AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
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Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Suelo escuchar mucho por ahí, especialmente de las personas que dicen leer mucho y conocer aun mas que el mundo no es blanco ni es negro, sino gris. Cuando lo dicen estas personas es como si fuera una gran revelación y entonces todo se detienen a admirarlo. Sin afanes de ser ofensiva, pues ni siquiera en pensamiento me gusta serlo con ellos... no es una gran verdad. Hace algún tiempo conocí a un cambiaformas de más o menos 13 años, se llamaba Zephir y era bastante agradable. Se detuvo a charlar conmigo y compartir de su pan... no era tan bien parecido, tampoco se vestía muy bien que digamos, ni tampoco su olor era el mejor, y a decir verdad el ya sabía esas cosas del mundo. Incluso más! con su ayuda supe cómo hacer las canastas de mimbre más resistentes, identificar a los comerciantes de la zona que solo intentaban abusar de los compradores y también a comprender mejor cuando un animal llora porque este enfermo, o porque tiene hambre, o sed, o porque sencillamente quiere compañía... Yo siendo gato, puedo comprender un poco mejor las necesidades de uno, pero eso no me hace entender de ladridos.
No sé porque estoy pensando en esto... posiblemente porque solo dormí tres horas y llevo otras dos aquí esperando a que el sol aparezca. En mi forma humana me mantengo cual vigilante nocturno en una de las ramas más gruesas y altas del árbol, desde ahí puedo ver la sombría torre de la Bastilla. De niña ya había escuchado mucho de ella, mi abuela decía que era donde acababan "los desgraciados", pero nunca nadie ha dicho esa palabra con tanta caridad y amor a como la decía ella. No voy a negarlo, este lugar me hace sentir mucho miedo pero no puedo evitar ansiar cuanto antes a que el carcelero aparezca y me haga entrar. El teniente pese a lo enfadado que está conmigo me permitió venir, lo ha arreglado todo, yo solo tengo que seguir órdenes. Puntual a su hora el sol siempre cumple su promesa y regresa a traernos luz, un ruido de pisadas de caballo hace que mi rostro se gire hacia la dirección de donde proviene. Ahí viene una carreta con un nombre encapuchado… eso no es raro, en estas fechas en Francia siempre hace mucho frió. Con sospecha lo observo hasta que este se detiene frente al árbol donde estoy, no me noto o quizás finja no hacerlo pero se bajo de la carreta y toma la canasta que había dejado en el piso. Observo su contenido y sin buscar por ningún lado la coloco en el interior de su vehículo, junto con todas las demás: Tenia botas azules. Esa era la señal.
Espere a que el hombre subiera a conducir de nuevo y su olor me produjo familiaridad, pero… ¿Quién era?
Un par de zapatos cayeron al piso, unas medias se enredaron en las ramas, unas calentadoras y luego un vestido fue el que descendió, cuando menos se espero fue un gato el que bajo escurridizo por el árbol y brinco dentro de la carreta. El conductor pareció sentirme pues apenas me acomode entre las canastas este emprendió la marcha. Hecha un ovillo me esmere en ocultarme en una de las canastas, entre los panes… por suerte era un gato aseado, o esos panes sabrían de por sí más raros. Mis orejas se replegaron hacia atrás mientras escuchaba los ruidos externos. Unas personas hablaban en un francés mas vulgar, alguien inspeccionaba la primeras canastas de la carroza y mas me tense entre los panes, pero nadie llego a mi. Por suerte la vigilancia vampirica no podía trabajar de día y la del día no parecía ser la gran cosa. Escuche nuevamente como el carruaje se movía, los minutos me parecieron eternos, estaba impaciente por echarme a correr. Aparte el olor a panes me abría el apetito... tenia hambre, y lo peor es que la bastilla estaba llena de ratones, eso no era muy bueno.
Tanto pensar en apetitos me hizo distraerme bastante, cuando menos pensé alguien me bajaba de la canasta donde estaba y la colocaba en el piso, asome la cabeza y solo estábamos el misterioso carcelero y yo en la entrada de la cocina renegrida de suciedad... ni siquiera a mi se me antojaba comer en un lugar así. Brinque de la canasta y corrí hacia uno de los agujeros roídos de la pared, ya me habían explicado cientos de veces el camino a partir de ahí. Mi mirada se afilaba acostumbrándose a la oscuridad, de vez en vez escuchaba el roer de los animales y el instinto me llamaba a perseguirlos entre sombras... pero esta vez mi mente mandaba, tenia que llegar a la tercera torre, calabazo siete.
Evadí a unos cuantos guardias pero lo logre, tuve que colocarme pecho tierra y estirándome lo mas posible en el suelo para poder entrar en la rendija donde se metían los alimentos por la puerta, esta al levantarse para darme paso hizo un rechinido a viejo que me erizo y me obligo a apresurarme al interior.... dentro era una especie de madriguera, una habitación 4x4.... dios mio... ¿sin ventanas? una figura medio desecha se cernía de espaldas ante mi. Su olor era inconfundible. Cautelosa di un brinco a la cama y deslizándome bajo las sabanas, las articulaciones comenzaron a doler menos y en medio de un vértigo mi cuerpo comenzó a crecer. Si, las articulaciones dolían menos, pero no así mi corazón. Mis ojos reconocieron nuevamente los colores, mi mente se sintió mas pesada y el nudo en la garganta se volvió mas fuerte, pero aun así.... la voz volvió...
--- ¿Darcy?
Mina Wayne- Cambiante Clase Baja
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Las paredes parecían restar el poco oxígeno que habitaba de una forma sucia en aquella mazmorra. Porque sí, hasta el aire parecía tener algo mal. Era un aroma rancio, como a humedad, a vejez y se teñía con desesperación y resignación que sólo pueden tener aquellos que saben su destino último como miembros por tiempo indefinido de una lúgubre cueva de bandidos. Bandidos de verdades ocultas, bandidos de bienes materiales, había toda una variedad de ellos. Bandidos de vidas, de esperanzas prohibidas y de sueños inalcanzables. Aunque todo eso dejaba de tener sentido cuando pasaba un día tras otro, con la misma prisa y calma al mismo tiempo, que el anterior. Sin detenerse a preguntar o a separar entre matices de gris. Todos los habitantes de aquella prisión pasaban a ser sombras, que con el tiempo eran olvidadas, o desvanecidas antes de que pudieran ver la luz del sol otra vez. Inocente o culpable. Sólo los que deambulaban entre los muros, entre las paredes, conocían la verdad debajo de todo ese moho, de ese hierro frío y de las acusaciones que pesaban sobre sus espaldas.
El hombre más refinado puede terminar semejando a una bestia cuando se le priva de su libertad. Así ahora el lobo intentaba liberarse no solo del encierro, sino reclamar el lugar que le pertenecía en la superficie de la piel. Intentando hacer a un lado a Darcy. Pero el hombre luchaba contra la bestia día con día, consumiéndose entre los pensamientos atormentados, apenas aplacados por una comida pobre y de mal sabor o algunas horas de sueño. Además estaban las Furias que intentaban castigarle también, tomando forma de siluetas con garras y dientes, tomando prestada la voz del pasado-presente, adquiriendo los vestidos de aquellos que eran importantes para Darcy. Como fantasmas se arrastraban del sueño a la vigilia y viceversa, disfrazados ahora de lógico razonamiento, ahora de locura. Había intentado dilucidar su naturaleza y separarlos por lo que eran, recuerdos o ecos de demonios nacidos de su naturaleza maldita o de su pasado torcido. Pero poco a poco Darcy se convencía que el hacer eso sólo lo volvía mas obsesivo y agravaba las cosas. Por su puesto que aunque no hiciese nada emporaba con cada hora que pasaba. Y había perdido la noción del tiempo transcurrido desde su arresto. Lo mismo podía haber sido una semana, un mes, que un año entero. Algo susurraba en su cabeza, en los rincones de su cárcel, que quizá los intentos por liberarle no funcionaran y probablemente el patíbulo sería el último lugar que visitaría. Aunque se esforzaba por mantener la esperanza, esta agonizaba junto con su ánimo y su buen humor. Cada día peor que el anterior, cada día más cerca del Infierno. A veces se preguntaba Darcy si le bastaría llevar consigo algunas almas con él para redimirse, sino frente a los ojos de los ángeles y del Señor -pues sabía que era imposible-, tal vez resultara de agrado para los demonios que le esperaban con ansia para desmembrar su piel y hacerle sangrar por toda la eternidad. O quizá ni si quiera eso fuera suficiente, pues debería cargar con la maldición del lobo aún en el más allá y sería considerado como una bestia más. Sin nombre, sin identidad propia... algo incapaz de razonar del todo pero si de recordarse humano alguna vez y lamentarse por esa pérdida. Quizá eso fuera el verdadero infierno que se le tenía destinado.
A pesar de haberse prometido a sí mismo no detenerse a pensar demasiado en muchas de las cosas que estaba haciendo o en el pasado mismo, evitar hacerlo era casi imposible. Cuando se encierra al cuerpo, la mente intenta buscar una salida y si no encuentra una se la crea... Y cuando el mundo real pierde sentido, cuando no se pueden verlos cambios del clima, la luz, el sol, la lluvia, la noche, y no se puede sentir la suave brisa que baja de las colinas para refrescar un día cálido, el mundo real se va entrelazando con el ilusorio poco a poco. De modo que al final no se puede distinguir uno de otro.
Darcy se daba cuenta de que era cierta aquella afirmación sobre que uno crea su propio cielo o su infierno. Él llevaba las llamas ardientes dentro de sí y antes las había podido descargar con furia vengadora sobre quienes a sus ojos lo merecían. Pero ahora no tenía sobre quién depositar todo ese enojo, toda esa fuerza devastadora. Entonces parecía arremolinarse contra los muros y al no encontrar salida se volvia contra él. Pero no, no podía ceder, no ahora. Tenía que lograr conservarse en una pieza, permanecer con la mente pegada al espíritu o no importaría que le sacaran, su mente ya se habría fugado...
Se apoyaba contra la pared norte de su celda, cuando notó un ligero cambio en el sabor del ambiente. Se la había pasado las últimas horas intentando esperar con paciencia a que su carcelero le brindara unas velas para hacer desaparecer las sombras que reían, en vano. Había desesperado pasado un rato, ya había descargado su furia a medias golpeando las piedras de las paredes con los puños, aunque sólo consiguiera lastimarse y no ahuyentar la voz en la oscuridad. Pero ahora con frustración esperaba, descansando contra el muro muy quieto, con esperanza de que así le dejara en paz. Luego aquella presencia le habló, pero tuvo miedo de que fuera simplemente una ilusión más sofisticada de su verdugo invisible.
-Sé que no, ella no está aquí en realidad, déjame... - susurró sin siquiera voltear a la cama, dónde sus sentidos sobre estimulados le decían que se encontraba. -Vuelve sombra oscura, a las tinieblas que te dieron vida.-
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Cuando las personas crecen van adquiriendo experiencias, eso es algo que cualquier persona, hasta yo, puedo entender. Como la noche que da paso al sol, así mismo, cada año nuevo, cada mes, cada día, cada hora, es siempre una oportunidad para comenzar de nuevo. En Auvernia me habían enseñado desde que soy niña el valor del esfuerzo, el valor del tiempo… “No hagas para mañana lo que puedes hacer hoy, “MiaMia”!”Me solía decir mi querido James, siempre con sus ojos alegres y su traviesa sonrisa. Nosotros lo decíamos con el mejor entusiasmo, pero en un lugar como nuestro poblado… esa frase era una ley. Persona que fuera ociosa, que dejara sus obligaciones o no tuviera voluntad para llevarlas a cabo según su compromiso, era persona que no tenía trabajo… el lujo de una mesa bien servida era el merito de rendir bien tu tiempo y esfuerzo. Así los leñadores al envejecer daban su lugar a sus hijos, pero la experiencia de su época los hacía ser venerados… O al menos mis antiguos amigos y yo habíamos admirado demasiado a nuestros señores, nuestros sabios. El tiempo me había parecido natural, como las corrientes del rio que no pueden ser detenidas, omnipresente y justo como Dios. Siempre nos daba lo que merecíamos. Pero en un lugar como esa celda oscura el tiempo parecía detenerse, parecía abandonarte…. ¿y sin tiempo, sin oportunidad, sin dios….? ¿Dónde quedaba la esperanza?
Mi mirada se volvió acuosa, de pronto mis pesadillas parecían una burla de mi imaginación pues la realidad era peor… ¿Dónde estaba mi Darcy orgulloso, el príncipe? Un bulto oscuro estaba en el suelo, dándome la espalda, solo sabía que estaba vivo porque percibía su olor y su respiración tensa… se veía perdido, estaba temblando. “Creo que estoy enloqueciendo” me había dicho en un sueño y aunque una parte de mi estaba profundamente avergonzada por haber abusado de la ausencia de Darcy, de su nombre y su figura para recrear tontos ensueños, otra parte de mi estaba aliviada: pesadillas tan horribles me habían preparado para el reencuentro y aunque ya estaba llorando como magdalena, aun así era preferible. ¿Cómo me habría puesto de estar tanto tiempo sin verle y de pronto topármelo así? Miaw…
La humedad de la celda remarcaba el frio, podía sentir como este se deslizaba bajo la sabana y calaba mis huesos, aun así no me importo, el frio que sentia dentro del pecho era mucho, mucho... mucho peor. Moviéndome con tiento pues no quería asustarlo me acerque un poco, teniendo cuidado al momento de envolverme con la sabana y bajar de la cama… me recordaba a los animales heridos… ¿Cuántas veces no me había ocultado en el bosque las mañanas en las que Darcy y Milo salían de cacería y ocultaba a las aves heridas, curándolas de los disparos que les habían propinado y que muy probablemente les darían la muerte?. Habías que moverlas con mucha delicadeza o de lo contrario te atacarían y aunque me daba pena asemejar a Darcy de esa forma, no podía evitar hacerlo.
