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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Stéphane Levesque Jue Abr 17, 2014 8:00 pm

“Empecemos el juego, nuestro amargo encuentro, alimenta mi obsesión y deja que mi oscura alma se aferre a la tuya sin nada que puedas hacer porque después de verte no te dejaré ir, tu imagen se clavara en mis ojos y tu presencia en mi longevo ser”


Stéphane se encontraba parado frente al enorme ventanal de cristal que le daba una vista espectacular de la ciudad de Londres, las cortinas de seda con diseños espirales blancas y transparentes permitían la entrada de la luz de su detonante para transformase a la habitación, pero la luna solo estaba iluminada en una mitad de su diámetro no habría porqué temer, esta noche tenía una invitación a una fiesta de cumpleaños de una de las señoritas Lincoln que residen en esta ciudad llena de nuevas experiencias y posibles víctimas que le quisieran arrebatar la estabilidad y raciocinio humano que aún conservaba, con las manos metidas dentro de los bolsillos de su pantalón gris de tela se quedó pensativo en si era buena idea asistir a esa fiesta, los padres de la joven estaban entusiasmados con su persona, tanto así que era obvio que quisieran que ella tuviera una relación que vaya más allá de conocidos con su hermosa hija, pero el licántropo no deseaba nada más que divertirse después de todo poseía dones que solo los propios dioses disfrutaban, sonrió malcriado a la nada, la única relación más allá de un trato amistoso que podría recibir por parte de él era la hermosa escena de él desgarrando cada parte de su delgado y pálido cuerpo, pero podría comportarse como un caballero esa noche después de todo todavía era un hombre convertido en bestia y los modales eran primordiales a la hora de presentarse. Escuchó que tocaron la puerta frunciendo el ceño y viendo de reojo hacia el lugar de donde provenía el sonido, gruñó en son de molestia, volvió su vista a la ventana y tomo una pose arrogante –Pase- soltó la frase con repudio y molestia, de inmediato sintió el olor a jabón barato y especies provenir de la puerta, escuchaba la respiración del cuerpo ajeno y prácticamente sentía el nerviosismo y sumisión de la otra persona –Disculpe joven que lo interrumpa pero el carruaje ya está listo- enarcó una ceja y su boca se curvo en una sonrisa ladina orgullosa –Muy bien Jazmine enseguida bajo, descuelga el saco del armario con cuidado y pónmelo por favor- sonrió victorioso y es que el hecho de dar órdenes era satisfactorio sobre todo si se trataba de esta mujer asustadiza que con su tan sola presencia temblaba al igual que una llamita azotada por el aire en medio del bosque, escuchó los pasos de la criada por la habitación atenta a acatar sus ordenes con la mayor precisión, ella conocía muy bien que los errores lo molestaban y no era bueno verlo irritado, al sentir su calor y respiración cerca se dio la vuelta y la miro desde arriba con diversión, ella tenía el saco en la mano con la cabeza gacha, esperando que su amo diera el primer indicio que podía poner sus manos en el cuerpo de él –Date prisa que se hace tarde- la joven de inmediato se fue a la espalda del licántropo y le colocó el saco con cuidado, pasándole las manos temblorosas por los anchos hombros para limpiar cualquier tipo de pelusa que pudiera estropear la apariencia elegante que esta noche tenía Stéphane, el licántropo frunció el ceño y gruñó un poco al sentir el tacto fino de la humana en su intento de terminar su labor con perfección, movió los hombros alejando las manos de la humana y caminó hacia la puerta tomando entre sus cosas una loción de su propia empresa que todavía no salía al mercado y colocándola con elegancia sobre su cuello y palmas, tomó una rosa roja y se la coloco en el bolsillo del saco viéndose al espejo por última vez acomodando su corbata negra y sonriendo arrogante por su buen apariencia. Miro de reojo a la criada –Espero que esta habitación esté ordenada cuando vuelva porque si no es así la que pagara las consecuencias serás tú Jazmine- miró toda la habitación aparentemente no había desorden pero Stéphane era un amo del control y el orden y la más mínima suciedad o descuido eran el detonante de su mal humor, alzó la ceja y tensó la mandíbula viendo a la criada por última vez y dando un portazo al salir, bajó hasta la primera planta y salió viendo el carruaje con el cochero sosteniendo la puerta para que entrara a lo lejos, cuando llegó escucho que el hombre saludó, sin embargo Stéphane no le devolvió la cortesía, no les debía respeto a ellos, los únicos que debían lealtad eran ellos a su persona, finalmente se puso en marcha su medio de transporte y cruzó la pierna el estilo varonil maldiciéndose en sus adentros por haber aceptado ir a esa fiesta en donde podría haber más de uno u otro traidor esperando su llegada o mejor aún una sorpresa que pudiera despertar su instinto lobuno sin ningún preludio. 



Finalmente se encontraba ahí, las personas pasaban frente a sus ojos azules dejando esencia de su presencia, de su clase y de sus gustos, desde que bajó del carruaje los padres de la cumpleañera lo recibieran como si se tratara de un príncipe, la joven no dudo en darle un abrazo efusivo y empezar con algunos movimientos coquetos con sus dedos en el cabello, Stéphane no había perdido la oportunidad y se dedicó a comportarse como un caballero con cierto interés en una bella dama, le extendió el brazo a lo que ella le presentaba las diferente figuras de la alta sociedad en Londres, su familia después de caer en la quiebra habían decidido empezar desde cero con la ostentosa fortuna que contaban en el mundo de la imprenta, lo que por los momentos estaba dando frutos, habían migrado de París para crear una nueva vida alejada de los recuerdos que eran sinónimo de fracaso, después de un largo rato siendo presentado a los demás con algunas caras conocidas entre ellos mientras que otras eran una total frescura para su memoria la jovencita había decidido subir a su alcoba a cambiarse de zapatos por los que él le había traído en representación de un obsequio, unos zapatos blancos finos con algunos diamantes amarillos incrustados en su frente y traídos desde Milán, Stéphane sabía que las mujeres de su círculo social eran tan vanidosas y era algo que le atraía de ellas, le gustaba ver  las mujeres que se mimaran y cuidaran representativas de una hermosa flor en plena primavera, tomó una copa de champagne y se sentó en unos de los sillones de cuero blanco que se disponían en el salón de eventos de la mansión, cruzó la pierna y extendió sus manos sobre los manubrios del sillón dejándose llevar por las apariencias de los demás, sus movimientos corporales, el seductor y delicado roce de sus labios al emitir palabras, su parpadear, cada uno de esos movimientos que captaban su atención haciendo que una sonrisa cínica se dibujara en su rostro, en ese momento miró aparecer a una joven muy bella, llevaba un vestido un poco más atrevido que el de las demás damas que llenaban el salón mostrando parte de una piel pálida y tersa a la vista, como porcelana, una hermosa muñeca dentro de una vitrina, su cabello castaño le caía en la espalda y los hombros haciendo que los ojos de Stéphane se le iluminaran de la curiosidad, cuando se dio la vuelta se dio cuenta su aura emitía una mezcla de colores que eran iridiscentes para sus ojos, predominando el negro y haciendo que la piel le hirviera, sentía que algo jalaba de él pero a la vez cada célula de su cuerpo lo repudiaba en ese momento lo supo era una vampiresa, esa maraña de emociones eran las que Stéphane sentía al estar cerca de uno de los seres que trabajaban para él y por los cuales tenía cierta atracción pero siempre dejándose ganar por el repudio, pero realmente esa mujer inmortal le había llamado la atención, su belleza exquisita lo tentaba  a jugar con ella por un buen rato pero se preguntaba ¿Qué hacía una vampiresa en esa fiesta? ¿Cómo es que los Lincoln se relacionaban con esos seres? Sonrió divertido al ver como el aura de la vampiresa cambiaban frente a sus ojos dándole un espectáculo colorido y abriéndose ante él similar a un enigmático portal a la maldad, viendo el rojo emerger de los bordes y expandirse lejos de su delgado y pequeño cuerpo, en ese momento decidió ocultar su olor, enmascararlo con el olor de los demás mundanos que lo rodeaban para que no lo descubriera, su obsesión enfermiza hacia las vampiresas bellas y con ese tipo de aura lo habían tentado, miro bajar a la cumpleañera y su oído se agudizo, la joven se abalanzó sobre el cuerpo de la vampira y la abrazó, en ese momento escuchó que le dijo prima y pensó –Vaya ¿Qué tenemos aquí? Con que en la familia Lincoln hay vástagos amantes de la sangre, interesante- sonrió de lado y se levantó del sillón acercándose lentamente a la pareja femenina, la cumpleañera cuando lo vio sonrió ampliamente, tal cual una niña enamorada de un hombre imposible, la frialdad de la otra piel lo enfriaba, cuando miro aquellos ojos verdes conectó los suyos de inmediato, esperando que de aquella boca bien definida y rosada saliera un balbuceo que lo invitara a contemplarla por un rato más y saber de quién se trataba la princesa de porcelana con un fuego que la convertía en una bestia.


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Stéphane Levesque
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Mensaje por Leer Kruspe Vie Abr 18, 2014 1:38 pm

Si no tienes ganas de ser frustrado jamás en tus deseos, no desees sino aquello que depende de ti.
Epicteto de Frigia
Luz de luna intensa, un astro memorable en la inmensidad del cielo oscuro, escondiéndose entre cortinas de algodón que le sonríen con satisfacción, la niña dorada que juega entre sus jardines y escapa del ojo humano para descubrir que horrores pueden albergar los callejones de la ciudad enigmática que la mira con recelo desde abajo, doblé en una esquina percatándome del olor del hombre que había seguido desde que salí de mi mansión en Londres, era una noche fresca, por alguna extraña razón esta calle estaba más desolada que de costumbre, no recordaba haberla visto tan solitaria las pocas veces que había visitado la ciudad, pero el tiempo ha pasado y aquella niña de 10 años que salía durante las tardes a pasear o a jugar a las cercanías de la propiedad de mis tíos ha desaparecido, se ha perdido en el tiempo y ha transformado su personalidad en un asesino cruel que se mueve por la sangre, en una mujer fría y llena de sed por el calor humano, desde hace una semana me llegó la invitación a París a la mansión donde convivía con mi creador del cumpleaños de mi prima ¡Debí negarme! Pero no la pude rechazar mis abuelos insistieron en que deseaban verme eran realmente unos viejos tozudos, empecinados en su capricho y yo era la debilucha que caía en sus juegos sin nada que hacer o decir, prácticamente la escena acerca de la fiesta se empezaba a construir con detalle en mi mente, hombres y mujeres falsas atestando el salón de eventos de la mansión de mis tíos, con trajes elegantes y perfumes finos con un olor demasiado fuerte paseándose de un lado para otro como leones y leonas esperando atacar a la primer victima descuidada que se dejara encantar por sus patrañas ¡Tan patéticos! Alejé la zozobra de mi cabeza para volver a concentrarme en mi objetivo, el caballero elegante y bien parecido que se había topado conmigo en la salida de mi mansión,  realmente estaba famélica, desde hace mucho no sentía esta ansiedad por la vitalidad humana que prácticamente un hormigueo me invadía las yemas de los dedos, mi boca era un pozo de necesidad y los ojos me ardían como si me quemara desde adentro con un fuego incesante y castigador, me recosté contra la pared mirando al hombre doblar la esquina y quedarse recostado contra el muro dándole unas cuantas caladas a un cigarro que resplandecía como una pequeña luciérnaga en el lugar tan tenebroso y oscuro que nos cobijaba, el tipo vestía elegantemente y olía al igual que lo avisaba su atuendo, un hombre de alta sociedad que andaba vagando solo sin tener la mínima idea que el demonio esperaba su llegaba con ansias desde anoche que Londres recibió mi presencia, sonreí de lado y miré cada uno de sus movimientos, cerrando mis ojos y alzando la cabeza hacia el cielo por el seductor retumbar de su reloj biológico, de esa bomba que está cubierta por un amaranto ardiente, por su calor y por su inhalar y exhalar rítmico, una delicia andante, abrí ligeramente la boca y rocé mis pequeños colmillos sutilmente con la lengua mi sed crecía dentro de mi pecho, dentro de mi estomago, dentro de mis manos, dentro de todo mi ser, deseosa, imprudente, vanidosa e instigadora de mis actos pérfidos, suspiré ligeramente y agarré velocidad y rodeé con mi brazo sus brazos, era mucho más grueso que yo y también su altura me llevaba ventaja pero en cuanto a fuerza y astucia llevaba las de perder, le quité el cigarrillo de la boca le cubrí la boca con la mano del otro brazo y susurré en su oído –No me gusta ver fumar a las personas, es dañino para la salud- solté una risita traviesa en su oído dando un pequeño beso en su mejilla  y arrastré a la oscuridad, sintiendo sus movimientos para alejarme de su exquisito cuerpo y sus balbuceos ahogados contra mi palma, sonreí con malicia y dejé que las penumbras cubrieran lo que mis garras y colmillos estaban a punto de hacer, como nieve borrando mis pasos, la oscuridad mi mejor amiga y confidente, ladeé su cabeza y expuse su yugular sintiendo mis ojos arder como nunca en la noche, abrí la boca mostrando sin temor los colmillos y me clavé en la yugular del pobre diablo que tenía un destino infortunado, sintiendo su sangre recorrerme la garganta, escuchando como su corazón perdía intensidad y fuerza, viendo prácticamente como sus células dejaban salir su energía al aire al igual que el zumo escapándose de la concha de una naranja, lo había poseído, su cuerpo estaba siendo profanado por todo mi maldito instinto y mi ser se estaba llenando con su calor y vida, con sus gritos moribundos y con apenas leves movimientos para tratar de alejarme de lo que por naturaleza me pertenecía, finalmente escuché como el corazón dejó su ultimo bum y me separé jadeando y succionando delicadamente mis labios dejando caer el cuerpo inerte del infortunado a mis pies, me acomodé un tirante del vestido color lila que llevaba y salí con un paso tranquilo y desinteresado del agujero donde le arrebaté la vida al pobre miserable que estaba tan helado como un tempano de hielo detrás de mí, ni una alma en pena se miraba en el horizonte ni en sus alrededores, me pasé el dedo pulgar por el labio inferior y me encogí de hombros moviendo mi cuello de un lado para otro relajándome y con mi cuerpo siendo acariciado por el inocente viento que era el único testigo de mi asesinato sin ninguna clase de delicadeza.

