AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Deja que te ayude y ayúdame tu (Brandon)
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Deja que te ayude y ayúdame tu (Brandon)
La noche había caído mucho mas temprano que de costumbre, eso solo anunciaba que el crudo invierno llegaba otro año a París. Saskia, terminó de vestirse con ayuda de su doncella, ataviada de un bello vestido de terciopelo negro con mangas decoradas de puños en piel, poseía un escote provocador, sensual, pero sobre éste se colocó una capa con el mismo borde de piel que hacia juego en el traje, ocultando así su piel y su bella cautivadora, - señorita, ¿por que no usa un color mas llamativo? Un borgoña o el azul petroleo, que hacen a su cuerpo lucir mas adorable – dijo la joven mientras acariciaba los trajes a los que se refería.
Por un momento la vampiro tuvo intenciones de estrangular a la joven por impertinente, sus manos se crisparon, los ojos se volvieron del color de las perlas y solo deseó acallar esas palabras insensatas, pero entonces la voz de su maestro llegó a sus oídos y recordó la noche de su conversión, aquella en la que por no saber controlarse mató a tres inocentes personas. Cerró los ojos, apretó los puños y suspiró dejando que toda la rabia se desvaneciera. No estaba enojada con la joven, sino con el destino de sus amadas, aquellas que hacía tres meses descansaban bajo una la fría lapida, - no, Marie, acuérdate que hace poco perdimos a Galia y Nouvel, por ellas llevo luto, aunque mis obligaciones me exijan concurrir a lugares que preferiría no hacerlo – habló mas para ella que para la joven, que seguía sin entender esa unión con una socia y su sobrina. Saskia, seguía tratando de convencerse de lo imposible de negarse a la velada.
Al llegar a la puerta el mayordomo le esperaba, con un paraguas pues comenzaba nuevamente a nevar, ella se cubrió la cabeza con la capucha de terciopelo y apresuró sus pasos para subir al carruaje, sin perder la delicadeza y estampa de una reina. Su piel blanca del color del mármol, le daba un aire de melancolía y misterio, parecía un ángel o un fantasma, sus cabellos negros recogidos en un alto peinado estaban adehesados con una pequeña tiara de diamantes y turmalinas, las que hacían juego con los aros, la gargantilla. Se terminó de acomodar, no fue necesario que dijera al cochero donde debía ir ya que había implantado la orden en su mente esa mañana al cruzarle en el vestíbulo. Suspiró mientras dejaba que el cuerpo se amoldara al respaldo y su cabeza se apoyara delicadamente en la pared del vehículo. Miró sus manos en donde un pequeño, bolso del mismo material y color del vestido, guardaba lo que pudiera necesitar, - porque debo hacer ésto si en verdad no es lo que deseo – se reprochó – nunca he dejado que me manden, pero desde que me he quedado sola, me siento perdida por momentos - caviló pensando que hacía tiempo que no veía a su maestro, con él llevaba una relación demasiado enredada, un sentimiento contradictorio que por momentos hacía que lo amara y por otros deseara matarlo. Pero cuando más lo necesitó, él había desaparecido, - si tan solo hubieras estado a mi lado, aunque no me dijeras nada, solo para no sentirme tan vacía y perdida – su entrecejo se tensó, - pero no, el señor seguro estaba con una de sus nuevas conquistas – explotó casi gritando la frase. No sabía porque le molestaba, nada los unía, ¿o si? Meneó la cabeza y refunfuño cruzando sus brazos y sus piernas, - pues que no se me aparezca que le arrancaré esos bellos ojos – pensó mas frustrada por el olvido que por la ausencia, necesaria o no.
Volvió a suspirar dirigiendo su mirada al exterior del vehículo, - mejor sería ir a cenar en un restauran tranquilo y alejado del centro de Paris– creó la frase en el pensamiento del hombre, que inmediatamente cambió su trayectoria alejándose de las calles principales, - ya he dejado a la señora y puedo tomarme unas horas, hasta que la recoja en donde me dijo – volvió a implantar otra idea, se tapó los labios para acallar la risa, le parecía tan divertido convertir a veces en marionetas a sus sirvientes, aunque nunca les pedía hacer algo malo, solo que la llevaran a lugares que de seguro se negarían.
Cuando el coche se detuvo y su chófer se dirigió a una fonda, ella se sacó las gemas y las metió dentro de su bolso y lo escondió en su guardainfante, se bajó con sigilo del carruaje y decidió dar una vuelta por los alrededores, hacía días que no se alimentaba y en verdad comenzaba a sentirse débil.