--- Darcy soy yo, de verdad… soy Sybelle --- Le hable en susurros, sin alzar mucho la voz y sin tocarlo aun. La oscuridad era profunda, pero yo podía verlo bastante bien, se veía totalmente perturbado… también podía ver la pared hundida por golpes de puño. ¿Como podían confinarlo en un lugar así?, ¿como los humanos podían ser entre tan inhumanos? Mis pensamientos estaban en un caos pero tenia que recuperar mi estabilidad, tenia que estar entera, tenia que ayudarlo... ¿seria bueno explicarle las cosas?--- Tenemos un nuevo carcelero infiltrado, el me ayudo a entrar… son casi las 7 de la mañana, la guardia vampírica ya se fue… tenía que venir a verte… mí… mírame, por favor --- Suplique tratando de reprimir las lagrimas que ya cortaban mis mejillas y luego me aventure a alzar una mano la cual con muchísimo cuidado toco su hombro.
Mi mirada se volvió acuosa, de pronto mis pesadillas parecían una burla de mi imaginación pues la realidad era peor… ¿Dónde estaba mi Darcy orgulloso, el príncipe? Un bulto oscuro estaba en el suelo, dándome la espalda, solo sabía que estaba vivo porque percibía su olor y su respiración tensa… se veía perdido, estaba temblando. “Creo que estoy enloqueciendo” me había dicho en un sueño y aunque una parte de mi estaba profundamente avergonzada por haber abusado de la ausencia de Darcy, de su nombre y su figura para recrear tontos ensueños, otra parte de mi estaba aliviada: pesadillas tan horribles me habían preparado para el reencuentro y aunque ya estaba llorando como magdalena, aun así era preferible. ¿Cómo me habría puesto de estar tanto tiempo sin verle y de pronto topármelo así? Miaw…
La humedad de la celda remarcaba el frio, podía sentir como este se deslizaba bajo la sabana y calaba mis huesos, aun así no me importo, el frio que sentia dentro del pecho era mucho, mucho... mucho peor. Moviéndome con tiento pues no quería asustarlo me acerque un poco, teniendo cuidado al momento de envolverme con la sabana y bajar de la cama… me recordaba a los animales heridos… ¿Cuántas veces no me había ocultado en el bosque las mañanas en las que Darcy y Milo salían de cacería y ocultaba a las aves heridas, curándolas de los disparos que les habían propinado y que muy probablemente les darían la muerte?. Habías que moverlas con mucha delicadeza o de lo contrario te atacarían y aunque me daba pena asemejar a Darcy de esa forma, no podía evitar hacerlo.
--- Darcy soy yo, de verdad… soy Sybelle --- Le hable en susurros, sin alzar mucho la voz y sin tocarlo aun. La oscuridad era profunda, pero yo podía verlo bastante bien, se veía totalmente perturbado… también podía ver la pared hundida por golpes de puño. ¿Como podían confinarlo en un lugar así?, ¿como los humanos podían ser entre tan inhumanos? Mis pensamientos estaban en un caos pero tenia que recuperar mi estabilidad, tenia que estar entera, tenia que ayudarlo... ¿seria bueno explicarle las cosas?--- Tenemos un nuevo carcelero infiltrado, el me ayudo a entrar… son casi las 7 de la mañana, la guardia vampírica ya se fue… tenía que venir a verte… mí… mírame, por favor --- Suplique tratando de reprimir las lagrimas que ya cortaban mis mejillas y luego me aventure a alzar una mano la cual con muchísimo cuidado toco su hombro.
Mina Wayne- Cambiante Clase Baja
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Su hombro derecho descanzaba contra la pared mientras aquella fría oscuridad le envolvía. Aunque su naturaleza de lobo mantenía la temperatura de su cuerpo más elevada que la de un hombre común, sentía una glacidad que venía de dentro. Un escalofrío que le recorría cuando aquellos demonios antiguos tomaban fuerza suficiente para soltar al aire sus risas, bramidos y amenazas. Sus sentidos le decían que no eran reales, pero su oído persistía en escuchar susurradas mentiras fáciles de creer, verdades a medias y acusaciones irrefutables. Además cuando Darcy lograba desvanecer los espejismos, en parte gracias a las luces titilantes que brindaban las velas que se le daban cada... cierto tiempo, su mente se aclaraba suficiente para poder leer. Sin embargo no lo hacía mucho pues usualmente terminaba con fantasmal compañía que comentaba los párrafos y los terminaba irremediablemente asociando con él. Al principio lo que no hubiera dado por deshacerse de esos ojos, que aunque no podía ver, sentía su burlesca mirada encima, señalándole desde las sombras. Ahora conforme sentía que el tiempo serpenteaba afuera de los muros, con ágil letalidad, agradecía en cierta forma no estar sólo. Que eso representara un álivio, le resultaba aún más desconcertante, alimentaba su miedo.
Incluso una noche, la pesadilla casi había cruzado los límites del mundo de Morfeo. Aquella ocasión el lobo intento rasgar con los colmillos el borde de la Caperuza de la éterea invocación, porque se había dado cuenta de que también podía dañarle... o al menos en sueños. Pero se arrepintió rápidamente de sus acciones cuando se encontró con una prueba física, una que sus sentidos no podían negar... Entonces surgió la pregunta que pasaba a ser parte de la tormenta que gobernaba la mente de Darcy: ¿de alguna extraña forma lograba comunicarse con el exterior usando su habilidad de visión remota inconscientemente? o ¿todos aquellos juegos perversos estaban evolucionando a un ritmo preocupante?
Ahora de alguna forma tenía la respuesta. Tenía movimientos felinos y se escabullía por el único acceso que conducía a esa cueva en tinieblas, y Darcy le sentía aproximarse con lentitud exesiva. Tal vez las Furias hubiesen conseguido la forma de hacerse de los hilos del aire y convertilos en cuerpo carnal, no humano por completo sino medio animal. Lo cual de cierta manera delataba lo que en verdad era, ese lado felino denotaba la naturaleza demoniaca de aquella criatura. Aún así poseían la astucia propia de quienes les ha sido conferido el permiso de actuar como castigadores. Escogían una máscara que sabían él no dañaría para hacercarse al lobo. Las pupilas de Darcy ya estaban permanentemente dilatadas, intentando desenmarañar aunques sea un poco la noche perpetua que reinaba en su calabozo. Su buena vista sin embargo, no era suficiente para penetrarla por completo y la sombra de la duda ya era leal compañía en su reclusión.
Tambien podía saborear la sal en el aire, seña de que la criatura lloraba, percibía su calor, el tono dulce y preocupado de su voz, explicando la situación. Cerró los ojos con el ceño fruncido. Muy buena actuación. Pero Darcy ya había empezado a poner en tela de juicio incluso sus sentidos de lobo, pues sentía que a veces le traicionaban y le mentían. Cuando les hacía caso y resultaban ser sólo telones y un escenario vacío, se veía hundiendose con mayor rapidez en las arenas movedizas en las que estaba atrapado.
Darcy se paralizó en cuanto sintió su tacto sobre su hombro. Sus sentidos le decían que ella no le haría daño pero su mente gritaba que sí. Fue tan rápido que ni él mimsmo lo vio venir. En un momento estaba allí sentado, descanzando el costado derecho contra la pared y al siguiente el lobo estaba sobre la criatura, con el frágil cuello felino entre sus manos, los ojos negros, los colmillos listos para atacar. Su rostro sobre el otro, analizando cada pequeño gesto.
-¡Mientes!- luego su afinado oído le canto el "bum,bum" del corazón que acababa de perturbar. Eso era nuevo... y tan rápido como se había lanzado sobre sus presa, se hecho hacia atras, levántandose y pegandose contra la pared, todo en un movimiento. Ni si quiera la había dejado contestar... -¿qué eres?- preguntó entre dientes. El lobo aún en guardia.No podía darse el lujo de creer que en verdad era Sybelle, porque si resultaba ser un engaño... Bueno eso sería más de lo que se sentía capaz de soportar, así que primero tenía que asegurarse de la naturaleza de su visitante.
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
“Eres una tonta, Sybelle, deja de llorar!”
Me recriminaba una y otra vez, tratando de abofetearme, aunque no era muy apropiado de hacer en ese momento pero es que ahora estaba furiosa conmigo misma! No podía darme el lujo de perder la compostura en ese momento, debía dejar mi debilidad, mi orgullo y mi auto-lastima a un lado, yo no era quien necesitaba ser consolada… Mirando a Darcy de ese modo, trate de decir algo más al momento de tocar su hombro, pero en cuanto lo hice supe que había hecho algo malo, era una especie de “mal presentimiento” que se manifiesta en un escalofrió en la espina dorsal, muy semejante al que sentimos cuando un cazador nos persigue o peor aún: cuando nos atrapa.
Note como todo el cuerpo de Darcy se tensaba y como sus sentidos se alteraban en revolución. Ni siquiera pude recitar el principio de un padre nuestro cuando ya estaba en el piso y el sobre mi, sus ojos estaban no eran azules, sino relucían en una oscuridad que ya había visto un par de veces, estos no me reconocían pero escrutaban mi rostro con un deje de odio, pánico y locura, sus manos se cerraron sobre mi cuello y al ver su descontrol por un momento pensé que le haría crujir… pero no, no lo hizo, se alejo de un salto como si yo hubiera respondido a su ataque, pero ni siquiera me había movido. Me reincorpore a medias en el suelo, buscando en toda esa oscuridad su mirada perdida, mi respiración estaba agitada, como todo en mí, pero tenía que controlarme mientras buscaba la forma de hacerlo entrar en razón. Tenia que ser fuerte por los dos….
Verlo en ese estado me rompía el corazón, pero lo entendía, ósea entendía porque estaba así. No llevaba más que un par de minutos en ese lugar y ya me estresaba el nulo espacio que sentía que cada minuto se hacía más pequeño… esa oscuridad y humedad que le daban un aire de enfermedad y ruina al lugar, o el ruido lejano de las ratas que roen las paredes o los trozos de comida que roban, a veces sus chillidos por estar peleando entre ellas. Lo peor es que no sabía cómo ayudarlo, nunca te enseñan en ningún lado a como auxiliar a la mente cuando está hecha pedazos.
--- No miento, de verdad soy yo, Mia Sybelle Silveráux --- Recite mi nombre con lentitud y firmeza, no iba a temblar ni titubear, debía ser yo quien tuviera fortaleza en ese momento ---. La misma que llego con ustedes hace casi 3 años, de Auvernia a Alemania y que ha viajado contigo y con Milo desde entonces. La misma que les ha servido de sirvienta y espía, que es cambiaformas y que ante todo ha sido su amiga… mírame Darcy, tu mente podrá decirte muchas cosas pero tus sentidos no pueden engañarte, mírame y me veras… escúchame, de verdad, no provengo de ningún lado más que de la casa de la noche, la guarida que tu creaste, ¿La recuerdas?, ¿Ya me recuerdas a mi?… Toma mi mano, tocala… el tacto no podrá engañarte, no podra--- La extendí y mi voz se había suavizado al punto de ser un susurro que se esforzaba en no convertirse en llanto nuevamente. Era una farsa, eso de ser yo quien tuviera “la fortaleza” era como confiarle tu alma al diablo, un caso perdido…
Me recriminaba una y otra vez, tratando de abofetearme, aunque no era muy apropiado de hacer en ese momento pero es que ahora estaba furiosa conmigo misma! No podía darme el lujo de perder la compostura en ese momento, debía dejar mi debilidad, mi orgullo y mi auto-lastima a un lado, yo no era quien necesitaba ser consolada… Mirando a Darcy de ese modo, trate de decir algo más al momento de tocar su hombro, pero en cuanto lo hice supe que había hecho algo malo, era una especie de “mal presentimiento” que se manifiesta en un escalofrió en la espina dorsal, muy semejante al que sentimos cuando un cazador nos persigue o peor aún: cuando nos atrapa.
Note como todo el cuerpo de Darcy se tensaba y como sus sentidos se alteraban en revolución. Ni siquiera pude recitar el principio de un padre nuestro cuando ya estaba en el piso y el sobre mi, sus ojos estaban no eran azules, sino relucían en una oscuridad que ya había visto un par de veces, estos no me reconocían pero escrutaban mi rostro con un deje de odio, pánico y locura, sus manos se cerraron sobre mi cuello y al ver su descontrol por un momento pensé que le haría crujir… pero no, no lo hizo, se alejo de un salto como si yo hubiera respondido a su ataque, pero ni siquiera me había movido. Me reincorpore a medias en el suelo, buscando en toda esa oscuridad su mirada perdida, mi respiración estaba agitada, como todo en mí, pero tenía que controlarme mientras buscaba la forma de hacerlo entrar en razón. Tenia que ser fuerte por los dos….