El carruaje se movía discretamente de un lado para otro balanceando mi cuerpo de un lado para otro sin ser brusco, los casquetes de los caballos hacían eco en la calle avisando mi llegada a la fiesta de mi prima, un evento poco entusiasta para mi gusto pero necesario para calmar inquietudes por parte de mis parientes, cerré los ojos y recosté la cabeza contra la pared interior del carruaje añorando estar en París ¿Desde cuándo me había empezado a sentir tan sola y vacía si estaba lejos de mi hogar? ¡Parecía una tonta enamorada de todo lo que me rodeaba en aquella ciudad que me vio nacer! Tenía que empezar a no aferrarme a las cosas como era la costumbre absurda que me identificaba, algún día iba a quedar en libertad y aunque ese fuera un asunto el cual no quería ni pensar, poco a poco todo aquello que me había dado esta nueva naturaleza se estaba arraigando a mi alma como raíces viejas y vitales, pero cuando ese lazo infinito se alargara tenía en mente salir de París para irme a vivir a otro lugar no por el hecho de estar lejos de ahí sino porque necesitaba tiempo para descubrir cuál era el fin de esta vida ¿Lo había? ¡Estaba segura que sí! La vida no podía ser solo un aburrido circulo vicioso lleno de sangre y muerte, me pasé las manos por el vestido rojo vino de seda que llevaba y luego desvié mi atención a mi atuendo, cuando mi familia me viera me dirigirían miradas de horror por mi poco recatado gusto para vestir, pero ya qué esto es lo que era y no cambiaría por complacer a unos cuantos, el vestido tenía la espalda descubierta con finos hilos de la misma tela entrecruzados y un escote que me caía al frente pero sin verse atrevido, me llegaba hasta unos centímetros debajo de la rodilla y si fuera una mortal lo más seguro es que hubiera titiritado debido al frío pero eso era algo que no me iba a afectar jamás en mi perdurable eternidad, finalmente llegamos y el cochero me abrió la puerta un acto que desaprobaba completamente pero que de alguna forma no podía escapar de él, bajé y de inmediato fui recibida por los hombres que estaban al cuidado de que todo estuviera en orden y saliera de acuerdo a las empecinadas reglas que habían impuesto mis tíos para que la fiesta de su hija fuera un espectáculo de alta clase en Londres, el olor a humano entró por mi nariz como una gran ola que arremete contra la costa, inhalé profundo y cerré los ojos brevemente, acababa de arrebatarle la vida a un hombre no era necesario tomar otra víctima para alargar la lista de mi repertorio, miré a mis abuelos a los lejos vestidos elegantemente con trajes de etiqueta y finas telas, al verme ellos sonrieron, sonreí a medias y caminaron hacia mi presencia, mi abuela me saludó con un beso en ambas mejillas sin ser demasiado efusiva ¡Típico! Pero yo tampoco lo era, mi abuelo se limitó a darme un pequeño beso en una de mis mejillas y luego empezaron con el interrogatorio acerca de cómo estaba todo en la mansión, claro ellos no sabían que mi mansión era una propiedad alejada de mi vivir, todos mis empleados tenían terminantemente prohibido hablar del asunto en cuestión y Francesca y Dimitri jamás habían soltado una palabra de lo que pasó aquella noche a ellos, me concentraba en el movimientos de sus labios, el latido de sus dulces corazones, en el rozar de la sangre por las arterias que perforan sus tibios cuerpos ¿Se daban cuenta ellos del frio que reinaba en mi templo? Al parecer no y eso era algo que me calmaba, pedí un vaso con agua para calmar la ansiedad y es que en la fiesta estaban sirviendo champagne y vino de los mejores en el mundo del alcohol, bebidas que no eran de mi agrado, ninguna bebida que estuviera fermentada de tan solo imaginarlo quería dar arcadas, de inmediato uno de los jóvenes que repartían copas con liquido por doquier apareció con una copa y el líquido transparente dentro, agradecí su gentileza y seguí respondiendo al interrogatorio policial de mis abuelos, por veces rodaba los ojos rogando al cielo que este patético circo acabara de una vez por todas, cuando miré a mi prima bajar con coquetería y pareciendo una princesa altanera, vestía elegantemente y con un vestido pomposo ¡Era de esperarse! Se abalanzó sobre mí, levanté los brazos pero solo posándolos sobre sus delgados brazos, no había necesidad de ser efusivas, sonreí con los labios apretados –Amelia mi prima perdida no pensé que vinieras ¿Cuándo llegaste?- alcé las cejas y suspiré –Anoche- dije con un tono cansino, ella entrecerró los ojos -¿Por qué no nos avisaste? Pudimos salir hoy en la mañana de compras y no sé tomar un café tal vez para averiguar cómo va la vida amorosa de mi popular prima- sonreí por cortesía y negué –No es necesario no me quedaré mucho tengo algunos asuntos pendientes en París esta misma noche partiré de regreso- ella hizo un puchero –Bueno al menos te quedaras un poco tarde ¿no? Tenemos demasiadas cosas que hablar- ella me miró con travesura, sabía que iba a empezar con sus platicas acerca de chicos, algo que me aburría completamente, asentí y le entregué una pequeña caja con unos aretes de oro blanco y una perla en cada pieza, ella la tomó con emoción y la abrió al ver de lo que se trataba su sonrisa se extendió por su rostro genuinamente -¡Amelia son preciosos!- chilló como una niña deslumbrada –Me alegra que te gusten con tus gustos me dio gran trabajo decidirme- ella me reprendió con la mirada, me encogí de hombros e hice una expresión inocente, cuando escuché unos pasos acercarse a nosotros, una respiración profunda, miré de reojo y mi prima volteó con una sonrisa que parecía la de una niña enamorada, volteé y miré a un caballero alto y bien parecido, vestía elegantemente y miraba los colores salir de su cuerpo como si se trata de haces vivos y escurridizos, algo en su presencia no me convencía, sus ojos parecían ocultar algo que no debía ser de mi agrado, pero eso era tonto y aunque ocultara algo estaría dispuesta a descubrirlo, las dudas no debían ser parte de mi vida, si podía encontrar la respuesta no dudaría en buscarla aunque la última vez que me inquietaron tanto y por mi tozuda curiosidad terminé siendo esto, alcé la barbilla y fruncí el ceño un poco, sonriendo en mi interior por saber de quién se trataba este caballero que mis sentidos me avisaban que ocultaba algo más que su nombre.
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Mensaje por Stéphane Levesque Lun Abr 21, 2014 2:12 pm

Mírame y grábate mi rostro porque de ahora en adelante será tan familiar como lo es tu nombre.


Desde hace ya minutos atrás la atención de Stéphane se había centrado en la presencia de la vampiresa toda ella captaba su atención, poniéndose de pie y caminando con elegancia y paciencia hacia la cumpleañera y su prima la inmortal enmascarada como un lindo corderito decidió abrir la boca y romper la tensión en el ambiente –Buenas noches, espero no interrumpir nada- enarcó una ceja y bebió un trago de champagne. La jovencita fue la primer en romper el hielo y aclarando que no había interrumpido ningún tema en especifico la actitud seria y sin alguna sonrisa en el rostro de la vampiresa le intrigó aún más se le cruzó un vago pensamiento –Tan bella y ni una sonrisa es una lástima- sonrió divertido para él mismo pero la sonrisa se esfumó de inmediato no iba a verse como un cabrón frente a las damas, sus ojos azules recorrieron el rostro de la inmortal desde sus ojos verdes, sus pestañas largas, sus cejas bien delineadas y aquellos dos pedazos de carne que formaban una carnosa y besable boca, la prima de la vampiresa lo presentó ante ella a lo que él de inmediato tomó la mano de la misma y besó suavemente mirándole a los ojos en todo momento, su piel era ajena al calor pero no iba a aparentar que lo había descubierto quería que ella misma le confesara lo que era y lo iba a lograr aunque tuviera que mostrarle él mismo que no era ajeno a su condición –Es un placer Amelia, encantado de conocerla- miró como un hombre colocaba su mano sobre el hombro de la prima de la señorita Lincoln y se la llevaba lejos de su presencia, sonrió de lado porque el momento era oportuno para sacarle unas cuantas palabras a la vampiresa –Tiene una prima bastante solicitada Amelia, debe ser algo común entre las mujeres de la familia Lincoln- tomó otro trago de champagne viendo los ojos ajenos sin parpadear, el aura de lo que estaba presenciando cambiaba en cada momento lo que a Stéphane le parecía tan abrumador y atrayente que deseaba sacarla de ahí para hablar con ella en un lugar más cómodo y solo –Me parece que tiene frío no es bueno salir sin abrigo no queremos que sufra de hipotermia- recorrió con sutileza el atuendo de la vampiresa viendo como su traje enmarcaba sus delicadas curvas y el rojo combinaba tentadoramente con su pálida e inmaculada piel –Por favor Amelia dime Stéphane y creo que tenemos la libertad de tutearnos no creo ser tan mayor que tú para que me trates como a un viejo- sonrió con amabilidad -¿Resides en la ciudad Amelia? Disculpa que te lo pregunté pero llevo varios meses viviendo en Londres y las relaciones con tu familia se han ido reforzando y no te había visto- escuchó a la vampiresa sin quitarle los ojos de encima en ningún momento con cada palabra que emitía su curiosidad aumentaba asombrosamente –¿París? Amelia que placer yo también resido allá la mayor parte del tiempo, es una ironía el hecho que jamás hayamos coincidido en algún lugar ¿no lo crees?- mientras escuchaba a la inmortal hablar se fijó que sobre su hombro había una pequeña hebra de hilo negro lo más seguro que proveniente de alguno de los sacos de los invitados, frunció el ceño y agarró con cuidado la hebra del hombro de ella y se la mostró –Uhm esto no se ve bien sobre ti, creo que hay personas que no son cuidadosas con su vestuario- presionó los labios y tomó la mano de la vampiresa colocándole en la palma la hebra, con su mano cerró los dedos de la inmortal y tomó un trago de champagne.


