AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Una misión personal
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Una misión personal
[Privado]
Las jóvenes solían ser demasiado inocentes al pensar que los escapes eran fáciles. Se enamoraban de cualquiera que les ofreciera escapar de sus casas y se entregaban a la aventura. Lo que no contaban en ello era que sus padres no las dejarían escapar y muchos de los más inteligentes solían contratar al mejor a cambio de un precio alto a pagar. Mi trabajo dependía del precio así que si me encomendaban a buscar a chicas malcriadas y mimadas por una fortuna resultaba mucho más fácil para mí ya que el precio era casi similar al de un asesinato, se podía decir que aprovechaba de la riqueza de los preocupados padres para exprimirles el dinero aunque si me contrataban era seguro que llevaría a la chica de regreso cueste lo que cueste ya que mi palabra era garantizada. En la última ocasión me terminaron la paciencia, el fiel enamorado decidió pelear conmigo para poder llevarse a su dama pero solo quedaba reír por sus vanos intentos de empuñar una espada, esos señoritos de la alta sociedad no sabían ni limpiarse los mocos y pretendían ir en contra de un desconocido que por cierto tenía mucha más experiencia que ellos, yo.
No maté al pobre enclenque pero lo deje colgado de un árbol por los pies, si tenía suerte lo encontrarían en unas horas, si no…debería pasar allí un par de días y arrepentirse por no haber planeado un buen escape. La chica, por su parte, con sus tiernas manecillas trato de negarse a que la regresara a su casa pero ese ya no era mi problema. Al principio tuve que escuchar todo un relato de adjetivos calificativos que trataban sobre mi persona, los gritos, las maldiciones y hasta las amenazas de la quinceañera; no tuve más remedio que amordazarla. Le dije que diera las gracias porque su novio no fuera un ser sobrenatural u otra suerte le hubiera seguido, ella se cayó, pareció aterrarse ante la mención de esa palabra. Olvidaba que para muchos de los citadinos estaba prohibido el tener el mente el que existieran otros seres además de ellos, el horror los dominaba, solo los cazadores sabíamos convivir entre ambos mundos. No dije más y seguimos el resto del camino en silencio hasta llegar a la madrugada a una gran mansión donde dos padres preocupados salieron en paños menores a recibir a su única hija. La chica entro indignada a su casa y su madre fue detrás de ella mientras el padre me daba la mitad que faltaba a mi pago ya que en su momento no había podido conseguir todo el dinero. Le agradecí inclinando el ala delantera del sombrero del que constaba mi disfraz y salí cabalgando del lugar en mi caballo negro.
Al llegar a mi pieza, en una de las calles más o menos pobres de Paris para no levantar sospechas, deje la máscara y salí de allí disfrazado de civil, últimamente pensaba que ese era mi único disfraz. Aquel día era necesario que lo hiciera ya que tenía que hacer algunas diligencias y visitar a algunas personas. Lo primero que hice fue ir a darme un gran desayuno, después de todo me lo merecía, un festín no estaba nunca demás. Luego pase por mi otra pieza, aquella que estaba en uno de los barrios centrales de Paris y que era mucho más ostentosa en decoración que la primera pero no más valiosa debido a que mis tesoros estaban escondidos en el lugar donde las miradas no pasaban casi nunca. Ya sean pequeños objetos o recuerdos de mis mejores misiones siempre encontraba un lugar para ellos en donde fuera que me encontrare. Pase a pagarle el alquiler a la anciana que me arrendaba la pieza, seis meses de adelanto y su cara usualmente seria cambio para mostrarme una sonrisa.
Me cambie de ropa a una más ‘formal’ para mi siguiente visita, el banco. La última vez que me habían visto por allí el administrador pareció confundirme con alguien más por lo que me trato demasiado bien y por si tenía la misma suerte hoy quería ir por lo menos más presentable y tratar de tener una amistad con el mismo, un robo a las joyas que tenían en el banco no estaba descartado para el futuro cercano. Sin embargo, mi suerte no fue tan buena ya que solo los empleados regulares atendieron mi depósito a una de mis cuentas que casi estaba vacía. Me daba la buena vida, no podía darme el lujo de ahorrar una fortuna si mi vida podía terminar cualquier noche de esas. Salí de allí, pase a la taberna a beber un par de cervezas y encontré a una vieja conocida, antes cortesana, ahora dama de clase media que se había casado con uno de sus clientes para cambiar su suerte. Después de un efusivo saludo me pidió que la acompañara a hacer una compra para que habláramos en el camino sobre cómo habían cambiado nuestras vidas aunque de la mía apenas podía inventar algunas mentiras ya que mi identidad nocturna no poseía amigos que no fueran clientes o aliados. Entramos a una perfumería de esas caras, donde solo los ricos compran las fragancias más costosas de Paris, en Venecia también habían de esas y mis tías me obligaban cuando niño a acompañarlas.
El lugar estaba lleno de mujeres que se probaban fragancias y una sola persona atendía en ese momento, apenas alcance a ver que era una buena moza de cabellos rojos que marcaban la diferencia entre todas las presentes. Si la hubiera podido ver mejor entre tantas personas quizá hubiera apreciado mejor el cuadro pero me limite a esperar cerca a la puerta. Observaba las formas de algunos frascos de perfumes y mi reflejo era fantasmal entre aquellas vitrinas de cristal, entonces pude ver mejor a la mujer dueña del lugar o mejor dicho, su cuello. De él colgaba una cadena en cuyo centro se encontraba un anillo con un símbolo que me resulto tan familiar que me descompuso. Quise acercarme a verlo mejor pero en ese momento mi estimada conocida me cogió del brazo y me saco del lugar claramente enojada porque el perfume que había querido comprar costaba el doble de lo que ella pensaba. No le preste atención el resto del camino pensando en aquel grabado del anillo y me despedí de ella apenas pude.
