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La danza del látigo [Emhyr] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Talena Valjean Lun Mar 19, 2012 4:11 am

Domingo; doce y media de la mañana.

Las campanas de Notre Dame resonaron por todo París indicando el final de la misa. Los feligreses salieron poco a poco de las entrañas de la madre de París. Algunos se dirigían a sus hogares, otros, a sus zonas de ocio. Era día de ventas para los comerciantes que buscaban dar un pellizco a los ricos y ganarse el pan que comerían ese día. Pero, por sobre todo, era día de fiesta para los que se dedicaban al mundo del espectáculo.

El circo estaba lleno hasta los topes aquel día. Daba igual dónde pusiera uno los ojos; siempre había gitanos yendo de un lado a otro para entretener a los visitantes. Acróbatas, bailarines, domadores, cantantes, videntes... Cualquier cosa podía servir para sus propósitos... Incluso robar...

Aquel pequeño bribón no parecía tener más de siete años. Era escuálido, de piel morena y ojos tan negros como los de la mujer que le sujetaba la muñeca. Había escogido a la persona equivocada para robar, pero poco importaba. Talena estaba acostumbrada a que, por su físico, la confundiesen con una parisina más. Para colmo de males, una capa negra cubría su cuerpo impidiendo que las coloridas telas de su atuendo reluciesen como la del resto de sus hermanos de raza. Lo que sí relucía aquel día, como tantos otros, era aquella melena rizada y pelirroja. Los bucles rojizos parecían querer rivalizar contra los rayos del Sol, que aquella mañana de invierno se mostraban tímidos y reticentes a calentar las calles de París. Quizá fue eso, acompañado de los aretes dorados de sus orejas, lo que ayudó a que el muchacho la reconociese.

- ¡Lo siento!- farfulló enrojeciendo-. No te había reconocido, lo juro.

Talena sonrió y soltó la muñeca de Jaime. El niño correspondió a su sonrisa con torpeza. Lo conocía desde hace mucho, casi desde que nació, y para ella el crío era casi como su sobrino. Quizá había contribuído el hecho de que se llamase como su difunto marido. Talena acarició el pelo desordenado y moreno de Jaime y luego le dio una palmada amistosa en el hombro.

- Ve con cuidado- advirtió la mujer con severidad- No todo el mundo va a ser tan despistado y permisivo.

Jaime soltó una risilla nerviosa, se despidió y se apresuró a marcharse. Talena no veía con buenos ojos que el pequeño robase y callejease solo por París, pero poco podía hacer ella. Tampoco tenía techo, ni era su madre, ni tampoco sería el primer ni último niño gitano que se criase de aquella forma.

El sonido de una flauta de pan la sacó de su ensimismamiento. Le siguió el chasquido de un látigo y Talena supo que había llegado su turno de trabajar. Se abrió paso como pudo entre la multitud hasta que vio a los que aquel día serían sus compañeros de danza: un león y un látigo. No estaba muy decidida, pero sabía que no podía vacilar. Si la bestia olía su miedo, podría ser desastroso para ella. Su domador, un gitano entrado en carnes, sonrió a la muchacha y le indicó dónde posicionarse. Talena simplemente obedeció.

- ¡La Danza del Látigo! -proclamó el domador.

Un nuevo chasquido hizo rugir al león y dio otra señal a Talena. La gitana dejó caer la capa sobre sus brazos con sensualidad y elegancia cuando los tambores empezaron a sonar. La arrojó a un lado y vio por el rabillo del ojo que Jaime se encargaba de recogerla antes de que cualquier otro aprovechado lo hiciese con intención de no devolvérsela. La gitana lo agradeció, y al son de la flauta que se unía a los tambores y el rugido del león, comenzó a mover las caderas. Las sedas escarlatas y doradas oscilaban en torno a su cuerpo remarcando la figura y cuando se acercó al león, supo que, pasara lo que pasase, ya no había marcha atrás.

Y el látigo volvió a sonar, esa vez peligrosamente cerca de las piernas desnudas y los pies descalzos de Talena.


Última edición por Talena el Mar Mar 27, 2012 12:05 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Mar Mar 20, 2012 6:47 pm

Tranquila estaba la mañana, otra más, y la verdad podía considerarla bien tranquila a pesar de que aquel mundo lleno de carpas de colores, personajes bien extravagantes y rodeados por el enorme bullicio de los curiosos le rodease, llevándole a una dimensión bien diferente a la habitual.
Su actividad se había vuelto nocturna casi con totalidad, las sombras eran capaces de ocultar con su oscuridad su modod de vida; los rostros alegres de todas las edades llenos de vida que pasaban junto a él no eran los que le recibían en cuanto se encontraba con alguno de sus despistados clientes u otros rostros que directos se dirigían a su caza.
Si, la mañana había nacido con una luz intensa llena de una vitalidad increible y había decidido incorporarse a ella por variar un poco, a pesar de que ésta la deslumbrará con su extraña y lejana realidad.

Otro tirón de su brazo, un comentario ajeno, aquella morenilla tendría unos 16 años, sus ojos grandes y curioso señalaba los objetos de los diferentes puestos. Emhyr de vez en cuando le sonreía asintiendo aunque realmente poco estaba atendiendo lo que le decía. No sabía porque hacía eso, llevaba noches continuas que la visitaba solamente para acostarse con ella, sin desasparecer al amanecer como era habitual, incluso ella había comenzado a buscarle escapandose de entre los carruajes del campamento gitana. Era extraño estar tomando ese hábito, debía de ser porque desde que sus pies se había detenido en aquella ciudad, desde que había dejado de huir de su pasado, se había acomodado a la vida sedentaria, aunque a veces le volvía a picar el alma del nómada.
Un beso en su mejilla, un gesto cariñoso y tierno, realmente no le importaba quien era ella, pero ella le había tomado afecto. Las jovencitas como aquella eran bastantes enamoradizas y más cuando eres el primero en hacerla florecer. Emhyr suspiró encogiendo los hombros, sabía que tarde o temprano acabaría cansandose de aquella situación, de aburriendose y que le rompería el corazón como a muchas otras, pero sabía que no iba a sentirse culpable para nada.

Adentrandose entre el gentío, lejana comenzó a sonar la música, otro peculiar espectáculo y la risa dulce de la jovencita que le acompañaba, bien agarrada a su brazo, había cesado dando paso a sus palabras y devolviendole de entre sus pensamientos.

Oh Emhyr otra vez no me estas escuchando! -Su rostro de niña ofendida le hizó reir, aquel gesto le pareció gracioso. -Quiero ver la "Danza del Látigo".

