AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Caprichosa inmortalidad... [Privado]
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Caprichosa inmortalidad... [Privado]
Sus labios habían dejado una huella carmín en el cuello de aquel hombre, aquel liquido rojo ahora había llegado hasta el pecho de la joven, manchando ese hermoso y ceñido vestido rojo. ¿La sangre? No sabía para nada mal, sin embargo no era de sus preferidas, a Marishka no le gustaban los hombres negros, odiaba tener que ensuciar su pureza con aquellas criaturas además de humanas, todavía más inferiores que la raza blanca, la raza del futuro. Sin embargo debía impresión a aquel hombre, a aquella familia. La pequeña jovencita ahora se encontraba en aquel escenario del teatro, deleitando al público con su belleza, dejando boquiabiertos a los críticos por su perfecta actuación, haciendo que toda esa bola de estúpidos humanos la idolatraran por sus movimientos sobre aquel recinto. "¡Tontos! ¡Lo he matado! ¿No lo ven? Me he llevado su sangre ¡Es mío! ¡Y ustedes también lo serán!" Dejó caer el cuerpo del hombre al suelo, este había azotado la cabeza, el rostro en seco contra el cemento bien cuidado del escenario. Los demás actores (todos ellos vampiros) se acercaron para tomar la mano de la actriz de la noche, pisaron el cuerpo muerto del que había sido el alimento de la vampiro. Nadie en el público se movió un poco sorprendidos por el acto, todos seguían emocionados, todos seguían de pie, esperando la reverencia, pero si la actuación había sido un sacrificio, ella no se doblegaría ante aquel grupo inservible de humanos. Se quedó parada, sonriendo, sonriéndole a él. Al hijo mayor de esa familia, su nueva conquista, su nueva fortuna. Pero algo había de raro ahí, podía notarlo. Sin embargo aun no lo encontraba, una mirada, eso es lo que sentía, una mirada que sobresalía. Una de sus cejas se arqueó, su sonrisa se torció, aquello que sentía no importaba ahora, solo su nueva presa.
La cortina del telón se bajó poco a poco hasta cubrir su cuerpo. La joven bufó mirando a sus cómplices - Deberían escoger bien el alimento de los actores, ¿Negros? ¿Es en serio? - Recriminó con expresiones que dejaban ver claramente su molestia. Llevó sus manos al borde de la tela blanca del vestido corto que había escogido para la obra. Como si solo estuviera moviendo una pluma, llevó a cada lado una parte de la tela rompiendo el peña vestido. No le importó quedarse en ropa interior frente a esos vampiros, en realidad era lo de menos. La joven estaba tan segura de su belleza, del efecto que ejercía en los demás, el que pudieran verle con poca tela encima era lo que menos le quitaba el sueño. Con la tela echa trizas, comenzó a limpiar su pecho lleno de sangre. Se sentía increíblemente apestosa por la sangre de ese maldito humano. No volvería a rebajarse de esa manera, sin embargo esa fortuna, ese apellido y esa familia le podía dar más ventajas de las que hubiera imaginado, después de esa noche, de celebrar aquella magnifica actuación, quizás entraría a la casa de algún burgués dispuesta a sacar la sangre impura de su cuerpo para llevar algo más adecuado para su fino paladar.
Sus pasos resonaron, los tacones aun acompañaban su vestuario, dejó caer la tela en el escenario y avanzó con rapidez hasta su camerino, debía darse un baño rápido antes de salir e interceptar a su nueva "familia". La ventaja de ser vampiro es que bastaba solo un poco de agua y jabón para sacar del cuerpo todas esas impurezas. Enredó su cabello en una toalla, salió de la tina desnuda y buscó su vestido de gala. Rojo, debía ser rojo, su color favorito. Con la ayuda de algunas señoras del lugar (¿Señoras? Si, para todo el mundo, vampiras para los que sabían la verdad) se acomodó los listones del corsé hasta que su figura quedaba bien marcaba entre las telas. Su cabello ahora estaba entre húmedo y seco, pronto se secaría pues la noche y su estado le permitían volverse una hermosa muñeca de porcelana bien alineada sin batallar mucho. Marishka se observó por ultima vez al espejo cuando la puerta del camerino sonó. Solo fueron tres golpecitos suaves, así como la alta sociedad demandaba cuando solicitabas la compañía de alguien en especial. Abrió la puerta girando la perilla con cuidado. Su expresión de asco al saber que pasaría tiempo con aquellas personas desapareció en cuanto los vio por detrás de aquella puerta. Una sonrisa llena de dulzura ahora acompañaba a Marishka, la mejor de las actrices, esa era ella.
La joven se acercó a aquella familia, abrazó con tanto pesar a cada uno de ellos, y al final, hundió su rostro en el cuello de Dante, el hijo mayor, el que pronto sería su alimento, su nuevo matrimonio fallido, aquel que la haría más poderosa de lo que era. Se encamino con sensualidad tomaba de su brazo. Salieron de aquel lugar, sin embargo no salieron del teatro, cosa que a la joven le pareció algo extraño. Unas escaleras esperaban ser encontradas, y de pronto ahí, bajo la luz de la luna, una hermosa presentación de una cena romántica se visualizaba. La familia sonreía con complicidad, Marishka lo sabía, estaba ganando demasiado rápido esa parte, y de algo estaba segura, nadie podría detener sus planes. Caminó por el lugar y ahí, se quedo observando la vista hermosa e iluminada de Paris, una vista que se sabía de memoria, de las pocas cosas que la atrapaban. La puerta del lugar se abrió, la atención de todos se digirió a ese lugar, la ceja de la joven se arqueo curiosa. ¿Quién se atrevía a romper aquel momento?
La cortina del telón se bajó poco a poco hasta cubrir su cuerpo. La joven bufó mirando a sus cómplices - Deberían escoger bien el alimento de los actores, ¿Negros? ¿Es en serio? - Recriminó con expresiones que dejaban ver claramente su molestia. Llevó sus manos al borde de la tela blanca del vestido corto que había escogido para la obra. Como si solo estuviera moviendo una pluma, llevó a cada lado una parte de la tela rompiendo el peña vestido. No le importó quedarse en ropa interior frente a esos vampiros, en realidad era lo de menos. La joven estaba tan segura de su belleza, del efecto que ejercía en los demás, el que pudieran verle con poca tela encima era lo que menos le quitaba el sueño. Con la tela echa trizas, comenzó a limpiar su pecho lleno de sangre. Se sentía increíblemente apestosa por la sangre de ese maldito humano. No volvería a rebajarse de esa manera, sin embargo esa fortuna, ese apellido y esa familia le podía dar más ventajas de las que hubiera imaginado, después de esa noche, de celebrar aquella magnifica actuación, quizás entraría a la casa de algún burgués dispuesta a sacar la sangre impura de su cuerpo para llevar algo más adecuado para su fino paladar.
Sus pasos resonaron, los tacones aun acompañaban su vestuario, dejó caer la tela en el escenario y avanzó con rapidez hasta su camerino, debía darse un baño rápido antes de salir e interceptar a su nueva "familia". La ventaja de ser vampiro es que bastaba solo un poco de agua y jabón para sacar del cuerpo todas esas impurezas. Enredó su cabello en una toalla, salió de la tina desnuda y buscó su vestido de gala. Rojo, debía ser rojo, su color favorito. Con la ayuda de algunas señoras del lugar (¿Señoras? Si, para todo el mundo, vampiras para los que sabían la verdad) se acomodó los listones del corsé hasta que su figura quedaba bien marcaba entre las telas. Su cabello ahora estaba entre húmedo y seco, pronto se secaría pues la noche y su estado le permitían volverse una hermosa muñeca de porcelana bien alineada sin batallar mucho. Marishka se observó por ultima vez al espejo cuando la puerta del camerino sonó. Solo fueron tres golpecitos suaves, así como la alta sociedad demandaba cuando solicitabas la compañía de alguien en especial. Abrió la puerta girando la perilla con cuidado. Su expresión de asco al saber que pasaría tiempo con aquellas personas desapareció en cuanto los vio por detrás de aquella puerta. Una sonrisa llena de dulzura ahora acompañaba a Marishka, la mejor de las actrices, esa era ella.
La joven se acercó a aquella familia, abrazó con tanto pesar a cada uno de ellos, y al final, hundió su rostro en el cuello de Dante, el hijo mayor, el que pronto sería su alimento, su nuevo matrimonio fallido, aquel que la haría más poderosa de lo que era. Se encamino con sensualidad tomaba de su brazo. Salieron de aquel lugar, sin embargo no salieron del teatro, cosa que a la joven le pareció algo extraño. Unas escaleras esperaban ser encontradas, y de pronto ahí, bajo la luz de la luna, una hermosa presentación de una cena romántica se visualizaba. La familia sonreía con complicidad, Marishka lo sabía, estaba ganando demasiado rápido esa parte, y de algo estaba segura, nadie podría detener sus planes. Caminó por el lugar y ahí, se quedo observando la vista hermosa e iluminada de Paris, una vista que se sabía de memoria, de las pocas cosas que la atrapaban. La puerta del lugar se abrió, la atención de todos se digirió a ese lugar, la ceja de la joven se arqueo curiosa. ¿Quién se atrevía a romper aquel momento?