Verlo en ese estado me rompía el corazón, pero lo entendía, ósea entendía porque estaba así. No llevaba más que un par de minutos en ese lugar y ya me estresaba el nulo espacio que sentía que cada minuto se hacía más pequeño… esa oscuridad y humedad que le daban un aire de enfermedad y ruina al lugar, o el ruido lejano de las ratas que roen las paredes o los trozos de comida que roban, a veces sus chillidos por estar peleando entre ellas. Lo peor es que no sabía cómo ayudarlo, nunca te enseñan en ningún lado a como auxiliar a la mente cuando está hecha pedazos.
--- No miento, de verdad soy yo, Mia Sybelle Silveráux --- Recite mi nombre con lentitud y firmeza, no iba a temblar ni titubear, debía ser yo quien tuviera fortaleza en ese momento ---. La misma que llego con ustedes hace casi 3 años, de Auvernia a Alemania y que ha viajado contigo y con Milo desde entonces. La misma que les ha servido de sirvienta y espía, que es cambiaformas y que ante todo ha sido su amiga… mírame Darcy, tu mente podrá decirte muchas cosas pero tus sentidos no pueden engañarte, mírame y me veras… escúchame, de verdad, no provengo de ningún lado más que de la casa de la noche, la guarida que tu creaste, ¿La recuerdas?, ¿Ya me recuerdas a mi?… Toma mi mano, tocala… el tacto no podrá engañarte, no podra--- La extendí y mi voz se había suavizado al punto de ser un susurro que se esforzaba en no convertirse en llanto nuevamente. Era una farsa, eso de ser yo quien tuviera “la fortaleza” era como confiarle tu alma al diablo, un caso perdido…
Mina Wayne- Cambiante Clase Baja
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Los ojos del lobo analizaban minuciosamente cada parte de aquella criatura que similaba ser tan real. Pero no se puede confiar a los ojos cuando uno de los otros sentidos se ha vuelto traicionero. Tal vez fuera cuestión de tiempo para que la vista, igual que el oído se revelara. Para la mente no hay nada imposible y si esta esta quebrada, astillará el resto del cuerpo como si sólo se tratase de hielo convertido en esquirlas de cristal. Darcy respiraba agitadamente e intentaba escuchar a aquella visión aparentemente tangible, sin embargo desconfiaba. Analizó lo que ella dijo palabra por palabra. No había forma de que las Furias supieran eso... a menos que formaran parte de sí, siendo fantasmas en vez de demonios antigüos.
Cerró los ojos cuando ella aún no terminaba de hablar. El corazón caliente, el aroma a hierbas del bosque convinado con cierta dulzura de miel y flores, el ligero sabor felino en su escencia. Sus sentidos, todos ellos le decían lo que parecía inverosímil. Sybelle estaba allí. Darcy evaluó la posibilidad de que quizá no fuera una ilusión sino un fantasma real... Nunca había creído en ellos, pero ahora ya no estaba seguro de que era lo que debía creer. Además el encierro húmedo y atormentado de las prisiones donde se hayaba, la atmósfera nostálgica y desesperada que imperaba en ése lugar, parecía un escenario aún más perfecto que un cementerio, para invocar a los muertos. Entonces eso significaba que habían fallado. Que la Hermandad había sido descubierta por la familia Real y algunas bajas, ánimas en pena, ya rondaban por la Bastilla, esperando cobrarle a la mente oscura tras el telón. Aunque por otro lado parecía poco probable que Sybelle se quedara a vagar en un lugar así o en cualquier otro sitio. Darcy nunca la había pensado como una futura condenada, ella misma se castigaba en vida, pero sus actos y errores no parecían tan fátidicos o trágicos para destacar entre quienes serían atormentados por la eternidad.
Darcy abrío los ojos con cierto temor de que estos últimos pensamientos pudieran ser ciertos. "Bum, bum, bum" seguía recitando el corazón medio felino. Los muertos no poseen un corazón ¿o sí?
La posible endemoniada criatura tendía extendida su mano hacia él. Ella no se acercaría si Darcy no se lo permitía. Cuando uno se haya en el filo de la locura, no se sabe a que se teme más, si a los vivos que pueden parecer muertos o a los muertos que pueden parecer vivos. Contuvo la respiración un momento antes de dar un paso hacia ella. Ladeó la cabeza, con todos los sentidos alerta, como si fuera a atacarle en cualquier instante. Luego alcanzó su mano estirando la propia, la rozó a penas casi temiendo que se desvaneciera cual sueño vaporoso. No fue así, percibió el calor que emanaba de su piel y la suavidad. Tomó su mano y luego se acercó más a Sybelle para poder verla con detalle.
-¿De verdad eres Sybelle?- preguntó en un susurro mientras sus sentidos se relajaban, un poco solamente. "¿Tanto te perturbo que has llegado a dudar de tus supuestos fieles? jahjahj ¡Oh, pero contemplad! pobre animal herido." Susurró una voz que ya le era más familiar de lo saludable. Darcy frunció el ceño. -Nadie te ha invocado, largate.- susurró casi inaudiblemente, intentando ahuyentar a la furia invisible. Inhaló profundamente mientras sus colmillos se replegaban poco a poco. Recargó su frente contra la suya. -Sybelle.- pronunció su nombre como sí de esa manera espantara a todos los demás habitantes nocturnos y pudiera retenerla allí, hasta que todo terminara.
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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Con mi visión mas cómoda y ajustada a la oscuridad que nos rodeaba, escudriñe el rostro de Darcy tan desconfiado y agobiado de sus propios pensamientos… ¿Qué estaría especulando?, en esa locura que el encierro le había provocado ¿Qué se suponía que era yo para él?, ¿un fantasma?, ¿una alucinación?... no lo entendía, ¿Cómo poder desconocer la realidad cuando el olor, el tacto, el instinto eran nuestras leyes? Tendría que darse cuenta con ellos cuan real era… ¿a qué grado puede ascender la locura para ni siquiera confiar en ello? Si lo seguía pensando iba a comenzar a llorar de nuevo. Los hombros de lobo seguían en tensión, sus puños apretados y su posición era muy defensiva, pero cuidadosa, como cuando estas a centímetros de tu presa y ella es consciente que estas ahí, sabe que si se mueve un poco en falso saltaras sobre ella, sabe que tiene que tener cuidado, sabe que hay mucho peligro y tu solo esperas que se mueva aunque sea un poco…
Presa o no, mi mano continuo acercándose hasta que fue recibida por la ajena, un suspiro aliviado escapo de mis labios cuando lo vi acercarse ligeramente más confiado, ligeramente más familiar, ni siquiera el horrible frio de ese lugar impidieron que sintiera una sensación de calidez al notar que no todo estaba tan perdido. No hable, pero si asentí con suavidad cuando volvio a preguntarme quien era, no acote nada a sus murmullos frenéticos, que acallaban a los demonios que estaba a nuestro alrededor… porque los había, todo a nuestro alrededor emanaba una sensación de hostilidad, de odio, de abandono, y yo tenía mucho miedo de seguir ahí, pero también de tener de dejarlo. Tome su mano entre las mías, quise transmitirle calor pero era mi piel más fría que la ajena… la subí hasta mis labios para besar su reverso con cariño. Rezando en silencio porque el nudo en la garganta se hiciera lo suficientemente pequeño o soportable para que pudiera hablar.
--- Si, soy yo, Darcy, por Dios y todos los santos que lo soy. Tenía que venir a verte, me prometí a mi misma estar aquí antes de que despertaras… pero creo que falle --- Me disculpe, recordando las promesas que entre sueños me había hecho a mí misma. Era como… ¿un chiste personal? Aunque nada tuviese de divertido. Tome su rostro mis manos con ternura y bese su frente ---. Tenía que saber que estabas entero y te he traído un par de cosas, el carcelero las hará llegar en un rato, espero, en eso hemos quedado… ¿co… como te encuentras? --- La pregunta era necedad, bastaba verlo para saber la respuesta… pero no había podido evitarlo, esta había brotado de lo más profundo de mi preocupación---. Tienes que saber que ya todo está preparado allá afuera, los revolucionarios tienen un plan y entrenan a diario, todo saldrá bien, solo tenemos que esperar, resistir un poco mas… --- Hablaba en susurros, como si temiera que las gruesas paredes de roca no pudieran ocultar el eco de mis palabras, también parecía implorarle a él por fortaleza, recordándole que aun había esperanza. Otra cosa que era inevitable.
Presa o no, mi mano continuo acercándose hasta que fue recibida por la ajena, un suspiro aliviado escapo de mis labios cuando lo vi acercarse ligeramente más confiado, ligeramente más familiar, ni siquiera el horrible frio de ese lugar impidieron que sintiera una sensación de calidez al notar que no todo estaba tan perdido. No hable, pero si asentí con suavidad cuando volvio a preguntarme quien era, no acote nada a sus murmullos frenéticos, que acallaban a los demonios que estaba a nuestro alrededor… porque los había, todo a nuestro alrededor emanaba una sensación de hostilidad, de odio, de abandono, y yo tenía mucho miedo de seguir ahí, pero también de tener de dejarlo. Tome su mano entre las mías, quise transmitirle calor pero era mi piel más fría que la ajena… la subí hasta mis labios para besar su reverso con cariño. Rezando en silencio porque el nudo en la garganta se hiciera lo suficientemente pequeño o soportable para que pudiera hablar.
--- Si, soy yo, Darcy, por Dios y todos los santos que lo soy. Tenía que venir a verte, me prometí a mi misma estar aquí antes de que despertaras… pero creo que falle --- Me disculpe, recordando las promesas que entre sueños me había hecho a mí misma. Era como… ¿un chiste personal? Aunque nada tuviese de divertido. Tome su rostro mis manos con ternura y bese su frente ---. Tenía que saber que estabas entero y te he traído un par de cosas, el carcelero las hará llegar en un rato, espero, en eso hemos quedado… ¿co… como te encuentras? --- La pregunta era necedad, bastaba verlo para saber la respuesta… pero no había podido evitarlo, esta había brotado de lo más profundo de mi preocupación---. Tienes que saber que ya todo está preparado allá afuera, los revolucionarios tienen un plan y entrenan a diario, todo saldrá bien, solo tenemos que esperar, resistir un poco mas… --- Hablaba en susurros, como si temiera que las gruesas paredes de roca no pudieran ocultar el eco de mis palabras, también parecía implorarle a él por fortaleza, recordándole que aun había esperanza. Otra cosa que era inevitable.
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
El roce de los labios de Sybelle sobre la piel de Darcy fue muy reconfortante. Las Furias no eran capaces de crear cosas tan agradables y menos aún, cálidas para el alma. Fue como en aquellos sueños, cada vez más pocos, en los que la oscuridad parecía disiparse un tanto, tornar el aire hediondo en ligero, soportable. Los muros simplemente retrocedían y guardaban silencio como los objetos inanimados que eran. Aunque era mucho pedir que los demonios dejaran de observar y comentar entre las sombras, aguardando la soledad para reclamar sus pertenencias... o parte de ellas.
El lobo se tranquilizó cuando pudo convencerse de la realidad de las circunstancias. Por extraño que pudiera parecer, Sybelle estaba allí y por ahora era todo lo que importaba. Darcy escuchó lo que ella decía con cuidado, más disfrutando del sonido de su voz que preocupado por que pudiera ser algúna ilusión cruel. Le abrazo por la cintura para acercarle.
-No hables de Dios aquí, es una blasfemia- susurró mientras acariciaba con la otra mano sus cabellos. Ese delicioso aroma medio salvaje, medio humano, hierbas silvestres y flores convinadas. Muchos de los prisioneros se acababan la voz invocando a Dios, pidiéndole misericordia, ayuda, dedicandole plegarias desesperadas y gritos desgarradores. Clamando justicia o pidiendo perdon. Darcy les escuchaba desde detrás de los muros de su celda, aquellos susurros frenéticos que iban perdiendo coherencia con el paso de los días y después venía el sepulcral silencio. No, dios no escucha a los que se encuentran ya en las puertas del Infierno, inocentes o culpables, todos eran condenados. A diferencia de ellos Darcy no habia elevado una sóla oración, porque sabía que no sería atendida de antemano. Hacía mucho tiempo que había dejado de mirar al cielo en busca de alguna esperanza. Simplemente intentaba mantener a las Furias al margen, era lo más a lo que aspiraba poder lograr en lo que la Hermandad le liberaba.
