AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Misión incomoda (molly)
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Misión incomoda (molly)
Ya hace cinco días de mi encuentro con Molly, y de su beso... Un beso corto, tan solo un roce, pero lo suficiente como para darme a entender sus sentimientos. Pero la volveré a ver? No lo se, pero me gustaría.
Estoy en la comisaría esperando a que el comisario regrese. Por lo visto hoy hay una misión importante. Mientras lo espero leo los informes del día anterior. Esta semana la he tenido bastante liada. "El manos", no se como, logro liberarse de sus esposas. Estuve toda la noche tras su pista, pero parecía que se lo había tragado la tierra. Durante tres días las pistas no conducían a ninguna parte. Pero ayer a primera hora de la tarde fue arrestado merodeando por la avenida principal. Cojo el informe y veo que pone que al parecer estaba vigilando la mansión del Oficial Winslet. Actualmente esta en los calabozos a la espera de juicio. Sonrío mirando el final de la frase. Me aseguraré que no llegue al juicio, no quiero esta clase de escoria en mi amado París.
Miro hacía la puerta al escuchar unos pasos, el comisario y viene junto a un oficial del ejercito, me resulta familiar, en apariencia es un hombre fuerte y sabio, en su mano lleva un maletín de madera. El comisario camina hacía su despacho y para a mi lado.
-Zirano venga al despacho inmediatamente.- Me ordena, pero su tono no es duro. Observo como el oficial me mira con curiosidad y me sonríe amable, y tanto él como el comisario entran en el despacho de este último. Yo me levanto dejando los papeles como están. Observo los papeles desordenados y no me gusta pero los dejo así y voy al despacho. Paso junto al escritorio de Marilyn, que esta vacío, hoy no trabaja.
Entro al despacho, el comisario esta sentado en su silla, y el oficial delante de él. -Siéntate Zirano.- Me indica el comisario con un gesto señalando la silla libre. Yo asiento con la cabeza y me siento.
-Bien. Zirano le presento al oficial Winslet. Actualmente es nuestro enlace con el ejercito. Monsieur Winslet, este hombre escuchimizao- sonríe divertido. -Es uno de mis mejores agentes, Zirano Xanaddo.- Nos presenta a ambos, yo miro al oficial que me mira como si me conociera, pero a la vez como si tuviese algún prejuicio y de inmediato lo recuerdo, _Molly Winslet, él es su padre? Pero si lo es, ¿por qué me mira con prejuicio?_ Pienso mientras activo mi telepatía para leer la mente del oficial. “¿Este tipo salvo a mi hija?” Y un lápiz impacta contra mi cabeza rompiéndome la concentración. Cojo el lápiz mientras cae, me toco la cabeza y miro al comisario.
-A lo que íbamos.- dice el comisario mirándonos a ambos. -Hoy deben llevar una reliquia al cuartel del ejercito.- Dice mientras se levanta y quita un cuadro de un paisaje, descubriendo una caja fuerte tras él. Pone la mano en la rueda y la comienza a girar diciendo en tono normal, para que lo escucháramos. -6 derecha, 23 izquierda 23 derecha- Y tira de la manivela abriendo la puerta. Que diga así la combinación me resulta extraaño, pero de momento prefiero no darle importancia y recordar los números. La caja es pequeña, pero tiene varios objetos envueltos en tela y coge uno de ellos. Se gira mirando al oficial. -El maletín por favor.-
El oficial pone el maletín sobre la mesa, observo que tiene tres cerraduras, el comisario deja el objeto aun envuelto sobre la mesa y abre un cajón, sacando unas llaves, usa una distinta en cada cerradura, puedo distinguir, una con un rombo, otra normal, pero mas pequeña y una rectangular y lisa. _Para que tanta protección._ me pregunto mirando el objeto envuelto, por sus dimensiones podría ser cualquier cosa. El comisario coge el artefacto y lo pone dentro del maletín con cuidado. Lo cierra con las tres llaves y las guarda en su cajón. Coge el maletín y nos lo entrega.
-Bien, debéis llevarlo al cuartel de la ciudad. No creo que haya ningún problema, pero bueno ya vais los dos, así que no pasara nada.- Nos dice concluyendo la conversación. Nos mira extrañado. -Va! A que esperan?- Nos recrimina que aun estemos sentados. Ambos nos levantamos y con un saludo salimos del despacho.
El oficial cierra la puerta y comienza a caminar hacía la salida, yo me pongo su ldo y le sigo el pso en silencio.
-Agente Xanaddo, tenia ganas de conocerlo, aun no había tenido la oportunidad de agradecerle lo que hizo por mi hija. Gracias de verdad.- Me dice estrechándome la mano con fuerza y sinceridad en sus palabras, me suelta la mano y sale de la comisaria, yo lo sigo y cuando salgo observo una luna llena enorme en el cielo de París.
Estoy en la comisaría esperando a que el comisario regrese. Por lo visto hoy hay una misión importante. Mientras lo espero leo los informes del día anterior. Esta semana la he tenido bastante liada. "El manos", no se como, logro liberarse de sus esposas. Estuve toda la noche tras su pista, pero parecía que se lo había tragado la tierra. Durante tres días las pistas no conducían a ninguna parte. Pero ayer a primera hora de la tarde fue arrestado merodeando por la avenida principal. Cojo el informe y veo que pone que al parecer estaba vigilando la mansión del Oficial Winslet. Actualmente esta en los calabozos a la espera de juicio. Sonrío mirando el final de la frase. Me aseguraré que no llegue al juicio, no quiero esta clase de escoria en mi amado París.
Miro hacía la puerta al escuchar unos pasos, el comisario y viene junto a un oficial del ejercito, me resulta familiar, en apariencia es un hombre fuerte y sabio, en su mano lleva un maletín de madera. El comisario camina hacía su despacho y para a mi lado.
-Zirano venga al despacho inmediatamente.- Me ordena, pero su tono no es duro. Observo como el oficial me mira con curiosidad y me sonríe amable, y tanto él como el comisario entran en el despacho de este último. Yo me levanto dejando los papeles como están. Observo los papeles desordenados y no me gusta pero los dejo así y voy al despacho. Paso junto al escritorio de Marilyn, que esta vacío, hoy no trabaja.
Entro al despacho, el comisario esta sentado en su silla, y el oficial delante de él. -Siéntate Zirano.- Me indica el comisario con un gesto señalando la silla libre. Yo asiento con la cabeza y me siento.
-Bien. Zirano le presento al oficial Winslet. Actualmente es nuestro enlace con el ejercito. Monsieur Winslet, este hombre escuchimizao- sonríe divertido. -Es uno de mis mejores agentes, Zirano Xanaddo.- Nos presenta a ambos, yo miro al oficial que me mira como si me conociera, pero a la vez como si tuviese algún prejuicio y de inmediato lo recuerdo, _Molly Winslet, él es su padre? Pero si lo es, ¿por qué me mira con prejuicio?_ Pienso mientras activo mi telepatía para leer la mente del oficial. “¿Este tipo salvo a mi hija?” Y un lápiz impacta contra mi cabeza rompiéndome la concentración. Cojo el lápiz mientras cae, me toco la cabeza y miro al comisario.
-A lo que íbamos.- dice el comisario mirándonos a ambos. -Hoy deben llevar una reliquia al cuartel del ejercito.- Dice mientras se levanta y quita un cuadro de un paisaje, descubriendo una caja fuerte tras él. Pone la mano en la rueda y la comienza a girar diciendo en tono normal, para que lo escucháramos. -6 derecha, 23 izquierda 23 derecha- Y tira de la manivela abriendo la puerta. Que diga así la combinación me resulta extraaño, pero de momento prefiero no darle importancia y recordar los números. La caja es pequeña, pero tiene varios objetos envueltos en tela y coge uno de ellos. Se gira mirando al oficial. -El maletín por favor.-
El oficial pone el maletín sobre la mesa, observo que tiene tres cerraduras, el comisario deja el objeto aun envuelto sobre la mesa y abre un cajón, sacando unas llaves, usa una distinta en cada cerradura, puedo distinguir, una con un rombo, otra normal, pero mas pequeña y una rectangular y lisa. _Para que tanta protección._ me pregunto mirando el objeto envuelto, por sus dimensiones podría ser cualquier cosa. El comisario coge el artefacto y lo pone dentro del maletín con cuidado. Lo cierra con las tres llaves y las guarda en su cajón. Coge el maletín y nos lo entrega.
-Bien, debéis llevarlo al cuartel de la ciudad. No creo que haya ningún problema, pero bueno ya vais los dos, así que no pasara nada.- Nos dice concluyendo la conversación. Nos mira extrañado. -Va! A que esperan?- Nos recrimina que aun estemos sentados. Ambos nos levantamos y con un saludo salimos del despacho.
El oficial cierra la puerta y comienza a caminar hacía la salida, yo me pongo su ldo y le sigo el pso en silencio.
-Agente Xanaddo, tenia ganas de conocerlo, aun no había tenido la oportunidad de agradecerle lo que hizo por mi hija. Gracias de verdad.- Me dice estrechándome la mano con fuerza y sinceridad en sus palabras, me suelta la mano y sale de la comisaria, yo lo sigo y cuando salgo observo una luna llena enorme en el cielo de París.
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 597
Fecha de inscripción : 18/02/2013
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Re: Misión incomoda (molly)
La noche comenzaba a cernirse sobre París, y las primeras estrellas despuntaban el horizonte. Mi humor había cambiado, estaba alterada, cansada y susceptible. Mis ojos se perdían fuera, a través de aquella gruesa ventana, símbolo de mi encierro, de mi castigo. Pero mi madre no tenía ni idea, aquello no iba a cambiar nada entre nosotras. Yo seguía considerándome autosuficiente, aunque la cruda realidad era que su palabra valía más que la mía.
Día tras día de aquellos 5 amaneceres había tenido que soportar de la mañana a la noche sus riñas y lecciones sobre lo que no podré hacer a partir de ahora, y de lo vital que era comportarme para conseguir, cómo no, un buen marido. Sacudí la cabeza ante aquellos recuerdos.
Sin embargo, algo más dulce me hacía sonreír por momentos. Mi travesura, su rescate, sus palabras dulces, su aura extraña, sus ojos iridiscentes, su piel marmórea, sus labios... El beso. Había sido una chiquillada, un atrevimiento impulsado por los momentos acontecidos en una sola noche, los secretos revelados por mi parte, su misterio, el vino dulce de aquel restaurante, su sonrisas... En fin, una tontería que seguramente a él le habría parecido el simple beso inocente de una muchacha demasiado confianzuda.
Pero nada más lejos de la realidad. Sus pupilas despertaban en mí algo muy distante de la inocencia, más bien rebeldía, confianza, coqueteo... y por qué no, pasión. Una pasión que me hacía actuar con deliberada seguridad, contarle mi vida de forma abierta y rebuscar en su pasado de directamente, en sus secretos y misterio. Pero también una pasión que me aceleraba el corazón, que me hacía sonreír con picardía y besarle sin consentimiento.
Pero... ¿quién era realmente? Me abrumaba la curiosidad
Sin preocuparme por mi pelo rizado sin recoger, decidí coger la chaqueta y salir de aquel infierno. No me sorprendí cuando encontré a mi madre en la misma puerta esperándome.
-¿Dónde crees que vas?- me preguntó con un tono cortante-. Estás castigada, no puedes salir, y lo sabes muy bien, Molly.
-Voy a ver a papá, por si no lo recuerdas, lo mencioné esta mañana- era consciente de mi mentira, pero también de lo despistada que era Eliott-. Se supone que mañana se marcha de nuevo, íbamos a ir a cenar por el centro.
Dudó, con el ceño fruncido y los brazos en jarras sobre sus anchas caderas. Aquel rostro que aún conservaba la belleza de una juventud se relajó, y tras pensárselo unos cuantos minutos y poner unas cuantas pegas (a las que yo supe rebatir sin problemas) me dio su consentimiento, con la condición de ir en coche de caballos.
Asentí sonriendo, y salí por la puerta con el largo y estrecho abrigo de lana ajustado a mi cuerpo. El sirviente se dirigió al coche apresurado y me abrió la puerta. Con gesto solemne, entré en él y me despedí con la mano de la inquisitiva mirada de mi madre. El coche partió con aquel típico traqueteo, atravesando la puerta y recorriendo la avenida. Estaba claro, mi madre había puesto aquella condición para asegurarse de que no me escapaba, y no por mi seguridad.
Cuando pasaron algunos minutos y mi hogar quedó atrás, di dos golpes en la pared que daba a la espalda del cochero. Éste se detuvo y yo abrí la puerta, bajando de un salto sin ayuda.
-¿Qué ocurre, señorita Winslet?- me preguntó el cochero mientras su criado me miraba curioso.
Saqué mi monedero y saqué una cantidad que abarcaba el sueldo anual de ambos y se la entregué con una sonrisa. Le ordené al sirviente que liberara uno de los caballos, y éste, aceptando el dinero de buen grado, hizo lo que le dije.
-Y ni una palabra a mi madre- les advertí-. O podéis despediros de vuestro puesto de trabajo.
Asintieron, sumisos, mientras me subía al caballo sin ensillar y con las riendas destinadas al coche. Con un breve saludo marché al galope en dirección a la comisaría. El viento hacía flotar mis cabellos, y el viento helado contra mi rostro me hizo sentir bien. El blanco corcel continuó con rapidez durante media hora, hasta que pude avistar mi destino a lo lejos. Aminoré el paso, al trote, con la esperanza encerrada en los ojos.
¿Estaría allí?
La oscuridad había terminado por inundar las calles, y las farolas proyectaban una luz dorada sobre el asfalto. Los cascos del caballo resonaban contra las paredes enladrilladas de los edificios. Las pocas personas que deambulaban en la acera parecían agotadas de un día de trabajo, ancianos volviendo a sus hogares con ayuda de un bastón, mujeres acompañadas de sus criadas, hombres que salían de sus casas apresurados en dirección del burdel.
Pero mis ojos se fijaron en la comisaría, el caballo se detuvo cuando tiré de las riendas. Me quedé observando la fachada unos segundos, buscando a mi padre, aunque él no fuera en especial a quien deseaba ver. Dejé a mi corcel en los establos de la policía, y el mozo de cuadra me dirigió un saludo amistoso al reconocerme. Se lo devolví y caminé hacia aquellas escaleras que llevaban a la puerta, pero cuando me disponía a salir de las sombras y emprender la subida, su rostro apareció tras la puerta.
Me retiré instintivamente, nuevamente escondida en las caballerizas. Escuché sus pasos bajando los escalones, y en poco después su rostro, el cual me eclipsó. Enigmático, atractivo y grácil como siempre. Para mi sorpresa, mi padre le acompañaba. Pero no decían nada, y estaba a punto de acercarme a ellos cuando escuché la voz de George. Me quedé en mi sitio y escuché.
-Me sorprendió que Molly hiciera lo que hizo- le explicó con tono severo-. Es una jovencita prudente, pero últimamente no parece ella misma. Ya sabe como son las muchachas de su edad... En todo caso, perdóneme si le ha causado alguna molestia. Pero debo admitir que me alegro de que estuviera por allí aquella noche. Se lo agradeceré por siempre.
Su sonrisa parecía sincera, pero yo conocía lo suficiente a mi padre como para saber que aquel tono guardaba un cierto resquemor y su sonrisa era del todo forzada. Fruncí el ceño, y decidí seguirles. Me subí la capucha y comencé a caminar.
-Espere señorita, ¿el caballo? -me detuvo el mozo antes de que continuara.
Me volví y sonreí diciéndole que no se preocupara, que pasaría más tarde.
-Como usted desee, señorita Winslet.
Entonces sentí aquella mirada, me giré, buscando aquella presencia con la mirada. Sus ojos me sorprendieron, tan amenazantes y extraños. Un hombre de apariencia extraña estaba apoyado contra la barandilla de las escaleras, y no tenía el aspecto de un oficial de la policía. Aparté las pupilas, decidida a ignorarle. Pero no podía, demasiado espeluznante.
Sin embargo, al ver lo lejos que estaban mi padre y Zirano, me apresuré a avanzar tras ellos con cautela y con el rostro escondido tras la capucha y mis abundantes rizos sueltos.
Día tras día de aquellos 5 amaneceres había tenido que soportar de la mañana a la noche sus riñas y lecciones sobre lo que no podré hacer a partir de ahora, y de lo vital que era comportarme para conseguir, cómo no, un buen marido. Sacudí la cabeza ante aquellos recuerdos.
Sin embargo, algo más dulce me hacía sonreír por momentos. Mi travesura, su rescate, sus palabras dulces, su aura extraña, sus ojos iridiscentes, su piel marmórea, sus labios... El beso. Había sido una chiquillada, un atrevimiento impulsado por los momentos acontecidos en una sola noche, los secretos revelados por mi parte, su misterio, el vino dulce de aquel restaurante, su sonrisas... En fin, una tontería que seguramente a él le habría parecido el simple beso inocente de una muchacha demasiado confianzuda.
Pero nada más lejos de la realidad. Sus pupilas despertaban en mí algo muy distante de la inocencia, más bien rebeldía, confianza, coqueteo... y por qué no, pasión. Una pasión que me hacía actuar con deliberada seguridad, contarle mi vida de forma abierta y rebuscar en su pasado de directamente, en sus secretos y misterio. Pero también una pasión que me aceleraba el corazón, que me hacía sonreír con picardía y besarle sin consentimiento.
Pero... ¿quién era realmente? Me abrumaba la curiosidad
Sin preocuparme por mi pelo rizado sin recoger, decidí coger la chaqueta y salir de aquel infierno. No me sorprendí cuando encontré a mi madre en la misma puerta esperándome.
-¿Dónde crees que vas?- me preguntó con un tono cortante-. Estás castigada, no puedes salir, y lo sabes muy bien, Molly.
-Voy a ver a papá, por si no lo recuerdas, lo mencioné esta mañana- era consciente de mi mentira, pero también de lo despistada que era Eliott-. Se supone que mañana se marcha de nuevo, íbamos a ir a cenar por el centro.
Dudó, con el ceño fruncido y los brazos en jarras sobre sus anchas caderas. Aquel rostro que aún conservaba la belleza de una juventud se relajó, y tras pensárselo unos cuantos minutos y poner unas cuantas pegas (a las que yo supe rebatir sin problemas) me dio su consentimiento, con la condición de ir en coche de caballos.
Asentí sonriendo, y salí por la puerta con el largo y estrecho abrigo de lana ajustado a mi cuerpo. El sirviente se dirigió al coche apresurado y me abrió la puerta. Con gesto solemne, entré en él y me despedí con la mano de la inquisitiva mirada de mi madre. El coche partió con aquel típico traqueteo, atravesando la puerta y recorriendo la avenida. Estaba claro, mi madre había puesto aquella condición para asegurarse de que no me escapaba, y no por mi seguridad.
Cuando pasaron algunos minutos y mi hogar quedó atrás, di dos golpes en la pared que daba a la espalda del cochero. Éste se detuvo y yo abrí la puerta, bajando de un salto sin ayuda.
-¿Qué ocurre, señorita Winslet?- me preguntó el cochero mientras su criado me miraba curioso.
Saqué mi monedero y saqué una cantidad que abarcaba el sueldo anual de ambos y se la entregué con una sonrisa. Le ordené al sirviente que liberara uno de los caballos, y éste, aceptando el dinero de buen grado, hizo lo que le dije.
-Y ni una palabra a mi madre- les advertí-. O podéis despediros de vuestro puesto de trabajo.
Asintieron, sumisos, mientras me subía al caballo sin ensillar y con las riendas destinadas al coche. Con un breve saludo marché al galope en dirección a la comisaría. El viento hacía flotar mis cabellos, y el viento helado contra mi rostro me hizo sentir bien. El blanco corcel continuó con rapidez durante media hora, hasta que pude avistar mi destino a lo lejos. Aminoré el paso, al trote, con la esperanza encerrada en los ojos.
¿Estaría allí?
La oscuridad había terminado por inundar las calles, y las farolas proyectaban una luz dorada sobre el asfalto. Los cascos del caballo resonaban contra las paredes enladrilladas de los edificios. Las pocas personas que deambulaban en la acera parecían agotadas de un día de trabajo, ancianos volviendo a sus hogares con ayuda de un bastón, mujeres acompañadas de sus criadas, hombres que salían de sus casas apresurados en dirección del burdel.
Pero mis ojos se fijaron en la comisaría, el caballo se detuvo cuando tiré de las riendas. Me quedé observando la fachada unos segundos, buscando a mi padre, aunque él no fuera en especial a quien deseaba ver. Dejé a mi corcel en los establos de la policía, y el mozo de cuadra me dirigió un saludo amistoso al reconocerme. Se lo devolví y caminé hacia aquellas escaleras que llevaban a la puerta, pero cuando me disponía a salir de las sombras y emprender la subida, su rostro apareció tras la puerta.
Me retiré instintivamente, nuevamente escondida en las caballerizas. Escuché sus pasos bajando los escalones, y en poco después su rostro, el cual me eclipsó. Enigmático, atractivo y grácil como siempre. Para mi sorpresa, mi padre le acompañaba. Pero no decían nada, y estaba a punto de acercarme a ellos cuando escuché la voz de George. Me quedé en mi sitio y escuché.
-Me sorprendió que Molly hiciera lo que hizo- le explicó con tono severo-. Es una jovencita prudente, pero últimamente no parece ella misma. Ya sabe como son las muchachas de su edad... En todo caso, perdóneme si le ha causado alguna molestia. Pero debo admitir que me alegro de que estuviera por allí aquella noche. Se lo agradeceré por siempre.
Su sonrisa parecía sincera, pero yo conocía lo suficiente a mi padre como para saber que aquel tono guardaba un cierto resquemor y su sonrisa era del todo forzada. Fruncí el ceño, y decidí seguirles. Me subí la capucha y comencé a caminar.
-Espere señorita, ¿el caballo? -me detuvo el mozo antes de que continuara.
Me volví y sonreí diciéndole que no se preocupara, que pasaría más tarde.
-Como usted desee, señorita Winslet.
Entonces sentí aquella mirada, me giré, buscando aquella presencia con la mirada. Sus ojos me sorprendieron, tan amenazantes y extraños. Un hombre de apariencia extraña estaba apoyado contra la barandilla de las escaleras, y no tenía el aspecto de un oficial de la policía. Aparté las pupilas, decidida a ignorarle. Pero no podía, demasiado espeluznante.
Sin embargo, al ver lo lejos que estaban mi padre y Zirano, me apresuré a avanzar tras ellos con cautela y con el rostro escondido tras la capucha y mis abundantes rizos sueltos.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Localización : Nuevamente en París.
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Re: Misión incomoda (molly)
El cielo de esta noche esta totalmente despejado, miles de estrellas permaneces estáticas con su frió brillo blanco. Miro hacía la luna llena, mientras bajo por los escalones de la entrada de la comisaria, una luna inmensa que parece observarnos con una sonrisa macabra, el oficial George Winslet baja detrás de mí, ambos en completo silencio y cuando y estamos en la acera el oficial se detiene y me mira.
-Me sorprendió que Molly hiciera lo que hizo- Me dice el oficial con un tono bastante severo. -Es una jovencita prudente, pero últimamente no parece ella misma. Ya sabe como son las muchachas de su edad... En todo caso, perdóneme si le ha causado alguna molestia. Pero debo admitir que me alegro de que estuviera por allí aquella noche. Se lo agradeceré por siempre.- Me dice con una sonrisa, a mi parecer algo forzada, me mira con el algo de inquisición y comienza a caminar dirección al cuartel, en ese momento una ráfaga de viento me trae un olor exquisito y conocido, pero el oficial se aleja y no doy mucha importancia al olor, solo que era dulce y me ha hecho sonreir.
Me pongo junto a George caminando a su mismo paso con el maletín entre nosotros dos. -No tiene nada que agradecerme monsieur Winslet. Ta solo cumplí con mi deber con para esta ciudad.- Dije seguro de mi mismo. -Es mas estaba realmente cerca de su casa monsieur, y por la zona es extraño encontrar delincuencia.- Digo como excusando a Molly y el hombre sonríe un poco.
-Si es cierto, pero una chica de su edad no debería andar sola por las calles a esas horas de la noche.- Dice confiriéndole algo de culpa a su hija. -Y usted agente Xanaddo. Explíqueme por que se hizo policía?- Me pregunta con tono curioso.
-Siempre me ha gustado cuidar de la gente que no puede cuidarse por si misma.- Le digo como si lo hubiese explicado mil veces, siempre la misma pregunta... pienso mientras camino a su lado.
Continuamos andando durante varias calles, donde me pregunta sobre todo cosas de mi vida personal, las que intento esquivar como puedo con respuestas evasivas.