Regrese a mi pieza del barrio central de Paris y abrí la caja fuerte en busca de aquel tesoro que siempre iba conmigo de ciudad en ciudad, el último recuerdo de mi difunta madre, la copia del símbolo que portaba en la espalda. Al verlo una mezcla de horror y excitación me invadió, era el mismo que tenia la mujer de la perfumería en el anillo que le colgaba del cuello. Pensé muy bien antes de actuar e ideé un plan porque era seguro que tenía que regresar a ese lugar. Cuando estuvo todo planeado fui a mi habitación a echar una siesta ya que no había dormido en dos días. Al despertar ya estaba entrando el sol, salí de la pieza llevando el pedazo de papel viejo y amarillo en mi bolsillo y me dirigí directamente a mi pieza de los barrios pobres. La capa, la máscara y el sombrero serian el perfecto disfraz para realizar una misión personal, ese símbolo había estado en la piel de mi madre por alguna razón y esta noche lo averiguaría o por lo menos abría que nexo existía entre la mujer de la perfumería y la familia de mi madre. Mi caballo era bien tratado en una de las caballerías cercanas, el precio compraba que le dieran lo mejor, lo monté y lo deje descansar a las afueras de la ciudad ya que aun era temprano para estar en la urbe con él. Tuve que esconderme entre callejones oscuros y esperar a que la mujer cerrara la perfumería para poder seguirla. Un elegante carruaje la esperaba por lo que supuse que era una de las mujeres de la alta sociedad, hubiera quizá pensado que hasta noble pero los nobles no atendían sus propios negocios.
Dado a la multitud de carruajes y personas a esas horas me fue fácil seguirle en la ciudad, desde los techos de las casas era fácil no perderla de vista pero sabía que tendría que apresurarme una vez que se llegara a las afueras si era como yo pensaba y ella vivía en otro lugar. Afortunadamente mi caballo se encontraba cerca y tuve tiempo de montarlo rapidamente cuando llegamos a las afueras de Paris. La seguí hasta su casa sin que el cochero del carruaje se diera cuenta y espere afuera durante un par de horas a que todas las luces estuvieran apagadas, supe que la última de ellas correspondía al dormitorio de la mujer ya que había visto su silueta acercándose al balcón para cerrar las cortinas. Entrar nunca era el problema, salir era el verdadero reto. Mis técnicas de intrusión me permitieron entrar sin hacer el mínimo ruido y mis pasos eran fantasmales por lo que no pretendía llamar la atención, estaba allí solo por un objeto, ese anillo. Lo único que tenía que hacer era arrancarlo del cuello de la mujer y salir lo más rápido posible. No perdí el tiempo y fui directamente a la habitación donde creía que ella estaba dada la orientación que había tenido desde fuera. La puerta estaba asegurada, me tarde unos segundos más en abrirla y luego la abrí lentamente para luego entrar. Lo que me preocupo era que pensaba verla recostada en la cama durmiendo pero en lugar de eso no había nadie en la cama aunque las sabanas sin duda afirmaban que alguien había estado allí. Entonces sentí una presencia detrás de mí – No intente nada, solo vengo por algo, démelo sin discusión alguna y me iré en paz. Caso contrario tendré que quitárselo a la fuerza madame-
Las jóvenes solían ser demasiado inocentes al pensar que los escapes eran fáciles. Se enamoraban de cualquiera que les ofreciera escapar de sus casas y se entregaban a la aventura. Lo que no contaban en ello era que sus padres no las dejarían escapar y muchos de los más inteligentes solían contratar al mejor a cambio de un precio alto a pagar. Mi trabajo dependía del precio así que si me encomendaban a buscar a chicas malcriadas y mimadas por una fortuna resultaba mucho más fácil para mí ya que el precio era casi similar al de un asesinato, se podía decir que aprovechaba de la riqueza de los preocupados padres para exprimirles el dinero aunque si me contrataban era seguro que llevaría a la chica de regreso cueste lo que cueste ya que mi palabra era garantizada. En la última ocasión me terminaron la paciencia, el fiel enamorado decidió pelear conmigo para poder llevarse a su dama pero solo quedaba reír por sus vanos intentos de empuñar una espada, esos señoritos de la alta sociedad no sabían ni limpiarse los mocos y pretendían ir en contra de un desconocido que por cierto tenía mucha más experiencia que ellos, yo.
No maté al pobre enclenque pero lo deje colgado de un árbol por los pies, si tenía suerte lo encontrarían en unas horas, si no…debería pasar allí un par de días y arrepentirse por no haber planeado un buen escape. La chica, por su parte, con sus tiernas manecillas trato de negarse a que la regresara a su casa pero ese ya no era mi problema. Al principio tuve que escuchar todo un relato de adjetivos calificativos que trataban sobre mi persona, los gritos, las maldiciones y hasta las amenazas de la quinceañera; no tuve más remedio que amordazarla. Le dije que diera las gracias porque su novio no fuera un ser sobrenatural u otra suerte le hubiera seguido, ella se cayó, pareció aterrarse ante la mención de esa palabra. Olvidaba que para muchos de los citadinos estaba prohibido el tener el mente el que existieran otros seres además de ellos, el horror los dominaba, solo los cazadores sabíamos convivir entre ambos mundos. No dije más y seguimos el resto del camino en silencio hasta llegar a la madrugada a una gran mansión donde dos padres preocupados salieron en paños menores a recibir a su única hija. La chica entro indignada a su casa y su madre fue detrás de ella mientras el padre me daba la mitad que faltaba a mi pago ya que en su momento no había podido conseguir todo el dinero. Le agradecí inclinando el ala delantera del sombrero del que constaba mi disfraz y salí cabalgando del lugar en mi caballo negro.