-Pues vamos, aprisa. -Su francés era perfecto pero entre aquellos rasgos pocos comunes y con cierto exotismo, aun arrastraba el leve acento que dennotaba su extranjería. Sus dedos había cazado un mechon oscuro y rebelde de su cabello, depositandolo detrás de su oreja. Labios que se curvaron sonriendole tras posarse en los de ella. -Venga.

Un látigo sobre volaba el aire, cual serpiente danzante, el animalcon cada chasquido obedecía una orden dócilmente, su aspecto era fiero pero al turco le pareció ver en los ojos de la criatura la derrota como rey de la selva.
La música había comenzado con un compas lento que fue aligerandose enloqueciendo, el cuerpo de la bailarina parecía estar poseído por cada nota danzante, ella era desafiante, o al menos lo aparentaba, ante la fiera. Su piel era pálida para pertenecer a aquella troupe de gitanos, ¿de dónde la habría sacado?
Una punzada en su interior fue lo que sintió Emhyr, obligándole a llevarse la mano en el pecho, su pelo era salvaje y descontrolado como el fuego, los recuerdos le asaltaron doloroso, ¿no estaba cerrada aquella herida? Ciertamente le costaba aun pensar en ella, pero estaba seguro de que era algo superado, debía de pensar que aquella punzada era lo de menos.
Emhyr alzo sus ojos castaños hacia la bailarina, debía de enfrentarse al recuerdo y ahí fue cuando este se desvaneció cambiando su atención- Aquella curiosa bailarina, tenía una extraña marca, una marca que le era "demasiado" familiar.

-¡Emhyr! -La morenilla se apretó a él fuertemente, mientras sus ojos asustados se dirigían al león, o eso era lo que él creía cuando descubrió que lo que ella le señalaba era un hombre moreno que parecía buscar a algo o a alguien.
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Mensaje por Talena Valjean Miér Mar 21, 2012 3:23 am

Talena, que gozaba de una flexibilidad envidiable gracias a las acrobacias, se inclinó hacia atrás hasta que casi pudo tocar el suelo con los dedos. Sus brazos se agitaban sensualmente semejantes a los cuerpo de dos serpientes y, cuando se incorporó, la melena rojiza cayó caótica e indomable sobre sus facciones. Verla podría ser obsceno para unos y embriagador para otros. Su rostro de piel marmórea y el cuerpo esbelto podrían ser calificados como los de un ángel, pero los ojos negros se mostraban tan desafiantes como los de un demonio que acechase al público. Talena rememoró el momento en que se vio a sí misma, apenas una niña, delante de una hoguera que pretendía ser su tumba. Tal vez sí fuera cierto que se tratase de un bruja. Después de todo pocas eran las afortunadas que se libraban de ese destino una vez la Inquisición posaba sus ojos sobre ellas. Claro que ni siquiera Talena estaba segura de que los inquisidores hubiesen conocido su existencia. Más bien, según sospechaba, había sido uno de tantos “gestos de cariño” de su madrastra.

Giró sobre sí misma y apartó sus pensamientos. Los dejó a un lado y miró al león. Éste abrió sus fauces y emitió un rugido ensordecedor. La gitana se descubrió a sí misma sonriendo pese al miedo. Quizá el salvajismo del momento comenzaba a poseerla a través de la música y enterraba todos sus temores. Un silbido seguido de varios piropos obscenos surcaron el aire. Talena estaba acostumbrada a ese tipo de reacciones y siempre hacía caso omiso de ellas. La razón colgaba de su cuello, ensartada en una cadena y cerca de un crucifijo de plata. Tenía forma de anillo y en su interior había grabado un único nombre: Armand.

Talena se alejó bailando y contoneando las caderas hasta el fondo de la pista improvisada que habían montado entre carpa y carpa. El gitano que hacía las veces de domador blandió su látigo y obligó al león a subirse sobre una pequeña tarima en la que los ayudantes colocaron una cuerda tensada y cuyo segundo extremo estaba enganchado en un poste de madera. Talena sacó la pierna por la apertura de la falda y dibujó un semicírculo con el pie descalzo. Sonrió encantadoramente a hombres, mujeres y niños y se dirigió a uno de los extremos, pero no subió inmediatamente. Mientras el león posicionaba al león bajo la cuerda, la gitana tomó una pequeña flor del cesto de una de sus hermanas de raza sonriéndole. Miró a su alrededor en busca de su ganadora y se decantó por una muchacha morena, aparentemente adolescente, que observaba la función agarrada del brazo de un hombre adulto de rasgos exóticos. Talena se acercó, observó la típica melena negra de los gitanos y sonrió a la muchacha. Bailó alrededor de la pareja y, cuando volvió a estar frente a ellos, dejó la flor sujeta tras la oreja de la chiquilla. La había visto un par de veces por la feria y siempre le había parecido una muchacha encantadora. Luego miró al hombre que la acompañaba. El tiempo pareció detenerse, al igual que ella. Su cuerpo se sacudió vagamente por un escalofrío que le erizó el vello de la nuca. No era la primera vez que tenía esa sensación, pero sí la primera que ocurría estando en el circo de los gitanos. Talena abrió sus ojos negros de par en par, incrécula, y miró al extraño desconocido con una mezcla de asombro, curiosidad y temor. Y aunque bailó en torno a él contoneando las caderas y acercando sugerente y peligrosamente su cuerpo al del hombre, no llegó a tocarlo. Dejó que su aroma quedase en el aire al mover la cabeza y agitar su melena rojiza y se alejó de vuelta hacia la cuerda en el preciso instante que la chiquilla a la que le había entregado la flor pronunciaba el nombre de su extraño acompañante.

Emhyr.

Talena pasó junto al león. Esa vez hizo alarde de valentía y acarició su melena a una señal de su domador. Y cuando este la avisó, la gitana se acuclilló frente a la bestia, sujetó su cabeza y posó un beso en su morro. Para cuando se incorporó escuchando las exclamaciones de asombro de padres e hijos, Talena se sintió afortunada de poder seguir manteniendo su cuello intacto. Luego se encaminó hacia la tarima, subió a esta y adelantó el primer pie sobre la cuerda. Su cuerpo osciló un poco, abrió los brazos en cruz y adelantó el segundo pie. Cuando encontró el equilibrio, empezó a caminar y bailar sobre la cuerda, aunque esa vez el baile, por seguridad, se limitó a hacer oscilar sus caderas como una serpiente.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Jue Mar 22, 2012 7:25 pm

La música sonaba sin cesar aumentando su ritmo de aquel modo enloquecedor, entre mezclado con el rugido de la fiera, Emhyr no la podía ver como una fiera peligrosa, con su fino olfato podía notar que el miedo le rodeaba y que el animal no se quedaba atrás entre el que sentían los presente. La pelirroja contoneaba su cuerpo con seguridad mezclandose entre el público.

