Tarde de cacería (Djibril)

Era una hermosa tarde de invierno, a pesar del intenso frío el sol brillaba en el cielo sin nubes a su alrededor. Una tarde tranquila como cualquier otra y que no aparentaba ser diferente a las demás. Todo había concurrido como la rutina lo dictaba, y ahora era tiempo de su larga caminata.

Salió de la casa y al llegar al límite del bosque su cuerpo sufrió la transformación. Aparecieron sus garras, su cola, sus dientes crecieron y su cuerpo se cubrió con un pelaje pardo. Cuando terminó dio un salto y se adentró en el bosque. Sus pisadas no hacían ruido, su andar era elegante y poderoso. Sus pasos la guiaban, sabiendo por donde tenía que ir, conocía el bosque como la palma de su mano, era su segundo hogar. En ese árbol tenía que doblar… pero algo pasaba… este camino siempre está lleno de sonidos, las aves cantas, los grillos hasta a veces se escucha alguna rana, pero hoy… todo es silencio. Muy raro…

Se detiene a mirar a su alrededor, no hay nada ni nadie, ni un conejo siquiera. Sigue caminando con cautela y alerta a cualquier sonido a movimiento.

El ruido de una trampa activarse, el metal cerrándose sobre la piel, un rugido de dolor y el ruido de una cadena, se escuchan por esa zona del bosque. El puma al sentir ese dolor que nacía desde su pata, la mira y lo que ve la deja horrorizada. La trampa de un cazador se clavaba como una mandíbula sobre su pata trasera que comienza a sangrar. Transformarse sería la mejor idea, pero si lo hacía la trampa se le clavaría aún más y hasta podría romperle algún hueso. Aguantando el dolor tira de la trampa para desclavarla del suelo… el ruido de unas pisadas humana la alerta y tira con más fuerza. Logra soltar la trampa del suelo y salta a un lado justo para esquivar el primer disparo. Sin mirar al cazador comienza a correr pese al inmenso dolor.

Corre sin detenerse lo más rápido que puede, escuchando al cazador correr tras ella y teniendo que esquivar algunos disparos. Mientras corre se tropieza debido a la trampa y rueda por el suelo, al rodar la trampa se suelta dejándola libre. Sacude su cabeza y al levantarla el cazador ya estaba más cerca, se pone de pie y sale corriendo nuevamente con el cazador corriendo tras ella bastante cerca.

Respirando agitada se detiene en lo más profundo del bosque y mira a su alrededor, al parecer logró escapar del cazador, menguando camina unos metros, para dejar más distancia entre el cazador y ella, durante todo el camino ha dejado un camino de gotas de sangre debido a su herida. Se detiene y se sienta para mirar su pata. Las perforaciones hechas por los dientes de metal son profundas pero por suerte no llegaron al hueso, acerca su hocico y lame las heridas.

El ruido de un arma cargarse le hace levantar la cabeza. Su corazón se detiene. El cazador la encontró y ahora le apunta con su escopeta a muy corta distancia.

“Jamás abandones a alguien que está en peligro”

Ese día parecía cualquier otro en la humilde vida del cambiaformas africano. Se había despertado temprano, como siempre; y había buscado su alimento, como siempre. Sin embargo, los hijos del agua habían sido la elección para ese día, por lo que ahora se encontraba en un río cercano a su “residencia” de pieles y de madera, acompañándose de una fogata que había hecho a la usanza de su tribu, y como rezaba todo manual de sobrevivencia: ramas rodeadas de piedras. Las espinas fueron haciendo un respetable montón a un lado del fuego, y de no ser por un ruido seco y fuerte que lo puso en alerta, ese montículo se hubiera hecho mucho mayor. Se puso en pie y de un par de saltos ya estaba sobre una gruesa rama, cogiendo con fuerza el cuchillo hecho por él en sus tierras tratando de dilucidar lo más pronto posible qué era lo que sucedía. Cerró los ojos y centró sus sentidos en su alrededor, siendo uno con la naturaleza, tal y como sus enseñanzas predicaban.

Un humano.
Pólvora.
Sangre.
Uno como él.

Salió disparado en la dirección resultante de su análisis, notando con una frustrante exactitud cómo los olores e incluso los sonidos se incrementaban. Sacó conclusiones rápidamente, y decidió dirigirse al origen de todo ese problema para zanjarlo de una vez. Y tan acertada fue su decisión que llegó en el momento preciso en que el dedo se cerraba sobre el gatillo.

La adrenalina se disparó más rápido que la bala que se perdió en el cielo, y el pelaje negro se elevó en un salto prodigioso a causa del impulso de la transformación y del entrenamiento propio en aquellas tierras que aún sentía pertenecerle. Los cuerpos cayeron antes que el arma, pero sólo uno lo hizo con vida. Las fauces permanecieron cerradas cual candado en el cuello del malogrado cazador hasta que se cercioró que el corazón dejó de latir, y la compuerta filosa se abrió tras unos segundos, separándose Djibril de aquel sinónimo de venganza, gruñendo muy molesto por lo que había intentado hacerle al felino que permanecía inmóvil por una herida en su pata. El humano interno suspiró para tranquilizarse, y para poder dedicarse ahora a ayudar a quien había salvado.