Al llegar a mi pieza, en una de las calles más o menos pobres de Paris para no levantar sospechas, deje la máscara y salí de allí disfrazado de civil, últimamente pensaba que ese era mi único disfraz. Aquel día era necesario que lo hiciera ya que tenía que hacer algunas diligencias y visitar a algunas personas. Lo primero que hice fue ir a darme un gran desayuno, después de todo me lo merecía, un festín no estaba nunca demás. Luego pase por mi otra pieza, aquella que estaba en uno de los barrios centrales de Paris y que era mucho más ostentosa en decoración que la primera pero no más valiosa debido a que mis tesoros estaban escondidos en el lugar donde las miradas no pasaban casi nunca. Ya sean pequeños objetos o recuerdos de mis mejores misiones siempre encontraba un lugar para ellos en donde fuera que me encontrare. Pase a pagarle el alquiler a la anciana que me arrendaba la pieza, seis meses de adelanto y su cara usualmente seria cambio para mostrarme una sonrisa.
Me cambie de ropa a una más ‘formal’ para mi siguiente visita, el banco. La última vez que me habían visto por allí el administrador pareció confundirme con alguien más por lo que me trato demasiado bien y por si tenía la misma suerte hoy quería ir por lo menos más presentable y tratar de tener una amistad con el mismo, un robo a las joyas que tenían en el banco no estaba descartado para el futuro cercano. Sin embargo, mi suerte no fue tan buena ya que solo los empleados regulares atendieron mi depósito a una de mis cuentas que casi estaba vacía. Me daba la buena vida, no podía darme el lujo de ahorrar una fortuna si mi vida podía terminar cualquier noche de esas. Salí de allí, pase a la taberna a beber un par de cervezas y encontré a una vieja conocida, antes cortesana, ahora dama de clase media que se había casado con uno de sus clientes para cambiar su suerte. Después de un efusivo saludo me pidió que la acompañara a hacer una compra para que habláramos en el camino sobre cómo habían cambiado nuestras vidas aunque de la mía apenas podía inventar algunas mentiras ya que mi identidad nocturna no poseía amigos que no fueran clientes o aliados. Entramos a una perfumería de esas caras, donde solo los ricos compran las fragancias más costosas de Paris, en Venecia también habían de esas y mis tías me obligaban cuando niño a acompañarlas.
El lugar estaba lleno de mujeres que se probaban fragancias y una sola persona atendía en ese momento, apenas alcance a ver que era una buena moza de cabellos rojos que marcaban la diferencia entre todas las presentes. Si la hubiera podido ver mejor entre tantas personas quizá hubiera apreciado mejor el cuadro pero me limite a esperar cerca a la puerta. Observaba las formas de algunos frascos de perfumes y mi reflejo era fantasmal entre aquellas vitrinas de cristal, entonces pude ver mejor a la mujer dueña del lugar o mejor dicho, su cuello. De él colgaba una cadena en cuyo centro se encontraba un anillo con un símbolo que me resulto tan familiar que me descompuso. Quise acercarme a verlo mejor pero en ese momento mi estimada conocida me cogió del brazo y me saco del lugar claramente enojada porque el perfume que había querido comprar costaba el doble de lo que ella pensaba. No le preste atención el resto del camino pensando en aquel grabado del anillo y me despedí de ella apenas pude.
Regrese a mi pieza del barrio central de Paris y abrí la caja fuerte en busca de aquel tesoro que siempre iba conmigo de ciudad en ciudad, el último recuerdo de mi difunta madre, la copia del símbolo que portaba en la espalda. Al verlo una mezcla de horror y excitación me invadió, era el mismo que tenia la mujer de la perfumería en el anillo que le colgaba del cuello. Pensé muy bien antes de actuar e ideé un plan porque era seguro que tenía que regresar a ese lugar. Cuando estuvo todo planeado fui a mi habitación a echar una siesta ya que no había dormido en dos días. Al despertar ya estaba entrando el sol, salí de la pieza llevando el pedazo de papel viejo y amarillo en mi bolsillo y me dirigí directamente a mi pieza de los barrios pobres. La capa, la máscara y el sombrero serian el perfecto disfraz para realizar una misión personal, ese símbolo había estado en la piel de mi madre por alguna razón y esta noche lo averiguaría o por lo menos abría que nexo existía entre la mujer de la perfumería y la familia de mi madre. Mi caballo era bien tratado en una de las caballerías cercanas, el precio compraba que le dieran lo mejor, lo monté y lo deje descansar a las afueras de la ciudad ya que aun era temprano para estar en la urbe con él. Tuve que esconderme entre callejones oscuros y esperar a que la mujer cerrara la perfumería para poder seguirla. Un elegante carruaje la esperaba por lo que supuse que era una de las mujeres de la alta sociedad, hubiera quizá pensado que hasta noble pero los nobles no atendían sus propios negocios.
