Ónix {Chelsey Norringthon}

Historia

LA FAMILIA

Las llamas de las veladoras comenzaron a desfilar ante sus ojos, poco a poco fueron creciendo hasta convertirse en una amenaza. Todo era su culpa, si no le hubiese gritado a sus hermanos, ellos jamás habrían lanzado esa almohada. Pero el destino jugó con ese acto y les tocó perder. La pieza arrojada derribó las velas que, con su llama, rápidamente devoraron las cortinas de la ventana. La madera con la cual había sido construida la casa comenzó a incendiarse. Su color anaranjado se opacaba por el humo que se despedía dentro de la habitación. Chelsey tenía miedo, pero aún así se armó de valor para tratar de apagarlo. Tomó un frasco con un poco de ‘agua’ y la arrojó en donde nacía el fuego, pero cometió un error que cualquiera pudo haber echo. Ese frasco no contenía el líquido de la vida, por el contrario, guardaba en su interior alcohol, una sustancia inflamable, el fuego se extendió alcanzando los muebles y las cama en la cual se encontraban ellos, Callum y Dominic.

Chelsey era la mayor de los tres, tenía que hacerse cargo de ellos. Así fue que tomó sus manos con brusquedad al ver que el incendio se acrecentaba. Corrió con ellos detrás hacia la puerta mientras gritaba para que sus padres la escucharan, pero fue inútil. Les dijo a sus hermanos que bajaran las escaleras y salieran a la calle para buscar ayuda, ella despertaría a sus padres. No podía permitir que sus hermanos esperasen en el pasillo del segundo piso mientras la casona amenazaba con derrumbarse gracias a los pedazos de carbón en que era resumido el material de construcción. Los dejó solos y corrió hacia la recámara principal, la puerta tenía seguro detrás. Tocó una, dos, tres veces… nadie le respondía, el fuego cada vez estaba más cerca de ella y por ende de sus progenitores. Continuó tocando la puerta, pateando gritando… Al fin abrieron, ella trató de explicar, quiso que la escucharan pero ellos sólo preguntaron por sus otros hijos. Chelsey comentó que les ordenó esperar afuera. La tomaron entre sus brazos y salieron corriendo de la casa, esquivando las llamas que ya se encontraban carcomiendo las escaleras. Su padre tropezó y ella cayó junto con él. -¡Váyanse!- Leonel, su padre les exigió irse de allí, él se había lastimado la rodilla y no podría levantarse con Chelsey. Alexandra, su madre le cogió la mano y la arrastró hasta la salida, no preguntó por Dominic para cuando llegaron y sólo se encontraba Callum fuera, porque su prioridad fue ir a ayuda a su marido dado que confiaba en que sus hijos estarían a salvo en la calle. Sin embargo, el joven Dominic regresó a la casa para buscar su juguete favorito, Chelsey lo notó. -¡Maldición!- Fue la primera vez que maldijo en toda su vida y de allí no pararía de hacerlo. –¡Madre, Dominic!- Al escuchar que uno de sus hijos faltaba, no lo pensó dos veces y se adentro en el infierno en el que se había convertido su hogar. Dominic fue rescatado, pero ni Alexandra, ni Leonel Norringthon salieron de entre las llamas.

Cuando el fuego hubo consumido toda la casa, cuando sus llamas se extinguieron, ella lo comprendió. Sus padres habían muerto. Las lágrimas bañaron su rostro, se arrodilló frente a los vestigios de su casa, de su familia… Abrazó a sus hermanos y destruyó su aparente fortaleza. Sólo tenía 10 años cuando todo ocurrió y ellos años menos que ella. Se quedaron completamente solos y sin nada. A partir de allí, ella decidió hacerse cargo de ellos, las esquinas y los callejones de Londres eran lo único que los abrigaba en las noches frías del crudo invierno. Pedía dinero y con lo poco que conseguía pagaba por una hogaza de pan, la cual repartía sólo entre ellos porque se quedaban con hambre y, prefería que ellos estuviesen saludables, lo cual provocó en ella una descompensación, se cansaba demasiado rápido y cada vez el dinero era más escaso. Las enfermedades de Dominic no ayudaban en lo absoluto. Robó, mintió y se partió el cuerpo en dos por ellos; al verlos tosiendo y con frío, engarruñados entre papeles viejos, pedazos de cartones y con los labios blancos a falta de comida y agua, tomó una decisión que la consumiría tiempo después; el invierno amenazaba con matarlos a causa de hipotermia, podía pagar el abrigo que necesitaban, no podía pagarles un hogar. Con el dolor instalado en su alma, los convenció de ir al orfanato. Sólo quería que ellos estuvieran bien, sólo deseaba que ellos vivieran, todo lo que hizo fue por ellos...