El pasado tenía que quedarse allí.

Sus ojos fijos en el cazador, fijos en el arma que ahora le apuntaba, en aquel dedo listo para apretar el gatillo. Permanecía inmobil, solo esperando, no podía moverse del lugar, no solo por la herida, sino porque al mas minimo movimiento, el cazador apresuraría su intención y sin duda la bala la alcanzaría, solo podía quedarse quieta, deseando poder ser más rápida que la bala que saldría en cualquier momento de esa arma.... el dedo aprieta el gatillo, se escucha el sonido... pero la bala no llega. Había cerrado los ojos por acto reflejo, esperando senti dolor....

Lentamente el felino abre los ojos, delante de ella el cazador no estaba, solo el arma abandonada en el suelo, al mirar a un costado puede darse cuenta de lo que sucedió. El cazador, ahora solo su cuerpo inerte sin alma, yacia en el suelo, bajo el peso del cuerpo de un animal, un felino de pelaje negro como la noche, que fue el causante de su suerte.

Se queda inmovil, mirando a su acompañante, sorprendida. Sorpresa que se convierte en temor, un animal herido era presa facil para cualquier depredador. Rapidamente se pone de pie, intentando no demostrar el dolor que le produce la herida al apoyar su pata en el suelo, no debía demostrarse debil o eso sería peor. Le ruge suavemente, pero como una advertencia que decía claramente "No te acerques".

Con pasos tratando de ser seguros, aunque el pequeño rengueo la delataba, se mue rodeando a la pantera, sin quitarle la vista de encima, con intenciones de irse. Vuelve a pisar con su pata, sin darse cuenta que la apoya en una piedra que incremente su dolor, por reflejo, baja las orejas y cierra los ojos en un claro gesto de sufrimiento.

A pesar del suspiro humano inicial, el rostro felino continuó tenso y enrabiado por unos momentos, resoplando con el corazón latiéndole con mucha fuerza a causa de la ira que siempre sentía cuando se enteraba o protagonizaba disputas para proteger a seres indefensos, como era este caso. Se alejó un par de pasos sin dejar de mirar el rostro de su víctima y gruñió por segunda vez, queriendo deshacerse de aquel cuerpo tan molesto que con suerte serviría de alimento a moscas, buitres y otras criaturas fanáticas de la putrefacción.

Un breve y leve rugido le desvió por fin de su incómoda atención ante el cazador cazado y fijó su vista amarilla en la enorme felina que permanecía inmóvil, paralizada o en shock por la vivencia reciente, pero un particular olor le hizo sumar y concluir otro motivo para su actuar; y sumándole a eso el tono del rugido anterior descifrado a la perfección, la situación era más que clara. Tan o más clara como las manchas rojizas en la pata trasera del animal que, a pesar de las molestias y el dolor, caminó alrededor de él para inspeccionarlo, rodearlo para asegurarse de que no era ningún enemigo. Sí, lo sabía perfectamente. ¿Cómo no saberlo cuando creciste entre animales incluso comunicándote con ellos?

Un suave gruñido se escuchó por parte de la pantera mientras su acompañante rodeaba su humanidad, buscando inspirarle calma, ya que la verdad sea dicha, si hubiera querido atacarla o hacerle daño, ya lo hubiera hecho hace rato. Djibril siendo depredador no suele perder el tiempo en incertidumbres o tentativas de acción.

Le siguió con la mirada durante su "inspección", y también siguió fijamente aquella desafortunada pisada sobre una piedra. El africano casi podía sentir el dolor que aquella especie de felino desconocido no trataba de ocultar (o quizás no podía hacerlo aunque quisiera) y se volteó para con su pata alejar aquella desgraciada piedra que no hacía más que aumentar el sufrimiento de quien había salvado. Su hocico se acercó a la pata sin esperar ningún voto o manifestación de confianza, y lamió delicadamente el área lastimada, usando sus papilas gustativas y sus conocimientos médicos tribales para tener una primera impresión de lo que iba a tener que solucionar. Devolvió la vista a la felina y repitió el gruñido de antes, pidiéndole calma, y sobre todo, confianza.

