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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Alastair Parthenopaeus Dom Jun 19, 2011 4:07 pm

Aun no aclaraba en paris y el joven eleazar ya se había levantado y emprendido el viaje a los bosques, las antiguas costumbres no se perdían, y como era un habito en él se dirigió a entrenar de madrugada. El bosque era amplio, y un lugar seguro para ampliar sus habiliadades, caminaba en silencio disfrutando de los sonidos y aromas e la madrugada.

- Paris sigue siendo un lugar encantador, aun cuando esta atestado de seres oscuros - dijo en voz alta contemplanto el paisaje entre las rojas luces del amancer. Sonrió para si, con amargura al recordar cuanto daño le habían causado aquellos seres. A pesar qu ya habían pasado cuatro años de la muerte de su esposo, aun sentpia reconcor contra e homnre que la tento y la escena que debío presenciar.

Sacó, su set de dagas, no eran más que tres, las suficientes para debilitara a cualquier de ellos en uan soal estocada y luego darles muerte, previa tortura. Comenzó a lanzar dagas hacia un arbol que se encontraba a unos 20 metros de distancia, dando en el objetivo sin dijicultad. Sonrió satisfecho y fue tras sus armas. Era tiempo de practicar con armas de fuego, las dagas eran solo una entretencion, siempre le habían fascinado y las manejaba a como un verdadero maestro.

Guardo las dagas, y saco su revolver cargado con balas normales, y comenzó a disparar a otro arbol ubicado a 20 metros, igual que el blanco anterior. Nada mal, para no tratarse de su arma favorita. - Perfecto.. aunque debo practicar- pensó el joven de oscuros cabellos.

Se dispuso a cargar nuevamente el arma, cuando un ruido lo alerto en el bosque a sus espaldas. Cargo el arma con rapidez y se volteó, su isntinto de supervivencia era mayor, más si consideraba que a esas horas aun era posible encontrar criaturas oscuras en el bosque. -Bien maldito, mejor que te cuides- dijó para si apuntando hacia donde venía el ruido.

Pero cuan grande fue sorpresa, cuando entre los arboles aparecio una joven dama con ojos hechizantes, humana segun pudo disntiguir en sus rasgos. Pero intuia no se trataba de una dama cualquiera, para internarse sola a esas horas en el bosque.

- Señorita, ¿Se encuentra bien?- inquirió al ver a al joven caminar con cierta dificultad, de inmediato guardo el arma y se apresuró a alcanzarla, jusntoa atiempos antes que se desvaneciese.
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Mensaje por Dagmar Biermann Dom Jun 19, 2011 6:43 pm

Tan solo tenía un día desde que había llegado a París. ¿Cómo era posible que se les había permitido entrar a tantas criaturas a la ciudad? Me alteraba el hecho de no tener contacto con aquellos que luchaban contra estos como yo. Me quede sentada frente a la casa disfrutando de una deliciosa taza de té cuando un sonido extraño hizo que dejará esta misma a un lado. Mi mano se deslizó con cuidado a mi cintura para poder tomar la daga que tenía siempre en ella. Era mi daga favorita, con ella había aprendido a luchar y había hecho que miles de criaturas de la noche terminaran con su vida. Me levanté de mi asiento para caminar hasta el pequeño jardín. Observé todo a mi alrededor para poder captar algo extraño pero todo estaba en orden. Estaba demasiado paranoica, me tenía que calmar si quería hacer las cosas bien, cuando me notaba intranquila siempre ocurría algo que no podía tener una satisfacción completa de mi trabajo. Tomé aire varias veces para calmarme hasta que por fin mi cuerpo cedió. Regresé a mi asiento a paso firme. De nuevo un sonido pero esta vez más fuerte llamó mi atención. Provenía del bosque por lo que corrí con fuerza hasta adentrarme. Gran error, aquellos seres eran tan cobardes que me tenían acorralada. Observé sus ojos divertida. Siempre había jugado en un principio con mi presa, me gustaba poder encantarla, seducirla si se podía decir de esa manera, porque así el estar cerca de ellos los tenía en desventaja y me hacía poder atacar en el momento indicado. La cara de inocencia y sensualidad al mismo tiempo era una mezcla bastante interesante que enganchaba hasta el más peligroso de los oponentes. Lamentablemente esta vez habían más de dos y eso me ponía en una desventaja grande. Di el primer paso para atacar.

Uno a uno fueron cayendo dejando un camino de sangre de estos mismos. No tarde mucho en prender fuego a cada uno de los cuerpos. No debía dejar marcas. Lo bueno de ser casi luna llena es que algunos lobos aceptaban nuestros métodos y apoyaban para que los humanos no se acercarán. Por eso les tenía cierto respeto. Porque cuidaban a los humanos aunque su naturaleza les dijera otra cosa. Su autodefensa era lógica pero si conocía a alguno que se pasará de la raya lo más probable era que lo eliminará. Cuando terminaron de arder los cuerpos, ya muy entrada la noche una sensación rara inundó mi cuerpo, Una pesadez, una punzada que recorrió mi cuerpo solté un sollozo, me sentía perturbada, completamente perturbada. Poco tiempo después caí al suelo buscando el lugar de donde venía el dolor. Con una de las navajas abrí parte del vestido, el costado izquierdo para ser exactos. Una gran cortada fue la que pude observar. De ella salía sangre, demasiada sangre. Suspiré arrastrándome hasta la copa de un árbol para sostenerme y poder emprender el camino.

La vista se me nublaba cada tiempo impidiendo seguir el trayecto a casa. - Malditos vampiros - Murmuré apenas sintiendo aun el dolor que recorría mi cuerpo. Mi cuerpo estaba tan débil que no me di cuenta cuando aquel hombre se acercó a auxiliarme - ¿Otro vampiro? - Mi mano se deslizo para tomar la daga pero la voz... Esa voz me era tan conocida que decidí dejarme desplomar en sus brazos - Estoy... Bien - Mentí, era evidente lo mal que estaba. Mi mirada se alzó para poder apreciar el rostro de mi rescátista personal - Eleazar... - Susurré, mis brazos se deslizar por su cuerpo para darle un abrazo cálido sin importar el dolor que estaba sintiendo - Cuanto tiempo - Un cazador, eso era mi viejo amigo. Lo había conocido en una limpieza de una aldea hace mucho tiempo, parecía cambiado. Su rostro serio. A pesar de mi corta edad el siempre había reconocido mi trabajo en excelencia y yo siempre había de
seado haberlo tenía en la academia de mi padre para aprender de él. Era grato volver a verlo. La felicidad pronto se hizo a un lado cuando el dolor volvió haciendo que soltará un sollozo entre sus brazos.
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Mensaje por Alastair Parthenopaeus Dom Jun 19, 2011 10:55 pm

- Calma estaras bien- susurró en su oido mientras le cuerpo de ella caida pesnadamente en sus brazos, era una joven delgada y liviama, pero el efecto de la herida y su estado de inconciencia la volviá más pesada.

Con cuidado, la cargo hasta un sector seguro del bosque, donde no hubiese peligro de vampiros o licantropos, Una vez allí, busco entre sus cosas las edicinas para revisarla. Pero lo más importante era evitar qque cayese inconciente, era necesario despertarla.

Tomo una boella de agua ardiente y con ella unto los labios de la muchacha, el olor y el sabor amargo la despetrtarian en cuestión de segundos, y asi fue ella anrio los ojos, sus grandes y cautivadores jos verles, ahora desorbitados por el dolor.

- Dagmar, no te duermas, mantente despierta - ordeno con la severidad de quien maneja a la perfección las reglas de este juego macabro. Sus ojos tan perdidos reaccionaron al sonido de us voz y con un leve mob¿vimiento de cabeza la malherida asintió.

- ¿Que ocurrió? - preguntó más para mantenerla atenta que por necesitar saber. Miebtras rasgaba el vestido de ella, e inspecionaba la herida. Unos cuantos cortes profundos, producidos por un vampiro hambriento al que sin duda ella se habia enfrentado con valentía.

Sacó un quequeños frasco con un liquido rojizo y vertió sobre la herida, para anular el efecto del veneno de aquellos oscuros seres. Sintió el cuerpo de ella estremeserse en sus brazos producto del dolor.

- El dolor es solo pasajero, verás como pronto estas mejor- Dijó mientras continuaba con el proceso de curación. Una vez limpia la herida del veneno, era importante purificar y para ello nada mejor que agua bentida y uan oración, en silencio realizo sus rezos, sin dejar de acariciar el rostro de la joven, que luchaba por no perder la conciencia.

- ¿Sabes? Es muy torpe enfrentarse sola a un vampiro hambriento- bromeó con amargura, aquello ero lo dificil de su labor, enfrentarse a diario a muerte, no solo la propia sino la de quienes lo rodeaban.

Con suspiro amargo, puso sobre las marcas un tranquilizante, así ella recuperaría sus respiración normal, y a herida sanaría con rapideez. Claro el ultimo liquido que vertió, de color verdoso, contenía un suave sedante y un cicatrizante, así en poco tiempo al heirida cerraría por cmpleto y ella estaría e condiciones de ponerse de pie. Pero primero habrpia que esperar que hiciese efecto, y eso podía ser horas, minuto o días, todo dependía de la profundidad del daño.

Cuantdo termino aquel metodico ritual acomodo la cabeza de ella en su regazo y la cubrio con su capa. Acarició mu mejilla a la espera de cualquier reacción de su antigua amiga, que para variar estaba en apuros. Ella era muy buena en su trabajo, pero no faltaba que se metiese en apuros y él estuviese carac para ayudarla.

- Tendrás que cambiar esta costumbre pequeña... No puedo estar siempre alli para ayudarte- susurró en un intento de dilatar la tennsión del ambiente, y su propia amargura.
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Mensaje por Dagmar Biermann Miér Jun 22, 2011 12:15 pm

Mi cuerpo no me respondía como yo quería, la verdad el dolor comenzaba a perturbarme de maneras exageradas, mi único consuelo era tener a Eleazar a mi lado, sabía que no me dejaría tirada en medio de la nada. Pero pronto, a lo lejos escuchaba su voz, como si de verdad se estuviera perdiendo en la nada. Un olor fuerte me hizo volver a la realidad, varios gritos salieron de mis labios al sentir lo que me estaba haciendo - Basta, basta por favor - Susurraba de manera débil aferrando mis manos al pasto que se encontraba debajo de mi. Unas lágrimas salieron de mi rostro, aquella había sido la primera vez que una criatura de la noche me atacaba. Pero aquello había sido planeado, me habían acorralado y por mas que soñara con que no me pudieran tocar aquello era demasiado ilógico, ellos eran seres con habilidades especiales y yo, una humana bien entrenada que había sabido defenderse lo necesario para seguir viva. - Siete - Susurre dándole a entender sobre el número de vampiros que casi me arrancan la vida. El dolor iba disminuyendo, mi cuerpo se había acomodado de una manera en que podía mirar sus ojos. Le sonreí ampliamente mientras alzaba mi mano para acariciar su mejilla. - ¿Por qué cuando estoy en aprietos siempre aparecer? - Sonreí de manera amarga mientras soltaba su rostro y me limpiaba las lágrimas que habían escurrido de este.

