AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El resplandor de la noche [Eleazar]
2 participantes
Página 1 de 1.
El resplandor de la noche [Eleazar]
“A veces pienso
que es algo anormal.
Es horrible este peso
soy creadora de mi mal…”
Recitaba la vampira en voz baja, unos sonetos propios con los que una vez se identificó, unos sonetos que habían sido creados en un momento en el que su vida pareció tornarse del revés, oscura y peligrosa hasta hacerse a la idea de que ese era su destino. Recordaba de vez en cuando una época pasada, haciendo de su vida lo que más se le antojara huyendo de responsabilidades protocolares y títulos que se le hacían ajenos aunque fueran suyos. Su madre, una respetadísima dama de clase alta, su padre… Un misterio. Aún se encontraba en su búsqueda y captura como si de un presidiario se tratara, mas ¿qué hacer cuando no se tienen más datos de un hombre que su nombre y su apellido que es el de una servidora también? Tirar de contactos, informaciones y sobornos hasta dar con una pista clara. Al fin tenía su ubicación exacta, se encontraba en el Imperio Romano Germánico al que pronto debería partir, pero antes disfrutaría de unos días de asueto por París. Se rumoreaba que un importante acontecimiento se estaba dando y llevaría varios días incluso meses por lo que podía darse un descanso entre viaje y viaje para relajarse.
Aquella noche, por misterios del destino, el Karma o su caballo mismamente, había galopado hasta la laguna. Le apetecía disfrutar del ambiente húmedo que allí reinaba en noches tan calurosas como aquella. No era amante del calor extremo y con suerte, lograría disfrutar de un baño a solas acompañada únicamente por los inquilinos de aquellas aguas. Desmontó de su pura sangre negro, un caballo que había adquirido recientemente en Rumanía en su último viaje a través de los Balcanes y lo ató a uno de los árboles que rodeaban aquel paraje. El animal estaba calmado, entretenido observando a su alrededor pero no se podía decir lo mismo de la vampira, siempre alerta a su alrededor aunque su apariencia juvenil la hacía ver siempre como una mujer delicada y débil aunque en realidad era más peligrosa que una víbora.
Caminó hasta la orilla misma de las aguas, observándolas absorta en sus pensamientos muy alejados de allí, imaginando como sería él, su forma de hablar, actuar, apariencia, pensamientos, todo. Por lo pronto siempre le habían dicho que no era muy diferente a ella en esos aspectos aunque Apollymi no lo creía posible. ¿Cómo ser igual a una persona a la que ni siquiera había conocido al nacer? Un hombre que no sabía de su existencia y que sin duda sorprendería con su aparición… No, definitivamente no podían parecerse tanto como decían. Delicadamente, se descalzó con movimientos arremangándose los bordes de la falda de su vestido azul turquesa, un azul muy suave que dependiendo de la luz podía llegar a confundirse con blanquecino dándole un aspecto aún más de muñeca de porcelana que con un suave toque podía quebrarse, y extendió uno de sus finos pies jugueteando con la superficie de aquel líquido que, a pesar de las altas temperaturas, mantenía una temperatura más bien fresca y muy agradable. A sus espaldas, sus instintos la alertaban de una presencia la cual, gracias a la brisa podía disfrutar del dulce olor de su sangre advirtiendo que se trataba de algún humano extraviado. "Bon appétit" Pensó para sí misma viendo de reojo al caballero parado tras ella.
- Extraño encontrar a alguien solo y perdido a estas alturas de la noche... ¿Qué le hace estar ahí parado caballero?
Su voz sonó alta y clara, carente de alguna emoción aún de espaldas quien quiera que hubiera llegado. No se movió ni giró, no le interesaba de momento, nada más terminó de apoyar el pie en el agua dejando que se hundiera hasta los tobillos haciendo lo propio con el otro pie y, alzando la cabeza hacia atrás, permitió que una agradable brisa que parecía haberse escapado atendiendo a sus deseos de un poco de frescor, peinara sus largos cabellos rubios sueltos en un medio recogido danzando libremente por sus hombros y espalda, mientras su mirada acristalada se perdía en el esplendor de un cielo estrellado rompiéndose aquel silencio solo con la adecuada e interesante respuesta de su acompañante.
que es algo anormal.
Es horrible este peso
soy creadora de mi mal…”
“…Deseo que llegue el día
en que mire mi reflejo.
Y ver en mí la estrella
que traiga brillo a mis ojos negros.”
en que mire mi reflejo.
Y ver en mí la estrella
que traiga brillo a mis ojos negros.”
Recitaba la vampira en voz baja, unos sonetos propios con los que una vez se identificó, unos sonetos que habían sido creados en un momento en el que su vida pareció tornarse del revés, oscura y peligrosa hasta hacerse a la idea de que ese era su destino. Recordaba de vez en cuando una época pasada, haciendo de su vida lo que más se le antojara huyendo de responsabilidades protocolares y títulos que se le hacían ajenos aunque fueran suyos. Su madre, una respetadísima dama de clase alta, su padre… Un misterio. Aún se encontraba en su búsqueda y captura como si de un presidiario se tratara, mas ¿qué hacer cuando no se tienen más datos de un hombre que su nombre y su apellido que es el de una servidora también? Tirar de contactos, informaciones y sobornos hasta dar con una pista clara. Al fin tenía su ubicación exacta, se encontraba en el Imperio Romano Germánico al que pronto debería partir, pero antes disfrutaría de unos días de asueto por París. Se rumoreaba que un importante acontecimiento se estaba dando y llevaría varios días incluso meses por lo que podía darse un descanso entre viaje y viaje para relajarse.
