Cascabeles de carnaval (Anuar)

por **Dana Luminita** Jue Feb 02, 2012 1:24 pm

Siguiendo los pasos, siguiendo la noche que se mira en un cristal opaco de una soledad que me sigue, así es la no vida, los condenados se absuelven en sus propios pecados, y pecado sobre pecado solo se firma un contrato hacia el infierno. No se busca la nostalgia de verdad, siempre se camina mirando de frente y sin importar que se lleve uno entre sus pasos. Suena el bastón de ébano sobre las baldosas. Suenan mis pasos en aquellas callejuelas. Mi aspecto de joven catrín es mi peculiar apariencia, el traje de arlequín descansa, porque me cansa que me miren en las calles, los colores, los collares, solo me visto así cuando mi padre me lo pide, pero ahora, en las calles me gusta actuar con esta apariencia, los voluptuosos vestidos dan picazón, prefiero este traje, mi sombrero y mi bastón.

Tengo dos sombras que me siguen como una maldición, dos gigantes que guardan mis espaldas, que vienen caminando a pasos de escolta, dos gigantes de más de dos metros, corpulentos y yo, un arlequín de un escaso un metro sesenta que camina con un bastón como si en la calle no pasara nada. Un maquillaje mal hecho cubre mi rostro, solo porque no me gusta que me vean, porque oculto la identidad de la que vivió en este cuerpo.

El invierno deja vestigios en mi piel inmortal, avisa que pronto una tormenta de nieve cubrirá todo. Un sonido hace que me detenga y las torres a mis espaldas se detienen, uno de ellos me toca el hombro y con la cabeza de conejo de la empuñadura de mi bastón le toco la mano para que me suelte y solo siento un efluvio, el cual me indica de donde proviene ese aroma, un aroma peculiar que conozco, un dulce aroma a miel del desierto. Mis ojos de azul claro pasan a azul intenso casi a negro. Sigilosa me adelanto entre aquellas sombras, junto los guardias hasta detenerme en un punto donde aquella negrura es más mi aliada, un manto translucido que puede jugar entre la realidad y la fantasía.
-¿Que puede llenar su vasija vacía? –mi voz suena melodiosa entre las sombras donde no llegan los últimos reflejos de las farolas. Oculta entre las sombras lo observo como un depredador, es igual, no tiene ni una arruga en el cabello y esos ojos aun son como los sueños de un Orisha. Tal vez se delinee mi silueta, un pequeño joven con sombrero de copa un poco encorvado, con dos sombras a sus espaldas. La música se escucha a lo lejos, esa música de los carnavales y una sonrisa se llena de malicia al mirarle en aquellas calles contiguas a donde se encuentran los cascabeleos de la feria.

por **Anuar Dutuescu** Sáb Feb 04, 2012 10:29 am

Si alguna vez se sintió solo ahora las voces de la soledad no dejaban de resonar en su cabeza, como un extraño tintineo que a susurros se adentraba en su cabeza, dominaba sus pensamientos y le guiaba en su actuar. Celosa era su compañía, austeras sus palabras y fatal su presencia prolongada. Como lo había descubierto él, el pasado retornaba con presuroso andar cuando nadie más se encontraba en su presencia, aun en las calles parisianas rodeado de bullicio y personas no encontraba más compañía que solo en su habitación. Porque el ruido del exterior no lograba acallar las voces de su interior.

Había terminado de una manera u otra dando vueltas por la ciudad. Sumido en los pensamientos que intentaba acallar con aquel fervor latiente de quien ansia algo más. Una voz conocida, un rostro amigo y a ser posible un rostro olvidado ya. Que si el tiempo se encargaba de curar un siglo debería pasar para hacerlo a él olvidar, olvidarlo jamás, recordarlo sin dolor ni aflicción, no recordarlo, no mencionarlo, no permitirle la existencia dentro de él, no en sus pensamientos, no en sus labios, no en el anhelo de lo que fue.

La voz que emergió a sus espaldas le obligo a detenerse y girar en derredor, casi sorprendido de las siluetas que difusas se alzaban frente a él “¿Que puede llenar su vasija vacía?” –Compañía- emergió de sus labios con suavidad, como un susurro que el viento se encargo de arrastrar por el sucio suelo de la ciudad. Se mantuvo estático en su lugar, erguido cuan alto era y con aquel rostro casi hastiado intentando descifrar la procedencia de dichas siluetas. Más curioso de la pequeña que al centro se alzaba que los colosos que a sus espaldas aguardaban.

-¿He de conocerle de antes?- porque en sus palabras podía saborear el regreso de alguien, alguien conocido, alguien amigo o quizás alguien que era mejor no volver a ver. Extendió con disimulo su rostro al frente para intentar así vislumbrar mejor lo que como manto la obscuridad se encargaba de cubrir, impidiéndole saber quién era aquel con el que hablaba ¿El? No, una voz demasiado tersa y melosa para pertenecer a hombre o niño, una voz que solo podía habitar en las entrañas de una mujer.

Y no se atrevió a pronunciar nombre por miedo a errar.

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