Lo rodeaba como un cazador rodea a su presa, pero sus intenciones no eran cazar, para nada, solo era inspeccionar e irse de ahí. Pero al pisar la piedra ese objetivo se detuvo a causa del dolor. Nunca creyó que una piedra pudiera causarle tanto dolor. Quien sabe cuanto tiempo estuvo con los ojos cerrados y aguantando la respiración por ese sufrimiento, pero algo la regresa a la realidad. Algo que pasa por su pata, por su herida, que aunque lo hace con delicadeza le duele tanto que casi ve estrellas. Abre los ojos de golpe y gira su cabeza para encontrarse a la pantera a su lado, culpable de aquel sentimiento. Gira un poco su cuerpo, lo suficiente para golpearle la cabeza con una de sus zarpas, no como ataque solo para hacer que deje de hacer lo que hace y le gruñe pidiendo que deje de hacerlo.

Baja su cabeza hasta su pata y mira las heridas, suerte que no lograron tocarle el hueso, pero igual son profundas y no dejan de sangrar. Acerca su hocico y la lame suavemente pero hasta ella misma se hace daño y deja de hacerlo. Levanta la cabeza y conecta sus ojos con los amarillos del majestuoso animal negro. Sabe que debe intentar calmarse, pero simplemente es algo imposible cuando sientes que tu pata se desgarra y el más simple movimiento es un enorme esfuerzo por evitar gritar, o en este caso, gruñir del dolor.

Se lo queda mirando, decidiendo que hacer… con esa herida, no podría llegar muy lejos, y temía transformarse en humana, talvez si lo hacía la herida empeoraría… solo tenía una opción… confiar en este cambiaformas. Sí, sabe lo que es, puede sentirlo.

Asiente levemente con la cabeza y lo mira esperando a que él decida qué hacer ahora, mientras el cadáver del culpable de esto se descompone lentamente.

Djibril, fiel a su timidez aún presente en el interior de ese pelaje negro, se preguntó si había estado bien lo que había hecho. ¿Pero por qué dudaba? Una piedra había sido suficiente para dejar a aquella bestia delirando de dolor, ¿y no lo iba a hacer lo mismo una lamida? Quizás había sido el golpecito recibido, que ni siquiera le inmutó externamente, pero que le dejó un manto de dudas acerca de su proceder. El africano suspiró por dentro.

Le vio cómo ella repetía lo realizado por él, y conseguía el mismo resultado. No confiaba en él, sin duda alguna; lo que era raro para el joven negro. Estaba tan acostumbrado a una confianza extrema entre cambiaformas en su tribu...pero esa no era su tribu. Y esa mujer tampoco era parte de los Jawara. Rápidamente despejó la nostalgia con un movimiento de cabeza y decidió su próximo paso, paso que aquel animal parecía no poder dar...literalmente.

Le gruñió una vez más con suavidad, sabiendo que le entendería independiente de cómo fuese en su forma humana (habiéndola ya reconocida como uno de aquellos "cambiaformas", y descartando por sentado que fuera parte de su extinta tribu). "Vuélvete humana" le expresó, pero tras varios segundos y una insistencia, no hubo movimientos afirmativos con respecto a esa petición. ¿Por qué no aceptaba? Era mejor cargarla para que no pisara, pero parecía ser demasiado obstinada, o demasiado desconfiada. Pero no le culpaba para nada, de hecho le entendía un poco...aunque no sabía si ella también era parte de una tribu extinta y había cruzado todo un continente entre torturas y humillaciones. Dejando de lado aquello, Djibril empezó a andar en dirección a su choza, esperando que le siguiera, y más importante, que se diera cuenta que no podría hacerlo sola.

Volverse humana, sabe que es lo que debería hacer, pero talvez al volverse humana, el propio cambio, haga que las heridas de su pata empeoren su estado y era mejor no arriesgarse, no quería terminar peor estando tan lejos de casa.

“No lo haré.”

Le gruñe, sabiendo que le entenderá perfectamente. Él insiste, pero ella se mantiene firme en su decisión, no iba a cambiar de idea y aparte.. ¿transformarse ante alguien que no conoce? No. Definitivamente no.

Finalmente la pantera parece haber desistido de la idea de convenserla, cosa que ella agradece internamente y suspira. Lo mira darse vuelta y comenzar a caminar, sabiendo que quiere que lo siga se pone de pie despacio y camina tras él intentando seguirle el paso.

Al principio pudo seguirle sin ningun problema, pero a medida que avanzaban se iba haciendo cada vez más difícil aguantar el dolor. Intentaba evitar hacer cualquier ruido que signifique malestar o dolor, solo caminaba en silencio tras él, gritando internamente con cada rama o piedra que accidentalmente pisaba con su pata dañada. Pero finalmente un gruñido suave, de dolor, escapa de su boca cuando al doblar en un árbol su pata dañada pisa las raices del árbol. Su cuerpo cae sobre la tierra humeda y se queda tumbada sin moverse un buen tiempo hasta que el dolor haya pasado.

Al abrir los ojos se da cuenta que su vision está algo borrosa, por todo lo que sucedió su cuerpo ya no puede dar ni un paso más literalmente. Levanta la cabeza para mirar a la mancha oscura que sabe que es la pantera y gruñe suavemente diciendo “estoy bien”, aunque claramente no sea verdad.