Escuchó una voz femenina alzarse entre las personas irrumpiendo su charla con la vampiresa, dirigió su mirada al lugar de donde provenía el eco y miró a la madre de la cumpleañera en las escaleras con una sonrisa en el rostro y una copa de champagne en la mano, centró la atención a la fémina mirándole de reojo en todo momento a la vampira, su cabeza parecía no tener lugar para otra cosa que no fuera el preguntarse cómo es que una de las Lincoln había terminado siendo ese ser despreciable y encantador que tenía al lado, terminó su copa de un solo trago y decidió escuchar con fascinación a la fémina humana la vieja presentó a su hija ante todo el público dándole gracias a todos por su presencia y regalos  agradeciendo a Jesús en todo momento, Stéphane aclaró la garganta un poco y rozó con sus dedos la muñeca de la vampiresa sonriendo a medias, de reojo miró  sus acciones riéndose en su interior como un jovencito malcriado; no sabía porque se estaba comportando así con ella no tenía la costumbre de ser cercano con los demás aunque eso no parecía importarle en este momento a lo que pensó –Tan fría como tu cuerpo Amelia y tan hermosa como tu naturaleza ambiciosa y sanguinaria- su frialdad de alguna forma lo calentaba a él similar al hielo que quema cuando se tiene mucho tiempo en la mano eso era lo que sentía Stéphane al hablarle o tocar a esa hermosa creatura que podía formar un festín con todos los invitados de la fiesta si tuviera alguna intención.


Las palabras que recitaba la mujer madre de la cumpleañera no parecían tener el menor efecto en los sentidos distorsionados de Stéphane pero cuando escuchó que ella mencionó algo sobre encontrar un papel con una cita que era legendaria entre los Lincoln sus sentidos le prestaron atención, jugar al gato y al ratón o al lobo y el conejo algo divertido e indicado para lo que se le estaba cruzando por su enferma mente, todos empezaron a entusiasmarse y le dirigió la vista a la vampiresa notando su aura apagada y los destellos de rojo quebrando todas las auras de los demás que los rodeaban gruñó con sagacidad y le miró a los ojos –Odio los juegos- soltó usando un tono aburrido –Esta fiesta está llena de personas adultas no entiendo la idea de querer ir a un jardín para encontrar algo que solo representa papel y tinta- enarcó una ceja –¿Te animas Amelia?- sonrió de lado pasándose los dedos por el cabello para acomodarlo con elegancia, le extendió el brazo a Amelia pero  la cumpleañera llegó corriendo pareciendo una cría llena de vivacidad y le tomó la mano a Stéphane casi arrastrándolo entre el tumulto de carne al jardín trasero de su casa, cuando llegaron miró los laberintos cubiertos de verde musgo, orquídeas salían al igual que tentáculos de cristal de los muros y olía a hierbas frescas con la fragancia floral predominando en el lugar los dedos de la joven cumpleañera acariciaban su piel con rapidez, ella sonreía muy gratamente a su compañía y a el destello floral que se elevaba frente a ellos, sus ojos empezaron a buscar a la vampiresa Amelia entre los montones de cabezas que trataban de ocultar su figura, olfateó sutilmente el lugar buscándole entre el mar de carne cuando la miró acompañada de un caballero con una altura mediana y un cuerpo regordete el sujeto le hablaba emocionado pero ella parecía no tener algún interés en escucharlo, frunció el ceño y gruño bajo a su pesar, no le hacía ni puta gracia verla con ese sujeto, se acercó al oído de la jovencita y le susurró tocando con sus labios los mechones de cabellos que acariciaban sus orejas –Discúlpame un momento ya vuelvo- ella asintió emocionada y él empezó a deslizarse entre toda la multitud.



Con las manos apretadas  y su cuerpo erguido con el pecho firme y en alto llegó hasta la pareja hibrida miró a la vampiresa y luego al sujeto –Buenas noches, Amelia me acompañas tu prima te quiere consigo allá al frente- masculló con los dientes casi crujiendo una rabia visceral le subía por la garganta, le dirigió una mirada desdeñosa al costal de carne a lo que este bajó el rostro y escuchó su tragar claramente, sin esperar respuesta de la vampiresa le tomó de la muñeca suavemente y arrastró sintiendo su piel contra la de él eso la hacía más irresistible a lo que pensó -¿EH? ¿IRRESISTIBLE? ¡JA JA! ¡IMPOSIBLE HERMANO!- Stéphane no sabía porque se había comportado de esa forma tan descuidada, quizás era porque muy en el fondo aún seguía siendo un muchacho egoísta y caprichoso, aunque ella no era nada de él sus sentidos no parecían comprenderlo, la molestia se encendía en sus ojos, estaba cabreado su grueso cuerpo empujaba a los demás para abrirle camino a ella, tal cual fuera un gorila cuidando a su cría, se rió en sus adentros por esa actitud sobre protectora que estaba mostrando sabía que era la obsesión enfermiza que tenía con las vampiras no había ningún otro asunto debajo de todo lo que estaba llevando a cabo; visualizó a la prima de la inmortal y le soltó de la muñeca a aquella vampira fría cruzándose de brazos y viéndole todo el tiempo con recelo los pensamientos no dejaron de esperar -¡¿QUÉ COÑOS PASA CONMIGO?! ESTÁ PROHIBIDO VALE LO ESTÁ PERO NO PARECE IMPORTARME ¡JODER!-  escuchó a la fémina humana dar las indicaciones del juego aclarando que el que encontrara la cita obtendría un premio muy especial mostró al publico una cajita de cuero café de dimensiones medianas, todos parecían entusiasmados menos Stéphane seguía con aquella discusión interna porque jamás se había sentido tan tentando hacia alguien, ese deseo era prohibido y debía borrarlo de su memoria sin considerar nada, cerró los ojos y respiró hondo por la nariz sintiendo a sus fosas nasales expandirse y pareciera que las vertebras de su cuello estaban empezando a ensancharse, uhm no, no debía permitir revelarse a la puñetera bestia tirana una mano delgada le agarró del brazo cortándole los pensamientos de inmediato, miró a la joven cumpleañera con una sonrisa dulce en los labios, aturdido eso era poco, no sabía cómo alguien puede despertar ese tipo de pensamientos y emociones de un golpetazo, no lo entendía, no quería aceptarlo y lo borraría de su cabeza  siendo egoísta, presionó sus parpados un poco y asintió siguiendo a la joven mujer a los laberintos de inmediato las mujeres se fueron por una de las entradas de los laberintos y los hombres a otra viendo a la vampiresa entrar a los laberintos casi a regañadientes zarandeada del brazo por otra cría y desapareciendo de su vista pero no de su olfato. Caminó tranquilo a través de los pasadizos escuchando las risas de las mujeres retumbando contra las paredes, siguió olfateando con fascinación el ambiente rastreando el caminar de Amelia Lincoln en todo momento imaginaba que le seguía los pasos como un fiel sabueso, su guardián privado, sonrió de lado y se metió las manos en los bolsillos del pantalón distraído de su alrededor dobló en una esquina y el olor se incrementaba estaba cerca muy cerca su oído se concentró en el mascullar de unos sujetos volteó con el ceño fruncido a un rincón y miró a tres hombrecillos de cartón mirando entusiasmados a su frente Stéphane recostó su brazo contra un muro lleno de maleza y se rascó la barbilla con el dedo índice, abrazándose el estomago; entrecerró los ojos y oyó que hablaban sobre darle un susto a Amelia, se asomó por una esquina viendo a la vampiresa parada en medio del agujero inmóvil perdida en la nada ¿Eran conscientes los pseudo hombres que con tan solo un arañazo de ese monstruo hermoso podían quedar tirados en el suelo deseando no haberla conocido nunca? sonrió divertido y esperó que el espectáculo empezara, miró a los sujetos salir de su escondite y vio como la agarraban y al fin el monstruo sanguinario a la luz entre la oscuridad y la maleza miró todo lo que ella hacía sin mascullar una tan sola palabra, ella lo estaba haciendo más que bien sin necesidad de abrir aquella hermosa y gruesa boca, cuando la vampiresa pacifica convertida de la nada en una adorable creatura asesina iba a terminar salió de entre las penumbras tosiendo sobre su mano en puño y sonriendo tan ampliamente que parecía que la sonrisa jamás se esfumaría de su boca –Amelia creo que me debes dar clases de pelea- miró los cuerpos fríos de los sujetos –Y también acerca de cómo ser una creatura descuidada y sanguinaria, tan temprano y ya cenaste sin invitarme eres muy mal educada, una cría mala- levantó la ceja soltando una risa divertida a ella el encuentro eterno se había asentado entre ambos.


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Mensaje por Leer Kruspe Vie Abr 25, 2014 5:35 pm

Muchas personas son demasiado educadas para hablar con la boca llena, pero no les importa hacerlo con la cabeza hueca.
Orson Welles
Cada rincón se llena con su fragancia, está por doquier, ellos los que gozan de vida, los que pueden salir a la luz del sol sin ser arrebatados como bastardos, miserables que pueden gozar de estar frente a otros sin estar deseando devorarlos, humanos, algunos más patéticos que otros, algunos más calientes que otros, algunos más exquisitos que sus iguales, mientras yo los miraba con recelo, con hambre, con ira, con deseo, al mirar al tipo acercarse no le pude bajar la mirada, no deseaba hacerlo, me estaba inquietando, una vez anteriormente lo había sentido pero eso era algo de lo que no debía hablar –Buenas noches chevalier…- justo cuando iba a decirle al malcriado que había interrumpido mi conversación con mi primita que se creía la princesa de la familia ella decidió abrir la boca ¡Déjame esto a mí ridícula! Cerré los ojos brevemente para tranquilizarme, ella parecía enamorada de este hombre, como toda niña fanática a algo que es imposible o algo que puede obtener solo para causar envidia y admiración en los demás ¿Por qué? No entendía su actitud, podía admitir que el tipo era atractivo, muy bien parecido y se notaba que era alguien que pertenecía a un circulo social exclusivo pero más allá de eso no causaba ni el mínimo cosquilleo en mí,  negué con la vista fija en mi prima pero percatándome de reojo de lo que el hombre hacía, la voz molesta y chillona de mi prima hizo acto de presencia –Amelia te presentó a Stéphane Levesque es dueño de las perfumería Levesque- algo me hizo clic en la cabeza, conocía a las perfumerías susodichas, eran de las mejores en su rubro y tenían una larga trayectoria en el campo, una empresa consolidada y exitosa, tenía unos cuantos perfumes pertenecientes a las mismas y es que cuando se trata de perfumes los franceses le llevan ventaja a los demás sin ninguna duda –Stéphane ella es mi prima Amelia Lincoln- dijo mi prima con orgullo, sentí que me tomó de la mano y beso apreté los labios y tensé la mano, no quería que me tocara, en ese momento sentí como si esa parte de mi piel estuviera irritada, hirviendo, eso no era posible, el tempano de hielo reinaba en mi cuerpo, mi piel parecía detectar algo que ni yo misma lo había notado y lo quería descubrir a toda costa, estas cosas eran en las que yo representaba a la novatez en su máxima expresión, quizás mi creador ya se hubiera dado cuenta de algo, deseaba tener su suspicacia ¡Maldita sea Leer! Limpié discretamente con mi dedo pulgar el lugar que había sido encantado por el rozar de sus labios y murmuré –El placer es mío señor Levesque- le miré a los ojos con duda, deslizando los mismos a sus labios y luego a su cuello, me estaba tentando ¡¿Qué?! ¿Cómo era eso posible? Era el maldito capricho del demonio que habitaba dentro de mí, no era un hambre verdadera, simplemente quería tener otra víctima en mi repertorio como toda la asesina de la oscuridad en que me había convertido ya meses atrás en eso mi prima se fue con otro tipo con el pretexto que les iba a presentar a algunas personas, ella se fue disculpándose y dejándome sola con mi inquietud por esta noche, alcé una ceja y miré a mis abuelos hablando con unas personas igual de estiradas y bebiendo copas de champagne –Es común con mi prima yo por el contrario evito mucho el contacto social, no todos son de mi agrado, odio a los hipócritas o a los mentirosos- dije lo ultimo mediante un susurro viéndole a él de reojo porque algo muy en mi interior me estaba dando alerta que este tipo era un mentiroso, no le miré no le quería dar la importancia necesaria pero tampoco me quería comportar lo suficientemente grosera para alejarlo, no hasta que descubriera de que trataba toda mi inquietud, sonreí de lado –Es una noche fría señor Levesque pero quise venir sin abrigo porque me gusta titiritar, a veces es lo único que me recuerda que estoy viva aunque en momentos como este no importa mucho igual algún día todos vamos a morir- sonreí a medias porque en realidad estaba tan muerta como la insípida fiesta en la que estaba metida, cuando noté que sus ojos estaban fijados en mi vestido, rápidamente lo quedé viendo con el ceño fruncido ¡¿Qué sucedía con él?! ¡Descarado! Eso me irritaba, la poca sutileza de algunos hombres al apreciar el cuerpo o la vestimenta de una chica ¡Calientes de quinta!  Tomé los lados de mi escote y uní más para que mi piel no estuviera tan a la vista, quería enterrar mi uñas en aquellas zafiros azules y sacarlos sin consideración para enseñarle a tener un poco más de delicadeza con quien no lo miraba como nada más que una molestia, tomé lo que quedaba del agua de un solo trago inclinando la copa sobre mi cara como si se tratase de una copa de sangre, realmente sentía que mi ira iba en aumento como una olla a presión ¡Me irritaba su tan sola presencia! En realidad me irritaba todo lo que me rodeaba pero él más que todo y nadie, le miré de reojo molesta y torcí los labios –De acuerdo STÉPHANE- dije con burla y saboreé cada una de las letras de su nombre, le miré de pies a cabeza con la ceja alzada –Es cierto no eres tan viejo tu actitud te delata a la perfección- me mordí el labio y ladeé la cabeza viéndole a los ojos, con coquetería, tomé un mechón de mi cabello y lo enrollé alrededor de mi dedo índice sin parpadear, saboreé mis labios y miré a otro lado mofándome de mi actitud de niña mimada y seductora, busqué entre las personas a mi prima para que apareciera y se llevara a este hombre que me molestaba cuando su pregunta me sacó del trance, agité la cabeza un poco y murmuré –No Stéphane vivo en París pero de vez en cuando pasó un par de noches en Londres me gusta el ambiente inglés- en ningún momento le vi a los ojos seguía buscando a la princesa de la familia, abrí los ojos como plato al escucharle que él también residía en Paris siempre que visitaba las tiendas de sus perfumes quería encontrarme con el dueño pero jamás había tenido suerte hasta ahora y realmente nunca pensé que fuera un hombre tan joven y atractivo, le miré por encima del hombro con la boca ligeramente abierta y las cejas alzadas –Bueno no creo que sea una ironía Stéphane me gustan mucho tus perfumes lo que pasa es que el dueño de esas exquisiteces es un hombre ocupado siempre quise conocerte durante mis visitas a la tienda pero tú jamás estabas- me di la vuelta y me acerqué a él pase mi dedo sobre su corbata como si estuviera borrando una arruga inexistente –Es irónico que nos vengamos a conocer en esta situación- susurré y alejé mi cuerpo del de él con una sonrisa a medias, me quitó algo del hombro a lo que fruncí el ceño viendo el recorrido de su mano, una pequeña hebra de hilo negro era sostenida por sus cuidados dedos, sentí de nuevo su tacto en mi mano y el ardor apareció de inmediato, rápidamente quite mi contacto del de él botando la hebra y pisoteándola con mi zapato frunciendo los labios y viéndole muy molesta –No es necesario que tengas este tipo de atenciones Stéphane, es solo una inofensiva hebra no creo que eso pudiera matarme y disculpa que te lo diga no me gusta ser muy altanera pero la situación lo requiere- me coloqué de puntillas y posé mi mano en su hombro susurrándole al oído –No hay forma que algo me quede mal- le guiñé el ojo al separarme con una expresión de autosatisfacción.