Por un momento la vampiro tuvo intenciones de estrangular a la joven por impertinente, sus manos se crisparon, los ojos se volvieron del color de las perlas y solo deseó acallar esas palabras insensatas, pero entonces la voz de su maestro llegó a sus oídos y recordó la noche de su conversión, aquella en la que por no saber controlarse mató a tres inocentes personas. Cerró los ojos, apretó los puños y suspiró dejando que toda la rabia se desvaneciera. No estaba enojada con la joven, sino con el destino de sus amadas, aquellas que hacía tres meses descansaban bajo una la fría lapida, - no, Marie, acuérdate que hace poco perdimos a Galia y Nouvel, por ellas llevo luto, aunque mis obligaciones me exijan concurrir a lugares que preferiría no hacerlo – habló mas para ella que para la joven, que seguía sin entender esa unión con una socia y su sobrina. Saskia, seguía tratando de convencerse de lo imposible de negarse a la velada.
Al llegar a la puerta el mayordomo le esperaba, con un paraguas pues comenzaba nuevamente a nevar, ella se cubrió la cabeza con la capucha de terciopelo y apresuró sus pasos para subir al carruaje, sin perder la delicadeza y estampa de una reina. Su piel blanca del color del mármol, le daba un aire de melancolía y misterio, parecía un ángel o un fantasma, sus cabellos negros recogidos en un alto peinado estaban adehesados con una pequeña tiara de diamantes y turmalinas, las que hacían juego con los aros, la gargantilla. Se terminó de acomodar, no fue necesario que dijera al cochero donde debía ir ya que había implantado la orden en su mente esa mañana al cruzarle en el vestíbulo. Suspiró mientras dejaba que el cuerpo se amoldara al respaldo y su cabeza se apoyara delicadamente en la pared del vehículo. Miró sus manos en donde un pequeño, bolso del mismo material y color del vestido, guardaba lo que pudiera necesitar, - porque debo hacer ésto si en verdad no es lo que deseo – se reprochó – nunca he dejado que me manden, pero desde que me he quedado sola, me siento perdida por momentos - caviló pensando que hacía tiempo que no veía a su maestro, con él llevaba una relación demasiado enredada, un sentimiento contradictorio que por momentos hacía que lo amara y por otros deseara matarlo. Pero cuando más lo necesitó, él había desaparecido, - si tan solo hubieras estado a mi lado, aunque no me dijeras nada, solo para no sentirme tan vacía y perdida – su entrecejo se tensó, - pero no, el señor seguro estaba con una de sus nuevas conquistas – explotó casi gritando la frase. No sabía porque le molestaba, nada los unía, ¿o si? Meneó la cabeza y refunfuño cruzando sus brazos y sus piernas, - pues que no se me aparezca que le arrancaré esos bellos ojos – pensó mas frustrada por el olvido que por la ausencia, necesaria o no.
Volvió a suspirar dirigiendo su mirada al exterior del vehículo, - mejor sería ir a cenar en un restauran tranquilo y alejado del centro de Paris– creó la frase en el pensamiento del hombre, que inmediatamente cambió su trayectoria alejándose de las calles principales, - ya he dejado a la señora y puedo tomarme unas horas, hasta que la recoja en donde me dijo – volvió a implantar otra idea, se tapó los labios para acallar la risa, le parecía tan divertido convertir a veces en marionetas a sus sirvientes, aunque nunca les pedía hacer algo malo, solo que la llevaran a lugares que de seguro se negarían.
Cuando el coche se detuvo y su chófer se dirigió a una fonda, ella se sacó las gemas y las metió dentro de su bolso y lo escondió en su guardainfante, se bajó con sigilo del carruaje y decidió dar una vuelta por los alrededores, hacía días que no se alimentaba y en verdad comenzaba a sentirse débil.
Saskia Borgano- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/01/2013
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Re: Deja que te ayude y ayúdame tu (Brandon)
Dos semanas habían sido desde aquel encuentro donde la enfermedad casi le hace perderse de aquellos ojos, donde casi lo lleva todo a su fin. Dos días tenía desde que no había probado un solo bocado. Él creía que después de todo lo superado nada podría ser peor, pero estaba equivocado. Era un hombre que mostraba lo duro de la vida, era un hombre que debía resistir estoicamente los golpes que le tenía preparado el destino. ¿Le dolía? Claro que lo hacía ¿Para que decir que no? Decirlo sería una gran mentira, lo que menos es, es eso, un maldito mentiroso, además que su rostro se le nota adolorado, su cuerpo se retuerce, sus manos se colocan sobre el estomago propio, presionan fuertemente intentando que de esa manera los gruñidos no se hagan más fuertes. ¡Maldita sea, tiene hambre! ¿Acaso nadie puede alimentarle? Es capaz de comer incluso desperdicios destinados a los cerdos con tal de no sentirse de esa forma. Las lagrimas brotan de su ojos, no es un hombre que sufra todo el tiempo por su desgracia, tiene fuerza, se mantiene firme, pero no aguanta, no después de tanta debilidad a causa de la enfermedad.
