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Black versus Mariscal.  Primer acto (privado) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por André Miér Ago 08, 2018 11:09 am

Como Mariscal me ocupaba de la seguridad de Francia, del rey  y de sus nobles, no cabía error en mi trabajo.  Hoy se celebraba una fiesta en honor a los tratados alcanzados con Inglaterra, acudiría un noble en representación de su reina y tenía que asegurar que ningún atentado se produjera, nada que empañara esta alianza.
Uniformado con mi traje militar me encargué personalmente de asegurar cada posición de mis hombres, todo estaba dispuesto para el baile y el duque insistió en que disfrutara en el interior de los bailes, así como de la compañía grata de las jóvenes solteras.
No disfrutaba con estas fiestas, pero negarme al Duque era tan absurdo como pretender poner en la picota mi cabeza, así que acepté la propuesta con una sonrisa certera. En el interior de la fiesta me mantenía mas pendiente de los invitados cuya procedencia no terminaba de ubicar que de las faldas que según el Duque debía cortejar.

Los invitados parecencia divertirse, todo iba bien, así que poco a poco conseguí ir relajándome, incluso acepté un par de copas de algunos de los nobles que bien me conocían y con los que había tratado temas de estado.
Un par de bailes con señoritas de reputado nombre, halagos para las damas, conversaciones sobre política para los hombres y el deseo hiriente de irme a casa cuanto antes, aquello me aburría enormemente.

En las afueras, en mi fortaleza otros menesteres me ocupaban, unos que adquirí por herencia de mi familia y que no podía eludir. En mi sótano se alojaba Sir Landry con una misión importante, hacía mucho que presté mis botos a la orden, castidad, obediencia...nadie de los allí presente conocía esa cara de mi.

El Duque algo ya tomado llegó con una bella doncella de rasgos raciales y cabello pardo, me la presentó como la dama “Black” e insistió que debería bailar con ella pues su conversación en nada tenia que ver con la de las damas solteras y mojigatas con las que me relacionaba.
Admito mi primera intención fue negarme, pero era difícil decirle que no a ese hombre.
-Señorita ¿bailamos? Veamos cuanta razón tiene su anfitrión.
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Mensaje por Kishar Black Dom Ago 12, 2018 1:45 am

En algunas ocasiones resultaba provechoso acudir a una de las fiestas de la nobleza parisina, codearse con la aristocracia del lugar podía darte acceso a ciertos personajes y bien entablada una amistad reafirmabas contactos y mantenías intactos los hilos de los que podías tirar llegado el caso. No era exagerado decir que no solo contaba con contactos e influencias en la capital, pero la mejor de las manifestaciones del aprecio que la aristocracia podía brindarte se expresaba en la manera en la que conocían mi apellido.

Yo era más dada a realizar este tipo de interacciones que el resto de mis hermanos y no tardó demasiado tiempo después de mi retorno a París para que mi nombre comenzase a resonar en las fiestas de los personajes de abolengo y me llovieran las invitaciones a este tipo de acontecimientos. El apellido familiar pesaba, ser un Black te ponía instantáneamente en la cima, pero no iba a ser modesta y creerme que mi persona no tenía mucho que ver en que mi presencia fuera requerida. La gente me rodeaba, les gustaba mi conversación, se sentían atraídos por lo que veían.

La dama etérea, la belleza intacta, la imagen de lo que muchas mujeres desearían ser y la manera en que a pesar de sonreírme muchas de ellas me envidiaban. Lo podía ver en las miradas lanzadas hacia mí, en la manera en la que detectaba sus celos cuando sus esposos o sus prometidos me dirigían la palabra, saludándome y sosteniendo mi mano durante unos minutos más de lo requerido. Incluso los círculos de los hombres de negocios y los políticos que usualmente se retiraban a formar un grupo en el cual debatían mientras fumaban un cigarro excluyendo a las damas, me recibían de buen grado entre ellos y prestaban atención a lo que decía.

Aunque por supuesto, no todos me daban la razón, pero era la minoría en todo caso, los humanos podían resultar entretenidos en ese sentido, al menos eso pensaba la demonio al acercarse a ellos. La pequeña treta del gato y el ratón, mis miras puestas en un objetivo, el arte de la seducción por mucho tiempo fueron las armas de la hija de los milenios.

Sin embargo, esta noche pasaba de ese juego, mis prioridades habían ido cambiando en las últimas semanas, aunque mi concentración requiriera que mi mirada repasara a los presentes, mis motivaciones resultaban variables.

El duque se había movido de lugar en cuanto notó que me acercaba a él, despojando a un grupo de aristócratas de su atención para centrarse en mí y darme la bienvenida, preguntándome qué opinaba sobre la fiesta.

Ladeé la sonrisa guardándome mi opinión cuando uno de los meseros se acercó con una charola para ofrecernos un par de copas.  