Mi sonrisa permanecía en el rostro mientras podía captar su mirada. Siempre me tranquilizaba, su aura me tranquilizaba. Por un pequeño momento cerré los ojos perdiéndome en una ensoñación que para el podría parecer un desmayo pero en realidad solo estaba dando un brinco para el lago de mis recuerdos.

"Ocho años atrás. Residencia Biermann.
La pequeña jugaba el tiro al blanco con unos dardos dándole con exactitud en medio del juego haciendo que cada dardo se enterrara de manera profunda en la madera. Su padre la observaba con el semblante sonriente mientras la castaña a sus 13 años se estaba volviendo un arma letal. El orgullo de la familia a pesar de no haber nacido como primogénito un varón. Un pequeño descanso le había dado su padre. Cuando la puerta de la residencia sonó. Fue entonces cuando el hombre había entrado a la casa saludando de manera afectiva a su padre. Esta se escondió entre una puerta y un pilar para poder verlo. Su atención llamo por completo aquel hombre que portaba armas como las de su padre y que seguramente pronto tendría. Siguió contemplándolo un largo rato cuando su padre la llamo para ser presentada de manera formal. La pequeña salió con el par de mejillas sonrojadas al estar frente al caballero. Estiro su mano para que este depositara un beso y mientras hacía una hermosa reverencia dijo su nombre. Fue ahí cuando Eleazar entró a su vida, de esa manera fue cuando los entrenamientos juntos y la amistad se había hecho presente, desde entonces ella le había tenido un gran aprecio. Siempre la había salvado de apuros"


Un brusco movimiento ejercido en mi cuerpo me levanto de mi ensoñación. Y ahí estaba con la mirada preocupada. La verdad es que no sé de donde saque la fuerza suficiente para incorporarme por unos momentos y sentarme de manera correcta. Sonreí tomando una gran bocana de aire mientras comenzaba a ver el bosque. La tranquilidad tan perturbadora que me deja ver de él. - Te hacía muy lejos de estas tierras. Lo último que supe de ti por las voces de las personas es que estabas en una misión en tierras orientales - Me recorrí un poco para recargar mi cabeza en su hombro. El dolor seguía pero mi orgullo y el deseo de que se me viera bien permanecía.
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Mensaje por Alastair Parthenopaeus Jue Jun 23, 2011 7:30 pm

El cuerpo de ella se encontrba tensionado por el dolor, mientras que el de él, tensionadopor la preocupación. Siempre la había salvado de apuros, pero eso era en enfrentaientos, cubriendole la espalda, pero nunca la había visto herida y menos del modo que ahora se encontraba.

Casi inconciente, sumida en el dolor, y con su geso afligido, aquello era nuevo, más aun pensando en los años que llevaba de conocerla y lo indefensa que se veía, aunque claro eso era solo una apariencia, peus ella era una joven cazadora muy bien entrenada.

Ignoró las suplicas de ella para que detuviese y continuó con las curaciones, si no seguía todo el proceso, pronto ella caería en un estado de inconciencia producto de la fiebre y el veneno de las heridas. Y así fue, el cuerpo de ella se relajo mientra balbuceaba algunas palabras apenas audibles.

La tranquilidad lo invadió cuando ella, sacó fuerzas y se incorporo,tomo asiento y presto atención a la tranuilidad del bosque, para luego mirar al viejo cazador, con una de aquellas miradas cargadas de palabras, donde podía leerse el agradecimiento y el orgullo... Y luego la pregunta, para coronar sus intentos por mantener la compostura.

- Pues si, estaba allí, pero de eso ya unos meses - respondió con severidad preocupado por la integridad de aquella jovencita hija de un reconocido cazador.- - Ahora vine a Paris por negocios- respondió con sequedad.

- ¿Como es que siete vampiros te atacaron?- inquirió con aun más severidad y evidente preocupación- Parece que esta ciudad esta atestada de aquellas repulsivas criaturas oscuras- Refunfuñó con enfado.

- Tal parece que los cazadores en esta ciudad no estan haciendo bien su trabaj, o peor se han dejdo corromper - reclamó más para si que para ella.- Tendás que explicarme que esta pasando en esta ciudad y que es lo que estabas haciendo que terminaste tan mal herida-

Eleazar era un viejo cazador, acostumbrado a realizar su trabjo solo y en completo hermetismo, a quien le enfadaba cuando otros de su rango, se dejaban dormir en los laureles. Siempre lo habían mencionado para liderar misiones y a jovenes prometedores, pero él se negaba a ello prefería trabajar solo, en especial tras la muerte de su esposa.

Pero el caso de la joven qu ahora tenía en sus brazos herida, era diferente, una joven prometedora, hija de un reconocido entrenador. La conocía desde pequeña, con apenas 13 años, era una joven con grandes does como cazadora y que seguramente, era el orgullo de su padre.


Última edición por Eleazar Alerdi el Mar Jul 12, 2011 9:37 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Dagmar Biermann Vie Jul 08, 2011 4:40 pm

Había sentido un dolor que nunca antes lo había sentido. Siempre había sido impecable en mi trabajo, y en muchas ocasiones tenía quien me cuidara la espalda y yo a ellos. Por eso para mi esta era una situación increiblémente vergonzosa. Tome una bocana de aire y me seguí relajando, confié por completo en el medicamento natural que mi antiguo amigo de batalla me había aplicado. Mi boca estaba completamente seca, pero pude controlar ese deseo por ingerir agua. Tomé una bocana de aire, la solté en manera de suspiro y pude mirarlo a los ojos por un buen rato. Fue entonces cuando me enderecé aunque me estuviera doliendo todo, estiré mi mano con tranquilidad hasta poder disfruta del roce de mi piel con la de él. Mi mano acariciaba con cuidado su mejilla detallando cada pequeña parte de su rostro cansado. Ladee el rostro por completo mirándolo con total ternura. - ¿Siempre me veras como una pequeña? - Indiqué en todo burlón, y un poco sentido. La verdad y por extraña razón no me gustaba el hecho de que aquel hombre me viera de otra manera que no fuera como una mujer. Me molestaba que me dejara ver que para el solo era una niña, ya había crecido y era una cazadora, hacía cosas por la gente, por mi país y ese termino me ofendía pero sabía que esa no era la intención de Eleazar.

Sin saber de donde tomé la fuerza suficiente para ponerme de pie. Requería estar de pie, poder sentir mi cuerpo estirarse, tomar aire desde lo más profundo de mi ser, sentir que volvía a tomar el control de mi cuerpo. Me giré con lentitud para no ejercer demasiada fuerza sobre mi cuerpo lo mire con una sonrisa grande en los ojos - Los vampiros sabían que venía a la ciudad, saben mi profesión, saben quien es mi padre y querían terminar conmigo - Me encogí de hombros con suavidad para luego estirar mi mano y tomar la suya invitándolo a pararse. ¿Decirle o no decirle a que había venido a parte de lo obvio? Fruncí el ceño un momento olvidándome que se encontraba a mi lado. Era cierto que se necesitaba muchas personas para esta causa. ¿Pero que pensaría el de mi? ¿Me apoyaría? ¿Pensaría que estaba traicionando al país? ¿Delataría la causa? No, el no era así, si yo le decía las cosas por más que estuviera en contra de lo que hiciera estaba segura que guardaría el secreto. Porque él siempre había sido una persona de confianza. "Eleazar... Mi Eleazar" ¿Qué? No podía estar pensando en eso... No.

Después de mucho tiempo de meditación. Volteé a verlo. Seguramente si tuviera un espejo frente a mi podría espantarme de mi propio rostro de terror. Apreté los puños de las manos con fuerza para relajarme - Estoy aquí por una revolución - Confesé con total tranquilidad mientras mordía mi labio inferior con fuerza. Quise descifrar su expresión pero estaba tan neutro que un mar de nervios se apoderaron de mi persona y esta vez sin poder salir corriendo como otras veces cuando quería evadir algún problema me quede parada, como si las raíces de los arboles se hubieran unido conmigo para no dejarme salir corriendo - Hace tiempo conocí a un par de personas que gracias a mis habilidades me han informado sobre este tema... Se requiere un país libre, derrocando este gobierno - Su silencio seguía perturbando mis pensamientos. ¿Y si me rechazaba? Nunca antes había estado insegura en mi vida. Debía confiar en él, debía y confiaría en las cosas.
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Mensaje por Alastair Parthenopaeus Mar Jul 12, 2011 11:19 pm

La joven se removió del dolor en sus brazos, pero el cazador no se inmuto, simplemente continuó con su labor, sin que sus sentidos perdiesen la noción del lugar en que se encontraba. La situación era preocupante, se podía percibir aquello con solo estar un par de horas en la ciudad. Evidentemente, Paris era un nido de vampiros y criaturas oscuras, y los cazadores se encontraban notoriamente fuera de sus funciones.

Sintió a la joven enderezarse y respirar con dificultad, para luego sentir la caricia de ella en su rostro. Aquella delicada caricia, lo regreso a la realidad, tenía en un sus brazos a la pequeña niña que hace unos años conoció y ella se encontraba mal herida. Pero no se podía negar algo aun más evidente, ella ya no tenía el cuerpo de niña y seguramente tampoco lo era. Pero podría dejar de verla como tal, entonces ella expreso la pregunta que él mismo se planteaba.

- ¿Acaso no lo eres? - respondió con otra pregunta, sin suavizar su ceño- Te faltan años de experiencia y mucho que vivir, para que dejes de ser una pequeña- Evidentemente la respuesta no fue del agrado de la joven, pero para Eleazar, su lado humanitario se había reducido a la más mínima expresión, y solo la veía desde el lado profesional. La pequeña Dagmar, aun tenía mucho que aprender sobre el arte de la cacería, aunque era de los mejores cazadores de su edad.

- Aunque sin duda eres un joven en la plenitud de la vida- observo cuando la muchacha, uso todas sus fuerza para incorporarse y pudo ver por completo y sin reparos la figura de la joven, y si lo pensaba bien, hasta la expresión de su rostro había cambiado, no era tan inocente aun que no había perdido su inocencia.

Se quedó absorto observando a la chica, atento a sus palabras y la explicación que le daba sobre la emboscada de los vampiros. Definitivamente, la situación era compleja y si no se andaban con cuidado, los cazadores tendrían serios problemas, su semblante se endureció aun más por la preocupación, tenía tan interiorizado el concepto de sigilo, que le extrañaba que las criaturas demoniacas, hubiesen rastreado tan bien a la hija de su amigo.

Pronto vio la mano de ella frente a él, invitándole a incorporarse, un especie de sonrisa asomo en sus labios y acepto la invitación. Un extraño escalofrío lo recorrió ante el contacto de la mano femenina, y aun cuando el contacto cesó aquella sensación se quedo en él. Entonces un antiguo recuerdo afloró, la primera vez que tomo la mano de su difunta esposa, y el recuerdo de los buenos tiempos que vivió con ella, hasta aquel siniestro incidente.