Dado a la multitud de carruajes y personas a esas horas me fue fácil seguirle en la ciudad, desde los techos de las casas era fácil no perderla de vista pero sabía que tendría que apresurarme una vez que se llegara a las afueras si era como yo pensaba y ella vivía en otro lugar. Afortunadamente mi caballo se encontraba cerca y tuve tiempo de montarlo rapidamente cuando llegamos a las afueras de Paris. La seguí hasta su casa sin que el cochero del carruaje se diera cuenta y espere afuera durante un par de horas a que todas las luces estuvieran apagadas, supe que la última de ellas correspondía al dormitorio de la mujer ya que había visto su silueta acercándose al balcón para cerrar las cortinas. Entrar nunca era el problema, salir era el verdadero reto. Mis técnicas de intrusión me permitieron entrar sin hacer el mínimo ruido y mis pasos eran fantasmales por lo que no pretendía llamar la atención, estaba allí solo por un objeto, ese anillo. Lo único que tenía que hacer era arrancarlo del cuello de la mujer y salir lo más rápido posible. No perdí el tiempo y fui directamente a la habitación donde creía que ella estaba dada la orientación que había tenido desde fuera. La puerta estaba asegurada, me tarde unos segundos más en abrirla y luego la abrí lentamente para luego entrar. Lo que me preocupo era que pensaba verla recostada en la cama durmiendo pero en lugar de eso no había nadie en la cama aunque las sabanas sin duda afirmaban que alguien había estado allí. Entonces sentí una presencia detrás de mí – No intente nada, solo vengo por algo, démelo sin discusión alguna y me iré en paz. Caso contrario tendré que quitárselo a la fuerza madame-
Invitado- Invitado
Re: Una misión personal
Del diario de Andrews de Lesseps {Antepasado de Viola}
Los años se detienen cuando tienes una maldición, mis años comenzaron a pasar rápido cuando nacieron los gemelos, mis adoraciones, las personitas más bellas que he visto en siglos, ya tienen 8 años cada uno, Viola con su cabellera roja parece resaltar entre todas las niñas de su edad por el contrario Antoine es mas callado, no le gusta destacar se llevan bien salvo cuando aparece Shaitan, aquel condenado no los deja en paz, hace que Viola le preste atención, más de la que deseara.
Arlett me ha dicho que está preocupada por las intenciones de aquel esclavo, que encontró a Viola durmiendo en el regazo de Shaitan y este le acariciaba los cabellos mientras le besaba su frente, ¡¿Cómo se supone que tengo que reaccionar es un niño, son unos niños!? Estaba enfurecido, tengo que decir que mi elección no fue la correcta le he dado 10 azotes para que se aleje de ella, no puedo despedirlo por que el condenado hace bien su trabajo. (…)
Mientras iba camino a la perfumería, quede recordando aquel nombre que causaba más de un escalofríos recorriera por mi cuerpo, Shaitan era el mismo nombre de aquel joven que se había presentado en el mausoleo de la familia, hablaba extraño parecía conocerme, su forma de mirarme era como la de un cazador a su presa, sus gestos, su todo me traía con miedo. Me seguiría, me tendría observada, me lo repitió más de una vez cuando intente salir de aquel lugar, quería matarme. Cerré el diario con algo de fuerzas, mientras el carruaje se asomaba por las calles parisinas, los nombres coincidían mas no podía ser del todo cierto. A menos que fueran inmortales, aquella palabra estaba plantada en mi ser desde el día que había conocido al señor Ralph él se había dedicado a sembrar el miedo en mi interior y con sus actos explicar algo que parecía no tener lógica, la inmortalidad misma. El carruaje se detuvo por completo y mi chofer abrió la puerta con delicadeza, me baje de aquel y abrí la perfumería.
El día estuvo bastante movido, al parecer se venía una fiesta glamorosa, muchas bellas damas andaban en busca de nuevos perfumes, para mi gracia tenía unos aromas inéditos que se fueron como pan caliente, una tras otra, las caras de todas las damas con bellas sonrisas me hacían sentir cómoda, risas, palabras halagos, accesibilidad, pedidos para regalos, pedidos para sus maridos, para el amante, para sus hijos, quien sabe Dios para que necesitaban tantos perfumes, a penas y podía respirar ese día, mis ojos se posaban en todas las esquinas de la perfumería no deseaba que ninguna de mis clientes se fuera insatisfecha, entre mejor las atendía mejor hablaban de mi y de aquel lugar que les ofrecía mas de lo que deseaban. Las horas pasaban tan rápido que ni siquiera podía darme cuenta de que me había saltado la hora de la comida, la fatiga me estaba llegando al cuerpo y no eran más de las cuatro de la tarde, a esa hora la perfumería se volvía a llenar de damas y uno que otro caballero de la alta sociedad, la campanilla de la puerta no paraba de sonar, que entraban y salían. Entre gente y miradas me pareció ver a Dorian, pero cuando volví a mirar hacia la puerta ya no había nadie, fruncí el ceño mientras seguía con lo mío, tiempo para pensar era lo que menos podía a esas horas.
Tres horas más tarde y la perfumería ya estaba cerrada, me dedique a ordenar el lugar recoger los perfumes de muestras que estaban esparcidos por el lugar, los pañuelos que estaban infectados en aromas y en mi pequeño laboratorio yacía mi almuerzo, tarde pero era la única hora libre para comer algo. En el silencio del laboratorio de la perfumería me serví aquel plato caliente de estofado de res que me había llevado Darla, mi ama de llaves a la hora de almuerzo. Luego de recomponerme con aquella comida mi chofer toco la ventanilla ya era la hora de ir a mi hogar dulce hogar.