En las calles todavía queda algo de gente, no mas de cuatro o cinco hombres, alguno que otro ebrio, caminan de vuelta a sus casas. El aire sopla de frente impactando contra mi cara, por la sensación de que el aire corta, se que son ráfagas frías, y con rastros de olor a perro llegan desde la lejanía. Molly nos sigue, pero al menos yo no me doy cuenta de su presencia, y tan solo camino junto a su padre protegiendolo a él y a el maletín
-Me sorprendió que Molly hiciera lo que hizo- Me dice el oficial con un tono bastante severo. -Es una jovencita prudente, pero últimamente no parece ella misma. Ya sabe como son las muchachas de su edad... En todo caso, perdóneme si le ha causado alguna molestia. Pero debo admitir que me alegro de que estuviera por allí aquella noche. Se lo agradeceré por siempre.- Me dice con una sonrisa, a mi parecer algo forzada, me mira con el algo de inquisición y comienza a caminar dirección al cuartel, en ese momento una ráfaga de viento me trae un olor exquisito y conocido, pero el oficial se aleja y no doy mucha importancia al olor, solo que era dulce y me ha hecho sonreir.
Me pongo junto a George caminando a su mismo paso con el maletín entre nosotros dos. -No tiene nada que agradecerme monsieur Winslet. Ta solo cumplí con mi deber con para esta ciudad.- Dije seguro de mi mismo. -Es mas estaba realmente cerca de su casa monsieur, y por la zona es extraño encontrar delincuencia.- Digo como excusando a Molly y el hombre sonríe un poco.
-Si es cierto, pero una chica de su edad no debería andar sola por las calles a esas horas de la noche.- Dice confiriéndole algo de culpa a su hija. -Y usted agente Xanaddo. Explíqueme por que se hizo policía?- Me pregunta con tono curioso.
-Siempre me ha gustado cuidar de la gente que no puede cuidarse por si misma.- Le digo como si lo hubiese explicado mil veces, siempre la misma pregunta... pienso mientras camino a su lado.
Continuamos andando durante varias calles, donde me pregunta sobre todo cosas de mi vida personal, las que intento esquivar como puedo con respuestas evasivas.
En las calles todavía queda algo de gente, no mas de cuatro o cinco hombres, alguno que otro ebrio, caminan de vuelta a sus casas. El aire sopla de frente impactando contra mi cara, por la sensación de que el aire corta, se que son ráfagas frías, y con rastros de olor a perro llegan desde la lejanía. Molly nos sigue, pero al menos yo no me doy cuenta de su presencia, y tan solo camino junto a su padre protegiendolo a él y a el maletín
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/02/2013
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Re: Misión incomoda (molly)
Me situé en la acera más cercana a ellos, los cuales caminaban por medio de la calzada. El ambiente frío y nocturno acariciaba la piel de mi rostro, y mi respiración se perdía en el aire con grandes nubes de vaho. Intenté pasar desapercibida a pocos pasos de ellos, escuchando la conversación.
Me sonreí a mi misma al escuchar el comentario de Zirano, intentando excusarme de mi escapada. Tan caballero como siempre.
-Si es cierto, pero una chica de su edad no debería andar sola por las calles a esas horas de la noche- su tono severo me hizo avergonzarme, desde luego, tenía su razón para estar molesto.
La curiosidad en la voz de mi padre encajaba perfectamente con la que yo sentía, y agudicé el oído ante su respuesta. Aquel comentario galán y algo cursi me sacó una risita de la que me arrepentí al momento, pero por suerte no me habían escuchado.
El viento azotó mi piel, frío y cortante. Escondí el rostro entre la tela de mi capucha, con las mejillas algo sonrosadas. Y entonces aquella brisa me trajo aquella sensación, una presencia. Algo estaba a mi espalda, y podía sentir aquella mirada punzante y amenazadora clavada en mi nuca, haciendo que se erizara el vello.
No me atreví a comprobarlo, y me limité a seguir a mi padre y al caballero, que llevaban un pesado maletín en la mano. Me fijé en él con mayor atención, pues no me había percatado antes de lo pesado que parecía. Tenía un aspecto rígido, reforzado con broches bastante grandes y de apariencia resistente.
¿Sería ese el motivo de su salida del cuartel?
Un carraspeo me sacó de mis pensamientos, y no pude evitar girarme para descubrir al mismo hombre de antes, a pocos metros de mí. Parecía distraído, observando hacia su alrededor, con las manos metidas en los bolsillos. Le miré con los ojos entornados y la mano aferrada fuertemente al pliegue de la gabardina en mi pecho.
Aquello bastó para que le perdiera la vista a quienes seguía, pues cuando volví la vista ya habían desaparecido. La calle terminaba en otra perpendicularmente, y no supe que dirección habrían tomado, debía darme prisa. Apreté el paso, con aquella presencia pisándome los talones. Miré a ambos lados de la calle, y vi las dos figuras oscuras bastante alejadas a mi derecha.
Me apresuré a alcanzarles, con la seguridad de llegar a conseguirlo. La calzada se veía siniestra y vacía, y el trecho que me separaba de mi George y Zirano estaba poco iluminado. Caminando rápidamente atravesé aquella longitud, y cuando por fin me acercaba y parecía que llegaba a la zona iluminada. Giraron bruscamente hacia un callejón, pues mi padre acababa de decir algo sobre un atajo, según leí en sus labios.
No llegué a la luz, su mano atrapó la mía, retorciéndome el brazo a mi espalda. Intenté gritar, pero una hoja afilada me acarició la garganta, aplacando mis intenciones. El corazón me latía con fuerza, inundada por el pánico.
-No corras tanto, bonita - su aliento me erizó la nuca-. Verás, tengo un trabajillo para ti, si no ya puedes despedirte de... bueno... - me rozó el rostro con la daga- de esta preciosa cara. Ahora entiendo por qué aquel cabrón te persiguió, pero bueno, es una pena que no me pague para terminar lo que empezó.
No me moví, temblando y con las piernas débiles y adormecidas. Pero el brusco tirón que sentí me hizo tambalearme, con aquel filo a pocos centímetros de mí. Me arrastró hacia el callejón por donde Zirano y mi padre habían desaparecido, sus pasos y voces varoniles aún se escuchaban en la lejanía.
Me empujó contra la pared con fuerza, liberándome de su mano y del arma. Mi brazo chocó contra el duro muro, y no pude evitar soltar un grito de pánico. Le miré asustada y con un sudor frío en la frente, con las pupilas trastornadas por el miedo, sintiendo un fuerte deja vú.
-¡¿Molly?!- oí gritar a mi padre en la lejanía.
Mi atacante parecía tranquilo y tenía los ojos puestos en la dirección de donde parecía venir George. Aprovechando su aparente distracción, intenté huir en la otra dirección, pero su brazo me alcanzó por la cintura, rodeándome con él. Forcejeé contra aquel encierro, pero era evidente que mis golpes y puntapiés no estaban sirviendo de nada contra su fuerza descomunal.
Me apretó con mas fuerza, provocándome un intenso dolor en las costillas y dejándome sin aire. Volví a gritar con el poco oxígeno que me quedaba, pidiendo auxilio. Sus pasos no tardaron en llegar, y sus ojos horrorizados se encontraron con los míos.
-¡Suéltela ahora mismo! - rugió mi padre, sin apartar la mirada de mis pupilas.
Su carrera se vio detenida ante la imagen de la daga rozando mi yugular.
-No tan rápido, señor Winslet, o lo lamentará- dijo aquella voz arrogante.
Su brazo continuaba fuertemente apretado a mi alrededor, y yo a duras penas conseguía respirar, a la vez que mi rostro tomaba un color alarmantemente rojo.
Me sonreí a mi misma al escuchar el comentario de Zirano, intentando excusarme de mi escapada. Tan caballero como siempre.
-Si es cierto, pero una chica de su edad no debería andar sola por las calles a esas horas de la noche- su tono severo me hizo avergonzarme, desde luego, tenía su razón para estar molesto.
La curiosidad en la voz de mi padre encajaba perfectamente con la que yo sentía, y agudicé el oído ante su respuesta. Aquel comentario galán y algo cursi me sacó una risita de la que me arrepentí al momento, pero por suerte no me habían escuchado.
El viento azotó mi piel, frío y cortante. Escondí el rostro entre la tela de mi capucha, con las mejillas algo sonrosadas. Y entonces aquella brisa me trajo aquella sensación, una presencia. Algo estaba a mi espalda, y podía sentir aquella mirada punzante y amenazadora clavada en mi nuca, haciendo que se erizara el vello.
No me atreví a comprobarlo, y me limité a seguir a mi padre y al caballero, que llevaban un pesado maletín en la mano. Me fijé en él con mayor atención, pues no me había percatado antes de lo pesado que parecía. Tenía un aspecto rígido, reforzado con broches bastante grandes y de apariencia resistente.
¿Sería ese el motivo de su salida del cuartel?
Un carraspeo me sacó de mis pensamientos, y no pude evitar girarme para descubrir al mismo hombre de antes, a pocos metros de mí. Parecía distraído, observando hacia su alrededor, con las manos metidas en los bolsillos. Le miré con los ojos entornados y la mano aferrada fuertemente al pliegue de la gabardina en mi pecho.
Aquello bastó para que le perdiera la vista a quienes seguía, pues cuando volví la vista ya habían desaparecido. La calle terminaba en otra perpendicularmente, y no supe que dirección habrían tomado, debía darme prisa. Apreté el paso, con aquella presencia pisándome los talones. Miré a ambos lados de la calle, y vi las dos figuras oscuras bastante alejadas a mi derecha.
Me apresuré a alcanzarles, con la seguridad de llegar a conseguirlo. La calzada se veía siniestra y vacía, y el trecho que me separaba de mi George y Zirano estaba poco iluminado. Caminando rápidamente atravesé aquella longitud, y cuando por fin me acercaba y parecía que llegaba a la zona iluminada. Giraron bruscamente hacia un callejón, pues mi padre acababa de decir algo sobre un atajo, según leí en sus labios.
No llegué a la luz, su mano atrapó la mía, retorciéndome el brazo a mi espalda. Intenté gritar, pero una hoja afilada me acarició la garganta, aplacando mis intenciones. El corazón me latía con fuerza, inundada por el pánico.
-No corras tanto, bonita - su aliento me erizó la nuca-. Verás, tengo un trabajillo para ti, si no ya puedes despedirte de... bueno... - me rozó el rostro con la daga- de esta preciosa cara. Ahora entiendo por qué aquel cabrón te persiguió, pero bueno, es una pena que no me pague para terminar lo que empezó.
No me moví, temblando y con las piernas débiles y adormecidas. Pero el brusco tirón que sentí me hizo tambalearme, con aquel filo a pocos centímetros de mí. Me arrastró hacia el callejón por donde Zirano y mi padre habían desaparecido, sus pasos y voces varoniles aún se escuchaban en la lejanía.
Me empujó contra la pared con fuerza, liberándome de su mano y del arma. Mi brazo chocó contra el duro muro, y no pude evitar soltar un grito de pánico. Le miré asustada y con un sudor frío en la frente, con las pupilas trastornadas por el miedo, sintiendo un fuerte deja vú.
-¡¿Molly?!- oí gritar a mi padre en la lejanía.
Mi atacante parecía tranquilo y tenía los ojos puestos en la dirección de donde parecía venir George. Aprovechando su aparente distracción, intenté huir en la otra dirección, pero su brazo me alcanzó por la cintura, rodeándome con él. Forcejeé contra aquel encierro, pero era evidente que mis golpes y puntapiés no estaban sirviendo de nada contra su fuerza descomunal.
Me apretó con mas fuerza, provocándome un intenso dolor en las costillas y dejándome sin aire. Volví a gritar con el poco oxígeno que me quedaba, pidiendo auxilio. Sus pasos no tardaron en llegar, y sus ojos horrorizados se encontraron con los míos.
-¡Suéltela ahora mismo! - rugió mi padre, sin apartar la mirada de mis pupilas.
Su carrera se vio detenida ante la imagen de la daga rozando mi yugular.
-No tan rápido, señor Winslet, o lo lamentará- dijo aquella voz arrogante.
Su brazo continuaba fuertemente apretado a mi alrededor, y yo a duras penas conseguía respirar, a la vez que mi rostro tomaba un color alarmantemente rojo.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Re: Misión incomoda (molly)
Continuo caminando por el asfalto a paso seguro, con mis sentidos alerta, que el maletín este tan bien cerrado, significa que su contenido debe ser realmente valioso, y decido acelerar un poco nuestro ritmo para llegar cuanto antes al cuartel, no tengo ganas de aguantar mas preguntas incomodas y personales. Giro hacia la derecha al final de la calle, entrando en una calle algo mas ancha que la anterior. Varios Carruajes están parados frente a la mansión Titselier. Doy un vistazo de reojo al interior de está a través de sus grandes ventanales, se ve iluminada y el rumor de varias personas charlando animadamente.
Camino algo distraído, con mis sentidos aumentados escucho un hermosa melodía tocada con un violín, adoro la música de ese instrumento. Cuento cinco carruajes en su entrada y escucho alguien correr a lo lejos.
-Agente Zirano, acortaremos tres o cuatro calles por aquí.- Me dice el oficial Winslet girando hacía un callejón a la izquierda. Sin decir nada lo sigo, adentrándonos en una callejuela muy estrecha y bastante oscura, hay bastante silencio, tan solo ecos de voces lejanas a las que no presto atención, ya que mis sentidos no notan nada raro. -Monsieur Winslet, sabe usted algo de lo que transportamos?- Le digo preguntándole curioso, pero el grito de una chica hace que nos giremos de inmediato hacía donde esta la chica, y de inmediato la reconozco, es Molly, esta tirada en el suelo, mirando aterrorizada a un hombre de apariencia tosca.
-¡¿Molly?!- Grita el padre de la chica al verla y comienza a correr hacia ella y yo lo sigo a pocos pasos por detrás, observando la situación y comprobando posibilidades. De ninguna manera quiero revelar mi verdadero yo. Veo como Molly en un descuido del tipo intenta escapar, pero el hombre la coge de la cintura al momento, aprisionándola con fuerza y con el cuchillo puesto en el cuello de la bella Molly. -Suéltala ahora mismo- Dice George frenando en seco, su mirada refleja miedo cruzada con la de Molly que esta aun mas aterrorizada.
-No tan rápido, señor Winslet, o lo lamentará- Dice el hombre con tono grabe, miro a Molly y veo como le cuesta respirar y su cara se pone roja por momentos.
-Como te atrevas a hacerle algo te juro que.....- Dice George con furia en su mirada, pero antes que acabe la frasee, el tipo le dice. -Que me juras? Fausto le manda recuerdos.- Su sonrisa refleja odio y maldad, y aprieta un poco el cuchillo contra el cuello de Molly, sin cortarla. La mira y sonríe olfateando el cabello de la chica. -No os acerquéis mas y no le pasará nada.- Dice mientras empieza a caminar marcha atrás sin soltar a Molly.
-Tengo un mensaje para usted señor Winslet.- Dice acercándose a una esquina. -Si quiere volver a ver a su hija con vida....- Mientras habla, de un movimiento se pone a Molly en el hombro, sujetándola con fuerza. -recibirá instrucciones del señor Fausto con lo que deberá de hacer.- Dice con una risa maquiabélica y empieza a correr volviendo a la calle de la mansión Titselier, veo a Molly como me mira fijamente con miedo y pidiéndome ayuda. Yo frunzo el ceño y miro a George que ha soltado el maletín, dejándolo en mitad de la calle y antes que salga corriendo, lo detengo.
-Monsieur Winslet, usted entregue el maletín, le prometo que atraparé a ese tipo. Y volveré al cuartel con Molly sana y salva.- Digo con voz calmada, sabiendo que si voy yo solo, el tipo ese no se me escapara. -No! Yo voy con usted!- Insiste intentando echarme a un lado, pero yo resisto sus empujones. -Haga el favor de hacer lo que le digo mi señor. No pienso dejar que le pase nada a Molly.- Le digo con tono serio y algo imperativo. Pero el hombre no atiende a razones, y estamos perdiendo un tiempo muy valioso. Activo mi persuasión, miro fijamente a George. -Lleva el maletín al cuartel ahora mismo!- Le digo con tono de orden, y el hombre como hipnotizado coge el maletín y se va con pasos lentos, como si llevara grilletes en sus pies.
Desde la calle llegan los gritos de Molly pidiendo al tipo que la suelte, pero se hacen mas lejanos por momentos, empiezo a corre adentrándome en la calle, miro hacía izquierda y derecha, y no los veo por ningún lugar. Los busco con mis sentidos agudizados al máximo, intentando averiguar su posición. Desde la izquierda escucho a Molly gritar y sin pensármelo dos veces me dirijo hacía la procedencia de los gritos. Veo como gira en una esquina al final de la calle, al verlo girar voy a toda velocidad hacía él. Molly me ve aparecer por la esquina. Doy un salto para ponerme frente a ellos, el tipo me mira sorprendido y asustado a la vez.
-¿Que demonios! ¿Como lo has...- antes de que acabe la frase, lo cojo del cuello, apretando con fuerza sin llegar a dejarlo inconsciente. Activo mi persuasión y le ordeno. -Suéltala con delicadeza.-
El hombre la deja en el suelo de pie, con mucho cuidado. Ella me mir con sorpresa y algo de temor. -Molly, diríjase al cuartel, que su padre la esta esperando. Quiero interrogar a este tipo.- La miro con ojos serios y al final ella decide marcharse. Cuando la veo girar la esquina, me aseguro de estar totalmente a solas con él, lo miro a los ojos fijamente, asegurándome que vea como el iris de estos se enrojecen poco a poco, le sonrió de forma pícara. -Elegiste mal a tu victima...- Y hundo mis colmillos en su yugular, bebiendo toda la sangre del pobre diablo.
Escucho como el corazón del hombre, se debilita hasta dejar de latir, esta seco completamente... Lo lanzo a un lado como si de un muñeco de trapo se tratase, ya se encargaran de él los perros callejeros. Me limpio la sangre de mi cara y voy hacía el cuartel intentando alcanzar a Molly.
Camino algo distraído, con mis sentidos aumentados escucho un hermosa melodía tocada con un violín, adoro la música de ese instrumento. Cuento cinco carruajes en su entrada y escucho alguien correr a lo lejos.
-Agente Zirano, acortaremos tres o cuatro calles por aquí.- Me dice el oficial Winslet girando hacía un callejón a la izquierda. Sin decir nada lo sigo, adentrándonos en una callejuela muy estrecha y bastante oscura, hay bastante silencio, tan solo ecos de voces lejanas a las que no presto atención, ya que mis sentidos no notan nada raro. -Monsieur Winslet, sabe usted algo de lo que transportamos?- Le digo preguntándole curioso, pero el grito de una chica hace que nos giremos de inmediato hacía donde esta la chica, y de inmediato la reconozco, es Molly, esta tirada en el suelo, mirando aterrorizada a un hombre de apariencia tosca.
-¡¿Molly?!- Grita el padre de la chica al verla y comienza a correr hacia ella y yo lo sigo a pocos pasos por detrás, observando la situación y comprobando posibilidades. De ninguna manera quiero revelar mi verdadero yo. Veo como Molly en un descuido del tipo intenta escapar, pero el hombre la coge de la cintura al momento, aprisionándola con fuerza y con el cuchillo puesto en el cuello de la bella Molly. -Suéltala ahora mismo- Dice George frenando en seco, su mirada refleja miedo cruzada con la de Molly que esta aun mas aterrorizada.
-No tan rápido, señor Winslet, o lo lamentará- Dice el hombre con tono grabe, miro a Molly y veo como le cuesta respirar y su cara se pone roja por momentos.
-Como te atrevas a hacerle algo te juro que.....- Dice George con furia en su mirada, pero antes que acabe la frasee, el tipo le dice. -Que me juras? Fausto le manda recuerdos.- Su sonrisa refleja odio y maldad, y aprieta un poco el cuchillo contra el cuello de Molly, sin cortarla. La mira y sonríe olfateando el cabello de la chica. -No os acerquéis mas y no le pasará nada.- Dice mientras empieza a caminar marcha atrás sin soltar a Molly.
-Tengo un mensaje para usted señor Winslet.- Dice acercándose a una esquina. -Si quiere volver a ver a su hija con vida....- Mientras habla, de un movimiento se pone a Molly en el hombro, sujetándola con fuerza. -recibirá instrucciones del señor Fausto con lo que deberá de hacer.- Dice con una risa maquiabélica y empieza a correr volviendo a la calle de la mansión Titselier, veo a Molly como me mira fijamente con miedo y pidiéndome ayuda. Yo frunzo el ceño y miro a George que ha soltado el maletín, dejándolo en mitad de la calle y antes que salga corriendo, lo detengo.
-Monsieur Winslet, usted entregue el maletín, le prometo que atraparé a ese tipo. Y volveré al cuartel con Molly sana y salva.- Digo con voz calmada, sabiendo que si voy yo solo, el tipo ese no se me escapara. -No! Yo voy con usted!- Insiste intentando echarme a un lado, pero yo resisto sus empujones. -Haga el favor de hacer lo que le digo mi señor. No pienso dejar que le pase nada a Molly.- Le digo con tono serio y algo imperativo. Pero el hombre no atiende a razones, y estamos perdiendo un tiempo muy valioso. Activo mi persuasión, miro fijamente a George. -Lleva el maletín al cuartel ahora mismo!- Le digo con tono de orden, y el hombre como hipnotizado coge el maletín y se va con pasos lentos, como si llevara grilletes en sus pies.
Desde la calle llegan los gritos de Molly pidiendo al tipo que la suelte, pero se hacen mas lejanos por momentos, empiezo a corre adentrándome en la calle, miro hacía izquierda y derecha, y no los veo por ningún lugar. Los busco con mis sentidos agudizados al máximo, intentando averiguar su posición. Desde la izquierda escucho a Molly gritar y sin pensármelo dos veces me dirijo hacía la procedencia de los gritos. Veo como gira en una esquina al final de la calle, al verlo girar voy a toda velocidad hacía él. Molly me ve aparecer por la esquina. Doy un salto para ponerme frente a ellos, el tipo me mira sorprendido y asustado a la vez.
-¿Que demonios! ¿Como lo has...- antes de que acabe la frase, lo cojo del cuello, apretando con fuerza sin llegar a dejarlo inconsciente. Activo mi persuasión y le ordeno. -Suéltala con delicadeza.-
El hombre la deja en el suelo de pie, con mucho cuidado. Ella me mir con sorpresa y algo de temor. -Molly, diríjase al cuartel, que su padre la esta esperando. Quiero interrogar a este tipo.- La miro con ojos serios y al final ella decide marcharse. Cuando la veo girar la esquina, me aseguro de estar totalmente a solas con él, lo miro a los ojos fijamente, asegurándome que vea como el iris de estos se enrojecen poco a poco, le sonrió de forma pícara. -Elegiste mal a tu victima...- Y hundo mis colmillos en su yugular, bebiendo toda la sangre del pobre diablo.
Escucho como el corazón del hombre, se debilita hasta dejar de latir, esta seco completamente... Lo lanzo a un lado como si de un muñeco de trapo se tratase, ya se encargaran de él los perros callejeros. Me limpio la sangre de mi cara y voy hacía el cuartel intentando alcanzar a Molly.
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Re: Misión incomoda (molly)
-Como te atrevas a hacerle algo te juro que.....-aquella palabras furiosas de mi padre no parecieron surtir efecto en mi atacante, quien le interrumpió sin miramientos.
No podía verle el rostro, pero por la expresión que mi padre compuso cuando nombro a ese tal Fausto supe que no se trataba de ninguna tontería. Sentí la daga firmemente sujeta contra mi garganta mientras me esforzaba por respirar sin moverme.
-No os acerquéis mas y no le pasará nada - me arrastró con brusquedad, alejándome de mi salvación.
Su amenaza me erizó la piel. "Con vida". Me imaginé lo peor y mi corazón comenzó a latir alarmantemente cuando éste me cogió repentinamente por la cintura, cargándome sobre su hombro con toda la fuerza de sus enormes brazos. Tras una última amenaza hacia mi padre, el cual se mantenía en una postura contenida, salió corriendo hacia la calle donde me había atrapado.
Su carrera brusca y rápida provocaba que me diera fuertes golpes en el vientre contra su hombro, sacudida como una muñeca de trapo. Chillé, con el miedo plasmado en mis pupilas mientras le miraba a él, a Zirano, el que debía salvarme de nuevo. Pero pronto le perdí de vista y seguí gritando auxilio y forcejeando con el brazo de aquel hombre, dándole golpes en la espalda. Era inútil.
