Questions and temptations (Libre, +18)

por **Russell A. Turner** Lun Feb 13, 2012 8:30 pm

Desde siempre, la noche había estado destinada a guardar secretos. Él lo sabía muy bien. Su propia existencia era un secreto para muchos, incluso a veces también para él mismo. Nadie podía ver en ella los acontecimientos que en sus entrañas se desarrollaban, ni siquiera, en ocasiones, a la luz del fuego. Era inspiración pura. Todos y cada uno de sus recovecos que la conformaban lo eran, eran dignos de ser protagonistas de sus propias odiseas macabras. ¿Y quién dijo alguna vez que, obligatoriamente, todo debía seguir hacia adelante y no podía quedar atrapado en el tiempo para siempre? Si algo como la noche no era inmortal, ¿por qué volvía y volvía a cada puesta de sol? ¿Por qué no sencillamente desaparecía y condenaba al mundo a una eternidad de luz y de color?
El alma sí que era inmortal, y, con ella, todo lo que se hacía en su nombre. Todo. Desde sentir, hasta mentir. Sus poesías eran inmortales, él era inmortal. También su fría piel y sus claros ojos eran inmortales... y también su sed de sangre. Y acababan de reunirse en ese momento los factores necesarios para abrir también su apetito sexual: noche, sed y melancolía. Exquisitamente macabro.

Mentiras y sexo. Cosas que, indiscutiblemente, solían ir de la mano. Lo sabía bien, y mejor aún lo sabían las personas a las que acudía cuando su atormentada inspiración necesitaba desahogarse para volver a recobrar fuerzas en el próximo despertar. Humanos (y a veces no tan humanos) que por unas monedas fingían ser dioses del mismísimo Olimpo. Lo que fuera. Seres moldeables a la carta. Magnífico. Esa noche necesitaba de uno de ellos. Su cuerpo necesitaba una descarga de adrenalina y sabía perfectamente que sólo el placer podría proporcionársela. Necesitaba... necesitaba un cuerpo firme y unas manos fuertes, necesitaba un aliento cálido y un pecho forjado. Un hombre. No necesitaba un cuerpo esculpido y perfecto de mujer, ni un aliento dulce ni unos ojos hermosos, tampoco una provocadora sonrisa de femme fatale. Esa noche, por alguna extraña y desconocida razón, su cuerpo le pedía un encuentro con un igual.

Aquellos antros le traían recuerdos, muchos, desde que su amor se fue. Casi que podía recordar con total claridad todos y cada uno de sus encuentros con desconocidos. Incluso había pensado alguna vez en escribir un libro autobiográfico con aquella historia curtida de historias. Pero, como tantos otros sueños, se había quedado atrapado en el cajón de lo olvidado.
Entró por la puerta sintiéndose el rey, inundándlo todo con su presencia. Poco le importó si había carnaza libre, lo que quería era lucirse y eso hizo. Caminó con aire arrogante pero sensual hasta la barra y allí pidió un trago de algo fuerte. ¿Whiskey? Es posible. Se sentó de cara a su público y solamente esperó a que las moscas acudieran a la miel. Nada más, y nada menos.