La condición de la encargada del lugar fue simple, si ella llevaba la plata suficiente para alimentar a sus hermanos, los tres podían quedarse en el lugar. No le quedó de otra más que soportar el hambre de su estómago con tal de que ellos comieran sus raciones correspondientes. Fue a partir de aquí en que empezó a desarrollar su enfermedad. La falta de alimento, la carencia de los nutrientes, provocó que su cuerpo reaccionara de lo más normal, se comía a si mismo para poder subsistir. Ellos nunca notaron el cambio en Chelsey y, en parte fue su culpa por nunca mostrarse débil ante ellos. Pero no sólo estaba en lo mental, también físico de la joven había cambiado por completo, sus mejillas ya no tenían forma y sólo figuran allí un par de pómulos, sus huesos se marcaban por encima de los vestidos poco abrigadores que vestía para conseguir plata. Una noche, Chelsey no regresó al orfanato.

Despertó con las manos atadas, los ojos cubiertos por una venda y completamente amenazada. Podía sentir la presencia de otras personas a su alrededor, probablemente esclavos. Se quejó y después trató de soltar sus ataduras pero fue en vano. Perdió la noción del tiempo y, lo que para ella pudieron suponer eternidades, quizá sólo habían sido unas cuantas horas encerradas, de lo único que estaba segura es que cada que uno de los prisioneros salía, jamás regresaba. Las piedras de la celda eran punzocortantes, le dolían las rodillas del tiempo que permanecía apoyada sobre ellas. Sus pies tenían cortadas, la carne alrededor de sus uñas parecía querer tragárselas y no dejar absolutamente nada. Olfateaba un fétido aroma proveniente de las cavernas de al lado, como si sus instintos estuviesen advirtiéndole algo y, en lugar de querer buscar una salida, lo único en lo que podía pensar era en ellos, sus hermanos. ¿Estarían bien? ¿Qué pasaría con ellos sin el sustento que le daba a la vieja del orfanato? Se maldijo a si misma por ser tan patética, en ese momento. Alguien la tomó del brazo para arrastrarla hasta los aposentos de quien se descubriría como su nuevo ‘amo’.

El hombre clavó sus colmillos en la vena femoral de la chica sintiéndose extasiado y atraído por el característico perfume que se desprendía de ella, casi como una droga. Chelsey no lo esperaba, ni siquiera estaba segura de que aquello fuese real. Se quedó catatónica ante el ataque del sinvergüenza y no reaccionó hasta el momento en que el vampiro la empujó contra la pared para sostenerse el vientre y expulsar la sangre que le había robado segundos atrás. El líquido carecía del color rojo característico de la sangre, era un tono anaranjado, casi transparente. Le causó malestares y una punzada en el interior, sólo equiparable a ingerir veneno. Una vez que el hombre pudo incorporarse fue tras la mujer. Sometiéndola con golpes y un fuerte escrudiño mental, la torturó durante las siguientes horas cuestionándole sobre si era un ‘cazador’, ‘inquisidor’ o algo parecido. Ella nunca comprendió sus palabras y no habló. Le fueron extirpados varios de sus molares y le rompió los huesos de su cuerpo, estaba hecha girones. Sólo así, el maldito infeliz descubrió que no mentía, pero entonces quiso saber…

Fue llevada hasta sus amigos, y ofrecida como alimento. La mente de Chelsey no estaba en posición de resistirse y aún creía estar atrapada en una interminable pesadilla. Los hombres la obligaron a tener felaciones, la ultrajaron y la poseyeron de todas las formas posibles. Su inocencia se fue al demonio, su mente se fracturó. Al final, intentaron beber su sangre mientras respondía entre gemidos al placer que le ofrecían, pero les pasó lo mismo que al primer hombre. Éste fascinado por la conducta de la sangre de la mujer en el sistema de los vampiros, decidió dejarla con vida, para estudiarla, para experimentar… Al poco tiempo, Chelsey no sólo era un objeto intrigante, sino una mujerzuela más de su harem.

Siendo presa de los placeres mundanos, Chelsey fue corrompida en su totalidad, tanto como en el principio que regía su vida, como el cuerpo insurrecto que se levantó como un descubrimiento ante el vampiro. Sus encantos, su facilidad, su terrible ligereza en el sexo y el vínculo ejercido forzosamente por el hombre a ella –por medio de la sangre-, ella se pasó de ser una puta del calabozo a una mascota increíblemente efectiva para joderle la cena a los enemigos del amo. Cada que él la presenta a sus ‘aliados’, es para que devoren su cuerpo y su sangre, lo cual supone un castigo al ingerir su sangre ‘defectuosa’. Todo esto, desarrolló un pensamiento de superioridad en Chelsey, un sentimiento inversamente proporcional a sus fuerzas físicas. No tardará mucho, es probable que muera…