Ketu cerró los ojos con fuerza, dejó que su cabeza se recargara en una roca de aquella calle empedrada. El frío que manaba resultaba reconfortante, incluso abrazador, lo cual era irónico dado que todos buscan calidez para poder sentirse tranquilos. La temperatura de ese objeto inerte le resultaba deliciosa, le recordaba que aún seguía vivo. ¿Lo estaba? Dicen que cuando uno se muere la temperatura baja en el cuerpo, lo cual es gracioso dado que muertos no se toma en cuenta eso. Él entonces no se encuentra muerto. No lo está.
Pensar en la muerte resulta ser algo ya común para él, pero sentirlo tan cerca suele ser incluso trágico. dramático, y víctima. El último de los adjetivos le parece humillante, no desea verse de esa forma. El joven cree que lo mejor sería pensar en cosas buenas ¿las tiene? Por un lado se encuentra el recuerdo de su madre, esa mujer que le dio todo para que fuera el hombre de valores - aunque algo salvaje - que es, también tiene a su pandilla, que aunque todos suelen ser un tanto brutos, terminan por ser su familia, y por último está Tulipe, su nueva amiga, la chica que le salvó la vida, la que le roba los pensamientos, y también el sueño ¿Eso es normal? Quizás no pero al menos tiene motivos, uno más fuerte que otros, pero los tiene, quiere verla, escucharla, olerla. Suena enfermizo, pero es la realidad. Todo se le debe creer a un muerto de hambre, pero nada se le toma en cuenta, es triste, pero es lo que es.
Brandon abre sus ojos unos momentos, nota que la luz del sol se ha desvanecido ¿Cuánto tiempo estuvo tirado en el suelo? No lo sabe, pero mucho, perdió la razón, soñó, pero no sabe con qué, es una pena, ya que cuando sueña tiene los mejores momentos del día. Es un hombre soñador, ¿qué tiene de malo? Poco a poco su cuerpo se va arrastrando, frente a él hay una manzana, está seguro que la verdulera del mercado ambulante se la debe haber dejado. Se relame sin importar que no tenga si quiera saliva en la boca, con torpeza, costándole mucho trabajo, pero llega hasta ella, la toma y la devora.
- Bendita sea esa mujer ¿verdad madre? - Su mirada está posada en el cielo despejado y estrellado. Todas las noches en soledad hace eso, hablarle a su ángel en los cielos, es cierto que está peleado con Dios, que incluso lo insulta o cree que no existe, lo cierto es que está tan sentido con él, pero en el fondo lo ama y le pide disculpas, por lo pronto solo sabe que de existir un cielo su madre se encuentra en él. - Seguramente tu la enviaste para mi, estoy seguro que no me has dejado solo ¿Verdad? - La brisa de la noche acarició las mejillas masculinas, sabe que no es simple viento, sino la mano del ángel negro que lo acompaña a todos lados; su platica breve es interrumpida por un par de pasos femeninos, sabe que lo son por la ligereza del andar.
- ¿Quién anda ahí? - Preguntó con la voz grave, haciéndose imponente entre las sombras, son los dominios de los seres de clase baja sin techo, las calles parisinas son suyas, ellos mandan, ellos imponen, solo basta un silbido para que muchos de sus iguales salgan a defender una cabeza, aunque en el transcurso del día puedan matar por una pieza de pan.
Ketu cerró los ojos con fuerza, dejó que su cabeza se recargara en una roca de aquella calle empedrada. El frío que manaba resultaba reconfortante, incluso abrazador, lo cual era irónico dado que todos buscan calidez para poder sentirse tranquilos. La temperatura de ese objeto inerte le resultaba deliciosa, le recordaba que aún seguía vivo. ¿Lo estaba? Dicen que cuando uno se muere la temperatura baja en el cuerpo, lo cual es gracioso dado que muertos no se toma en cuenta eso. Él entonces no se encuentra muerto. No lo está.