Sus gélidos ojos se humedecieron, mientras la muchacha le daba la espalda. Paso con desesperación ambas manos por su rostro, intentando borrar aquel recuerdo, con la desesperación de quien quiere arrancar las páginas de un libro. Había jurado matar al asesino que corrompió a su esposo, y no ahorraría esfuerzos en ello.

Nuevamente, las meditaciones de él fueron interrumpidas por las palabras de ella, hace tiempo que venía escuchando rumores sobre una revolución, pero nadie había revelado su identidad, excepto ella, la joven e inocente Dagmar. Ella formaba parte de la revolución, y le estaba confesando aquello como si fuese un pecado que condenase su alma, el temor era palpable en sus palabras y en sus gestos, se encontraba paralizado por el temor a las reacciones de él, pero que si se encontrase ante la inquisición.

El rostro inmutable de él era indescifrable y las palabras de ellas demostraban aun más nerviosismo, pero aun así no dio señal de relajar el gesto hasta que ella termino de hablar. Con paso suave rodeo el espacio que había desde la espalda de ella y su frente, la rodeo mientras recogía sus cosas con calma. Tensión era evidente y el no parecía preocupado por relajar la situación, se limito a sacar del interior de su chaqueta un pequeña cantimplora con agua y se la tendió, si mirarla a los ojos y luego darle la espalda.

- Bebe, lo debes necesitar -indico con severidad, para luego sumirse en un aun más incomodo silencio, necesitaba escoger las palabras adecuadas para hablar del tema.

- ¿Tu padre sabe de esto? - Inquirió son frialdad, sin siquiera voltearse, guardo silencio unos segundos y sin esperar respuesta continuó hablando- - Claro que no, el no lo hubiese permitido, tu misión es otra y lo sabes. No comprendo cómo es que te has dejado envolver por semejante desfachatez.

- Aunque estoy seguro que no lo hubieses hecho caso, y te habrías involucrado igual. Eres testaruda y dejas guiar por tus ideales, y debes estar muy convencida de aquello para atreverte a unirte a la revolución y confesar esto a casi un completo desconocido.-
las palabras del cazador eran tan frías que podían calar al más firme, pero sus intenciones no eran de disuadir a la chica, sino más bien buscaban medir la convicción de ella antes de expresar su más profunda opinión al respecto.

- Tus palabras no me sorprenden, se de muchos jóvenes que se han unido a esta, pero que no tiene el coraje suficiente para defender sus ideales. Si no es capaz un varón de expresar sus convicciones, menos espero que una jovencita lo haga. - dicho esto se volteo y la miro a los ojos, para estar seguro que sus palabras causaban la reacción esperada- - Fue hace unos años, mientras estaba de paso por parís, que escuche sobre este movimiento. Vi a muchos jóvenes afirmar que darían su vida por derrocar el gobierno, pero ellos solo se quedaron en palabras y no movieron ningún dedo por ello. Por el contrario, se escondieron tras las faldas de un matrimonio arreglado.

- Nunca he sido partidario de la política, pero sé que el actual sistema esta atestado de monarcas inamovibles, porque han sido corrompidos por seres oscuros. Sé que muchos aristócratas protegen a vampiros y licántropos, que es por causa de ellos que nuestra misión como cazadores se ve truncada. Hoy en día, ni siquiera la mano del Sumo Pontífice es suficiente para protegernos. -
Eleazar, no era de masas, actuaba por su cuenta y por sus propios intereses, pero sabía que una revolución, sería la excusa perfecta para aniquilar a buena parte de los impuros.

- Tengo mis propios intereses en aquella revolución de la cual hablas, pero sospecho que nuestros intereses son diferentes-


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Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar) Empty Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)

Mensaje por Dagmar Biermann Mar Ago 16, 2011 10:16 pm

Las manos me temblaban de sobre manera pero aun así con aquel orgullo retumbando mi ser las estire para tomar el agua. La lleve a mis labios empezando a sentir como esa necesidad por el liquido vital se iba deshaciendo poco a poco. Giré mi cuerpo con brusquedad sin importar el dolor al notar aquella reacción que estaba tomando ante mi confesión. Me cruce de brazos restando ya interés a las heridas pues mi libertad estaba en juego. Si Eleazar se encargaba de decirle algo a mi padre seguramente me tendría encerrada sin ni siquiera encerrar y solo pasando comida por una rendija. Aunque el estaba en contra del gobierno Frances siempre me había dicho que nuestra misión en este mundo no era lidiar con los seres humanos, nuestra misión era acabar con aquellas criaturas endemoniadas. Y sin poder decir algo mi acompañante me recordaba aquello. Suspiré un poco cansina por aquella situación, no era algo que estuviera en discusión, ya había tomado la decisión y no había marcha atrás. Cuando quieres perder la vida y tomas veneno, no hay marcha atrás, solito se va expandiendo en el cuerpo y no podría salir de aquella situación, así era ahora mi compromiso con aquellos leales a sus ideales, con aquellos que formaban parte de la revolución. Sentí una gran punzada recorrer mi cuerpo, no causada por las heridas que tenía, ahora estás estaban por mi ser, en lo más profundo de mi alma, de mi corazón al escucharlo hablarme a si.

"Menos espero que una jovencita lo haga…" Aquellas palabras me dejaron helada, retumbaban en mi interior como si un ser vivo estuviera en mi mente. Lo miré a los ojos con una rabia contenía. De ser otra persona seguramente ya lo tendría en el piso boca abajo con una navaja rasgando su piel haciendo que se retractara, pero en este caso era Eleazar, mi primer amor, aquel que muchas veces había robado mis pensamientos cuando me encontraba en el campo mirando las estrellas. Moví la cabeza con fuerza, si alguna vez había soñado con poder incluso verme reflejada en sus ojos con amor en estos momentos quería darme la vuelta y dejarlo hablando solo, sin volver a verlo más. Estaba odiándolo de verdad. Había permanecido completamente en silencio, sin ni siquiera poder sacar algo, algún insulto, alguna palabra venenosa, nada salía de mi interior, pues me había dado en mis puntos, y no porque no aceptara las cosas, más bien por que él había sido el que me atacara de una manera fría, sin importar lo que yo sintiera dentro de mi por él.

Le regresé la cantimplora sin dejar de mirarlo a los ojos - Yo lucho por un pueblo que tiene un potencial, no solo lucho por criaturas que no se extinguen, más bien existen más y con esta liberación los humanos tendrán una mejor vida - gruñí de manera automática posando una mano en la cadera. - ¿Te gusta acaso tener a la gente comiendo de tu mano? oh si, eso imaginaba, eres igual que los demás cazadores que solo piensan en ellos - Baje la mirada entristecida ¿Cómo era posible que el hombre de mis sueños me estuviera dando de esa manera? No más, nunca más lo vería con ese amor e ilusión con el que había estado viéndolo desde pequeña, si… Sin importar que estuviera casado. Comencé a formar una coleta en el pelo, enredando esta con un palito de madera que estaba a mi camino. - Quiero irme, no quiero que me cuides, no quiero verte - Indiqué con una voz fría ahora sin verlo a los ojos, quería llegar a casa y recordar la firmeza con que mi padre trataba a mi madre para seguir deseando no tener nunca una relación amorosa. Todas ellas eran destructivas, y Eleazar era más firme incluso que mi padre en el plano amoroso, nunca tendría de él ese amor que deseaba en alguien, así que era mejor marchar, salir de ese lugar… Sin él.

Le di la espalda y aguantándome ese dolor punzante en el cuerpo comencé a caminar como podía por el bosque - Que tengas éxito en tus cacerías si eso te llena Eleazar, no me vengas a hablar como un padre preocupado, tu no eres mi padre - recalqué aun dándole la espalda sin disminuir el paso ni un momento - No finjas preocupación y si vas a decirle a mi padre te agradezco el que después me ahorre el drama en una reunión - Sonreí para mi encontrando el sendero de vuelta a la casa de campo que tenía escondida en París, en ese lugar nadie podría encontrarme, incluso los seres de la noche. Odiaba que me subestimaran y eso había hecho que sintiera hundida.
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Mensaje por Alastair Parthenopaeus Mar Ago 30, 2011 9:23 pm

La palabras de la joven eran firmes, cargadas de convicción y con evidente resentimiento ante la respuesta del hombre que no dejaba de mirarla, evaluando cada movimiento, como un animal que analiza a su presa. Aunque en este caso se trataba de un cazador evaluando a quien debía considerar su igual, pero él no consideraba a nadie como su igual sin previa evaluación. Una débil sonrisa afloro en sus labios ante cada palabra que la muchacha pronunciaba, una sonrisa que reflejaba la mezcla de sensaciones que lo embargaban.

Por un lado curiosidad al ver aquello en que se había convertido la muchachita que conoció hace ya unos años, la hija del que fue su maestro, de ser una joven que se escondía en los umbrales a oír las conversaciones o se acongojaba ante su presencia. Ahora era una mujer, que era capaz de sacar las garras por defender sus ideales, para debatir ante quien la cuestionase. Seguido de la certeza que estaba frente a alguien con ideales firme, tan arraigados en su pensamiento, que sería difícil sacarla de su encasillamiento.

A su vez un extraño sentimiento lo embargaba, más allá de la curiosidad, se había convertido en una mujer atractiva, muy atractiva, con mirada tan penetrante intensa como sus palabras. Seguridad y convicción era aquello que ella le transmitía a cazador, quien más allá de opinar distinto que ella, se encontraba completamente cautivado por la situación, y por ella. Lo que era un débil sonrisa, se convirtió en una sonrisa cada vez más amplia a medida que ella hablaba.

- ¿Quién come de mi mano?- cuestionó entre las palabras de ella, y como única respuesta recibió su omisión, una completa señal de repulsión, por un evidente mal entendido de las palabras que el mismo pronunciase hace unos momentos. Estaba seguro que ella simplemente entendió lo que quiso, que interpreto las palabras del modo incorrecto y se estaba dejando llevar por la pasión de sus ideales.

Para coronar aquel discurso, salto directo a atacarlo a él, o más bien a su actitud de cazador, prohibiéndole si quiera intentar cuidarla o preocuparse de ella, situación que culmino con una risa sincera de él, divertido por todo. Simplemente ella era un volcán de emociones a flor de piel, y no dudaba en expresarlas ante la más mínima provocación. Y aquello era lo que más le interesaba al cazador.

-¡Ey! ¡Ey! - la llamo al ver que intentaba marcharse y que el dolor la hacía doblegarse, por fortuna sus reflejos eran los de un experto y alcanzo a sostenerla en sus brazos antes que se cayese.-Si no quieres que te cuide, tendrás que convencerme que estas bien- Se burló, mirándola a los ojos, palpando su enfado.