Y ahora de alguna forma sybelle estaba allí y debía aprovecharlo. -Tú me despertaste- concedió -había estado dormido y ahora me despertaste, gracias- Después ella besó su frente. No puso ninguna resistencia. Le estrechó más aunque sin llegar a lastimarla. Apoyó su mentón sobre la coronilla de Sybelle. Ella dijo algo sobre haber traido cosas y dejarlas con el carcelero, luego vino una pregunta que él debía haber esperado pero le pareció que rompía un poco con el encanto. ¿Quería detalles sobre como la comida le daba asco? ¿De cómo había dias -o noches- en los que tenía tanto miedo que devolvía lo que había comido? ¿De cuantas veces había intentado el lobo escapar de esa jaula para sólo terminarse odiando más por el reflejo animal en el espejo? ¿Las horas que pasaba sin dormir pero aún así continauba sumergido en pesadillas? O quizá debería contarle sobre su encuentro con Jean antes de venir a parar al agujero... y de como después Abélard lo había visitado. No ella no quería saber anda de eso y nadie debería. Era un secreto, como todas las cosas que pasaban en ese lugar. Quedaba entre los cautivos y los muros que les guardan, porque a cualquier otro de le parecería una locura. -Estoy... como cualquier hombre estaría en mi lugar- fue su respuesta. Después se apartó un poco para mirarla. -¿Cuánto más debo esperar? ¿Cuando vendrán? y... -
frunció el ceño -¿Cómo has llegado aquí, Sybelle?-
El lobo se tranquilizó cuando pudo convencerse de la realidad de las circunstancias. Por extraño que pudiera parecer, Sybelle estaba allí y por ahora era todo lo que importaba. Darcy escuchó lo que ella decía con cuidado, más disfrutando del sonido de su voz que preocupado por que pudiera ser algúna ilusión cruel. Le abrazo por la cintura para acercarle.
-No hables de Dios aquí, es una blasfemia- susurró mientras acariciaba con la otra mano sus cabellos. Ese delicioso aroma medio salvaje, medio humano, hierbas silvestres y flores convinadas. Muchos de los prisioneros se acababan la voz invocando a Dios, pidiéndole misericordia, ayuda, dedicandole plegarias desesperadas y gritos desgarradores. Clamando justicia o pidiendo perdon. Darcy les escuchaba desde detrás de los muros de su celda, aquellos susurros frenéticos que iban perdiendo coherencia con el paso de los días y después venía el sepulcral silencio. No, dios no escucha a los que se encuentran ya en las puertas del Infierno, inocentes o culpables, todos eran condenados. A diferencia de ellos Darcy no habia elevado una sóla oración, porque sabía que no sería atendida de antemano. Hacía mucho tiempo que había dejado de mirar al cielo en busca de alguna esperanza. Simplemente intentaba mantener a las Furias al margen, era lo más a lo que aspiraba poder lograr en lo que la Hermandad le liberaba.
Y ahora de alguna forma sybelle estaba allí y debía aprovecharlo. -Tú me despertaste- concedió -había estado dormido y ahora me despertaste, gracias- Después ella besó su frente. No puso ninguna resistencia. Le estrechó más aunque sin llegar a lastimarla. Apoyó su mentón sobre la coronilla de Sybelle. Ella dijo algo sobre haber traido cosas y dejarlas con el carcelero, luego vino una pregunta que él debía haber esperado pero le pareció que rompía un poco con el encanto. ¿Quería detalles sobre como la comida le daba asco? ¿De cómo había dias -o noches- en los que tenía tanto miedo que devolvía lo que había comido? ¿De cuantas veces había intentado el lobo escapar de esa jaula para sólo terminarse odiando más por el reflejo animal en el espejo? ¿Las horas que pasaba sin dormir pero aún así continauba sumergido en pesadillas? O quizá debería contarle sobre su encuentro con Jean antes de venir a parar al agujero... y de como después Abélard lo había visitado. No ella no quería saber anda de eso y nadie debería. Era un secreto, como todas las cosas que pasaban en ese lugar. Quedaba entre los cautivos y los muros que les guardan, porque a cualquier otro de le parecería una locura. -Estoy... como cualquier hombre estaría en mi lugar- fue su respuesta. Después se apartó un poco para mirarla. -¿Cuánto más debo esperar? ¿Cuando vendrán? y... -
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Era algo difícil de explicar pero que para mí siempre había sido muy natural, muy inevitable. Mi olfato no solo sabia reconocer los aromas naturales del cuerpo humano o animal, o los perfumes tan bonitos y variados que Doreen usaba tanto, sino que también podía percibir sutiles cambios en los efluvios dependiendo del estado de ánimo, era rarísimo! como… si el miedo, el amor, el odio, la tristeza, el gozo, el placer, la tranquilidad o la intranquilidad, todos tuvieran un aroma muy particular y yo pudiera identificarlos con la misma sencillez como cuando identifico los frutos maduros. Aunque en verdad, si alguien me preguntase a que se parecía el aroma de la alegría iba a quedarme en blanco, o me iba a reír de lo divertida que sonaba la pregunta… ¿Qué podría decir? No era que fuera un olor característico, de hecho en cada ser vivo resultaba un aroma distinto y único, pero yo podía reconocerlos, yo podía… ¿sentirlos?
En esa habitación podía oler la muerte, era desagradable y fría, mezclada con putrefacción y mucha, mucha suciedad, en el fondo reconocía el miedo, el dolor… pero en cierta forma trate de no pensar en ello, en ignorarle con la misma voluntad como ignoraba el cuchicheo insistente y torturando de las ratas al roer su basura. Esas malditas… parecía que me llamaban, una parte de mi sentía su reto muy personal. De Darcy podía oler su alivio, podía sentir como su intranquilidad cedía poco a poco y me estrechaba en sus brazos, finalmente convencido de que estaba ahí… con mis manos sosteniendo las mantas sobre mi pecho lograba cubrir mi desnudez, también era mejor no pensar en el enorme frio que sentía y concentrarme en la tibieza de la proximidad ajena. Siempre había sido muy buena para enfocarme en lo importante, sin importar cuánto dolor pudiera traerme el hacerlo, hoy no tendría que ser la excepción, necesitaba todo de mí…
--- Dios está en todos lados, Darcy, que me haya ayudado a llegar aquí es prueba de que no te ha abandonado --- Le recordé en susurros, solo porque sentía horrible al verlo pronunciar esas palabras…--- ¿Has dormido?, ¿has comido? Tienes que cuidarte, tienes que estar bien--- Sus preguntas no me sorprendiendo pero mordí mi labio mortificada… ¿iban a ser alentadoras las respuestas? Me acerque a su oído y solo cuando mis labios estuvieron cerca de este le susurro las respuestas—estemm… la sentencia ya fue dictada, se supone que te queda un mes y Milo dice que dará el golpe el mismo día de la sentencia, me mando para decirte que ya está todo listo pero que siguen entrenando para que no haya ningún fallo, que no tienes por qué preocuparte de nada, más que de resistir… --- Dicho lo cual hundí mi rostro en su cuello, refugiándome con más fuerza en el. Concéntrate, Sybelle, no lágrimas, no temblores, solo apoyo… todo va a estar bien, lo estará… ¿verdad? modere su voz, tratando de continuar las explicaciones con la mejor de las firmezas--- Forcé mi transformación para colarme en uno de los carruaje que entraba a la bastilla, el teniente y nuestro amigo dentro de aquí me mostro unos mapas de cómo llegar a tu celda… tuve que esperarme hasta estas horas, serán pasadas las 7:30 de la mañana, solo de día es seguro ya que son humanos los que cuidan... el carcelero no debe tardar en llegar, te he traigo muchas cosas...
En esa habitación podía oler la muerte, era desagradable y fría, mezclada con putrefacción y mucha, mucha suciedad, en el fondo reconocía el miedo, el dolor… pero en cierta forma trate de no pensar en ello, en ignorarle con la misma voluntad como ignoraba el cuchicheo insistente y torturando de las ratas al roer su basura. Esas malditas… parecía que me llamaban, una parte de mi sentía su reto muy personal. De Darcy podía oler su alivio, podía sentir como su intranquilidad cedía poco a poco y me estrechaba en sus brazos, finalmente convencido de que estaba ahí… con mis manos sosteniendo las mantas sobre mi pecho lograba cubrir mi desnudez, también era mejor no pensar en el enorme frio que sentía y concentrarme en la tibieza de la proximidad ajena. Siempre había sido muy buena para enfocarme en lo importante, sin importar cuánto dolor pudiera traerme el hacerlo, hoy no tendría que ser la excepción, necesitaba todo de mí…
--- Dios está en todos lados, Darcy, que me haya ayudado a llegar aquí es prueba de que no te ha abandonado --- Le recordé en susurros, solo porque sentía horrible al verlo pronunciar esas palabras…--- ¿Has dormido?, ¿has comido? Tienes que cuidarte, tienes que estar bien--- Sus preguntas no me sorprendiendo pero mordí mi labio mortificada… ¿iban a ser alentadoras las respuestas? Me acerque a su oído y solo cuando mis labios estuvieron cerca de este le susurro las respuestas—estemm… la sentencia ya fue dictada, se supone que te queda un mes y Milo dice que dará el golpe el mismo día de la sentencia, me mando para decirte que ya está todo listo pero que siguen entrenando para que no haya ningún fallo, que no tienes por qué preocuparte de nada, más que de resistir… --- Dicho lo cual hundí mi rostro en su cuello, refugiándome con más fuerza en el. Concéntrate, Sybelle, no lágrimas, no temblores, solo apoyo… todo va a estar bien, lo estará… ¿verdad? modere su voz, tratando de continuar las explicaciones con la mejor de las firmezas--- Forcé mi transformación para colarme en uno de los carruaje que entraba a la bastilla, el teniente y nuestro amigo dentro de aquí me mostro unos mapas de cómo llegar a tu celda… tuve que esperarme hasta estas horas, serán pasadas las 7:30 de la mañana, solo de día es seguro ya que son humanos los que cuidan... el carcelero no debe tardar en llegar, te he traigo muchas cosas...
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Colocó el dedo indice sobre los labios contrarios después de que Sybelle pronunciase esas palabras sobre Dios.
-Sshh, Él te cuida a ti... pero no lo nombres aquí- acomodó uno de sus mechones de cabello, mirando cada detalle de su seblante con cierta fasinacion. No se cansaba Darcy de cerciorarse de que Sybelle era en efecto, de carne y hueso. -Me cuido tanto como puedo- replicó estrechandolé más contra sí. El tibio álito medio felino junto a su oido le provocó un escalofrío. Escuchó todo lo que ella dijo sin mucho entusiasmo ¿Un mes? ¿Aguardar hasta el día que se llevara a cabo la ejecución? El resto ya lo escuchó a medias. No estaba si quiera consciente del tiempo que había estado guardado por aquellos muros mohosos, rodeado de sucias ratas y obligado a permanecer con vida con aquella comida tan cuestionable. Entonces su encierro había durado... ¿más o menos tiempo del que creyó? Porque él no recordaba haberse convertido en lobo, por su puesto, pero apostaba que los guardias si se habrían dado cuenta... ¿o no?
La apartó de si con el ceño fruncido. Le tomó por el cuello, levantando el labio superior, mostrando los dientes. -¡¿Un mes?!- apretó el agarre, ni si quiera se había percatado hasta ahora de la desnudez de Sybelle, pero en ese justo momento no le importaba. -¿Acaso no es suficiente con el tiempo que he stado aquí? ¡¿cuanto ha sido?!- le acerco, dejando apenas unos centímetros entre su rostro y el de ella. Olía a tristeza, ella apestaba a nerviosismo y un dejo de miedo. -Van a dejarme morir ¿verdad? Asi el resto de ustedes podrá continuar sin arriesgar la Hermandad. Pues bien... ¡No tuviste que venir hasta aca para decirme eso! No necesito tu lástima- rió sombriamente paseando la vista por la habitación, buscando evidencias de las Furias que había escuchado soltar una risita burlona. -¡Te lo dije!- le recordó a aquél demonio siniestro, sabía que lo estaba escuchando. Siempre allí, siempre presente, nunca demasiado lejos... Luego volvió a mirar a Sybelle -Aunque me alegra que la Hermandad sea en verdad una Hydra- sonrió un poco, tensamente, luego su gestó volvio a ser agresivo. -Más les vale terminar lo que empecé y no acobardarse ahora o ¡juro que los atormentaré por toda la eternidad!- le arrojó contra la cama con la respiración agitada. Le dio la espalda y recargo la palma de su mano derecha contra la pared. -Si es todo lo que veniste a decir, será mejor que te vayas... No tienes que disfrazarme las cosas. Sí voy a morir dilo como es maldita sea y vete, déjame solo...-
-Sshh, Él te cuida a ti... pero no lo nombres aquí- acomodó uno de sus mechones de cabello, mirando cada detalle de su seblante con cierta fasinacion. No se cansaba Darcy de cerciorarse de que Sybelle era en efecto, de carne y hueso. -Me cuido tanto como puedo- replicó estrechandolé más contra sí. El tibio álito medio felino junto a su oido le provocó un escalofrío. Escuchó todo lo que ella dijo sin mucho entusiasmo ¿Un mes? ¿Aguardar hasta el día que se llevara a cabo la ejecución? El resto ya lo escuchó a medias. No estaba si quiera consciente del tiempo que había estado guardado por aquellos muros mohosos, rodeado de sucias ratas y obligado a permanecer con vida con aquella comida tan cuestionable. Entonces su encierro había durado... ¿más o menos tiempo del que creyó? Porque él no recordaba haberse convertido en lobo, por su puesto, pero apostaba que los guardias si se habrían dado cuenta... ¿o no?
