¿Ma…Matrimonio? [Privado]

Había hecho todo aquello por un movimiento extraño. El nerviosismo se apoderaba de él por momentos. Había suplantado a una persona, todo en un vano intento de escapar de lo inevitable. No podía estar huyendo, pero cada vez que se le presentaba una oportunidad para evitar lo que parecía una muerte segura, simplemente la tomaba. Pero sabía que probablemente no podría con aquello demasiado tiempo. Convencer a las personas a su alrededor de que era quién debía estar ahí era algo que aún con su habilidad no podría mantener eternamente. Habría momentos en los que no sería capaz de controlarlos a su antojo, siempre había alguna cosa que podía hacer fallar todo eso. Además, no le ocultaría demasiado tiempo. Estaba a punto de darle un tic nervioso mientras esperaba en la sala de aquella mansión que le parecía un exceso.

A decir verdad, no estaba acostumbrado a cosas como aquella y probablemente jamás lo estaría. Miró el reloj de péndulo que se movía impulsado por los engranes en su interior y se dio cuenta de que si quería arrepentirse ya no le quedaba demasiado tiempo. Al llegar allí se dio cuenta de que su ‘vida’ había sido decidida. ¿Qué había pasado con la persona que debía estar en su lugar en ese momento? Ni él lo sabía, solo había visto una brecha en donde podía atravesar y lo había hecho sin dudar. Una prometida… el jamás pensó en casarse para empezar. ¿Cómo diantres iba a pensar en ello siendo la persona que era y viviendo como lo había hecho? Lo que había allí no era suyo, solo era un truco del momento.

Se puso de pie después de pensarlo mucho. La suerte lo decidiría. La hora casi se había cumplido y la joven a la que desconocía del todo, casi igual que lo demás allí, llegaría en cualquier instante. Salió de la estancia cruzando los pasillos de la casa y cuando salía la patio vio el carruaje acercarse. Tarde… sería extraño desaparecer frente a la mirada de todos. Eso fue lo que pensó. Su cuerpo se quedó en el umbral hasta que vio que se detenían frente a la entrada. Se movió por inercia, se sentía aturdido y sin saber qué hacer. Su misión era sobrevivir y encontrar a su maestro. ¿Esto ayudaba en algo? Ya no estaba seguro. Se acercó para recibir a la persona que venía dentro. Su vista estaba en el suelo hasta que notó que la puerta se abría. Sus ojos mostraron una ligera asombro al ver a la joven que estaba allí frente a sus ojos. No es que tuviese algo en mente cuando se enteró de la situación en la que acababa de meterse, pero al verle no pudo más que sorprenderse. Era hermosa, sin embargo, eso no cambiaba las cosas. Observó aquellos ojos y supo que esto no sería lo que esperaba al poner el primer pie en esa casa.

Trató de tranquilizarse, su aliado, como solía llamarles a los espíritus que le ayudaban le estaban diciendo que la chica sospechaba de él. No le dijeron más, sólo eso. Hizo acopio de toda su concentración para calmar su espíritu. No era momento de dudar. Si había decidido algo no podía simplemente arruinarlo él mismo. De cualquier forma el movimiento repentino de ella le habría alertado, sin embargo ella disimulaba y le decía su nombre, así que solo sonrío y se puso de pie haciéndole una reverencia y dejando un beso en la palma de una de aquellas pálidas manos –Mi nombre es Alexis VanVollehoven… Es un placer conocerle – dijo con un tono amable que rara vez utilizaba en circunstancias normales, pero sin duda alguna esta no era exactamente una de ellas. Le sonrió sin ningún tipo de altanería como era su costumbre. No, no podría hacer algo como eso, la sensación que ella le causaba se lo impedía de alguna manera.

