AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
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Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Oscar negó para si mismo moviendo la cabeza y lanzó la siguiente piedra con mucha más fuerza cuando un grupo de señoras mayores pasó a sus espaldas. El puente aquella mañana no podía estar más abarrotado y eso que escogía precisamente las horas tempranas, con apenas sol, porque el burdel empezaba a vaciarse de hambrientos sexuales y el resto de urbe soporífera aún se desenredaba de sus sábanas de lino... Si el día continuaba de esa forma, no iba a ser un buen día, Morfeo o cualquier deidad estúpidamente cursi se la tenía jurada.
El joven sacó otra de sus piedras y esa vez la paseó danzarinamente por sus nudillos, mientras se manchaba la mano de barro. Miró en ese momento hacia la acera que todavía no era parte del puente donde se encontraba y divisó a un muchacho que le llamó especialmente la atención por cómo destacaba entre el resto del gentío mayoritariamente femenino. Comenzó a fijarse en detalles más mundanos, como en el atractivo de su físico, pero enseguida se interrumpió a sí mismo arrojando la piedra que aún yacía en su mano al constante vacío acuático del río.
El joven sacó otra de sus piedras y esa vez la paseó danzarinamente por sus nudillos, mientras se manchaba la mano de barro. Miró en ese momento hacia la acera que todavía no era parte del puente donde se encontraba y divisó a un muchacho que le llamó especialmente la atención por cómo destacaba entre el resto del gentío mayoritariamente femenino. Comenzó a fijarse en detalles más mundanos, como en el atractivo de su físico, pero enseguida se interrumpió a sí mismo arrojando la piedra que aún yacía en su mano al constante vacío acuático del río.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Se despertó, con el maullar de los gatos y el aleteo de las palomas colándose por el hueco en la pared, arrastrándose en compañía de un fresco aire otoñal que llevaba consigo el barbullo de las personas y el olor de la soledad. Aquella que volvía a hacerle compañía después de tantos meses de ausencia pero como el bien sabía, la soledad era la única compañera fiel, pretenciosa y celosa que siempre volvía con él. Comenzaba a molestarle su compañía, siempre tan silenciosa y mezquina, siempre tan abrumante y monótona. Fue aquel motivo por el cual decidió aquel día y no otro salir a dar un paseo, para perderla entre el gentío y el paisaje y quizás, no regresar con ella a su “hogar”. Solo por vivir Sophia con él merecía la pena volver a ese sitio que parecía más bien caerse a pedazos.
Llegó pues con paso lento pero constante a las calles que colindaban con el puente y el olor en el aire pareció cambiar, aunque asegurar o negar aquella sensación no era algo que pudiese hacerse con certeza y sin temor de errar. Sus cabellos como aletargadas lenguas de fuego caía nuevamente sobre su perlada frente y recubría parte de sus oídos, sus manos iban resguardadas de miradas curiosas en los bolsillos de lo que aparentando ser una gabardina no era sino un retazo de tela zurcida. Sus ojos color de miel se fijaron entonces en un desconocido, un rostro que a su vez se fijo en él y con la rapidez en que sus miradas se encontraron se alejó. Su atención había regresado al río y no a él ¿Era acaso que le conocía de antes?
Si hubiera desarrollado en su infancia habilidades para relacionarse con los demás seguramente en hogaño no sería él, no aquel joven de escuetas palabras y vagos y acallados pensamientos. No aquel joven soñador y artista empedernido que más nada tenía para desear, nada que Dios o Satán pudiesen regresarle ahora. Se acercó, para observar como la piedra se hundía dejando tras de si una estela de ondulaciones que se perdían, crecían hasta no poder más ¿Con qué afán era una piedra lanzada al río? A reunirse con las demás allá en el lejano fondo -¿las arroja con algún propósito en especial?- y sus nulas habilidades para hablar con los demás salieron a flote. Porque no cuestionaría jamás algo que no le interesaba.
Llegó pues con paso lento pero constante a las calles que colindaban con el puente y el olor en el aire pareció cambiar, aunque asegurar o negar aquella sensación no era algo que pudiese hacerse con certeza y sin temor de errar. Sus cabellos como aletargadas lenguas de fuego caía nuevamente sobre su perlada frente y recubría parte de sus oídos, sus manos iban resguardadas de miradas curiosas en los bolsillos de lo que aparentando ser una gabardina no era sino un retazo de tela zurcida. Sus ojos color de miel se fijaron entonces en un desconocido, un rostro que a su vez se fijo en él y con la rapidez en que sus miradas se encontraron se alejó. Su atención había regresado al río y no a él ¿Era acaso que le conocía de antes?
Si hubiera desarrollado en su infancia habilidades para relacionarse con los demás seguramente en hogaño no sería él, no aquel joven de escuetas palabras y vagos y acallados pensamientos. No aquel joven soñador y artista empedernido que más nada tenía para desear, nada que Dios o Satán pudiesen regresarle ahora. Se acercó, para observar como la piedra se hundía dejando tras de si una estela de ondulaciones que se perdían, crecían hasta no poder más ¿Con qué afán era una piedra lanzada al río? A reunirse con las demás allá en el lejano fondo -¿las arroja con algún propósito en especial?- y sus nulas habilidades para hablar con los demás salieron a flote. Porque no cuestionaría jamás algo que no le interesaba.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Volvió la cabeza al momento de escuchar una voz concreta por encima de los insípidos murmullos matutinos. Abandonó el acostumbrado examen que dirigía hacia las ondas turbulentas y eternas por un instante que depositaba siempre en el agua después de una piedra y lo volcó completamente y con mayor interés al corroborar que se trataba del joven en el que se había ido a fijar hacía unos minutos.
Mirada intensa, pero vaga... Y no porque el mundo tuviera poco que ver con él, sino tal vez porque tenía demasiado. Sintió una calidez proveniente de su cuerpo, parecida a ésa que lleva mucho tiempo abrazada a la soledad, y cuando se regodeó de una vez por todas en su atractivo aspecto, al menos creyó que la mañana iba a estar más entretenida que en un principio.
Sigo viniendo todas las mañanas para averiguarlo -respondió y se hizo con otro pedrusco-. Por lo pronto, sé que me relaja. Tan veloz como me llega la excitación de coger impulso para lanzar la piedra, se esfuma como una ventosidad al verla hundirse para siempre en el agua -rió, de repente sorprendido de haber contestado tan metafísicamente-. ¿Lo preguntas con algún propósito en especial o debería desilusionarme?
