AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
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Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
Recuerdo del primer mensaje :
Aun no aclaraba en paris y el joven eleazar ya se había levantado y emprendido el viaje a los bosques, las antiguas costumbres no se perdían, y como era un habito en él se dirigió a entrenar de madrugada. El bosque era amplio, y un lugar seguro para ampliar sus habiliadades, caminaba en silencio disfrutando de los sonidos y aromas e la madrugada.
- Paris sigue siendo un lugar encantador, aun cuando esta atestado de seres oscuros - dijo en voz alta contemplanto el paisaje entre las rojas luces del amancer. Sonrió para si, con amargura al recordar cuanto daño le habían causado aquellos seres. A pesar qu ya habían pasado cuatro años de la muerte de su esposo, aun sentpia reconcor contra e homnre que la tento y la escena que debío presenciar.
Sacó, su set de dagas, no eran más que tres, las suficientes para debilitara a cualquier de ellos en uan soal estocada y luego darles muerte, previa tortura. Comenzó a lanzar dagas hacia un arbol que se encontraba a unos 20 metros de distancia, dando en el objetivo sin dijicultad. Sonrió satisfecho y fue tras sus armas. Era tiempo de practicar con armas de fuego, las dagas eran solo una entretencion, siempre le habían fascinado y las manejaba a como un verdadero maestro.
Guardo las dagas, y saco su revolver cargado con balas normales, y comenzó a disparar a otro arbol ubicado a 20 metros, igual que el blanco anterior. Nada mal, para no tratarse de su arma favorita. - Perfecto.. aunque debo practicar- pensó el joven de oscuros cabellos.
Se dispuso a cargar nuevamente el arma, cuando un ruido lo alerto en el bosque a sus espaldas. Cargo el arma con rapidez y se volteó, su isntinto de supervivencia era mayor, más si consideraba que a esas horas aun era posible encontrar criaturas oscuras en el bosque. -Bien maldito, mejor que te cuides- dijó para si apuntando hacia donde venía el ruido.
Pero cuan grande fue sorpresa, cuando entre los arboles aparecio una joven dama con ojos hechizantes, humana segun pudo disntiguir en sus rasgos. Pero intuia no se trataba de una dama cualquiera, para internarse sola a esas horas en el bosque.
- Señorita, ¿Se encuentra bien?- inquirió al ver a al joven caminar con cierta dificultad, de inmediato guardo el arma y se apresuró a alcanzarla, jusntoa atiempos antes que se desvaneciese.
- Paris sigue siendo un lugar encantador, aun cuando esta atestado de seres oscuros - dijo en voz alta contemplanto el paisaje entre las rojas luces del amancer. Sonrió para si, con amargura al recordar cuanto daño le habían causado aquellos seres. A pesar qu ya habían pasado cuatro años de la muerte de su esposo, aun sentpia reconcor contra e homnre que la tento y la escena que debío presenciar.
Sacó, su set de dagas, no eran más que tres, las suficientes para debilitara a cualquier de ellos en uan soal estocada y luego darles muerte, previa tortura. Comenzó a lanzar dagas hacia un arbol que se encontraba a unos 20 metros de distancia, dando en el objetivo sin dijicultad. Sonrió satisfecho y fue tras sus armas. Era tiempo de practicar con armas de fuego, las dagas eran solo una entretencion, siempre le habían fascinado y las manejaba a como un verdadero maestro.
Guardo las dagas, y saco su revolver cargado con balas normales, y comenzó a disparar a otro arbol ubicado a 20 metros, igual que el blanco anterior. Nada mal, para no tratarse de su arma favorita. - Perfecto.. aunque debo practicar- pensó el joven de oscuros cabellos.
Se dispuso a cargar nuevamente el arma, cuando un ruido lo alerto en el bosque a sus espaldas. Cargo el arma con rapidez y se volteó, su isntinto de supervivencia era mayor, más si consideraba que a esas horas aun era posible encontrar criaturas oscuras en el bosque. -Bien maldito, mejor que te cuides- dijó para si apuntando hacia donde venía el ruido.
Pero cuan grande fue sorpresa, cuando entre los arboles aparecio una joven dama con ojos hechizantes, humana segun pudo disntiguir en sus rasgos. Pero intuia no se trataba de una dama cualquiera, para internarse sola a esas horas en el bosque.
- Señorita, ¿Se encuentra bien?- inquirió al ver a al joven caminar con cierta dificultad, de inmediato guardo el arma y se apresuró a alcanzarla, jusntoa atiempos antes que se desvaneciese.
Alastair Parthenopaeus- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/06/2011
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Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
El cazador recurría a toda su voluntad y conciencia para tomar la decisión de dejar sola a la joven, no solo por el temor que la volviesen a atacar, sino que aquel inexplicable deseo que lo invadía sumaba una razón de peso para quedarse a su lado. Era aquella misma razón la que lo impulsaba a salir de allí, antes de caer en la torpeza de besarla desfrenadamente, hacerla suya, y sin duda llevarse con él los últimos vestigios de la pequeña que conoció hace años y ver a la mujer que se refugiaba bajo unas cautivantes curvas que afloraban sin reparos en la tela de la camisa.
Pero aquel dejo de conciencia, aquella intención de salir de allí se esfumo con solo un gesto de ella, su mano reteniendo la de él y luego sus palabras invitándolo a quedarse. Clavo sus intensos ojos azules en los verdes de ella, para leerlos, y así sin mayores palabras comprender que ambos consentían sin decirlo aquel sentimiento que los invadía, aquel deseo que intentaban controlar. Finalmente, como si aquel lenguaje silencioso no fuese suficiente, las palabras de ella vinieron a refirmar lo que él leyó en ella.
- Pequeña -llamo en un susurro- no es necesario que duermas incomoda- señalo acomodándose junto a ella, rodeándola por la cintura y atrayéndola hacia sí. Pudo sentir la piel de la muchacha erizarse ante el contacto y el deseo propio aflorar, aunque se contuvo, pues sabía bien que Dagmar, era una niña en muchos aspectos y actuaba como cualquier criatura asustada, un solo paso en falso o movimiento acelerado o fuera de lugar, y ella saldría corriendo.
Gruño complacido por la cercanía del cuerpo femenino, gesto que provoco que su torso al descubierto se moviese rítmicamente, a la vez que ella se aproximaba para besarlo en el rostro y luego hablar en sus labios, fundiendo los alientos de ambos, en un gesto carente de toda inocencia. El dulce aroma de sus labios invadió sus sentidos, nublándolos por completo, cegado por las ansias de poseerla, de recorrer la dorada piel que se asomaba sin reparos por la camisa. Podía ver con claridad el inicio de los pechos de ella tentándolo, y contorneados por la blanca tela las curvas que deseaba recorrer y besar.
- Dagmar, haces esto muy difícil -se quejo cuando ella se acomodo en su torso desnudo y luego entrelazo sus manos, movimiento que solo consiguió dejar más piel al descubierto, provocando aun más al cazador que se estaba dejando vencer sin mayor resistencia a los encantos de quien podía ser su aprendiz.
Hipnotizado, ese era el modo adecuado de definir su estado, hechizado, si es que aquello fuese posible. Pues las palabras de ella cayeron en el vacío mientras el se perdía en la visión del cuerpo femenino que tenía ante él. Sin oponer más resistencia, libero su mano del entrelace, para subirla delicadamente. Delineando sobre la pela, apenas rozando, la figura de ella, la joven ahogo un gemido y el cazador sonrió complacido antes de tomar el mentón de ella y atraer su rostro al de él. La beso.
La beso como quien bebe agua en el desierto, con exigencia, con fiereza, con la ansiedad del deseo contenido, Tirando de sus labios con pequeños mordiscos, para luego invadir sus labios jadeantes. La deseaba, y de aquello no tenía duda alguna, ella había conseguido remover en el ermitaño Eleazar, un sentimiento que parecía dormido y ajeno, pero que ahora lo dominaba. Bajo su mano por el cuello hasta la clavícula de ella, sin dejar de besarla, allí dudo, pero aquello no le impidió bajar y acariciar el inicio de sus pechos, y seguir aquel recorrido sobre la tela. Pudo sentir sus pezones erizarse ante aquel contacto, y beso con aun más exigencia, robándose el aliento de ella, batallando con su lengua, en un intento de dominarla.
Luego siguió contorneando la figura femenina, hasta posarse en su cintura, para atraerla más hacia sí, pegar sus cuerpos y que ella sintiese su deseo presionando. Bajó en busca de piel desnuda se encontró con los muslos, los que masajeo y acaricio complacido, había deseado tocar su piel sin reparos y lo estaba haciendo, se traba de un piel suave hermosa y delicada. Tomo el muslo de ella y lo acomodo por sobre el de él, gesto que ella entendió, rodeando sus piernas sobre las de él. Ahora, sus labios bajaban por el cuello, dando pequeñas mordidas, entre cada beso. Gruño al sentir cada reacción del cuerpo de ella, pero a pesar de conocer las intenciones de ella, debía escuchar de ella, o tener la certeza que no saldría corriendo o que consentía lo que ambos deseaba que ocurriese.
- Pequeña -dijo en voz ronca al oído de la cazadora - ¿Estás segura? - cuestionó alejándose un poco para mirarla a los ojos - Tu me dirás cuando detenerme -señalo, intentando darle seguridad.
Pero aquel dejo de conciencia, aquella intención de salir de allí se esfumo con solo un gesto de ella, su mano reteniendo la de él y luego sus palabras invitándolo a quedarse. Clavo sus intensos ojos azules en los verdes de ella, para leerlos, y así sin mayores palabras comprender que ambos consentían sin decirlo aquel sentimiento que los invadía, aquel deseo que intentaban controlar. Finalmente, como si aquel lenguaje silencioso no fuese suficiente, las palabras de ella vinieron a refirmar lo que él leyó en ella.
- Pequeña -llamo en un susurro- no es necesario que duermas incomoda- señalo acomodándose junto a ella, rodeándola por la cintura y atrayéndola hacia sí. Pudo sentir la piel de la muchacha erizarse ante el contacto y el deseo propio aflorar, aunque se contuvo, pues sabía bien que Dagmar, era una niña en muchos aspectos y actuaba como cualquier criatura asustada, un solo paso en falso o movimiento acelerado o fuera de lugar, y ella saldría corriendo.
Gruño complacido por la cercanía del cuerpo femenino, gesto que provoco que su torso al descubierto se moviese rítmicamente, a la vez que ella se aproximaba para besarlo en el rostro y luego hablar en sus labios, fundiendo los alientos de ambos, en un gesto carente de toda inocencia. El dulce aroma de sus labios invadió sus sentidos, nublándolos por completo, cegado por las ansias de poseerla, de recorrer la dorada piel que se asomaba sin reparos por la camisa. Podía ver con claridad el inicio de los pechos de ella tentándolo, y contorneados por la blanca tela las curvas que deseaba recorrer y besar.
