AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
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Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
- ¡Lárgate! ¡Eres una vergüenza para nuestro pueblo! – Escupió con rabia una mujer regordeta al otro extremo de la carpa, su hijo permanecía a sus faldas, su corta estatura hacía que este apenas alcanzara a abrazarse a sus rodillas, presionando fuerte los dedos diminutos alrededor de las gruesas piernas de su madre que seguía gritando a los cuatro vientos a la escoria humana que se encontraba frente a ella. El niño volvió a temblar al escuchar gritar a su madre por tercera ocasión, esta vez utilizando una palabrota que soltó al viento sin el menor pudor, sin la menor preocupación de que varios infantes estuvieran presentes en aquella desagradable escena. A apenas unos cuantos metros se encontraba el demonio que ella gustosa habría quemado en leña verde al mero estilo de la inquisición: Judah D’Maine, ese que no merecía el apellido de uno de los gitanos más respetados de la comunidad y lo irónico es que el apellido era más suyo que de Lionel, pero su hermanastro sí que sabía portarlo sin mancharlo como Judah hacía.
- ¡Lárgate, lárgate! – Volvía a gritar. El gitano hacía caso omiso a las palabrerías de la mujer, incluso a las miradas de los demás gitanos que ya para ese entonces se habían reunido alrededor haciendo que aquello tuviera la impresión de ser una especie de espectáculo callejero. La mujer que le gritaba giraba el rostro en ocasiones para mirar a quienes ya le hacían compañía, como buscando un poco de apoyo y credibilidad en sus acusaciones. – ¡Ha venido a traer sólo desgracias a nuestra gente, debe irse! ¡No pertenece a los nuestros, es una vergüenza, es un monstruo! – La mano de la mujer se separó de su cuerpo y se atrevió a señalarlo esta vez, haciendo énfasis en su acusación. Judah permaneció inmutable, incluso se había tomado la desfachatez de cruzar los brazos por encima de su pecho como muestra de indiferencia. Pero no habló, su voz no toco jamás el viento que empezaba a arreciar debido a la tormenta que se acercaba.
La mujer que lo acusaba bufó de una manera audible y al ver que sus palabras no causaban el efecto que ella deseaba decidió optar por algo definitivo y mordaz. Cogió del piso un par de rocas de tamaño y sin detenerse a meditar lo grave de sus actos lanzó una a Judah con toda la fuerza que su grueso cuerpo le permitía, la roca se estrelló contra el hombro del gitano causándole dolor, provocando que descruzara los brazos y se llevara una de las manos al lugar del impacto. Nadie se quejó de la barbaridad que la mujer tenía en mente hacer, de hecho estuvieron de acuerdo en que Judah tenía que irse, en que era una desgracia, que jamás debió habérseles unido. Los ojos del gitano de abrieron considerablemente al ver como los que hasta hace poco eran tan solo espectadores, ahora se convertían en partícipes tomando rocas igual que la mujer, lanzándolas contra él, una tras otra, sin permitirle el defenderse, ahora todos gritaban, le exigían que se fuera. Judah no tuvo más opción que cubrirse con las manos el rostro, ¿qué haría esta vez en la que Lionel no estaba para defenderlo como siempre hacía aunque él no lo mereciera?
– ¡Basta! – Chilló fuertemente cuando una de las rocas le pegó en la cabeza, justo en la frente provocándole que la sangre empezara a brotarle de manera desmesurada.
Una roca, dos rocas, tres rocas…hasta que fue imposible contarlas, una a una volaban hacia el gitano, unas lanzadas con más fuerza que otras, unas cayendo inofensivamente a sus costados, otras golpeándolo con tanta fuerza que incluso sentía en ocasiones que no podría aguantar más y caería al piso rogando que lo dejasen en paz sin importarle lo humillado que podría llegar a verse. No le permitían huir, lo cual era irónico puesto que lo que le exigían era que se largara. Lo tenían acorralado contra una carpa que no era la de su hermano, una a la que no podía entrar para refugiarse, sencillamente no tenía escapatoria. Una nueva roca lo golpeó en la cabeza provocándole que la vista se le nublara, ¿es que acaso no tenían consideración? Podía ser cierto todo lo que decían, que era un vago, un ladrón, una desgracia, el mismo diablo en persona, ¿pero era tan malo como para querer matarlo como a un perro? Se cubrió el rostro con ambas manos y les dio la espalda, encorvándola para así protegerse al menos la cara, aunque la espalda era la que estaba recibiendo todos los golpes. Cuando no pudo mas decidió optar por hacer algo desesperado, al no tener escapatoria buscó refugio en la carpa que tenía a sus espaldas, se metió sin pedir permiso y la cerró cuando estuvo adentro. Rogó interiormente por que el dueño de aquella vivienda no estuviese en casa o si estaba, mínimo que no fuese uno de los que querían matarlo.
- ¡Lárgate, lárgate! – Volvía a gritar. El gitano hacía caso omiso a las palabrerías de la mujer, incluso a las miradas de los demás gitanos que ya para ese entonces se habían reunido alrededor haciendo que aquello tuviera la impresión de ser una especie de espectáculo callejero. La mujer que le gritaba giraba el rostro en ocasiones para mirar a quienes ya le hacían compañía, como buscando un poco de apoyo y credibilidad en sus acusaciones. – ¡Ha venido a traer sólo desgracias a nuestra gente, debe irse! ¡No pertenece a los nuestros, es una vergüenza, es un monstruo! – La mano de la mujer se separó de su cuerpo y se atrevió a señalarlo esta vez, haciendo énfasis en su acusación. Judah permaneció inmutable, incluso se había tomado la desfachatez de cruzar los brazos por encima de su pecho como muestra de indiferencia. Pero no habló, su voz no toco jamás el viento que empezaba a arreciar debido a la tormenta que se acercaba.
La mujer que lo acusaba bufó de una manera audible y al ver que sus palabras no causaban el efecto que ella deseaba decidió optar por algo definitivo y mordaz. Cogió del piso un par de rocas de tamaño y sin detenerse a meditar lo grave de sus actos lanzó una a Judah con toda la fuerza que su grueso cuerpo le permitía, la roca se estrelló contra el hombro del gitano causándole dolor, provocando que descruzara los brazos y se llevara una de las manos al lugar del impacto. Nadie se quejó de la barbaridad que la mujer tenía en mente hacer, de hecho estuvieron de acuerdo en que Judah tenía que irse, en que era una desgracia, que jamás debió habérseles unido. Los ojos del gitano de abrieron considerablemente al ver como los que hasta hace poco eran tan solo espectadores, ahora se convertían en partícipes tomando rocas igual que la mujer, lanzándolas contra él, una tras otra, sin permitirle el defenderse, ahora todos gritaban, le exigían que se fuera. Judah no tuvo más opción que cubrirse con las manos el rostro, ¿qué haría esta vez en la que Lionel no estaba para defenderlo como siempre hacía aunque él no lo mereciera?
– ¡Basta! – Chilló fuertemente cuando una de las rocas le pegó en la cabeza, justo en la frente provocándole que la sangre empezara a brotarle de manera desmesurada.
Una roca, dos rocas, tres rocas…hasta que fue imposible contarlas, una a una volaban hacia el gitano, unas lanzadas con más fuerza que otras, unas cayendo inofensivamente a sus costados, otras golpeándolo con tanta fuerza que incluso sentía en ocasiones que no podría aguantar más y caería al piso rogando que lo dejasen en paz sin importarle lo humillado que podría llegar a verse. No le permitían huir, lo cual era irónico puesto que lo que le exigían era que se largara. Lo tenían acorralado contra una carpa que no era la de su hermano, una a la que no podía entrar para refugiarse, sencillamente no tenía escapatoria. Una nueva roca lo golpeó en la cabeza provocándole que la vista se le nublara, ¿es que acaso no tenían consideración? Podía ser cierto todo lo que decían, que era un vago, un ladrón, una desgracia, el mismo diablo en persona, ¿pero era tan malo como para querer matarlo como a un perro? Se cubrió el rostro con ambas manos y les dio la espalda, encorvándola para así protegerse al menos la cara, aunque la espalda era la que estaba recibiendo todos los golpes. Cuando no pudo mas decidió optar por hacer algo desesperado, al no tener escapatoria buscó refugio en la carpa que tenía a sus espaldas, se metió sin pedir permiso y la cerró cuando estuvo adentro. Rogó interiormente por que el dueño de aquella vivienda no estuviese en casa o si estaba, mínimo que no fuese uno de los que querían matarlo.
Judah D'Maine- Gitano
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Fecha de inscripción : 17/04/2011
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Tres meses exactamente era el tiempo en que ella había llegado a Paris. Su vida se había vuelto bastante turbulenta desde que había decidido volver a sus raíces: Los gitanos. Para ella no importaba todo lo que estaba pasando, en realidad lo disfrutaba, pues su madre había amado ese estilo de vida, el tener que trabajar arduamente, el necesitar caminar grandes kilómetros para cargar baldes de agua, el tener que comer de manera contada, el esperar a altas horas de la madrugadas las cargas de tela, todo era un reto para ella, pero no era para nada imposible. Lo disfrutaba. Por las noches toda esa tensión del día era recompensado, ponerse aquellos trajes llenos de piedras, monedas, colores, poder danzar frente a una fogata, beber un poco de ron, comer con aquellos que sonríen sin importar el siguiente mañana, para ella todo era un descubrimiento, y no tenía envidia por aquellos hombres de sociedad, hombres llenos de riquezas, para ella su nueva comunidad era la envidia de muchos, porque la vida y alegría nunca faltaba. Pero las nuevas carpas donde Milenka vivía era un nuevo reto en su vida. Los gitanos son excesivamente celosos y cerrados con los suyos, pocos son aquellos que son rechazados y mecho menos aquellos que son recibidos, y ella era una nueva acogida, la comunidad ni siquiera lo había pensado mucho a pesar de su lugar de procedencia, de sus ancestros, de la enemistad y de los mitos de muerte que claramente ella no tenía idea pero que la tarea de los gitanos era ir enseñando. Tibo tenía una nueva vida, luchar con una adaptación que no era costosa, y enseñar también algunas artes a los que estaban a su alrededor, lo que últimamente le quedaba en claro es que no podía con tanta carga sola, hablando del negocio, necesitaba una mano que la ayudara y hasta ese momento no la encontraba.
Aquella tarde no había podido ir a su carpa en el marcado ambulante, la mercancía se había terminado, los carruajes que llevaban las telas bordadas que vendía, se habían retrasado pues había entrado una temporada de lluvias bastante pesada, tanto que los caminos se habían estropeado, y era bastante peligroso estar llevando la mercancía, y no solo la mercancía, era muy peligroso para los transportistas. Había estado ahorrando demasiado, alado de su cama, en su carpa tenía un frasco transparente lleno de francos, ¿qué haría con ellos? En realidad no sabía. Su cabeza estaba dando vueltas del río a su carpa, llevaba cargando dos cubetas grandes de agua, necesitaba darse un baño, limpiar algunas cosas, regar unas plantas carnívoras que tenía, distraerse en el día, después quizás iría a conocer un poco de Paris. Antes de entrar a su carpa, pudo observar un gran grupo de personas, todas ellas gritaban cosas que ella no podía identificar, no quiso meterse así que entro a sus aposentos acomodando las cosas que estaban desordenadas.
Estaba un poco cansada, se había metido cuando el sol salía, la fiesta se había puesto muy agradable, pero debido a los deberes que tenía esa mañana quizás había dormido unas tres horas a lo mucho. Su carpa se dividía en tres secciones, la primera era la parte del "recibidor" en el había una mesa larga pero solo para cuatro personas, nunca se habían utilizado más de un asiento, no era muy sociable que digamos a pesar de ser del agradado de todos, tenía una pequeña barra donde había esencias, hierbas y varias cosas más, en unos cubos, tenía algo de comida, y nada más, si te adentrabas a la siguiente separación, un tubo que atravesaba lo largo del pasillo tenía colgada sus ropas, alguno que otro accesorio, peines y cosas así, al fondo su habitación, donde una cama de esas que se doblan estaba puesta, uno que otro buró y listo, era una carpa grande si, pero sencilla, y al final, se encontraba ella, quitándose la ropa, tomando un pedazo de tela. Esta la remojó, la exprimió en el mismo balde de agua y comenzó a limpiar su cuerpo con cuidado, frotando en zonas de su cuerpo, el frío del invierno hacía que no quisiera bañarse en el río, por eso prefería asearse de esa manera.
Un sonido extraño la hizo salir de su tarea, se cubrió el cuerpo con una bata de baño para salir del fondo de su carpa, se llevo las manos a la boca mostrando lo asustada que estaba, aquel hombre se veía débil, bastante, sus golpes, la sangre del cuerpo, todo le indicaba que estaba metido en un problema. Los gritos provenientes de fuera de la carpa la hicieron avanzar a la entrada de esta sin apartar la mirada del joven. Observó su expresión cuando iba a abrir la puerta. Lo miro intentando darle un poco de confianza, ella no tenía idea de lo que había hecho pero estaba segura no dejaría lo lastimaran - Ve a la parte final de la carpa por favor - Indicó con su voz bastante débil, casi en un susurró cómplice con el hombre de cabellos largos. Milenka carraspeó suavemente, camino para observar a las personas - No, no me hagan nada - Alzó las manos temerosa que quisieran lanzarse alguna piedra. Una señora bastante regordeta, la miro con enojo, se acercó a ella y explicó la situación, a riesgo de ser corrida de la comunidad, la morena dejó primero que hablaran uno por uno intentaba entender pero ni el peor de los malos podía hacer que mataran a un hombre de esa manera, o bueno eso creía ella. - Pues, hagamos un trato - Dijo con voz firme, todos se quedaron callados y la dejaron hablar - Yo me encargaré de él, lo haré trabajar, no se meterá en problemas, solo no lo dañen - Al final sonrió de manera natural y decidida, lo que ellos no sabían era que estaba nerviosa, y no convencida. - "Si vuelve a meterse en problemas tu serás sentenciada con él "- Fue lo último que aquella mujer dijo. La joven trago saliva, asintió (pues ya no había marcha atrás, no quedaría como cobarde ante tales acusaciones) y se volvió a meter a la carpa..
Milenka había permanecido observando por las telas gruesas de la carpa esperando a que se fuera la ultima persona, amarró con fuerza sus ropas para no tener algún accidente y entonces se dispuso a buscar a aquel hombre. Sonrió de manera torpe, se mordió el labio inferior y lo vio ahí, parado alado de la cama, con la sangre aun cayendo por su rostro. - Recuéstate - Le indicó con voz firme, a su paso había tomado un plato hondo con otros trapos, un frasco de hierba verdes, todo lo suficiente para poder hacer curaciones. Como este no se recostaba Milenka lo miro con enojo y lo empujo a la cama. Alzó sus manos con fuerza y entonces se encargó a quitar su chaqueta, y playera hasta dejar expuesto el torso y la espalda. Se quedo mirándolo con preocupación obvia, hizo una mueca y entonces lleno el plato con agua para llenar los trapos y empezar a limpiar las heridas primero de la cara - No te muevas, así esto no te dolerá - Indicó con suavidad pasando los trapos por su frente, tuvo que hacer presión en esa zona para evitar que la sangre siguiera saliendo, quizás ya no era mucha pero si era escandalosa, y eso hacía parecer que las heridas eran más profundas - ¿Qué paso con esa gente? ¿Por qué no te quieren aquí? - Al tiempo que preguntaba, Milenka untaba las hiervas verdes por su rostros y rasgaba un trapo que había amarrado en su cabeza para no hacer mucho bulto. Sus manos se movieron ahora para su pecho - Recuéstate de lado - Pidió sonriendo un poco al joven, estaba bastante contrariada y tranquila, cosa rara en ella, y a pesar de haber metido las manos al fuego por un desconocido, sabia que hacía lo correcto, la vida humana para ella es más importante que cualquier mal. Su collar choco contra una de la heridas de este cuando ella se inclinó - Lo siento - Dijo con firmeza empezando a limpiar otra zona, cualquier roce mínimo podría arderle y un colgante sucio podría hacer que una mínima herida se infectara.
Aquella tarde no había podido ir a su carpa en el marcado ambulante, la mercancía se había terminado, los carruajes que llevaban las telas bordadas que vendía, se habían retrasado pues había entrado una temporada de lluvias bastante pesada, tanto que los caminos se habían estropeado, y era bastante peligroso estar llevando la mercancía, y no solo la mercancía, era muy peligroso para los transportistas. Había estado ahorrando demasiado, alado de su cama, en su carpa tenía un frasco transparente lleno de francos, ¿qué haría con ellos? En realidad no sabía. Su cabeza estaba dando vueltas del río a su carpa, llevaba cargando dos cubetas grandes de agua, necesitaba darse un baño, limpiar algunas cosas, regar unas plantas carnívoras que tenía, distraerse en el día, después quizás iría a conocer un poco de Paris. Antes de entrar a su carpa, pudo observar un gran grupo de personas, todas ellas gritaban cosas que ella no podía identificar, no quiso meterse así que entro a sus aposentos acomodando las cosas que estaban desordenadas.
Estaba un poco cansada, se había metido cuando el sol salía, la fiesta se había puesto muy agradable, pero debido a los deberes que tenía esa mañana quizás había dormido unas tres horas a lo mucho. Su carpa se dividía en tres secciones, la primera era la parte del "recibidor" en el había una mesa larga pero solo para cuatro personas, nunca se habían utilizado más de un asiento, no era muy sociable que digamos a pesar de ser del agradado de todos, tenía una pequeña barra donde había esencias, hierbas y varias cosas más, en unos cubos, tenía algo de comida, y nada más, si te adentrabas a la siguiente separación, un tubo que atravesaba lo largo del pasillo tenía colgada sus ropas, alguno que otro accesorio, peines y cosas así, al fondo su habitación, donde una cama de esas que se doblan estaba puesta, uno que otro buró y listo, era una carpa grande si, pero sencilla, y al final, se encontraba ella, quitándose la ropa, tomando un pedazo de tela. Esta la remojó, la exprimió en el mismo balde de agua y comenzó a limpiar su cuerpo con cuidado, frotando en zonas de su cuerpo, el frío del invierno hacía que no quisiera bañarse en el río, por eso prefería asearse de esa manera.
Un sonido extraño la hizo salir de su tarea, se cubrió el cuerpo con una bata de baño para salir del fondo de su carpa, se llevo las manos a la boca mostrando lo asustada que estaba, aquel hombre se veía débil, bastante, sus golpes, la sangre del cuerpo, todo le indicaba que estaba metido en un problema. Los gritos provenientes de fuera de la carpa la hicieron avanzar a la entrada de esta sin apartar la mirada del joven. Observó su expresión cuando iba a abrir la puerta. Lo miro intentando darle un poco de confianza, ella no tenía idea de lo que había hecho pero estaba segura no dejaría lo lastimaran - Ve a la parte final de la carpa por favor - Indicó con su voz bastante débil, casi en un susurró cómplice con el hombre de cabellos largos. Milenka carraspeó suavemente, camino para observar a las personas - No, no me hagan nada - Alzó las manos temerosa que quisieran lanzarse alguna piedra. Una señora bastante regordeta, la miro con enojo, se acercó a ella y explicó la situación, a riesgo de ser corrida de la comunidad, la morena dejó primero que hablaran uno por uno intentaba entender pero ni el peor de los malos podía hacer que mataran a un hombre de esa manera, o bueno eso creía ella. - Pues, hagamos un trato - Dijo con voz firme, todos se quedaron callados y la dejaron hablar - Yo me encargaré de él, lo haré trabajar, no se meterá en problemas, solo no lo dañen - Al final sonrió de manera natural y decidida, lo que ellos no sabían era que estaba nerviosa, y no convencida. - "Si vuelve a meterse en problemas tu serás sentenciada con él "- Fue lo último que aquella mujer dijo. La joven trago saliva, asintió (pues ya no había marcha atrás, no quedaría como cobarde ante tales acusaciones) y se volvió a meter a la carpa..
Milenka había permanecido observando por las telas gruesas de la carpa esperando a que se fuera la ultima persona, amarró con fuerza sus ropas para no tener algún accidente y entonces se dispuso a buscar a aquel hombre. Sonrió de manera torpe, se mordió el labio inferior y lo vio ahí, parado alado de la cama, con la sangre aun cayendo por su rostro. - Recuéstate - Le indicó con voz firme, a su paso había tomado un plato hondo con otros trapos, un frasco de hierba verdes, todo lo suficiente para poder hacer curaciones. Como este no se recostaba Milenka lo miro con enojo y lo empujo a la cama. Alzó sus manos con fuerza y entonces se encargó a quitar su chaqueta, y playera hasta dejar expuesto el torso y la espalda. Se quedo mirándolo con preocupación obvia, hizo una mueca y entonces lleno el plato con agua para llenar los trapos y empezar a limpiar las heridas primero de la cara - No te muevas, así esto no te dolerá - Indicó con suavidad pasando los trapos por su frente, tuvo que hacer presión en esa zona para evitar que la sangre siguiera saliendo, quizás ya no era mucha pero si era escandalosa, y eso hacía parecer que las heridas eran más profundas - ¿Qué paso con esa gente? ¿Por qué no te quieren aquí? - Al tiempo que preguntaba, Milenka untaba las hiervas verdes por su rostros y rasgaba un trapo que había amarrado en su cabeza para no hacer mucho bulto. Sus manos se movieron ahora para su pecho - Recuéstate de lado - Pidió sonriendo un poco al joven, estaba bastante contrariada y tranquila, cosa rara en ella, y a pesar de haber metido las manos al fuego por un desconocido, sabia que hacía lo correcto, la vida humana para ella es más importante que cualquier mal. Su collar choco contra una de la heridas de este cuando ella se inclinó - Lo siento - Dijo con firmeza empezando a limpiar otra zona, cualquier roce mínimo podría arderle y un colgante sucio podría hacer que una mínima herida se infectara.
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Permaneció allí, de pie, con la espalda contra la pared de la carpa y el rostro desfigurado por el miedo. La sangre seguía cayéndole en el rostro a causa de las heridas que tenían muy mal aspecto. Sus ojos se abrieron aún más al ver que, efectivamente, lo que había pensado minutos antes era lo que ocurría a continuación: la carpa no estaba sola. Los ojos bicolor de Judah entornaron a la mujer que yacía al fondo de la carpa, una mujer joven que seguramente rondaba los veinte años, de cabellos oscuros y ligeramente ondulados. Enfundada en una bata de baño, la muchacha se dirigió a él, provocando que los ojos del gitano se abrieran todavía más y contuviera la respiración, expectante por lo que ocurriría a continuación. ¿Se atrevería a entregarlo? Durante esos escasos momentos Judah estudió el rostro de la joven, el cual le fue bastante familiar, pero se encontraba tan contrariado por el reciente suceso que no tuvo más tiempo de indagar en su mente y recordar cual era el nombre de la gitana en cuestión. Lo único que le importaba en esos momentos era saber que pasaría con él y que haría ella. La observó y en sus ojos brilló la esperanza de que se apiadara de él y lo ayudara; ella no tenía porque hacerlo y tomando en cuenta que Judah era uno –o más bien el único- de los gitanos más repudiados de la comunidad…
La boca de Judah se abrió con la intención de decir algo. Era difícil creerlo viniendo de alguien como él, pero lo cierto es que en algún segundo estuvo dispuesto a tener que rogar de ser necesario. Judah podía reflejar muchas cosas, pero la realidad era otra; iba por la vida con expresión de infame y la actitud de un cretino, agrediendo verbalmente a quién se le pusiese enfrente, dándoselas de que todo lo puede; pero en realidad era que siempre había sido un cobarde, un tonto, siempre lo había sido y difícilmente cambiaría. Hablar no le fue necesario, la muchacha le ahorró tener que humillarse ante ella suplicándole su protección, pues ella lo hizo sin que le fuera requerido. Sin chistar o renegar, sin saber que era lo que ella haría a continuación, obedeció a sus palabras. Judah se apresuró a ir hacia la parte trasera de la carpa y allí se escondió, agazapándose en lo que parecía ser una especie de closet, usando las prendas femeninas allí colgadas como cortinas protectoras en un afán de pasar desapercibido. Poco a poco su respiración fue tomando su ritmo normal y durante el tiempo que permaneció allí oculto no dejó de agudizar su oído en un intento de escuchar todo lo que pasaría a continuación. Escucho nuevamente la voz de la gitana que había empezado la trifulca, «maldita vieja» pensó; escucho también a los demás presentes bullir molestos, «malditos estúpidos» los sentenció. A la única que no criticó fue a Milenka, aunque no pudo dejar de fruncir el ceño y soltar una risa estúpida al escuchar aquello de que ella se haría cargo de él y del modo en que supuestamente lo haría; vaya que la muchacha tenía mucho sentido del humor.
Cuando el silenció reino de nuevo y Judah supo que el peligro había pasado. Salió de su escondite, se llevó la mano hasta la frente, tocando una de las heridas que le habían provocado, la más grave y de la que le brotaba más sangre. Milenka se llevaría después una desagradable sorpresa al encontrar algunos de sus vestuarios ensangrentados…
Para cuando ella había vuelto a la parte trasera de la carpa, todo atisbo de miedo o inseguridad había desaparecido del rostro de Judah, ahora se encontraba más confiado, con esa aparente seguridad en sí mismo que solía pregonar a manos llenas por donde se le viese. La observó, aún un poco extrañado por lo que ella acababa de hacer por él y su incertidumbre creció al triple cuando esta le pidió que se recostara en la cama. No obedeció, se quedó allí de pie, como un idiota, incapaz de comprender lo que ella le pedía, o mejor dicho, sin saber porqué lo hacía y qué intenciones tenía. La vio coger un recipiente y algunas telas y se imaginó lo que venía a continuación, tal cosa logró confundirlo aún más. No estaba acostumbrado a que la gente se portara amable con él, de hecho, si no se tomaba en cuenta a Lionel, su hermanastro, ella era la primera que lo hacía. Tal cosa lo hacía sentir extrañamente incómodo y no tardó en comportarse como solía hacerlo cada vez que se sentía de ese modo.
– Sí, mamá, como tú digas. – Gruñó al caer en la cama luego de que ella lo empujara, haciendo uso de su pésimo sentido del humor que a menudo lograba irritar a las demás personas. Alzó los brazos y permitió que ella lo despojara de las sucias prendas que llevaba encima, mientras lo hacia no dejó de observarla con el ceño fruncido, totalmente absorto de la actitud de la muchacha. Las heridas quedaron a plena vista cuando tuvo el torso complemente desnudo, la sangre que aún estaba fresca y que continuaba brotando de manera discreta, empezó a manchar el colorido edredón de la cama de la joven.
- Ahhhh, joder… - Se quejó al sentir el contacto frío del trapo húmedo que Milenka le había acercado a la cara, desobedeciendo a la indicación de no moverse, el frío que hacía provocaba que el dolor fuera más intenso. – Carajo… - Volvió a quejarse, pero esta vez cerró los ojos e intentó no moverse, de su boca seguían brotando un sin fin de palabrotas conforme ella iba rozándole el rostro para limpiarle la sangre. – ¿No es obvio? No toleran ver a un hombre tan guapo, por eso querían desfigurarme la cara. – Respondió a la pregunta de Milenka. ¿Algún día dejaría de ser tan idiota? Volvió a soltar una grosería al sentir como Milenka presionaba más fuerte el trapo sobre su herida en la frente, llegó a creer que lo había hecho a propósito para callarle la boca y que dejara de ser tan imbecil. Cuando abrió los ojos nuevamente, vio con sorpresa que Milenka le seguía sonriendo y Judah era tan desconfiado la mayoría del tiempo que llegó a creer que lejos de que ella sonriera porque el le simpatizaba, era porque se burlaba de él; su ceño volvió a fruncirse. Se recostó de lado, ya incapaz de seguir negándose a lo que ella le pedía. Cuando estuvo recostado de lado, fijo la vista en un recipiente que la gitana tenía en su vivienda, se trataba de un frasco mediano de vidrio, en el cual podía verse claramente algunas monedas, una buena cantidad de ellas. Los ojos de Judah brillaron como ocurría cada vez que este tenía enfrente algo de valor. Cerró los ojos intentando hacer caso omiso a esa necesidad que nacía desde el dentro de su ser, esa necesidad que le pedía a gritos que hiciera lo que el mejor sabía hacer, lo que había hecho toda su vida: robar. - ¡Mierda, ten más cuidado! – Exclamó lleno de dolor, retorciéndose en el momento en que Milenka presionaba de más sobre una grave herida en su espalda. Bufó de dolor y sus dedos se cerraron y aferraron a la colcha de la cama como consecuencia del sufrimiento.
Media hora después el sufrimiento había terminado.
Judah se dio la vuelta sobre la cama, quedando boca arriba, observando una vez más a la chica. En el tiempo en que ella había efectuado las curaciones, Judah había tenido la suficiente oportunidad de recordar su nombre, ahora la tenía claramente ubicada.
– Milenka, ¿verdad? – Preguntó, mostrando por primera vez un poco de seriedad en sus palabras. Judah estuvo seguro de ver un poco de asombro reflejado en los ojos de la chica, tal vez acababa de percatarse de esa curiosa anomalía en los ojos del gitano. - ¿Por qué haces esto? No me gusta deberle favores a nadie. ¿Al menos sabes quién soy? – Ladeó la cabeza un poco, el cabello largo se movió, cayéndole por los hombros. Mientras esperaba por una respuesta, Judah desvío la mirada, observó por primera vez y con verdadero detenimiento el interior de la carpa y pudo darse cuenta de que no era muy diferente a la de su hermano Lionel, a excepción de que la de Milenka era mucho más colorida y mucho más ordenada y limpia. Se puso de pie y caminó hasta un espejo que colgaba no muy lejos de la cama, se posó frente a él y observó con desagrado. – Oh, mierda, ve eso. – Se quejó mientras veía la enorme herida que tenía en la frente, estaba roja, pero los bordes empezaba a verse un ligero tono violáceo. Se retiró un poco y ladeó su cuerpo para poder observar el resto de las heridas, pudo ver claramente una en su hombro, otra en las costillas y finalmente una bastante grande y de similar aspecto a la que tenía en la frente, justo en la espalda. – Esos estúpidos van a pagármela, especialmente esa vieja. – Murmuró para sí mismo, pero estuvo seguro de que Milenka le había escuchado.