Era terca, pero la pantera la comprendía. Comprendía su indecisión, podía sentirla en su pecho, y parecía muy fuerte. Por eso fue que "desistió" de convencerla y comenzó a andar en dirección a su hogar, ignorando supuestamente el hecho de que aquel animal apenas podía caminar, e ignorando también el hecho de que le estaba siguiendo.

Transcurrían los minutos y la situación no parecía cambiar. Djibril caminaba escuchando las pisadas ajenas para hacerse una idea de lo que podía estar pasando, y la caída fue a lo menos predecible e inevitable por parte de Djibril. ¿Y tenía el descaro de decir que se encontraba bien? Suspiró internamente. No tenía otra opción.

Le gruñió regañándola y, contra toda protesta "verbal" o física le cogió de la garganta lo suficientemente fuerte para alzarla sin hacerle daño y dejarla caer sobre su lomo para poder cargarla. Volvió a gruñirle como diciéndole "te lo dije" y continuó su camino, analizando mentalmente qué diablos hacía ayudando a personas tan testarudas como esa hembra.

Los blancos le llamaban a eso..."vocación de servicio".

No era el mejor lugar para descansar en estos momentos, pero para Elisa es el paraíso, cualquier lugar podría ser el paraíso ahora mismo para ella, cualquier lugar donde pudiera acostarse a descansar sin tener que apoyar su pata herida y que no paraba de sangrar.

Escucha un gruñido cerca de ella que le hace abrir los ojos y tratar de enfocar su vista en la pantera frente a ella. Suspira con cansancio y su cabeza cae sobre la tierra húmeda signo inequívoco que se ha desmayado.

Un movimiento constante es lo primero que percibe cuando comienza a despertar de aquel desmayo. Mueve su cabeza lentamente y percibe el pelaje de otro animal bajo ella, abre los ojos y se da cuenta que está sobre la espalda de la pantera que la salvó de aquel cazador… ¿pero en qué momento se subió a su lomo? No lo recuerda. Se mueve para poder bajarse de él pero las punzadas de dolor en su pata le hacen gruñir de nuevo, por unos momentos se había olvidado de su pata.

Con un débil gruñido de frustración se acomoda sobre el lomo del felino oscuro, deja su cabeza sobre la de él.

“¿Dónde vamos?”

Pregunta con un suave gruñido.

El trayecto había sido tranquilo gracias a la inconsciencia de la piel adolorida y terca que descansaba en su lomo. El silencio era una compañía muy grata para el cambiaformas, había aprendido a respetarlo y a usarlo a su favor en múltiples ocasiones, a anhelarlo y a agradecerlo, y por supuesto a disfrutarlo; pero no alcanzó a hacerlo por el tiempo que él quería, ya que sintió a su futura huésped moverse sobre él y acomodarse con su cabeza sobre la propia, como si quisiera ver mejor el recorrido que trazaba quien le había salvado y que estaba en camino de "completar el trabajo", como le había escuchado a algunos blancos con aquel idioma tan extraño del cual aún no podía esbozar palabra alguna; pero el idioma le daba lo mismo si podía comunicarse a gruñidos y otros sonidos en su forma animal, que era con la que se sentía infinitas veces más cómodo y seguro.

"Vamos a un lugar en donde podrás descansar, y donde podré curarte la pata" - explicó Djibril entre gruñidos aparentemente tranquilos, aparentemente porque hubiera preferido tenerla dormida hasta que llegaran y así poder curarle, pero era pedir demasiado.-"Después que te cure podrás marcharte" - le comentó luego a modo de incentivo para que siguiese al menos su cuerpo quieto, aunque de todas formas...por cómo se veía la herida, tendría para al menos una semana sin poder pisar. ¿La iba a tener que cuidar, también? No le quedaría de otra ni a él ni a ella, y el macho ya se había hecho a la idea, la pregunta era...¿cómo reaccionaría la hembra?

La choza se veía a lo lejos, y Djibril gruñió para hacérselo saber. -"Iremos allí".- dijo.

Curarle la pata… eso le hace sonreír internamente, pero al mismo tiempo le preocupa. En todo el trayecto su pata no ha dejado de gotear sangre de la herida, podía sentir como las moscas comenzaban a ser atraída por la herida expuesta y solo gracias al movimiento suave de su cola sobre su pata evitaba que aquellas intrusas no se acercaran demasiado. Y comenzaba a asustarse por el estado de aquella herida que no puede ver y no le gustaría ver, y por como seria el momento en que lleguen al lugar donde la pantera la lleva y comenzara a curarle la pata.

“Gracias” gruñe suavemente.

Le tranquiliza saber que una vez curada podrá irse, porque esta segura que su familia ya debe estar preocupada por ella, pero nunca se adentrarían tanto al bosque como lo están haciendo ella y este macho.