La voz de mi tía me sacó de mi cuadro coqueto, sonreí de lado antes de apartar mi vista fría de la de él y le escuché atenta ya no quería seguir prestándole atención a Stéphane, y aquí estaba uno de mis temores ese maldito juego, un juego que era llevado a cabo en las fiestas familiares cuando una de las mujeres cumplía 18 años, yo no lo celebré en mi cumpleaños 18 que hacía unos meses había pasado, justo antes de mi conversión, era una estúpida odisea por encontrar un papel con una cita que era de mi bisabuelo el fundador de la hoy desaparecidas minerías Lincoln, bufé y rodé los ojos, tenía que ser una tonta broma, mis tíos eran tan patéticos, yo ya sabía muy bien lo que al final del juego ofrecerían un pequeño diamante color amarillo, una piedra exquisita de las pocas que quedaban en la familia después de la quiebra y que valía demasiado, yo no contaba con diamantes como ese porque decidí subastarlos y donar el dinero a las fundaciones que apadrinaba pero mis demás familiares contaban con decenas de ellos, seguramente como un salvavidas en caso que la bancarrota los quisiera afectar de nuevo, todos los presentes se empezaron a entusiasmar porque lo más seguro es que los conocidos de la familia ya sabían lo que obtendrían si obtenían la famosa cita de mi bisabuelo al final del juego, escuché la voz de Stéphane a lo que sonreí con los labios apretados por su repudio era todo lo contrario yo amaba los juegos pero no ese tipo de juegos y esta noche mi humor no estaba en sus mejores momentos –Que mal Stéphane, los juegos son excitantes sobre todo porque te sorprenderás del regalo que te espera si encuentras la cita- sonreí con complicidad porque claramente no estaba al tanto del detalle, alcé la barbilla y asentí –Claro que me animo Stéphane, la pregunta es si tú estás dispuesto a jugar para encontrar ese papel- mordí mi sonrisa cuando iba a tomar su brazo mi prima apareció llevándoselo casi a rastras, rodé los ojos fastidiada y los miré irse, mientras iba caminando un tipo de mi estatura y algo pasado de peso apareció como si fuera un amanecer brillante parloteando y parloteando me dijo su nombre pero no presté mucha atención quería irme de ahí porque realmente no sabía cuando había comenzado a estar tan famélica, simulaba prestarle atención cuando en realidad buscaba a mi prima y a… Stéphane, tenía demasiada curiosidad de lo que provocaba en mi cuerpo que ya me había encaprichado con descubrirlo, asentía a las palabras en segundo plano del hombre y finalmente vi aparecer a Stéphane tenía la tez algo ruborizada, parecía muy molesto, le quedé viendo con curiosidad cuando dijo algo de que mi prima me quería al frente ¡Patrañas! Mi prima no me soportaba, ninguna de ellas así que era una maldita y ridícula excusa, tensé la mandíbula al sentir que me arrastro quería zafarme para darle una bofetada por su actitud caprichosa, no éramos nada unos simples conocidos, recién conocidos y hasta ahí quedaba la situación, me solté de su muñeca y fruncí los labios y el entrecejo retándolo con la mirada, queriendo darle unos arañazos en esos pómulos para que aprendiera a tratar a las mujeres que no les inquietaba en lo absoluto, la voz de mi tía de nuevo acaparaba el ambiente era tan chillona y molesta, seguía con mi mente en su extraña actitud en su tacto en su voz en sus ojos azules, lo iba a dejar al descubierto frente a todos, internamente tenía una imagen de mí misma con una sonrisa de autosatisfacción y los brazos cruzados, ya no quería seguir con este teatro, deseaba que el juego comenzara para que la intimidad de los laberintos del área trasera de la mansión de mis tíos fuera mi refugio para acorralar al caballero de mi lado, me mordí el labio ansiosa y el mar de gente empezó a desplazarse con excitación, una amigas de mi prima me agarraban de la mano arrastrándome prácticamente para entrar de primeras a los laberintos, no veía a mi prima por ningún lado de seguro estaba con Stéphane pero debía regresarse hacia acá, entre las reglas los hombres y mujeres entraban por lados diferentes al juego, nos adentramos en el mismo las paredes de mármol del jardín estaban cubiertas por vegetación y orquídeas hermosas y delicadas, sentí que me soltaron de la mano y escuchaba el cuchicheo de los demás invitados sus pasos, su olor, su palpitar, su delicada respiración, cerré los ojos y decidí alejarme de las molestias para buscar a Stéphane y descubrir que era lo que me incomodaba, doblé en una esquina y todo se volvió más estrecho y oscuro, deslizando mis dedos por la vegetación tocando las orquídeas, pronto llegué a una zona más vacía y seguí doblando entre pasadizos para encontrármelo con suerte de frente y sacarle las palabras, llegué a una zona con cuatro camino me quedé en el medio decidiéndome cual era el mejor lugar escuchando de donde provenía el mayor sonido porque eso me llevaría a mi objetivo, sentía un nudo en la garganta y mis labios estaban secos este era el mejor lugar para que un desprevenido anduviera y se convirtiera en mi victima sin que nadie sospechara de mí, mi oído se agudizo ante los murmullos de unos chicos, sonreí con malicia y me quedé inmóvil, flexionando y estirando mis dedos para disminuir las ansias, me mordí el labio y sentí que me agarraron de atrás, dos de ellos eran más altos que mí, dejé que tomaran ventaja, sintiendo sus manos en mi espalda o en mi cintura cuando me hartaron y tomé del cuello al que me sostenía de atrás y levantándolo del suelo lanzándolo contra un muro con fuerza, los otros se miraron atónitos y me quisieron tumbar al piso pero agarré velocidad y sostuve del cabello al uno clavándole mis colmillos en el cuello sin ninguna delicadeza, sentí mis ojos encenderse y las venas me palpitaban pero claro estaba que solo era la sangre caliente de lo que estaba clavado bajo mis colmillos, el chico se quejaba por mi succionar y luego sentí su ultimo palpitar, despegándome y jadeando, me pasé el dedo por los labios para limpiar el rastro de sangre y luego agarré velocidad alcanzando al otro desde atrás y dándole un abrazo hasta sentir sus costillas fracturarse, soltó un grito y tomé su mejilla doblando su cara para quebrarle el cuello, dejé caer el cuerpo inerte y me sacudí las manos la una con la otra mirando con emoción mi obra maestra, me giré para acabar con el que había golpeado la pared estaba inconsciente no muerto, pero algo me detuvo, el sonido de una garganta carraspear, volteé con el ceño fruncido hacia el lugar de donde provenía y miré a Stéphane y pensé –¿Q.. Qué rayos?- hablaba de cenar arrugué la cara con confusión, estaba segura que no era un vampiro ¿acaso era un caníbal? Me reí internamente no era un caníbal, tragué pesado -¿Qué haces acá fisgón?- solté con burla –¿Tienes la costumbre de espiar a los demás mientras cenan?- alcé una ceja –Es de muy mala educación Stéphane- me subí uno de los tirantes del vestido y sonreí de lado tomando velocidad y tomándole del saco -¿Qué eres desgraciado?- dije con los dientes apretados cerca de su cara, miré sus labios y luego sus ojos, jalé de su corbata chocando su frente con la mía -¡Habla si no quieres ser mi quinta víctima esta noche!- esperé que dijera algo para después borrarlo del mapa por su descaro solo quería que me diera información y lo obtendría aunque tuviera que torturarlo hasta que confesara su maldita condición.
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Amarga noche, encuentro eterno {Privado Leer} Empty Re: Amarga noche, encuentro eterno {Privado Leer}

Mensaje por Stéphane Levesque Lun Abr 28, 2014 4:01 pm

No juegues con el lobo porque la sorpresa será tan placentera como dolorosa
La vampira estaba tirando sus cartas sobre la mesa Stéphane miraba ansioso y fascinado lo que hacía aquella mujer hermosa pero perteneciente a la raza enemiga después de todo, por una extraña razón la deseaba, no solo para pasar el rato quería tenerla en su vida para verla cuando se le antojara, no quería una relación seria con ella sino solo reuniones basadas en el juego, en la seducción.
Stéphane no era amante de las relaciones serias y con esa vampira mucho menos, cuando se diera cuenta de que era un chucho la rechazaría, lo odiaría, sería visto como el eterno enemigo ante los ojos de ella, al toser para llamar la atención de la inmortal rápidamente reaccionó justo lo que quería que la fémina inmortal lo viera, poder ver esos ojos verdes escondidos detrás del color de lo que más amaba, de nuevo sintió que los huesos de detrás de su cuello se ensanchaban, aunque le pareciera hermosa y fascinante a la vista no le iba a permitir que le pusiera un dedo encima antes la destrozaría con sus garra hasta que le suplicara que la matara, sus ojos recorrieron la pálida y desnuda piel que no era cubierta por la tela y un gruñido instintivo escapó de sus labios –Amelia lo que haría contigo si fueras mía- el pensamiento malcriado desapareció de su cabeza, el jalón que le dio fue una señal de alerta pero no estaba impresionado, sonrió de lado y miró las manos de la vampira –Veras Amelia creo que mis padres y los maestros del instituto omitieron esa parte- le tomó de las muñecas y acercó a su rostro sin sutileza –Vale, enséñame tú hermosa sanguijuela- le susurró muy cerca de la boca y sonrió divertido, una de sus manos empezó a tomar una forma un poco deformada, sus garras empezaban a alargarse y los dedos no se quedaban atrás le agarró las mejillas y apretó sin quitar su frente de la de ella –Aunque a ti parece que no te han instruido en que no es bueno matar en un lugar lleno de humanos- le dio un beso en la mejilla mordiendo la piel un poco –Deberías de comentarle ese aspecto a tu creador pequeña chupasangre- la soltó y apartó de su cuerpo saliendo de su aprensión, la transformación menguaba dentro de él.