Sin soltarla, rodeándola por la cintura comenzó a explicarse, siendo ese aquel él único modo que encontró para hablar sin que ella saliese huyendo - La Revolución es un gran paso para todos, y te aseguro que hay muchos que no ven en ella los mismo que tu. Debes tener cuidado, pues tus ideales son quizás los más honestos que he escuchado, pero hay otros que no buscan igualdad, sino que quieren aprovecharse del caos que generara- Habló con seriedad, tratando de que ella comprendiese su punto, y que no se trataba de mantener su estatus, pues él no dependía de la realeza para vivir, tenía sus negocios y los títulos eran tan solo un adorno.

- No hablo como si pretendiese ser tu padre, pues bien sabes que a él lo respeto. Habló como alguien que ha recorrido el mundo, y ha visto muchas más cosas que tu.- Su voz era pausada, como la de quien intenta calmar a una fiera, o acaso no era así la actitud de ella. Con delicadeza retiro una de sus manos de la cintura de ella, sosteniéndola con la otra, para poder acariciar el rostro de ella y lograr suavizar su semblante -Me preocupo por ti… ¿Acaso eso es malo? - pronuncio estas palabras casi en un susurro y sin retirar la mirada de los cautivantes ojos de ella.

- Eres un joven hermosa -prosiguió, encandilado por la mirada de ella, y por sobre todo, por la seductora personalidad de ella y sus ideales- Debes cuidarte - concluyó en un intento por opacar aquel pensamiento que se transformo en palabra, todo aquello sin soltarla y sin dejar de acariciar su mejilla.

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Mensaje por Dagmar Biermann Miér Ago 31, 2011 3:18 am

Poco fue lo que pude avanzar cuando mi cuerpo comenzó a temblar, estaba segura que esta vez caería sin poder sostenerme de nada y tendría un golpe más que duro en el cuero. Pero en un abrir y cerrar de ojos sentí sus gruesas y cálidas manos recorrer mi cintura atrayendo mi cuerpo al suyo. Suspiré empujando por un momento sus manos para que me soltara pero aquello fue inútil, era demasiado fuerte en ese momento para mi y estaba tan exhausta que no puse más resistencia. Su roce me intimido un poco, era la primera que existía esa clase de cercanía entre ambos incluso pude sentir su aliento cálido sobre mi cuello lo cual hizo que me estremeciera de manara delatadora pero que sin lugar a duda no estaba dispuesta a explicar. Lo quería y siempre lo había hecho pero había matado esa poca esperanza que había tenido con él en algún loco y absurdo momento de mi mente y mi tonta imaginación.

Por un pequeño momento mi semblante se relajo pero enseguida volví a endurecerlo, no podía bajar la guardia, molestaba no dejaba de estar de un momento a otro y él lo sabia - No tengo porque convencerte que estoy bien, debes dejarme en paz, si no me reporto en casa es probable que mi padre mande a buscar por mi no tienes que molestarte - Mi voz sonaba tan fría, tan cortante, tan molesta que incluso yo no sabía de donde salía pues aunque mi trabajo era ser alguien firme y sin escrúpulos para matar a un ser de la noche a aquellos que quería con el corazón siempre trataba con dulzura y Eleazar en especial siempre me había desarmado con solo verlo.

Aun sin el éxito obtenido que me dejara baje la mirada observando lo poco perceptible de aquella noche en el bosque evitando su mirada, escuché con atención su explicación. Asentí varias veces de manera automática ante todo lo que me decía de cierta manera tenía razón no podía negarlo - Se como el dinero y el poder puede nublar hasta al más puro de corazón pero necesito confiar, estoy cansada de aquellos pobres que se mueren de hambre en aldeas lejanas y son comidos por criaturas de la noche, es horrible ver como familias son destruidas de esa manera - Sentí como mi voz comenzaba a cortarse de un momento a otro sin poder hacer más. Sin poder resistirme más sentí como su mano acariciaba mi mejilla y cerré los ojos disfrutando del roce que me proporcionaba, me doble de nuevo cuando su mirada preocupada y hasta cierto punto con cierto miedo se apodero de mi ser - No, no es malo que te preocupes por mi - Susurre volviendo a cerrar los ojos intentando concentrarme cosa que a esas alturas me estaba siendo bastante imposible. ¿Cuántas veces había deseado tal escena pero en otra situación.

Sentí su respiración acelerada y después la mía haciéndole compañía. El cuerpo se me tensión por completo ante sus palabras ¿Por qué me decía aquello? ¿Por qué decir que era hermosa cuando menos me lo creía ante mi condición - Eleazar… Es tarde, estoy cansada y ciertamente no quiero volver a verte - Aquello último lo había arrastrado intentando creermelo - Quiero descansar - Susurré sintiendo como nuestros rostros estaban demasiado cerca, como mi cuerpo se había incluso dejado llevar por él - Me cuidaré - Susurré subiendo la mano para tomar la que sostenía mi mejilla y entrelace ambas manos en un gesto de comodidad e incluso de cariño, me acerqué un poco más y fue cuando no pude sostener un poco de mi peso y deje que el cargara por completo conmigo, aunque parecía que aquello fuera demasiado sencillo - Yo - Susurré estirando el rostro para dejar un beso cálido en su mentón - No te apartes de mi esta noche - Mi voz salió como una suplica - Aunque mañana quieras desaparecer, aunque quieras decirle a mi padre, no hablemos de la revolución, simplemente no te apartes de mi -La voz comenzaba a entrecortarse un poco, su gesto de cariño me había doblegado tanto que no quería perder más gestos como esos, no esa noche cuando sentía que después de ese mal encuentro cada quien tomaría su camino, un camino que no quería lejos del suyo y que tontamente contrariando mis palabras mi interior quería permanecer a su lado.
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Mensaje por Alastair Parthenopaeus Miér Ago 31, 2011 7:21 pm

Ciertamente el cazador se encontraba en una situación demasiado compleja, siempre considero a Dagmar una niña, la hija de un gran cazador. Pero sus pensamientos hacia ella en aquel momento eran diferentes, tan humanos y carnales, que le costaba mantener la pose paternalista que mostro en un principio. Su respiración era cada vez más acelerada y se acompasaba con la de ella, cuando sus miradas finalmente se cruzaron, entre lo que parecía un discurso guiado por su ego herido. Suspiro profundo, viendo a la niña caprichosa que se anidaba en ella, y no pudo más que encandilarse aun más de ella, ahora por aquella faceta que estaba aflorando.

Quizás fuese la cercanía de ambos, la belleza que ella poseía o la soledad en la que él se escudaba, pero más allá del porqué, el estaba prendado de la joven y no podía concebir dejarla ir a casa en las condiciones en que se encontraba. Pero tal parecía por el hielo en su voz, que su voluntad estaba en tomar distancia e ir a casa de su padre. Cerró los ojos cansinamente, en un vano intento por ordenar sus pensamientos y discernir qué era lo más apropiado, si dejarla marchar en esas condiciones, llevarla a casa sin los cuidados que requería para sanar o simplemente ignorar sus palabras y cuidarla personalmente.

Era tal la cercanía que el cazador no lograba pensar con total claridad, solo sabía que la cazadora le gustaba y a la vez no lograba dejar de verla como una niña, con ambas imágenes contraponiéndose le costaba decidir qué hacer. Quizás fueron los dedos de ella entrelazándose con los de él, y la suave brisa que incrementaba el dulce aroma de ella, que decidió cuidarla hasta que mejorase, sin importar que ella se negase.

Su mirada se suavizo al igual que el gesto de la muchacha, y un irresistible impulso lo embargo, al tiempo que ella se acercaba más a é y susurraba muy cerca de sus labios, para depositar un beso en su barbilla. La mano de él delineo él rostro de ella, para atraerla más hacia sí, al tiempo que él cazador se inclinaba para rozar los labios de ella con suavidad. Tal como si fuese una caricia, poso sus labios en los de ella dejando que sus alientos se mezclasen, con calma y un poco de temor, recorrió sus labios para luego alejarse, sin decir palabra alguna.

Fue ella quien hablo, quien pidió casi como una súplica que no la dejase ir, decisión que él ya había tomado, no la dejaría hasta asegurarse que su estado era el apropiado y fuera de peligro. Por fortuna para la cazadora, aquel sitio donde Eleazar entrenaba esta cerca de su residencia en parís, residencia donde se hospedaba cada vez que visitaba la ciudad luz. Se trataba de una residencia modesta, ubicada en las profundidades del bosque donde ahora se encontraban, lugar donde podría llevar a Dagmar, cuidarla y revisar sus heridas.

- No te dejaré sola pequeña - habló en un susurro con voz ronca, al tiempo que la tomaba en brazos para llevarla a un su residencia. Con destreza se las arreglo para coger sus cosas, caminar hasta su morada. Se mantuvo en silencio todo el camino, sin decir detalles sobre el lugar al que se dirigían y menos sobre aquel beso, beso que ni él mismo es capaz de explicar, si es que un beso requería explicación.

Por fortuna el cazador se movía con rapidez y conocía aquel bosque como si fuese la palma de su mano, de manera que el viaje hasta la casa fue breve, tiempo en que podía notar que joven perdía a momentos la conciencia. Y el semblante del ojiazul se ensombrecía por la preocupación por la salud de ella, y por aquella innegable atracción que sentía por ella.

- Aquí podrás descansar y sanar- expreso ya en el lugar, con algo de dificultad logro abrir la puerta e ingresar a su residencia, se trataba de una casa campestre, cuyos muros eran de roca y las tejas rojizas coronaban la construcción de dos pisos. En su interior, se podía ver el aire varonil del lugar y que no se trataba de su residencia permanente. La sala contaba con una chimenea y sillones rústicos, mientras que el comedor conectaba con la cocina. En el segundo piso se encontraba la única habitación y el cuarto de baño, y en un subterráneo se encontraba el cuarto del cazador, el lugar donde guardaba el armamento y otros instrumentos - Esta es mi residencia - explicó al notar como ella observaba todo con curiosidad al tiempo que la depositaba en el sofá.

Con delicadeza rasgo el vestido de ella para dejar la herida al descubierto, y asegurarse que esta sanase con normalidad. Para su tranquilidad no había sangrado y la única seña evidente del ataque, era la aureola negruzca que rodeaba cada rasguño en su piel. Como si con su mano pudiese borrar las marcas, poso su mano en la piel de ella, mientras con su otra mano acariciaba el rostro de la muchacha - Sanaras pequeña - hablo muy cerca del rostro de ella cuando ella clavo sus intensos ojos verdes en los de él- - No dejaré que nada te pase- prosiguió antes de depositar un delicado beso en la mejilla de ella.
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Mensaje por Dagmar Biermann Miér Ago 31, 2011 8:25 pm

Unos instantes fueron suficientes para que ambos rostros fueran unidos. De cierta manera mi enojo me había nublado la vista de tal manera que no pude captar la forma en que me observaba. Me quede sin aliento por unos momentos y por más que quisiera rechazar tal gesto mi cuerpo me invitaba a seguir, a no poner resistencia, en el trayecto mi rostro se ladeo de manera descarada recibiendo tal roce, solté un suspiro contra sus labios al mismo tiempo que cerraba mis ojos y disfrutaba de su aliento contra mis labios. Apenas y pude saborear de él cuando se alejó y ambos nos quedamos en un silencio casi abrumador. Su mirada se despego de la mía como si se tratase de un niño regañado. Quien lo diría ahora el que se comportaba como pequeño era él. No pude evitar sonreír ante tal gesto. Sus brazos me acunaron levantando mi cuerpo del piso y solo pude abrazarlo en silencio, ocultando mi rostro en su pecho.