El anfitrión comenzó a comentarme la importancia de los tratados entre Francia e Inglaterra y se vanaglorió de que su intervención hubiese sido decisiva en ello antes de que alguien más hiciese acto de presencia interrumpiendo la conversación. En un inicio ni siquiera reparé en su presencia, hasta que no me quedó más remedio que voltear a mirarle cuando mi interlocutor realizó las presentaciones indicándole al uniformado que se perdería de mucho si no me sacaba a bailar.

Desplacé mi mirada silenciosamente sobre el sujeto, cuando ceremoniosamente extendió la mano hacía mi para de esa forma ceder al requerimiento del duque y sugerir que caminásemos hacia el área de baile. Arqueé una ceja al escuchar la manera en que lo pedía y coloqué la copa en la charola de otro mesero antes de tomar la mano del soldado.

-¿Intenta decirme que duda de las palabras del duque?- Esbocé una sonrisa afilada ante su elección de palabras que aunque pudieran parecer corteses no dejaban de ser incisivas al dar a entender de forma indirecta que yo podía ser tan mojigata y anodina como cualquier otra dama que le pasara al lado. -¿No es una apreciación algo osada?- Mantuve el contacto visual con él al detenernos entre las parejas y aguardar a que la banda de músicos comenzara a tocar.


Última edición por Kishar Black el Sáb Sep 01, 2018 10:43 pm, editado 1 vez
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Mensaje por André Dom Ago 12, 2018 11:59 am

La doncella era osada, alejándose de las demenciales palabras del resto de damas que me adulaban nada mas posaban sus manos sobre mi cuerpo. Las jóvenes alagaban mi buen hacer, incluso mi porte regio, su conversación era banal y carente de todo interés.
-Lamento mi osadía, mas francamente las fiestas no son mi fuerte aunque sin duda lo compenso con  mi conversación intensa y estimulante bromeé haciéndola girar entre mis manos – Nunca os había visto ¿os habéis instalado en París recientemente? -pregunté haciendo un rápido repaso mental de aquello que alcanzaba a tocar.

Manos frías, piel pálida, apostaría mi vida a que su corazón no latía, ella era una cainita y su belleza inmortal solo daba veracidad a mis propios pensamientos. Ninguno de los dos eramos solo lo que aparentamos ,ella una mujer bonita y yo el mariscal que se ocupaba de la seguridad de todos los presentes y de ella misma.
-¿y bien? ¿vuestro marido no se sentirá ofendido de que tan bella criatura dance conmigo? -pregunté con un deje diversión en mi voz.

La orquesta seguía tocando, todos en aquella pista seguíamos el ritmo despacio, galantes en el cortejo como habíamos aprendido en la corte, sin ser osados, ni por contra demasiado parados como para no dejar huella.
-Contadme, cual es esa conversación distinta de la que hacéis gala para cautivar no solo con vuestra belleza...-iba a continuar cuando uno de los soldados se acercó a mi para susurrarme que en el exterior habían disturbios, al parecer unos rebeldes pretendían entrar en la fiesta para atentar.
Demasiadas personalidades congregadas allí, tensé el gesto y con una reverencia me disculpe con la doncella acariciando su diestra antes de liberarme de ella.
-Lo lamento mi señora, el deber me llama.

Pocas eran las veces que bebía, llevaba solo una copa, ese era el motivo, que siempre tenia que estar dispuesto.
Uno de mis soldados me acercó mi espada, afiancé las correas a mi espalda en una de las esquinas pero sintiendo su mirada en mi fija ¿quien era?
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Mensaje por Kishar Black Dom Sep 02, 2018 12:05 am

-Pero aún no he escuchado su conversación como para considerarla intensa y estimulante.- Otra vez la sonrisa afilada se asomó a mis labios. No era una refutación hecha de forma personal en contra de él, pero mi agudeza de carácter recalcaba el hecho de que ya comenzaba su conversación confiado de lo amena que era sin haber dado pruebas primero de que tal era el caso.

Aunque resultaba entretenido que de una vez afirmara el hecho con absoluta seguridad, por lo que mientras me hacía girar entre sus brazos siguiendo la música mis sentidos se fijaban en otros presentes en el salón, especialmente en las miradas que se posaban en nosotros. No era de extrañar que las miradas se sintiesen atraídas hacia mí en los bailes, pero en este caso noté que le seguían también a él. Ahora que, qué tanto el mariscal llamaba la atención de las damas por sí mismo, y qué tanto era promovido por su profesión y su uniforme, era demasiado pronto para saberlo.