 Volteando los papeles, caminó acechando a la vampira dejándola entre la pared y su cuerpo mirándola con perversión y sonriendo malévolo, posó sus manos al nivel de su cabeza su estatura era mayor así que su vista se dirigía al pequeño cuerpo de la inmortal -¿Qué soy?- emitió una carcajada –Eres una vampira deberías saberlo o tampoco te han instruido sobre eso- tomó uno de sus cabello y lo acarició delicadamente con la ceja enarcada y sin ninguna sonrisa –Amelia debes buscar vampiros viejos que te alerten sobre el enemigo- le volvió a ver a los ojos tanto que parecía que ese rojo lo iba a quemar a él desde sus adentros –No puedes ser tan descuidada un día vas a morir por ser una cría impulsiva y nadie se dará cuenta de la perdida- le tomó del cuello con fuerza y apretó contra la pared –Pero te lo diré Amelia- la levantó un poco del suelo –Soy un licántropo pequeña- la soltó y agarró de los brazos apretando su cuerpo contra el de ella –Y realmente no me gusta encontrarme con crías vampiras que amenacen cuando lo único que causan es lastima y pena- se rió perversamente subió sus manos desde sus hombros a su cuello deslizando con suavidad sintiendo la frialdad de la piel que cubría al asesino sanguinario –Ahora cuéntame ¿Cómo es que te convertiste en esto?- dejó de ocultar su olor para que el hedor le aturdiera el cerebro a la vampira -¿Me hueles cría?- se acercó al cuello de ella susurrándole –Huelo como un chucho ¿no?- le tomo de la parte trasera del cuello y acercó a su rostro -¡¿Aún quieres estar cerca de mí Amelia?!- le espetó en la boca con sus ojos llenos de rabia, cabreado eso era poco, esa actitud era desesperante –Ni el olor de un buen perfume puede enmascarar mi olor por naturaleza cría descuidada- sus manos se posaron en las pequeñas y firmes caderas de la inmortal acercándola más no quería dejar espacio entre los cuerpos anhelaba que su calor le llenara el cuerpo quería desaparecer esa frialdad, la quería sentir de su propiedad, estaba fuera de sus sentidos, la situación se salía de sus manos y control, subió sus manos por la espalda desnuda de la vampira jalando los hilos de su vestido y rompiendo más de uno –Elegiste una mala noche para asistir a una fiesta- un susurró mezclado con unos discretos jadeos –Con el lobo no se juega pequeña- sonrió victorioso –No digas sandeces que antes de convertirme en una presa tuya te puedo convertir en mi muñeca privada, no me causas nada de temor neófita porque solo los vástagos neófitos son tan descuidados y estúpidos- masculló, le soltó y ajustó el nudo de su corbata, dándole la espalda pero siempre con sus sentidos alerta por si la vampira se decidía a atacarlo –Te estoy esperando Amelia responde la pregunta que te hice ¿Cómo es que te convertiste en esto?- se dio la vuelta orgulloso –No es que me interese mucho pero me intriga saber cómo es que los Lincoln no se han dado cuenta que una de las mujeres de la familia es alguien que los podía dejar como cadáveres vacios en cualquier momento- se metió las manos en las bolsas del pantalón y siguió sonriéndole a la inmortal esperando que hablara y con el deseo de Stéphane que lo atacara, se comportaba como una cría pre-adolescente y a él se le estaba escapando la paciencia, su cuerpo estaba reaccionando al estimulo ya después vería que haría para callarle aquellos dos labios que lo llamaban para que los probase  


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Mensaje por Leer Kruspe Mar Abr 29, 2014 9:33 pm

No hay más infierno para el hombre que la estupidez y la maldad de sus semejantes.
Marqués de Sade

Le miraba todo el tiempo a los ojos, este maldito me había estado espiando todo este tiempo ¡Bastardo! Tensé la mandíbula hasta que mis dientes crujieron, le empezaba a repudiar, odiaba a los fisgones y todos aquellos miserables que se metían en asuntos que no eran de incumbencia, le sostuve con fuerza del saco deseando que esa tela fuera la piel de su rostro y arrancársela de un tajo, el bastardo no parecía poner atención de lo que le estaba advirtiendo ¡Me vas a rogar matarte! Cuando junté mi frente con la de él su calor me ardió en la piel, me recorrió el rostro hasta llegar a mi estomago, estaba famélica, aturdida por su cinismo, deseando arrancarle la garganta y dejarlo abandonado ahí, lamer la sangre que se deslizaba por mi muñeca al arrancarle la lengua o el corazón, verlo como un patético cadáver, acerqué mi rostro más al de él y le mostré los colmillos –Eres tan patético, un bastardo iluso- forcejeé como pude para soltar mis muñecas de sus sucias manos pero no pude -¡Suéltame! ¡No me pongas tus asquerosas manos encima idiota!- le grité con los ojos cerrados no deseaba verle el rostro, no deseaba estar cerca de él, lo quería destrozar, jadeé y abrí los ojos muy ampliamente, los sentía arder, quemarme como no lo habían hecho hace mucho, me estaban aturdiendo, todo me daba vueltas, miré su mano que tomó la forma de una mano humanoide como si fuera la de un perro enorme, solté un quejido, era un maldito licántropo ¿Cómo es que no lo había olido? ¡Desgraciado mentiroso! ¡Perro miserable! Traté de parecer calmada aunque muy dentro de mí mi ser estaba dando arcadas por sentirme tan cerca de esta rata, sentí sus labios en mi mejilla y luego sus dientes hice una mueca de asco, me soltó y limpié furiosamente el área que había sido besada por sus asquerosos labios -¡No me beses imbécil! ¡¿Cómo te atreves a darme un beso?! ¡Eres un sucio, un patán, un poco hombre!- estaba a punto de tirármele encima para desgarrar su piel y mirar sus cabellos de perro que lo tapizaban por dentro pero me aprisionó contra la pared, no le bajé la mirada, no me iba a mirar débil, atemorizada, no le podía dar el gusto al maldito, retrocedí un poco por el asco que me provocaba estar cerca de él –No te me acerques- murmuré entre dientes, apreté las manos en puño fuerte y luego mis dedos rozaron el muro detrás de mí, tragué pesado, cerré los ojos y lo ignoré completamente, sentía su calor chocarme el rostro, en mi mente lo estaba matando de miles de formas algunas más sádicas y sangrientas que otras ¡Lo odiaba! Miré mi cabello en su mano –Si soy una vampiresa idiota y por ende superior a ti eres un perro asqueroso, un sucio cachorrito- sonreí divertida –¿Qué te hace creer que debo hablar con mi creador o creadora de eso?- le susurré al oído –El ser que me concedió la inmortalidad no vive conmigo, Lilith está en el Infierno no puede subir a enseñarle habilidades a su neófita- sonreí maliciosamente, había mentido pero no le debía dar información acerca de eso a nadie, era un asunto privado, algo mío y era demasiado posesiva cuando se trataba de hablar acerca de mi vida y mucho más sabiendo que este hombre era un sucio perro, alcé una ceja –Mira Stéphane el que debe juntarse con perros más viejos y apestosos eres tú ¿Qué no sabes que meterse con el demonio tiene sus consecuencias?- me mordí el labio provocadoramente –Juegas con fuego, te vas a quemar cachorrito- agarré las solapas de su saco y acerqué a mi rostro inclinándome hacia arriba para tenerlo lo más próximo posible –No me hagas enojar Stéphane, no creo ser tan linda cuando el demonio me posee- le miré los labios –Aunque contigo no sentiría ningún remordimiento si eso pasara- me reí como una niña que ha hecho una travesura, estaba a punto de darle una bofetada en el rostro para reprenderlo por sus fantasiosas palabras de que me podían asesinar cuando me tomó del cuello con fuerza, sonreí como si fuera una desgraciada y me crucé de brazos, me levantó del suelo y la sonrisa en mi rostro se hizo más amplia –¿Es todo lo que tienes?- dije desafiante –¡Vamos arráncame la cabeza maldito perro!- solté una carcajada burlona y luego mis pies volvieron a tocar el suelo –Créeme que si no me lo dices la pequeña y patética transformación de hace unos minutos no sería ninguna sospecha- me volví a burlar en su rostro, quería verlo enojado, un tan solo gruñido o muestra de asquerosos cabellos pulgosos en su cuerpo y se convertiría en mi juguete esa noche, en un rompecabezas que jamás podrían armar de nuevo, sus manos curiosas sobre mi cuerpo me irritaban -¡No me pongas tus asquerosas garras encima ya te lo dije! ¡Mi cuerpo está limpio tus manos parecen las de un esclavo, un asqueroso mendigo!- le miré seria, mis facciones como roca, ya no me estaba divirtiendo, coloqué mis manos en su pecho tratando de alejarlo, quejándome para apartarlo porque su olor me empezaba a causar asco, quería vomitarle en el rostro -¡Quítate bruto! ¡Necesitas un baño cachorro de quinta!- de nuevo sentí los ojos quemarme, sabía que el amaranto estaba cubriéndome el color natural de mis orbes, gruñí suavemente -¡No te tengo que dar explicaciones acerca de mi vida! ¡¿Quién te has creído eh?! ¡Eres un mentiroso, un desgraciado que se escabulle también entre los humanos queriendo parecer un educado caballero cuando en realidad solo eres un miserable engañador!- respiraba agitado sabiendo que no lo necesitaba pero es que la furia me obligaba a realizar aquel acto por maldita costumbre, realmente quería rebanarle el corazón ¿Cómo es que mi prima se había empezado a llevar con personas como él? ¡Mis tíos eran unos ilusos, unos egoístas interesados en casar a su hija como si fuera una escultura al mayor postor! Le enterré las garras de una mano en el estomago debido a que estaba desgarrando los hilos de mi vestido a este paso quedaría desnuda frente a él y jamás lo permitiría, nunca nadie me había visto en esas condiciones y mucho menos él sería el primero ¡NADIE! Le di un empujón para que me soltara –Patán desgraciado ¿no sabes respetar a una dama? ¿Cómo osas en desgarrar mi caro vestido bastardo? No me toques, no me mires ni tan siquiera te atrevas a invadir mi espacio personal ¡Eres asqueroso!- alcé la barbilla y me pasé un mechón de cabello por detrás de la oreja, mirándolo fijamente, desafiándolo, poco a poco mis ojos empezaban a enfriarse, ya no sentía la zozobra de aquel fuego que derretía mi color verde-azulado, suspiré y me erguí sonriendo de lado y acercándome inquisitivamente a él, tomándolo de la nuca para juntar su frente con la mía –Me alegro que no te interese porque no te voy a contestar nada iluso- le di un pequeño beso a un lado de los labios, bufé una risa y me separé empujándolo con el dedo índice, dándome la vuelta y mirando a uno de los caminos de los que estábamos rodeados –Aunque…- le miré por encima del hombro con malicia –Sígueme y si encuentras la cita antes que nadie incluso que mí te puedo contar como es que no me han descubierto- mordí mi sonrisa y me di la vuelta caminando de espaldas a él –Ven perrito- le susurré en un tono muy femenino –No te hagas del rogar- me mordí el labio tentadoramente y seguí mi camino alejándome de la zona para llevarlo a su camino sin retorno, antes de desaparecer entre las penumbras me volví hacia él sin dejar de caminar hacia atrás y rozando con mis dedos la maleza sonriéndole coquetamente -¡Oh Stéphane realmente te interesa saber mucho acerca de mi transformación ¿no?!- mordí mi sonrisa y le volví a dar la espalda arrancarle el corazón en pedazos era lo menos salvaje que me cruzaba por la mente, él que se había equivocado al salir de su cueva era él.
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Mensaje por Stéphane Levesque Mar Mayo 06, 2014 11:17 am