Abre los ojos, que sin darse cuenta había cerrado, y observa que se acercan a una pequeña choza hecha de troncos y pieles. Al darse cuenta que ya estaban cerca de su destino y del momento de curación una duda comienza a rondar en su cabeza.

“¿Tendrá que transformarse?” Era la pregunta que se hacia para ella misma. Probablemente el macho se lo pedirá para curarle pero… tener que transformarse frente a un macho que no conoce… no es una idea que le agrade, sin contar que si solo mover su pata unos centímetros le producía un terrible dolor que le hacia ver estrellas… la transformación seguramente seria una tortura que preferiría que la bala de aquel cazador la hubiera alcanzado.

Antes de darse cuenta ya están frente a la entrada de la choza y levanta un poco la cabeza mirando y olisqueando con curiosidad innata.

Mientras recorrían los últimos metros que les distanciaban del tan añorado hogar del cambiaformas, éste recordaba las enseñanzas de la tribu para esos casos: sí, lo tenía todo en la cabeza; pero el gran problema estaba en la hembra que cargaba en la espalda. ¿Se iba a dejar curar por un desconocido? ¿Aquella desconfianza sería suficiente para hacerle perder su pata si no tenía tratamiento pronto? El consiguiente agradecimiento echó por tierra todas sus dudas e ingresó más sereno y confiado a aquellas paredes que él mismo había levantado en un par de días, deteniéndose en donde estaba lo que universalmente se consideraba el lugar de descanso: unas cuantas pieles una sobre la otra eran suficientes para la morena pantera que ahora se agachaba hasta quedar prácticamente echada para que su huesped pudiera dejarse caer con un gruñido de dolor consiguiente e inevitable. Una vez que vio a la bestia allí se sentó cual gato amaestrado y le miró con aquella elegancia clásica de los enormes felinos negros. - Si quieres que te ayude, deberás dejar tu forma de animal. - Dijo internamente y se dio la vuelta hasta con gracia en dirección a los implementos que necesitaba. Tenía que transformarse él también para tratarle, por supuesto...pero esperaba que lo hiciere ella primero.

Para variar, su espíritu caritativo le obligaba a luchar contra sus peores miedos, los cuales siempre revivían cuando se trataba de la forma humana de aquellos seres tan raros. ¿Y si la humana detrás del animal era una asesina? Era casi seguro que fuese del mismo color que las personas que le habían quitado todo...pero su Visión le decía que no era mala...¿Y si la Visión era errónea? ¡NO! ¡La Visión nunca fallaba! ¡Tenía que ser una buena persona! Tenía que creer en ello, ya que a final de cuentas no iba a abandonarle con semejante lesión...fuese del lado que fuese.

Ya están en la entrada y el felino de pelaje oscuro no la deja observar el exterior mucho tiempo ya que no tarda en entrar a aquella pequeña construcción. No era el palacio de Buckingham, ella nunca estuvo ahí, pero se lo imaginaba, aún así esa choza en verdad era pintoresca y acogedora a su manera. Desde el lomo de aquel cambiaformas observa y olfatea el lugar. Unos tazones hechos de madera de forma prolija adornaban una parte, sin duda eran los “vasos” de aquel cambiaformas. No veía a simple vista ropa, solo pieles, ¿talvez su ropa estuviera guardada en otro lugar?, pero no veía alguna cajonera… más bien, no había muebles, ni un solo armario en ese lugar. Y la ropa no estaba esparcida en el suelo, ¿entonces donde estaba?

Los pasos de la pantera se detienen haciendo que ella preste atención a lo que hacía. Se había recostado en un “colchón” de pieles en una clara invitación silenciosa a dejarla bajar. Respira hondo para tomar valor y lentamente levanta la mitad de su cuerpo y baja del lomo recostando su mitad del cuerpo a un lado de la pantera. Despacio desliza las patas traseras del lomo de la pantera y un gruñido de dolor se escucha de parte de la hembra cuando su pata herida choca contra las pieles, aunque lo hizo con cuidado eso en verdad le dolió. Respira hondo de nuevo y levanta un poco su cabeza, lo suficiente para mirar a la pantera que tras decir esas palabras le dio la espalda.

-¿Es necesario?-

Pregunta moviendo su pata sin darse cuenta, solo quería ponerla una mejor posición pero… deja caer su cabeza nuevamente sobre las pieles, resoplando por su nariz y respirando agitadamente, sintiendo un gran dolor en su pata. Se queda recostada respirando agitada varios segundos, en silencio, solo se escuchaba el golpe que hacía su cola al chocar contra las pieles en una clara señal de nerviosismo, incomodidad y dolor.

Lo piensa unos minutos y finalmente acepta que no tiene otra opción… tenía que aceptar la ayuda de aquel cambiaformas, aunque eso implicara tener que transformarse.