Sonriendo como aquellos que obtenían algo que tanto habían deseado pero en este caso era un ser deseado en mi vida de una manera que incluso minutos antes sentía perdida tal esperanza pero sin lugar a duda todo era tan contradictorio que ahora volvía ese tonto rayo de esperanza. Me sorprendía la fuerza que poseía para llevarme y llevar todo, el poder adentrarse a la casa, me asombró incluso la delicadeza con la que posaba mi cuerpo en uno de los sillones y el atrevimiento para rasgar la tela sin previo aviso. Sentí mi rostro subir de temperatura seguramente mostraría un sonrojo que solo él había sacado hasta le fecha. - Se nota que estás aquí - Solté una risita un tanto tonta a decir verdad, el estar solos, en un lugar así no bajaba mi nerviosismo. Estiré mi mano para tomar la suya antes que hiciera algo con la herida - No me lastimes por favor, ya fue mucho dolor - Y era cierto, aquel dolor me estaba torturando de tal manera que en ocasiones al cerrar los ojos sentía como mi alma quería desprenderse de mi cuerpo para invitarme a dejarlos así y dormir. En un último intento los párpados me pesaron tanto que no supe cuanto fue el tiempo que había perdido la consciencia hasta que nuestras manos se soltaron y ejerció presión en el costado donde se encontraba la herida.

Nuestras miradas entrelazadas de nuevo en un gesto de complicidad, poco a poco podían sentir como esta intimidad creía entre ambos. Otro apretón hizo que mis labios formaran una especie de "O" haciendo que un quejido saliera, incluso parecía algo melodioso pero que sin duda era perturban. Lo dejé hacer por unos momentos más y de pronto coloqué ambas manos en sus hombros para arrastrar un poco mi cuerpo a él y abrazarlo - Recuéstate conmigo, abrázame - Suplique de nueva cuenta hundiendo mi rostro en su cuello antes de sentir como me volvía a acunar en sus fuertes brazos. Separé mi rostro de nueva cuenta y nuestras narices y labios se rozaron haciendo que un escalofrío más fuerte me delatará entre su cuerpo, su roce era tan eléctrico que no podía disimularlo. Me separé sin previo aviso odiaba sentir que me tenía doblegada, a pesar de los tratos buenos que me daba mi padre y su sobreprotección nunca antes había podido controlar mi manera de ser y Eleazar no sería el primero que lo haría.

Bufé dejando que mi cabello se soltará y cayera a ambos lados mientras avanzaba por la pequeña sala para observar con atención cada detalle. - ¿Por que tiene que ser así? Después de tanto tiempo sin vernos, de ese deseo tan grande de volver a encontrarte ahora me ves herida, avergonzada por mi mal estado físico y… emocional y sobretodo viendome como siempre como una niña y sin embargo me has besado… ¿Por qué lo haces? - Le daba la espalda, mis manos se escurrían entre los libros de unos estantes, caminé con mucho esfuerzo, y pateé un periódico que había en el suelo dejando a la vista una espada bastante grande - Siempre he querido una así - Sonreí aferrando una mano al estante de libros para agacharme lentamente y tomar el arma - Sin duda es hermosa - ¿Hablar de armas cuando acababa de preguntarle sobre el beso. Si debía aceptar que era inexperta con hombres, con relaciones, con ese deseo que sentía por besarlo de nuevo y sobre todo por esa cercanía y los sentimientos que me estaban nublando la razón constantemente.

Alce la fina espada poniéndola de manera lateral para ver el grosor que tenía, sin duda era una hoja bastante elaborada y que a la poca luz que se tenía en ese momento incluso podía captar el filo, acerque mi mano pasando con delicadeza y de manera bastante superficial el dedo haciendo un corte delicado - Muy buena… - Sonreí recargándola contra la pared. Simplemente sentía su mirada sobre mi cuerpo, este estaba a su completa disposición, primero por la poca ropa que hora traía encima gracias a él y después por las reacciones que tenían al estar a su lado. - Estoy esperando una respuesta cazador- Sonreí de manera mordaz mordiendo mi labio inferior un poco de manera insinuante.
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Mensaje por Alastair Parthenopaeus Miér Ago 31, 2011 9:38 pm

Contra todo lo esperado la debilidad de ella no le impidió abrazarse al cazador, lo que él no resistió por el contrario agradeció y la acuno en sus brazos, en un gesto protector y también por necesidad de sentirla cerca de él. Un sentimiento que ni el mismo lograba explicar, pero ella en poco tiempo logro despertar un sentimiento que consideraba dormido en él, cariño, deseo, afecto e incluso amor, pero aquello ultimo no estaba seguro si era lo que realmente sentía, era un hombre muy racional para acelerarse en denominar lo que sentpia en algo tan profundo.

Cuando más cómodo se sentía en aquel abrazo, en aquella cercanía, disfrutando de su aroma de su aliento golpeando contra su rostro, mezclándose sus respiraciones. Nuevamente sintió deseo de besarla, de rozar sus labios y disfrutar d aquel contacto femenino. Pero cuando estaba por acotar aun más aquella distancia y besarla, ella se alejo. Bufó con cierto pesar, pesar porque realmente deseaba probar esos labios nuevamente, pesar por lo contrariado que estaba, pero por sobre todo porque estaba actuando contra toda su racionalidad.

La observó alejarse y se quedo ahí, observándola viendo como se desenvolvía con gracia por la habitación, husmeando todo como una niña pequeña con un juguete nuevo. Sonrió, simplemente encantado por su belleza y gracia, pues se trataba de una mujer hermosa, una mezcla entre lo clásico y lo salvaje, una fiera que no deseaba ser domada, pero que él sentía un profundo deseo por proteger.

Mientras ella recorría todo, el se acerco al bar y sirvió dos copas de vino blanco, una bebida suave que la ayudaría a mitigar el dolor de su herida y a él, buscaría en aquella bebida un poco de paz. No dejo de seguirla aun cuando su atención parecía estar en la botella, encandilado, así se encontraba por una niña, su pequeña, si quizás ese era el modo más apropiado de llamarla, aunque ella lo considerase una ofensa y un modo de poner distancia entre ambos.

-Dagmar- la llamó, tras escuchar sus preguntas, preguntas que no estaba seguro de poder responder. Para él mismo era una situación muy extraña, a la que por primera vez se enfrentaba, pero ella pareció no escucharle, simplemente le dio la espalda y volvió a cambiar de tema. Ahora hablaba de armas, situación que solo sirvió para robarle una sonrisa sincera a él, y que se encantase aun más de la niña que tenía ante sus ojos.

- Eres una niña - comento acercándose a ella por la espalda ofreciéndole la copa de vino que sirvió para ella, comentario que no ayudo a relajar su semblante, pues ella se veía aun más contrariada y el aun más encantado. La observo depositar la espada y esconder una de sus manos para tomar con la otra la copa. Pero el cazador percibió el olor a sangre y comprendió que se había cortado.
Con delicadeza tomo su mano, y observo la pequeña gota de sangre que emanaba del dedo herido, la llevo hasta sus labios y beso la herida, como un modo de demostrarle que el cariño que estaba surgiendo en su interior, o más bien sentimiento de protección.- No negaré que es una espada hermosa, pero es clásica.- susurro sin alejar la mano de sus labios - Pero lo clásico es aburrido, en cambio tu belleza es.. Exótica y cautivadora-expreso sin reparos, clavando sus ojos en los de ella, e inclinadose para rozar nuevamente sus labios y luego apartarse para responder, o intentar responder la pregunta que ella dejo en el aire.

- Haces demasiadas preguntas, como una niña pequeña que desea conocer el mundo. Te ofendes como una niña consentida a quien no se le da en el gusto…. Por eso te trato como tal- expresó con calma sin dejar de mirarle ni soltar su mano, incluso mientras bebía de su copa - Pero eres capaz de defender tus ideales como una mujer, eres tanto más hermosa que cualquier dama que haya conocido. Y por sobre todo te desenvuelves como una mujer.- Se sincero intentando usar la mayor lógica posible, para que ella entendiese.

- Me has cautivado pequeña - concluyó antes de ceder al tentador gesto de sus labios, y besarla, pero esta vez no era un beso de reconocimiento como los anteriores, sino que un beso con pasión. La tomo por la cintura y la atrajo hacia si, al tiempo que depositaba al copa en el estante, para luego entrelazar sus dedos en el cabello de ella. Recorrió sus labios con insistencia, con deseo, invadiendo poco a poco su boca.-Me gustas- confeso en sus labios, sin dejar de besarla e invadir sus labios, presionando su cuerpo con él de ella.


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Mensaje por Dagmar Biermann Jue Sep 01, 2011 2:26 am

Giré mi cuerpo lo suficiente para poder quedar frente a él. Tomé la copa que me estaba dando y di un trago largo para sacar aquella sensación amarga que estaba teniendo por lo ocurrido con la herida y con la noche en general. Deje el vaso a un lado, sentí sus brazos, escuche cada una de sus palabras. Me llenaba de rabia que me llamara de esa manera "niña, pequeña" ¿Quién se creía él para hacerlo? Ni siquiera mi padre lo hacía. Me molestaba tanto pues odiaba que me subestimaran por mi corta edad. Y sin embargo parecía fascinado con aquel carácter que tanto me caracterizaba. Y de nueva cuenta aquellas palabras cautivantes hacía mi persona, hacía mi belleza e incluso hacía mi carácter.

Sin poder si quiera reaccionar su cuerpo se apoderaba del mío tomándome con fuerza pero sin perder el cuidado por las heridas, uniendo nuestros labios con exigencia, en un principio me quede completamente inmóvil sin corresponder aquel roce placentero pero como había dicho mi cuerpo se había doblegado ante él. Mi rostro se ladeo un poco en señal de aprobación mis brazos se alzaron para rodear su cuello, el beso se había vuelto una especie de guerra pues mi lengua jugueteaba con la suya, podía disfrutar de su sabor, mejor de como me lo imaginaba, y mordisqueaba de vez en cuando sus labios soltando suaves suspiros contra estos. Aquellas últimas palabras me tomaron desprevenida y me separé con fuerza de él mirando sus ojos, enganchándome en ellos sin poder decir o hacer mucho. Me había quedado tan estática como cuando lo vi entrar la primera vez a mi casa estando pequeña pero claro no se asemejaba la situación.