- Dagmar, haces esto muy difícil -se quejo cuando ella se acomodo en su torso desnudo y luego entrelazo sus manos, movimiento que solo consiguió dejar más piel al descubierto, provocando aun más al cazador que se estaba dejando vencer sin mayor resistencia a los encantos de quien podía ser su aprendiz.
Hipnotizado, ese era el modo adecuado de definir su estado, hechizado, si es que aquello fuese posible. Pues las palabras de ella cayeron en el vacío mientras el se perdía en la visión del cuerpo femenino que tenía ante él. Sin oponer más resistencia, libero su mano del entrelace, para subirla delicadamente. Delineando sobre la pela, apenas rozando, la figura de ella, la joven ahogo un gemido y el cazador sonrió complacido antes de tomar el mentón de ella y atraer su rostro al de él. La beso.
La beso como quien bebe agua en el desierto, con exigencia, con fiereza, con la ansiedad del deseo contenido, Tirando de sus labios con pequeños mordiscos, para luego invadir sus labios jadeantes. La deseaba, y de aquello no tenía duda alguna, ella había conseguido remover en el ermitaño Eleazar, un sentimiento que parecía dormido y ajeno, pero que ahora lo dominaba. Bajo su mano por el cuello hasta la clavícula de ella, sin dejar de besarla, allí dudo, pero aquello no le impidió bajar y acariciar el inicio de sus pechos, y seguir aquel recorrido sobre la tela. Pudo sentir sus pezones erizarse ante aquel contacto, y beso con aun más exigencia, robándose el aliento de ella, batallando con su lengua, en un intento de dominarla.
Luego siguió contorneando la figura femenina, hasta posarse en su cintura, para atraerla más hacia sí, pegar sus cuerpos y que ella sintiese su deseo presionando. Bajó en busca de piel desnuda se encontró con los muslos, los que masajeo y acaricio complacido, había deseado tocar su piel sin reparos y lo estaba haciendo, se traba de un piel suave hermosa y delicada. Tomo el muslo de ella y lo acomodo por sobre el de él, gesto que ella entendió, rodeando sus piernas sobre las de él. Ahora, sus labios bajaban por el cuello, dando pequeñas mordidas, entre cada beso. Gruño al sentir cada reacción del cuerpo de ella, pero a pesar de conocer las intenciones de ella, debía escuchar de ella, o tener la certeza que no saldría corriendo o que consentía lo que ambos deseaba que ocurriese.
- Pequeña -dijo en voz ronca al oído de la cazadora - ¿Estás segura? - cuestionó alejándose un poco para mirarla a los ojos - Tu me dirás cuando detenerme -señalo, intentando darle seguridad.
Alastair Parthenopaeus- Vampiro Clase Alta
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Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
Poco fue el tiempo en el que mantuve los ojos cerrados, sentí como movió mi cuerpo con delicadeza, no pude evitar soltar un sollozo por la herida, me sentía mejor pero lo cierto es que estaba demasiado resentida en aquella zona. Sonreí al estar más cómoda encima de él. Abrí los ojos de manera lo bastante evidente como para que notara mi tensión y sorpresa por las caricias, pero aquello no era algo molesto, mi cuerpo reaccionaba a eso, cerré los ojos emitiendo ligeros jadeos, ni siquiera sabía porque reaccionaba de esa manera. Mis labios fueron reclamados de manera urgente, exigente y dejando en claro que eran suyos. Con los ojos cerrados, incline el rostro para poder atrapar también los suyos, ladee este mismo y mi lengua se adentro a su boca luchando con la suya de manera exigente, pasional, como nunca antes me había portado, la respiración se me iba conforme pasaban los momentos, a regañadientes tenía que separarme de él.
Mis piernas se separaron de manera torpe, las rodillas chocaron contra el colchón y sentí como aquella parte de su cuerpo comenzaba a reaccionar, gemí de manera inconsciente, mi cuerpo me indicaba como sentirme, mi corazón me decía que debía seguir así, a su lado, que no debía de temer. Sentí como mis senos comenzaban a reaccionar aquello era tan nuevo, tan diferente, tan placentero. Un botón se desabrocho dejando que se notaran más la forma de mis pechos. Le expuse mi cuello para que hiciera con el lo que deseara, sentí el calor de mi cuerpo subir a mi rostro, seguramente estaba demasiado sonrojada. Abrí los ojos de golpe y busque sus manos para enredar mis dedos con los de él, lo miré a los ojos con tranquilidad, con nerviosismo, pero sobre todo con un amor que sentía hacía él que incluso ni yo misma tenía idea de lo que me pasaba. - Yo… - Por primera vez desde niña no sabía como actuar, no sabía como moverme, que hacer, que decir, incluso me sentía tan dócil, tan frágil. Le sonreí mordiendo mi labio inferior por unos momentos - Promete serás delicado, recuerda mi herida - Me encogí de hombros ligeramente, mis ojos seguramente irradiaban inocencia, inseguridad y miedo pero sabía que él no me haría daño.
Incliné el cuerpo hacía adelante, solté sus manos y tomé su rostro con suavidad, le di varios besos cortos en el rostro, primero su frente sin separar mucho los labios descendí hasta la punta de su nariz de manera juguetona, ambas mejillas siguieron soltando risitas nerviosas, en su mentón di varios mordiscos sugerentes y cuando llegué a sus labios de nueva cuenta lo mire a los ojos, coloqué el dedo indice en medio de ellos silenciando lo que fuera a venir de él, y con esa profundidad tome valor para decir lo siguiente - Eleazar… te quiero… Siempre lo he hecho - Susurré para cerrar los ojos con fuerza y presionar mis labios con insistencia sobre los suyos. - Te quiero - Volví a susurrar antes de morder con fuerza sus labios, con delicadeza deje caer mi cuerpo en la cama, una de mis piernas se enredo entre las suyas, y una de mis manos lo jaló de su hombro para que se inclinara a besarme, sus labios se estaban volviendo una especie de adicción - Se delicado - Susurré de manera jadeante.
La mano con la que había jalado su hombros deslizó sus dedos, la yema de estos por lo largo y ancho de su espalda, sonreí de manera automática sintiendo como su piel se erizaba ante el contacto, mis dedos al final se enredaron con el borde de su pantalón, comenzaron a jalar este de manera insinuante. Carraspee un poco, mis pechos se frotaban contra su pecho de manera sugerente aun con la tela puesta, la tela de la camisa estaba en su gran parte al descubierto pero no lo suficiente para que pudiera verme solo con la diminuta ropa interior, ¿y si no le gustaba mi cuerpo? ¿y si no es lo que espera? Miles de preguntas comenzaron a rondar mi cabeza sintiendo como el nervio me invadía y me saboteaba el momento en vez de disfrutarlo.
Mis piernas se separaron de manera torpe, las rodillas chocaron contra el colchón y sentí como aquella parte de su cuerpo comenzaba a reaccionar, gemí de manera inconsciente, mi cuerpo me indicaba como sentirme, mi corazón me decía que debía seguir así, a su lado, que no debía de temer. Sentí como mis senos comenzaban a reaccionar aquello era tan nuevo, tan diferente, tan placentero. Un botón se desabrocho dejando que se notaran más la forma de mis pechos. Le expuse mi cuello para que hiciera con el lo que deseara, sentí el calor de mi cuerpo subir a mi rostro, seguramente estaba demasiado sonrojada. Abrí los ojos de golpe y busque sus manos para enredar mis dedos con los de él, lo miré a los ojos con tranquilidad, con nerviosismo, pero sobre todo con un amor que sentía hacía él que incluso ni yo misma tenía idea de lo que me pasaba. - Yo… - Por primera vez desde niña no sabía como actuar, no sabía como moverme, que hacer, que decir, incluso me sentía tan dócil, tan frágil. Le sonreí mordiendo mi labio inferior por unos momentos - Promete serás delicado, recuerda mi herida - Me encogí de hombros ligeramente, mis ojos seguramente irradiaban inocencia, inseguridad y miedo pero sabía que él no me haría daño.
Incliné el cuerpo hacía adelante, solté sus manos y tomé su rostro con suavidad, le di varios besos cortos en el rostro, primero su frente sin separar mucho los labios descendí hasta la punta de su nariz de manera juguetona, ambas mejillas siguieron soltando risitas nerviosas, en su mentón di varios mordiscos sugerentes y cuando llegué a sus labios de nueva cuenta lo mire a los ojos, coloqué el dedo indice en medio de ellos silenciando lo que fuera a venir de él, y con esa profundidad tome valor para decir lo siguiente - Eleazar… te quiero… Siempre lo he hecho - Susurré para cerrar los ojos con fuerza y presionar mis labios con insistencia sobre los suyos. - Te quiero - Volví a susurrar antes de morder con fuerza sus labios, con delicadeza deje caer mi cuerpo en la cama, una de mis piernas se enredo entre las suyas, y una de mis manos lo jaló de su hombro para que se inclinara a besarme, sus labios se estaban volviendo una especie de adicción - Se delicado - Susurré de manera jadeante.
La mano con la que había jalado su hombros deslizó sus dedos, la yema de estos por lo largo y ancho de su espalda, sonreí de manera automática sintiendo como su piel se erizaba ante el contacto, mis dedos al final se enredaron con el borde de su pantalón, comenzaron a jalar este de manera insinuante. Carraspee un poco, mis pechos se frotaban contra su pecho de manera sugerente aun con la tela puesta, la tela de la camisa estaba en su gran parte al descubierto pero no lo suficiente para que pudiera verme solo con la diminuta ropa interior, ¿y si no le gustaba mi cuerpo? ¿y si no es lo que espera? Miles de preguntas comenzaron a rondar mi cabeza sintiendo como el nervio me invadía y me saboteaba el momento en vez de disfrutarlo.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
El cuerpo de ella temblaba en los brazos del cazador, quien simplemente se encontraba extasiado por ella, su carácter, una mezcla de fiereza animal y de timidez de principiante, en ella encontraba a una mujer adulta con convicciones firmes y a una niña que exploraba el mundo por primera vez. Aquella peculiar combinación le fascinaba, quizás fuese porque se trataba de un cazador experimentado, que la idea de tener entre sus brazos a una mujer como Dagmar. Quien no solo poseía una gran belleza, sino que un carácter firme, dominante como el de él, pero tras el cual escondía a una niña, una niña por decir lo menos insegura.