No había querido mentir en cuanto su nombre, así que había hecho todo para que aquello no causara ninguna sospecha. Pero ahora creía más que hace un momento, antes que ella apareciese, que no podía darse el lujo de ser descubierto. Pero ¿hasta dónde podía llegar? El no tenía la educación que se le daba a alguien de clase alta, en algún momento aquello debería salir a relucir. Había aprendido cosas, pero dudaba que fuese suficiente. Él mismo sentía aversión por tanto lujo, no estaba acostumbrado. Toda su vida apenas y había sobrevivido, si bien había sido con tácticas que su maestro consideraba reprobatorias, lo cierto es que engañar y estafar le había permitido llegar hasta ahí. Sus habilidades estaban desarrolladas, pero necesitaban ser pulidas si quería tener la fuerza suficiente para enfrentarse al ser que le perseguía y no le dejaría en paz. Misma razón por la cual ahora estaba en ese lugar, fingiendo ser el prometido de la bella muchacha. Lo mejor era que ni siquiera le había visto, así que no podía decir si aquello era mejor o no para ella.

Había llegado, se había instalado manipulando a todos y una vez que lo había logrado había encontrado aquel documento que decía sobre aquella boda. Eso le había sobresaltado de momento, pues no se había fijado en los detalles como ese. Empezó a desvariar en sus pensamientos. Apostaba a que más de uno iba tras la rubia, su piel pálida le parecía bastante llamativa, su belleza y esplendor eran diferentes de las mujeres que había observado hasta ahora.

No necesitaba ser demasiado observador. Si el estuviera en su lugar... ¿qué pensaría? No pudo más que sonreír. Las cosas no iban bien y no era su afán llevarse a alguien más entre lo que era su extraña vida, pero ahí estaba, aceptando algo que no sabía si duraría. Por alguna razón cuando la veía tenía aquella sensación. ¿Así que así era sentir querer proteger a alguien así no le conozcas? Le observó y sus ojos le decían más de la cuenta, tal vez... Su aliado le susurraba cosas al oído, diciendo que ella desconfiaba y otras tantas que no pudo entender en aquel estado. ¿Qué podía decir? Hacía bien, yo era un desconocido que había pedido su mano, al menos aparentemente. Todo pareció correr en cámara lenta. Si detener aquella ceremonia hubiese ayudado, lo habría hecho, pero simplemente no era de ese modo. Escuchó aquel lo siento, pensando que era él quien debía pronunciar tales palabras, pero eso no ocurriría,no solía hacer las cosas de esa manera. A sabiendas del poco agrado que le tenía tomó su mano con firmeza una vez que aquel hombre empezó con aquel ritual religioso que si bien había visto muchas veces antes, no había sido su principal protagonista. Hizo aquello porque incluso alguien como él tiene ciertas dudas en momentos como ese.

Escuchó aquella que parecía una sentencia, promulgando la unión de ambos ante un Dios en el que aún no decidía si existía. Y como si fuese el destino pronunció lentamente aquellas palabras de afirmación prometiendo estar y cuidar de la persona que estaba a su lado, alguien a quien apenas veía por primera vez y quien le veía con recelo y eso que aún no conocía lo mínimo de su personalidad desequilibrada y algo retorcida. al menos eso era lo que le habían dicho, para él era lo más normal del mundo actuar como lo hacía, aún cuando en los últimos años hubiese corregido sus malas costumbres, aún tenía todo aquello que le marcaba en muchos sentidos. Solo escuchaba aquellas palabras, sabiendo el desenlace al menos de esa parte. Observó a la muchacha cuando se le hizo aquel mismo cuestionamiento, pensando que tal vez sería una negación, aunque era poco probable debido a ciertos aspectos. Tomó el anillo y lo puso en aquella pálida mano escuchando en el trasfondo, como si se tratará un eco lejano.


(Off: lo siento, no supe bien como hacerlo ...)

Que alguien se comportara de esa manera con él hacía saltar sus sentidos. Era desconfiado con todo el mundo, pero esta vez, como pocas otras, se sentía culpable. No tenía idea de cómo era la persona a la que le había robado su lugar en esa casa, había hecho que todos creyeran una historia falsa a base de hechizos y un poco con la habilidad de dominación que sabía usar debido a la práctica insana que había hecho de ésta tiempo atrás.