La adrenalina no me permitía rendirme o llorar, si no que me animaba a seguir luchando, a pesar de que mi raptor ni se inmutaba. Le solté una gran parrafada de amenazas, chillando y tirando de sus cabellos. No sé a dónde vamos, ni para qué, pero sólo puedo imaginarme una habitación perdida en Dios sabe dónde esperando al rescate de mi padre, a merced de los abusos y agresiones de aquel hombre.
Mi mente procesaba a toda velocidad estas cavilaciones cuando por fin sus ojos se encontraron con los míos, sólo por un segundo. El segundo que tardó en ponerse en el camino de mi agresor y detenerle bruscamente.
-¿Que demonios! ¿Como lo has...- su voz se quebró y giré la cabeza justo para ver cómo Zirano atrapaba la garganta de mi atacante en su mano.
Su mirada severa y amenazante me sorprendió, así como el tono de su voz cuando le ordenó que me soltara. Un tono demasiado firme para ser desobedecido, demasiado disuasivo, demasiado penetrante. El hombre hizo lo que le ordenó y me dejo con una sorprendente delicadeza en el suelo. Me tambaleé un poco y cuando por fin sus brazos me liberaron me alejé instintivamente sin pensarlo, mirando con los ojos muy abiertos a mi compañero.
-Molly, diríjase al cuartel, que su padre la esta esperando. Quiero interrogar a este tipo- su mirada seria y penetrante tuvo un efecto extraño y sugerente.
De repente, su orden me pareció lo mejor que podía hacer, y comencé a caminar hacia el cuartel, pero conseguí detenerme en la esquina y dirigirle una última mirada. El corazón aún me latía con fuerza, y los efectos de las palabras de Zirano comenzaron a menguar.
¿Por qué mi padre no había acudido en mi ayuda primero? ¿No sería lo más lógico? ¿Y qué era aquella extraña sensación de su mirada y su voz? Me detuve, pues una idea comenzaba a crecer en mi interior, y por fin lo entendí.
Algo estaba pasando, Zirano no habría sido capaz de dejarme sola de nuevo si no era por una razón de peso. El miedo fue sustituido por el coraje y la curiosidad. Me volví sin pensármelo dos veces y me acerqué a la esquina, oculta por las sombras. Pero lo que vi me dejó sin aliento.
Zirano tenía los ojos rojos, rojos como la sangre. Brillaban en la oscuridad, con un ansia y una malicia tal que no tuve mas remedio que apartar la mirada. Pero otra cosa atrapó mi atención, sus labios curvados en aquella mueca macabra. Se me erizó la nuca sin poder evitarlo, pues aquello que sobresalía de ellos no era si no unos colmillos demasiado afilados como para ser naturales.
Sin embargo, eso no fue lo peor. Su acto confirmó mis sospechas, aquella imagen era totalmente espeluznante. Aquel hombre comenzó a perder el color poco a poco, y Zirano no soltaba todavía su garganta. Fue demasiado, con el corazón a mil me di la vuelta y salí corriendo antes de ser descubierta.
¡Un vampiro! ¿Era eso posible? No detuve mi paso apresurado hasta alejarme lo suficiente como para empezar a relajarme y sumirme en mis pensamientos. La tensión era palpable en mi cuerpo, pero algo mucho más inquietante comenzaba a inundar mi cabeza. ¿Yo sería su próxima víctima? La piel se me puso de gallina.
No, no podía ser. Él me había salvado, y dos veces. Si realmente deseara mi sangre, ya lo habría hecho en aquel callejón, cuando podría haber fingido mi muerte como fruto de la violación de aquel borracho. Un vampiro... La palabra resultaba irreal y escalofriante, pero no me daba el temor que esperaba sentir.
Aminoré mi paso. Un vampiro... una criatura de los cuentos. No, no podía ser. Debía de estar soñando, en alguna oscura habitación tras haber sido raptada, o en mi cómoda cama, anhelando salir de mi casa. Levanté la mirada, y la clara imagen de la luna y las estrellas sobre un París nocturno y frío me devolvió a la realidad.
No era un sueño. Aquella imagen era real, real como yo misma. Intenté asimilarlo, un vampiro... Entonces unos pasos en la lejanía me estremecieron. No tenía necesidad de volverme para reconocer aquella presencia que me traía nerviosismo y calma a la vez. Esperé su llegada, intentando parecer lo más natural posible.
Aquellos ojos me alcanzaron antes de lo que esperaba, pero no me atreví a mirarle más que por un segundo. Apreté los labios e intenté hablar.
-Parece ser que vuelve a ser mi héroe, señor Xannado- sonreí sin mucho éxito, un héroe con ventaja, desde luego-. Siento ser la causa de todas estas situaciones.
Bajé la mirada y me froté un brazo, nerviosa. Sólo esperaba que creyera que mi inquietud se debía a lo ocurrido y no sospechara de lo que acababa de ver. Tras unos segundos, conseguí enfrentarme a sus pupilas, y otra vez volví a hundirme en ellas. Había echado de menos aquella sensación tranquilizadora y a la vez, atractiva.
-¿Dónde esta mi padre?- pregunté preocupada.
No podía verle el rostro, pero por la expresión que mi padre compuso cuando nombro a ese tal Fausto supe que no se trataba de ninguna tontería. Sentí la daga firmemente sujeta contra mi garganta mientras me esforzaba por respirar sin moverme.
-No os acerquéis mas y no le pasará nada - me arrastró con brusquedad, alejándome de mi salvación.
Su amenaza me erizó la piel. "Con vida". Me imaginé lo peor y mi corazón comenzó a latir alarmantemente cuando éste me cogió repentinamente por la cintura, cargándome sobre su hombro con toda la fuerza de sus enormes brazos. Tras una última amenaza hacia mi padre, el cual se mantenía en una postura contenida, salió corriendo hacia la calle donde me había atrapado.
Su carrera brusca y rápida provocaba que me diera fuertes golpes en el vientre contra su hombro, sacudida como una muñeca de trapo. Chillé, con el miedo plasmado en mis pupilas mientras le miraba a él, a Zirano, el que debía salvarme de nuevo. Pero pronto le perdí de vista y seguí gritando auxilio y forcejeando con el brazo de aquel hombre, dándole golpes en la espalda. Era inútil.
La adrenalina no me permitía rendirme o llorar, si no que me animaba a seguir luchando, a pesar de que mi raptor ni se inmutaba. Le solté una gran parrafada de amenazas, chillando y tirando de sus cabellos. No sé a dónde vamos, ni para qué, pero sólo puedo imaginarme una habitación perdida en Dios sabe dónde esperando al rescate de mi padre, a merced de los abusos y agresiones de aquel hombre.
Mi mente procesaba a toda velocidad estas cavilaciones cuando por fin sus ojos se encontraron con los míos, sólo por un segundo. El segundo que tardó en ponerse en el camino de mi agresor y detenerle bruscamente.
-¿Que demonios! ¿Como lo has...- su voz se quebró y giré la cabeza justo para ver cómo Zirano atrapaba la garganta de mi atacante en su mano.
Su mirada severa y amenazante me sorprendió, así como el tono de su voz cuando le ordenó que me soltara. Un tono demasiado firme para ser desobedecido, demasiado disuasivo, demasiado penetrante. El hombre hizo lo que le ordenó y me dejo con una sorprendente delicadeza en el suelo. Me tambaleé un poco y cuando por fin sus brazos me liberaron me alejé instintivamente sin pensarlo, mirando con los ojos muy abiertos a mi compañero.
-Molly, diríjase al cuartel, que su padre la esta esperando. Quiero interrogar a este tipo- su mirada seria y penetrante tuvo un efecto extraño y sugerente.
De repente, su orden me pareció lo mejor que podía hacer, y comencé a caminar hacia el cuartel, pero conseguí detenerme en la esquina y dirigirle una última mirada. El corazón aún me latía con fuerza, y los efectos de las palabras de Zirano comenzaron a menguar.
¿Por qué mi padre no había acudido en mi ayuda primero? ¿No sería lo más lógico? ¿Y qué era aquella extraña sensación de su mirada y su voz? Me detuve, pues una idea comenzaba a crecer en mi interior, y por fin lo entendí.
Algo estaba pasando, Zirano no habría sido capaz de dejarme sola de nuevo si no era por una razón de peso. El miedo fue sustituido por el coraje y la curiosidad. Me volví sin pensármelo dos veces y me acerqué a la esquina, oculta por las sombras. Pero lo que vi me dejó sin aliento.
Zirano tenía los ojos rojos, rojos como la sangre. Brillaban en la oscuridad, con un ansia y una malicia tal que no tuve mas remedio que apartar la mirada. Pero otra cosa atrapó mi atención, sus labios curvados en aquella mueca macabra. Se me erizó la nuca sin poder evitarlo, pues aquello que sobresalía de ellos no era si no unos colmillos demasiado afilados como para ser naturales.
Sin embargo, eso no fue lo peor. Su acto confirmó mis sospechas, aquella imagen era totalmente espeluznante. Aquel hombre comenzó a perder el color poco a poco, y Zirano no soltaba todavía su garganta. Fue demasiado, con el corazón a mil me di la vuelta y salí corriendo antes de ser descubierta.
¡Un vampiro! ¿Era eso posible? No detuve mi paso apresurado hasta alejarme lo suficiente como para empezar a relajarme y sumirme en mis pensamientos. La tensión era palpable en mi cuerpo, pero algo mucho más inquietante comenzaba a inundar mi cabeza. ¿Yo sería su próxima víctima? La piel se me puso de gallina.
No, no podía ser. Él me había salvado, y dos veces. Si realmente deseara mi sangre, ya lo habría hecho en aquel callejón, cuando podría haber fingido mi muerte como fruto de la violación de aquel borracho. Un vampiro... La palabra resultaba irreal y escalofriante, pero no me daba el temor que esperaba sentir.
Aminoré mi paso. Un vampiro... una criatura de los cuentos. No, no podía ser. Debía de estar soñando, en alguna oscura habitación tras haber sido raptada, o en mi cómoda cama, anhelando salir de mi casa. Levanté la mirada, y la clara imagen de la luna y las estrellas sobre un París nocturno y frío me devolvió a la realidad.
No era un sueño. Aquella imagen era real, real como yo misma. Intenté asimilarlo, un vampiro... Entonces unos pasos en la lejanía me estremecieron. No tenía necesidad de volverme para reconocer aquella presencia que me traía nerviosismo y calma a la vez. Esperé su llegada, intentando parecer lo más natural posible.
Aquellos ojos me alcanzaron antes de lo que esperaba, pero no me atreví a mirarle más que por un segundo. Apreté los labios e intenté hablar.
-Parece ser que vuelve a ser mi héroe, señor Xannado- sonreí sin mucho éxito, un héroe con ventaja, desde luego-. Siento ser la causa de todas estas situaciones.
Bajé la mirada y me froté un brazo, nerviosa. Sólo esperaba que creyera que mi inquietud se debía a lo ocurrido y no sospechara de lo que acababa de ver. Tras unos segundos, conseguí enfrentarme a sus pupilas, y otra vez volví a hundirme en ellas. Había echado de menos aquella sensación tranquilizadora y a la vez, atractiva.
-¿Dónde esta mi padre?- pregunté preocupada.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Localización : Nuevamente en París.
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Re: Misión incomoda (molly)
Camino hacía la esquina por donde giró Molly, respiro despacio y profundo, relajándome y devolviendo mis ojos a su color azul normal. Tengo ganas de estar junto a Molly, cuidarla y asegurarme de que esté bien. Cuando llego a la esquina doy un último vistazo al cadáver, este yace en el suelo tumbado de lado contra la pared con los brazos en una postura imposible. Se que al día siguiente habrá revuelo, pero no me importa no pasará de ser un rumor mas.
Miro hacía el final de la calle, y la veo andando despacio, parece estar distraída. Avanzo a paso ligero para alcanzarla. La calle esta bastante iluminada, con varios faroles a ambos lados, y me pongo a su lado mirándola preocupado. En cinco días, casi la violan y ahora querían secuestrarla. Molly me mira tan solo un segundo, veo miedo y confusión en sus pupilas.
-Parece ser que vuelve a ser mi héroe, señor Xannado- Me dice con una sonrisa forzada, esta visiblemente afectada. -Siento ser la causa de todas estas situaciones.- Me dice bajando la mirada, se frota el brazo, es con el que se golpeo en la pared, seguro que tiene un buen golpe. Y sus ojos se cruzan con los míos, veo paz en su mirada, algo mas calmada, y yo le miro preocupado, con una sonrisa dulce.
-¿Dónde esta mi padre?- Me pregunta preocupada. Yo la miro algo extrañado, parece estar bastante tranquila. -Nos esta esperando en el cuartel, teníamos una misión importante que cumplir.- Le digo intentando explicárselo para que le parezca normal y me pongo frente a ella, mirándola preocupado. -Tenia ganas de volver a verla Molly.- digo con una sonrisa dulce, retirando con un dedo un mechón de pelo rebelde de la frente de la joven dama. -Aunque ojala no fuera en estas circunstancias.- Mi mirada esta fija en sus ojos azules, y una sonrisa divertida se dibuja en mis labios.
Bajo mi mano de su frente a su mejilla, acariciando con suavidad su pómulo con mi pulgar. -Al menos estas a salvo.- Dije con un suspiro aliviado y sin apartar mi mano de su cara, me inclino con suavidad, mirando a sus apetitosa boca y le doy un beso en la comisura de sus labios. -Vayamos con su padre mi damisella.- Digo girándome y ofreciéndole mi brazo para que se coja.
La trato de forma animada durante gran parte del camino, intentando entretenerla y mantenerla siempre con una sonrisa. Giro una calle antes del callejón donde todo había comenzado, y sigo caminando estando cada vez mas cerca del cuartel. El aire de la misma esta bastante viciado, al parecer por una herrería que trabaja sin descanso día y noche, se puede ver la chimenea en el lateral, expulsando humo negro sin cesar. Me acerco un poco mas a Molly a mi, pasando rápido por la zona, intentando taparle el humo, sin mucho éxito. Al atravesar el callejón llegamos a una gran avenida. La miro. -Molly como es que estaba por aquí sola?- Le pregunto con curiosidad. Sigo caminando dirección al cuartel, está a unas cinco calles de nuestra posición, pero el tamaño del edificio era inmenso, y se distinguía con facilidad.
Miro Molly con una sonrisa cómplice, escuchando con atención todo lo que me dice. Mi sonrisa cambia a una mas dulce y seductora cuando nuestras miradas se cruzan. Me muerdo el labio inferior, pasando mi mirada de sus ojos a sus labios, observando cada sutil movimiento que hace con los mismos al gesticular y devuelvo mi mirada a sus ojos. Miro hacía adelante, se comienzan a ver varios soldados uniformados patrullando por la zona. Uno de ellos pasa por nuestro lado y mira a Molly. -Señorita Winslet.- Hace un reverencia cortes y sigue su marcha. Yo solo la miro pícaro y llegamos a las puertas del gran cuartel.
Sus murallas, son de mas de quince metros de altura, de piedra rojiza con su superficie bien alisada para evitar que nadie la escale. Su portón principal tiene cuatro metros de altura y es de madera robusta y muy pesada. Comienzo a subir las escaleras con Molly del brazo y entro al cuartel.
Miro hacía el final de la calle, y la veo andando despacio, parece estar distraída. Avanzo a paso ligero para alcanzarla. La calle esta bastante iluminada, con varios faroles a ambos lados, y me pongo a su lado mirándola preocupado. En cinco días, casi la violan y ahora querían secuestrarla. Molly me mira tan solo un segundo, veo miedo y confusión en sus pupilas.
-Parece ser que vuelve a ser mi héroe, señor Xannado- Me dice con una sonrisa forzada, esta visiblemente afectada. -Siento ser la causa de todas estas situaciones.- Me dice bajando la mirada, se frota el brazo, es con el que se golpeo en la pared, seguro que tiene un buen golpe. Y sus ojos se cruzan con los míos, veo paz en su mirada, algo mas calmada, y yo le miro preocupado, con una sonrisa dulce.
-¿Dónde esta mi padre?- Me pregunta preocupada. Yo la miro algo extrañado, parece estar bastante tranquila. -Nos esta esperando en el cuartel, teníamos una misión importante que cumplir.- Le digo intentando explicárselo para que le parezca normal y me pongo frente a ella, mirándola preocupado. -Tenia ganas de volver a verla Molly.- digo con una sonrisa dulce, retirando con un dedo un mechón de pelo rebelde de la frente de la joven dama. -Aunque ojala no fuera en estas circunstancias.- Mi mirada esta fija en sus ojos azules, y una sonrisa divertida se dibuja en mis labios.
Bajo mi mano de su frente a su mejilla, acariciando con suavidad su pómulo con mi pulgar. -Al menos estas a salvo.- Dije con un suspiro aliviado y sin apartar mi mano de su cara, me inclino con suavidad, mirando a sus apetitosa boca y le doy un beso en la comisura de sus labios. -Vayamos con su padre mi damisella.- Digo girándome y ofreciéndole mi brazo para que se coja.
La trato de forma animada durante gran parte del camino, intentando entretenerla y mantenerla siempre con una sonrisa. Giro una calle antes del callejón donde todo había comenzado, y sigo caminando estando cada vez mas cerca del cuartel. El aire de la misma esta bastante viciado, al parecer por una herrería que trabaja sin descanso día y noche, se puede ver la chimenea en el lateral, expulsando humo negro sin cesar. Me acerco un poco mas a Molly a mi, pasando rápido por la zona, intentando taparle el humo, sin mucho éxito. Al atravesar el callejón llegamos a una gran avenida. La miro. -Molly como es que estaba por aquí sola?- Le pregunto con curiosidad. Sigo caminando dirección al cuartel, está a unas cinco calles de nuestra posición, pero el tamaño del edificio era inmenso, y se distinguía con facilidad.
Miro Molly con una sonrisa cómplice, escuchando con atención todo lo que me dice. Mi sonrisa cambia a una mas dulce y seductora cuando nuestras miradas se cruzan. Me muerdo el labio inferior, pasando mi mirada de sus ojos a sus labios, observando cada sutil movimiento que hace con los mismos al gesticular y devuelvo mi mirada a sus ojos. Miro hacía adelante, se comienzan a ver varios soldados uniformados patrullando por la zona. Uno de ellos pasa por nuestro lado y mira a Molly. -Señorita Winslet.- Hace un reverencia cortes y sigue su marcha. Yo solo la miro pícaro y llegamos a las puertas del gran cuartel.
Sus murallas, son de mas de quince metros de altura, de piedra rojiza con su superficie bien alisada para evitar que nadie la escale. Su portón principal tiene cuatro metros de altura y es de madera robusta y muy pesada. Comienzo a subir las escaleras con Molly del brazo y entro al cuartel.
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/02/2013
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Re: Misión incomoda (molly)
-Nos esta esperando en el cuartel, teníamos una misión importante que cumplir.- su mirada preocupada me reconfortaba y me trajo el dulce recuerdo de aquella noche de libertad.
Aparté la mirada, pero su cambio de posición me cogió por sorpresa. Me hundí en aquellos iris azules e iridiscentes, que ya no tenían rastro de aquel intenso carmesí que minutos antes poseían.
-Tenia ganas de volver a verla Molly.- su sonrisa dulce me hizo hacer lo mismo, y sentí un agradable cosquilleo cuando su dedo rozó mi frente para recogerme aquel rizo rebelde detrás de la oreja-. Aunque ojala no fuera en estas circunstancias.
Solté una risita.
-Estaría bien que por una vez no acabara en manos de algún violador, o mercenario -esbocé una sonrisa coqueta.
Sus dedos me acariciaron la mejilla con suavidad, y no pude evitar sonrojarme. No lo esperaba. Me dejé estar, disfrutando de su tacto suave y de aquel hormigueo que se expandía por mi rostro.
-Al menos estas a salvo -suspiró con alivio, y entonces se inclinó para dejar un sutil beso en la comisura de mi labio.
El corazón se me aceleró ligeramente, pero sonreí con coquetería, entornando mis ojos fijos en los suyos. Entonces me ofreció su brazo diciéndome que regresáramos con mi padre, asentí y acepté su gesto. Enlacé mi mano con su bíceps, sintiendo de nuevo aquel contacto frío pero agradable.
Sus palabras alegres y animadas me sorprendieron, pues normalmente no se mostraba tan abierto conmigo. Pero a pesar de todo lo ocurrido, lo cierto es que funcionó. Conseguí olvidarme de todo y centrarme en aquella sonrisa que iluminaba la noche, riendo juntos mientras caminábamos hacia el cuartel.
Pasamos junto a una herrería, y cómo no, él se comportó como un caballero protegiéndome del humo con su brazo, aunque sin mucho éxito. Pero gracias a nuestro paso apresurado llegamos a una avenida mucho más agradable. Me sacudí el vestido con la mano libre hasta quitar el polvo adherido a la tela. Sus ojos se encontraron con los míos y me sonrió.
-Molly como es que estaba por aquí sola?
La pregunta me cogió desprevenida, y no pude evitar esbozar una sonrisa, algo avergonzada.
-Bueno... -le dirigí una mirada divertida-, resulta que necesitaba un poco de acción, y decidí escaparme otra vez para ver que me deparaba esta vez el destino.
Su expresión incrédula y algo seria me hizo reír. Alcé la mano hacia el cuello de su chaqueta y sacudí algo del polvo que ensuciaba aquella parte.
-En realidad...-intenté parecer distraída mientras le colocaba bien el dobladillo, y después le miré con intensidad y picardía-, yo también quería volver a verle, caballero. Así que puse la excusa de ir a visitar a mi padre y conseguí escapar de mi casa, soborné a cochero para que no me vigilara, cogí un caballo y galopé hasta aquí. Pero no me esperaba verles salir del edificio, así que decidí no... interferir. Pero las cosas parecieron torcerse después.
Apreté los labios, algo avergonzada, pero al fin y al cabo, contenta por verle de nuevo. Ya estábamos llegando al cuartel y algún que otro soldado me reconocía dirigiéndome un saludo cortés. Asentí por toda respuesta, caminando hacia aquel edificio que ya me resultaba tan familiar. Atravesamos sus enormes muros y subimos las escaleras.
Nada más pasar la puerta aparto mi mano de su brazo con delicadeza, consciente de que mi padre no andaría muy lejos de allí. Miró el gran recibidor, con varios mostradores donde algunos hombres uniformados se dedicaban a clasificar papeles, y otros conversaban cerca de la puerta. Uno de los hombres de aquel grupo cercano me miró, y pude reconocer a James, uno de los compañeros de mi padre.
Un hombre delgaducho y muy ato que parecía admirar profundamente a George y solía venir de visita a nuestro hogar. Un hombre que al fin y al cabo, quiso concertar mi matrimonio con su hijo. Se acercó a nosotros, galante.
-Señorita Winslet, su padre me ha dicho que le espera en su despacho. ¿Quiere que la acompañe?
-No se preocupe. Conozco de sobra el camino. Además, por si no lo ve, ya tengo acompañante -sabía que mi comentario era demasiado descarado y borde, pero no podía evitarlo-. Gracias por ofrecerse, de todas formas.
-Es un placer, señorita. Dele recuerdos a su madre, me entristeció mucho que no pudieran venir a visitarnos la última vez. Mi hijo ansía conocerla a usted- esbozó una sonrisa que no obtuvo más que una mirada seria y altiva.
-Me temo que no va a ser posible, me encuentro muy ocupada últimamente con mis clases- mis ojos denotaban que la conversación había terminado-. Le enviaré saludos a mi madre de su parte, y ahora, si me disculpa...
Hice una pequeña reverencia con la cabeza y aparté mis pupilas con brusquedad antes de seguir mi camino, indicándole a Zirano que hiciera lo mismo. No pude evitar sonreír divertida una vez nos adentramos en uno de los corredores hacia los despachos. Miré a mi compañero con picardía.
-Resulta que James es el padre de aquel joven con el que mi madre pretendía casarme sin mi consentimiento. Sé que no he sido correcta, pero no me arrepiento de haberle dejado las cosas claras. Aunque pensándolo bien, deberíamos agradecérselo, pues por eso me escapé y nos conocimos, ¿no es así? ¿O sólo he conseguido asegurarle una buena dosis de estrés?
Reí, traviesa.
Aparté la mirada, pero su cambio de posición me cogió por sorpresa. Me hundí en aquellos iris azules e iridiscentes, que ya no tenían rastro de aquel intenso carmesí que minutos antes poseían.
-Tenia ganas de volver a verla Molly.- su sonrisa dulce me hizo hacer lo mismo, y sentí un agradable cosquilleo cuando su dedo rozó mi frente para recogerme aquel rizo rebelde detrás de la oreja-. Aunque ojala no fuera en estas circunstancias.
