[Haako Di Pietro Nicolini] Robo-Secuestro fallido !que mujer terca![Privado]

por **Aitziber D’ Lemoine** Dom Ene 01, 2012 12:51 am

Tal vez había pensado que aquella mañana seria normal, no le interesaba el mundo, solo ella y sus objetivos, que eran poco pero seguros. Era una calurosa tarde de aquel día, se había paseado por parís en una carroza de su padre, comprando algunas cosas o simplemente viendo pasar el tiempo de otras personas, captando su esencia y necesidades.

Ya daban las tres de la tarde y la joven bruja había decidido volver a su casa, aun así esa eran sus planes, los del destino eran otros, veinte minutos después de aquella orden, el conductor ya había captado la orden y se dirigían hacia su hogar, unos bandidos habían elegido aquella carroza para atracar, con cuatro grandes y fuertes sementales rodearon la carroza habiéndola caer hacia un lado, la bruja se sostuvo mientras sentía aquel abrupto movimiento, dejo escapar un grito de auxilio al ver como todas las cosas, cajas, cortinas y hasta la puerta se le venían encima, la luz había entrado por la puerta, que la habían abierto con una patata, sostuvo la mano de la persona que le ayudaba, que muy pronto se daría cuenta que era de uno de los bandidos, al ver lo que había sucedido, salto del carruaje de una forma audaz y estúpida, cayendo a los pies de uno de los caballos, este animal se asusto, y con sus ponentes patas piso el piso cerca de donde la bruja había caído.

Uno de los bandidos la sujeto, llevándole las manos a las espalda mientras gritaba y pataleaba, pero nadie le escuchaba-Auxilio- exclamaba a todo pulmón –malditos desgraciados- gritaba y chillaba como un animal pero no pudo mas, la había amordazado y llevado hacia uno de los caballos, que con ayuda de otro hombre comenzaban a cabalgar, la bruja aun seguía molestando a los bandidos. Tratando de escapar, en una de ellas cayó del caballo.

Estaba adolorida y la sangre goteaba de su frente, un poco desorientada miro como los caballos se detenían e iban por ella, miro hacia los lados, encontrando un barranco de gran profundidad, rodo hacia él como pudo, cayendo como un muñeco de trapo en las aguas hediondas del pantano, sus piernas no estaban amarradas lo que le hizo bien para llegar a la orilla, pero ahora estaba mojada, sola y amarrada de manos sin contar que amordazada, pero por suerte no se veían los caballos de los bandidos, ni se oían sus galopes solo esperaba que su interés se hubiera desvanecido