La boca de Judah se abrió con la intención de decir algo. Era difícil creerlo viniendo de alguien como él, pero lo cierto es que en algún segundo estuvo dispuesto a tener que rogar de ser necesario. Judah podía reflejar muchas cosas, pero la realidad era otra; iba por la vida con expresión de infame y la actitud de un cretino, agrediendo verbalmente a quién se le pusiese enfrente, dándoselas de que todo lo puede; pero en realidad era que siempre había sido un cobarde, un tonto, siempre lo había sido y difícilmente cambiaría. Hablar no le fue necesario, la muchacha le ahorró tener que humillarse ante ella suplicándole su protección, pues ella lo hizo sin que le fuera requerido. Sin chistar o renegar, sin saber que era lo que ella haría a continuación, obedeció a sus palabras. Judah se apresuró a ir hacia la parte trasera de la carpa y allí se escondió, agazapándose en lo que parecía ser una especie de closet, usando las prendas femeninas allí colgadas como cortinas protectoras en un afán de pasar desapercibido. Poco a poco su respiración fue tomando su ritmo normal y durante el tiempo que permaneció allí oculto no dejó de agudizar su oído en un intento de escuchar todo lo que pasaría a continuación. Escucho nuevamente la voz de la gitana que había empezado la trifulca, «maldita vieja» pensó; escucho también a los demás presentes bullir molestos, «malditos estúpidos» los sentenció. A la única que no criticó fue a Milenka, aunque no pudo dejar de fruncir el ceño y soltar una risa estúpida al escuchar aquello de que ella se haría cargo de él y del modo en que supuestamente lo haría; vaya que la muchacha tenía mucho sentido del humor.
Cuando el silenció reino de nuevo y Judah supo que el peligro había pasado. Salió de su escondite, se llevó la mano hasta la frente, tocando una de las heridas que le habían provocado, la más grave y de la que le brotaba más sangre. Milenka se llevaría después una desagradable sorpresa al encontrar algunos de sus vestuarios ensangrentados…
Para cuando ella había vuelto a la parte trasera de la carpa, todo atisbo de miedo o inseguridad había desaparecido del rostro de Judah, ahora se encontraba más confiado, con esa aparente seguridad en sí mismo que solía pregonar a manos llenas por donde se le viese. La observó, aún un poco extrañado por lo que ella acababa de hacer por él y su incertidumbre creció al triple cuando esta le pidió que se recostara en la cama. No obedeció, se quedó allí de pie, como un idiota, incapaz de comprender lo que ella le pedía, o mejor dicho, sin saber porqué lo hacía y qué intenciones tenía. La vio coger un recipiente y algunas telas y se imaginó lo que venía a continuación, tal cosa logró confundirlo aún más. No estaba acostumbrado a que la gente se portara amable con él, de hecho, si no se tomaba en cuenta a Lionel, su hermanastro, ella era la primera que lo hacía. Tal cosa lo hacía sentir extrañamente incómodo y no tardó en comportarse como solía hacerlo cada vez que se sentía de ese modo.
– Sí, mamá, como tú digas. – Gruñó al caer en la cama luego de que ella lo empujara, haciendo uso de su pésimo sentido del humor que a menudo lograba irritar a las demás personas. Alzó los brazos y permitió que ella lo despojara de las sucias prendas que llevaba encima, mientras lo hacia no dejó de observarla con el ceño fruncido, totalmente absorto de la actitud de la muchacha. Las heridas quedaron a plena vista cuando tuvo el torso complemente desnudo, la sangre que aún estaba fresca y que continuaba brotando de manera discreta, empezó a manchar el colorido edredón de la cama de la joven.
- Ahhhh, joder… - Se quejó al sentir el contacto frío del trapo húmedo que Milenka le había acercado a la cara, desobedeciendo a la indicación de no moverse, el frío que hacía provocaba que el dolor fuera más intenso. – Carajo… - Volvió a quejarse, pero esta vez cerró los ojos e intentó no moverse, de su boca seguían brotando un sin fin de palabrotas conforme ella iba rozándole el rostro para limpiarle la sangre. – ¿No es obvio? No toleran ver a un hombre tan guapo, por eso querían desfigurarme la cara. – Respondió a la pregunta de Milenka. ¿Algún día dejaría de ser tan idiota? Volvió a soltar una grosería al sentir como Milenka presionaba más fuerte el trapo sobre su herida en la frente, llegó a creer que lo había hecho a propósito para callarle la boca y que dejara de ser tan imbecil. Cuando abrió los ojos nuevamente, vio con sorpresa que Milenka le seguía sonriendo y Judah era tan desconfiado la mayoría del tiempo que llegó a creer que lejos de que ella sonriera porque el le simpatizaba, era porque se burlaba de él; su ceño volvió a fruncirse. Se recostó de lado, ya incapaz de seguir negándose a lo que ella le pedía. Cuando estuvo recostado de lado, fijo la vista en un recipiente que la gitana tenía en su vivienda, se trataba de un frasco mediano de vidrio, en el cual podía verse claramente algunas monedas, una buena cantidad de ellas. Los ojos de Judah brillaron como ocurría cada vez que este tenía enfrente algo de valor. Cerró los ojos intentando hacer caso omiso a esa necesidad que nacía desde el dentro de su ser, esa necesidad que le pedía a gritos que hiciera lo que el mejor sabía hacer, lo que había hecho toda su vida: robar. - ¡Mierda, ten más cuidado! – Exclamó lleno de dolor, retorciéndose en el momento en que Milenka presionaba de más sobre una grave herida en su espalda. Bufó de dolor y sus dedos se cerraron y aferraron a la colcha de la cama como consecuencia del sufrimiento.
Media hora después el sufrimiento había terminado.
Judah se dio la vuelta sobre la cama, quedando boca arriba, observando una vez más a la chica. En el tiempo en que ella había efectuado las curaciones, Judah había tenido la suficiente oportunidad de recordar su nombre, ahora la tenía claramente ubicada.
– Milenka, ¿verdad? – Preguntó, mostrando por primera vez un poco de seriedad en sus palabras. Judah estuvo seguro de ver un poco de asombro reflejado en los ojos de la chica, tal vez acababa de percatarse de esa curiosa anomalía en los ojos del gitano. - ¿Por qué haces esto? No me gusta deberle favores a nadie. ¿Al menos sabes quién soy? – Ladeó la cabeza un poco, el cabello largo se movió, cayéndole por los hombros. Mientras esperaba por una respuesta, Judah desvío la mirada, observó por primera vez y con verdadero detenimiento el interior de la carpa y pudo darse cuenta de que no era muy diferente a la de su hermano Lionel, a excepción de que la de Milenka era mucho más colorida y mucho más ordenada y limpia. Se puso de pie y caminó hasta un espejo que colgaba no muy lejos de la cama, se posó frente a él y observó con desagrado. – Oh, mierda, ve eso. – Se quejó mientras veía la enorme herida que tenía en la frente, estaba roja, pero los bordes empezaba a verse un ligero tono violáceo. Se retiró un poco y ladeó su cuerpo para poder observar el resto de las heridas, pudo ver claramente una en su hombro, otra en las costillas y finalmente una bastante grande y de similar aspecto a la que tenía en la frente, justo en la espalda. – Esos estúpidos van a pagármela, especialmente esa vieja. – Murmuró para sí mismo, pero estuvo seguro de que Milenka le había escuchado.
Judah D'Maine- Gitano
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Fecha de inscripción : 17/04/2011
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
El rojo de las heridas habían tomado un tono verdoso, todo a causa de las hiervas que se le habían aplicado. En la comunidad anterior donde había vivido, muchas personas iban con ella para ser atendidas, confiaban en sus habilidades en aquella rama, pues desde que había estado pequeña, había mostrado un especial interés por la curación. La joven era lista, en demasiada, y se sabía cada una de las propiedades de las plantas, incluso el bien que podían hacer al mezclarlas, por eso no tuvo problema alguno en saber que era lo indicado para aquellas heridas. Se sintió bastante preocupada por la que el joven tenía en la cabeza, los golpes de ese tipo, dependiendo con que fueron realizados, suelen ser bastante peligrosos, quizás no en ese momento, pero a la larga traería serios problemas. Se esmeró por dejar demasiado limpia la herida, y con la porción necesaria de "pomada". - No eres tan guapo - Sentenció con el tono de voz completamente firme, sincero, incluso se había asomado una sonrisa burlona en su rostro. La joven no mentía en ese tipo de cosas, aunque en realidad, nunca se había puesto a detallar la apariencia física de algún caballero, no porque no se sintiera atraía, pero con las cosas que había vivido a lo largo de los años, había comprendido que el físico valía poco. Que incluso podía ser dañino. - Y te verás menos atractivo con todas esas marcas - Le volvió a dejar en claro la gravedad de la situación. Cada uno de los golpes, por mínimo que fuera, dejaba en claro el gusto con el que se los habían propiciado. La joven bajó las manos al final, y observó como se pavoneaba por la carpa buscando un espejo - Pero que vanidad - Su rostro, expresó el fastidió que le daba verlo de esa manera, incluso de manera descarada giró los ojos.
El cuerpo de la joven comenzó a moverse de un lado a otro de la capa. Empujó un poco un pequeño mueble de madera que tenía alado de sus ropas, al quedar despejada esa zona, se podía notar como las telas gruesas de la carpa hacían una especie de unión. Con una especie de soga, amarro una parte dejando que el viento fresco del día entrará. Los grandes arboles del bosque se podían notar si solo asomabas un poco la cabeza, Se regresó entonces para tomar la bandeja con agua, que ahora era un revoltijo con sangre, y con un movimiento ágil la arrojo, dejando que cayera toda el agua en aquellas plantas. Se regresó, ignorando la presencia de Judah. Recogió las pequeñas telas ensangrentadas, alado de la cama había un pequeño bote de basura, las dejó caer ahí. Las telas de su cama las retiró de un solo golpe, pero no las dejo hecha bola, las dobló, y con cuidado las deposito fuera de su cuarto. Siguió con sus labores, sin importarle que tuviera cerca a su acompañante. De hecho, tuvo que empujarlo a su paso para traer otras sabanas limpias, dejando la cama completamente lista para cuando la noche llegara. - Algo tendremos que hacer para ver como te acomodas en la carpa. Vas a tener que cortar algunas hiervas de este lado - Señaló la parte que apenas hace unos minutos había abierto. - Y así pondremos otras telas más gruesas para acondicionarte una habitación - Lo miró de reojo terminando de acomodar las almohadas. Su sonrisa burlona aun seguía plasmada en el rostro. Nadie se la quitaría ni siquiera los insultos de Judah.
Mienka había olvidado un pequeño detalle. Estaba envuelta en una sola prenda, una bata de dormir que cubría su cuerpo, y que con más luz entrando a la carpa, podría notarse de manera detallada las formas de su figura. - Date la vuelta - Exigió con un tono incomodo, pero Judah parecía no entender las indicaciones de los demás a la primera, eso la hizo mostrar una cara de pocos amigos, una cara de fastidio, y en tan poco tiempo - ¡Qué te des la vuelta he dicho! - La voz cálida de la gitana se había vuelto ahora fría, incluso molesta para oídos delicados, pero eso no le importaba, y tampoco le importaba quedar bien frente a ese hombre, que se notaba no era de confianza. Buscó su ropa interior entre cajones, la sacó y también dándose la vuelta, la colocó solo quitando el nudo de la bata. Después, sacó un vestido verde, ajustado de la cintura, pero holgado de todo lo demás. Rápidamente se sacó la bata para colocárselo. Se dio la vuelta cuando sintió que estaba correctamente vestida. - Ya puedes ver - Indicó de nuevo estando completamente tranquila, ¿Acaso creía que ella quería ser su amiga? ¿Qué aquello lo había hecho por ser un alma buena que veía por el bien común? Estaba equivocado, lo que la primera impresión te puede dar, en muchas ocasiones es la equivocada, no le creas a los demás cuando te dicen que la primera impresión es lo que cuenta. Una manzana puede estar hermosa por fuera de un color rojo intenso, incluso verse jugosa, sin embargo por dentro pude estar completamente negra, podrida.
-Te crees muy rudo, muy listo ¿No es así? - Por fin se ponía quieta, con su completa atención puesta en él, sus ojos se toparon con los ajenos. una mano suya se colocó en su cadera, su mirada era amenazante. - Vi en tus ojos el miedo, la desesperación… Estuviste a un punto de suplicarme te escondiera… ¿Lo negarás? - La sonrisa mordaz de la joven se dejo ver, era lista, demasiado para su desgracia. - Pero deja te digo una cosa, de los dos aquí yo saqué ventaja. Acabo de llegar a este lugar, me acaban de aceptar en tu comunidad, tenía que sacar ventaja de algo, y llegaste en el mejor momento, ¿Qué mejor dejarlos tranquilos de la bazofia que tengo enfrente? Aquí las reglas las pongo yo, y si quieres retarme más vale no lo hagas, que tengo una comunidad que me apoya, y con una sola palabra negativa que les diga contra ti, vienen, te llevan y te matan. ¿Entendiste? - Toda su vida había odiado a su padre, siempre había detestado aquellos hombres, o incluso mujeres, que abusaban de las situaciones de los demás para sacar provecho. Aquello para ella era de cobardes, de quienes no podían valerse de si mismos, porque incluso en este tipo de encuentros, sino tienes a alguien para abusar, no podrías ser o tener nada. Pero la joven no podía negar que toda su vida era lo único que había visto de aquel hombre, lo único que había aprendido de él, y que en ese momento lo estaba haciendo bien. Incluso, aunque le costará aceptarlo, lo estaba disfrutando demasiado, tanto que su sonrisa se ensanchaba conforme pasaban los minutos - No me dejarás en mal porque de ser así, podrás terminar con un castigo peor del que te acaban de dar - Y aunque la gitana ya no viviera en aquella comunidad, su padre mandaba hombres y mujeres que la cuidarán, que la vigilaran, mandaba telas para que pudiera sobrevivir de algo, y eso hacía, las vendía en la zona comercial.
Dejó caer su cuerpo en la cama. Sus ojos no dejaron de ver los contrarios. Azul y verde, todo lo contrario uno del otro, ¿Así sería el gitano? De un momento de una tonalidad, y al segundo que seguía de otra. Y aunque sabía que no sería una tarea fácil, a Milenka la pareció bastante interesante poder tener a Judah de acompañante, le preguntaría de todo sobre aquella comunidad, sus integrantes, las familias, las fiestas, los ritos, como conseguían dinero, y claro, preguntaría un poco más de él - El espacio que se hará más grande para ti serán con telas de mi tienda, te advierto que tendrás que pagarlo, no podrás decir que no, o ya sabes, puedo gritar barbaridades junto con tu nombre, trabajarás medio turno en la tienda, y también tendrás comida, ropa, lo que sirva para que te comportes como alguien "de bien" - Las últimas palabras habían salido arrastradas, dejando en claro el sarcasmo con el que las decía. ¿Alguien como él tenía remedio? No lo creía, o estaba por verse - Me dirás a donde vas, con quien vas, y el tiempo que saldrás, de no volver a la hora indicada, te quedarás sin alimento, y haré que te duermas frente a la carpa - Se notaba la seriedad en la voz de la gitana, se notaba que todo aquello que salía de sus labios debía de ser cumplido, que no sería correcto decir o hacer lo contrario. - Con respecto a aquella gente, sus nombres, quiero sus nombres, reconocerlos a todos, saber que hacen, si con el tiempo pasas las pruebas, quizás podríamos sacar provecho… - Se mordió el labio inferior sonriendo ahora con un aire de coquetería, más bien le agradaba la idea de aspirar a más en aquella pequeña comunidad, y de pronto volteó hacía la cortina abierta.
Sus caballeros se movieron al sentir el choque del aire sobre ellos. - Si decides no hacer nada de lo que te digo, te invitó a que salgas por ahí - Señaló la cortina que hace poco había abierto - Ten por seguro que habrá ojos observando cada movimiento de la carpa, que solo esperan un movimiento tuyo en falso para volver a atacarte, lloraré, fingiré que me has hecho daño. Soy nueva aquí… Y aunque me lo advirtieron, se bien que están a gusto con mi presencia, incluso que creen que hago un bien. ¿No ves? La dulce Milenka se a comprometido a cuidar de ti, me defenderían, y tú estarías muerto antes de poder escapar - Se puso de pie, avanzó hasta estar cerca de su cuerpo, alargó una de sus manos para con la yema de los dedos tocar la herida de su espalda. Dio dos pasos más hacía el frente, incluso podía sentir su respiración chocar contra su rostro. Era alto si, pero en ese momento eso no decía nada, a ella no lo intimidaba. De un momento a otro Milenka presionó con fuerza la herida de Judah - ¿Cómo me dijiste te llamabas? - Una sonrisa mordaz apareció en el rostro de la joven. Lo soltó, el color que había adquirido su mano al tocar la herida la limpió en el abdomen del gitano. Se volvió a girar alejándose del hombre, acomodándose en la cama sin apartar su mirada de la ajena - Tu nombre, dímelo - Repitió bastante curiosa.
El cuerpo de la joven comenzó a moverse de un lado a otro de la capa. Empujó un poco un pequeño mueble de madera que tenía alado de sus ropas, al quedar despejada esa zona, se podía notar como las telas gruesas de la carpa hacían una especie de unión. Con una especie de soga, amarro una parte dejando que el viento fresco del día entrará. Los grandes arboles del bosque se podían notar si solo asomabas un poco la cabeza, Se regresó entonces para tomar la bandeja con agua, que ahora era un revoltijo con sangre, y con un movimiento ágil la arrojo, dejando que cayera toda el agua en aquellas plantas. Se regresó, ignorando la presencia de Judah. Recogió las pequeñas telas ensangrentadas, alado de la cama había un pequeño bote de basura, las dejó caer ahí. Las telas de su cama las retiró de un solo golpe, pero no las dejo hecha bola, las dobló, y con cuidado las deposito fuera de su cuarto. Siguió con sus labores, sin importarle que tuviera cerca a su acompañante. De hecho, tuvo que empujarlo a su paso para traer otras sabanas limpias, dejando la cama completamente lista para cuando la noche llegara. - Algo tendremos que hacer para ver como te acomodas en la carpa. Vas a tener que cortar algunas hiervas de este lado - Señaló la parte que apenas hace unos minutos había abierto. - Y así pondremos otras telas más gruesas para acondicionarte una habitación - Lo miró de reojo terminando de acomodar las almohadas. Su sonrisa burlona aun seguía plasmada en el rostro. Nadie se la quitaría ni siquiera los insultos de Judah.
Mienka había olvidado un pequeño detalle. Estaba envuelta en una sola prenda, una bata de dormir que cubría su cuerpo, y que con más luz entrando a la carpa, podría notarse de manera detallada las formas de su figura. - Date la vuelta - Exigió con un tono incomodo, pero Judah parecía no entender las indicaciones de los demás a la primera, eso la hizo mostrar una cara de pocos amigos, una cara de fastidio, y en tan poco tiempo - ¡Qué te des la vuelta he dicho! - La voz cálida de la gitana se había vuelto ahora fría, incluso molesta para oídos delicados, pero eso no le importaba, y tampoco le importaba quedar bien frente a ese hombre, que se notaba no era de confianza. Buscó su ropa interior entre cajones, la sacó y también dándose la vuelta, la colocó solo quitando el nudo de la bata. Después, sacó un vestido verde, ajustado de la cintura, pero holgado de todo lo demás. Rápidamente se sacó la bata para colocárselo. Se dio la vuelta cuando sintió que estaba correctamente vestida. - Ya puedes ver - Indicó de nuevo estando completamente tranquila, ¿Acaso creía que ella quería ser su amiga? ¿Qué aquello lo había hecho por ser un alma buena que veía por el bien común? Estaba equivocado, lo que la primera impresión te puede dar, en muchas ocasiones es la equivocada, no le creas a los demás cuando te dicen que la primera impresión es lo que cuenta. Una manzana puede estar hermosa por fuera de un color rojo intenso, incluso verse jugosa, sin embargo por dentro pude estar completamente negra, podrida.
-Te crees muy rudo, muy listo ¿No es así? - Por fin se ponía quieta, con su completa atención puesta en él, sus ojos se toparon con los ajenos. una mano suya se colocó en su cadera, su mirada era amenazante. - Vi en tus ojos el miedo, la desesperación… Estuviste a un punto de suplicarme te escondiera… ¿Lo negarás? - La sonrisa mordaz de la joven se dejo ver, era lista, demasiado para su desgracia. - Pero deja te digo una cosa, de los dos aquí yo saqué ventaja. Acabo de llegar a este lugar, me acaban de aceptar en tu comunidad, tenía que sacar ventaja de algo, y llegaste en el mejor momento, ¿Qué mejor dejarlos tranquilos de la bazofia que tengo enfrente? Aquí las reglas las pongo yo, y si quieres retarme más vale no lo hagas, que tengo una comunidad que me apoya, y con una sola palabra negativa que les diga contra ti, vienen, te llevan y te matan. ¿Entendiste? - Toda su vida había odiado a su padre, siempre había detestado aquellos hombres, o incluso mujeres, que abusaban de las situaciones de los demás para sacar provecho. Aquello para ella era de cobardes, de quienes no podían valerse de si mismos, porque incluso en este tipo de encuentros, sino tienes a alguien para abusar, no podrías ser o tener nada. Pero la joven no podía negar que toda su vida era lo único que había visto de aquel hombre, lo único que había aprendido de él, y que en ese momento lo estaba haciendo bien. Incluso, aunque le costará aceptarlo, lo estaba disfrutando demasiado, tanto que su sonrisa se ensanchaba conforme pasaban los minutos - No me dejarás en mal porque de ser así, podrás terminar con un castigo peor del que te acaban de dar - Y aunque la gitana ya no viviera en aquella comunidad, su padre mandaba hombres y mujeres que la cuidarán, que la vigilaran, mandaba telas para que pudiera sobrevivir de algo, y eso hacía, las vendía en la zona comercial.
Dejó caer su cuerpo en la cama. Sus ojos no dejaron de ver los contrarios. Azul y verde, todo lo contrario uno del otro, ¿Así sería el gitano? De un momento de una tonalidad, y al segundo que seguía de otra. Y aunque sabía que no sería una tarea fácil, a Milenka la pareció bastante interesante poder tener a Judah de acompañante, le preguntaría de todo sobre aquella comunidad, sus integrantes, las familias, las fiestas, los ritos, como conseguían dinero, y claro, preguntaría un poco más de él - El espacio que se hará más grande para ti serán con telas de mi tienda, te advierto que tendrás que pagarlo, no podrás decir que no, o ya sabes, puedo gritar barbaridades junto con tu nombre, trabajarás medio turno en la tienda, y también tendrás comida, ropa, lo que sirva para que te comportes como alguien "de bien" - Las últimas palabras habían salido arrastradas, dejando en claro el sarcasmo con el que las decía. ¿Alguien como él tenía remedio? No lo creía, o estaba por verse - Me dirás a donde vas, con quien vas, y el tiempo que saldrás, de no volver a la hora indicada, te quedarás sin alimento, y haré que te duermas frente a la carpa - Se notaba la seriedad en la voz de la gitana, se notaba que todo aquello que salía de sus labios debía de ser cumplido, que no sería correcto decir o hacer lo contrario. - Con respecto a aquella gente, sus nombres, quiero sus nombres, reconocerlos a todos, saber que hacen, si con el tiempo pasas las pruebas, quizás podríamos sacar provecho… - Se mordió el labio inferior sonriendo ahora con un aire de coquetería, más bien le agradaba la idea de aspirar a más en aquella pequeña comunidad, y de pronto volteó hacía la cortina abierta.
Sus caballeros se movieron al sentir el choque del aire sobre ellos. - Si decides no hacer nada de lo que te digo, te invitó a que salgas por ahí - Señaló la cortina que hace poco había abierto - Ten por seguro que habrá ojos observando cada movimiento de la carpa, que solo esperan un movimiento tuyo en falso para volver a atacarte, lloraré, fingiré que me has hecho daño. Soy nueva aquí… Y aunque me lo advirtieron, se bien que están a gusto con mi presencia, incluso que creen que hago un bien. ¿No ves? La dulce Milenka se a comprometido a cuidar de ti, me defenderían, y tú estarías muerto antes de poder escapar - Se puso de pie, avanzó hasta estar cerca de su cuerpo, alargó una de sus manos para con la yema de los dedos tocar la herida de su espalda. Dio dos pasos más hacía el frente, incluso podía sentir su respiración chocar contra su rostro. Era alto si, pero en ese momento eso no decía nada, a ella no lo intimidaba. De un momento a otro Milenka presionó con fuerza la herida de Judah - ¿Cómo me dijiste te llamabas? - Una sonrisa mordaz apareció en el rostro de la joven. Lo soltó, el color que había adquirido su mano al tocar la herida la limpió en el abdomen del gitano. Se volvió a girar alejándose del hombre, acomodándose en la cama sin apartar su mirada de la ajena - Tu nombre, dímelo - Repitió bastante curiosa.
- Spoiler:
- A ver si te gusta, xDDDDD sino me dices sabes que tienes toda la libertad de hacerlo.
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Judah no dejaba de mirar lo que esos hombres que le habían atacado le habían hecho, se movió frente al espejo rotando una y otra vez, alzando los brazos, echándose el pelo de un lado a otro con la intención de visualizar mejor los golpes que tenía en la espalda. Se detuvo solamente cuando escuchó a la gitana asegurarle que su atractivo físico no era tan bueno como él pensaba, sólo entonces alzó la vista y la miró curioso, alzando las cejas en un gesto incrédulo ante las palabras que escuchaba. Abrió su boca para rezongar como era su costumbre pero se quedó a medias cuando ella le ganó la intención y empezó a hablar como si de verdad pretendiera que él pasara la noche allí con ella. Escuchar aquello sólo incremento la incredulidad del gitano, ladeó su cabeza y una sonrisa empezó a emerger entre sus labios, una que no fue posible cuando el grito de Milenka lo sacó de sus cabales.
— ¡Ya voy, ya voy! — Exclamó con fastidio dándose la vuelta y cruzando los brazos sobre su pecho mientras adoptaba un gesto de desgano. — Como si de verdad tuviera ganas de verte. — Se quejó y enseguida lanzó un bufido de exasperación, la mujer era como todas: tardaba milenios en estar lista, qué novedad. Lo que Milenka no había tomado en cuenta era el espejo que se encontraba al frente, mismo que si bien no la reflejaba por completo, sí mostraba parte de su cuerpo. La cara de fastidio de Judah se desvaneció al observar como Milenka se despojaba de sus ropas, mostrando una espalda perfecta y casi se le fueron los ojos cuando pudo ver parte de sus glúteos bien torneados. El gitano pasó saliva y siguió pretendiendo que aquello le molestaba. — Tú tampoco eres tan bonita, eh. — Le aseguró sin dejar de deleitarse la pupila, moviéndose incluso un poco hacia su derecha para tener un mejor ángulo de la escena. Jamás lo admitiría, pero le estaba gustando lo que veía, hasta que la función terminó.
— Ya era hora, creí que me volvería de piedra aquí mismo. — Respingó una vez más cuando la muchacha le indicó que estaba lista y podía mirar. Al girarse Judah pudo verla esta vez envuelta en un vestido verde que ciertamente le sentaba muy bien, resaltaba su cintura estrecha y hacía que su piel ligeramente bronceada luciera todavía más bonita.
Judah empezó a relajarse, incluso podía decirse que estaba por agradarle la chica, era atractiva, sí, definitivamente, también parecía ser buena persona, aunque aún quedaba en el aire la verdadera razón por la cual ella había decidido ayudarlo, algo no encajaba, el ser un alma caritativa no era razón suficiente para él. Se quedó de pie frente a ella y su rostro sereno fue transformándose cuando la escuchó hablar nuevamente; la muchacha amable y hasta bromista había desaparecido, en su lugar había aparecido una mujer mordaz, de cuidado. Con firmeza en sus palabras le hizo saber la razón por la cual lo había socorrido, el por qué estaba ahí, en su carpa y lo que pasaría a continuación. Judah entrecerró los ojos al sentirse amenazado, estaba sentenciándolo sin el menor pudor, como nunca nadie lo había hecho. Las cejas del gitano formaron un arco, movió su cabeza hacia el frente y hacia atrás, mostrando una frente en alto conforme ella iba pronunciando cada una de sus reglas, ¿de verdad pretendía que él las cumpliera?, ¿tan ingenua era? Quiso interrumpir en el instante en el que le indicó que a partir de ese momento había pasado a convertirse en su ayudante, o mejor dicho, su payaso, pero calló y tan sólo cruzó los brazos una vez más, adoptando un semblante teatralmente curioso, lleno de ironía. Esperó a que terminara toda su letanía, la esperó con fingida paciencia. Cuando ella se acercó a él y tocó su herida, Judah entrecerró los ojos a causa del dolor que le había provocado, pero mantuvo su postura, lo hizo a pesar de querer soltarle una palabrota en ese instante. Cuando al fin hubo silencio, Judah descruzó los brazos y empezó a aplaudir, lo hizo sonoramente, sonriendo, regalándole un gesto similar al que un aficionado habría mostrado a su ídolo.
— ¡Bravo, bravo! — Exclamó sin dejar de aplaudir, esta vez convirtiendo su supuesta alegre sonrisa en una amarga y molesta. — Vaya, quien lo diría, parecías una cachorrita y resultaste ser una verdadera perra. — Caminó hasta la cama y se posó justo enfrente de ella con la intención de dejarle muy claras las cosas que le diría a continuación. — Escúchame bien, niña, no sé como haya sido tu infancia pero si tu padre no te dejo tener mascotas este no será el momento en que te hagas de una, no voy a ser tu maldito perro, ni tu bufón, ni el de nadie. Lo admito, eres tan buena actriz que por un momento me hiciste creer en la niña caritativa, en el alma bondadosa que obra por caridad, ¡por favor!, ¡lo sabía!, ¡sabía que era todo una farsa y que detrás había algo! — Se acercó a ella por encima de la cama, de rodillas, provocando que esta se hundiera con su peso. — Puede que sea verdad lo que dices, soy cobarde, pero no soy una arpía como tú. Yo no ando por la vida pretendiendo ser algo que no soy, yo soy lo que soy, pese a quien le pese; yo no finjo ser oveja y después me transformo en lobo y me los trago. — Se alejó con furia y orgullo, por ningún motivo permitiría que alguien quisiera adueñarse de él, de pretender manejarlo a su antojo como si de un títere de tratara.
Le dio la espalda y caminó hasta la abertura de la carpa, esa misma por la cual había entrado minutos antes, asustado, intentando esconderse de su destino, y antes de abrirla se giró por última vez para dedicarle una ultima mirada a Milenka que seguía recostada en la cama, aparentemente tranquila y para nada perturbada por lo que él le acababa de decir.
— Suerte, niña, espero que pronto consigas a otro payaso que sea lo suficientemente idiota. — Judah pasó saliva y abrió la carpa, salió por ella a la oscuridad y observó a ambos lados para asegurarse de que ya no estaban ahí sus atacantes que para su fortuna parecían haberse ido. Aspiró tranquilo, liberándose de la tensión momentánea de la cual había sido preso por el temor de volver a ser linchado y empezó a andar rumbo a la carpa de su hermanastro Lionel, dando por hecho que él no le negaría la estancia que le había dado desde que había llegado a esa comunidad. Cuando se encontraba a la mitad del terreno, la mujer regordeta volvió a aparecer, lo miró rabiosa, con unos ojos muy abiertos y coléricos.