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/12/2011
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Localización : Depende de la noche.
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Re: Caprichosa inmortalidad... [Privado]
Habían estado enzarzados – como de costumbre - en una conversación, misma que, para disgusto de << El Demonio >>, Razvan había empezado a ignorar desde que habían cruzado el callejón que les llevaría a la cuadra donde se encontraba el majestuoso Théåtre Des Vampires. De acuerdo, si tenía que ser honesto, << El Cazador >> solo le había ladrado un par de veces que cesara de hacer sus comentarios, Dracul – por supuesto – había pasado por alto su estúpido mandato. Sabía de sobra que Razvan detestaba saber que su sed de sangre era poderosa. “Tu voluntad es débil, Cazador.” La voz de Nicusor, fríamente calmada, no les engañó. Ambos sabían que << El Asesino >> se encontraba siempre en alerta, esperando con un ansia enfebrecida a que uno de ellos le acercara un cuerpo para dejar su firma. Si ninguno actuaba pronto, arañaría el cráneo para ser liberado. Ni siquiera Dracul podía detenerlo una vez decidía tomarse en serio el juego. “Vuelve a la fila. Tu presa está cerca, pero no lo demasiado para que aparezcas.” La sonrisa que asomó a los labios de Razvan fue tan apática que resultaba imposible no reconocer la arrogancia de Iorghu, siempre sintiéndose tan superior a las riñas entre los otros. Aún con esa mueca en su rostro, cruzó las puertas del teatro. Habían estado solo dos veces en aquél sitio. La primera por órdenes de la inquisición y la segunda simplemente por placer, - o esa había sido la razón principal - , porque una vez que la función había iniciado, Nicusor se había agitado, ansioso por abandonar el recinto con la humana que se encontraba disfrutando de la función a su lado. Dracul le había apoyado en aquélla ocasión porque Razvan y sus malditas misiones le habían mantenido apartado del placer carnal que una mujer bien dispuesta – y la que no – podía ofrecer. Cuando ella había aceptado la invitación, casi había saboreado la victoria, sus gemidos… Y sí que había gemido, excepto que de dolor, << El Asesino >> había cortado sus dedos en el mismo instante en que su lengua profundizaba en su boca. “Maldito seas.” Gruñó << El Demonio >>, como si al tener un atisbo del escenario se hubiese acordado.
Nicusor, en respuesta, solo había ronroneado. La humana, ignorante de que era una oveja pastando entre lobos, había gritado con fuerza con cada corte y cuchillada que su daga había trazado sobre la antes piel inmaculada. Si había algo a lo que no podía resistírsele, era a los gritos, a las súplicas y a los gemidos de dolor. Un gruñido vibró en el pecho de Razvan. Las imágenes que se proyectaban en su mente estaban provocando a << El Asesino >> y, esa vez, Dracul calló. Después de todo, la razón por la que visitaban el teatro esa noche, era por el trabajo que al cazarrecompensas se le había encomendado. Se detuvo cuando llegó a uno de los palcos desocupados, sin duda perteneciente a alguna familia pudiente que no había reclamado su lugar para observar la obra. Seguramente no se trataba de alguna nueva. ¿Importaba? No. Razvan no se había tomado la molestia de investigar. Se sentó, cruzó los brazos tras su cuello en una postura desgarbada y desinteresada mientras observaba cómo el telón se abría y una vampiresa, de despampanante belleza, aparecía en escena. Su belleza, si bien era digna de observar, no era una sorpresa. Él mismo había sido testigo de cómo las mujeres que descubrían a los inmortales, rogaban por mantenerse siempre jóvenes. Para Iorghu, aquello era comprensible pero a Razvan eso le molestaba. La traición de Tatjana lo había cambiado. Le resultaba imposible sentir comprensión, - algo - , hacia el sexo opuesto. Las odiaba. Se carcajeaba cuando escuchaba sin intención, cómo le juraban amor a sus amantes. El aparecía entonces, las embelesaba para demostrarse y demostrarles que el amor era ficción. Su boca se torció en una sonrisa de desprecio. “¿Cansado de permanecer en bajo perfil?” << El Fantasma >>, culpable – una vez más – del gesto en sus labios, no respondió. Así que la actriz coqueteaba con alguien del público… “¿Destrozando corazones?” La pregunta iba dirigida hacia el cazarrecompensas en tono burlón. Dracul no dejaba pasar la diversión.
El telón bajó tiempo después. La impaciencia de Razvan era notoria en su cara. Las líneas en su ceño fruncido, la tensión en sus labios y la forma en que cerraba sus manos dejaban en claro que intentaba no ceder el mando. “Pronto.” Advirtió en un gruñido. Saltaría en cualquier momento sobre su presa. Excepto que su presa ya se encontraba en movimiento. ¡Maldición! Se levantó con rapidez. La distancia que los separaba no era una desventaja. << El Cazador >> ya había invadido los pensamientos del humano. El idiota enamorado no paraba de fantasear con la actriz. Dracul se despabiló ante ese descubrimiento, ya se encontraba chasqueando la lengua contra sus colmillos, riéndose del hombre poco imaginativo. Un vampiro lo detuvo, negándole el acceso a esa parte del teatro. “Idiota.” Murmuraron los cuatro un segundo antes de que le rompiera el cuello. Eso no lo mataría pero le daría tiempo para terminar con su trabajo. No fue difícil seguir el rastro de los humanos, al final, se mezclaba con la erótica esencia de la vampiresa. Siguió sin detenerse, cualquiera que se interpusiera tendría el mismo destino que el guardia. “¿Una cena romántica? ¿Es una broma?” << El Demonio >> y su larga lista de conquistas no pudo evitar hacer la pregunta. Nicusor, en cambio, ya se encontraba copiando el gesto de la actriz. Enarcó una ceja del mismo modo en que hacía ella. – Creo que mi invitación se perdió en el camino. Agregó con cinismo y con una fiera mirada, desafiando a la vampiresa y a los humanos a decir una palabra. – Espero no haber llegado tarde, aunque por sus expresiones, deduzco que he llegado justo a tiempo. La cena aún no se ha enfriado. El doble sentido en sus últimas palabras era una broma de Dracul para la dama.
Nicusor, en respuesta, solo había ronroneado. La humana, ignorante de que era una oveja pastando entre lobos, había gritado con fuerza con cada corte y cuchillada que su daga había trazado sobre la antes piel inmaculada. Si había algo a lo que no podía resistírsele, era a los gritos, a las súplicas y a los gemidos de dolor. Un gruñido vibró en el pecho de Razvan. Las imágenes que se proyectaban en su mente estaban provocando a << El Asesino >> y, esa vez, Dracul calló. Después de todo, la razón por la que visitaban el teatro esa noche, era por el trabajo que al cazarrecompensas se le había encomendado. Se detuvo cuando llegó a uno de los palcos desocupados, sin duda perteneciente a alguna familia pudiente que no había reclamado su lugar para observar la obra. Seguramente no se trataba de alguna nueva. ¿Importaba? No. Razvan no se había tomado la molestia de investigar. Se sentó, cruzó los brazos tras su cuello en una postura desgarbada y desinteresada mientras observaba cómo el telón se abría y una vampiresa, de despampanante belleza, aparecía en escena. Su belleza, si bien era digna de observar, no era una sorpresa. Él mismo había sido testigo de cómo las mujeres que descubrían a los inmortales, rogaban por mantenerse siempre jóvenes. Para Iorghu, aquello era comprensible pero a Razvan eso le molestaba. La traición de Tatjana lo había cambiado. Le resultaba imposible sentir comprensión, - algo - , hacia el sexo opuesto. Las odiaba. Se carcajeaba cuando escuchaba sin intención, cómo le juraban amor a sus amantes. El aparecía entonces, las embelesaba para demostrarse y demostrarles que el amor era ficción. Su boca se torció en una sonrisa de desprecio. “¿Cansado de permanecer en bajo perfil?” << El Fantasma >>, culpable – una vez más – del gesto en sus labios, no respondió. Así que la actriz coqueteaba con alguien del público… “¿Destrozando corazones?” La pregunta iba dirigida hacia el cazarrecompensas en tono burlón. Dracul no dejaba pasar la diversión.