Mi primera reacción seguramente lo iba a descolocar pero no podía hacer otra cosa más que reírme, porque lo hacía de nervios y nada más. Si le sumábamos el hecho de que me encontraba en su casa y no podía salir huyendo ante aquella confesión. Lo cierto era que siempre había deseado escuchar algo así de sus labios pero nunca me imagine por la diferencia de edades y pues que el había tenido un amor hace tiempo eso pudiera hacerse realidad, por lo que me había tomado con la guardia baja, bastante confundida ya me había tenido y ahora no podía ni pensar simplemente sus ultimas palabras retumbaban en mi mente como un eco entre las montañas que poco a poco se iba desapareciendo pero que persistía y te dejaba con esa sensación de alegría puesto aquel fenómeno era escuchado rara vez. Sentí como una especie de brisa golpeaba el cuerpo y de manera automática y algo torpe comencé a frotar mis brazos con ambas manos. - Esas bromas no son de mi agrado - Susurré bajando la mirada para no volver a toparme con la suya me sentía acorralada e intimidada por lo que volví a tomar la copa y me aproxime al sillón para tomar asiento sin ni siquiera poder hacer o decir más.

Sentí su mirada caer sobre mi cuerpo - Deja de mirarme me pones nerviosa - Susurré dando un fuerte trago a la copa hasta dejarla vacía. Comencé a fingir sentirme cansada lo cierto era que lo estaba pero estaba también queriendo evadir el tema pues no sabía como reaccionar o que decirle - ¿No estás cansado? - Y por primera vez me sentí como una niña pequeña tratando de buscar un pretexto para salir del embrollo en que estaba metida, pero en este caos no era ningún problemas más bien era algo que había deseado pero no podía controlar ni había esperado. Tome una gran bocana de aire y tomando valor alce la mirada y estire mi mano para tomar la suya. Tiré un poco de ella e hice que se posará frente a mi. Mi mano libre acaricio su rostro lentamente detallando cada pequeño detalle de él, sonreí emocionada como cuando mi primera misión había sido realizada con éxito. Me acerque para dejar un beso en cada uno de sus ojos, sonreí rozando mi nariz con la suya - ¿Te gusto? - Murmuré rozando mis labios con los suyos y luego enredando los dedos de mi mano libre en su cabello - A cada segundo que paso contigo dejas un hueco de sorpresas dentro de mi - Ladee el rostro un poco para verlo por primera vez en la noche con ternura. Sin poder evitarlo lleve una mano a la boca para tapar un bostezo. La noche avanzaba y con ella podía sentir como poco a poco ambos nos abríamos haciendo que mi confusión incrementara.
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Mensaje por Alastair Parthenopaeus Jue Sep 01, 2011 7:20 pm

La situación era bastante confusa para el cazador, pero en ese momento había decidido apagar su racionalidad y dejarse llevar por sus impulsos, y lo primero que le dictaban sus emociones era besar los labios de la joven, recorrerlos sin reparos. Y era precisamente aquello lo que estaba haciendo, besándola con pasión, invadiendo en una lucha por ganar territorio, sus lenguas jugando con pasión y ansiedad, como si llevasen demasiado tiempo conteniendo aquel deseo, deseo que él mismo acaba de descubrir que ella le provocaba.

Mordió sus labios, con suavidad, tirando de ellos, con exigencia, pero con el cuidado suficiente para no dañarla -Dagmar- gruñó en sus labios, pocos segundos antes que ella se apartase de un modo tan abrupto que quedo parado allí, mirando la estantería donde reposaba mi copa. Bufó, intentando recuperar el aliento, la cordura y comprender lo que estaba pasando inclusive el porqué ella se alejaba así. Tomo su copa y bebió un largo trago, vaciando la copa, para luego clavar buscar la mirada de la joven, quien parecía evitarlo.

- Tienes frío- cuestionó al ver como ella frotaba sus brazos, se saco su chaqueta y la puso sobre los hombros de ella, la que segundos después se alejo, como si lo evitase, pero pronto las palabras de ella le aclararon el panorama de lo que ocurría, ella pensaba que él estaba jugando con ella. Situación que no podía estar más lejos de la realidad, el no era un hombre que jugase con las mujeres, muchos menos con ella, con Dagmar. - No estoy jugando, aunque te cueste creerme- pronunció aquellas palabras mientras se encaminaba hasta el sofá sin apartar su mirada de ella.

Me detuve frente a ella, viendo como se acomoda en el sofá, tal como si fuese un gato buscando un sitio donde descansar, y un modo de evadir el tema. Un nueva sonrisa afloró en sus labios, imaginando a la joven dormida, una escena enternecedora que a él le encantaría presenciar. - No, o estoy cansado, pero si así lo deseas, puedes descansar en mi recamara -sugirió mientras acortaba aun más la distancia entre ambos, y ella lo jalaba para que se acercase, se inclino de cuclillas frente a ella y dejo que ella acariciase su rostro y lo besase. Gesto que solo consiguió que la sonrisa en su rostro se ampliase aun más, cada vez estaba aun más encandilado por ella.

Pero ella aun desconfiaba, y era normal, por eso no le sorprendió la pregunta que ella pronuncia a muy poca distancia de su rostro, sintiendo el cálido aliento de ella rozar sus labios, dudo si responder con palabras o actuar. A fin de cuentas las palabras suelen irse con el viento, mientras que los gestos, se quedaban grabados. Alzo una mano y acaricio una mejilla de ella, para luego tomar su barbilla y depositar un delicado beso en sus labios y luego sonreír con la mirada - Eso responde tu pregunta, o debo repetirlo- tras lo cual volvió a rozar sus labios, y sin separarse de ellos susurró -Me gustas…. Me gustas mucho- confesó.

El corazón del cazador latía con fuerza y todo su ser deseaba volver a besarla, sin reparos sin distancias, sin temores, simplemente dejarse llevar por lo que sentía. Pero tenía un verdadero temor que ella saliese huyendo, que creyese que él estaba jugando. Por eso sus movimientos eran lentos, calculados e intentaba demostrar con ellos la mayor sinceridad. Suspiro y notó que realmente ella necesitaba descansar, sonrió.

Sin previo aviso la tomo entre sus brazos, acunándola y subió con ella hasta el cuarto, donde la deposito con delicadeza en la amplia cama. - Eres hermosa- susurró al contemplarla sobre la cama, con el vestido rasgado y ensangrentado, detalle que hubiera pasado por alto, sino fuera por el rubor que se anidaba en las mejillas de la joven.

Sin decir palabra se volteó hasta el armario de donde saco una camisa de él, que seguramente le serviría para dormir. Camino nuevamente hasta la cama y la dejo al lado de ella, que parecía no tener intenciones de moverse. - Para que te cambies pequeña - indicó para luego caminar hasta la puerta - El cuarto de baño esta tras esa puerta, te dejaré sola mientras voy por algo de cenar - indicó señalando una puerta al fondo del cuarto antes de bajar a la cocina servir una simple merienda para ambos.

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Mensaje por Dagmar Biermann Vie Sep 02, 2011 11:14 pm

El tiempo pasaba no sé si deprisa o con lentitud pero definitivamente era el más provechoso que había tenido. Sentí sus brazos acunar mi cuerpo y simplemente lo rodeé con los propios aferrándome a su cuerpo. Aspiré su aroma, tan varonil, tan peculiar, tan provocador que incluso me hizo cerrar los ojos y morder mi propio labio demostrando ese deseo que me estaba guardando por volver a besarlo. Sin pensarlo deposite un beso en su pecho, uno suave, tierno e inocente. No pude ni siquiera jalar su rostro para besarlo cuando me depositó en la cama. - Yo… Deja de decirme así - Indique de manera infantil mostrando mis mejillas más sonrojadas de lo normal. No estaba acostumbrada a los piropos, no estaba acostumbrada a la cercanía con los hombres de ese modo, sabía que mis entrenamientos eran con hombres, todos ellos eran hombres, en la academia de mi padre eran 30 los que practicaban conmigo y solo yo, una delicada mujer encantando a esos hombres que en su exilio buscaban un cuerpo femenino para descargar sus pasiones y es que sabía que era hermosa pero para mi siempre iba primero el profesionalismo y luego mis gustos, deseos y sentimientos así me había regido toda la vida, alejada de cualquier relación con el sexo opuesto pero Eleazar siempre había sido mi amor, ese amor imposible, ese amor secreto que deseaba tener y estar entre sus brazos. Ahora escuchar de aquellos labios esas palabras me descoloraba, no sabía que hacer, ni como actuar - Siempre te he querido - Susurré rogando porque mis palabras no las escuchará, porque aquello lo había soltado sin reparos, sin pensarlo, y ahora sufriría las consecuencias - Siempre te he deseado - De nuevo, aquello salía de manera automática, sin pensarlo, lo había deseado sin ni siquiera saber que quería decir esa palabra.

Hice un leve puchero, como una especie de berrinche cuando este se había separado. Su detalle me hizo voltear a verme el cuerpo mientras me levantaba. - Gracias - Apenas alcance a decir cuando salió de la puerta. Tomé la camisa entre las manos observándola por unos momentos nerviosa. Como si eso fuera normal lleve la prenda a mi rostro para poder aspirar su aroma. Era tan evidente que era de él. Cerré los ojos disfrutando de su escénica Tan tú… - Susurré caminando con cuidado directo al baño. Comencé a quitar suavemente los lazos del corset, giré mi rostro observando un gran espejo donde al acercarme pude observar mi figura, tan delicada, tan hermosa, el entrenamiento había valido la pena. Cuando terminé deslice el vestido observando mi cuerpo desnudo, aquel que estaba intacto, que nadie había profanado a no ser por uno que otro rasguño y ahora la herida pero por el oficio no por el deseo. Sonreí nerviosa y me deje de ver para dirigirme a la bañera encendiendo el agua, gracias a Dios salía cálida por lo que me recosté en ella disfrutando de aquella sensación e incluso de la paz que necesitaba para procesar el momento. Cerré los ojos y sin darme cuenta había caído en un sueño profundo, en un trance.