— Te dije que si te volvía a ver… — Le sentenció la mujer, habló tan fuerte que en segundos habían vuelto aparecer todos sus acompañantes. — ¿Dónde está Milenka?, ¡no ha cumplido con su palabra! — Los gitanos empezaron a bullir, tomaron nuevas rocas del piso y se prepararon para lanzarlas nuevamente contra Judah.
— ¡Maldita sea, esperen, esperen! — Alzó los brazos y los colocó al frente en un afán de protegerse e impedir que continuaran con lo que pretendían hacer. — La promesa de Milenka sigue en pie, se hará lo que ha dicho, ¿está bien? Yo sólo he salido para coger mis cosas, ¿ni siquiera eso puedo hacer, maldición? — Los miró expectante y temeroso por una respuesta, los gitanos y gitanas se miraron los unos a los otros y bajaron la guardia al aceptar lo que Judah decía. Fue la mujer gorda –que fungía como líder en aquella parvada- quien tomó la palabra.
— ¡Rápido, rápido, que no queremos ver tu fea cara por aquí más, no si no estás con Milenka como ha dicho, no si no se cumplen sus promesas! — Judah le lanzó una mirada envenenada a la vieja pero se apresuró a hacer lo que había dicho, corrió hasta la carpa de Lionel –que en ese momento estaba vacía- y cogió un morral donde tenía su ropa, eso era todo lo que poseía. Durante el trayecto de regreso a la carpa de Milenka una decena de ojos lo vigilaron para asegurarse de que volvía a entrar. Al irrumpir nuevamente en la carpa intentó evitar mirar a los ojos a la gitana y lo primero que hizo fue lanzar con furia el morral de ropa que fue a estrellarse contra el espejo en el que había estado mirándose y en el que había mirado a Milenka.
— ¡Aghrrr, maldición! — Bufó incapaz de controlar su ira; el espejo se tambaleó y cayó al suelo haciéndose añicos. Siete años de mala suerte.
— ¡Ya voy, ya voy! — Exclamó con fastidio dándose la vuelta y cruzando los brazos sobre su pecho mientras adoptaba un gesto de desgano. — Como si de verdad tuviera ganas de verte. — Se quejó y enseguida lanzó un bufido de exasperación, la mujer era como todas: tardaba milenios en estar lista, qué novedad. Lo que Milenka no había tomado en cuenta era el espejo que se encontraba al frente, mismo que si bien no la reflejaba por completo, sí mostraba parte de su cuerpo. La cara de fastidio de Judah se desvaneció al observar como Milenka se despojaba de sus ropas, mostrando una espalda perfecta y casi se le fueron los ojos cuando pudo ver parte de sus glúteos bien torneados. El gitano pasó saliva y siguió pretendiendo que aquello le molestaba. — Tú tampoco eres tan bonita, eh. — Le aseguró sin dejar de deleitarse la pupila, moviéndose incluso un poco hacia su derecha para tener un mejor ángulo de la escena. Jamás lo admitiría, pero le estaba gustando lo que veía, hasta que la función terminó.
— Ya era hora, creí que me volvería de piedra aquí mismo. — Respingó una vez más cuando la muchacha le indicó que estaba lista y podía mirar. Al girarse Judah pudo verla esta vez envuelta en un vestido verde que ciertamente le sentaba muy bien, resaltaba su cintura estrecha y hacía que su piel ligeramente bronceada luciera todavía más bonita.
Judah empezó a relajarse, incluso podía decirse que estaba por agradarle la chica, era atractiva, sí, definitivamente, también parecía ser buena persona, aunque aún quedaba en el aire la verdadera razón por la cual ella había decidido ayudarlo, algo no encajaba, el ser un alma caritativa no era razón suficiente para él. Se quedó de pie frente a ella y su rostro sereno fue transformándose cuando la escuchó hablar nuevamente; la muchacha amable y hasta bromista había desaparecido, en su lugar había aparecido una mujer mordaz, de cuidado. Con firmeza en sus palabras le hizo saber la razón por la cual lo había socorrido, el por qué estaba ahí, en su carpa y lo que pasaría a continuación. Judah entrecerró los ojos al sentirse amenazado, estaba sentenciándolo sin el menor pudor, como nunca nadie lo había hecho. Las cejas del gitano formaron un arco, movió su cabeza hacia el frente y hacia atrás, mostrando una frente en alto conforme ella iba pronunciando cada una de sus reglas, ¿de verdad pretendía que él las cumpliera?, ¿tan ingenua era? Quiso interrumpir en el instante en el que le indicó que a partir de ese momento había pasado a convertirse en su ayudante, o mejor dicho, su payaso, pero calló y tan sólo cruzó los brazos una vez más, adoptando un semblante teatralmente curioso, lleno de ironía. Esperó a que terminara toda su letanía, la esperó con fingida paciencia. Cuando ella se acercó a él y tocó su herida, Judah entrecerró los ojos a causa del dolor que le había provocado, pero mantuvo su postura, lo hizo a pesar de querer soltarle una palabrota en ese instante. Cuando al fin hubo silencio, Judah descruzó los brazos y empezó a aplaudir, lo hizo sonoramente, sonriendo, regalándole un gesto similar al que un aficionado habría mostrado a su ídolo.
— ¡Bravo, bravo! — Exclamó sin dejar de aplaudir, esta vez convirtiendo su supuesta alegre sonrisa en una amarga y molesta. — Vaya, quien lo diría, parecías una cachorrita y resultaste ser una verdadera perra. — Caminó hasta la cama y se posó justo enfrente de ella con la intención de dejarle muy claras las cosas que le diría a continuación. — Escúchame bien, niña, no sé como haya sido tu infancia pero si tu padre no te dejo tener mascotas este no será el momento en que te hagas de una, no voy a ser tu maldito perro, ni tu bufón, ni el de nadie. Lo admito, eres tan buena actriz que por un momento me hiciste creer en la niña caritativa, en el alma bondadosa que obra por caridad, ¡por favor!, ¡lo sabía!, ¡sabía que era todo una farsa y que detrás había algo! — Se acercó a ella por encima de la cama, de rodillas, provocando que esta se hundiera con su peso. — Puede que sea verdad lo que dices, soy cobarde, pero no soy una arpía como tú. Yo no ando por la vida pretendiendo ser algo que no soy, yo soy lo que soy, pese a quien le pese; yo no finjo ser oveja y después me transformo en lobo y me los trago. — Se alejó con furia y orgullo, por ningún motivo permitiría que alguien quisiera adueñarse de él, de pretender manejarlo a su antojo como si de un títere de tratara.
Le dio la espalda y caminó hasta la abertura de la carpa, esa misma por la cual había entrado minutos antes, asustado, intentando esconderse de su destino, y antes de abrirla se giró por última vez para dedicarle una ultima mirada a Milenka que seguía recostada en la cama, aparentemente tranquila y para nada perturbada por lo que él le acababa de decir.
— Suerte, niña, espero que pronto consigas a otro payaso que sea lo suficientemente idiota. — Judah pasó saliva y abrió la carpa, salió por ella a la oscuridad y observó a ambos lados para asegurarse de que ya no estaban ahí sus atacantes que para su fortuna parecían haberse ido. Aspiró tranquilo, liberándose de la tensión momentánea de la cual había sido preso por el temor de volver a ser linchado y empezó a andar rumbo a la carpa de su hermanastro Lionel, dando por hecho que él no le negaría la estancia que le había dado desde que había llegado a esa comunidad. Cuando se encontraba a la mitad del terreno, la mujer regordeta volvió a aparecer, lo miró rabiosa, con unos ojos muy abiertos y coléricos.
— Te dije que si te volvía a ver… — Le sentenció la mujer, habló tan fuerte que en segundos habían vuelto aparecer todos sus acompañantes. — ¿Dónde está Milenka?, ¡no ha cumplido con su palabra! — Los gitanos empezaron a bullir, tomaron nuevas rocas del piso y se prepararon para lanzarlas nuevamente contra Judah.
— ¡Maldita sea, esperen, esperen! — Alzó los brazos y los colocó al frente en un afán de protegerse e impedir que continuaran con lo que pretendían hacer. — La promesa de Milenka sigue en pie, se hará lo que ha dicho, ¿está bien? Yo sólo he salido para coger mis cosas, ¿ni siquiera eso puedo hacer, maldición? — Los miró expectante y temeroso por una respuesta, los gitanos y gitanas se miraron los unos a los otros y bajaron la guardia al aceptar lo que Judah decía. Fue la mujer gorda –que fungía como líder en aquella parvada- quien tomó la palabra.
— ¡Rápido, rápido, que no queremos ver tu fea cara por aquí más, no si no estás con Milenka como ha dicho, no si no se cumplen sus promesas! — Judah le lanzó una mirada envenenada a la vieja pero se apresuró a hacer lo que había dicho, corrió hasta la carpa de Lionel –que en ese momento estaba vacía- y cogió un morral donde tenía su ropa, eso era todo lo que poseía. Durante el trayecto de regreso a la carpa de Milenka una decena de ojos lo vigilaron para asegurarse de que volvía a entrar. Al irrumpir nuevamente en la carpa intentó evitar mirar a los ojos a la gitana y lo primero que hizo fue lanzar con furia el morral de ropa que fue a estrellarse contra el espejo en el que había estado mirándose y en el que había mirado a Milenka.
— ¡Aghrrr, maldición! — Bufó incapaz de controlar su ira; el espejo se tambaleó y cayó al suelo haciéndose añicos. Siete años de mala suerte.
Judah D'Maine- Gitano
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Fecha de inscripción : 17/04/2011
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Corta era la vida que ella había tenido, en muchas ocasiones no importa si es muchos o pocos los años que has pasado, las condiciones y situaciones en las te desenvuelves te llevan a muchas situaciones no muy agradables, te llenan de conocimiento. Todo lo que ella había odiado: restricciones a los otros, abusos, mentiras. Todo eso y más lo había puesto en practica en ese momento. Nunca hubiera imaginado que llegaría a comportarse de esa manera, sin embargo, no le había molestado del todo. Había llenado sus pulmones de aire, su pecho sobresalía por aquella pose soberbia que tenía, no perdía de vista los ojos expresivos del gitano. La joven había aprendido a conocer a muchas personas gracias a los ojos, quizás un rostro puede parecer tranquilo, incluso en paz, pero si observas como los ojos se abren y se cierran, la velocidad, y algunas arrugas que forman por el estado de animo sabrás llegar a las debilidades de las personas. Así como había ya conocido el rostro temeroso del hombre, también ahora conocía al molesto. No se decidía cual de los dos rostros era él mejor. Su sonrisa burlona seguía en aquel rostro sin poder ser borrada, hizo una especie de reverencia cuando escuchó el sonido de los aplausos, asintió a las palabras sin dudar de todo lo que le dijera "Perra, arpía" Si, quizás si lo era, y aunque Judah pensará que era la peor de las personas en el fondo la castaña creía que podía hacer algo por él, además que no estaba dispuesta a pasar toda su estancia a su lado, deseaba poder hacer sus cosas con libertad, ir a las reuniones de las fogatas con sus nuevos amigos, conocer a algún gitano que le hiciera borrar la imagen torcida de los hombres había tenido a lo largo de su vida. Con Judah a su lado nada de eso podía ser posible para su desgracia, al menos por un tiempo no estaría mal tenerlo de compañía, pues era la primera vez que se aventuraba completamente sola, menos acatarse a una comunidad nueva.
Espero a que terminara, incluso lo siguió hasta el final de la carpa poniéndose de pie de un brinco. No podía evitar la sonrisa plasmada en su rostro - Si que eres dramático - Se tomó un respiro, y antes de que saliera decidió acrecentar un poco más el enojo del joven - Y si, acertaste, tenía muchas ganas de una mascota - Dejó que saliera sin problema alguno, si los gitanos venían a reclamarle podía inventar una gran historia, que la insulto, que la arrojo a la cama, cualquier cosa que se viera grave y ella quedará como la víctima de la situación. Giró su cuerpo observando el largo de su carpa, no era pequeña, cuando la estaba armando Atenea había sido muy clara con ella, "Quizás necesites muchísimo más espacio antes de lo que crees", la castaña había tomado en broma aquellas palabras, pero quizás si amiga había predicho eso y no se atrevía a creerlo. Observó que efectivamente tenía no solo espacio para ella, tenía espacio para dos o tres personas más, y no es que fuera una carpa ostentosa, pero no se había tiritado, en algunas capas de tela se había tomado la libertad de poder poner materiales que evitaran la entrada del agua cuando las lluvias estuvieran sobre ella, y no faltaba mucho para que el tiempo de lluvia llegara. No lo se percató del gran tamaño que tenía el lugar, también se dio cuenta que era completamente vació - No por la falta de cosas- de verdad estaba vació, ella era la única que andaba de un apartado a otro, en ocasiones Atenea cuando la venía a visitar. Milenka sintió una especie de dolor punzante atravesar su pecho, su vida había sido así, vacía, solitaria, sin que alguien se interesara por completo en ella, quizás su madre, su abuela y algunos tíos, algunos gitanos de la aldea de su padre (Esto último por ser la hija del monarca). Movió con fuerza la cabeza evitando aquellos pensamientos, evitando que la debilidad de los sentimientos encontrados reinaran su interior, si se dejaba llevar por lo que estaba sintiendo su actuación no saldría tan bien.
Se caminó entonces por aquella carpa hasta llegar al fondo. Observó las telas llevan de sangre, el taso de agua, el agua ensangrentada, la cama arrugada, suspiró profundamente levantando las cosas. Dejando cada una de ellas en su lugar, los frascos de ungüentos en una pequeña repisa, el agua la tiró entre las plantas, y las telas las colocó en una bolsa de papel donde colocaba todas las cosas inservibles. Tenía un poco de hambre, aquella mañana no había ido a comprar ni carne, ni pollo, ni pescado por lo que solo tenía algunos granos y leche. Tomó un plato sirviéndose algunos granos, estaba a punto de colocar la leche cuando escuchó que alguien entraba a la carpa. Levantó la vista, bufó a, notar de quien se trataba, escuchar como uno de sus espejos se hacía añicos la hizo dejar el tarro de leche de un solo golpe sobre la mesa, se dirigió a él con su mirada llena de rabia - ¿Crees que esto me llena de diversión, no es así? - Miró el morral y sus cristales - ¡No sabes nada! No quería cuidar a un idiota que ya debería hacer algo por su vida, debí dejarte morir, pero me sirves, me sirves para poder alejarme de mi vida pasada, me sirves para ser aceptada, y quieras o no vas a acatar las ordenes ¿Entendiste? Sino más vale que lo hagas - Tomó un poco de aire - ¿Mi mascota? Eso vas a ser de ahora en adelante, no iba a catalogarte de esa manera, solo quería que te quedarás aquí, los dos ganábamos, pero ahora lo serás, el perro que me moverá la cola cuando se lo ordene, y me traerá los zapatos y lamerá los pies sino quiere morir ¿Entendiste? - Nunca antes Milenka había estado tan enojada, aquel espejo no le había importado por su valor monetario, le había importado y lo había traído consigo porque había sido de su madre.
La castaña temblaba de la rabia que tenía, tomó varias bocanas de aire para intentar tranquilizarse, antes de dejarlo hablar se dispuso a adelantarse, no le tenía porque permitir hacer alguna objeción alguna, ella ponía las reglas - Tendrás que levantar cada maldito detalle del espejo, no se te ocurra tirarlo, coloca todo en algún recipiente - Lo último lo dijo muy bajito. Milenka se inclinó donde estaban los restos del gran espejo de su madre, tomó el trozó más grande que había en el piso, no le importó si sus manos se llegaban a clavar finos pedazos del espejo, de hecho eso paso, quizás el enojo había nublado tanto sus sentidos que no hizo amago del dolor de su mano. Sostuvo con fuerza el cristal, se puso de pie - Sino piensas acatar mis ordenes, más vale salgas de esta carpa, te llevaré yo misma con esos gitanos, les diré que no quieres cooperar y nos ahorramos de todos estos problemas - Se giró caminando al fondo de la carpa. Con la tela que cubría su cama limpió la parte que quedaba del espejo. Lo colocó sobre aquella mesa que tenía ahí en su "habitación", suspiró repetidas veces, cerró los ojos unos momentos, no tardó mucho pues rápidamente alcanzaba a Judah en la estancia, no quiso decir nada, su apetito incluso se había esfumado como si de verdad hubiera comido varios tazones de granos con leche. Ni siquiera quiso observar sus ojos, lo que hasta hace unos momentos le había parecido una buena idea ahora la detestaba, quizás la señora tenía razón, quizás Judah era una maldición y debían matarlo, no lo sabía sin embargo en ese momento quería poner sus manos sobre el cuello del gitano y ahorcarlo hasta que le suplicará dejarlo… "¿Suplicar?" Aquella palabra se le vino a la mente, Milenka se puso de pie, lo miró retomando aquella sonrisa llena de orgullo.
La chica se acercó con rapidez hasta el caballero, una de sus manos se prensó en su brazo, lo jaló con fuerza, evidente era que Milenka no era una chica débil y que al menos si podía jalonear el cuerpo flacucho de Judah, bueno, no tan flacucho. Lo jaló hasta la entrada de la carpa, ahí lo empujo hasta hacer que se cayera. - ¡Vámonos de aquí! - Y su voz comenzó a hacerse cada vez más fuerte, ahora parecían gritos desesperados que seguramente llamarían la atención de todos los gitanos que habían sentenciado a muerte a Judah, la chica no era tonta, sabía bien que estarían cerca vigilando, esperando un movimiento o un grito en falso para tomar las piedras del suelo y lanzarlas con demasiada fuerza hasta el cuerpo del gitano. - Te mataran de la manera más dolorosa… ¿No quisiste ser mi mascota? Pues te atienes a las consecuencias - Con una mano abrió con fuerza la tela que hacía de puerta a la carpa, y con la otra jaló con fuerza a Judah haciendo que la mitad de su cuerpo cayera fuera de la carpa, y la otra mitad adentro, sino suplicaba lo dejaría ahí hasta que lo mataran, si suplicaba entonces sería su dueña.
Espero a que terminara, incluso lo siguió hasta el final de la carpa poniéndose de pie de un brinco. No podía evitar la sonrisa plasmada en su rostro - Si que eres dramático - Se tomó un respiro, y antes de que saliera decidió acrecentar un poco más el enojo del joven - Y si, acertaste, tenía muchas ganas de una mascota - Dejó que saliera sin problema alguno, si los gitanos venían a reclamarle podía inventar una gran historia, que la insulto, que la arrojo a la cama, cualquier cosa que se viera grave y ella quedará como la víctima de la situación. Giró su cuerpo observando el largo de su carpa, no era pequeña, cuando la estaba armando Atenea había sido muy clara con ella, "Quizás necesites muchísimo más espacio antes de lo que crees", la castaña había tomado en broma aquellas palabras, pero quizás si amiga había predicho eso y no se atrevía a creerlo. Observó que efectivamente tenía no solo espacio para ella, tenía espacio para dos o tres personas más, y no es que fuera una carpa ostentosa, pero no se había tiritado, en algunas capas de tela se había tomado la libertad de poder poner materiales que evitaran la entrada del agua cuando las lluvias estuvieran sobre ella, y no faltaba mucho para que el tiempo de lluvia llegara. No lo se percató del gran tamaño que tenía el lugar, también se dio cuenta que era completamente vació - No por la falta de cosas- de verdad estaba vació, ella era la única que andaba de un apartado a otro, en ocasiones Atenea cuando la venía a visitar. Milenka sintió una especie de dolor punzante atravesar su pecho, su vida había sido así, vacía, solitaria, sin que alguien se interesara por completo en ella, quizás su madre, su abuela y algunos tíos, algunos gitanos de la aldea de su padre (Esto último por ser la hija del monarca). Movió con fuerza la cabeza evitando aquellos pensamientos, evitando que la debilidad de los sentimientos encontrados reinaran su interior, si se dejaba llevar por lo que estaba sintiendo su actuación no saldría tan bien.
Se caminó entonces por aquella carpa hasta llegar al fondo. Observó las telas llevan de sangre, el taso de agua, el agua ensangrentada, la cama arrugada, suspiró profundamente levantando las cosas. Dejando cada una de ellas en su lugar, los frascos de ungüentos en una pequeña repisa, el agua la tiró entre las plantas, y las telas las colocó en una bolsa de papel donde colocaba todas las cosas inservibles. Tenía un poco de hambre, aquella mañana no había ido a comprar ni carne, ni pollo, ni pescado por lo que solo tenía algunos granos y leche. Tomó un plato sirviéndose algunos granos, estaba a punto de colocar la leche cuando escuchó que alguien entraba a la carpa. Levantó la vista, bufó a, notar de quien se trataba, escuchar como uno de sus espejos se hacía añicos la hizo dejar el tarro de leche de un solo golpe sobre la mesa, se dirigió a él con su mirada llena de rabia - ¿Crees que esto me llena de diversión, no es así? - Miró el morral y sus cristales - ¡No sabes nada! No quería cuidar a un idiota que ya debería hacer algo por su vida, debí dejarte morir, pero me sirves, me sirves para poder alejarme de mi vida pasada, me sirves para ser aceptada, y quieras o no vas a acatar las ordenes ¿Entendiste? Sino más vale que lo hagas - Tomó un poco de aire - ¿Mi mascota? Eso vas a ser de ahora en adelante, no iba a catalogarte de esa manera, solo quería que te quedarás aquí, los dos ganábamos, pero ahora lo serás, el perro que me moverá la cola cuando se lo ordene, y me traerá los zapatos y lamerá los pies sino quiere morir ¿Entendiste? - Nunca antes Milenka había estado tan enojada, aquel espejo no le había importado por su valor monetario, le había importado y lo había traído consigo porque había sido de su madre.
La castaña temblaba de la rabia que tenía, tomó varias bocanas de aire para intentar tranquilizarse, antes de dejarlo hablar se dispuso a adelantarse, no le tenía porque permitir hacer alguna objeción alguna, ella ponía las reglas - Tendrás que levantar cada maldito detalle del espejo, no se te ocurra tirarlo, coloca todo en algún recipiente - Lo último lo dijo muy bajito. Milenka se inclinó donde estaban los restos del gran espejo de su madre, tomó el trozó más grande que había en el piso, no le importó si sus manos se llegaban a clavar finos pedazos del espejo, de hecho eso paso, quizás el enojo había nublado tanto sus sentidos que no hizo amago del dolor de su mano. Sostuvo con fuerza el cristal, se puso de pie - Sino piensas acatar mis ordenes, más vale salgas de esta carpa, te llevaré yo misma con esos gitanos, les diré que no quieres cooperar y nos ahorramos de todos estos problemas - Se giró caminando al fondo de la carpa. Con la tela que cubría su cama limpió la parte que quedaba del espejo. Lo colocó sobre aquella mesa que tenía ahí en su "habitación", suspiró repetidas veces, cerró los ojos unos momentos, no tardó mucho pues rápidamente alcanzaba a Judah en la estancia, no quiso decir nada, su apetito incluso se había esfumado como si de verdad hubiera comido varios tazones de granos con leche. Ni siquiera quiso observar sus ojos, lo que hasta hace unos momentos le había parecido una buena idea ahora la detestaba, quizás la señora tenía razón, quizás Judah era una maldición y debían matarlo, no lo sabía sin embargo en ese momento quería poner sus manos sobre el cuello del gitano y ahorcarlo hasta que le suplicará dejarlo… "¿Suplicar?" Aquella palabra se le vino a la mente, Milenka se puso de pie, lo miró retomando aquella sonrisa llena de orgullo.
La chica se acercó con rapidez hasta el caballero, una de sus manos se prensó en su brazo, lo jaló con fuerza, evidente era que Milenka no era una chica débil y que al menos si podía jalonear el cuerpo flacucho de Judah, bueno, no tan flacucho. Lo jaló hasta la entrada de la carpa, ahí lo empujo hasta hacer que se cayera. - ¡Vámonos de aquí! - Y su voz comenzó a hacerse cada vez más fuerte, ahora parecían gritos desesperados que seguramente llamarían la atención de todos los gitanos que habían sentenciado a muerte a Judah, la chica no era tonta, sabía bien que estarían cerca vigilando, esperando un movimiento o un grito en falso para tomar las piedras del suelo y lanzarlas con demasiada fuerza hasta el cuerpo del gitano. - Te mataran de la manera más dolorosa… ¿No quisiste ser mi mascota? Pues te atienes a las consecuencias - Con una mano abrió con fuerza la tela que hacía de puerta a la carpa, y con la otra jaló con fuerza a Judah haciendo que la mitad de su cuerpo cayera fuera de la carpa, y la otra mitad adentro, sino suplicaba lo dejaría ahí hasta que lo mataran, si suplicaba entonces sería su dueña.
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Los ojos de Judah se abrieron un poco más cuando se percató de lo que le había hecho al espejo de la gitana, sabía que aunque se tratara de un simple objeto fácil de reemplazar ella lo tomaría como un pretexto más para ponerse dura con él. Se cruzó de brazos y miró el desastre sin la menor culpa, su rostro adoptó un gesto digno de un chiquillo haciendo un berrinche: se negaba a darle gusto a la mujer. Judah siempre había sido un hombre bastante cabezota, era socarrón, le gustaba llevarle la contra a todo el mundo y a menudo lo hacía por mera diversión porque le satisfacía ver la cara de enojo de los demás al ser derrotados y marcharse resignados; pero lo cierto es que independientemente de que eso le provocara gusto, lo hacía también porque así había sido desde siempre, desde que era un niño, su carácter se había acentuado cuando Lionel, su hermanastro, había llegado a su vida. Cuando Lionel había sido adoptado por su padre, Judah se había sentido reemplazado y su humor había sido siempre malo, su personalidad había mutado hasta convertirse en alguien egoísta, caprichoso; era un envidioso, un canalla, un simple sinvergüenza.
— ¿Y a mí que carajo me importa todo eso? — Rezongó como el bravucón que siempre había sido cuando Milenka le hizo saber sus verdaderas razones para retenerlo ahí con ella. Judah nunca había sido una persona que altruista o cooperativa, poco le importaban los demás, él vivía para si mismo, sólo él se importaba. Su frente se contrajo de rabia cuando le escuchó nombrarlo su nueva mascota, se reventaba que la gente quisiera pisotearlo, el único que tenía derecho a eso era él, nadie más que él. Pero se mantuvo callado, se limitó a mover la cabeza hasta adoptar un gesto de amenaza, la movió de arriba abajo lentamente hasta que la barbilla se alzó al cielo. Una vez más la saliva recorrió su garganta cuando Milenka le amenazó con delatarlo y entregarlo, tuvo ganas de gritarle que lo hiciera pero sabía que de hacerlo ella lo cumpliría, estaba empezando a conocerla, más valía no provocarla, quisiera o no admitirlo ella lo tenía en sus manos.
Se quedó completamente inmóvil cuando Milenka le ordenó que se hiciera cargo del espejo destrozado, al contrario, pareció reafirmar aún más sus brazos que aun permanecían cruzados y el rostro pareció elevarse aún más en un semblante orgulloso. Judah no dejaría que lo humillara de esa manera, Milenka era realmente ingenua si creía que él se quedaría de brazos cruzados y sencillamente se resignaría a acatar sus órdenes. El gitano siempre había sido inteligente y no dudaría en buscar la manera de voltear las cosas para llegar a ser él el victorioso en esa guerra, porque eso era para él todo aquello: una guerra.
Se sorprendió cuando la vio caminar hasta él y tomarlo del brazo, su frente volvió a formar arrugas pero esta vez llenas de incredulidad e indignación. ¡No estaba haciendo nada!, ¡¿qué demonios le pasaba a esa loca?! Pese a que era una mujer, Milenka se las ingenió para lograr arrastrarlo hasta la entrada de la carpa, Judah forcejeó, manoteó, pero finalmente cayó al piso, con horror observó a los gitanos que se habían dado cita ya afuera de la vivienda, todo lo había provocado ella con su maldito escándalo. Vio como los gitanos se acercaban con ojos furiosos y rocas en la mano, de verdad debían odiarlo demasiado como para haber decidido que la muerte era la única solución. — ¡Suéltame! — Chilló con fuerza mientras continuaba manoteando con la gitana, ella se resistía, era increíble ver la fuerza que tenía una persona que físicamente era tan exquisita y delicada.
— ¡Que me sueltes! — Volvió a exigir y al ver que no obtenía zafarse optó por algo que sólo le traería más problemas: la mordió. Judah clavó sus dientes en el brazo de la gitana, presionó con fuerza hasta lastimarla lo suficiente para lograr quitársela de encima; era un maldito animal, un bárbaro, un estúpido.
Volvió a meterse a la carpa cuando estuvo libre, con la respiración agitada a causa del susto se refugió en la vivienda y mientras miraba con los ojos bien abiertos la ranura de la entrada de la carpa, sintió un sabor metálico en su boca; cuando alzó la mano para tocar el líquido que tenía en los labios se dio cuenta de que era sangre, sangre de Milenka. — ¡Estás demente!, ¡no eres más que una maldita loca!, ¿y así quieres que permanezca contigo? ¡Maldita enferma! ¿Quién me garantiza que no me rebanaras la garganta mientras duermo? — Se arrepintió de decir eso, era muy mala idea estar dándole ideas a la gitana, sobretodo ahora que debía estar tan enojada por lo que le había hecho. — No me mires así, ¡tú me obligaste a hacerlo!, ¿qué mierda pretendías hacer?, ¿que me mataran?, ¡estás loca! — Alegó al ver como Milenka lo miraba con un gesto de rabia y dolor a causa de la herida que le había hecho. Luego permaneció callado, tragándose el sabor de la sangre de la gitana que aún tenía en la lengua y garganta; sabía que había hecho mal, pero tampoco era que se arrepintiera, había sido en defensa propia.
— Lo siento. — Murmuró con desgano. Se disculpaba más por conveniencia que por ganas verdaderas. — Ya te dije, no me dejaste remedio, ¿hubieras preferido que te diera una patada en el estómago? Di que te fue bien. — Desvió la mirada y volvió a encontrarse con el desastre del espejo, recordó lo que ella le había pedido hace algunos momentos. — Lo haré mañana. — Se limitó a decir esperando que ella comprendiera a lo que se refería. — Ahora estoy muy cansado. — Se dio media vuelta y se lanzó sobre la cama, removiéndose sobre ella en busca de comodidad. Tomó las dos almohadas que había y se las colocó debajo de la cabeza, se quedó de lado en silencio e inmóvil, pero sus ojos permanecían abiertos. Una ligera sonrisa se asomó entre sus labios, una inexplicable de la que él no se había percatado. Todo aquello, pese a ser detestable, lo divertía. Tal vez en el fondo la gitana había empezado a agradarle, tal vez tenían en común mucho más de lo que había creído.