Aquella noche, por misterios del destino, el Karma o su caballo mismamente, había galopado hasta la laguna. Le apetecía disfrutar del ambiente húmedo que allí reinaba en noches tan calurosas como aquella. No era amante del calor extremo y con suerte, lograría disfrutar de un baño a solas acompañada únicamente por los inquilinos de aquellas aguas. Desmontó de su pura sangre negro, un caballo que había adquirido recientemente en Rumanía en su último viaje a través de los Balcanes y lo ató a uno de los árboles que rodeaban aquel paraje. El animal estaba calmado, entretenido observando a su alrededor pero no se podía decir lo mismo de la vampira, siempre alerta a su alrededor aunque su apariencia juvenil la hacía ver siempre como una mujer delicada y débil aunque en realidad era más peligrosa que una víbora.
Caminó hasta la orilla misma de las aguas, observándolas absorta en sus pensamientos muy alejados de allí, imaginando como sería él, su forma de hablar, actuar, apariencia, pensamientos, todo. Por lo pronto siempre le habían dicho que no era muy diferente a ella en esos aspectos aunque Apollymi no lo creía posible. ¿Cómo ser igual a una persona a la que ni siquiera había conocido al nacer? Un hombre que no sabía de su existencia y que sin duda sorprendería con su aparición… No, definitivamente no podían parecerse tanto como decían. Delicadamente, se descalzó con movimientos arremangándose los bordes de la falda de su vestido azul turquesa, un azul muy suave que dependiendo de la luz podía llegar a confundirse con blanquecino dándole un aspecto aún más de muñeca de porcelana que con un suave toque podía quebrarse, y extendió uno de sus finos pies jugueteando con la superficie de aquel líquido que, a pesar de las altas temperaturas, mantenía una temperatura más bien fresca y muy agradable. A sus espaldas, sus instintos la alertaban de una presencia la cual, gracias a la brisa podía disfrutar del dulce olor de su sangre advirtiendo que se trataba de algún humano extraviado. "Bon appétit" Pensó para sí misma viendo de reojo al caballero parado tras ella.
- Extraño encontrar a alguien solo y perdido a estas alturas de la noche... ¿Qué le hace estar ahí parado caballero?
Su voz sonó alta y clara, carente de alguna emoción aún de espaldas quien quiera que hubiera llegado. No se movió ni giró, no le interesaba de momento, nada más terminó de apoyar el pie en el agua dejando que se hundiera hasta los tobillos haciendo lo propio con el otro pie y, alzando la cabeza hacia atrás, permitió que una agradable brisa que parecía haberse escapado atendiendo a sus deseos de un poco de frescor, peinara sus largos cabellos rubios sueltos en un medio recogido danzando libremente por sus hombros y espalda, mientras su mirada acristalada se perdía en el esplendor de un cielo estrellado rompiéndose aquel silencio solo con la adecuada e interesante respuesta de su acompañante.
Apollymi Parthenopaeus- Vampiro/Realeza
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Re: El resplandor de la noche [Eleazar]
-“¡Paris! La ciudad que nunca duerme -“ pensó el joven Eleazar mientras caminaba sin rumbo por calles de la ciudad- -“ciudad perfecta para aquellas criaturas hijas de la oscuridad”.- Meditó, analizando cada recoveco con minuciosidad.
Se trataba de un hombre de porte severo y recatado, por donde se le mirase se notaba su estirpe y clase. Eleazar Alerdi era un hombre atractivo, y se sabía tal, pero a él no le interesaban las mundanidades de la vida material, aun así se había encargado de crear entorno a él aquella apariencia. La apariencia de un hombre de negocios, lleno de lujos y placeres materiales. Pero aquello no era más que eso, una apariencia, una ilusión que ocultaba uno de sus más profundo secreto, su identidad y profesión ocultas; Eleazar Alerdi, era un experto cazador de criaturas oscuras, que día tras día alimentaba su sed de venganza.
Pertenecía a una de las familias cazadoras más antiguas de toda Europa y la más prestigiada, su verdadera vida era la cacería, pero desde aquel nefasto incidente, su pasión por la caza se alimentaba del odio y la sed de venganza, contra todos aquellos malignos seres… pero sobre todo contra él, el asesino de su esposa. Todo se remontaba a un par de años atrás, cuando presencio la traición de su esposa en manos de un hombre, más bien de un vampiro, Parthenopaeus, ese era su nombre y había jurado vengarse de él y de su mujer.
Ya conocía su ubicación, aun cuando había fallado en su primer intento, ya tenía todo planeado, le pagaría con misma moneda, primero su mujer y luego él. Solo necesitaba esperar el momento correcto, el que pronto llegaría con, las festividades del imperio. Pues bien decían que la venganza es un plato que se sirve frío.
Por el momento, su mente y sus esfuerzos estaban en Paris, y en la desinfección de aquella ciudad. Por lo mismo, recorrer la ciudad de noche se había vuelto su pasatiempo preferido, descubriendo sus callejones, planificando nuevas estrategias y por supuesto, matando a unas cuantas criaturas oscuras. Fue así como llego a la laguna, donde se apoyo en un florido árbol de naranjas y comenzó a fumar dejando su mente divagar.
