Bares y cigarrillos [Anuar Dutuescu]

por **Anne Marie D' Lacroff** Mar Dic 13, 2011 3:43 pm

Me aburro, me aburro, me aburro, me aburro pensaba en mi casa, realmente ¿uno podía estar tan aburrido como yo? y por ende tenía hambre, claramente, el aburrimiento lo hacía todo, aunque después de vivir más de 300 años el aburrimiento se te hace un amigo conocido, seguía odiándolo con toda mi vida. Así que me puse manos a la obra, me bañe y me puse un vestido y salí a las calles parisinas que tanto me gustaban, a ver si podía conseguir algo para comer y divertirme un rato...

Después de una hora de caminata hasta llegar al centro, el cual prometía diversión eterna y brillante, con sus cantinas abiertas las 24 horas, las personas borrachas por la calle y los callejones sin salida que funcionaban más de una vez como cuartos aislados para diferentes fines carnales, y debo admitir que más de una vez fue protagonista, aunque los que me acompañaban nunca volvieron a ser los mismos... digamos solamente que dejaron de ser...

Parada en una esquina mirando a la gente pasar y evitando un par de borrachos de vez en cuando, me debatía si entrar o no a alguno de los bares y perderme ahí adentro, generalmente, las únicas mujeres que había adentro eran cortesanas que estaban más allá del bien y el mal ya que no sabían ni como se llamaban de tanto alcohol que habían ingerido, me daban un poco de asco y pena, pero así se ganaban la vida así que, da igual, incluso me habían servido de comida un par de veces, así que eran cosas útiles.

Empecé a pensar en mis opciones, en cual bar entraría, cual sería mi tipo de victima hoy, podría ser joven, y como hoy me sentía de buen humor, creo que trataría bien hasta cuando sea el momento de alimentarme, empecé a ver entre la multitud de la calle, pequeños grupos formados, en busca de algo interesante...

por **Anuar Dutuescu** Mar Dic 13, 2011 5:38 pm

Se había quedado absorto, observando la belleza de la catedral desde sus afueras, allá donde la mirada juiciosa del busto de los santos no le perforaba el alma. Allá donde la mirada casi benévola de la Virgen no le destrozaba las entrañas, aun aquella mujer que sin decir nada parecía hablar las había abandonado, lo había abandonado a él. Y ahora se limitaba a observar mientras los niños se arrebujaban contra sus faldas de alabastro y mármol, ensuciando su rostro con sus mugrientas manos, profanando su suelo con su léxico del bajo mundo. No habría hecho nada aunque aquellos pillos y leprosos hubiesen decidido hurtar los ingresos de la congregación porque ¿Qué había hecho María por él? Nada además de abandonarlo. A él y otras dos de sus humildes hijas y si existía un Dios que observara ahora su creación.

“Ni nuestra benévola madre se atrevió a ayudarnos”

Se alejo del lugar en cuanto el firmamento comenzó a fundirse entre el oro y el fuego y los trinados antes audibles de las aves y pajarillos fueron relevados por el hálito nocturno e invernal. El otoño comenzaba a alejarse y le daba la bienvenida con los brazos abiertos al invierno, aquella época en que su piso parecía más vació de lo usual y el frío exterior se volvía solo una metáfora de lo que había en su interior. Tanta verdad habitaba en sus palabras como mentiras en su hacer. Avanzaba sobre el empedrado con aquel usual clap-clap bajo sus pies, había comprendido ya que sin importar la suela de los zapatos o lo fino que esos fueran el endemoniado sonido parecía no dejarle jamás.

Clap-clap, como un golpeteo perfecto de alguna melodía que no lograba recordar, y si la había escuchado en sueños o pesadillas no podía llegar a importar más. La realidad, era lo que ahora estaba viviendo. El fétido hedor que manaba de las tabernas y bares a los cuales se aproximaba le abofetearon el rostro como un lingote de oro intentando atravesarle la nariz. Se dirigía a ellos, no para entrar pero para llegar a su hogar. Con las manos dentro de los bolsillos y la mirada pegada al suelo pasó enfrente de los locales sin poder evitar arrugar la nariz. No era partidario del alcohol, y no por algún motivo en particular.

por **Anne Marie D' Lacroff** Miér Dic 14, 2011 4:20 pm

Hola preciosa dijo un borracho que se mantenía a pie solamente gracias a que lo mantenía una pared sostenido. Pena me da esa gente, incluso de humana nunca me agradaron los borrachos, aunque debo admitir que es curioso todo lo que se puede ganar si se hace pasar por uno, y si no tienes cuidado todo lo que querrán aprovecharse de ti.

- Pierdete - contesté, no estaba de humor como para soportar una garrapata de ese estilo. Con una mirada arrogante se me cruzo por el camino, me miró de arriba a abajo y siguió su camino como si él fuera el que me rechazó, reí un poco divertida y seguí mirando a mi alrededor. Ahora directamente no había nadie, salvo un perro durmiendo en la otra esquina.

Giré la esquina y apenas lo hice me tropecé con un joven.
- ¡Mira por donde caminas!- dije medio enojada, más conmigo por que no lo había escuchado, no sé como...
Parándome de manera correcta lo miré bien, pelo castaño, ojos tristes y enojados, y lo cual era lo más interesante no tenía ni una gota de alcohol en su sistema. Miré hacia abajo y tenía la falda de mi vestido manchada con un poco de barro.
- Oh, genial, justo lo que estaba necesitando, sabes, no estarás borracho, pero tus reflejos dejan mucho que desear-- dije mientras trataba de limpiar un poco de barro con mi pañuelo. Suspiré e intenté relajarme un poco, no quería perder el control en medio de la calle y con un pequeño mequetrefe como este muchacho de ahí que caminando con las manos en los bolsillos daba más lastima que otra cosa.

por Contenido patrocinado

Bares y cigarrillos [Anuar Dutuescu]

Bares y cigarrillos [Anuar Dutuescu]

Re: Bares y cigarrillos [Anuar Dutuescu]

Re: Bares y cigarrillos [Anuar Dutuescu]

Re: Bares y cigarrillos [Anuar Dutuescu]