comenzaría a asediar la ciudad. Pero no, no todos sus músculos. Había uno que concentraba toda la actividad. Su corazón latía desbocado dentro de su pecho, como si quisiera salir de él y estallar, ¿¡Entonces por qué no lo hacía de una vez!? ¿Por qué no dejaba de latir y dejaba de hacerle sentir aquella confusión? Esa era la palabra. Confusión. Pero había otra aun más peligrosa que comenzaba a mostrar sus narices en su consciencia.
Sus ojos permanecían cerrados ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué estaba esperando? Solo dejó que entrara en él ese aroma ajeno pero al mismo tiempo más cercano, pero con cada inhalación y exhalación agitada no hacía más que dejarse en evidencia, en vergüenza… habían varias letras coincidentes entre ambas, y una llevaba a la otra.
Sabía que jamás podría llegar a ser osado como las personas que trabajaban en el burdel, jamás podría llegar siquiera a ser como aquellos jóvenes que aparecían en las novelas y que algunas veces veía ir tomados de la mano por la calle. Era como si su cuerpo hubiese carecido todo este tiempo de un componente que le permitiese proyectar ese tipo de seguridad y deseos. ¿Acaso no tenía alguna expectativa de esta cercanía que tenía ahora con ese hombre de ojos similares a los suyos?
Tal vez sería mejor autoengañarse, y pronto corroboró que era lo mejor. Porque cuando abrió los ojos vio que él se había alejado, haciéndole sentir aun más pesada aquella nueva palabra que se le clavaba con frialdad en el pecho, provocando que aquellos latidos, otrora vertiginosos y enérgicos, se volvieran pesados y muertos.
Apenas escuchó un par de palabras, “Entregas”… “Trabajo”… “Libre”… “Lugar”, le bastó con ello para hilar con algo de coherencia lo que creyó escuchar, pero estaba tan descolocado que no podía estar seguro de nada. Así que solo asintió. En un movimiento lento y prácticamente mecánico, hasta que el pequeño atisbo de sonrisa que se forjó en los labios ajenos le hizo espabilar levemente, provocándole una sensación similar como a la quien ha estado muerto por varios minutos. Pero esa palabra seguía enterrándose en él, aun más profundamente.
- Solo debo entregar… unas cuantas más… y avisar… al tabernero – dijo de forma entrecortada, porque había un montón de otras palabras que querían salir de su garganta y que luchaba firmemente por contener – Entonces podré ir con usted… - remató finalmente, con una voz tan impropia de él que podría hacer dudar de que fuesen sus propias cuerdas vocales.
Se incorporó por completo, separando la espalda de la pared y estirándose las arrugas de la camisa por mero instinto. Ya había concordado verse en él luego, debía acabar su trabajo, que tal vez también le sirviera para despejar su mente, pero no, la palabra la tenía ensartada como uno de esos anzuelos que solo te puedes quitar haciéndolos atravesar por completo.
- Nos… vemos luego – dijo mientras le hacía una pequeña reverencia, obviando completamente las últimas palabras que le habían sido dichas, como si jamás hubiesen formado fonemas con la frecuencia que sus oídos podían escuchar – Señor Llobregat – susurró antes de salir corriendo de vuelta al burdel, como si… no, en realidad si estaba huyendo.
Huía del dolor. Esa era la palabra peligrosa. Cada vez que respiraba le dolía el pecho, era una punzada tras otra que le hacía desesperar. No podía entender nada, y sus ojos llorosos casi le impedían ver el callejón por el que estaba la puerta trasera, así que se vio obligado a apegarse a una pared agarrándose el pecho y rogando porque el dolor se detuviera, también escondiéndose de él mismo, pero sobre todo escondiéndose de la angustia del momento en que sus labios de alejaron definitivamente de los de él.
Mihail Kharalian Balcêscu- Realeza Rumana
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Fecha de inscripción : 08/10/2011
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