Mirada intensa, pero vaga... Y no porque el mundo tuviera poco que ver con él, sino tal vez porque tenía demasiado. Sintió una calidez proveniente de su cuerpo, parecida a ésa que lleva mucho tiempo abrazada a la soledad, y cuando se regodeó de una vez por todas en su atractivo aspecto, al menos creyó que la mañana iba a estar más entretenida que en un principio.
Sigo viniendo todas las mañanas para averiguarlo -respondió y se hizo con otro pedrusco-. Por lo pronto, sé que me relaja. Tan veloz como me llega la excitación de coger impulso para lanzar la piedra, se esfuma como una ventosidad al verla hundirse para siempre en el agua -rió, de repente sorprendido de haber contestado tan metafísicamente-. ¿Lo preguntas con algún propósito en especial o debería desilusionarme?
Última edición por Oscar Llobregat el Sáb Oct 08, 2011 2:28 pm, editado 1 vez
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Permitió a su cuerpo inclinarse para observar mejor y su reflejo fue visible ante sus ojos por unos segundos que se le antojaron más como una eternidad, porque el rio no dejaba nunca de moverse y junto con él se llevo su imagen, una que no habría reconocido de ver en pos de alguien más. ¿Sus ojeras eran ahora tan pronunciadas? ¿Y desde cuando sus labios se partían como tierra breña? Desde su regreso de Rumania seguramente.
Se imagino aquel sentimiento y le pareció poder comprender. Y se cuestiono a si mismo cuantas piedras necesitaría lanzar el hasta lograr encontrar la paz que había dejado ya de buscar –para siempre- repitió con aquella mala costumbre de hablar consigo mismo. La palabra pareció cobrar vida y habitar en sus pensamientos, para siempre era un tiempo estrafalariamente largo, si lo había pensado en antaño y había entrado en duda ahora volvía a razonar. La belleza de las cosas a veces radicaba en lo efímera que estas resultaban ser.
-quizás se desilusione- asevero con tranquilidad encogiéndose de hombros para permitirse observarlo por el rabillo del ojo –solo quería saber el motivo por el cual parecía tan entretenido - y la necesidad de hablar y alejar la soledad. Viro su cuerpo para poder observarle mejor -¿puedo?- le cuestiono con la mirada sobre su rostro aunque su atención sobre la piedra que yacía entre sus dedos aguardando su sentencia. Y en sus ojos se perdió como si en ellos yaciera una verdad tangente y absoluta difícil de descifrar. Si era cierto que los ojos eran la mirada del alma aquella debía ser un dédalo y un acertijo.
Se imagino aquel sentimiento y le pareció poder comprender. Y se cuestiono a si mismo cuantas piedras necesitaría lanzar el hasta lograr encontrar la paz que había dejado ya de buscar –para siempre- repitió con aquella mala costumbre de hablar consigo mismo. La palabra pareció cobrar vida y habitar en sus pensamientos, para siempre era un tiempo estrafalariamente largo, si lo había pensado en antaño y había entrado en duda ahora volvía a razonar. La belleza de las cosas a veces radicaba en lo efímera que estas resultaban ser.
-quizás se desilusione- asevero con tranquilidad encogiéndose de hombros para permitirse observarlo por el rabillo del ojo –solo quería saber el motivo por el cual parecía tan entretenido - y la necesidad de hablar y alejar la soledad. Viro su cuerpo para poder observarle mejor -¿puedo?- le cuestiono con la mirada sobre su rostro aunque su atención sobre la piedra que yacía entre sus dedos aguardando su sentencia. Y en sus ojos se perdió como si en ellos yaciera una verdad tangente y absoluta difícil de descifrar. Si era cierto que los ojos eran la mirada del alma aquella debía ser un dédalo y un acertijo.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Interesante, aquel tipo parecía haberse tomado en serio su respuesta... No era que no la hubiese dicho porque no creyera en ello, al contrario, pero nunca nadie que no conociera le había preguntado sobre el tema hasta entonces y mucho menos había tomado unos segundos de su tiempo para interiorizarlo.
Pensó que, o era un hombre con demasiado tiempo libre o de verdad había comprendido el desengaño que a día de hoy galopaba implícito en cada una de sus palabras. Si bien la respuesta a su insinuación había acabado por revelarle que el chico se estaba permitiendo el lujo de buscar entre lineas, en detalles efímeros que conformaban un todo definido. Y que, aun así, él también portaba encima una distancia prudencial respecto al resto de personas. Claro que a esas alturas de su vida, tampoco le sorprendía que existiera el dolor suspicaz en el mundo.
Supongo que, en efecto, estoy entretenido -sonrió burlonamente para sus adentros, a pesar de que sabía que no era bueno camuflando el sarcasmo-. Y sí -alzando su mano hacia él con la palma abierta donde seguía suspirando la piedra-. Adelante.
Pensó que, o era un hombre con demasiado tiempo libre o de verdad había comprendido el desengaño que a día de hoy galopaba implícito en cada una de sus palabras. Si bien la respuesta a su insinuación había acabado por revelarle que el chico se estaba permitiendo el lujo de buscar entre lineas, en detalles efímeros que conformaban un todo definido. Y que, aun así, él también portaba encima una distancia prudencial respecto al resto de personas. Claro que a esas alturas de su vida, tampoco le sorprendía que existiera el dolor suspicaz en el mundo.
Supongo que, en efecto, estoy entretenido -sonrió burlonamente para sus adentros, a pesar de que sabía que no era bueno camuflando el sarcasmo-. Y sí -alzando su mano hacia él con la palma abierta donde seguía suspirando la piedra-. Adelante.
Última edición por Oscar Llobregat el Sáb Oct 08, 2011 2:27 pm, editado 1 vez
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Permitió a su mano salir de la censura de su refugio y dirigirse con galbana al encuentro con aquel objeto. Lo sujeto con suavidad, con aquel tacto que solo él conocía y se permitió deleitarse con la textura y el peso de la piedrecilla que, resignada a su destino se encontraba aguardando poco más para conocer el sabor del agua y a sus nuevas compañeras de la eternidad. Escuchó, cierto aire de zumba manar junto con las palabras del otro y no pudo evitar que su entrecejo se curveara hasta que un diminuto zanjo fue todo lo que dividió a sus cejas de un encuentro.