El juego no me gusta pero si el premio lleva una parte de ti no dudaré en volverme un adicto


La vampira por fin se desató, era tan fácil provocarla, una mujer con un carácter fuerte, no imaginaba como la pasaba su novio, amante o esposo, aunque esa última opción Stéphane no la consideró como algo posible, no había notado ningún anillo en ese delgado, cuidado y pálido dedo, era tan deseable, tan fría, tan malévola, una muñeca perversa, sería su muñeca para lo que le quedaba de vida, sin saberlo ya había convertido aquella vampira en su mente como su propiedad, una mujer por la que se asentaría en Paris, solo para fastidiarla, para conquistarla, para verla de rodillas ante él, porque no había nada mejor que aprender a enseñarle modales ha una creatura salvaje, sería como un trofeo que luciría, cual orgulloso cazador, un chucho cazador y pesado.
Los lazos de su vestido eran tan delgados, Stéphane sabía que con un solo arañazo de sus garras y la dejaría en su ropa interior, deslizando sus ojos por aquel cuerpo que con esa prenda ya podía dejar ver las curvas que lo formaban, no quería ni imaginarse lo que era tenerla desnuda frente a él, sonrió divertido al imaginarlo mirando ha la vampira todo el tiempo sin pestañear clavando sus ojos azules con los verdes de ella, fundiendo sus orbes con las ajenas para que se le clavara en la memoria aquella mirada azul que la perseguiría para verla como su juguete a la larga, porque aunque ella no lo supiera había pasado a ser de su propiedad desde el momento en que decidió dirigirle la palabra  cuando llegara a Paris de nuevo la buscaría solo para encantarla con regalos, aburrirla, hacerla que se volviera una cabra ante sus ojos y luego cuando ya la tuviera bajo su encanto la arrebataría para llevársela a vivir con él reteniéndola en su mansión hasta que aprendiera a medir palabras y acciones, le iba a mostrar lo que era ser una persona cuidadosa, en su caso una bestia cuidadosa, enarcó una ceja cuando los labios de la inmortal le dieron un beso en el borde de los labios mientras sus manos querían moverse y tomarla del cabello para darle un beso como acostumbraba Stéphane devorar aquellos jugosos labios y luego jadear sobre ellos viéndola a los ojos sin quitarle los mismos en ningún momento, la bestia puñetera estaba ansiosa por mostrarse ante la vampira, miró su cuerpo sin tapujo, viendo sus movimientos delicados, sensuales y femeninos gruñendo bajo mientras su boca se ablandaba, su lengua saboreaba sus labios, quería probar ese cuerpo antes de despedazarlo y dejarlo abandonado ahí, pero ninguna de esas cosas pasaría porque ya era más capricho que gozo lo que sentía el licántropo.



Se quedó solo la pequeña inmortal había desaparecido de su vista con sus palabras aún en el viento, no le agradaban los juegos pero si ella insistía en que eso era lo necesario para tenerla a solas con él lo haría, quería saber cómo se había transformado en eso, Stéphane siempre le había inquietado la naturaleza de los vampiros y su forma de conversión tan ridícula, vástagos que debían beber sangre del vampiro que les estaba dando la vida eterna succionando de ellos como bebés, niños llorones que eran desangrados, siguió el olor de la vampira al parecer ella había omitido la parte en que él podía detectar su olor así que volvió a enmascarar su olor con el de maleza, no quería que lo delatara no quería encontrarla esa cita debía ser descubierta por él no le  importaba el premio le importaba ella, siguió caminando entre los laberintos sonriendo tranquilo cada vez el olor de la vampira se alejaba más lo que le hacía acelerar el paso por momentos no la podía dejar irse miraba a todos lados en busca del papel que le concediera la llave para aclarar dudas y dobló en otro laberinto, ya se estaba desesperando un poco, era claro que ella no lo había encontrado porque ya se hubiera aparecido victoriosa con la cita y sus ojos se desviaron ha un pequeño punto blanco que sobresalía de debajo del muro de maleza, sonrió victorioso y dobló sus rodillas recogiendo el papel y mirando que era un sobre sellado con un punto rojo y bordes dorados, sonrió de lado y enarcó amabas cejas soltando un susurro –Oh Amelia creo que has perdido linda sanguijuela- abrió el sobre y miró la cita leyéndola en voz alta dándole a entender que la había encontrado -El secreto del éxito en la vida de un hombre está en prepararse para aprovechar la ocasión cuando se presente- una risa salió de su boca y se levantó con el papel alzado al cielo, con un tono bastante elevado masculló -¡Amelia he encontrado lo que buscábamos preciosa! ven es hora que me des mi premio bestia puñetera, ha llegado la hora de charlar sobre cómo te convertiste en eso tan repugnante que eres-  siguió caminando y se quedó parado en un laberinto sonriendo, esperándola, ansioso, tenso, deseando ver esos ojos verdes o tal vez llenos de sangre, se podía esperar todo de ella, era impredecible, el olor se hacía cada vez más evidente –Has perdido vampira déspota, quiero mi premio y me vas a contar todo con lujo de detalles preciosa- se rió divertido y frunció el ceño un poco respirando hondo el olor que se mezclaba con el aire, llenándose con el recuerdo de su rostro y de sus actitudes.


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Mensaje por Leer Kruspe Dom Mayo 11, 2014 12:38 pm

La perfección es muerte; la imperfección es el arte.
Manuel Vicent

Empecé a caminar por los laberintos, escuchando los pasos del cachorro, cada vez nos adentrábamos más a aquellos jardines, las risas y parloteos de los demás eran lejanos, éramos solo él y yo rodeados por maleza y con mi demonio rugiendo dentro de mí ¡No debiste hablarme porque el demonio no juega Stéphane! Le quería hacer creer que estaba entusiasmada por encontrar la cita cuando el premio que me interesaba estaba corriendo con fuerza y rapidez por sus venas, los licántropos tenían un olor tan característico, nauseabundo, asqueroso como su existencia, pero no insoportable, sin embargo yo no sentía el olor, el muy maldito lo había enmascarado, en varios libros que leía durante mi vida de cazadora había leído sobre eso pero los lobos nunca habían sido mi objetivo y esta noche cuando ya no era humana él era mi único objetivo, mi interés, el cuerpo que iba a profanar sin ninguna delicadeza, con pasos juguetones y algunos pequeños brincos seguí avanzando tomando las flores que estaban a mi alcance y arrancándolas para luego hacerlas añicos en mis manos, aceleraba el paso para escuchar los pasos de él seguirme como un fiel sabueso, doblé y la oscuridad se hizo más presente, al final del laberinto había un muro cubierto de verde dos caminos para seguir jugando con mi presa, sonreí maliciosamente y miré por encima de mi hombro soltando un susurro al viento –Ven Stéphane, ven que quiero que encuentres la cita para poderte contar todo de una manera intima y cercana- mordí mi sonrisa y avancé al final del laberinto miré el sobre que salía de debajo del muro, negué mordiendo mi sonrisa y lo tomé haciendo más evidente su presencia, quería que lo encontrara para después juguetear con él como se me diera la gana, lo iba a desesperar y era muy buena en eso, me recosté contra el muro de maleza y cerré los ojos al cielo guardándome la sonrisa de satisfacción para después, esperando que el sonar de sus zapatos estuviera tan cerca que me ardieran los colmillos y finalmente lo estuvo tomé velocidad y me escabullí con la oscuridad aferrada a mi cuerpo como mi fiel acompañante, deje dos laberintos de por medio para hacer de la lejanía algo un poco distante pero a la vez tentador ¡Oh cachorrito seré tu ama esta noche! ¡Te llevaré a mi mansión y te pondré una cadena en el cuello mientras te pudres en mis calabozos! ¡Serás mi perro salvaje domesticado! Y finalmente ahí estaba el cantar victorioso del ingenuo, un cantar que había sido así porque así me lo había propuesto, entonando la cita de mi bisabuelo como un malcriado sin clase a los aires, sonreí maliciosamente y negué –Oh Stéphane has caído como un vulgar oso en la trampa- susurré para mí misma, me erguí y caminé tranquilamente a su encuentro, a nuestro encuentro, a nuestra cercanía y a la vez hostilidad, cuando llegué lo miré de espaldas llegando velozmente hacía él solo para susurrarle en el oído –Muy bien campeón- me escabullí en el laberinto continuo antes que se diera vuelta y me mirara, era momento de empezar  a tirar las cartas sobre la mesa, de aturdir al contrincante de desesperarlo, me recosté contra la pared mirando hacia mi lado derecho sonriendo –Vamos Stéphane encuéntrame lindo cachorro para poderte narrar como ha sido mi transformación- volví a llegar a él para susurrarle de nueva cuenta –Eres lento- le mordí el lóbulo suavemente y lo tomé de los hombros dándole vuelta para tenerlo de frente tomando su cuello con ambas manos y enterrando mis uñas un poco en su piel –¿Realmente crees que has encontrado esa cita por merito propio insolente?- acomodé el nudo de su corbata –Lo has hecho porque así lo quise Stéphane, que acaso no te das cuenta que soy yo la que tiene las riendas de este juego, soy yo la que dice lo que va a pasar y lo que va a ser guardado, no eres nadie frente a mí entiendes- le miré a los ojos -¡NADIE!- le grité con una furia repentina, tomé sus manos y las coloqué a los lados de mi cintura –¿Me deseas Stéphane?- susurré con travesura –¿Te parezco atractiva?- me mordí el labio inferior con coquetería –Fetiche el tuyo de tener algo con una vampiresa que no quiere tener nada contigo- le tomé de la corbata y jalé su rostro más cerca del mío –Me das asco- sentencié con burla, él quería jugar y aunque me causara repulsión yo también era muy juguetona, alcé la ceja y recorrí con mi dedo su pecho sin verle a los ojos –Pero si quieres jugar- lo tomé del cuello con fuerza -¡Lo haremos!- pasé mis manos por encima de sus hombros y las crucé inclinándome hacia arriba y juntando mis labios con los suyos en un beso fuerte, mordía sus labios y quería hacerlos sangrar, sin ser muy mimosa solo algo superficial, se podría decir que sus labios solo rozaban los míos y en algunas ocasiones mis dientes tiraban de ellos, como si fueran malvaviscos, enredaba mis dedos en su cabello y jalaba con fuerza de él, queriendo arrancarle el cuero cabelludo, con mis ojos cerrados sentía su respiración cerca, el latido de su corazón me impactaba en el pecho, el contacto no duro mucho, yo no lo quería porque solo sería cuestión de una noche, no saldría vivo de esta mansión me encargaría personalmente que ese hecho se cumpliera al  pie de la letra, jalé de su labio inferior al separarme sintiendo su sangre despertar mi paladar, le pasé el pulgar por el labio inferior –No eres bueno besando Stéphane- le susurré en el oído –Necesitas unas cuantas lecciones- solté una risita burlona y me separé de él de inmediato dándole la espalda con los brazos cruzados –Jamás te contaré de mi transformación iluso porque no tengo porqué hacerlo- le miré por encima del hombro –Eres tan poca cosa que me das lastima- musité con desdén, me di la vuelta y lo agarré del cuello con fuerza alzándolo en el aire y lanzándolo lejos –Ya has probado mucho ahora es mi turno de probar todo de ti- sentí que los ojos me ardían, el color de mi iris había cambiado a rojo carmesí, caminé con un paso decidido a él –Hora de la diversión Stéphane- moví mi cuello haciéndolo crujir, era hora de tomar lo que ahora por capricho se había convertido en mío.
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Mensaje por Stéphane Levesque Miér Jun 18, 2014 12:11 pm