Fue una delicada voz femenina la que lo saco de sus pensamientos y lo regreso a la realidad, tan melodiosa como la brisa, pero tan inexpresiva como una tumba. Alzo el rostro al tiempo que llevaba su mano al cinto, donde guardaba su arma, preparándose para una no planeada cacería. Pero lo que vio lo dejo impávido, en la orilla del lago, como una visión de antaño, una hermosa joven de largos y rubios cabellos, de porte elegante y un dejo de arrogancia… un belleza que el cazador no dejo de apreciar.
[colo=skyblue]-Rachèle-[/color]susurro para sus adentros, dejando caer el cigarrillo por la sorpresa. Aquella vampiresa, tan parecida a ella, era como ver a su difunta esposa… Solo con una diferencia, la mujer frente a él era aterradoramente más hermosa.
Con gesto cansado y abrumado, paso su mano libre por el rostro, intentando borrar recuerdo de ella, más bien algo aun peor… una idea… una duda aterradora…. -“No puede ser… es imposible”- Pensó con desesperación… No podía haber cometido aquel error… Él no…. Su mente viajó a aquella fatídica noche y lo que sucedió…
“Regresaba a casa antes de lo esperado, la cacería había sido un éxito, añoraba ver a su esposa… Pero esa añoranza se convirtió en su pesadilla, la encontró allí en un lujurioso momento junto a aquel vampiro, quien no dudo en alimentarse macabramente de ella.
El al ver esa escena no se atrevió a detenerlo, lo dejo, su esposa lo había traicionado del peor modo, y la dejo morir en su ley, por despecho. Luego dejó al vampiro huir y planeo todo... Las sirvientas atribuyeron la muerte de Rachèle a una bestia que entro en la casa. Pero él cometió un error, no se aseguro que su difunta esposa no se hubiera convertido en vampiro”
-“No puede ser”-Se repitió al tiempo que caminaba hasta ella hipnotizado por su belleza y sus suposiciones-Rachèle- habló apenas a unos pasos de ella.
Se trataba de un hombre de porte severo y recatado, por donde se le mirase se notaba su estirpe y clase. Eleazar Alerdi era un hombre atractivo, y se sabía tal, pero a él no le interesaban las mundanidades de la vida material, aun así se había encargado de crear entorno a él aquella apariencia. La apariencia de un hombre de negocios, lleno de lujos y placeres materiales. Pero aquello no era más que eso, una apariencia, una ilusión que ocultaba uno de sus más profundo secreto, su identidad y profesión ocultas; Eleazar Alerdi, era un experto cazador de criaturas oscuras, que día tras día alimentaba su sed de venganza.
Pertenecía a una de las familias cazadoras más antiguas de toda Europa y la más prestigiada, su verdadera vida era la cacería, pero desde aquel nefasto incidente, su pasión por la caza se alimentaba del odio y la sed de venganza, contra todos aquellos malignos seres… pero sobre todo contra él, el asesino de su esposa. Todo se remontaba a un par de años atrás, cuando presencio la traición de su esposa en manos de un hombre, más bien de un vampiro, Parthenopaeus, ese era su nombre y había jurado vengarse de él y de su mujer.
Ya conocía su ubicación, aun cuando había fallado en su primer intento, ya tenía todo planeado, le pagaría con misma moneda, primero su mujer y luego él. Solo necesitaba esperar el momento correcto, el que pronto llegaría con, las festividades del imperio. Pues bien decían que la venganza es un plato que se sirve frío.
Por el momento, su mente y sus esfuerzos estaban en Paris, y en la desinfección de aquella ciudad. Por lo mismo, recorrer la ciudad de noche se había vuelto su pasatiempo preferido, descubriendo sus callejones, planificando nuevas estrategias y por supuesto, matando a unas cuantas criaturas oscuras. Fue así como llego a la laguna, donde se apoyo en un florido árbol de naranjas y comenzó a fumar dejando su mente divagar.
Fue una delicada voz femenina la que lo saco de sus pensamientos y lo regreso a la realidad, tan melodiosa como la brisa, pero tan inexpresiva como una tumba. Alzo el rostro al tiempo que llevaba su mano al cinto, donde guardaba su arma, preparándose para una no planeada cacería. Pero lo que vio lo dejo impávido, en la orilla del lago, como una visión de antaño, una hermosa joven de largos y rubios cabellos, de porte elegante y un dejo de arrogancia… un belleza que el cazador no dejo de apreciar.
[colo=skyblue]-Rachèle-[/color]susurro para sus adentros, dejando caer el cigarrillo por la sorpresa. Aquella vampiresa, tan parecida a ella, era como ver a su difunta esposa… Solo con una diferencia, la mujer frente a él era aterradoramente más hermosa.
Con gesto cansado y abrumado, paso su mano libre por el rostro, intentando borrar recuerdo de ella, más bien algo aun peor… una idea… una duda aterradora…. -“No puede ser… es imposible”- Pensó con desesperación… No podía haber cometido aquel error… Él no…. Su mente viajó a aquella fatídica noche y lo que sucedió…
“Regresaba a casa antes de lo esperado, la cacería había sido un éxito, añoraba ver a su esposa… Pero esa añoranza se convirtió en su pesadilla, la encontró allí en un lujurioso momento junto a aquel vampiro, quien no dudo en alimentarse macabramente de ella.