Pensar en la muerte resulta ser algo ya común para él, pero sentirlo tan cerca suele ser incluso trágico. dramático, y víctima. El último de los adjetivos le parece humillante, no desea verse de esa forma. El joven cree que lo mejor sería pensar en cosas buenas ¿las tiene? Por un lado se encuentra el recuerdo de su madre, esa mujer que le dio todo para que fuera el hombre de valores - aunque algo salvaje - que es, también tiene a su pandilla, que aunque todos suelen ser un tanto brutos, terminan por ser su familia, y por último está Tulipe, su nueva amiga, la chica que le salvó la vida, la que le roba los pensamientos, y también el sueño ¿Eso es normal? Quizás no pero al menos tiene motivos, uno más fuerte que otros, pero los tiene, quiere verla, escucharla, olerla. Suena enfermizo, pero es la realidad. Todo se le debe creer a un muerto de hambre, pero nada se le toma en cuenta, es triste, pero es lo que es.
Brandon abre sus ojos unos momentos, nota que la luz del sol se ha desvanecido ¿Cuánto tiempo estuvo tirado en el suelo? No lo sabe, pero mucho, perdió la razón, soñó, pero no sabe con qué, es una pena, ya que cuando sueña tiene los mejores momentos del día. Es un hombre soñador, ¿qué tiene de malo? Poco a poco su cuerpo se va arrastrando, frente a él hay una manzana, está seguro que la verdulera del mercado ambulante se la debe haber dejado. Se relame sin importar que no tenga si quiera saliva en la boca, con torpeza, costándole mucho trabajo, pero llega hasta ella, la toma y la devora.
- Bendita sea esa mujer ¿verdad madre? - Su mirada está posada en el cielo despejado y estrellado. Todas las noches en soledad hace eso, hablarle a su ángel en los cielos, es cierto que está peleado con Dios, que incluso lo insulta o cree que no existe, lo cierto es que está tan sentido con él, pero en el fondo lo ama y le pide disculpas, por lo pronto solo sabe que de existir un cielo su madre se encuentra en él. - Seguramente tu la enviaste para mi, estoy seguro que no me has dejado solo ¿Verdad? - La brisa de la noche acarició las mejillas masculinas, sabe que no es simple viento, sino la mano del ángel negro que lo acompaña a todos lados; su platica breve es interrumpida por un par de pasos femeninos, sabe que lo son por la ligereza del andar.
- ¿Quién anda ahí? - Preguntó con la voz grave, haciéndose imponente entre las sombras, son los dominios de los seres de clase baja sin techo, las calles parisinas son suyas, ellos mandan, ellos imponen, solo basta un silbido para que muchos de sus iguales salgan a defender una cabeza, aunque en el transcurso del día puedan matar por una pieza de pan.
Brandon Acklang- Humano Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 07/03/2013
Re: Deja que te ayude y ayúdame tu (Brandon)
Saskia Caminaba, por un callejón, esperando que algún malhechor se acercara a robarle y entonces poder alimentarse. Era verdad antes prefería a los jóvenes de clase alta, a los que seducía y se alimentaba un poco, luego los mandaba a sus residencias, algo desmadejados pero sanos, sin ni una sola marca en sus cuellos. Es que la vampiresa, era muy meticulosa en eso, no deseaba matar y cuando la ira le consumía el alma, por la impotencia y el dolor de la perdida, solía cruzar la ciudad buscando asesinos y sentenciándolos con la dulce muerte de sus labios.
La zona estaba en penumbras, pero ella podía ver sin dificultad en la noche mas negra, es así que no le fue difícil distinguir que solo había un hombre, el cual su estomago rechistaba y su corazón latia de forma débil por la falta de alimento. Reconoció la voz, en algún lugar le había parecido que ya se habían cruzado, - antes, cuando podía caminar bajo el hermoso astro rey – pensó con tristeza. Usó su extraordinario poder de convencimiento.
Se fue acercando con sigilo, - perdón, me he perdido, por favor no me hagan daño – dijo con voz suave, dulce como la miel y con un dejo de inseguridad, - una excelente carnada – pensó mientras se giraba actuando como si estuviera asustada, sin saber cuantos maleantes había con él. Comenzó a sollozar, - les daré lo que deseen pero por favor no me hagan daño -. Tropezó con el joven y cayó a su lado, y aunque sabía que en verdad todo era un juego, el ver a ese ser tan indefenso, necesitado, llegó a su cabeza el recuerdo de su pequeña Nouvel, ella también había recorrido mendigando las calles de Paris, y en ese momento, al lado de aquel hombre, sus lagrimas fueron reales, su pecho se comprimió y si hubiera tenido su corazón latiendo, éste de seguro hubiera dolido mas.