De repente el tiempo parecía ralentizado en su cabeza, todo era ajeno y lejano, la música había dejado de sonar, la voz de la morenilla y los tironazos a su camisa no los sentía, mientras la pelirrojaba bailaba cerca con un cierto frenesí de ménade, su atención no iba vinculada a su físico ni a aquella sensual danza... La marca de su antebrazo era identica a la suya y no solo eso, podía oir como en cada pulsación de su corazón su sangre recorría su cuerpo con aquel aroma extraño tan particular. El turco pudo sentir de manera efímera salivar instintivamente como si estuviese cerca de algun tipo de bocado.

De nuevo el mundo volvio a recuperar su ritmo normal, Emhyr trago saliva y volvió a al realidad, parecía como si el ritmo se hubiese acelerado de un modo incontrolable y hubiese vuelto a poseer equidad el tiempo. Ahora la joven pelirroja se balanceaba sobre una cuerda, un ejercio que requería mucho equilibrio y fuerza.

-¡Emhyr! ¡Emhyr! -Seguía intentando captar su atención la muchachita morenilla, llevaba rato tirando de la manga de su camisa alba, ahora arrugada. -¡Emhyr! -Su voz sonaba asustada, apesadumbrada.

Cuando se volvió a la chica, que lloraba, era demasiado tarde. Algo duro como una roca se había estampado con su rostro de un modo doloroso, aquello había sido un buen puñetazo.
Unos pasos atrás y Emhyr por poco tocaba el suelo al perder el equilibrio levemente.
En cuanto fue consciente de lo que había sucedido se vió rodeado por la gente que parecían haber olvidado el espectáculo y se había centrado en la posible tarea, y no solo de eso a su lado estaba aquella morenilla lloriqueando ante los insultos de su padre que hablaba en otra lengua y de una manera rápida. Eso significaba que estaba nervioso y bien
encolerizado.

Caso omiso a los insultos, sabía que iban para él, era normal le había arrebatado la honra a su hija y no pensaba casarse con ella, eso la convertía en una... ¿cómo estaba diciéndole el padre a ella? ¡Ah si! Una ramera ante sus ojos, su pueblo y su familia. Los insultos iban y venían dedicados para ella o para él, Emhyr se llevo la mano al labio partido, el sabor a sangre en su paladar le hizo sentir aquella sensación que siempre le pasaba al ver sangre, era como si le hubiesen inyectado un enorme soplo de aire en sus pulmones.

El gitano que gritaba se acerco a él con pasos apresurados, otro ataque iba a ser iniciado pero algo le hizo retroceder. De repente parecía como toda su cólera se hubiese calmado, ahora evitaba mirar a los ojos al turco. En un murmullo dijo una oración, parecía algo asustado. Los ojos de Emhyr habían cambiado, el castaño era sustituido por los ojos de la fiera... "La sangre hace que los ojos de un licántropo le descubran" Así era la supertición.

La morena gimoteando se dejo arrastrar por su padre, que tirando de la muñeca la sacó de allí. El espectaculo había terminado y la gente volvía a seguir su camino, algunas miraban con curiosidad al turco que limpiaba con su manga la sangre de su labio y se frotaba los ojos esperando a que estos volviesen a ser normales, aun no lo controlaba.
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Mensaje por Talena Valjean Sáb Mar 24, 2012 7:37 am

En el escenario las cosas no iban mejor ni mucho menos. Talena había decidido olvidarse del escalofrío que sintió cuando se acercó al tal Emhyr. Era absurdo pensar que pudiera esconder algo extraño y peligroso, aunque por alguna extraña razón la idea seguía martilleando su cabeza. Talena sabía que, cuando tenía ese presentimiento, rara vez se equivocaba. Y eso la frustraba y asustaba el triple. Se ganó el odio de su madrastra por su origen -una noche de adulterio de su padre- y por los rumores que la tachaban de bruja. Años después, la gitana descubrió que, aunque no obraba prodigios, sí que tenía ciertos dones que la hacían especial. Los mismos de los que alardeaban mucho gitanos, pero pocos decían la verdad. A veces, mientras dormía sobretodo, Talena podía ver cosas. Cosas que nada tenían que ver con el mundo de los sueños. Voces del pasado, del presente o incluso del futuro. Y al amanecer, cuando los rayos de sol la despertaban, debía juzgar si lo que había visto solo era un sueño o pesadilla o se trataba de un aviso, una alerta de algo o alguien. Talena, que no era especialmente supersticiosa, se inquietaba con todo ello. Salía de su entendimiento y dominio. Otras veces, en lugar de visiones, tenía sensaciones. Como la que acababa de tener con Emhyr.

El rugido del león la sacó de sus pensamientos devolviéndola bruscamente a la realidad. Talena se tambaleó peligrosamente sobre la cuerda y bajó la mirada. Aquel rugido era distinto al de los otros, por eso, en parte, no se sorprendió de ver que la bestia se había puesto nerviosa y lanzaba zarpazos a su domador, que intentaba devolverlo a su lugar ayudándose del látigo. El ajetreo entre el público le dio la respuesta a la gitana, que hacía tiempo había dejado de bailar. Un gitano bastante maduro -su pelo negro estaba sembrado de canas en algunas partes- se acercó a la misma pareja que Talena apenas minutos atrás. La muchacha a la que había entregado la flor gritó asustada y el gitano, que parecía ser su padre, descargó un puñetazo sobre el rostro de Emhyr. Los gritos y las advertencias se sucedieron, y Talena pudo ver que el león estaba cada vez más nervioso hasta el punto de saltar sobre uno de sus cuidadores, que se habían acercado para devolverlo a su jaula.

- ¡Quitádmelo de encima!- pedía suplicante mientras se debatía bajo el cuerpo del felino en un intento de librarse de sus zarpas. En dos ocasiones lograron desgrarrar su camisa.

Talena observó desde las alturas, atónita, cómo algo tan simple como una discusión había logrado poner nervioso al animal. Otros dos domadores lograron echarle la cadena encima y, ayudados por gitanos, apartar al animal de encima de su víctima antes de que se cobrase el susto. El joven estaba herido, pero sobreviviría si lo atendían a tiempo. O eso esperaba Talena, que volvió a desviar la mirada hacia el público a tiempo de ver a Emhyr encarando en silencio al gitano que lo agredió.

