Encuentro [El juego de la seducción; 1º Acto] (Privado)

por **Max de Vectis** Dom Feb 26, 2012 11:50 am

La brisa nocturna se colaba por cada rendija de cada casa, por cada callejuela y callejón de la hermosa ciudad de París. La vida diurna desaparecía levemente dejando paso a la peligrosa y bohemia vida de la noche. Las luces de la ciudad se unen a las luciérnagas que pugnan por un sitio en el estrellado cielo de la ciudad. Máximus recibió un trabajo y, siendo como es, no lo iba a declinar.
La carta llegó unos días antes al burdel que solía frecuentar, aquél en el que fuese amigo de la propia fundadora y en el que ahora sigue siendo gran amigo de quienes mantienen la fama del lugar. Era una carta escueta, con las ideas claras, pidiendo la mayor discreción posible. Casi se podría decir que la dama entregó en mano la carta. Máximus nunca la leyó mas las ideas eran claras. Se requería de su compañía en unas noches por una dama. Convencional, corto y al grano. Todo ello empezaba bien. No era el típico cliente que deseaba cariños y juegos de índole sexual como si fuese un pañuelo. Por un lado se alegraba, pues los clientes como esta dama eran los que le hacían disfrutar de su hobby mientras que los que tan solo requerían sexo, los que le molestaban, solían ser una víctima más en su conteo.
Fuera como fuese, Máximus respondió una carta que nunca leyó ni conocía remitente, mas como cazador sabía seguir una pista regresiva. De esa forma la carta que redactó pudo llegar sin trámites hasta la dama que pedía sus servicios. No era una carta de aceptación, ni él vio a la mujer antes, aquél juego de coqueteo era lo que mantenía vivo su espíritu y así lo hacía ver. El papel adornado de letras llegó a su destinataria cual carta de amor de un admirador.

Madame, no me conocéis mas os puedo asegurar que vuestra estela ha intrigado a este perdido corazón. Sería un gran honor si vos me acompañaseis en una pequeña escapada o velada por el centro de París. Si aceptáis os espero el día acordado en el lugar acordado.

Siempre vuestro, Máximus de Vectis.

Aquellas cartas siempre evitaban que pudiesen unir a la persona que citaba sus servicios con un burdel o con compañías como las que él ofrecía. De esa forma todo parecía un juego entre amigos ya conocidos que buscaban algo más y solía ser una forma de tranquilizar al cliente.
Esa noche vestía una camisa blanca algo ajustada, pantalones negros de línea inglesa y una gabardina negra de doble hilera de botones. Podría pasar por lo que era. Un hombre de clase alta que buscaba pasar una noche tranquila sin llamar mucho la atención; pero arreglado. En el bolsillo exterior del pecho de la gabardina un pañuelo rojo y una rosa blanca para ser reconocido. El café escogido era de los más lujosos mas no sobrecargado. Servicio atento y discreto, clientela demasiado centrada en sus mesas como para darse cuenta de lo que pasaba a su alrededor, la mayoría parejas que se empezaban a conocer o matrimonios jóvenes que seguían con la llama viva, incluso matrimonios no tan jóvenes que la reavivaban.
Solía adelantarse a sus clientes para evitarles el nerviosismo de la espera así que allí estaba, apoyado en la pared frente al bar, fuera de la vista de la mayoría de la gente, esperando a la mujer que esperaba hacer reír y disfrutar durante la noche, mientras los bajos de la gabardina danzaban al compás del viento. Un carruaje pasó ante él con el sonido de los cascos precediéndolo, un reloj hizo sonar sus campanas anunciando la hora acordada. Lucía su mejor sonrisa esperándola ver aparecer.

por **Monique Nixie Chasdirs** Dom Feb 26, 2012 4:59 pm

¿Qué la había podido llevar a buscar tales cosas? En realidad aquello tenía una completa explicación, hacía más de un mes había roto todos sus lazos con su "protector" con aquel que había pasado los mejores días de su vida, pero también los peores. Esa era la única razón por la que ella buscaba la compañía de un hombre, no solo por los placeres carnales, si no también por la compañía. Toda su vida había estado cerca de alguien, ya fuese hombre o mujer, niño o ser. Siempre había estado alguien con ella, pero esta vez no había nadie y lo necesitaba tanto como un pez el agua.