Estiró sus manos, como si le fuera dificultoso poder ver, tocó con suavidad el pecho del hombre, subió a su cuello y tiró de los hombros, - ¿se encuentra bien? ¿ le han hecho dañó? - Se colocó bajo la espalda del hombre, se notaba que ya casi no tenía fuerzas. Si hasta el olor de la sangre era débil. Estaba preocupada, - ¿porque? - se reprochó, pero algo en ese joven le decía que no era un mal hombre, - solo necesita que le extiendan la mano – reflexionó. Con su poder, pido persuadir que unos hombres, unos policías, que realizaban su guardia acudieran a sus gritos de socorro y llegaran al lugar rápidamente.
- Señorita, ¿se encuentra bien? - dijeron algo sorprendidos de la escena que encontraron, una mujer de clase alta, excelentemente ataviada, en mitad de un callejón, con un mendigo en su pecho. Ella sonrió mentalmente, aunque su expresión era de genuino terror y sus lagrimas fluían libres por su delicado rostro, - si, si señores, éste caballero, me ha salvado, porque estoy segura que aquí había una banda de delincuentes – dijo con voz firme. Los policías, se miraron, definitivamente no les cuadrara que un mendigo pudiera ayudar mucho, y menos uno tan débil, pero igual la ayudaron a incorporarse, se notaba que era una dama de alcurnia y no querían problemas con sus superiores.
Saskia, esperó pacientemente que él joven terminara de levantarse, - Muchas gracias oficiales – dijo sonriéndole con un gesto de real agradecimiento a lo que los hombres se sonrieron algo cohibidos, es que en verdad ella era una mujer que podía enamorar a cualquier ser que deseara. El aroma de la sangre en las venas de esos hombres le abrió el apetito, pero no podía caer sobre ellos, delante del mendigo. Así pues, esperó que se retiraran y cuando salieron a la luz de las calles principales, y quedaron solo, ella le dedicó una sincera sonrisa, - gracias – extendió la mano y le dijo – soy Saskia Bornago, me sería en verdad maravilloso si me acompaña a cenar – las palabras llegaron al joven como miel y esperó que él aceptara, en verdad, deseaba, compañía, una que, si tuviera suerte, hasta le contaría que había conocido a su pequeña hija.
La zona estaba en penumbras, pero ella podía ver sin dificultad en la noche mas negra, es así que no le fue difícil distinguir que solo había un hombre, el cual su estomago rechistaba y su corazón latia de forma débil por la falta de alimento. Reconoció la voz, en algún lugar le había parecido que ya se habían cruzado, - antes, cuando podía caminar bajo el hermoso astro rey – pensó con tristeza. Usó su extraordinario poder de convencimiento.
Se fue acercando con sigilo, - perdón, me he perdido, por favor no me hagan daño – dijo con voz suave, dulce como la miel y con un dejo de inseguridad, - una excelente carnada – pensó mientras se giraba actuando como si estuviera asustada, sin saber cuantos maleantes había con él. Comenzó a sollozar, - les daré lo que deseen pero por favor no me hagan daño -. Tropezó con el joven y cayó a su lado, y aunque sabía que en verdad todo era un juego, el ver a ese ser tan indefenso, necesitado, llegó a su cabeza el recuerdo de su pequeña Nouvel, ella también había recorrido mendigando las calles de Paris, y en ese momento, al lado de aquel hombre, sus lagrimas fueron reales, su pecho se comprimió y si hubiera tenido su corazón latiendo, éste de seguro hubiera dolido mas.
Estiró sus manos, como si le fuera dificultoso poder ver, tocó con suavidad el pecho del hombre, subió a su cuello y tiró de los hombros, - ¿se encuentra bien? ¿ le han hecho dañó? - Se colocó bajo la espalda del hombre, se notaba que ya casi no tenía fuerzas. Si hasta el olor de la sangre era débil. Estaba preocupada, - ¿porque? - se reprochó, pero algo en ese joven le decía que no era un mal hombre, - solo necesita que le extiendan la mano – reflexionó. Con su poder, pido persuadir que unos hombres, unos policías, que realizaban su guardia acudieran a sus gritos de socorro y llegaran al lugar rápidamente.