El telón bajó tiempo después. La impaciencia de Razvan era notoria en su cara. Las líneas en su ceño fruncido, la tensión en sus labios y la forma en que cerraba sus manos dejaban en claro que intentaba no ceder el mando. “Pronto.” Advirtió en un gruñido. Saltaría en cualquier momento sobre su presa. Excepto que su presa ya se encontraba en movimiento. ¡Maldición! Se levantó con rapidez. La distancia que los separaba no era una desventaja. << El Cazador >> ya había invadido los pensamientos del humano. El idiota enamorado no paraba de fantasear con la actriz. Dracul se despabiló ante ese descubrimiento, ya se encontraba chasqueando la lengua contra sus colmillos, riéndose del hombre poco imaginativo. Un vampiro lo detuvo, negándole el acceso a esa parte del teatro. “Idiota.” Murmuraron los cuatro un segundo antes de que le rompiera el cuello. Eso no lo mataría pero le daría tiempo para terminar con su trabajo. No fue difícil seguir el rastro de los humanos, al final, se mezclaba con la erótica esencia de la vampiresa. Siguió sin detenerse, cualquiera que se interpusiera tendría el mismo destino que el guardia. “¿Una cena romántica? ¿Es una broma?” << El Demonio >> y su larga lista de conquistas no pudo evitar hacer la pregunta. Nicusor, en cambio, ya se encontraba copiando el gesto de la actriz. Enarcó una ceja del mismo modo en que hacía ella. – Creo que mi invitación se perdió en el camino. Agregó con cinismo y con una fiera mirada, desafiando a la vampiresa y a los humanos a decir una palabra. – Espero no haber llegado tarde, aunque por sus expresiones, deduzco que he llegado justo a tiempo. La cena aún no se ha enfriado. El doble sentido en sus últimas palabras era una broma de Dracul para la dama.
Razvan Kournikov- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Caprichosa inmortalidad... [Privado]
La expresión de su rostro había cambiado por completo. La castaña ya no sonreía de manera fingida como toda una profesional, ahora sus expresiones estaba completamente endurecidas. "¿Quién demonio es ese?" Se preguntó casi queriendo que sus propios demonios internos averiguaran, quería dar ordenes encontrando así, la respuesta a su pregunta. Toda la familia parecía consternada, nadie conocía al invitado. ¿Qué debía hacer Marishka? No podía perder el control, no cuando estaba a punto de conseguir otro compromiso, otra gran fortuna. Sintió como Dante la encerró entre sus brazos, evidente era que el humano sintiera celos ante semejante vampiro. La joven delineó cada una de las facciones de su compañero de la noche. "No está mal" Pensó para si misma, una sonrisa tenue, que estaba completamente segura sólo podría ver el "intruso" se dibujo en su rostro, pues sus ojos se movían con descaro detallando aquella obra maestra. Evidentemente era más alto que ella, de complexión delgada pero se notaba lo bien conservado que estaba, su rostro pálido resaltaba el doble bajo el manto grisáceo de la luna. Un manjar para la vampiresa si le sumabas su olor apetecible. La joven amaba la sangre recorría la sangre de vampiro, muchos podrían creer que su cuerpo por dentro estaba putrefacto, la realidad es que el beber sangre de humanos los mantiene fuertes, de cierta manera vitales, y para ella embriagantes. Pasó la punta de su lengua por su blanca dentadura superar abriendo sus labios un poco. Deseaba probar, y debido a que había sido interrumpida en tan "importante" noche, no pediría, mancillaría esa piel cincelada, y tomaría lo que desde ese momento, en que sus miradas se cruzaron, era suyo.
Para su buena fortuna la hermana de Dante parecía embelesada con la nueva presencia. "Actúa Marishka, mueve las piezas a tú favor" Se dijo dos veces dando dos pasos hacía adelante, zafando su cuerpo perfecto de los brazos del mortal. Le dedico entonces una mirada cómplice a Dakota, la hermana de Dante, le guiñó un ojo y entonces, su actuación volvió a relucir acercándose al inmortal, fingiendo un rostro sorpresivo y feliz. Abrió entonces sus brazos y enredó los mismos en el cuello del hombre - Querido primo, has llegado sin perderte, que alegría tenerte con nosotros - La chica beso la mejilla del intruso, y no sólo eso, se atrevió a rozar su nariz con la piel ajena, se llenó de su aroma, y su lengua trazó una linea recta, un acto tan rápido que nadie podría haberlo captado "Delicioso". Lo soltó con rapidez volteándose a ver a cada uno de los integrantes - Mi único familiar en Paris, por favor he de pedir que lo traten como de la familia - Sus dedos finos, largos y estilizados se clavaron en el brazo del vampiro - Preséntate - Sugirió, pues no tenía idea del nombre del caballero. ¿Quién dudaría de las palabras de la joven? Nadie, aquel rostro angelical y perfecto la hacía ganar tanto, y el amor que Dante le predicaba hacía que nadie dudara al respecto. Marishka no soltó al inquisidor, lo guió con rapidez y fuerza hasta Dakota, deseaba que la jovenzuela se entretuviera con él, que distrajera al caballero en lo que "el acto principal se realizaba", y otras preguntas vinieron a su mente ¿Que quería? ¿Por qué estaba ahí?
Lo soltó. - Si me disculpas querido mío - La chica reverenció al vampiro, debía ser lista, no actuar en falso, no dejar que ningún pequeño detalle la delatara, no sólo a ella, también a él, de ser descubierto el vampiro podría caer ella, y ya había soportado demasiado a esos humanos asquerosos, como para que todo el teatro se cayera de un momento a otro. Dante la miraba con reproche, era el único que no dejaba de lado su confusión, y de cierta manera sus celos. "Malditos humanos, siempre tan sentimentales" Se dijo antes de llegar a sus brazos. Besó la mejilla del humano, Marishka aceptaba que tenía un olor tan excitante como la del nuevo invitado. La joven no le quitaba la mirada de encima, deseaba tenerlo en la mirada, responder sus preguntas, terminar la noche, y salir de ahí, aunque debía aceptar que tanto misterio en los ojos ajenos la excitaban. Cuando todo parecía tranquilo, el choque de una copa con una cuchara llamó la atención de todos los invitados, incluyendo a los vampiros. La castaña sabía que era el momento, su nuevo momento. Dante la había dejado y subía a una de las sillas haciendo una especie de llamaba de atención hacia su persona, ahí comenzó a dar unas palabras ridículas de amor, la sonrisa de Marishka se amplió, no precisamente por la felicidad, más bien por la burla interna que aquellos humanos le provocaban. La chica pasó al frente cuando fue llamada, aquella criatura insignificante se había arrodillado, sacaba una pequeña cajita, y le entregaba un anillo como prueba de su amor. Para ella solo se trataba de su sentencia de muerte, no sólo de él, también de cada miembro de que familia. Cuando el hombre dejó de hablar, la chica alzó ligeramente su mirada, encontrándose así, con la mirada penetrante de uno de los suyos. Se relamió los labios sin dejar de verlo, le guiño un ojo y entonces su voz salió tan sugerente como siempre - Acepto - Contestó de manera frívola, sin dejar de ver al que, después de apoderarse de la fortuna de Dante, sería su nueva presa.
Para su buena fortuna la hermana de Dante parecía embelesada con la nueva presencia. "Actúa Marishka, mueve las piezas a tú favor" Se dijo dos veces dando dos pasos hacía adelante, zafando su cuerpo perfecto de los brazos del mortal. Le dedico entonces una mirada cómplice a Dakota, la hermana de Dante, le guiñó un ojo y entonces, su actuación volvió a relucir acercándose al inmortal, fingiendo un rostro sorpresivo y feliz. Abrió entonces sus brazos y enredó los mismos en el cuello del hombre - Querido primo, has llegado sin perderte, que alegría tenerte con nosotros - La chica beso la mejilla del intruso, y no sólo eso, se atrevió a rozar su nariz con la piel ajena, se llenó de su aroma, y su lengua trazó una linea recta, un acto tan rápido que nadie podría haberlo captado "Delicioso". Lo soltó con rapidez volteándose a ver a cada uno de los integrantes - Mi único familiar en Paris, por favor he de pedir que lo traten como de la familia - Sus dedos finos, largos y estilizados se clavaron en el brazo del vampiro - Preséntate - Sugirió, pues no tenía idea del nombre del caballero. ¿Quién dudaría de las palabras de la joven? Nadie, aquel rostro angelical y perfecto la hacía ganar tanto, y el amor que Dante le predicaba hacía que nadie dudara al respecto. Marishka no soltó al inquisidor, lo guió con rapidez y fuerza hasta Dakota, deseaba que la jovenzuela se entretuviera con él, que distrajera al caballero en lo que "el acto principal se realizaba", y otras preguntas vinieron a su mente ¿Que quería? ¿Por qué estaba ahí?