~

Todabía era temprano para ella, quedaban un par de horas y no sería la primera en llegar, eso lo tenía más que claro. Giró su rostro un poco para mirar sobre el comodín la carta que había recibido con esos escuetos datos, datos que para ella eran suficientes. Nuevamente su mirada se posó sobre el techo, podía sentir todos los sonidos que allí se creaban; La gente paseando por el pasillo de la posada, el molesto ruidillo de las ratas al pasear por las vigas y su propia respiración pausada y tranquila. En realidad no era una mujer nerviosa, nunca lo había sido y no lo iba ser ahora, llevó una de sus manos hasta el vientre y después la otra dejándola encima, se quedó así un largo rato hasta que la puerta sonó un par de veces de forma insistente.- Cómo toques una vez más te cortaré la mano.-Masculló con verdadera molestia, lentamente se bajó de la cama y acomodó sus pantalones a sus piernas y después la camiseta de manga corta, en realidad no era una mujer demasiado femenina, por no decir que no era nada y eso lo demostraba a cada minuto.

Abrió la puerta con lentitud y frente a ella se encontró a la mujer de la tienda a la que había ido esa mañana, su mirada bajó hasta la caja que sostenía entre sus brazos como si de una bandeja se tratase.- Eso es... Lo que creo que es ¿Cierto?.-Preguntó dudosa. No la hizo esperar más, hizo un gesto con la cabeza para que pasase y cerró la puerta de forma rápida. Nadie debía saber de aquello, a nadie le importaba quien o que se escondía en aquella habitación. La muchacha dejó la caja sobre la cama y se disponía a irse cuando sintió de nuevo la voz de Monique.- Espera. ¿Me ayudarías por un par de monedas más?.-Sinceramente ella no sabía como se ponía un corsé, ni tampoco como acomodar correctamente un vestido. Ella siempre había vestido como un hombre, desde su infancia se había negado a llevar esos trajes largos y molestos desde su punto de vista.-Claro, señorita. ¿Empezamos? Creo que tenemos un largo trabajo por delante.-Añadió la joven mientras se quitaba su capa y se acomodaba para ayudarla. Sacó de la caja un largo vestido, no era como esos que lucían las mujeres de alta cuna, pero tampoco era un vestido sin garbo. La cara de Monique en ese momento era todo un cuadro, era más parecía que su mandíbula iba caerse en el menor momento, cerró sus ojos lentamente y suspiró de la forma más pesada posible.

Spoiler:

Les llevó más de una hora el que ella estuviese completamente arreglada, el vestido se ajustaba perfectamente al cuerpo de la mujer, pronunciaba y resaltaba sus curvas femeninas, pero a su vez dejaba ese toque de elegancia y discreción. La joven la hizo sentarse sobre la cama, para acomodarle su larga melena. Tomó un mechón de cada lado y los unió atrás con un pequeño broche que tenía incrustada una piedra del mismo color que el vestido.- Levántese madame.-Monique no dudó, se levantó despacio y la miró con una mueca de disgusto, en ese mismo instante, en ese mismo momento se sentía ridícula. La muchacha lejos de decir nada malo aplaudió en el aire un par de veces de forma despreocupada.- Estáis hermosa, madame. Deberíais vestir más amenudo así, os favorecen los colores.-La voz cantora de la joven hizo que Monique se llevase las manos a los lados de la cara en un gesto de desesperación.- No oséis decir eso... Jamás me veré bella con algo así..- Dio unos pasos hacia un lado, después hacia el otro y después la miró a ella.- Podéis iros... Y gracias por la ayuda..-La muchacha tomó su capa y abrió la puerta de la habitación.- Buena Luna, madame.-Monique esbozó una pequeña sonrisa.- Con dios.-Observó como la puerta se cerraba y suspiró. Miró el reloj, apenas quedaba media hora y debía llegar allí en ese tiempo, cogió la capa de encima de la cama, al igual que el vestido era en el mismo tono, se la colocó por encima delos hombros y la abrochó a la altura del cuello mientras salía de allí.