Solté una risita.
-Estaría bien que por una vez no acabara en manos de algún violador, o mercenario -esbocé una sonrisa coqueta.
Sus dedos me acariciaron la mejilla con suavidad, y no pude evitar sonrojarme. No lo esperaba. Me dejé estar, disfrutando de su tacto suave y de aquel hormigueo que se expandía por mi rostro.
-Al menos estas a salvo -suspiró con alivio, y entonces se inclinó para dejar un sutil beso en la comisura de mi labio.
El corazón se me aceleró ligeramente, pero sonreí con coquetería, entornando mis ojos fijos en los suyos. Entonces me ofreció su brazo diciéndome que regresáramos con mi padre, asentí y acepté su gesto. Enlacé mi mano con su bíceps, sintiendo de nuevo aquel contacto frío pero agradable.
Sus palabras alegres y animadas me sorprendieron, pues normalmente no se mostraba tan abierto conmigo. Pero a pesar de todo lo ocurrido, lo cierto es que funcionó. Conseguí olvidarme de todo y centrarme en aquella sonrisa que iluminaba la noche, riendo juntos mientras caminábamos hacia el cuartel.
Pasamos junto a una herrería, y cómo no, él se comportó como un caballero protegiéndome del humo con su brazo, aunque sin mucho éxito. Pero gracias a nuestro paso apresurado llegamos a una avenida mucho más agradable. Me sacudí el vestido con la mano libre hasta quitar el polvo adherido a la tela. Sus ojos se encontraron con los míos y me sonrió.
-Molly como es que estaba por aquí sola?
La pregunta me cogió desprevenida, y no pude evitar esbozar una sonrisa, algo avergonzada.
-Bueno... -le dirigí una mirada divertida-, resulta que necesitaba un poco de acción, y decidí escaparme otra vez para ver que me deparaba esta vez el destino.
Su expresión incrédula y algo seria me hizo reír. Alcé la mano hacia el cuello de su chaqueta y sacudí algo del polvo que ensuciaba aquella parte.
-En realidad...-intenté parecer distraída mientras le colocaba bien el dobladillo, y después le miré con intensidad y picardía-, yo también quería volver a verle, caballero. Así que puse la excusa de ir a visitar a mi padre y conseguí escapar de mi casa, soborné a cochero para que no me vigilara, cogí un caballo y galopé hasta aquí. Pero no me esperaba verles salir del edificio, así que decidí no... interferir. Pero las cosas parecieron torcerse después.
Apreté los labios, algo avergonzada, pero al fin y al cabo, contenta por verle de nuevo. Ya estábamos llegando al cuartel y algún que otro soldado me reconocía dirigiéndome un saludo cortés. Asentí por toda respuesta, caminando hacia aquel edificio que ya me resultaba tan familiar. Atravesamos sus enormes muros y subimos las escaleras.
Nada más pasar la puerta aparto mi mano de su brazo con delicadeza, consciente de que mi padre no andaría muy lejos de allí. Miró el gran recibidor, con varios mostradores donde algunos hombres uniformados se dedicaban a clasificar papeles, y otros conversaban cerca de la puerta. Uno de los hombres de aquel grupo cercano me miró, y pude reconocer a James, uno de los compañeros de mi padre.
Un hombre delgaducho y muy ato que parecía admirar profundamente a George y solía venir de visita a nuestro hogar. Un hombre que al fin y al cabo, quiso concertar mi matrimonio con su hijo. Se acercó a nosotros, galante.
-Señorita Winslet, su padre me ha dicho que le espera en su despacho. ¿Quiere que la acompañe?
-No se preocupe. Conozco de sobra el camino. Además, por si no lo ve, ya tengo acompañante -sabía que mi comentario era demasiado descarado y borde, pero no podía evitarlo-. Gracias por ofrecerse, de todas formas.
-Es un placer, señorita. Dele recuerdos a su madre, me entristeció mucho que no pudieran venir a visitarnos la última vez. Mi hijo ansía conocerla a usted- esbozó una sonrisa que no obtuvo más que una mirada seria y altiva.
-Me temo que no va a ser posible, me encuentro muy ocupada últimamente con mis clases- mis ojos denotaban que la conversación había terminado-. Le enviaré saludos a mi madre de su parte, y ahora, si me disculpa...
Hice una pequeña reverencia con la cabeza y aparté mis pupilas con brusquedad antes de seguir mi camino, indicándole a Zirano que hiciera lo mismo. No pude evitar sonreír divertida una vez nos adentramos en uno de los corredores hacia los despachos. Miré a mi compañero con picardía.
-Resulta que James es el padre de aquel joven con el que mi madre pretendía casarme sin mi consentimiento. Sé que no he sido correcta, pero no me arrepiento de haberle dejado las cosas claras. Aunque pensándolo bien, deberíamos agradecérselo, pues por eso me escapé y nos conocimos, ¿no es así? ¿O sólo he conseguido asegurarle una buena dosis de estrés?
Reí, traviesa.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
Localización : Nuevamente en París.
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Re: Misión incomoda (molly)
Subo las escaleras del cuartel con Molly cogida de mi brazo. Su tacto me gusta. Atravesamos la gran puerta de madera, llegando a un enorme recibidor, el suelo es de mármol blanco de aspecto brillante y limpio. Varios mostradores están dispersos por la gran sala. Molly me suelta el brazo, yo tan solo le sonrío. Cerca de la puerta hay un grupo de personas, y uno de ellos se acerca nosotros, parece que ni se percata de mi presencia, y se dirige ha hablar directamente con Molly. Hago oídos sordos a la conversación contemplando el recibidor distraído, observo sus columnas, altas y majestuosas, también de mármol blanco, varios soldados circulan entrando y saliendo del edificio.
-...Además, por si no lo ve, ya tengo acompañante.- Escuché a Molly y su frase me hace salir de mis pensamientos, quedándome mirándola fijamente con curiosidad y media sonrisa dibujada en mis labios. Presto atención la conversación, pareciendo distraído, me divierte su forma de quitarse al tipo de encima, y al momento Molly mira seria al hombre con el que habla y se despide con un simple gesto de su cabeza y me pide que continuemos y yo la sigo despidiéndome con cortesía del hombre, que me mira con aire altivo. Yo le sonrío con cortesía demostrándole que no me importa su mirada y sigo a Molly hasta ponerme a su altura.
Entramos en un pasillo donde están los despachos, una sonrisa divertida se dibuja en el rostro de Molly y me mira de forma pícara.
-Resulta que James es el padre de aquel joven con el que mi madre pretendía casarme sin mi consentimiento. Sé que no he sido correcta, pero no me arrepiento de haberle dejado las cosas claras. Aunque pensándolo bien, deberíamos agradecérselo, pues por eso me escapé y nos conocimos, ¿no es así? ¿O sólo he conseguido asegurarle una buena dosis de estrés?- Y empieza a reírse traviesa. Yo no puedo evitar acompañara su risa, y sonrío ampliamente.
-Así es querida Molly, gracias a ello nos conocimos.- Le miro fijamente deteniendo nuestro paso un momento. -Vos no sois ninguna molestia, es mas, que decidiera venir a verme me ha gustado.- No puedo evitar morderme el labio al verme observado por su intensa mirada, le cojo de la mano alzándola con delicadeza, y le beso en el dorso de la misma con dulzura. Me incorporo mirándola con una sonrisa traviesa y ojos seductores. Me giro en silencio, y continuo hasta el despacho con el letrero a un lado de la puerta “Oficial G. Winslet” Me paro frente a la puerta y cuando Molly esta a mi lado, toco a la puerta con tres golpes suaves de mis nudillos.
La puerta se abre de golpe y veo a George nervioso, buscando algo con su mirada, y cuando ve a Molly la coge y la abraza con fuerza. -Molly estas bien? Estaba muy preocupado. Te ha hecho algo aquel maldito?- Su gesto preocupado me conmueve y escucho con una sonrisa como Molly habla con él.
Al cabo d unos instantes, se gira mirándome con los ojos brillantes, casi llorando y me estrecha la mano, con ambas manos apretando con fuerza y una sonrisa realmente sincera. -Gracias por rescatar a mi hija, veo que eres un hombre de palabra.- Su rostro se torna serio, y con un brazo me coge de un hombro, acercándose a mi como si me abrazase, y me susurra al oído. -Si no llegas a cumplir tu palabra...- Y se retira entrando al despacho. -Entrad.- Nos pide mientras se sienta tras su escritorio.
Dejo pasar a Molly primera, y entro tras ella cerrando la puerta. Retiro la silla de Molly, para que se siente y me siento a su lado, mirándola con complicidad.
Un carraspeo del Oficial Winslet, interrumpe nuestra mirada, cuando lo miramos esta serio y con el entrecejo fruncido.
-Molly, no tenias terminantemente prohibido salir de casa? Y es mas, donde esta el cochero, le dije que estuviera contigo cuando salieras de casa. Ya se puede estar despidiendo del sueldo de este mes.- Dice mirando a Molly de forma inquisitiva. El oficial me mira. -¿Y con ese bastardo que ha pasado?- Me pregunta, yo le miro y con una leve mueca le digo. -Lo atrape y cuando iba a ponerle las esposas, me dio un codazo, que me pillo desprevenido y logro escapar. Podría haber ido tras él, pero no quería dejar mas rato sola a su hija y me apresure para traerla con usted lo antes posible.-
me quedo en silencio viendo como el hombre no esta conforme pero me mira en silencio.
-Bueno esta bien, enviare unos pocos soldados en su búsqueda, esperemos que siga por los alrededores.- Me mira con preocupación. -Tengo un favor que pedirle. Se que es pedir demasiado... Pero podría acompañar a Molly hasta casa agente Xanaddo?- Le miro con seguridad. -No se preocupe monsieur, no podría dejar que volviese ella sola.- Le digo tranquilo y el oficial se levanta y rodea la mesa para abrazar a Molly. -Me habías asustado mi niña. Ya hablaremos mas tarde en casa.- Le dice dándole un beso en la frente. Me levanto, ofreciendo mi mano a George para despedirme, y me dispongo a salir del despacho, abriendo la puerta y esperando que Molly salga.
-...Además, por si no lo ve, ya tengo acompañante.- Escuché a Molly y su frase me hace salir de mis pensamientos, quedándome mirándola fijamente con curiosidad y media sonrisa dibujada en mis labios. Presto atención la conversación, pareciendo distraído, me divierte su forma de quitarse al tipo de encima, y al momento Molly mira seria al hombre con el que habla y se despide con un simple gesto de su cabeza y me pide que continuemos y yo la sigo despidiéndome con cortesía del hombre, que me mira con aire altivo. Yo le sonrío con cortesía demostrándole que no me importa su mirada y sigo a Molly hasta ponerme a su altura.
Entramos en un pasillo donde están los despachos, una sonrisa divertida se dibuja en el rostro de Molly y me mira de forma pícara.
-Resulta que James es el padre de aquel joven con el que mi madre pretendía casarme sin mi consentimiento. Sé que no he sido correcta, pero no me arrepiento de haberle dejado las cosas claras. Aunque pensándolo bien, deberíamos agradecérselo, pues por eso me escapé y nos conocimos, ¿no es así? ¿O sólo he conseguido asegurarle una buena dosis de estrés?- Y empieza a reírse traviesa. Yo no puedo evitar acompañara su risa, y sonrío ampliamente.
-Así es querida Molly, gracias a ello nos conocimos.- Le miro fijamente deteniendo nuestro paso un momento. -Vos no sois ninguna molestia, es mas, que decidiera venir a verme me ha gustado.- No puedo evitar morderme el labio al verme observado por su intensa mirada, le cojo de la mano alzándola con delicadeza, y le beso en el dorso de la misma con dulzura. Me incorporo mirándola con una sonrisa traviesa y ojos seductores. Me giro en silencio, y continuo hasta el despacho con el letrero a un lado de la puerta “Oficial G. Winslet” Me paro frente a la puerta y cuando Molly esta a mi lado, toco a la puerta con tres golpes suaves de mis nudillos.
La puerta se abre de golpe y veo a George nervioso, buscando algo con su mirada, y cuando ve a Molly la coge y la abraza con fuerza. -Molly estas bien? Estaba muy preocupado. Te ha hecho algo aquel maldito?- Su gesto preocupado me conmueve y escucho con una sonrisa como Molly habla con él.
Al cabo d unos instantes, se gira mirándome con los ojos brillantes, casi llorando y me estrecha la mano, con ambas manos apretando con fuerza y una sonrisa realmente sincera. -Gracias por rescatar a mi hija, veo que eres un hombre de palabra.- Su rostro se torna serio, y con un brazo me coge de un hombro, acercándose a mi como si me abrazase, y me susurra al oído. -Si no llegas a cumplir tu palabra...- Y se retira entrando al despacho. -Entrad.- Nos pide mientras se sienta tras su escritorio.
Dejo pasar a Molly primera, y entro tras ella cerrando la puerta. Retiro la silla de Molly, para que se siente y me siento a su lado, mirándola con complicidad.
Un carraspeo del Oficial Winslet, interrumpe nuestra mirada, cuando lo miramos esta serio y con el entrecejo fruncido.
-Molly, no tenias terminantemente prohibido salir de casa? Y es mas, donde esta el cochero, le dije que estuviera contigo cuando salieras de casa. Ya se puede estar despidiendo del sueldo de este mes.- Dice mirando a Molly de forma inquisitiva. El oficial me mira. -¿Y con ese bastardo que ha pasado?- Me pregunta, yo le miro y con una leve mueca le digo. -Lo atrape y cuando iba a ponerle las esposas, me dio un codazo, que me pillo desprevenido y logro escapar. Podría haber ido tras él, pero no quería dejar mas rato sola a su hija y me apresure para traerla con usted lo antes posible.-
me quedo en silencio viendo como el hombre no esta conforme pero me mira en silencio.
-Bueno esta bien, enviare unos pocos soldados en su búsqueda, esperemos que siga por los alrededores.- Me mira con preocupación. -Tengo un favor que pedirle. Se que es pedir demasiado... Pero podría acompañar a Molly hasta casa agente Xanaddo?- Le miro con seguridad. -No se preocupe monsieur, no podría dejar que volviese ella sola.- Le digo tranquilo y el oficial se levanta y rodea la mesa para abrazar a Molly. -Me habías asustado mi niña. Ya hablaremos mas tarde en casa.- Le dice dándole un beso en la frente. Me levanto, ofreciendo mi mano a George para despedirme, y me dispongo a salir del despacho, abriendo la puerta y esperando que Molly salga.
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/02/2013
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Re: Misión incomoda (molly)
Se mordió uno de sus carnosos labios, sacándome una sonrisa coqueta al tiempo que recogía mi mano con delicadeza y la besaba. Le respondí con una mirada intensa, una mirada que empezaba a adquirir una luz distinta. Una luz que traslucía una maraña de sentimientos: intriga, sinceridad, deseo, confianza... y aquella pasión que despertaba en mí. Zirano me hacía ser otra persona totalmente distinta, una persona que realmente deseaba ser, una persona libre. Sí, él me hacía sentir libre, libre de hacer, decir y buscar cualquier cosa. Pero el hecho de que aquellos sentimientos estuvieran dirigidos a alguien tan... sobrenatural, bueno, resultaba extraño y emocionante a la vez.
Nos dirigimos al despacho, donde mi padre ya me esperaba preocupado. Me abrazó con fuerza, sorprendiéndome y haciéndome reír un poco.
-Ay... papá, no me aprietes tanto -le aparté con delicadeza, sonriéndole divertida-. Estoy bien, padre, el señor Xannado ha vuelto a cumplir su papel de héroe.
Seguimos la conversación con algo más de seriedad, a intervalos de riñas y reproches y palabras de cariño y preocupación. No pude evitar mostrarme divertida ante la situación, pero le aseguré que me encontraba bien. Finalmente nos hice pasar tras unas palabras de sincero agradecimiento para mi compañero, algunas de las cuales no conseguí escuchar. Una vez sentados el uno al lado del otro nos miramos, cómplices y no pude evitar sonreírle también. Mi padre carraspeó y aparté los ojos para encontrarme con su ceño fruncido.
Contuve poner los ojos en blanco ante aquel gesto y la riña que vino después. Le expliqué lo de la visita, pero omití el hecho de que les seguí, contando en su lugar que el mozo de cuadra me indicó hacia dónde habían ido para poder alcanzarles. Sin embargo, admití que yo había decidido coger un caballo por propia iniciativa, defendiendo que los sirvientes no tuvieron la culpa.
Tras aquel molesto interrogatorio, por fin sentenció que podíamos marcharnos, y que Zirano me acompañaría de vuelta a casa. No pude evitar sentir un deja vu, y como el corazón me aleteaba ligeramente. Nos incorporamos para poder salir de allí, George le estrechó la mano a mi acompañante y a mi me dio un beso en la frente.
-Cuídate papá, y siento haberte asustado- sonreí con dulzura y me dispuse a atravesar la puerta que Zirano sostenía con camaradería.
Una vez de vuelta al corredor, me encontré de nuevo a solas con Zirano. Le miré mientras caminábamos por el rabillo del ojo, siendo consciente de nuevo de su verdadera naturaleza. Parecía que mi mente quería negarlo, pero aquel destello tan extraño en sus iris, y su forma de actuar, y su aspecto demasiado perfecto y atractivo... Un vampiro, ni más ni menos. Me pilló observándole, pero no aparté la mirada. Levanté una de las comisuras de mi boca, juguetona.
-¿Sabe? No puedo evitar preguntarme qué motivos puede tener un hombre como usted para ocultarme tanto sobre sí mismo- recorrimos el vestíbulo, en el que nos despidieron unos cuantos guardas antes de salir por la puerta para darnos de cara con el frío ambiente nocturno-. Es decir, Zirano, siendo franca, no puedes negar que evitas hablar sobre ti mismo y tus pensamientos, pasado, futuro... Eres todo un misterio.
Enarqué una ceja antes de soltar una risita y comenzar a descender los escalones mientras aprovechaba la oportunidad para aferrarme a su brazo de nuevo.
-Bueno, he de admitir que su papel de caballero misterioso me gusta bastante, pero también me molesta. ¿Es que no he sido lo suficientemente abierta con usted? ¿No cree que merezco algo de igualdad? Debe admitir que me encuentro en una clara desventaja con respecto a usted. Sólo le falta conocer a mi madre.
Le guiñé un ojo mientras me reía y tiraba de él para ir a las caballerizas, donde el mozo, que ya me había visto venir, me esperaba sonriente con mi caballo ensillado. Le agradecí el gesto, pues al venir había montado a pelo sobre él, y no era de lo más cómodo. Le di unas cuantas monedas y me subí al corcel con facilidad. La monta era una de mis aficiones. Miré a mi compañero, consciente de que no se esperaría de una señorita montar en el mismo caballo con un hombre. Pero a aquellas alturas, era lo último que me importaba. Aquel muchacho mantendría la boca bien cerrada si quería seguir recibiendo propinas.
-¿Se anima, señor Xannado? Le aseguro que es mucho mejor que caminar. Mi casa no está precisamente cerca.
Finalmente le convencí, y no pude evitar sonreír con sorna cuando se subió detrás de mí con reparos. Agité las riendas con violencia, consciente de que aquello le haría perder el equilibrio. Me reí cuando se balanceó ante el impulso.
-Va a tener que sujetarse, no suelo ir a paseo cuando se trata de montar - me giré mientras avanzábamos, sintiendo su rostro muy cerca de mi mejilla.
Le volví a guiñar un ojo para animarle.
Nos dirigimos al despacho, donde mi padre ya me esperaba preocupado. Me abrazó con fuerza, sorprendiéndome y haciéndome reír un poco.
-Ay... papá, no me aprietes tanto -le aparté con delicadeza, sonriéndole divertida-. Estoy bien, padre, el señor Xannado ha vuelto a cumplir su papel de héroe.
Seguimos la conversación con algo más de seriedad, a intervalos de riñas y reproches y palabras de cariño y preocupación. No pude evitar mostrarme divertida ante la situación, pero le aseguré que me encontraba bien. Finalmente nos hice pasar tras unas palabras de sincero agradecimiento para mi compañero, algunas de las cuales no conseguí escuchar. Una vez sentados el uno al lado del otro nos miramos, cómplices y no pude evitar sonreírle también. Mi padre carraspeó y aparté los ojos para encontrarme con su ceño fruncido.
Contuve poner los ojos en blanco ante aquel gesto y la riña que vino después. Le expliqué lo de la visita, pero omití el hecho de que les seguí, contando en su lugar que el mozo de cuadra me indicó hacia dónde habían ido para poder alcanzarles. Sin embargo, admití que yo había decidido coger un caballo por propia iniciativa, defendiendo que los sirvientes no tuvieron la culpa.
Tras aquel molesto interrogatorio, por fin sentenció que podíamos marcharnos, y que Zirano me acompañaría de vuelta a casa. No pude evitar sentir un deja vu, y como el corazón me aleteaba ligeramente. Nos incorporamos para poder salir de allí, George le estrechó la mano a mi acompañante y a mi me dio un beso en la frente.
-Cuídate papá, y siento haberte asustado- sonreí con dulzura y me dispuse a atravesar la puerta que Zirano sostenía con camaradería.
Una vez de vuelta al corredor, me encontré de nuevo a solas con Zirano. Le miré mientras caminábamos por el rabillo del ojo, siendo consciente de nuevo de su verdadera naturaleza. Parecía que mi mente quería negarlo, pero aquel destello tan extraño en sus iris, y su forma de actuar, y su aspecto demasiado perfecto y atractivo... Un vampiro, ni más ni menos. Me pilló observándole, pero no aparté la mirada. Levanté una de las comisuras de mi boca, juguetona.
-¿Sabe? No puedo evitar preguntarme qué motivos puede tener un hombre como usted para ocultarme tanto sobre sí mismo- recorrimos el vestíbulo, en el que nos despidieron unos cuantos guardas antes de salir por la puerta para darnos de cara con el frío ambiente nocturno-. Es decir, Zirano, siendo franca, no puedes negar que evitas hablar sobre ti mismo y tus pensamientos, pasado, futuro... Eres todo un misterio.
Enarqué una ceja antes de soltar una risita y comenzar a descender los escalones mientras aprovechaba la oportunidad para aferrarme a su brazo de nuevo.
-Bueno, he de admitir que su papel de caballero misterioso me gusta bastante, pero también me molesta. ¿Es que no he sido lo suficientemente abierta con usted? ¿No cree que merezco algo de igualdad? Debe admitir que me encuentro en una clara desventaja con respecto a usted. Sólo le falta conocer a mi madre.
Le guiñé un ojo mientras me reía y tiraba de él para ir a las caballerizas, donde el mozo, que ya me había visto venir, me esperaba sonriente con mi caballo ensillado. Le agradecí el gesto, pues al venir había montado a pelo sobre él, y no era de lo más cómodo. Le di unas cuantas monedas y me subí al corcel con facilidad. La monta era una de mis aficiones. Miré a mi compañero, consciente de que no se esperaría de una señorita montar en el mismo caballo con un hombre. Pero a aquellas alturas, era lo último que me importaba. Aquel muchacho mantendría la boca bien cerrada si quería seguir recibiendo propinas.
-¿Se anima, señor Xannado? Le aseguro que es mucho mejor que caminar. Mi casa no está precisamente cerca.
Finalmente le convencí, y no pude evitar sonreír con sorna cuando se subió detrás de mí con reparos. Agité las riendas con violencia, consciente de que aquello le haría perder el equilibrio. Me reí cuando se balanceó ante el impulso.
-Va a tener que sujetarse, no suelo ir a paseo cuando se trata de montar - me giré mientras avanzábamos, sintiendo su rostro muy cerca de mi mejilla.
Le volví a guiñar un ojo para animarle.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
Localización : Nuevamente en París.
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Re: Misión incomoda (molly)
Molly se despide de su padre con una sonrisa dulce y sale del despacho pasando por delante de mi. Cierro la puerta y camino a su lado para ir hasta el recibidor y veo como me mira con el rabillo del ojo, le sonrío divertido y seductor y ella me devuelve la sonrisa sin dejar de mirarme. -¿Sabe? No puedo evitar preguntarme qué motivos puede tener un hombre como usted para ocultarme tanto sobre sí mismo- Me dice mientras cruzamos el vestíbulo; unos pocos soldados que andaban por el lugar se despiden de nosotros con cortesía, pero se les nota que su atención es mas para ella, pero no me ignoran. La pregunta de Molly me pilla por sorpresa, cuando abrimos la puerta de salida, parece que hace algo de frío. -Es decir, Zirano, siendo franca, no puedes negar que evitas hablar sobre ti mismo y tus pensamientos, pasado, futuro... Eres todo un misterio.- Me dice entrecerrando los ojos y suelta un risa dulce y encantadora, le sonrío burlón y comenzamos a bajar los escalones y se coge a mi brazo. -Bueno, he de admitir que su papel de caballero misterioso me gusta bastante, pero también me molesta. ¿Es que no he sido lo suficientemente abierta con usted? ¿No cree que merezco algo de igualdad? Debe admitir que me encuentro en una clara desventaja con respecto a usted. Sólo le falta conocer a mi madre.- Dice riendo y me guiña un ojo coqueta.