Ya en el carruaje me dedique a descansar las piernas, me relaje totalmente cerrando los ojos el camino se hizo una eternidad y de nuevo se me vino la imagen de Dorian, sonreí en complicidad tomando el anillo entre mis manos, me permití soñar nuevamente… hasta que el libro de Andrews cayó al suelo del carruaje, Shaitan, pensé al momento que me hacia la idea que tenía que buscar más información, hablar de nuevo con el, buscar a la pelirroja que me había defendido, otro escalofríos recorría mi cuerpo y el carruaje se detuvo por completo. Ya estaba en mi hogar, Darla me esperaba en la puerta con una sonrisa amplia, la salude y le pedí que llevara la cena a mi habitación, hoy solo quería dormir, descansar y leer un poco mas de aquel diario y buscar una receta en el de mi padre. Subí a la habitación fui a darme un baño de tinaja con algunas esencias de vainilla para relajar mis músculos y mi mente, me quite toda la ropa para adentrarme en aquellas aguas que al contacto con mi piel abrazaron mi cuerpo relajando todo cuerpo y alma. Mis ojos quedaron cerrados y mis manos acariciaron el anillo en silencio, el baño duro lo que mi cuerpo requirió luego de salir de ahí seque mi cuerpo y me puse un camisón de seda color blanco, comencé a pagar todas las luces mientras en mi mano derecha sostenía el diario de mi padre, ya que necesitaba una receta para un nuevo perfume. Mientras una pequeña lámpara alumbraba en la oscuridad sentí un ruido cuando la puerta de mi habitación se abrió, sentí como cada partícula de mi cuerpo reaccionaba de manera diferente y mi corazón se desboco, quise gritar pero no pude, solo me quedo aguardar en silencio hasta que las palabras de aquel enmascarado llegaron como látigos a mis oídos, su máscara en especifico me causo terror, respire acelerado y apreté el libro que tenia entre mis manos – Yo… que… - no podía pronunciar palabras las ideas habían escapado de mi mente di un paso hacia atrás como acto reflejo – Que… que quiere – dije entre la agitación de mi cuerpo aferrándome a lo único que había en mis manos, mientras el miedo me hacía temblar, las ideas comenzaron a pasar por mi cabeza una tras otra lleve el libro a mi pecho ya que mi corazón saltaba en mi interior. Viola tranquilízate, dale lo que quiere… de seguro es dinero… me consolé mientras mis ojos no podían despegarse de aquella mascara. – No… no tengo nada de valor – dije entre dientes mientras intentaba moverme hacia el baño. Quería encerrarme en ese lugar y poder gritar, para que mis sirvientes acudieran a mi ayuda.
Los años se detienen cuando tienes una maldición, mis años comenzaron a pasar rápido cuando nacieron los gemelos, mis adoraciones, las personitas más bellas que he visto en siglos, ya tienen 8 años cada uno, Viola con su cabellera roja parece resaltar entre todas las niñas de su edad por el contrario Antoine es mas callado, no le gusta destacar se llevan bien salvo cuando aparece Shaitan, aquel condenado no los deja en paz, hace que Viola le preste atención, más de la que deseara.
Arlett me ha dicho que está preocupada por las intenciones de aquel esclavo, que encontró a Viola durmiendo en el regazo de Shaitan y este le acariciaba los cabellos mientras le besaba su frente, ¡¿Cómo se supone que tengo que reaccionar es un niño, son unos niños!? Estaba enfurecido, tengo que decir que mi elección no fue la correcta le he dado 10 azotes para que se aleje de ella, no puedo despedirlo por que el condenado hace bien su trabajo. (…)
Mientras iba camino a la perfumería, quede recordando aquel nombre que causaba más de un escalofríos recorriera por mi cuerpo, Shaitan era el mismo nombre de aquel joven que se había presentado en el mausoleo de la familia, hablaba extraño parecía conocerme, su forma de mirarme era como la de un cazador a su presa, sus gestos, su todo me traía con miedo. Me seguiría, me tendría observada, me lo repitió más de una vez cuando intente salir de aquel lugar, quería matarme. Cerré el diario con algo de fuerzas, mientras el carruaje se asomaba por las calles parisinas, los nombres coincidían mas no podía ser del todo cierto. A menos que fueran inmortales, aquella palabra estaba plantada en mi ser desde el día que había conocido al señor Ralph él se había dedicado a sembrar el miedo en mi interior y con sus actos explicar algo que parecía no tener lógica, la inmortalidad misma. El carruaje se detuvo por completo y mi chofer abrió la puerta con delicadeza, me baje de aquel y abrí la perfumería.
El día estuvo bastante movido, al parecer se venía una fiesta glamorosa, muchas bellas damas andaban en busca de nuevos perfumes, para mi gracia tenía unos aromas inéditos que se fueron como pan caliente, una tras otra, las caras de todas las damas con bellas sonrisas me hacían sentir cómoda, risas, palabras halagos, accesibilidad, pedidos para regalos, pedidos para sus maridos, para el amante, para sus hijos, quien sabe Dios para que necesitaban tantos perfumes, a penas y podía respirar ese día, mis ojos se posaban en todas las esquinas de la perfumería no deseaba que ninguna de mis clientes se fuera insatisfecha, entre mejor las atendía mejor hablaban de mi y de aquel lugar que les ofrecía mas de lo que deseaban. Las horas pasaban tan rápido que ni siquiera podía darme cuenta de que me había saltado la hora de la comida, la fatiga me estaba llegando al cuerpo y no eran más de las cuatro de la tarde, a esa hora la perfumería se volvía a llenar de damas y uno que otro caballero de la alta sociedad, la campanilla de la puerta no paraba de sonar, que entraban y salían. Entre gente y miradas me pareció ver a Dorian, pero cuando volví a mirar hacia la puerta ya no había nadie, fruncí el ceño mientras seguía con lo mío, tiempo para pensar era lo que menos podía a esas horas.
Tres horas más tarde y la perfumería ya estaba cerrada, me dedique a ordenar el lugar recoger los perfumes de muestras que estaban esparcidos por el lugar, los pañuelos que estaban infectados en aromas y en mi pequeño laboratorio yacía mi almuerzo, tarde pero era la única hora libre para comer algo. En el silencio del laboratorio de la perfumería me serví aquel plato caliente de estofado de res que me había llevado Darla, mi ama de llaves a la hora de almuerzo. Luego de recomponerme con aquella comida mi chofer toco la ventanilla ya era la hora de ir a mi hogar dulce hogar.