Su paso no apurado, pero tampoco tranquilo la llevaron por la calle principal de la ciudad de París, habían quedado en un lujoso café. Con cada uno de sus pasos podía notar como la daga que había sujetado en el liguero se movía levemente, en ese momento echó de menos sus botas altas y odiaba esos estúpidos botines de señorita rica que calzaba. Alzó su mirada hacia uno de los carteles y sonrió con cierto nerviosismo al ver que había llegado, ella como había quedado llevaba una gargantilla de tela con una rosa en el cuello, haciendo de él algo mucho más que elegante, su mirada se paseó con lentitud hasta que sus ojos dieron con su "cita". Se acercó lentamente, ni siquiera sabía que decir o hacer, ella no tenía modales de dama de alta cuna.- Buena luna, monsieur.-Su voz sonó segura, aterciopelada y con un toque sensual. Pero cada una de sus palabras iban impregnadas de cierta frialdad y desconfianza.

por **Max de Vectis** Dom Feb 26, 2012 5:08 pm

Bajo el oscuro manto de esa fría noche Máximus de Vectis continúa apoyado en el exterior del café. Los últimos pájaros que todavía se revuelven en sus ramas pían sin fuerza. Algunos pisos apagan sus luces y la línea de calle toma su color. Un último corro de niños se dirige a sus casas, por las vestimentas son de clase media. Hay uno que llama su atención y será perfecto para lo que tiene en mente. Va el último, a unos pasos de distancia del resto. Se arrodilla cuando pasa por su lado y susurra:
“¿Queréis ganaros unos francos, pequeño?”
“Pues claro.”
Los niños y su sinceridad, sin reconocer el posible peligro, sin las barreras de las clases, simplemente en el momento que viven y aprovechando lo que creen una mejora. Una mano se mueve sobre el pelo del pequeño hasta quedar parada en la pequeña espalda, tal vez tenga ocho o nueve años y tiene el típico cuerpo desgarbado de los mozalbetes que comienzan a dar los estirones cada vez con mayor frecuencia y potencia. La otra mano señala un puesto de flores conformado por un carrito, una bella joven que recoge los últimos ramos para volver a casa y un toldo para el día. Sacó una pequeña billetera y algunos billetes del interior. El dinero le sobraba y no era algo que a él le fuese necesario. ¿Qué mejor que repartirlo cuando tuviese oportunidad?
“Ve ahí, compra una rosa roja, otra blanca y otra flor para tus padres. Si haces eso te daré lo que te muestro.”
El niño cogió los billetes y trató de salir corriendo. Pero una mano de Máximus en su hombro y unas risas lo hicieron parar y girarse enfurruñado.
“Quieto ahí, gañán, que no he terminado. Si las compras y te escondes te doy el doble de lo que tienes en las manos. Tienes que esconderte muy bien y cuando veas a una dama que me salude te acercas por su espalda, le das un tirón suave de la ropa para llamar su atención y se las entregas. No digas nada y vuelve a tu casa. ¿Entendido?”
“Claro, pero si me da ya el dinero mejor.”
La sonrisa de picaruelo hizo el efecto contrario en Máximus que en el resto de las personas. Confiaba en el chaval. Le dio el doble de dinero y dejó que saliese corriendo a por las flores.
El carro empezaba a moverse cuando una mujer elegante y bella, pero que parecía fría e incómoda se acercó, a él. Sus palabras confirmaron lo que sus gestos decían. Máximus de Vectis se había deleitado con su presencia, con las curvas que el vestido hacia en su cuerpo, con la belleza de su rostro enmarcado en un cabello cuidado. A pesar de todo ello se notaba que no era lo que solía llevar, es más, juraría que, a pesar de la incomodidad del servicio que había requerido, no se sentía cómoda con la vestimenta elegida. Más de cuatrocientos años dan a uno tiempo de detectar pequeños tics, manías, gestos involuntarios que demuestran las verdaderas inquietudes de los clientes.
Cuando fue a abrir la boca el niño apareció tal como había dicho, le entregó las flores a la dama y, ante el temor de que se cayeran al suelo por la velocidad con que las entregó, desapareció corriendo por una callejuela.
“Estáis preciosa, mademoiselle. Ese vestido os queda perfecto y realza vuestra
hermosa figura. Incluso vuestros fríos ojos demuestran una calidez que seguro sale a bailar durante la noche.”
Todo palabras pronunciadas de manera suave, sin sensualidad pero agradables al oído. Tomó la mano de la joven besando su dorso.
“Mademoiselle…”
Fueron sus palabras mientras se volvía a poner derecho y, sin soltar su mano, abría la puerta del café dejándola pasar primero.