Cuando bajamos del todo las escaleras Molly tira de mi llevándome hasta las caballerizas, donde el mozo ya estaba sacando un caballo. Mi bella acompañante se acerca al mozo, le da unas monedas al chico, toma las riendas del animal y se monta en él. Avanza poniéndose a mi lado y me mire con una sonrisa dulce y atrayente, me pregunta si quiero montar con ella, y yo sonrío divertido, pero a la vez extrañado, pero su sonrisa me convence con facilidad, subo al caballo y resoplo por ir detrás.
Por poco me caigo del animal, cuando comienza a galopar azuzado por Molly. Me cojo de sus caderas con suavidad, adaptándome rápido al trote del animal, el aire mueve el cabello de la joven dama, que sonríe feliz mientras, y me dice que debería cogerme puesto que por lo visto le encanta la velocidad. El viento trae hacía mi su olor, dulce, suave... cierro los ojos y me dejo llevar, poniendo mi rostro por encima de su hombro, abro los ojos y la miro cuando ella se gira para mirarme y me guiña un ojo.
-Misterioso, no lo se , pero se que es algo que si te lo dijera Molly, estoy completamente seguro de que haría que te alejaras de mí.- Le comento, con una mano me cojo de la parte de atrás de la silla y me incorporo un poco dejando que el aire me de en la cara. -Se nota que hace tiempo que monta a caballo verdad my lady?- Le pregunto intentando salir del tema, pero su respuesta escueta y poco contenta no me deja salir del tema, ella mira hacía adelante y le dejo que ella dirija al animal.
Me acerco de nuevo a ella, el cabello de la chica contra mi mejilla y su tacto es suave y sedoso, y acaricia mi pómulo con una sensación agradable. -Mi pasado es del todo normal, desde hace mas de diez años que soy policía, y no es que tenga mucho que ocultar...- Le digo con complicidad, dejando ver que hay algo que yo se lo diría, pero me da miedo y opto por quedarme callado.
Dejo que ella decida el camino y permanezco en silencio, con mi rostro rozando el suyo, medio abrazado a ella. -Quiero seguir viéndote Molly.- Le digo con un susurro suave.
Cuando bajamos del todo las escaleras Molly tira de mi llevándome hasta las caballerizas, donde el mozo ya estaba sacando un caballo. Mi bella acompañante se acerca al mozo, le da unas monedas al chico, toma las riendas del animal y se monta en él. Avanza poniéndose a mi lado y me mire con una sonrisa dulce y atrayente, me pregunta si quiero montar con ella, y yo sonrío divertido, pero a la vez extrañado, pero su sonrisa me convence con facilidad, subo al caballo y resoplo por ir detrás.
Por poco me caigo del animal, cuando comienza a galopar azuzado por Molly. Me cojo de sus caderas con suavidad, adaptándome rápido al trote del animal, el aire mueve el cabello de la joven dama, que sonríe feliz mientras, y me dice que debería cogerme puesto que por lo visto le encanta la velocidad. El viento trae hacía mi su olor, dulce, suave... cierro los ojos y me dejo llevar, poniendo mi rostro por encima de su hombro, abro los ojos y la miro cuando ella se gira para mirarme y me guiña un ojo.
-Misterioso, no lo se , pero se que es algo que si te lo dijera Molly, estoy completamente seguro de que haría que te alejaras de mí.- Le comento, con una mano me cojo de la parte de atrás de la silla y me incorporo un poco dejando que el aire me de en la cara. -Se nota que hace tiempo que monta a caballo verdad my lady?- Le pregunto intentando salir del tema, pero su respuesta escueta y poco contenta no me deja salir del tema, ella mira hacía adelante y le dejo que ella dirija al animal.
Me acerco de nuevo a ella, el cabello de la chica contra mi mejilla y su tacto es suave y sedoso, y acaricia mi pómulo con una sensación agradable. -Mi pasado es del todo normal, desde hace mas de diez años que soy policía, y no es que tenga mucho que ocultar...- Le digo con complicidad, dejando ver que hay algo que yo se lo diría, pero me da miedo y opto por quedarme callado.
Dejo que ella decida el camino y permanezco en silencio, con mi rostro rozando el suyo, medio abrazado a ella. -Quiero seguir viéndote Molly.- Le digo con un susurro suave.
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/02/2013
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Re: Misión incomoda (molly)
-Misterioso, no lo se , pero se que es algo que si te lo dijera Molly, estoy completamente seguro de que haría que te alejaras de mí.- se incorporó, dejándome con el anhelo de su contacto.
No dije nada, porque sabía que tenía razón. ¿Quién no lo creería? Pero lo cierto era que no, no me alejaría de él, por muy masoquista y extraño que pareciera. Zirano me gustaba, me hacía sentir realmente bien, de una forma que nadie podía, libre y sincera, sin temores y quizá un poco arriesgada, pero al fin y al cabo, libre. A pesar de ser lo que era, eso solo hacía más atractiva su compañía.
-Se nota que hace tiempo que monta a caballo verdad my lady?- puse los ojos en blanco, poniendo especial cuidado en que no viera mi gesto, ¿otra vez con evasivas?
-Sí, desde muy pequeña me han instruido en la monta - contesté con sequedad, no iba a dejar que hiciera lo mismo otra vez.
Me mantuve mirando al frente, sin mediar palabra. Entonces sentí su proximidad de nuevo y por fin, pareció entender que no iba a caer de nuevo en sus juegos.
-Mi pasado es del todo normal, desde hace mas de diez años que soy policía, y no es que tenga mucho que ocultar...- sus labios me rozaban el lóbulo de mi oreja, y yo me giré para recibir aquella mirada de complicidad.
Estaba molesta, no iba a negarlo. Había sido franca y bastante arrogante a la hora de pedirle explicaciones, y aun así él me evitaba, pero afirmando abiertamente con sus ojos que me ocultaba algo. Su silencio fue suficiente como para hacerme volver el rostro y apretar los labios.
-Bien, entonces no insistiré más, caballero - mi tono dejaba traslucir parte de mi enfado.
"Contrólate, Molly" - me dije -. "¿Qué pretendes? Sólo le conoces de apenas una semana y quieres que te cuente su vida. Eres una niña, y él un hombre."
Suspiré con la mirada apenada. Lo cierto es que era así, Zirano sólo era un hombre que me había salvado en dos ocasiones, y por trabajo. No debía engañarme más. Sus afectos no debían engatusarme, pues era común en todos los jóvenes coquetear con las señoritas. ¿Cómo podía caer tan fácilmente en mi propio orgullo?
Sacudí la cabeza, había sido una ilusa si creía que yo le interesaba lo más mínimo. Seguí galopando en silencio, con su rostro rozando el mío y sus manos enlazadas en mi cintura. Ser consciente de aquel contacto me hizo ruborizarme levemente, recordando aquella vez que me llevo en brazos con aquella actitud protectora y afable tras nuestro primer encuentro.
-Quiero seguir viéndote Molly. - su susurro me sacó de mis pensamientos.
Aminoré la marcha tirando levemente de las riendas, para ir a un trote suave y así poder girarme para verle mejor. Su rostro quedó a pocos centímetros del mío. Sonreí coqueta, clavando mis pupilas en aquellos ojos tan profundos y brillantes, tan azules y hermosos...
-Acabará por volverme loca, señor Xanaddo - le respondí al tiempo que volvía a dirigir la mirada al frente-. ¿Y de qué hablaríamos si nos viéramos de nuevo? ¿De lo normal que es su vida?
Reí sacudiendo la cabeza. Ya no sabía ni qué pensar. La luna seguía en su cenit, resplandeciente y pálida en aquel manto oscuro moteado por infinitas estrellas. Mantuve la vista fija en el camino mientras pensaba en cómo hacer tiempo. Quería alargar aquella oportunidad lo máximo posible para poder sonsacarle algo, y por qué no, para disfrutar de su compañía.
Tiré un poco más de las riendas pasando a un paso mucho más lento y acompasado antes de girar para acoplarme a una avenida bastante ancha e iluminada. En ella se veían varias damas y caballeros ir y venir por las aceras, ataviadas con lujosas ropas y tocados. Un barrio adinerado, por lo visto, y muy conocido por mi familia. Me estiré un poco hacia atrás para encontrarme con el rostro de mi acompañante.
-Esta vez me toca a mí llevarte a un buen lugar - sonreí con picardía -. Le gustará, se lo aseguro, es algo inusual.
Me detuve cerca de un muro poco concurrido y le indiqué que descendiera del equino, y tras ello hice lo mismo con la ayuda de su gentil mano. Aproveché la oportunidad para mantener enlazados nuestros dedos mientras caminábamos, mientras que en la otra mano llevaba las riendas del corcel, que nos seguía sumisamente.
No tardamos más de unos minutos en llegar, un gran portón de acero bien iluminado coronaba la entrada de lo que parecía ser una enorme mansión victoriana. Sus muros estaban decorados con mármol, tallados con hermosos querubines de mejillas redondeadas y ninfas semi desnudas apoyadas en cada marco y ventanal. Un pequeño jardín flanqueaba un camino pulcro de piedras hasta el porche, el cual tenía dos enormes columnas blancas que sostenían la planta superior saliente.
En definitiva, un imponente edificio de toques románicos y modernos que sorprendía a la vista, con unas bonitas letras en el muro frontal que dictaban: "Le hall des Anges". Un nombre demasiado lírico pero que cumplía su función: llamar la atención.
El guardia me reconoció al instante.
-¡Señorita Winslet! No esperábamos su visita esta noche.
-Lo sé, espero que no sea un problema a pesar de no haber reservado.
-¡Oh, no se preocupe, por favor! Pasen pasen, siempre tenemos sitio para su familia.
Sonreí y tiré de mi acompañante, divertida ante su gesto extrañado. Un sirviente se llevó al caballo sin mediar palabra, mientras un camarero nos hacía pasar al interior. Subimos las escaleras del porche y atravesamos la puerta para recibir el ambiente perfumado y cálido del lugar. La luz era tenue y la música de un pianista y un violín recorrían con delicadeza la estancia.
El nombre le iba al dedillo, porque no tenía otra descripción. Era un salón, un enorme salón decorado con sofás y sillones de un intenso carmesí, suelos de madera oscura y pulida, paredes y techo de una ostentosa decoración de tonos elegantes y oscuros, con motivos de ángeles y mitología por doquier.
La alta sociedad llenaba la estancia, con hombres trajeados fumando puros, mujeres con glamurosos vestidos abanicándose, jóvenes y muchachos coqueteando con copas de champán en las manos, y camareros enloquecidos atendiendo a sus clientes de aquí para allá. No pasaron ni dos minutos cuando Zirano y yo nos encontramos cómodamente asentados en una de las esquinas en un amplio sofá y yo en un sillón ancho, con una botella de champán fría en la mesa de café y montañas de dulces y manjares.
Recogí mi copa y me quité los zapatos para recoger mis piernas sobre el asiento y apoyar mi codo en uno de los brazos. Una postura de lo más adecuada para el inusual lugar, con los cabellos rozándome la cintura y el cuerpo de medio lado, algo provocativo y descarado. Bebí sin apartar mis ojos de Zirano, coqueta.
-¿Te sorprende? - sonreí con la cabeza apoyada sobre el brazo que descansaba sobre el apoyo, y en la otra mano la copa de champán-. Mis padres adoran este sitio. Bueno, debería decir que mi madre lo adora. Nunca faltan candidatos para ofrecer mi mano, y se deleita con la cantidad de muchachos que se acercan a mí embebidos por el champán. Pero yo no puedo decir lo mismo, aunque también es cierto que es un lugar bastante... entretenido.
Me reí mientras me llevaba de nuevo la copa a los labios, degustando aquel sabor tan fino y con aquel toque dulce.
No dije nada, porque sabía que tenía razón. ¿Quién no lo creería? Pero lo cierto era que no, no me alejaría de él, por muy masoquista y extraño que pareciera. Zirano me gustaba, me hacía sentir realmente bien, de una forma que nadie podía, libre y sincera, sin temores y quizá un poco arriesgada, pero al fin y al cabo, libre. A pesar de ser lo que era, eso solo hacía más atractiva su compañía.
-Se nota que hace tiempo que monta a caballo verdad my lady?- puse los ojos en blanco, poniendo especial cuidado en que no viera mi gesto, ¿otra vez con evasivas?
-Sí, desde muy pequeña me han instruido en la monta - contesté con sequedad, no iba a dejar que hiciera lo mismo otra vez.
Me mantuve mirando al frente, sin mediar palabra. Entonces sentí su proximidad de nuevo y por fin, pareció entender que no iba a caer de nuevo en sus juegos.
-Mi pasado es del todo normal, desde hace mas de diez años que soy policía, y no es que tenga mucho que ocultar...- sus labios me rozaban el lóbulo de mi oreja, y yo me giré para recibir aquella mirada de complicidad.
Estaba molesta, no iba a negarlo. Había sido franca y bastante arrogante a la hora de pedirle explicaciones, y aun así él me evitaba, pero afirmando abiertamente con sus ojos que me ocultaba algo. Su silencio fue suficiente como para hacerme volver el rostro y apretar los labios.
-Bien, entonces no insistiré más, caballero - mi tono dejaba traslucir parte de mi enfado.
"Contrólate, Molly" - me dije -. "¿Qué pretendes? Sólo le conoces de apenas una semana y quieres que te cuente su vida. Eres una niña, y él un hombre."
Suspiré con la mirada apenada. Lo cierto es que era así, Zirano sólo era un hombre que me había salvado en dos ocasiones, y por trabajo. No debía engañarme más. Sus afectos no debían engatusarme, pues era común en todos los jóvenes coquetear con las señoritas. ¿Cómo podía caer tan fácilmente en mi propio orgullo?
Sacudí la cabeza, había sido una ilusa si creía que yo le interesaba lo más mínimo. Seguí galopando en silencio, con su rostro rozando el mío y sus manos enlazadas en mi cintura. Ser consciente de aquel contacto me hizo ruborizarme levemente, recordando aquella vez que me llevo en brazos con aquella actitud protectora y afable tras nuestro primer encuentro.
-Quiero seguir viéndote Molly. - su susurro me sacó de mis pensamientos.
Aminoré la marcha tirando levemente de las riendas, para ir a un trote suave y así poder girarme para verle mejor. Su rostro quedó a pocos centímetros del mío. Sonreí coqueta, clavando mis pupilas en aquellos ojos tan profundos y brillantes, tan azules y hermosos...
-Acabará por volverme loca, señor Xanaddo - le respondí al tiempo que volvía a dirigir la mirada al frente-. ¿Y de qué hablaríamos si nos viéramos de nuevo? ¿De lo normal que es su vida?
Reí sacudiendo la cabeza. Ya no sabía ni qué pensar. La luna seguía en su cenit, resplandeciente y pálida en aquel manto oscuro moteado por infinitas estrellas. Mantuve la vista fija en el camino mientras pensaba en cómo hacer tiempo. Quería alargar aquella oportunidad lo máximo posible para poder sonsacarle algo, y por qué no, para disfrutar de su compañía.
Tiré un poco más de las riendas pasando a un paso mucho más lento y acompasado antes de girar para acoplarme a una avenida bastante ancha e iluminada. En ella se veían varias damas y caballeros ir y venir por las aceras, ataviadas con lujosas ropas y tocados. Un barrio adinerado, por lo visto, y muy conocido por mi familia. Me estiré un poco hacia atrás para encontrarme con el rostro de mi acompañante.
-Esta vez me toca a mí llevarte a un buen lugar - sonreí con picardía -. Le gustará, se lo aseguro, es algo inusual.
Me detuve cerca de un muro poco concurrido y le indiqué que descendiera del equino, y tras ello hice lo mismo con la ayuda de su gentil mano. Aproveché la oportunidad para mantener enlazados nuestros dedos mientras caminábamos, mientras que en la otra mano llevaba las riendas del corcel, que nos seguía sumisamente.
No tardamos más de unos minutos en llegar, un gran portón de acero bien iluminado coronaba la entrada de lo que parecía ser una enorme mansión victoriana. Sus muros estaban decorados con mármol, tallados con hermosos querubines de mejillas redondeadas y ninfas semi desnudas apoyadas en cada marco y ventanal. Un pequeño jardín flanqueaba un camino pulcro de piedras hasta el porche, el cual tenía dos enormes columnas blancas que sostenían la planta superior saliente.
En definitiva, un imponente edificio de toques románicos y modernos que sorprendía a la vista, con unas bonitas letras en el muro frontal que dictaban: "Le hall des Anges". Un nombre demasiado lírico pero que cumplía su función: llamar la atención.
El guardia me reconoció al instante.
-¡Señorita Winslet! No esperábamos su visita esta noche.
-Lo sé, espero que no sea un problema a pesar de no haber reservado.
-¡Oh, no se preocupe, por favor! Pasen pasen, siempre tenemos sitio para su familia.
Sonreí y tiré de mi acompañante, divertida ante su gesto extrañado. Un sirviente se llevó al caballo sin mediar palabra, mientras un camarero nos hacía pasar al interior. Subimos las escaleras del porche y atravesamos la puerta para recibir el ambiente perfumado y cálido del lugar. La luz era tenue y la música de un pianista y un violín recorrían con delicadeza la estancia.
El nombre le iba al dedillo, porque no tenía otra descripción. Era un salón, un enorme salón decorado con sofás y sillones de un intenso carmesí, suelos de madera oscura y pulida, paredes y techo de una ostentosa decoración de tonos elegantes y oscuros, con motivos de ángeles y mitología por doquier.
La alta sociedad llenaba la estancia, con hombres trajeados fumando puros, mujeres con glamurosos vestidos abanicándose, jóvenes y muchachos coqueteando con copas de champán en las manos, y camareros enloquecidos atendiendo a sus clientes de aquí para allá. No pasaron ni dos minutos cuando Zirano y yo nos encontramos cómodamente asentados en una de las esquinas en un amplio sofá y yo en un sillón ancho, con una botella de champán fría en la mesa de café y montañas de dulces y manjares.
Recogí mi copa y me quité los zapatos para recoger mis piernas sobre el asiento y apoyar mi codo en uno de los brazos. Una postura de lo más adecuada para el inusual lugar, con los cabellos rozándome la cintura y el cuerpo de medio lado, algo provocativo y descarado. Bebí sin apartar mis ojos de Zirano, coqueta.
-¿Te sorprende? - sonreí con la cabeza apoyada sobre el brazo que descansaba sobre el apoyo, y en la otra mano la copa de champán-. Mis padres adoran este sitio. Bueno, debería decir que mi madre lo adora. Nunca faltan candidatos para ofrecer mi mano, y se deleita con la cantidad de muchachos que se acercan a mí embebidos por el champán. Pero yo no puedo decir lo mismo, aunque también es cierto que es un lugar bastante... entretenido.
Me reí mientras me llevaba de nuevo la copa a los labios, degustando aquel sabor tan fino y con aquel toque dulce.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
Localización : Nuevamente en París.
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Re: Misión incomoda (molly)
Molly aminora un poco la marcha del caballo y se gira mirándome fijamente a los ojos, con su cara muy cerca de la mía, sonríe coqueta, su mirada me atrae, es realmente bonita y le sonrío con picardía. -Acabará por volverme loca, señor Xanaddo- Me dice devolviendo su mirada al frente. -Y de que hablaríamos si nos viéramos de nuevo? ¿De lo normal que es su vida?- Dice con una risa burlona sacudiendo la cabeza.
Olfateo su cuello disimuladamente. -No se de que hablaríamos my lady, pero cualquier tema de conversación es bueno si es con vos.- Le digo con un susurro suave en su oreja, solo permanezco en silencio tras ella, mirando su cuello y su rostro suave y perfecto.
Cada vez estamos mas lejos del cuartel y para ir a su casa deberíamos haber ido por otro sitio, pero sonrío para mi disfrutando de la compañía de tan bella dama. Miro al cielo observando las estrellas pensativo. “Alguien como tu no tiene derecho a amar, eres un monstruo, oculto bajo el disfraz de un policía. Si se lo dijera es lo que pensará, y se alejara.” pienso contrariado, “Pero si sigo viéndola algún día lo sabrá.”
Molly aminora su paso, girando hacía una calle ancha y bien iluminada, lo que hace que salga de mis pensamientos, muchos transeúntes caminaban por las aceras, todos gente de la alta sociedad, sin duda una zona que Molly debe estar acostumbrada a visitar. Se estira hacía mi para encontrarse con mi mirada. -Esta vez me toca a mí llevarte a un buen lugar- Me dice con una sonrisa pícara. -Le gustará, se lo aseguro, es algo inusual.-
El caballo se detiene, Molly me pide que baje y yo cumplo su orden, y le tiendo mi mano para que ayudarla a desmontar, la cual ella me coge y baja del animal, entrelaza sus dedos con los míos mientras me guiaba hacía algún lugar. No me imagino donde me llevara, si muchas veces patrullo por esta zona, pero no suelo entrar en los locales. Tras unos minutos,en los que caminemos en silencio, mirándonos de vez en cuando de forma cómplice, llegamos a una gran mansión victoriana, su gran portón de acero adorna la entrada, su decoración es exquisita, atravesamos un bello jardín por un camino de piedra llegando al edificio principal y en el muro frontal pone el nombre “Le hall des Agnes”
Hace ya varios años estuve aquí, una de las tantas noches en que la sed me dominaba y una dama de alta cuna siempre era una buena compañía y alimento.
El guardia saluda amablemente a Molly, reconociéndola, y tras una breve charla Molly tira de mi para que entremos al lugar. Yo entro extrañado por el trato que recibe, parece ser conocida. Ella sonríe y comenzamos a subir por las escaleras del porche y entramos aun gran salón, enorme, hay varios sofás y sillones decorando el lugar, toda la decoración era elegante y ostentosa, dando un aire realmente romántico al lugar.
Mucha gente de clase alta ocupaban el salón, hombres fumando y bien trajeados, bebiendo y charlando entre si, mujeres con vestidos ostentosos se abanican observando y cotilleando entre ellas. Muchos me miran, supongo que mi ropa de policía llama algo la atención.
Llegamos a una mesa en la esquina, con dos amplios sofás, yo me siento en uno y Molly en el otro, observo la mesa donde hay un botella de champán en una cubitera y montañas de dulces. Tomo mi copa y observo a Molly, se quita los zapatos y las pone sobre el sofá quedando de medio lado, su silueta se dibuja por completo, y yo bebo un trago sin apartar mi mirada de sus intensos ojos azules. Apoya el codo en el sofá y la cabeza en su mano. -¿Te sorprende?- Me dice con una sonrisa seductora, yo aparto la copa de mis labios y la miro mordiéndome el labio inferior. -Mis padres adoran este sitio. Bueno, debería decir que mi madre lo adora. Nunca faltan candidatos para ofrecer mi mano, y se deleita con la cantidad de muchachos que se acercan a mi embebidos por el champán. Pero yo no puedo decir lo mismo, aunque también es cierto que es un lugar bastante... entretenido.- Dice riendo llevándose la copa a sus carnosos labios, no puedo evitar mirarlos, tan dulces y apetecibles, aquel corto, pero intenso beso no me lo puedo quitar de la cabeza.
-Realmente es un lugar precioso, y no me extraña que no te falten pretendientes querida Molly. Eres una dama realmente hermosa, y cualquiera que te conozca un poco mas profundo y vea la belleza que escondes en tu interior, se enamorará de ti.- Le digo con voz suave y varonil, elevando mi copa hacía mis labios. -Se lo puedo asegurar mi dama.- Le digo casi en un susurro que tan solo ella puede oír y bebo del dulce néctar, tan solo notando el burbujeo cuando baja por mi garganta y el ardor leve del alcohol, mirando a Molly con mirada seductora y atrayente.
Dejo la copa sobre la mesa y tomo una cereza y la baño en el champán, la levanto y la llevo a mi boca, la textura y el burbujeo del licor le dan un toque único. -En una ocasión estuve aquí hace ya varios años, pero en condiciones muy distintas, vine a arrestar al antiguo dueño y el ambiente a cambiado bastante. Sin duda el cambio a mejorado el lugar.- Digo mirando mi alrededor, escuchando la música del piano y el violín, esta sonando una dulce melodía romántica y seductora. Cierro los ojos un instante con un sonrisa, deleitándome con la música.
