Sweet Lie - Mikhail Argeneau

por **Charlotte Schreiber** Miér Ene 18, 2012 6:04 pm

Been a Liar is like been a Thief

Si violas a la verdad cometes el crimen de la mentira, pero si solamente la perturbas, eres un maldito cobarde que teme arriesgarlo todo. O un valiente que disfruta poniendo sus manos en el fuego. Aunque para Lotto no eres más que un simple infeliz por no poder aceptar una única realidad, no había otra perspectiva. O quizá en su caso dos, muy disfuncionales por cierto.

Hipócrita, si ¿Tú como piensas eso? Ahora mismo estás siendo hipócrita, hablas de aceptar la realidad cuando realmente me tienes miedo
¿Miedo de tí Lotto, por lo que soy ahora?
Si, temes que lo que hayas hecho te haga arrepentirte cuando me veas y ya sea tarde.
Y tú me odias porque la culpa siempre es mía.

Sí que lo era, realmente poco le importaban las realidades ajenas, pero ella no podía aceptar que su enfermedad iba a consumirla, por lo que prefirió ser ciega e ignorante. Olvidar la causa no elimina el problema sino que lo obliga a permanecer latente. Disfrazar con mentiras una verdad por negarse a aceptarla o temerle a las consecuencias de la misma, al fin y al cabo, la terminaban haciendo una maldita cobarde. ¿Ella cobarde? Nunca, cobarde es por miedo a la represaría, ella desconoce los nexos entre causa y consecuencia. Afronta los resultados sin entender de donde provienen, a veces odiándose a sí misma por lo que debe hacer, pero al mismo tiempo orgullosa de ser ella quien se gobierne porque Jamás hará nada que otro imponga. Para perder no tiene nada, lo importante es lo que perdura en la memoria ¿Pero cuando esta falla? ¿Qué pasa a ser valorable? ¿O se es un ingrato de la vida? Eso simplemente la tiene sin cuidado, perder el tiempo en morales era una llamada a la rabia que no tenía ganas de atender.

Moral…concepto superfluo si lo hay. Hay dos tipos de morales, una impuesta por la sociedad a la que siguen los débiles, y la otra es una moral personal que cada uno se impone ¿Acaso no existe el cargo de conciencia? En Charlotte eso no existe, vive en una especie de paz pactada consigo misma donde solamente lucha contra dos líneas de tiempo, pero siempre vuelve al mismo punto. Su moral no es más que otra mentira que oculta la verdad. Tarde o temprano todo explotará, o quizá ya sucedió, o está pasando aquí y ahora ¿Dónde estaba ella realmente?

La densa humedad del verano había dejado espacio a un aire algo más seco, liviano pero salvaje y austero que arremetía contra todo aquel que enfrentara su camino. Las alas de la nariz de la joven inspiraron casi con euforia aquella mata de fuerza invisible, disfrutando de cómo su garganta y esófago se secaban con esa ráfaga que solo podía indicar una cosa, una fecha que mejoraba levemente su humor intratable. El otoño estaba llegando. El ruido de las hojas resquebrajas frente a su ridículo peso eran la música característica de la estación de la muerte de la naturaleza. Tenía su morbo y su encanto.

¿No era verano?
Si, pero ahora siento que es invierno. Las estaciones cambian, el mundo cambia, tu cambias, o empeoras.
Es fácil reírse de la desgracia ajena. No, es fácil reírse de la propia por incrédulo. Te mientes.

La suela de sus zapatos hechos en corcho con una leve inclinación, de apenas centímetros estaban completamente llenos de polvillo. Había aprendido a ver las marcas que los lugares dejaban en ella. Las palabras pasaban al olvido, el egocentrismo centraba sus pocas neuronas funcionales, aunque algo de curiosidad despertaba en ella el entender la “Causa”. El mismo viento al que le embistió lucha ahora volvía a circunscribir la gaza de un vestido por encima de las rodillas, remarcando extremidades longilineas y esbeltas, pero faltas de carne en donde los huesos remarcaban las articulaciones. El rubio brilloso y opaco, dependiendo de qué tan escondido estuviera de entre las sombras de los robles añejos que circunscribían el camino que le estaba imponiendo a la naturaleza.

Sentía como los pulmones luchaban contra el costal que sobresalía en cada inspiración involuntaria, obligándose a regresar frente a la imposibilidad de escapar de su pecho. ¿Estaba corriendo? No, ella no podía estar escapando de absolutamente nada. ¿Qué había pasado? ¿Lotto qué mierda haz hecho? Nada, yo no hice nada.

Podía sentir como ardían sus mejillas en una línea recta que cortaba su pómulo derecho. Debía de haber pasado por algún campo de maíz o girasoles. Qué carajo importaba por donde había corrido, lo que la estaba carcomiendo era el por qué.
El dolor que llegaba a su central nerviosa viajando neurona a neurona ahora venía de sus yemas, remarcada por líneas en forma de medialuna. Su vista baja involuntariamente hacia sus manos. Las cortaduras que se correspondías a sus propios dedos estaban abiertas hacía tiempo.
Se había odiado hacia unos pocos días, y vuelto a detestar hacia unos momentos, podía sentir acrecentar la rabia ahora por…¿Por qué? Ni ella podía recordarlo. Estaba en la mitad de un puente donde la niebla cubría de donde venía y hacia dónde iba, y por alguna extraña razón ella caminaba como esclava de una ley omnipresente.

Memoria estúpida, retienes lo inservible. A veces, sin embargo, aferrarte a la nada es visto como un maldito acto de miedo a uno mismo.

Corre, grita, tropieza y cae. Puedes creer en las casualidades para ignorar la causa, o puedes buscar la causa por miedo a ser ignorante.