Pero pensar en haber cambiado la vida de más de una persona, ya fuese a raíz de los sermones de su maestro, le hacía sentir aquel ligero sentimiento de culpa, aunque esa era la primera vez que le pasaba desde que tenía memoria. O tal vez era que lo sentía solo por ella. Era quien iba a casarse, no sabía con quién, pero alguien que si poseía el título que ahora el ostentaba, alguien que era el legítimo dueño de todo aquello. Y sin embargo, podía dejar ir todos los bienes, pero al usar su nombre, se había unido a ella en un matrimonio que él no había planeado pero cuya ceremonia no pudo detener al verla.

Observó aquel rostro hermoso frente a él. Podía hacer eso, engañarle igual que a todos, pero era tarde para eso y además, aquella cortina caería en algún momento, tal vez no pronto, pero lo haría. Así que en contra de todo pronóstico, siguiendo un simple impulso decidió que no tenía sentido ocultarse. No era por sus palabras que le sonaban a querer engatuzarle, pero se daba cuenta que ella estaría cerca de él y que sería la única que podría traicionarle siendo que era a la única pieza en aquel lugar que no controlaba.

Le sonrió, acababa de conocerla, su inseguridad era razonable desde su punto de vista. Le tomó las manos para después estrecharla en un abrazo. Por una vez sus movimientos fueron tranquilos y suaves, no como la tempestad que solía dominarle todo el tiempo. Esa joven tenía algo, al estar allí en su presencia sentía algo que le hacía perder de momento las ideas que tenía, tratándose de alguien que no había visto en su vida. En el abrazo se dio cuenta... Al tenerla así pudo notarlo... un solo momento, fugaz y que pudo bien haber ignorado. Si, de alguna estúpida manera ahora lo que pensaba era en protegerla.

Justo antes de su llegada... lo que pensó fue detener todo, inventar una excusa y cancelar todo, pero al ver sus ojos no fue capaz de hacerlo. Su mirada le dejó perplejo -Esta bien que desconfíes de mí... -habló susurrando a su oído -No merezco menos que eso al haber tomado entre mis manos algo que no me pertenecía - y con ello no se refería a las riqueza ni a todo lo que había hecho en su vida, porque nunca había sentido arrepentimiento en ese aspecto.

Estaba a punto de darle un arma más poderosa que cualquiera que pudiese ser usada en su contra -Responderé cada pregunta, te dejaré saber todo lo que se oculta... Lo que hagas con ello, será cuestión tuya...- La traición era algo que no podría perdonar, y sin embargo, sentía que ella tendría el derecho, de herirle como nadie había hecho, de confundirle y de acabar con él si ese era su deseo y bien, si se le daba la oportunidad de ello. Claro que se defendería del resto, como hasta ahora lo había hecho.

Claro, antes de eso, había algo muy simple que había estado deseando hacer. En la ceremonia no había podido evitar pensar en ello, pero ahora en la soledad de aquella habitación acercó su rostro al suyo dejándose arrastrar por aquel suave perfume y es imagen que ahora solo podía admirar. Le besó lento, suave, con delicadeza. Nunca antes había sentido la necesidad de hacer algo de esa manera. Sus brazos le sostenían con firmeza pero de una forma diferente a la que estaba acostumbrado a hacerlo. La suavidad de la tela, el frío que había sentido en aquellas manos un momento antes. Sonrió de manera imperceptible, sabiendo que ella sería su perdición o su salvación en algún momento que esperaba no fuera cercano. -No importa cuál sea tu decisión, cumpliré aquel juramento que he hecho frente a ese Dios cuya existencia reniego... ¿Quieres saber quién soy? No soy nadie... Mi nombre no es conocido por nadie, no he poseído jamás nada...- Se detuvo, tenía miedo de seguir.