-Hace un par de meses, yo no le llamaría poco tiempo ni tampoco he escatimado mi presencia en eventos como este pero imagino que su rango le requiere en diversos lugares y que no ha de pasarse por todas las fiestas de París ¿o me equivoco?-

Mis pies continuaron siguiendo el ritmo de una melodía lenta, nada innovadora, pero si lo suficientemente armoniosa como para atrapar a todos los presentes en el hechizo que lanzaba la orquesta al saber como lograr sacar mayor provecho de sus instrumentos. -¿No cree que más bien yo debería de ser la ofendida en caso de que mi marido se encontrara ausente permitiendo que su espacio lo ocupasen otros?-

La música cambió de ritmo, las notas se volvieron más rápidas y me moví como si estas fueran una corriente que me arrastrase… casi llegaba a evocar memorias de antaño al hacerlo así, pero las sepulté y preferí simplemente anclarme al presente. -Aún no determino si me reta para que le compruebe que soy más que un adorno bonito o si me halaga a su manera.-

Y allí se truncó la conversación, ambas partes habían pedido pruebas a la otra, pero la noche traía consigo otros enredos que torcían la velada.

Mi mirada se deslizó despacio por los presentes, la fiesta estaba animada, los nobles conversaban, el duque se encontraba en el centro de un grupo y un par de caballeros se había colocado frente a mi dispuestos a probar suerte solicitándome una pieza de baile.

Mis ojos se centraron en el mariscal que se había dirigido a una esquina, le observé con concentración fija en él antes de aislar los sonidos adyacentes para concentrarme en los externos y detectar de esa manera al tumulto que se aproximaba.

El estallido alcanzó mis oídos antes de que los cristales se hicieran pedazos, un ladrillo había dado contra uno de los ventanales y el grito de una mujer hizo callar a la orquesta.

Uno de los presentes se dio la media vuelta y alcancé a ver en cámara lenta sus movimientos, como se abría el abrigo y sus dedos se movían para alcanzar un revolver escondido. Antes de que lo sacara ya sabía hacia donde dirigía el disparo por lo que me moví y con un empujón nada sutil saqué del camino de la bala a la joven amante del duque.

Las dos caímos sobre el suelo y mis ojos amenazaron con tornarse escarlata como la sangre que bombeaba en los aterrorizados corazones a mi alrededor. El fuego de la demonio crepitó en mis ojos amenazando con hacerla emerger mientras los gritos de terror se sucedían y la gente comenzaba a correr atropellándose unos a otros para buscar una salida.
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Mensaje por André Dom Sep 02, 2018 4:39 am

Todo pasó muy deprisa, mientras mi soldado me informaba sobre los recientes acontecimientos y la necesidad imperial de que actuara antes de que se atentara contra alguna de las personalidades, se escuchó un grito sordo así como el ruido de los cristales estallando en mil pedazos.
Corrí hacía el lugar para auxiliar a una de las doncellas cuando a mitad camino me detuve percibiendo como uno de los invitados se abría la chaqueta para sacar una pistola de pequeño tamaño pero lo suficiente precisa.

La trayectoria de la bala iba directamente dirigida a una joven la amante del duque. Me abalancé contra el asesino dispuesto a detenerlo pero el arma ya había sido disparada y el ruido sordo había dejado en silencio por un instante la estancia para después producir una avalancha de gente que corría en todas direcciones tratando de huir.
Mis ojos se posaron en ese instante en la dama de interesante conversación, que ademas de guapa y al parecer entretenida acaba de convertirse en la heroína de la noche pues gracias a ella la dama del duque había resultado ilesa de lo que hubiera supuesto sin duda alguna su muerte.

Mis hombres se esforzaban por reconducir a los invitados a sus carros y a lugares seguros asegurándose de resguardar el perímetro de nuevos intrusos.
Con unas sogas até al delincuente y dos de mis hombres se lo llevaron a la prisión del estado, allí podríamos interrogarlo, había que llegar al que dio la orden pues de seguro este solo era el pardillo, la mano ejecutora de un crimen no pertrechado.

Corrí hacia las dos doncellas que estaban siendo socorridas en ese instante por uno de mis hombres asegurándose que ninguna tuviera daños.
-¿Estáis bien mis señoras? -pregunté tendiendo la mano a Krisha que aun seguía en el suelo quejándose de su tobillo derecho -permitirme madam -pedí hundiendo mi rodillas para atrapar su liviano cuerpo y alzarlo con suma facilidad -lleva al a Joven Delamark fuera, custodiarla, quiero que le pongáis vigilancia día y noche, que hayan fallado no implica que no puedan volver a intentarlo.
Comunica al duque que esto transcenderá con discreción, por eso no acudiré a su casa.

Era evidente que la tratarse de la amante en inicio no quería causarle problemas familiares con mujer e hijos.
-Pídele que pase por comisaría, allí podremos hablar tranquilos.
Esperaba no fuera necesario tener que hablar con su esposa, aunque no se podía descartar como motivación los celos de una mujer despechada.

Caminé con la morena entre mis brazos hasta alcanzar una de las mesas de las bebidas y sin pensarlo pasé mi antebrazo dejando plana la superficie mientras de nuevo el ruido de cristales y licores se vertía por el suelo.
-Déjeme ver ese pie -pedí alzando su falda lentamente apenas hasta un poco por encima del tobillo -¿donde os duele mi señora?
No lo veía inflamado, de echo pensaba era una inmortal, lo que implicaría estaba fingiendo, pero no era medico y no comprendía de estas cosas – interesante mujer, ademas de bella y de tener una conversación intensa ¿sois heroína en vuestros ratos libres? -pregunté con un deje de diversión mientras alzaba msi azules hasta sus pardos sin dejar de rozar la piel gélida de su tobillo.