— ¿Y a mí que carajo me importa todo eso? — Rezongó como el bravucón que siempre había sido cuando Milenka le hizo saber sus verdaderas razones para retenerlo ahí con ella. Judah nunca había sido una persona que altruista o cooperativa, poco le importaban los demás, él vivía para si mismo, sólo él se importaba. Su frente se contrajo de rabia cuando le escuchó nombrarlo su nueva mascota, se reventaba que la gente quisiera pisotearlo, el único que tenía derecho a eso era él, nadie más que él. Pero se mantuvo callado, se limitó a mover la cabeza hasta adoptar un gesto de amenaza, la movió de arriba abajo lentamente hasta que la barbilla se alzó al cielo. Una vez más la saliva recorrió su garganta cuando Milenka le amenazó con delatarlo y entregarlo, tuvo ganas de gritarle que lo hiciera pero sabía que de hacerlo ella lo cumpliría, estaba empezando a conocerla, más valía no provocarla, quisiera o no admitirlo ella lo tenía en sus manos.
Se quedó completamente inmóvil cuando Milenka le ordenó que se hiciera cargo del espejo destrozado, al contrario, pareció reafirmar aún más sus brazos que aun permanecían cruzados y el rostro pareció elevarse aún más en un semblante orgulloso. Judah no dejaría que lo humillara de esa manera, Milenka era realmente ingenua si creía que él se quedaría de brazos cruzados y sencillamente se resignaría a acatar sus órdenes. El gitano siempre había sido inteligente y no dudaría en buscar la manera de voltear las cosas para llegar a ser él el victorioso en esa guerra, porque eso era para él todo aquello: una guerra.
Se sorprendió cuando la vio caminar hasta él y tomarlo del brazo, su frente volvió a formar arrugas pero esta vez llenas de incredulidad e indignación. ¡No estaba haciendo nada!, ¡¿qué demonios le pasaba a esa loca?! Pese a que era una mujer, Milenka se las ingenió para lograr arrastrarlo hasta la entrada de la carpa, Judah forcejeó, manoteó, pero finalmente cayó al piso, con horror observó a los gitanos que se habían dado cita ya afuera de la vivienda, todo lo había provocado ella con su maldito escándalo. Vio como los gitanos se acercaban con ojos furiosos y rocas en la mano, de verdad debían odiarlo demasiado como para haber decidido que la muerte era la única solución. — ¡Suéltame! — Chilló con fuerza mientras continuaba manoteando con la gitana, ella se resistía, era increíble ver la fuerza que tenía una persona que físicamente era tan exquisita y delicada.
— ¡Que me sueltes! — Volvió a exigir y al ver que no obtenía zafarse optó por algo que sólo le traería más problemas: la mordió. Judah clavó sus dientes en el brazo de la gitana, presionó con fuerza hasta lastimarla lo suficiente para lograr quitársela de encima; era un maldito animal, un bárbaro, un estúpido.
Volvió a meterse a la carpa cuando estuvo libre, con la respiración agitada a causa del susto se refugió en la vivienda y mientras miraba con los ojos bien abiertos la ranura de la entrada de la carpa, sintió un sabor metálico en su boca; cuando alzó la mano para tocar el líquido que tenía en los labios se dio cuenta de que era sangre, sangre de Milenka. — ¡Estás demente!, ¡no eres más que una maldita loca!, ¿y así quieres que permanezca contigo? ¡Maldita enferma! ¿Quién me garantiza que no me rebanaras la garganta mientras duermo? — Se arrepintió de decir eso, era muy mala idea estar dándole ideas a la gitana, sobretodo ahora que debía estar tan enojada por lo que le había hecho. — No me mires así, ¡tú me obligaste a hacerlo!, ¿qué mierda pretendías hacer?, ¿que me mataran?, ¡estás loca! — Alegó al ver como Milenka lo miraba con un gesto de rabia y dolor a causa de la herida que le había hecho. Luego permaneció callado, tragándose el sabor de la sangre de la gitana que aún tenía en la lengua y garganta; sabía que había hecho mal, pero tampoco era que se arrepintiera, había sido en defensa propia.
— Lo siento. — Murmuró con desgano. Se disculpaba más por conveniencia que por ganas verdaderas. — Ya te dije, no me dejaste remedio, ¿hubieras preferido que te diera una patada en el estómago? Di que te fue bien. — Desvió la mirada y volvió a encontrarse con el desastre del espejo, recordó lo que ella le había pedido hace algunos momentos. — Lo haré mañana. — Se limitó a decir esperando que ella comprendiera a lo que se refería. — Ahora estoy muy cansado. — Se dio media vuelta y se lanzó sobre la cama, removiéndose sobre ella en busca de comodidad. Tomó las dos almohadas que había y se las colocó debajo de la cabeza, se quedó de lado en silencio e inmóvil, pero sus ojos permanecían abiertos. Una ligera sonrisa se asomó entre sus labios, una inexplicable de la que él no se había percatado. Todo aquello, pese a ser detestable, lo divertía. Tal vez en el fondo la gitana había empezado a agradarle, tal vez tenían en común mucho más de lo que había creído.
Judah D'Maine- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Sólo deseaba una disculpa, era lo único que Milenka quería en ese momento, una verdadera disculpa, pero viendo la gravedad de la situación, supo que no podría lograr eso. Se sentía furiosa, quizás por eso la adrenalina había invadido su cuerpo otorgándole una fuerza que ni ella misma sabía de dónde provenía, se mantuvo encima de él, estaba tan enfadada que no le importaba recibir alguno que otro golpe. Los gitanos la apoyaban, y con eso tenía más que suficiente. No supo en que momento le permitió morder su piel, de haberse percatado de las prontas acciones del gitano, se habría bajado de su cuerpo con rapidez. Sintió como el dolor se enfocaba en una zona de su cuerpo, no grito, no se quejó, simplemente su rostro se quedó ido, pálido, mostrando un semblante neutral, pero sus labios poco a poco se arrugaron, mostrando una mueca evidente. Dejó caer su cuerpo hacía atrás, y entonces soltó un grito, sintió como su garganta se había raspado por la fuerza ejercida en sus cuerdas bucales - ¡BRUTO, ANIMAL! ¡MALDITO SEAS! - Exclamó, y no sólo eso, por más breves que habían sido las palabras dirigidas a él, se notaba el sentimiento ejercido en ellas. Ni siquiera se atrevió a ver la forma de luna que seguramente había dejado su dentadura en su piel tostada.
Milenka se quedó en el suelo, observando desde aquel ángulo al Judah miedoso, ese gitano no sabia ocultar el miedo que sentía por la muerte, y mezclaba la rabia, muy mala combinación. Le sonrió con burla, unos instantes. Dejó que siguiera soltando su veneno, y con lentitud volteo a ver la zona mordida. Suspiró al notar la sangre que brotaba con insistencia por la media luna. Su mano libre, y sana, se movió, y por encima de la herida, paso la yema de sus dedos, pintando la otra mano de carmín. Aún le dolía, y sentía las palpitaciones de su corazón en ese lugar, por cada palpitación sentía una especie de punzada que acrecentaba o disminuía el dolor. El brazo lo tenía recargado en una de sus piernas, y sus ropajes comenzaron a tornarse oscuros gracias a la sangre que lo manchaba. Ladeó el rostro, se quedó perdida en el color rojo, y meditó un poco en lo que se había metido. Soltando otro suspiro, pero ahora más prolongado, se puso de pie, sintió mareo, e incluso vio blanco, pero se sostuvo con fuerza de una silla. Ni siquiera volteaba a ver a Judah, ya no le importaba, había tomado el reto, ahora tenía que cumplirlo, no sólo por su bien, también por el del gitano, y el de toda la comunidad. - En que me he metido - Susurró, muy bajo, sólo para ella, incluso como si él no se encontrara en su misma carpa.
Permaneció en silencio, sintiendo la mirada penetrante del gitano. Ya no deseaba intercambiar palabras, porque serían abrazadas por el viento, y se esfumarían más rápido de lo dichas. Milenka tomó el pequeño botiquín que había usado minutos atrás para curar a Judah. Se paseó por su pequeña sala. En un plato hondo sirvió agua a temperatura ambiente. Se sentó en su mesa con cada una de las cosas frente a ella, y limpió la herida con cuidado, primero lavándola con el agua, y después colocando un poco de hiervas. Formaba caras de dolor, y soltaba sonidos de ardor por aquello que utilizaba para su curación. Cuando finalmente terminó, se colocó con cuidado una especie de gasa, la sangre no dejaba de salir, se notaba fácilmente, pues la gasa comenzaba a pintarse de carmín, la ventaja es que al menos ejercía presión, y en poco tiempo aquello se detendría. Subió su mirada al frente, y después movió el rostro de un lado a otro, como queriendo restarle presión al cuerpo con aquel movimiento.
La gitana recargó los codos en la mesa, sus manos sostenían su rostro, bueno, sólo una. La otra froto primero un ojo, y luego el otro, como queriendo borrar las escenas pasadas. Se puso de pie, y dejó de nuevo todo en su lugar, era excesivamente ordenada. - Descansa - Le sugirió. No sabía de dónde había tomado la fuerza para desearle un bien a esa… cosa. Buscó un pequeño bote de metal, y lo acercó hasta el espejo estrellado, se hincó frente a él y comenzó a guardar los trazos más grandes, uno por uno, con cuidado, sin ejercer fuerza. Así estuvo hasta que terminó con el más pequeño y visible pedazo de espejo. Cargó el bote, y lo colocó de regreso en su lugar. Milenka se caminó a su pequeña e improvisada habitación, observó lo cómodo que se encontraba Judah, se cruzó de brazos alado de su cama - Si vamos a vivir de está manera tenemos que poner de nuestra parte, sólo un tiempo, te pido ganarte la confianza de los gitanos, aunque sea momentáneamente, te lo pido… - Carraspeó la garganta - Después de ese tiempo podrás ser libre, y yo aceptada, haré como si no existieras si eso te funciona mejor - Y sin esperar respuesta alguna, se sentó en la cama, ahora dándole la espalda a él. Sus manos se doblaron hacía arriba, tomando sus largos cabellos, los empezó a enredar en forma de escalera de caracol, hasta que poco a poco se fue formando una especie de coleta en forma de cebolla, sólo unos cabellos se quedaron al aire. No le importó eso en realidad. Se dobló para jalarle con la poca fuerza que ya le quedaba una de las almohadas, y la colocó de ese lado de la cama. Pronto recostó su cabeza en ella, su demás cuerpo le siguió.
El silencio que reinaba la carpa les permitía poder escuchar los murmullos de afuera. Los gitanos seguían ahí, y sabían que las cosas no estaban bien, lo que no entendían era como Milenka permanecía en silencio, sin delatar algún movimiento en falso de Judah. - Haré todo lo posible para que mi conciencia este libre de pecado, pues no quiero sentir el peso de la muerte de alguien… Aun - Comentó. Le dejaba en claro a Judah que por su parte no correría peligro, que ella no ocasionaría su muerte, en realidad ella no era tan mala, quizás tenía un temperamento cambiante, y bastante difícil, pero aun tenía sentimientos, era humana, y valoraba la vida ajena, sin embargo, abría la posibilidad, dejaba la alternativa de poder romper sus ideales y tomar cartas en el asunto. Dio un largo bostezo, la desventaja de tener un gran arranque de adrenalina, y perdida de sangre, es el cansancio que te puede ocasionar, quizás más grande y aturdidor que muchos sueños acumulados. Cerró los ojos, la oscuridad reinó su cuerpo - Espero no me intentes matar tú, o tendrías el doble de problemas - Intentó bromear, soltando otro bostezo. Movió su cuerpo por unos momentos, miraba hacía el techo de tela, era color café oscuro, así podía perderse con la oscuridad de la noche, por todos aquellos bárbaros que pasaban a caballo sólo para ultrajar.
Milenka se sentía fastidiada por todo lo pasado en tan poco tiempo. Observaba el techo como si éste le fuera a dar las respuestas que tanto buscaba. ¿Por dónde podría comenzar con él? - ¿Por qué te odian tanto? Nunca había visto tanto odio en los ojos de una persona, es cierto que eres un idiota, y también bastante agresivo - Recordó la mordida que le había dado - No me cabe en la cabeza que puedes hacer para que tantos deseen tú cabeza, deseen verte sin vida - La simple idea le erizó la piel, se recordó queriendo que su "padre" pagara por lo cometido con su madre, recordó las veces que había deseado asesinarlo, y que su conciencia la había detenido. - Al menos merezco saber eso, ya que te compartiré mi cama - Se volvió a girar, cerrando los ojos, manteniendo su mano herida "segura", esperaba una respuesta, pero no supo si el largo tiempo esperando a que emitiera sonido alguno, o el cansancio de la perdida de sangre, lo que la hizo perder el conocimiento, Milenka se había quedado dormida, sin importar los peligros que eso conllevaba, quien verdaderamente la conocía, sabía bien, que al menos su vida, no le importaba demasiado como para preocuparse por lo que un loco gitano, pudiera hacerle.
Milenka se quedó en el suelo, observando desde aquel ángulo al Judah miedoso, ese gitano no sabia ocultar el miedo que sentía por la muerte, y mezclaba la rabia, muy mala combinación. Le sonrió con burla, unos instantes. Dejó que siguiera soltando su veneno, y con lentitud volteo a ver la zona mordida. Suspiró al notar la sangre que brotaba con insistencia por la media luna. Su mano libre, y sana, se movió, y por encima de la herida, paso la yema de sus dedos, pintando la otra mano de carmín. Aún le dolía, y sentía las palpitaciones de su corazón en ese lugar, por cada palpitación sentía una especie de punzada que acrecentaba o disminuía el dolor. El brazo lo tenía recargado en una de sus piernas, y sus ropajes comenzaron a tornarse oscuros gracias a la sangre que lo manchaba. Ladeó el rostro, se quedó perdida en el color rojo, y meditó un poco en lo que se había metido. Soltando otro suspiro, pero ahora más prolongado, se puso de pie, sintió mareo, e incluso vio blanco, pero se sostuvo con fuerza de una silla. Ni siquiera volteaba a ver a Judah, ya no le importaba, había tomado el reto, ahora tenía que cumplirlo, no sólo por su bien, también por el del gitano, y el de toda la comunidad. - En que me he metido - Susurró, muy bajo, sólo para ella, incluso como si él no se encontrara en su misma carpa.
Permaneció en silencio, sintiendo la mirada penetrante del gitano. Ya no deseaba intercambiar palabras, porque serían abrazadas por el viento, y se esfumarían más rápido de lo dichas. Milenka tomó el pequeño botiquín que había usado minutos atrás para curar a Judah. Se paseó por su pequeña sala. En un plato hondo sirvió agua a temperatura ambiente. Se sentó en su mesa con cada una de las cosas frente a ella, y limpió la herida con cuidado, primero lavándola con el agua, y después colocando un poco de hiervas. Formaba caras de dolor, y soltaba sonidos de ardor por aquello que utilizaba para su curación. Cuando finalmente terminó, se colocó con cuidado una especie de gasa, la sangre no dejaba de salir, se notaba fácilmente, pues la gasa comenzaba a pintarse de carmín, la ventaja es que al menos ejercía presión, y en poco tiempo aquello se detendría. Subió su mirada al frente, y después movió el rostro de un lado a otro, como queriendo restarle presión al cuerpo con aquel movimiento.
La gitana recargó los codos en la mesa, sus manos sostenían su rostro, bueno, sólo una. La otra froto primero un ojo, y luego el otro, como queriendo borrar las escenas pasadas. Se puso de pie, y dejó de nuevo todo en su lugar, era excesivamente ordenada. - Descansa - Le sugirió. No sabía de dónde había tomado la fuerza para desearle un bien a esa… cosa. Buscó un pequeño bote de metal, y lo acercó hasta el espejo estrellado, se hincó frente a él y comenzó a guardar los trazos más grandes, uno por uno, con cuidado, sin ejercer fuerza. Así estuvo hasta que terminó con el más pequeño y visible pedazo de espejo. Cargó el bote, y lo colocó de regreso en su lugar. Milenka se caminó a su pequeña e improvisada habitación, observó lo cómodo que se encontraba Judah, se cruzó de brazos alado de su cama - Si vamos a vivir de está manera tenemos que poner de nuestra parte, sólo un tiempo, te pido ganarte la confianza de los gitanos, aunque sea momentáneamente, te lo pido… - Carraspeó la garganta - Después de ese tiempo podrás ser libre, y yo aceptada, haré como si no existieras si eso te funciona mejor - Y sin esperar respuesta alguna, se sentó en la cama, ahora dándole la espalda a él. Sus manos se doblaron hacía arriba, tomando sus largos cabellos, los empezó a enredar en forma de escalera de caracol, hasta que poco a poco se fue formando una especie de coleta en forma de cebolla, sólo unos cabellos se quedaron al aire. No le importó eso en realidad. Se dobló para jalarle con la poca fuerza que ya le quedaba una de las almohadas, y la colocó de ese lado de la cama. Pronto recostó su cabeza en ella, su demás cuerpo le siguió.
El silencio que reinaba la carpa les permitía poder escuchar los murmullos de afuera. Los gitanos seguían ahí, y sabían que las cosas no estaban bien, lo que no entendían era como Milenka permanecía en silencio, sin delatar algún movimiento en falso de Judah. - Haré todo lo posible para que mi conciencia este libre de pecado, pues no quiero sentir el peso de la muerte de alguien… Aun - Comentó. Le dejaba en claro a Judah que por su parte no correría peligro, que ella no ocasionaría su muerte, en realidad ella no era tan mala, quizás tenía un temperamento cambiante, y bastante difícil, pero aun tenía sentimientos, era humana, y valoraba la vida ajena, sin embargo, abría la posibilidad, dejaba la alternativa de poder romper sus ideales y tomar cartas en el asunto. Dio un largo bostezo, la desventaja de tener un gran arranque de adrenalina, y perdida de sangre, es el cansancio que te puede ocasionar, quizás más grande y aturdidor que muchos sueños acumulados. Cerró los ojos, la oscuridad reinó su cuerpo - Espero no me intentes matar tú, o tendrías el doble de problemas - Intentó bromear, soltando otro bostezo. Movió su cuerpo por unos momentos, miraba hacía el techo de tela, era color café oscuro, así podía perderse con la oscuridad de la noche, por todos aquellos bárbaros que pasaban a caballo sólo para ultrajar.
Milenka se sentía fastidiada por todo lo pasado en tan poco tiempo. Observaba el techo como si éste le fuera a dar las respuestas que tanto buscaba. ¿Por dónde podría comenzar con él? - ¿Por qué te odian tanto? Nunca había visto tanto odio en los ojos de una persona, es cierto que eres un idiota, y también bastante agresivo - Recordó la mordida que le había dado - No me cabe en la cabeza que puedes hacer para que tantos deseen tú cabeza, deseen verte sin vida - La simple idea le erizó la piel, se recordó queriendo que su "padre" pagara por lo cometido con su madre, recordó las veces que había deseado asesinarlo, y que su conciencia la había detenido. - Al menos merezco saber eso, ya que te compartiré mi cama - Se volvió a girar, cerrando los ojos, manteniendo su mano herida "segura", esperaba una respuesta, pero no supo si el largo tiempo esperando a que emitiera sonido alguno, o el cansancio de la perdida de sangre, lo que la hizo perder el conocimiento, Milenka se había quedado dormida, sin importar los peligros que eso conllevaba, quien verdaderamente la conocía, sabía bien, que al menos su vida, no le importaba demasiado como para preocuparse por lo que un loco gitano, pudiera hacerle.
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Judah estaba cansado, pero los recientes sucesos le impedían conciliar el sueño. ¿Cómo podía dormir tan tranquilo sabiendo que detrás de esas telas que daban forma a la vivienda de la gitana se encontraba una docena de personas deseando su muerte, esperando el mínimo pretexto para arrancarle la cabeza? Imposible. Nadie le aseguraba que alguno de ellos podría ser presa de ese enorme odio que le profesaban y decidiera entrar a cortarle el cuello durante sus horas de sueño. Prefería permanecer despierto, alerta, con los ojos bien puestos en cada rincón de aquel lugar. Tampoco podía confiar en Milenka, no después de lo que le había hecho. Se ladeó un poco sobre la cama cuando la escuchó lanzar un sonido de dolor, sólo entonces se dio cuenta de que la muchacha estaba realizándose una curación a sí misma al otro extremo de la carpa. Lo más sensato que podría haber hecho Judah era levantarse o ofrecerse a hacerle la curación, así como ella había hecho con él momentos antes. Pero no lo hizo, prefería dejar las cosas como estaban y no seguir haciendo de esa guerra algo peor, no le convenía estando obligado a convivir con ella durante quién sabe cuánto tiempo. Les fastidiaba no ser dueño de su vida como siempre había sido, quisiera o no ahora Milenka tenía poder sobre él, de ella dependía su vida. La única solución era abandonar la comunidad, alejarse de ella y de todos los gitanos; buscar algún otro sitio donde dormir. Y lo haría, lo haría pronto porque Milenka no era de fiar, no después de haberlo amenazado con entregarlo a los gitanos. Judah sabía que de no haberla mordido para obligarla a soltarlo, él probablemente ya estaría muerto, así que no, no se arrepentía de nada.
Volvió a acomodarse en la cama, acomodando la almohada bajo su cabeza, el cabello largo se extendía por toda la cama, lo tenía tan largo que le llegaba hasta la cintura y si no lo había cortado no era porque quisiera ser reconocido como un gitano, sino porque era un recuerdo de su madre; él había heredado el cabello de ella, y tenerlo así le hacía recordarla todo el tiempo. Era lo único que tenía de ella.
Cuando Milenka se acomodó en el otro extremo de la cama Judah no hizo nada, se mantuvo quieto en su lugar, fingiendo que se había quedado dormido, convencido de que le había hecho creer lo mismo a ella; por eso se sorprendió cuando Milenka le habló, pero más le sorprendió el tono en el que lo hacía. La muchacha usaba un tono de voz muy pacífico, casi amable, como si el que estaba acostado a su lado, en su cama, no fuera un extraño que acababa de llamarla perra, arpía y que además la había herido. ¿Por qué no estaba molesta? Algo andaba mal. No respondió, se limitó a girar los ojos hasta ponerlos en blanco cuando escuchó como ella deseaba hacerle plática y sacarle sus razones de todo lo ocurrido. A Judah le indignaba que ahora de pronto se interesara en él después de que lo había tratado como a una escoria…como la escoria que era.
— ¿Ahora quieres ser mi amiga? — Se burló luego de un momento de prolongado silencio. Rió por lo bajo por lo absurdo de la situación. Se movió sobre la cama, quería estar lo más lejos posible de ella. Luego meditó, en silencio se cuestionó la posibilidad de que ella estuviera siendo sincera, de que tal vez esa mordida había servido para que ella entendiera que no debía meterse con él y que al saberse derrotada, simplemente quisiera llevar la fiesta en paz. No sonaba mal eso, llevar la fiesta en paz era lo que quería. Le concedió la posibilidad. Le habló. — No voy a matarte, no seas ridícula. — Gruñó con fastidio, pero sin dejar de ser sincero. — Soy todo menos un asesino. Soy un ladrón, me odian por eso, porque robo, porque no me dejo de nadie y porque sí. — Resultaba gracioso ver a Judah dar tales explicaciones, ¿de cuando acá confesaba sus pecados a una extraña?— No voy a cambiar mi forma de ser sólo porque al mundo no le gusta, que se vayan todos a demonio. — Refunfuñó para sí mismo, cruzándose de brazos. — Y si a ti tampoco gusta, también puedes irte a demonio junto con todos ellos, no me interesa, yo no te pedí ayuda, tú quisiste hacerlo porque te dio la gana, ahora aguántate. — Sólo debía decir “gracias”, pero prefería seguir siendo un imbécil.
— ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué ganas tú con todo esto? — Volvió a formular la pregunta hecha y que no había tenido respuesta. — ¿Cómo se supone que van a aceptarte si me mantienes vivo? Recuerda que me odian, no desean que me reforme, desean que me vaya, que me muera. Es bastante estúpido lo que has hecho. — Analizó más para sí mismo que para ambos. Era cierto lo que Judah decía, los gitanos difícilmente llegarían a confiar en él aunque por algún milagro él decidiera cambiar. Siempre le odiarían. No era posible otra cosa. — Ya te lo dije, no voy a cambiar, pierdes tu tiempo, igual que Lionel. — Su hermano era otra persona que se había esforzado en lograr lo que Milenka deseaba hacer, y todo había sido en vano. Judah seguiría siendo Judah hasta el final de los tiempos.
Volvió a acomodarse en la cama, acomodando la almohada bajo su cabeza, el cabello largo se extendía por toda la cama, lo tenía tan largo que le llegaba hasta la cintura y si no lo había cortado no era porque quisiera ser reconocido como un gitano, sino porque era un recuerdo de su madre; él había heredado el cabello de ella, y tenerlo así le hacía recordarla todo el tiempo. Era lo único que tenía de ella.
Cuando Milenka se acomodó en el otro extremo de la cama Judah no hizo nada, se mantuvo quieto en su lugar, fingiendo que se había quedado dormido, convencido de que le había hecho creer lo mismo a ella; por eso se sorprendió cuando Milenka le habló, pero más le sorprendió el tono en el que lo hacía. La muchacha usaba un tono de voz muy pacífico, casi amable, como si el que estaba acostado a su lado, en su cama, no fuera un extraño que acababa de llamarla perra, arpía y que además la había herido. ¿Por qué no estaba molesta? Algo andaba mal. No respondió, se limitó a girar los ojos hasta ponerlos en blanco cuando escuchó como ella deseaba hacerle plática y sacarle sus razones de todo lo ocurrido. A Judah le indignaba que ahora de pronto se interesara en él después de que lo había tratado como a una escoria…como la escoria que era.
— ¿Ahora quieres ser mi amiga? — Se burló luego de un momento de prolongado silencio. Rió por lo bajo por lo absurdo de la situación. Se movió sobre la cama, quería estar lo más lejos posible de ella. Luego meditó, en silencio se cuestionó la posibilidad de que ella estuviera siendo sincera, de que tal vez esa mordida había servido para que ella entendiera que no debía meterse con él y que al saberse derrotada, simplemente quisiera llevar la fiesta en paz. No sonaba mal eso, llevar la fiesta en paz era lo que quería. Le concedió la posibilidad. Le habló. — No voy a matarte, no seas ridícula. — Gruñó con fastidio, pero sin dejar de ser sincero. — Soy todo menos un asesino. Soy un ladrón, me odian por eso, porque robo, porque no me dejo de nadie y porque sí. — Resultaba gracioso ver a Judah dar tales explicaciones, ¿de cuando acá confesaba sus pecados a una extraña?— No voy a cambiar mi forma de ser sólo porque al mundo no le gusta, que se vayan todos a demonio. — Refunfuñó para sí mismo, cruzándose de brazos. — Y si a ti tampoco gusta, también puedes irte a demonio junto con todos ellos, no me interesa, yo no te pedí ayuda, tú quisiste hacerlo porque te dio la gana, ahora aguántate. — Sólo debía decir “gracias”, pero prefería seguir siendo un imbécil.
— ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué ganas tú con todo esto? — Volvió a formular la pregunta hecha y que no había tenido respuesta. — ¿Cómo se supone que van a aceptarte si me mantienes vivo? Recuerda que me odian, no desean que me reforme, desean que me vaya, que me muera. Es bastante estúpido lo que has hecho. — Analizó más para sí mismo que para ambos. Era cierto lo que Judah decía, los gitanos difícilmente llegarían a confiar en él aunque por algún milagro él decidiera cambiar. Siempre le odiarían. No era posible otra cosa. — Ya te lo dije, no voy a cambiar, pierdes tu tiempo, igual que Lionel. — Su hermano era otra persona que se había esforzado en lograr lo que Milenka deseaba hacer, y todo había sido en vano. Judah seguiría siendo Judah hasta el final de los tiempos.
Judah D'Maine- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Había pasado una especie de tornado y no precisamente arrasando con todo lo que hubiera en la carpa, la tempestad estaba dejando destrozos en su interior, tenía un nombre, lo bautizó con uno, su caos personal había sido a elección propia y se llamaba Judah. En ese preciso momento el desastre natural dejó su huella, en su cuerpo, en su alma. La gitana lo sabía, estaba siendo la imagen y la semejanza de su padre biológico, ese hombre maldito que había hecho sufrir lo que pudo a su madre. El que había condenado su vida en miseria. Era una gitana si, y por sus venas corría la sangre de uno de ellos, pero dentro de ella deseaba no serlo más, deseaba dar un cambio radical, volverse una mujer de sociedad, o una simple muerta de hambre. No quería ser el tormento de Judah, ahora lo era, no le quedaba opción, lo que en primer momento le pareció buena idea, estaba siendo la peor de las decisiones. ¿Cómo la estaría viendo él? Seguramente como el monstruo con cabeza de serpiente, no cómo una mujer que defendía a los niños y los alimentaba en su tienda de telas. Judah no podría verla como los demás, no podría verla como un ser que hacía la diferencia, la vería como el peor de los males. ¿Y quién no después de esas palabras que le había gritado? No podía alejarse de él, de hacerlo seguramente terminaría hundida en el pozo que él, y los gitanos la querrían matar a base de escombros.
La gitana estaba confundida, se sentía como si la estuvieran poniendo entre la espada y la pared. Por un lado había sido presa de sus insultos, de sus ataques, y por otro podía observar su energía, su aura, Judah mantenía colores a su alrededor, como si de verdad viviera en un mundo de fiestas paganas, y él fuera uno de ellos, lo que no le cuadraba era por qué aquella energía estaba tan revuelta, en constante movimiento, quizás ahí radicaba su enojo, su profesión, su salvajismo, y el odio que los demás gitanos le profesaban a él. Podía alzar su voz, hacer que lo sacaran de su carpa aunque recibiera mil mordidas en su cuerpo, arriesgarse a que le echaran en cara el hecho de no haber cumplido su tarea ni siquiera con veinticuatro horas de diferencia desde la promesa, aunque al final sabía que lo aceptarían, y que le quitarían esa tarea de sus hombros, pero no hizo nada, se detuvo, reflexionó, y escuchó con atención cada una de las palabras que decía. ¿Quién lo habría dañado tanto para que actuase de esa forma? ¿Quién? - Estabas a punto de cambiar, incluso a punto de suplicarme ayuda antes de que abriera la boca, no digas que no cambiarías cuando el miedo que tus ojos me mostraban me dejan en claro que no es así, te veías bastante miedoso, alterado, un verdadero cobarde - No decía mentiras, se le había notado al entrar. ¿Y ahora se hacía el digno? Patrañas.