Un segundo escalofrío recorrió la espalda de la muchacha. Supo qué debía hacer, aunque no el por qué.

Haciendo uso de su equilibrio y sus reflejos, Talena se dejó caer de la cuerda a drede. En el último momento cerró las manos en torno a la misma y apretó los dientes cuando sus manos desnudas se resintieron. Pero estaba acostumbrada a las heridas y un par de arañazos o quemaduras no serían nada en comparación con las que habían causado las cicatrices que escondía en su espalda. Se deslizó así hasta la zona baja de la cuerda y se soltó. Gimió cuando sus pies tocaron el suelo y se miró las manos. Tal y como supuso, estaban enrojecidas y ligeramente quemadas por la aspereza de la cuerda, pero se repondrían en seguida. Miró en derredor. El público se dispersaba y Talena sabía que aquel día no cobrarían ni un franco. Gruñó, exasperada y frustrada, y se acercó dando zancadas hasta el pequeño Jaime, el niño que intentó robarle esa misma mañana y aún sujetaba su capa.

- ¿Qué pasa?- preguntó en español, alarmado, al ver la tensión de la gitana-. ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?
- Estoy bien- replicó malhumorada-¿Quién es el tipo que ha empesado el gevuelo?

Hablaba con un español tan chapurreado y atropellado a causa del enfado, que Jaime tuvo que fruncir el ceño para poder entenderla.

- No sé. Sólo le he visto un par de veces por el circo. Siempre va con esa niña a toas partes. Anoche mi padre se rió con sus amigos diciendo que se la había beneficiao de tal forma, que no creía que ella estuviese muy preocupá y dolía por el tesoro que había perdío.

Talena enarcó una ceja y miró a Jaime. Vio su cara de no entender nada y supo que con total seguridad no habría captado el doble sentido en las palabras de su padre. La gitana no pudo hacer menos que sonreír y rezar porque el crío siguiera disfrutando de esa inocencia al menos un par de años más. Pero cuando iba a responderle, vio por el rabillo del ojo que Emhyr echaba a andar. Talena casi arrancó su capa de manos de Jaime, se sujetó lo falda rasgada y corrió detrás del extraño haciendo caso omiso de la alarma biológica que estallaba en su interior y la alertaba de que no era un hombre normal, ni tampoco alguien de fiar. Apenas lo había alcanzado cuando distinguió un brillo extraño en los ojos del hombre y supo que, nuevamente, su sexto sentido había dado en el clavo. Apretó los dientes y arrojó la capa sobre los hombros y la cabeza de Emhyr.

-Ya has causado suficientes problemas por un día, seas quien seas- advirtió volviendo a hablar en francés.

Se calló el comentario de que probablemente los hubiera causado para mucho más tiempo. Clavó los ojos negros a espaldas de Emhyr. No había terminado de hablar cuando un par de gitanos aparecieron peguntando a los presentes acerca de lo ocurrido. Talena, sin saber bien por qué, no esperó a ver si Emhyr había accedido a refugiarse en las sombras de su capa y lo agarró de la muñeca. La tercera descarga de electricidad recorrió su columna con mayor intensidad que las dos anteriores.

- Ven conmigo- ordenó, más que pidió, gruñendo por lo bajo al tiempo que tironeaba de él hacia las carpas.

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Mensaje por Emhyr Van Emreys Lun Mar 26, 2012 5:27 pm

-¡Largate! -Su voz no sonó demasiado agradable, en cuanto la jovencita que le había acompañado en todo momento se resistía de los tironazos de su padre. Por su bien era mejor no volver a acercarse a aquel juguete seguramente pronto le dejaría de divertir. Otra desilusión más para otra mujer, pero había sido bueno mientras duro, tampoco le importaba demasiado, había miles chicas jóvenes como ella que caerían fácilmente en sus redes con una pocas y agradables palabras bonitas.

Al parecer aquel numerito había traído más estragos de los que creía, ya que había chafado completamente el peligroso espectáculo. Los curiosos continuaban acercándose con su morbosidad pero lo más precavidos se había marchado lleno de espanto y miedo.

Bien la sangre de su labio había dejado de emanar, la herida había cicatrizado sola, un problema menos pero ¿Qué era ese olor a sangre? Atacado por el león, aquel olor estaba impregnando todo el lugar y sus ojos de lobo no conseguía cambiar es más, podía sentir el salivar en su boca y como la frialdad en sus pulmones los volvía hielo. Hasta que el mundo se volvió oscuro ante ellos. Alguien le había tirado una prenda sobre la cabeza.

-¡¿Pero qué?! -Emhyr tiro de la tela para poder volver a tener visión, pero en cuanto lo hizo algo o más bien alguien comenzó a tirar de su muñeca. -¿Qué hac..? -En cuanto vio quien era calló su pregunta y como si nada sus piernas obedecieron a los pasos que la mujer marcaba.

Sus cabello pelirrojo ondeaban incontrolable en su caminar, era un movimiento hipnótico ante sus ojos. En sus sueños siempre había una pelirroja, por eso tal vez de algún modo le fascinaba aquel tipo de cabello, era como si tuviese ante él algo único y casi extinto, además le recordaba a... Aquello quedaba lejano.

Cuando las carpas le rodeaba, y el bullicio de las gentes quedaban lejana fue Emhyr el que de manera firme se detuvo rompiendo el contacto de la mano de ella en su muñeca. Había visto claramente su marca, era idéntica a la de él, una cruz espinada.

El turco con muy poco miramiento tomó del brazo a la pelirroja descubriendo la marca de su antebrazo, la piel del él contra la suya se sumían en un gran contraste, ella era porcelana al lado de su piel morena.

-¿Qué es esto? -Señalo con su mirada que volvía a ser de aquel claro castaño. -¿Y por qué me has traído hasta aquí?
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La danza del látigo [Emhyr] Empty Re: La danza del látigo [Emhyr]

Mensaje por Talena Valjean Mar Mar 27, 2012 7:58 am

Talena no recordaba haber sentido nunca una sensación de vértigo tan profunda como la que la inundó en el mismo instante que logró arrastrar a Emhyr por el circo. Pensaba que el hombre se resistiría y le plantearía un problema a la gitana a la hora de querer sacarlo de allí. Pero aunque replicó - Talena ignoró deliberadamente sus réplicas, pero no el acento siseante que se escondía en ella y lo delataba como un extranjero -, accedió a seguirla como un autómata. Talena se preguntó si aquella tendría algo que ver con esas habilidades que se esforzaba por esconder, pero lo descartó. Por lo general, no iban más allá de la videncia o la percepción de gente "especial", y ni siquiera estaba completamente segura de que aquéllo se considerase exactamente brujería. Más bien podría acusarlo a un sexto sentido más desarrollado que el del resto de las mujeres. Al menos a ella le valía la excusa para no imaginarse de vuelta a la hoguera.