La apartó de si con el ceño fruncido. Le tomó por el cuello, levantando el labio superior, mostrando los dientes. -¡¿Un mes?!- apretó el agarre, ni si quiera se había percatado hasta ahora de la desnudez de Sybelle, pero en ese justo momento no le importaba. -¿Acaso no es suficiente con el tiempo que he stado aquí? ¡¿cuanto ha sido?!- le acerco, dejando apenas unos centímetros entre su rostro y el de ella. Olía a tristeza, ella apestaba a nerviosismo y un dejo de miedo. -Van a dejarme morir ¿verdad? Asi el resto de ustedes podrá continuar sin arriesgar la Hermandad. Pues bien... ¡No tuviste que venir hasta aca para decirme eso! No necesito tu lástima- rió sombriamente paseando la vista por la habitación, buscando evidencias de las Furias que había escuchado soltar una risita burlona. -¡Te lo dije!- le recordó a aquél demonio siniestro, sabía que lo estaba escuchando. Siempre allí, siempre presente, nunca demasiado lejos... Luego volvió a mirar a Sybelle -Aunque me alegra que la Hermandad sea en verdad una Hydra- sonrió un poco, tensamente, luego su gestó volvio a ser agresivo. -Más les vale terminar lo que empecé y no acobardarse ahora o ¡juro que los atormentaré por toda la eternidad!- le arrojó contra la cama con la respiración agitada. Le dio la espalda y recargo la palma de su mano derecha contra la pared. -Si es todo lo que veniste a decir, será mejor que te vayas... No tienes que disfrazarme las cosas. Sí voy a morir dilo como es maldita sea y vete, déjame solo...-
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
No sé si fue mi patético intento por ocultar mi miedo, mi preocupación, o si fueron las palabras, el modo en que las dije, el momento o…. no sé cual habrá sido mi error, conociéndome a la mejor fueron todos pero el punto es que Darcy los noto, me di cuenta cuando el aroma de su persona, una mezcla curiosa entre el instinto y el tabaco se agudizaba, como cuando colocas la carne sobre el fuego y dejas que se cocine… ese mismo aroma tan fuerte, tan agresivo para el olfato. Nuevamente las zarpas que tenia por manos se cerraron sobre mi cuello y sobrecogieron mi corazón, pues este del mero susto había saltado hasta mi garganta. Trate de zafarme soltando la sabana y sujetando la muñeca ajena en un arranque que bien podía costarme ahora sí que el tenebroso “crack”, pero no pude evitarlo… no me gustaba la sensación peligrosa, no me gustaba que me tocara estando tan vulnerable, no me gustaba verlo así, gritándome con esa furia y ese rencor… no me gustaba admitir lo hundido que ya estaba… Pero aunque no me gustaba estaba ahí, haciéndole frente, como aquel soldado primerizo que el teniente me conto una vez en una historia.
--- No!! Claro que no!! Dar…!--- Proteste con la voz estrangulada, pero mis protestas eran amortiguadas por el peso de su desprecio… sabía que no tenía que tomármelo personal, que era su miedo el que hablaba, su desesperación, pero torpemente volvían a mí las ganas de llorar. ¿Cómo es que habíamos esperado tanto tiempo para sacarlo?, ¿Por qué?, ¿Por qué no me habían hecho venir antes? Dios… es que con solo verlo… quise pedirle ayuda a dios pero sentía que me abofetearía con solo volver a pronunciarlo y la presión en su cuello me cortaba más la respiración por suerte duro poco. Cuando menos me fije me tomo bruscamente para lanzarme a la cama… esta era dura, casi tanto como el suelo y su mero choque frio me dio la impresión de cortar la piel. Mis pulmones exigieron el aire en bocanadas rápidas, cortas, frustradas…--- Co… como puedes pensar eso? --- pregunte agitada, casi ofendida, sintiéndome encerrada y sin posibilidad de escape --- que Milo… que la hermandad…. ¿Cómo puedes creer que yo te dejaría morir, Darcy? Ninguno de nosotros lo contemplaría jamás, nunca…no... --- Mis manos tantearon la cama y luego sentándome trate de cubrir mi cuerpo con brazos, mi mirada se bajo al suelo y mis ojos ya estaba nublados… pero la vehemencia de mis palabras no ceso ---. Vamos a rescatarte… no vas a morir en ese lugar… no pongas palabras en mi boca y guarda esas amenazas crueles, si, porque estas siendo muy cruel, vine porque quería darte esperanza, vine para prometerte que saldrás de esta… y si no es asi… --- busque su mirada --- si no es asi deja en paz a tu espíritu y que sean los mismos demonios quienes vengan a reclamarme por su cuenta
Unos pasos se acercaban y al principio esto sacudió mi espíritu de un renovado miedo, pero aunque distante pude reconocer luego el olor familiar de quien me había ayudado a entrar.
--- Se que es difícil… pero tienes que confiar…. Tienes que confiar si no en nosotros, sino en mi, al menos en Milo que es con quien has armado todo esto... --- Nuevamente trate de identificar quien era el desconocido, pero no tenia idea. tan solo quito los candado que rugieron horriblemente y abrio a medias la puerta para meter la canasta que habia dejado en el bosque y con la misma premura cerro la puerta de golpe. Escuche nuevamente los candados. Debia ser veloz, suponia... No faltaba mucho para que de verdad comenzara el dia pero... ¿como saberlo en ese lugar oscuro?
--- No!! Claro que no!! Dar…!--- Proteste con la voz estrangulada, pero mis protestas eran amortiguadas por el peso de su desprecio… sabía que no tenía que tomármelo personal, que era su miedo el que hablaba, su desesperación, pero torpemente volvían a mí las ganas de llorar. ¿Cómo es que habíamos esperado tanto tiempo para sacarlo?, ¿Por qué?, ¿Por qué no me habían hecho venir antes? Dios… es que con solo verlo… quise pedirle ayuda a dios pero sentía que me abofetearía con solo volver a pronunciarlo y la presión en su cuello me cortaba más la respiración por suerte duro poco. Cuando menos me fije me tomo bruscamente para lanzarme a la cama… esta era dura, casi tanto como el suelo y su mero choque frio me dio la impresión de cortar la piel. Mis pulmones exigieron el aire en bocanadas rápidas, cortas, frustradas…--- Co… como puedes pensar eso? --- pregunte agitada, casi ofendida, sintiéndome encerrada y sin posibilidad de escape --- que Milo… que la hermandad…. ¿Cómo puedes creer que yo te dejaría morir, Darcy? Ninguno de nosotros lo contemplaría jamás, nunca…no... --- Mis manos tantearon la cama y luego sentándome trate de cubrir mi cuerpo con brazos, mi mirada se bajo al suelo y mis ojos ya estaba nublados… pero la vehemencia de mis palabras no ceso ---. Vamos a rescatarte… no vas a morir en ese lugar… no pongas palabras en mi boca y guarda esas amenazas crueles, si, porque estas siendo muy cruel, vine porque quería darte esperanza, vine para prometerte que saldrás de esta… y si no es asi… --- busque su mirada --- si no es asi deja en paz a tu espíritu y que sean los mismos demonios quienes vengan a reclamarme por su cuenta
Unos pasos se acercaban y al principio esto sacudió mi espíritu de un renovado miedo, pero aunque distante pude reconocer luego el olor familiar de quien me había ayudado a entrar.
--- Se que es difícil… pero tienes que confiar…. Tienes que confiar si no en nosotros, sino en mi, al menos en Milo que es con quien has armado todo esto... --- Nuevamente trate de identificar quien era el desconocido, pero no tenia idea. tan solo quito los candado que rugieron horriblemente y abrio a medias la puerta para meter la canasta que habia dejado en el bosque y con la misma premura cerro la puerta de golpe. Escuche nuevamente los candados. Debia ser veloz, suponia... No faltaba mucho para que de verdad comenzara el dia pero... ¿como saberlo en ese lugar oscuro?
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Le escuchó, sí. La bruma que nublaba sus pensamientos, ya de un tono gris, relampagueaba. Cerró los ojos mientras ella hablaba entre jadeos intentando recuperar el aire perdido. Cada exalación de Sybelle agragaba más frustración, miedo, inseguirdad y tristeza a la átmosfera. ¿Dónde estaba la esperanza, la tranquilidad que quería transmitir al lobo salvaje? No lo sentía por ningún lado en ese momento. Aún dandole la espalda, frunció el ceño, sin abrir los ojos. Respiró profundo y luego exaló largo... contuvo la respiración para dejar de percibir por un instante el aire pesado y encerrado de ese lugar. Después volvió a inhalar. Sintió una tibia humedad resbalar por su mejilla izquierda. Apartó la sensación con la mano del mismo lado y miro sus dedos que retenian aquella lágrima traicionera. Ahora había un ingrediente más en el ambiente, el enojo de Sybelle por las suposiciones de Darcy. A él le había parecido un razonamiento muy lógico...
Permaneció en silencio conforme le escuchó acomodarse en la cama. Ladeó un poco la cabeza hacia la puerta cuando el sonido de unos pasos lo pusieron alerta.
-Confío , pero no en ellos, no en mi... la Familia Real.- susurró, componiendo poco a poco su entereza aunque estuviera hecha pedazos. Sólo se requería el esfuerzo para simular que había algo aún que rescatar, no importaba que Darcy supiera la falsadad en eso. Sueños, fantasmas, pesadillas, demonios ancestrales, demonios de la noche, era todo lo que residía en aquela celda. Iba a decir algo más, girándose lentamente para encarar a Sybelle, cuando se escucharon las llaves tintinear frente a la puerta y después el descorrer de los cerrojos y cerraduras que le guardaban. Ese olor ahora le era muy familiar, era uno de sus carceleros. Esto puso en tensión todos sus instintos, su corazón se aceleró y sus ojos se oscurecieron. ¿Cuándo había sido la última vez que esa puerta se abrió? Su memoria invocó de inmediato su última conversación "normal y humana", a otro ser tangible, el Rey. ¿Porqué Sybelle no se escondía? ¡Iban a descubrirla! y terminaría como otro "sin-nombre" de la Bastilla. Eso no podía permitirlo. Le quizo advertir del peligro que seguramente ella también escuchaba, pero todo fue muy rápido, sólo le dio tiempo para ponerse entre ella y lo que fuera que entrase por esa puerta. Presto para ocultarle con su propio cuerpo o para defenderle. Después una canasta llena de diferentes olores, casi todos de comida, fue introducida en el calabozo y justo un segundo más tarde se cerró la puerta con tanta rapidez como se había abierto. El lobo se quedó mirando aún con el corazón latiendo a todo galope y después se abalanzó contra la única salida de aquél lugar oscuro. En vano intento forzarla a abrirse de nuevo a empujones, era demasiado tarde. Dio un pueñetazo seco. -¡Aaarggh! ¡Malditos buitres! ¡Animales rastreros que guardan en oscuro laberinto al Minotauro por que el Rey no puede hacerse responsable de su propia creación!- Otro puñetazo, el miedo rápidamente convertido en enojo. Tuvo que volvera a empezar el proceso para calmarse. No valía la pena sostener el enojo demasiado tiempo, sólo conducía más apriasa al abizmo de la locura. Además esta noche tenían compañía. Se volvió para mirar a Sybelle, suspiró y fue hasta dónde ella, recogiendo la sábana en el camino. La colocó sobre su hombros y beso sus cabellos. -Son las cosas que dijiste que traerían ¿verdad?- hizo una mueca al darse cuenta del falso peligro que tanto lo alterara. -El lobo...es más difícil controlarme ahora- Darcy buscó la mirada de Sybelle, alzo una mano para levantar el fáragil mentón contrario. -Lo siento... Y sí confío en ti, pero no en ellos, ni en mi mismo.-
Permaneció en silencio conforme le escuchó acomodarse en la cama. Ladeó un poco la cabeza hacia la puerta cuando el sonido de unos pasos lo pusieron alerta.