La dejo hacer, la dejo a ella actuar en un modo de darle confianza y seguridad para que pudiese tomar la decisión de acuerdo a su voluntad y no solo al deseo que los invadía. Cada beso, cada caricia de ella lo encantaban aun más, pues emanaba cada ternura de sus gestos, que no quedaba más que cautivarse ante ella. Sonrió junto con ella, irradiaba felicidad, una felicidad que pocas veces lo había embargado así, tal como si algo los conectase, el podía sentir el mismo nerviosismo que ella, y un profundo deseo de hacerla sentir segura.
Respondió con calma a su beso, acomodándose sobre ella, sin presionar con el cuidado suficiente de no cargar el peso de su cuerpo sobre ella, saboreo sus labios con delicadeza recorriendo cada curva del cuerpo de ella, disfrutando del contacto de su piel contra la de ella. La joven piel erizándose al tacto, el ardor del deseo incrementando ante cada nuevo roce, nuevo beso, los jadeos de ambos incrementándose cada vez más. Pero el cazador no iba con prisa, sino con calma, la suficiente para disfrutar del momento, no atemorizarla y hacer aquella escena especial para ambos. Resultaba extraño que él, un hombre frio que acostumbraba mantener las distancias, apartar sus sentimientos, desease conservar un momento así, como si fuese un tesoro. Quizás si lo fuese, un la luz en su visa sombría y solitaria.
Subió una de sus manos desde los firmes muslos de la joven, hasta la cintura de la joven, mientras sus labios bajaban por la barbilla de ella, besos suaves que rozaban la tersa piel de ella. Siguió por su cuello, con leves mordidas, que solo provocaban más jadeos por parte de ella y de él mismo. Le gustaban sus labios y la piel de ella erizada por el contacto, la calidez de su piel, sus gemidos reprimidos, todo acorde con el momento, tal como si se tratase de una sinfonía. Sus labios siguieron recorriendo la piel, formando un sugerente camino de besos y mordidas, desde su cuello hasta el inicio de sus senos, apenas cubiertos por la tela de la camisa.
Jugo allí, disfrutando del movimiento agitado de los pechos de ella, mientras sus manos recorrían los muslos de ella, rozando de vez en vez la entrepierna de ella, pero no haría mucho más, no por ahora, pues quería que ella experimentase cada sensación de aquel momento. Con cuidado, se deshizo de los botones de la camisa, dejando la dorada piel al descubierto mientras el bajaba entre besos por el camino entre sus pechos y luego por su abdomen, cuando finalmente llego al borde de la ropa interior de ella se detuvo y tomo distancia para contemplarla, completamente extasiado por la belleza de Dagmar. Clavo sus intensos ojos azules en el cuerpo de ella, agitado, sonrojado, elevándose al compás de su respiración.
- Eres hermosa - murmuro, subiendo su mirada desde su vientre hasta los ojos de ella - Sin duda tu padre tiene razones para no quitarte los ojos de encima - bromeo, antes de depositar un delicado beso en la comisura de los labios de ella.
La dejo hacer, la dejo a ella actuar en un modo de darle confianza y seguridad para que pudiese tomar la decisión de acuerdo a su voluntad y no solo al deseo que los invadía. Cada beso, cada caricia de ella lo encantaban aun más, pues emanaba cada ternura de sus gestos, que no quedaba más que cautivarse ante ella. Sonrió junto con ella, irradiaba felicidad, una felicidad que pocas veces lo había embargado así, tal como si algo los conectase, el podía sentir el mismo nerviosismo que ella, y un profundo deseo de hacerla sentir segura.
Respondió con calma a su beso, acomodándose sobre ella, sin presionar con el cuidado suficiente de no cargar el peso de su cuerpo sobre ella, saboreo sus labios con delicadeza recorriendo cada curva del cuerpo de ella, disfrutando del contacto de su piel contra la de ella. La joven piel erizándose al tacto, el ardor del deseo incrementando ante cada nuevo roce, nuevo beso, los jadeos de ambos incrementándose cada vez más. Pero el cazador no iba con prisa, sino con calma, la suficiente para disfrutar del momento, no atemorizarla y hacer aquella escena especial para ambos. Resultaba extraño que él, un hombre frio que acostumbraba mantener las distancias, apartar sus sentimientos, desease conservar un momento así, como si fuese un tesoro. Quizás si lo fuese, un la luz en su visa sombría y solitaria.
Subió una de sus manos desde los firmes muslos de la joven, hasta la cintura de la joven, mientras sus labios bajaban por la barbilla de ella, besos suaves que rozaban la tersa piel de ella. Siguió por su cuello, con leves mordidas, que solo provocaban más jadeos por parte de ella y de él mismo. Le gustaban sus labios y la piel de ella erizada por el contacto, la calidez de su piel, sus gemidos reprimidos, todo acorde con el momento, tal como si se tratase de una sinfonía. Sus labios siguieron recorriendo la piel, formando un sugerente camino de besos y mordidas, desde su cuello hasta el inicio de sus senos, apenas cubiertos por la tela de la camisa.
Jugo allí, disfrutando del movimiento agitado de los pechos de ella, mientras sus manos recorrían los muslos de ella, rozando de vez en vez la entrepierna de ella, pero no haría mucho más, no por ahora, pues quería que ella experimentase cada sensación de aquel momento. Con cuidado, se deshizo de los botones de la camisa, dejando la dorada piel al descubierto mientras el bajaba entre besos por el camino entre sus pechos y luego por su abdomen, cuando finalmente llego al borde de la ropa interior de ella se detuvo y tomo distancia para contemplarla, completamente extasiado por la belleza de Dagmar. Clavo sus intensos ojos azules en el cuerpo de ella, agitado, sonrojado, elevándose al compás de su respiración.
- Eres hermosa - murmuro, subiendo su mirada desde su vientre hasta los ojos de ella - Sin duda tu padre tiene razones para no quitarte los ojos de encima - bromeo, antes de depositar un delicado beso en la comisura de los labios de ella.
Alastair Parthenopaeus- Vampiro Clase Alta
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Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
Mis manos descansaban suavemente en su espalda baja, ejerciendo cierta presión en ella para que su cuerpo se quedará cerca del mío. Poco a poco comenzaron a subir detallando la piel suave y que comenzaba a estar sudorosa de su espalda. Mis uñas rasgaron su espalda, no de manera profunda más bien era un roce suave, intimo, sugerente y sensual. El pecho se movía de arriba hacia abajo de manera rápida, mi respiración no era la misma y podía jurar que mi sangre bombeaba con más fuerza que nunca antes. Mis piernas se doblaron de tal manera que que la planta del pie quedo en el colchón y mis rodillas aprisionaban su cintura impidiendo que se moviera. Baje la mirada para encontrase con los hermosos ojos de mi cazador. Siempre había visto sus expresiones esas que demostraba cuanto amaba su profesión pero esta mirada nada tenía que ver con este encuentro, sus ojos destilaban una pasión nunca antes vista, un deseo incontenible como si hubiera estado esperando este momento de hace mucho tiempo.
Sentí un ligero pesar cuando mis te quieros no fueron correspondidos, tal vez este momento solo sería uno pasional, uno en él que ambos debíamos dejar ir todo lo que estaba atándonos de tiempo atrás con el dolor y la soledad. Tal vez no debía dejarme ver tan débil en un acto que probablemente no se volvería a repetir sin embargo no podía dejar de sentir como mi pecho se inflaba de felicidad, me deseaba y yo lo hacía con él. Mucho era lo que pensaba, debía gozarme el momento, tal vez mi mejor decisión era entregarle aquella pureza que me quedaba en una noche. Sentí como la tela se movía de un lado a otro de mi cuerpo, esta cayó a los lados, en la cama, pedí sus manos, enredé mis dedos delicadamente con los de él y saboreé sus labios con delicadeza. No pude evitar moverme un poco en la cama, de tal manera que mi intimidad quedara a la altura de la suya. Aquel roce, aquella cercanía me hizo gemir con fuerza, avergonzada por no poder contenerme, era cierto que era muy rebelde y tenía un carácter fuerte pero los modales eran ante todo seguidos por mi persona, aunque ¿habían reglas para hacer el amor? - Nos va a escuchar tu servidumbre - Me sentí abochornada por esas palabras pero era evidente mi falta de experiencia.
Moví la cadera ladeando ligeramente el cuerpo para que la herida no se interpusiera en aquel acto, para que no me doliera. De manera involuntaria sentir como el roce se hizo más intenso y de nuevo otros gemidos desatadores salieron de mis labios, estos que seguramente ya estaban demasiado rojos de las mordidas que les había dado para callarme. Solté sus manos de manera automática y con una lo empuje con cierta fuerza, no para lastimarlo si para que nos diera el espacio suficiente para que yo tuviera la libertad de hacer. Mi mano libre se poso sobre su pecho, el dedo indice comenzó a bajar con suavidad por su pecho, no deje de verlo a los ojos, humedecí mis labios como un acto de coquetería. Por fin mi dedo había topado el borde de su pantalón. - Ups - Sonreí cuando este siguió descendiendo hasta que pude sentir con los dedos la calidez que desprendía su zona viril. Mi mano se puso sobre esta y mostrando cierta mirada llena de lujuria con todo y tela toma aquella parte con la mano dando un ligero apretón.
Mi deleite fue grande cuando observe su rostro. Lo estaba disfrutando, se notaba por el tamaño en el que estaba por sus gestos, por sus gemidos. Lo solté rápidamente y empece a bajar con la yema de los dedos lo poco que podía su pantalón. Acerqué su rostro para besarlo, para disfrutarlo, para volver a sentir esa unión que teníamos antes de comenzar con el acto.
Sentí un ligero pesar cuando mis te quieros no fueron correspondidos, tal vez este momento solo sería uno pasional, uno en él que ambos debíamos dejar ir todo lo que estaba atándonos de tiempo atrás con el dolor y la soledad. Tal vez no debía dejarme ver tan débil en un acto que probablemente no se volvería a repetir sin embargo no podía dejar de sentir como mi pecho se inflaba de felicidad, me deseaba y yo lo hacía con él. Mucho era lo que pensaba, debía gozarme el momento, tal vez mi mejor decisión era entregarle aquella pureza que me quedaba en una noche. Sentí como la tela se movía de un lado a otro de mi cuerpo, esta cayó a los lados, en la cama, pedí sus manos, enredé mis dedos delicadamente con los de él y saboreé sus labios con delicadeza. No pude evitar moverme un poco en la cama, de tal manera que mi intimidad quedara a la altura de la suya. Aquel roce, aquella cercanía me hizo gemir con fuerza, avergonzada por no poder contenerme, era cierto que era muy rebelde y tenía un carácter fuerte pero los modales eran ante todo seguidos por mi persona, aunque ¿habían reglas para hacer el amor? - Nos va a escuchar tu servidumbre - Me sentí abochornada por esas palabras pero era evidente mi falta de experiencia.