por **Monique Nixie Chasdirs** Sáb Mar 10, 2012 8:28 am

Monique no tenía muy seguro lo que podía pasar, ni siquiera sabía que pasaría a lo largo de la noche. Sintió unos pasos rápidos seguidos de un tirón de una de las muchas capas del vestido, su cuerpo giró lentamente sobre sus talones, de primeras no vio nada, pero al bajar la mirada se encontró con un niño asustadizo ¿Y aquello? Sus ojos divisaron como dos rosas quedaban suspendidas apenas décimas de segundo en el aire antes de que su mano rápida las agarrase con firmeza pero a la vez delicadeza. Antes de prestar atención a tales bellas flores siguió con la mirada al niño que ahora se metía por una callejuela, no podía evitarlo, quisiera o no su instinto de cazadora siempre estaba presente y aquel era la muestra, había utilizado su rapidez en reacción para que las rosas no tocasen el suelo. Quizás había sido un desliz por su parte, quizás tenía que haberlo ocultado... Pero era incapaz de hacerlo, eran cosas que salían soltas sin necesidad de buscarlas. Demasiados años ante el peligro y hasta el más mínimo movimiento la hacía reaccionar.

Chica de pocos modales, ni siquiera se dignó a agradecérselo. Observó las dos rosas juntas, eran realmente hermosas, sus ojos permanecieron clavados en ellas hasta que sintió las palabras de aquel hombre. Su cabeza se alzó lentamente hasta quedar a la altura de él, orgullosa y altanera podría parecer con aquel gesto, si no fuesen por los pequeños tiks característicos de los humanos se podría pensar que aquella joven era parte de la alta sociedad por su manera de comportarse. Sus labios se entreabrieron lentamente de forma sensual, como si de ellos fuese a salir alguna palabra, pero lejos de que eso pasara se formó un silencio momentaneo. ¿Cómo reaccionaría una dama? Ella jamás había tratado con hombres, el único que había estado con ella era Kilyann y no era precisamente la clase de hombre que la trataba como una mujer. La mano libre subió hasta un mechón travieso que se cruzaba en su rostro.- Sois muy amable al dedicarme tales palabras, caballero.-Increible pero cierto. Por primera vez había echado mano de la poca educación que tenía, pero había algo que había fallado. La frialdad de sus palabras, pese a salir sensuales carecían totalmente de calidez.

Su mano se deslizó delicadamente entre los dedos de él, en ese instante pudo notar lo que su instinto había descubierto, su piel fría se fusionó con la calidez de ella, eso la hizo estremecer levemente. No era miedo, ni tampoco respeto. Sin más le pasaba ante esos extraños cambios de temperatura de un cuerpo vivo y otro muerto. Lentamente alzó el brazo hasta que los labios de él acariciaron el dorso de su mano, sobre los labios de la joven se dibujó una pequeña e insignificanete sonrisa.- Monsieur...-Susurró suavemente mientras sus orbes verdes con detalles marrones se clavaron en las de él.