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Mensaje por Kishar Black Mar Sep 25, 2018 10:25 am

Segundos, sólo tomaba segundos que la demonio despertara. Me lo tomaba muy en serio, las afrentas de este tipo se colaban por debajo de mi gélida piel, atravesando la capa de hielo, activando mi lado más oscuro. Las flamas brillaban en mis ojos, no me importaba arrasar con todo si exacerbaban ese lado.

Los gritos de la gente huyendo no hacían más que encolerizarla, encolerizarme, la demonio era yo y cuando emergía resultaba destructivamente liberador.

Pero algo me detuvo, la amante del duque alzó la mirada hacia mi agradeciéndome por sacarla de la trayectoria de la bala. -¡Es usted una heroína!- Antes de moverme ya me había echado los brazos alrededor, temblando como un cervatillo. Podía olerle el miedo, escuchar los latidos de su corazón apretado contra mi pecho, bombeando con gratitud.

Me detuve unos segundos, los suficientes para mantener suspendidas las flamas que se habían abierto paso en mis orbes.

El duque había sido una de mis cartas mejores jugadas al llegar a París, mantener mi atención puesta en él me había abierto puertas, tanto de forma literal como figurativa.

En cuanto llegué a la capital fui moviendo de forma conveniente cada una de las piezas. El resultado se produjo a mi favor, me introduje en la sociedad parisiense tal y como lo deseaba, me había dado a conocer en sus fiestas y reuniones. Una vez mi presencia fue notada y la admiración de los demás conquistada, las invitaciones comenzaron a llegar solas.

La joven me empapaba el hombro, estaba hecha un mar de lágrimas. Uno de los soldados se aproximó para preguntar como estábamos, librándome del asedio que me ponía incómoda.

Detalles en los cuales antes no reparaba capturaron mi atención de forma distinta a la habitual, reparando en la mirada llorosa de la mujer. -¡La consideraré mi amiga de por vida!- La observé en silencio mientras era escoltada fuera del lugar por órdenes del mariscal que había acudido a nuestro lado.

Mi mirada recuperó su apariencia habitual y me quejé de que me dolía el tobillo. Aún muchos de los presentes corrían, acaparando las salidas. La fiesta se había convertido en el escenario del pánico y los presentes mostraban su naturaleza egoísta, "sálvese a si mismo quien pueda hacerlo".

Por mi parte había caído en el suelo con el pie en un ángulo extraño y el soldado se había percatado. Como inmortal la posición no significaba nada, pero para una humana al menos hubiera supuesto una torcedura de tobillo así que me dejé ayudar por el mariscal que se mostró interesado en llevarme a algún asiento cercano.

El asiento resultó ser una mesa de adonde su brazo rápidamente barrió todo, haciendo caso omiso de los objetos de valor que había lanzado al suelo y que estallaron rompiéndose en pedazos. Alcé una ceja al notar lo que hacía. -No sabía que a los soldados se les permitía arruinar la propiedad de los nobles. ¿No le llamarán la atención sus superiores? Ah… lo olvidaba, usted está a cargo.- Mis orbes se profundizaron al observarlo.

Tenía sus azules concentrados en mi tobillo y lo iba examinando al tantearlo con su mano. -A-allí.- Fingí que me dolía con un deje de diversión interna. -Si... justo en ese punto.- Hice una mueca de dolor en cuanto alzó la mirada para fijarla en mis orbes. -Quizás he sufrido una torcedura.-

Reparé en como al ejecutor de los acontecimientos se lo habían llevado atado de muñecas. -Lo han apresado con facilidad.- Reflexioné, observando como lo guiaban hacia un seguro encarcelamiento. Mis sentidos seguían fijos en el exterior, había menos ruido de agresores, después de enviado el mensaje comenzaban a esparcirse. -Ha sido una advertencia.- concluí, antes de devolver la atención al soldado.

Ahora que lo miraba el brillo en mis ojos cambió a la del águila real que con pericia adquirida examina al inocente ratón de campo. -No permita que mi percance le distraiga, es usted un hombre ocupado, le necesitan.-

Hice amago de ponerme de pie y al dar el primer paso dejé salir un grito ahogado, perdí el equilibrio y caí directamente en sus brazos. -No tiene que cuidarme.... Estoy segura de que si arrastro el pie conseguiré llegar a la salida…- Hice un esfuerzo por recuperar el aliento mientras suavemente rozaba con mi mano su levita. -Con algo de suerte conseguiré un carruaje en la calle… si es que la multitud permite que quede alguno libre.-
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Mensaje por André Mar Sep 25, 2018 2:37 pm

La doncella bien podía ganarse la vida en una obra teatral, deslicé mis dedos por su piel gélida, el candor de la propia erizo su bello en l oque a todas era una caricia etérea.
-Si, creo tiene una torcedura -susurré sin aflojar mi agarré mientras mantenía mi mirada anclada a esos pardos que parecían guardar grandes secretos, aunque a esa altura aun no sabía cuantos.
La doncella me insto a ir a cumplir mi deber y en un acto estoico, que no era tal pues su tobillo estaba bien bajó de la mesa con tal fortuna de vencerse nuevamente sobre mis brazos.