Piel contra piel, tu frío y mi calor, me pregunto ¿Cuál quemara más?
De espaldas el licántropo siguió esperando como perseverante cazador a la presa, pero para Stéphane la vampira no era una presa era su premio, capricho, realmente la deseaba, era testarudo en cuanto a asuntos que le importaban mucho, su cuerpo se estremeció por el choque del viento y el olor fue evidente sintiendo sus labios acariciarle la oreja sonrió divertido negando –Amelia, deja de jugar vampira, déjate de rodeos que me lo dirás aunque no lo quieras, sé buena perdedora- ni tan siquiera se dio vuelta para verle no caería en sus trampas solo quería la información y después la usaría para su propio beneficio, la relación que quería con la vampira solo le interesaba a él y las intenciones no eran las más angelicales, dio unos cuantos pasos calmado, con la mirada llena de picardía y una sonrisa arrogante en el rostro, juegos para niños, hizo sonar su lengua contra su paladar un par de veces –Amelia no te has dado cuenta que no necesito encontrarte eres tan descuidada que tú misma me das un mapa completo acerca de tu ubicación- gruñó un poco –Te lo dije no jugaré a ser tu chucho arrastrado, tú misma vendrás a mí y yo no moveré ni un tan solo dedo o gastaré una de mis valiosas palabras- enarcó una ceja al sentir sus dientes cruzándose un pensamiento por su cabeza –Pero que atrevida cría mía- sonrió de medio lado y sintió sus pequeñas manos en sus hombros darle vuelta mirándole un poco por encima de su altura a la vampira, sin mostrar una tan sola facción de que estaba disfrutando todo eso que hacía para llamar su atención, no le iba dar el gusto, apretó la mandíbula viéndole directamente a los ojos y luego bajo su mirada a esos prominente labios, se preguntaba que se sentía besar aquellos dos pedazos de carne rojos y gruesos, hizo una breve mueca por el dolor al sentir sus uñas pero de inmediato la ocultó –Amelia- susurró y la tomo de ambos lados de la cintura acercándola a su cuerpo –No me importa si la encontré por merito propio o porque así tú lo quisiste, esto- le mostró la cita –Es mi pase para reclamar lo que quiero- se acercó a su rostro –Y la única insolente aquí eres tú, mira que atreverte a matar en una fiesta tan elegante y en casa de tus tíos- chasqueó la lengua negando –Eso no se hace princesa, esos actos son de novatos e imprudentes- le sostuvo más fuerte de la cintura rozando su nariz con la de ella –Sí decides decirme todo lo que te trajo a esta condición puedo considerar hablar con alguien de tu mismo bando para que te enseñe modales ya que no tienes quien te los muestre- enarcó ambas cejas y miró sus labios dejándose acomodar la corbata no le soltó ni un centímetro viendo su rostro en todo momento, deleitándose por el color de esos ojos, por cada una de sus facciones pero sobre todo por esa actitud que parecía de un animal no domesticado –Y dime ¿quién te ha dicho que quiero ser alguien en tu vida?- negó lentamente con la cabeza –No te equivoques vampira, esto es un encuentro fortuito, algo de una noche- había mentido la quería ver más de una noche pero tampoco ella tendría por qué saberlo, le miró divertido -¿Gustarme tú a mi reina?- hizo una mueca cínica –No Amelia, esto no se trata de gustar solo es un capricho muchachita inexperta, además- suspiró un poco –¿Cuándo te crearon no te dijeron que tu raza y la mía no congenian bien?- sonrió de lado –Realmente me das lastima Amelia, solo te convirtieron y abandonaron a tu suerte, pero que infortunio del destino, muy malo contigo- su tono sarcástico, no le importaba nada más que ella, lo demás salía sobrando. Sintiendo su dedo juguetón recorrerle el pecho no pudo evitar soltar un discreto jadeo, apretó más el agarre en su fina cintura empezando a jugar con los hilos medio rotos de su vestido –Uh Amelia- susurró en su oído –No deberías tocarme- rozó sus labios en su oído –Te meterás en problemas- susurró de nueva cuenta con sumo cuidado, saboreando sus labios antes de sentir su beso fatídico, prisionero, correspondiendo con la misma intensidad que ella, deslizando sus manos a sus caderas y atrayéndola tanto que parecía querer fundir su pequeño y delgado cuerpo con el de él, empezando a interponerse entre su roce frío y caliente su propia sangre, dando todo aquello un toque algo excitante para Stéphane, con los labios entreabiertos le miró cuando se separo relamiéndose los labios para borrar su sangre, soltó una risa sarcástica –Amelia puedo decir lo mismo de ti, este beso parece de un amateur, novato, una cría que solo quiere morder como la bebé que eres- frunció el ceño un poco –Dime ¿tienes comezón en las encías?- dijo divertido y se pasó el pulgar por el labio inferior viéndole desde debajo de las cejas a la vampira, deslizando sus ojos por su inmaculada pálida y tersa piel con una malicia evidente no se movió de su sitio –Ya veo porque tu familia cayó en la bancarrota Amelia- suspiró –No saben mantener su palabra, no te culpo ya es algo que se lleva en los genes- dijo divertido con una sonrisa ladina y finalmente el arremeter de la vampira descuidada, tan excitante, tan cautivante e inquietante, afianzo las piernas al suelo para evitar caer de espaldas al mismo y ensuciarse el traje, la bestia quería salir a jugar, la sentía en sus vertebras del cuello, los ojos se ensombrecieron un poco, ella estaba provocando todo aquello, agitó la cabeza para encarcelarla a su ser de nuevo, sabía que si dejaba salir aquello todo terminaría muy mal para ambos e incluso los demás presentes, gruñó y se erguió –De acuerdo empecemos a divertirnos Amelia- caminó decido a su presencia y la tomó con fuerza de las muñecas pegándola a la pared de hierba con una mano sostuvo aquellas dos delgadas muñecas mientras mantenía su frente junta a la de ella -¿Crees que me intimidas Amelia?- le dio un beso fuerte en los labios separándose de inmediato –Te equivocas cría, no me causas ni el mínimo miedo- volvió a besar sus labios –A lo contrario me causas risa bebé vampira- deslizó su mano libre por su torso delineando su cintura y la atrajo a su cuerpo –No debiste jugar conmigo Amelia, yo soy hombre de poca paciencia- terminó de rasgar los hilos del vestido de un tirón grotesco y luego la parte de atrás de la misma forma llevándose costuras y rompiendo la tela en dos con la mano mantuvo sujeto el vestido para no verlo caer –Oh vampira ¿qué ha pasado?- sonrió maquiavélico –Te has quedado desnuda, espero traigas ropa interior- metió sus dedos un poco debajo de la tela y sintió el forro mirándole como si le estuviera felicitando –Muy bien eres una chupasangre precavida- se rió y sin más junto sus labios de nuevo a los de ella abrazando su espalda final desnuda atrayéndola a su cuerpo sin soltar su muñeca tensando más el agarre para que no se soltara, poniendo dominancia en aquel beso que estaba despertando emociones de bajo de su piel, cediendo para que le vestido cayera y pudiera tener contacto con su vestimenta natural sin ninguna molestia, ya el encuentro había rebasado los límites de lo decente ahora solamente quería saber que tanto dejaría ella al gusto de él o mejor aún al de su bestia puñetera


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Mensaje por Leer Kruspe Sáb Jun 21, 2014 1:53 pm

Lo que es digno de hacerse, es digno de que se haga bien.
Conde de Chesterfield

Tan irónico el destino, había asistido a la fiesta de cumpleaños de mi prima debido a la insistencia de mis abuelos, todo parecía que la noche iba a transcurrir tranquila, pero las vueltas son sorprendentes, no imaginé que iba a toparme con un perro en la fiesta, una sorpresa más que desagradable, seguí avanzando al maldito perro con los ojos más rojos que la sangre, su insistencia y movimientos seductores torpes solo me daban ganas de arrancarle la garganta o el corazón, el muy desgraciado había podido quedar de pie, sonreí maliciosa mostrando la punta de los colmillos y negué –Stéphane insolente, no debiste asistir a la fiesta mucho menos meterte conmigo, te vas a quemar idiota- sentencié con un tono divertido y me detuve al ver como sus ojos se oscurecían no había visto una transformación y de cierto modo me causaba algo de temor, pero era algo demasiado pequeño para que me incomodase, fruncí el ceño al ver como se acercaba apretando mis manos en puño para noquearlo si se atrevía a atacarme, aunque el azul ya había vuelto a sus ojos y me sostuvo me tensé y gruñí –¡Déjame perro apestoso!- bufé y mi cuerpo chocó contra el muro lleno de maleza detrás de mí, la noche taciturna nos cubría y la luna bañaba nuestras pálidas pieles, le miré a los ojos sin parpadear y alcé la barbilla, no estaba intimidada –Es mejor que quites tus sucias manos de mi cuerpo idiota, no me hagas obligarte a hacerlo- dije con un tono bajo y amenazante, no me moví ni un centímetro, sentía su latido impactarme en el pecho, tragué un poco porque la sed se estaba mostrando, pero no era debido a necesidad, era la furia por sus atrevimientos que la estaba sacando de su sueño placentero, cuando sentí sus labios contra los míos y apreté para no besarlo, arrugando la nariz y sin cerrar los ojos me retorcí, jadeé y le miré mas enfurecida -¿Cómo te atreves a besarme imbécil? ¡No sabes modales maldito perro! - me volvía  retorcer pero su agarre era firme, la impotencia me estaba venciendo -¡Suéltame Levesque o gritare! ¡SUÉLTAME! - no me soltó me volvió a besar de nuevo apreté los labios me retorcía con más fuerza jalando mis manos para soltarme sin éxito, mis piernas se movían de un lado para otro, sus labios parecían querer escavar en los míos pero no le daría el gusto entonces en ese momento sus dedos rasgaron mi vestido, abrí los ojos como plato y tensé la mandíbula al sentir que quedaba desnuda, gimoteé con los labios apretados y empecé a forcejear con más fuerza, al separarse sentía los labios rojos y con un inexistente palpitar, mi entrecejo estaba totalmente fruncido, le tenía un repudio abrumador -¡Maldito idiota! ¡Rompiste mi caro vestido cabezota! ¡VAS A PAGAR CON SANGRE! - con la mirada sombría y la ira palpitándome en las sienes musité al sentir su atrevimiento tocando mi cuerpo –No me toques- mi voz baja y amenazante y de nuevo su beso abrazándome a su cuerpo mientras me resistía y en ese momento decidí seguirle el juego, un plan se dibujo con entusiasmo en mi mente mostrándome la salida para este camino que solo llevaría a algo de lo que podría arrepentir después, deje de forcejear y moví mis labios lento y pausado contra los suyos, cerrando los ojos y queriendo arrancarle los labios de una mordida, mi lengua hizo contacto con la suya un par de veces y empecé a deslizar mis muñecas soltándome en un breve momento, mi vestido rosto estaba en mis pies, había cedido y estaba sin una prenda de la parte de arriba solo la pequeña y ligera enagua cubría mi parte inferior, crucé mis manos por encima de sus hombros y abrí un ojo viendo su cuello, mirando el palpitar de la carótida, la ingurgitación de la yugular, mientras mis labios bailaban lentamente con los ajenos para tomarme mi tiempo y ejecutar mi plan, deslicé mis manos por sus omoplatos y los atraje a mi cuerpo, un gemido se ahogó contra su boca y con velocidad volteé las posiciones aprisionando contra la pared, separé mis labios entreabiertos de los suyos y miré los ajenos –Stéphane- susurré, mientras mis manos posadas en su nuca bajaban su cabeza para tenerlo a mi altura -Te has quemado- musité sobre sus labios dando un ligero beso a su labio inferior y jalándolo con la carnosidad de mis labios, sin más y sin delicadeza me clavé en su cuello bebiendo de él con ansias, con dominancia, con rabia, mis manos sostenían con fuerza sus hombros, clavando las garras y succionando con fuerza de su yugular, un jadeo salió de mi boca y sentía los ojos a punto de estallar, su sangre de cierto modo me gustaba, apreté mas sus hombros contra el muro jalando los colmillos para abrir la herida, estaba tomado por el placer que daba el succionar de la sangre, deslice mis manos a sus mejillas moviendo su cuello con rapidez de un lado para otro, escuchando el crujir de sus vertebras para dejarlo inconsciente, miré su cuerpo deslizarse por el muro, jadeé un poco más fuerte y me limpié los labios con los dedos viéndole, una sonrisa ladina se plasmó en mis labios y alcé la ceja –Te lo advertí- saboreé mi labio inferior y me miré el cuerpo, tan pálido y completamente desnudo del torso, mi cabello cubría parte de mis partes fundamentales, miré hacia ambos lados para percatarme que nadie estuviera por ahí, era mi turno de tomar venganza, me incliné sobre él y miré la herida que todavía sangraba un poco, solté una sonrisa satisfactoria y le di un beso pasando la lengua luego por ella y le quité el saco con rapidez, luego hice lo mismo con su corbata, su camisa, el pantalón y dejándolo en ropa interior masculina, deslicé mis ojos por su formado torso y abdomen y negué viéndole al rostro de inmediato –Mi amigo, ahora el que deberá verse desnudo ante la multitud serás tú, te convertirás en la atracción de la noche- le palmeé la mejilla un poco y sin dejar de verle al rostro con victoria sostuve los lados de sus pantaloncillos interiores jalando los lados y desgarrándolos –Oh Stéphane ahora eres tú el que se ha quedado sin ropa- dije con burla y le di un pequeño beso en los labios levantándome colocándome su saco y tirándole la cita sobre el pecho, coloqué su ropa sobre mi antebrazo y me acomodé el cabello saliendo con un paso campante del laberinto y escabulléndome entre la oscuridad para que los demás mortales no me vieran, llegué a una fuente que estaba cerca de la entrada hacia la mansión miré a mis tíos y otros invitados por ahí, me apoyé contra un árbol viendo con un solo ojo sus movimientos iba a colgar la ropa de Stéphane en la punta de la fuente, cuando los invitados salieron corriendo soltando risas juguetonas seguían jugando, rodé los ojos rezando porque mis tíos me dieran la espalda cuando miré que uno de sus criados se acerco a ellos y en ese momento dejaron de verme con velocidad me fui hasta la fuente pero desistí de la idea de colgarla así que la esparcí en el agua de la fuente y los pantalones los colgué de una de las alas de los ángeles que estaban a mi alcance, sonreí vengativa y me fui hacia la parte del muro que daba hacia la calle y que estaba sumido en la oscuridad, di un par de saltos y finalmente salí, unos transeúntes iban pasando, bajé en mis rodillas y los miré como si fuera una gárgola hasta que se fueron, me tiré desde arriba caminé hacia mi carruaje y le miré mal al cochero, estaba irritada porque estaba medio desnuda, por los atrevimientos de ese cobarde y porque había tenido que salir huyendo de la fiesta como una vil ladrona, él me miró sorprendido –¡Vámonos de inmediato! - bufé furiosa y me subí por mi propia cuenta al carruaje, antes de cerrar la puerta le volví a mirar –No te estoy pidiendo permiso ¡es una orden! - él asintió nervioso y cerré la puerta furiosa, sentándome con la cabeza recostada contra el asiento limpiándome con la muñeca la boca furiosa, recordando al “caballero” eso no se iba a quedar así, lo que había hecho era poco en comparación para lo que yo suponía era lo merecido, mis pensamientos se desviaron a lo que había hecho con su ropa y la vergüenza que pasaría por andar desnudo entre gente de tan alta clase, negué y sonreí más amplio, saboreé mis labios de nueva cuenta recordando su sangre bañarme el paladar, cerré los ojos y susurré –Stéphane esto es solo el principio, pronto vas a tener lo que mereces y la sangre tatuara tu pálida piel pequeño insolente- suspiré fingido y moví la mandíbula, solo deseaba regresar a mi mansión para empacar esa misma noche y largarme a París de regreso, y sabía que no podía pensar mucho en esto, me descubrirían lo que había pasado y esos recuerdos solo los quería atesorar para mí de una forma extraña, tal vez era una medida de precaución para cualquier acto futuro.
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Amarga noche, encuentro eterno {Privado Leer} Empty Re: Amarga noche, encuentro eterno {Privado Leer}