Sus cabellos largos y negros se mezclaron con los ajenos en la cama. Se giró un poco para mirar el techo, lo cierto era que necesitaba un ángulo para poder verlo de reojo, sin ser descubierta. ¿Qué podría hacer ahora? ¿Con qué se vengaría de esa mordida? Más valía que lo encontrara pronto. Aunque quisiera hacer las cosas bien, sabía perfectamente que en un principio debía ser dura, y jugar el juego que él había iniciado al entrar en sus aposentos. Que creyera que verdaderamente estaba alzando la bandera de la paz le daría ventajas unas cuentas horas, después lo volvería a fastidiar, y Judah tendría que cansarse, tarde o temprano lo haría, pues lo vigilaría mejor que su propia sombra, no se le despegaría ni para dormir, el ejemplo correcto estaba en ese momento, dónde ambos estaban compartiendo la cama, aún sabiendo que podría cada uno perder la cabeza, y no precisamente por una pronta muerte, más bien por querer vencer al que tenían enfrente.
Con la ayuda de sus codos pudo impulsar su cuerpo, no se levantó de la cama, más bien se ayudó a sentarse, sus piernas se cruzaron, mostrando la perfecta posición de loto, aunque una de sus manos estaba recargada en su rodilla, y la punta del codo de su mano libre le sostenía ahora el rostro, lo veía de manera descarada - ¿Ahora tú deseas saber mis verdaderas intensiones? - Le sonrió de forma sarcástica. Volvió a mover sus piernas, abrazándose con fuerza a ellas. No dejaba de observar el rostro de Judah, estaba verdaderamente mal ese golpe, comenzaba a formarse un gran hinchazón, de no estárselo curando cada determinado tiempo se pondría muy mal. Suspiró, sus manos se estiraron, su espalda se colocó recta, se miró frente a uno de los espejos que tenía frente a ellos. A Milenka le gustaban los espejos, gracias a ellos podía tener todos los ángulos necesarios para las costuras de sus hermosas telas, o los encargos que le hacían. Le pareció gracioso el gesto de molestia que tenía Judah en el rostro, era mejor comenzar a decirles sus razones, lo merecía, él le había dado los suyas. - Es fácil saber mis motivos, necesitaba una mascota nueva - Rápidamente movió los brazos para protegerse y negó soltando una risa burlona - No, no es cierto, tranquilo, deseaba quitar la tensión - La gitana sonrió de manera sincera, sabía que decirle "mascota" lo pondría muy de malas. - Ellos, los que te odian, me aceptaron con condiciones, estoy aquí bajo amenaza también, debía comportarme, aprender de sus costumbres, dejar a un lado las que tenía en mi comunidad. Cuando entraste a mi carpa lo supe, si te ayudaba me ganaría la confianza de ellos, no me cuestionarían nada, y no me volverían a dar condiciones, es fácil, me gusta la libertad tanto como te debe gustar a ti, pero a diferencia de nosotros yo no robo, y necesito cualquier cosa para no tener que volver a mi anterior vida - Se encogió de hombros, con movimientos bruscos se dejó caer de nuevo en la cama, haciendo que se tambaleara, recostándose y cerrando los ojos por completo.
Estaba demasiado cómoda, pero sabía que no podría tener seguridad y confianza si esas personas que estaban fuera de su carpa no se iban. Se puso de pie con brusquedad, dirigiéndose a la salida de lo que llamaba hogar. Sintió el calor molesto golpear su cuerpo, el sol estaba en la punta del cielo, cubriendo la zona de los gitanos, bañándolos de vida, pero sobretodo de un calor molesto. Y vaya que se veían enfurecidos los gitanos, sus rostros los delataban, y la manera en que estaban parados: A la defensiva. - "¿Qué pasa allí adentro Milenka? ¿Estás bien? ¿Quieres que lo saquemos?" - La chica negó, sonreía, ocultaba su brazo detrás de su cuerpo - No, no, está todo bien, ustedes debían imaginarlo, él se pondría agresivo, es parte de su naturaleza, pero me ha prometido que hará su mayor esfuerzo - Ahí estaba ella mintiendo por él, pidiendo al universo, a las energías, a los espíritus, incluso a los demonios de ser necesario para que Judah diera su brazo a torcer. Aunque fuera un poco -"¿Estás segura? A mi nadie me engaña, vi como te atacaba, seguro te amenazó, iré por él"- El rostro de la gitana se descompuso en una notoria mueca de enojo. - ¡Dije que no! ¡Que lo tengo controlado! - Su cuerpo se había movido impidiendo que la mujer regordeta avanzara a su carpa - Pueden irse a sus hogares, no quiero más vigilancia - Pidió, no, no había pedido, había ordenado. Algunos hombres quisieron hablar con ella, pero se limitó a negar, a avanzar entre ellos, y echarlos, hacer que se fueran. Estuvo frente a su carpa un buen rato, vigilando a que cada uno se fuera, que no se detuvieran en algún escondite.
Para cuando Milenka había vuelto, la carpa permanecía casi en silencio, salvo por un detalle: ronquidos suaves. Caminó hasta posarse frente a la cama. Sus brazos se habían cruzado a la altura de su pecho, le indignaba que el hombre se durmiera en medio del caos, en momentos como esos. ¿Qué podía esperar? Era ese maldito gitano, que su vida no le importaba, o al menos eso quería dar a entender, porque bien que le temía a la muerte. -Maldito despreocupado- Musitó muy bajo, y se enojaba por esa acción, hablar bajo para no despertarlo. Lo analizó de arriba hacía abajo. Se acercó a él, sus manos acariciaron su rostro, y notó de verdad que el moretón era una gran bola, cuando despertara se la volvería a curar, o no, dejaría que él se la curara solo. Sus dedos viajaron por la mejilla, y cuando quiso retirarlos se enredaron en su cabello. Ese cabello si que estaba en mal estado, debía cortárselo, además que si se lo cortaba no dejaría restos de él en la cama, o en toda la carpa. Una idea descabellada se le había venido a la cabeza, una que tenía que hacer mientras estuviera dormido. Se giró, buscando entre los cajones una una navaja, algo que tuviera filo con que poder cortarlo. - Bien - Dijo para ella cuando las tijeras aparecieron. Se acercó a la cama, y de rodillas, con mucho cuidado de no mover y despertarlo, se acercó a su cabello, estiró las manos, y comenzó a cortar con cuidado, sin hacer movimientos bruscos, tirando el cabello a los lados de la cama. Se vería mejor, mucho mejor, aunque Milenka no había medido las consecuencias de sus actos ¿Y si Judah se molestaba? Nada había por hacer, su cabello en poco quedaría completamente corto.
La gitana estaba confundida, se sentía como si la estuvieran poniendo entre la espada y la pared. Por un lado había sido presa de sus insultos, de sus ataques, y por otro podía observar su energía, su aura, Judah mantenía colores a su alrededor, como si de verdad viviera en un mundo de fiestas paganas, y él fuera uno de ellos, lo que no le cuadraba era por qué aquella energía estaba tan revuelta, en constante movimiento, quizás ahí radicaba su enojo, su profesión, su salvajismo, y el odio que los demás gitanos le profesaban a él. Podía alzar su voz, hacer que lo sacaran de su carpa aunque recibiera mil mordidas en su cuerpo, arriesgarse a que le echaran en cara el hecho de no haber cumplido su tarea ni siquiera con veinticuatro horas de diferencia desde la promesa, aunque al final sabía que lo aceptarían, y que le quitarían esa tarea de sus hombros, pero no hizo nada, se detuvo, reflexionó, y escuchó con atención cada una de las palabras que decía. ¿Quién lo habría dañado tanto para que actuase de esa forma? ¿Quién? - Estabas a punto de cambiar, incluso a punto de suplicarme ayuda antes de que abriera la boca, no digas que no cambiarías cuando el miedo que tus ojos me mostraban me dejan en claro que no es así, te veías bastante miedoso, alterado, un verdadero cobarde - No decía mentiras, se le había notado al entrar. ¿Y ahora se hacía el digno? Patrañas.
Sus cabellos largos y negros se mezclaron con los ajenos en la cama. Se giró un poco para mirar el techo, lo cierto era que necesitaba un ángulo para poder verlo de reojo, sin ser descubierta. ¿Qué podría hacer ahora? ¿Con qué se vengaría de esa mordida? Más valía que lo encontrara pronto. Aunque quisiera hacer las cosas bien, sabía perfectamente que en un principio debía ser dura, y jugar el juego que él había iniciado al entrar en sus aposentos. Que creyera que verdaderamente estaba alzando la bandera de la paz le daría ventajas unas cuentas horas, después lo volvería a fastidiar, y Judah tendría que cansarse, tarde o temprano lo haría, pues lo vigilaría mejor que su propia sombra, no se le despegaría ni para dormir, el ejemplo correcto estaba en ese momento, dónde ambos estaban compartiendo la cama, aún sabiendo que podría cada uno perder la cabeza, y no precisamente por una pronta muerte, más bien por querer vencer al que tenían enfrente.
Con la ayuda de sus codos pudo impulsar su cuerpo, no se levantó de la cama, más bien se ayudó a sentarse, sus piernas se cruzaron, mostrando la perfecta posición de loto, aunque una de sus manos estaba recargada en su rodilla, y la punta del codo de su mano libre le sostenía ahora el rostro, lo veía de manera descarada - ¿Ahora tú deseas saber mis verdaderas intensiones? - Le sonrió de forma sarcástica. Volvió a mover sus piernas, abrazándose con fuerza a ellas. No dejaba de observar el rostro de Judah, estaba verdaderamente mal ese golpe, comenzaba a formarse un gran hinchazón, de no estárselo curando cada determinado tiempo se pondría muy mal. Suspiró, sus manos se estiraron, su espalda se colocó recta, se miró frente a uno de los espejos que tenía frente a ellos. A Milenka le gustaban los espejos, gracias a ellos podía tener todos los ángulos necesarios para las costuras de sus hermosas telas, o los encargos que le hacían. Le pareció gracioso el gesto de molestia que tenía Judah en el rostro, era mejor comenzar a decirles sus razones, lo merecía, él le había dado los suyas. - Es fácil saber mis motivos, necesitaba una mascota nueva - Rápidamente movió los brazos para protegerse y negó soltando una risa burlona - No, no es cierto, tranquilo, deseaba quitar la tensión - La gitana sonrió de manera sincera, sabía que decirle "mascota" lo pondría muy de malas. - Ellos, los que te odian, me aceptaron con condiciones, estoy aquí bajo amenaza también, debía comportarme, aprender de sus costumbres, dejar a un lado las que tenía en mi comunidad. Cuando entraste a mi carpa lo supe, si te ayudaba me ganaría la confianza de ellos, no me cuestionarían nada, y no me volverían a dar condiciones, es fácil, me gusta la libertad tanto como te debe gustar a ti, pero a diferencia de nosotros yo no robo, y necesito cualquier cosa para no tener que volver a mi anterior vida - Se encogió de hombros, con movimientos bruscos se dejó caer de nuevo en la cama, haciendo que se tambaleara, recostándose y cerrando los ojos por completo.
Estaba demasiado cómoda, pero sabía que no podría tener seguridad y confianza si esas personas que estaban fuera de su carpa no se iban. Se puso de pie con brusquedad, dirigiéndose a la salida de lo que llamaba hogar. Sintió el calor molesto golpear su cuerpo, el sol estaba en la punta del cielo, cubriendo la zona de los gitanos, bañándolos de vida, pero sobretodo de un calor molesto. Y vaya que se veían enfurecidos los gitanos, sus rostros los delataban, y la manera en que estaban parados: A la defensiva. - "¿Qué pasa allí adentro Milenka? ¿Estás bien? ¿Quieres que lo saquemos?" - La chica negó, sonreía, ocultaba su brazo detrás de su cuerpo - No, no, está todo bien, ustedes debían imaginarlo, él se pondría agresivo, es parte de su naturaleza, pero me ha prometido que hará su mayor esfuerzo - Ahí estaba ella mintiendo por él, pidiendo al universo, a las energías, a los espíritus, incluso a los demonios de ser necesario para que Judah diera su brazo a torcer. Aunque fuera un poco -"¿Estás segura? A mi nadie me engaña, vi como te atacaba, seguro te amenazó, iré por él"- El rostro de la gitana se descompuso en una notoria mueca de enojo. - ¡Dije que no! ¡Que lo tengo controlado! - Su cuerpo se había movido impidiendo que la mujer regordeta avanzara a su carpa - Pueden irse a sus hogares, no quiero más vigilancia - Pidió, no, no había pedido, había ordenado. Algunos hombres quisieron hablar con ella, pero se limitó a negar, a avanzar entre ellos, y echarlos, hacer que se fueran. Estuvo frente a su carpa un buen rato, vigilando a que cada uno se fuera, que no se detuvieran en algún escondite.
Para cuando Milenka había vuelto, la carpa permanecía casi en silencio, salvo por un detalle: ronquidos suaves. Caminó hasta posarse frente a la cama. Sus brazos se habían cruzado a la altura de su pecho, le indignaba que el hombre se durmiera en medio del caos, en momentos como esos. ¿Qué podía esperar? Era ese maldito gitano, que su vida no le importaba, o al menos eso quería dar a entender, porque bien que le temía a la muerte. -Maldito despreocupado- Musitó muy bajo, y se enojaba por esa acción, hablar bajo para no despertarlo. Lo analizó de arriba hacía abajo. Se acercó a él, sus manos acariciaron su rostro, y notó de verdad que el moretón era una gran bola, cuando despertara se la volvería a curar, o no, dejaría que él se la curara solo. Sus dedos viajaron por la mejilla, y cuando quiso retirarlos se enredaron en su cabello. Ese cabello si que estaba en mal estado, debía cortárselo, además que si se lo cortaba no dejaría restos de él en la cama, o en toda la carpa. Una idea descabellada se le había venido a la cabeza, una que tenía que hacer mientras estuviera dormido. Se giró, buscando entre los cajones una una navaja, algo que tuviera filo con que poder cortarlo. - Bien - Dijo para ella cuando las tijeras aparecieron. Se acercó a la cama, y de rodillas, con mucho cuidado de no mover y despertarlo, se acercó a su cabello, estiró las manos, y comenzó a cortar con cuidado, sin hacer movimientos bruscos, tirando el cabello a los lados de la cama. Se vería mejor, mucho mejor, aunque Milenka no había medido las consecuencias de sus actos ¿Y si Judah se molestaba? Nada había por hacer, su cabello en poco quedaría completamente corto.
Milenka Sandoje- Gitano
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Fecha de inscripción : 01/12/2011
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Judah volvió a rodar los ojos al escuchar hablar a Milenka, incapaz de mostrar por alguna vez en la vida un poco de madurez ante una situación, ante esa situación que lo ameritaba. Ni siquiera se habían presentado oficialmente, pero era obvio que ambos conocían sus respectivos nombres y famas; era imposible que un gitano no conociera a algún miembro de la comunidad y Judah era, por mucho, uno de los más famosos por ahí, no precisamente porque arrastrara una buena fama.
Resopló en su defensa cuando ella mencionó el momento justo en el que él había irrumpido en su vivienda y a Judah le caló el que ella hiciera especial énfasis en el gesto aterrorizado que había tenido al refugiarse con ella. Era verdad, todo lo que ella decía tenía sentido, pero Judah jamás admitiría que estaba en lo cierto al decir que poco le había faltado para suplicarle que le ayudara. Podría haberse arrodillado incluso, si de eso hubiera dependido el que no lo delatara con sus agresores. Así era el gitano, un extraño espécimen mezcla de orgullo y cobardía, un hombre que se jactaba de poder hacer todo lo que le diera la gana, de enfrentar a quién fuese, pero que apenas se veía amenazado por algo y no titubeaba al sentirse asustado y hacer notoria su incapacidad para manejar las cosas. Judah era una especie de bufón bravucón que necesitaba madurar, que clamaba por un escarmiento, uno que por fin le hiciera poner los pies sobre la tierra y darse cuenta así del desperdicio de ser humano que siempre había sido. Y parecía que Milenka tenía la intención de tomar ese papel en su vida.
A él no le importaban los motivos que ella pudiera tener para hacer todo lo que estaba haciendo, lo tenía sin cuidado. Y tan desinteresado estaba que no dudo en afianzar la almohada debajo de su cabeza y cerrar los ojos fingiendo haberse quedado dormido, tan sólo para hacerla molestar. Pero pronto ya no fue necesario fingir, Morfeo lo traicionó y el cansancio del día terminó por hacerlo sucumbir. Judah se quedó dormido sin darse cuenta, sintió como su cuerpo tenso se relajaba y ni el calor fue impedimento para caer rendido entre los brazos del Dios del sueño. No supo más de él, ni de Milenka, ni de los gitanos; no hubo más amenazas de muerte en la cálida oscuridad en la que se sumió durante un buen rato.
Cuando despertó la luz del día había desaparecido. Judah se removió sobre el catre y con aire perezoso se llevó las manos hasta el rostro para tallar sus ojos. Cuando terminó de abrirlos, sorpresivamente se encontró con la imagen de Milenka frente a él, justo a unos cuantos centímetros de su rostro. Se sobresaltó al percibirla tan cerca y desconcertado entrecerró los ojos cuando se percató de que entre las manos sostenía unas tijeras.
— ¿Qué demonios haces o pretendías hacer? ¿Para qué quieres esas cosas? — Preguntó con aire inquisidor. La estudió de arriba a abajo y la expresión tranquila en la mujer terminó de sobresaltarlo. Algo andaba mal, algo andaba muy mal, aquello no le daba buena espina. — ¿Pensabas abrirme la garganta con eso? — Pero la pregunta se respondió por sí sola cuando Judah se incorporó sobre la cama hasta quedar sentado y enredado entre la sábana contempló con terror los mechones de cabello que le caían sobre las piernas, sobre sus hombros. Tomó una tira de pelo y lo observó con incredulidad. Con frenética insistencia palpó su cabeza y fue consciente de lo que esa mujer le había hecho. Su gesto confundido y sorprendido cambió hasta convertirse en uno lleno de ira. En efecto, Judah estaba molesto.
Sin previo aviso y con un movimiento en extremo brusco, aprovechó que la muchacha aún estaba cerca de él y se abalanzó sobre ella; sus manos rodearon su cuello y en un abrir y cerrar de ojos la tuvo a su entera disposición. La tumbó sobre el catre y se sentó sobre sus piernas, vientre y parte del abdomen; la sometió con la ayuda de sus toscas manos, las cuales no dudó en afianzar y presionar lo suficiente para hacerle daño.
— ¡¿Qué has hecho, maldita bruja?! — Gritó exasperado, harto ante la idea de tener que soportar a esa mujer. La idea de morir a manos de los gitanos empezaba a parecerle la gloria a comparación de tener que vivir con Milenka. La odiaba, había empezado a hacerlo. La presión de sus manos aumentó, la respiración de Milenka empezaba a ser interrumpida. A Judah no le importó ver como la piel de la muchacha empezaba a ponerse rojiza, tampoco hizo caso a sus insistentes manos intentando hacer que la soltara, mucho menos a su boca entreabierta que rogaba por un poco de aire. Estaba dispuesto a matarla. Nunca antes había sentido esa rabia por nadie, ni siquiera por Lionel cuando siendo niños había intentado alejarlo de su propio padre. Esa rabia sólo podía ser comparada con el momento en que Judah había encontrado a su padre muerto, cuando supo que no había sido un accidente, que le habían arrebatado la vida y furioso juró vengarse. Ahora Milenka, en un acto de cobardía, lo había despojado de una de las cosas que más valoraba un gitano: de su cabello largo, maltratado, lleno de nudos y suciedad, pero suyo al fin. — Eres una maldita perra… Nunca debiste haberte metido conmigo, nunca… — Pronunció con fiereza, sin disminuir la presión sobre el cuello de la agredida. La miró con determinación, sin una pizca de duda ante aquello que estaba logrando hacer. La mataría, de verdad lo haría, estaba poseído por la rabia.
Pero entonces, inesperadamente, reaccionó. Judah fue consciente de la barbaridad que significaría aquel acto. Sin quitársele de encima observó sus propias manos, incapaz de creer lo que había estado a punto de hacer. Por un momento pudo observarse una pizca de miedo en sus ojos; sentía temor de sí mismo, porque tal y como él mismo había asegurado a Milenka: podía ser todo lo que quisiera, pero nunca un asesino. Se echó hacia atrás y se alejó de ella rápidamente; mientras lo hacía la escuchó toser con insistencia, recuperando poco a poco el aire que le había sido interrumpido. Judah se sintió terrible con todo aquello, incluso se olvidó de que ya no poseía su amada cabellera. Luego de volverse para mirarla y asegurarse de que estaría bien, decidió salir de la carpa. Para su sorpresa allí ya no había nadie, los gitanos se habían esfumado. Aún desconcertado, recorrió el terreno del campamento y salió de él perdiéndose entre el bosque contínuo. No sabía a dónde se dirigía, todo lo que abundaba en su cabeza era la idea de alejarse cuanto antes de esa mujer, antes de que terminara por cometer una verdadera locura.
Cuando estuvo lo suficientemente lejos, tropezó con un tronco y cayó pesadamente al pie del árbol. Emitió un sonoro chillido de dolor cuando sintió que algo rígido y filoso se clavaba en su pierna. No supo de qué se trataba, estaba demasiado oscuro para descubrirlo, pero esperó que hubiera sido cualquier rasguño irrelevante. Se quedó allí, sentado, esperando que el dolor de la herida se le pasara. Estaba solo, solo entre la oscuridad que lo rodeaba todo. El sueño terminó por vencerlo una vez más y volvió a quedarse dormido.
Resopló en su defensa cuando ella mencionó el momento justo en el que él había irrumpido en su vivienda y a Judah le caló el que ella hiciera especial énfasis en el gesto aterrorizado que había tenido al refugiarse con ella. Era verdad, todo lo que ella decía tenía sentido, pero Judah jamás admitiría que estaba en lo cierto al decir que poco le había faltado para suplicarle que le ayudara. Podría haberse arrodillado incluso, si de eso hubiera dependido el que no lo delatara con sus agresores. Así era el gitano, un extraño espécimen mezcla de orgullo y cobardía, un hombre que se jactaba de poder hacer todo lo que le diera la gana, de enfrentar a quién fuese, pero que apenas se veía amenazado por algo y no titubeaba al sentirse asustado y hacer notoria su incapacidad para manejar las cosas. Judah era una especie de bufón bravucón que necesitaba madurar, que clamaba por un escarmiento, uno que por fin le hiciera poner los pies sobre la tierra y darse cuenta así del desperdicio de ser humano que siempre había sido. Y parecía que Milenka tenía la intención de tomar ese papel en su vida.
A él no le importaban los motivos que ella pudiera tener para hacer todo lo que estaba haciendo, lo tenía sin cuidado. Y tan desinteresado estaba que no dudo en afianzar la almohada debajo de su cabeza y cerrar los ojos fingiendo haberse quedado dormido, tan sólo para hacerla molestar. Pero pronto ya no fue necesario fingir, Morfeo lo traicionó y el cansancio del día terminó por hacerlo sucumbir. Judah se quedó dormido sin darse cuenta, sintió como su cuerpo tenso se relajaba y ni el calor fue impedimento para caer rendido entre los brazos del Dios del sueño. No supo más de él, ni de Milenka, ni de los gitanos; no hubo más amenazas de muerte en la cálida oscuridad en la que se sumió durante un buen rato.
***
Cuando despertó la luz del día había desaparecido. Judah se removió sobre el catre y con aire perezoso se llevó las manos hasta el rostro para tallar sus ojos. Cuando terminó de abrirlos, sorpresivamente se encontró con la imagen de Milenka frente a él, justo a unos cuantos centímetros de su rostro. Se sobresaltó al percibirla tan cerca y desconcertado entrecerró los ojos cuando se percató de que entre las manos sostenía unas tijeras.
— ¿Qué demonios haces o pretendías hacer? ¿Para qué quieres esas cosas? — Preguntó con aire inquisidor. La estudió de arriba a abajo y la expresión tranquila en la mujer terminó de sobresaltarlo. Algo andaba mal, algo andaba muy mal, aquello no le daba buena espina. — ¿Pensabas abrirme la garganta con eso? — Pero la pregunta se respondió por sí sola cuando Judah se incorporó sobre la cama hasta quedar sentado y enredado entre la sábana contempló con terror los mechones de cabello que le caían sobre las piernas, sobre sus hombros. Tomó una tira de pelo y lo observó con incredulidad. Con frenética insistencia palpó su cabeza y fue consciente de lo que esa mujer le había hecho. Su gesto confundido y sorprendido cambió hasta convertirse en uno lleno de ira. En efecto, Judah estaba molesto.
Sin previo aviso y con un movimiento en extremo brusco, aprovechó que la muchacha aún estaba cerca de él y se abalanzó sobre ella; sus manos rodearon su cuello y en un abrir y cerrar de ojos la tuvo a su entera disposición. La tumbó sobre el catre y se sentó sobre sus piernas, vientre y parte del abdomen; la sometió con la ayuda de sus toscas manos, las cuales no dudó en afianzar y presionar lo suficiente para hacerle daño.
— ¡¿Qué has hecho, maldita bruja?! — Gritó exasperado, harto ante la idea de tener que soportar a esa mujer. La idea de morir a manos de los gitanos empezaba a parecerle la gloria a comparación de tener que vivir con Milenka. La odiaba, había empezado a hacerlo. La presión de sus manos aumentó, la respiración de Milenka empezaba a ser interrumpida. A Judah no le importó ver como la piel de la muchacha empezaba a ponerse rojiza, tampoco hizo caso a sus insistentes manos intentando hacer que la soltara, mucho menos a su boca entreabierta que rogaba por un poco de aire. Estaba dispuesto a matarla. Nunca antes había sentido esa rabia por nadie, ni siquiera por Lionel cuando siendo niños había intentado alejarlo de su propio padre. Esa rabia sólo podía ser comparada con el momento en que Judah había encontrado a su padre muerto, cuando supo que no había sido un accidente, que le habían arrebatado la vida y furioso juró vengarse. Ahora Milenka, en un acto de cobardía, lo había despojado de una de las cosas que más valoraba un gitano: de su cabello largo, maltratado, lleno de nudos y suciedad, pero suyo al fin. — Eres una maldita perra… Nunca debiste haberte metido conmigo, nunca… — Pronunció con fiereza, sin disminuir la presión sobre el cuello de la agredida. La miró con determinación, sin una pizca de duda ante aquello que estaba logrando hacer. La mataría, de verdad lo haría, estaba poseído por la rabia.
Pero entonces, inesperadamente, reaccionó. Judah fue consciente de la barbaridad que significaría aquel acto. Sin quitársele de encima observó sus propias manos, incapaz de creer lo que había estado a punto de hacer. Por un momento pudo observarse una pizca de miedo en sus ojos; sentía temor de sí mismo, porque tal y como él mismo había asegurado a Milenka: podía ser todo lo que quisiera, pero nunca un asesino. Se echó hacia atrás y se alejó de ella rápidamente; mientras lo hacía la escuchó toser con insistencia, recuperando poco a poco el aire que le había sido interrumpido. Judah se sintió terrible con todo aquello, incluso se olvidó de que ya no poseía su amada cabellera. Luego de volverse para mirarla y asegurarse de que estaría bien, decidió salir de la carpa. Para su sorpresa allí ya no había nadie, los gitanos se habían esfumado. Aún desconcertado, recorrió el terreno del campamento y salió de él perdiéndose entre el bosque contínuo. No sabía a dónde se dirigía, todo lo que abundaba en su cabeza era la idea de alejarse cuanto antes de esa mujer, antes de que terminara por cometer una verdadera locura.
Cuando estuvo lo suficientemente lejos, tropezó con un tronco y cayó pesadamente al pie del árbol. Emitió un sonoro chillido de dolor cuando sintió que algo rígido y filoso se clavaba en su pierna. No supo de qué se trataba, estaba demasiado oscuro para descubrirlo, pero esperó que hubiera sido cualquier rasguño irrelevante. Se quedó allí, sentado, esperando que el dolor de la herida se le pasara. Estaba solo, solo entre la oscuridad que lo rodeaba todo. El sueño terminó por vencerlo una vez más y volvió a quedarse dormido.
Judah D'Maine- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Quizás se trataba del miedo, tal vez era a causa de la presión de sus manos mezclado con el impacto sobre el catre, pudo haber sido la forma en que sus ojos la miraban con odio, incluso no pudo ser nada de lo anterior, todo parte de su imaginación; ella observaba todo en cámara lenta. Cada movimiento que ejercía el gitano sobre ella era un segundo vuelto una hora. Su cabeza daba vueltas, incluso comenzaba a ver bastante borroso, blanco, y el rostro del hombre que tenía sobre ella se distorsionaba. ¿Había cometido algo tan grave como para llegar a eso? Cerró los ojos, sus pulmones se habían llenado de aire, pero de la misma manera en que entra, desea salir, y el dolor de la retención se hizo insoportable. La joven comenzó a patalear, y la corriente de aire salió con brusquedad por su nariz y boca. No pudo mantener los ojos cerrados, la presión la hizo abrirlos, incluso se le resaltaron, sus pupilas se deliraron, su cuerpo se movía con fuerza, la adrenalina subió de sobremanera, los dedos se enterraban en la piel de Judah, incluso sus uñas se hundieron haciendo ligeros cortes, nada lo detenía; su mirada de borrosa se volvió negra, sentía su pecho contraerse buscando desesperadamente aire. La fuerza se le había ido del cuerpo, incluso dejó de luchar contra aquel hombre, simplemente se rindió ante la agresión, y aunque se sentía desesperada, su fuerza no era ni un poco comparada con la de él, ya sabía lo que estaba por venir.
Por un momento el pensamiento dejó de hacerse presente, no había ninguno, ni siquiera sentimientos, no podía pensar, imaginar, sentir, odiar en ese instante, su concentración sólo estaba puesta en ese dolor físico, nunca antes había sufrido un daño de tal gravedad, ni siquiera caminando sola en medio de desiertos, o incluso enfrentándose a su verdadero padre. Le dolía, le quemaba, le ardía, todo al mismo tiempo. Negro, dolor, mareo, y… ¡Aire! Los pulmones se le llenaban de aire, tanto era su necesidad que la manera tan brusca en la que jalaba el aire la hizo toser, doblarse en la cama, llevarse una mano al estomago, otra al pecho, y sus ojos se abrieron con fuerza, necesidad. Se hizo un pequeño ovillo y sus manos abrazaron sus piernas, se protegía de un próximo ataque. Le dolía tanto volver a respirar que deseo haber terminado en ese túnel oscuro. ¿Qué había hecho tan mal? ¿El cabello lo valía tanto? De manera involuntaria sus lagrimas salieron de manera acelerada. No deseaba verlo, necesitaba que la dejara en paz, que se largara, que no volviera a ese lugar, no lo quería cerca de ella, lo odiaba, si, eso era lo que sentía por él, y se sorprendió de lo poco que llevaba conociéndolo, y de los sentimientos tan profundos, y erróneos que sentía por ese hombre. Fueron varios los minutos que la hicieron permanecer de esa manera, poco a poco volvió a la normalidad, y el llanto se borró. Se sentó en el borde de la cama, limpió sus mejillas, y notó la oscuridad que estaba dentro de la carpa, sólo se escuchaban los grillos de las afueras. ¿Y Judah? Quizás sus deseos se habían vuelto realidad, se abría ido.