El al ver esa escena no se atrevió a detenerlo, lo dejo, su esposa lo había traicionado del peor modo, y la dejo morir en su ley, por despecho. Luego dejó al vampiro huir y planeo todo... Las sirvientas atribuyeron la muerte de Rachèle a una bestia que entro en la casa. Pero él cometió un error, no se aseguro que su difunta esposa no se hubiera convertido en vampiro”
-“No puede ser”-Se repitió al tiempo que caminaba hasta ella hipnotizado por su belleza y sus suposiciones-Rachèle- habló apenas a unos pasos de ella.
Alastair Parthenopaeus- Vampiro Clase Alta
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Re: El resplandor de la noche [Eleazar]
Si bien su intención era la de permanecer absorta con la belleza del resplandor de las estrellas buscando figuras entre ellas, la respuesta del humano la dejó desconcertada. ¿Lo había escuchado bien? Evidentemente sí, su oído era infalible y nunca necesitaba de segundas repeticiones. Aún así que la llamaran por ese nombre le resultaba demasiado sorprendente, tanto que bien merecía que girara el rostro con el fin de ver por fin como era su interlocutor.
Contuvo el aliento apenas unos segundos ante aquella visión. Si bien los humanos siempre le habían sido indiferentes aquel era extrañamente atractivo. Exudaba una especie de aura de poder extraña que no logró identificar hasta que se percató en lo defensivo de su postura, alerta a cualquiera de sus movimientos para atacar y en la dirección de su brazo, cuya mano sujetaba por la empuñadura un arma bien afilada preparada para ser usada al punto.
Recelosa apenas caminó un par de pasos hasta alejarse de la orilla, donde soltó sus zapatos a un lado mientras seguía examinándole con curiosidad. No había dicho nada, entre ambos reinaba un silencio expectante por parte del hombre solo roto por el sonido de los animales nocturnos correteando alrededor. Con lentitud negó con la cabeza acortando la distancia entre ambos. No temía que fuera a atacarla, había conocido a más como él y a pesar de que eran de los que atacaban sin preguntar ese hombre en particular parecía necesitar antes unas respuestas que ella le daría.
Notaba el frescor de la hierba húmeda en sus pies descalzos mientras caminaba hasta pararse enfrente del recién llegado. Su mirada fría y vacía como el hielo se clavó en la calidez de sus ojos claros que parecían perforarla en lo más profundo, demandantes por saber quién era ella si el espectro de sus pesadillas o solo una desconocida sorprendentemente parecida a otra mujer.
-Me temo que está equivocado, Monsieur. Mi nombre es Xiamara, un placer conocerle esta noche. – Eran pocas las personas que sabían su verdadera identidad y sobre todo, la regla básica para sobrevivir con humanos armados listos para atacarte era ir un paso por delante y no dejarse conocer.
A pesar de que imaginaba que aquel hombre sabía qué era ella, procuró hablar sin mostrar sus colmillos evitando así que la descubriera. Le tendió su mano, cubierta por un fino guante que evitaría que la frialdad de su piel la delatara también y esperó por que aquel hombre reaccionara asimilando la información, preguntándose quién sería aquella Rachèle.
-¿Se encuentra bien caballero? – Inquirió educadamente aunque con voz desprovista de cualquier sentimiento. Aparentar estar preocupada era una cosa, demostrarlo era otra que ella apenas sabía hacer y menos por desconocidos.
Solo hubo una época en la que ella demostraba esos sentimientos básicos con un poco más de facilidad, pero aquellos días fueron tan efímeros que apenas los recordaba. Pronto el carácter de su padre fue el más dominante, o eso le habían contado por lo que siempre había estado preguntándose cómo y quién era él. Al menos ahora tenía una de las dos respuestas… Solo le faltaba encontrarlo.
-¿Puedo preguntarle por qué me llamó Rachèle? – Era una duda con la que no pensaba quedarse teniendo en cuenta que podía ser la última vez que lo viera. La vampira no era muy dada a conversar para socializar por lo que no tenía pensado gastar mucho tiempo en eso, pronto acabaría cansándose y yéndose, pero por el momento había algo en aquel hombre que le causaba curiosidad y la llamaba a conocerle un poco más, quizás fruto del extraño comienzo.
Contuvo el aliento apenas unos segundos ante aquella visión. Si bien los humanos siempre le habían sido indiferentes aquel era extrañamente atractivo. Exudaba una especie de aura de poder extraña que no logró identificar hasta que se percató en lo defensivo de su postura, alerta a cualquiera de sus movimientos para atacar y en la dirección de su brazo, cuya mano sujetaba por la empuñadura un arma bien afilada preparada para ser usada al punto.
Recelosa apenas caminó un par de pasos hasta alejarse de la orilla, donde soltó sus zapatos a un lado mientras seguía examinándole con curiosidad. No había dicho nada, entre ambos reinaba un silencio expectante por parte del hombre solo roto por el sonido de los animales nocturnos correteando alrededor. Con lentitud negó con la cabeza acortando la distancia entre ambos. No temía que fuera a atacarla, había conocido a más como él y a pesar de que eran de los que atacaban sin preguntar ese hombre en particular parecía necesitar antes unas respuestas que ella le daría.
