Lucien Greymark

Nacido en una familia de cultivadores de viñas de clase media en el norte de Liverpool y el mayor de tres hermanos Lucien, cuyo nombre en aquella época era David, se dedicó desde siempre al trabajo en el viñedo de su familia, uno de los más respetados aunque humildes de la zona. Su infancia fue todo lo que un niño podía desear, pues amaba a sus padres y sus hermanos tanto como le querían a él.

A los dieciséis años se trasladó a la ciudad para poder empezar a cursar como ayudante de un importante empresario y comerciante de Londres, al ser un viejo amigo de su padre se sintió el joven más afortunado del mundo por que le enseñase un hombre de éxito a ser alguien de provecho. A los tres años de haber llegado a la ciudad, y con un prominente futuro por delante, Lucien empezó a salir con Alyssa Reynolds, hija de un abogado de gran fama de la zona, de la que se había enamorado sin medida. Parecía que la vida no podía ser mejor de ninguna manera posible… cuan equivocado estaba.

El 4 de Agosto de 1766, con solo veinte años, todo cambio. Revisando los papeles de su jefe y mentor, al cual había llegado a considerar como un segundo padre, vio una extraña entrada de una mercancía que no era habitual. Intrigado por el contenido de dicho envió bajo hasta el sótano de la casa para hacer una revisión al almacén. Allí lo encontró… su profesor estaba tirado en el suelo, envuelto en sangre y con la ropa desgarrada. Aterrado por lo que veía, se acercó a toda prisa a su amigo para intentar salvarle, intentando cerrar las heridas desde donde brotaba la sangre pero, pocos segundos después, se dio cuenta de que tales heridas no existían. Su viejo amigo, llevado por la sed y el salvajismo que anidaban en su interior, tomo al joven del cuello y asesto un mordisco a la altura de la clavícula. Todo pareció desvanecerse, se vio transportado a recuerdos y lugares que no recordaba haber vivido nunca, todos en una vorágine de sonidos y sensaciones que eran suyas, y al mismo tiempo no lo eran.

Cuando volvió a despertar, sus sentidos parecían expandirse, podía oírlo todo, olerlo todo, cosas que nunca hubiese pensado que podían existir ahora las percibía, algo extraño le había ocurrido. ¿Quién podía ayudarle? ¿A quién podía recurrir? Tambaleándose y tanteando con su debilitado cuerpo, acudió a la casa de Alyssa, esperando poder encontrar respuestas a todas sus dudas y miedos respecto a sus nuevas sensaciones. Cuando por fin pudo estar a solas con ella seguía notándolo, la respiración agitada, el latido de su corazón, su perfume sublime, la sangre subiendo por su cuello, ardiendo, vibrante, nunca se había dado cuenta de aquello…

Sangre… solo veía sangre. Se encontraba aun en la habitación de Alyssa, pero todo había cambiado, la sangre y la carne triturada se esparcían por la cama y los ojos vidriosos y sin vida de la mujer a la que amaba le miraban con terror y sufrimiento. Las lágrimas brotaron de sus ojos al darse cuenta de lo que había hecho. La sangre de su prometida caía de su boca, aun notaba el sabor metálico en su garganta, quemándole por dentro. Solo una voz le saco de su inopia. - Ahora lo entiendes… - Su viejo amigo estaba en la ventana, observando la escena con ojos fríos y muertos. - ¿Qué me has hecho? ¿Qué eres tú? – Pregunto él, sin poder detener el llanto en sus ojos ante lo que veía. Su amigo, su profesor… su padre. - ¿Por qué?