La puerta se abrió y su brazo bajó lentamente, la unión de sus dedos dedos no se rompió y ella no buscó hacerlo en ningún momento. Dudó unos segundos en hacerlo, pero finalmente con un movimiento un poco brusco pero muy seguro entró en el lugar, el calor que notó al hacerlo no fue del todo de su agrado, al contrario la hizo sentir cierto rechazo por aquel café. Suavemente y dejando una efímera caricia en su fría piel de él, ella terminó por soltarse del todo. A su alrededor había todo tipo de personas ya ubicadas en sus respectivas mesas, la mirada de Monique se paseó por todo el lugar, era una manía que tenía. En la derecha había varias mesas ocupadas por parejas que hablaban y coqueteaban tranquilamente, eso hizo que la joven frunciese levemente el ceño ¿Ella debía ser así? Porque si así era, sería la primera en irse del café. Ella no entendía como las mujeres podían llegar a ser tan cursis en algunos aspectos, o quizás es que ella se había criado entre niños y por eso aquella falta de "sensibilidad". Apartó la mirada un poco molesta, con cuidado y intentando no molestar a nadie empezó a caminar entre las mesas del lugar, con suavidad se giró sobre sus talones y los largos cabellos ondearon en el aire dejando ese suave olor de las flores silvestres. Miró la mesa y después a él.- ¿Os parece bien?.-Esta vez se había olvidado de los modales, pero no se la podía culpar, ella era así. Rebelde y salvaje, un espíritu indomable.- O quizás preferís otro lugar.-Añadió despreocupada, pero dejando ver ese toque de inquietud en sus gestos y movimientos.

por **Max de Vectis** Sáb Abr 28, 2012 9:31 am

Ciertamente carecía de modales y no parecía acostumbrada a que la tratasen con buenos modales. Las flores parecieron sorprenderle pero no parecían agradarle como a las demás. Parecía cogerlas con gusto pero con indiferencia, reconociendo el gesto pero viéndolo como algo superfluo, innecesario y omisible. Le costaba mantenerse como una señorita y eso me fastidiaba. Cierto es que era más ameno llevar una conversación con una joven risueña, cursi y suelta ya que solo tenías que escuchar, pero se hacía soberanamente inaguantable el hecho de ser siempre lo mismo, como de una moda desechable que se extiende como una plaga. La dejó pasar delante, era la noche de la dama así que él tan solo la protegería, animaría entretendría y haría sentir como ella deseara, siempre evitándole problemas.
Varias mesas estaban ocupadas por parejas jóvenes deseosas de conocerse mutuamente, agradar a la otra persona y completar el rito humano de cortejo con satisfacción. Un largo y laborioso camino que muchos tomaban al no reconocer que la verdadera forma de alcanzar un amor real es el de la casualidad. En la barra algún hombre más mayor que terminaba su jornada con un café para volver a casa despejado con la brisa de la noche. La joven eligió un sitio al que Máximus no vio inconveniente. Sonrío por la preocupación que ella mostraba sin mucho interés por si era de su agrado el lugar y asintió.
“Será perfecto, mademoiselle.”
Soltó despacio la mano de la dama para ponerse tras ella. Acaricia sus hombros despacio para buscar el cordel de la capa en la parte frontal del cuello de la joven.
“Si me permitís.”
No esperó respuesta para retirar el cordel y quitar la capa despacio. Retiró la silla para que la dama se sentase y después la acomodó. Tras ellos una percha en la que dejó la capa y la gabardina que se quitó en el acto. Se acercó a la mesa para sentarse frente a la dama, siempre con esa sonrisa. Ciertamente era bella, con un buen cuerpo que el vestido sabía encajar. De cualquier modo estaba claro que no era de vestidos, no se veía muy cómoda con él y pronto algo vino a la cabeza de Máximus; debería ser un café corto, una media hora a lo sumo, un primer acercamiento, antes de que a la dama empezase a molestarse el vestido al estar sentada en aquella silla.
“Decidme, mademoiselle Monique. ¿Qué os atrae de París?”
Sabía su nombre, recordemos la carta, mas no sabía mucho más de la dama. ¿Qué debería preguntarle? Eso se vería conforme conociese más de su personalidad. Sabía que lo más seguro es que no le gustase que nombrasen su nombre pero eso le daría la oportunidad de ver como reaccionaba ante adversidades o ver si se equivocaba en sus teorías. Acercó las manos a la mesa para ver que hacía la joven con las suyas. De pronto uno de los camareros del café se acercó a la nueva y tierna pareja del café.
“¿Qué va a tomar la pareja?”
El señor de Vectis sonrió al camarero antes de mirar a la dama para que pidiese lo que gustase, iba a ser tratada como la princesa guerrera que Máximus creía que era.