Alzó el brazo de la mano que sujetaba la piedra y con un solo movimiento la arrojo, no demasiado fuerte, y no demasiado débil, sus melados orbes siguieron el recorrido que hizo para golpear el espejo de plata y hundirse junto con una oleada y un chapoteó, la perdió de vista cuando hubo bajado algunos metros en el agua pues no podría decirse que fuese de aguas exageradamente cristalinas ni mucho menos legamosa. Lo justo y necesario para ver y permitir a su imaginación idear un mundo acuático tan ficticio como real.
Sin embargo aquella acción no le trajo paz, no libero su cuerpo de los pesares y los dolores pero quizás si la compañía de aquel del cual todo desconocía y poco deseaba saber, su compañía le bastaba, por lo menos hasta aquel preciso instante en que lograse mover en él la furia que por curiosidad llevaba encerrada en sus entrañas -¿y con qué otras cosas suele entretenerse? – quizás en alguna de ellas lograría conocer algo más. Porque la necesidad de saber había sido un mal fungido a su alma desde antaño. Tanto así que olvidaba el instante mismo en que se había titulado a sí mismo un alumno de la vida.
Alzó el brazo de la mano que sujetaba la piedra y con un solo movimiento la arrojo, no demasiado fuerte, y no demasiado débil, sus melados orbes siguieron el recorrido que hizo para golpear el espejo de plata y hundirse junto con una oleada y un chapoteó, la perdió de vista cuando hubo bajado algunos metros en el agua pues no podría decirse que fuese de aguas exageradamente cristalinas ni mucho menos legamosa. Lo justo y necesario para ver y permitir a su imaginación idear un mundo acuático tan ficticio como real.
Sin embargo aquella acción no le trajo paz, no libero su cuerpo de los pesares y los dolores pero quizás si la compañía de aquel del cual todo desconocía y poco deseaba saber, su compañía le bastaba, por lo menos hasta aquel preciso instante en que lograse mover en él la furia que por curiosidad llevaba encerrada en sus entrañas -¿y con qué otras cosas suele entretenerse? – quizás en alguna de ellas lograría conocer algo más. Porque la necesidad de saber había sido un mal fungido a su alma desde antaño. Tanto así que olvidaba el instante mismo en que se había titulado a sí mismo un alumno de la vida.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Observó la piedra al mismo tiempo que el otro chico y a pesar de que la acción no tenía nada de nuevo en su rutina, aquel lanzamiento brillaba por su identidad secreta. Oscar se acordó de la primera vez que le tiraron a él una piedra y de repente, lo inabarcable del agua y la estabilidad de su cuerpo se hicieron uno... Sin embargo, él no buscaba provocar dolor con algo que jamás sentiría los arañazos de una verdad inescrutable, pero a fin de cuentas, la sangre también era líquida... Tan líquida como impura y lo contrario a esa impureza no se encontraba en el Sena. Tal vez, sí en mitad de los mares, en un punto sin barcos ni criaturas acuáticas, sólo reflejos del cielo que, por lo menos, era sincero.
Claro que aquel lugar seguía estando demasiado lejos.
Al menos, espero que a ti sí te entretenga eso de hacer tantas preguntas -replicó, de nuevo con una sonrisa sarcástica, aunque entonces mucho más considerada-. Tú ya sabes algo que me gusta hacer y también que no conozco el motivo concreto de este pasatiempo. ¿No sería justo que igualases información respecto a ti?
Claro que aquel lugar seguía estando demasiado lejos.
Al menos, espero que a ti sí te entretenga eso de hacer tantas preguntas -replicó, de nuevo con una sonrisa sarcástica, aunque entonces mucho más considerada-. Tú ya sabes algo que me gusta hacer y también que no conozco el motivo concreto de este pasatiempo. ¿No sería justo que igualases información respecto a ti?
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
-no, no lo creo sobre todo si tenemos en cuenta que soy yo quien se entretiene haciendo preguntas- asevero con ironía en sus palabras más sin ningún deje de déspota hablar o petulancia excesiva en su rostro. A pesar de todo conocía la humildad aunque el orgullo podía a veces con todo lo demás, la educación y los modales eran relevados más nunca así sus ideales, aquellos que parecían ser su soporte, lo único a lo cual jamás lograría darle la espalda eran aquellos pensamientos que le mantenían en pie.
-¿es que no le gustan los interrogatorios?- le cuestiono con una media sonrisa crispando y deformando sus alargados y agrietados labios. Un gesto que pareció no entonar con el resto de su rostro con aquella eterna calma impasible. Se cuestiono a sí mismo y a sus adentros cuanto podía decir de él a un extraño, uno que ni siquiera había lanzando alguna incógnita contra su persona. Y no supo que decir, cuanto decir o sobre que decir algo.
-lo haría quizás si hubiera algo que usted quisiera saber- y seria sincero en su respuesta, siempre y cuando esta no incluyera algun aspecto de su vida de aquellos de los cuales no solia hablar. No de la soledad o su pasado, no de su presente ni futuro, no de sus sentimientos y anhelos. Solo aquellas cosas de las cuales todos podían hablar, pensamientos banales que e nada le afectaba compartir porque no a un extraño planeaba contarle su vida. Un libro abierto, en un lenguaje que nadie lograba comprender.
-¿es que no le gustan los interrogatorios?- le cuestiono con una media sonrisa crispando y deformando sus alargados y agrietados labios. Un gesto que pareció no entonar con el resto de su rostro con aquella eterna calma impasible. Se cuestiono a sí mismo y a sus adentros cuanto podía decir de él a un extraño, uno que ni siquiera había lanzando alguna incógnita contra su persona. Y no supo que decir, cuanto decir o sobre que decir algo.
-lo haría quizás si hubiera algo que usted quisiera saber- y seria sincero en su respuesta, siempre y cuando esta no incluyera algun aspecto de su vida de aquellos de los cuales no solia hablar. No de la soledad o su pasado, no de su presente ni futuro, no de sus sentimientos y anhelos. Solo aquellas cosas de las cuales todos podían hablar, pensamientos banales que e nada le afectaba compartir porque no a un extraño planeaba contarle su vida. Un libro abierto, en un lenguaje que nadie lograba comprender.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Alzó ambas cejas, casi sorprendido, mas le devolvió el mismo tipo de sonrisa, que para alguien tan acostumbrado a mancharla de socarronería como coraza significaba que, por lo menos, algo empezaba a causarle simpatía.