Notaba el frescor de la hierba húmeda en sus pies descalzos mientras caminaba hasta pararse enfrente del recién llegado. Su mirada fría y vacía como el hielo se clavó en la calidez de sus ojos claros que parecían perforarla en lo más profundo, demandantes por saber quién era ella si el espectro de sus pesadillas o solo una desconocida sorprendentemente parecida a otra mujer.
-Me temo que está equivocado, Monsieur. Mi nombre es Xiamara, un placer conocerle esta noche. – Eran pocas las personas que sabían su verdadera identidad y sobre todo, la regla básica para sobrevivir con humanos armados listos para atacarte era ir un paso por delante y no dejarse conocer.
A pesar de que imaginaba que aquel hombre sabía qué era ella, procuró hablar sin mostrar sus colmillos evitando así que la descubriera. Le tendió su mano, cubierta por un fino guante que evitaría que la frialdad de su piel la delatara también y esperó por que aquel hombre reaccionara asimilando la información, preguntándose quién sería aquella Rachèle.
-¿Se encuentra bien caballero? – Inquirió educadamente aunque con voz desprovista de cualquier sentimiento. Aparentar estar preocupada era una cosa, demostrarlo era otra que ella apenas sabía hacer y menos por desconocidos.
Solo hubo una época en la que ella demostraba esos sentimientos básicos con un poco más de facilidad, pero aquellos días fueron tan efímeros que apenas los recordaba. Pronto el carácter de su padre fue el más dominante, o eso le habían contado por lo que siempre había estado preguntándose cómo y quién era él. Al menos ahora tenía una de las dos respuestas… Solo le faltaba encontrarlo.
-¿Puedo preguntarle por qué me llamó Rachèle? – Era una duda con la que no pensaba quedarse teniendo en cuenta que podía ser la última vez que lo viera. La vampira no era muy dada a conversar para socializar por lo que no tenía pensado gastar mucho tiempo en eso, pronto acabaría cansándose y yéndose, pero por el momento había algo en aquel hombre que le causaba curiosidad y la llamaba a conocerle un poco más, quizás fruto del extraño comienzo.
Apollymi Parthenopaeus- Vampiro/Realeza
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Re: El resplandor de la noche [Eleazar]
Absorto, aquella era la palabra precisa para definir el estado del cazador que no dejaba de mirar con completa extrañeza a la vampiresa que elegante se erguía ante él. Tan parecida a su difunta esposa, que los recuerdos no dejaban de golpearlo uno tras otro, como si aquel hecho ocurrido hace casi diez años, hubiese acaecido ayer. Con la mano en su cinto, como buen cazador, listo para enfrentarse a una criatura de la noche, pero son sus sentidos tan nublados como su razón. Independiente si era su difunta esposa, poseída por la oscuridad o si era una vampiresa común, se trataba de uno de los seres que el cazaba y perseguía por Europa. Fue la melodiosa voz de ella, la que lo saco de su ensoñación y de sus recuerdos.
Camino un par de pasos acortando la distancia entre ambos, sin apartar su mirada de ella, ahora que la miraba bien, pudo notar la diferencia, el parecido era realmente sorpréndete, pero la mujer frente a él era aun más hermosa que su difunta esposa, de rasgos más finos y fríos y sus ojos eran de un azul grisáceo, contrario a los de Rachèle, quien los tenía color pardo - Si Mademoiselle, me encuentro bien - respondió, tomando entre sus manos la de ella e inclinándose para rozarla levemente con los labios - Simplemente estoy algo turbado por tanta belleza- estas últimas palabras las expreso mirándola fijamente a los gélidos ojos de ella.
- Mademoiselle, perdone la confusión- se disculpo, inclinó levemente la cabeza en señal de respeto, soltando la mano enguantada de ella. Claro que en ese momento el respeto que mostraba era guiado por la situación y el gran parecido, pues como cazador lera inconcebible que tuviese trato cordial con una criatura de la noche.
Tal como si de un hechizo se tratase un rayo de luna se poso sobre ella y la hizo ver aun más hermosa, resaltando su blanquecina piel. Eleazar se que estupefacto, pues con sus años de experiencia como cazador, pocas vampiras mostraban tal belleza y menos conseguían confundirlo así. Para aumentar aún más el encanto una suave brisa de verano, jugó con el cabello de ella y un dulce aroma a fresias llego al bien entrenado olfato de él, encanto que se corono con las nuevas palabras de ella, esta vez inquiriendo por la confusión inicial
- La confundí con una antigua amiga, a quien no veo hace años- mintió al responder la pregunta que ella formulo, claro se trataba de una mentira a medias, pero era eso mejor que decir la verdad, pues su honor aun se negaba a reconocer la verdadera causa de muerte de su esposa. Pero aun cuando intentaba hacer lo que un cazador haría en su lugar, solo lograba cubrirse las espaldas, mas no atacar. Simplemente se encontraba hechizado por ella, lo que era una completa novedad para él.
- Disculpe mi ausencia de modales- se excuso cuando pudo romper el contacto visual con ella - Eleazar Alerdi, un gusto conocerle Mademoiselle… perdone ¿Cuál es su nombre? se hizo el desentendido, esperando que ella corroborase la versión inicial, y así fue, se llamaba Xiamara y no como su difunta esposa.