- Señorita, ¿se encuentra bien? - dijeron algo sorprendidos de la escena que encontraron, una mujer de clase alta, excelentemente ataviada, en mitad de un callejón, con un mendigo en su pecho. Ella sonrió mentalmente, aunque su expresión era de genuino terror y sus lagrimas fluían libres por su delicado rostro, - si, si señores, éste caballero, me ha salvado, porque estoy segura que aquí había una banda de delincuentes – dijo con voz firme. Los policías, se miraron, definitivamente no les cuadrara que un mendigo pudiera ayudar mucho, y menos uno tan débil, pero igual la ayudaron a incorporarse, se notaba que era una dama de alcurnia y no querían problemas con sus superiores.
Saskia, esperó pacientemente que él joven terminara de levantarse, - Muchas gracias oficiales – dijo sonriéndole con un gesto de real agradecimiento a lo que los hombres se sonrieron algo cohibidos, es que en verdad ella era una mujer que podía enamorar a cualquier ser que deseara. El aroma de la sangre en las venas de esos hombres le abrió el apetito, pero no podía caer sobre ellos, delante del mendigo. Así pues, esperó que se retiraran y cuando salieron a la luz de las calles principales, y quedaron solo, ella le dedicó una sincera sonrisa, - gracias – extendió la mano y le dijo – soy Saskia Bornago, me sería en verdad maravilloso si me acompaña a cenar – las palabras llegaron al joven como miel y esperó que él aceptara, en verdad, deseaba, compañía, una que, si tuviera suerte, hasta le contaría que había conocido a su pequeña hija.
Saskia Borgano- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 13/01/2013
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Re: Deja que te ayude y ayúdame tu (Brandon)
Para Brandon, cualquier sonido debía de ser señal de alerta. No por nada vivía en las calles, entre vagos, entre muertos de hambre. Claro que eran su familia, así los llamaba a cada uno, pero eran muy distintos los miembros de su pandilla a algunos otros que rondaban libremente por las calles de París; se puso de pie de un gran salto, recargó su espalda en la pared, dado su cuerpo delgado, el hombre podría pasar desapercibido sin ningún problema, podría esconderse, si corría con suerte nadie lo vería, pero la cosa fue distinta. Lo vieron en el primer momento, lo cual le hizo arquear una ceja, la facilidad con que la mujer pudo detectarlo era alarmante. Agarró un pedazo de la prenda de su camisa y la olió ¿acaso estaba apestoso? Esperaba que no. Mendigo y todo pero procuraba ser higiénico, para él pobreza no era sinónimo de suciedad, pero bueno, más tarde preguntaría como lo había notado. Por el momento no.
Todo fue demasiado rápido para Ketu, a duras penas pudo analizar la situación, a la mujer y a los policías. Todo su entorno había cambiado de un momento a otro. Su tranquilidad estaba perturbada, ni siquiera se acordaba del hambre que traía, pero lo que menos buscaba eran problemas con la autoridad, no tenía francos para poder darles a cambio de su libertad, aunque si lo pensaba bien, ir a la prisión tenía sus ventajas, le llevarían algo de comer.
Arqueó una ceja dudoso, observó la mujer de alta alcurnia y luego negó repetidas veces. Si la autoridad lo confundía y lo llevaba a la cárcel, sólo por tratarse de una de esa clase lo dejarían muchísimo tiempo, no se podía dar el lujo, él necesitaba cuidar de su pandilla, desde los más pequeños hasta de Raoul; por un momento creyó que estaba soñando, que quizás toda esa desesperación que tenía por conseguir un mejor trabajo le estaba dando malas pasadas. Se cruzó de brazos y no dejó el gesto analítico. Algo debía de estar mal en aquel momento, los ricos no eran buenas personas, no invitaban a cenar a los vagabundos, y tampoco mentían por ellos. ¿Qué buscaría esa mujer? Él no se tragaba que fuera tan buena, en el interior sabía que nadie lo era, ni siquiera él, ya que había robado un par de veces para poder llevarse alimento al cuerpo.
- ¿Por qué me da las gracias sino he hecho nada? No es bueno mentir, no de esa manera ¿qué pasaría si de verdad soy un mal hombre y ahora pudiera abusar de usted? - Le era imposible sacar su face moralista, si su madre estuviera presente, estaría orgulloso de su hijo, no todos los días las señoritas iban solas en las calles, y mucho menos mintiendo por pordioseros. Volvió a fruncir los labios mostrando su inseguridad al estar frente a esa mujer, le incomodaba lo que acababa de pasar, así no se podía confiar en nadie, pero si de cierta manera le había salvado el pellejo, entonces no debía de ser tan duro con ella, ¿o si?