Mensaje por Stéphane Levesque Vie Jul 04, 2014 2:36 am

No me quemé porque no hay forma que me quemé cuando el fuego ya me consumía las manos desde tu primer tacto
El licántropo lo gozaba, la cría vampira estaba molesta, furiosa, parecía una maldita cabra y él se regocijaba con todo lo que ella gritaba y se retorcía, desafíos, dulces y estimulantes desafíos, sin dejar de sostener su pequeño cuerpo contra el de él no pensaba dejar de probar aquellos dos pedazos de carne que formaban una linda boca, si pudiera arrancárselo lo hubiera hecho sin culpa, llevándose una parte de ella pero no hubo necesidad de aquel acto imprudente, la vampira había empezado a suavizarse, parecía que de alguna u otra forma el salvajismo combatía a su similar, él no hubiera tenido que recurrir a tomar por la fuerza lo que deseaba pero era la actitud imprudente y bestial de aquella vampira lo que lo convertía en un diablo, siguió sus movimientos labiales como un fiel chucho, sabueso digno de su amo, tomándole más fuerte de la cintura hizo que el contacto fuera más cercano, pasional, algo tan doloroso y ardiente que lo quería para toda la noche y lejos de esos jardines.

El frío que emanaba de aquella boca solamente parecía calentar más el interior de Stéphane, sonrió un poco cuando estaba besándola, se sentía victorioso y ya cobraría de nuevo cuentas con ella en París si es que esa noche no se concretaba nada, los toques eléctricos que le recorrían la espalda eran abrumadores, su piel se erizaba de sentir el tacto de sus pequeños dedos en su espalda, en un abrir y cerrar de ojos la vampira había acorralado a Stéphane en la pared y se había librado de su aprensión, con un pequeño espacio entre sus labios le miró al rostro con deseo, rabia y ganas de destrozarla en ese jardín, su voz solo hizo que la piel de Stéphane se erizara un poco más y el ardor se concentrara en partes especificas de su anatomía, la quería para él y no como un capricho, no, claro que no, tenía posados sus ojos en ella como joya preciosa que estaría dispuesto a comprar como si fuera el mayor postor, enarcó una ceja al escuchar que se había quemado y antes de que se burlara en su rostro esta le estaba succionando el cuello como si se tratase de una naranja que se chupa hasta dejar seca, le ardía, una onda de ese mismo ardor bajaba por su cuerpo pero todo aquello solamente hacía que su deseo hacia ella aumentara, la tomó de las caderas pegándosela a su cuerpo y dando respiraciones ligeras
-Amelia-  susurró y la abrazó de la cabeza como si le estuviera dando permiso para que bebiese todo lo que quisiera, era su suministro de sangre gratuito en aquel momento, apoyó su barbilla a un lado de la cabeza de la vampira y cerró los ojos sosteniéndola con protección, era su hermosa muñeca, traicionera y excitante, el agarre de ella en sus hombros le dolía así que una mueca de dolor no tardó en aparecer en el rostro de Stéphane y un gemido placentero por el mismo le siguió de inmediato, su piel se abrió más ante sus dulces colmillos y eso si provocó cierto grado de dolor en el cuerpo del licántropo que hizo que se estremeciera un poco, gruño y sus manos se afianzaron más a sus caderas, jugueteando con los bordes queriéndolos bajar de un tirón pero quería esperar a ver hasta donde su cuerpo soportaba el dulce y doloroso placer que ella le confería como un cruel verdugo, cuando sus manos se movieron a su cuello y el sonar de las vertebras se grabó en sus oído llegando la oscuridad luego para no dejarle ver lo que ella hacía, todo había terminado tan abruptamente que aquello no era un sueño de cuentos de hadas.

Escuchó voces cerca, el cuello lo tenía entumecido, como si los huesos se le hubieran salido del lugar y deslizado por la espalda, se quejó un poco y abrió los ojos tomándose la nuca moviendo su cabeza de un lado para otro mientras el crujir de sus huesos se hacía escuchar, sintió algo de frío y bufó mirándose el cuerpo desnudo
-¡Mierda!-  carraspeó –Pequeña traviesa me las pagaras caro Amelia-  inclinó su cuerpo hacia adelante para levantarse cuando noto que su ropa interior estaba destrozada y abrió la boca molesto y sorprendido por lo que había hecho –Otra cosa más a tu cuenta pequeña Lincoln-  negó –Esto si no lo dejaré pasar-  gruñó y miró la cita en su pecho tomándola haciendo un sonido con la lengua en desaprobación le dio vuelta en su mano revisándola –Voy a llevarte un regalo vampira déspota-  sonrió como si estuviera poseído y se tomó de ambos lados de sus bóxers rotos, levantándose de inmediato y mirando a todos lados para percatarse que no lo viesen, deslizándose contra las hierbas que cubrían los las paredes se escondió en un pequeño agujero entre dos laberintos, escuchando como se acercaban dos hombres que estaban hablando acerca de lo que había pasado una noche, y la conversación se desviaba a actos sexuales entre ellos lo que hizo que Stéphane sonriera con algo de travesura, uno de ellos se adelantó y el otro le seguía el paso sin detenerse en ese momento tomó al de atrás tapándole la boca y arrastrándole a la hendidura y estrelló su cara contra la pared quedando noqueado, dejo caer el cuerpo adormitado del infortunado al suelo y escuchó como el otro lo llamaba –Julian, Julian- parecía de esas mujeres que llaman preocupadas a sus hombres, el hombre caminó de regreso hacia atrás y de nueva cuenta el licántropo lo atacó haciendo un acto similar al anterior para dejarlo noqueado, el segundo tenía una complexión más robusta y su traje casualmente era idéntico al de él, así que lo desnudo y él se vistió dejándole su billetera con las cosas encima de su pecho se acomodó la corbata y el pelo y salió como si nada de la hendidura.

Caminando algo acelerado hacia la salida de los laberintos no tardó en lograr su objetivo cuando los tíos de la fémina cumpleañera lo miraron sus sonrisas se hicieron tan felices que parecía destellar el blanco de sus dientes, él sonrió de medio lado y llegó hasta ellos
–La encontré-  les mostró la cita a lo que ellos aplaudieron felicitándole, él hizo una ligera reverencia con la cabeza y de inmediato la fémina mujer empezó a tocar una pequeña campanilla para que todos regresasen, el padre de la cumpleañera lo miraba atento, satisfecho de su astucia, no estaba enterado de lo que había pasado y Stéphhane se preguntaba dónde estaba su ropa, mirando a todos lados miró la fuente y vio su pantalón colgado de ahí, parecía que nadie se había percatado de eso y él no sería el primero en delatar la presencia de la prenda así que posó una mano en el hombro del señor y lo encaminó hacia adentro diciéndole que debía retirarse debido a que debía viajar de regreso s París temprano en la mañana, el hombre asintió atento –Espera tienes de llevarte el premio por haber encontrado la cita, no te puedes ir sin él- Stéphane sonrió por cortesía y lo siguió al despacho en donde este le entregó la pequeña caja de cuero, el licántropo la abrió delicadamente y miró el diamante amarillo reluciente y con un corte limpio –Es hermoso, realmente una gema familiar-  el hombre asintió orgulloso –Lo es Stéphane y me alegra que alguien como tú la posea, es un alivio- Stéphane volvió a hacer una pequeña reverencia al hombre –Bueno debo irme discúlpame con tu mujer y tu hija porque me fui de improviso sin despedirme prometo que compensare esta semejante falta de cortesía-  el hombre negó sonriendo y le tomó del hombro al Stéphane encaminándolo fuera –No te preocupes primero son las responsabilidades y si debes irte temprano no podemos detenerte- él asintió y le estrechó la mano, el hombre la agitó un poco –Esperamos verte pronto de nuevo por Londres Stéphane- él enarcó una ceja –Eso sin duda, pronto me tendrán por aquí-  finalmente se giró y uno de los sirvientes le coloco su abrigo, ya afuera buscó a su cochero subiéndose de inmediato al carruaje y este andando en cuestión de segundos mirando la caja con picardía recordó el beso de la vampira y las ganas por volverlo a hacer no faltaban y estaba seguro que se repetiría aunque eso lo tuviese que tomar por la fuerza de nueva cuenta, ella ya había entrado a la cueva del lobo y él la estaría recibiendo con una joya preciosa antes de dejarla partir si es que llegase a pasar semejante acto.



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Stéphane Levesque
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