Lo de entretenerse haciendo preguntas lo habría descubierto yo solito por mi cuenta, así que no contaría -dijo, ahora con una piedrecita más que empezó a tirar hacia arriba para recogerla al vuelo segundos después y así sucesivamente-. Y no, claro que no me gustan los interrogatrios, pero éste está siendo inocente, no veo motivo para cesarlo -agarró la piedra con todo el puño en su última caída sobre la palma de su mano. Justo en ese momento le clavó de pleno la mirada, nada intimidatoria, pero sí muy reveladora- por el momento -y sin más preámbulos, la volvió a lanzar y mientras aún se prolongaba su recorrido hasta engullirse entre el chapaleo del agua, añadió:-. Cuál es tu nombre estaría bien para empezar.
Lo de entretenerse haciendo preguntas lo habría descubierto yo solito por mi cuenta, así que no contaría -dijo, ahora con una piedrecita más que empezó a tirar hacia arriba para recogerla al vuelo segundos después y así sucesivamente-. Y no, claro que no me gustan los interrogatrios, pero éste está siendo inocente, no veo motivo para cesarlo -agarró la piedra con todo el puño en su última caída sobre la palma de su mano. Justo en ese momento le clavó de pleno la mirada, nada intimidatoria, pero sí muy reveladora- por el momento -y sin más preámbulos, la volvió a lanzar y mientras aún se prolongaba su recorrido hasta engullirse entre el chapaleo del agua, añadió:-. Cuál es tu nombre estaría bien para empezar.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Y aunque su rostro denotaba una edad mayor a la propia sus palabras sonaban como las de un niño con diez primaveras. A la inversa el joven de cabellos de fuego pronunciaba todo con tal galbana que de no verle mientras hablaba cualquiera podría jurar y perjurar a los cielos que se trataba de un hombre de avanzada edad que todo, poco o nada había vivido ya durante sus decenas sobre la tierra. Se imagino, como seria cuando fuese mayor y la idea de volverse viejo le abrumo.
Inocente, quizás aunque en ocasiones las palabras más funestas y estrafalarias se escondían bajo un manto de fingida “inocencia”. Porque no estaba seguro si a las palabras se les podían adjuntar tales o cuales adjetivos, sobre todo no a la palabras. Seres que cambiaban de forma al contacto con cada oído y variaban según la lengua que las pronunciaba, el contexto podía deformarlas y los ánimos dramatizarlas. Sin lugar a dudas las palabras no eran seres de confianza.
Observo con atención como la tercera piedra se hundía –Anuar Dutuescu- pronuncio, y su acento en aquel como en otras contadas palabras dejo en claro su procedencia. Había aprendido, con el tiempo, a mimetizar sus palabras con el léxico francés, aquella manera de hablar tan peculiar. Relamió sus labios humedeciéndolos, secándolos nuevamente en cuanto hablo. ¿Debía preguntar su nombre? La verdad era que no le importaba, un nombre servía solo para distinguir pero nada podía saber con ello ¿habitaba en alguna letra su historia? ¿o sus gustos y aficiones se resguardaban en su apellido? No lo creía, por lo menos en su nombre solo podría comprender cual había sido la tierra que le vio nacer.
-¿y el tuyo?- cuestiono al final porque de otro modo no sabría como referirse a el.
Inocente, quizás aunque en ocasiones las palabras más funestas y estrafalarias se escondían bajo un manto de fingida “inocencia”. Porque no estaba seguro si a las palabras se les podían adjuntar tales o cuales adjetivos, sobre todo no a la palabras. Seres que cambiaban de forma al contacto con cada oído y variaban según la lengua que las pronunciaba, el contexto podía deformarlas y los ánimos dramatizarlas. Sin lugar a dudas las palabras no eran seres de confianza.
Observo con atención como la tercera piedra se hundía –Anuar Dutuescu- pronuncio, y su acento en aquel como en otras contadas palabras dejo en claro su procedencia. Había aprendido, con el tiempo, a mimetizar sus palabras con el léxico francés, aquella manera de hablar tan peculiar. Relamió sus labios humedeciéndolos, secándolos nuevamente en cuanto hablo. ¿Debía preguntar su nombre? La verdad era que no le importaba, un nombre servía solo para distinguir pero nada podía saber con ello ¿habitaba en alguna letra su historia? ¿o sus gustos y aficiones se resguardaban en su apellido? No lo creía, por lo menos en su nombre solo podría comprender cual había sido la tierra que le vio nacer.
-¿y el tuyo?- cuestiono al final porque de otro modo no sabría como referirse a el.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Contempló al recién presentado y descubrió que ya no le apetecía seguir tirando piedras por esa mañana. Si bien no era una actividad que reservara para una relajación solitaria, era verdad que en mitad de una conversación con tanto dicho sin haber dicho prácticamente nada con fundamento perdía un poco de su identidad vedada.
Se fijó mejor en sus ojos, tan apaciguados en mitad de la algarabía escrutadora de una ciudad como París y se empezó a cuestionar cosas más intrínsecas acerca de su persona: qué podría haberlo sedado tanto como para ser un joven y sonar a relicario, pero a un relicario cálido, de esos que transmiten lo mismo que cuando se quedaba dormido en las calles de Polonia, escuchando a los vagabundos contarse historias de amor a la luz de una hoguera.
Vaya, en Francia no he conocido a muchas personas de origen rumano, pero en las calles de donde yo vivía había cientos de casi todas partes del mundo -respondió, ahora rasqueteando otra piedra, en esa ocasión sin intención de reunirla con las otras-. Yo me llamo Oscar Llobregat, ni el apellido ni el nombre dicen nada acerca de mi procedencia, pero soy polaco. Aunque, en realidad, no me considero de ningún sitio. Ni tampoco considero que los nombres digan de las personas, creo que es más bien al revés. Las personas no tenemos un nombre de verdad hasta que dejamos este mundo.