Lo soltó. - Si me disculpas querido mío - La chica reverenció al vampiro, debía ser lista, no actuar en falso, no dejar que ningún pequeño detalle la delatara, no sólo a ella, también a él, de ser descubierto el vampiro podría caer ella, y ya había soportado demasiado a esos humanos asquerosos, como para que todo el teatro se cayera de un momento a otro. Dante la miraba con reproche, era el único que no dejaba de lado su confusión, y de cierta manera sus celos. "Malditos humanos, siempre tan sentimentales" Se dijo antes de llegar a sus brazos. Besó la mejilla del humano, Marishka aceptaba que tenía un olor tan excitante como la del nuevo invitado. La joven no le quitaba la mirada de encima, deseaba tenerlo en la mirada, responder sus preguntas, terminar la noche, y salir de ahí, aunque debía aceptar que tanto misterio en los ojos ajenos la excitaban. Cuando todo parecía tranquilo, el choque de una copa con una cuchara llamó la atención de todos los invitados, incluyendo a los vampiros. La castaña sabía que era el momento, su nuevo momento. Dante la había dejado y subía a una de las sillas haciendo una especie de llamaba de atención hacia su persona, ahí comenzó a dar unas palabras ridículas de amor, la sonrisa de Marishka se amplió, no precisamente por la felicidad, más bien por la burla interna que aquellos humanos le provocaban. La chica pasó al frente cuando fue llamada, aquella criatura insignificante se había arrodillado, sacaba una pequeña cajita, y le entregaba un anillo como prueba de su amor. Para ella solo se trataba de su sentencia de muerte, no sólo de él, también de cada miembro de que familia. Cuando el hombre dejó de hablar, la chica alzó ligeramente su mirada, encontrándose así, con la mirada penetrante de uno de los suyos. Se relamió los labios sin dejar de verlo, le guiño un ojo y entonces su voz salió tan sugerente como siempre - Acepto - Contestó de manera frívola, sin dejar de ver al que, después de apoderarse de la fortuna de Dante, sería su nueva presa.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Caprichosa inmortalidad... [Privado]
“Bastardo afortunado” Gruñó Dracul, yendo de un lado a otro dentro de su mente, obviamente intentando ser el director y no simplemente un espectador. “¿Celoso?” Preguntó burlonamente Razvan, - rompiendo el silencio para molestar a ese demonio en particular – llenando sus pulmones con esa esencia candente que la vampiresa había dejado atrás. El vestido rojo que se amoldaba a sus curvas, curvas suaves que habían encajado con su duro cuerpo, había provocado que las imágenes sangrientas – aquéllas donde Nicusor alias el demente se recreaba con los gritos y muertes – cambiaran. Aún había sangre, sí, pero ninguna gota de ese líquido carmín que se deslizaba sobre su cuerpo y el cuerpo femenino, pertenecía a los humanos. “Ríndete.” Le acribilló << El Demonio. >> Las mentiras que la vampiresa se inventaba sobre la marcha lo habían atrapado. Si de algo disfrutaba Dracul, - quien podía “oler” las mentiras a metros de distancia - , era la facilidad con que tropezaban mortales e inmortales una vez que se les arrinconaba. No había duda de que su intención era hacerla flaquear. “Ríndete” Volvió a repetir obstinadamente. “¿O necesito recordarte que conquistar mujeres no es lo tuyo?” Tatjana. El nombre que no se mencionó era una constante en su vida. El inquisidor cerró su mano con fuerza, deseando golpear la pared tras de ellos en un claro gesto de impotencia. Desde que Dracul, Nicusor e Iorghu se habían instalado en su mente – finalmente – lo había pasado mal, especialmente cuando su puño no podía hacer contacto con el “objeto” de su irritación. El odio nubló sus pensamientos. Mientras una parte de sí – El Rey de los Bastardos – disfrutaba con la falsedad, él – El Cazador - lo aborrecía. La traición de su esposa solo le había enseñado que no se debía confiar en las palabras que una mujer escupía. Un error que había descubierto demasiado tarde, pero uno que no cometería de nuevo, especialmente con la actriz que disfrutaba riéndose – porque estaba seguro que internamente lo hacía – del pobre infeliz enamorado.
“Así solíais verte, ¿sabes? Antes de que encontraras a tu hermano metido en tu cama, con tu esposa; por supuesto” “Por supuesto” Terminó cortantemente entre dientes. Si no se distraía, en cualquier momento explotaría. “Cállense. Ambos. Ninguno de ustedes está a cargo.” Razvan no se lo creyó – ni de cerca -, Demonio y Asesino jugaban a las apuestas, ¿y cómo no? De los cuatro, los más parecidos eran ellos. Los dos disfrutaban con el dolor, aunque la lascivia de uno era el sexo y del otro la muerte. Su boca se crispó ante otro de los derroches de inocencia de la vampiresa. “¿Creéis que simplemente jugaré tu juego?” Proyectó en su mente telepáticamente. La violencia que estalló en su pecho, se dijo, no tenía nada que ver con el estúpido humano poniendo un anillo en su dedo. Aunque ella se lo había pedido, había pasado por alto presentarse ante el grupo de desconocidos. Ellos no necesitaban conocer el nombre de su verdugo y él no necesitaba conocer los nombres de quienes ya podían darse por muertos, excepto quizás, el de ella. “Me pregunto… ¿Qué pensarán cuando descubran que tu querido primo es un vampiro?” La burla impregnó e hizo eco en ese pensamiento que iba dirigido - de nuevo - a ella. Así como la vampiresa había evitado apartar la mirada, Razvan la mantuvo prisionera, disfrutando y odiando, - en partes iguales -, la máscara que portaba. ¿Cómo sería sin ella? “Igual de despreciable,” se respondió automáticamente. Odio. Desprecio. Ira. ¿Cuánto más lo impulsaría? No pudo evitarlo, Nicusor finalmente lo empujó; después de todo era quien haría el trabajo. Una carcajada demente y fría provocó que todos los presentes clavaran su mirada en él. << El Asesino >> solo pudo empezar a aplaudir con regocijo. – Una increíble actuación, si me lo preguntan. ¿A quién hablaba? A todos y a nadie. ¡A sí mismo! - No sé ustedes, pero casi llegué a creer que éramos primos. Entonces, realmente lo habría jodido, he estado fantaseando con arrancarle ese vestido. Antes de que la humana a su lado pudiese reaccionar, la atrapó de la cintura y la sostuvo contra su pecho, justo como había hecho la vampiresa, excepto que esta vez, fue su lengua la encargada de trazar una línea recta.
“Así solíais verte, ¿sabes? Antes de que encontraras a tu hermano metido en tu cama, con tu esposa; por supuesto” “Por supuesto” Terminó cortantemente entre dientes. Si no se distraía, en cualquier momento explotaría. “Cállense. Ambos. Ninguno de ustedes está a cargo.” Razvan no se lo creyó – ni de cerca -, Demonio y Asesino jugaban a las apuestas, ¿y cómo no? De los cuatro, los más parecidos eran ellos. Los dos disfrutaban con el dolor, aunque la lascivia de uno era el sexo y del otro la muerte. Su boca se crispó ante otro de los derroches de inocencia de la vampiresa. “¿Creéis que simplemente jugaré tu juego?” Proyectó en su mente telepáticamente. La violencia que estalló en su pecho, se dijo, no tenía nada que ver con el estúpido humano poniendo un anillo en su dedo. Aunque ella se lo había pedido, había pasado por alto presentarse ante el grupo de desconocidos. Ellos no necesitaban conocer el nombre de su verdugo y él no necesitaba conocer los nombres de quienes ya podían darse por muertos, excepto quizás, el de ella. “Me pregunto… ¿Qué pensarán cuando descubran que tu querido primo es un vampiro?” La burla impregnó e hizo eco en ese pensamiento que iba dirigido - de nuevo - a ella. Así como la vampiresa había evitado apartar la mirada, Razvan la mantuvo prisionera, disfrutando y odiando, - en partes iguales -, la máscara que portaba. ¿Cómo sería sin ella? “Igual de despreciable,” se respondió automáticamente. Odio. Desprecio. Ira. ¿Cuánto más lo impulsaría? No pudo evitarlo, Nicusor finalmente lo empujó; después de todo era quien haría el trabajo. Una carcajada demente y fría provocó que todos los presentes clavaran su mirada en él. << El Asesino >> solo pudo empezar a aplaudir con regocijo. – Una increíble actuación, si me lo preguntan. ¿A quién hablaba? A todos y a nadie. ¡A sí mismo! - No sé ustedes, pero casi llegué a creer que éramos primos. Entonces, realmente lo habría jodido, he estado fantaseando con arrancarle ese vestido. Antes de que la humana a su lado pudiese reaccionar, la atrapó de la cintura y la sostuvo contra su pecho, justo como había hecho la vampiresa, excepto que esta vez, fue su lengua la encargada de trazar una línea recta.