- Lamento haber interrumpido su paseo, si gusta la puedo compensar con una velada en un lugar más tranquilo- tentó con voz segura, pero sin pensar en una cacería sino más bien en una caminata tranquila, guiado por la curiosidad. Sintió la incredulidad de ella, a lo que se solo se limito a sonreír con falsa ingenuidad. Poco a poco volvía en si el espíritu cazador - Prometo no propasarme, no soy de esos hombres. Simplemente usted ha despertado curiosidad en mi por su asombrosa belleza - la aduló como quien apunta directo a la vanidad femenina. Sin esperar respuesta ofreció su brazo a la dama y la guio en una silenciosa caminata por la orilla del lago.
Camino un par de pasos acortando la distancia entre ambos, sin apartar su mirada de ella, ahora que la miraba bien, pudo notar la diferencia, el parecido era realmente sorpréndete, pero la mujer frente a él era aun más hermosa que su difunta esposa, de rasgos más finos y fríos y sus ojos eran de un azul grisáceo, contrario a los de Rachèle, quien los tenía color pardo - Si Mademoiselle, me encuentro bien - respondió, tomando entre sus manos la de ella e inclinándose para rozarla levemente con los labios - Simplemente estoy algo turbado por tanta belleza- estas últimas palabras las expreso mirándola fijamente a los gélidos ojos de ella.
- Mademoiselle, perdone la confusión- se disculpo, inclinó levemente la cabeza en señal de respeto, soltando la mano enguantada de ella. Claro que en ese momento el respeto que mostraba era guiado por la situación y el gran parecido, pues como cazador lera inconcebible que tuviese trato cordial con una criatura de la noche.
Tal como si de un hechizo se tratase un rayo de luna se poso sobre ella y la hizo ver aun más hermosa, resaltando su blanquecina piel. Eleazar se que estupefacto, pues con sus años de experiencia como cazador, pocas vampiras mostraban tal belleza y menos conseguían confundirlo así. Para aumentar aún más el encanto una suave brisa de verano, jugó con el cabello de ella y un dulce aroma a fresias llego al bien entrenado olfato de él, encanto que se corono con las nuevas palabras de ella, esta vez inquiriendo por la confusión inicial
- La confundí con una antigua amiga, a quien no veo hace años- mintió al responder la pregunta que ella formulo, claro se trataba de una mentira a medias, pero era eso mejor que decir la verdad, pues su honor aun se negaba a reconocer la verdadera causa de muerte de su esposa. Pero aun cuando intentaba hacer lo que un cazador haría en su lugar, solo lograba cubrirse las espaldas, mas no atacar. Simplemente se encontraba hechizado por ella, lo que era una completa novedad para él.
- Disculpe mi ausencia de modales- se excuso cuando pudo romper el contacto visual con ella - Eleazar Alerdi, un gusto conocerle Mademoiselle… perdone ¿Cuál es su nombre? se hizo el desentendido, esperando que ella corroborase la versión inicial, y así fue, se llamaba Xiamara y no como su difunta esposa.
- Lamento haber interrumpido su paseo, si gusta la puedo compensar con una velada en un lugar más tranquilo- tentó con voz segura, pero sin pensar en una cacería sino más bien en una caminata tranquila, guiado por la curiosidad. Sintió la incredulidad de ella, a lo que se solo se limito a sonreír con falsa ingenuidad. Poco a poco volvía en si el espíritu cazador - Prometo no propasarme, no soy de esos hombres. Simplemente usted ha despertado curiosidad en mi por su asombrosa belleza - la aduló como quien apunta directo a la vanidad femenina. Sin esperar respuesta ofreció su brazo a la dama y la guio en una silenciosa caminata por la orilla del lago.
Alastair Parthenopaeus- Vampiro Clase Alta
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Re: El resplandor de la noche [Eleazar]
La vampira no habló en ningún momento limitándose tan solo a escuchar las explicaciones del varón. ¿Turbado? Sí, se le notaba, pero no precisamente por las respuestas que le estaba dando. Más bien le dio la sensación de que tras aquella excusa de la “vieja amiga” se escondía una verdad mucho más turbulenta y oscura que esa tan simple.
- Xiamara, Monsieur. – Contestó rápidamente ante la comprobación de su nombre. Conocía a la perfección a los cazadores, sobre todo a sus burdos trucos y nunca caería en uno tan simple como era averiguar si era capaz de recordar el nombre que le había proporcionado. Uno que a decir verdad era del todo verdadero puesto que se trataba de su segundo nombre.
No obstante no pudo evitar sentir cierta confusión ante ese hombre. Cualquiera de los suyos habría optado ya por atacarla. No era usual encontrarse a un hombre con ganas de conversar de trivialidades en vez de emplear de una vez la fuerza bruta encontrando de ese modo una muerte rápida pero no por ello indolora. Sin embargo aquí se encontraba ese hombre aún, con ganas no solo de intentar continuar la conversación si no que ahora la invitaba a pasear con contacto físico incluido, llámese también tomarse del brazo… ¿A un lugar más tranquilo? Ese ofrecimiento casi logró arrancarle una carcajada. Trató de serenarse mientras sonreía mirando alrededor para regresar la mirada nuevamente a él.