Se fijó mejor en sus ojos, tan apaciguados en mitad de la algarabía escrutadora de una ciudad como París y se empezó a cuestionar cosas más intrínsecas acerca de su persona: qué podría haberlo sedado tanto como para ser un joven y sonar a relicario, pero a un relicario cálido, de esos que transmiten lo mismo que cuando se quedaba dormido en las calles de Polonia, escuchando a los vagabundos contarse historias de amor a la luz de una hoguera.
Vaya, en Francia no he conocido a muchas personas de origen rumano, pero en las calles de donde yo vivía había cientos de casi todas partes del mundo -respondió, ahora rasqueteando otra piedra, en esa ocasión sin intención de reunirla con las otras-. Yo me llamo Oscar Llobregat, ni el apellido ni el nombre dicen nada acerca de mi procedencia, pero soy polaco. Aunque, en realidad, no me considero de ningún sitio. Ni tampoco considero que los nombres digan de las personas, creo que es más bien al revés. Las personas no tenemos un nombre de verdad hasta que dejamos este mundo.
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Sonrió de medio lado agraciado por haber develado su origen con tanta facilidad, un nombre y un apellidos, los propios, habían logrado desvencijar cualquier falacia o engaño que hubiese podido idear aunque y con certeza se podía decir, Anuar no era el tipo de personas que disfrutaban diciendo verdades ocultas, más valía según su parecer no decir nada antes que mentir.
Sus parpados se abrieron un palmo más de lo usual y su mirada de miel se poso en aquel rostro que había estado intentando no observar con extraña fijeza y ensoñación. Parecían arder tras sus pupilas dos crepitantes hogueras que hacían destellar en su mirada la curiosidad. Porque no había verdad más absoluta que la que sus labios acababan de pronunciar, como la verdad que existía en los pensamientos de Romeo de la afamada y dramática obra de W. Shakespeare.
-creo que tiene razón- aseveró encorvando sus hombros para apoyarse del borde de madera que le mantenía resguardado de caer al río y ser arrastrado por la corriente hasta ir a desembocar al mar –el problema es…que el nombre de muchos es olvidado por no haber dejado nada importante de este lado- y debía suponer que en algunos años aquello ocurriría con él, a su velorio acudiría solo soledad y junto con ella perecería también.
-yo no había conocido a un polaco nunca antes- posiblemente sí, pero las nacionalidades no eran de los primeros temas a conversar ni los más relevantes o de mayor interés –¿es bello el lugar del que vienes?- le gustaba que le describieran sitios, pintarlos en su imaginación con brochazos de palabras y recuerdos.
Sus parpados se abrieron un palmo más de lo usual y su mirada de miel se poso en aquel rostro que había estado intentando no observar con extraña fijeza y ensoñación. Parecían arder tras sus pupilas dos crepitantes hogueras que hacían destellar en su mirada la curiosidad. Porque no había verdad más absoluta que la que sus labios acababan de pronunciar, como la verdad que existía en los pensamientos de Romeo de la afamada y dramática obra de W. Shakespeare.
-creo que tiene razón- aseveró encorvando sus hombros para apoyarse del borde de madera que le mantenía resguardado de caer al río y ser arrastrado por la corriente hasta ir a desembocar al mar –el problema es…que el nombre de muchos es olvidado por no haber dejado nada importante de este lado- y debía suponer que en algunos años aquello ocurriría con él, a su velorio acudiría solo soledad y junto con ella perecería también.
-yo no había conocido a un polaco nunca antes- posiblemente sí, pero las nacionalidades no eran de los primeros temas a conversar ni los más relevantes o de mayor interés –¿es bello el lugar del que vienes?- le gustaba que le describieran sitios, pintarlos en su imaginación con brochazos de palabras y recuerdos.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
¿Te preocupa no ser recordado? - inquirió, aprovechando donde se había apoyado Anuar para descender más suavemente su mirada por la figura del rumano. Aunque no le preocupaba verse descarado, la conversación estaba llegando a un punto en el que tampoco le hacía gracia ofender a nadie (ofenderle a él)- Eso sólo le preocupa a los artistas. ¿También eres artista? -acarició un poco más su piedra, como si de repente acabara de tomarla cariño y todo su pasatiempo hubiera dado un giro-. De todas formas, ¿quién dictamina lo que es 'importante'? ¿Los dueños del museo que distribuyen los cuadros? ¿Los editores que aceptan publicar una novela? Al fin y al cabo, ellos no descubren nada, lo limitan. Por desgracia, el mundo es muy grande y sólo una pequeña porción del verdadero talento logra salir a flote y vencer al criterio general. Pero eso no quiere decir que lo que no conozca todo el mundo no perdure. Al fin y al cabo, los nombres no hablan de la persona, que bien estamos de acuerdo. Aunque tu nombre no sea reconocido, mientras hayas hecho algo serás recordado.
Tomó aire, pues estaba apunto de hablar de su pasado, aunque de forma indirecta y más bien recordándolo para sus adentros...
Y supongo que sí, Wroclaw sería bello, pero nunca llegué a visitar la parte bonita -depositó la piedra sobre la barandilla de madera, justo en mitad de ellos dos, y permaneció unos segundos observándola, como si fuera el proyector de sus memorias-. Eran todo calles sucias y gente que no descansaba en todo el día.
Tomó aire, pues estaba apunto de hablar de su pasado, aunque de forma indirecta y más bien recordándolo para sus adentros...
Y supongo que sí, Wroclaw sería bello, pero nunca llegué a visitar la parte bonita -depositó la piedra sobre la barandilla de madera, justo en mitad de ellos dos, y permaneció unos segundos observándola, como si fuera el proyector de sus memorias-. Eran todo calles sucias y gente que no descansaba en todo el día.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
La duda lo embargo ¿era acaso que aquel hombre podría haber aprendido con tanta rapidez a leer entre sus palabras y sus silencios? Porque parecía comprender a la perfección lo que en su interior se esmeraba en resguardar. Aquellas cosas que por su valor se mantenían detrás de una muralla de hielo, escondidas en lo más hondo de su ser. Se atrevió a voltearle a ver con cierto recelo en su mirada. Y no podía más que sentirse expuesto e intrigado, sin comprender aun cual sentimiento podía más.