Abro los ojos y miro a Molly con una sonrisa dulce. -Veo que te has repuesto bastante bien de lo de esta noche. ¿Como va tu brazo?- Le pregunto con rostro tranquilo pero tono algo preocupado. Su respuesta me tranquiliza un poco y sonrío aliviado, pero se que algo le debe doler.
Tomo la copa y doy un trago largo acabándola, cojo la botella, lleno mi copa y ofrezco llenar la copa de Molly. Tras ello dejo la botella en su lugar y cojo la copa poniéndola entre ella y yo. -Por habernos conocido.- Digo con gesto de brindis. Y tras el choque con el suave tintineo del cristal, bebemos un trago.
-Como decías, mi vida es del todo normal, cada noche cumplir con mi deber, vigilando que ningún inocente sufra daño. Hay mucha oscuridad allá fuera querida, y es difícil de combatir.- Le digo algo serio, pero con gesto normal y tranquilo. -Y la mejor forma es ser como la oscuridad misma....-
Bebo un nuevo trago y me acomodo en el sofá mirándola con dulzura. -Por eso le decía que es mejor que no este cerca de mi, pues no quiero condenarla a mi oscuridad.- Le explique, intentando contarle todo y nada a la vez y con mi mirada pidiéndole que no preguntara mas, pues me da miedo decirle mas. Ni siquiera se por que le explico todo esto, pues si lo sabe, no querrá verme, pero otras personas se han acercado a mi y tras conocer mi verdadero yo han seguido a mi lado. Pero esta vez es distinto, no se por que, pero Molly me atrae de una forma distinta, quiero cuidarla y protegerla, y cada vez mas deseo besarla.
Una melodía hermosa suena y con un sonrisa, intentando dejar de lado el tema anterior me levanto y tiendo mi mano hacia ella.
-Le apetece bailar my lady?
Olfateo su cuello disimuladamente. -No se de que hablaríamos my lady, pero cualquier tema de conversación es bueno si es con vos.- Le digo con un susurro suave en su oreja, solo permanezco en silencio tras ella, mirando su cuello y su rostro suave y perfecto.
Cada vez estamos mas lejos del cuartel y para ir a su casa deberíamos haber ido por otro sitio, pero sonrío para mi disfrutando de la compañía de tan bella dama. Miro al cielo observando las estrellas pensativo. “Alguien como tu no tiene derecho a amar, eres un monstruo, oculto bajo el disfraz de un policía. Si se lo dijera es lo que pensará, y se alejara.” pienso contrariado, “Pero si sigo viéndola algún día lo sabrá.”
Molly aminora su paso, girando hacía una calle ancha y bien iluminada, lo que hace que salga de mis pensamientos, muchos transeúntes caminaban por las aceras, todos gente de la alta sociedad, sin duda una zona que Molly debe estar acostumbrada a visitar. Se estira hacía mi para encontrarse con mi mirada. -Esta vez me toca a mí llevarte a un buen lugar- Me dice con una sonrisa pícara. -Le gustará, se lo aseguro, es algo inusual.-
El caballo se detiene, Molly me pide que baje y yo cumplo su orden, y le tiendo mi mano para que ayudarla a desmontar, la cual ella me coge y baja del animal, entrelaza sus dedos con los míos mientras me guiaba hacía algún lugar. No me imagino donde me llevara, si muchas veces patrullo por esta zona, pero no suelo entrar en los locales. Tras unos minutos,en los que caminemos en silencio, mirándonos de vez en cuando de forma cómplice, llegamos a una gran mansión victoriana, su gran portón de acero adorna la entrada, su decoración es exquisita, atravesamos un bello jardín por un camino de piedra llegando al edificio principal y en el muro frontal pone el nombre “Le hall des Agnes”
Hace ya varios años estuve aquí, una de las tantas noches en que la sed me dominaba y una dama de alta cuna siempre era una buena compañía y alimento.
El guardia saluda amablemente a Molly, reconociéndola, y tras una breve charla Molly tira de mi para que entremos al lugar. Yo entro extrañado por el trato que recibe, parece ser conocida. Ella sonríe y comenzamos a subir por las escaleras del porche y entramos aun gran salón, enorme, hay varios sofás y sillones decorando el lugar, toda la decoración era elegante y ostentosa, dando un aire realmente romántico al lugar.
Mucha gente de clase alta ocupaban el salón, hombres fumando y bien trajeados, bebiendo y charlando entre si, mujeres con vestidos ostentosos se abanican observando y cotilleando entre ellas. Muchos me miran, supongo que mi ropa de policía llama algo la atención.
Llegamos a una mesa en la esquina, con dos amplios sofás, yo me siento en uno y Molly en el otro, observo la mesa donde hay un botella de champán en una cubitera y montañas de dulces. Tomo mi copa y observo a Molly, se quita los zapatos y las pone sobre el sofá quedando de medio lado, su silueta se dibuja por completo, y yo bebo un trago sin apartar mi mirada de sus intensos ojos azules. Apoya el codo en el sofá y la cabeza en su mano. -¿Te sorprende?- Me dice con una sonrisa seductora, yo aparto la copa de mis labios y la miro mordiéndome el labio inferior. -Mis padres adoran este sitio. Bueno, debería decir que mi madre lo adora. Nunca faltan candidatos para ofrecer mi mano, y se deleita con la cantidad de muchachos que se acercan a mi embebidos por el champán. Pero yo no puedo decir lo mismo, aunque también es cierto que es un lugar bastante... entretenido.- Dice riendo llevándose la copa a sus carnosos labios, no puedo evitar mirarlos, tan dulces y apetecibles, aquel corto, pero intenso beso no me lo puedo quitar de la cabeza.
-Realmente es un lugar precioso, y no me extraña que no te falten pretendientes querida Molly. Eres una dama realmente hermosa, y cualquiera que te conozca un poco mas profundo y vea la belleza que escondes en tu interior, se enamorará de ti.- Le digo con voz suave y varonil, elevando mi copa hacía mis labios. -Se lo puedo asegurar mi dama.- Le digo casi en un susurro que tan solo ella puede oír y bebo del dulce néctar, tan solo notando el burbujeo cuando baja por mi garganta y el ardor leve del alcohol, mirando a Molly con mirada seductora y atrayente.
Dejo la copa sobre la mesa y tomo una cereza y la baño en el champán, la levanto y la llevo a mi boca, la textura y el burbujeo del licor le dan un toque único. -En una ocasión estuve aquí hace ya varios años, pero en condiciones muy distintas, vine a arrestar al antiguo dueño y el ambiente a cambiado bastante. Sin duda el cambio a mejorado el lugar.- Digo mirando mi alrededor, escuchando la música del piano y el violín, esta sonando una dulce melodía romántica y seductora. Cierro los ojos un instante con un sonrisa, deleitándome con la música.
Abro los ojos y miro a Molly con una sonrisa dulce. -Veo que te has repuesto bastante bien de lo de esta noche. ¿Como va tu brazo?- Le pregunto con rostro tranquilo pero tono algo preocupado. Su respuesta me tranquiliza un poco y sonrío aliviado, pero se que algo le debe doler.
Tomo la copa y doy un trago largo acabándola, cojo la botella, lleno mi copa y ofrezco llenar la copa de Molly. Tras ello dejo la botella en su lugar y cojo la copa poniéndola entre ella y yo. -Por habernos conocido.- Digo con gesto de brindis. Y tras el choque con el suave tintineo del cristal, bebemos un trago.
-Como decías, mi vida es del todo normal, cada noche cumplir con mi deber, vigilando que ningún inocente sufra daño. Hay mucha oscuridad allá fuera querida, y es difícil de combatir.- Le digo algo serio, pero con gesto normal y tranquilo. -Y la mejor forma es ser como la oscuridad misma....-
Bebo un nuevo trago y me acomodo en el sofá mirándola con dulzura. -Por eso le decía que es mejor que no este cerca de mi, pues no quiero condenarla a mi oscuridad.- Le explique, intentando contarle todo y nada a la vez y con mi mirada pidiéndole que no preguntara mas, pues me da miedo decirle mas. Ni siquiera se por que le explico todo esto, pues si lo sabe, no querrá verme, pero otras personas se han acercado a mi y tras conocer mi verdadero yo han seguido a mi lado. Pero esta vez es distinto, no se por que, pero Molly me atrae de una forma distinta, quiero cuidarla y protegerla, y cada vez mas deseo besarla.
Una melodía hermosa suena y con un sonrisa, intentando dejar de lado el tema anterior me levanto y tiendo mi mano hacia ella.
-Le apetece bailar my lady?
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Re: Misión incomoda (molly)
-Realmente es un lugar precioso, y no me extraña que no te falten pretendientes querida Molly. Eres una dama realmente hermosa, y cualquiera que te conozca un poco mas profundo y vea la belleza que escondes en tu interior, se enamorará de ti.-Su voz grave acariciaba mis oídos y mis ojos no se apartaban de aquellos labios mientras hablaba -Se lo puedo asegurar mi dama.
Su mirada intensa y seductora me atravesaba, y no pude evitar sentir cierto cosquilleo en la piel, y un extraño anhelo en los labios. El recuerdo de aquel beso volvió a mi mente de un momento a otro, intensificando aquella fuerte sensación. Aparté los ojos, algo abrumada por su comentario, fingiendo estar concentrada en elegir un pastelito de las numerosas bandejas.
-Me temo que actualmente el dinero y los honores se imponen ante ese tipo de atractivos, ¿no es así? Seguro que hasta usted mismo se tiraría a los pies de alguna duquesa, o hija de un conde -levanté una ceja mientras sonreía traviesa, volviendo a hundir mis pupilas en sus iris azules-. No es que no crea en el amor, no me malinterprete, pero tampoco estoy muy convencida de si existe... Bueno, no hay más que observar a mis padres. Se respetan, sí, pero se ignoran y se dan la espalda.
Sacudí la cabeza ante aquellos pensamientos, no era momento de amargar aquella noche con mi situación familiar. Apuré lo último que quedaba en la copa, notando aquella sutil calidez propia de la primera copa.
-En una ocasión estuve aquí hace ya varios años, pero en condiciones muy distintas, vine a arrestar al antiguo dueño y el ambiente a cambiado bastante. Sin duda el cambio a mejorado el lugar.- su mirada se paseaba por la estancia, y yo aproveché el momento para admirar aquel rostro tan varonil, tan apuesto... con los pómulos bien marcados y una mandíbula fuerte.
Cerró los ojos con una expresión placentera. Recorrí con los ojos su tez inmaculada, sus labios carnosos, su cuello fuerte, sus hombros anchos... Y entonces su sonrisa y su mirada me pilló desprevenida, con su ya acostumbrada tonalidad dulce y preocupada.
-Veo que te has repuesto bastante bien de lo de esta noche. ¿Como va tu brazo?
Parpadeé, con las mejillas algo sonrosadas por haberle mirado tan descaradamente.
-¿Mi brazo? -pregunté extrañada antes de que el recuerdo llegara a mi mente-. Oh, eso. No ha sido nada, en serio. Soy más resistente de lo que parece - solté una risita-. Creo que estoy empezando a acostumbrarme a meterme en apuros.
Acepté su ofrecimiento cuando quiso llenar mi copa, y sonreí ante su proposición, chocando con delicadeza nuestras copas. Bajo los efectos del champán todo parecía más creíble, como si realmente le alegrara haberme conocido. Cambié de postura, inclinándome hacia su sillón para que estuviéramos más cerca.
Le escuché con atención cuando me habló de su vida, algo decepcionada por lo poco que aportó, pero sorprendida por aquel comentario final. Se acomodó y me miró con dulzura diciendo aquel extraño comentario, el cual realmente tenía mucho sentido ahora que yo sabía su secreto. A su oscuridad... a su vampirismo...
¿Hablaría de hacerme daño? ¿Tendría miedo de su secreto? ¿O no quería que yo cayera en la tentación de ser como él? Esto último me dio que pensar durante un rato, pero decidí dejarlo para más tarde. Le devolví la mirada con seriedad, y finalmente sonreí, aceptando mi derrota. Dejaría mis indagaciones sobre él por el momento.
-Le apetece bailar my lady?
Enarqué una ceja, dándole un último sorbo a mi copa para acabarla. La dejé en la mesa y acepté su mano, pero tiré de él para que se inclinara, dejando su rostro a pocos centímetros de los míos. Un gesto de lo más descarado, pero que encajaba con el ambiente del lugar.
-¿Será capaz de seguirme el ritmo, señor Xannado? Le advierto de que podría pisarle los pies - reí divertida, incorporándome y conduciéndole al centro de la sala, donde varias parejas bailaban con gracia al ritmo de la suave música.
Dirigí su mano a mi cintura y puse la otra con delicadeza sobre la suya, adoptando la postura adecuada para bailar. Nos movimos al compás, al ritmo que seguía el resto del grupo. Mis pupilas no se apartaron de las suyas, sintiendo su agradable contacto con mi cuerpo, provocándome una sensación que nadie me había hecho sentir nunca. Aquella pasión, aquel cosquilleo, aquella fría calidez...
Nos movíamos bien, como si conectáramos perfectamente, a la par y con fluidez. Algunas mujeres de la sala comentaban y nos miraban desde sus sillones, abanicándose con aquellos plumosos abanicos. Me sonreí a mí misma y volví a centrarme en sus ojos azules, con una mirada divertida. Le pisé a posta, riendo ante su mirada sorprendida.
-Te lo dije - le guiñé un ojo y volteé sobre mi misma, recibiendo de nuevo su cercanía para proseguir con el baile.
Pero esta vez nuestros cuerpos estaban más cercanos, y no pude evitar ruborizarme levemente. Continuamos así unas cuantas canciones, mirándonos a los ojos y comunicándonos únicamente con nuestros cuerpos moviéndose al compás y miradas y sonrisas divertidas.
La última nota de la cuarta canción sonó al tiempo que acabábamos con una reverencia, y yo tiraba de él de vuelta a nuestro asiento, agotada tras aquel baile. Me dejé caer a su lado, descalzándome nuevamente para recostarme en el respaldo, con la cabeza apoyada en la mano y aceptando una nueva copa de champán.
Brindamos nuevamente y charlamos sobre el baile y otros temas triviales, riendo con los rostros cercanos. Tras unos minutos, un silencio dio paso a una mirada intensa, una mirada que me aceleró levemente el corazón. El champán, el calor de aquel último baile y nuestra cercanía me era insoportable. Sus labios me atraían como un imán, y aquellos ojos... aquellos profundos iris de un azul intenso que me provocaban escalofríos por todo el cuerpo.
Me aparté, fingiendo querer coger algo de la mesa, y elegí una cereza, como él había hecho anteriormente. Volví a recostarme, consciente en aquel momento de nuestras posturas dirigidas el uno hacia el otro, y la cercanía de nuestros rostros. Mordí la pequeña fruta, manchándome levemente los labios de un rojo intenso.
Me relamí con sutileza y le miré, coqueta.
-Debe haber concedido muchos bailes antes, usted si que sabe llevar a una señorita al compás - sonreí, burlona.
Su mirada intensa y seductora me atravesaba, y no pude evitar sentir cierto cosquilleo en la piel, y un extraño anhelo en los labios. El recuerdo de aquel beso volvió a mi mente de un momento a otro, intensificando aquella fuerte sensación. Aparté los ojos, algo abrumada por su comentario, fingiendo estar concentrada en elegir un pastelito de las numerosas bandejas.
-Me temo que actualmente el dinero y los honores se imponen ante ese tipo de atractivos, ¿no es así? Seguro que hasta usted mismo se tiraría a los pies de alguna duquesa, o hija de un conde -levanté una ceja mientras sonreía traviesa, volviendo a hundir mis pupilas en sus iris azules-. No es que no crea en el amor, no me malinterprete, pero tampoco estoy muy convencida de si existe... Bueno, no hay más que observar a mis padres. Se respetan, sí, pero se ignoran y se dan la espalda.
Sacudí la cabeza ante aquellos pensamientos, no era momento de amargar aquella noche con mi situación familiar. Apuré lo último que quedaba en la copa, notando aquella sutil calidez propia de la primera copa.
-En una ocasión estuve aquí hace ya varios años, pero en condiciones muy distintas, vine a arrestar al antiguo dueño y el ambiente a cambiado bastante. Sin duda el cambio a mejorado el lugar.- su mirada se paseaba por la estancia, y yo aproveché el momento para admirar aquel rostro tan varonil, tan apuesto... con los pómulos bien marcados y una mandíbula fuerte.
Cerró los ojos con una expresión placentera. Recorrí con los ojos su tez inmaculada, sus labios carnosos, su cuello fuerte, sus hombros anchos... Y entonces su sonrisa y su mirada me pilló desprevenida, con su ya acostumbrada tonalidad dulce y preocupada.
-Veo que te has repuesto bastante bien de lo de esta noche. ¿Como va tu brazo?
Parpadeé, con las mejillas algo sonrosadas por haberle mirado tan descaradamente.
-¿Mi brazo? -pregunté extrañada antes de que el recuerdo llegara a mi mente-. Oh, eso. No ha sido nada, en serio. Soy más resistente de lo que parece - solté una risita-. Creo que estoy empezando a acostumbrarme a meterme en apuros.
Acepté su ofrecimiento cuando quiso llenar mi copa, y sonreí ante su proposición, chocando con delicadeza nuestras copas. Bajo los efectos del champán todo parecía más creíble, como si realmente le alegrara haberme conocido. Cambié de postura, inclinándome hacia su sillón para que estuviéramos más cerca.
Le escuché con atención cuando me habló de su vida, algo decepcionada por lo poco que aportó, pero sorprendida por aquel comentario final. Se acomodó y me miró con dulzura diciendo aquel extraño comentario, el cual realmente tenía mucho sentido ahora que yo sabía su secreto. A su oscuridad... a su vampirismo...
¿Hablaría de hacerme daño? ¿Tendría miedo de su secreto? ¿O no quería que yo cayera en la tentación de ser como él? Esto último me dio que pensar durante un rato, pero decidí dejarlo para más tarde. Le devolví la mirada con seriedad, y finalmente sonreí, aceptando mi derrota. Dejaría mis indagaciones sobre él por el momento.
-Le apetece bailar my lady?
Enarqué una ceja, dándole un último sorbo a mi copa para acabarla. La dejé en la mesa y acepté su mano, pero tiré de él para que se inclinara, dejando su rostro a pocos centímetros de los míos. Un gesto de lo más descarado, pero que encajaba con el ambiente del lugar.
-¿Será capaz de seguirme el ritmo, señor Xannado? Le advierto de que podría pisarle los pies - reí divertida, incorporándome y conduciéndole al centro de la sala, donde varias parejas bailaban con gracia al ritmo de la suave música.
Dirigí su mano a mi cintura y puse la otra con delicadeza sobre la suya, adoptando la postura adecuada para bailar. Nos movimos al compás, al ritmo que seguía el resto del grupo. Mis pupilas no se apartaron de las suyas, sintiendo su agradable contacto con mi cuerpo, provocándome una sensación que nadie me había hecho sentir nunca. Aquella pasión, aquel cosquilleo, aquella fría calidez...
Nos movíamos bien, como si conectáramos perfectamente, a la par y con fluidez. Algunas mujeres de la sala comentaban y nos miraban desde sus sillones, abanicándose con aquellos plumosos abanicos. Me sonreí a mí misma y volví a centrarme en sus ojos azules, con una mirada divertida. Le pisé a posta, riendo ante su mirada sorprendida.
-Te lo dije - le guiñé un ojo y volteé sobre mi misma, recibiendo de nuevo su cercanía para proseguir con el baile.
Pero esta vez nuestros cuerpos estaban más cercanos, y no pude evitar ruborizarme levemente. Continuamos así unas cuantas canciones, mirándonos a los ojos y comunicándonos únicamente con nuestros cuerpos moviéndose al compás y miradas y sonrisas divertidas.
La última nota de la cuarta canción sonó al tiempo que acabábamos con una reverencia, y yo tiraba de él de vuelta a nuestro asiento, agotada tras aquel baile. Me dejé caer a su lado, descalzándome nuevamente para recostarme en el respaldo, con la cabeza apoyada en la mano y aceptando una nueva copa de champán.
Brindamos nuevamente y charlamos sobre el baile y otros temas triviales, riendo con los rostros cercanos. Tras unos minutos, un silencio dio paso a una mirada intensa, una mirada que me aceleró levemente el corazón. El champán, el calor de aquel último baile y nuestra cercanía me era insoportable. Sus labios me atraían como un imán, y aquellos ojos... aquellos profundos iris de un azul intenso que me provocaban escalofríos por todo el cuerpo.
Me aparté, fingiendo querer coger algo de la mesa, y elegí una cereza, como él había hecho anteriormente. Volví a recostarme, consciente en aquel momento de nuestras posturas dirigidas el uno hacia el otro, y la cercanía de nuestros rostros. Mordí la pequeña fruta, manchándome levemente los labios de un rojo intenso.
Me relamí con sutileza y le miré, coqueta.
-Debe haber concedido muchos bailes antes, usted si que sabe llevar a una señorita al compás - sonreí, burlona.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 29/11/2011
Localización : Nuevamente en París.
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Re: Misión incomoda (molly)
Molly enarca una ceja ante mi petición y da un último sorbo de champán, deja la copa en la mesa y me coge de la mano. Tira de mi, sorprendiéndome y haciendo que me agache, dejando nuestros rostros a escasos centímetros. Me encuentro con su mirada de un intenso azul... -¿Será capaz de seguirme el ritmo, señor Xannado? Le advierto de que podría pisarle los pies.- Me dice riendo divertida. De inmediato se levanta y vamos hacía el centro del salón donde varias parejas bailan al compás de la música.
Mi acompañante guía una de mis manos a su cintura y la otra la entrelaza con la suya. Empezamos a bailar, siguiendo el compás del piano. Mientras bailamos permanecemos mirándonos a los ojos fijamente. Sigo sus pasos y comienzo a llevar yo el ritmo del baile. Molly observa unos instantes distraída a una mujeres que hay sentadas al otro lado de la sala. Con mi oído desarrollado puedo oír como comentan sobre si yo debo estar de servicio y lo bien que me queda el uniforme. Noto un pisotón a la vez que me encuentro de nuevo con sus iris azules como el cielo que hace ya tantos años no puedo ver. -Te lo dije.- Dice riendo divertida, yo le miro burlón y me guiña un ojo.
Da una vuelta sobre sí misma y la abrazo acercándola mas a mi. Me mira algo sonrojada y seguimos bailando en silencio, mirándonos cómplices. Tras unas cuatro canciones, acabamos el baile con una reverencia y soy llevado de vuelta a el sofá y me siento, Molly hace lo mismo a mi lado, descalzándose y acomodándose.
Lleno las dos copas de champán y le ofrezco una a mi acompañante, cojo la mía y brindamos. Permanecemos unos minutos hablando del baile y temas varios, nuestros rostros están a escasos centímetros. Un silencio acompaña a una mirada intensa, y escucho como su corazón se acelera, acompasado con su mirada apasionada, hago el intento de acercarme un poco mas a ella, pero ella se aparta, buscando que dulce coger, escoge una cereza y se recuesta de nuevo, mirándome a los ojos con picardía y muerde la cereza, sus labios se manchan con el jugo de la cereza, tornándose rojos como la sangre, no puedo evitar morderme el labio inferior ante tan apetitosa visión. Deseo besar esos carnosos labios, fundirme con ella en un beso eterno... Molly se relame con sutileza y me mira coqueta. -Debe haber concedido muchos bailes antes, usted si que sabe llevar a una señorita al compás.- Me dice con una sonrisa burlona.
La miro con una sonrisa dulce, acercando aun mas mi rostro al suyo. -Bueno no negaré que he bailado con mujeres en alguna ocasión. Pero digamos que no es mi fuerte...- Digo con mi mirada fija en sus ojos, con nuestras narices casi rozándose, permanezco así unos segundos, solo mirándola de forma seductora.
Miro a sus labios viendo una pequeña gota de cereza y sonrío, alzo mi mano y la pongo con cuidado en su mejilla pasando el pulgar por sus labios recogiendo el resto de cereza y me lo llevo a la boca, capturando la yema de mi dedo con mis labios, mirando a Molly con descaro.
Sonrío y me separo un poco, doy un trago de champán, cojo una cereza y la mojo en mi copa. -Tienes que probarla así.- Le digo elevando la cereza poniéndola delante de su nariz. Ella primero me mira algo contrariada, pero al final va a morder, pero retiro la cereza juguetón. Ella me mira mal y le sonrío divertido dejando que la muerda. -Esta buena verdad?- Le digo con un sonrisa dulce.