No podía más que estrecharle de esa manera. Había pasado toda su vida huyendo, escapando y escondiéndose. No estaba acostumbrado a confiar en nada y nadie a pesar de lo que a veces pareciera, solo su maestro había sido capaz de encontrar la forma de llegar a él, y sin embargo, era ahora el mismo el que estaba pensando en abrirse a ella, una persona a la que tenía casi nada de conocer. Por una vez quiso no ocultar nada y a pesar de lo necio y extraño que podía llegar a ser, podía ver algo con claridad -¿Por qué tu? - Dejo escapar una suave risa, sabiendo la respuesta sin estar seguro de poder decirla con la claridad que quería.

Sentirla recargada en su hombro de algún modo le daba fuerzas. Podía sonar extraño pero así era -Es porque me has cautivado en tan solo un momento... Tu mirada ... -Se detuvo, aquella esencia que llegaba a sus sentidos se sentía bien y aunque jamás decía ese tipo de oraciones y mucho menos con sinceridad, parecía que ella podía romper ese esquema, porque le estaba hablando sin quererle nada ocultar -Disculpa que lo diga de este modo... pero creo que me he enamorado,de tu mirada, de tu forma de caminar... Cuando te vi llegar pensé que... tal vez, solo tal vez, podía permitirme a tu lado estar... si tu lo permitías, entonces no me importaba lo que tuviese que hacer... Fue un momento fugaz en el que ese pensamiento cruzó mi mente y que no podré ignorar... -

Tomó aire, no quería soltarle así que simplemente tomó su rostro entre sus manos acariciando aquella piel tersa con calma -No puedo decir que me pertenezcas, porque estoy seguro que no ocupo en tu corazón el puesto que ahora quiero... No sé si seré capaz de hacerlo, pero creo que he encontrado un deseo que quiero cumplir... Mantenerte a mi lado... Confiar y que confíes en mí... Quiero amarte como no me he permitido amar a nadie y si lograra que tu me amases, entonces todo mi pasado, todo el dolor que me ha hecho lo que soy... sabré que ha sido por un bien mayor... -

Empezaba a preocuparse de estar diciendo esas cosas así sin más, pero ahora sabía que era capaz de contarle hasta el mínimo pormenor. En toda su vida nadie había sido capaz de hacerle ceder de ese modo. No era tan iluso. Aquella chica no le amaba, era ilógico cuando la habían llevado allí para unirla en matrimonio con alguien que en su vida había visto. Así eran las cosas para todos, pero no significaba que fuera lo idóneo. El a pesar de todo, seguía siendo aquel idealista que quiso ocultar del mundo. Si había alguna esperanza en su corazón era esa, que algún día alguien pudiese estar junto a él, sin juzgarle por lo que había hecho. Parecía casi imposible que fuese así pero era por eso mismo que era un anhelo guardado con recelo en su interior. Su carácter solo ayudaba a ocultarlo. Pero cómo iba a lograr algo como eso si la forma en la que había llegado a ella era falsa.

Sonrió con melancolía antes de tomarle de la mano y sentarse en el borde de la cama haciéndole seguirle hasta allí -Podría sin duda tenerte ahora, ¿no es cierto? -No la estaba mirando, su vista estaba fija en sus manos unidas. Ella estaba de pie, así que no podía ver la tormenta en sus ojos. No tenía manera, pensó. Le dio un leve tirón para acercarla, para hacerle caer en las mullidas sábana y le cubrió con su cuerpo -¿Realmente te quedarás a milado, aún después de que sepas lo que debo contar? -Le acarició el rostro con el dorso de la mano. Si, podía tener su cuerpo, pero justo ahora sentía que no quería solo eso. No quería hacer nada solo por su propio deseo. Quería que aquello fuera un mutuo acuerdo, su mente se preguntaba si eso estaba mal, si debía hacer las cosas como lo estipulaba la sociedad. Reclamarle como suya sin prestar atención a nada más. ¿Por qué ella podía sacar a a la luz ese lado soñador que quería sepultar? Aun si le tomaba tiempo, quería llegar a ella. Pero su mente se lo repetía ¿Ella será capaz de quedarse aún después de que le cuente todo sobre mí? ¿Será capaz de aceptarme?.