-mientras allá alguien dispuesto a recordarte- colaboro escuchando sus palabras. Un artista no, un pintor tampoco. Un soñador con ganas de ser y ánimos de no ser nada. Una persona más en un mundo repleto de ellas, una persona sin más, con sus propios demonios y pesares –solía pintar aunque autonombrarme artista no es algo a lo que me atreva- y negarse el talento seria engañarse. Poseía un don, o antes lo había poseído y el pensar en ello lo desanimada. Aunque, era su rostro una máscara tan bien labrada que el manto de insufrible indiferencia no se opaco, deformo ni extinguió.
Se trataba entonces de un joven que había crecido en la calle, quizás entre las ratas y la miseria y posiblemente exagerando. Había llegado a París, quizás, buscando el sueño idealista de una vida utópica en aquella ciudad de comercio y ajetreada vida. Sin embargo, las ropas que ahora vestía, y se atrevía a decir mejores que las propias, denotaban una clase social por encima de él y muchos más -¿y qué te ha traído a París?...si se puede saber – pecaba de curioso y sin embargo no le obligaría a hablar de más. Pues no se encontraba con los ánimos de perder su compañía.
-mientras allá alguien dispuesto a recordarte- colaboro escuchando sus palabras. Un artista no, un pintor tampoco. Un soñador con ganas de ser y ánimos de no ser nada. Una persona más en un mundo repleto de ellas, una persona sin más, con sus propios demonios y pesares –solía pintar aunque autonombrarme artista no es algo a lo que me atreva- y negarse el talento seria engañarse. Poseía un don, o antes lo había poseído y el pensar en ello lo desanimada. Aunque, era su rostro una máscara tan bien labrada que el manto de insufrible indiferencia no se opaco, deformo ni extinguió.
Se trataba entonces de un joven que había crecido en la calle, quizás entre las ratas y la miseria y posiblemente exagerando. Había llegado a París, quizás, buscando el sueño idealista de una vida utópica en aquella ciudad de comercio y ajetreada vida. Sin embargo, las ropas que ahora vestía, y se atrevía a decir mejores que las propias, denotaban una clase social por encima de él y muchos más -¿y qué te ha traído a París?...si se puede saber – pecaba de curioso y sin embargo no le obligaría a hablar de más. Pues no se encontraba con los ánimos de perder su compañía.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
La pregunta le abofeteó simpática, pero sádicamente en las mejillas. No era la primera vez que alguien se la hacía, se trataba de una de las más comunes desde que había llegado a Francia diez años atrás: 'Hola ¿Cómo te llamas? ¿Qué estás haciendo? ¿De dónde vienes? ¿Por qué eres tan guapo? ¿Qué te ha traído a París?...' Algunos clientes, los más pesados, se divertían a costa de convertirlo en un crucigrama que completar a base de molestos estirones de lengua y patéticas distracciones a falta de una vida más interesante. Aun así, había aprendido a inmunizarse, como también había aprendido a resignarse con el motivo de porqué ahora estaba allí, lanzando piedras al río Sena mientras charlaba con un artista no-artista rumano que tanto estaba logrando sonsacarle, simplemente por haberse encontrado de casualidad en la urbe.
Debía andarse con cuidado... Ya sólo por sí mismo.
No encontré motivos para quedarme allá, no tenía una relación familiar muy unida -decidió acortar, sin ninguna intención de sonar como el personaje más desolado de Charles Dickens. Siguió toqueteando la piedra con dos dedos y dirigió su mirada al horizonte parisino, agradecido de que la brisa empezara a correr-. Por cierto -y de nuevo estuvo sonriendo a Anuar, siendo esa sonrisa una de las más insinuantes, aunque se encargó de que fuera poco abrumadora-. Me alegra que por fin me tutees...
Debía andarse con cuidado... Ya sólo por sí mismo.
No encontré motivos para quedarme allá, no tenía una relación familiar muy unida -decidió acortar, sin ninguna intención de sonar como el personaje más desolado de Charles Dickens. Siguió toqueteando la piedra con dos dedos y dirigió su mirada al horizonte parisino, agradecido de que la brisa empezara a correr-. Por cierto -y de nuevo estuvo sonriendo a Anuar, siendo esa sonrisa una de las más insinuantes, aunque se encargó de que fuera poco abrumadora-. Me alegra que por fin me tutees...
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Y aquello le resulto extrañamente familiar, en una medida que pronto logro comprender –espero entonces que hayas encontrado mejor suerte aquí- aseveró intentando encontrar entre las aguas del río algo interesante en que volcar su atención. Quizás así dejaría de seguir con aquel interrogatorio que dejaba de darle gracia por el sendero al cual se encaminaba. Era entretenido saber de los demás y no así hablar de uno mismo.
Giro su rostro cuando aquellas dos palabras llegaron arrastrándose hasta sus oídos y en el rostro ajeno encontró una pintoresca sonrisa que algo tenia de ladina, un aire suspicaz que robó su atención al instante –oh…-alargo la vocal regreso su vista al frente, como si en verdad no hubiese prestado tanta atención a la manera en que las arrugas alrededor de sus labios comenzaban a marcarse o el hecho de que estos amenazaban con separarse –supongo que podría llamarse educación, no a todas las personas les gustan tales excesos de confianza- recitó, como algún poema aprendido años atrás. Aunque la realidad era mucho más simple que aquella y nada tenía que ver con entes ajenos y modales o etiquetas, él mismo no gustaba de tales excesos de confianza.
Entrecerró los parpados cuanto el hálito otoñal comenzó a acariciar su rostro, meciendo sus cabellos y jugando con su amplia vestimenta, le cantaba melodías que de lograr entender le dotarían del más vasto conocimiento. Porque el viento lo sabía todo, la voz de cada persona se encontraba perdida en él, eternamente atrapada. Sin embargo, la voz que le hablaba tiernamente al oído no era otra que la que no lograba comprender. Porque como todas las demás personas había olvidado cómo hablar aquella lengua y sonsacarle así al viento información.
-¿qué diferencia hay en que te hable de tu o usted?- y pensó, que nunca antes le había cuestionado aquello a alguien más. Quizás, realmente se entretenida bombardeándolo con sus preguntas.