Moví la cadera ladeando ligeramente el cuerpo para que la herida no se interpusiera en aquel acto, para que no me doliera. De manera involuntaria sentir como el roce se hizo más intenso y de nuevo otros gemidos desatadores salieron de mis labios, estos que seguramente ya estaban demasiado rojos de las mordidas que les había dado para callarme. Solté sus manos de manera automática y con una lo empuje con cierta fuerza, no para lastimarlo si para que nos diera el espacio suficiente para que yo tuviera la libertad de hacer. Mi mano libre se poso sobre su pecho, el dedo indice comenzó a bajar con suavidad por su pecho, no deje de verlo a los ojos, humedecí mis labios como un acto de coquetería. Por fin mi dedo había topado el borde de su pantalón. - Ups - Sonreí cuando este siguió descendiendo hasta que pude sentir con los dedos la calidez que desprendía su zona viril. Mi mano se puso sobre esta y mostrando cierta mirada llena de lujuria con todo y tela toma aquella parte con la mano dando un ligero apretón.
Mi deleite fue grande cuando observe su rostro. Lo estaba disfrutando, se notaba por el tamaño en el que estaba por sus gestos, por sus gemidos. Lo solté rápidamente y empece a bajar con la yema de los dedos lo poco que podía su pantalón. Acerqué su rostro para besarlo, para disfrutarlo, para volver a sentir esa unión que teníamos antes de comenzar con el acto.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
La piel del cazador se erizo cuando ella acaricio su espalda, no pudo evitar gruño ante aquellos delicados rasguños, y presiono su cuerpo contra el de ella, asegurándose que la intimidad de ambos estuviera en contacto. El cazador se movió sobre ella, rozando lo suficiente para que las caderas de ella siguiesen el ritmo, cuando ella lo aprisiono entre sus piernas. Posición con que aprovecho para recorrer las contorneadas piernas femeninas, suaves, como toda la piel de ella, la que había recorrido sin reparos.
- Eres un sueño - susurro en su oído mientras jugaba con el lóbulo de oreja, dándole pequeños mordidas que la hicieron estremecer. Alejo su rostro del cuello de ella para verla a los ojos, unos ojos penetrantes intensos cargados de pasión, pero que ocultaban un peculiar temor, por lo mismo el cazador se movía con calma y la dejaba hacer a voluntad, para darle seguridad.
Eleazar era un hombre de mundo, aun cuando hace años enviudo eso no significaba que su lecho permaneciese vacio. Por el contrario, siempre tuvo mujeres a su voluntad y por tiempo que quiso, pero con pocas se sintió realmente completo, no podía asegurar que con su esposa hubiera sido así. Pero con Dagmar era diferente, como si se complementasen, tal como si existiese una armonía particular entre ambos. “Es Perfecta” pensó, mientras contemplaba su rostro en ella y disfrutaba de las caricias de ella, extasiado totalmente. La sintió gemir de placer y sonrió abiertamente, para luego besarla con exigencia introduciendo su lengua en la boca de ella, jugando, un juego para poseerse mutuamente.
- No hay sirvientes- respondió entre risas dejando sus labios para bajara hasta sus pechos, los que beso con exigencia, los pezones de ella se endurecieron al tacto y ella volvió a gemir, lo que lo éxito más aun y lo llevo besar cada centímetro de la piel femenina, sin soltar las manos de ella. Cuando termino de recorrer el abdomen de la joven, regresos sus labios y los roces íntimos entre ellos, presionando su pelvis contra ella.
Con la habilidad propia de él, retiro lo que quedaba de ropa interior femenina y se deshizo de la propia, pero en ese momento freno sus besos y las caricias pasionales, por caricias suaves y delicadas. Tomo el rostro de ella entre sus manos y mirándola fijamente a los ojos habló - Te quiero pequeña - palabras tras las cuales volvió a besarla con suavidad y luego con mayor intensidad - Me gustas- dijo entre besos cada vez más exigentes -Te deseo- jadeo mientras jugaba con sus dedos en la entrada de ella, haciendo que se retorciese entre sus manos. Introdujo su índice en su interior, desatando la humedad en su interior y movimientos cada vez más agitados.
- Puedes gemir lo que quieras pequeña. Estamos solos tu y yo - murmuro en su oído mientras proseguía besando su cuello. Caricia que sirvió para dominarla y acomodarse sobre ella, entrelazo sus dedos con los de ella, y acomodo su miembro en su entrada, moviendo su pelvis despacio listo para entrar, disfrutando de la humedad y calidez femenina. Penetro despacio, embistiendo con cuidado, mientras sus labios se fundían entre besos y jadeos.
- Eres un sueño - susurro en su oído mientras jugaba con el lóbulo de oreja, dándole pequeños mordidas que la hicieron estremecer. Alejo su rostro del cuello de ella para verla a los ojos, unos ojos penetrantes intensos cargados de pasión, pero que ocultaban un peculiar temor, por lo mismo el cazador se movía con calma y la dejaba hacer a voluntad, para darle seguridad.
Eleazar era un hombre de mundo, aun cuando hace años enviudo eso no significaba que su lecho permaneciese vacio. Por el contrario, siempre tuvo mujeres a su voluntad y por tiempo que quiso, pero con pocas se sintió realmente completo, no podía asegurar que con su esposa hubiera sido así. Pero con Dagmar era diferente, como si se complementasen, tal como si existiese una armonía particular entre ambos. “Es Perfecta” pensó, mientras contemplaba su rostro en ella y disfrutaba de las caricias de ella, extasiado totalmente. La sintió gemir de placer y sonrió abiertamente, para luego besarla con exigencia introduciendo su lengua en la boca de ella, jugando, un juego para poseerse mutuamente.
- No hay sirvientes- respondió entre risas dejando sus labios para bajara hasta sus pechos, los que beso con exigencia, los pezones de ella se endurecieron al tacto y ella volvió a gemir, lo que lo éxito más aun y lo llevo besar cada centímetro de la piel femenina, sin soltar las manos de ella. Cuando termino de recorrer el abdomen de la joven, regresos sus labios y los roces íntimos entre ellos, presionando su pelvis contra ella.
Con la habilidad propia de él, retiro lo que quedaba de ropa interior femenina y se deshizo de la propia, pero en ese momento freno sus besos y las caricias pasionales, por caricias suaves y delicadas. Tomo el rostro de ella entre sus manos y mirándola fijamente a los ojos habló - Te quiero pequeña - palabras tras las cuales volvió a besarla con suavidad y luego con mayor intensidad - Me gustas- dijo entre besos cada vez más exigentes -Te deseo- jadeo mientras jugaba con sus dedos en la entrada de ella, haciendo que se retorciese entre sus manos. Introdujo su índice en su interior, desatando la humedad en su interior y movimientos cada vez más agitados.
- Puedes gemir lo que quieras pequeña. Estamos solos tu y yo - murmuro en su oído mientras proseguía besando su cuello. Caricia que sirvió para dominarla y acomodarse sobre ella, entrelazo sus dedos con los de ella, y acomodo su miembro en su entrada, moviendo su pelvis despacio listo para entrar, disfrutando de la humedad y calidez femenina. Penetro despacio, embistiendo con cuidado, mientras sus labios se fundían entre besos y jadeos.
Alastair Parthenopaeus- Vampiro Clase Alta
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Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
No podía recordar los momentos en los que había deseado tomar sus labios para volverlos míos. Lo cierto era que había sido más que una ocasión en los que me descubría a mi misma deseando estar en sus brazos. Aquellas sensaciones que despertaba en mi tiempo atrás podía interpretarlas como un pecado que disfrutaba tener. Mi respiración siempre se aceleraba cuando me saludaba con ese cálido beso en la mejilla o esos abrazos con efusivos pero siempre intentaba frenar los impulsos por la presencia de mi padre, mi madre y sobre todo él. La realidad era otra. Sus manos fueron el inicio de todo, esas caricias suaves que me invitaban a dejarle hacer de mi a su antojo, después aquellos besos que me hacían perder la cordura, las caricias pronunciadas de mi cuerpo, todo en el parecía un baile erótico que me invitaba a ser parte de esta danza, que me hipnotizaba. Mi cuerpo estaba a su merced, tanto que estaba dispuesta a darle todo de mi en este momento. Nunca antes había dejado que vieran mi cuerpo desnudo, suena un poco tonto si, pero era tan condescendiente con las palabras de mi padre. Me empezaba entregar hasta cuando aquellas palabras sacerdotales se hicieran presentes y aquella persona que quisiera pasar el resto de mi vida conmigo estuviera frente a mi, pero no podía, no cuando el deseo estaba desbordando mi cuerpo y la pasión se mezclaba con ella para exponernos de esa manera tan perfecta.
Mi espalda se arqueo por completo al sentir como poco a poco iba adentrándose en mi ser. Solté sus labios echando hacía atrás la cabeza, mis labios se abrieron formando una perfecta "O", esta dejaba salir gemidos fuertes que incluso podían retumbar en el cuarto - Despacio… - Susurré de manera temblorosa mientras abría los brazos para poder sostenerme de las sabanas de la cama, mis dedos se enredaron en estas, sentía el impulso de levantarme con brusquedad para poder tomar sus labios pero debía controlarme, la herida no ayudaba mucho si me ponía a utilizar fuerza y a moverme con firmeza. Poco a poco pude percibir como mis paredes vaginales comenzaron a abrirse, estaba tan estrecha que incluso podía sentir como la piel de su virilidad se estaba corriendo a causa de esto. De pronto sentí como se detuvo y a mismo tiempo sentí un pequeño dolor, ardor recorrer desde mi intimidad hasta expandirse por todo mi cuerpo. Solté un quejido fuerte, mordí mi albo inferior de manera tan agresiva para enfocar el dolor en aquella parte que incluso llegué a sentir el sabor de mi sangre inundar mi boca. Abrí uno de mis ojos. Pude sentir como el sudor corría por mi rostro. Abrí uno de mis ojos con lentitud seguido del otro. Nos habíamos detenido, observé su rostro de preocupación, desprendí de entre las sabanas una de mis manos para acariciar su rostro, sonreí un poco aun con aquel dolor molestar el cuerpo. - Despacio por favor - Le pedí con la voz temblorosa. Jalé un poco su rostro y comencé a dar besos lentos, suaves y entrecortados en sus labios.