Los soldados miraban la escena, una pobre dama en apuros, herida por su valiente actuación, como iba a dejarla allí, sola y desprotegida.
Me relamí los labios negando con la cabeza.
-No, no puedo permitir se vaya sola, menos a estas horas de la noche, como ve la oscuridad trae peligros que nunca duermen -en mi sonrisa pudo vislumbrar el énfasis del “nunca duermen” pues los inmortales usaban la noche para alimentarse -permitame actuar como el caballero y Mariscal que soy y déjeme llevarla a casa ¿que menos podría hacer por una dama como vos, una heroína que ha impedido un desastre mayor.

La alcé ligera como una pluma entre mis brazos mientras giraba mi rostro para dar unas ultimas ordenes al soldado.
-Llevar al reo a prisión, en cuanto pueda iré a tomarle declaración, que nadie entre o salga de su celda hasta entonces, lo quiero incomunicado.
El chaval asintió con la cabeza asegurando así haber entendido su misión.

Con la doncella engarzada con sus brazos a mi cuello abandoné el Palacio Royal rumbo a coger uno de los carruajes que esperaban fuera, yo había llegado a lomos de mi montura, así que tendríamos que tomar uno de los que se congregaban alrededor esperando recoger a algunos de los nobles que salían sin tener allí carruaje alguno.
Al día siguiente recogería la montura, en el establo estaría bien cuidada y alimentada, así que en principio no había mayor problema.

No tuvimos que esperar en demasía, ventajas de ser quien era, de inmediato uno de los mozos me abrió la puerta y con suma delicadeza coloqué a la señorita Black en su mullido asiento para ocupar de inmediato el de enfrente.
-Ponga su pie en mi pierna, seguro que mantenerlo en alto la ayuda a calamar el dolor -le sugerí sin apartar mi mirada de sus depredadores ojos ¿de que sería capaz aquella mujer? Esa pregunta fluctuaba por mi mente en ese instante -he de reconocer que ademas de bonita, sois interesante.


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Mensaje por Kishar Black Sáb Oct 13, 2018 12:42 am

En tres segundos había armado mi pequeño teatro, estábamos en el acto uno. Una vez que la demonio se activaba no desaparecía tan fácilmente, aún encontrándose en brazos ajenos que al parecer resultaban generosos, o por lo menos esa impresión daban a aquellas mentes más susceptibles como podían ser las de sus subordinados.

No pasé por alto la manera en la que el soldado sonrió al hablar de peligros que nunca duermen. Se relamió como un gato se relame los bigotes al saberse conocedor de una estrategia que le confiere la ventaja.

Sin embargo nunca se había cruzado conmigo… por lo que tampoco podía predecir lo que le traería la noche, aunque creyera que ya tenía todo el conocimiento del mundo. Para ser humano tenía la vista bastante aguda, insinuaba que sabía lo que yo era, algo no tan sencillo de detectar.

Como mujer podías esconderlo de ciertas maneras, otorgándole con el maquillaje más rubor a tus mejillas, cubriendo tus manos con guantes e incluso atribuyéndose a los polvos que toda mujer de la época utilizaba, la blancura de mi piel desde la suave curva de mi cuello hasta la altura del estratégico escote del vestido que incendiaba la imaginación.

-Es muy generoso.- Le ofrecí una sonrisa cuando me tomó en brazos y echó a andar para abandonar el palacio, le rodeé el cuello con los brazos y de vez en cuando lancé sutiles quejidos de supuesto dolor a la vez que enterraba la nariz en su cuello.

-Si no fuera por usted no sé que habría hecho, me habría quedado sin carruaje y sin manera de regresar a casa.- No tardó en encontrarnos medio de transporte y pronto me depositaba en un mullido asiento.

-Ponga su pie en mi pierna, seguro que mantenerlo en alto la ayuda a calmar el dolor – Ah, pero él ya sabía lo que yo era, o al menos lo intuía… por lo que yo no era la única que se entretenía con su papel en este acto. -Si me lo permite.- Hice una mueca de dolor al moverme y retirando mi zapato coloqué mi pie sobre su regazo.

-Las ventajas de estar en una posición de mando… poder tomar con facilidad lo que se desee en el momento oportuno siempre que se quiera.- Comenté con doble sentido, acariciando las cortinas con mis dedos gélidos encarcelados en blancos guantes, al referirme a como el cochero en cuanto vio su uniforme y rango le había dado la prioridad a él para viajar en el carruaje antes que a otros invitados.