La transformación comienza y termina rápidamente, pero para ella fue eterna. Termina gritando del dolor, sintiendo como si su pie estuviera a punto de cortarse de su cuerpo. Recostada de lado, respirando agitada y entrecortada, como si el mismo respirar también le costara. Se queda apretando con tanta fuerza las pieles con sus manos que sus nudillos se pusieron blancos. Su cabello oscuro, revuelto cae por su cuello y espalda. Sus ojos apretados en un claro signo de dolor.

El hecho de que sufriera tanto al dejarse caer en un colchón de pieles le confirmó al cambiaformas que el daño en la pata era importante, quizás demasiado importante...mas no imposible de remediar con sus desconocidas habilidades curativas. Le miró de reojo cuando preguntó, y ni siquiera le respondió. Ella sabía que debía hacerlo si no quería quedarse con una pata menos, y por ello Djibril se mantuvo tranquilo hasta que vio a la humana detrás de la piel animal. El grito lo sobresalta más a él que a ella misma y hace que dé un saltito a la defensiva para mirarla atentamente. Era blanca, como supuso...

El moreno hizo una mueca internamente y sintió sus patas temblar de miedo. Ella no era como las demás personas que se había encontrado...y no la conocía lo suficiente como a los dos niños que había permitido que viesen su forma humana (aunque no tuviera otra alternativa) Ella era más grande, era una jovencita como él y se había visto un poco más hostil que la inocencia de sus otros dos "invitados". Emitió un gruñido en señal de nerviosismo, y retrocedió un paso. Estaba dudando.

Pero entonces, un recuerdo le hizo darse cuenta de sus errores.

"Si dudas de ti mismo, comenzarás la batalla vencido."

Su conversión fue rápida, como si no quisiera sufrir (aunque no doliese). Y sus movimientos en forma humana también lo fueron, deseando terminar lo más pronto posible y así poder refugiarse una vez más en la comodidad y seguridad de su piel felina; pero de momento, era la espalda negra la que buscaba con rapidez telas y agua,y eran las manos con palma blanca las que hacían una pasta verdosa con hierbas en un bol con gran habilidad, agregando luego unos polvos raros y un par de hojas. Miró de reojo a la chica que parecía al borde del desmayo y se apresuró, llegando hasta ella y empezando a trabajar ni bien terminó de depositar los objetos a utilizar, enfocándose completamente en aquel pie que a cada segundo que pasaba se veía peor. No le pidió calma o relajo únicamente porque no sabía cómo decirlo en el idioma tan raro que los blancos tenían, pero rogaba que aguantase, y que no fuese demasiado tarde.

Los minutos fueron pasando y la herida fue lavada y envuelta en telas con aquella mezcla en su interior. Parecía un auténtico tratamiento médico blanco, aunque con pieles en vez de los vendajes que había visto usar varias veces a sus captores. Luego de eso miró nuevamente a la mujer, y se acercó un poco para poder mirarla mejor. Tenía una piel suave y brillante...con una tez muy similar a la de las mujeres de su tierra, aunque éstas fuesen mucho más oscuras. Estiró una de las manos blanquinegras y temblorosa la posó en uno de los delgados brazos femeninos en señal de apoyo, sintiéndose tan realizado como la vez en que pudo cazar una cebra en solitario.

Era la misma satisfacción.

El olor a hierbas y el ruido de hojas ser aplastadas le hacen abrir los ojos, pero no los mantiene abiertos mucho tiempo debido al intenso dolor que experimenta su pie. Ese dolor solo se incremente cuando las manos de la “pantera negra” le tocan y comienzan a trabajar sobre la herida, por más que el felino oscuro lo hiciera con cuidado para ella era una tortura.

Todo el tiempo, todos los minutos en los que se tardó en lavar, curar y vendar el pie, la felina se la pasó gritando, gruñendo y apretando las pieles bajo ella con fuerza. Pero en todo momento intentó no mover su pie, sabía que si lo movía no podría curarle correctamente, aparte que si lo movía el dolor se incrementaría y no quería aumentar esa sensación.

Finalmente todo terminó y podía sentir como algo apretaba su pie para que no pudiera moverlo mucho. Sin embargo el dolor no se había ido. Sus ojos seguían cerrados en un claro gesto de dolor, los abre un poco al sentir una mano en su brazo. Intenta enfocar sus ojos para ver a la persona, pero por su estado solo puede ver una sombra oscura frente a ella. Gruñe suavemente de dolor y vuelve a cerrar los ojos. Su respiración es rápida y entrecortada, como si de esa forma pudiera calmar el dolor, pero no es así. El dolor sigue estando y ella no puede soportarlo mucho más. Quiere que se termine y poder descansar, se siente agotada por todo.