Aflojó el agarre en la muñeca de Emhyr sin saber que pronto se arrepentiría de ello. Lo condujo hasta las carpas y estas se sucedieron como si les abrieran el paso y se cerrasen tras ellos para que aquellos cazafortunas no los descubriesen en su precipitada huida. Cuando al fin, con el corazón latiéndole con furia, Talena descubrió el carro y la carpa que compartía con una de tantas familias gitanas que allí convivían, aceleró el paso y llevó a Emhyr hasta allí. Y justo cuando se detuvo, el hombre se soltó de su agarre para casi inmediatamente sujetar con fuerza el brazo de Talena y exigir explicaciones.

- Tú...- la gitana estrechó los ojos-No-te-atrevas-a-ponerme-una-sola-mano-encima.

Remarcó y arrastró cada palabra con furia asesina. Después movió bruscamente el brazo - no le costó zafarse; acostumbrada al ejercicio físico, tenía más fuerza que una mujer común y corriente, aunque naturalmente menos que un hombre -, retrocedió y se apartó de un manotazo los mechones rojos que amenazaban con entorpecerle la visión. Sus músculos se tensaron e incluso sus piernas se separaron de forma automática hasta que estuvieron alineadas con los hombros. Una forma bastante disimulada de ponerse en posición de combate. Si aquel extraño la atacaba, así tuviera una ínfima posibilidad de salvarse, contraatacaría.

- No eres el más indicado para pedir explicaciones, ¿no te parece?- ironizó la mujer sin despegar la mirada severa e indómita de los ojos del hombre, como si buscase alguna marca que corroborase la sensación de estar ante algo sobrenatural-. No sé quién o qué eres. Tampoco sé por qué diablos te estoy ayudando a librarte de esos cazadores. Pero, seas lo que seas, ya has jugado con bastantes vidas por una temporada.

Talena recordó cómo el león se abalanzó sobre uno de sus cuidadores. Entonces había mantenido la templanza y se había mostrado tranquila, serena y hasta cierto punto indiferente. Ahora que estaba sola tras el peligro, o eso esperaba, su cuerpo se estremeció involuntaria y levemente ante la imagen de la sangre emanando de las heridas de la víctima. Talena odiaba la sangre, pero más odiaba a los hombres que jugaban con la inocencia de las jóvenes. Lo había sufrido en propia carne siendo ella la protagonista de semejante y macabra obra de teatro, y aunque no era dada a los prejuicios, la disputa contra el padre de la muchacha había puesto en muy mala posición a Emhyr.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Sáb Mar 31, 2012 2:19 pm

Ella de un tirón solto su atadura, podía notar aquella furia inmenente que había estallado en sus ojos, si ella tuviese ese tipo de poder podría haberle fulminado en un instante. Emhyr por su parte también le clavo los ojos con cierto reto, como queriendo decirle que no le intimiadaba ni un instante.

De arriba a abajo se sintió examinado, parecía buscar corroborar algo que al parecer habia descubierto. ¿Habría visto sus ojos de lobo? Probablemente, si, más le valía disimular.

-¿Te gusta lo que ves? -Sonrió divertido y con osadía, dándole a enteder de que ella era poco disimulada en su vistazo.

Una mirada hacía su alrededor cuando nombro a los cazadores, se había encontrado en su camino con alguno pero nunca lo habían identificado, más bien había creído que era otra pobre víctima descarriada de vampiros, ya que la situación se repetía: otra noche bien entrada; un juego apetecible con inmortales que lo trataban como un simple humano; la sangre que brotaban de las dolorosas heridas, de su propio cuerpo, una sangre que les atraía demasiado a pesar de haber cambiado su condición; el borde de la insconsciente, la muerte aproximada por el desangramiento; las visiones, esa sensación desgarrante, insoportable que se hacía placentera; y luego llegaban ellos que aguaban la sangría, reducidos a cenizas, cadaveres pálidos que terminaban ardiendo, los cazadores al ver sus heridas le tomaban por una victima y le dejaban marchar...

-¡Ah! ¿Qué me estas ayudando? Creía que esto era de darme la bronca, porque es por ahora lo que estoy recibiendo. -Emhyr estaba acostumbrado a ese tipo de situaciones, ella hablaba de jugar con la vida de los demás, él lo veía de otro modo porque aunque si intención no fuese aquella solía atraer ese tipo de acontecimientos que iba chocando en cadena provocando otros, de algun debían de tener razón los muchachos del gitano “Reinos”, cuando decía que estaba maldito. Quien entraba en su vida, terminaba complicandola. - ¡Es una marca de nacimiento! -Arriesgandose de nuevo volvió a cogerle el brazo con fuerza para alzarlo y mirar mejor, al decirlo tan sorprendido pareció como si hubiese recordado de repente aquel detalle. -¿Me equivoco?

Había podido ver la marca de su piel, la había identificado. El mismo símbolo... Un tamaño igual... Cada detalle exacto... Cada espina colocada en el mismo lugar... No había duda eran lo mismo, pero con la diferencia que parecía una marca creada al azar, la de Emhyr era todo lo contrario había sido creado por la mano humano, inyectada con tinta en su piel que el de ella era...

Emhyr soltó su brazo y a cambio él tiro de su manga para dejar ver su marca ante ella, en el mismo lugar con la misma forma, pero tatuado y rodeado por letras y frases, frases que decían lo mismo una y otra vez en diferentes idiomas.

-Es extraño... -Sus ojos se entrecerraron, el gesto serio y meditabundo daba a enteder que su mente vagaba en el mundo de las cavilaciones y los pensamientos.
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Mensaje por Talena Valjean Dom Abr 01, 2012 10:30 am

Los ojos de la gitana se clavaron como dardos envenenados en los de Emhyr, sin amedrentarla el desafío que parecía plantearle al sostenerle la mirada con la misma severidad. Más bien ejercía el efecto contrario; lejos de asustarla, instaba a Talena a redoblar sus esfuerzos por quedar por encima del hombre que acababa de destrozarle el día, no solo a ella, sino a muchos de los que estaban en el circo esa mañana. A la muchacha que había seducido, su padre, el hombre atacado por el león, los domadores, sus familias... A saber si les volvían a permitir hacer su función después del desastre que había ocasionado. Probablemente la respuesta a la pregunta fuera negativa y viniera anexada de una amable petición de partida para que se marchasen del circo y evitar que cualquier ricachón que presenciase la acometida diese más problemas de la cuenta al resto de familias que se ganaban la vida ofreciendo sus servicios al público.