Mi intimidad dejo de sentir ese dolor, ese ardor, se había acostumbrado al placentero intruso que había entrado. Los besos de ambos eran suaves, realmente Eleazar me hacía sentir especial, era tan delicado, tan especial. Mis labios se corrieron hasta su oído, este lo lame con suavidad, mordisqueando su lóbulo lentamente, jalé un poco este con los dientes pero sin lastimarlo - Sigue… - Susurré con la respiración detenida al cien. Tracé una línea de mordiscos hasta llegar a su mentón, baje hasta su cuello dando besos desesperados a este, mordidas y pequeñas succiones, incluso al separarme observé una pequeña irritación en aquella zona de su cuerpo haciendo que soltará una risita traviesa. Enrollé mis piernas con cuidado en su cintura, pero fue tanto lo que pude jalarlo hasta mi con las piernas que sentí como se enterraba más en mi ser soltando un gemido fuerte. Me gusta la unión que ambos teníamos, me encantaba la forma en que mi cuerpo estaba a su disposición, por primera vez podía entender que era ser una mujer completamente sumisa y es que en este momento, ante él lo estaba. Cerré mis ojos y poco a poco movía las caderas disfrutando del roce.
Mi espalda se arqueo por completo al sentir como poco a poco iba adentrándose en mi ser. Solté sus labios echando hacía atrás la cabeza, mis labios se abrieron formando una perfecta "O", esta dejaba salir gemidos fuertes que incluso podían retumbar en el cuarto - Despacio… - Susurré de manera temblorosa mientras abría los brazos para poder sostenerme de las sabanas de la cama, mis dedos se enredaron en estas, sentía el impulso de levantarme con brusquedad para poder tomar sus labios pero debía controlarme, la herida no ayudaba mucho si me ponía a utilizar fuerza y a moverme con firmeza. Poco a poco pude percibir como mis paredes vaginales comenzaron a abrirse, estaba tan estrecha que incluso podía sentir como la piel de su virilidad se estaba corriendo a causa de esto. De pronto sentí como se detuvo y a mismo tiempo sentí un pequeño dolor, ardor recorrer desde mi intimidad hasta expandirse por todo mi cuerpo. Solté un quejido fuerte, mordí mi albo inferior de manera tan agresiva para enfocar el dolor en aquella parte que incluso llegué a sentir el sabor de mi sangre inundar mi boca. Abrí uno de mis ojos. Pude sentir como el sudor corría por mi rostro. Abrí uno de mis ojos con lentitud seguido del otro. Nos habíamos detenido, observé su rostro de preocupación, desprendí de entre las sabanas una de mis manos para acariciar su rostro, sonreí un poco aun con aquel dolor molestar el cuerpo. - Despacio por favor - Le pedí con la voz temblorosa. Jalé un poco su rostro y comencé a dar besos lentos, suaves y entrecortados en sus labios.
Mi intimidad dejo de sentir ese dolor, ese ardor, se había acostumbrado al placentero intruso que había entrado. Los besos de ambos eran suaves, realmente Eleazar me hacía sentir especial, era tan delicado, tan especial. Mis labios se corrieron hasta su oído, este lo lame con suavidad, mordisqueando su lóbulo lentamente, jalé un poco este con los dientes pero sin lastimarlo - Sigue… - Susurré con la respiración detenida al cien. Tracé una línea de mordiscos hasta llegar a su mentón, baje hasta su cuello dando besos desesperados a este, mordidas y pequeñas succiones, incluso al separarme observé una pequeña irritación en aquella zona de su cuerpo haciendo que soltará una risita traviesa. Enrollé mis piernas con cuidado en su cintura, pero fue tanto lo que pude jalarlo hasta mi con las piernas que sentí como se enterraba más en mi ser soltando un gemido fuerte. Me gusta la unión que ambos teníamos, me encantaba la forma en que mi cuerpo estaba a su disposición, por primera vez podía entender que era ser una mujer completamente sumisa y es que en este momento, ante él lo estaba. Cerré mis ojos y poco a poco movía las caderas disfrutando del roce.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
Con perfecto cuidado se acomodo entre las piernas de la joven cazadora, mientras sus labios recorrían sin parar los labios de ella, jugando con su lengua, respirando su aliento. Sus dedos entrelazados con los de ella, aprisionándola en la cama, mientras su miembro penetraba en el interior de ella, excitado deseando poseerla. Ella gimió en un primer momento, pero no tardo en disfrutar del contacto. Su pelvis se movió despacio, respondiendo a las suplicas de ella que fuese delicado. En efecto, él no deseaba asustarla, y mucho menos dañarla, a pesar de la pasión que lo consumía, no olvidaba al herida de ella y que se estaba llevando a la niña y liberando a la mujer.
Su deseo se acoplo a la perfección en el interior de ella, moviéndose despacio con pequeñas embestidas, que desataron los movimientos involuntarios de las caderas de ella, el reflejo del deseo que ambos los consumía. La humedad interna de ella, aumento a cada nuevo roce, así como el sudor de los cuerpos de ambos, que se fundía del mismo modo que sus cuerpos.
Los besos de ella en su cuello lo excitaron más aun, aumento el movimiento al interior de ella, preocupándose de que ella disfrutase y se liberase con él en su interior, alcance el máximo punto del deseo, el climax de aquel acto tan humano, tan natural. Una muestra no solo del deseo, de lo mucho que ella le gustaba a él, sino de cuanto la quería. Se detuvo un momento, para acariciar el rostro femenino, la miro a los ojos, unos hermosos ojos verdes que brillaban con la expectación de la pasión liberada.
-Eres el paraíso- susurró en los labios de ella, sin dejar de mover sus pelvis entre las piernas femeninas. Se inclino sobre sus labios y continúo besando, al tiempo que sus manos se movían por la piel femenina para acariciar sus pechos y sus torneadas piernas.
Junto a aquellas caricias, aumento también el movimiento de su cuerpo, introduciéndose aun más en ella, explorando el deseo femenino, acariciando sus pechos y los muslos de ella para incentivar el movimiento. Bajo sus labios por el mentón y el cuello de ella, hasta llegar al inicio de sus pechos los que beso y succiono, disfrutando de ellos endurecidos en sus labios. Bebió de la fuente femenina lo suficiente para que las caderas de ella se descontrolase, los gemidos aumentasen y la humedad aumentasen.
Cuando los gemidos de ella eran incontrolables, los acallo con un beso apasionado, exigente, tal cual como se encontraba su cuerpo, al borde de alcanzar el climax, deseaba llegar junto a ella, que por lo que podía sentir, estaba por lograrlo. Entrelazo una de sus manos con la de ella, y con la otra presiono el muslo, embistiendo con más fuerza, exigiendo aun más a la cazadora. Y así fue, entre jadeos y movimientos delicados y exigentes que ambos alcanzaron el máximo deseo, liberándose en él interior de ella toda la pasión que lo poseía.
Jadeando, acaricio el rostro de ella y acomodo su rostro en el cuello de ella, respirando el dulce aroma de su cabello y su piel. Delineo el rostro de ella mientras su cuerpo reposaba sobre el de ella, siguiendo el contorno de su mentón, su cuello, su clavícula y finalmente sus hombros. Se sentía satisfecho, pleno, cómodo, como si perteneciese a aquel lugar, tal cual si hubiese llegado al paraíso. Y añoraba que ella se sintiese igual.
- ¿Estás bien? -cuestionó incorporándose, para verla a lo ojos y deleitarse con la imagen femenina. Tras un largo suspiro acompañado de un sonrisa añadió - Eres maravillosa -
Su deseo se acoplo a la perfección en el interior de ella, moviéndose despacio con pequeñas embestidas, que desataron los movimientos involuntarios de las caderas de ella, el reflejo del deseo que ambos los consumía. La humedad interna de ella, aumento a cada nuevo roce, así como el sudor de los cuerpos de ambos, que se fundía del mismo modo que sus cuerpos.
Los besos de ella en su cuello lo excitaron más aun, aumento el movimiento al interior de ella, preocupándose de que ella disfrutase y se liberase con él en su interior, alcance el máximo punto del deseo, el climax de aquel acto tan humano, tan natural. Una muestra no solo del deseo, de lo mucho que ella le gustaba a él, sino de cuanto la quería. Se detuvo un momento, para acariciar el rostro femenino, la miro a los ojos, unos hermosos ojos verdes que brillaban con la expectación de la pasión liberada.
-Eres el paraíso- susurró en los labios de ella, sin dejar de mover sus pelvis entre las piernas femeninas. Se inclino sobre sus labios y continúo besando, al tiempo que sus manos se movían por la piel femenina para acariciar sus pechos y sus torneadas piernas.
Junto a aquellas caricias, aumento también el movimiento de su cuerpo, introduciéndose aun más en ella, explorando el deseo femenino, acariciando sus pechos y los muslos de ella para incentivar el movimiento. Bajo sus labios por el mentón y el cuello de ella, hasta llegar al inicio de sus pechos los que beso y succiono, disfrutando de ellos endurecidos en sus labios. Bebió de la fuente femenina lo suficiente para que las caderas de ella se descontrolase, los gemidos aumentasen y la humedad aumentasen.
Cuando los gemidos de ella eran incontrolables, los acallo con un beso apasionado, exigente, tal cual como se encontraba su cuerpo, al borde de alcanzar el climax, deseaba llegar junto a ella, que por lo que podía sentir, estaba por lograrlo. Entrelazo una de sus manos con la de ella, y con la otra presiono el muslo, embistiendo con más fuerza, exigiendo aun más a la cazadora. Y así fue, entre jadeos y movimientos delicados y exigentes que ambos alcanzaron el máximo deseo, liberándose en él interior de ella toda la pasión que lo poseía.
Jadeando, acaricio el rostro de ella y acomodo su rostro en el cuello de ella, respirando el dulce aroma de su cabello y su piel. Delineo el rostro de ella mientras su cuerpo reposaba sobre el de ella, siguiendo el contorno de su mentón, su cuello, su clavícula y finalmente sus hombros. Se sentía satisfecho, pleno, cómodo, como si perteneciese a aquel lugar, tal cual si hubiese llegado al paraíso. Y añoraba que ella se sintiese igual.
