La danza de la noche [LIBRE]

por **Rim** Lun Mar 14, 2016 6:18 am

Aquella noche actuaba en el Om, como otras tantas noches lo había hecho ya desde nuestra llegada a París, pero, por alguna razón que aun desconocía, tuve la sensación de que aquella, sería una velada diferente a la de las demás, por lo que me enfundé mi vestido negro y carmín de falda larga y recogí mi largo cabello azabache en una trenza que culminé con una flor roja a un costado, bajo mi oreja derecha.

Tras esconder las ojeras de las noches en vela bajo el tupido maquillaje, coloreé mis ojos y mis labios y calcé mis pies con tacones, dispuesta a salir al escenario para encandilar al público que había venido buscando entretenimiento y un poco de tranquilidad en un sobrio espacio musical como aquél local.

Fuera, la gente charlaba animadamente y reía mientras los músicos empezaban a entonar las primeras notas musicales de la canción que interpretaría mi cuerpo, subiendo las gradas con paso firme hasta situarme bajo el tímido foco de luz, mirando maravillada, una vez más, cómo los rostros de los presentes se iluminaban tenuemente con la luz de las velas, rodeados de elementos decorativos hindúes, rojos y colores oscuros que hacían de aquél, un lugar confortable y agradable para cualquiera.

El piano guió mis pasos por el escenario, moviéndome grácil y elásticamente por él, dando vueltas sobre mi mismo eje para desplegar mi falda alrededor de mi cintura, creando un efecto que se llevó más de una aclamación entre el público, siguiendo mi danza con las manos, haciendo girar mis muñecas al son de mis pies, que saltaban de un lado a otro entre arriesgadas maniobras y excelentes ejecuciones en el aire, terminando mi actuación tras unos sutiles movimientos de mis caderas, llenándose la sala de aplausos ante mi sorpresa y agradecimiento, descendiendo por las escaleras para dirigirme hacia la barra del bar, en el que pedí algo para tomar, pues me sentía agitada, algo cansada y sudorosa.

Fue entonces cuando alguien se dirigió hacia mí y yo volteé mi rostro, encontrándomelo sentado en un taburete junto a mí.

por **Burke Eichmann** Vie Mar 18, 2016 9:42 pm

Le habían dado una nueva misión, seguramente no era porque confiaran en él ciegamente, sino porque tal vez pretendían que en un momento algo saliera mal, que él terminara por caer y ellos no tuvieran la culpa de nada, pero Burke era mucho más inteligente que todo el resto, por eso seguía vivo a pesar de los tantos años que le colgaban encima, Eichmann seguiría jugando con la Iglesia el tiempo que fuera necesario y obtendría de ellos lo que mejor le viniera en gana, porque así lo había decidido, después de su lapsus en donde pensó abandonar todo para proteger sus propias espaldas, ahora tenía todo más claro, lo tenían hasta la madre, sí, pero no se iría sin antes hacer que un par de desgraciados cayeran de culo antes que él, ya estaba decidido, muy decidido.

Llevaba un par de noches siguiendo a un mal nacido que seguía haciendo de las suyas por las calles parisinas, no les parecía lo mejor pues causaba estragos, sobre todo en las noches de luna llena. Llegó a un lugar sumamente alejado, había un show o algo por el estilo y tomó asiento en uno de los taburetes, pidió algo de tomar, mientras tomaba uno de sus cigarrillos y los acercaba a sus labios, venía de alimentarse así que a pesar de que la tentación existiera, aún podía aguantar, al menos un par de horas, quería ver en qué momento el mal nacido escogía alguna de sus víctimas.

Observó a la mujer que bailaba sobre la tarima y sus movimientos ágiles, bastante acordes con la música mientras la ropa le acompañaba, como si también bailara junto con ella. Mostró una sonrisa, simplemente se acomodó el saco cuando el acto terminó, no se unió al sinfín de aplausos que elogiaban los talentos de la fémina. -Buenas noches, señorita, ha sido una gran demostración, ¿Me permite invitarle?- claro que Burke podía ser cortés, pero también acababa de quitarle una presa al idiota aquél, que seguro buscaría seguir acercándose, aunque ahora de este modo Eichmann podría controlarlo más, siempre y cuando la mujer no decidiera irse con él, que no podía hacer nada o mejor dicho no haría nada porque no le daba la gana, no es que fuera a rogarle.

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