- He visto cosas mejores y más agradables- respondió siseante cual serpiente a punto de abrir sus fauces para clavar sus colmillos en su presa.

Estrechó los ojos y lo fulminó con la mirada por segunda vez. Pensándolo desde un punto de vista mucho más frío y racional, Talena no recordaba haber estado tan molesta con alguien en mucho tiempo. Aquello, en el fondo, tenía su gracia; apenas conocía a ese hombre y sin embargo parecía desarrollar algo que la propia gitana era incapaz de ver o entender, pero que conseguía amenazar con sacarla de quicio con su mera presencia. Hay personas y personas en todo el mundo, tal vez fuera cierto eso que dicen de que, de vez en cuando, te encuentras con un -o varios- alter-ego que llama tu atención y desde primera hora desafía al psique personal. Los ojos negros de Talena relampaguearon ante la osadía y cara dura del desconocido.

- ¿Y te sientes en pleno derecho de creerte inocente?- ladró. La sola imagen de la melena roja alborotada y enmarcándole el pelo no hacía más que incrementar la furia en su expresión y la sensación de peligro que parecía desprender. Como una hoguera que resulta cálida y acogedora hasta que sus llamas pierden el control- ¡Una bronca no es nada comparado con lo que te mereces! ¿Casi muere una persona por TU culpa y tú te quejas porque alguien se limite a echártelo en cara después de haberte sacado de allí?

Se calló y ella misma pareció reflexionar sobre aquello. Se dio cuenta de que no tenía ningún sentido -ni puñetero sentido, fue lo que cruzó exactamente por su mente- y que debía estar loca para hacer lo que había hecho. Un hombre que causaba semejantes estragos, que se merecía sin lugar a dudas ser arrestado y expulsado del circo... Y ella lo sacaba del gentío y lo escondía tras las carpas donde, para más inri, no había nadie más que ellos dos. Muy bien, Talena. La próxima vez, si se encontrase con un violador dispuesto a ejercer su noble, distinguido y milenario oficio, solo tendría que tirarse al suelo ella misma, subirse la falda y abrirse de piernas esperando a que el criminal termine pronto con su noble labor. Tendría exactamente el mismo sentido que su reacción con Emhyr: ninguno. ¿Cuándo se había vuelto tan loca, insensata e impulsiva?

Sus cavilaciones rompieron su nexo en el mismo instante que Talena notó el agarre de Emhyr por segunda vez. Sus propios músculos volvieron a tensarse y la mujer dirigió una mirada de advertencia a su acompañante para prevenirle de que estaba dispuesta a hacer lo que fuera para hacérselo pagar si se atrevía a hacerle algo. Pero el hombre se limitó en empeñarse a pedir disimuladamente explicaciones ante la marca que Talena llevaba escondida bajo las pulseras. Bufó, rodó los ojos y se dispuso a soltar una sarta de insultos y borderías más propias de alguien de los barrios bajos que de una señorita... hasta que sus ojos dieron con la marca que el propio Emhyr le enseñaba. Era igual que su mancha de nacimiento. Detalle por detalle, forma por forma. Pareciese que lo hubiera calcada guiándose por la muñeca de Talena, que lo miró con la confusión asomando en sus ojos sin dejar de lado su orgullo. Solo podía ser una coincidencia. Tenía que serlo.

- Oh, por supuesto...- divagó tratando de darle a su voz todo el sarcasmo posible. No resultó difícil dadas las trayectorias de ambos-Debo suponer que siendo hombre, no habías visto nunca una marca de nacimiento en el cuerpo de una mujer hasta que me has conocido a mí, ¿verdad?

Talena tironeó una vez más de su brazo para zafarse de la mano del extraño. Desde luego si armaba eso por una simple mancha de nacimiento, no quería ni pensar la que formaría si viese el cuadro abstracto de su espalda con tanta cicatriz recorriéndola de arriba a bajo. Casi prefería no pensarlo y ocuparse mejor en intentar pensar -o recordar- por qué la mirada de Emhyr le resultaba tan familiar si no lo había visto nunca antes en toda su vida.

- Casualidad- finalizó por su parte las divagaciones de Emhyr- A menos que me hayas estado espiando, claro está, y hayas decidido copiar la marca.

No dejaba de ser una posibilidad. Poco honrosa, cabe decir, por lo que Talena estrechó los ojos acusadoramente. Prefería acogerse a esa idea antes que a la de que algo más "místico" hubiese hecho que ambos tuviesen la misma marca sin siquiera conocerse.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Vie Abr 06, 2012 7:22 pm

-¿Inocente?-Su expresión al principio era de incredulidad, luego se volvió seria y reflexiva. Sus ojos se desviaron. –La inocencia quedó mucho atrás en mi vida. Yo no fui el que libere al aquel animal asustadizo. Solo provoque la ira de un padre protector… Pero no me hace menos culpable de ocurrido. - Su acento se hacía denotar en cada una de sus palabras, luego su mirada se volvió con cierta dureza hacía ella. Emhyr pensaba en aquella marca que acaba de ver en ella, el recuerdo de cierta cruz de plata imitando al símbolo vino a su cabeza. –Todos los días alguien muere, le tiene que tocar a alguien…

La muerte para el turco era algo demasiado normal, siempre le había acompañado en su vida, ya que en el mundo del jenízaro donde se había criado prácticamente ésta era el pan de cada día. Si un compañero no moría por las duras condiciones a las que se exponían, era asesinado por sus enemigos o incluso por los suyos propios, y no era eso, eras tú el que tenías que convertirte en verdugo. La mayoría habían matado por primera vez a los siete años de edad, Emhyr lo hizo a los nueve años. Aun recordaba el terror que había experimentado al hacerlo, las pesadillas que le acosaron, pero… Hecho una vez la conciencia iba silenciándose la voz y te acostumbrabas a actuar con esa frialdad. Aceptada para recibirla, para darla, así era la muerte para él.

En cuanto él le mostro su tatuaje, ella le miró al principio con uan mezcla de asombro y confusión. “Eso no te lo esperabas” Pensó mientras aun con aquel gesto serie sus labios se curvaron en una satisfecha sonrisa.