Bendita inseguridad, eso era lo que provocaban los sentimientos, confusiones cuando no las sentiría en otro momento, pero bien lo había dicho, no se había equivocado de palabras. Ella le había cautivado, sin ningún aviso, sin ningún tipo de salida, porque cuando existía no la había tomado. El no solía preocuparse demasiado y sin embargo, ahora estaba aquí habiendo encontrado algo que seguir.

Nunca pensó que alguien lograría mover su mundo, nunca pensó verlo tambalearse lo más mínimo y ahora aquí estaba. Cerró los ojos escuchando sus palabras y sintiendo su cuerpo sobre el suyo y aquella chispa que creyó podría controlar se le fue de las manos. Sus manos recorrieron su espalda. Por una vez sintió algo que no podía controlar, era lo que decía y el hecho de que aquel beso, algo tan simple, hubiese despertado en él aquel deseo. Una lucha interna por no saber si debía aún perder los estribos. Podía sentir el palpitar de su corazón, el mismo que ella escuchaba, tratando de mantener el ritmo que no delataba lo que se desataba. Pero no era una persona que pensara demasiado las cosas. Lo que ella le decía, jamás pensó escucharlo de forma que fuese dirigido a él, así que esto parecía más un sueño que la realidad que ahora vivía. Sus manos, con aquel temblor prácticamente imperceptible deshicieron los lazos del vestido que le cubría. Lo hizo con calma, como si no tuviese ansías inundándole en ese momento –Lo sentenció ahora, que serás la única que podrá llevarme a la perdición… o serás quien me salve de lo que soy… - con cuidado se giró de nuevo, ver sus ojos, sentir aquellos labios, pensó que estaba volviéndose loco.

–Lo siento, después de todo… no puedo detener este deseo – Susurró a su oído, con el aliento rozándole la piel. Lamió ligeramente aquella piel de su oído. Sus manos tocaron su cuerpo aun con la ropa de por medio, tomó sus pechos pequeños y redondos entre sus manos, sintiendo la suavidad ante sus propios movimientos. Besó su rostro, en un intento de demostrarle algo que no estaba seguro si entendería con sus torpes movimientos. Era idiota, en ese instante sintió el peso de su inexperiencia. Había estado con otras personas, pero ese estúpido idealismo del que no podía deshacerse no le había permitido llegar a más que besos y caricias, que aunque nada casto había sido, no había dejado que llegarán a hacerlo sentirlo. Pero ahora, su cuerpo se estremecía como nunca lo había hecho. Sentía esa necesidad de tocarle, de tenerle… Se deshizo de lo que le impedía dejarle al descubierto para él, apartó con cuidado la parte superior de aquellas prendas. Le observó en silencio, admirando su cuerpo, perdiéndose en esa piel blanca como ninguna que hubiese visto, acarició su rostro, sonriéndole con cariño, uno que no había demostrado poseer durante demasiados años.

-Eres indudablemente hermosa- susurró cerca de sus labios antes de tomarlos, de quererse abrir paso a través de ellos, acariciando su cuerpo y desabotonando su propia camisa en el proceso - Lo más hermoso que he visto hasta ahora… - Lo decía con total sinceridad, era ella tan diferente a lo que estaba acostumbrado a ver, con su piel blanca y fría que le hacía querer quedarse en sus brazos, de fundirse en ella y controlar aquel fuego. Se detuvo por un instante solo para tomar aire, apoyando su frente en la de ella, comprobando que el tocar su piel le hacía sentir algo totalmente inhumano. Deslizó las telas dejándole con el mínimo de prendas -¿Puedo?- Sabía que no tenía sentido preguntar cuando se sentía incapaz de detenerse. Era ese miedo al rechazo, al que nunca había temido y estaba acostumbrado. Se habría reído de si mismo, pero su mente estaba sumergida en solo pensar en ella.

