Noche de romance: el eterno resplandor de una bella alma taciturna [Pierine Sbrolline]

"Brillando, en una noche en que las estrellas no pueden ser vistas
Una imagen de ti me viene a la mente, y se desvanece

Desapareció, fugazmente y en secreto
Ahora, después de tanto, probablemente no tengas nada por lo que estar triste más
Sobre las rocas, bebiéndomelo todo de un solo trago
Vamos a olvidar, cantando una canción de Billy Joel
Oh, soledad, todavía estoy sin nadie
Como si mis heridas no hubieran cicatrizado
Quizás vuelva, con nada salvo esas cosas que aún duelen...

Brillando… Tu rostro solo está brillando…"


Una noche de tantas en mis andanzas por la vida, llegué a parar al puerto de la ciudad, donde me encontré con que el próximo barco en partir tenía en su interior lo que parecía ser una fiesta.
No tenía la menor idea de la razón de dicha celebración, pues no estaba enterado ni me interesaba mucho saber ni el presente ni el futuro de esta ciudad, ya que muy poco había vivido como para recordarla como un mundo de maravillas.

Un poco aburrido, decidí echarle un vistazo más de cerca al espectáculo, y de pronto me encontré con una tarjeta de invitación entre las manos, entregada por un hombre trajeado de gala, quien al parecer recibía a quienes irían de viaje, les recogía sus boletos y les entregaba la invitación.
Me pregunté como era posible que yo cupiera ahí, siendo que ni siquiera tenía boleto de viaje, pero al parecer él invitaba incluso a quienes se acercaran, ya que por lo visto la lista de los pasajeros era muy poca y deseaban reemplazar a los que posiblemente no asistirían.

Habiendo tomado entonces mi invitación y habiendo entrado al barco, pude sentir lo que por primera vez era todo un espectáculo nocturno en su máximo esplendor. Era un principiante en esto de los viajes en barco, pues nunca había salido de la ciudad ya que mi vida estaba todo el tiempo con mi madre. Así que entonces le eché un vistazo a todo mi alrededor, y comencé a caminar entre toda la gente, encontrandome de vez en cuando con unos cuantos camareros que me ofrecían botanas y bebidas refinadas.
Y en una de esas, con una copa de martini entre mis manos, la gente se abrió paso y me permitió divisar más allá de la salida que daba hacia la cubierta de dicho barco.
Ahí mis ojos encontraron a una hermosa mujer que tenía la mirada perdida entre el cielo y el mar, mostrando una extraña tristeza y ausencia en sus facciones.

Con suma tranquilidad, y sin preocupación alguna, dejé la copa en una de las mesas que ahí había, después caminé hacia donde ella se situaba y con una dulce sonrisa me acerqué a su lado, hice una elegante reverencia y le ofrecí mi mano en señal de saludo.

-¿Por qué una joven tan hermosa como tu se encuentra tan sola por aquí?

Su tono de voz y la manera en la que bailaban las palabras en sus labios me daban a entender que provenía de un mundo muy fino y lleno de elegancia. Justo como la que tenía con el increible porte que ese blanco vestido le daba.

-¡Oh, perdonad mi repentina intrusión a su cálido mundo de fantasía, señorita!-con una reverencia de disculpa y una sonrisa de complicidad a la suya, me acomodé y observé un buen rato el mar que frente a nosotros había esa noche-vos acertais con respecto a mi acento, puesto que no pertenezco a estos sitios. Más bien os diría que mi familia se asentó aquí cuando yo era muy pequeño, por lo que mi acento permaneció intacto debido a mis costumbres.
¿Y vos de donde sois?, por la altivés en vuestro porte imagino que provenis de una familia de clase alta, ¿o me equivoco?-dejé que contestara a su tiempo, por lo que de vez en cuando la miraba de reojo, sin dejar de admirar la tranquilidad del paisaje.

Al parecer era la primera vez que encontraba en una mujer un semblante que irradiaba absoluta belleza. Como si se tratase de un ángel. Claro que aquí para mi el único ángel siempre sería mi adorada madre, puesto que su peculiar aura no se comparaba con la de ninguna de las hermosas mujeres que conocía desde su partida al otro mundo.

Quise imaginar que el ambiente dentro de este barco sería aburrido por instantes, pero con su sola presencia parecía animarlo aún más, eso debido a que la mayoría de los hombres que estaban presentes parecían estarse "muriendo" por que ella les regalara un poco de su tiempo.
También quise pensar que esa noche había encontrado a una muy singular compañera y amiga, a la que tal ves le dedicaría más adelante, con el permiso del capitán y el responsable de la organización de este baile nocturno, una canción que describiera un poco su misteriosa aura.

Una hermosa jovencita de azulados ojos de la tonalidad del mar de esa noche, mostrando su angelical belleza con un vestido blanco como la luz de la bella luna. Y una sonrisa que parecía congelar e hipnotizar a más de uno; con la diferencia de que este cambiante ser anhelaba contrastar y esconder de igual manera la extrañez de aura que tenía.

¿Acaso podríamos llegar a ser parecidos aunque fuera un poco?

Mi corazón era un amante solitario de la belleza de una mujer carente ya de existencia fisica, congelado por su eterna ausencia, y añoraba sentir una vez más el calor de alguien que llenara sus expectativas si fuera posible más intensamente que aquél bello ángel.
A ella apenas la conocía y ya presentía que detrás de esa orgullosa mirada tal ves ocultaba la más pura y frágil sensibilidad que una mujer posee. Y tal ves un temor que anidaba en su corazón desde su infancia.

Yo no era un héroe, o al menos no me consideraba así, pero cada vez que veía a una mujer tan herida a tal grado de esconder sus emociones, estaba mas que dispuesto a abrirles el corazón y revivirles la alegría de vivir. En mí sin duda podrían encontrar siempre un confidente...¡y quien sabe, tal ves con el tiempo un amante también!

Dueño de muchas y de ninguna a la vez, tan solo servía para verlas sonreír...eso me mantenía a salvo de mi oscura y alterna figura, la dueña de mis más grandes tristezas: mi otro YO.

Tal ves eso me hacía un mujeriego o casanova ante los ojos de la sociedad, pero a ninguna mujer me atrevería a lastimar, cuando de quien me enamoré, a pesar de mi bisexualidad, era una muy bella mujer. Y no me las llevaba a todas a la cama...solo a aquella que lograra despertar en mi lo más profundo de mi ser. Hasta ahorita no había nadie capaz de ello, así que no se me tenía porque considerar un mujeriego, siendo que solo las ayudaba a sonreír, o eso intentaba, con mis simples palabras.