¿Por qué? Nunca ha tenido respuesta para esa pregunta, su maestro se desvaneció, dejándole inmerso en su dolor y su ignorancia. Solo había algo que le ayudaría a entenderlo todo, algo que, quizás, podría darle el perdón que buscaba. El tiempo. Incapaz de volver con su familia, y completamente desesperado Lucien abandonó el país, buscando una salida, una posibilidad a todo lo que había ocurrido. Estuvo en Italia, Alemania y en oriente, donde paso gran parte de sus largos años de vida. Fue alrededor de 1780 cuando llego al Imperio, convertido en algo distinto, el joven que había sido se había esfumado por más de veinte años temiendo la luna del cielo. Fue hasta las tierras que había en el sur de los territorios y asesino al noble de la zona, ocupando su lugar como regente de la localidad, el cual se había labrado su inmensa fortuna a base de explotar a las familias que estaban en sus predios. En menos de cinco años había mejorado la renta de sus tierras y se había ganado el respeto de los que allí vivían. Pocos años después fue a Paris, donde conoció a la que posiblemente sería una de sus mejores amigas, nada más y nada menos que la princesa de Francia: Dominique Fontaine. Mantuvieron una relación por carta durante varios años, ella le hacía sentir que todavía quedaba algo de humanidad en su vida, y por alguna razón, esa actitud no cambio cuando se enteró de lo que era. A ella le debe la vida, pues cuando unos parientes del noble al que mato intentaron descubrirle no tuvo más remedio que matarles, y ella consiguió interceder por él para librarle de prisión, o peor: de la guillotina.

Sin embargo su suerte no duro demasiado tiempo. Hace apenas un año Lucien volvía de una celebración en las tierras imperiales, aunque para su punto de vista de fiesta tenía poco. Estaba de camino a Francia cuando todo ocurrió. Eran por lo menos diez vampiros, todos ellos le esperaban en el camino. Querían quitarle de en medio… Desde siempre había tenido claro que los vampiros irían a por él antes o después, ese sería el momento en que todo acabaría y por fin podría descansar. Mato a cuatro de ellos antes de que consiguiesen reducirlo, pues no pensaba morir suplicando. Por desgracia, la situación fue peor de lo que se había imaginado. Una cueva oscura se convirtió en su hogar y los grilletes en su única compañía. Cada mañana durante todo aquel tiempo se despertaba con el chasquido del látigo y la quemazón de la plata. Fueron nueve largos meses en los que la mitad del tiempo deseaba morir y la otra mitad solo deseaba tener una mano libre para matar a aquellos sacos de carne muerta que eran sus captores. Tuvo su oportunidad… y no la desaprovecho. Solo un minúsculo rayo de luna fue suficiente, la noche se tiño de rojo, fuego y venganza. Estaba con vida, y tenía claro que esto solo era el principio. Ha tardado tres meses en volver a la civilización después de aquello y sabe que las cosas han cambiado. No obstante hay algo que ellos no saben, por primera vez en mucho tiempo, el lobo está realmente cabreado.

• Hace tiempo que es capaz de transformarse y, al menos en parte, conservar una pizca de su consciencia. No ha conseguido doblegar a la vestía, pero al menos es capaz de decidir a quién atacar en estado de transformación.
• Aunque pasa tiempo en la corte real, casi siempre prefiere mantener su residencia en las afueras de la ciudad. Allí todo licántropo que comparta su modo de pensar es bienvenido, incluso ha adiestrado a varios a lo largo de los años.
• Odia a los vampiros, por como son y cómo se comportan. Casi siempre que ha visto uno a acabado muerto. En su opinión no son más que sanguijuelas que roban la vida humana. Admite que puede haber vampiros que no quisiesen ser lo que son, pero a los que lo disfrutan no duda en atacarles.
• Cuando esta tenso o estresado siempre toca el piano. Es algo que aprendió desde que era humano, siempre oía a su prometida tocar y conseguía perder consciencia de todo. Aunque la sensación ya no es más que una sombra de aquello, aun le gusta oírlo.
• De su profesor, además del recuerdo, solo guarda un pequeño anillo de oro blanco que lleva en el índice de la mano derecha. Lleva años queriendo deshacerse de él, pero de alguna forma siempre encuentra un motivo para quedárselo.