Si aquello se consumaba, para él no había vuelta atrás. Para bien o para mal, así era él, aunque no se notara, aunque lo ocultara. En el mundo en el que vivía, tener aquellas ideas estaba mal, el altruismo, el idealismo… todo eso estaba mal, pero el siempre lo había llevado consigo, negándolo pero manteniéndolo, muy a pesar de todo lo que había hecho. Pero era diferente, se había deshecho de su conciencia… ella podría serlo? Tenía a su maestro, que le había encaminado alejándolo de lo que se consideraría un mal camino… Pero estaba atascado por los errores de su pasado, siendo perseguido y había tomado aquel camino, entrando en aquel juego que ya había abandonado. Pero ¿cómo podía arrepentirse si le había llevado hasta ese momento? Él jamás se arrepentía, rara vez pedía disculpas…

Acarició cada parte de su cuerpo que quedase a su vista, casi con vehemencia, sus manos firmes recorrían su cuerpo, desde sus senos, bajando hasta sus piernas. Le aprisionó entre su cuerpo y las sábanas. Había dejado salir aquella interrogante cuando no quería un No por respuesta. Qué ilógico era…

-Serás eso y probablemente más – No lo dijo viéndole a los ojos, no porque fuese una falsedad, pero le costaba decir las cosas que realmente sentía, no le gustaba expresar en palabras lo que había en él. Se le había enseñado por las malas que hacer eso solo podía causarle problemas. Nadie era digno de confianza, ese había sido su lema… Y ahora, simplemente sentía que quería confiar en ella… Él que no creía en nada, estaba empezando a sentir aquella llamarada que le quemaba…

Todo estaba dando un giro, uno inesperado y que en el que aún no creía estar inmerso, era el proceso, la etapa en la que se negaba pero sabiendo que cedería -¿Quieres que me detenga? ... –la verdad era que su autocontrol en ese momento no existía. Sonrió, pero estaba dudando que en realidad pudiese contenerse ahora que podía observarle, que sus manos podían tocarle. Aquel ináudito palpitar en su pecho, sus sentidos se perdieron en aquella blancura, en la frialdad de su piel. Nunca y realmente nunca le había pasado algo como eso, ni siquiera se había sentido capaz de estar al lado de alguien y quedar a su merced de alguna manera que no pudiese evitar. Pero quería soñar, que esta bella mujer podría con él estar.

Se detuvo tratando de que aquel nerviosismo, que aquella sensación en su pecho desapareciese, pero no vio diferencia. Podría bien hacerle ceder con su poder, pero entonces no tendría ningún sentido. Para bien o para mal no quería eso. No había forma, él se sentí como hechizado, como si no pudiese ir contra aquello –No preguntes por qué, pero creo que esto es un sueño… Alguna parte de mi me dice que no puede estar ocurriendo… - Ese comentario era uno que no debía ser dicho en voz alta –Soy un brujo, uno que está inmerso en la oscuridad y no puede y no se atreve a ver la luz... Recházame o no podré detenerme… puedo soportar eso, pero no el que me veas con ojos de recelo si hago algo en contra de tu voluntad… porque siento decirlo… no creo que pueda detenerme… - Su voz había sido un murmullo y sus manos confirmaban lo que sus palabas intentaban decirle. Aún le tocaban pero se dirigieron a sus claros cabellos y le besó recorriendo sus labios y buscando tocar hasta el más pequeño espacio de su boca. Separó sus piernas con un movimiento sutil, acomodándose entre ellas, acercándose todo lo que se le permitió –Aún cuando he provocado el odio y rechazo de muchos, no quiero el tuyo… - dijo apenas con aliento cerrando los ojos y hundiéndose en su cuello besando su hombro en aquel momento.