Ya en el carruaje me dedique a descansar las piernas, me relaje totalmente cerrando los ojos el camino se hizo una eternidad y de nuevo se me vino la imagen de Dorian, sonreí en complicidad tomando el anillo entre mis manos, me permití soñar nuevamente… hasta que el libro de Andrews cayó al suelo del carruaje, Shaitan, pensé al momento que me hacia la idea que tenía que buscar más información, hablar de nuevo con el, buscar a la pelirroja que me había defendido, otro escalofríos recorría mi cuerpo y el carruaje se detuvo por completo. Ya estaba en mi hogar, Darla me esperaba en la puerta con una sonrisa amplia, la salude y le pedí que llevara la cena a mi habitación, hoy solo quería dormir, descansar y leer un poco mas de aquel diario y buscar una receta en el de mi padre. Subí a la habitación fui a darme un baño de tinaja con algunas esencias de vainilla para relajar mis músculos y mi mente, me quite toda la ropa para adentrarme en aquellas aguas que al contacto con mi piel abrazaron mi cuerpo relajando todo cuerpo y alma. Mis ojos quedaron cerrados y mis manos acariciaron el anillo en silencio, el baño duro lo que mi cuerpo requirió luego de salir de ahí seque mi cuerpo y me puse un camisón de seda color blanco, comencé a pagar todas las luces mientras en mi mano derecha sostenía el diario de mi padre, ya que necesitaba una receta para un nuevo perfume. Mientras una pequeña lámpara alumbraba en la oscuridad sentí un ruido cuando la puerta de mi habitación se abrió, sentí como cada partícula de mi cuerpo reaccionaba de manera diferente y mi corazón se desboco, quise gritar pero no pude, solo me quedo aguardar en silencio hasta que las palabras de aquel enmascarado llegaron como látigos a mis oídos, su máscara en especifico me causo terror, respire acelerado y apreté el libro que tenia entre mis manos – Yo… que… - no podía pronunciar palabras las ideas habían escapado de mi mente di un paso hacia atrás como acto reflejo – Que… que quiere – dije entre la agitación de mi cuerpo aferrándome a lo único que había en mis manos, mientras el miedo me hacía temblar, las ideas comenzaron a pasar por mi cabeza una tras otra lleve el libro a mi pecho ya que mi corazón saltaba en mi interior. Viola tranquilízate, dale lo que quiere… de seguro es dinero… me consolé mientras mis ojos no podían despegarse de aquella mascara. – No… no tengo nada de valor – dije entre dientes mientras intentaba moverme hacia el baño. Quería encerrarme en ese lugar y poder gritar, para que mis sirvientes acudieran a mi ayuda.
Viola de Lesseps- Humano Clase Alta
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Re: Una misión personal
Todo hubiera sido más fácil para ambos si ella hubiera quedado dormida como supuse que estaría pero al parecer el destino había decidido lo contrario. Matarla era la mejor opción ya que no quería que luego sentara una denuncia, era mala publicidad para el negocio al que me dedicaba y ninguno de mis clientes quería un hombre que estaría siendo buscado por la ley y menos por entrar en la casa de una mujer de clase alta. Por otro lado, si la mataba no sabría cual era la conexión entre esa mujer y el anillo que portaba que parecía ser de alguna significación importante para ella ya que de lo contrario no lo llevaría sobre su cuerpo. Como siempre, tomaría la decisión que más riesgo implicaba para mí, no sabía si porque tenía un espíritu rebelde que siempre se oponía a la razón, o porque en realidad quizá era lo más razonable desde un punto de vista individual. Ya estaba dentro la casa, tenía el anillo a mi alcance, todo como quería, solo incluiría en mis planes un pequeño detalle, ella.
Tomé mi espada de la vaina lentamente, la capa escondía mis brazos y por ello seria difícil que ella supiera lo que estaba haciendo y aun si se diera cuenta del movimiento no importaba ya que tenía la maestría y la agilidad de un cazador que había entrenado durante años en el uso de las armas. Gire sobre mis talones rápidamente y encare a la mujer extendiendo mi espada en su dirección y señalando a su cuello –Le recomiendo que no se mueva, tiene un rostro hermoso y no me gustaría que por una imprudencia suya luego tuviera que ocultar su fisonomía de la sociedad en la que se presenta a diario- dije acercándome a la mujer que parecía temerme aunque trataba de mostrar control sobre sí misma. En cualquier otro caso la victima hubiera intentado correr y gritar, su final solo hubiera tardado segundos, mi salida hubiera sido cuestión de minutos. Debía juzgarla inteligente por no hacer aquello.
Mi mirada la mantuve fija sobre el anillo durante unos breves segundos, mismos en los que ella menciono que no tenía nada de valor, entonces reí –Se equivoca, si tiene algo de valor, por favor quítese lo que está en su cuello y entréguemelo- dije bajando la espada a la altura de su estomago. Yo la necesitaba viva pero ella no tenia porque saberlo así que a conveniencia mía era mejor que creyera que su vida estaba en riesgo. Sin embargo ella parecía dudar de darme lo que quería, la espera me desesperaba y no quería perder mi buen humor por una sencilla razón, tenía que salir de allí y aun me faltaba un repertorio de preguntas para aquella joven dama a la que el infortunio toco el mismo día en que la vi en la perfumería. En otra ocasión las cosas hubieran sido muy diferentes, quizá si conocía por casualidad en alguno de mis viajes hasta le invitaba una copa pero no sucedió de esa forma y lo único que restaba era seguir con un plan.
-Mientras se lo quita cuénteme cómo ese objeto llegó a sus manos…¿herencia?, ¿lo encontró?, ¿lo robó?...- preguntaba entre risas que eran disminuidas por la máscara que llevaba y tampoco sería divertido despertar a los sirvientes o tendría que cortar algunas cabezas para salir de la mansión. Y entre mas lo pensaba mas creía que la respuesta seria a que se trataba de un objeto heredado y entonces las cosas serian más largas para mí y para ella. Sin embargo, antes de adelantar conclusiones tenía que verlo de cerca y distinguir si realmente se trataba de aquello que creía, en caso contrario, a mucha suerte de la joven mujer, saldría de ese lugar más rápido de lo que llegué sin hacerle el menor daño aunque ya me había interesando por un recuerdo que llevarme de allí, el rojo de su cabello.
