Fábio Oliveira

Nombre del Personaje: Fábio Luiz David Oliveira Da Silva

Edad: 18 años.

Especie: Humano / Gitano

Tipo, Clase Social o Cargo: Extranjero, Clase Baja

Orientación Sexual: Heterosexual

Lugar de Origen: Río de Janeiro, Brasil.

Habilidad / Poder:

- Adivinación de futuro: Habilidad para conocer hechos aun antes de que ocurran mediante la lectura de cartas, lectura de manos, etc.
- Percepción de poder: Habilidad para sentir y reconocer poderes superhumanos.
- Control de aura: Habilidad que consiste en poder usar la propia Aura para potenciarse a sí mismo o utilizarla como arma o poder.

Descripción Física:

Spoiler:

Descripción Psicológica:

Es un chico desencantado de la vida a causa de sus propias experiencias. Al sufrir tantos maltratos en su cortos dieciocho años se volvió alguien extremadamente tímido y asustadizo, sintiendo pánico cuando los ojos de su Ama se centran en él, ya que no sabe qué es lo que le sucederá. A pesar de todo, le es fiel y le respeta.

En general es torpe y descuidado, extremadamente fácil de engañar por su ingenuidad. Se pone nervioso con mucha facilidad, y eso hace que en reiteradas ocasiones las palabras no salgan de su boca por un miedo inconsciente a que se la tuerzan de una cachetada.

Con la gente que no conoce suele ser amable y muy humilde y cariñoso, dando a sus interlocutores un aire de lástima y ternura; lo que se acrecienta con su sinceridad a la hora de conversar, aunque eso le valga después una buena tortura nocturna.

Historia:

Mi historia no es precisamente un cuento de hadas. No soy el príncipe que llega en caballo blanco a salvar a una princesa en peligro, ni soy el heredero de algún gran imperio. Sólo soy Fábio, una escoria que paga el pecado que su padre cometió hace dieciocho años, cuando yació con otra mujer estando supuestamente enamorado de una dama española llamada Catalina de los Ríos.

De haber sabido lo que iba a pasar cuando esa mujer se enteró, hubiera preferido no salir del vientre de mi madre y perecer junto con ella. Hubiera sido un destino mucho más agradable sin duda alguna.

Doña Catalina me llevó consigo, diciéndome que mis padres me habían abandonado; y yo, siendo nada más que un crío indefenso ante las garras del Diablo (qué inocente criatura...), me quedé con ello. ¿Acaso mis padres no me querían? ¿Qué había pasado en verdad? Hasta hoy, aún no lo sé. Y dudo que pueda saberlo, al no tener ningún rastro de lo que serían mis antepasados. Y nunca los tendría aunque buscase. No recuerdo absolutamente nada de ellos: ni sus rostros, ni sus voces.

Absolutamente nada a excepción de una luz tan ínfima y débil como un pestañeo: Oliveira.

Aquella mujer me educó con lo básico: enseñarme a hablar. Para ella era suficiente, más que leer o escribir; me decía que no lo necesitaba. Cuando era sólo un niño me quitaba sus libros cuando los sacaba de su biblioteca y me golpeaba las manos con aquella tira de cuero. No sabía que después tendría que acostumbrarme a semejante dolor, a ver esas marcas rojizas en mi cuerpo, y a secarme las lágrimas que se escapaban de mis ojos. Tuve que acostumbrarme a callar y a obedecer, a cumplir y a no reclamar tal y como un perro faldero; tal como la puta basura que soy.

Los años pasaron, pero aquella actitud no cambiaba...de hecho, empeoraba. En cuanto tuve capacidad física me hizo trabajar cargando y acarreando cosas, acompañada de una sinfonía de latigazos sobre mi espalda. Y si llegaba a caer al suelo...el fuego no esperaba, y mi piel era quemada sin piedad hasta que pudiera levantarme y continuar. No había descanso, no había agua, no había aire. Sólo gritos y el sonido del látigo y el fuego contra mi cuerpo; sólo el dolor de mi pecho pidiéndome una tregua que jamás llegaría.

Y cuando pensaba que las cosas no podían ponerse peor, se pusieron peores. Doña Catalina pasó a un nivel que mi mente infantil nunca pudo superar.

Un día, ya cumplidos mis catorce años, me tropecé y empujé un jarrón muy valioso para mi ama, el cual se rompió. Pensé que me castigaría con golpes hasta morir, pero su sonrisa era distinta. Se relamía los labios y entrecerraba los ojos como un animal al acecho, y yo como la pobre presa que, como siempre y como debía ser, se quedaba inmóvil esperando su destino. Sus ojos fríos contactaron con los míos, y su mano que siempre estaba congelada pasó por mi mejilla y luego mi cuello. Yo esperaba que me mordiera y me desgarrara el cuello como hacía una vez por mes...pero esa mano siguió bajando hasta mi entrepierna. Y sus ojos no dejaban de mirarme. Sentí una caricia que me hizo abrir la boca en un quejido, y mi cuerpo pareció paralizarse cuando su lengua jugaba con la mía. ¿Eso estaba bien? ¿Pero era un castigo, no? Su mano se adentró en mi pantalón, y en apenas unos minutos la sacó con un líquido raro. Me lo metió a la boca y lo escupí instintivamente, ganándome una cachetada tan brutal que me azoté contra el piso, quedándome tendido y ahogándome entre mis propias lágrimas y mi sangre.

Mi vida consistió desde ese entonces en trabajos, castigos y abusos sexuales, con apenas un par de pausas para comer un poco de pan duro, agua y sopa cuando hacía frío, y para dormir una o dos horas escondido en el rincón que yo llamaba cama. Cumplí los dieciséis y aquellos abusos se hicieron mucho más frecuentes. Doña Catalina parecía quererme mucho...a su manera, y yo lo acepto. ¿Qué sería de mí sin ella? ¿Quién me asegura de que sin ella mi vida sería mejor? Ni para pensar había tiempo, salí a trabajar otra vez y de ahí no recuerdo más hasta que unas cosas metálicas no me dejaban moverme. Eran...¿cadenas? Sí, sonaban igual a ellas. ¿Y por qué estaba desnudo? Y...¿Por qué Doña Catalina estaba desnuda?

Sí, esa noche fue la cúspide de mi calvario. Me había violado.

Les dije que mi historia no era un lindo cuento de hadas con final feliz. La felicidad no es para alguien como yo. Una escoria como yo no merece la felicidad. Con dieciocho años de horribles torturas llegué a París, como la mugre del zapato de esa mujer. Una mugre que nunca debió haber existido.

Datos Extra:

- No sabe que tiene poderes de gitano.
- Su cuerpo está lleno de cicatrices.
- Catalina suele manipularlo mentalmente con frecuencia, y le hace hacer cosas contra su voluntad para aumentar su remordimiento.