Aquella noche Milenka había decido no salir a la fiesta de la comunidad, necesitaba reposo. Dentro de la carpa había encendido unas pequeñas lamparas, iluminaba de inmediato todo el lugar, no es que fuera muy grande su hogar, por eso no le costaba mucho trabajo mantenerla de pie. Notó la falta de compañía, y eso la hizo alarmarse, ponerse de pie, ocultar su cuello con el cabello, y salir a la fiesta en busca del gitano. Necesitaba saber lo que había ocurrido, y si de verdad lo había dañado, pedirle una gran disculpa, la reacción que tuvo la hizo sentirse verdaderamente mal.
En la fiesta, las preguntas sobre el paradero de Judah fueron constantes, incluso insistentes, la gitana se limitaba a contestar un: "Está dormido", "Es bastante tranquilo", "Está todo bien". Todos le creían, sin excepción, y ella sonreía del modo más fingido y creíble que pudiera. Necesitaba encontrarlo, saber que estaba bien. La ira la invadió, ¿Cómo era posible que se preocupara por el hombre que había estado por matarla? Era una tonta, una tonta de absurdo corazón.
Esa noche, pocos fueron los minutos que pudo dormir, cualquier sonido la hacia despertarse sobresaltada, él tenia que volver, debía hacerlo, de no regresar estaba segura irían a buscarlo, lo matarían. No, eso no podía ser. "¿Dónde estarás Judah?" Se decía en la cabeza, y después de repetirlo muchas veces más, el cansancio la hizo desmoronarse. La mañana siguiente, se despertó esperanza a que todo era un delicioso sueño, pero no, lo primero que vio fue la cabellera en el suelo de tela. Suspiró de manera profunda, y decidió que no iría a ningún lado, se la pasaría limpiando la carpa. Así lo hizo, la joven levantó los destrozos, e incluso saco de entre unas cajas, un vaso y un plato. Los colocó en la repisa que utilizaba como parte de su "cocina". En la mesa de manera, colocó un mantel, dónde el gitano podría alimentarse. La parte que había abierto en el primer momento que se conocieron fue reabierta, y con la ayuda de un cuchillo fue limpiando la maleza junto con todo tipo de plantas, no era cuidadosa, su mente volaba con la ayuda de su imaginación, la chica estaba distraída, gracias a eso varios cortes y raspones se hicieron presentes en sus manos, ni siquiera se quejaba, rogaba a sus dioses, al universo, y a lo primero que se cruzara por su mente por el regreso del gitano. La limpia de la maleza, sumando la colocación de las telas, expandiendo así su carpa, la hicieron tardar cuatro largos días, los cuales no perdía la esperanza de volver a verlo, temía por él, la razón era desconocida. Lo que Milenka si sabía, o quizás sentía era el arrepentimiento que inundaba su corazón, no tenía razón alguna, en realidad no entendía porque el cabello lo ponía tan mal ¿Acaso no sabía que volvía a crecer? ¡El había interrumpido en su carpa! Se había portado de mala manera, la había amenazado, la había mordido, estaba por matarla ¿Por qué debía sentirse mal? ¡Lo odiaba! Si, si, eso pasaba, ella lo odiaba por completo pero al mismo tiempo deseaba verlo bien, maldita contradicción de su interior, la volvía loca.
- ¡Maldito seas estúpido gitano! - Sus manos retumbaron en la madera de la mesa en aquella carpa. El quinto día, Milenka estaba bastante pálida y ojerosa, apenas había comido, bebido agua y dormido, en su pecho sentía una especie de mal presentimiento, una especie de vacío, y en ocasiones falta de aire. Estaba temiendo que algo malo pasara. Sus pensamientos, cada uno de ellos iban dirigidos hacia Judah. ¿A dónde había ido? No podía haberla dejado, además que, ella no podía esconderse toda la vida en su carpa para protegerlo, y Atenea no estaría mucho tiempo tranquila cuidando la tienda sin que ella le diera señales de vida, si esa noche no volvía lo daría por muerto y avisaría a todos los gitanos, sabía que no le reprocharían, de hecho sabía que a nadie le importaría. Quizás no diría nada. Se estaba volviendo loca por saber. Decidió entonces que debía hacer tiempo. Por la parte extra de la carpa salió, se dirigió al río para darse un baño, uno que pudiera darle relajación. Sintió esa especie de tranquilidad, pero muy mínima en comparación a la que buscaba, regresó a la carpa, y se recostó en la cama, dónde hasta hace cinco días su vida había sido normal, y que ahora era incierta, y casi maldita por la falta de esa breve y caótica presencia. Miró al techo, observando la suciedad que estaba tomando la tela de su hogar, quizás al día siguiente las cambiaría, o sólo las lavaría. Sus pensamientos se volvían aburridos, desesperados, y cómo sino importara nada, se quedó dormida, esperando que a la mañana siguiente, todo esa semana se quedará en uno de sus peores recuerdos, buscando retomar la rutina de la mejor manera.
Por un momento el pensamiento dejó de hacerse presente, no había ninguno, ni siquiera sentimientos, no podía pensar, imaginar, sentir, odiar en ese instante, su concentración sólo estaba puesta en ese dolor físico, nunca antes había sufrido un daño de tal gravedad, ni siquiera caminando sola en medio de desiertos, o incluso enfrentándose a su verdadero padre. Le dolía, le quemaba, le ardía, todo al mismo tiempo. Negro, dolor, mareo, y… ¡Aire! Los pulmones se le llenaban de aire, tanto era su necesidad que la manera tan brusca en la que jalaba el aire la hizo toser, doblarse en la cama, llevarse una mano al estomago, otra al pecho, y sus ojos se abrieron con fuerza, necesidad. Se hizo un pequeño ovillo y sus manos abrazaron sus piernas, se protegía de un próximo ataque. Le dolía tanto volver a respirar que deseo haber terminado en ese túnel oscuro. ¿Qué había hecho tan mal? ¿El cabello lo valía tanto? De manera involuntaria sus lagrimas salieron de manera acelerada. No deseaba verlo, necesitaba que la dejara en paz, que se largara, que no volviera a ese lugar, no lo quería cerca de ella, lo odiaba, si, eso era lo que sentía por él, y se sorprendió de lo poco que llevaba conociéndolo, y de los sentimientos tan profundos, y erróneos que sentía por ese hombre. Fueron varios los minutos que la hicieron permanecer de esa manera, poco a poco volvió a la normalidad, y el llanto se borró. Se sentó en el borde de la cama, limpió sus mejillas, y notó la oscuridad que estaba dentro de la carpa, sólo se escuchaban los grillos de las afueras. ¿Y Judah? Quizás sus deseos se habían vuelto realidad, se abría ido.
Aquella noche Milenka había decido no salir a la fiesta de la comunidad, necesitaba reposo. Dentro de la carpa había encendido unas pequeñas lamparas, iluminaba de inmediato todo el lugar, no es que fuera muy grande su hogar, por eso no le costaba mucho trabajo mantenerla de pie. Notó la falta de compañía, y eso la hizo alarmarse, ponerse de pie, ocultar su cuello con el cabello, y salir a la fiesta en busca del gitano. Necesitaba saber lo que había ocurrido, y si de verdad lo había dañado, pedirle una gran disculpa, la reacción que tuvo la hizo sentirse verdaderamente mal.
En la fiesta, las preguntas sobre el paradero de Judah fueron constantes, incluso insistentes, la gitana se limitaba a contestar un: "Está dormido", "Es bastante tranquilo", "Está todo bien". Todos le creían, sin excepción, y ella sonreía del modo más fingido y creíble que pudiera. Necesitaba encontrarlo, saber que estaba bien. La ira la invadió, ¿Cómo era posible que se preocupara por el hombre que había estado por matarla? Era una tonta, una tonta de absurdo corazón.
Esa noche, pocos fueron los minutos que pudo dormir, cualquier sonido la hacia despertarse sobresaltada, él tenia que volver, debía hacerlo, de no regresar estaba segura irían a buscarlo, lo matarían. No, eso no podía ser. "¿Dónde estarás Judah?" Se decía en la cabeza, y después de repetirlo muchas veces más, el cansancio la hizo desmoronarse. La mañana siguiente, se despertó esperanza a que todo era un delicioso sueño, pero no, lo primero que vio fue la cabellera en el suelo de tela. Suspiró de manera profunda, y decidió que no iría a ningún lado, se la pasaría limpiando la carpa. Así lo hizo, la joven levantó los destrozos, e incluso saco de entre unas cajas, un vaso y un plato. Los colocó en la repisa que utilizaba como parte de su "cocina". En la mesa de manera, colocó un mantel, dónde el gitano podría alimentarse. La parte que había abierto en el primer momento que se conocieron fue reabierta, y con la ayuda de un cuchillo fue limpiando la maleza junto con todo tipo de plantas, no era cuidadosa, su mente volaba con la ayuda de su imaginación, la chica estaba distraída, gracias a eso varios cortes y raspones se hicieron presentes en sus manos, ni siquiera se quejaba, rogaba a sus dioses, al universo, y a lo primero que se cruzara por su mente por el regreso del gitano. La limpia de la maleza, sumando la colocación de las telas, expandiendo así su carpa, la hicieron tardar cuatro largos días, los cuales no perdía la esperanza de volver a verlo, temía por él, la razón era desconocida. Lo que Milenka si sabía, o quizás sentía era el arrepentimiento que inundaba su corazón, no tenía razón alguna, en realidad no entendía porque el cabello lo ponía tan mal ¿Acaso no sabía que volvía a crecer? ¡El había interrumpido en su carpa! Se había portado de mala manera, la había amenazado, la había mordido, estaba por matarla ¿Por qué debía sentirse mal? ¡Lo odiaba! Si, si, eso pasaba, ella lo odiaba por completo pero al mismo tiempo deseaba verlo bien, maldita contradicción de su interior, la volvía loca.
- ¡Maldito seas estúpido gitano! - Sus manos retumbaron en la madera de la mesa en aquella carpa. El quinto día, Milenka estaba bastante pálida y ojerosa, apenas había comido, bebido agua y dormido, en su pecho sentía una especie de mal presentimiento, una especie de vacío, y en ocasiones falta de aire. Estaba temiendo que algo malo pasara. Sus pensamientos, cada uno de ellos iban dirigidos hacia Judah. ¿A dónde había ido? No podía haberla dejado, además que, ella no podía esconderse toda la vida en su carpa para protegerlo, y Atenea no estaría mucho tiempo tranquila cuidando la tienda sin que ella le diera señales de vida, si esa noche no volvía lo daría por muerto y avisaría a todos los gitanos, sabía que no le reprocharían, de hecho sabía que a nadie le importaría. Quizás no diría nada. Se estaba volviendo loca por saber. Decidió entonces que debía hacer tiempo. Por la parte extra de la carpa salió, se dirigió al río para darse un baño, uno que pudiera darle relajación. Sintió esa especie de tranquilidad, pero muy mínima en comparación a la que buscaba, regresó a la carpa, y se recostó en la cama, dónde hasta hace cinco días su vida había sido normal, y que ahora era incierta, y casi maldita por la falta de esa breve y caótica presencia. Miró al techo, observando la suciedad que estaba tomando la tela de su hogar, quizás al día siguiente las cambiaría, o sólo las lavaría. Sus pensamientos se volvían aburridos, desesperados, y cómo sino importara nada, se quedó dormida, esperando que a la mañana siguiente, todo esa semana se quedará en uno de sus peores recuerdos, buscando retomar la rutina de la mejor manera.
Milenka Sandoje- Gitano
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Fecha de inscripción : 01/12/2011
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Cuando Judah despertó no tenía idea de dónde se encontraba, tampoco sabía que llevaba un día y medio durmiendo al pie del mismo árbol en el que había caído, o que la noche anterior, mientras dormía y yacía indefenso y privado del mundo, había estado a punto de ser atacado por un par de lobos alojados en el bosque y que había sido una suerte que siguiera vivo. Todo lo que habitaba su mente y débil cuerpo era el dolor punzante que se extendía desde su pierna derecha hasta el abdomen. Con dificultad se movió sobre la hierba y abrió lentamente los ojos encontrándose con un sol abrasador que le lastimaba la vista, la cual cubrió con ayuda de sus manos. Se arrastró hasta quedar sentado, puso su espalda contra el tronco del árbol y mientras lo hacía intentó recordar lo que había sucedido el día anterior y la razón que le había llevado hasta ese bosque. Entonces recordó, el rostro de Milenka apareció en su mente y con ella el recuerdo exacto –y aún desagradable- de lo que ella le había hecho. Ni siquiera se tomó la molestia de corroborar que todo era real, que su cabellera larga ya no estaba y que ahora en lugar de eso yacía sobre su cráneo una escasa y enmarañada madeja de pelo en un corte irregular, completamente trasquilado. Lo cierto era que la tragedia de su cabello era la cosa de la que menos preocupación debía sentir el gitano: debía salir de ese bosque antes de que la noche cayera.
Con la respiración agitada y una película de sudor que le cubría todo el cuerpo, especialmente la cara, Judah intentó ponerse de pie sin conseguirlo; estaba débil por la falta de alimentos y se sentía exhausto. El dolor en la pierna era realmente demoledor, tan punzante que lo único que conseguía era jadear en cada movimiento y caer pesadamente al piso, lastimándose aún más donde le dolía. Al segundo intento fallido, decidió quedarse sentado y descansar antes de realizar un tercer intento. Fue entonces que decidió ver a qué se estaba enfrentando. A través de la tela de su pantalón poco podía observarse, por eso decidió rajarla hasta llegar a la herida.
— Maldición... — Masculló para sí mismo con todo el pesimismo que le fue concebido al percatarse de la gravedad del asunto, y supo que se encontraba en verdaderos problemas al ver la profundidad del corte que tenía en su extremidad. La lesión era grave, la carne viva y roja brillaba y ardía ante el tacto del sol; la rajada en la piel tenía un largo de aproximadamente quince centímetros y supuraba un líquido viscoso y transparente que no pronosticaba nada bueno. Judah visualizó el pedazo de fierro con el que se había provocado semejante corte y lo lanzó con furia al descubrir que además de todo estaba oxidado. Dejó escapar un largo y audible suspiro y recargó una vez más su espalda contra el tronco, mientras cerraba los ojos en busca de una posible solución. Pronto se dio cuenta de que no tenía demasiadas alternativas y que sólo había dos cosas por hacer: intentar moverse a como diera lugar o quedarse en ese sitio y esperar a ser rescatado, lo cual, por supuesto, era bastante difícil que ocurriera.
Entonces decidió intentarlo de nuevo. Rasgó un pedazo de su pantalón y lo ató a la herida para impedir que siguiera contaminándose con la suciedad del bosque y con la ayuda del tronco logró ponerse de pie. El gitano lanzó un alarido sobrehumano al dar el primer paso y se detuvo del mismo árbol para impedir caer nuevamente. Dio el segundo paso y la respiración se le intensificó hasta comenzar a jadear; moverse le resultaba tan difícil como si a su cuerpo llevara atadas cadenas o como si estuviera intentando mover el mismo árbol que yacía junto a él, se sentía tan pesado que los huesos le crujían con cada movimiento. Cuando intentó dar el tercer paso perdió el equilibrio y cayó de rodillas haciéndose más daño en la herida; su grito desgarrador se escuchó en todo el bosque.
— Esto no está pasando… Esto no está pasando… — Intentó autoconvencerse, pero fue inútil. Se quedó allí, boca abajo, con el rostro hundido entre la hierba y la tierra que se pegaba a su boca ensalivada y sedienta. Judah era lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que salir de ese bosque sería lo más difícil que habría de hacer en toda su vida y que si sobrevivía sería un verdadero milagro, pero también era lo suficientemente terco para aferrarse a la vida y hacer algo al respecto. Si no podía caminar, se arrastraría.
La noche había llegado de nuevo cuando Judah, por fin y luego de una larga agonía, había logrado acercarse nuevamente hasta el campamento de los gitanos. Se sentía más enfermo, completamente débil y sucio y la herida había logrado infectarse aún más con el constante contacto con la tierra y suciedad que había tenido mientras él se arrastraba y ahora tenía un tono morado con tintes verdosos y azulados. Judah perdería la pierna o la vida si no se le trataba de inmediato, y de tratársele, era posible que tampoco sobreviviera. Su rostro estaba completamente sudoroso a causa de la fiebre que ahora le abatía y con las pocas fuerzas que aún habitaban su ser logró alzar el rostro y pedir ayuda. El sabor de la tierra habitaba toda su boca que, además, estaba blanca a causa de una severa deshidratación.
— Ayuda… Necesito ayuda… — Rogó pero nadie acudió a su llamado. Judah sabía que estaba solo y que de encontrarlo alguno de los gitanos, nadie lo socorrería porque todos le odiaban y lo deseaban muerto. Rió débilmente con ironía porque supo que había sido un error haber llegado hasta el campamento porque daba igual estar allí o en el bosque. Estuvo seguro de que ni siquiera Levana se dignaría en ayudarle en caso de encontrarle, no luego de lo que él le había hecho. — Malditos bastardos… — Los maldijo a todos con pesar, con una voz débil y quejumbrosa, y finalmente volvió a caer en la oscuridad cuando perdió por tercera vez el conocimiento y empezó a convulsionarse a causa del tétanos que ahora envenenaba su cuerpo.
Con la respiración agitada y una película de sudor que le cubría todo el cuerpo, especialmente la cara, Judah intentó ponerse de pie sin conseguirlo; estaba débil por la falta de alimentos y se sentía exhausto. El dolor en la pierna era realmente demoledor, tan punzante que lo único que conseguía era jadear en cada movimiento y caer pesadamente al piso, lastimándose aún más donde le dolía. Al segundo intento fallido, decidió quedarse sentado y descansar antes de realizar un tercer intento. Fue entonces que decidió ver a qué se estaba enfrentando. A través de la tela de su pantalón poco podía observarse, por eso decidió rajarla hasta llegar a la herida.
— Maldición... — Masculló para sí mismo con todo el pesimismo que le fue concebido al percatarse de la gravedad del asunto, y supo que se encontraba en verdaderos problemas al ver la profundidad del corte que tenía en su extremidad. La lesión era grave, la carne viva y roja brillaba y ardía ante el tacto del sol; la rajada en la piel tenía un largo de aproximadamente quince centímetros y supuraba un líquido viscoso y transparente que no pronosticaba nada bueno. Judah visualizó el pedazo de fierro con el que se había provocado semejante corte y lo lanzó con furia al descubrir que además de todo estaba oxidado. Dejó escapar un largo y audible suspiro y recargó una vez más su espalda contra el tronco, mientras cerraba los ojos en busca de una posible solución. Pronto se dio cuenta de que no tenía demasiadas alternativas y que sólo había dos cosas por hacer: intentar moverse a como diera lugar o quedarse en ese sitio y esperar a ser rescatado, lo cual, por supuesto, era bastante difícil que ocurriera.
Entonces decidió intentarlo de nuevo. Rasgó un pedazo de su pantalón y lo ató a la herida para impedir que siguiera contaminándose con la suciedad del bosque y con la ayuda del tronco logró ponerse de pie. El gitano lanzó un alarido sobrehumano al dar el primer paso y se detuvo del mismo árbol para impedir caer nuevamente. Dio el segundo paso y la respiración se le intensificó hasta comenzar a jadear; moverse le resultaba tan difícil como si a su cuerpo llevara atadas cadenas o como si estuviera intentando mover el mismo árbol que yacía junto a él, se sentía tan pesado que los huesos le crujían con cada movimiento. Cuando intentó dar el tercer paso perdió el equilibrio y cayó de rodillas haciéndose más daño en la herida; su grito desgarrador se escuchó en todo el bosque.
— Esto no está pasando… Esto no está pasando… — Intentó autoconvencerse, pero fue inútil. Se quedó allí, boca abajo, con el rostro hundido entre la hierba y la tierra que se pegaba a su boca ensalivada y sedienta. Judah era lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que salir de ese bosque sería lo más difícil que habría de hacer en toda su vida y que si sobrevivía sería un verdadero milagro, pero también era lo suficientemente terco para aferrarse a la vida y hacer algo al respecto. Si no podía caminar, se arrastraría.
***
La noche había llegado de nuevo cuando Judah, por fin y luego de una larga agonía, había logrado acercarse nuevamente hasta el campamento de los gitanos. Se sentía más enfermo, completamente débil y sucio y la herida había logrado infectarse aún más con el constante contacto con la tierra y suciedad que había tenido mientras él se arrastraba y ahora tenía un tono morado con tintes verdosos y azulados. Judah perdería la pierna o la vida si no se le trataba de inmediato, y de tratársele, era posible que tampoco sobreviviera. Su rostro estaba completamente sudoroso a causa de la fiebre que ahora le abatía y con las pocas fuerzas que aún habitaban su ser logró alzar el rostro y pedir ayuda. El sabor de la tierra habitaba toda su boca que, además, estaba blanca a causa de una severa deshidratación.
— Ayuda… Necesito ayuda… — Rogó pero nadie acudió a su llamado. Judah sabía que estaba solo y que de encontrarlo alguno de los gitanos, nadie lo socorrería porque todos le odiaban y lo deseaban muerto. Rió débilmente con ironía porque supo que había sido un error haber llegado hasta el campamento porque daba igual estar allí o en el bosque. Estuvo seguro de que ni siquiera Levana se dignaría en ayudarle en caso de encontrarle, no luego de lo que él le había hecho. — Malditos bastardos… — Los maldijo a todos con pesar, con una voz débil y quejumbrosa, y finalmente volvió a caer en la oscuridad cuando perdió por tercera vez el conocimiento y empezó a convulsionarse a causa del tétanos que ahora envenenaba su cuerpo.
Judah D'Maine- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
A pesar de los malos tratos, de conocerse de una mala forma, de saber que se habían, como se dice, "levantado con el pie izquierdo", ella no podía dejar de pensar que los dos habían actuado de la manera equivocada. Ella no mantenía ese mal humor, nunca lo había hecho, incluso teniendo a su padre a un lado, no se había comportado con él así. ¿Por qué razón había sido una grosera con Judah? ¿Por qué se había atrevido a invadir su espacio personal cortándole el cabello? Negaba repetidas veces, una y otra vez lo hacía, cómo si esos movimientos le dieran las respuestas necesarias, pero no, de esa forma menos las tendría. No estaba dispuesta a salir aquella noche de la casa, lo esperaría hasta que aguantara el sueño, si es que podía aguantar lo suficiente. Se preparó varias tazas de té, ordenó telas, preparó varios pedidos, y después de mucho tiempo, incluso sintiendo que estaba por venir el amanecer, se quedó profundamente dormida sobre la modesta mesa de madera de su carpa. Se sumergió en el cansancio, en el profundo sueño que se había aguantado muchas horas. ¿Por qué Judah no regresaba? La pregunta la había acompañado hasta sus sueños, se había colado en sus recuerdos que pronto se hicieron presentes cómo una película, repitiendo la escena desde su primer mirada cruzada, hasta la mordida, finalizando por completo en la partida el gitano.
A la mañana siguiente, Milenka fue interrumpida por aquella señora regordeta que había lastimado a Judah, le gritaba su nombre constantemente, de forma aguda, de esas que fastidian y que lo único que quieres hacer con ellas es callarlas, se llevó las manos a los ojos frotándolos con fuerza, y después llevó las mismas a sus oídos, saliendo de la carpa para ver a la mujer, quien le dirigía una mirada muy triunfal. La señora le informó que había visto a Judah irse en dirección al bosque, que estuvo montando guardia para ver si volvía, le informó que estaban agradecidos por haberlos liberados de ese mal, después de eso, le dio un fuerte y asqueroso abrazo, y la dejó en paz, dejando aturdida a Milenka, pues se sentía nerviosa, muy culpable de la partida del chico. Aquel día no tenía porque ir a abrir la tienda, era tiempo de libertad, se cambió sus ropajes, y se limitó a limpiar la carpa de cualquier cosa que le recordara lo ocurrido, cuando estuvo a punto de terminar, observó el gran puñado de cabello, lo tomó con rabia, aquello había sido el culpable de la partida del gitano, ella no se sentía orgullosa de lo que había logrado. En vez de tirar el cabello, formó una larga trenza con los restos que había trozado. dejándola a un lado, en el tocador principal, la dejó en medio, por extraña razón no quería tirarla, quizás si llegaba a tener la dicha de topárselo, se lo daría, y le pediría una disculpa sincera. Una disculpa del fondo de su corazón, pues en ese momento tenía una necesidad grande de hacerlo, aunque sabía fuera imposible.
La tarde fue tranquila, ni siquiera se escuchaban los murmullos de las personas que pasaban, el vacío estaba presente, la tranquilidad nunca le fue tan abruman. Se la pasó haciendo algunos encargos, adelantando trabajo en su día de descanso, todo aquello era una distracción, el cargo de consciencia le era muy fuerte. Dentro del campamento, Milenka tenía una especie de admirador, un joven que buscaba la manera de llamar su atención a toda costa, pero que al recordarle tanto a su padre, prefería simplemente ignorarle. El joven había estado fuera de su carpa quizás alrededor de una hora, llamándola, invitándola a asistir a una fiesta, fue tanta su insistencia que la gitana terminó por aceptar la propuesta, saliendo con un vestido ligero para poder "bailar algo". Muchos la felicitaron por haber logrado lo que nadie: correr al gitano de la comunidad, pero mientras más la llenaban de halagos, peor llegaba a sentirse. Fue una celebración muy incomoda, por lo que sólo danzó cuatro piezas, bebió un tarro de cerveza, y con la excusa del cansancio, se despidió para regresar a su hogar. El muchacho que la invitó, la siguió, acompañándola para asegurarse que estaría bien. Palabras iban y venían en medio del bosque, pero por más esfuerzo que ponía, Milenka no quería hablar, ni sonreír, simplemente desplomarse en su camastro, dormirse, y olvidar por unas horas todo lo poco que había vivido apenas unas horas atrás, estaba deseosa de poder olvidarlo.
- ¿Judah? - Susurró, interrumpiendo la platica del chico, quien pronto frunció el ceño al verla interesada por otra persona, por otra que no era él; Milenka aceleró el paso al haber reconocido, aquello no podía ser su imaginación, aquel bulto tenía sus formas, no podría pasarlo desapercibido. Corrió hasta llegar a su lado. Podía ver el rostro sudoroso del gitano, su piel pálida, todo aquello le dio una gran mala espina. El cuerpo de Judah comenzó a tener ligeros ataques que lo movían con fuerza, algo que la joven había visto un par de veces, estiró su vestido, y con fuerza metió un poco de la tela del mismo, impidiendo que se lastimara por los ataques - Judah, Judah reacciona por favor - Le suplico. Sostuvo sus brazos a los lados, y notó como poco a poco se iba calmando. La respiración de la joven comenzó a alterarse, poco a poco por no tener idea de lo que pasaba. Alzó su mirada, observando al idiota del gitano que la había acompañado. El hombre mantenía una sonrisa burlona, miraba a Judah como si estuviera disfrutando del espectáculo, de verlo tan mal. La joven le dirigió una mirada de desprecio, no entendía como algunas personas se divertían con el dolor y las desgracias ajenas. El mundo estaba tan jodido, no entendía cómo era posible eso. Cómo pudo colocó a Judah sobre sus piernas, quitándole el trozo de tela de la boca, aquel estaba ensalivado, casi escurriendo de la esencia de Judah. Le acarició el rostro unos momentos, estaba mal, verdaderamente mal.
Milenka permaneció en silencio unos minutos, no muchos pues estaba consiente que el tiempo perdido podría ser letal para el gitano. Le pidió entonces ayuda al desconsiderado, casi rogándole porque le apoyara a meterlo a la carpa. Cuando lo colocó sobre su pequeña "cama", ni siquiera sintió una pizca de vergüenza, lo corrió, le dijo que se largara y que no volviera por unos días. El joven asombrado, y con el orgullo pisoteado, salió de aquella hermosa carpa, lanzando maldiciones al aire, dejando en claro a la mujer que ni siquiera en broma volvería, lo cual la hizo sentir ligeramente agradecida. Milenka cerró rápidamente todas las entradas de su carpa, colocando broches metálicos, pesados y anchos para que nadie intentara mover las telas, pues de hacerlo las rasgarían. Entre gitanos las carpas tenían que ser sagradas, se debían respetar.
- Tienes que ponerte bien - Susurró de forma muy suave, comenzó a encender las lamparas, todas ellas hasta dejar la claridad dentro de sus "paredes". Su mirada se dirigió a cada parte de su cuerpo, hasta que por fin encontró la razón por la que el gitano estaba delirando. Milenka llevó sus manos hasta la pierna de Judah, arrancó las partes de tela que aún le cubrían o llegarían a molestar. La herida se notaba tan mal. Suspiró,, tomó varios trapos, y los dejó caer a la vasija de agua que tenía sobre el tocador de madera, apenas y los exprimió, pues los pasó con sumo cuidado, limpiando toda suciedad que había entrado. Lo único bueno que le veía al asunto, era tener inconsciente, pues así no sufriría los dolores de la curación. Apretó también la herida, logrando que la pus saliera, así estuvo hasta lograr que la sangre limpia saliera, eso era una buena señal. Animosa le coloco trapos encima ejerciendo presión, eso le ayudaría a sanar. Buscó en libros remedios, y los preparó con rapidez. A su manera se los dio a beber, dejando que pequeñas gotas se adentraran por sus labios y escurrieran por su garganta, así estuvo un largo rato hasta que creyó le había dado lo suficiente. El color de piel de Judah estaba volviendo a tener el correcto, sus labios ya no eran blanquecinos, tenían un tono rosáceo. Milenka estaba consiente que estaría por amanecer, y que poco había dormido, pero no le importaba, el que ella supiera estaba mejorando le dieron grandes ánimos.
Cansada, y segura de que pasaría algunas horas más inconsciente, Milenka se acomodó a un lado de Judah, recostándose para poder descansar. El rostro del gitano la termino por convencer que ya estaría mejor, que las cosas mejorarían, por eso cerró los ojos, los cerró buscando relajarse, pero antes de que pudiera volverlos a abrir, se perdió en un sueño profundo.