-No me digas que no, pero es calcada. –Ignoró sus previas palabras. ¡Estaba claro que en su carrera como casanova había visto ciento de marcas de nacimientos! ¿No era evidente? De nuevo volvió a mirar su marca y su mente solo recorrió los recovecos de los recuerdos, todos relacionados con aquel simple símbolo. Una cruz simple... El símbolo más antiguo... Enredado en las espinas. El material no era algo importante, el lugar donde se representa tampoco, solo su significado solo su función, solo... Aquel encanto o propiedad dada a esa forma en particular, ya que la forma no era algo relevante…

-Esta marca tiene demasiados años para haberla copiado, fue la primera entre muchas. –Ella dudaba de todo, ¿qué pensaba que iba a ser un estúpido que perseguía a mujeres? Todo lo contrario, él no se obsesionaba por mujeres en particular… Un momento, solo había una y le había roto el alma, había sido la primera por la que había podido sentir algo grande haciéndole reflexionar y calmarse en su vida libertina. Casualmente su pelo era como el fuego de aquella que tenía frente a él, pero no era ella. Nunca podría serlo, una mujer tan desagradable como aquella… Ya es que ni muerto la metería en su lecho. “Nimue” había sido única, insustituible. Ninguna mujer volvería a herirle de aquel modo, ninguna. Esa herida estaba cerrada, olvidada pero… ¿por qué aun continuaba sintiendo aquella punzada en su interior cuando pensaba en la joven ladrona? -Esa marca que nombras, me la hice... Para no olvidar un colgante. La imagen de este siempre ha estado clavada en mi memoria a fuego.- Emhyr dio paso hacía atrás, de vez en cuando comprobaba si estaban solos. -Además más adelante comprendí... Que el símbolo era más de lo que creía, y el tenerlo me daría el camino para encontrar la inmortalidad...

Aquellas palabras seguro que eran extrañas e inquietantes ¿Encontrar la inmortalidad en aquel mundo? La inmortalidad no existía verdaderamente como algo material, no podía alcanzarse sino dentro de la metáfora de los nombres y el recuerdo. Pero el modo en el que Emhyr dijo aquello, parecía que hablase de una inmortalidad auténtica, una inalcanzable pero que para Emhyr le parecía accesible.

Seguro que nunca has visto una igual.
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La danza del látigo [Emhyr] Empty Re: La danza del látigo [Emhyr]

Mensaje por Talena Valjean Sáb Abr 07, 2012 7:22 am

Talena pensaba que con su última respuesta evitaría que aquel hombre siguiese interrogándola y haciendo evidente su desconfianza. Nada más lejos de la realidad. No solo se sorprendió de ver que continuaba, sino que encima comenzó una perorata ininteligible sobre la inmortalidad y el significado del símbolo. La gitana se esforzó por redoblar su paciencia. ¿Qué parte de que fuese una simple casualidad no entendía? Comenzaba a preguntarse si no le vendría bien dejarse llevar y explotar en otra sarta de recriminaciones malsonantes. Pero entonces tal vez se rebajaría al nivel de Emhyr. Incluso podría ser que fuese eso lo que estaba buscando, hacerla estallar para que estuviese en desventaja. Respiró hondo un par de veces y se cruzó de brazos. Un gesto que muchos consideraban normal, pero que algunos expertos achacaban a intentar sobreprotegerse o encerrarse en sí mismo sin admisión de otras perspectivas a la discusión. Cuando Emhyr pareció concluir con otra pregunta que Talena no supo decir si era retórica o sincera, frunció el ceño y volvió a estrechar los ojos, a taladrarlo con los mismos.

-Creo que ya he respondido a tu pregunta -afirmó tratando de darle a su voz toda la suavidad posible. Tarea difícil- Es una simple y llana marca de nacimiento. No hay más. No he visto ese símbolo antes. A no ser, claro, que te refieras a esto.

Talena introdujo la mano en el escote de su atuendo. De él sacó dos colgantes, uno con mayor relevancia que el otro. El anillo de compromiso que le regalase su primer prometido osciló dolorosamente por su pecho hasta situarse, irónicamente, cerca del corazón. Pero la gitana agarró otro, que fue el que mostró a Emhyr; una cruz de plata similar a la marca que ambos llevaban y que había pertenecido a su madre biológica antes que a ella. Una madre a la que no había podido conocer y que había buscado hasta la saciedad. Sostuvo la cruz en alto y miró expectante a Emhyr. A lo mejor soltaba otro cuento sobre la inmortalidad.

-No sé qué clase de inmortalidad buscas -añadió mientras observaba sus reacciones-, pero desde luego dudo mucho que la encuentres en este circo.

Dicho eso dejó caer la mano y el colgante. Cabeceó y evaluó una vez más al hombre con la mirada. Tal vez se había equivocado. Tal vez no tenía motivos para salvarle y se había arriesgado a tener problemas para nada. De una forma u otra ya no tenía remedio. Bufó, suspiró y trató de pasar por su lado para regresar al circo y olvidarse de todo lo ocurrido.
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Mensaje por Emhyr Van Emreys Dom Abr 08, 2012 4:51 am

Emhyr estaba seguro de que aquello no era una “marca de nacimiento” normal y corriente, había tenido que ocurrir algo para que a aquella chica hubiese nacido con ella, no se debía al azar. Esa cruz un símbolo más antiguo que las que ahora se portaban solamente funcionaba con ciertas personas, si, con aquello que tenía esa sangre tan atrayente y satisfactoria para los inmortales. En su encuentro con el vampiro Dimitri, él le había hablado de ello, de como él y su madre eran imanes para vampiros por aquello que circulaba en su sangre, de como la había amado en su juventud y como le había entregado el símbolo para alejarla.

Sus cavilaciones continuaban abriendo cajones tanto del pasado como del mismo presente, su madre había nacido con el don de la magia, sus hermanas y él también, pero con su obsesión por la inmortalidad le llevo a buscarlos para que le hiciesen uno de ellos. Promesas rotas de esos chupasangres que solo lo usaban y aun continuaban usando como un juguete roto, hasta que llego Adrianne y le mostró algo mejor que la inmortalidad. No debería estar sujetos a las normas diurnas de destrucción, no bebería sangre humana para sobrevivir, solamente tendría que ser un maldito en las noches de luna llena, y a Emhyr no le importo ese detalle con tan solo poder alargar su vida, incluso le gustaba cuando se transformaba, perder el control, sentirse poderoso y libre, sentirse el cazador del mundo…

Su madre había nacido con el don de la brujería, siempre le había dicho que tenía algo especial en su interior, que todos los de su estirpe lo habían tenido y justo antes de ser mandado con 8 años a la escuela de jenízaros le entregó aquel colgante diciéndole que le protegería de los “demonios”; él solo lo conservo por sentimentalismo no porque creyese en sus cuentos de hadas, tardaría demasiados años para darse cuenta que todo era verdad.