Razvan Kournikov- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Caprichosa inmortalidad... [Privado]
-"¡Date por muerto!"- Se dijo en su mente, haciendo que su voz cantarina fuera dirigida al vampiro que tenía enfrente, dentro de su mente. ¿Quién era él? ¿Qué hacía ahí? No, no podía cuestionarse nada, no importaba nada, lo que importaba era arrancarle la cabeza, y después comerse sus entrañas. Los hermosos ojos azulados de la jovencita, cambiaron, el tinte negro azabache de la noche se deposito en su mirada, llevando la oscuridad de su alma presente, y no sólo eso, también la maldad, y ahora el odio que estaba experimentarlo. Sus manos no temblaron de coraje simplemente porque aquello era un tic humano, sin embargo se cerraron en un puño evidente, y sus largas uñas se clavaron en su muñeca. ¿Dolor? Ella no lo sentía, y aunque lo sintiera, era lo de menos, así como la felicidad, el dolor era efímero, y no estaba para ponerse a dramatizar con esas tonterías, debía volver a actuar, de la mejor de las maneras. -"Yo nunca pierdo vampiro"- Se burló, relamiéndose los labios. Sintiendo las miradas humanas sobre su envidiable figura, y escuchando los murmullos de mujeres que se hacían las indignadas. ¡Bendita doble moral! Quien más habla es quien más cojea.
La música no se había detenido, por lo que algunos de los presentes no habían escuchado la llamativa risa y las palabras del vampiro, los más importantes si, y eso la ponía en aprietos. Soltó la mano delicada de su prometido - Querido mío, no hagas esperar a los invitados, no podemos hacer que quedes mal, déjame este inconveniente a mi - Y se despidió del ingenuo humano, dejando un beso fugaz sobre sus labios cálidos. Marishka disfrutaba de esa temperatura, de ese cuerpo vivo, y no faltaba mucho para probar esa sangre apetitosa. Se dirigió al vampiro, caminando con sensualidad, moviendo sus caderas de forma insinuante, dejando que creyera que había ganado, y que estaba en sus manos. - Esas palabras tuyas pueden ser las últimas que digas, el incesto se paga con la horca, y no pretendo que un ser como tú muera tan rápido - "No ahora, no ahorita, y menos con tan insignificantes criaturas presenciando tú muerte. ¿Quieres jugar? Disfrutaras mis juegos" - Marishka rozaba con su pecho la figura poco agraciada de su cuñada. Estiró su rostro, observando de cerca la lengua insinuante de aquella criatura letal, le dieron ganas de sentirla en su interior. Ya que aquella actuación había terminado, poco le importo que vieran sus movimientos rápidos, letales y violentos. Ambas manos se colocaron en el cuello grueso de la mujer, sus dedos se hundieron en la piel, las uñas se enterraron provocando un grito sordo de los presentes - ¡Grita más, haz que lloren, que sufran! - Y después de sentenciar la noche con aquellas palabras, la vampiresa le rompió el cuello con un simple movimiento de manos, dejando que el peso de la mujer fuera sostenido por las manos de Razvan, estás se ceñían a la figura femenina.
El caos se hizo presente. Marishka no había estado de humor antes de llegar a esa cena de gala, y menos en ese momento cuando sus planes se habían caído por culpa de un intruso, además, no tenía ganas de componer nada, ni de dar explicaciones, le daba igual lo que esos humanos dijeran de ella, lo que su prometido enamorado pensara. Se dio la vuelta de manera dramática, como toda una actriz profesional, dándole la espalda al intruso. Las personas comenzaron a correr, a gritar, a intentar escapar de una vampiresa fastidiada, y aburrida. Con la velocidad de una gacela, se apresuró a trancar la puerta. - ¿Tienes sed? - Subió el tono de voz para que su compañero de condición la escuchara - Yo invito - Se camino con tranquilidad, acorralando a algunos humanos, poco le costaba arrancarle la cabeza a uno que otro, incluso una de las cabezas fue colocada encima de una mesa, como si se tratara del mejor adorno floral. Cada una de las personas fueron cayendo bajo sus pies, pero su mirada retadora no se apartaba de su rostro. - A mi nadie me viene a echar a perder el numerito, si algo me sale mal, lo desaparezco - Le indicó, hundiendo sus caninos en la piel blanquecina del que hasta hace unos escasos minutos se había convertido en su prometo. La sangre escurrió por su mentón y luego por su cuello, ignorando la elegancia de cualquier vampiro, y es que a ella eso le importaba poco, aunque de manera natural fuera así, hermosa, fina, elegante, prefería el salvajismo, lo natural de su naturaleza, eso la excitaba. ¿Quería verla sin una actuación? Ahí lo tenía. Dejó caer el cuerpo sin vida sobre sus pies, se limpió con la tela de su vestido la sangre que había escurrido - ¿Quién demonios eres? - Preguntó con molestia, tomando una posición lista para atacar - Oh, mi vestido se ha maltratado, ya puedes arrancármelo - Se burló, arqueando una de sus cejas.
La música no se había detenido, por lo que algunos de los presentes no habían escuchado la llamativa risa y las palabras del vampiro, los más importantes si, y eso la ponía en aprietos. Soltó la mano delicada de su prometido - Querido mío, no hagas esperar a los invitados, no podemos hacer que quedes mal, déjame este inconveniente a mi - Y se despidió del ingenuo humano, dejando un beso fugaz sobre sus labios cálidos. Marishka disfrutaba de esa temperatura, de ese cuerpo vivo, y no faltaba mucho para probar esa sangre apetitosa. Se dirigió al vampiro, caminando con sensualidad, moviendo sus caderas de forma insinuante, dejando que creyera que había ganado, y que estaba en sus manos. - Esas palabras tuyas pueden ser las últimas que digas, el incesto se paga con la horca, y no pretendo que un ser como tú muera tan rápido - "No ahora, no ahorita, y menos con tan insignificantes criaturas presenciando tú muerte. ¿Quieres jugar? Disfrutaras mis juegos" - Marishka rozaba con su pecho la figura poco agraciada de su cuñada. Estiró su rostro, observando de cerca la lengua insinuante de aquella criatura letal, le dieron ganas de sentirla en su interior. Ya que aquella actuación había terminado, poco le importo que vieran sus movimientos rápidos, letales y violentos. Ambas manos se colocaron en el cuello grueso de la mujer, sus dedos se hundieron en la piel, las uñas se enterraron provocando un grito sordo de los presentes - ¡Grita más, haz que lloren, que sufran! - Y después de sentenciar la noche con aquellas palabras, la vampiresa le rompió el cuello con un simple movimiento de manos, dejando que el peso de la mujer fuera sostenido por las manos de Razvan, estás se ceñían a la figura femenina.
El caos se hizo presente. Marishka no había estado de humor antes de llegar a esa cena de gala, y menos en ese momento cuando sus planes se habían caído por culpa de un intruso, además, no tenía ganas de componer nada, ni de dar explicaciones, le daba igual lo que esos humanos dijeran de ella, lo que su prometido enamorado pensara. Se dio la vuelta de manera dramática, como toda una actriz profesional, dándole la espalda al intruso. Las personas comenzaron a correr, a gritar, a intentar escapar de una vampiresa fastidiada, y aburrida. Con la velocidad de una gacela, se apresuró a trancar la puerta. - ¿Tienes sed? - Subió el tono de voz para que su compañero de condición la escuchara - Yo invito - Se camino con tranquilidad, acorralando a algunos humanos, poco le costaba arrancarle la cabeza a uno que otro, incluso una de las cabezas fue colocada encima de una mesa, como si se tratara del mejor adorno floral. Cada una de las personas fueron cayendo bajo sus pies, pero su mirada retadora no se apartaba de su rostro. - A mi nadie me viene a echar a perder el numerito, si algo me sale mal, lo desaparezco - Le indicó, hundiendo sus caninos en la piel blanquecina del que hasta hace unos escasos minutos se había convertido en su prometo. La sangre escurrió por su mentón y luego por su cuello, ignorando la elegancia de cualquier vampiro, y es que a ella eso le importaba poco, aunque de manera natural fuera así, hermosa, fina, elegante, prefería el salvajismo, lo natural de su naturaleza, eso la excitaba. ¿Quería verla sin una actuación? Ahí lo tenía. Dejó caer el cuerpo sin vida sobre sus pies, se limpió con la tela de su vestido la sangre que había escurrido - ¿Quién demonios eres? - Preguntó con molestia, tomando una posición lista para atacar - Oh, mi vestido se ha maltratado, ya puedes arrancármelo - Se burló, arqueando una de sus cejas.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Caprichosa inmortalidad... [Privado]
El gruñido vibró en su garganta. Él era el predador. Ella – ellos – eran solo sus presas. Dracul estaba furioso por la inoportuna muerte de la mujer que sostenía contra su cuerpo. El vampiro alzó la cabeza, sus orbes obsidiana albergaban todas las almas que había condenado, cualquier ente que se atreviese a mirarlo fijamente, sucumbiría a su hechizo. Los colmillos palpitaban en su boca. Exigían castigar. Nunca había permitido que tocasen su comida. Nadie. Ella iba a aprender pronto quién tenía el control – dentro y fuera – de la habitación. – Pagarás por esto. Amenazó, con una sonrisa falsa curvando lentamente su boca. Esperó. Luchó contra sus “hermanos”. Nicusor quería volver a tener el mando. “No. No. ¡NO! Es mía” Su lengua se envolvía contra las filosas puntas de sus caninos, apaciguándolas, enardeciéndolas; después de todo, no se podía domesticar a una bestia, solo prometerle la mejor de las venganzas. Observó. Se obligó a ser solo testigo de la danza que interpretaba la vampiresa. Aunque pudo haber reclamado otro cuerpo para alimentarse, no lo hizo. Ya había decidido quién sustituiría la sangre que no había llevado a su sistema. “Mía” La estúpida palabra era un grito en su cabeza. Con fuerza, hizo crujir los huesos en su cuello. “Calla, maldición. Tendrás las sobras” La respuesta que proyectó su alter ego fue una imagen de él auto mutilándose. Uno simplemente no mandaba a silenciar a El Asesino sin represalias, pero si éste quería que se acongojara, ¡bien!, podría sentarse, orar y esperar a que el jefe de Razvan le hiciera el milagrito. Otro gruñido, que parecía formarse desde lo más profundo de su alma… “Quieto ahí, perro de la inquisición, no tenemos una. No estoy yo al mando para que tú puedas solo lavarte las manos” El gruñido se intensificó. Las paredes y el piso parecían temblar ante la amenaza. Sabía que el cazador no podía hacer nada esa noche. Era un trato. Él jugaría a salvar su patética alma eliminando a tantos de los suyos como fuese posible mientras Nicusor cazaba y él, ¡Ah! Él se alimentaba. ¿Iorghu? A ninguno de ellos le importaba qué le gustaba, raras veces se aparecía para fanfarronear.