-Me… me du… due… duele…-

Intenta hablar en su estado, pero ni ella logra entenderse. Aunque no lo necesita, su estado de debilidad y sufrimiento es obvio para cualquier persona que la mire.

Un sorpresivo "shh" se escuchó claramente de los labios del cambiaformas en respuesta al sufrimiento evidente que la joven tenía aún después de hechos los tratamientos de rigor. Miró a sus utensilios como si pudieran darles éstos una respuesta o una orientación a la situación y fue el cuenco con agua el que prendió su mente cual chispazo y le hizo moverse. Una enésima tela fue rota con un brusco movimiento de brazos como si desgarrase cuero y luego ésta fue depositada en el agua, estrujada y depositada en la agitada frente ajena previo despeje de sus cabellos...pero eso no parecía suficiente para al menos mitigar el dolor y tranquilizar a la pobre chica que aún curada de su tobillo apenas podía respirar por la violencia de su pecho al inflarse y contraerse. Hizo una mueca mientras se rascaba el mentón en búsqueda de ideas y volvió a encontrarlas entre sus posesiones: era hora de ser más drástico.

En caminata estilo gorila avanzó a uno de los rincones más alejados de la choza y cogió un par de hojas bastante largas, similares a las plumas de las aves. Aguantó la respiración manteniendo lejos aquellos implementos naturales de sí mismo y finalmente llegó a donde su huésped, acercándole las hojas a distancia suficiente de la nariz y de la boca para que respirase. En su natal África habían muchísimas hojas de ese tipo, pero ni con todo el tiempo que había estado en los bosques cercanos a esa gran ciudad había podido encontrar una cantidad más o menos abundante, por lo que estaba siendo un poco austero...sin embargo esa austeridad era más que suficiente para que los efectos adormecedores de ese par de hojas hicieran efecto.

- Shh - volvió a pronunciar presionando la tela de la frente y rogando que por fin aquella cambiaformas pudiera tener aunque fuera un rato de descanso merecido.

Escucha aquel “shh” pronunciado por la persona que se encargó de curarle el pie, le obedece, pero no porque se lo haya pedido, sino porque el dolor que siente ya no le permite seguir hablando, solo le permite quejarse con débiles gemidos y pequeños movimientos de su cuerpo que intenta encontrar una posición que no le cause demasiado dolor. Siente como aquel cambiaformas se aleja de ella y escucha como sumerge algo en el agua y las gotas salpicar. Se sobresalta un poco al sentir una tela fría en su frente y al abrir los ojos ve un trozo de tela empapado y una mano encargándose de mantenerla en su lugar. Le alivió por unos momentos pero de igual forma el dolor no da indicios de querer dejarla en paz y mucho menos dejarla descansar.

Lo siente alejarse nuevamente de ella y escucha el ruido de unas hojas moverse. Después lentamente empieza a sentir el olor a algo… a algo silvestre como una planta, pero ella no la conoce o nunca le ha tomado importancia. Pero más allá del olor de aquellas hojas era la sensación que estaba sintiendo. Con cada inhalación que ella hacía en su rápida, agitada y forzada respiración con su nariz y boca, lentamente sentía sueño, más y más sueño. Tratando de ver de qué se trataba abre un poco sus ojos adoloridos y adormilados pero solo ve unas hojas suspendidas encima de su cabeza, muy cerca de su nariz y su boca. Lucha por quedarse despierta debido a la extraña sensación que le producía dormirse influenciada por algo, pero era inútil luchar. Su cuerpo, ya de por sí debilitado, lo sentía cada vez más pesado y sus ojos se cerraban. Finalmente el sueño venció y calló en un sueño profundo y sin dolor, algo que todo su cuerpo y ser agradece.

Su cara y cuerpo brillaba levemente debido a las pequeñas gotas de sudor que le provocó aquel estrés en el que se encontraba. Su cabeza cayó de lado y su cuerpo se relajó por completo, solo temblando por el frío que sentía y la falta de sangre en él, pero no era nada grave. Una respiración profunda y un suspiro dan a entender que su mente ya no se encuentra despierta.

Pasaron segundos, minutos, tal vez horas en los que ella solo durmió hasta que lentamente su mente empezaba a despertar... se movió un poco para acomodarse pero sintio el dolor en su pie y las vendas que le impedian moverlo demasiado. Apreto los ojos por el dolor y gimió un poco, quedandose quieta. Cuando el dolor pasó abrió un poco los ojos y levanta primero la mirada para ver qué era lo que tenía en su frente, descubre que era una tela mojada. Después dirige su mirada a inspeccionar el lugar pero se detiene con lo primero que ve. Un joven, más o menos de su edad seguramente, puede sentir que se trata de aquella pantera que le salvó y ayudó y eso la hace tranquilizarse solo un poco. Lo mira fijamente y con algo de interés... nunca había visto a alguien como él... o más bien, que tuviera la piel como él... su piel era oscura... más oscura que la de muchos que vio...