-Confío , pero no en ellos, no en mi... la Familia Real.- susurró, componiendo poco a poco su entereza aunque estuviera hecha pedazos. Sólo se requería el esfuerzo para simular que había algo aún que rescatar, no importaba que Darcy supiera la falsadad en eso. Sueños, fantasmas, pesadillas, demonios ancestrales, demonios de la noche, era todo lo que residía en aquela celda. Iba a decir algo más, girándose lentamente para encarar a Sybelle, cuando se escucharon las llaves tintinear frente a la puerta y después el descorrer de los cerrojos y cerraduras que le guardaban. Ese olor ahora le era muy familiar, era uno de sus carceleros. Esto puso en tensión todos sus instintos, su corazón se aceleró y sus ojos se oscurecieron. ¿Cuándo había sido la última vez que esa puerta se abrió? Su memoria invocó de inmediato su última conversación "normal y humana", a otro ser tangible, el Rey. ¿Porqué Sybelle no se escondía? ¡Iban a descubrirla! y terminaría como otro "sin-nombre" de la Bastilla. Eso no podía permitirlo. Le quizo advertir del peligro que seguramente ella también escuchaba, pero todo fue muy rápido, sólo le dio tiempo para ponerse entre ella y lo que fuera que entrase por esa puerta. Presto para ocultarle con su propio cuerpo o para defenderle. Después una canasta llena de diferentes olores, casi todos de comida, fue introducida en el calabozo y justo un segundo más tarde se cerró la puerta con tanta rapidez como se había abierto. El lobo se quedó mirando aún con el corazón latiendo a todo galope y después se abalanzó contra la única salida de aquél lugar oscuro. En vano intento forzarla a abrirse de nuevo a empujones, era demasiado tarde. Dio un pueñetazo seco. -¡Aaarggh! ¡Malditos buitres! ¡Animales rastreros que guardan en oscuro laberinto al Minotauro por que el Rey no puede hacerse responsable de su propia creación!- Otro puñetazo, el miedo rápidamente convertido en enojo. Tuvo que volvera a empezar el proceso para calmarse. No valía la pena sostener el enojo demasiado tiempo, sólo conducía más apriasa al abizmo de la locura. Además esta noche tenían compañía. Se volvió para mirar a Sybelle, suspiró y fue hasta dónde ella, recogiendo la sábana en el camino. La colocó sobre su hombros y beso sus cabellos. -Son las cosas que dijiste que traerían ¿verdad?- hizo una mueca al darse cuenta del falso peligro que tanto lo alterara. -El lobo...es más difícil controlarme ahora- Darcy buscó la mirada de Sybelle, alzo una mano para levantar el fáragil mentón contrario. -Lo siento... Y sí confío en ti, pero no en ellos, ni en mi mismo.-
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Y las esencias seguían, deslizándose en la oscuridad como las motas de polvo y perturbando a mi olfato, ahora podía percibir una esencia delicada y salada…. El aroma de las lágrimas que aunque tenue rondaba la habitación de muerte, mire de reojo a Darcy o a la sombra de su persona que estaba próxima y la verdad es que no pude decir ni una palabra.
“Todo está bien”
“Todo pasara pronto”
“No es tan malo si lo piensas…”
Y lo cierto es que nada estaba bien con el pudriéndose y enloqueciéndose en ese lugar, y no pasaría pronto, aun quedaba un largo mes por delante y si, no era tan malo como parecía… era peor. Incluso los consuelos, todos ellos, parecían morirse en ese lugar. Aun así titiritando un poco quise extender mi mano hacia su hombro para que fuera el tacto quien hablara, quien le consolara ahora que las palabras no eran mi fuerte pero mi mano no alcanzo si quiera a rozarlo cuando se tenso y sus palabras duras y frustradas me respondieron. Darcy no pudo ver mi intento de consuelo pues baje mi mano antes de que pudiera notarla. ¿Por qué engañarme? No era suficiente. En ese momento que ocultaba su mirada para desmoronarse e sombras necesitaba su espacio para armarse de nuevo y enfrentarse de nuevo. La puerta se abrió y pude ver como empuñaba su espada disimuladamente al momento de arrojarla en el suelo, como si se protegiera de alguna bestia que fuera a saltarle, y con la misma reserva cerró la puerta de golpe sin dirigirnos una mirada…. Y la bestia apareció, pero un poco tarde, y golpeo y rugió ante su peor enemiga en ese agujero horrible: la puerta cerrada…
Ahora era yo la que necesitaba mi espacio para bajar la mirada, y levantar lo desmoronado entre sombras, pero gracias a dios Darcy no lo noto, volvió hacia mi recuperándose de su arrojo y tomo mi mentón pidiéndome una mirada que era cobarde para encararle pero aun así lo hizo. Y saben que encontró? Una mirada más perdida que la propia.
--- Olvídate de ellos… solo un momento… y recuerda que yo si confió en ti, siempre --- confesé y tome su mano, la bese para luego ponerse de pie, envuelta en la sabana y acercarse a la canasta. El manto que cubría las cosas era un vestido de algodón que con facilidad pude ponerme, no era mucho… pero era práctico tome la canasta, que si bien era muy pesada no tuve que llevarla por un gran trama para ponerla en suelo, frente a la cama --- te traje muchas cosas… aquí esta una chaqueta tuya, de las mas cálidas ---la saque y se la coloque en el regazo--- ya sabes, para el frio… te traigo un poco de cordero que cocine en la madrugada, debe estar un poco frio pero sabe bien aun… y… --- Saque un recipiente mas que estaba totalmente cubierto dejándoselo sobre sus manos--- es carne cruda de venado, se que la querrías… también hay pan, queso… iba traerte whisky, pero el teniente dijo que seguramente ibas a preferir el Sake, asi que traje dos botellas de cada una…
En todo momento trate de que mi voz temblorosa no se quebrara por completo, tenía que ser cálida, tenía que ser firme.
--- Traje velas también!! --- Recordé al momento de verlas y por un momento feliz de haberlas traído saque los cerillos y primero coloque una de ellas sobre la mesa, encendiéndola y dejándola las demás a un lado, para cuando él quisiera usarlas… esa pequeña luz, aunque tenue fue para mí reconfortante --- Al fondo el teniente te mando un libro pequeño y unos periódicos y panfletos para que veas cómo está la situación afuera, dijo que… --- Volví a tomar asiendo a su lado y buscando nuevamente su mirada finalice… --- verificaras las anexos que había dejado…. Y bueno, traje un poco de chocolate y ya no me cupo mas, pero necesitas algo…? Pídelo y yo buscare la forma de traértelo, no importa cómo.
“Todo está bien”
“Todo pasara pronto”
“No es tan malo si lo piensas…”
Y lo cierto es que nada estaba bien con el pudriéndose y enloqueciéndose en ese lugar, y no pasaría pronto, aun quedaba un largo mes por delante y si, no era tan malo como parecía… era peor. Incluso los consuelos, todos ellos, parecían morirse en ese lugar. Aun así titiritando un poco quise extender mi mano hacia su hombro para que fuera el tacto quien hablara, quien le consolara ahora que las palabras no eran mi fuerte pero mi mano no alcanzo si quiera a rozarlo cuando se tenso y sus palabras duras y frustradas me respondieron. Darcy no pudo ver mi intento de consuelo pues baje mi mano antes de que pudiera notarla. ¿Por qué engañarme? No era suficiente. En ese momento que ocultaba su mirada para desmoronarse e sombras necesitaba su espacio para armarse de nuevo y enfrentarse de nuevo. La puerta se abrió y pude ver como empuñaba su espada disimuladamente al momento de arrojarla en el suelo, como si se protegiera de alguna bestia que fuera a saltarle, y con la misma reserva cerró la puerta de golpe sin dirigirnos una mirada…. Y la bestia apareció, pero un poco tarde, y golpeo y rugió ante su peor enemiga en ese agujero horrible: la puerta cerrada…
Ahora era yo la que necesitaba mi espacio para bajar la mirada, y levantar lo desmoronado entre sombras, pero gracias a dios Darcy no lo noto, volvió hacia mi recuperándose de su arrojo y tomo mi mentón pidiéndome una mirada que era cobarde para encararle pero aun así lo hizo. Y saben que encontró? Una mirada más perdida que la propia.
--- Olvídate de ellos… solo un momento… y recuerda que yo si confió en ti, siempre --- confesé y tome su mano, la bese para luego ponerse de pie, envuelta en la sabana y acercarse a la canasta. El manto que cubría las cosas era un vestido de algodón que con facilidad pude ponerme, no era mucho… pero era práctico tome la canasta, que si bien era muy pesada no tuve que llevarla por un gran trama para ponerla en suelo, frente a la cama --- te traje muchas cosas… aquí esta una chaqueta tuya, de las mas cálidas ---la saque y se la coloque en el regazo--- ya sabes, para el frio… te traigo un poco de cordero que cocine en la madrugada, debe estar un poco frio pero sabe bien aun… y… --- Saque un recipiente mas que estaba totalmente cubierto dejándoselo sobre sus manos--- es carne cruda de venado, se que la querrías… también hay pan, queso… iba traerte whisky, pero el teniente dijo que seguramente ibas a preferir el Sake, asi que traje dos botellas de cada una…
En todo momento trate de que mi voz temblorosa no se quebrara por completo, tenía que ser cálida, tenía que ser firme.
--- Traje velas también!! --- Recordé al momento de verlas y por un momento feliz de haberlas traído saque los cerillos y primero coloque una de ellas sobre la mesa, encendiéndola y dejándola las demás a un lado, para cuando él quisiera usarlas… esa pequeña luz, aunque tenue fue para mí reconfortante --- Al fondo el teniente te mando un libro pequeño y unos periódicos y panfletos para que veas cómo está la situación afuera, dijo que… --- Volví a tomar asiendo a su lado y buscando nuevamente su mirada finalice… --- verificaras las anexos que había dejado…. Y bueno, traje un poco de chocolate y ya no me cupo mas, pero necesitas algo…? Pídelo y yo buscare la forma de traértelo, no importa cómo.
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Sostuvo su mirada que le invitaba a confiar a pesar de la turbación y la tristeza que despedía Sybelle.
-Sólo un momento... -repitió sintiendo la suave caricia de sus labios en su mano. Entre más respiraba su aroma, más se convencía de que estaba allí con él, aunque aún así ¿cuantas veces había tenidos sueños tan reales y tangibles que casi podía asegurar que eran de verdad? La observó levantarse envuelta en sábana de blancura eterea e inconcevible en la suciedad de aquella celda. Resaltaban sus risos castaños y su piel morena, que aún guardaba el prefume de la luz del sol y del bosque salvaje. Recorrió cada una de sus curvas con la mirada mientras ella deslizaba el vestido por su cuerpo para vestirlo de nuevo. Lo indomable y salvaje, vestido con un toque de civilización, haciendo una mezcla extraña para Darcy y atrayente para el lobo. Parecía que ella se movía con perfecta naturalidad dentro de su propia piel, aún cuando cambiaba a su forma felina. En ningún momento parecía sentirse enferma o maldita a pesar de que Sybelle pensara que no era muy normal o humana. Ella había nacido así, para adoptar otro cuerpo, huir del mundo humano cuando le pareciera conveniente, no atrapada en su propio cuerpo, al menos no del mismo modo que un lobo feroz que razga con dientes afilados la piel humana, rompe los huesos y se apropia de la consiencia para reducirla a la bajeza bestial.
Darcy se sentó en la orilla de la cama, Sybelle trajo la canasta más cerca haciendo que el ambiente se llenara de los dieferentes olores de comida, licor, hojas amarillentas y algo más... Darcy sonrió un poco al descubrir aquella chaqueta, era una de sus preferidas. Hubiera querido tenerla desde al principio, pero no le habían dado tiempo de recoger sus cosas cuando vinieron por él hace... Se quitó el abrigo que traía y se puso la chaqueta, era reconfortante cambiar de indumentaria a una más cálida y apropiada para el frío de aquél lugar, que eternamente recordaba a muerte. -Conoces bien mi ropa ¿verdad?- Buscó su mirada y amplió un poco la sonrisa. Tomó el cordero y lo iba abrir pero entonces Sybelle le dio el venado. Las manos de Darcy temblaron un poco cuando lo colcó encima. De inmediato lo descubrió y se puso a engullirlo, cortando los trozos con los dedos. Hacía mucho que no comía carne cruda, su cuerpo a había estado pidiendo por días, quizá semanas. La comida humana no era suficiente. Aunque su atención estaba fija en la comida, escuchaba lo que Sybelle decía. Sake, perfecto, ahora por un par de horas sería él quién controlar "sus pesadillas".
Cuando el lobo terminó de comer la carne fresca Sybelle ya había encendio una vela que alumbraba temorosa la habitación y se dirigía sentarse a su lado de nuevo. Se relamió los labios para borrar los rastros de sangre que hubiesen quedado. -¿Los anexos?- río por lo bajo más satisfecho y complacido por la idea de que Milo hubiera hecho caso de su petición por un poco de opio. -hasta el postre llevas en esa canasta... - suspiró contemplando la silueta medio felina a la luz de la vela. Aún no desaparecía. -Con lo que has traído es suficiente... con tu compañía. Me alegra que trajeras un poco de luz... - Apoyó su frente contra la otra, descanzando un momento de la bruma y la oscuridad.
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
--- Bueeno, cuando te has encargado personalmente de doblar, acomodar o empacar tu guardarropa… es fácil aprenderse de memoria los conjuntos, aunque sea muchos, además… esa chaqueta la sueles usar mucho. Es cómoda, es bonita, y a ti te gustan ambas cosas, más si van de la mano --- Solía hablar poco cuando estaba nerviosa, precisamente porque no confiaba mucho en mis capacidades dialécticas en momentos como esos y al final todos acababan dándose cuenta de mis debilidades. Pero esa noche todo era una excepción. El silencio era abrumador, como la oscuridad, te vigilaba, te acosaba para obsesionarte, luchaba sin hacer ningún esfuerzo contra ti y aunque gritaras, lloraras o rezaras, poco a poco la lucha contra el perdías, pero yo no estaba ahí para dejarme vencer por él. Por más miedo que le tuviera… no! Yo estaba ahí para ser como la vela, una pequeña llama oscilante, pequeña pero caprichosa, que está ahí para dar luz, aunque sea un poco de ella, a sabiendas que hace todo lo que puede, y que aunque no sea suficiente pues está luchando contra una oscuridad que en apariencia no tiene ningún límite.