De nuevo el tiempo había pasado como si nada, abrí los ojos notando como el agua se desbordaba y rápidamente cerré la llave, quité el tapón de la bañera y deje ir el agua mientras me levantaba para tomar la toalla y secar mi cuerpo con delicadeza, lo cierto era que la herida no estaba molestando. Me quede un largo momento observando aquella camisa y Dios no podía imaginar como me vería con ella. Un sonido sordo que provenía de abajo me sacó de mi ensimismamiento y la tome rápidamente para colocarla, solo tenía una pequeña ropa interior abajo por lo que aquella sensación de casi desnudes me ponía a temblar. Salí del baño con rapidez y no lo vi en el cuarto por lo que salí en dirección a la cocina guiada por los olores y por mi estomago que comenzaba a molestar bastante. Había sido una noche bastante pesada. Me quede recargada en la puerta observándolo, estaba bastante concentrado que ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia. Ladee el rostro dejando caer a un lado mi cabello mientras colocaba ambas manos en el marco de la puerta - Buenas noches caballero - Susurré con una voz un tanto provocativa e insinuante, mi tono de voz me había sorprendido incluso a mi. Con las mejillas rojas avance un poco acercándome a él y alzando un poco las manos - Creo que me queda un poco grande - Me encogí de hombros colocando ambas manos en la barra - ¿Quieres ayuda? - Sonreí un poco, me coloqué de puntitas y estirándome lo suficiente deposite un beso suave en su mejilla.
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Mensaje por Alastair Parthenopaeus Sáb Sep 03, 2011 12:40 am

Aunque mientras el cazador se movía por la habitación superior sin decir palabra, más allá de las estrictamente necesarias y sin responder a las palabras que ella pronunció cuando la deposito en la cama. Esas palabras se grabaron en su mente, y no dejaron de repetirse en su mente una vez que abandono la habitación en dirección a la cocina.

Un hombre acostumbrado a viajar, a la soledad, sabía muy bien como desenvolverse en la cocina y preparar una merienda, y ese era precisamente su objetivo. Alagar a la muchacha que ahora descasaba en su cuarto, y procurar que se alimentase bien. Cada movimiento que realizaba, era pensando en ella, en su aroma, sus labios y aquel sentimiento an particular que lo invadía y desconocido.,

Era cierto que antes estuvo casado, pero aquello no fue amor, eso era algo que aprendió con él tiempo, con la madurez de los años y su propia soledad. Pero ahora era diferente, no se atrevía llamarlo amor, pero sabía que Dagmar despertaba en él sentimientos nuevos y sensaciones tan confortantes, que no podía pasar por alto la fascinación que lo invadía.

”Siempre te he querido” “Siempre te he deseado” las palabras femeninas resonaban en su mente, abriendo para él una gama de posibilidades y de sensaciones. Una sonrisa boto en sus labios, y en sus ojos, los que acostumbraban carecer de emociones, pero ahora brillaban con una alegría particular. Como si por primera vez se sintiese realmente completo, como si hubiera encontrado aquello que le faltaba para sentirse pleno.

Con sus pensamientos en todo lo ocurrido aquella tarde, aquel reencuentro y por sobre todo aquel beso, aquellas confesiones. Puso maños a la obra, busco en la alacena unos bollos, y los puso en un plato. Luego encendió el horno y puso unas rebanadas de pan con queso, especias, Claro, aquello quizás no fuese suficiente, por lo mismo busco fruta la cual lavo y corto, para poner en dos platos, uvas, manzanas, y frutos secos. No era una merienda muy elaborada, pero si apropiada, teniendo en consideración el poco tiempo que tenía para prepararla.

No podía negar que hubiese preferido ofrecerle una cena mejor, más elaborada y en mejores circunstancias. Pero aquello debería esperar a otra ocasión, por ahora, aquello sería suficiente para que ella recuperase fuerzas. Eleazar, un hombre frío que no se caracterizaba por ser muy atento y más ser alguien que se deshiciese en halagos para complacer a alguien, pero ahora se estaba esmerando por sobre manera.

Busco una bandeja, donde deposito todo aquello que ya estaba listo, incluyo dos copas de vino, el mismo blanco que habían bebido hace un momento y cubierto para ambos. Solo debía esperar a que el pan estuviese listo. Busco en la alacena algo que guardaba para ocasiones especiales, y sin duda debía serlo, se trataba de un producto importado de los territorios americanos, unos trozos de chocolate que deposito junto a los bollos. Observo la sencillez de la merienda, y se limito a sonreír, antes de inclinarse a sacar el pan del horno y colocarlo en la bandeja.

Se encontraba buscando servilletas, cuando la presencia femenina a sus espaldas lo alerto, evidentemente ella no entendió que el esperaba que ella descansase y lo había seguido. -Como una niña pequeña- pensó, y espero a que ella hablase, simulando estar concentrado en alguna actividad inexistente, finalmente ella hablo y volteo a verla.

-Buenas noches bella dama- respondió al tiempo que tomaba la mano de ella y la besa con delicadeza -¿Habeís disfrutado de vuestro baño?- cuestionó con solemnidad, y con una sonrisa burlesca en sus labios, al tiempo que ella le enseñaba lo grande que le quedaba la camisa -Bueno pequeña, lamento no tener vestido de tu talla, pero creo es mejor eso a pasearte desnuda por la casa- expresó sin reparos observando lo atractiva que se encontraba allí, con sus largos cabellos húmedos cayendo a un lado, mientras que sus bien formadas se asomaban de un modo encantador.

Fue el delicado beso de ella acompañado de su melodiosa voz lo que lo sacó de sus pensamientos, y lo llevo a hacer algo más. La tomo por la cintura y la beso con exigencia, como si tuviese hanbre de sus labios, de recorrerla, pero dejo que sus labios expresasen aquello y contuvo sus manos en la espalda de ella, no deseaba asustarla, quería que ella confiase y consintiese antes de dar cualquier otro paso.

-La única ayuda que necesito es que regreses a la cama, para que descanses. Llevare la merienda al cuarto pequeña respondió soltando los labios de ella, pero sin soltarla, manteniendo la mirada fija en sus ojos, hablando casi en un susurro.
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Mensaje por Dagmar Biermann Sáb Sep 03, 2011 1:50 pm

Cerré los ojos con fuerza sintiendo aquel beso exigir mis labios, no pude evitar sentir confusión ya que aunque quisiera poner resistencia mi cuerpo cedía a él, enredé mis manos en su cabello atrayéndolo con fuerza para volver aquel beso más pasional, recargué la espalda a la barra de la cocina mientras me sujetaba con fuerza de la cintura, daba gracias que no lo hubiera hecho del lado de la herida, aquello era tan raro besarlo me hacía sentirme más fuerte, que incluso el dolor se me iba por completo pero conforme lo soltaba como ahora y solo veía sus ojos me sentía débil, vulnerable, confundida y mareada, eran tantas emociones acumuladas que no sabía ni como ordenarlas o desecharlas. - Iré a la cama - Le sonreí apenas soltando mi cuerpo del fuerte agarre. Llevé una de mis manos a mi nuca mientras avanzaba por la cocina sin poder verlo de vuelta sin poder mirarlo de reojo, solo me movía con delicadeza, con gracia y sensualidad, no porque quisiera simplemente porque aquello me salía con naturalidad. Mire de reojo al salir de la cocina para verlo este me contemplaba y eso me ponía más nerviosa ¿En que momento me había metido en eso? Solté un suspiro bastante relajador cuando subía con cuidado las escaleras. No tardé mucho tiempo en llegar al cuarto, observe con cuidado a mi alrededor después del ataque me volvía más cuidadosa. Todo estaba en orden por lo que gateé con cuidado por la cama hasta recostarme donde me había depositado, observé el techo sin dejar de sonreír, cubrí mi cuerpo con las sabanas y me hice una peques bolita para poder entrar rápidamente en calor.

Tontamente no dejaba de sonreír, cerré los ojos volviendo a recordar esos besos y mi cuerpo se erizaba, me delataba que deseaba seguir besándolo toda la noche. No tardó mucho tiempo cuando escuche que entraba a la habitación abrí los ojos observando su varonil figura entrar, me corrí un poco en la cama para poder recargarme en la almohada que estaba acomodada sobre la cabecera. Nuestras miradas de nuevo acechando la otra - No debía molestarse tanto Eleazar, sabe bien que puedo cocinar lo que guste, es su casa, soy su invitada puedo compensarle las atenciones - Baje las piernas de la cama - Deje por favor la charola a un lado necesito probar algo - Sonreí bastante nerviosa esperando a que hiciera aquello. Cuando lo hizo me acerqué lo suficiente para tomar su mentón y que me observara. Cerré los ojos tomando una gran bocana de aire. Succioné su labio inferior con cierto cuidado, denotando un poco de temblor al hacerlo, sonreí con torpeza y comencé a besarlo, aquello era lento, suave, sintiendo incluso como mis piernas comenzaban a temblarme me incliné un poco, sin pensarlo corrí una de mis piernas colocándola en la cama y bajando mis manos a sus hombros para aferrarme con fuerza y colocar la otra rodilla del otro lado de él, me senté en sus piernas, ya acomodada seguí besándolo con fuerza, pegando mi cuerpo a él sintiendo como mi respiración comenzaba a acelerarse y como me sentía mareada por la cercanía. De un momento a otro me separé - Debería hacerlo, lo lamento - Me reí un poco tímida y separé mi cuerpo de el para tomar una fruta de la charola de comida.

Me coloqué frente a él sonriendo un poco mientras saboreaba los jugos de la frutaba, estaba deliciosa. En una silla frente a la cama deje caer mi cuerpo cruzando la pierna sin dejar de sonreír - Insisto y siento que nunca dejará de sorprenderme lo que hace - Me encogí de hombros, por más apenada que estuviera no podía dejar de verlo. Solté un suspiro profundo, casi necesario para poder seguir de manera tranquila - Debería tomarse un baño también pues la noche a sido bastante turbulenta, y tiene sangre mía en su cuerpo, eso no es bueno - Relamí los labios y limpié con el dedo indice los bordes de mis labios limpiando un poco el jugo travieso que se había escapado de la fruta. Estaba tan insinuante cada uno de mis movimientos que ya no sabía como controlarlos. No hablaba, no decía incluso podía jugar que no respiraba cosa que me lleno de nervio y me adelante a tomar la botella y servir las dos copas, tome la suya y la estire colocándola sobre sus manos - Toma un poco - Suspiré, tal vez mi gesto no había sido el mejor, mi atrevimiento había sido inapropiado, tome de un jalón toda la copa de vino y me recosté en la cama cerrando los ojos, me había puesto nerviosa y lo que menos quería era comer después de lo que había hecho y de sus reacciones que aun no hacía.
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Mensaje por Alastair Parthenopaeus Sáb Sep 03, 2011 8:55 pm

Contrario a lo que se podía esperar de una jovencita tan caprichosa como Dagmar, ella obedeció y regreso al cuarto, apartándose del cazador que no pudo dejar de seguirla con la mirada. Tan hermosa y sensual que pensó en seguirla, rodearla con sus brazos y besarla insaciablemente, recorrer su hermosa piel milímetro por milímetro, desde aquel rostro tan sensual, incluidas cada una de las cuervas que se escondían bajo la camisa que ahora llevaba, incluidas sus piernas, las que se apreciaban sin dificultad. Piernas muy bien torneadas y delicadas un delicia para la vista, y aun más para el tacto, piernas que se movían al compas de unas insinuantes caderas.

Rápidamente movió la cabeza y paso la mano por su rostro, en un intento por borrar aquel pensamiento de su mente. Era cierto, se encontraba completamente encandilado por ella, la deseaba, pero eso era algo que no se podía permitir, al menos no por ahora. Ella se encontraba herida, y sin duda por su nerviosismo, su contacto con los hombres se había limitado a entrenar, pero jamás a intimar con uno. Ese pensamiento lo hizo dudar, acaso sería correcto todo aquello, desear a la hija de su gran amigo, a la joven que prácticamente vio crecer. Por ´primera vez en toda la noche puso en duda sus deseos, sus intenciones y dudo sobre que sería lo más apropiado.