por **Monique Nixie Chasdirs** Lun Mayo 14, 2012 8:30 pm

Giró con suavidad su cabeza para observar por encima del hombro a Máximus, en sus labios se dibujó una sonrisa casi invisible. Hizo un gesto a modo de permiso para que terminase de sacar la capa que cubría aquel elegante pero sencillo vestido color borgoña perlado, al quedar libre de la capa bajó unos instantes la mirada hacia su vestimenta ¿Qué hacía vestida así? Por un instante sintió la necesidad de volverse a cubrir, se sentía realmente ridícula 'calzando' aquel pedazo de tela que le reducía los movimientos y la convertía en otra más de la ciudad, ni siquiera sabía como sentarse correctamente con su ropa normal ¿Cómo lo iba hacer ahora que aquel largo vestido le reducía todo movimiento posible? Soltó un insonoro suspiro y con dificultad se sentó sobre la silla que él le había apartado hacía unos instantes. Mientras él se sentaba ella intentó acomodar el vestido, levantó un poco su cuerpo para pasar después las manos por debajo y así arrastrar la tela hasta dejarla lisa, hecho eso pensó que lo demás sería fácil, tan solo tenía que mantenerse recta y con una pose correcta. Pero eso sería lo más complicado de la noche, ella solía sentarse como un hombre, incluso recostarse sobre las sillas mientras jugueteaba con su cabello.

"¿Donde diantres me metí? ¿Era necesario esto, Monique?" Pensó. La voz del varón la hizo volver en sí, su mirada paseó por el lugar hasta que sus ojos encontraron los de su acompañante, se quedó unos instantes callada, pensando cual sería la respuesta correcta para tal pregunta. No era una pregunta difícil, pero sí tenía varias respuesta y debía pensar cual diría sin ser demasiado brusca.- París...-Empezó diciendo, con un tono pausado y casi susurrante.- Podría decirse que llevo toda la vida aquí y aún no hay nada que me atraiga lo suficiente.-Aseguró a la par que hacía un suave movimiento con la cabeza, para darle más fuerza a sus palabras.- Aún así... Hay ciertas cosas que me ligan aquí.-Si aún seguía en aquel lugar no era por otra razón que ganarse unos cuantos francos matando y cumpliendo encargos. Desgraciadamente la vida se había vuelto muy caprichosa con ella, la había posicionado en la parte más baja de la pirámide obligándola a ganarse día a día el pan. Eran una lucha continua por la superviviencia. ¿Y ahora? Estaba gastando su dinero en un acompañante ¿Qué había pasado? Para que mentir, necesitaba de la compañía de alguien, pues tras la marcha de Kilyann el mundo se le venía grande, demasiado.- Pero no quiero acaparar toda la conversación conmigo... Seguro se volvería aburrido.-En realidad odiaba hablar de su vida.

No dijo nada en los minutos siguiente, bajó sus ojos hasta aquella mano del hombre que le quedaba más cerca, casi por reflejo acercó la suya hasta la de él, pero no llegó a rozarle lo más mínimo pues hubo algo que la frenó, la voz del camarero hizo que ella volviese sobre sus pasos y dejase ambas manos apoyadas sobre la tela del vestido, sobre las piernas. "¿Qué toman las señoritas? ¿En serio puede salir algo bien?"Pensó de forma divertida, se tomaba con gracia la situación, pues cada vez era más ridículo y bochornoso. Miró primero al camarero, después al hombre que la acompañaba y nuevamente al camarero, claramente en su rostro se podía ver el cacado que tenía, era incapaz de comportarse sin que algo de su verdadero yo saliese a la luz. Con suavidad se llevó un dedo hasta los labios, dejándolo posado mientras pensaba.- Yo tomaré un café irlandés, por favor...-Terminó diciendo. Su voz salió titubeante, incluso temblorosa al pedir. Normalmente tomaba cualquier tipo de bebida alcoholica ¿Pero y ahora? Ni siquiera sabía que pedir, por eso mismo había decidido tomar aquello, quizás la calmaba, aunque lo dudaba. Había sido demasiado inteligente al pedir algo con cafeina.