- ¿Estás bien? -cuestionó incorporándose, para verla a lo ojos y deleitarse con la imagen femenina. Tras un largo suspiro acompañado de un sonrisa añadió - Eres maravillosa -
Alastair Parthenopaeus- Vampiro Clase Alta
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Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
Las hermosas sabanas de seda formaban parte del juego cómplice en un principio de besos estos llamaron a las caricias, a su vez volviendo este pequeño encuentro en una guerra pasional, un encuentro lleno de confusiones, de cuestionamientos, lleno de amor que incluso no podía encontrar en mi pecho. Los gemidos eran constantes, pues mis labios a penas y podían estar cerrados debido a los movimientos que este ejercía sobre mi. Siempre he escuchado palabras como: quiero ser uno contigo, podemos ser uno mismo. Todas esas cosas que no entendía, que no me era capaz de poder llegar a comprender por fin las estaba haciendo realidad. Podía jurar que había sido hecha para permanecer entre sus brazos, para ser suya desde que había nacido. Mis ojos se mantenían cerrados, y por más que luchaba en poder concentrarme en contemplarlo el deseo me cegaba por completo llevándome a niveles inimaginables. Grandes sensaciones se apoderaban de mi cuerpo, pequeñas descargas inundaban esas zonas estratégicas, estaba completamente a su disposición, entregada, era totalmente suya, desde este día, desde siempre lo había sido. Observé a Eleazar por unos escasos momentos antes de que nuestros labios sellaran los últimos momentos. Espasmos fuertes recorrieron mi cuerpo. Una ola de calor se apodero de mi ser, mis pezones endurecieron de tal manera que incluso llegaba a ser doloroso, moví las caderas con fuerza, exigiendo, más, más y más hasta que mis uñas se clavaron de manera involuntaria en su espalda, mi espalda se arqueo por completo, gemí desesperada, tanto había sido el éxtasis que incluso solté un grito desgarrador. Había llegado a un orgasmo, uno demasiado placentero, uno que llevaba mi respiración a niveles acelerados que no recordaba haber tenido ni siquiera en los entrenamientos.
Sonreía completamente satisfecha. Acaricié su cabello por unos momentos, a pesar de haber terminado ambos podía sentir su miembro liberarse aun dentro de mi ser. Mordí mi labio inferior y coloqué ambas manos en su rostro - Estoy bien - Pude pronunciar apenas de manera clara. Mi cabello estaba pegado completamente a mi cuerpo, soplé su rostro intentando refrescarlo, movía su cabello para poder tener despejado su rostro. No podía evitar de sonreír era tan delicado, nunca me lo hubiera imaginado de aquella manera. - ¿Es… Estuve bien? - Pregunté de manera inocente desviando la mirada hacía la ventana intentando no ponerme más nerviosa de lo que estaba. Poco a poco me moví de estar abajo de la cama, la herida no había fastidiado pero en aquella zona sentía frío. Lo empujé suavemente, acomodándolo en la cama. Observé la zona de mi cuerpo poniéndome de pie, dándole la espalda, estaba intacta, como si nos hubiera dado el consentimiento de aquel acto lleno de amor. Giré mi cuerpo, estaba escurriendo líquidos de ambos, me sentía avergonzada. - Todo esta bien - Dije mordiendo mi labio inferior, se veía tan perfecto de aquella manera tan natural que disfrutaba de aquello. Incluso estando en los peores de los estados si a él le gustaba verme de aquella manera lo haría por él. Volví a la cama deslizándome con cuidado, al llegar cerca de él tome sus labios con delicadeza. Corrí una de mis piernas al otro lado de la cama y descanse las rodillas a ambos lados, estaba sentada sobre él, ladeé el rostro dejando caer el cabello para verlo. Mis manos se colocaron en su pecho haciendo una especie de masaje.
Suspiré profundamente - Nunca imagine que pudieras sentir algo por mi, mucho menos tenerme de esta manera - Me encogí de hombros bastante nerviosa, sin duda había gozado incluso el doloroso momento en que entraba por primera vez. - Lamento haber manchado tus sabanas - Lo cierto era que había sangre en las sabanas blancas, no lo había hecho con intención él lo sabía, se había llevado todo rastro de pureza de mi, sonreía con torpeza, con nerviosismo, con timidez, como la principiante que era. - ¿Te gustó? - Miles de preguntas se adentraron en mi mente. ¿Y si no había sido lo que el esperaba? ¿Y si había estado mal? ¿Y si había hecho que la magia se perdiera? Estaba completamente temerosa, sin embargo el brillo de sus ojos, la sonrisa de su rostro a cada momento se ampliaba más, y se veía tan hermoso.
Sonreía completamente satisfecha. Acaricié su cabello por unos momentos, a pesar de haber terminado ambos podía sentir su miembro liberarse aun dentro de mi ser. Mordí mi labio inferior y coloqué ambas manos en su rostro - Estoy bien - Pude pronunciar apenas de manera clara. Mi cabello estaba pegado completamente a mi cuerpo, soplé su rostro intentando refrescarlo, movía su cabello para poder tener despejado su rostro. No podía evitar de sonreír era tan delicado, nunca me lo hubiera imaginado de aquella manera. - ¿Es… Estuve bien? - Pregunté de manera inocente desviando la mirada hacía la ventana intentando no ponerme más nerviosa de lo que estaba. Poco a poco me moví de estar abajo de la cama, la herida no había fastidiado pero en aquella zona sentía frío. Lo empujé suavemente, acomodándolo en la cama. Observé la zona de mi cuerpo poniéndome de pie, dándole la espalda, estaba intacta, como si nos hubiera dado el consentimiento de aquel acto lleno de amor. Giré mi cuerpo, estaba escurriendo líquidos de ambos, me sentía avergonzada. - Todo esta bien - Dije mordiendo mi labio inferior, se veía tan perfecto de aquella manera tan natural que disfrutaba de aquello. Incluso estando en los peores de los estados si a él le gustaba verme de aquella manera lo haría por él. Volví a la cama deslizándome con cuidado, al llegar cerca de él tome sus labios con delicadeza. Corrí una de mis piernas al otro lado de la cama y descanse las rodillas a ambos lados, estaba sentada sobre él, ladeé el rostro dejando caer el cabello para verlo. Mis manos se colocaron en su pecho haciendo una especie de masaje.
Suspiré profundamente - Nunca imagine que pudieras sentir algo por mi, mucho menos tenerme de esta manera - Me encogí de hombros bastante nerviosa, sin duda había gozado incluso el doloroso momento en que entraba por primera vez. - Lamento haber manchado tus sabanas - Lo cierto era que había sangre en las sabanas blancas, no lo había hecho con intención él lo sabía, se había llevado todo rastro de pureza de mi, sonreía con torpeza, con nerviosismo, con timidez, como la principiante que era. - ¿Te gustó? - Miles de preguntas se adentraron en mi mente. ¿Y si no había sido lo que el esperaba? ¿Y si había estado mal? ¿Y si había hecho que la magia se perdiera? Estaba completamente temerosa, sin embargo el brillo de sus ojos, la sonrisa de su rostro a cada momento se ampliaba más, y se veía tan hermoso.
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Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
Me acomode al lado de ella al tiempo que ella salía de la cama, para pronto acomodarse sobre mí, se veía tan hermosa y elegante, erguida sobre mi luciendo sin temor su esplendoroso cuerpo, sonreí al verla así, tan desinhibida, tan cómoda. Pero no era solo aquello lo que me llevaba a sonreír, sino que también lo completo que me sentía tras aquel bello acto que ambos habíamos concretado. Tal como si fuésemos el uno para el otro, complementándonos por completo. Ignoré su comentario sobre las sabanas, pues ciertamente, no esperaba menos que eso, era normal que un hilo de sangre quedase en ellas, luego de llevarme la virginidad de Dagmar.
Recorrí su espalda con delicadeza, sin dejar de mirarla al tiempo que ella hablaba y sonreía con cierta vergüenza, pero aquel rubor en sus mejillas solo sirvió para encantarme aun más con su belleza. Pase mis manos por su espalda hasta posarlas finalmente en sus exquisitas caderas, de las que no cabía duda la gracia con que se movían. Su cabello cayendo a un lado y sus manos sobre mi pecho, era simplemente un extracto de la perfección, perfección que tenía sobre mí y que deseaba fuese de ahora en adelante solo para mí.
- No, no estuviste bien- respondí viéndola a los ojos y notando la decepción en sus ojos. Con seriedad estire mi mano y acaricie su rostro, para luego atraerla hacia mí, mirándola a los ojos y muy cerca de los labios - No estuviste bien, porque no necesitas estar bien. Porque simplemente eres perfecta - tras aquellas palabras la bese con calma y ternura, saboreando cada espacio de su dulce boca, recorriendo su espalda y acomodándola junto a mí en la cama.
Recorrí todo el contorno de su cuerpo, delineando sus curvas y viéndola sonreír, como una niña pequeña que acaba de realizar una travesura, entre avergonzada y divertida, radiante, si esa palabra describía a la perfección el estado de la joven a su lado. - Siento por ti muchas cosas pequeña, me gustas demasiado, eres hermosa e inteligente - respondí a sus preguntas, atrayéndola hacía mi, para luego cubrirla con las sabanas - No quiero que enfermes pequeña - La acurruco junto a él acariciando su cabello.
Tras unos largos minutos de silenciosas caricias, el cazador volvió a hablar - Desde siempre he sido un hombre solitario, incluso después de casado, pues nunca logre ser realmente feliz en mi matrimonio y supongo que Rachele tampoco lo fue - aquellas últimas palabras fueron dichas con pesar y con sus ojos levemente ensombrecido ante el recuerdo de antaño.
- Tras su muerte estuve con distintas mujeres, pero ninguna se compara a ti. Contigo es como tener mi propio pedazo del paraíso en la tierra, recostada aquí a mi lado, mi ángel. - prosiguió, mirándola a los ojos con ternura, una ternura que nunca antes había sentido- No puedo decir que lo esperaba, que desde siempre me gustaste, porque seria mentira. Pero has sido mi sorpresa, una muy grata sorpresa en parís, una sorpresa que anhelo disfrutar de su compañía. Claro, si aceptas a este viejo cazador a tu lado.- Añadió para luego depositar un delicado bezo en sus labios.
- Me gustas mucho pequeña, considero que eres hermosa y perfecta, una mujer única, una mujer que tuve el placer de hacer mía. De poseer y llevarla por los placeres de la seducción-[I] prosiguió, tomando el rostro de ella y sin dejar de verla a los ojos-[i]{color=skyblue]- Pero ¿Sabes que me interesa más que mi placer? Es el tuyo, que te hayas sentido cómoda, plena satisfecha y no obligada. -[/color]concluyó mirándola fijamente a los ojos
Recorrí su espalda con delicadeza, sin dejar de mirarla al tiempo que ella hablaba y sonreía con cierta vergüenza, pero aquel rubor en sus mejillas solo sirvió para encantarme aun más con su belleza. Pase mis manos por su espalda hasta posarlas finalmente en sus exquisitas caderas, de las que no cabía duda la gracia con que se movían. Su cabello cayendo a un lado y sus manos sobre mi pecho, era simplemente un extracto de la perfección, perfección que tenía sobre mí y que deseaba fuese de ahora en adelante solo para mí.
- No, no estuviste bien- respondí viéndola a los ojos y notando la decepción en sus ojos. Con seriedad estire mi mano y acaricie su rostro, para luego atraerla hacia mí, mirándola a los ojos y muy cerca de los labios - No estuviste bien, porque no necesitas estar bien. Porque simplemente eres perfecta - tras aquellas palabras la bese con calma y ternura, saboreando cada espacio de su dulce boca, recorriendo su espalda y acomodándola junto a mí en la cama.