Se quedo con la mirada fija, siguiendo sus movimientos con la mirada, pero con los pensamientos e un cuestionamiento ético y moral. Solo cuando se aseguro que ella subía las escaleras e ingresaba al cuarto retiro la mirada. Acompañado de un profundo suspiro, más semejante a un gruñido, se volteo hacia la cocina y prosiguió con los últimos detalles de la merienda. Servilletas, la botella de vino y un pequeño frasquito con un líquido verdoso, un calmante para las heridas de ella. Que le permitiría poder descansar sin dolor y moverse con tranquilidad.

Bebió un largo trago de vino antes de subir, a la espera de borrar de su mente aquellos pensamientos, pensamientos y deseos que no consideraba pertinente sentir por ella, al menos no en aquellas circunstancias. Finalmente con la charola en manos subió al cuarto, donde ella se encontraba acurrucada en la cama, hermosa, simplemente hermosa, no había mejores palabras para definir la escena que tenía ante sus ojos. Se quedó unos segundos contemplándola antes de ingresar del todo a la habitación.

Se disponía a dejar la charola en la cama, cuando ella le pidió la dejase a un lado, el se limito a obedecer y se encamino hasta una pequeña mesita que había a los pies de la cama, mesa que el mismo había dispuesto para cenar de vez en vez en la habitación. - Eres mi invitada y estas herida, mientras dependa de mi te atenderé. Y deja de ser tan formal, no soy tan mayor - replico al tiempo que depositaba la charola, para luego regresar a la cama y sentarse al borde de esta. Pero ella parecía no hacer caso a sus palabras, bajo de la cama y se planto frente a él, en un gesto tan intimo que su determinación de hace un momento de mantener la distancia se perdió, tal cual como las palabras.

Un escalofrío lo recorrió cuando ella tomo su mentón y el dulce aliento de ella lo invadió, derrumbando toda la voluntad de aquel hombre, basto el cálido roce de sus labios, para que el olvidase sus pensamientos anteriores, y se entregase en lo que comenzó como un tímido beso. Con deseo respondió, posando sus manos en las caderas de ella, mordiendo y exigiendo a los labios femeninos, exigiendo, jugando con su lengua en el interior de la boca de ella. Mientras sus manos, recorran desde sus caderas hasta sus piernas, acomodándola sobre sus piernas. - Haces esto cada vez más difícil- gruño en los labios de ella poco antes que se alejase, para sentarse con evidente nerviosismo frente a él.

La observó comer, cada gesto, cada movimiento, tan delicado y femenino tan seductor, que no podía retirar la mirada de ella, de sus manos, de sus labios, de sus hermosos ojos. Nuevamente paso sus manos pro el rostro, intentando apartar aquellos pensamientos de su mente, pero le era imposible, pues apenas la volvió a ver ella sonreía para encantarlo nuevamente. - Pequeña, deja de lado tanta formalidad. O será necesario algo más que unos besos para que te convenzas - le recrimino entre bromas, consiguiendo que el rubor se intensificase en sus mejillas y sus ojos resaltasen aun más en su delicado rostro.

La vio beber sin reparos el vino, y ofrecer una copa al cazado, evidentemente se dejaba llevar por nervios. El hombre estaba extasiado ante aquella joven, no solo por su belleza, sino por todo lo que ella representaba, una mujer fuerte y con convicciones, con quien podía ser sincero, sin ocultar su verdadero trabajo. Era no solo una mujer hermosa, sino una compañera ideal para un hombre acostumbrado a su soledad, a llevar una doble vida. Sonrió llevando la copa a sus labios, cuando la joven regreso a la cama evidentemente nerviosa, lo que simplemente consiguió que el sonriese aun más.

- Tienes razón, me daré un baño - susurro al oído de ella, para luego besar el cuello de Dagmar, ella necesitaba algo de intimidad para calmarse y él se la daría - Toma esto, te ayudara con el dolor de la herida -indico aun al oído de ella, para luego dejar el frasco con medicina en la mesita de noche. Y caminar hasta el baño, llevando tan solo un pantalón para cambiarse.

En el baño se saco la ropa ensangrentada y contemplo su rostro, cansancio evidente, pero la felicidad irradiaba en su rostro como quien ha recibido un regalo inesperado. Dejo el agua correr en la bañera, y se sumergió allí. Dejando que su mente se relajase, que sus pensamientos rememorasen los acontecimientos del día, algo que no esperaba encontrar en su estadía en Paris. Quizás fuese tiempo de abandonar la soledad, y aceptar la compañía de ella. Una mujer única, demasiado progresista para aquella época, pero en quien encontraba todo lo que necesitaba para ser feliz, era como tener un pedazo del paraíso en la tierra.

Perdió la noción del tiempo, cuando salió del agua esta se había enfriado, pero no así sus pensamientos. Se vistió y salió del baño, para dirigirse a la cama donde esperaba ver a la hermosa cazadora dormida, y así era en apariencia. Nuevamente se sentó al borde de la cama, y deposito un delicado beso en los labios de ella, para luego contemplarla dormir o al menos eso creía él. - Te ves hermosa... Eres hermosa- susurró, acariciando la mejilla de ella - Te dejaré dormir, cualquier cosa estaré en la sala - indicó, pero en realidad deseaba quedarse junto a ella.

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Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar) Empty Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)

Mensaje por Dagmar Biermann Lun Sep 05, 2011 7:36 pm

Todo era tan confuso, tan complicado. ¿Que diría mi padre el respecto? Claro él sabia que siempre había sentido cierta "atracción" por Eleazar, pero solo tenía entendido aquello a su manera, es decir, mi padre pensaba que yo sentía esa especie de atracción debido a lo increíblemente bueno que era Alerdi para cazar. Muchas veces me había sorprendido viéndolo por la ventana de mi habitación mientras este practicaba y les enseñaba a más jóvenes de mi edad, siempre odie que no me pusieran con él pero mi padre me daba entrenamientos más fuertes y rudos como si no me considerara una mujer más bien aquel hijo varón que siempre había deseado. Nunca se lo reproché porque sabía que de igual forma me amaba. Pero que podría decirle él a Eleazar. ¿Acaso sabia algo al respecto? Suspiré intentando dejar esos temas a un lado mientras esperaba a que este dejara de verme, pero no dejaba de hacerlo y eso solamente incrementaba mi deseo por salir huyendo de aquel lugar para poder refugiarme en algún lugar seguro, pero no seguro por algún ataque físico, más bien un lugar donde mi corazón no volviera a revolotear por él, donde mi corazón no se expusiera. No debía temer, no debía ocultarme debía confiar en él, y no solo en él también en mi corazón que estaba tan acelerado como nunca antes. Cerré los ojos cuando este hablaba a mi oído y de manera automática sin poder controlarlo mis labios desprendían unos jadeos suaves pero bastante desatadores. Me mordí mi labio inferior intentando guardar compostura pero era imposible. Me levanté bruscamente cuando este se alejaba para tomar el frasco de lo que me daba y comenzaba a beberlo, hice muecas pues sabia demasiado mal y amargo. Volví a servirme vino para quitarme aquel sabor y sensación.

Escuchar el agua relajo por completo mi cuerpo, al menos ambos tendríamos el espacio suficiente para poder relajarnos. Me dispuse a recorrer la habitación, era cierto que la residencia era bonita y lujosa pero el cuarto donde el cazador dormía era simple, sin muchos lujos lo cual me hacía admirarlo más pues no era alguien ostentoso o que deseara lujos para vivir bien a comparación de otros. Abrí el armario y su ropa estaba perfectamente ordenada, incluso sentí el aroma a limpieza que desprendía, todo tan delicioso, un espejo grande estaba en la puerta y pude observar mi figura dentro de aquella camisa que me había dado, mi figura se podía transparentar claramente por la luz de las velas, mordí mi labio inferior nerviosa peor no pude evitar reír, incluso el color azul de mi encaje en la ropa interior se notaba, y conforme subía la mirada pude notar la libertad y el descaro con que mis pechos se encontraban. Automáticamente cruce mis brazos a la altura de mi pecho cubriendo aquello, acto inútil ya que con anterioridad no me había preocupado por ello. Cerré rápidamente y con fuerza la puerta intentando olvidar aquello. Negué con la cabeza y me volví a recostar en la cama suspirando. Veía el techo, tarareaba una canción y de pronto no paso nada. Me había quedado completamente dormida entre las sabanas, mi cuerpo lo moví colocándolo de lado derecho y subí las manos a la almohada para quedar dormida completamente.

Ni siquiera me di cuenta el momento en que había salido del baño, tampoco sentí cuando se sentó a mi lado menos escuché sus palabras pero sus labios fueron los que me quitaron de mi sueño haciendo que despertará. Su caricia volvió a hacer que mi cuerpo temblara. Parpadeé varias veces para abrir los ojos y bostece claramente delatando mi estado de entonación. Estaba ahí, medio mojado, medio húmedo sonriéndome como nunca, antes de que se levantará tomé su mano con suavidad invitándolo a que se quedará a mi lado - No te vayas… No esta noche - Susurré apenas de manera suplicante buscando su mirada - La cama es grande puedo darte el mayor espacio posible pero no me dejes dormir sola - Me senté sintiendo un evidente mareo pero que pude controlar tomando varias bocanas de aire. Me lo quede viendo un momento en silencio y le sonreí tímidamente.

Moví las sábanas con suavidad, me corrí un poco en la cama, casi cayendo de ella por el espacio que le había dado y di golpecitos donde hace unos momentos estaba dormida para que se recostará. - Recuestate por favor - Sonreí un poco, de manera inocente, dándole la confianza necesaria para que no pusiera un pero y cuando lo hizo me corrí hacía el tragando un poco de saliva, me acerque para besar su frente como primera parada, después su mejilla y al final su mentón - Gracias por estar conmigo - Susurré sobre sus labios pero sin pegarlos solo haciendo que estos se rozaran de manera insinuante. Descansé mi rostro sobre su pecho, cerré los ojos por unos momentos, mi cuerpo estaba reaccionando de una manera distinta, tenía ganas de besarlo pero no quería dar el primer paso, no quería parecer atrevida. Comenzaba incluso a sudar sabiendo que había frío y me destape con cuidado cruzando las piernas a lo largo de la cama - ¿Qué es lo que más deseas aparte de la cacería? - Busque su mano con el simple tanto, para entrelazar mis dedos con los suyos y atraerlos a la altura de mi vientre donde la unión de ambos era solida e incluso podía jurar que las manos se veían bien juntas. La camisa se había alzado un poco pero a estas alturas ya no me importaba, comenzaba a entender que parte de mi era ser suya.
Dagmar Biermann
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