Giro su rostro cuando aquellas dos palabras llegaron arrastrándose hasta sus oídos y en el rostro ajeno encontró una pintoresca sonrisa que algo tenia de ladina, un aire suspicaz que robó su atención al instante –oh…-alargo la vocal regreso su vista al frente, como si en verdad no hubiese prestado tanta atención a la manera en que las arrugas alrededor de sus labios comenzaban a marcarse o el hecho de que estos amenazaban con separarse –supongo que podría llamarse educación, no a todas las personas les gustan tales excesos de confianza- recitó, como algún poema aprendido años atrás. Aunque la realidad era mucho más simple que aquella y nada tenía que ver con entes ajenos y modales o etiquetas, él mismo no gustaba de tales excesos de confianza.
Entrecerró los parpados cuanto el hálito otoñal comenzó a acariciar su rostro, meciendo sus cabellos y jugando con su amplia vestimenta, le cantaba melodías que de lograr entender le dotarían del más vasto conocimiento. Porque el viento lo sabía todo, la voz de cada persona se encontraba perdida en él, eternamente atrapada. Sin embargo, la voz que le hablaba tiernamente al oído no era otra que la que no lograba comprender. Porque como todas las demás personas había olvidado cómo hablar aquella lengua y sonsacarle así al viento información.
-¿qué diferencia hay en que te hable de tu o usted?- y pensó, que nunca antes le había cuestionado aquello a alguien más. Quizás, realmente se entretenida bombardeándolo con sus preguntas.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Creo que son demasiadas preguntas para empezar el día, ¿no te parece? -reprendió, mas su tono se percibía increíblemente cálido... Incluso a él le asombraba, pues en su interior no logró distinguir la molestia, a pesar de todo, y si hubiera querido sonreír, la sonrisa habría salido pura como en contadas ocasiones desde su llegada al mundo...
Y pensar que había creído que aquel día no iba a ser bueno... Al menos, no podía decirse que su inicio no estuviera siendo sorprendente.
Pero bueno, no sé si hay una verdadera diferencia -terminó por responder de todas formas... ¿Qué diablos tendría aquel muchacho para tirar tan fácilmente de su habla? Aun cuando siempre había impuesto barreras más potentes que la intuición de una compañía o la expresión de una mirada o la simple casualidad de haberse encontrado a alguien que preguntaba...- El respeto o la confianza como tales no están anclados a una mera forma del lenguaje, pero supongo que para algunos siempre es un paso más... Y a ti parece que hay que darte de esos pequeños empujones, aunque con sinceridad, sería un verdadero hipócrita si precisamente yo te lo echara en cara.
Y pensar que había creído que aquel día no iba a ser bueno... Al menos, no podía decirse que su inicio no estuviera siendo sorprendente.
Pero bueno, no sé si hay una verdadera diferencia -terminó por responder de todas formas... ¿Qué diablos tendría aquel muchacho para tirar tan fácilmente de su habla? Aun cuando siempre había impuesto barreras más potentes que la intuición de una compañía o la expresión de una mirada o la simple casualidad de haberse encontrado a alguien que preguntaba...- El respeto o la confianza como tales no están anclados a una mera forma del lenguaje, pero supongo que para algunos siempre es un paso más... Y a ti parece que hay que darte de esos pequeños empujones, aunque con sinceridad, sería un verdadero hipócrita si precisamente yo te lo echara en cara.
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Le resulto increíble que después de una vida no hubiese logrado amaestrar aun su curiosidad. Aquella que le orillaba a cometer imprudencias y hablar de más, terminaría costándole demasiado un día de estos. Y aquello él mejor que nadie lo comprendía –lamento si te incomodo- susurró sin inmutarse por sus propias palabras. ¿Lo lamentaba en realidad? Solo en la medida en que sus cuestionamientos pudiesen alejar su compañía, aquella que había relevado a la soledad.
Y entonces el hombre que yacía de pie a un lado de él, aquel que poseía el extraño pasatiempo de lanzar piedras al río y sonreír con picardía casi disimulada, se contradijo. Se contradecía como las personas solían hacerlo y como él mismo lo hacía dada la ocasión. Había dicho que no, luego había dicho que si, se había negado y entonces contestó una pregunta que pensó, no encontraría jamás verdad en los labios de aquel que por nombre llevaba Oscar y por todo lo demás desconocido.
Sonrió de medio lado, permitiendo a la alegría deformar sus labios, sin llegar a acariciar ninguna otra parte de su joven rostro –creo que eres bastante observador- y no sabía si aquello más que gustarle le aterraba. Pues como un artista a su musa comenzaba a sentirse desnudo, como si la ropa y los engaños no fuesen suficientes para resguardar su ser de aquella mirada indiferente que pecaba de observar sin ver. Comprendía, con tan solo escuchar, aquellas palabras que en silencio habitaban temerosas de llegar a emerger -¿te gustaría dar un paseo?- no estaba dispuesto aun a perder su compañía.
Sus manos golpearon con suavidad el barandal de madera que se sintió casi áspero bajo su tacto, y alejándose un paso hacia atrás le observo, en espera de una afirmativa o en su defecto una negación.
Y entonces el hombre que yacía de pie a un lado de él, aquel que poseía el extraño pasatiempo de lanzar piedras al río y sonreír con picardía casi disimulada, se contradijo. Se contradecía como las personas solían hacerlo y como él mismo lo hacía dada la ocasión. Había dicho que no, luego había dicho que si, se había negado y entonces contestó una pregunta que pensó, no encontraría jamás verdad en los labios de aquel que por nombre llevaba Oscar y por todo lo demás desconocido.
Sonrió de medio lado, permitiendo a la alegría deformar sus labios, sin llegar a acariciar ninguna otra parte de su joven rostro –creo que eres bastante observador- y no sabía si aquello más que gustarle le aterraba. Pues como un artista a su musa comenzaba a sentirse desnudo, como si la ropa y los engaños no fuesen suficientes para resguardar su ser de aquella mirada indiferente que pecaba de observar sin ver. Comprendía, con tan solo escuchar, aquellas palabras que en silencio habitaban temerosas de llegar a emerger -¿te gustaría dar un paseo?- no estaba dispuesto aun a perder su compañía.
Sus manos golpearon con suavidad el barandal de madera que se sintió casi áspero bajo su tacto, y alejándose un paso hacia atrás le observo, en espera de una afirmativa o en su defecto una negación.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
Oscar le observó de soslayo y fue capaz de notar la punzada de la mirada de Anuar, amistosa, pero conocedora: estaba empezando a afirmar tantas cosas profundas sin hablar más que de temas lacónicos... que ya no sabía si residía alguna lógica o coherencia que conectar entre lo revelado y lo que se había quedado otra vez en la acogedora cueva de sus pensamientos.