Recorrí todo el contorno de su cuerpo, delineando sus curvas y viéndola sonreír, como una niña pequeña que acaba de realizar una travesura, entre avergonzada y divertida, radiante, si esa palabra describía a la perfección el estado de la joven a su lado. - Siento por ti muchas cosas pequeña, me gustas demasiado, eres hermosa e inteligente - respondí a sus preguntas, atrayéndola hacía mi, para luego cubrirla con las sabanas - No quiero que enfermes pequeña - La acurruco junto a él acariciando su cabello.
Tras unos largos minutos de silenciosas caricias, el cazador volvió a hablar - Desde siempre he sido un hombre solitario, incluso después de casado, pues nunca logre ser realmente feliz en mi matrimonio y supongo que Rachele tampoco lo fue - aquellas últimas palabras fueron dichas con pesar y con sus ojos levemente ensombrecido ante el recuerdo de antaño.
- Tras su muerte estuve con distintas mujeres, pero ninguna se compara a ti. Contigo es como tener mi propio pedazo del paraíso en la tierra, recostada aquí a mi lado, mi ángel. - prosiguió, mirándola a los ojos con ternura, una ternura que nunca antes había sentido- No puedo decir que lo esperaba, que desde siempre me gustaste, porque seria mentira. Pero has sido mi sorpresa, una muy grata sorpresa en parís, una sorpresa que anhelo disfrutar de su compañía. Claro, si aceptas a este viejo cazador a tu lado.- Añadió para luego depositar un delicado bezo en sus labios.
- Me gustas mucho pequeña, considero que eres hermosa y perfecta, una mujer única, una mujer que tuve el placer de hacer mía. De poseer y llevarla por los placeres de la seducción-[I] prosiguió, tomando el rostro de ella y sin dejar de verla a los ojos-[i]{color=skyblue]- Pero ¿Sabes que me interesa más que mi placer? Es el tuyo, que te hayas sentido cómoda, plena satisfecha y no obligada. -[/color]concluyó mirándola fijamente a los ojos
Alastair Parthenopaeus- Vampiro Clase Alta
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Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
El cobijo de sus brazos era mejor incluso que el calor que me producían las sabanas. Observé con atención los gestos que este hacía, sus ojos eran como velas pues brillaban casi iluminando su habitación, me sentí completamente cohibida, no recordaba a alguien que me hubiera visto de ta manera. Recordé mis viajes por las aldeas de Europa, había conocido a tantas personas, muchas de ellas me querían, mujeres agradecidas, hombres encandilados con mi presencia, pero nunca había visto ese brillo especial como los que tenían los ojos de Eleazar. Pasé la yema de los dedos por las facciones de su rostro, de manera delicada, de manera suave, gravando cada detalle de aquella parte de su cuerpo, después baje la mano por su cuello, por su pecho y finalmente, como si se tratase de una travesura, mordí mi labio inferior acariciando aquella zona que nos había unido momentos antes. Observé su rostro, como había aguardado la respiración por unos momentos ante mi movimiento. Solté una risita traviesa . - ¿Sensible cazador? - Me acerqué tomando sus labios con suavidad.
Aun estaba completamente perdida en el deseo carnal que había experimentado. Sensaciones, sentimientos, miles de cosas inundaron mi cabeza, mi cuerpo, mi corazón. Mi alma estaba expuesta e incluso sentí que se desprendía de mi pecho y se enredaba en su cuerpo dispuesta a ser suya. Cerré los ojos por unos momentos, intentando saber que decir, que hacer. No era buena en esas cosas. La única "relación" que había tenido con anterioridad se había limitado a inocentes besos, incluso las caricias se habían vuelto prohibidas porque en mi cabeza solo existía el deseo de exterminar a esas criaturas que habían dañado tanto mi vida. Abrí los ojos por fin encontrándome de nuevo con su rostro sonriente - ¿Y ahora qué? - Lo primero que había salido de mis labios y en definitiva había ciado demasiado tonta la pregunta. - Es decir… Es una noche bastante extraña… Tus palabras hacen vibrar mi interior, me hacen sentir como el pecho se alza emocionado, pero sin embargo no sé que quieras… que desees después de esta noche… Mi padre… - Guarde silencio por unos momentos, ¿mi padre aceptaría eso? A fin de cuentas él conocía más a Eleazar que yo, ambos habían salido a cazar por largas temporadas, sabía de sus arrebatos con mujeres, de sus vicios. ¿Acaso aquello era correcto?
Mi rostro se endureció, en realidad no sabía por que tenía esa actitud tan… Tan firme, tan seria, estaba poniendo en juego sentimientos y muchas cosas que no tenía pensadas desde hace mucho tiempo. - ¿Un pedazo de paraíso? En ocasiones siento que soy una criatura salvaje que no quiere ser domina - Era verdad, no me veía de manera sumisa, estando alado de alguien que quizás no tendría paciencia para mis arrebatos, a fin de cuentas me llamaba pequeña, y lo era, tan caprichosa, tan berrinchuda. No veía como alguien sería capaz de soportarme. - ¿Un ángel? - Sonreí demasiado nerviosa, me acerqué a su cuerpo y oculte mi rostro entre su cuerpo y las sabanas sin poder mirarlo a los ojos - ¿Qué deseas de mi? - Maldita pregunta que no se quería ir de mi interior. Pero era verdad, necesitaba saber eso, necesitaba entender, necesitaba aclararme. - No podrías obligarme a hacer nada Eleazar, si te entregué mi ultimo rastro de pureza fue porque mi interior lo pedía a gritos, en todo momento me sentí plena, me sentía deseada, sentí ese placer que a nadie le daría… Cazador - Deposité varios besos en su pecho. Mis ideas aun no se acomodan, necesitaba entender y saber más.
Aun estaba completamente perdida en el deseo carnal que había experimentado. Sensaciones, sentimientos, miles de cosas inundaron mi cabeza, mi cuerpo, mi corazón. Mi alma estaba expuesta e incluso sentí que se desprendía de mi pecho y se enredaba en su cuerpo dispuesta a ser suya. Cerré los ojos por unos momentos, intentando saber que decir, que hacer. No era buena en esas cosas. La única "relación" que había tenido con anterioridad se había limitado a inocentes besos, incluso las caricias se habían vuelto prohibidas porque en mi cabeza solo existía el deseo de exterminar a esas criaturas que habían dañado tanto mi vida. Abrí los ojos por fin encontrándome de nuevo con su rostro sonriente - ¿Y ahora qué? - Lo primero que había salido de mis labios y en definitiva había ciado demasiado tonta la pregunta. - Es decir… Es una noche bastante extraña… Tus palabras hacen vibrar mi interior, me hacen sentir como el pecho se alza emocionado, pero sin embargo no sé que quieras… que desees después de esta noche… Mi padre… - Guarde silencio por unos momentos, ¿mi padre aceptaría eso? A fin de cuentas él conocía más a Eleazar que yo, ambos habían salido a cazar por largas temporadas, sabía de sus arrebatos con mujeres, de sus vicios. ¿Acaso aquello era correcto?
Mi rostro se endureció, en realidad no sabía por que tenía esa actitud tan… Tan firme, tan seria, estaba poniendo en juego sentimientos y muchas cosas que no tenía pensadas desde hace mucho tiempo. - ¿Un pedazo de paraíso? En ocasiones siento que soy una criatura salvaje que no quiere ser domina - Era verdad, no me veía de manera sumisa, estando alado de alguien que quizás no tendría paciencia para mis arrebatos, a fin de cuentas me llamaba pequeña, y lo era, tan caprichosa, tan berrinchuda. No veía como alguien sería capaz de soportarme. - ¿Un ángel? - Sonreí demasiado nerviosa, me acerqué a su cuerpo y oculte mi rostro entre su cuerpo y las sabanas sin poder mirarlo a los ojos - ¿Qué deseas de mi? - Maldita pregunta que no se quería ir de mi interior. Pero era verdad, necesitaba saber eso, necesitaba entender, necesitaba aclararme. - No podrías obligarme a hacer nada Eleazar, si te entregué mi ultimo rastro de pureza fue porque mi interior lo pedía a gritos, en todo momento me sentí plena, me sentía deseada, sentí ese placer que a nadie le daría… Cazador - Deposité varios besos en su pecho. Mis ideas aun no se acomodan, necesitaba entender y saber más.
Dagmar Biermann- Cazador Clase Alta
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Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
Suspiré profundamente mientras acariciaba su espalda y la dejaba hacer a su antojo, quizás en apariencia hace algunos minutos atrás dejo atrás los últimos rayos de inocencia. Pero Dagmar no era una jovencita inexperta, quizás lo fuese en el sentido estricto, pero cuando se trataba de complacer a un hombre se desenvolvía con destreza, tal como lo hacía ahora, acariciando mi miembro, pero aun en aquel gesto tan provocador se comportaba como una niña caprichosa y traviesa. Una sonrisa complaciente afloro de mis labios al tiempo que ella depositaba un delicado beso en mis labios, instancia que aproveche para atraerla hacia mí y recostarla sobre mi pecho, me gustaba sentir la cercanía femenina, la calidez de su cuerpo y su rítmica respiración, mientras miles de preguntas y palabras algo incoherentes salían de sus labios.
Incoherentes para mi, un hombre que se acostumbró a vivir la vida en solitario, sin cuestionarse aquellas cosas que ella expresaba, pero no por ello dejaba de comprenderla. Sus miedos y temores eran del todo normales, en especial para una chica que se acaba de entregar al hombre que confeso querer desde hace ya mucho tiempo y de quien no esperaba nada a cambio. - Bueno pequeña, si eres una criatura salvaje. Tengo una novedad para ti, soy un cazador experimentado. Tengo experiencia con criaturas como tu- bromeé, para luego depositar un tierno beso en el cabello de ella, mientras la acunaba en sus brazos. Con aquella caricia, parte de sus inquietudes parecieron esfumarse y la calma en parte la invadió, complacido continué hablando - Además pequeña, no me interesa tener a una mujer sumisa a mi lado, no es esa cualidad la que me gusta de ti. Me gusta aquel aire salvaje, tu independencia y le perfecta combinación que lleva con la pequeña caprichosa que hay en tu interior-
Con mi mano libre, tomé el mentón de ella para verla a los ojos antes de seguir hablando y así calmar las dudas que afloraban en aquella hermosa intimidad en que nos envolvíamos - A los ángeles no se les puede besar, ni tener así, tan cerca de mí. Tú eres un regalo en mi vida, una parte de mi que pensé estaba perdida, cuando en realidad estaba demasiado cerca de mí, tanto que no fui capaz de verlo hasta hoy - expresé sin retirar mis ojos de los de ella, acariciando su mejilla y transmitiéndole la confianza necesaria para confiar en sí misma y en mis palabras - De ti pequeña no importa lo que yo deseo, pues en ti descubrí que hay una razón más para seguir en la lucha, para estar dispuestos a seguir combatiendo a aquellos seres oscuros, aquellos que te hirieron así-recorrí con la yema de los dedos la herida, y la piel de ella se erizo, tal vez por el recuerdo, tal vez por el dolor.