Dio un paso hacia ella, tan seguro de sí, todos sus músculos crujiendo en anticipación. Su boca se abrió, sus colmillos se mostraron. – Permítame ofrecer una disculpa. El sarcasmo no solo estaba impreso en el timbre de su voz, sino en sus movimientos cuando se dobló. Razvan pertenecía a un linaje muy respetado en Rumanía, así que la elegancia era como su sombra, una parte que arrastraba a cada paso que daba. Por supuesto, esa sombra se perdía cuando la oscuridad de Nicusor los cubría. – Todo esto no es más que un malentendido. Sabía que la dama no entendería ni una de sus palabras, pero realmente disfrutaba siendo el centro de atención. “¿A quién engaño? Solo somos ella y yo” Aunque parecía ser un pensamiento propio, no era más que una treta para que los otros estuvieron alertas, aprendiendo del experto, del mejor - en su opinión. – No quiero arrancarle el vestido. Antes de que ella pudiese reaccionar, se movió, pasando sobre los cadáveres. Apareció tras su cuerpo. Su brazo la inmovilizó contra su pecho. Su mano libre hizo a un lado su cabello. Aspiró su decadente olor. – Estaba aquí por su tonto prometido y usted – señaló con disgusto – lo ha arruinado todo. La última palabra fue un ensordecedor rugido. – Permítame presentarme. Me gusta que mis presas conozcan el nombre de su verdugo. Antes de que pudiese decir su nombre, la vampiresa – que había estado peleando por su libertad a cada momento – tiró fuerte de su abrazo. Sus miradas se encontraron. El odio que ardía en las profundidades de sus orbes solo se añadía a las llamas del suyo. Esta vez, cuando la atrapó de los antebrazos, la empujó con brusquedad sobre él. Giró, en un vals tétrico. La espalda de la desconocida golpeó con fuerza contra la pared, pequeños escombros cayeron al suelo. Su cabeza bajó, como la fina hoja de la guillotina, sobre su cuello. Al diablo la suavidad, el vampiro arrancó una parte de su garganta antes de clavar sus caninos profundamente en la abierta herida. La sangre que comenzó a fluir sobre su hombro, también bajó por su barbilla. “¿Sin presentaciones? Como gustes, cariño” Transmitió, tragando el delicioso líquido.
Dio un paso hacia ella, tan seguro de sí, todos sus músculos crujiendo en anticipación. Su boca se abrió, sus colmillos se mostraron. – Permítame ofrecer una disculpa. El sarcasmo no solo estaba impreso en el timbre de su voz, sino en sus movimientos cuando se dobló. Razvan pertenecía a un linaje muy respetado en Rumanía, así que la elegancia era como su sombra, una parte que arrastraba a cada paso que daba. Por supuesto, esa sombra se perdía cuando la oscuridad de Nicusor los cubría. – Todo esto no es más que un malentendido. Sabía que la dama no entendería ni una de sus palabras, pero realmente disfrutaba siendo el centro de atención. “¿A quién engaño? Solo somos ella y yo” Aunque parecía ser un pensamiento propio, no era más que una treta para que los otros estuvieron alertas, aprendiendo del experto, del mejor - en su opinión. – No quiero arrancarle el vestido. Antes de que ella pudiese reaccionar, se movió, pasando sobre los cadáveres. Apareció tras su cuerpo. Su brazo la inmovilizó contra su pecho. Su mano libre hizo a un lado su cabello. Aspiró su decadente olor. – Estaba aquí por su tonto prometido y usted – señaló con disgusto – lo ha arruinado todo. La última palabra fue un ensordecedor rugido. – Permítame presentarme. Me gusta que mis presas conozcan el nombre de su verdugo. Antes de que pudiese decir su nombre, la vampiresa – que había estado peleando por su libertad a cada momento – tiró fuerte de su abrazo. Sus miradas se encontraron. El odio que ardía en las profundidades de sus orbes solo se añadía a las llamas del suyo. Esta vez, cuando la atrapó de los antebrazos, la empujó con brusquedad sobre él. Giró, en un vals tétrico. La espalda de la desconocida golpeó con fuerza contra la pared, pequeños escombros cayeron al suelo. Su cabeza bajó, como la fina hoja de la guillotina, sobre su cuello. Al diablo la suavidad, el vampiro arrancó una parte de su garganta antes de clavar sus caninos profundamente en la abierta herida. La sangre que comenzó a fluir sobre su hombro, también bajó por su barbilla. “¿Sin presentaciones? Como gustes, cariño” Transmitió, tragando el delicioso líquido.
Razvan Kournikov- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Caprichosa inmortalidad... [Privado]
Lo odiaba, la vampiresa odiaba que le arruinaran un trato, que le movieran la fortuna que estaba por adquirir, era una criatura ostentosa, que se hacía de lujos y poder, con un ego bastante grande, le gustaba que la adoraran, y que la vieran como alguien completamente letal, porque lo era. Le parecía sumamente divertido el rostro de su nuevo acompañante, lo estudiaba de manera meticulosa, sus expresiones le habían atraído. Marishka, la vampiresa intocable, indomable, deseaba ser seducida por alguien diferente a Mikhail y Lucian, todos aquellos amantes que había tenido alrededor de su vida como inmortal sólo eran de paso, criaturas que alzaban su posición, a quienes se prensaba para sobresalir, porque ella no era tonta, sabía con quien relacionarse para ir creciendo, creando temor en los demás. Le gustaba la soltura, esa sonrisa letal, las formas recatadas y perfectas que tenía, se sintió atraída y la vez repudiaba tener a alguien así frente a ella. Lo más normal, eso creía, pues en ese momento estaba firmando una declaración de guerra, aunque ambos no lo notaran. Sólo bastó un innecesario parpadeo para estar acorralada. Dejó caer su larga caballera acompañada de su rostro contra el hombro ajeno. Lo miró de reojo, con una sonrisa radiante - ¿Así que a eso vienes? Intentas dejar en claro tú supuesto poder y hombría ¿No es así? - Aquel vals fue tan breve como placentero. - La única persona que podía tocar a mi prometido era yo, su sangre me pertenecía, y ese cuerpo también, era su dueña, quien ordenaba que hacía o no, y nadie, menos un estúpido vampiro iba a quitarme ese poder - La rabia era evidente, así como Razvan odiaba que le tocaran su comida, ella odiaba que tocaran lo suyo.
Sintió el tirón sobre su garganta. No era necesario que hiciera movimientos bruscos, mucho menos fingir que su respiración se agitaba, a diferencia de otros vampiros, Marishka no le importaba aparentar si respiraba o no. Era lo que era, y estaba bastante orgullosa de hondear una bandera con ello. La vampiresa declaraba su raza como la mejor, y ella por supuesto junto a sus creadores iban en la cima de la torre jerárquica, sin embargo aquellos movimientos eran bruscos, tramposos, pero en la guerra y el amor todo se vale, o eso dicen. Sintió una especie de escalofrío recorrer su cuerpo, la vitalidad que había robado de unos cuerpos con anterioridad se habían mezclado con su esencia muerta, se había vuelto el liquido vital que corría por su cuerpo inmortal, lo que le daba fuerzas, y la hacía tan hermosa e imponente como siempre. Le estaban robando lo que nunca había permitido tocar, solo en actos sexuales, y porque eso era una especie de fantasía sexual. Sintió los colmillos del vampiro atravesar su piel, y también tocar los huesos de su garganta. Marishka estiró sus manos, las giró haciendo que se doblaran las ajenas, y poder liberar el firme agarre, estaba tan perfectamente prensada que los dedos y uñas del vampiro le hicieron marcas profundas, marcas que se irían sanando con rapidez, a diferencia de la hecha en su cuello.