- No quisiera ser grosero, mucho menos descortés con usted, pero no puedo aceptarle la invitación, no le conozco y no podría asomarme a esa vida de rica que tiene, no soy bien recibido - Se encogió de hombros con naturalidad - Mejor permita que la acompañe de regreso a su casa, no se encuentra segura, yo por lo menos podría vigilar que va con bien - Y eso era lo único que podría aceptar, acompañarla, porque aunque moría de hambre no se fiaba y no lo terminaría por hacer.
- ¿Vamos? - Preguntó alzando una ceja, un poco expectante por lo que la mujer llegara a decir de su ofrecimiento, lo que menos deseaba es que creyera que en el trayecto iba a abusar de ella. Brandon tenía buenos valores, de hecho incluso exagerados, no sería capaz de hacerle daño a una mujer por más dolor que esta le hiciera sentir.
Todo fue demasiado rápido para Ketu, a duras penas pudo analizar la situación, a la mujer y a los policías. Todo su entorno había cambiado de un momento a otro. Su tranquilidad estaba perturbada, ni siquiera se acordaba del hambre que traía, pero lo que menos buscaba eran problemas con la autoridad, no tenía francos para poder darles a cambio de su libertad, aunque si lo pensaba bien, ir a la prisión tenía sus ventajas, le llevarían algo de comer.
Arqueó una ceja dudoso, observó la mujer de alta alcurnia y luego negó repetidas veces. Si la autoridad lo confundía y lo llevaba a la cárcel, sólo por tratarse de una de esa clase lo dejarían muchísimo tiempo, no se podía dar el lujo, él necesitaba cuidar de su pandilla, desde los más pequeños hasta de Raoul; por un momento creyó que estaba soñando, que quizás toda esa desesperación que tenía por conseguir un mejor trabajo le estaba dando malas pasadas. Se cruzó de brazos y no dejó el gesto analítico. Algo debía de estar mal en aquel momento, los ricos no eran buenas personas, no invitaban a cenar a los vagabundos, y tampoco mentían por ellos. ¿Qué buscaría esa mujer? Él no se tragaba que fuera tan buena, en el interior sabía que nadie lo era, ni siquiera él, ya que había robado un par de veces para poder llevarse alimento al cuerpo.
- ¿Por qué me da las gracias sino he hecho nada? No es bueno mentir, no de esa manera ¿qué pasaría si de verdad soy un mal hombre y ahora pudiera abusar de usted? - Le era imposible sacar su face moralista, si su madre estuviera presente, estaría orgulloso de su hijo, no todos los días las señoritas iban solas en las calles, y mucho menos mintiendo por pordioseros. Volvió a fruncir los labios mostrando su inseguridad al estar frente a esa mujer, le incomodaba lo que acababa de pasar, así no se podía confiar en nadie, pero si de cierta manera le había salvado el pellejo, entonces no debía de ser tan duro con ella, ¿o si?
- No quisiera ser grosero, mucho menos descortés con usted, pero no puedo aceptarle la invitación, no le conozco y no podría asomarme a esa vida de rica que tiene, no soy bien recibido - Se encogió de hombros con naturalidad - Mejor permita que la acompañe de regreso a su casa, no se encuentra segura, yo por lo menos podría vigilar que va con bien - Y eso era lo único que podría aceptar, acompañarla, porque aunque moría de hambre no se fiaba y no lo terminaría por hacer.
- ¿Vamos? - Preguntó alzando una ceja, un poco expectante por lo que la mujer llegara a decir de su ofrecimiento, lo que menos deseaba es que creyera que en el trayecto iba a abusar de ella. Brandon tenía buenos valores, de hecho incluso exagerados, no sería capaz de hacerle daño a una mujer por más dolor que esta le hiciera sentir.
Brandon Acklang- Humano Clase Baja
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 07/03/2013
Re: Deja que te ayude y ayúdame tu (Brandon)
La vampiresa era caprichosa por naturaleza, las contestaciones y pensamientos que se amontonaban en la cabeza y boca del muchacho por momentos la hicieron enojar y en otros casi estallar de risa.
El joven era una persona sumamente inteligente y desconfiada y eso le gustó. Era verdad, quien se podía tragar tan fácilmente, que una mujer como ella, con su atuendo, estuviera caminando tan campante por un callejón, en plena noche. Sonrió inclinando su rostro y mirando de costado a ese muchacho que parecía tan decidido a mostrar que él era un hombre con una moral intachable.