-Y dime Molly, que opinas sobre el amor verdadero?- Le pregunto con una sonrisa dulce y seductora mientras doy un trago de mi copa.
Mi acompañante guía una de mis manos a su cintura y la otra la entrelaza con la suya. Empezamos a bailar, siguiendo el compás del piano. Mientras bailamos permanecemos mirándonos a los ojos fijamente. Sigo sus pasos y comienzo a llevar yo el ritmo del baile. Molly observa unos instantes distraída a una mujeres que hay sentadas al otro lado de la sala. Con mi oído desarrollado puedo oír como comentan sobre si yo debo estar de servicio y lo bien que me queda el uniforme. Noto un pisotón a la vez que me encuentro de nuevo con sus iris azules como el cielo que hace ya tantos años no puedo ver. -Te lo dije.- Dice riendo divertida, yo le miro burlón y me guiña un ojo.
Da una vuelta sobre sí misma y la abrazo acercándola mas a mi. Me mira algo sonrojada y seguimos bailando en silencio, mirándonos cómplices. Tras unas cuatro canciones, acabamos el baile con una reverencia y soy llevado de vuelta a el sofá y me siento, Molly hace lo mismo a mi lado, descalzándose y acomodándose.
Lleno las dos copas de champán y le ofrezco una a mi acompañante, cojo la mía y brindamos. Permanecemos unos minutos hablando del baile y temas varios, nuestros rostros están a escasos centímetros. Un silencio acompaña a una mirada intensa, y escucho como su corazón se acelera, acompasado con su mirada apasionada, hago el intento de acercarme un poco mas a ella, pero ella se aparta, buscando que dulce coger, escoge una cereza y se recuesta de nuevo, mirándome a los ojos con picardía y muerde la cereza, sus labios se manchan con el jugo de la cereza, tornándose rojos como la sangre, no puedo evitar morderme el labio inferior ante tan apetitosa visión. Deseo besar esos carnosos labios, fundirme con ella en un beso eterno... Molly se relame con sutileza y me mira coqueta. -Debe haber concedido muchos bailes antes, usted si que sabe llevar a una señorita al compás.- Me dice con una sonrisa burlona.
La miro con una sonrisa dulce, acercando aun mas mi rostro al suyo. -Bueno no negaré que he bailado con mujeres en alguna ocasión. Pero digamos que no es mi fuerte...- Digo con mi mirada fija en sus ojos, con nuestras narices casi rozándose, permanezco así unos segundos, solo mirándola de forma seductora.
Miro a sus labios viendo una pequeña gota de cereza y sonrío, alzo mi mano y la pongo con cuidado en su mejilla pasando el pulgar por sus labios recogiendo el resto de cereza y me lo llevo a la boca, capturando la yema de mi dedo con mis labios, mirando a Molly con descaro.
Sonrío y me separo un poco, doy un trago de champán, cojo una cereza y la mojo en mi copa. -Tienes que probarla así.- Le digo elevando la cereza poniéndola delante de su nariz. Ella primero me mira algo contrariada, pero al final va a morder, pero retiro la cereza juguetón. Ella me mira mal y le sonrío divertido dejando que la muerda. -Esta buena verdad?- Le digo con un sonrisa dulce.
-Y dime Molly, que opinas sobre el amor verdadero?- Le pregunto con una sonrisa dulce y seductora mientras doy un trago de mi copa.
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Re: Misión incomoda (molly)
Sus ojos dulces me atrapaban, mientras su rostro se iba acercando progresivamente al mío.
-Bueno no negaré que he bailado con mujeres en alguna ocasión. Pero digamos que no es mi fuerte...
Su nariz rozó la mía levemente, y aquella mirada intensa y seductora, casi hechizante... bueno, me resultaba casi insoportable. Pero no era capaz de moverme, a pesar de sentir el impulso de apartarme. Me tenía atrapada en sus iris resplandecientes, sintiendo su dulce aliento perfumado por el champán, notando aquella energía calmante pero a la vez abrumadora de su piel... No dije nada, mantuve mis pupilas clavadas en su rostro, con el corazón latiendo fuertemente y el deseo en los labios.
Sus ojos bajaron a mi boca, fijándose en algo que supuse que sería el resto de cereza. Su mano me rozó el pómulo, recogiendo con el pulgar aquello que observaba. Me sentía confusa. Era extraño, demasiado atractivo, demasiado... sobrenatural. Quería apartarme y a la vez anhelaba el contacto de sus labios contra los míos. Se llevó el dedo a su irresistible boca, mirándome con descaro. Sonreí, coqueta, al tiempo que él también lo hacía y se apartaba.
Entonces me di cuenta del rubor en mis mejillas y del latido frenético de mi pecho. Se inclinó sobre la mesa, y yo aproveché el gesto para echarme el pelo a un lado y apartarlo de mi rostro, intentando recobrar la compostura.
-Tienes que probarla así.- alcé los ojos, encontrándome con una cereza brillante por el champán delante de mi nariz.
Le miré sin mucha confianza, pero al ver aquella sonrisa juguetona no pude evitar hacer lo mismo y acercar los labios a la fruta. Entonces apartó la cereza, dejándome con el gesto en el aire. Le miré, molesta.
-¿Quieres que la pruebe o tengo que hacerlo yo misma? - le espeté, sonriendo con picardía a la par que él me dejaba morderla.
Sentí su dulce sabor, mezclado con el toque agrio del alcohol, y me gustó, asintiendo ante su pregunta. Dejé el hueso sobre una bandeja, apartándome de él. Decidí dejar mi copa, ya era bastante champán por el momento. Recogí mis piernas sobre el sofá, sentada de medio lado y con las manos sobre el regazo, jugueteando con la fina tela de mi vestido.
-Y dime Molly, que opinas sobre el amor verdadero?-esbocé una sonrisa pícara mientras fingía estar concentrada en mis manos.
-Me temo que no puedo opinar con veracidad sobre esos asuntos, señor Xannado. En realidad, a pesar de ser lo más propio en las jóvenes de mi edad -alcé la mirada, con una expresión divertida, mirándole con descaro-. Nunca me he enamorado, así que no sé cómo debe ser algo así.
Me incliné hacia la mesa y recogí un Macaron de una de las fuentes. Lamí el glaseado antes de volver a clavar mis ojos en los suyos.
-Todos dicen que el amor es maravilloso, siempre y cuando sea de una persona conveniente - sacudí la cabeza -. No entiendo entonces cómo pueden defender el amor, si luego las madres son capaces de privarles a sus propias hijas de estar enamoradas de quien sea. Si le soy sincera, no lo deseo ni tampoco lo rechazo. Simplemente espero no sufrir nunca por amor, y en el caso de amar a alguien, espero que sea feliz. Prefiero ser una solterona a casarme por los caprichos de mi madre, y acabar en un matrimonio lleno engaños, burdeles y disputas.
Mordí el dulce sin apartar mis ojos de los suyos. Saboreé su textura dulce y suave, que tanto me gustaba.
-Bueno, no quiero decir que sea una chica de frío corazón - alcé la comisura de mi labio -. Es decir, sí que me han gustado algunos jóvenes, y he sido correspondida a veces. Pero hasta ahora no había conocido a nadie que me hiciera dejar de coquetear con otros pretendientes.
Reí, pícara, consciente de la insinuación que encerraban mis palabras. Me acomodé, girándome de forma que mi rostro volvía a quedar muy cerca del suyo. Le ofrecí parte del Macaron, y el lo miró con cierta desgana. Esperé a que entreabriera sus labios y se lo metí sin miramientos, riéndome ante su sorpresa. Una vez lo hubo engullido, me acerqué un poco y le retiré con el dedo parte del glaseado que había quedado en la comisura de su labio, repitiendo su gesto con la cereza.
-De todas formas, tanto usted como yo sabe que el amor se basa en la confianza - entorné los ojos, con una sonrisa traviesa pero una mirada severa, que dejaba a las claras el sentido de mis palabras.
Sonreí ante su expresión, buscando su mano con la mía, sin apartar mi mirada de la suya. Le acaricié el dorso de la mano, con una confianza provocada por aquel ambiente, el champán y el efecto que él tenía sobre mí.
-Por lo que veo, es usted bastante detallista, caballero. Sabe bailar, lleva a cenar a las jovencitas que rescata, no escatima en cumplidos y palabras románticas... Le envidio. A mí siempre se me han dado mal los sentimientos. Nunca están claros para nadie, ni siquiera para mí. Pero cuando mis afectos se hacen evidentes para mí, me veo irremediablemente atrapada en ellos. La verdad es que sólo podría afirmarle con seguridad que a quien más amo en este mundo es a mi hermano -sonreí con ternura ante el recuerdo-. Tiene poco más de dos años, y creo que es el único capaz de convencerme de hacer cualquier cosa. Una vez, cuando estábamos en la villa de campo, perdió un tren de juguete. Le encantaba, así que no paró de hacerme reproches hasta que yo, cómo no, me metí entre matorrales y piedras para encontrar el dichoso juguete. Al final del día aparecí en casa cubierta de barro, pero con el trenecito de mi hermano. Su sola sonrisa me bastó para sentirme satisfecha a pesar de los arañazos y las reprimendas de mi madre.
Reí ante el recuerdo, sacudiendo la cabeza. Entonces nuestras miradas volvieron a fundirse, y mi sonrisa pasó a una expresión anhelante, con los labios entreabiertos. Me acerqué un poco más, sintiendo aquel hormigueo en la piel y el intenso deseo de besarle. Pero cuando sólo quedaban un par de centímetros entre nuestros labios, giré el rostro levemente y me acerqué a su oído, rozando el lóbulo de su oreja.
-¿Y tú, Zirano? ¿Alguna vez has caído en las redes de alguna dama? -me aparté lentamente, rozando a drede su mejilla con la mía, para pasar a recorrer su rostro con los labios y alejarme antes de llegar a la comisura de su boca.
Sonreí coqueta, con nuestras narices rozándose levemente, esperando su respuesta con ojos divertidos y acariciando su mano con sutileza.
-Bueno no negaré que he bailado con mujeres en alguna ocasión. Pero digamos que no es mi fuerte...
Su nariz rozó la mía levemente, y aquella mirada intensa y seductora, casi hechizante... bueno, me resultaba casi insoportable. Pero no era capaz de moverme, a pesar de sentir el impulso de apartarme. Me tenía atrapada en sus iris resplandecientes, sintiendo su dulce aliento perfumado por el champán, notando aquella energía calmante pero a la vez abrumadora de su piel... No dije nada, mantuve mis pupilas clavadas en su rostro, con el corazón latiendo fuertemente y el deseo en los labios.
Sus ojos bajaron a mi boca, fijándose en algo que supuse que sería el resto de cereza. Su mano me rozó el pómulo, recogiendo con el pulgar aquello que observaba. Me sentía confusa. Era extraño, demasiado atractivo, demasiado... sobrenatural. Quería apartarme y a la vez anhelaba el contacto de sus labios contra los míos. Se llevó el dedo a su irresistible boca, mirándome con descaro. Sonreí, coqueta, al tiempo que él también lo hacía y se apartaba.
Entonces me di cuenta del rubor en mis mejillas y del latido frenético de mi pecho. Se inclinó sobre la mesa, y yo aproveché el gesto para echarme el pelo a un lado y apartarlo de mi rostro, intentando recobrar la compostura.
-Tienes que probarla así.- alcé los ojos, encontrándome con una cereza brillante por el champán delante de mi nariz.
Le miré sin mucha confianza, pero al ver aquella sonrisa juguetona no pude evitar hacer lo mismo y acercar los labios a la fruta. Entonces apartó la cereza, dejándome con el gesto en el aire. Le miré, molesta.
-¿Quieres que la pruebe o tengo que hacerlo yo misma? - le espeté, sonriendo con picardía a la par que él me dejaba morderla.
Sentí su dulce sabor, mezclado con el toque agrio del alcohol, y me gustó, asintiendo ante su pregunta. Dejé el hueso sobre una bandeja, apartándome de él. Decidí dejar mi copa, ya era bastante champán por el momento. Recogí mis piernas sobre el sofá, sentada de medio lado y con las manos sobre el regazo, jugueteando con la fina tela de mi vestido.
-Y dime Molly, que opinas sobre el amor verdadero?-esbocé una sonrisa pícara mientras fingía estar concentrada en mis manos.
-Me temo que no puedo opinar con veracidad sobre esos asuntos, señor Xannado. En realidad, a pesar de ser lo más propio en las jóvenes de mi edad -alcé la mirada, con una expresión divertida, mirándole con descaro-. Nunca me he enamorado, así que no sé cómo debe ser algo así.
Me incliné hacia la mesa y recogí un Macaron de una de las fuentes. Lamí el glaseado antes de volver a clavar mis ojos en los suyos.
-Todos dicen que el amor es maravilloso, siempre y cuando sea de una persona conveniente - sacudí la cabeza -. No entiendo entonces cómo pueden defender el amor, si luego las madres son capaces de privarles a sus propias hijas de estar enamoradas de quien sea. Si le soy sincera, no lo deseo ni tampoco lo rechazo. Simplemente espero no sufrir nunca por amor, y en el caso de amar a alguien, espero que sea feliz. Prefiero ser una solterona a casarme por los caprichos de mi madre, y acabar en un matrimonio lleno engaños, burdeles y disputas.
Mordí el dulce sin apartar mis ojos de los suyos. Saboreé su textura dulce y suave, que tanto me gustaba.
-Bueno, no quiero decir que sea una chica de frío corazón - alcé la comisura de mi labio -. Es decir, sí que me han gustado algunos jóvenes, y he sido correspondida a veces. Pero hasta ahora no había conocido a nadie que me hiciera dejar de coquetear con otros pretendientes.
Reí, pícara, consciente de la insinuación que encerraban mis palabras. Me acomodé, girándome de forma que mi rostro volvía a quedar muy cerca del suyo. Le ofrecí parte del Macaron, y el lo miró con cierta desgana. Esperé a que entreabriera sus labios y se lo metí sin miramientos, riéndome ante su sorpresa. Una vez lo hubo engullido, me acerqué un poco y le retiré con el dedo parte del glaseado que había quedado en la comisura de su labio, repitiendo su gesto con la cereza.
-De todas formas, tanto usted como yo sabe que el amor se basa en la confianza - entorné los ojos, con una sonrisa traviesa pero una mirada severa, que dejaba a las claras el sentido de mis palabras.
Sonreí ante su expresión, buscando su mano con la mía, sin apartar mi mirada de la suya. Le acaricié el dorso de la mano, con una confianza provocada por aquel ambiente, el champán y el efecto que él tenía sobre mí.
-Por lo que veo, es usted bastante detallista, caballero. Sabe bailar, lleva a cenar a las jovencitas que rescata, no escatima en cumplidos y palabras románticas... Le envidio. A mí siempre se me han dado mal los sentimientos. Nunca están claros para nadie, ni siquiera para mí. Pero cuando mis afectos se hacen evidentes para mí, me veo irremediablemente atrapada en ellos. La verdad es que sólo podría afirmarle con seguridad que a quien más amo en este mundo es a mi hermano -sonreí con ternura ante el recuerdo-. Tiene poco más de dos años, y creo que es el único capaz de convencerme de hacer cualquier cosa. Una vez, cuando estábamos en la villa de campo, perdió un tren de juguete. Le encantaba, así que no paró de hacerme reproches hasta que yo, cómo no, me metí entre matorrales y piedras para encontrar el dichoso juguete. Al final del día aparecí en casa cubierta de barro, pero con el trenecito de mi hermano. Su sola sonrisa me bastó para sentirme satisfecha a pesar de los arañazos y las reprimendas de mi madre.
Reí ante el recuerdo, sacudiendo la cabeza. Entonces nuestras miradas volvieron a fundirse, y mi sonrisa pasó a una expresión anhelante, con los labios entreabiertos. Me acerqué un poco más, sintiendo aquel hormigueo en la piel y el intenso deseo de besarle. Pero cuando sólo quedaban un par de centímetros entre nuestros labios, giré el rostro levemente y me acerqué a su oído, rozando el lóbulo de su oreja.
-¿Y tú, Zirano? ¿Alguna vez has caído en las redes de alguna dama? -me aparté lentamente, rozando a drede su mejilla con la mía, para pasar a recorrer su rostro con los labios y alejarme antes de llegar a la comisura de su boca.
Sonreí coqueta, con nuestras narices rozándose levemente, esperando su respuesta con ojos divertidos y acariciando su mano con sutileza.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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Re: Misión incomoda (molly)
"Ambos sabemos la verdad,
Ninguno de los dos la decimos.
Exquisita lucha por un beso"
Ninguno de los dos la decimos.
Exquisita lucha por un beso"
Observo como Molly se mira sus manos sonriendo ante mi pregunta. -Me temo que no puedo opinar sobre esos asuntos, señor Xanaddo. En realidad, a pesar de ser lo más propio en las jóvenes de mi edad.- Levanta su rostro con un sonrisa divertida, mirándome con descaro. -Nunca me he enamorado, así que no sé como debe ser algo así.- Dice inclinándose para coger un Macaron de la mesa, se incorpora mientras lame el azúcar glaseado del dulce y me mira de forma intensa.
-Todos dicen que el amor es maravilloso, siempre y cuando sea de una persona conveniente.- Dice sacudiendo la cabeza y me dice que no le gusta la forma en que las madres tratan a sus hijas así, decidiendo por ellas con quien deben casarse, y que no quiere acabar en un matrimonio de engaños, burdeles y disputas. Muerde el pastelito sin dejar de mirarme, su mirada deja ver que le encanta el sabor de ese dulce. Tras masticarlo me dice que no quiere decir que es una chica con corazón frio, eleva la comisura de su labio dibujando media sonrisa en su precioso y bello rostro de piel tan suave como la mismísima seda. Sigue mirándome. -Es decir, sí que me han gustado algunos jóvenes, y eh sido correspondida a veces. Pero hasta ahora no había conocido a nadie que me hiciera dejar de coquetear con otros pretendientes.- Dice y ríe de forma pícara.
La miro con una sonrisa dulce tras escuchar sus palabras y ella se acomoda para que nuestras caras queden nuevamente cerca y me ofrece el resto del Macaron, me hago un poco de rogar de forma juguetona y abro la boca, me pilla desprevenido y me mete el dulce entero en la boca, cerrándola con cara de sorpresa. Molly se ríe divertida con mi cara y yo me trago el pastelito casi sin masticarlo. Molly se acerca un poco mas a mi mirándome a la boca y con su pulgar quita un resto de glaseado de la comisura de mis labios, y se lo lleva a la boca con un gesto sexy.
-De todas formas , tanto usted como yo sabe que el amor se basa en la confianza.- Me dice entornando los ojos con una sonrisa traviesa pero mirada severa, se que con ello quiere decir que quiere que le cuente mas y le miro con complicidad dándole a entender con mi mirada que sabría mas de mi. Ella sonríe ante mi mirada y con su mano acaricia el dorso de mi mano y sus halagos me hacen sonreír coqueto y sigo sus palabras con atención. Dice que a quien más ama en este mundo es a su hermano menor, la sonrisa de Molly es tierna, y me explica con una sonrisa dulce y sincera en su rostro comó un día recuperó el trenecito de su hermano, acabando magullada, llena de barro y con reprimendas de su madre.
Su risa me seduce y la miro con deseo, nuestras miradas se cruzan, fundiéndose en una mirada intensa. Deja su boca un poco entre abierta y se acerca a mi, nuestros labios casi se rozan y lleva su boca hacía mi oreja. -¿Y tú, Zirano? ¿Alguna vez haz caído en las redes de alguna dama?- Me susurra, noto su cálido aliento como acaricia mi oído, y se aparta despacio con un roce sutil en mi mejilla hasta la comisura de mis labios alejándose con una sonrisa coqueta, nuestras narices se quedan rozándose y noto como acaricia mi mano.
La miro a los ojos con una sonrisa dulce y algo pícara. -Bueno alguna dama ha llegado a conquistar mi corazón, cuando era joven, apenas me empezaba a salir la barba era fea y enclenque. Galatea...- Solo recordar su nombre y aquella noche, el frio me invade y mi gesto se entristece, bajo mi mirada haciendo que nuestras frentes se queden tocándose, yo miro hacía el suelo. -Mi padre concertó nuestro matrimonio, hubo altibajos pero la amaba, pero... murió.- Mi rostro es triste. El solo recordar como se escapaba la vida de mi esposa entre mis manos me mata por dentro. Hacía ya muchos años que había logrado enterrar ese recuerdo, pero su pregunta lo trajo de nuevo a la luz, pero esta vez la imagen cuando la recuerdo es feliz. Sonrío con ojos tristes y la miro. -Pero de eso ya hace muchos años.- La miro a sus ojos como queriendo decirle algo y no saber como.
Alzo de nuevo la mirada , separando nuestras frentes, me agacho para tomar la botella y echar la última copa, por suerte tener treinta años eternamente me ayudaba a tolerar el alcohol a la perfección. Doy un pequeño trago y la miro. -Has oído hablar de los vampiros, Molly?- Ella me mira y asiente, entre extrañada y curiosa. -Son seres de la noche que viven de la sangre. Asesinos despiadados con poderes sobrenaturales capaces de matar a sus seres mas queridos.- Le digo sabiendo que eso la asustaría, si supiese mi condición lo entendería.
Me quedo mirándola, sin saber como continuar. No quiero que se aleje de mi, aunque eso es lo que le convendria, si quisiese seguir existiendo por muchos muchos años mas.
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Re: Misión incomoda (molly)
-Bueno alguna dama ha llegado a conquistar mi corazón, cuando era joven, apenas me empezaba a salir la barba era fea y enclenque. Galatea...- Su gesto triste me enternecía, y no pude evitar apretarle la mano, animándole a seguir-. Mi padre concertó nuestro matrimonio, hubo altibajos pero la amaba, pero... murió.
Zirano parecía sufrir una lucha interna, entre la tristeza y la nostalgia de los recuerdos. No me atreví a decir nada, quedándome inmóvil con nuestros rostros tan cerca el uno del otro, con sus ojos pensativos en el infinito y mis pupilas clavadas en su mirada triste.
-Pero de eso ya hace muchos años - sonreí levemente ante su confusión.
-Los recuerdos siempre residen en nuestro presente, a pesar del tiempo que pase- susurré dulcemente.
Se separó de mí, con la mirada aún algo extraviada, sirviéndose otra copa para terminar la botella. Su sinceridad conmigo me había dejado una sensación extraña: dolorosa y dulce a la vez. Como si realmente así pudiera aliviar algo de la angustia que él sentía, compartiéndola conmigo. Y quién sabe por qué, pero me sentí realmente necesitada de ayudarle, de consolarle. No sabía si me gustaban esos sentimientos, o si se debían a su naturaleza sobrehumana, como alguna especie de hechizo.
Le miré con extrañeza mientras el champán caía en su copa, su tez marmórea y de un color pulido y marfileño relucía levemente a la luz de las velas, y sus ojos seguían teniendo aquel brillo, aquel resquicio del aspecto que una vez vi en ellos. Cuando volvió a mirarme, no hice nada por cambiar mi ceño fruncido, consciente de que a él le extrañaría. Pero acabé por apartar la mirada.
-Has oído hablar de los vampiros, Molly?- mis ojos se volvieron instintivamente a los suyos, como si hubiera adivinado mis pensamientos-. Son seres de la noche que viven de la sangre. Asesinos despiadados con poderes sobrenaturales capaces de matar a sus seres mas queridos.
No pude evitar entreabrir los labios, con sorpresa. ¿Lo sabría? No, no podía ser. Aparté la mirada, intentando recuperar algo de mi misma fuera de su hechizo. Finalmente, conseguí recomponerme y sonreír con mi usual picardía. Solté una risita divertida y cogí otra cereza del cuenco de la mesita de café, intentando parecer pensar mi respuesta.
-Algo he oído. Se rumorea que tienen un aspecto increíblemente atractivo, que vagan por los callejones en busca de sangre inocente, y se convierten en monstruos despiadados cuando tienen a sus víctimas entre las manos- mordí la cereza, manchándome nuevamente los labios-. Pero me temo que eso son solos rumores para diversión del populacho, no es propio de una señorita dada a otro tipo de entretenimientos creer en tales cuestiones, señor Xannado.
Mis ojos volvieron a los suyos, con una expresión divertida pero algo seria. Terminé de saborear la fruta y dejé el hueso en su sitio, recostándome nuevamente sobre el respaldo.