- Monsieur, nos encontramos en una laguna localizada en las profundidades más remotas del bosque. Ningún ser humano con un poco de juicio osaría adentrarse aquí para pasear en plena madrugada… ¿de verdad cree que podemos encontrar un lugar más tranquilo que este? Es por eso precisamente que me encuentro aquí… No lo hay, pero si no le importa aceptaré su ofrecimiento para pasear por los alrededores, es una noche demasiado bella como para pasarla toda aquí quietos.
Tras calzarse sus zapatos de tacón nuevamente con cuidado tomó el brazo del varón ignorando por completo su última frase. Si acaso pensaba que la aturdiría con tanto alago estaba bien equivocado, ella era una mujer que bien sabía lo que tenía y lo que valía sin necesidad de recordatorios y mucho menos estrategias baratas para tratar de impresionarla. Aún así decidió seguirle el juego y fingir avergonzarse ante su palabrería. ¿Quién sabia? Quizás lograba divertirse un rato a costa del cazador antes de matarle… La eternidad era demasiado larga y no todos los días se tenía la oportunidad de poder entretenerse de formas diferentes.
- Me alagan sus palabras Monsieur Alerdi. Desde luego es usted todo un caballero. Estoy segura de cuenta con una larga lista de admiradoras que están deseando pasear con usted una noche de la manera en que usted y yo lo estamos haciendo ahora… Ante esa expectativa me siento honrada de su presencia esta noche.
Aunque sus palabras trataban de ser envolventes y la melodía de su voz lo propiciaba, en realidad su mirada seguía siendo tan inexpresiva como de costumbre, lo que revelaba que en verdad no sentía ninguna de esas cosas. Lo único que se podía ver en sus ojos era el gélido aliento de la muerte esperando para ser desatado.
Caminando se le vino a la mente el lugar adecuado en el que podía tenderle una trampa y desenmascarar de una vez por todas sus verdaderas esencias. Tanta actuación terminaba por cansar por parte de los dos, la vampira necesitaba acción, estaba harta de presas fáciles… Se sentía ávida de un nuevo reto y al fin notaba que lo tenía justo a su lado.
Con un leve tirón se descolgó de su brazo y comenzó a caminar más rápidamente, casi corriendo. Se volvió tan solo unos segundos para poder deleitarle con una dulce y traviesa sonrisa, propia de una niña que está a punto de hacer una gamberrada.
- Sígame Monsieur si es tan amable, conozco el lugar idóneo para recrearnos y divertirnos un rato.
Aquellos cambios de humor eran propios en ella cuando la inspiración la poseía. Echo a correr a una velocidad humana, aunque más rápida que la de él, a sabiendas de que la seguiría movido por la curiosidad para al fin detenerse tras unos 5 minutos de carrera al llegar a un alto muro de enredaderas. Aquel muro encerraba nada más y nada menos que lo que se podía considerar como una especie de laberinto natural. Sus paredes estaban formadas por intrincadas plantas, cubiertas de exóticas flores. Casi nadie sabía de la existencia de aquel lugar, ella misma lo había descubierto cientos de años atrás y se había dedicado a cuidarlo y recorrerlo una y otra vez. Era conocedora de todos y cada uno de sus secretos, se sabía más de un camino para salir de él y no todos sencillos. Su rostro se tornó calmado y su mirada se tiñó con un brillo malvado. – Perfecto… - Al tiempo que él se paraba a sus espaldas.
- Quiero mostrarte uno de mis tesoros secretos. Conozco este lugar como la palma de mi mano desde hace varios años. Podría decirse que hasta he crecido con él… - alzó una mano para acariciar una de las gruesas paredes vegetales exteriores. - ¿Qué le parece Monsieur? – Inquirió a la vez que giraba sobre sus talones, encarándole al fin. - ¿Le parece un reto adecuado para un “cazador”? .
De una vez por todas utilizaba el término adecuado para él. Sus sospechas quedaron confirmadas cuando nuevamente lo vio llevar su mano hacia un arma escondida entre su ropa capaz de matarla si era empleada correctamente, cosa que no dudaba que él pudiera hacer.
- Sí, se lo que es usted, pero la verdadera pregunta es… ¿Se atreve a adentrarse conmigo en un laberinto? – Sin que necesitara ninguna palabra por su parte asintió a su muda pregunta confirmándole que le estaba planteando un reto. Uno que podía convertirse en la tumba de uno de los dos, y por su parte la vampira no tenía intenciones de que fuera la suya. Todavía le quedaban demasiadas aventuras que vivir y demasiados cazadores que exterminar.
Sin esperar a su respuesta, la rubia avanzó lentamente, cruzando la entrada como quien cruza la puerta de su casa esperando por escuchar los pesados pasos que le advertirian el inicio del juego...
- Xiamara, Monsieur. – Contestó rápidamente ante la comprobación de su nombre. Conocía a la perfección a los cazadores, sobre todo a sus burdos trucos y nunca caería en uno tan simple como era averiguar si era capaz de recordar el nombre que le había proporcionado. Uno que a decir verdad era del todo verdadero puesto que se trataba de su segundo nombre.