-¿Puedo preguntar el apellido de quien ha sido mi benefactor esta noche?- Me anclé a su mirada mientras con tranquilidad contemplaba su rostro, comenzaba a escuchar su respiración y el inevitable bombeo del corazón que regaba la sangre en sus venas pasando por esa yugular que latía debajo de una piel joven y caliente.

Cuándo fue la última vez que me interesé en la sangre de un humano de forma particular…

-¿No se preocupará su esposa por que se ausente tanto tiempo?- El coche continuaba su trayecto sobre los adoquinados de París alejándose del poblado centro para desplazarse hacia una zona residencial más discreta y tranquila.

Lo observé con la mirada brillante y diversión velada al hacer la pregunta. El carruaje dio un salto al toparse con un bache y mi pie se desplazó hacia el interior de su muslo. Al notar lo acontecido lo deslicé por su entrepierna rozando despacio allí, dada mi rapidez sobrenatural podía pensarse que había sido por accidente.

-Ya casi llegamos.- anuncié, mirando por la ventana antes de regresar a su rostro algo distraído por mi accidentado pie. -Me temó que abusaré otra vez de usted, requiero de su ayuda para entrar en mi hogar. No voy a poder subir las escaleras por mi misma… y me temo que llegar a las habitaciones requiere de ello.-
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Mensaje por André Dom Oct 14, 2018 2:20 pm

La dama no declino mi oferta, su pie quedó sobre mi muslo tratando de buscar algo de cobijo, el dolor quedaba patente por sus siseos y muecas, sin duda la obra teatral estaba siendo un éxito en esta cruzada de infierno contra espada.
Ladeé la sonrisa al escuchar sus palabras ¿esposa?
-No os preocupéis mi señora, no tengo esposa que pueda esperarme en casa, apenas unos sirvientes son los que me echarían de menos -dejé caer sin demasiado entusiasmo.
Desde luego que no hablé de la orden de templarios que se alojaba en mi mansión, ni de aquel niño de ojos grandes que me esperaba en su habitación.

El bache movió su pie hacia mi entrepierna que se abulto bajo el roce de su piel, era un hombre a fin de cuentas y como cualquiera mis instintos me acercaban al pecado y ella era la serpiente de la lujuria, pude ver un matiz brillante en sus ojos cuando notó despertar mi hombría, para ese entonces creo que ambos sabíamos cual era el vals que bailábamos.

El carruaje se detuvo en la enorme mansión de la dama Black, no esperaba menos de alguien como ella, era ostentosa y a la vez sobria, difícil de explicar pues estaba cuidado todo hasta el último detalle.
-No os apuréis mi señora, he venido hasta aquí para asegurarme que la heroína de la fiesta llega sana y salva hasta su cámara y no sería de caballero dejaros aquí..a al intemperie teniendo el pie en esas condiciones, es mas os sugiero mañana hagáis llamar al medico si no se os pasa, nunca se sabe si una mera torcedura puede esconder algo mas complicado de tratar -ensanché la sonrisa poniéndome en pie y sin dilación pasé mis brazos por debajo de su liviano cuerpo para sacarla del carruaje despacio.

La joven, al menos en apariencia, se engarzó a mi cuello con los brazos, y contra mi cuello siseo de dolor hundiendo allí su nariz, roznado con ella mi piel que bajo su tacto se erizo.
-vos diréis mi señora, no conozco vuestra mansión -alegué caminando hacia el portón donde una de sus doncellas nos abría la puerta dejándome entrar a un elegante recibidos lleno de espejos, columnas enroscadas y bellos grabados en las monturas.

La vampiresa señaló hacia las escaleras, unas amplias de mármol blando enmoquetadas de rojo y con una barandilla de madera noble en tono cerezo.
Kishar apenas pesaba, era una mujer bella y por el gesto de las sirvientas parecían estar acostumbradas a que desfilaran los hombres por su cuarto con frecuencia.


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Mensaje por Kishar Black Lun Nov 05, 2018 2:11 am

-Vos diréis mi señora, no conozco vuestra mansión.- El humano me cargaba en brazos, atravesando las rejas negras y luego el vistoso jardín hasta alcanzar la puerta de enfrente adonde una de mis doncellas se apresuró a abrir observando la escena perpleja.

Hasta donde ella sabía, su señora nunca se enfermaba y no podía saber que me había "lastimado" así que me recibió con muchas exclamaciones y aspavientos. Los deseché de inmediato ordenándole que se calmara. Mi voz se escuchó serena y satinada, pero firme. -Ve a dormir, no preciso de tu asistencia.-

Una fija mirada mía, nada desconocida para ella, bastó para que se detuviera congelada sobre sus pies, se apresurara a asentir y diera la media vuelta. Sonreí de medio lado, la doncella estaba bien domesticada, era como un perrito al que de vez en cuando había que tirar de la correa.