-Por favor, ya es suficiente- expresé a la mucha tardanza y me acerque a quitarle de un jalón la cadena del cuello la cual se rompió pero a mi poco me importaba. Saqué el anillo y deje caer la cadena al suelo. Dejé la espada sobre su cama y lleve la mano al bolsillo para sacar el papel aquel que era mi única referencia, el grabado del anillo era el mismo que el que yo había estado guardando desde hace tanto tiempo. El misterio del escudo nunca fue resuelto, sabía que varias generaciones de la familia de mi madre lo habían llevado grabado en la piel pero no sabía el por qué, por primera vez encontraba una pista. La única que por entonces podía responderme algo respecto al escudo era la mujer que había estando portando el anillo y yo ya me encontraba decidido a llevar aquel encuentro a cualquier situación que me permitiera salir conforme de la misión privada que me había auto-asignado esa noche.
Tomé mi espada de la vaina lentamente, la capa escondía mis brazos y por ello seria difícil que ella supiera lo que estaba haciendo y aun si se diera cuenta del movimiento no importaba ya que tenía la maestría y la agilidad de un cazador que había entrenado durante años en el uso de las armas. Gire sobre mis talones rápidamente y encare a la mujer extendiendo mi espada en su dirección y señalando a su cuello –Le recomiendo que no se mueva, tiene un rostro hermoso y no me gustaría que por una imprudencia suya luego tuviera que ocultar su fisonomía de la sociedad en la que se presenta a diario- dije acercándome a la mujer que parecía temerme aunque trataba de mostrar control sobre sí misma. En cualquier otro caso la victima hubiera intentado correr y gritar, su final solo hubiera tardado segundos, mi salida hubiera sido cuestión de minutos. Debía juzgarla inteligente por no hacer aquello.
Mi mirada la mantuve fija sobre el anillo durante unos breves segundos, mismos en los que ella menciono que no tenía nada de valor, entonces reí –Se equivoca, si tiene algo de valor, por favor quítese lo que está en su cuello y entréguemelo- dije bajando la espada a la altura de su estomago. Yo la necesitaba viva pero ella no tenia porque saberlo así que a conveniencia mía era mejor que creyera que su vida estaba en riesgo. Sin embargo ella parecía dudar de darme lo que quería, la espera me desesperaba y no quería perder mi buen humor por una sencilla razón, tenía que salir de allí y aun me faltaba un repertorio de preguntas para aquella joven dama a la que el infortunio toco el mismo día en que la vi en la perfumería. En otra ocasión las cosas hubieran sido muy diferentes, quizá si conocía por casualidad en alguno de mis viajes hasta le invitaba una copa pero no sucedió de esa forma y lo único que restaba era seguir con un plan.
-Mientras se lo quita cuénteme cómo ese objeto llegó a sus manos…¿herencia?, ¿lo encontró?, ¿lo robó?...- preguntaba entre risas que eran disminuidas por la máscara que llevaba y tampoco sería divertido despertar a los sirvientes o tendría que cortar algunas cabezas para salir de la mansión. Y entre mas lo pensaba mas creía que la respuesta seria a que se trataba de un objeto heredado y entonces las cosas serian más largas para mí y para ella. Sin embargo, antes de adelantar conclusiones tenía que verlo de cerca y distinguir si realmente se trataba de aquello que creía, en caso contrario, a mucha suerte de la joven mujer, saldría de ese lugar más rápido de lo que llegué sin hacerle el menor daño aunque ya me había interesando por un recuerdo que llevarme de allí, el rojo de su cabello.
-Por favor, ya es suficiente- expresé a la mucha tardanza y me acerque a quitarle de un jalón la cadena del cuello la cual se rompió pero a mi poco me importaba. Saqué el anillo y deje caer la cadena al suelo. Dejé la espada sobre su cama y lleve la mano al bolsillo para sacar el papel aquel que era mi única referencia, el grabado del anillo era el mismo que el que yo había estado guardando desde hace tanto tiempo. El misterio del escudo nunca fue resuelto, sabía que varias generaciones de la familia de mi madre lo habían llevado grabado en la piel pero no sabía el por qué, por primera vez encontraba una pista. La única que por entonces podía responderme algo respecto al escudo era la mujer que había estando portando el anillo y yo ya me encontraba decidido a llevar aquel encuentro a cualquier situación que me permitiera salir conforme de la misión privada que me había auto-asignado esa noche.
Invitado- Invitado
Re: Una misión personal
Y así era como en un segundo el cansancio del día y el sueño de la noche desaparecían delante de aquel enmascarado, no lograba entender que era lo que deseaba de mi, quizás solo era una mala broma o tal vez no, entre mas pensaba en miedo aumentaba de poder y control en cada uno de mis actos continúe apretando el diario que traía en las manos buscando en todo momento las respuestas a cosas que ni siquiera sabia podían ocurrir. Tenía que admitirlo aquella mascara creaba una infinidad de sentimientos de miedo que poco a poco parecía perder la cabeza, podía escucharlo pero no entender todo lo que él decía, mi labio comenzaba a temblar del solo miedo que embargaba mi cuerpo a medida que buscaba salidas a un laberinto al cual el parecía conducirme, me consolé varias veces diciendo que todo saldría bien, pensé en el joyero de plata ahí tenía muchas alhajas que de seguro se servirían para irse friz, no pondría resistencia solo una vez había cometido el error de no “colaborar” y todo pues había terminado con alguien herido , suspire como si poco a poco el aire de mis pulmones se extinguiera. Mi vista nunca quito los ojos de aquella mascara. – No… no… hare nada – tartamudee mientras mi labio temblaba, no era que fuera una mujer fuerte y podría con un hombre pero cuando vi la espada todo bajo mis pies pareció desaparecer.