No obstante no pudo evitar sentir cierta confusión ante ese hombre. Cualquiera de los suyos habría optado ya por atacarla. No era usual encontrarse a un hombre con ganas de conversar de trivialidades en vez de emplear de una vez la fuerza bruta encontrando de ese modo una muerte rápida pero no por ello indolora. Sin embargo aquí se encontraba ese hombre aún, con ganas no solo de intentar continuar la conversación si no que ahora la invitaba a pasear con contacto físico incluido, llámese también tomarse del brazo… ¿A un lugar más tranquilo? Ese ofrecimiento casi logró arrancarle una carcajada. Trató de serenarse mientras sonreía mirando alrededor para regresar la mirada nuevamente a él.
- Monsieur, nos encontramos en una laguna localizada en las profundidades más remotas del bosque. Ningún ser humano con un poco de juicio osaría adentrarse aquí para pasear en plena madrugada… ¿de verdad cree que podemos encontrar un lugar más tranquilo que este? Es por eso precisamente que me encuentro aquí… No lo hay, pero si no le importa aceptaré su ofrecimiento para pasear por los alrededores, es una noche demasiado bella como para pasarla toda aquí quietos.
Tras calzarse sus zapatos de tacón nuevamente con cuidado tomó el brazo del varón ignorando por completo su última frase. Si acaso pensaba que la aturdiría con tanto alago estaba bien equivocado, ella era una mujer que bien sabía lo que tenía y lo que valía sin necesidad de recordatorios y mucho menos estrategias baratas para tratar de impresionarla. Aún así decidió seguirle el juego y fingir avergonzarse ante su palabrería. ¿Quién sabia? Quizás lograba divertirse un rato a costa del cazador antes de matarle… La eternidad era demasiado larga y no todos los días se tenía la oportunidad de poder entretenerse de formas diferentes.
- Me alagan sus palabras Monsieur Alerdi. Desde luego es usted todo un caballero. Estoy segura de cuenta con una larga lista de admiradoras que están deseando pasear con usted una noche de la manera en que usted y yo lo estamos haciendo ahora… Ante esa expectativa me siento honrada de su presencia esta noche.
Aunque sus palabras trataban de ser envolventes y la melodía de su voz lo propiciaba, en realidad su mirada seguía siendo tan inexpresiva como de costumbre, lo que revelaba que en verdad no sentía ninguna de esas cosas. Lo único que se podía ver en sus ojos era el gélido aliento de la muerte esperando para ser desatado.
Caminando se le vino a la mente el lugar adecuado en el que podía tenderle una trampa y desenmascarar de una vez por todas sus verdaderas esencias. Tanta actuación terminaba por cansar por parte de los dos, la vampira necesitaba acción, estaba harta de presas fáciles… Se sentía ávida de un nuevo reto y al fin notaba que lo tenía justo a su lado.
Con un leve tirón se descolgó de su brazo y comenzó a caminar más rápidamente, casi corriendo. Se volvió tan solo unos segundos para poder deleitarle con una dulce y traviesa sonrisa, propia de una niña que está a punto de hacer una gamberrada.
- Sígame Monsieur si es tan amable, conozco el lugar idóneo para recrearnos y divertirnos un rato.
Aquellos cambios de humor eran propios en ella cuando la inspiración la poseía. Echo a correr a una velocidad humana, aunque más rápida que la de él, a sabiendas de que la seguiría movido por la curiosidad para al fin detenerse tras unos 5 minutos de carrera al llegar a un alto muro de enredaderas. Aquel muro encerraba nada más y nada menos que lo que se podía considerar como una especie de laberinto natural. Sus paredes estaban formadas por intrincadas plantas, cubiertas de exóticas flores. Casi nadie sabía de la existencia de aquel lugar, ella misma lo había descubierto cientos de años atrás y se había dedicado a cuidarlo y recorrerlo una y otra vez. Era conocedora de todos y cada uno de sus secretos, se sabía más de un camino para salir de él y no todos sencillos. Su rostro se tornó calmado y su mirada se tiñó con un brillo malvado. – Perfecto… - Al tiempo que él se paraba a sus espaldas.
- Quiero mostrarte uno de mis tesoros secretos. Conozco este lugar como la palma de mi mano desde hace varios años. Podría decirse que hasta he crecido con él… - alzó una mano para acariciar una de las gruesas paredes vegetales exteriores. - ¿Qué le parece Monsieur? – Inquirió a la vez que giraba sobre sus talones, encarándole al fin. - ¿Le parece un reto adecuado para un “cazador”? .
De una vez por todas utilizaba el término adecuado para él. Sus sospechas quedaron confirmadas cuando nuevamente lo vio llevar su mano hacia un arma escondida entre su ropa capaz de matarla si era empleada correctamente, cosa que no dudaba que él pudiera hacer.
- Sí, se lo que es usted, pero la verdadera pregunta es… ¿Se atreve a adentrarse conmigo en un laberinto? – Sin que necesitara ninguna palabra por su parte asintió a su muda pregunta confirmándole que le estaba planteando un reto. Uno que podía convertirse en la tumba de uno de los dos, y por su parte la vampira no tenía intenciones de que fuera la suya. Todavía le quedaban demasiadas aventuras que vivir y demasiados cazadores que exterminar.
Sin esperar a su respuesta, la rubia avanzó lentamente, cruzando la entrada como quien cruza la puerta de su casa esperando por escuchar los pesados pasos que le advertirian el inicio del juego...
Apollymi Parthenopaeus- Vampiro/Realeza
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