- Mientras dependa de mí, no dejaré que nadie te dañe. Que no vuelvan a causarte el dolor que hoy sentiste, que no vuelvas a quedar en el desamparo que quedaste hoy-La acogí en una abrazo protector para luego besarla con calma, consiguiendo que olvidase la herida que estaba allí, como evidencia del ataque de aquella mañana. Fue un beso suave, delicado y tierno, no pasional como los anteriores, deseaba darle un descanso a Dagmar, y hacerla sentir cómoda entre mis brazos, en aquella complicidad que nos envolvía entre tanta intimidad.
Nos cubrí con la sabana, mientras no dejaba de mirarla y tenerla cerca de mí. La calidez de su cuerpo era cautivante, lo suficiente para no desear alejarme de ella. El alba comenzaba a aclarar, era increíble lo rápido que la noche había pasado, y lo cómodo que me sentía junto a ella - Por tu padre, créeme, que ese es tan solo un detalle - la tranquilice, para luego acunarla invitándola a dormir, podía percibir su cansancio, no solo por la herida, sino por haber experimentado su primera vez con un hombre.
Incoherentes para mi, un hombre que se acostumbró a vivir la vida en solitario, sin cuestionarse aquellas cosas que ella expresaba, pero no por ello dejaba de comprenderla. Sus miedos y temores eran del todo normales, en especial para una chica que se acaba de entregar al hombre que confeso querer desde hace ya mucho tiempo y de quien no esperaba nada a cambio. - Bueno pequeña, si eres una criatura salvaje. Tengo una novedad para ti, soy un cazador experimentado. Tengo experiencia con criaturas como tu- bromeé, para luego depositar un tierno beso en el cabello de ella, mientras la acunaba en sus brazos. Con aquella caricia, parte de sus inquietudes parecieron esfumarse y la calma en parte la invadió, complacido continué hablando - Además pequeña, no me interesa tener a una mujer sumisa a mi lado, no es esa cualidad la que me gusta de ti. Me gusta aquel aire salvaje, tu independencia y le perfecta combinación que lleva con la pequeña caprichosa que hay en tu interior-
Con mi mano libre, tomé el mentón de ella para verla a los ojos antes de seguir hablando y así calmar las dudas que afloraban en aquella hermosa intimidad en que nos envolvíamos - A los ángeles no se les puede besar, ni tener así, tan cerca de mí. Tú eres un regalo en mi vida, una parte de mi que pensé estaba perdida, cuando en realidad estaba demasiado cerca de mí, tanto que no fui capaz de verlo hasta hoy - expresé sin retirar mis ojos de los de ella, acariciando su mejilla y transmitiéndole la confianza necesaria para confiar en sí misma y en mis palabras - De ti pequeña no importa lo que yo deseo, pues en ti descubrí que hay una razón más para seguir en la lucha, para estar dispuestos a seguir combatiendo a aquellos seres oscuros, aquellos que te hirieron así-recorrí con la yema de los dedos la herida, y la piel de ella se erizo, tal vez por el recuerdo, tal vez por el dolor.
- Mientras dependa de mí, no dejaré que nadie te dañe. Que no vuelvan a causarte el dolor que hoy sentiste, que no vuelvas a quedar en el desamparo que quedaste hoy-La acogí en una abrazo protector para luego besarla con calma, consiguiendo que olvidase la herida que estaba allí, como evidencia del ataque de aquella mañana. Fue un beso suave, delicado y tierno, no pasional como los anteriores, deseaba darle un descanso a Dagmar, y hacerla sentir cómoda entre mis brazos, en aquella complicidad que nos envolvía entre tanta intimidad.
Nos cubrí con la sabana, mientras no dejaba de mirarla y tenerla cerca de mí. La calidez de su cuerpo era cautivante, lo suficiente para no desear alejarme de ella. El alba comenzaba a aclarar, era increíble lo rápido que la noche había pasado, y lo cómodo que me sentía junto a ella - Por tu padre, créeme, que ese es tan solo un detalle - la tranquilice, para luego acunarla invitándola a dormir, podía percibir su cansancio, no solo por la herida, sino por haber experimentado su primera vez con un hombre.
Alastair Parthenopaeus- Vampiro Clase Alta
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Re: Un entrenamiento solitario.... o no (Dagmar & Eleazar)
En muchas ocasiones, Eleazar me parecía un hombre verdaderamente despreocupado. Que se tomaba la vida demasiado a la ligera y que no le importaba perder la vida después de un combate. Había caído en cuenta que hacía las cacerías por el deseo de cuidar a los demás de criaturas de la noche pero en realidad no entendía un porque claro del porque seguía en esa pelea, porque no buscaba un poco de tranquilidad. Sus palabras hicieron que mi pecho se hinchara de placer al saber que yo era ese motivo para seguir adelante. Bastante bien me había sentido al saber que no le era indiferente y ahora todo lo que decía me hacía perder la razón por él, cegarme y querer estar con el sin importar nada ni nadie. Me imaginaba la cara de mi padre de dos manera diferentes. La primera es que estaba completamente enojado, contrariado confundido por verme alado de Eleazar, una persona que claramente era mucho mayor que yo, que era su amigo y que me conocía desde hace mucho tiempo. En otro escenario veía su rostro alegre, agradeciendo internamente al cazador que tenía frente a mi por haber escogido a su hija, porque lo conocía y sabía que era un hombre correcto, porque su hija, su pequeña, su consentida dejaría de cazar seres oscuros por atender un hogar, porque esa era la verdad, mi padre odia que yo este jugando a ser una cazadora, odia que me ponga en peligro, odia que sea tan buena que me soliciten en otros lados porque como cualquier padre teme por mi vida.
Me recosté en la cama a su lado, siendo acunada por sus brazos de manera cariñosa, varios bostezos salieron de mis labios, estos los ocultaba con la mano de manera educada, mi cuerpo estaba completamente tembloroso no solo por el hecho de la herida y la falta de alimentación, también lo estaba por la energía que le había sacado de quien sabe donde para poder complacerlo aunque sea un poco. Sabía que no era la mejor mujer del mundo en la cama pero al menos lo había intentado entre mi inexperiencia por él. Sus suaves caricias hicieron que poco a poco comenzara a calmarme, a que mi cuerpo dejará de temblar y que no sintiera frío alguno. Era bastante extraño estar sin ropa alguna, mucho más estando alado de él. En innumerables ocasiones se me había dicho que era una muchachita con muy buen atractivo físico, pero no me acostumbra a ello, no porque no supiera que lo fuera simplemente porque no le tomaba importancia a cosas tan vanas, sin embargo estar con Eleazar me hacía sentirme un poco "fea" por tener aquella herida, no estaba presentable, ni preciosa, ni arreglada para que pudiera presumir de tener a una mujer bella a su lado. Sin embargo él parecía estar cómodo, extasiado por lo que veía y me hacía sentir cohibida de alguna manera.
Mis ojos comenzaban a cerrarse contra mi voluntad - No tengo sueño - Mentía de muy mala manera, la verdad es que tenía miedo de caer perdida en el sueño y al despertar no tenerlo a mi lado. Lleve una mano a su mejilla abriendo uno de los ojos de manera casi forzada - No te vayas - Susurré con un aire de suplica en el tono de voz - Quedate a mi lado - Cerré el ojo y me acerque para besarlo suavemente, me volví a acomodar esta vez de lado, dejando la herida expuesta, para que el peso de mi cuerpo y la cama no me lastimara, oculte mi rostro en su pecho, una de mis piernas se enredo entre las suyas y mi brazo izquierdo abrazó su cuerpo - Buenas noches… - Dije en tono bajo haciendo que mi aliento chocara contra su pecho. Poco a poco empezaba a perder el conocimiento, sentía suaves caricias que arrancaban sonrisas de mis labios pero después de unos momentos más, nada se escuchó, la oscuridad me invadió y caí profundamente dormida.
Me recosté en la cama a su lado, siendo acunada por sus brazos de manera cariñosa, varios bostezos salieron de mis labios, estos los ocultaba con la mano de manera educada, mi cuerpo estaba completamente tembloroso no solo por el hecho de la herida y la falta de alimentación, también lo estaba por la energía que le había sacado de quien sabe donde para poder complacerlo aunque sea un poco. Sabía que no era la mejor mujer del mundo en la cama pero al menos lo había intentado entre mi inexperiencia por él. Sus suaves caricias hicieron que poco a poco comenzara a calmarme, a que mi cuerpo dejará de temblar y que no sintiera frío alguno. Era bastante extraño estar sin ropa alguna, mucho más estando alado de él. En innumerables ocasiones se me había dicho que era una muchachita con muy buen atractivo físico, pero no me acostumbra a ello, no porque no supiera que lo fuera simplemente porque no le tomaba importancia a cosas tan vanas, sin embargo estar con Eleazar me hacía sentirme un poco "fea" por tener aquella herida, no estaba presentable, ni preciosa, ni arreglada para que pudiera presumir de tener a una mujer bella a su lado. Sin embargo él parecía estar cómodo, extasiado por lo que veía y me hacía sentir cohibida de alguna manera.
Mis ojos comenzaban a cerrarse contra mi voluntad - No tengo sueño - Mentía de muy mala manera, la verdad es que tenía miedo de caer perdida en el sueño y al despertar no tenerlo a mi lado. Lleve una mano a su mejilla abriendo uno de los ojos de manera casi forzada - No te vayas - Susurré con un aire de suplica en el tono de voz - Quedate a mi lado - Cerré el ojo y me acerque para besarlo suavemente, me volví a acomodar esta vez de lado, dejando la herida expuesta, para que el peso de mi cuerpo y la cama no me lastimara, oculte mi rostro en su pecho, una de mis piernas se enredo entre las suyas y mi brazo izquierdo abrazó su cuerpo - Buenas noches… - Dije en tono bajo haciendo que mi aliento chocara contra su pecho. Poco a poco empezaba a perder el conocimiento, sentía suaves caricias que arrancaban sonrisas de mis labios pero después de unos momentos más, nada se escuchó, la oscuridad me invadió y caí profundamente dormida.
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