Mire la espada cerca de mi estomago y apreté aun con mas fuerzas el diario – No… cualquier… cosa menos ese anillo – quise decir un por favor pero ya era tarde me había arrebatado el único recuerdo que me decía que aquello no había sido un sueño, Dorian Windsor, esa era la prueba que dé en realidad si me amo. – Yo… - dije invadida por los nervios – ese anillo – no podía pensar con claridad todo parecía nublarse en el segundo que me aterraba quedarme sola sin ese anillo – Si… si se lleva el anillo… tendrá que llevarme con usted… me… me pertenece – apreté la mandíbula queriendo romper en llanto, queriendo gritar como una niña a la que le arrebataron su muñeca favorita, pero no, no me salían palabras aquello era un símbolo un regalo que no lo perdería por el capricho de un enmascarado. – Y… y no me alejare de el – segura de mis palabras como si de una plegaria en agradecimiento salió la última frase.
Lleve una de mis manos a mi cuello que ardía por el jalón de la cadena cerré los ojos y al tiempo que lo volví abrir vi lo que hacía con el anillo y aquel papel de mi distancia note el escudo de la realeza inglesa. Fue cuando note que en mis manos aun tenia aquel diario forrado en cuero que le perteneció alguna vez a Andrwes, decidida y con los pensamientos más inquietos que nunca le mire con cierto odio por arrebatarme una parte de mi corazón y sin decir nada observando cómo se quedaba pegado en el papel y el anillo le lance con todas las fuerzas que en ese momento tuve el diario golpeándole en la máscara, haciendo que esta misma callera. Y como si de un juego con mi padre se trataba me lance sobre él, el miedo me movía pero más importante era ese anillo que mi propia vida, me había dicho que lo cuidara y así lo haría. – ¡Dame ese anillo! – dije entre dientes cayendo por un mal impulso al suelo, el anillo rodo por la habitación con el típico sonido cuando una joya cae y rueda hasta detenerse. No repare en nada hasta que me levante y vi la máscara en la otra esquina quería verle el rostro reportarlo, llamar a la guardia civil, llamar a Windsor y decirle lo que había ocurrido, el tendría más respuestas. La máscara o el anillo tan solo un segundo y levantándome sin mirar a los ojos al enmascarado corrí hasta el anillo casi al mismo tiempo que él lo hacía. Mi vida… era ese anillo al momento que mi mano toco el aíllo sentí la mano de él sobre la mía, fue cuando repare en medio de la tenue luz su rostro. No hizo falta nada, ni un solo forcejeo mas para soltar mi mano y echarme hacia atrás aterrada, confusa… - ¿Dorian? – dije abriendo mis ojos lo más grande que pude hacerlo, pasmada y en shock ya no tuve más palabras, ni pensamientos, ni alusión… ahora había un vacio en lo que siempre hubieron bellos recuerdos.
Mire la espada cerca de mi estomago y apreté aun con mas fuerzas el diario – No… cualquier… cosa menos ese anillo – quise decir un por favor pero ya era tarde me había arrebatado el único recuerdo que me decía que aquello no había sido un sueño, Dorian Windsor, esa era la prueba que dé en realidad si me amo. – Yo… - dije invadida por los nervios – ese anillo – no podía pensar con claridad todo parecía nublarse en el segundo que me aterraba quedarme sola sin ese anillo – Si… si se lleva el anillo… tendrá que llevarme con usted… me… me pertenece – apreté la mandíbula queriendo romper en llanto, queriendo gritar como una niña a la que le arrebataron su muñeca favorita, pero no, no me salían palabras aquello era un símbolo un regalo que no lo perdería por el capricho de un enmascarado. – Y… y no me alejare de el – segura de mis palabras como si de una plegaria en agradecimiento salió la última frase.
Lleve una de mis manos a mi cuello que ardía por el jalón de la cadena cerré los ojos y al tiempo que lo volví abrir vi lo que hacía con el anillo y aquel papel de mi distancia note el escudo de la realeza inglesa. Fue cuando note que en mis manos aun tenia aquel diario forrado en cuero que le perteneció alguna vez a Andrwes, decidida y con los pensamientos más inquietos que nunca le mire con cierto odio por arrebatarme una parte de mi corazón y sin decir nada observando cómo se quedaba pegado en el papel y el anillo le lance con todas las fuerzas que en ese momento tuve el diario golpeándole en la máscara, haciendo que esta misma callera. Y como si de un juego con mi padre se trataba me lance sobre él, el miedo me movía pero más importante era ese anillo que mi propia vida, me había dicho que lo cuidara y así lo haría. – ¡Dame ese anillo! – dije entre dientes cayendo por un mal impulso al suelo, el anillo rodo por la habitación con el típico sonido cuando una joya cae y rueda hasta detenerse. No repare en nada hasta que me levante y vi la máscara en la otra esquina quería verle el rostro reportarlo, llamar a la guardia civil, llamar a Windsor y decirle lo que había ocurrido, el tendría más respuestas. La máscara o el anillo tan solo un segundo y levantándome sin mirar a los ojos al enmascarado corrí hasta el anillo casi al mismo tiempo que él lo hacía. Mi vida… era ese anillo al momento que mi mano toco el aíllo sentí la mano de él sobre la mía, fue cuando repare en medio de la tenue luz su rostro. No hizo falta nada, ni un solo forcejeo mas para soltar mi mano y echarme hacia atrás aterrada, confusa… - ¿Dorian? – dije abriendo mis ojos lo más grande que pude hacerlo, pasmada y en shock ya no tuve más palabras, ni pensamientos, ni alusión… ahora había un vacio en lo que siempre hubieron bellos recuerdos.
Viola de Lesseps- Humano Clase Alta
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