A la mañana siguiente, Milenka fue interrumpida por aquella señora regordeta que había lastimado a Judah, le gritaba su nombre constantemente, de forma aguda, de esas que fastidian y que lo único que quieres hacer con ellas es callarlas, se llevó las manos a los ojos frotándolos con fuerza, y después llevó las mismas a sus oídos, saliendo de la carpa para ver a la mujer, quien le dirigía una mirada muy triunfal. La señora le informó que había visto a Judah irse en dirección al bosque, que estuvo montando guardia para ver si volvía, le informó que estaban agradecidos por haberlos liberados de ese mal, después de eso, le dio un fuerte y asqueroso abrazo, y la dejó en paz, dejando aturdida a Milenka, pues se sentía nerviosa, muy culpable de la partida del chico. Aquel día no tenía porque ir a abrir la tienda, era tiempo de libertad, se cambió sus ropajes, y se limitó a limpiar la carpa de cualquier cosa que le recordara lo ocurrido, cuando estuvo a punto de terminar, observó el gran puñado de cabello, lo tomó con rabia, aquello había sido el culpable de la partida del gitano, ella no se sentía orgullosa de lo que había logrado. En vez de tirar el cabello, formó una larga trenza con los restos que había trozado. dejándola a un lado, en el tocador principal, la dejó en medio, por extraña razón no quería tirarla, quizás si llegaba a tener la dicha de topárselo, se lo daría, y le pediría una disculpa sincera. Una disculpa del fondo de su corazón, pues en ese momento tenía una necesidad grande de hacerlo, aunque sabía fuera imposible.
La tarde fue tranquila, ni siquiera se escuchaban los murmullos de las personas que pasaban, el vacío estaba presente, la tranquilidad nunca le fue tan abruman. Se la pasó haciendo algunos encargos, adelantando trabajo en su día de descanso, todo aquello era una distracción, el cargo de consciencia le era muy fuerte. Dentro del campamento, Milenka tenía una especie de admirador, un joven que buscaba la manera de llamar su atención a toda costa, pero que al recordarle tanto a su padre, prefería simplemente ignorarle. El joven había estado fuera de su carpa quizás alrededor de una hora, llamándola, invitándola a asistir a una fiesta, fue tanta su insistencia que la gitana terminó por aceptar la propuesta, saliendo con un vestido ligero para poder "bailar algo". Muchos la felicitaron por haber logrado lo que nadie: correr al gitano de la comunidad, pero mientras más la llenaban de halagos, peor llegaba a sentirse. Fue una celebración muy incomoda, por lo que sólo danzó cuatro piezas, bebió un tarro de cerveza, y con la excusa del cansancio, se despidió para regresar a su hogar. El muchacho que la invitó, la siguió, acompañándola para asegurarse que estaría bien. Palabras iban y venían en medio del bosque, pero por más esfuerzo que ponía, Milenka no quería hablar, ni sonreír, simplemente desplomarse en su camastro, dormirse, y olvidar por unas horas todo lo poco que había vivido apenas unas horas atrás, estaba deseosa de poder olvidarlo.
- ¿Judah? - Susurró, interrumpiendo la platica del chico, quien pronto frunció el ceño al verla interesada por otra persona, por otra que no era él; Milenka aceleró el paso al haber reconocido, aquello no podía ser su imaginación, aquel bulto tenía sus formas, no podría pasarlo desapercibido. Corrió hasta llegar a su lado. Podía ver el rostro sudoroso del gitano, su piel pálida, todo aquello le dio una gran mala espina. El cuerpo de Judah comenzó a tener ligeros ataques que lo movían con fuerza, algo que la joven había visto un par de veces, estiró su vestido, y con fuerza metió un poco de la tela del mismo, impidiendo que se lastimara por los ataques - Judah, Judah reacciona por favor - Le suplico. Sostuvo sus brazos a los lados, y notó como poco a poco se iba calmando. La respiración de la joven comenzó a alterarse, poco a poco por no tener idea de lo que pasaba. Alzó su mirada, observando al idiota del gitano que la había acompañado. El hombre mantenía una sonrisa burlona, miraba a Judah como si estuviera disfrutando del espectáculo, de verlo tan mal. La joven le dirigió una mirada de desprecio, no entendía como algunas personas se divertían con el dolor y las desgracias ajenas. El mundo estaba tan jodido, no entendía cómo era posible eso. Cómo pudo colocó a Judah sobre sus piernas, quitándole el trozo de tela de la boca, aquel estaba ensalivado, casi escurriendo de la esencia de Judah. Le acarició el rostro unos momentos, estaba mal, verdaderamente mal.
Milenka permaneció en silencio unos minutos, no muchos pues estaba consiente que el tiempo perdido podría ser letal para el gitano. Le pidió entonces ayuda al desconsiderado, casi rogándole porque le apoyara a meterlo a la carpa. Cuando lo colocó sobre su pequeña "cama", ni siquiera sintió una pizca de vergüenza, lo corrió, le dijo que se largara y que no volviera por unos días. El joven asombrado, y con el orgullo pisoteado, salió de aquella hermosa carpa, lanzando maldiciones al aire, dejando en claro a la mujer que ni siquiera en broma volvería, lo cual la hizo sentir ligeramente agradecida. Milenka cerró rápidamente todas las entradas de su carpa, colocando broches metálicos, pesados y anchos para que nadie intentara mover las telas, pues de hacerlo las rasgarían. Entre gitanos las carpas tenían que ser sagradas, se debían respetar.
- Tienes que ponerte bien - Susurró de forma muy suave, comenzó a encender las lamparas, todas ellas hasta dejar la claridad dentro de sus "paredes". Su mirada se dirigió a cada parte de su cuerpo, hasta que por fin encontró la razón por la que el gitano estaba delirando. Milenka llevó sus manos hasta la pierna de Judah, arrancó las partes de tela que aún le cubrían o llegarían a molestar. La herida se notaba tan mal. Suspiró,, tomó varios trapos, y los dejó caer a la vasija de agua que tenía sobre el tocador de madera, apenas y los exprimió, pues los pasó con sumo cuidado, limpiando toda suciedad que había entrado. Lo único bueno que le veía al asunto, era tener inconsciente, pues así no sufriría los dolores de la curación. Apretó también la herida, logrando que la pus saliera, así estuvo hasta lograr que la sangre limpia saliera, eso era una buena señal. Animosa le coloco trapos encima ejerciendo presión, eso le ayudaría a sanar. Buscó en libros remedios, y los preparó con rapidez. A su manera se los dio a beber, dejando que pequeñas gotas se adentraran por sus labios y escurrieran por su garganta, así estuvo un largo rato hasta que creyó le había dado lo suficiente. El color de piel de Judah estaba volviendo a tener el correcto, sus labios ya no eran blanquecinos, tenían un tono rosáceo. Milenka estaba consiente que estaría por amanecer, y que poco había dormido, pero no le importaba, el que ella supiera estaba mejorando le dieron grandes ánimos.
Cansada, y segura de que pasaría algunas horas más inconsciente, Milenka se acomodó a un lado de Judah, recostándose para poder descansar. El rostro del gitano la termino por convencer que ya estaría mejor, que las cosas mejorarían, por eso cerró los ojos, los cerró buscando relajarse, pero antes de que pudiera volverlos a abrir, se perdió en un sueño profundo.
- Spoiler:
- LAMENTO robarte (?) el color, es que e_e para que se viera mejor! Ojalá te guste
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
A la mañana siguiente, Judah no despertó. Tampoco lo hizo al día siguiente. Permaneció tendido durante tres días sobre la camastro que Milenka le había destinado, con los ojos completamente cerrados, el cuerpo rígido y ese color blancuzco en todo el cuerpo pero que se hacía más visible en su rostro, especialmente en sus labios que parecían haberse secado y partido a causa de su inconsciencia y enfermedad. El único indicio de que el gitano seguía vivo era el movimiento que se ejercía en su pecho, mismo que subía y bajaba con cada débil respiración y que era apenas visible a causa de su agotamiento. Su pierna estaba mejor luego de la curación que la gitana le había hecho, pero no podía decirse que el peligro había pasado ya que aún tenía un mal aspecto. La piel de la cortada mostraba un color entre verdoso y morado que rodeaba especialmente la carne alrededor de la herida. Judah necesitaba de un verdadero milagro para poder salir de esa porque, si bien tenía esperanzas de sobrevivir, eso no garantizaba que no perdería la pierna, que volvería a ser el mismo si lograba recuperarse.
Durante las noches permaneció callado, inconsciente de todo, hundido en un profundo sueño que ni siquiera le permitió sentir el dolor que las constantes curaciones de Milenka le hubieran provocado, o el calor sofocante que comenzaba a sentirse a causa del cambio de estación. El verano había llegado, trayendo consigo unas noches húmedas y calientes en las que la ropa creaba esa insaciable necesidad de despojarse de toda prenda y gozar así de un poco de frescura. Judah tenía el cuerpo húmedo a causa del excesivo sudor y en esos tres días le había crecido un poco de barba que lo hacía lucir todavía más desaliñado. La humedad de su piel también se debía a la fiebre intermitente que había estado sufriendo desde el momento en que su herida se había infectado y que por momentos se elevaba al grado de hacerlo temblar y delirar. Curiosamente, durante sus delirios, a quien más llamada Judah era a Milenka; le pedía que lo ayudara, que no lo dejara morir, pero cuando ella acudía a él, él tenia los ojos cerrados y la esperanza en ella de que Judah por fin hubiera despertado se desvanecía de inmediato.
Hasta que, por fin, a la tercera noche, despertó. Con dificultad abrió los ojos a eso de las tres y media de la mañana, cuando la carpa se encontraba completamente hundida en penumbras y lo único que le permitía darse cuenta del sitio donde se encontraba era la débil luz de una vela que titilaba meciéndose con el débil viento que se colaba por entre los plásticos de la carpa. Se sentía tan mareado y tan desorientado que, por un momento, le costó reconocer a la joven que se encontraba recostada a su lado. La miró con extrañeza, y frunció el ceño mientras entrecerraba los ojos en busca de una explicación. Movió un poco la sábana que tenía encima del cuerpo y se percató de que estaba semidesnudo, cosa que lo alertó aún más. ¿Habían dormido juntos, o qué…?
— ¡Ahhhh, maldición! — Bramó de dolor cuando intentó moverse en la cama para ponerse de pie. Era imposible. Y fue allí cuando recordó lo que había pasado. En su mente se agolparon uno a uno los recuerdos de las noches pasadas; recordó cómo se había herido, los días que había pasado en el bosque, cómo se había arrastrado hasta el campamento, la sensación de que la muerte lo rondaba y esa desesperanza que había vivido al no ser rescatado por nadie. El dolor lo regresó a la realidad. Apartó la sábana y desesperado empezó a quitarse los vendajes que Milenka le había hecho, dándose cuenta de que su herida aún seguía viva y supurante. — Oh, Dios… Oh, no, no… Esto no está pasando, no está pasando... — Estupefacto miró la gravedad del asunto y supo de inmediato las consecuencias que tal herida podía traerle. Se sintió nuevamente mareado, con unas náuseas tan terribles que le provocaron ganas de vomitar. Tomó a Milenka de los hombros y, sin tener un poco de piedad por la muchacha que parecía cansada luego de tres noches de desvelo a causa de su enfermo, la sacudió para despertarla.
— ¡Milenka, despierta! ¡Milenka, tienes que ayudarme! — La desesperación se hizo notoria en sus gritos, mismos que a su vez se transformaron en súplicas. La miró con los ojos bien abiertos, sin soltarla. — Tienes que ayudarme, no puedes dejar que pierda la pierna. Tienes que hacer algo. Por favor… — Repitió una y otra vez hasta el cansancio, hasta que logró conmover a la muchacha y quizás también confundirla, porque el Judah que rogaba por su ayuda no tenía nada que ver con el que la había herido e intentado matar días antes. — ¿Vas a ayudarme o te vengarás de todo lo que te hice? — Preguntó con temor, siendo completamente consciente de las consecuencias de sus actos. Resultaba inconcebible que su vida estuviera precisamente en manos de ella. Parecía que el destino quería darle una lección y de él dependería el aprenderla o pasarla por alto, como siempre hacía.
Durante las noches permaneció callado, inconsciente de todo, hundido en un profundo sueño que ni siquiera le permitió sentir el dolor que las constantes curaciones de Milenka le hubieran provocado, o el calor sofocante que comenzaba a sentirse a causa del cambio de estación. El verano había llegado, trayendo consigo unas noches húmedas y calientes en las que la ropa creaba esa insaciable necesidad de despojarse de toda prenda y gozar así de un poco de frescura. Judah tenía el cuerpo húmedo a causa del excesivo sudor y en esos tres días le había crecido un poco de barba que lo hacía lucir todavía más desaliñado. La humedad de su piel también se debía a la fiebre intermitente que había estado sufriendo desde el momento en que su herida se había infectado y que por momentos se elevaba al grado de hacerlo temblar y delirar. Curiosamente, durante sus delirios, a quien más llamada Judah era a Milenka; le pedía que lo ayudara, que no lo dejara morir, pero cuando ella acudía a él, él tenia los ojos cerrados y la esperanza en ella de que Judah por fin hubiera despertado se desvanecía de inmediato.
Hasta que, por fin, a la tercera noche, despertó. Con dificultad abrió los ojos a eso de las tres y media de la mañana, cuando la carpa se encontraba completamente hundida en penumbras y lo único que le permitía darse cuenta del sitio donde se encontraba era la débil luz de una vela que titilaba meciéndose con el débil viento que se colaba por entre los plásticos de la carpa. Se sentía tan mareado y tan desorientado que, por un momento, le costó reconocer a la joven que se encontraba recostada a su lado. La miró con extrañeza, y frunció el ceño mientras entrecerraba los ojos en busca de una explicación. Movió un poco la sábana que tenía encima del cuerpo y se percató de que estaba semidesnudo, cosa que lo alertó aún más. ¿Habían dormido juntos, o qué…?
— ¡Ahhhh, maldición! — Bramó de dolor cuando intentó moverse en la cama para ponerse de pie. Era imposible. Y fue allí cuando recordó lo que había pasado. En su mente se agolparon uno a uno los recuerdos de las noches pasadas; recordó cómo se había herido, los días que había pasado en el bosque, cómo se había arrastrado hasta el campamento, la sensación de que la muerte lo rondaba y esa desesperanza que había vivido al no ser rescatado por nadie. El dolor lo regresó a la realidad. Apartó la sábana y desesperado empezó a quitarse los vendajes que Milenka le había hecho, dándose cuenta de que su herida aún seguía viva y supurante. — Oh, Dios… Oh, no, no… Esto no está pasando, no está pasando... — Estupefacto miró la gravedad del asunto y supo de inmediato las consecuencias que tal herida podía traerle. Se sintió nuevamente mareado, con unas náuseas tan terribles que le provocaron ganas de vomitar. Tomó a Milenka de los hombros y, sin tener un poco de piedad por la muchacha que parecía cansada luego de tres noches de desvelo a causa de su enfermo, la sacudió para despertarla.
— ¡Milenka, despierta! ¡Milenka, tienes que ayudarme! — La desesperación se hizo notoria en sus gritos, mismos que a su vez se transformaron en súplicas. La miró con los ojos bien abiertos, sin soltarla. — Tienes que ayudarme, no puedes dejar que pierda la pierna. Tienes que hacer algo. Por favor… — Repitió una y otra vez hasta el cansancio, hasta que logró conmover a la muchacha y quizás también confundirla, porque el Judah que rogaba por su ayuda no tenía nada que ver con el que la había herido e intentado matar días antes. — ¿Vas a ayudarme o te vengarás de todo lo que te hice? — Preguntó con temor, siendo completamente consciente de las consecuencias de sus actos. Resultaba inconcebible que su vida estuviera precisamente en manos de ella. Parecía que el destino quería darle una lección y de él dependería el aprenderla o pasarla por alto, como siempre hacía.
Judah D'Maine- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Sus labios estaban separados, dejando entrar y salir el aire que sus pulmones necesitaban para mantenerla con vida. Ella estaba cansada, apenas había cerrado los ojos un par de horas desde que el gitano volvió, a duras penas tocó un poco de alimento, era evidente que estaba ansiosa por verlo despertar, de saber que todo aquello que hacía no era en balde. La muchacha se sentía muy culpable, de no haber sacado el carácter de su padre, probablemente no habrían peleando, ella habría sido un poco más accesible, y ambos estarían profundamente dormidos, pero la situación era muy distinta, tenía que revertir el daño que había hecho, o al menos intentar apaciguarlo un poco; el aire entraba y salía de forma muy pesada, se veía a una castaña tranquila, en verdadera paz, como si se reconociera a si misma el trabajo que había hecho todos esos días, al menos todo lo humanamente posible lo había intentado, puesto en practica, todo aquello que estaba en sus posibilidades. De haber podido hacer más, estaba segura que lo haría, incluso si necesitaba entregado parte de su cuerpo por salvarlo, pues su consciencia la remordería toda la vida, y estaba segura que así no podría vivir.
- Duele, despacio - Pidió medio adormitada. Sus puños se fueron a sus ojos frotando de forma insistente, era como si ese gesto le quitara el cansancio que llevaba sobre sus hombros. Ni siquiera había reconocido la voz de Judah, quizás la veía tan lejana, o simplemente la había olvidado. Cuando sus ojos por fin fueron liberados de la presión, y se acostumbró a la tenue luz, pudo notarlo a él, despierto. La chica se llevó una mano a los labios, extrañaba, encantada, y feliz por lo que estaba presenciando. Sin duda, eso no era un sueño. El chico estaba vivo, se había recuperado. Que recobrara la consciencia era el progreso del siglo para ella, eso quería decir que no corría riesgo de morir. Sin poder evitarlo lo abrazó, con mucha fuerza del cuello - Estás vivo, Judah, estás vivo… -Dijo en medio del abrazo, ignorando todo lo demás que él pudiera decir o suplicar. Incluso el sueño se había ido, Morfeo podía esperarla unas horas más, mientras tanto podía entretenerse con alguien más, ella estaba ocupada. Le soltó lo más rápido posible que pudo, intentando no lastimarlo, su emoción le había hecho olvidar el estado del hombre.
- Shtttt - Le colocó un dedo sobre sus labios, con el afán de que se mantuviera en total silencio - Cálmate, Judah, lo más difícil ya pasó, estuve cuidando tu herida, se ve así porque está sanando, pero hace dos días tenía un color verdaderamente asqueroso, iba a guardarlo para que lo vieras, pero apestaba tanto que fui a tirarlo al bosque. - Finalizó, se puso de pie, alado de Judah, en una pequeña y frágil mesita de madera, había un trapo sumergido en una charola de agua. Exprimió el trapo, y se lo pasó varias veces por su frente, aliviándole el calor, y evitando que el sudor le corriera por los ojos, suficiente tenía con soportar aquella pierna - Estarás bien, confía en mi - Le volteó a ver, dedicándole una sonrisa amplia, topándose con los ojos temerosos de aquel que hace unos días la miraba con odio y rabia. Que rápido cambiaban las cosas para ella. - Te he ayudado desde que llegaste arrastrándote Judah, solita pude cargarte hasta donde estás recostado, doy gracias al universo que estás delgado, y no pesas mucho, sino probablemente si estarías muerto por la suciedad que habríamos arrastrado - Suspiró, volviendo a sonreír como si se trataran de dos conocidos que se querían desde hace tiempo.
- ¿Ves esos colores raros que están dentro de tu herida? - Terminó por destapar la pierna del chico, enseñándole con el dedo, pero sin ejercer presión, algunas tonalidades verdes, incluso amarillas - Sólo son remedios, te están ayudando a curarte, no te los vayas a quitar, incluso aunque te arda, si lo haces, no vas a sanar, estarás peor, y si morirás - Le terminó de decir, y se sentó en el borde, colocó una mano en su pecho desnudo, y lo empujo suavemente para que se recostara. - No te preocupes por nada, simplemente descansa, eres un sobreviviente, no cualquiera puede despertar después de esa herida - La mano que descansaba en el pecho masculino, terminó acariciando la mejilla y la barba del hombre. Milenka ya no le tenía miedo, muy por el contrario, se sentía a gusto con su presencia, que él volviera a abrir los ojos, a hablarle la hacía sentir muy feliz, ignorando como habían empezado. Quiso besarle la mejilla, pero en eso no se sentía en confianza.
- ¿Tienes hambre, Judah? Todos los días he preparado dos porciones de comida, una para ti, y una para mi, nunca perdí la esperanza en que volverías a mi, nunca perdí la esperanza de que podríamos volver a hablar ¿no es absurdo? - Se levantó, buscó por todo el lugar las demás lamparas, los demás cerillos, y así poco a poco, se dedico a encender das las lamparas a su paso, dejando la visibilidad plena de la carpa. - Tu porción de hoy está intacta, te la daré - Simplemente quitó la tapa del plato, tomó una cuchara, y se acercó a él - Yo te daré de comer, no quiero que hagas esfuerzo o movimientos en falsos, y por favor, no me contradigas, no quiero pelear contigo, la última vez que lo hicimos estuve a punto de perderte - Terminó por decir, y suspiró de nueva cuenta - Respecto a la venganza… - Le recordó la última pregunta que minutos atrás le había hecho - Nunca me he vengado de nadie, ni siquiera de mi padre, no empezaré contigo... Aunque bueno, puedes ser la excepción- Terminó de hablar, sirvió un poco de alimento en la cuchara y se lo acercó en los labios - La sopa fría es deliciosa, no tiene mucho, pero te va a sustentar - Casi a la fuerza le metió el primer bocado, pero lo hizo, el gitano debía comer, eso aceleraría su mejora.
- Duele, despacio - Pidió medio adormitada. Sus puños se fueron a sus ojos frotando de forma insistente, era como si ese gesto le quitara el cansancio que llevaba sobre sus hombros. Ni siquiera había reconocido la voz de Judah, quizás la veía tan lejana, o simplemente la había olvidado. Cuando sus ojos por fin fueron liberados de la presión, y se acostumbró a la tenue luz, pudo notarlo a él, despierto. La chica se llevó una mano a los labios, extrañaba, encantada, y feliz por lo que estaba presenciando. Sin duda, eso no era un sueño. El chico estaba vivo, se había recuperado. Que recobrara la consciencia era el progreso del siglo para ella, eso quería decir que no corría riesgo de morir. Sin poder evitarlo lo abrazó, con mucha fuerza del cuello - Estás vivo, Judah, estás vivo… -Dijo en medio del abrazo, ignorando todo lo demás que él pudiera decir o suplicar. Incluso el sueño se había ido, Morfeo podía esperarla unas horas más, mientras tanto podía entretenerse con alguien más, ella estaba ocupada. Le soltó lo más rápido posible que pudo, intentando no lastimarlo, su emoción le había hecho olvidar el estado del hombre.
- Shtttt - Le colocó un dedo sobre sus labios, con el afán de que se mantuviera en total silencio - Cálmate, Judah, lo más difícil ya pasó, estuve cuidando tu herida, se ve así porque está sanando, pero hace dos días tenía un color verdaderamente asqueroso, iba a guardarlo para que lo vieras, pero apestaba tanto que fui a tirarlo al bosque. - Finalizó, se puso de pie, alado de Judah, en una pequeña y frágil mesita de madera, había un trapo sumergido en una charola de agua. Exprimió el trapo, y se lo pasó varias veces por su frente, aliviándole el calor, y evitando que el sudor le corriera por los ojos, suficiente tenía con soportar aquella pierna - Estarás bien, confía en mi - Le volteó a ver, dedicándole una sonrisa amplia, topándose con los ojos temerosos de aquel que hace unos días la miraba con odio y rabia. Que rápido cambiaban las cosas para ella. - Te he ayudado desde que llegaste arrastrándote Judah, solita pude cargarte hasta donde estás recostado, doy gracias al universo que estás delgado, y no pesas mucho, sino probablemente si estarías muerto por la suciedad que habríamos arrastrado - Suspiró, volviendo a sonreír como si se trataran de dos conocidos que se querían desde hace tiempo.
- ¿Ves esos colores raros que están dentro de tu herida? - Terminó por destapar la pierna del chico, enseñándole con el dedo, pero sin ejercer presión, algunas tonalidades verdes, incluso amarillas - Sólo son remedios, te están ayudando a curarte, no te los vayas a quitar, incluso aunque te arda, si lo haces, no vas a sanar, estarás peor, y si morirás - Le terminó de decir, y se sentó en el borde, colocó una mano en su pecho desnudo, y lo empujo suavemente para que se recostara. - No te preocupes por nada, simplemente descansa, eres un sobreviviente, no cualquiera puede despertar después de esa herida - La mano que descansaba en el pecho masculino, terminó acariciando la mejilla y la barba del hombre. Milenka ya no le tenía miedo, muy por el contrario, se sentía a gusto con su presencia, que él volviera a abrir los ojos, a hablarle la hacía sentir muy feliz, ignorando como habían empezado. Quiso besarle la mejilla, pero en eso no se sentía en confianza.
- ¿Tienes hambre, Judah? Todos los días he preparado dos porciones de comida, una para ti, y una para mi, nunca perdí la esperanza en que volverías a mi, nunca perdí la esperanza de que podríamos volver a hablar ¿no es absurdo? - Se levantó, buscó por todo el lugar las demás lamparas, los demás cerillos, y así poco a poco, se dedico a encender das las lamparas a su paso, dejando la visibilidad plena de la carpa. - Tu porción de hoy está intacta, te la daré - Simplemente quitó la tapa del plato, tomó una cuchara, y se acercó a él - Yo te daré de comer, no quiero que hagas esfuerzo o movimientos en falsos, y por favor, no me contradigas, no quiero pelear contigo, la última vez que lo hicimos estuve a punto de perderte - Terminó por decir, y suspiró de nueva cuenta - Respecto a la venganza… - Le recordó la última pregunta que minutos atrás le había hecho - Nunca me he vengado de nadie, ni siquiera de mi padre, no empezaré contigo... Aunque bueno, puedes ser la excepción- Terminó de hablar, sirvió un poco de alimento en la cuchara y se lo acercó en los labios - La sopa fría es deliciosa, no tiene mucho, pero te va a sustentar - Casi a la fuerza le metió el primer bocado, pero lo hizo, el gitano debía comer, eso aceleraría su mejora.
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Un poco más tranquilo, Judah observó la herida que Milenka le mostraba, explicándole la situación. Quiso decirle que para él aún lucía bastante asquerosa, pero se limitó a mostrar una mueca de desagrado y apartó la mirada al instante, notablemente más relajado, luego de escucharle decir que ya estaba fuera de peligro. Él no era el tipo de hombre que iba por la vida poniendo su vida en manos de otros, que confiaba ciegamente en las personas, pero luego de conocer a Milenka, a la verdadera, y de presenciar la forma en que lo cuidaba y se preocupaba por él, estaba seguro de que ella valía la pena, y que sin haberlo planeado de ese modo, era capaz de meter las manos al fuego por ella, si en algún momento era necesario. Tales sentimientos no lo tenían del todo contento, pero eran irrefutables. Se sentía en deuda, y eso, en el fondo, lo hacía sentir un poco irritado, porque nunca antes había experimentado tal cosa y ahora no sabía cómo lidiar con ello. ¿Debía comportarse? ¿Debía ser otro con ella? ¿Judah D’Maine? ¡Qué tontería!
Quizá sólo debía hacer lo que una persona normal haría, agradecerle por sus atenciones, disculparse por sus anteriores actos y la forma en que le había hablado, pero el orgullo lo detenía, era demasiado pronto como para doblar las manos. Quizá lo haría más delante, le agradecería sus atenciones a su modo, pero no ahora, además, estaba tan sorprendido con la forma en que ella se expresaba de él, su cercanía, su abrazo, que sencillamente lo había dejado pasmado, le había quitado el habla y borrado de su mente cualquier excusa tonta para no hacer lo que ella le pedía.
El abrazo que Milenka le daba era mucho más de lo que había llegado a esperar de una extraña como ella, sobre todo de la mujer a la que había herido y había deseado matar tres días antes. Se quedó quieto mientras ella lo rodeaba con sus brazos largos y delgados, y la calidez de su cuerpo le resultó más agradable de lo que imaginó. Era la tercera persona que se atrevía a darle un abrazo en toda su vida, los otros dos habían sido sus padres, y ambos estaban muertos. No pudo evitar preguntarse qué había hecho él para merecer el aprecio de la joven, si desde que había irrumpido en la carpa se había dedicado a molestar a la muchacha, a hacerle la vida imposible, a perturbar su paz e invadir su espacio. Ella, en cambio, le había salvado la vida en dos ocasiones, en menos de una semana. ¡Cómo diablos iba a compensar semejante cosa! Era demasiado para él, para alguien a quien no le gustaba deberle nada a nadie, que era un ser libre e independiente. Ahora ella lo tenía atado de pies y manos, sin la mínima posibilidad de alejarse, al menos hasta que le hubiera devuelto un poco de sus innumerables atenciones. Y, un buen inicio para eso, era no negarse a lo que ella le pedía, así que abrió la boca y tragó el primer bocado que ella le ofrecía. La comida le supo extraña al inicio, pues hacía bastantes días que no probaba bocado, pero conforme la sopa fue extendiéndose por sus papilas gustativas, esta llegó a adquirir un sabor delicioso y adictivo. Descubrió que estaba tan hambriento como un león enjaulado, y la porción que la gitana había destinado para él de pronto le pareció insuficiente.
—Esto está delicioso. ¿No tienes más? —preguntó entornando los ojos en el sitio donde la muchacha guardaba sus víveres, en busca de algo más que pudiera ingerir, pero de pronto hubo algo más interesante en que enfocar su mente. —¿Tu padre? ¿Qué fue lo que hizo? —preguntó sin comprender a qué se refería la muchacha, volcando toda su atención en el tema.
Se sintió curioso y repentinamente deseoso de poder conocer un poco sobre la mujer que tantas atenciones estaba dándole, porque, después de todo, ella seguía siendo no más que una desconocida de la que sabía apenas un par de cosas. No sabía nada más que su nombre y que se ganaba la vida vendiendo telas, que a diferencia de él, en la comunidad gitana, era respetada, y que además de todo era muy buena curandera. ¿Qué otros secretos escondería la morena? La inspeccionó con la mirada y le pareció detectar en su rostro una mezcla de tristeza y despecho. Tales cosas le hicieron sospechar que no podía ser nada bueno lo que ella tenía para contar sobre su padre, que podía incluso molestarle, herirle o hacerla sentir incómoda que él se lo preguntara, pero Judah no era lo suficientemente sensato como para olvidar sus preguntas y abandonar la idea de adentrarla en un terreno tan pantanoso como lo era el pasado.