Talena hablaba, un anillo típico de una mujer casada pendía junto con la aquella cruz, la verdad al principio le presto más atención al anillo que a la cruz, pero luego el recuerdo de ver una réplica exacta de esa misma fundiéndose ante sus ojos para convertirse en otro tipo de pieza de orfebrería se cruzo por su mente. En esa época pasaba demasiada hambre y se había tenido que deshacer del regalo de su madre para poder comer una vez más. Lo había lamentado, pero al menos el símbolo se quedaría para siempre en su piel.

-Mis preguntas ante la inmortalidad ya han sido respondidas hace tiempo… -Ella se guardo la cruz, o era ignorante de su significado o quería ocultárselo, porque ella hablaba totalmente como una descreída. Una posible hipótesis pasó por su mente repentina, su olor denotaba una sangre que hacía la boca agua, eso estaba claro, podía ser que aquella mujer tuviese esa marca por… -Nunca conocistea tu madre, ella murió… -Dijo seriamente, si no era su madre alguien se su estirpe lo había hecho. De repente recordó aquellos ritos donde los unos se sacrificaban por otros para dejarle una protección como legado, pero ¿Por qué? Lo normal era para terminar con alguna clase de maldición que perseguía a esa estirpe o porque, algún tipo de criatura inmortal, como era vampiros, se había pegado a esa familia a causa de su sangre…. Quien sabía, solo eran suposiciones.
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Mensaje por Talena Valjean Dom Abr 08, 2012 10:43 am

Pasó por su lado decidida a ignorar sus cavilaciones y marcharse. Pero cuando sus dedos rozaron la cortina para pasar por debajo, sus pies se anclaron al suelo como sujetos por hiedras traicioneras. Las apalabras de Emhyr llegaron hasta ella de forma atropellada, pero resultaron igual de hirientes en lo más hondo de su ser. Se giró, y por un momento pareció como si de desinflara. Todavía quedaba orgullo, frustración y un rastro de furia en sus ojos. Pero se habían escondido bajo la capa de la melancolía y el aturdimiento. ¿Cómo podía saber aquel hombre que no había conocido a su verdadera madre? La parte racional de su mente le dijo que era simple casualidad. Muchos gitanos crecían huérfanos por culpa de las condiciones en las que vivían. Pero toda aquella discusión sin sentido alguno era demasiado... Demasiado extraña e reincidente como para creer que aquel hombre había acertado por gracia del destino. ¿Y si la conocía? ¿Y si sabía algo de ella que ni la propia Talena conociese?

-No, no conocí a mi madre -admitió. Su voz sonó pesada y vacía-. Pero no sé si está muerta. Puede que simplemente desapareciese.

No tendría que haber añadido lo último, no hacía falta realmente. Pero sintió la urgencia de hacerlo, no por Emhyr, sino por sí misma. No quería creer que aquella mujer a la que tanto había buscado hubiese dejado de existir así, sin más. Quería encontrarla, quería saber más de sus raíces. Y solamente aquella gitana que la trajo al mundo y de cuyos brazos la arrebataron podía responder a sus preguntas. Apretó los dientes y tragó saliva. Parecía tan insoportablemente desvalida por culpa de Emhyr, que se sintió débil y ridícula. Se avergonzó de sí misma por ello, pero no se sentía capaz de poner resistencia a ese miedo, ese peso adentrado en su corazón desde hacía tantos años. Porque admitir que su madre estaba muerta era como admitir que jamás terminaría de saber quién era realmente. Claro que dudaba que Emhyr pudiese sentir algo de compasión por un simpleza como aquella si ni siquiera había sabido lamentar el haber estado a punto de causar la muerte del domador a manos de su león.

-A menos que conocieses a mi madre -comenzó a advertir con voz temblorosa-, creo que no tiene nada que ver en esta conversación y mucho menos contigo o tus problemas.
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La danza del látigo [Emhyr] Empty Re: La danza del látigo [Emhyr]

Mensaje por Emhyr Van Emreys Lun Jun 11, 2012 7:43 am

Si bien lo pensaba Emhyr era difícil que no hubiese una muerte, o al menos un sacrificio para que esa marca estuviese en la piel de la gitana y funcionase correctamente. Ella parecía poseer cierta esperanza en que simplemente hubiese desaparecido, pero Emhyr era más pesimista en cuanto al tema. No se podía decir que fuese un experto, pero si en cuanto al conocimiento de maldiciones y sacrificios, era un licántropo muy joven con apenas un año y debía de recordar que antes de pedir que lo maldijese ante la luna llena, él se había dedicado a empaparse en conocimientos brujeriles, es más poseía ese don, con menos intensidad que antes, pero algunos pequeños trucos le eran de vez en cuando resolutivos.

-No conocí a tu madre, tranquila. –Dijo mientras se asomaba por la cortina disimulando que había notado que aquel tema punzaba a la gitana. –Tienes razón, no tiene nada que ver con mis problemas, pero tu están intentando resolverlos, aunque no se aun porque… Y creo que el tema si te traerá problemas en el futuro, créeme, estoy seguro de ello. –La cortina volvió a caer encerrándola en ella. Los ojos castaños del turco se dirigieron directamente a los de ella con seriedad, al parecer estaba muy convencido de sus palabras, era como si supiese de lo que estaba hablando perfectamente y de algún modo así lo era, por propia experiencia descubierto la apetencia que podía provocar su sangre en seres de la noche y sus consecuencias.

Su oído fino pudo escuchar las voces que se acercaban, los cazadores estaba cerca aun tanteaban en su búsqueda pero pronto estaría allí.
Una mano en su bolsillo y un pequeño saquito de tela desgastada. Emhyr vertió distraído el polvo en su mano y de nuevo volvió a hablar.

-Me intentas sacar de mis problemas sin conocerme, y sin motivo. Eso me obliga a sacarte de los tuyos en un futuro y me huelo por donde vendrán si no sabes controlar eso. –Señalo la marca.
Los susurros que casi no se apreciaban y sus pasos que el si notaba, descubrían a los silenciosos cazadores que disponían sus manos en la cortina justo para descubrirlos.

Emhyr decidió adelantarse, susurro unas palabras en otro idioma cerca de los polvos de su mano y con un solido estos tiñeron las oscuras ropas de sus atacantes.
Un chasquido y el polvo prendió en llamas, creando la distracción.

-Larguémonos. –El turco tiro del hombro de Talena, mientras se frotaba la mano de los polvos en su pantalones, de ella salía humo como si acabase de apagar fuego de la palma e su mano. Rojizas quemaduras se denotaba en sus doloridos dedos.
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