Quizá es que ya no sabía ni lo que decía.
No soy observador, supongo que esto es lo que pasa cuando le das conversación a alguien que piensa tanto... -recogió aire, al instante alzando la cabeza para empezar a recibir los primeros indicios de un cielo algo más soleado en el temblor dañado de sus párpados- Y no, Anuar... -sintió un deje extraño de cálida complacencia al pronunciar su nombre- Créeme que si pensara que me fueras a incomodar, ni siquiera te habría respondido la primera vez.
Soltó un leve gruñido cuando se llevó una mano al hombro para hacerlo crujir y movió el cuello en círculos para desentumecerlo.
O no iría contigo a dar ese paseo -añadió, eligiendo ese momento para completar los mismos pasos que había dado Anuar para reforzar su invitación. Ya junto a él, se volvió por última vez hacia el puente y de improvisto, lanzó al eterno agujero negro del río la piedra que había estado reteniendo en su puño y que lo sentenciaba todo-. Como estoy apunto de hacer ahora...
Quizá es que ya no sabía ni lo que decía.
No soy observador, supongo que esto es lo que pasa cuando le das conversación a alguien que piensa tanto... -recogió aire, al instante alzando la cabeza para empezar a recibir los primeros indicios de un cielo algo más soleado en el temblor dañado de sus párpados- Y no, Anuar... -sintió un deje extraño de cálida complacencia al pronunciar su nombre- Créeme que si pensara que me fueras a incomodar, ni siquiera te habría respondido la primera vez.
Soltó un leve gruñido cuando se llevó una mano al hombro para hacerlo crujir y movió el cuello en círculos para desentumecerlo.
O no iría contigo a dar ese paseo -añadió, eligiendo ese momento para completar los mismos pasos que había dado Anuar para reforzar su invitación. Ya junto a él, se volvió por última vez hacia el puente y de improvisto, lanzó al eterno agujero negro del río la piedra que había estado reteniendo en su puño y que lo sentenciaba todo-. Como estoy apunto de hacer ahora...
Oscar Llobregat- Prostituto Clase Media
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Re: Una mañana en el puente [Anuar Dutuescu]
No era un observador pero se autonombraba un analítico, una persona de un raciocinio tan elevado que era capaz de deducir las palabras que habitaban en los silencios y las miradas discretas que le regalaba, como cuentas de algún preciado collar había que administrarlas en módicas dosis que no causaran un mal mayor que el bien pretendido. Y aunque sus palabras le parecieron tangible muestra de egolatrismo y pedantería no le molestaron, porque peor sería pecar de falsa humildad.
Su nombre en labios del otro sonó inusual, lo había escuchado manar de pocas y contadas bocas, la suya, la de Sophia, de labios de Damian y Eric, no estaba seguro si de Erkki o de Luminita, de su hermana y otros tantos que, por su falta de relevancia no lograba ahora recordar. Y de pronto recordó, el nombre más importante y aquel que había hozado olvidar y su rostro se opaco por lo que pareció una fracción de segundo. Una flaqueza a la que le negó alojamiento en su ser, la despojo de sus vestimentas y la corrió, la escupió en forma de suspiro y negación.
-no me hubiese acercado de haber pensado que me ibas a ignorar- porque si bien no le importaba en demasía lo que las personas pudiesen decir, hacer o crecer. Y en efecto no le importaba en lo absoluto, no pretendía intentar entablar una conversación para ser rechazado sin más ni menos, aquello no opacaría su día aunque quizás si le robaría los ánimos de intentarlo en otra ocasión. Sin embargo, Anuar era también un observador y no había pasado desapercibida su mirada, aquella de la cual si bien se percato se desvaneció.
-¿y a donde te gustaría ir?...- le cuestiono porque el solía caminar en la dirección que el viento y sus pies le indicaban, un camino señalado en un sentido desconocido. Y esque le era imposible darse aquellos lujos que la alta alcurnia y los ricos podían darse, por su escases de dinero las obras de teatro, las idas al circo y las operas le eran vetadas. Podía asistir, a los lagos, jardines y bosques y no dudaba que pronto también aquellos lugares comenzarían a ser propiedad de la cuna noble. Aquellos que por azares del destino y más nada lograban gozar de la vida perfecta. Entre engaños e hipocresía, pensaba él, no tan perfecta como parecía.
Avanzaba pues con lentitud, aguardando alguna indicación o aquella libertad para elegir.
Su nombre en labios del otro sonó inusual, lo había escuchado manar de pocas y contadas bocas, la suya, la de Sophia, de labios de Damian y Eric, no estaba seguro si de Erkki o de Luminita, de su hermana y otros tantos que, por su falta de relevancia no lograba ahora recordar. Y de pronto recordó, el nombre más importante y aquel que había hozado olvidar y su rostro se opaco por lo que pareció una fracción de segundo. Una flaqueza a la que le negó alojamiento en su ser, la despojo de sus vestimentas y la corrió, la escupió en forma de suspiro y negación.
-no me hubiese acercado de haber pensado que me ibas a ignorar- porque si bien no le importaba en demasía lo que las personas pudiesen decir, hacer o crecer. Y en efecto no le importaba en lo absoluto, no pretendía intentar entablar una conversación para ser rechazado sin más ni menos, aquello no opacaría su día aunque quizás si le robaría los ánimos de intentarlo en otra ocasión. Sin embargo, Anuar era también un observador y no había pasado desapercibida su mirada, aquella de la cual si bien se percato se desvaneció.
-¿y a donde te gustaría ir?...- le cuestiono porque el solía caminar en la dirección que el viento y sus pies le indicaban, un camino señalado en un sentido desconocido. Y esque le era imposible darse aquellos lujos que la alta alcurnia y los ricos podían darse, por su escases de dinero las obras de teatro, las idas al circo y las operas le eran vetadas. Podía asistir, a los lagos, jardines y bosques y no dudaba que pronto también aquellos lugares comenzarían a ser propiedad de la cuna noble. Aquellos que por azares del destino y más nada lograban gozar de la vida perfecta. Entre engaños e hipocresía, pensaba él, no tan perfecta como parecía.
Avanzaba pues con lentitud, aguardando alguna indicación o aquella libertad para elegir.
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