Lo contempló lentamente, de arriba a bajo, - en verdad que sus ropas, por llamarlas de alguna manera, no le servirán para acompañarme a uno de los restaurantes – caviló – pero sí me puede escoltar hasta la mansión – concluyó, sacando cuentas que no estaban tan lejos de ésta y que se le podía ocurrir alguna forma de ayudarle, si él le traía información sobre la vida que había llevado su pequeña hija en las calles, - o mejor aún, si lograra indicarme donde está el escondrijo de esa maldita cazadora – se dijo mentalmente mientras lo miraba a los ojos. Por un segundo su mirada fue tan dura y afilada como el hielo de las estalactitas que colgaban de las galerías en los inviernos fríos de su Italia natal. Bajó su mirada al piso, para e el hombre no le temiera, cruzando sus manos en su regazo y haciendo que temblaba como si tuviera frío – que actriz se pierde el teatro de París – pensó mientras continuaba con su melodrama, pero se moría de risa de solo pensar que sinvergüenza que aveces podía ser.
Bajó la mirada y suspiró, - tiene razón, soy una tonta al pensar que me podía acompañar a cenar, quien quería ir con un adefesio como yo – dijo poniendo el rostro de una niña a punto de llorar, aunque por dentro se divertía pensando en lo que el muchacho pensaría al verla tan compungida, tras un hondo suspiro y levantar nuevamente la mirada del suelo para sonreír tímidamente,le habló con dulzura - esta bien... acepto su propuesta de acompañarme a mi hogar – extendió su mano enguantada – pero solo si acepta que comamos algo por el camino... es que se me ha hecho tarde y ya no puedo ir a ninguno de los compromisos que tenía ésta noche, ademas, no me gusta comer sola – puso su mano izquierda en su rostro a la altura de la comisura del labio, como intentando que su voz solo fuera audible por el joven. Le sonrió mientras seguía con la mano derecha extendida esperando que él decidiera cerrar el trato. Lo miró con la sonrisa aun en sus labios, luego se sobresaltó para posteriormente disculparse, - o por cierto, mi nombre es Saskia, Saskia Bornago -.
El joven era una persona sumamente inteligente y desconfiada y eso le gustó. Era verdad, quien se podía tragar tan fácilmente, que una mujer como ella, con su atuendo, estuviera caminando tan campante por un callejón, en plena noche. Sonrió inclinando su rostro y mirando de costado a ese muchacho que parecía tan decidido a mostrar que él era un hombre con una moral intachable.
Lo contempló lentamente, de arriba a bajo, - en verdad que sus ropas, por llamarlas de alguna manera, no le servirán para acompañarme a uno de los restaurantes – caviló – pero sí me puede escoltar hasta la mansión – concluyó, sacando cuentas que no estaban tan lejos de ésta y que se le podía ocurrir alguna forma de ayudarle, si él le traía información sobre la vida que había llevado su pequeña hija en las calles, - o mejor aún, si lograra indicarme donde está el escondrijo de esa maldita cazadora – se dijo mentalmente mientras lo miraba a los ojos. Por un segundo su mirada fue tan dura y afilada como el hielo de las estalactitas que colgaban de las galerías en los inviernos fríos de su Italia natal. Bajó su mirada al piso, para e el hombre no le temiera, cruzando sus manos en su regazo y haciendo que temblaba como si tuviera frío – que actriz se pierde el teatro de París – pensó mientras continuaba con su melodrama, pero se moría de risa de solo pensar que sinvergüenza que aveces podía ser.
Bajó la mirada y suspiró, - tiene razón, soy una tonta al pensar que me podía acompañar a cenar, quien quería ir con un adefesio como yo – dijo poniendo el rostro de una niña a punto de llorar, aunque por dentro se divertía pensando en lo que el muchacho pensaría al verla tan compungida, tras un hondo suspiro y levantar nuevamente la mirada del suelo para sonreír tímidamente,le habló con dulzura - esta bien... acepto su propuesta de acompañarme a mi hogar – extendió su mano enguantada – pero solo si acepta que comamos algo por el camino... es que se me ha hecho tarde y ya no puedo ir a ninguno de los compromisos que tenía ésta noche, ademas, no me gusta comer sola – puso su mano izquierda en su rostro a la altura de la comisura del labio, como intentando que su voz solo fuera audible por el joven. Le sonrió mientras seguía con la mano derecha extendida esperando que él decidiera cerrar el trato. Lo miró con la sonrisa aun en sus labios, luego se sobresaltó para posteriormente disculparse, - o por cierto, mi nombre es Saskia, Saskia Bornago -.
Saskia Borgano- Vampiro Clase Alta
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