-Me temo que habréis de subir las escaleras.- Me dirigí al soldado, alzando el brazo para enseñarle la parte superior de ellas. No tardó en continuar el camino adonde le dirigía y comenzar a subir los escalones enmoquetados de rojo. -No os causaría esta molestia de no ser porque a estas horas nocturnas escasea quien pueda asistirme y llevarme con seguridad a mi habitación.-

Una vez alcanzada la segunda planta le fui señalando el camino. Debía recorrer un pasillo en cuyas paredes se desplegaban invaluables pinturas traídas de diversos lugares del mundo, muchas eran originales, algunas obras incluso desconocidas para los más versados en la materia. Con el transcurso de las arenas del tiempo habían sido hechas exclusivamente para mi de mano de sus artistas.

Pasamos frente a diversas puertas hasta llegar a la del final del pasillo. -Ha llegado al final de su recorrido.- Mi rostro estaba muy cerca de su cuello, tanto que metía mi cabeza en el y mi nariz volvía a frotarse allí por momentos. Tenía la yugular bien cerca y no me costaba escucharle los latidos del corazón, seguir todo el trayecto circulatorio a lo largo de sus venas hasta llegar a ese punto tan cercano a mi rostro.

Repasé despacio mis colmillos con mi lengua, no estaban realmente visibles, continuaban mayormente contraídos, así que los estimulé de forma más bien perezosa.

Abrió la puerta para que entrásemos en la habitación, era enorme, espaciosa y decorada con una mezcla muy personal. Me gustaban las antigüedades pero no dejaba de lado lo contemporáneo y moderno.

Le señalé un conjunto de mullidos sofás de color vino en forma de L alargada, y me llevó hacia el más amplio de ellos.

-Auch, como duele.- Se había inclinado para depositarme cuidadosamente pero ladinamente decidí no soltar mis brazos de su cuello, lo cual provocó que se tambaleara y estuviese a punto de caer sobre mi, manteniéndose a escasos centímetros de mi rostro.

Entrecerré mis pestañas oscuras y mi voz cambió a un tono sensual y profundo al mover mis labios, unos que podían prometerle tanto placer como dolor. -¿Cree que haya algún alivio para mi?-
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Mensaje por André Lun Nov 05, 2018 7:33 am

Su aliento impactaba en la piel de mi cuello erizandolo, en el mismo sitio donde su nariz rozaba mi piel y sus labios parecían serpentear de forma casual contra mi yugular, admito que la lujuria aquella noche tenía nombre, el de Kishar Black. Su cuerpo ligero como una pluma calentaba mi cuerpo y aceleraba el ritmo de mi corazón logrando que mi pecho subiera y bajara agitado ante su afilada mirada.
No era un secreto para la dama saber que todo hombre sucumbiría a sus encantos y mas con la distancia que nos separaba.

Abrí la puerta de su cámara con el pie mientras esta me señalaba un sofá en tono vino que formaba una L. La cámara era amplia, se notaba que la dama era de clase alta, y de refinado gusto, sus sirvientes la obedecían y con solo una mirada era suficiente para haceer que se retiraran en un momento poco conveniente.

Bajé a la dama con sumo cuidado para no ocasionarle dolor, mas lejos de soltarme sus brazos mantuvieron el anclaje de mi cuello lo que me llevó ligeramente a tambalearme casi haciéndome caer sobre ella.
Ambos reímos por tan desafortunado incidente convertidos en cíclopes que se miraban a los ojos y bajaban fugaces a los labios del otro.
Nuestro aliento choco voraz, hambriento y en ese momento supe que se convertiría en mi maldita perdición.

Su frase fue tentadora, empujadas aquellas palabras casi en un ronroneo contra mi boca.
-Hielo -susurré -necesitáis hielo y una copa quizás de un licor fuerte.
Yo necesitaba un baño de agua fría porque le pecado me corroía.
-Yo he de irme mi señora, en casa alguien me espera.

Pude ver su sorpresa reflejada en aquella intensa mirada parda y ni siquiera se el motivo por el que me excusé, pero lo hice para que no pensara que tenia esposa.
-Mi hijo, me espera mi hijo, le cuesta dormir si no estoy en casa, así que he de irme -susurré sin moverme un ápice.

Sus manos se deslizaron pro mi cuello, podía vislumbrar en su mirada un deje de interés y también la decepción de que no hubiera acortado la distancia que quedaba entre los dos cuando nuestros labios habían hablado casi rozándose.
Lo que ella no sabia es que mi voto de castidad me lo impedía.
-Lo siento mi señora, espero sinceramente mejore de ese dolor intenso de tobillo. No vemos. -sentencié poniendo mi espalda recta para despedirme de ella.


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Mensaje por Kishar Black Vie Nov 30, 2018 12:44 am

El depredador sobre su presa, que aún ingenua conserva su inocencia y no se percata de que lo es. Sin embargo, y aunque me hubiese sido muy fácil actuar como tal y desvelar mi naturaleza de una vez, me dediqué a la contemplación del humano.