—¿Fue tan grave lo que hizo que pensaste en vengarte de él, de tu propio creador? ¿Dónde está él ahora? —insistió. La impertinencia era una más de sus múltiples defectos.
Quizá sólo debía hacer lo que una persona normal haría, agradecerle por sus atenciones, disculparse por sus anteriores actos y la forma en que le había hablado, pero el orgullo lo detenía, era demasiado pronto como para doblar las manos. Quizá lo haría más delante, le agradecería sus atenciones a su modo, pero no ahora, además, estaba tan sorprendido con la forma en que ella se expresaba de él, su cercanía, su abrazo, que sencillamente lo había dejado pasmado, le había quitado el habla y borrado de su mente cualquier excusa tonta para no hacer lo que ella le pedía.
El abrazo que Milenka le daba era mucho más de lo que había llegado a esperar de una extraña como ella, sobre todo de la mujer a la que había herido y había deseado matar tres días antes. Se quedó quieto mientras ella lo rodeaba con sus brazos largos y delgados, y la calidez de su cuerpo le resultó más agradable de lo que imaginó. Era la tercera persona que se atrevía a darle un abrazo en toda su vida, los otros dos habían sido sus padres, y ambos estaban muertos. No pudo evitar preguntarse qué había hecho él para merecer el aprecio de la joven, si desde que había irrumpido en la carpa se había dedicado a molestar a la muchacha, a hacerle la vida imposible, a perturbar su paz e invadir su espacio. Ella, en cambio, le había salvado la vida en dos ocasiones, en menos de una semana. ¡Cómo diablos iba a compensar semejante cosa! Era demasiado para él, para alguien a quien no le gustaba deberle nada a nadie, que era un ser libre e independiente. Ahora ella lo tenía atado de pies y manos, sin la mínima posibilidad de alejarse, al menos hasta que le hubiera devuelto un poco de sus innumerables atenciones. Y, un buen inicio para eso, era no negarse a lo que ella le pedía, así que abrió la boca y tragó el primer bocado que ella le ofrecía. La comida le supo extraña al inicio, pues hacía bastantes días que no probaba bocado, pero conforme la sopa fue extendiéndose por sus papilas gustativas, esta llegó a adquirir un sabor delicioso y adictivo. Descubrió que estaba tan hambriento como un león enjaulado, y la porción que la gitana había destinado para él de pronto le pareció insuficiente.
—Esto está delicioso. ¿No tienes más? —preguntó entornando los ojos en el sitio donde la muchacha guardaba sus víveres, en busca de algo más que pudiera ingerir, pero de pronto hubo algo más interesante en que enfocar su mente. —¿Tu padre? ¿Qué fue lo que hizo? —preguntó sin comprender a qué se refería la muchacha, volcando toda su atención en el tema.
Se sintió curioso y repentinamente deseoso de poder conocer un poco sobre la mujer que tantas atenciones estaba dándole, porque, después de todo, ella seguía siendo no más que una desconocida de la que sabía apenas un par de cosas. No sabía nada más que su nombre y que se ganaba la vida vendiendo telas, que a diferencia de él, en la comunidad gitana, era respetada, y que además de todo era muy buena curandera. ¿Qué otros secretos escondería la morena? La inspeccionó con la mirada y le pareció detectar en su rostro una mezcla de tristeza y despecho. Tales cosas le hicieron sospechar que no podía ser nada bueno lo que ella tenía para contar sobre su padre, que podía incluso molestarle, herirle o hacerla sentir incómoda que él se lo preguntara, pero Judah no era lo suficientemente sensato como para olvidar sus preguntas y abandonar la idea de adentrarla en un terreno tan pantanoso como lo era el pasado.
—¿Fue tan grave lo que hizo que pensaste en vengarte de él, de tu propio creador? ¿Dónde está él ahora? —insistió. La impertinencia era una más de sus múltiples defectos.
Judah D'Maine- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Era evidente el buen humor que la morena tenía, sus ojos ahora se dejaban ver grandes y expresivos, tenerlo de vuelta, verle consiente era un excelente premio que veía muy lejano dada la gravedad de la herida, aunque sin duda no había perdido la esperanza. Extrañó a cada segundo incluso las expresiones negativas del gitano, de haber muerto se habría sentido culpable para toda la vida, la mujer no era mala, tener que lidiar con la desgracia sobre sus hombros, jamás durante sus cortos años creyó que podría matar a alguien, no empezaría con aquel ser que hasta el momento desconocía demasiado. Además le era un verdadero reto no sólo mantenerlo más que con vida, sino también con modales para que la comunidad entera no hiciera el intento de llenarlo de palos y piedras. Ella quería gritar emocionada, hacerle celebrar en medio de luces, colores, bebidas y música, pero habían cosas con las cuales soñar era suficiente, no creía que Judah tuviera ganas para eso, ni en ese estado, ni en el perfecto. De igual forma no estaba bien mostrarse demasiado eufórica, aquello lo podría usar en su contra, pero a esas alturas actuar de forma contraria ya era innecesario. Suspiró profundamente para relajarse, las emociones siempre jugaban en contra de ella, debía pensar con la cabeza fría, con claridad.
- Te daré más, creo que sobró en la olla una gran porción, se lo iba a dar a una señora, pero ella puede arreglárselas sola - Volvió a sonreírle, está vez se puso de pie, dio media vuelta y se dirigió hasta la parte centrar de la carpa. Sirvió un poco más en el plato con que alimentaba a su moribundo inquilino, regresó con él sonriendo de nuevo, está vez por agradecimiento, por mostrar un poco de interés en ella, en su interior y su pasado aunque seguramente sólo estaba actuando. Con el joven sólo se tenían sorpresas, ni más ni menos, así que lo mejor que ella podía hacer sería mantenerse a la defensiva, alerta para cualquier otra nueva "mordida". - Abre la boca - Le volvió a indicar dejando la comida en las fauces masculinas. - Mi padre no es un hombre ejemplar, es rencoroso, de esas hombres típicos que simplemente buscan tener la razón, obtener lo que quieren, y sino lo tienen fácilmente lo destruyen - Se encogió de hombros sin dejar de darle el alimento. - Gracias a él murió el amor de la vida mi madre, y después ella murió, ese hombre simplemente trae destrucción, me ha lastimado a mi de esa y más maneras - Terminó de contar la historia, muy a grandes rasgos, pues no deseaba entrar en demasiados detalles.
- Bueno, no estoy segura de dónde pueda estar con exactitud, la comunidad de mi padre no es fija, andan de un lugar a otro buscando como poder alimentarse de la naturaleza, de los animales sin necesidad de explotar demasiado las zonas, creo que es lo único que puedo aplaudirles, porque de ahí en fuera no lo creo, algunos son vil ladrones, malditos zánganos que quieren dinero fácil a costa de los otros, otros violan a mujeres incluso frente a las suyas - Chasquea la lengua, del coraje le metió con fuerza, sin medirse el cubierto a la boca. Notó la mueca de dolor del gitano, y se la retiró con rapidez - Lo siento, ¡Lo siento tanto! - Se acercó a su rostro tomándole con fuerza de las mejillas para observar con atención si le había lastimado o todo está en "perfectas" condiciones. Le volvió a soltar, Milenka estaría excesivamente cuidadosa con él, incluso exageraría, no podía arrastrarlo a más dolor. - ¿Fue suficiente comida? ¿Suficiente información? ¿Algo más que desees preguntar? Aprovecha que me tienes con las barreras bajas - Le bromeó un poco, aunque sólo con el tono de voz, pues le decía la verdad, quizás en algún otro momento en que se encuentren juntos no le diría nada de ella.
- ¿Qué me puedes contar de ti? Es decir, ¿Madre? ¿Padre? ¿Algún hermano? No sé, cualquier cosa ¿Alguna esposa? - La última pregunta ella misma se la contesto, interiormente, claro "¿Quién podría soportarlo como pareja? Seguramente no tiene". Volvió a sonreír intentando ocultar la burla, la gran diversión que le daba eso último. Mordió con fuerza su labio inferior para relajarse. Tranquila, debía comportarse, aunque parte del paquete con el que tendría que lidiar Judah, era su humor, sus sonrisas constantes, las fiestas que terminaban al amanecer gracias a la comunidad tan pintoresca en la que se encontraban. - Aún sigo sin entender porque razón querían matarte, no veo razón para matar a un ser humano, con errores o sin ellos, a menos que seas un violador o ladrón sin corazón - Comentó entre risas de nuevo, recordando más bien su pequeña historia acerca de la comunidad de su progenitor. La mujer recordó que nunca en su vida le ha dicho padre, quizás porque no lo consideraba como tal. Sólo había sido el que puso su esperma para que su madre pudiera cargar con ella nueve meses y darle vida después. Era tan cómodo y especial estar de esa forma con Judah que ni siquiera recordaba los sucesos catastróficos del primer encuentro.
- ¿Quieres descansar? ¿Qué es lo que quieres? - Si, estaba complaciente, pero cómo le mencionó, el debía aprovechar el momento. Milenka bajó la mirada unos momentos hacía la pierna del joven, de verdad seguía viéndose bastante mal, pero al menos iba recuperándose. Dejó el plato de comida a un lado, en su pequeña cama, y sus manos se estiraron, sus dedos pasaron alrededor de los colores asquerosos, pero ella parecía no sentir ni asco, mucho menos estar fastidiada por esa situación, muy por el contrario. - Creo deberías descansar, iré a comprar algunas hiervas para seguir con las curaciones los siguientes días, dejarte dormido sería lo mejor, así no te aburrirás o te pondrás inquieto por los dolores - Le pidió, aquello era casi una especie de suplica, pero algo le hacía creer que probablemente él no sería muy condescendiente con la joven. Suficiente tranquilidad habían estado teniendo en ese momento, pedirle peras al olmo era demasiado.
- Te daré más, creo que sobró en la olla una gran porción, se lo iba a dar a una señora, pero ella puede arreglárselas sola - Volvió a sonreírle, está vez se puso de pie, dio media vuelta y se dirigió hasta la parte centrar de la carpa. Sirvió un poco más en el plato con que alimentaba a su moribundo inquilino, regresó con él sonriendo de nuevo, está vez por agradecimiento, por mostrar un poco de interés en ella, en su interior y su pasado aunque seguramente sólo estaba actuando. Con el joven sólo se tenían sorpresas, ni más ni menos, así que lo mejor que ella podía hacer sería mantenerse a la defensiva, alerta para cualquier otra nueva "mordida". - Abre la boca - Le volvió a indicar dejando la comida en las fauces masculinas. - Mi padre no es un hombre ejemplar, es rencoroso, de esas hombres típicos que simplemente buscan tener la razón, obtener lo que quieren, y sino lo tienen fácilmente lo destruyen - Se encogió de hombros sin dejar de darle el alimento. - Gracias a él murió el amor de la vida mi madre, y después ella murió, ese hombre simplemente trae destrucción, me ha lastimado a mi de esa y más maneras - Terminó de contar la historia, muy a grandes rasgos, pues no deseaba entrar en demasiados detalles.
- Bueno, no estoy segura de dónde pueda estar con exactitud, la comunidad de mi padre no es fija, andan de un lugar a otro buscando como poder alimentarse de la naturaleza, de los animales sin necesidad de explotar demasiado las zonas, creo que es lo único que puedo aplaudirles, porque de ahí en fuera no lo creo, algunos son vil ladrones, malditos zánganos que quieren dinero fácil a costa de los otros, otros violan a mujeres incluso frente a las suyas - Chasquea la lengua, del coraje le metió con fuerza, sin medirse el cubierto a la boca. Notó la mueca de dolor del gitano, y se la retiró con rapidez - Lo siento, ¡Lo siento tanto! - Se acercó a su rostro tomándole con fuerza de las mejillas para observar con atención si le había lastimado o todo está en "perfectas" condiciones. Le volvió a soltar, Milenka estaría excesivamente cuidadosa con él, incluso exageraría, no podía arrastrarlo a más dolor. - ¿Fue suficiente comida? ¿Suficiente información? ¿Algo más que desees preguntar? Aprovecha que me tienes con las barreras bajas - Le bromeó un poco, aunque sólo con el tono de voz, pues le decía la verdad, quizás en algún otro momento en que se encuentren juntos no le diría nada de ella.
- ¿Qué me puedes contar de ti? Es decir, ¿Madre? ¿Padre? ¿Algún hermano? No sé, cualquier cosa ¿Alguna esposa? - La última pregunta ella misma se la contesto, interiormente, claro "¿Quién podría soportarlo como pareja? Seguramente no tiene". Volvió a sonreír intentando ocultar la burla, la gran diversión que le daba eso último. Mordió con fuerza su labio inferior para relajarse. Tranquila, debía comportarse, aunque parte del paquete con el que tendría que lidiar Judah, era su humor, sus sonrisas constantes, las fiestas que terminaban al amanecer gracias a la comunidad tan pintoresca en la que se encontraban. - Aún sigo sin entender porque razón querían matarte, no veo razón para matar a un ser humano, con errores o sin ellos, a menos que seas un violador o ladrón sin corazón - Comentó entre risas de nuevo, recordando más bien su pequeña historia acerca de la comunidad de su progenitor. La mujer recordó que nunca en su vida le ha dicho padre, quizás porque no lo consideraba como tal. Sólo había sido el que puso su esperma para que su madre pudiera cargar con ella nueve meses y darle vida después. Era tan cómodo y especial estar de esa forma con Judah que ni siquiera recordaba los sucesos catastróficos del primer encuentro.
- ¿Quieres descansar? ¿Qué es lo que quieres? - Si, estaba complaciente, pero cómo le mencionó, el debía aprovechar el momento. Milenka bajó la mirada unos momentos hacía la pierna del joven, de verdad seguía viéndose bastante mal, pero al menos iba recuperándose. Dejó el plato de comida a un lado, en su pequeña cama, y sus manos se estiraron, sus dedos pasaron alrededor de los colores asquerosos, pero ella parecía no sentir ni asco, mucho menos estar fastidiada por esa situación, muy por el contrario. - Creo deberías descansar, iré a comprar algunas hiervas para seguir con las curaciones los siguientes días, dejarte dormido sería lo mejor, así no te aburrirás o te pondrás inquieto por los dolores - Le pidió, aquello era casi una especie de suplica, pero algo le hacía creer que probablemente él no sería muy condescendiente con la joven. Suficiente tranquilidad habían estado teniendo en ese momento, pedirle peras al olmo era demasiado.
Milenka Sandoje- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Era demasiado extraño ver que alguien como Judah clamara por la compañía de una persona, sobretodo si se tenía en cuenta el breve pero tortuoso pasado que ambos ya tenían. Resultaba inconcebible que dos jóvenes que hacía un par de días casi se habían matado el uno al otro, ahora estuvieran conviviendo como la gente, que fueran capaces de conversar como dos personas normales. Ella le abrió su alma y compartió con un extraño parte de su doloroso pasado, él la escuchó con atención, como nunca antes había hecho con otra persona, y mostró un visible interés por la triste historia de la muchacha. Tuvo deseos de preguntar más de una cosa, pero se reprimió a sí mismo para no interrumpirle.
Judah abrió la boca para recibir el alimento y la cerró nuevamente, atrapando el bocado que la joven le había ofrecido. Ni siquiera tuvo tiempo de refunfuñar por el hecho de que ella estuviera dándole de comer como a un niño pequeño e indefenso, como habría hecho en otro momento, estaba mucho más concentrado en la forma en que se expresaba Milenka de los tipos como él, de los que van por la vida apropiándose de lo ajeno. «Viles ladrones, malditos zánganos», había dicho ella, y las palabras hicieron eco en su cabeza. Si eso era lo que ella pensaba de él, entonces ¿por qué se esmeraba tanto en cuidarlo? ¿Por qué le había salvado la vida? ¿Por qué lo había protegido de la comunidad que quería lincharlo? En definitiva, Milenka era una mujer desconcertante.
De pronto la comida le supo amarga como la hiel y dejó de disfrutarla. Ladeo un poco su rostro cuando una nueva cucharada se acercaba a su boca, para impedir así que su anfitriona introdujera nuevamente la cuchara de madera, pero ella fue más rápida y sin medir su fuerza logró su objetivo, casi tumbándole los dientes. Judah gimió de dolor y se llevó ambas manos a la boca, la observó con algo de recelo pero al ver que no lo había hecho intencionalmente decidió perdonar su descuido. Sin embargo, por alguna razón ya no sintió tan sinceras las atenciones de la muchacha, y las sonrisas perdieron su calidez. La paranoia que solía caracterizarlo se apoderó una vez más de él. La miró a los ojos y negó cuando ella insistió en darle más comida. La idea de que ella lo hubiera cuidado, curado y alimentando con el único fin de que él volviera a estar fuerte para que ella pudiera darse el lujo de acabarlo de una manera digna, no le pareció tan descabellada. Miró el plato que ella sostenía entre sus manos. ¿Estaba intentando envenenarlo? La saliva recorrió su garganta. Había comido plato y medio, si sus sospechas eran ciertas estaba perdido.
—No, lo que necesito es un baño… —respondió, esta vez sin prestar demasiado interés en sus palabras.
Fuera cierto o no, él tomaría sus sospechas. Y si todo era verdad y quería sobrevivir, tenía que actuar velozmente. Con rapidez apartó la manta que le cubría medio cuerpo y la apartó de su camino. Como pudo logró ponerse de pie, y tras tambalearse en un par de ocasiones, logró llegar al sitio que fungía como retrete dentro de la humilde casucha. Olvidándose del dolor de la pierna, de puso de rodillas e introdujo a propósito uno de sus dedos en lo mas profundo de su garganta. Enseguida comenzó a expulsar el contenido de su estomago a través de la boca, en forma de vomito. Se detuvo solamente cuando sintió que había logrado vaciarse de todo lo que había engullido. Tenía sudor en la frente y los ojos llorosos por el esfuerzo.
—La comida no me ha caído bien… —intentó justificar su repentino y desesperado acto cuando regresó a la cama, pero lo que no podía disimular era el desconcierto que se reflejaba en sus ojos—. No habrás puesto algo en ella a propósito, ¿verdad? —preguntó, usando un tono casi bromista pero con una expresión tan seria que lograría intimidar a cualquiera, aunque probablemente no a ella.
Se olvidó de las cortesías de la muchacha, de las preguntas que le había hecho sobre su vida personal. De pronto todo lo bueno se vio opacado por una simple y llana idea que el gitano había tenido. La desconfianza había vuelto.
Judah abrió la boca para recibir el alimento y la cerró nuevamente, atrapando el bocado que la joven le había ofrecido. Ni siquiera tuvo tiempo de refunfuñar por el hecho de que ella estuviera dándole de comer como a un niño pequeño e indefenso, como habría hecho en otro momento, estaba mucho más concentrado en la forma en que se expresaba Milenka de los tipos como él, de los que van por la vida apropiándose de lo ajeno. «Viles ladrones, malditos zánganos», había dicho ella, y las palabras hicieron eco en su cabeza. Si eso era lo que ella pensaba de él, entonces ¿por qué se esmeraba tanto en cuidarlo? ¿Por qué le había salvado la vida? ¿Por qué lo había protegido de la comunidad que quería lincharlo? En definitiva, Milenka era una mujer desconcertante.
De pronto la comida le supo amarga como la hiel y dejó de disfrutarla. Ladeo un poco su rostro cuando una nueva cucharada se acercaba a su boca, para impedir así que su anfitriona introdujera nuevamente la cuchara de madera, pero ella fue más rápida y sin medir su fuerza logró su objetivo, casi tumbándole los dientes. Judah gimió de dolor y se llevó ambas manos a la boca, la observó con algo de recelo pero al ver que no lo había hecho intencionalmente decidió perdonar su descuido. Sin embargo, por alguna razón ya no sintió tan sinceras las atenciones de la muchacha, y las sonrisas perdieron su calidez. La paranoia que solía caracterizarlo se apoderó una vez más de él. La miró a los ojos y negó cuando ella insistió en darle más comida. La idea de que ella lo hubiera cuidado, curado y alimentando con el único fin de que él volviera a estar fuerte para que ella pudiera darse el lujo de acabarlo de una manera digna, no le pareció tan descabellada. Miró el plato que ella sostenía entre sus manos. ¿Estaba intentando envenenarlo? La saliva recorrió su garganta. Había comido plato y medio, si sus sospechas eran ciertas estaba perdido.
—No, lo que necesito es un baño… —respondió, esta vez sin prestar demasiado interés en sus palabras.
Fuera cierto o no, él tomaría sus sospechas. Y si todo era verdad y quería sobrevivir, tenía que actuar velozmente. Con rapidez apartó la manta que le cubría medio cuerpo y la apartó de su camino. Como pudo logró ponerse de pie, y tras tambalearse en un par de ocasiones, logró llegar al sitio que fungía como retrete dentro de la humilde casucha. Olvidándose del dolor de la pierna, de puso de rodillas e introdujo a propósito uno de sus dedos en lo mas profundo de su garganta. Enseguida comenzó a expulsar el contenido de su estomago a través de la boca, en forma de vomito. Se detuvo solamente cuando sintió que había logrado vaciarse de todo lo que había engullido. Tenía sudor en la frente y los ojos llorosos por el esfuerzo.
—La comida no me ha caído bien… —intentó justificar su repentino y desesperado acto cuando regresó a la cama, pero lo que no podía disimular era el desconcierto que se reflejaba en sus ojos—. No habrás puesto algo en ella a propósito, ¿verdad? —preguntó, usando un tono casi bromista pero con una expresión tan seria que lograría intimidar a cualquiera, aunque probablemente no a ella.
Se olvidó de las cortesías de la muchacha, de las preguntas que le había hecho sobre su vida personal. De pronto todo lo bueno se vio opacado por una simple y llana idea que el gitano había tenido. La desconfianza había vuelto.
Judah D'Maine- Gitano
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Re: Cállate y ayúdame o habla pero no me estorbes. - {Milenka Sandoje}
Era una especie de alivio extraño, poder verlo con vida era una gran recompensa después de todos esos días de martirios. Sin duda el rostro estaba pálido, pero eso no dejaba a un lado que se viera mucho mejor de como lo había encontrado. Le dejó que avanzara en la cama, aunque estaba por protestarle de verdad, él no podía hacer movimientos tan bruscos, podrían ser contraproducentes. La verdad es que no tenía fuerza para seguir con eso, con pelear y todas esas cosas que conllevaban, le dejaría ser tanto como ella supiera se estaba permitido a él en la comunidad, no debía privarlo tampoco, pues era un ser humano, con todo y sus defectos pero lo era, incluso a los animales ella les buscaba la manera para poder quitar las caderas que los de clase alta se aferraban a colocar en sus "mascotas". La vida era extraña, estaba tan borrosa a lo que debía ser claro e igualitario, no debía empezar a corromperse con un hombre que apenas se valoraba a sí mismo. Por eso dejó a un lado el plato de comida, y se recostó en la cama, sintiendo como su cuerpo le agradecía en demasía el descanso que le estaba otorgando en ese momento.
Recostada sintió como su cuerpo le dolía gracias a todos los músculos tensos, también se dio cuenta que ella apenas había dormido algunas horas desde su llegada, y que tampoco había comido demasiado. Su estomago comenzó a rugir pero ella sólo le colocó encima una mano, como dándole palmaditas para que se calmara. Hizo una mueca completamente molesta al escucharlo vomitar, se sabía de memoria los efectos secundarios de todos los antídotos que le había dado, ninguno tenía que tener tal efecto, ni siquiera la comida, a menos que le hubiera dado algo indebido, pero estaba más que segura que eso no era. Mejor lo dejó seguir, si necesitaba desalojar el estomago, entonces que lo hiciera, ella ya había hecho suficiente con cuidarlo, era su torno el echarle la mano también para cuidarse, para salir de todo ese embrollo físico del que él mismo por su terquedad y orgullo se había metido. Por más que quería, se irritaba con facilidad con él. Tomó grandes bocanas de aire, cerró los ojos unos momentos, y luego miró al techo, al menos hasta que él se acercó.
- Eres incorregible por lo visto - Frunció el ceño mientras se ponía de pie, ella misma, en su cara, y con un mal humor que había aparecido como por arte de magia, se terminó la sopa que había quedad en el plato de Judah - Si hubiera querido matarte, envenenarte, o lo que fuera, te habría dejado morir frente a la carpa, me ahorraba francos, comida que no me sobra, y días de sueño, eres un idiota - Comentó de mala gana mientras salía del reducido espacio que asemejaba a un cuarto. Dejó el traste junto al otro sucio que había dejado el hombre momentos atrás, de verdad estaba tan molesta que habría querido echarlo en ese momento, pero estaba consiente que su consciencia después no la dejaría tranquila - A partir de ahora tu mismo harás tus cosas, si deseas curarte o no es tu problema, no pienso ya preocuparme por ti, así de simple - Se encogió de hombros. ¿Desconfiar de alguien que te salva la vida? Bueno, eso si era de locos, pero no estaba para discutir, el cansancio le podía más.
- Ahora que estás mejor, puedes dormirte en el suelo, entre las mantas, te daré algo para recargar tu cabeza y una extra para que te cubras, ya es hora de que yo duerma bien, en mi casa - Aclaró con demasiada sorna - Ah, también empezarás a trabajar, las cosas no son gratis, si quieres curarte necesitas dinero para conseguir y hacer los remedios, así que irás a la tienda de telas a atenderla - Suspiro - Y sino quieres saber que la entrada no te detiene, por mi puedes irte o quedarte, y no te echo la culpa de nada, de hecho la tengo yo por querer hacer algo contigo y que no te mataran - Si Judah se iba a poner en ese plan, entonces ella también podía, las guerras no se hacían solas, ellas empezaban por las ambiciones de dos enemigos, ellos no es que fueran a tal grado, pero algo había ahí, sólo bastaba un pequeño roce para que todo alrededor explotara. De mala gana le dio un jalón para volver a pasar, y por si se pensaba recostar y no hacer caso, la joven se dejó caer en su catre.
- Así que, buenas noches - Comentó con aires de molestia, se cubrió con otras abañas extras que tenía entre el catre, no le era difícil tener tanta tela si ella misma tenía una tienda donde le proporcionaba a casi todo Paris, o bueno, quizás a una cantidad considerable de personas. Cerró los ojos unos momentos, de verdad el cansancio le podía bastante, era tan cómodo. Ya se había incluso quitado una responsabilidad de encima. Pronto comenzó a dormitar, ya había restado demasiada importancia a Judah, tanta que no tenía idea de lo que estuviera haciendo en ese momento. Si se había quedado o se había ido, era su problema, a ella le había dolido que aún desconfiara después de todo lo que había hecho ella esos días. De igual forma nadie cambia de la noche a la mañana, él no sería una excepción, menos con lo terco que mostraba ser. Confundida y todo por que sentía había desarrollado sentimientos hacía el chico buscó la manera de poder dormir, casada estaba, pero muchas veces las inquietudes no ayudaban.
Recostada sintió como su cuerpo le dolía gracias a todos los músculos tensos, también se dio cuenta que ella apenas había dormido algunas horas desde su llegada, y que tampoco había comido demasiado. Su estomago comenzó a rugir pero ella sólo le colocó encima una mano, como dándole palmaditas para que se calmara. Hizo una mueca completamente molesta al escucharlo vomitar, se sabía de memoria los efectos secundarios de todos los antídotos que le había dado, ninguno tenía que tener tal efecto, ni siquiera la comida, a menos que le hubiera dado algo indebido, pero estaba más que segura que eso no era. Mejor lo dejó seguir, si necesitaba desalojar el estomago, entonces que lo hiciera, ella ya había hecho suficiente con cuidarlo, era su torno el echarle la mano también para cuidarse, para salir de todo ese embrollo físico del que él mismo por su terquedad y orgullo se había metido. Por más que quería, se irritaba con facilidad con él. Tomó grandes bocanas de aire, cerró los ojos unos momentos, y luego miró al techo, al menos hasta que él se acercó.
- Eres incorregible por lo visto - Frunció el ceño mientras se ponía de pie, ella misma, en su cara, y con un mal humor que había aparecido como por arte de magia, se terminó la sopa que había quedad en el plato de Judah - Si hubiera querido matarte, envenenarte, o lo que fuera, te habría dejado morir frente a la carpa, me ahorraba francos, comida que no me sobra, y días de sueño, eres un idiota - Comentó de mala gana mientras salía del reducido espacio que asemejaba a un cuarto. Dejó el traste junto al otro sucio que había dejado el hombre momentos atrás, de verdad estaba tan molesta que habría querido echarlo en ese momento, pero estaba consiente que su consciencia después no la dejaría tranquila - A partir de ahora tu mismo harás tus cosas, si deseas curarte o no es tu problema, no pienso ya preocuparme por ti, así de simple - Se encogió de hombros. ¿Desconfiar de alguien que te salva la vida? Bueno, eso si era de locos, pero no estaba para discutir, el cansancio le podía más.
- Ahora que estás mejor, puedes dormirte en el suelo, entre las mantas, te daré algo para recargar tu cabeza y una extra para que te cubras, ya es hora de que yo duerma bien, en mi casa - Aclaró con demasiada sorna - Ah, también empezarás a trabajar, las cosas no son gratis, si quieres curarte necesitas dinero para conseguir y hacer los remedios, así que irás a la tienda de telas a atenderla - Suspiro - Y sino quieres saber que la entrada no te detiene, por mi puedes irte o quedarte, y no te echo la culpa de nada, de hecho la tengo yo por querer hacer algo contigo y que no te mataran - Si Judah se iba a poner en ese plan, entonces ella también podía, las guerras no se hacían solas, ellas empezaban por las ambiciones de dos enemigos, ellos no es que fueran a tal grado, pero algo había ahí, sólo bastaba un pequeño roce para que todo alrededor explotara. De mala gana le dio un jalón para volver a pasar, y por si se pensaba recostar y no hacer caso, la joven se dejó caer en su catre.
- Así que, buenas noches - Comentó con aires de molestia, se cubrió con otras abañas extras que tenía entre el catre, no le era difícil tener tanta tela si ella misma tenía una tienda donde le proporcionaba a casi todo Paris, o bueno, quizás a una cantidad considerable de personas. Cerró los ojos unos momentos, de verdad el cansancio le podía bastante, era tan cómodo. Ya se había incluso quitado una responsabilidad de encima. Pronto comenzó a dormitar, ya había restado demasiada importancia a Judah, tanta que no tenía idea de lo que estuviera haciendo en ese momento. Si se había quedado o se había ido, era su problema, a ella le había dolido que aún desconfiara después de todo lo que había hecho ella esos días. De igual forma nadie cambia de la noche a la mañana, él no sería una excepción, menos con lo terco que mostraba ser. Confundida y todo por que sentía había desarrollado sentimientos hacía el chico buscó la manera de poder dormir, casada estaba, pero muchas veces las inquietudes no ayudaban.
Milenka Sandoje- Gitano
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