Su cuerpo sintió una especie de mareo, una sensación bastante humana, y que le hizo sentir rabia, pero era normal, la perdida de sangre ocasionaba grandes estragos en los vampiros, sumando la herida, el ser absorbido de una manera tan posesiva le maltrato incluso de un momento a otro la piel perfecta que poseía. Una de sus manos libres se movió con rapidez hasta el rostro del hombre, con la fuerza que tenía hundió sus dedos en la parte baja de la mandíbula de su agresor, enterrando sus dedos, bañándolos en sangre. Lo empujó con fuerza haciendo que ambos cuerpos salieran tres pasos hacía atrás. Llevó una mano a la garganta, sintiendo la temperatura de la sangre de sus entrañas, y llevó sus dedos, los que había enterrado en el vampiro a la boca, lamiéndolos, limpiando con deseo la sangre del macho que tenía frente a ella. - Si deseabas sangre debiste haberla pedido, de otra manera claro, dónde ambos tuviéramos más que eso, un placer diferente - Se encontraba herida si, pero le importaba poco, Marishka no se intimidaba por esas cosas, las disfrutaba, y su cinismo nunca se borraría. - No me gusta que toquen mi cuerpo sin mi consentimiento, y sino es para otra cosa que el placer carnal envuelto en el placer del alimento - Lo dejaba en claro, y no le permitiría aquello. Marishka se dio la vuelta, y observó los cuerpos caídos, uno que otro aun respiraba, aun se mantenía con vida, respirando con dificultad, casi oliendo a la muerte, porque la muerte misma estaba ahí, esperando alguna alma para llevarla al purgatorio, y torturarla. Caminó con lentitud, disfrutando del trayecto, sin apartar la mirada del vampiro, dejándose llevar por el sonido de la respiración del humano moribundo, y se agachó, tomando la vida, enterrando sus dientes, tomando fuerzas para el próximo ataque.
Sintió el tirón sobre su garganta. No era necesario que hiciera movimientos bruscos, mucho menos fingir que su respiración se agitaba, a diferencia de otros vampiros, Marishka no le importaba aparentar si respiraba o no. Era lo que era, y estaba bastante orgullosa de hondear una bandera con ello. La vampiresa declaraba su raza como la mejor, y ella por supuesto junto a sus creadores iban en la cima de la torre jerárquica, sin embargo aquellos movimientos eran bruscos, tramposos, pero en la guerra y el amor todo se vale, o eso dicen. Sintió una especie de escalofrío recorrer su cuerpo, la vitalidad que había robado de unos cuerpos con anterioridad se habían mezclado con su esencia muerta, se había vuelto el liquido vital que corría por su cuerpo inmortal, lo que le daba fuerzas, y la hacía tan hermosa e imponente como siempre. Le estaban robando lo que nunca había permitido tocar, solo en actos sexuales, y porque eso era una especie de fantasía sexual. Sintió los colmillos del vampiro atravesar su piel, y también tocar los huesos de su garganta. Marishka estiró sus manos, las giró haciendo que se doblaran las ajenas, y poder liberar el firme agarre, estaba tan perfectamente prensada que los dedos y uñas del vampiro le hicieron marcas profundas, marcas que se irían sanando con rapidez, a diferencia de la hecha en su cuello.
Su cuerpo sintió una especie de mareo, una sensación bastante humana, y que le hizo sentir rabia, pero era normal, la perdida de sangre ocasionaba grandes estragos en los vampiros, sumando la herida, el ser absorbido de una manera tan posesiva le maltrato incluso de un momento a otro la piel perfecta que poseía. Una de sus manos libres se movió con rapidez hasta el rostro del hombre, con la fuerza que tenía hundió sus dedos en la parte baja de la mandíbula de su agresor, enterrando sus dedos, bañándolos en sangre. Lo empujó con fuerza haciendo que ambos cuerpos salieran tres pasos hacía atrás. Llevó una mano a la garganta, sintiendo la temperatura de la sangre de sus entrañas, y llevó sus dedos, los que había enterrado en el vampiro a la boca, lamiéndolos, limpiando con deseo la sangre del macho que tenía frente a ella. - Si deseabas sangre debiste haberla pedido, de otra manera claro, dónde ambos tuviéramos más que eso, un placer diferente - Se encontraba herida si, pero le importaba poco, Marishka no se intimidaba por esas cosas, las disfrutaba, y su cinismo nunca se borraría. - No me gusta que toquen mi cuerpo sin mi consentimiento, y sino es para otra cosa que el placer carnal envuelto en el placer del alimento - Lo dejaba en claro, y no le permitiría aquello. Marishka se dio la vuelta, y observó los cuerpos caídos, uno que otro aun respiraba, aun se mantenía con vida, respirando con dificultad, casi oliendo a la muerte, porque la muerte misma estaba ahí, esperando alguna alma para llevarla al purgatorio, y torturarla. Caminó con lentitud, disfrutando del trayecto, sin apartar la mirada del vampiro, dejándose llevar por el sonido de la respiración del humano moribundo, y se agachó, tomando la vida, enterrando sus dientes, tomando fuerzas para el próximo ataque.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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Re: Caprichosa inmortalidad... [Privado]
Una mezcla embriagadora de sensualidad y energía en espiral, irradiaba desde el cuerpo de la vampiresa, uniéndose a su imperiosa necesidad de dominar. El gruñido que vibraba en la garganta de Razvan era un sonido de triunfo. Sus labios se habían movido sobre la garganta de la hembra en una sonrisa arrogante. Los demonios – sus hermanos – saltaban enfebrecidos dentro de los barrotes de su mente, buscando una grieta en su prisión para hacerse con el control. No lo conseguirían en un futuro inmediato. Ellos nunca se habían entendido realmente, sabían que nunca lo harían desde que luchaban por la supremacía. En cuanto uno estaba por alcanzar su objetivo, siempre existía otro para lanzarlo de vuelta al infierno. Los vítores se detenían abruptamente antes de siquiera, dar inicio. Era una cadena, solo que ninguno sabía quién estaba en la cima o quién lo estaría. La sangre siempre había sido un detonante – en diferentes medidas – para cada uno de ellos. El inquisidor que odiaba depender de ella, encontraba cualquier excusa para dejar a Dracul al mando, ignorando las vidas de los inocentes que perecían cuando éste, simplemente, se negaba a detenerse. Nicusor, en cambio, tenía una particular manía por la sangre de sus semejantes. Justo ahora podía escuchar cómo lo maldecía para que continuara succionando. Sus brazos eran como dos bandas de acero, moldeándole a él lo suficientemente fuerte como para magullarle. “Detente. ¡Detente! Mutilar. Mutilar. No lo olvides.” El rugido que amenazó con hacer explotar su cabeza le hizo arrancar su boca del esbelto y elegante cuello. La vampiresa había elegido el mismo segundo para empujarlo lejos. Razvan enarcó una ceja despectivamente. No se molestó en retraer sus colmillos. Hilillos de sangre colgaban de éstos. Deslizó su lengua como un látigo para limpiarlos. Observó, con una sonrisa cínica tirando de sus comisuras, las gotas carmesíes que se deslizaban perezosamente desde el cuello hasta el valle entre sus pechos.
- ¿Pedir? Se mofó con insolencia. La risa demente que resonó en sus pensamientos solo podía pertenecer a quien los había arrastrado hasta las puertas del teatro. El trabajo como cazarrecompensas le pertenecía a Nicusor, quien nunca decía no cuando pactaba quedarse con los cuerpos. Las cabezas eran todo lo que sus clientes obtenían al final del día. El prometido de la vampiresa no sería la excepción. Había un precio por su cabeza y él lo obtendría. “Juro que la haré lamentarse. Pude haber creado una obra de arte con todos estos humanos” La ira que inyectaba el asesino era poderosa, tanto, que casi podía degustarla. La mujer ante él solo se ganaba enemigos con cada una de sus abruptas decisiones. - ¿Cómo exactamente? ¿Pidiéndolo amablemente? Jah. Deslizó el dorso de su mano sobre la boca, limpiando todo rastro de su sangre. El sarcasmo era letalmente poderoso. Ella no sabía con qué clase de ser se había topado. Podría creer estarlo conociendo, solo para descubrir al siguiente segundo que todo era una maldita ilusión. Dracul era jodidamente testarudo. Nadie, excepto él, tenía la razón. Pero esa era solo una de sus mejores cualidades. Tenía muchas. Muchísimas. Era un as para las máscaras y las mentiras. La fémina podría ser envuelta en ellas y pensaría que se trataba de una manta de seda. – Olvidas que mataste a mi presa antes de poder disfrutar de ella. Lo único que hice fue elegir una sustituta y adivina qué, chérie, fuiste la afortunada. Mantuvo su mirada sobre ella en todo momento. La gracia con que se movía la hacía ver como una ninfa. Sus colmillos, aún alargados, centelleaban ante sus orbes. – Me gustaría quedarme a jugar toda la noche, pero tengo una cita; así que hagamos esto rápido. ¿Cuál es tu nombre, gatita? La desafiaba a que se negara a responder. Nada le impedía penetrar en su mente y conseguir la información que quisiera, a la fuerza.