-Pero si le hablo desde mi opinión, caballero, no podría afirmar nada. En realidad, mi madre y mi padre siempre me han conducido al realismo, a la vida fuera de los sueños y las fantasías. Sin embargo, nunca han podido elegir lo que leo -sonreí con picardía y enrollé uno de mis rizos en el dedo, mirando distraída la forma en que se deshacía y volvía a ensortijarse-. Por lo que he podido indagar, no todas sus presas son igual de apetecibles, y no todos los vampiros son del mismo rango. Pero hay muchas versiones al respecto, y lo único que comparten es su sed por los humanos.
Le miré y me reí ante sus pupilas serias, pero en el fondo sentía una inmensa inquietud ante el recuerdo de aquel mismo día. Su deleite sobrenatural mientras aquel desgraciado iba quedando pálido y sin vida. Solté el mechón y me aparté el pelo a un lado, dejando mi cuello al descubierto ante Zirano, acariciándome la piel desnuda y blanquecina.
-¿Crees que yo podría ser víctima de algún vampiro en algunas de mis desventuras? - sonreí con cierta malicia, sin dejar de describir círculos bajo el lóbulo de mi oreja con mis finos dedos-. Y si es así, ¿serías capaz de salvarme de nuevo? ¿O caerías en sus garras de igual forma?
Solté una risita divertida.
-Quizá, lo mas seguro para mí sería dejar que me muerda un vampiro bondadoso, para evitar que sufriera todo tipo de secuestros y violaciones que últimamente parecen perseguirme- sonreí traviesa y deseché la idea con un gesto de la mano-. Pero, para mi desgracia, esas criaturas sólo residen en los cuentos. Nosotros...
Me acerqué nuevamente a su rostro, recorriendo con mi uña la línea de su mandíbula, sintiendo aquella energía que desprendía su piel.
-...solo somos simples mortales destinados a perecer. ¿O no es así, Zirano? -pregunté con voz seductora y los ojos entornados fijos en los suyos.
Zirano parecía sufrir una lucha interna, entre la tristeza y la nostalgia de los recuerdos. No me atreví a decir nada, quedándome inmóvil con nuestros rostros tan cerca el uno del otro, con sus ojos pensativos en el infinito y mis pupilas clavadas en su mirada triste.
-Pero de eso ya hace muchos años - sonreí levemente ante su confusión.
-Los recuerdos siempre residen en nuestro presente, a pesar del tiempo que pase- susurré dulcemente.
Se separó de mí, con la mirada aún algo extraviada, sirviéndose otra copa para terminar la botella. Su sinceridad conmigo me había dejado una sensación extraña: dolorosa y dulce a la vez. Como si realmente así pudiera aliviar algo de la angustia que él sentía, compartiéndola conmigo. Y quién sabe por qué, pero me sentí realmente necesitada de ayudarle, de consolarle. No sabía si me gustaban esos sentimientos, o si se debían a su naturaleza sobrehumana, como alguna especie de hechizo.
Le miré con extrañeza mientras el champán caía en su copa, su tez marmórea y de un color pulido y marfileño relucía levemente a la luz de las velas, y sus ojos seguían teniendo aquel brillo, aquel resquicio del aspecto que una vez vi en ellos. Cuando volvió a mirarme, no hice nada por cambiar mi ceño fruncido, consciente de que a él le extrañaría. Pero acabé por apartar la mirada.
-Has oído hablar de los vampiros, Molly?- mis ojos se volvieron instintivamente a los suyos, como si hubiera adivinado mis pensamientos-. Son seres de la noche que viven de la sangre. Asesinos despiadados con poderes sobrenaturales capaces de matar a sus seres mas queridos.
No pude evitar entreabrir los labios, con sorpresa. ¿Lo sabría? No, no podía ser. Aparté la mirada, intentando recuperar algo de mi misma fuera de su hechizo. Finalmente, conseguí recomponerme y sonreír con mi usual picardía. Solté una risita divertida y cogí otra cereza del cuenco de la mesita de café, intentando parecer pensar mi respuesta.
-Algo he oído. Se rumorea que tienen un aspecto increíblemente atractivo, que vagan por los callejones en busca de sangre inocente, y se convierten en monstruos despiadados cuando tienen a sus víctimas entre las manos- mordí la cereza, manchándome nuevamente los labios-. Pero me temo que eso son solos rumores para diversión del populacho, no es propio de una señorita dada a otro tipo de entretenimientos creer en tales cuestiones, señor Xannado.
Mis ojos volvieron a los suyos, con una expresión divertida pero algo seria. Terminé de saborear la fruta y dejé el hueso en su sitio, recostándome nuevamente sobre el respaldo.
-Pero si le hablo desde mi opinión, caballero, no podría afirmar nada. En realidad, mi madre y mi padre siempre me han conducido al realismo, a la vida fuera de los sueños y las fantasías. Sin embargo, nunca han podido elegir lo que leo -sonreí con picardía y enrollé uno de mis rizos en el dedo, mirando distraída la forma en que se deshacía y volvía a ensortijarse-. Por lo que he podido indagar, no todas sus presas son igual de apetecibles, y no todos los vampiros son del mismo rango. Pero hay muchas versiones al respecto, y lo único que comparten es su sed por los humanos.
Le miré y me reí ante sus pupilas serias, pero en el fondo sentía una inmensa inquietud ante el recuerdo de aquel mismo día. Su deleite sobrenatural mientras aquel desgraciado iba quedando pálido y sin vida. Solté el mechón y me aparté el pelo a un lado, dejando mi cuello al descubierto ante Zirano, acariciándome la piel desnuda y blanquecina.
-¿Crees que yo podría ser víctima de algún vampiro en algunas de mis desventuras? - sonreí con cierta malicia, sin dejar de describir círculos bajo el lóbulo de mi oreja con mis finos dedos-. Y si es así, ¿serías capaz de salvarme de nuevo? ¿O caerías en sus garras de igual forma?
Solté una risita divertida.
-Quizá, lo mas seguro para mí sería dejar que me muerda un vampiro bondadoso, para evitar que sufriera todo tipo de secuestros y violaciones que últimamente parecen perseguirme- sonreí traviesa y deseché la idea con un gesto de la mano-. Pero, para mi desgracia, esas criaturas sólo residen en los cuentos. Nosotros...
Me acerqué nuevamente a su rostro, recorriendo con mi uña la línea de su mandíbula, sintiendo aquella energía que desprendía su piel.
-...solo somos simples mortales destinados a perecer. ¿O no es así, Zirano? -pregunté con voz seductora y los ojos entornados fijos en los suyos.
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Re: Misión incomoda (molly)
Cuando le digo aquello Molly me mira abriendo un poco la boca con sorpresa, y aparta su mirada con una sonrisa pícara, alarga su brazo para alcanzar una cereza de uno de los cuencos que hay sobre la mesa, intentando parecer distraída, pero yo se que disimula.
Molly me explica lo que ha escuchado sobre los vampiros, los describe como seres asesinos y despiadados, tal como yo le había dicho.
Muerde la cereza, manchándose el labio. Miro su boca, y muerdo mi labio inferior deseoso de ella. Sigue contándome que ella no cree en eso, pero yo no estoy del todo convencido de que me dice la verdad. Me mira a los ojos divertida, con un toque serio en su dulce rostro. Sonrío sin dejar de mirarla, mientras ella se recuesta bien en el sofá.
-Pero si le hablo desde mi opinión, caballero, no podría afirmar nada. En realidad, mi madre y mi padre siempre me han conducido al realismo, a la vida fuera de los sueños y las fantasías. Sin embargo, nunca han podido elegir lo que leo- Me dice con una sonrisa seductora, mientras que co su dedo índice comienza a jugar con uno de sus rizos, mirándolo distraída. –Por lo que he podido indagar, no todas sus presas son igual de apetecibles, y no todos los vampiros son del mismo rango. Pero hay muchas versiones al respecto, y lo único que comparten es su sed por los humanos.- La observo, serio sin gesticular nada con mi rostro, ella me mira y se ríe apartándose el pelo de su cuello y se acaricia con los dedos, haciendo que mi mirada se desvíe a su yugular. Escucho los latidos de su corazón, acompasados, ligeramente acelerados.
-¿Crees que yo podría ser victima de algún vampiro en alguna de mis desventuras?- Me dice Molly sonriendo con malicia, dibujando círculos en su cuello, bajo su oreja. Su piel suave, los latidos de su corazón, su exquisito olor, todo en ella me atrae y me muerdo el labio mirándola de nuevo a los ojos con seguridad en mi mismo y una sonrisa dulce y protectora en mis labios. –Y si es así, ¿serías capaz de salvarme de nuevo? ¿O caerías en sus garras de igual forma?- Ella se ríe divertida. –Quizá, lo mas seguro para mi seria dejar que me muerda un vampiro bondadoso, para evitar que sufriera todo tipo de secuestros y violaciones que últimamente parecen perseguirme.- Molly me sonríe pícara y niega con un gesto de su mano, la observo con deseo, y con la imagen dibujada en miente por sus palabras, Molly yo unidos para la eternidad. Pero no puedo condenarla a la inmortalidad… -Pero, para mi desgracia, esas criaturas sólo residen en los cuentos. Nosotros…- La dulce dama acerca su rostro al mío, y con su uña recorre mi mandíbula, yola observo con deseo y pasión. -…solo somos simples mortales destinados a perecer. ¿O no es así, Zirano?- Me dice mirándome seductora.
-Tal vez, pero la muerte es muy efímera querida Molly.- Le digo con una sonrisa divertida. –La literatura engaña bastante en cuanto a los vampiros. En lo único que no se equivocan es que beben sangre.- Digo sin dejar de mirarla a los ojos, su expresión me gusta y me hace sonreír. –Pero si que es verdad que muchos son asesinos sanguinarios, pero hay otros que prefieren vivir como un humano más.- Le miro con media sonrisa, observando su reacción, sabiendo que con ello afirmo la existencia de mi especie.
-Y Molly querida, siempre voy a protegerte. No importa quien se ponga en mi camino, jamás dejare que dañen ni un solo pelo de tu hermoso cabello my lady.- Le digo alargando mi mano para acariciar su rostro y dejar que su cabello pase por entremedio de mis dedos. –Querida Molly, ¿Qué dirías si te dijera que yo soy vampiro?- Le digo con un susurro suave y solo audible por ella. No se como va a reaccionar, pero si va a huir de mi, prefiero que sea ahora. Mi mente comienza a imaginarse junto a Molly, como pareja, como marido y mujer… Pero no, no puedo volver a matar a mi ser mas querido. Per cuando dice lo de ser como yo, me gusta la idea. –La eternidad no es tan buena como la pintan.- Le digo con tono normal, siempre con media sonrisa, pero mirada seria y sin dejar de mirar sus hermosos ojos.
Molly me explica lo que ha escuchado sobre los vampiros, los describe como seres asesinos y despiadados, tal como yo le había dicho.
Muerde la cereza, manchándose el labio. Miro su boca, y muerdo mi labio inferior deseoso de ella. Sigue contándome que ella no cree en eso, pero yo no estoy del todo convencido de que me dice la verdad. Me mira a los ojos divertida, con un toque serio en su dulce rostro. Sonrío sin dejar de mirarla, mientras ella se recuesta bien en el sofá.
-Pero si le hablo desde mi opinión, caballero, no podría afirmar nada. En realidad, mi madre y mi padre siempre me han conducido al realismo, a la vida fuera de los sueños y las fantasías. Sin embargo, nunca han podido elegir lo que leo- Me dice con una sonrisa seductora, mientras que co su dedo índice comienza a jugar con uno de sus rizos, mirándolo distraída. –Por lo que he podido indagar, no todas sus presas son igual de apetecibles, y no todos los vampiros son del mismo rango. Pero hay muchas versiones al respecto, y lo único que comparten es su sed por los humanos.- La observo, serio sin gesticular nada con mi rostro, ella me mira y se ríe apartándose el pelo de su cuello y se acaricia con los dedos, haciendo que mi mirada se desvíe a su yugular. Escucho los latidos de su corazón, acompasados, ligeramente acelerados.
-¿Crees que yo podría ser victima de algún vampiro en alguna de mis desventuras?- Me dice Molly sonriendo con malicia, dibujando círculos en su cuello, bajo su oreja. Su piel suave, los latidos de su corazón, su exquisito olor, todo en ella me atrae y me muerdo el labio mirándola de nuevo a los ojos con seguridad en mi mismo y una sonrisa dulce y protectora en mis labios. –Y si es así, ¿serías capaz de salvarme de nuevo? ¿O caerías en sus garras de igual forma?- Ella se ríe divertida. –Quizá, lo mas seguro para mi seria dejar que me muerda un vampiro bondadoso, para evitar que sufriera todo tipo de secuestros y violaciones que últimamente parecen perseguirme.- Molly me sonríe pícara y niega con un gesto de su mano, la observo con deseo, y con la imagen dibujada en miente por sus palabras, Molly yo unidos para la eternidad. Pero no puedo condenarla a la inmortalidad… -Pero, para mi desgracia, esas criaturas sólo residen en los cuentos. Nosotros…- La dulce dama acerca su rostro al mío, y con su uña recorre mi mandíbula, yola observo con deseo y pasión. -…solo somos simples mortales destinados a perecer. ¿O no es así, Zirano?- Me dice mirándome seductora.
-Tal vez, pero la muerte es muy efímera querida Molly.- Le digo con una sonrisa divertida. –La literatura engaña bastante en cuanto a los vampiros. En lo único que no se equivocan es que beben sangre.- Digo sin dejar de mirarla a los ojos, su expresión me gusta y me hace sonreír. –Pero si que es verdad que muchos son asesinos sanguinarios, pero hay otros que prefieren vivir como un humano más.- Le miro con media sonrisa, observando su reacción, sabiendo que con ello afirmo la existencia de mi especie.
-Y Molly querida, siempre voy a protegerte. No importa quien se ponga en mi camino, jamás dejare que dañen ni un solo pelo de tu hermoso cabello my lady.- Le digo alargando mi mano para acariciar su rostro y dejar que su cabello pase por entremedio de mis dedos. –Querida Molly, ¿Qué dirías si te dijera que yo soy vampiro?- Le digo con un susurro suave y solo audible por ella. No se como va a reaccionar, pero si va a huir de mi, prefiero que sea ahora. Mi mente comienza a imaginarse junto a Molly, como pareja, como marido y mujer… Pero no, no puedo volver a matar a mi ser mas querido. Per cuando dice lo de ser como yo, me gusta la idea. –La eternidad no es tan buena como la pintan.- Le digo con tono normal, siempre con media sonrisa, pero mirada seria y sin dejar de mirar sus hermosos ojos.
Zirano Xanaddo- Vampiro Clase Media
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Re: Misión incomoda (molly)
-Tal vez, pero la muerte es muy efímera querida Molly.-su sonrisa divertida me iluminó nuevamente, a pocos centímetros de mí–. La literatura engaña bastante en cuanto a los vampiros. En lo único que no se equivocan es que beben sangre.- No pude evitar mostrar algo de la inquietud que me invadía en mis pupilas, aún con aquella expresión juguetona –. Pero es verdad que muchos son asesinos sanguinarios, pero hay otros que prefieren vivir como un humano más.
Aquella frase confirmó lo que yo ya sospechaba. Lo sabía. Debió de haberme sentido cuando le observaba en aquel callejón. Si no, ¿cómo se atrevía a acercarse tanto a una realidad que podría haberme hecho huir de él? No tenía sentido. A menos que su intención fuera asustarme... o cumplir mi deseo de saber la verdad.
Sus palabras protectoras me hicieron sonreír, a pesar de la tensión que me agarrotaba las piernas en aquel momento. No podía dudar de aquella promesa, él me había salvado sin dudar ni un sólo segundo, sin aprovecharse de ello, y tampoco había intentado convertirme en su próxima presa. Incluso su piel me tranquilizaba, su contacto suave y helado, pero que desprendía aquella energía tan agradable y cálida...
Sus dedos recorrieron mi rostro y juguetearon con mi cabellera, y nuevamente el rubor ascendió tímidamente a mis mejillas, con sus ojos de un intenso azul clavados en mis iris.
–Querida Molly, ¿Qué dirías si te dijera que yo soy vampiro?
No pude fingir otra vez, no lo conseguí. Fue demasiado directo, demasiado sincero a pesar de la picardía que infundía la expresión de su rostro. Mis ojos abandonaron todo rastro de juego o diversión, pasando al nerviosismo y el asombro.
¿Lo decía en serio? ¿O sólo buscaba bromear un poco para alejar el tema de la verdad que guardaba? La palabra en sus labios sonaba aún más extraña, un vampiro... Un hombre tan serio, tan humano, tan caballero.... un vampiro. Una "bestia" que sobrevive a partir de las muertes de otras personas. Lo más lógico hubiera sido cambiar de tema, o simplemente buscar alguna excusa para marcharme en aquel momento.
Pero lo cierto era, que por muy escalofriante o peligroso que pudiera ser aquella afirmación, no estaba asustada, no iba a huir. Aquel contacto entre su piel marmórea y mi cálida y vulnerable tez me infundía miles de sensaciones, pero ninguna era miedo. No, no tenía miedo a Zirano, a pesar de su naturaleza sobrehumana. Y no, no podría olvidarme de él, por mucho que me alejara o el tiempo que pasara, siempre acudiría a mis pensamientos, ya fuera por curiosidad o por el recuerdo de aquellos sentimientos.
Además, él me había dado la clave, la clave de lo que más necesitaba en aquellos momentos, lo que más anhelaba mi corazón atrapado bajo las doctrinas de la alta sociedad.
–La eternidad no es tan buena como la pintan - nuevamente parecía haber adivinado mis pensamientos.
Solté una risita, descargando toda la inquietud que me embargaba.
-Me temo que no estoy de acuerdo, caballero, pues yo no tendría ningún problema. En realidad, creo que el hecho de saber que la muerte no te espera, que no envejecerás y que el tiempo es infinito no está nada mal, señor Xannado -sonreí divertida, recorriendo nuevamente su garganta con la punta de los dedos, pero mi mirada se tornó algo seria nuevamente-. A menos que, por supuesto, haya un pasado que nos impida avanzar.
Es cierto, Zirano ocultaba muchas cosas, a pesar de que él aparentaba haber llevado una vida simple y aburrida. Su expresión y su forma de cambiar de tema cuando se mencionaba algo sobre su pasado dejaba a las claras que no podía ser nada bueno. Pero también era palpable el dolor de aquellos recuerdos, y la forma en que contrajo su rostro ante éstos sólo me hacía sentirme egoísta. No, él no era una "bestia". Él era el joven que me deslumbró desde aquella primera mirada, el que me salvó de las fauces de un desgraciado dos veces, y el que me hacía sentir segura y... libre.
Me estiré para poder besar su mejilla con delicadeza, transmitiéndole comprensión, y todo aquello que no había salido de mis labios. Me aparté un poco y me acerqué a su oído para poder susurrarle.
-En realidad, Zirano, sé lo que eres. Yo... te vi en aquel callejón - volví a erguirme, y sonreí para suavizar la tensión que denotaban sus ojos -. Pero... tengo algo que decirte, y no se si te gustará o no.
Me volví a fundir con su mirada antes de proseguir, disfrutando de su esencia, de sus pupilas calmantes, de la calidez que emanaba todo su cuerpo, de la forma en que aceleraba mi corazón, de aquella pasión que sólo él suscitaba en mi ser... Acaricié su mejilla, huyendo de su hechizo para poder contemplar sus labios, su mandíbula y nuevamente sus iris de cielo.
Un vampiro, de arriba a abajo. Seductor y misterioso. Amable y caballero. Reservado y divertido. Un completo caos para crear al ser más perfecto. Por fin, decidí terminar mi frase, descansando la palma de mi mano en su duro pecho, el cual estaba frío a través de la ropa.
-No voy a huir de ti, Zirano -le miré intensa y fijamente, esperando su reacción-. No sería capaz, aunque lo intentara.
Aquella frase confirmó lo que yo ya sospechaba. Lo sabía. Debió de haberme sentido cuando le observaba en aquel callejón. Si no, ¿cómo se atrevía a acercarse tanto a una realidad que podría haberme hecho huir de él? No tenía sentido. A menos que su intención fuera asustarme... o cumplir mi deseo de saber la verdad.
Sus palabras protectoras me hicieron sonreír, a pesar de la tensión que me agarrotaba las piernas en aquel momento. No podía dudar de aquella promesa, él me había salvado sin dudar ni un sólo segundo, sin aprovecharse de ello, y tampoco había intentado convertirme en su próxima presa. Incluso su piel me tranquilizaba, su contacto suave y helado, pero que desprendía aquella energía tan agradable y cálida...
Sus dedos recorrieron mi rostro y juguetearon con mi cabellera, y nuevamente el rubor ascendió tímidamente a mis mejillas, con sus ojos de un intenso azul clavados en mis iris.
–Querida Molly, ¿Qué dirías si te dijera que yo soy vampiro?
No pude fingir otra vez, no lo conseguí. Fue demasiado directo, demasiado sincero a pesar de la picardía que infundía la expresión de su rostro. Mis ojos abandonaron todo rastro de juego o diversión, pasando al nerviosismo y el asombro.
¿Lo decía en serio? ¿O sólo buscaba bromear un poco para alejar el tema de la verdad que guardaba? La palabra en sus labios sonaba aún más extraña, un vampiro... Un hombre tan serio, tan humano, tan caballero.... un vampiro. Una "bestia" que sobrevive a partir de las muertes de otras personas. Lo más lógico hubiera sido cambiar de tema, o simplemente buscar alguna excusa para marcharme en aquel momento.
Pero lo cierto era, que por muy escalofriante o peligroso que pudiera ser aquella afirmación, no estaba asustada, no iba a huir. Aquel contacto entre su piel marmórea y mi cálida y vulnerable tez me infundía miles de sensaciones, pero ninguna era miedo. No, no tenía miedo a Zirano, a pesar de su naturaleza sobrehumana. Y no, no podría olvidarme de él, por mucho que me alejara o el tiempo que pasara, siempre acudiría a mis pensamientos, ya fuera por curiosidad o por el recuerdo de aquellos sentimientos.
Además, él me había dado la clave, la clave de lo que más necesitaba en aquellos momentos, lo que más anhelaba mi corazón atrapado bajo las doctrinas de la alta sociedad.
–La eternidad no es tan buena como la pintan - nuevamente parecía haber adivinado mis pensamientos.
Solté una risita, descargando toda la inquietud que me embargaba.
-Me temo que no estoy de acuerdo, caballero, pues yo no tendría ningún problema. En realidad, creo que el hecho de saber que la muerte no te espera, que no envejecerás y que el tiempo es infinito no está nada mal, señor Xannado -sonreí divertida, recorriendo nuevamente su garganta con la punta de los dedos, pero mi mirada se tornó algo seria nuevamente-. A menos que, por supuesto, haya un pasado que nos impida avanzar.
Es cierto, Zirano ocultaba muchas cosas, a pesar de que él aparentaba haber llevado una vida simple y aburrida. Su expresión y su forma de cambiar de tema cuando se mencionaba algo sobre su pasado dejaba a las claras que no podía ser nada bueno. Pero también era palpable el dolor de aquellos recuerdos, y la forma en que contrajo su rostro ante éstos sólo me hacía sentirme egoísta. No, él no era una "bestia". Él era el joven que me deslumbró desde aquella primera mirada, el que me salvó de las fauces de un desgraciado dos veces, y el que me hacía sentir segura y... libre.
Me estiré para poder besar su mejilla con delicadeza, transmitiéndole comprensión, y todo aquello que no había salido de mis labios. Me aparté un poco y me acerqué a su oído para poder susurrarle.
-En realidad, Zirano, sé lo que eres. Yo... te vi en aquel callejón - volví a erguirme, y sonreí para suavizar la tensión que denotaban sus ojos -. Pero... tengo algo que decirte, y no se si te gustará o no.
Me volví a fundir con su mirada antes de proseguir, disfrutando de su esencia, de sus pupilas calmantes, de la calidez que emanaba todo su cuerpo, de la forma en que aceleraba mi corazón, de aquella pasión que sólo él suscitaba en mi ser... Acaricié su mejilla, huyendo de su hechizo para poder contemplar sus labios, su mandíbula y nuevamente sus iris de cielo.
Un vampiro, de arriba a abajo. Seductor y misterioso. Amable y caballero. Reservado y divertido. Un completo caos para crear al ser más perfecto. Por fin, decidí terminar mi frase, descansando la palma de mi mano en su duro pecho, el cual estaba frío a través de la ropa.
-No voy a huir de ti, Zirano -le miré intensa y fijamente, esperando su reacción-. No sería capaz, aunque lo intentara.
Molly Winslet- Vampiro Clase Alta
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