Comenzamos de nuevo Dana.

por **Malfred Von Carstein** Dom Ene 22, 2012 2:32 am

La noche había caído sobre nosotros hacía una hora. Mi carruaje, tan negro como la noche que nos envolvía, corría presto para llegar a nuestro destino. Descorrí una de las cortinas, con el dedo indice de mi mano derecha, decorado con un gran anillo de oro. Los árboles se quedaban atrás a gran velocidad. El cochero fustigaba a los corceles, de un color tan níveo como mi propia piel, mis dos fantasmas de las sombras.

En el interior de caoba y terciopelo rojizo, descansabamos sentados, un hombre joven y yo. Era apuesto sin lugar a dudas, con los brazos torneados y la piel bañada por el sol. La noche anterior lo había convencido de que me acompañase en tan largo viaje. Alcé mi mano y le indiqué que se sentase a mi lado. Estaba sin camisa, así lo había dejado la noche anterior. Recorrí su pecho torneado, hasta detenerlo en uno de sus pezones. Deslicé mi lengua por su aureola, mientras ponía un dedo sobre su boca para que guardarse silencio.

-Calla mi bello principe-Susurré mientras mi boca alcanzaba su clavícula. Mis dientes desgarraron su subclavia derecha y la sangre brotó hasta mi boca. El viaje había acabado, no me gustá repetir juguetes, pero las ganas de llegar a casa, me habían hecho reciclar la comida. La vida se le acababa. La notaba regarse sobre mi garganta. No hay hombres que no tengan que temerme, no hay mujeres que se escapen de las fueces de la misma muerte. Sangre para el dios de la sangre, rey de los reyes de la no vida.-¿Qué pensabas humano? ¿Qué te dejaría con vida? Idiota que acompaña a cualquiera por un par de monedas- Me gusta dejarles un último aliento, que la muerte se los lleve y escuchen como relamo mi paladar.

El coche se detiene. Arkadia me espera. Bajo, guardando el pañuelo de seda bordada dentro de uno de mis bolsillos, la sangre lo mancha. -Nuestro acompañante ha muerto durante el viaje- Le anuncio a mi cochero, un peón que sabe lo que tiene que hacer. - Dana ya estoy en casa- Mi voz no es demasiado alta, pero se que ella me ha oído, mi pequeña hada de las pesadillas.

por **Dana Luminita** Mar Ene 24, 2012 11:22 pm

Si pudiera ahogarme en la noche, estaría más muerta de lo que estoy en estos momentos... ¿Lo dudas Juana?... No puedo ahogarme en una laguna estancada, ni en una piscina techada. Solo me trae recuerdos cuando mi abuelo juega al ajedrez por las tardes y bebe limonada. El sonido del bastón suena sobre las pulcras alfombras y solo escucho murmullos de las mucamas en la cocina, observo los retratos que hay en los salones y mis pies continúan con su andar en ese caserón postergado. Las caserías se vuelven más solitarias y los ojos que alguna vez se volvieron impasibles a mis recuerdos cada vez están más ahogados en ese abismo que naufraga en esos mares olvidados. Ahh... mi alimento se vuelve la soledad, y siempre dije que éramos tu y yo contra el mundo, un lugar común para los libros y las letras no me llenaron en el desayuno. Solo cuelgas en una mano mía y pobre de ti si escucho una queja tuya, solo eres una muñeca decapitada y su cabeza... se ha perdido en las centurias.

Las historias alimentan mi condena y un par de ojos se cruzaron en mi camino en estos pocos meses, unos lentes, la miel, el sonido de los violines, el brillo de los gitanos, la otra cara de la moneda de los mercados ambulantes, la diversión no para querida Juana, no parará por mucho tiempo y seguiremos aquí hasta que encontremos el famoso jarabe de cereza, o al menos que algún día lo inventen, estoy segura que así será.

Los caballos me advierten que hay alguien en casa....ding dong... ¿Lo escuchas? Parecen campanarios del cielo, y con el bastón corro la ventana para mirar la entrada de la mansión. Empujo a la mucama que se dispone abrir y abro la puerta para hacer una reverencia a mi padre.
-Bienvenue... mon monsieur

por **Malfred Von Carstein** Miér Ene 25, 2012 12:31 am

La noche está en su cumbre, la escucho como un susurro, corriendo presta a mi llegada. Inaudible para cualquiera, inconfundible para mí. Sus pasos agiles se detienen ante la gran puerta, y la abre ceremoniosa a mi llegada. El viento le agita el cabello rubio, parece que lo tiene más largo, y sino fuese imposible, afirmaría que había crecido. Me siento orgulloso al contemplar sus rojisimos orbes, sangre para los dioses de la sangre.

Me permito mostrar media sonrisa en la esculturalidad de mi marmóleo rostro. Hago una reverencia exagerada con el brazo derecho, agitando el bordado de mi manga. No agacho la cabeza, nunca la agacharía ante nadie. -Mulţumiri- Le doy las gracias por la bienvenida, en nuestro rumano natal. Y subo las escaleras que conducen al pórtico de la mansión. Escucho un grito lejano, al parecer mi acompañante no estaba del todo muerto, pero el eco del palazo que sigue al grito, me anuncia que mi cochero es un vasayo de confiar.

Paso a la casa antes que mi alfil. Y huelo el aire, aroma de sándalo y jazmines, mis aromas preferidos, Dana lo ha dispuesto todo a mi gusto. De la habitación derecha aparecer una mujer desnuda, de piel oscura y ojos negros. Le acaricio el pelo, que también huele a jazmines. Agarro la copa de cristal que lleva en una bandeja hecha de plata, y con la mirada le ordeno que se marche. Sangre tibia recién extraida, servida por una virgen exótica, si todo a mi gusto.

-¿Esta lista la sala del trono? -Pregunto a Dana, con el tono más cariñoso que pueden producir mis cuerdas vocales, aún así tiene la misma dulzura que un sablazo entre las costillas.

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