- ¿Pedir? Se mofó con insolencia. La risa demente que resonó en sus pensamientos solo podía pertenecer a quien los había arrastrado hasta las puertas del teatro. El trabajo como cazarrecompensas le pertenecía a Nicusor, quien nunca decía no cuando pactaba quedarse con los cuerpos. Las cabezas eran todo lo que sus clientes obtenían al final del día. El prometido de la vampiresa no sería la excepción. Había un precio por su cabeza y él lo obtendría. “Juro que la haré lamentarse. Pude haber creado una obra de arte con todos estos humanos” La ira que inyectaba el asesino era poderosa, tanto, que casi podía degustarla. La mujer ante él solo se ganaba enemigos con cada una de sus abruptas decisiones. - ¿Cómo exactamente? ¿Pidiéndolo amablemente? Jah. Deslizó el dorso de su mano sobre la boca, limpiando todo rastro de su sangre. El sarcasmo era letalmente poderoso. Ella no sabía con qué clase de ser se había topado. Podría creer estarlo conociendo, solo para descubrir al siguiente segundo que todo era una maldita ilusión. Dracul era jodidamente testarudo. Nadie, excepto él, tenía la razón. Pero esa era solo una de sus mejores cualidades. Tenía muchas. Muchísimas. Era un as para las máscaras y las mentiras. La fémina podría ser envuelta en ellas y pensaría que se trataba de una manta de seda. – Olvidas que mataste a mi presa antes de poder disfrutar de ella. Lo único que hice fue elegir una sustituta y adivina qué, chérie, fuiste la afortunada. Mantuvo su mirada sobre ella en todo momento. La gracia con que se movía la hacía ver como una ninfa. Sus colmillos, aún alargados, centelleaban ante sus orbes. – Me gustaría quedarme a jugar toda la noche, pero tengo una cita; así que hagamos esto rápido. ¿Cuál es tu nombre, gatita? La desafiaba a que se negara a responder. Nada le impedía penetrar en su mente y conseguir la información que quisiera, a la fuerza.
Razvan Kournikov- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Caprichosa inmortalidad... [Privado]
La vitalidad comenzó a transitar por sus labios, tomando el camino de su garganta, y comenzando a distribuirse por cada parte de su cuerpo, eso era lo que necesitaba para retomar energía, para volver a ser la vampiresa de siempre, la impecable, sensual, y elegante Marishka Marquand, porque sin duda incluso su nombre se escuchaba magnifico, imponía voltear a verla con la simple idea de su presencia, y degustar la mirada con su andar, con esos movimientos precisos, letales y sobretodo delirantes. Aquella persona que poco a poco era arrebatada de la vida no sabía nada mal, pero no se comparaba con el que hasta esa noche y sólo unos minutos había sido el afortunado prometido, había deseado tanto mancillar la piel masculina, el olor que emanaba aquel hombre era fantástico, embriagante, pero ahora le habían arruinado todo, y eso no lo podría pasar desapercibido. La vampiresa había terminado con la última gota de vitalidad de la criatura que tenía entre sus manos, la dejó caer como si se tratará de un papel inservible al suelo, la cabeza retumbó al caer, y un sonido ensordecedor para cualquier humano se hizo presente. Se relamió los labios son sugerencia, y limpió con la lengua rastros de la sangre que había caído por las comisuras la beber, lamentablemente su vestido estaba arruinado por la perdida que le habían ocasionado, no importaba, eso lo vería después, la noche tenía que pintar para otra cosa, no para superficialidades de vestimenta.
- Acabo de entenderlo, eres el típico macho que siempre cree salirse con la suya, tener la razón, ser el supremo entre la cadena ¿Es así verdad? - Negó repetidas veces, sintiendo como su rostro le dejaba ver una sonrisa burlona, aquello ya se lo sabía de memoria, pero algunos tenían el privilegio de la duda, algunos de verdad valía la pena tener guerra, no con todos, y dado que le había arruinado la fiesta, ahora él sería su bufón en esa noche - ¿Tú presa? No te equivoques, estos eran mis territorios, te metiste en mi juego, y al hacerlo y arruinar las cosas yo tenía que ponerle fin, nadie iba a quitar lo que desde hace mucho era mío, ni siquiera tú vampiro, ten la fortuna de haber bebido de mi sangre, porqué es la primera y la última vez que lo haces - Su rostro ya no mostraba una sonrisa, se notaba lo molesta que estaba, la rabia que poseía su deliciosa figura, sus piernas mantenían una ligera flexión, estaba a la defensiva, bastante preparada para atacar en cualquier momento de ser necesario. Aspiró profundamente el aroma que había en el lugar: Sangre chorreando de los cuerpos humanos, procesos de putrefacción que comenzaban, el olor delicioso del vampiro, pero también una mezcla distinta que desprendía su aroma, algo que conocía y aborrecía, ¿Acaso eran inciensos?
- Uhmmm - Hizo un pequeño sonido, dejando en claro que lo analizaba. - ¿Por qué trabajas para la iglesia? ¿No te da vergüenza? Trabajar par aun humano que se cree supremo, que se cree más poderoso que nosotros, y que controla a una bola de renegados como tú, apestas a humano, a incienso y a cuarto repleto de religiosas vírgenes, no sé ahora que da más asco o pena de ti - Caminó a su alrededor, apreciando él panorama que tenía frente a ella - Lo peor del caso es que no estás nada mal, el único detalle es ese, que quieras meterte con lo mío, y claro tú relación con la iglesia - Aspiró de nueva cuenta, le asqueaba verdaderamente esos olores, y no precisamente por los mitos falsos que provenían contra los vampiros, más bien por toda la hipocresía que venía desencadenada de ahí, además que, ningún vampiro debería llegar a esas paredes, para ella eran criaturas que no debían ni siquiera por información o burla pisar esos terrenos - ¿Quién está peor entonces? - Se paró frente a él, aproximadamente a un metro de distancia, y ladeo los labios, formando una sonrisa mordaz.
- Acabo de entenderlo, eres el típico macho que siempre cree salirse con la suya, tener la razón, ser el supremo entre la cadena ¿Es así verdad? - Negó repetidas veces, sintiendo como su rostro le dejaba ver una sonrisa burlona, aquello ya se lo sabía de memoria, pero algunos tenían el privilegio de la duda, algunos de verdad valía la pena tener guerra, no con todos, y dado que le había arruinado la fiesta, ahora él sería su bufón en esa noche - ¿Tú presa? No te equivoques, estos eran mis territorios, te metiste en mi juego, y al hacerlo y arruinar las cosas yo tenía que ponerle fin, nadie iba a quitar lo que desde hace mucho era mío, ni siquiera tú vampiro, ten la fortuna de haber bebido de mi sangre, porqué es la primera y la última vez que lo haces - Su rostro ya no mostraba una sonrisa, se notaba lo molesta que estaba, la rabia que poseía su deliciosa figura, sus piernas mantenían una ligera flexión, estaba a la defensiva, bastante preparada para atacar en cualquier momento de ser necesario. Aspiró profundamente el aroma que había en el lugar: Sangre chorreando de los cuerpos humanos, procesos de putrefacción que comenzaban, el olor delicioso del vampiro, pero también una mezcla distinta que desprendía su aroma, algo que conocía y aborrecía, ¿Acaso eran inciensos?
- Uhmmm - Hizo un pequeño sonido, dejando en claro que lo analizaba. - ¿Por qué trabajas para la iglesia? ¿No te da vergüenza? Trabajar par aun humano que se cree supremo, que se cree más poderoso que nosotros, y que controla a una bola de renegados como tú, apestas a humano, a incienso y a cuarto repleto de religiosas vírgenes, no sé ahora que da más asco o pena de ti - Caminó a su alrededor, apreciando él panorama que tenía frente a ella - Lo peor del caso es que no estás nada mal, el único detalle es ese, que quieras meterte con lo mío, y claro tú relación con la iglesia - Aspiró de nueva cuenta, le asqueaba verdaderamente esos olores, y no precisamente por los mitos falsos que provenían contra los vampiros, más bien por toda la hipocresía que venía desencadenada de ahí, además que, ningún vampiro debería llegar a esas paredes, para ella eran criaturas que no debían ni siquiera por información o burla pisar esos terrenos - ¿Quién está peor entonces? - Se paró frente a él, aproximadamente a un metro de distancia, y ladeo los labios, formando una sonrisa mordaz.
Marishka Marquand- Vampiro Clase Alta
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