Hace lo mejor que puede.
La carne cruda desapareció en segundos y mordí mi labio preguntándome si debí haber llevado más. Iluminado a media luz, lo vi digerir y entonces saque los periódicos de diversas semanas, panfletos de críticas duras sobre uno u otro funcionario público, entre otras cosas al final el libro, aunque me di cuenta que realmente eran dos… saque ambos que eran pequeños pese a todo, en mis manos fue extraño ver sus trazos en la portada y sabe descifrarlos, el leerlos por uno mismo… Uno se llamaba “El castillo de Rackrent” de Maria Edgeworth y el otro “la filosofía del tocador” de un tal Marquez de Sade. Ambos despedían un olor peculiar… no era tonta como para no adivinar lo que contenían, pero no dije nada y volví a guardarlos en la canasta cuando la voz cansina de Darcy me llamo, al volverme note que me miraba y me esforcé de verdad en devolverme una sonrisa cuando su frente descanso sobre la mia, cerró los ojos unos momentos más… nuevamente pidiéndome valor y fortaleza, el olor a sangre en su boca hizo que arrugara un poco la nariz pero no dije nada y tome sus mejillas, acariciándole al momento de elevar mi rostro y depositar un beso en su frente, apenas una caricia.
--- Traje de todo lo que pude, ya te digo, aunque sé que hacen lo que pueden, no confió mucho en que tanto cumple el carcelero en traerte todo lo que le encargan… --- Confesé en un susurro fino, sin querer difamar a nadie pero sin poder confesar una preocupación, luego volvi a colocar mi frente sobre la suya… lo trataba con sumo cuidado, temiendo alterarlo o quebrarlo con cualquier movimiento en falso…--- Estas un poco frio… --- Si bien no estaba congelada, su calidez si estaba bastante reducida a como la recordaba, deslice mis brazos por su cuello y lo abrace estrechándole un poco contra mi hombro. --- Aquí tienes para que veas todo lo que está sucediendo en el exterior, el plan marcha bien, según dicen… vaya que me he puesto a escuchar tras las puertas.
Hace lo mejor que puede.
La carne cruda desapareció en segundos y mordí mi labio preguntándome si debí haber llevado más. Iluminado a media luz, lo vi digerir y entonces saque los periódicos de diversas semanas, panfletos de críticas duras sobre uno u otro funcionario público, entre otras cosas al final el libro, aunque me di cuenta que realmente eran dos… saque ambos que eran pequeños pese a todo, en mis manos fue extraño ver sus trazos en la portada y sabe descifrarlos, el leerlos por uno mismo… Uno se llamaba “El castillo de Rackrent” de Maria Edgeworth y el otro “la filosofía del tocador” de un tal Marquez de Sade. Ambos despedían un olor peculiar… no era tonta como para no adivinar lo que contenían, pero no dije nada y volví a guardarlos en la canasta cuando la voz cansina de Darcy me llamo, al volverme note que me miraba y me esforcé de verdad en devolverme una sonrisa cuando su frente descanso sobre la mia, cerró los ojos unos momentos más… nuevamente pidiéndome valor y fortaleza, el olor a sangre en su boca hizo que arrugara un poco la nariz pero no dije nada y tome sus mejillas, acariciándole al momento de elevar mi rostro y depositar un beso en su frente, apenas una caricia.
--- Traje de todo lo que pude, ya te digo, aunque sé que hacen lo que pueden, no confió mucho en que tanto cumple el carcelero en traerte todo lo que le encargan… --- Confesé en un susurro fino, sin querer difamar a nadie pero sin poder confesar una preocupación, luego volvi a colocar mi frente sobre la suya… lo trataba con sumo cuidado, temiendo alterarlo o quebrarlo con cualquier movimiento en falso…--- Estas un poco frio… --- Si bien no estaba congelada, su calidez si estaba bastante reducida a como la recordaba, deslice mis brazos por su cuello y lo abrace estrechándole un poco contra mi hombro. --- Aquí tienes para que veas todo lo que está sucediendo en el exterior, el plan marcha bien, según dicen… vaya que me he puesto a escuchar tras las puertas.
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Sonrió un poco por el comentario de la ropa que tenía, ahora recordando las diferentes telas que prefería, y las pocas veces que usara una prenda más de dos veces. Era la cantidad necesaria para un noble, ni más ni menos. Extrañaba las posibilidades de elegir que ponerse cada día, de dedicar toda la tarde a montar, o atender los negocios que la joyería demandaba. La libertad... Incluso con Sybelle tan cerca dejando un poco de su aroma entre los muros de aquellas paredes, recordandole del mundo exterior del que se perdía, la húmedad, el olvido y la pena no dejaban de entremezclarse también.
-Sí, esa chaqueta es de mis preferidas.- concedió, aún con un ligero sabor a carne en el paladar. Apreciaba el esfuerzo que emanaba de la piel de Sybelle, traicionando su actitud casi impecable. Sus gestos eran más reveladores sin embargo y Darcy se intentaba enfocar en el alivo que le traía su presencia, no en la molestia que sentía el lobo por pensarse objeto de lástima. Abrió los ojos después de que la medio felina besara su frente, repasando cada una de sus muecas con cierta obsesividad. Estando dentro de la celda las cosas se percibían como algo demasiado incorpóreo e irreal. Ahora a la sombra danzante que proyectaba la luz de la vela, las preocupaciones de Sybelle parecían relegarse a las sombras lo mismo que su miedo, aguardando pacientemente en la penumbra a que se consumiera. Incluso el fantasma acallaba sus burlas y comentarios ante aquél resplandor dorado, por alguna misteriosa razón pues ultimamente no respetaba ni las auroras artificiales.
El lobo dirigió la mirada a la mesa, inspeccionando las cosas que la gata había dejado allí. Podía leer a medias uno de los títulos de los libros que descanzaban sobre la mesa: "El castillo de Rackrent". Bufó recordando lejanamente haber leído un tramo de aquél libro escrito para dar una esperanza a los campesinos. Era una ironía que con su vida, Darcy estuviera escribiendo en las páginas de la historia, sucesos semejantes, con aspiraciones similares. ¿A Milo se no se le había ocurrido algo menos inapropiado? No, seguramente era con deliberación. El otro libro no alcanzo a verlo antes de volver a la realidad del encierro. Hizo una mueca. -Si el carcelero trajera todo lo que me gustaría, te aseguro que esta dejaría de ser una carcel.- sonrió a medias, volviendo a dejar descanzar su frente en la contraria. Respiró profundo como si pudiese absorver su calor. Era cierto, ahora le costaba más trabajo a Darcy entrar en calor. Era como si el frío reptara entre sueños, adhiriendose a sus tejidos tan profundamente que el lobo no era capaz de calentarse suficiente. -El lugar es frío.- le recordó, rodéandole por la cintura y recostandose en la cama, jalandola con él. -Espero que no tengas frío... quisiera decir que te acostumbras, pero estaría mintiendo.- La acomodó sobre él, acarició sus cabellos. -No es agradable escuchar tras las puertas.- frunció el ceño -Me gustaría que te quedaras mucho tiempo aquí pero a la vez... - Desvió su atención a la puerta y luego la miro de nuevo. -No creo que sea buena idea.-
-Sí, esa chaqueta es de mis preferidas.- concedió, aún con un ligero sabor a carne en el paladar. Apreciaba el esfuerzo que emanaba de la piel de Sybelle, traicionando su actitud casi impecable. Sus gestos eran más reveladores sin embargo y Darcy se intentaba enfocar en el alivo que le traía su presencia, no en la molestia que sentía el lobo por pensarse objeto de lástima. Abrió los ojos después de que la medio felina besara su frente, repasando cada una de sus muecas con cierta obsesividad. Estando dentro de la celda las cosas se percibían como algo demasiado incorpóreo e irreal. Ahora a la sombra danzante que proyectaba la luz de la vela, las preocupaciones de Sybelle parecían relegarse a las sombras lo mismo que su miedo, aguardando pacientemente en la penumbra a que se consumiera. Incluso el fantasma acallaba sus burlas y comentarios ante aquél resplandor dorado, por alguna misteriosa razón pues ultimamente no respetaba ni las auroras artificiales.
El lobo dirigió la mirada a la mesa, inspeccionando las cosas que la gata había dejado allí. Podía leer a medias uno de los títulos de los libros que descanzaban sobre la mesa: "El castillo de Rackrent". Bufó recordando lejanamente haber leído un tramo de aquél libro escrito para dar una esperanza a los campesinos. Era una ironía que con su vida, Darcy estuviera escribiendo en las páginas de la historia, sucesos semejantes, con aspiraciones similares. ¿A Milo se no se le había ocurrido algo menos inapropiado? No, seguramente era con deliberación. El otro libro no alcanzo a verlo antes de volver a la realidad del encierro. Hizo una mueca. -Si el carcelero trajera todo lo que me gustaría, te aseguro que esta dejaría de ser una carcel.- sonrió a medias, volviendo a dejar descanzar su frente en la contraria. Respiró profundo como si pudiese absorver su calor. Era cierto, ahora le costaba más trabajo a Darcy entrar en calor. Era como si el frío reptara entre sueños, adhiriendose a sus tejidos tan profundamente que el lobo no era capaz de calentarse suficiente. -El lugar es frío.- le recordó, rodéandole por la cintura y recostandose en la cama, jalandola con él. -Espero que no tengas frío... quisiera decir que te acostumbras, pero estaría mintiendo.- La acomodó sobre él, acarició sus cabellos. -No es agradable escuchar tras las puertas.- frunció el ceño -Me gustaría que te quedaras mucho tiempo aquí pero a la vez... - Desvió su atención a la puerta y luego la miro de nuevo. -No creo que sea buena idea.-
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Llamaban la atención esas sonrisas medias, resignadas y poco convencidas que dedicaba Darcy vez tras vez a los objetos, los comentarios, o los recuerdos mismos. Sabía que era realmente un gesto muy vano, casi de compromiso. La poca dicha que pudieran provocarle no era nada en comparación con su agonía tacita, la ilusión contra la miseria, una lucha terca y a veces algo vanidosa, como la de la vela contra el recinto, la mía contra sus fantasmas, pero… para quienes vivimos albergando la esperanza, esos pequeños gestos pueden significarlo todo.
---Pero debe traer todo lo que le damos…te he enviado al menos tres cobijas ¿Donde están?---replique…a esa habitación le faltaban muchas cosas… ¿por qué todo tenía que ser siempre tan hostil?, ¿no podíamos confiar ni en nuestros propios aliados? Tome aire una, dos veces…
De reojo estaba mirando el tazón de la cena que le había llevado, era un potaje de carne de borrego y raíces silvestres, una de mis especialidades cuando vivía en Auvernia. Pensando que sería lo primero en comerse y ahora olvidado en el suelo, deje que Darcy me levantara de la cama para subirme a su cuerpo en un abrazo perezoso. Lo mire aun pensando en la vieja receta y reconociendo que todos cargábamos a nuestros muertos, esta vez la sonrisa fue mas fácil pues me contento ver cuánto bien le hacia un poco de compañía.
¿Que si el cansancio era mucho? Sip, más que mucho, las preparaciones de varios días, sin dormir, sin descansar, con el nervio eterno en el corazón dejaban a uno algo así como agotado… ¿que si hacia frio? Pues….que decir? era peor… un día a la mejor, después que atrapara a la ardilla de la mansión Trudeau, vestiría a Darcy a pleno invierno con ese mismo camisón de algodón blanco y detalles de encaje en azul cielo y le diría que “Esperaba no tuviera frio”…
Ok,ok, no era verdad! Con lo de Darcy y el vestido me refiero, no lo de la ardilla... eso último tenía que hacerlo un día. Bromeaba y no porque estuviera así como de mejor humor sino porque el hacerlo distraía mi mente, y evitaba que me echara a temblar y a llorar de angustia. Mis manos se mantuvieron sobre su pecho y mis piernas se enredaron entre las suyas, buscando el calor…no era una broma que el frio ahí calaba los huesos. Seguí su mirada hasta la puerta, mordiendo mi labio inferior antes de responderle. Era verdad… además de cansado y “congelador” (¿sería ese el modo más adecuado de decirlo?), era peligroso. Pero así como las pequeñas sonrisas de compromiso, el no tenía idea de cuánto lo valía.
---N…no es agradable, no… pero a veces es necesario, no podía venir con las manos o la mente vacía, yo tenía que estar a la altura de esa canasta--- Ensanche un poco más la sonrisa, aunque no necesitaba la vela, su luz sobre su rostro me ponía un poco mejor---Y no te preocupes por el tiempo o mi estadía, la espía infiltrada aquí soy yo, ¿recuerdas? Pre… pregunta o pídeme algo---señale recordándole la canasta---veras que vengo preparada
Mina Wayne- Cambiante Clase Baja
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
A decir verdad el comer aquella carne cruda le estaba sentando muy bien al estómago, pero no quería abusar de las bondades brindadas por el tierno alimento. No eran grandse porciones lo que alcanzaba a comer sin sentir asco, y aunque en esos momentos a Darcy le llegaba el aroma de la carne de borrego con hierbas, su atención estaba en Sybelle. Ahora medio apaciguada el hambre, la necesidad de la mente de salir de su encierro clamaba ser atendida.