Entreabrí los labios, los suyos estaban muy cerca, como si estuvieran a punto de juntarse las bocas. Me era tan fácil notar con mis sentidos agudos las sutiles alteraciones que le provoqué. El aliento cálido me recordó una tarde de verano, cosa rara, que a mi mente llegaran ese tipo de evocaciones que tan solo alcanzaba a observar en pinturas de atardeceres adonde ni los más artísticos pinceles lograban capturar para mi el recuerdo exacto del calor de una tarde.

Al soldado se le agitó la respiración, como le sucede a los pequeños animales desbocados. Moví mis dedos de cristal, apenas lo suficiente para rozar su mandíbula, debajo de la oreja, para sentir ese calor, el de la piel humana.

Sonreí levemente cuando se puso de pie, excusándose, hablándome de que tenía que marcharse. Lo decía de forma precipitada, deseoso de huir de mí, como si supiera que estaba frente al demonio, que podía tentarlo.

Pero tentarlo ¿por qué? ¿No era un hombre libre de hacer lo que quisiera? Habiéndose encontrado en la fiesta del duque y asumiendo que estaba al tanto de la doble moral, dudaba que asuntos como los que se sucedían en la aristocracia, la escogencia de una amante, la asiduidad de una favorita, la familiaridad con una cortesana que colmara los gustos, le fuesen desconocidos.

A continuación, me explicó que no era una mujer si no un hijo quien le obligaba a marcharse. Lo observé con cierto interés, aún no se movía a pesar de sus palabras así que mis dedos se deslizaron por la piel de su cuello antes de retenerlo por la pechera, observándole los labios.

Era una lástima que se privara de los míos, aunque me divertía que pudiera pensar que se los otorgaría. -Mis labios le sabrían a vino y a oscuridad André.- Sonreí de medio lado, moviendo lentamente mis dedos sobre el cojín a mi diestra, él se había enderezado para ponerse de pie frente a mi. -Por si se preguntaba como serían.-

No tenía la menor duda de que a partir de esta noche se lo preguntaría a menudo.

-Por mi parte aún no decido que quiero de usted.- Mi mirada parda se posó en él, volvía a mi letargo, a la monotonía de mi psique, a ese estado semi adormecido de las últimas semanas, inevitablemente.

-Debo descansar así que no le retengo. No dudo que nos veremos.- Moví lentamente las pestañas al decirlo. -Para tomarme una declaración, seguramente, por lo acontecido esta noche. Me atrevo a pedirle como favor personal que no me retenga mucho en esos trámites, digamos que no soy partidaria de los precintos y estaciones de policía y que me causan cierto malestar, además de que prefiero evitar los escándalos que puedan afectarme.-
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Mensaje por André Vie Nov 30, 2018 4:10 am

La Black era muy consciente de su belleza y mientras mis ojos seguían prendidos de su boca me describió con exactitud a que sabrían sus besos, me relamí los propios logrando que en su boca se perfilara una pérfida sonrisa.

-No he dicho que vos tengáis ningún anhelo mi señora, no os sintáis ofendida -aseguré dando un par de pasos para atrás para poder pensar con fluidez, esa mujer era demasiado embriagadora como para no pensar en pecar, en emborracharme de ella -he de irme.

Caminé hacía la puerta, allí me detuve, podía sentir su mirada fija en mi espalda, esa mujer era capaz de atravesarte sin tan siquiera mirarte y aun sentía el cosquilleo de sus gemidos dedos deslizarse por mi cuello. Había tejido la maraña y yo parecía en ella haber caído, me aferré al crucifijo que bajo las ropas pendía de mi cuello buscando la salvación en la oración y el perdón por dejarme tentar por la serpiente pues ahora mismo sus piernas se me antojaban un bello paraíso donde perderme.

-Claro mi señora, comprendo lo que decís, necesitáis discreción, pero sois un testigo de los hechos acontecidos, quizás podría venir mañana, con las primeras luces del alba a tomaros declaración -ladeé la sonrisa buscando su intensa mirada, si era l oque yo pensaba, un ser inmortal no podría aceptar pues el día la podía matar.

La doncella se alzo cojeando mientras fingía pensar algo, tomó su agenda, esa que reposaba sobre su tocados y pasó las hojas de forma cuidada, casi acariciando cada una de ellas con precaución.

lo siento André ¿puedo tutearos? -preguntó con esa seductora voz -pero puedo haceros un hueco a las 9 de la noche, la mañana la tengo imposible, deseáis que cenemos y me tomáis declaración.

Giré el pomo de la puerta dispuesto a atravesar el umbral de la misma.

-Os recojo a las nueve, podemos cenar en un restaurante que conozco, es bastante intimo, gozaremos de la intimidad necesaria para poder tomaros declaración sin llamar la atención.

De nuevo su sonrisa se afiló, ambos evitábamos cosas, ella el día y yo estar a solas con la serpiente que me ofrecía la manzana.



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