Nuevamente acomodó sus manos sobre la mesa, una de ellas se guió hasta la muñeca de la contrario, donde inició un pequeño ritual de caricias, intentando relajarse o encontrar algo que la distrajera minimanente. Le estaba costando demasiado mantener las apariencias.

por **Max de Vectis** Sáb Ago 11, 2012 11:30 am

El café envolvía ambos cuerpos en un mar de aromas, pequeños toques de cucharas en tazitas, algún sorbo a un café delicioso preparado de mil forma y con mil ingredientes. Algunas conversaciones veladas, la mayoría de amantes vagaban por un ambiente para nada cargado y acogedor. Las paredes recogían todas esas sensaciones reverberando por todo el local creando una música relajante al compás de los corazones que habitaban aquél espacio. Parecían reconocer lo que entre ellas ocurría reflejando en cuadros, pinturas y brillo amor, ternura, complicidad y todos esos sentimientos que los humanos, en sus cortas vidas suelen anteponer a todo lo demás. Cierto es que esos sentimientos te hacen vivir, te alegran durante un tiempo pero hay que tener metas, logros y saber que todo eso es simplemente... un juego entre dos.

El humo de los cafés se fundía con el de algún cigarro. Las voces femeninas guiaban a las masculinas, siempre tan ingenuas creyendo que llevan la voz cantante en la relación. Aquí y haya pequeñas inflexiones en las frases de las féminas hacen cambiar la actitud de los acompañantes. De un fantasma al más tierno se intercambian personalidad y se llenan la boca con promesas y leyendas sobre ellos mismos y lo que harán si ellas les aceptan en su corazón. En alguna parte de su cerebro, el vampiro que acompaña a la cazadora, ríe por todo aquello. Apartados de todas esas conversaciones y a su vez en el centro de todas, esas dos figuras tienen sus propios problemas y vergüenzas, sus acercamientos y obstaculos.

La voz de la joven cazadora hacia reaccionar casi automáticamente a Máximus que sonreía, asentía y la miraba a los ojos lo suficiente para intimidarla pero no tanto como para ahuyentarla. Esos ojos preciosos que habían pedido de los suyos. Vio la acción de acercamiento de la joven, sus respuestas. Cuando quiso desviar la atención de ella todo quedó claro. No se sentía cómoda allí, no así. El camarero corta el acercamiento de la mujer a su mano, las que mantiene sobre la mesa. Esas preciosas manos, manos curtidas, no delicadas como las de las damas,sino manos fuertes de quien vive a diario para llegar al día siguiente. Cada vez se alegra más de haber aceptado a esa mujer. Esas manos que ante la presencia de un depredador, el camarero, huyeron a su refugio en el regazo de la joven. Aquello era un paso hacia atrás pero ya había descubierto lo que ella necesitaba.

Miró al camarero tirando la silla un poco hacia atrás, un brazo colgando tras el respaldo, una pierna cruzada sobre la otra, rodilla con tobillo y mano sobre el tobillo, en posición de dejadez o de cierta chulería. Esperó la petición de la cazadora para añadir.

"Un capuccino... y una botella del mejor licor que tengáis. No escatimes, pero que sea bueno de verdad."

Alzó una ceja para hacer ver al hombre que no estaba de broma y después miró a Monique poniendo una mano sobre la mesa cuando el camarero partió con el pedido. Su vestimenta estaba impecable como la de la joven. Aunque él siempre, de caza, trabajando, ligando, comprando, camiando, solía llevar ese tipo de ropa se notaba que ella, aunque tuviese un más que deseable cuerpo con aquél vestido, no se encontraba a gusto. Se inclinó un poco sobre la mesa arrugando ligeramente el mantel bajo el brazo y sonrió.

"Me encanta que las mujeres sean ellas mismas."

Sonreía esperando que la joven y bella cazadora entendiese lo que le decía.

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