-Hola....-Susurra.

El aire pasó por sus labios sutilmente en un suspiro callado cuando vio que aquella chica por fin cedía al cansancio inducido por las hierbas. No era la idea utilizarlas al ser bastante valiosas (y porque resultaban un arma de doble filo si el mismo Djibril respiraba con éstas demasiado cerca), pero al menos habían cumplido su objetivo. De inmediato se deshizo de ellas dejándolas en el lugar destinado para su resguardo y se lavó las manos, secándoselas en su cabello y en parte de sus tostados brazos, incorporándose apenas unos segundos para hacer sonar aquellas vértebras que habían permanecido por tanto tiempo inclinadas y que volverían a estarlo al menos por unas horas más hasta que la joven se empezó a mover. Ahí el africano se sobresaltó disipando todo signo del adormecimiento que estaba presentando desde hacía un rato: un poco más y ya estaría durmiendo...pero ahora estaba más alerta que cuando le estaba salvando la vida. La chica ahora estaría consciente (y de hecho lo estaba) de lo que sucedía y así fue; lo primero que hizo al abrir completamente los ojos fue mirarlo a él, y para la pantera aquella señal de atención por parte de ella fue como una flecha que pasaba silbando por su mejilla; era el mismo estrés, la misma fuerza de sus latidos.

... - Tragó saliva y se quedó paralizado hasta que instintivamente retrocedió un paso en aquella postura de gorila que había conservado desde que el silencio había regresado a su choza. Su mentón empezó a temblar y sus manos se apretaron mucho más contra sí mismas y contra el suelo en reacción automática ante los extraños. Aquel sonido que emitió la chica le recordó a aquellos que habían provocado el giro brutal de su vida y le hizo entreabrir la boca para dejar escapar otro suspiro; pero esta vez, uno notorio.

La hembra ahora en forma de mujer se queda observando a la persona frente a ella, en completo silencio por varios minutos, observando a aquella persona… no quería decir la palabra rara… pero eso era para ella, después de todo, nunca ha visto a alguien como él, con ese color peculiar de piel.

-…. Dije hola.-

Repite después de esperar un buen tiempo y no recibir respuesta del otro. No entiende por qué no le contesta… lo sigue mirando, esta vez poniendo más atención en la postura estilo gorila que tiene aquel joven y la tensión en sus músculos… estaba asustado, o eso parecía, pero ¿asustado de que?, no había ningún peligro ahora, al menos eso es lo que a ella le parece. Mira alrededor… y entonces se da cuenta. Está asustado de ella… vuelve a mirarlo.

-No voy a lastimarte.-

Le dice y le sonríe para intentar transmitirle confianza y calmarlo un poco. En un intento por acercarse a él trata de levantarse, olvidando su pie herido, que aunque curado al moverlo le dolía terriblemente… apenas mueve el pie, este se resiente por la herida y cierra los ojos gimiendo del dolor, en un acto reflejo se toca su pie vendado con esas pieles, como si eso fuera a calmarle el dolor que sentía en esos momentos.

Se sentía como un cachorro frente a un león adulto. Sus músculos estaban muy tensos y su corazón palpitaba con fuerza, esperándose lo peor de aquella mujer de piel blanca que continuaba diciendo sonidos que no comprendía, aunque los había escuchado más de una vez de palabras de sus captores. ¿Qué quería decirle?

El silencio se instala por un rato, y la tensión por parte de Djibril crece. La mujer mira su cuerpo y luego a su alrededor, instalando más incertidumbre en el pobre chico al que no le sobraban las ganas de salir corriendo y ocultarse. ¿Atacarla? No, no podía. Era una mujer, ¡pero era una mujer blanca! ¡Era igual a los asesinos de su clan! ¡Igual a todos los humanos que había visto en ese lugar tan extraño! Le miró de nuevo, y tragó saliva. Otra vez los sonidos extraños. Su voz es suave y tranquila y no parece agresiva; aunque eso sea mitigado por el dolor de su pie que se hace evidente y lo manifiesta con un quejido. Se muerde el labio y discute internamente si se vuelve a acercar o no. La indecisión le come el alma.

- … - Negó con la cabeza haciendo el intento de regañarle por mover el pie sin consideración por su estado, pensando si usar o no alguna hierba para adormecerle, pero parecía sentirse mejor sin ayuda de ello. ¿La estaba ayudando? ¿A una enemiga? Sus pies y manos se tensaron más aún por el arranque de valor por el que estaba pasando y se fue acercando lentamente, percibiendo cómo se le apretaba el pecho a medida que la distancia se acortaba. Cuando iba a llegar hasta ella se desvió y tomó un bol con agua, dejándoselo al lado para que pudiera beber de él. De inmediato retrocedió nuevamente, contemplando cómo reaccionaba con gran atención. ¿Los blancos se comportaban igual que los de su clase?