Su pecho contra el suyo, la calidez que se concentraba en todo su ser de aquella manera intangible pero tan real que era imposible ignorar. Como hundiéndose en la espesura de la neblina, ante la incertidumbre de no saber lo que el futuro le acarrearía. Una preocupación que jamás había tenido, un suspiro por conocer el camino que estaba por empezar a andar sin poder echar la vista atrás –Yude… - susurró su nombre, sin pensarlo, solo de aquella forma acariciante, suave y aterciopelada, tal como el amante que nunca había sido.

Las llaves un mundo diferente en el que lo que era podría transformarse. Aspiró su aroma sintiendo que no podría olvidarlo aunque quisiera. ¿Qué era eso? ¿Qué era ese suave tintineo que empezaba tenue ero que le parecía tan fuerte? Recorrer toda su piel, sentir que se desvanecía a su contacto, no, imposible ceder.

Observó sus ojos pero no había esperado su respuesta, su cuerpo apretado contra el suyo, sus manos recorriendo su espalda hasta topar con aquellas curvas al llegar a la parte baja –lo siento… pero quiero tenerte… como nunca he querido tener a nadie… -Fue lo último que dijo en aquel instante en el que su corazón latía aún más aprisa, aquella canción que había decidido olvidar pensando que para él no había sido hecha... se escuchaba en su mundo ahora inundado por ella...

El delirio traído por su cuerpo, por sus labios, los que le envuelven en aquella suave locura en la que no le importa perderse. ¿Qué es aquello que se trasnforma en una extraña obsesión? Poseer su cuerpo no es lo único que su mente quiere, hundirse en sus pupilas, ver su rostro y su cuerpo moviéndose al compás del suyo. Todo parecía tan irreal, como una ilusión tan abrumadora como aquel suave aroma.

Movimientos cadenciosos, cambiando el ritmo, queriendo ser uno con esa persona que le hacía sentir que podía alcanzar un sueño. Si, una ilusión siniestra, un engaño a los sentidos, una trampa debajo de esa piel pálida que atraparía su alma si la dejaba. Si, exactamente, si el lo permitía que así fuera, que le llevara y consumiera su espíritu, porque si la propia oscuridad de su corazón iba a absorberle prefería poseerla hasta donde pudiera. Podía entregársela a ella? Tal vez no era cuestión de decidir, sucedería tal vez sin que él lo supiera.

La belleza en sus cabellos, su rostro con aquellos tintes que le incitaban a aumentar el ritmo, a estrecharle contra él, a despertar aquel lado que no creía poseer. La calidez de aquel cuerpo envolviéndole le hacía estremecer, incluso querer más, sentir más intenso cada momento. La forma en la que se sentía atrapado entre su piel, sin importarle nada más que la mujer que le estaba haciendo estremecer como nadie había logrado hacer.

Aquel par de palabras le hicieron vibrar todo el cuerpo. Sonrió casi de manera imperceptible, sintiendo una calidez diferente. Acarició su rostro mientras buscaba sentirse más dentro de su cuerpo, quería fundirse con ella, derretirse entre su piel. Besó sus labios con demanda, hasta que sintió que el aire le faltaba, bajó lentamente dejando con sus labios caricias por su piel, tocando todo su cuerpo, buscando entre aquella suavidad para hacerle estremecer.

Gustar? Ella le había gustado desde el primer instante en el que le había visto, y mientras continuaba observando sus gestos, su calma y su forma de actuar, probablemente en su mente ya se había colado una idea más, llevándolo hasta el calor de ese momento, hasta pensar lo que no se hubiese atrevido Te quiero conmigo... solo conmigo...- susurró a su oído, sin importarle si era egoísta por tomarla, por querer todo de ella. Del embriagante aroma de su cuerpo le estaba cegando los sentidos...

-Yude... - Su nombre, empezaba a sentirlo familiar, su presencia se volvería igual? Le acariciaba las piernas largas, delgadas, bien torneadas, besaba sus pechos con vehemencia, movía sus caderas con más fuerza arremetiendo contra ella. Quería que le sintiera tanto como pudiera. Quería oír su dulce voz atrapada entre gemidos de placer que fuesen provocados por él.