-Me las han traído, de una en una.- aseguró acariciando los rizos de la medio felina, determinando su brillo y suavidad con la mirada, con el tacto. -En cierto momento desapareció la primera y a los pocos días me encuentro con una nueva y así sustantivamente. No sé a que se deba eso, las cosas parecen... desaparecer cada tanto.- Era en los días que más sentía antojo de la carne cuando misteriosamente muchas cosas se quebraban o se esfumaban como por encanto. Bien podría exsitir una explicación razonable pero Darcy no se atrevía a pensar en esa posibilidad. Era preferbile acusar de aquellos eventos a la propia maldad latente de la que estaba impregnada la Bastilla, aquella que susurraba entre muros y que a veces era capaz de tomar forma en las pesadillas. Así terminaba en la lista de las cosas a ignorar, o al menos tratar de hacerlo. -Con tu sola presencia hubiese bastado.- murmuró. La luz era reconfortante y tal vez todo se extinguiría cuando la vela se apagara... y entonces volvería la oscura profundidad.
Sybelle parecía cansada, Darcy soltó sus cabellos para pasar el índice bajo sus ojos, sobre las sombras que se marcaban en la piel. Era extraño que aunque la estuviese tocando no la percibía como una vez lo había hecho, era como si tuviera tela entre sus dedos -Te ves cansada.- Se quedó pensativo un rato, guardando silencio y luego desvió al mirada a la canasta que ella señalaba, para volver a fijarse en ella después. Su cuerpo, sobre el del lobo ayudaba a calentarlo un poco y no pesaba casi nada. Hace poco más de cuatro años le hubiera pesado más. Suspiró. -Acompañame a cenar... a desayunar.- corrigió recordando lo que le dijera ella antes. Ya no se esforzaba demasiado en adivinar las horas del día. Dormía cuando podía y comía cuando lo necesitaba o cuando su estómago lo permitía.
Eran muchas las escencias que provenían de la canasta susodicha. Unas que no creyó volver a percibir. Comerse todo eso a solas, le traería algo de nostalgia por lso banquetes y las mesas con largos manteles, sin embargo con Sybelle allí, las cosas eran más sencillas. Siempre había sido así con ella, quizá por eso disfrutaba tanto su compañía, probablemente de las últimas que tendría.
-Me las han traído, de una en una.- aseguró acariciando los rizos de la medio felina, determinando su brillo y suavidad con la mirada, con el tacto. -En cierto momento desapareció la primera y a los pocos días me encuentro con una nueva y así sustantivamente. No sé a que se deba eso, las cosas parecen... desaparecer cada tanto.- Era en los días que más sentía antojo de la carne cuando misteriosamente muchas cosas se quebraban o se esfumaban como por encanto. Bien podría exsitir una explicación razonable pero Darcy no se atrevía a pensar en esa posibilidad. Era preferbile acusar de aquellos eventos a la propia maldad latente de la que estaba impregnada la Bastilla, aquella que susurraba entre muros y que a veces era capaz de tomar forma en las pesadillas. Así terminaba en la lista de las cosas a ignorar, o al menos tratar de hacerlo. -Con tu sola presencia hubiese bastado.- murmuró. La luz era reconfortante y tal vez todo se extinguiría cuando la vela se apagara... y entonces volvería la oscura profundidad.
Sybelle parecía cansada, Darcy soltó sus cabellos para pasar el índice bajo sus ojos, sobre las sombras que se marcaban en la piel. Era extraño que aunque la estuviese tocando no la percibía como una vez lo había hecho, era como si tuviera tela entre sus dedos -Te ves cansada.- Se quedó pensativo un rato, guardando silencio y luego desvió al mirada a la canasta que ella señalaba, para volver a fijarse en ella después. Su cuerpo, sobre el del lobo ayudaba a calentarlo un poco y no pesaba casi nada. Hace poco más de cuatro años le hubiera pesado más. Suspiró. -Acompañame a cenar... a desayunar.- corrigió recordando lo que le dijera ella antes. Ya no se esforzaba demasiado en adivinar las horas del día. Dormía cuando podía y comía cuando lo necesitaba o cuando su estómago lo permitía.
Eran muchas las escencias que provenían de la canasta susodicha. Unas que no creyó volver a percibir. Comerse todo eso a solas, le traería algo de nostalgia por lso banquetes y las mesas con largos manteles, sin embargo con Sybelle allí, las cosas eran más sencillas. Siempre había sido así con ella, quizá por eso disfrutaba tanto su compañía, probablemente de las últimas que tendría.
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
Por mis hombros caían los bucles naturales del cabello, este siempre suelto, parecían mas oscuros de lo que eran debido a la iluminación fúnebre pero “no importa” me dije, la pequeña vela al menos en ese momento era suficiente. Darcy jugaba con ellos y los acariciaba como si fueran estela apunto de desaparecer… supuse que su mirada tan atenta y ensimismada a la vez, el que me hiciera subir hacia su cuerpo y los mimos se debían a eso, al temor de que en cualquier momento me esfumara… y venga, yo estaba haciendo lo mismo con él. Lo media como las lagartijas que miden al prójimo, pero yo no esperaba atacarlo o comérmelo como hacían los pequeños reptiles solo quería convencerme, de algún modo, que “de verdad” estaba en su compañía.
Se le veía igual a como diario le veía en mis sueños, solo diferenciaba una sombra oscura delatando la barba descuida, la silueta de curvas delatoras del miedo, el cansancio y la desesperación bajo sus ojos… asentí a sus palabras, no queriendo profundizar en temas que serian incómodos para ambos. ¿Que el carcelero era un codicioso?, ¿que no se podía confiar en nadie?, ¿que ese lugar de pronto se sentía peor que el infierno? El mundo afuera era un caos, una guerra constante, cruel y despiadada… pero que interesante que aun con todo, cuando nos privan de la libertad de estar en ella, la deseamos tal cual es, con todos sus defectos. La anhelamos deseando los placeres más elementales, el caminar en un prado, el aire fresco del medio día, el agua de un pozo, de pronto todo aquello que normalmente es un derecho insignificante, se vuelve como el tesoro del duende al final del arcoíris.
--- Bueno, bueno, con mi presencia abría bastado pero ¿no es mejor ahora que además de estar aquí, puedo traerte ricos aperitivos y además informarte de todo lo que pasa? No podras negar que tengo razón --- Deslice mis manos por su pecho para sujetar sus hombros y luego frotar sus brazos, de alguna forma me atormentaba esa frialdad suya. El toco mis pómulos viendo quizás un pálido reflejo de lo que él sentía y yo volví a curvear mis labios en las sonrisas mas genuinas que pudiera darle, pese a la triste adversidad que nos rodeadaba. “te ves cansada” por respuesta un suspiro, un encogimiento de hombros y luego un asentimiento--- El primer alimento del dia es el más importante! --- Ni hice comentarios acerca de su descuido, lo entendía… el tiempo en ese lugar no existía. Con mis palmas sobre la cama me incorpore, girándome para sentarme entre sus piernas y bajando mi falda, alisándola… me estremecí de pies a cabeza por el frio pero tense mis labios impidiéndoles quejarse, mientras esperaba que el también se incorporara, alcance la canasta y la arrastre próxima a mis pies. Estaba a punto de tomar el potaje pero termine por tomar una de las barras de chocolate, girando mi rostro para verlo y me alce para depositar un beso, apenas un roce en la comisura de sus labios--- El postre antes de la comida, porque quien sabe lo que nos pueda pasar --- Le invite a comer y le extendí el dulce, pensando y recordando todo lo que me habían dicho sobre los horarios de guardia en la bastilla… podía esa celda no entenderse de horas, pero al menos yo no podía darme ese lujo.
Se le veía igual a como diario le veía en mis sueños, solo diferenciaba una sombra oscura delatando la barba descuida, la silueta de curvas delatoras del miedo, el cansancio y la desesperación bajo sus ojos… asentí a sus palabras, no queriendo profundizar en temas que serian incómodos para ambos. ¿Que el carcelero era un codicioso?, ¿que no se podía confiar en nadie?, ¿que ese lugar de pronto se sentía peor que el infierno? El mundo afuera era un caos, una guerra constante, cruel y despiadada… pero que interesante que aun con todo, cuando nos privan de la libertad de estar en ella, la deseamos tal cual es, con todos sus defectos. La anhelamos deseando los placeres más elementales, el caminar en un prado, el aire fresco del medio día, el agua de un pozo, de pronto todo aquello que normalmente es un derecho insignificante, se vuelve como el tesoro del duende al final del arcoíris.
--- Bueno, bueno, con mi presencia abría bastado pero ¿no es mejor ahora que además de estar aquí, puedo traerte ricos aperitivos y además informarte de todo lo que pasa? No podras negar que tengo razón --- Deslice mis manos por su pecho para sujetar sus hombros y luego frotar sus brazos, de alguna forma me atormentaba esa frialdad suya. El toco mis pómulos viendo quizás un pálido reflejo de lo que él sentía y yo volví a curvear mis labios en las sonrisas mas genuinas que pudiera darle, pese a la triste adversidad que nos rodeadaba. “te ves cansada” por respuesta un suspiro, un encogimiento de hombros y luego un asentimiento--- El primer alimento del dia es el más importante! --- Ni hice comentarios acerca de su descuido, lo entendía… el tiempo en ese lugar no existía. Con mis palmas sobre la cama me incorpore, girándome para sentarme entre sus piernas y bajando mi falda, alisándola… me estremecí de pies a cabeza por el frio pero tense mis labios impidiéndoles quejarse, mientras esperaba que el también se incorporara, alcance la canasta y la arrastre próxima a mis pies. Estaba a punto de tomar el potaje pero termine por tomar una de las barras de chocolate, girando mi rostro para verlo y me alce para depositar un beso, apenas un roce en la comisura de sus labios--- El postre antes de la comida, porque quien sabe lo que nos pueda pasar --- Le invite a comer y le extendí el dulce, pensando y recordando todo lo que me habían dicho sobre los horarios de guardia en la bastilla… podía esa celda no entenderse de horas, pero al menos yo no podía darme ese lujo.
Mina Wayne- Cambiante Clase Baja
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Re: Mantén siempre una vela encendida [Priv. Darcy Trudeau]
-Es verdad, tienes razón.- concedió dejando que frotara sus brazos, se sentía bien, confortable. Darcy percibía su propio tacto frío y como eterno recordatorio de que se encontraba solo en esa celda, era agradable olvidar eso por un rato. Sybelle suspiró a modo de respuesta. Seguramente ella había tenido un día largo y difícil, y las cosas en la Hermandad no deberían ser nada fáciles en esos momentos. Todos ocupados en alguna obligación... O tal vez estaban demasiado atareados con cosas que no tenían que ver en absoluto con liberarle. Ahora que Milo estaba a cargo ¿porqué no habría de aprovechar para seguir adelante? Después de todo la Hermandad era una hydra... Una cabeza no es indispensable, aunque sea la central. Respiró profundamente, recordandose a si mismo que no debía temer por ello... Sybelle afirmaba que se estaban haciendo cargo. Con eso debería bastar ¿no? ¿o no?
De pronto se le vino a la mente la última "conversación" que había tenido con Jean y esto hizo que escuchara a medias lo que dijera la medio felina. - ...todos los alimentos son importantes.- comentó más por responder algo, por mantener viva la conversación, que porque estuviese en desacuerdo con ella. Le miró incorporarse siguiendo el hilo de sus pensamientos sobre la dichosa sentencia que el príncipe amablemente le había impuesto.
Siguió la canasta con la mirada, el gesto ausente y después también el lobo se incorporó, quedando detrás de ella y con sus piernas a cada lado de su cadera. Le abrazó por detrás pasando la mano por su vientre, apoyando el mentón en su hombro y obervando con cuidado lo que contenía la canasta. Le retuvo por la mejilla unos momentos cuando le beso, ladeando un poco el rostro para hacer una caricia un tanto mas profunda. Después le soltó y río por lo bajo ante la visión del dulce, que tomo de inmediato para darle una mordida. -¿Mi útlima cena? quizás pero no la tuya... - aseguró sonriendo un poco. Masticó en silencio un momento y dio otra mordida grande antes de ofrecerle un poco a sybelle. -Gracias por el chocolate, extrañaba su sabor.- relamió su labios, saboreando. Hizo una mueca luego. -Una vez escuché que "no necesitas matar a un dios para que deje de serlo... sólo debes hacerlo sangrar"- frunció el ceño. -Suena bastante lógico... ¿qué piensas tú de eso Sybelle?- Aunque el lobo pensara que no había mucho que decir al respecto, esa frase seguía provocándole escalofríos y cada día que pasaba se sentía como si tuviera cierto poder cortante, como si en verdad pudiera desangrarlo. Después de todo ¿no era lo que Jean había ordenado? Palabra por palabra se cumplía... aún si lograba salir de allí por los terminos del pacto con Lucifer que había sellado hacía casi cinco años...
Darcy olisqueó los cabellos de Sybelle para obligarse a volver al presente, no era nada bueno estar rememorando en ese lugar y menos desperdiciar el tiempo que podía disfrutar de la compañia.
Henry Birdwhistle- Hechicero/Realeza
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